Curso Eco
Curso Eco
Curso Eco
CLÍNICA
BÁSICA
PRINCIPIOS
FÍSICOS
La
ecografía
es
una
técnica
diagnóstica
que
emplea
el
ultrasonido
para
definir
los
órganos
del
cuerpo
humano.
Cada
uno
de
los
diferentes
tejidos
del
cuerpo
humano
proporciona
unas
determinadas
propiedades
acústicas,
en
virtud
de
lo
cual
la
ecografía
genera
unas
imágenes
que
representan
al
órgano.
Para familiarizarse con el lenguaje utilizado en la ecografía es necesario conocer algunos principios físicos básicos.
El
sonido
es
una
forma
de
energía
mecánica
que
se
propaga
a
través
de
la
materia
en
forma
de
ondas.
Estas
ondas
presentan
algunas
características
básicas
(figura
1-‐1):
• Ciclo:
es
el
fragmento
de
onda
comprendido
entre
dos
puntos
iguales
de
su
trazado
• Longitud
de
onda
(l):
definida
como
la
distancia
en
que
la
onda
realiza
un
ciclo
completo.
• Frecuencia
(f):
es
el
número
de
ciclos
por
unidad
de
tiempo
(segundo).
Se
expresa
en
hertzios
(Hz)
o
sus
múltiplos
[1
Hz
=
1
ciclo
por
segundo;
1
kilohertzio
(kHz)
=
1000
Hz;
1
megahertzio
(MHz)
=
1.000.000
Hz].
• Amplitud
(A):
es
la
altura
máxima
que
alcanza
una
onda.
Está
relacionada
con
la
intensidad
del
sonido
y
se
mide
en
decibelios
(dB).
La
longitud
de
onda
(l)
y
la
frecuencia
(f)
se
relacionan
con
la
velocidad
(v)
del
sonido
por
la
siguiente
fórmula:
l
=
v/f.
Por
tanto,
para
una
misma
velocidad
del
sonido,
la
longitud
de
onda
es
inversamente
proporcional
a
la
frecuencia.
Ultrasonidos
El
oído
humano
tiene
capacidad
para
escuchar
sonidos
con
una
frecuencia
máxima
de
20.000
Hz.
Los
sonidos
con
una
frecuencia
superior
se
denominan
ultrasonidos
y
no
son
detectados
por
el
hombre
aunque
sí
por
otros
animales
(figura
1-‐2).
Los
ultrasonidos
que
emiten
las
sondas
de
los
ecógrafos
tienen
una
frecuencia
comprendida
generalmente
entre
2
y
10
millones
de
Hz
(MHz).
1
Fig. 1-‐2. Capacidad de audición del hombre y de otros animales.
La
velocidad
de
propagación
del
sonido
en
un
medio
varía
según
la
mayor
o
menor
proximidad
entre
sus
moléculas
(densidad).
La
resistencia
que
ofrece
un
medio
al
paso
de
los
ultrasonidos
se
define
como
impedancia
y
se
calcula
multiplicando
la
velocidad
del
sonido
en
ese
medio
por
su
densidad.
El
límite
o
zona
de
contacto
entre
dos
medios
que
transmiten
el
sonido
a
distinta
velocidad
se
denomina
interfase.
Como
puede
observarse
en
la
tabla
1-‐1,
hay
una
gran
diferencia
de
densidad
y
velocidad
de
propagación
del
sonido
entre
el
aire
o
el
hueso
y
el
resto
de
los
tejidos
del
organismo.
Tabla
1-‐1.
Valores
de
densidad
y
velocidad
de
propagación
del
sonido
en
los
distintos
tejidos.
La
ecografía
se
basa
en
el
estudio
de
las
ondas
reflejadas
("ecos").
Los
pulsos
de
ultrasonidos
dirigidos
al
interior
del
cuerpo
humano
atraviesan
distintos
medios
con
distintas
impedancias
(piel,
grasa,
hígado,
vasos
sanguíneos,
etc.)
y
en
cada
cambio
de
medio
se
crea
una
interfase
en
la
que
rebotan
los
ultrasonidos.
