Una Fuerte Llamada A La Conversión Personal, Comunitaria e Institucional
Una Fuerte Llamada A La Conversión Personal, Comunitaria e Institucional
Una Fuerte Llamada A La Conversión Personal, Comunitaria e Institucional
institucional
Las Preferencias no nos llaman a empezar a hacer cosas
inauditas. Pero sí nos invitan a convertir nuestra manera de
ser apóstoles en todo lo que hacemos, integrando todo en
una visión más profunda de nuestro servicio como
colaboradores de la misión en el mundo de hoy. 1. A Al
comenzar mi oración, pido la Gracia: de dejarme convertir
por la acción del Espíritu en mi vida. 2. Escucho a Jesús
dirigiéndose a mí ahora. Y deseo la libertad de Pablo. “El
tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado;
arrepentíos, y creed en el evangelio.” (Mc 1: 15)
Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo alcanzado ya;
pero una cosa sí hago: me olvido ciertamente de lo que ha
quedado atrás, y me extiendo hacia lo que está adelante;
¡prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de
Dios en Cristo Jesús! (Flp 3: 13-14) 3. Con esta actitud,
considero el tipo de conversión a la que nos llaman las
PAU. “se ha vivido como una fuerte llamada a la
conversión personal, comunitaria e institucional. Recibir
las preferencias significa iniciar de inmediato su puesta en
práctica cambiando los estilos de vida y trabajo que
obstaculizan la renovación de las personas, comunidades y
obras comprometidas en la misión.” “las preferencias son
un instrumento para profundizar el estilo de vida-misión
indicado por la CG 36 cuando ésta nos invita a la
renovación espiritual y apostólica, incorporando el
discernimiento, la colaboración con los demás y el trabajo
en red en nuestra vida cotidiana.” “Hemos sentido con
fuerza que las preferencias ayudarán al cuerpo apostólico
de la Compañía si mantienen claramente la unidad entre
vida y misión; si las entendemos como orientaciones que
van más allá de “hacer algo” y llegan a transformarnos
como personas, como comunidades religiosas y como
obras e instituciones apostólicas en las que colaboramos
con otros.” “Las preferencias apostólicas universales nos
llevan a superar toda forma de autoreferencialidad o
corporativismo y así convertirnos en auténticos
colaboradores en la misión del Señor compartida con
tantas personas dentro y fuera de la Iglesia.” • ¿Cómo está
mi deseo de conversión? ¿Cuáles son las resistencias más
fuertes que siento? • ¿Qué puede significar para mí una
conversión en el ser más que en el hacer? Considero estas
preguntas y hablo de ellas con el Señor. 4. Después de mi
oración, releo la sección III de la carta del P. General, La
necesaria conversión personal, comunitaria e institucional
(p. 8-10), resaltando especialmente la llamada a la
profundidad espiritual e intelectual, al discernimiento
comunitario y a la profundización de la colaboración.
FE Y CONVERSIÓN
Sabemos que Jesús ya nos salvó, pero no hemos experimentado todos los frutos de la salvación
en nuestra vida y en el mundo.
Él ya nos salvó y nos dio la Nueva Vida, lo que hace falta es que nosotros aceptemos y
recibamos lo que Jesús ha ganado para nosotros.
¿Qué debemos hacer para vivir la vida de Jesús? Le preguntó aquella multitud a Pedro la
mañana gloriosa de Pentecostés (Hch 2,38). La fe y la conversión es lo único que nosotros
necesitamos para vivir la nueva vida de Dios que nos trae Jesús.
1. LA FE
Ciertamente sólo Jesús salva, pero el medio por el cual esa salvación llega hasta nosotros es la
fe: Rm 5. 1-2; Hch 10,43
Y la palabra de Dios nos dice que "la fe es la garantía de lo que se espera: la prueba de las
realidades que no se ven" (Hb 11.1).
Hemos sido salvados por gracia, mediante la fe, y esto no viene de nosotros mismos, sino que es
un don de Dios: "Pues habéis sido salvados por la gracia mediante la fe; y esto no viene de
vosotros, sino que es don de Dios" (Ef 2,8).
Todo el que cree, obtiene por Jesucristo, la total justificación; "Tened pues, entendido,
hermanos, que por medio de éste os es anunciado el perdón de los pecados; y la total
justificación que no pudisteis obtener por la Ley de Moisés la obtiene por El todo el que cree"
(Hch 13, 38-39). Esta fe, don de Dios, es al mismo tiempo la respuesta a su iniciativa, que te
dice: "Sí, te creo, y acepto cien por ciento al que Tú enviaste a este mundo para salvarme ".
La fe es confianza, dependencia y obediencia a Jesús Salvador, muerto y resucitado que es el
único mediador entre Dios y los hombres.
La fe es la certeza de que Dios va a actuar conforme a la promesa de Cristo. Por tanto, la fe no
es creer en algo, sino en Alguien; esa persona es Jesús, a quien uno se entrega sin límites ni
condiciones. Tampoco es un asentimiento intelectual a cosas que no entendemos, sino una
confianza y dependencia a Dios y su plan de salvación.
La fe ni es un sentimiento, ni se mide por la emoción, ni es autosugestión. Es una decisión total
del hombre que envuelve todo su ser y compromete toda su persona.
a) FE COMO ENCUENTRO CON CRISTO
Esta es la Palabra de la fe que proclamamos: "Si confiesas con tu boca que Jesús es Señor, y
crees en tu corazón que Dios lo suscitó de entre los muertos, serás salvo (…) Porque todo el que
invoque el Nombre del Señor encontrará salvación" (Rm 10, 9-10.13).
Fe no solo es el reconocimiento de la existencia de Dios o la aceptación de las verdades por El
reveladas, sino el encuentro con el Señor resucitado, como el de Pablo en el camino de
Damasco, encuentro que cambie totalmente el sentido y el curso de nuestra vida.
De pequeños, fuimos bautizados, quizá llevamos una vida cristiana de rectitud moral y
cumplimiento religioso; pero es necesaria una fe viva fruto del encuentro personal con Jesús;
que lo reconozcamos, lo aceptemos, lo confesemos y lo recibamos en nuestro corazón y en
nuestra vida como Salvador.
b) ¿QUIÉN ES CRISTO PARA TI?
El cristianismo no es sólo una doctrina, es ante todo entrar en una doctrina, es ante todo entrar
en una relación personal con Jesús vivo como Dios y Señor.
Parte de un encuentro real con Jesús, se mantiene y desarrolla en una íntima comunicación y
comunión con Él.
Como a los discípulos, Jesús nos hace a cada uno de nosotros esta pregunta: "Para ti… ¿Quién
soy Yo?". ¿Cuál es nuestra respuesta personal? La respuesta que debe brotar de nuestra propia
experiencia y no como repetición de una lección aprendida.
Tu respuesta a esta pregunta es muy importante, pues es necesario que tu experiencia de
conocer a Cristo te lleve a re-conocerlo como tu Señor y Salvador ante los hombres.
¿Qué es el Cristianismo para ti? Para muchos el cristianismo se ha reducido a:
· Una religión de prácticas exteriores, a las que se les da valor por sí mismas, de donde
se saca una ilusión vana de haber cumplido, o una satisfacción de tranquilidad de conciencia o
de cumplimiento con cierto sentido mágico y supersticioso de carácter utilitario o de temor a lo
divino.
