Efeta 580
Efeta 580
Efeta 580
10, 27-30
En aquel tiempo, dijo Lo que mi Padre me ha dado
Jesús: es más que todas las cosas, y
«Mis ovejas escuchan mi nadie puede arrebatar nada de
voz, y yo las conozco, y la mano de mi Padre.
ellas me siguen, y yo les
doy la vida eterna; no Yo y el Padre somos uno».
perecerán para siempre, y
nadie las arrebatará de mi
mano. Palabra del Señor
¡Es
El
Señor!
El relato se sitúa en el marco de la vida cotidiana de los discípulos, que habían regresado a su tierra y a su
trabajo de pescadores, después de los días tremendos de la pasión, muerte y resurrección del Señor. Era
difícil para ellos comprender lo que había sucedido. Pero, mientras que todo parecía haber acabado, Jesús va
nuevamente a «buscar» a sus discípulos. Es Él quien va a buscarlos. Esta vez los encuentra junto al lago,
donde ellos habían pasado la noche en las barcas sin pescar nada. Las redes vacías se presentan, en cierto
sentido, como el balance de su experiencia con Jesús: lo habían conocido, habían dejado todo por seguirlo,
llenos de esperanza... ¿y ahora? Sí, lo habían visto resucitado, pero luego pensaban: «Se marchó y nos ha
dejado... Ha sido como un sueño...».
He aquí que al amanecer Jesús se presenta en la orilla del lago; pero ellos no lo reconocen (cf. v. 4). A estos
pescadores, cansados y decepcionados, el Señor les dice: «Echad la red a la derecha de la barca y
encontraréis» (v. 6). Los discípulos confiaron en Jesús y el resultado fue una pesca increíblemente abundante.
Es así que Juan se dirige a Pedro y dice: «Es el Señor» (v. 7). E inmediatamente Pedro se lanzó al agua y
nadó hacia la orilla, hacia Jesús. En aquella exclamación: «¡Es el Señor!», está todo el entusiasmo de la fe
pascual, llena de alegría y de asombro, que se opone con fuerza a la confusión, al desaliento, al sentido de
impotencia que se había acumulado en el ánimo de los discípulos. La presencia de Jesús resucitado
transforma todas las cosas: la oscuridad es vencida por la luz, el trabajo inútil es nuevamente fructuoso y
prometedor, el sentido de cansancio y de abandono deja espacio a un nuevo impulso y a la certeza de que Él
está con nosotros.
Desde entonces, estos mismos sentimientos animan a la Iglesia, la Comunidad del Resucitado. ¡Todos
nosotros somos la comunidad del Resucitado! Si a una mirada superficial puede parecer, en algunas
ocasiones, que el poder lo tienen las tinieblas del mal y el cansancio de la vida cotidiana, la Iglesia sabe con
certeza que en quienes siguen al Señor Jesús resplandece ya imperecedera la luz de la Pascua. El gran
anuncio de la Resurrección infunde en el corazón de los creyentes una íntima alegría y una esperanza
invencibles. ¡Cristo ha verdaderamente resucitado! También hoy la Iglesia sigue haciendo resonar este
anuncio gozoso: la alegría y la esperanza siguen reflejándose en los corazones, en los rostros, en los gestos,
en las palabras. Todos nosotros cristianos estamos llamados a comunicar este mensaje de resurrección a
quienes encontramos, especialmente a quien sufre, a quien está solo, a quien se encuentra en condiciones
precarias, a los enfermos, los refugiados, los marginados. A todos hagamos llegar un rayo de la luz de Cristo
resucitado, un signo de su poder misericordioso.
¿Quién es un malvado? Alguien que perjudica a los demás; el que maltrata al otro con alevosía; el que busca
dinero a toda costa, pisoteando todo principio y por ende, pisoteando los derechos de los otros. El malvado es
aquél que actúa con conducta dolosa, en términos jurídicos; es aquél que se ensaña haciendo el mal,
afectando el bien común; malvado es aquel que se toma la justicia por sus manos, resultando juez y parte.
Malvado es el cínico que tiene el descaro de proclamarse bueno, cometiendo con descaro toda clase de
atropellos a los otros con el fin de lograr sus propios intereses: políticos, económicos, religiosos, sociales,
académicos, etc.