Estos
ecos
no
tienen
las
mismas
características
que
la
onda
original
ya
que
al
reflejarse
cambian
de
amplitud,
frecuencia
y
velocidad.
La
superficie
reflectante
es
el
plano
de
separación
de
dos
medios
físicos
con
diferente
impedancia
acústica,
la
cual
está
determinada
por
la
densidad
de
los
medios.
Esto
se
conoce
como
superficie
o
interfase
reflectante.
Cuando
el
sonido
atraviesa
un
medio
físico
y
choca
con
una
interfase
reflectante,
una
parte
del
sonido
la
atravesará
y
otra
se
reflejará,
lo
que
constituirá
el
eco
de
esa
interfase
reflectante.
Cuanto
mayor
sea
la
diferencia
de
impedancia
entre
dos
medios,
mayor
será
la
amplitud
de
los
ecos
reflejados
y
menor
será
la
capacidad
de
los
ultrasonidos
para
atravesarlos
(figura
1-‐3).
El
aire
y
el
hueso,
al
tener
una
impedancia
muy
distinta
a
la
del
resto
de
los
tejidos
generan
interfases
reflectantes
que
impiden
el
paso
de
los
ultrasonidos
y
dificultan
la
obtención
de
las
imágenes
ecográficas.
Por
esta
razón
es
necesario
aplicar
un
gel
acuoso
entre
la
sonda
y
la
piel
con
el
objeto
de
evitar
la
interfase
provocada
por
el
aire.
La
amplitud
de
los
ecos
2
Fig.
1-‐3.
La
amplitud
de
las
ondas
reflejadas
o
ecos
varía
dependiendo
de
la
diferencia
de
impedancia
entre
dos
medios
(interfase).
A
menor
diferencia
de
impedancias
entre
dos
medios
(A)
los
ultrasonidos
atravesarán
mejor
la
interfase
y
menor
será
la
amplitud
de
las
ondas
reflejadas.
Por
el
contrario,
a
mayor
diferencia
de
impedancia
entre
dos
medios
(B
y
C)
los
ultrasonidos
tendrán
más
dificultad
para
atravesar
la
interfase
y
las
ondas
reflejadas
tendrán
mayor
amplitud.
de
la
interfase
reflectante
va
a
determinar
en
el
monitor
del
ecógrafo,
las
diferentes
intensidades
en
la
escala
de
grises
de
la
imagen.
La onda de ultrasonidos, a medida que avanza a través de los tejidos experimenta una serie de cambios físicos:
• Atenuación:
el
sonido
al
propagarse
por
los
distintos
tejidos
transforma
parte
de
su
energía
cinética
en
calor.
Esto
hace
que
la
onda
sonora
pierda
amplitud.
El
parámetro
físico
que
más
influye
en
la
absorción
de
una
onda
sonora
es
la
propia
frecuencia
de
la
onda:
• A
mayor
frecuencia,
mayor
absorción
y
menor
capacidad
de
penetración
• A
menor
frecuencia,
menor
absorción
y
mayor
capacidad
de
penetración
• Refracción:
el
sonido
cambia
de
dirección
en
la
interfase
de
dos
materiales
distintos
• Reflexión:
cuando
un
sonido
llega
a
una
interfase
y
choca
con
ella,
una
parte
de
la
onda
es
reflejada
y
otra
continúa
avanzando.
Esta
reflexión
es
distinta
dependiendo
de
las
dimensiones
del
objeto
reflectante
y
de
su
superficie.
La
intensidad
de
los
fenómenos
físicos
de
refracción
y
reflexión
que
experimentan
los
ultrasonidos
es
proporcional
a
la
diferencia
de
impedancia
de
los
tejidos
que
componen
la
interfase
(a
mayor
diferencia,
mayor
refracción
y
reflexión)
y
varía
según
el
ángulo
de
incidencia
del
haz
de
ultrasonidos
sobre
dicha
interfase
(cuanto
más
perpendicular
sea
el
haz,
menor
reflexión
y
refracción).