· Una moral restrictiva, que limita la libertad e impide vivir una vida basada en
prohibiciones. Un cristianismo de legalismo sin vida, o una vida triste, apagada, con alma de
esclavos.
· Una ideología humanista que ve en Cristo sólo un hombre extraordinario y al
evangelio como un ideal y un programa de rectitud, justicia o liberación social.
El cristianismo y la fe son más que todo esto y anterior a ello.
Por eso el Papa nos dice: "A veces nuestra sintonía de fe es débil y yo les propongo esto para
reavivar su fe: un encuentro personal, vivo, de ojos abiertos y corazón palpitante con el Señor
resucitado"
¿Cómo comenzar la vida cristiana? Con un encuentro vivo con Jesús.
Se inicia una vida nueva que se expresa con gozo y alegría, una vida de oración, sacramental y
de servicio a los demás, un comportamiento moral y en una vida cultural y religiosa como fruto
y consecuencia normal de la presencia viva de Jesús y de la acción poderosa del Espíritu Santo.
c) TIENES UNA RESPUESTA QUE DAR
Fe es un sí a la presencia y a la acción salvadora de Dios a través de Jesús. Un sí lúcido y
consciente como el de María, que se da una vez y se renueva permanentemente. Adhesión libre
y responsable de nuestro ser entero a Jesús y a la totalidad de su mensaje y su obra.
"Mira que estoy a la puerta y llamo, si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa
y cenaré Yo con él y él conmigo" (Ap. 3, 20).
Escuchemos el llamado que nos hace Jesús y abrámosle la puerta; recibámoslo en nuestro
corazón para que nos salve.
Cristo es el que está a la puerta y llama al corazón de todo hombre, sin coartar su libertad,
tratando de sacar de esa misma libertad el amor (Documento de Medellín 5, 8).
Es un acto de la voluntad que dice SÍ a Jesús y a su salvación. Se necesita de nosotros una
invitación explícita a que entre a nuestro corazón y a nuestra vida. Es una opción lúcida por
Cristo, una adhesión personal a Jesús como Salvador.
2. LA CONVERSION
A comienzos del siglo XIII, un joven acaudalado se hizo soldado, soñaba con proezas heroicas,
fama, romances, pero Dios tenía otros planes. El joven Francisco Bernardone fue capturado y
encarcelado, para regresar finalmente a casa, como un decepcionado aspirante a héroe. Pero
después, se dedicó a reparar "iglesias destruidas". Ahora lo conocemos como San Francisco de
Asís.
A mediados del siglo XIV, hubo en Jerusalén una prostituta, que siguiendo a un grupo de
peregrinos llegó a las puertas de la Iglesia del Santo Sepulcro; pero cuando trató de entrar, una
fuerza invisible se lo impidió. Después de tres frustrados intentos, se retiró llorando a una
esquina del patio de la Iglesia y comenzó a orar. A instancia de una voz interior, se arrepintió y
abandonó la vida de pecado.
Santa María de Egipto, nombre por el cual fue conocida, pasó el resto de su vida en retiro y
oración, adorando a quien la había rescatado.
Estas dos personas, cada una a su manera, experimentaron una conversión a Cristo. Tocados por
la gracia de Dios decidieron seguirlo y recibir la salvación en Jesús, mediante su muerte y
resurrección.
a) LA CONVERSION: DECISION VOLUNTARIA QUE RESPONDE AL LLAMADO DE
DIOS
En el Nuevo Testamento, la palabra conversión viene del griego "epistrepho" que significa
literalmente "volver atrás" o "dar media vuelta": los primeros cristianos encontraron en este
vocablo una descripción gráfica de su propia experiencia y comprensión.
Con la formación de la tradición del Nuevo Testamento, esta palabra "epistrepho" adquiere un
significado teológico propio, en el que se acentúa la decisión de renunciar al pecado y volver a
Dios.
"El poder de Dios les asistía, y un gran número de personas abrazaron la fe y se convirtieron
(epestrephon) al Señor" (Hch 11, 21) (ver además Lc 1, 17; 2º Co 3, 16; 1º Pe 2, 25).
La conversión de María de Egipto fue dramática. Ella decidió abandonar la vida de pecado
público, pero no sólo dejó de hacer las cosas que claramente violaban las leyes del amor de
Dios, también luchó por eliminar los malos pensamientos, tentaciones e impulsos internos que
la alejaban del Señor.
Del mismo modo el joven Francisco de Asís se convirtió a Dios y decidió abandonar a juergas,
aventuras y romances, se dio cuenta de sus antiguos pecados y frecuentemente oraba para nunca
más volver a caer en lo mismo. Eligió a cambio lo mejor: pasar el resto de su vida imitando la
humildad y pobreza de Cristo.
Con un simple examen de conciencia podemos observar que en nosotros hay inclinaciones
pecaminosas; malos deseos y apetitos que son propios de nuestra condición humana. Ago en
nuestro corazón nos mueve a abrigar tales pensamientos, expresiones o actos que sabemos
pueden perjudicar a otras personas o ponernos en situaciones peligrosas y finalmente alejarnos
de la presencia del Señor.
b) ARREPENTIRSE Y CREER
Jesús se fue a Galilea, predicando el evangelio de Dios y decía: "Ha llegado el tiempo. El Reino
de Dios está cerca; arrepiéntanse y crean el evangelio" (Mc 1, 15).
El término usado en el Nuevo Testamento para arrepentimiento es "metanoía", palabra griega
que literalmente significa "cambio d corazón o mente". El arrepentimiento está íntimamente
ligado a la conversión como se refleja en el caso de María de Egipto.
El cambio de vida es el resultado de la acción de Dios en nuestro interior. Cuando
experimentamos el tierno amor de nuestro Salvador, comenzamos a anhelarlo de una manera
insospechada, a abrir el corazón ante la posibilidad de un encuentro con Dios, y a percibir que
podemos ser liberados del sentido de culpa, del temor y la ansiedad en que el pecado nos tenía
sumidos.
Dios quiere darnos una nueva vida con su propia presencia en nuestros corazones, y su amor
que nos mueve a vivir de acuerdo a su voluntad. Y al experimentar este amor, veremos en
nuestra vida rasgos parecidos a los de Francisco y María en su nueva conciencia personal.
c) NACER DE NUEVO
Al dedicarnos a orar y tratar de comprender el maravilloso misterio de nuestra salvación,
recordemos una cosa: La conversión es nuestra respuesta a la inconmensurable gracia de Dios.
Solamente el Espíritu Santo nos hace comprender nuestra condición de pecadores necesitados
del inmenso amor de Jesús.
El Señor dijo a Nicodemo "Te aseguro que a menos que uno nazca del agua y del Espíritu, no
puede entrar en el Reino de Dios. Lo que nace de la carne es carne, y lo que nace del Espíritu es
espíritu". (Jn 3, 3-6).
La conversión es un acto humano de arrepentimiento y decisión en respuesta a la obra de Dios
en nosotros.