El malvado engaña a todo el mundo. ¿Cuál es el secreto de su “éxito”? El engaño, la mentira. ¡Qué
descarado, siempre se cree inocente! Los malos son los otros. El malvado es tan desvergonzado que se siente
perseguido siendo él (ella), la honestidad encarnada. El mal nunca se presenta como un mal; el mal se
presenta como un bien; ¡eh ahí el secreto de la maldad! El demonio siempre se presenta como un ángel de
luz. Lo grave es que los honestos, se dejan envolver por el malvado. A los honestos les digo: no basta ser
buenos en este mundo sucio, hay que ser astutamente buenos para no dejarse enredar por el malvado.
¡Cuántos inocentes caen por ingenuos! ¡Qué pena! O, también por ambiciosos. Por favor no se deje
deslumbrar por el poder económico, político, social, etc., del malvado. Huya del malvado, éste puede ser el
comienzo de su desgracia. No ensucie su honra haciendo negocios con el malvado; un día lo traicionará. El
malvado es como un encantador de serpientes, con su música “suave” adormece al honesto y en su letargia,
lo explota y lo deja en la más cruel postración. El malvado no conoce ningún principio moral; cuando habla
de moral es para que la apliquen los otros. ¡Lástima que haya tantos tontos que se dejan creer! ¡Cuidado!
Apoyar al malvado no es solidaridad, es complicidad. En el colectivo social y cultural, infortunadamente, hay
una especie de complicidad con el malvado, se le siente compasión cuando se aplica algo de justicia.
Pongo un ejemplo: un raponero le rapa la cartera o la bolsa del mercado a la señora; si alguien la defiende,
éste es calificado con los más terribles improperios. ¿Qué pasa? ¿Por qué la gente se solidariza con el
victimario y no con la víctima? ¿Será que en todos se ha metido el colectivo de los derechos y se han
olvidado los deberes? El malvado se presenta como una persona “buena”, por eso logra sus objetivos; soba a
la víctima y después la masacra. ¡Ah! Hay tanto bandidos que deambulan por las calles, salas y cocteles y por
dentro son lobos rapaces; se presentan como lobos vestidos con piel de oveja. El malvado nunca se siente
culpable; es más, muchas veces se presenta como víctima. ¡Cuídese del malvado!
Preparación para el retiro SINE con los coordinadores y sacerdotes de la Parroquia
San Felipe era de Betsaida. Fue elegido apóstol por Jesucristo y aparece citado específicamente
en varios momentos del relato evangélico: la invitación a Natanael para que conozca al Señor, la
multiplicación de los panes y los peces, la Última Cena…
No sabemos con certeza dónde murió san Felipe, aunque la tradición considera que fue
martirizado en una cruz en forma de X y cabeza abajo, y enterrado en Escitia (actual Turquía).
Las reliquias de san Felipe y Santiago fueron depositadas y se veneran juntas en la basílica de los
Santos Apóstoles XII en Roma. Por esta razón la Iglesia de Occidente decidió celebrar su fiesta
en el mismo día.
Acto de Contrición
Padrenuestro.
Se pasan todas las cuentas del rosario diciendo Jesús, Jesús, Jesús… (50 veces) y cuando
haya terminado de contar un rosario completo se dice un Gloria, un Padrenuestro y la
oración final.
Oración final:
Te adoramos, oh, Cristo, y te bendecimos, que, por tu Santa Cruz, redimiste al mundo.
Jesús, Jesús, Jesucristo. Oh Jesús, mi Jesús por siempre. Jesús, Jesús en mi vida, Jesús,
Jesús en mi muerte.
Dulce Jesús, sé mi Jesús y sálvanos.
Oremos
Oh, Dios, que, al recordar hoy el descubrimiento de la verdadera cruz, renovaste los
milagros de tu pasión, concédenos que por el valor de aquel sagrado leño de vida
alcancemos eficaz socorro y ayuda del cielo para la vida eterna. Por nuestro Señor
Jesucristo, que contigo vive y reina por los siglos de los siglos.
Amén.
Mayo 1:
Entrega de las Capillas Marianas. Recibieron la nueva vida del
Eucaristía 06:00 p.m. agua y del Espíritu (Sacramento
del Bautismo):
Mayo 6:
Día del Monaguillo
Mayo 7:
Encuentro de Agentes de Pastoral y
Obituario:
Ministros Extraordinarios
7:00 a.m. – 11:00 a.m. Juan Andrés Valbuena R
Hogar La Sagrada Familia Cecilia Trujillo
Aporte: $10.000 María Tulia Muñoz de Arias