Para
evitar
los
fenómenos
de
refracción
y
reflexión
que,
como
veremos
más
adelante,
ocasionan
artefactos
en
la
formación
de
la
imagen
ecográfica,
es
importante
mantener
el
haz
lo
más
perpendicular
posible
al
objeto
que
queremos
explorar.
La
utilización
de
los
ultrasonidos
en
Medicina
se
basa
en
el
descubrimiento
del
"efecto
piezoeléctrico"
por
los
hermanos
Curie
a
mediados
del
siglo
XIX.
Mediante
este
fenómeno,
al
someter
a
un
cristal
a
una
corriente
eléctrica,
la
diferencia
de
potencial
obtenida
hace
vibrar
el
interior
del
cristal
y
se
genera
un
haz
de
ultrasonidos.
Un
ecógrafo
está
formado
por
un
transductor
o
sonda
ecográfica,
una
unidad
de
procesamiento
y
un
monitor.
3
Los
transductores
contienen
los
cristales
que
al
ser
sometidos
a
la
electricidad
generan
haces
de
ultrasonidos.
Los
transductores
también
son
capaces
de
captar
los
ultrasonidos
reflejados
por
los
tejidos
y
remitirlos
a
una
unidad
de
procesamiento
que
genera
una
imagen
y
que
se
visualiza
en
un
monitor
(figura
1-‐4).
• La
resolución
axial
permite
distinguir
dos
objetos
como
separados
cuando
están
situados
uno
encima
del
otro
y
depende
de
la
frecuencia
del
transductor
(a
mayor
frecuencia,
mayor
resolución
axial
y
viceversa)
• La
resolución
lateral
permite
distinguir
dos
objetos
separados,
cuando
están
localizados
uno
al
lado
del
otro.
Este
tipo
de
resolución
depende
del
diseño
del
transductor
y
se
puede
modificar
ajustando
la
anchura
del
pulso
en
la
zona
focal
(foco)(figura
1-‐5).
Fig.
1-‐5.
Resolución
axial
y
lateral.
La
resolución
axial
mejora
con
una
mayor
frecuencia
del
transductor.
La
resolución
lateral
mejora
estrechando
la
anchura
del
pulso
en
la
zona
focal.
Compensación de la pérdida de ganancia en el tiempo (TGC)
Los
ecógrafos
disponen
de
un
mecanismo
para
compensar
la
pérdida
de
intensidad
del
ultrasonido.
Aún
a
iguales
condiciones
de
diferencia
de
impedancia
acústica,
en
función
de
la
distancia
de
la
sonda
o
de
la
profundidad,
se
obtendrán
ecos
de
diferente
amplitud
(menor
amplitud
a
mayor
profundidad).
Para
compensar
esa
pérdida
de
intensidad
el
ecógrafo
es
capaz
de
amplificar
los
ecos
recibidos
en
la
sonda
de
forma
proporcional
a
la
profundidad
de
donde
procede
el
eco.
Es
decir,
añade
una
ganancia
artificial
a
cada
eco,
proporcional
al
tiempo
que
tarda
en
llegar
a
la
sonda.
Eso
es
lo
que
se
conoce
como
TGC
("Time
Gain
Compensation").
4
Como
no
todos
los
órganos
atenúan
el
sonido
en
la
misma
proporción,
los
aparatos
de
ecografía
tienen
la
posibilidad
de
modificar
esas
ganancias
en
función
de
la
profundidad
a
la
que
se
encuentre
cada
órgano.
El
correcto
ajuste
de
la
curva
de
ganancia
es
uno
de
los
hechos
fundamentales
para
realizar
una
buena
ecografía.
La
Ganancia
Global
se
refiere
a
la
amplificación
artificial
por
el
ecógrafo
de
todos
los
ecos
que
recibe
la
sonda.
Este
mecanismo
también
aumenta
de
intensidad
los
ecos
de
fondo
artefactuales
o
ruido,
por
lo
que
se
aconseja
trabajar
con
la
menor
ganancia
global
posible.