Esta es la esencia del Sacramento del Bautismo. En este Sacramento se nos da todo lo que
necesitamos para una vida plena con Cristo. En las aguas del bautismo morimos con Jesús y
resucitamos a una vida nueva con El; el pecado original es borrado; se nos da el Espíritu Santo y
somos incorporados al Cuerpo de Cristo, su Iglesia. Pero teniéndolo todo a nuestra disposición,
ello se nos da precisamente con el fin de que tomemos una decisión libre y consciente de
entregarnos a Dios por medio de Jesucristo.
Es importante reconocer el aspecto humano de la conversión. Todos somos criaturas únicas de
Dios, con personalidad, historia y futuro propios. En consecuencia, ninguna conversión será
exactamente igual a otra. Mientras unos tienen un abrumador sentido de pecado (como María de
Egipto), otros pueden sentirse impresionados por el inmenso amor de Cristo (como San
Francisco de Asís). Incluso otros pueden llegar a comprender que es imposible vivir santamente
sin la gracia y el perdón de Dios.
Por la gracia de Dios podemos recibir la plenitud de vida que hay en Cristo, sin que nada lo
impida. Con una fe segura, pidámosle a Dios que se nos manifieste; seamos dóciles al Espíritu y
permitamos que la revelación de Jesucristo crucificado y resucitado traspase nuestro corazón.
Rebosantes del conocimiento de su amor y misericordia, convirtámonos a Cristo.
La conversión es cambio total: dar la espalda, dejar atrás, abandonar todo lo que es incompatible
con Dios y su plan de amor para nosotros, romper con el pecado y los ídolos como rechazo y
sustitución de Dios, rechazar a Satanás como instigador para el mal y cortar con sus ataduras.
PASOS DE LA CONVERSIÓN
Reconocer nuestro pecado: Sólo el Espíritu Santo puede darnos conciencia de pecado (Jn 16, 8-
9); de otra manera se reduce a un sentimiento de culpa o a la simple confrontación de nuestras
acciones con la lista de pecados. Yo la voy a enamorar; la llevaré al desierto y le hablaré al
corazón" (Os 2, 14).
"Si te vuelves porque yo te haga volver, estarás en mi presencia; y si sacas lo precioso de lo vil,
serás como mi boca. Que ellos se vuelvan a ti, y no tú a ellos" (Jr 15, 19).
ü Arrepentimiento: El arrepentimiento o contrición es un dolor de corazón y rechazo del
pecado con el propósito de no volver a pecar.
Dolor y tristeza, de haber lastimado y ofendido a quien amamos; pero tristeza, no como la del
mundo que produce muerte, sino tristeza según Dios que lleva a la conversión: "Ahora me
alegro. No por haberos entristecido, sino porque aquella tristeza os movió a arrepentimiento.
Pues os entristecisteis según Dios, de manera que de nuestra parte no habéis sufrido perjuicio
alguno. En efecto, la tristeza según Dios produce firme arrepentimiento para la salvación; mas
la tristeza del mundo produce la muerte" (2º Co 7, 9-11).
Voluntad decidida de romper con toda situación de pecado; propósito firme de enmienda y
cambio.
ü Confesar el pecado: Es necesario reconocer y confesar explícitamente nuestros pecados
ante Dios (Esd 9. 6-15; Dan 9, 4-18; Bar. 1. 14; 3. 2).
"Si confesamos nuestros pecados, fiel y justo como es El, nos perdonará nuestros pecados y nos
limpiará de toda maldad" (1º Jn 1, 9).
Necesitamos además hacer una renuncia explícita a Satanás y a todas sus obras incluyendo en
ellas todo tipo de ocultismo, esoterismo y superstición, con la voluntad firme de abandonarlo
definitivamente.
Esto es necesario, pero además tenemos que recibir el Sacramento de la Reconciliación (Stg 5,
16; Jn 20, 23), para recibir la ratificación del perdón de Dios por la absolución través del
sacerdote, el cual orará por nosotros para librarnos de toda atadura y opresión del enemigo.
ü Reparación y reconciliación: Restaurar la unión de amor con Dios, exige resarcir los daños
causados y reconciliarse con el hermano, como hizo Zaqueo ante Jesús:
"Mira Señor voy a dar a los pobres la mitad de todo lo que tengo; y si le he robado algo a
alguien, le devolveré cuatro veces más" (Lc 19, 8) (ver además Hch 26, 20; Lc 3, 10-14).
ü Convertirse a Jesucristo: "Jesús le dijo: Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no
peques más" (Jn 8, 11). "Y a vosotros que estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los
cuales vivisteis en otro tiempo según el proceder de este mundo, según el Príncipe del imperio
del aire (...) Pero Dios, rico en misericordia, por el grande amor con que nos amó, estando
muertos a causa de nuestros delitos, nos vivificó juntamente con Cristo (...) Pues habéis sido
salvados por la gracia mediante la fe; y esto no viene de vosotros, sino que es don de Dios" (Ef
2, 1-2.4-5.8).
La conversión de los cristianos los debe llevar necesariamente a Jesús. Moralmente, convertirse
es dejar el pecado y aceptar el Evangelio. Intelectualmente, es aceptar que Jesús es la única y
definitiva solución a los problemas de la humanidad y a los de cada hombre, y efectivamente es
aceptar a Jesús como el definitivo bien y el amor de nuestras vidas.
La conversión ha de ser el acto inicial de la vida cristiana, prolongado en un proceso
permanente de búsqueda de Jesús.
CEREMONIA DE LA LUZ
Antes de iniciar lo que es propiamente la Ceremonia de la Luz, se aconseja hacer a manera de
introducción una breve exhortación a la conversión y una explicación del sentido simbólico
cristiano de los diferentes elementos que van a emplearse durante la Ceremonia: La Luz (Dios
es Luz: 1º Jn 1, 5; Cristo es la Luz del Mundo: Jn 1, 9-11; 9, 5; nosotros: luz del mundo, Mt 5,
14-16; los hombres amaron más las tinieblas a la Luz: Jn 3, 19; permanezcamos en la Luz
porque somos hijos de la Luz: 1º Tes 5, 4-5 y 1º Jn 1, 6-7; 2, 10-11) y la oscuridad.
Igualmente, se recomienda realizar la Ceremonia en un ambiente acogedor y tranquilo que
permita la reflexión de los participantes.
Será igualmente importante contar con un Cirio Pascual, cuyo significado y simbolismo también
deberá ser explicado ( Ejem: El Cirio Pascual representa a Cristo que es la Luz; las letras ""
(alfa) y "" (omega) se inspiran en Ap. 22, 13: "Yo soy el Alfa y la Omega, el Primero y el
Ultimo, el Principio y el Fin"; también figura el año en que fue bendecido; mencionar la ocasión
en que fue consagrado: dentro de la Misa de Vigilia Pascual de Semana Santa). En caso de no
poder contar con uno, se podrá utilizar un cirio de misa y un crucifijo.
Todos los participantes deberán poseer una vela. Será sumamente importante que la persona
encargada de dirigir la Ceremonia vaya explicando claramente a los participantes cuáles van ser
los pasos que tiene que cumplir, y cómo hacerlo, a fin de evitar en ellos confusiones.