Los
ecos
de
los
ultrasonidos
captados
por
el
transductor
van
a
ser
representados
como
un
punto
o
pixel
en
el
monitor
mediante
una
escala
de
grises
de
diferente
brillo
según
la
amplitud
del
eco
reflejado
(a
mayor
amplitud,
mayor
brillo
y
viceversa).
Los
haces
de
ultrasonidos
se
transmiten
muy
bien
a
través
de
la
sangre
o
los
líquidos
(ascitis,
bilis,
orina,
líquido
pleural
y
pericárdico)
y
apenas
son
reflejados
(estructuras
anecoicas
o
hipoecoicas).
En
cambio
los
huesos
y
el
aire
reflejan
con
gran
intensidad
los
ultrasonidos
(hiperecogénico)
(figuras
1-‐6
y
1-‐7).
Artefactos
Con
relativa
frecuencia
al
formarse
la
imagen
ecográfica
se
pueden
generar
artefactos,
que
forman
parte
de
la
imagen
sin
corresponder
a
la
anatomía
real.
Su
conocimiento
es
importante
para
evitar
errores
de
interpretación
aunque
también
nos
pueden
ayudar
a
identificar
ciertas
estructuras.
Entre
los
artefactos
más
relevantes
destacan
los
siguientes:
Sombra acústica
El
haz
de
ultrasonidos
choca
con
una
superficie
altamente
reflectante
que
"rebota"
todos
los
ecos.
Esa
superficie
(hueso,
metal,
calcio)
es
hiperecoica
pero
detrás
de
la
misma
se
produce
una
sombra
anecoica
(figura
1-‐8).
Refuerzo posterior
Se
puede
considerar
el
fenómeno
contrario
a
la
sombra
acústica.
Cuando
el
haz
de
ultrasonidos
atraviesa
tejidos
con
poca
atenuación
(ej:
líquidos,
sangre)
y
que,
por
tanto,
permiten
su
paso
sin
dificultad,
se
produce
un
falso
5
aumento
de
la
ecogenicidad
por
detrás
de
esas
estructuras
debido
a
que
el
eco
se
refleja
de
nuevo
en
la
pared
anterior
produciendo
un
nuevo
eco
que
rebota
de
nuevo
en
la
pared
posterior,
así
hasta
que
se
agota
el
ultrasonido.
Este
aumento
de
ecos
en
una
interfase
sólida
es
lo
que
origina
el
artefacto
(figura
1-‐9).
El
ejemplo
típico
son
las
ocupaciones
líquidas
en
el
seno
de
sólidos
ecogénicos.
Fig.
1-‐8.
Vesícula
biliar
con
un
cálculo
en
su
interior.
Se
aprecia
Fig.
1-‐9.
Imagen
de
la
vesícula
biliar
con
su
claramente
la
figura
hiperecogénica
de
la
litiasis
y
la
sombra
refuerzo
ecográfico
posterior.
acústica
posterior.
Reverberación
Se
produce
cuando
el
haz
de
los
ultrasonidos
atraviesa
una
interfase
que
separa
dos
medios
de
muy
diferente
impedancia
acústica,
es
decir,
muy
ecogénicas.
Las
más
típicas
son
las
interfases
que
separan
un
sólido
y
un
gas
como
en
el
tubo
digestivo
o
los
pulmones.
Se
produce
cuando
el
haz
de
ultrasonidos
choca
con
una
interfase
estrecha
y
muy
ecogénica
(pleura,
peritoneo).
Son
en
realidad
reverberaciones
de
la
interfase
que
al
ser
muy
pequeña
produce
una
imagen
que
simula
la
cola
de
un
cometa
(figura
1-‐10).
Se
produce
cuando
el
haz
de
ultrasonidos
atraviesa
una
superficie
altamente
reflectante
(ej:
diafragma,
pericardio)
e
incide
sobre
ella
con
determinada
angulación.
Parte
de
los
ultrasonidos
se
reflejan
hacia
delante
y
atrás
produciendo
imágenes
en
espejo
(figura
1-‐11).
Anisotropía
No
es
un
artefacto
como
tal.
Se
debe
a
la
propiedad
que
tienen
algunos
tejidos
de
variar
su
ecogenicidad
dependiendo
del
ángulo
de
incidencia
del
ultrasonido.
El
ejemplo
de
esta
situación
es
el
tendón.
6
Ya
hemos
comentado
que
los
componentes
básicos
de
un
ecógrafo
son
el
transductor
o
sonda
que
transmite
y
capta
los
ultrasonidos,
una
computadora
que
almacena
y
procesa
los
documentos
adquiridos
y
un
monitor
en
el
que
se
representa
la
imagen.
Comandos
Cuando
nos
"enfrentamos"
por
primera
vez
con
un
ecógrafo
tenemos
la
sensación
de
que
se
trata
de
un
equipo
complejo
con
multitud
de
botones
y
controles.
Sin
embargo,
sólo
unos
pocos
son
imprescindibles:
• Ganancia
("gain"):
modifica
la
ganancia
global.
equivale
al
"brillo"
de
las
pantallas
de
TV,
aunque
realmente
modifica
la
intensidad
de
las
ondas
de
ultrasonidos
emitidas/recibidas.
La
modificación
de
la
ganancia
puede
hacerse
de
forma
general
o
sectorial
(TGC).
• Profundidad
("depth"):
modifica
la
penetración
(en
cm)
que
vemos
en
la
pantalla.
El
grado
de
profundidad
se
suele
reflejar
en
una
escala
que
existe
en
uno
de
los
márgenes
de
la
pantalla
del
ecógrafo.
• Pausa
("freeze"):
congela
la
imagen
de
la
pantalla
y
es
muy
útil
para
hacer
mediciones.
En
casi
todos
los
dispositivos
podremos
movernos
hacia
atrás
en
el
tiempo
dentro
de
la
imagen
congelada
para
seleccionar
la
que
más
nos
convenga.
• Guardar
("save"):
almacena
las
imágenes
o
videos
seleccionadas
en
el
disco
duro
o
dispositivo
de
almacenamiento
del
equipo.
• Medición
("measurement"):
se
utiliza
para
hacer
mediciones
y
generalmente
es
necesario
que
la
imagen
esté
congelada.
• Foco
("focus"):
permite
mejorar
la
resolución
de
la
imagen
a
un
determinado
nivel.
Sirve
para
mejorar
la
resolución
lateral
como
se
ha
comentado
con
anterioridad.
Existen
ecógrafos
que
permiten
establecer
uno
o
más
focos
y
otros
que
tienen
un
autofoco
que
el
explorador
no
puede
manejar
y
que
se
ajusta
según
la
profundidad.
• Imprimir
(print):
si
el
equipo
dispone
de
impresora
térmica.
7
Transductores
o
sondas
La
sonda
o
transductor
es
la
parte
esencial
del
ecógrafo.
En
su
interior
se
encuentran
los
cristales
piezoeléctricos,
donde
se
produce
la
transformación
de
energía
eléctrica
en
mecánica.
El
transductor
es
además
el
receptor
de
los
haces
de
ultrasonidos
y
los
transforma
en
energía
eléctrica
para
generar
las
imágenes.
Existe
una
gran
variedad
de
sondas
en
cuanto
a
forma,
tamaño
y
frecuencia
de
los
haces
de
ultrasonidos
que
emite
(figura
1-‐12).
Es
preciso
recordar
que
las
sondas
de
mayor
frecuencia
proporcionan
mayor
definición
pero
menor
profundidad
y
sólo
permiten
ver
las
estructuras
superficiales.
Por
el
contrario,
las
sondas
de
menor
frecuencia
tienen
menor
definición
pero
facilitan
el
estudio
de
tejidos
más
profundos.
Fig.
1-‐12.
Diferentes
tipos
de
transductores
o
sondas.