Se sugiere así mismo iniciar la Ceremonia con el canto ESTA ES LA LUZ DE CRISTO (Nº
402 del Cancionero de R.C.C.).
PASOS:
1. Cada participante se va acercando al Cirio Pascual (ya encendido) y a la vez que
enciende su vela va mencionando en voz alta el primer momento en que recibió la Luz de Cristo
en su vida en forma consciente. (Ejemplo: "Cristo vino a mi vida el día de mi matrimonio";
"Cristo vino a mi vida el día de mi confirmación"; "Cristo vino a mi vida el día de mi primera
comunión"; "... cuando vine por primera vez al grupo de oración y oraron por mí", etc.).
2. Se apaga la luz eléctrica y se inicia la oración del perdón por nuestros pecados. Quien
dirige la Ceremonia va haciendo una oración al Señor pidiéndole perdón por nuestros pecados,
mencionándolos específicamente, tomando en cuenta diferentes etapas de la vida (Ejemplo:
"Perdón Señor, por las veces que me resentí con mi mamá pensando que no me quería y me
enviaba al colegio durante mis primeros años...") Mientras va diciendo la oración, al
identificarse con lo que se dice o escucha, cada participante va apagando sus velas. Esto se hará
hasta que el salón quede a oscuras, únicamente con la luz proveniente del Cirio Pascual.
3. En la sala sólo brilla el Cirio Pascual. Todos pueden irse acercando luego a encender
sus velas directamente del Cirio mientras hacen una confesión de Jesús como su Salvador y
Señor, a la vez que le expresa su compromiso de brillar con la Luz de Cristo en el mundo.
Cuando todos hayan terminado de encender sus velas se puede tener un buen rato de oración de
alabanza comunitaria, dando gracias a Dios por los beneficios recibidos.
La conversión personal.
La salvación en Cristo es un acto de gracia. Jesucristo, en la cruz, tomó el lugar del hombre
pecador, porque solo una persona sin pecado tuvo que pagar por todos los pecados de la
humanidad. El justo pagó por los injustos; el bueno fue muerto por los malos.
Esta verdad de salvación no puede ser ganada por méritos propios; no es una salvación por
alguna obra humana realizada. Esta salvación es un acto de fe mediante la gracia inmerecida de
parte de Dios para cada persona.
Sin embargo, para acceder a esta salvación, se requiere una conversión personal. Esta
conversión consiste en la asimilación de dos cosas principales- el arrepentimiento y la fe.
La predicación pública de Nuestro Señor Jesucristo empezó con una llamada a la conversión:
«se han cumplido los tiempos y se acerca el Reino de Dios; convertios y creed en la Buena
Nueva« (Mc. 1, 15) Más adelante irá explicando las características del Reino, pero desde un
principio se advierte que hace falta una postura nueva de la mente para poder entender el
mensaje de salvación.
Pone a los niños como ejemplo de la meta a que hay que llegar. Hay que «hacerse como niños»
o «nacer de nuevo», como dirá a Nicodemo (cfr. Jn. 3, 4) La conversación con la mujer
samaritana es un ejemplo práctico de cómo se llama a una persona a la conversión. A Zaqueo
también lo llama a cambiar de vida, a convertirse. Lo mismo hará con otros muchos.
Sus parábolas sobre la misericordia divina son llamadas a la conversión contando con que
nuestro Padre Dios está esperando la vuelta del pecador. Hasta en los últimos momentos de su
vida, cuando le van a prender en el huerto, llama a Judas -amigo., ofreciéndole la oportunidad
de la conversión.
Cuando Jesús fue a bautizarse al Jordán, le dijo: «Yo necesito ser bautizado por ti, y ¿tú vienes a
mí?» (Mt. 3, 14) Más adelante dirá de Jesús: «He aquí el Cordero de Dios, el que quita el
pecado del mundo» (Jn. 1, 29) San Juan Bautista no tenía el poder de perdonar los pecados, sino
solamente predicaba la conversión y la penitencia preparando el camino del Señor. Como fruto
de su labor serán muchos los que escucharán la doctrina de Cristo. Los dos primeros discípulos
de Jesucristo serán dos discípulos de San Juan Bautista: Juan y Andrés. Además de estos
discípulos primeros, muchos otros discípulos de Juan fueron tras Jesús. Juan se llenó de alegría,
añadiendo: «Conviene que El crezca y yo disminuya» (Jn. 3, 30)
¿QUÉ ES LA CONVERSIÓN?
El pecado mortal hunde sus raíces en la mala disposición del amor y del corazón del hombre, se
sitúa en una actitud de egoísmo y cerrazón, se proyecta en una vida construida al margen de los
mandamientos de Dios. El pecado mortal supone un fallo en lo fundamental de la existencia
cristiana y excluye del Reino de Dios. Este fallo puede expresarse en situaciones, en actitudes o
en actos concretos.
(C.v.e., p. 507)
Se puede decir, resumiendo, que: Pecado es todo acto, dicho o deseo contra la ley de Dios.
El siguiente paso será abrir el corazón a la luz nueva: «Dios es luz y no hay en El tiniebla
alguna» (1 Jn. 1, 5) San Juan explica las posibles actitudes ante la conversión, diciendo: «Todo
el que obra el mal, aborrece la luz, y no viene a la luz, porque sus obras no sean reprendidas.
Pero el que obra la verdad viene a la luz para que sus obras sean manifiestas, pues están hechas
en Dios» (Jn. 3, 20-21)
Todos los hombres llevan en su interior la posibilidad de una oposición a Dios. Por el pecado
original la naturaleza humana ha quedado debilitada y herida en sus fuerzas naturales. La
inteligencia se mueve entre oscuridades y cae fácilmente en engaños. La voluntad se inclina
maliciosamente hacia conductas pecaminosas. Las pasiones y los sentidos experimentan un
desorden que les lleva a rebelarse al impulso de la razón.
Esta inclinación al mal que todo hombre posee, se acentúa con los pecados personales y con la
influencia de ambientes corrompidos.
Convertirse es, en definitiva, cambiar de actitud, desandar el camino andado. Es una vuelta a
Dios, del que el hombre se aparta por la mala conducta, por las malas obras, es decir, por el
pecado.
Esa vuelta a Dios, que es fruto del amor, incluirá también una nueva actitud hacia el prójimo,
que también ha de ser amado.
Para entrar en el Reino de los Cielos es preciso renacer del agua y del Espíritu; de esta manera
anunció Jesús a Nicodemo el comienzo del Reino de Dios en el alma de cada hombre. Para esta
nueva vida Dios envía su gracia.
La conversión unas veces será de un modo fulgurante y rápido, casi repentina; otras, de una
manera suave y gradual; incluso, en ocasiones, sólo llega en el último momento de la vida.