Obsérvese
cómo
todos
tienen
un
marcador
("muesca")
a
la
izquierda.
En el ámbito de la urgencia y medicina interna, las sondas más utilizadas son:
• Sonda
lineal.
De
alta
frecuencia
(5-‐10
MHz).
Se
utiliza
para
visualizar
y
localizar
estructuras
superficiales.
Se
utiliza,
por
ejemplo,
para
canalizar
vasos
y
arterias
superficiales,
para
descartar
trombosis
venosa
profunda
de
las
extremidades
o
para
estudiar
estructuras
músculo-‐esqueléticas.
• Sonda
convex.
De
baja
frecuencia
(2-‐5
MHz).
Se
emplea
generalmente
para
la
exploración
de
las
estructuras
de
la
cavidad
abdominal.
• Sonda
sectorial.
De
baja
frecuencia
(2-‐5
MHz).
Gracias
a
su
pequeño
tamaño
es
la
ideal
para
los
estudios
ecocardiográficos.
Uno
de
los
principios
básicos
es
que
todas
las
sondas
tienen
un
marcador
en
uno
de
sus
extremos
y
que
se
relaciona
con
una
señal
en
la
pantalla
(figura
1-‐13).
Este
marcador
nos
sirve,
como
veremos
más
adelante,
para
situarnos
espacialmente
y
para
tener
las
referencias
anatómicas
adecuadas.
En
adelante,
cuando
nos
refiramos
al
marcador
de
la
pantalla,
éste
siempre
se
encontrará
en
su
extremo
superior
izquierdo.
Fig. 1-‐13. Marcador del transductor y su relación con la señal de la pantalla.
8
Planos
ecográficos
Teniendo
en
cuenta
el
marcador
tanto
del
transductor
como
el
de
la
pantalla
del
ordenador
es
más
fácil
entender
las
imágenes
obtenidas
al
realizar
los
diversos
cortes
ecográficos.
Los
planos
más
importantes
son
los
siguientes:
• Plano
transversal.
El
transductor
se
coloca
en
perpendicular
al
eje
mayor
del
paciente.
Cada
vez
que
utilicemos
este
plano,
el
marcador
del
transductor
siempre
estará
a
la
derecha
del
paciente.
De
esta
manera,
la
imagen
formada
será
similar
a
la
que
vemos
en
un
TAC
(figura
1-‐14).
• Plano
longitudinal
o
sagital.
El
transductor
se
coloca
paralelo
al
eje
mayor
del
paciente.
El
marcador
del
transductor
siempre
apuntará
hacia
la
cabeza
del
paciente
(orientación
cefálica)
(figura
1-‐15).
• Plano
coronal.
El
transductor
se
coloca
lateral
al
eje
mayor
del
paciente.
El
marcador
del
transductor
siempre
apuntará
hacia
la
cabeza
y,
como
sucede
en
el
plano
longitudinal,
la
cabeza
estará
a
la
izquierda
de
la
pantalla
y
los
pies
a
la
derecha
(figura
1-‐16).
9
Fig.
1-‐16.
Plano
coronal.
En
base
al
efecto
piezoeléctrico
anteriormente
definido,
los
ecos
reflejados
en
las
diferentes
interfases
reflectantes,
chocan
con
los
cristales
de
la
sonda
donde
generan
una
corriente
eléctrica
que
es
analizada
por
la
unidad
de
procesamiento
y
expresada
en
el
monitor
de
distintas
formas
o
Modos:
como
un
vector
(Modo
A),
como
un
punto
móvil
(Modo
M)
o
como
un
punto
de
un
determinado
nivel
de
gris
(modo
B
con
escala
de
grises)(figura
1-‐17).
Modo
B.
Se
obtiene
una
imagen
bidimensional
en
tiempo
real.
Es
el
modo
más
habitual.
El
ecógrafo
"convierte"
las
diversas
amplitudes
de
las
ondas
captadas
en
pixels
de
hasta
256
tonalidades
o
escalas
de
grises
(a
mayor
amplitud
de
onda,
mayor
brillo
en
la
escala
de
grises).