En las parábolas del Reino de los Cielos es muy frecuente que el Señor lo compare a una
pequeña semilla, que crece y da fruto o se malogra. Con estos ejemplos indica que el Reino de
Dios debe empezar por la conversión personal. Cuando un hombre se convierte, y es fiel, va
creciendo en esa nueva vida; después va influyendo en los que le rodean. Así se desarrolla el
Reino de Dios en el mundo. El camino que eligió Jesucristo fue predicar a todos la conversión,
denunciar todas las situaciones de pecado e ir formando a los que se iban convirtiendo a su
palabra.
https://encuentra.com/biblia_en_la_teologia/jesus_predica_la_conversion_13971/
3) La Conversión
Tema 3
La Conversión
El amor por Jesús nos impulsa a vivir como él, siguiendo sus pasos y adoptando sus actitudes
(Mt 9, 35-36), a cambiar radicalmente muchos aspectos y detalles de nuestra vida. Induce a
emprender nuevos caminos, fortalece la fidelidad y el amor, nos hace disponibles al Evangelio,
en una palabra a ser felices siendo más humanos en el querer de Dios; sin embargo, en el
ejercicio de nuestra libertad, a veces rechazamos esa vida nueva (cf. Heb 3, 12-14).
Con el pecado, optamos por un camino de muerte. Por eso, el anuncio de Jesucristo siempre
llama a la conversión, que nos hace participar del triunfo del Resucitado e inicia un camino de
transformación (DA 351).
La conversión es personal y lleva consigo una conversión en comunidad, en nuestras relaciones
con los hombres y mujeres de nuestro entorno. La conversión nos orienta a mirar todo desde el
Reino de Dios, llevándonos también a asumir una actitud de permanente conversión pastoral
(DA 366).
El Espíritu “Señor y dador de vida” suscita en la Iglesia, según los diversos Ministerios y
carismas, la vocación y la misión. Nos habita, vive en nosotros y, entusiasmados por Jesús, nos
identifica con Él, abriéndonos a su misterio de salvación para que seamos hijos suyos y
hermanos unos de otros; nos da la vida del Padre, nos permite abrazar su plan de amor y
entregarnos para que otros “tengan vida en Él” (DA 137).
Desde el principio de nuestra vocación hemos sido formados por Jesús en el Espíritu Santo,
puesto que él es el Maestro interior que conduce a la verdad plena, formándonos como
discípulos y misioneros. Por lo tanto “como seguidores de Jesús debemos dejarnos guiar
constantemente por el Espíritu (cf. Gal 5, 25), y hacer propia la pasión por el Padre y el Reino:
anunciar la Buena Nueva a los pobres, curar a los enfermos, consolar a los tristes, liberar a los
cautivos y anunciar a todos el año de gracia del Señor” (cf. Lc 4, 18-19) (DA 152).
El Espíritu en la Iglesia nos forja y hace misioneros decididos y valientes como Pedro y Pablo,
nos elige y señala los espacios de evangelización. El mismo Jesús “hoy sigue derramando su
Vida a través de la Iglesia, que, con la fuerza del Espíritu Santo continúa la misión que
Jesucristo recibió de su Padre (cfr. DA 150-151).
Nuestra alegría, pues, se basa en el amor del Padre, en la participación en el misterio pascual de
Jesucristo quien, por el Espíritu Santo, nos hace pasar de la muerte a la vida, de la tristeza al
gozo, del absurdo al hondo sentido de la existencia, del desaliento a la esperanza que no
defrauda. Esta alegría no es un sentimiento artificialmente provocado ni un estado de ánimo
pasajero (DA 17). La felicidad que comienza en esta experiencia, culmina en sentirnos amados
por Jesús, como Él se sintió amado por el Padre, invitados a permanecer en su amor (Jn 15, 9-
10), a exclamar “Abba, Padre” (Rom 8, 15), a poder invocarlo como el Padre de todos (Mt 6, 9).
3. Aplicación pastoral
Muchas veces hemos presentado en nuestra predicación un Dios severo, inquisidor, autoritario,
que se relaciona con sus hijos e hijas con severidad y frialdad y les estimula con premios y
castigos; por tanto, una imagen distinta del Dios revelado por Jesucristo, otro modelo de padre.
Ese padre no es nuestro Padre, ese dios no es nuestro Dios, menos el Dios de Jesucristo, el que
nos hace presente el Evangelio.
Este aspecto de nuestra condición humana es el que nos hace sentir la necesidad de volver
nuestra mirada a Jesucristo y encontrar en El, en su amor, la misericordia del Padre, que espera
el regreso de su hijo para acogerlo en su casa (Lc 15, 11-32).
“Conocer a Jesucristo por la fe es nuestro gozo; seguirlo es una gracia, y transmitir este tesoro a
los demás es un encargo que el Señor, al llamarnos y elegirnos, nos ha confiado” (DA 18; 32).
Esta decidida voluntad de ser hombres nuevos, es un don del Espíritu Santo que nos impulsa a
vivir en permanente conversión, como seguidores de Jesús, al servicio de la instauración del
Reino de vida; consiguientemente, llamados a asumir una actitud de permanente conversión
pastoral que implica escuchar con atención y discernir los signos de los tiempos en los que Dios
se manifiesta (DA 366) y la necesidad, en fidelidad al Espíritu Santo que conduce a la Iglesia,
de una renovación eclesial que implica reformas espirituales, pastorales y también
institucionales (DA 367).
* ¿Qué nos exige la conversión para lograr un auténtico encuentro con Jesús vivo?
Lectio Divina
Lc 15, 11-32
Su conversión comienza cuando reconoce que el pecado es la causa del sufrimiento y busca el
cambio y el retorno a su vida de dignidad, a su casa, confiando en la misericordia de su padre.
El egoísmo del hermano y la fiesta del perdón están llenos de símbolos con profundo
significado.
* ¿Qué actividades voy a realizar entre los grupos y personas, en la parroquia, para avivar la
experiencia de conversión, de misericordia y de perdón?
https://www.vidadelacer.org/index.php/documentos/mision/996-3-la-conversion
¿Por qué aparece el deseo de cambiar de vida?
Las razones que llevan a las personas a desear darle un cambio radical a su vida son diferentes.
En muchos casos el motor impulsor es una crisis personal después de pasar por una dura
experiencia, o no se encuentran contentos con su estado actual, hay cosas que no les satisfacen y
que quisieran cambiar. Cuando esta insatisfacción es más profunda llegan incluso a atravesar
una crisis existencial, es decir, no le encuentran sentido a su vida y quieren darle un giro para
sentirse más vivos, seguros, felices o tranquilos. A veces se debe a que la monotonía se ha
asentado y la persona siente que ha perdido algo y desea recuperarlo, una situación bastante
común en las relaciones de pareja, cuando la rutina apaga el fuego de la pasión.
En otras ocasiones el deseo de cambiar de vida no proviene de una carencia, sino simplemente
de la necesidad de potenciar determinadas capacidades o descubrir nuevos ámbitos de
actuación. En estos casos no existe una insatisfacción de base, sino que la persona desea
explorar nuevos derroteros. Esta situación es bastante común en el ámbito laboral, cuando la
persona decide que está preparada para afrentar nuevos retos que marquen un punto de inflexión
en su vida.
No obstante, el deseo de cambiar de vida no siempre proviene del interior, a veces las
circunstancias externas actúan como un catalizador y empujan a realizar una transformación
radical. Una experiencia traumática, una enfermedad grave, la pérdida de una persona querida o
los problemas económicos pueden dar pie a diferentes preguntas existenciales que generan el
deseo de cambiar de vida.