Modo
M.
Representa
el
movimiento
de
la
interfase
reflectante.
Se
selecciona
a
uno
de
los
haces
de
ultrasonidos
en
modo
B
y
se
observa
qué
sucede
con
él
a
lo
largo
de
una
línea
de
tiempo.
Su
utilidad
fundamental
es
valorar
situaciones
clínicas
en
las
que
haga
falta
una
demostración
de
movimiento
(ej:
movilidad
de
las
válvulas
cardiacas,
valoración
de
la
contractilidad
cardiaca,
variación
del
calibre
de
vena
cava
inferior
durante
la
respiración).
Modo
D
("Doppler").
Se
basa
en
el
cambio
de
frecuencia
del
sonido
que
se
produce
cuando
una
onda
acústica
(eco)
choca
con
una
interfase
en
movimiento.
Esta
propiedad
va
a
permitir
al
ecógrafo
calcular
la
velocidad
de
esa
interfase
en
movimiento.
En
esta
modalidad
es
posible
captar
el
movimiento
del
haz
de
ultrasonidos
reflejado
cuando
se
acercan
o
alejan
del
transductor.
Se
utiliza
básicamente
para
captar
los
flujos
de
la
sangre
dentro
de
los
vasos
sanguíneos
o
en
el
corazón.
Con
este
modo
podemos
diferenciar
las
estructuras
vasculares
de
las
que
no
lo
son.
La forma de registrar esos movimientos se puede realizar de dos formas:
• Doppler
color
(CF).
A
todo
flujo
que
se
aleja
del
transductor
se
le
otorga
color
azul
y
al
que
se
acerca,
color
rojo
(regla
mnemotécnica
BART:
"Blue
Away,
Red
Torwards").
Es
importante
recalcar
que
el
doppler
color
no
sirve
para
diferenciar
las
arterias
de
las
venas.
Únicamente
precisa
si
el
flujo
se
aleja
o
acerca
a
la
sonda.
• Doppler
pulsado.
Se
genera
una
gráfica
en
forma
de
onda
que
será
positiva
o
negativa
según
el
flujo
se
acerque
o
se
aleje.
En
su
tamaño
influirá
la
"cantidad
o
amplitud"
de
flujo
analizado.
10
PROTOCOLO
FAST.
DETECCIÓN
DE
LÍQUIDO
LIBRE
ABDOMINAL
El
protocolo
FAST
("Focussed
Assessment
with
Sonography
in
Trauma")
constituye
una
exploración
básica
dentro
del
ámbito
de
la
ecografía
de
urgencias.
Desde
los
años
70
varios
equipos
de
cirujanos
en
Alemania
y
Japón
comenzaron
a
describir
los
hallazgos
ecográficos
de
pacientes
con
líquido
libre
peritoneal.
A
mediados
de
los
años
90
se
protocoliza
la
técnica
y
se
extiende
su
uso
gracias
en
gran
medida
a
la
disponibilidad
de
equipos
portátiles.
El
objetivo
del
protocolo
FAST
es
detectar
líquido
libre
intraperitoneal
y
pericárdico
en
el
contexto
de
un
paciente
politraumatizado.
La
ventana
cardiaca
(subcostal
o
subxifoidea)
es
especialmente
importante
y
se
revisará
con
mayor
extensión
en
el
capítulo
8,
correspondiente
a
ecocardiografía.
Generalmente
en
este
protocolo
también
se
incluye
la
valoración
de
derrame
pleural
y
otros
signos
de
lesiones
torácicas,
en
lo
que
se
denomina
protocolo
FAST
extendido
(eFAST).
Aunque
la
tomografía
computadorizada
(TAC)
proporciona
una
visión
excelente
y
más
detallada
que
la
ecografía
del
tórax
y
el
abdomen
en
el
paciente
con
politraumatismo,
generalmente
esta
prueba
requiere
tiempos
de
espera,
es
mucho
más
cara
e
implica
someter
al
paciente
a
radiación
y
a
su
traslado
a
zonas
con
menores
posibilidades
de
monitorización.