Sin embargo, el cambio por el cambio no es la solución más adecuada, es como cambiar de vaso
cuando el problema radica en que el agua que estás bebiendo está contaminada. A veces los
cambios drásticos no solo no eliminan las dificultades, sino que pueden acarrear nuevos
problemas. Esto se debe a que a menudo tú mismo eres parte del problema y para solucionarlo
no basta con cambiar de amistades, de trabajo o de ciudad, es necesario realizar un cambio
interior mucho más profundo y escuchar tus necesidades internas para tomar las decisiones
adecuadas.
Por eso, ante un problema, lo más sensato es analizar con calma la situación y planificar el
cambio, preferentemente de manera gradual para que puedas sentirte lo más seguro y cómodo
posible. En este sentido, una herramienta terapéutica muy valiosa es el coaching.
Mediante el proceso de coaching no solo lograrás poner en práctica los cambios que deseas,
sino que aprenderás a conocerte mejor y asumirás un mayor compromiso con las decisiones que
realmente pueden cambiar tu vida. Por tanto, el coaching no solo te ayudará a encontrar la vía
más sencilla para cambiar de vida, sino que también se convertirá en un camino al encuentro
contigo mismo.
La rueda de la vida: Una técnica de coaching para decidir qué se debe cambiar
Muchas personas son conscientes de que necesitan cambiar de vida, pero las buenas intenciones
no son suficientes. Un cambio de vida también implica reflexión y planificación. Realizar
pequeños cambios cotidianos, como el manejo de las finanzas o la organización de la agenda, no
es demasiado complicado, pero cuando se trata de cambiar de vida, el asunto se complica
porque es más difícil delimitar qué aspectos se deben cambiar y cuáles se pueden mantener.
Con esta técnica podrás hacer un balance de tu vida en general y determinar con precisión cuán
satisfecho estás y cuánto te falta aún por andar para llegar a la meta que te has propuesto. Todo
lo que necesitarás es una hoja de papel y un lápiz.
Dibuja en el centro de la hoja un gran círculo y divídelo en diferentes partes, tantas como
esferas de tu vida quieras evaluar, como por ejemplo: la salud, las finanzas, el trabajo, la
familia, la relación de pareja, el ocio, los amigos, el desarrollo personal... Coloca en cada
porción el nombre de una de esas áreas.
Evalúa en una escala del 1 al 10 cuán satisfecho te sientes con lo que has logrado en cada una de
las esferas. Sin embargo, en vez de escribir un número, representa esa escala con puntos. Por
ejemplo, el 10 estará en un punto exterior y el 1 en un punto interior, cercano al centro del
círculo. Por tanto, mientras más al borde coloques el punto, más alta será tu satisfacción en esa
esfera.
Cuando hayas evaluado todas las esferas, une cada uno de los puntos. Ten en cuenta que la
figura que aparezca tiene que ser lo más semejante a una rueda. Cuánto más regular y grande
sea la rueda mejor estarás rodando por la vida. Si el resultado de esta unión es un círculo
bastante semejante a la circunferencia exterior, no será necesario que hagas grandes
transformaciones en tu vida. Al contrario, si el círculo interior es muy pequeño o tiene formas
muy puntiagudas, es necesario que implementes cambios en algunas esferas.
Este ejercicio te ayudará a ver dónde estás, y sobre qué áreas debes empezar a trabajar para
equilibrar tu rueda, y por lo tanto tu vida. Elije una o dos áreas para implementar cambios. ¿Qué
podrías hacer para mejorar en concreto esa área de tu vida? Establece objetivos concretos,
realistas y mensurables.
Obviamente, para que esta técnica sea realmente eficaz y pueda orientarte en tu camino hacia el
cambio, es importante que seas completamente sincero y que no recurras al autoengaño.
Considera que ese momento de sinceridad te ayudará a encontrarle un nuevo sentido a tu vida y
a poner en práctica los cambios que realmente necesitas.
Encontrar una razón suficientemente motivadora. Cambiar de vida es, en esencia, una cuestión
de motivación. La única manera para generar un cambio verdadero que perdure a lo largo del
tiempo, sin desfallecer a lo largo del camino, consiste en hallar un motivo lo suficientemente
poderoso como para que guíe tus pasos. Cambiar de vida porque otros a tu alrededor lo han
hecho o porque alguien te lo ha pedido no suele ser un motivo bastante movilizador, el cambio
debe provenir de una necesidad interna. Un motivo intrínseco te permitirá mantenerte en el
camino que has trazado y alcanzar tus metas pero una razón externa puede conducirte por
derroteros inapropiados que terminen generando frustración. Por eso, antes de dar el primer
paso, es importante que bucees en tu interior y te cerciores de que estás cambiando por el
motivo adecuado.
Tomar la decisión de cambiar. Puede parecer una verdad de Perogrullo, pero hay personas que
quieren cambiar su vida, pero no quieren cambiar ellas mismas. No se trata de un juego de
palabras, sino de que el cambio siempre implica transformaciones a nivel personal y a menudo
demanda renuncias que pueden llegar a ser dolorosas. Por esa razón, muchas personas no se
atreven a dar el paso que las conduce al cambio y terminan atrapadas en un círculo vicioso
matizado por continuas lamentaciones y la sensación de desencanto. Y es que no basta con el
deseo de cambiar de vida, es necesario asumir el compromiso con el cambio y empezar a tomar
decisiones.
Si realmente quieres un cambio de vida tendrás que tomar una decisión auténtica, lo cual
significa que deberás comprometerte con alcanzar la meta que te has propuesto, sin poner
excusas que dilaten el cambio. Tu vida puede cambiar a partir de una sola decisión, pero es
importante que seas consecuente con esta y que pongas en práctica las acciones necesarias.
Para lograr cambios estables es necesario fijarse retos concretos, que se puedan medir. De
hecho, muchas personas no logran cambiar simplemente porque no son capaces de plantearse
objetivos que las puedan guiar a lo largo del camino. Por ejemplo, “adoptar un estilo de vida
más saludable” es solo un propósito que debe dar paso a una serie de objetivos concretos, como
puede ser: “practicar deporte tres veces a la semana”.
Dar un paso a la vez. Aunque el objetivo final sea cambiar de vida, esto no significa que tengas
que lanzarte al vacío sin paracaídas. De hecho, los cambios paulatinos son menos traumáticos
ya que no encierran ese miedo a dar un paso en falso y permiten mantener bajo control la
incertidumbre que generalmente representa lo desconocido. Como norma, la mejor estrategia no
consiste en cortar por completo los hilos que te atan a tu vida pasada sino en ir dando pequeños
pasos que te acerquen cada vez más a tu objetivo final.
El secreto radica en focalizarse en pequeñas metas que te permiten avanzar y, mientras lo haces,
mirar atrás y sentir satisfacción por el camino recorrido. Considera que centrarse en metas
demasiado ambiciosas puede llegar a ser muy agobiante, pues a menudo estas generan la
sensación de que son inalcanzables, por lo que la desmotivación no tarda en aparecer. Como
resultado, creerás que no eres capaz de alcanzar el objetivo que te has planteado, cuando en
realidad el problema radica en que no has sabido estructurar adecuadamente el camino.
Buscar nuevas soluciones. Albert Einstein afirmó “si buscas resultados distintos, no hagas
siempre lo mismo”. De hecho, a menudo las personas que quieren cambiar de vida se ven
atrapadas en la tela de araña de sus propios hábitos, los cuales son tan fuertes que, aunque
cambien de trabajo, pareja o incluso de ciudad, vuelven a la superficie haciendo que
reaparezcan viejas problemáticas. Por eso, un cambio sólido a lo largo del tiempo implica
encontrar nuevas soluciones y, sobre todo, poner en práctica comportamientos diferentes. En
este punto, es necesario pasar por encima de los estereotipos y dejar atrás muchas creencias
limitantes, abrir la mente y crear nuevos patrones de conducta. Al principio puede ser
complicado y es necesario esforzarse pero la buena noticia es que cuando pones en práctica
nuevos patrones de comportamiento, el cerebro termina por acostumbrarse y creas hábitos
mucho más saludables y satisfactorios que se mantendrán a lo largo de los próximos años.
Necesito un cambio en mi vida: ¿A quién acudir?
Si necesitas cambiar de vida en El Prado Psicólogos podemos ayudarte. Un proceso de coaching
puede ser lo más adecuado cuando quieres empezar a tomar decisiones y planificar la hoja de
ruta para que el cambio de vida sea positivo. Evaluaremos dónde estas, a dónde te quieres
dirigir y los pasos que tienes que dar para hacer los cambios que necesitas en tu vida. Y por
supuesto te acompañaremos y te apoyaremos en el proceso.
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CITA PREVIA
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Probablemente, en alguna ocasión anterior te has planteado hacer un cambio de vida. Incluso, a
veces, nos viene a la mente en forma de pensamiento una curiosa cuestión: ¿cómo cambiar de
vida? Si nos paramos a analizar en profundidad el deseo y la necesidad que se esconde tras este
aparente propósito, aparece una nueva cuestión: ¿qué es realmente aquello que queremos
cambiar?
De manera habitual, y sin darnos cuenta, establecemos constantemente juicios de valor acerca
de nuestra vida, de las personas que nos rodean, de nosotros mismos y de cada una de las
situaciones en las que nos vemos inmersos a lo largo del día. Esos juicios de valor están
construidos en base a nuestras creencias, instauradas por experiencias previas (o percepciones
de esas experiencias). Es decir, realmente se trata de una percepción que nosotros mismos
hemos construido, y que nos condiciona a la hora de apreciar y valorar nuestra vida. A partir de
estas vivencias y creencias vamos desarrollando nuestra atención selectiva, que es la que va a
determinar las distintas interpretaciones de la vida que hacemos, y que, aunque percibamos
como realidad, se trata de una realidad subjetiva.
No significa que no debamos desear un cambio en nuestra experiencia de vida, significa que
debemos tomar consciencia de que para hacerlo, lo primero que tenemos que hacer es cambiar
las gafas con las que la estamos mirando.
“Si no hay alegría, fluidez, ligereza en lo que haces, eso no significa necesariamente que tengas
que cambiar lo que haces. A veces basta con cambiar la manera de hacerlo. El “cómo” siempre
es más importante que el “qué” - El poder del Ahora (Edkhart Tolle).
Si tú cambias, todo cambia. Y, por tanto, también cambia tu vida. Cuando comienzas a hacer
cambios en ti, internamente, lo demás te sigue de forma natural. Sin embargo, la mayoría de las
veces tratamos de buscar ese cambio de vida en las situaciones externas, algo estéril en un
primer momento.
Sólo cuando has trabajado en ti mismo, cuando has profundizado y entendido aquellos aspectos
internos que te están impidiendo ser feliz, es cuando estás en disposición de actuar y puedes
verdaderamente obtener el cambio de vida que necesitas.
No importa que te mudes a otro país, que cambies de trabajo, o cambies de pareja. Por mucho
que modifiques las circunstancias externas, si no cambias la forma en que percibes tu vida,
seguirás experimentando las mismas emociones y sensaciones, el mismo diálogo interno, y los
mismos miedos e inseguridades que te han acompañado hasta entonces y que condicionan tu
experiencia de vida.
¿Cómo cambiar de vida?
Después de todo lo anterior, puedes adivinar que no vamos a proponerte que hagas las maletas y
comiences una nueva vida en la otra punta del mundo… Esto no significa que no debas hacerlo,
cualquier decisión de cambio que consideres adecuada podrá ser una buena experiencia para ti,
sólo evita que sea una simple huida hacia delante ya que, tu forma de interpretar la vida, viajará
también contigo. Nuestra recomendación parte de ti mismo. Por ello, te proponemos algunas
prácticas de crecimiento personal e introspección que desarrollarán tu inteligencia intrapersonal,
y que te van a ayudar a obtener el cambio de vida que deseas:
Gracias a estas prácticas, estarás en disposición de redirigir las velas y experimentar un cambio
profundo y duradero en tu vida. A partir del autoconocimiento, tendrás una visión de lo que eres
y de lo que deseas, y te será más fácil conseguirlo, pero ¡cuidado! No te dejes boicotear por tu
mente, lleva muchos años teniendo el poder y la inercia es una fuerza poderosa.
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Quizá también te puedan interesar otros artículos como La curiosa paradoja del cambio o Qué
hacer para ser uno mismo.
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de-un-cambio-de-vida.html
"Quiero cambiar mi vida": 23 pasos
para empezar de nuevo
Desprenderse de los viejos hábitos y abrazar otros más
útiles y motivadores puede ser algo confuso.
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1. Conócete
A la hora de empezar de nuevo, el primer paso es conocerse a uno
mismo. Saber cuáles son tus deseos, cuáles son las cualidades que posees
y cuál es la dirección que quiere seguir. El primer paso para el cambio es la
autorreflexión y el autoconocimiento.
3. Hazlo por ti
Para hacer lo anterior de manera eficaz es necesario conectar con uno
mismo, por eso es tan útil conocerse a fondo. Porque muchas veces
pensamos que queremos cambiar, pero es la opinión de los demás la que
nos influye de tal manera que creemos que aquello que nos imponen es
lo que nosotros queremos. Las metas a perseguir deben ser genuinas, si
no, será difícil cambiar.
4. Ábrete al cambio
El punto anterior nos lleva a tomar la decisión de cambiar, y por tanto, es
necesario tener una buena dosis de voluntad. Abrirse al cambio significa
estar dispuestos a transformarnos y a perseguir las metas a través de una
cierta cantidad de esfuerzo.
5. Planifica el cambio
Una vez que tengamos claras nuestras ganas de querer cambiar y sepamos
qué es lo que queremos cambiar, es necesario planificar el cambio. Si es
posible incluso tenerlo apuntado en papel, pues es más fácil de visualizar y
permite hacer un menor esfuerzo a la hora de traerlo a la mente cuando lo
necesitemos. Hay que ir fijando pequeños sub-objetivos y ponerles
fecha.
8. No temas a la incertidumbre
Y es que salir de la zona de confort puede provocar cierto grado de
ansiedad, en gran medida por el miedo a la incertidumbre. No saber qué
nos espera al cambiar puede producir temor si no tenemos suficiente
confianza en nosotros mismos o si visualizamos únicamente las
consecuencias negativas de la transformación. Es por eso que debemos
dejar de lado este miedo irracional y procurar analizar los riesgos de
forma calmada y analítica.
10. Automotívate
Saber automotivarse también es una de las claves para poder cambiar, y es
una de las mejores cualidades que puede poseer una persona.
Si quieres saber cómo hacerlo, puedes leer este artículo: “Las 10 claves
para motivarse a uno mismo”
15. Sé realista
Los objetivos y las metas que nos proponemos siempre deben ser realistas,
de lo contrario, podemos encontrarnos con falsas expectativas que pueden
entrometerse en el proceso de cambio y llevar a la frustración, la cual no
solo es desagradable sino que te quita las ganas de esforzarte.
17. Responsabilízate
Responsabilizarse significa empoderarse frente al cambio. Es la habilidad
de dar respuesta a los eventos que ocurren a nuestro alrededor con la
suficiente capacidad de autoliderazgo, lo que permite superar las
adversidades. Debes tener claro que tú eres la persona responsable de tus
decisiones.
https://psicologiaymente.com/psicologia/quiero-cambiar-mi-vida
QUE ES LA CONVERSION
CATOLICA
La conversión consiste en aceptar a Cristo como nuestro Dios y guía. Es disponer
nuestro corazón a ser transformado en personas libres para amar sin condiciones. Este
camino no es siempre fácil, hay que dejar las cosas de este mundo para aceptar la
voluntad de Dios.
Partiendo de la afirmación del apóstol Juan sobre la conversión cuando dice: «Hemos
conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él» {1 Jn 4,16). Mis queridos
hermanos, esto nos enseña que no comenzamos a ser cristianos convertidos por una
decisión de la noche a la mañana, sino más bien por haber tenido un encuentro con
Dios.
La conversión es pues un acontecimiento que da un nuevo horizonte a la vida y, con
ello, una cambio de vida. Lo vemos en las escrituras cuando dice: “puesto que es Dios
quien nos ha amado primero (cf. 1 Jn 4,10).
«Y todos los que por causa mía hayan dejado casa, o hermanos, o hermanas, o padre, o
madre, o hijos, o terrenos, recibirán cien veces más, y también recibirán la vida eterna».
(Mateo 19:29)
4-No tengas miedo, persevera y sé constante
Dios no te dejará solo, cuando estés en dificultades, entrégale tus problemas a él y
experimentarás la paz del cielo. Recuerda que es un camino de conversión, debes
perseverar hasta el final.
“Así que no temas, porque yo estoy contigo; no te angusties, porque yo soy tu Dios. Te
fortaleceré y te ayudaré; te sostendré con mi diestra victoriosa”. (Isaías 41:10)
5- Proponte crecer en la oración y Evangeliza con tu vida
La oración es la mejor manera de acercarte a Dios y enamorarte más de él, pero no seas
católico tíbio, el mundo necesita de cristianos que evangelicen con su vida. Con tu
ejemplo puedes traer más personas a Cristo y Dios te lo recompensará.
Dice Jesús: “Y yo te digo que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y las
puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Yo te daré las llaves del reino de los
cielos, y cuanto atares en la tierra será atado en los cielos y cuanto desates en la tierra
será desatado en los cielos”. (Mateo 16:18-19).
Comparando la historia de Pedro y la nuestra, encontramos en el apóstol un hombre
sencillo, con debilidades y virtudes igual a las nuestras. Sin embargo, el apóstol tiene Fe
en el maestro, y a pesar de sus pecados, aún siendo presuntuoso, cobarde y violento está
seguro de la misericordia de Dios y se levanta tantas veces haya caído.
Así como Jesús no tomó en cuenta los pecados de Pedro para ponerlo a cargo de la
Iglesia y amarlo hasta la muerte, así tampoco Dios tomará tus faltas más bien abrirá sus
brazos para que te sientas amado por él.
Así como Jesús no tomó en cuenta los pecados de Pedro para ponerlo a cargo de la
Iglesia y amarlo hasta la muerte, así tampoco Dios tomará tus faltas más bien abrirá sus
brazos para que te sientas amado por él.
«Simón de Juan, ¿me amas más que estos?» Le dice él: «Sí, Señor, tú sabes que te
quiero». Le dice Jesús: «Apacienta mis corderos” (Jn 21:15).
Y le repite la pregunta tres veces hasta que Pedro es sanado de las heridas del pecado
/+por haber negado al señor. Pedro evangelizó por todas partes después de la muerte de
Jesús y sigue siendo nuestro primer pilar.
(Hechos 9)
CLIC AQUI PARA VER LA HISTORIA DE SAN PABLO...
Su nombre original era Saulo originario de la región de Tarso, conoció por primera vez
al Mesías mientras estaba trabajando. De hecho, su misión principal era perseguir a los
cristianos para apresarlos y llevarlos encadenados a Jerusalén. Su persecución no tenía
límites, era una pesadilla para todo el cristiano de esa época.
“Pero Dios, que me escogió antes de nacer y por su gran bondad me llamó, tuvo a
bien hacerme conocer a su Hijo, para que anunciara su evangelio entre los no
judíos” (Ga 1:15-16).
Evangelicemos Juntos!
Si te ha gustado el artículo o tienes alguna pregunta no dudes en dejarla en la sección
comentario. También nos encantaría conocer tu experiencia con Dios
[email protected]
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Qué es el Alma según la Biblia | Importancia para un Cristiano
1. Lilian Fernández
noviembre 19, 2018 a las 1:06 am
Responder
2. Arlenee Mercado
febrero 8, 2019 a las 12:47 pm
Holaaa!!!
La conversión
San Pablo fue un judío célebre por ser cazador y persecutor de los seguidores de Cristo. A
Pablo, se le aparece directamente Jesús y, queda convertido en apóstol, de la misma
categoría que quienes habían visto y seguido al Señor, durante su vida pública.
SS Juan Pablo II, en la homilía de la misa de clausura de la semana de oración por la unidad
de los cristianos 25 de enero de 1997, nos dice:
Jesús se revela plenamente a Pablo como el que ha resucitado de entre los muertos. Al
Apóstol se le concede, así, «ver al Justo y oír su voz» (Hch 22, 14). Desde aquel momento,
Pablo es constituido «apóstol» como los Doce, y podrá afirmar, dirigiéndose a los Gálatas:
«Aquel que me escogió desde el seno de mi madre y me llamó por su gracia, tuvo a bien
revelar en mí a su Hijo, para que lo anunciase entre los gentiles» (Ga 1, 15-16).
La conversión de Pablo se realiza a través del sufrimiento. Se puede decir que antes fue
derrotado en él Saulo, el perseguidor, para que pudiera nacer Pablo, el Apóstol de los gentiles.
Su llamada es, quizá, la más singular de un Apóstol: Cristo mismo derrota en él al fariseo y lo
transforma en un ardiente mensajero del Evangelio. La misión que Pablo recibe de Cristo está
en armonía con la que confió a los Doce, pero con un matiz y un itinerario particular: él será el
Apóstol de los gentiles. (Juan Pablo II)