El
lavado
peritoneal
diagnóstico
(LPD)
es
más
sensible
para
detectar
sangre
intraperitoneal
que
la
ecografía.
El
LPD
se
considera
positivo
si
hay
más
de
100.000
hematíes/mm3,
el
equivalente
a
20
mL
de
sangre
por
cada
litro
de
líquido
para
el
lavado.
Sin
embargo,
el
LPD
es
una
prueba
invasiva
que
puede
tener
complicaciones
en
caso
de
embarazo,
cirugía
abdominal
previa
o
inexperiencia
del
médico
que
la
realiza.
Por
otra
parte,
el
LPD,
al
ser
una
técnica
muy
sensible,
se
asocia
con
un
número
significativo
de
laparotomías
no
terapéuticas
(6-‐26%).
La
ecografía
es
capaz
de
detectar
desde
250
mL
en
el
espacio
de
Morrison
y
además
es
incruenta,
rápida
y
se
puede
repetir
el
número
de
veces
que
se
considere
necesario.
Fuera
del
contexto
del
paciente
politraumatizado,
el
líquido
libre
intraperitoneal
también
puede
estar
presente
en
una
gran
variedad
de
problemas
médicos
(tabla
2-‐1)
y
su
detección
precoz
mediante
la
ecografía
puede
tener
importantes
implicaciones
diagnósticas
y
terapéuticas.
Además
la
ecografía
permite
guiar
su
punción
diagnóstica
(capítulo
12).
Tabla 2-‐1. Problemas médicos potencialmente graves en los que es posible detectar líquido libre intraperitoneal
11
Anatomía
En
un
paciente
en
decúbito
supino,
como
generalmente
son
explorados
los
enfermos
tanto
en
urgencias
como
en
las
plantas
de
hospitalización,
el
líquido
libre
intraperitoneal
suele
acumularse
en
las
zonas
más
declives
(figura
2-‐
1):
La
fosa
de
Morrison
(receso
hepatorrenal)
es
un
espacio
virtual
localizado
en
el
hipocondrio
derecho
entre
la
cápsula
de
Glison
del
hígado
y
la
fascia
de
Gerota
del
riñón
derecho.
En
condiciones
normales
no
hay
líquido
entre
estos
dos
órganos
y
en
la
ecografía
la
fosa
de
Morrison
aparece
como
una
línea
hiperecoica
que
separa
el
hígado
del
riñón
(figura
2-‐1).
El
receso
espleno-‐renal
es
el
espacio
virtual
localizado
en
el
hipocondrio
izquierdo
entre
el
bazo
y
la
fascia
de
Gerota
del
riñón
izquierdo.
Igualmente,
en
condiciones
normales
no
hay
líquido
entre
estos
dos
órganos
y
en
la
ecografía
el
receso
espleno-‐renal
aparece
como
una
línea
hiperecoica
que
separa
el
hígado
del
bazo
(figura
2-‐1).
La
fosa
recto-‐vesical
es
una
especie
del
bolsillo
formado
por
el
peritoneo
entre
el
recto
y
la
vejiga
urinaria
masculina.
Es
la
zona
más
declive
en
un
varón
en
decúbito
supino.
La
fosa
de
Douglas
es
el
bolsillo
formado
por
el
peritoneo
entre
el
recto
y
la
pared
posterior
del
útero.
Es
la
zona
más
declive
de
la
mujer
en
decúbito
supino
(figura
2-‐2).
Fig.
2-‐2.
Imagen
anatómica
de
la
pelvis
de
una
mujer.
Fig.
2-‐1.
Fosa
de
Morrison
y
receso
espleno-‐renal
en
corte
Obsérvese
el
fondo
de
saco
recto-‐uterino
o
de
transversal.
En
color
azul
se
aprecia
el
peritoneo.
Douglas.
Técnica
Utilizaremos
una
sonda
convex
de
2,5
a
5
MHz.
Para
la
visualización
de
la
fosa
de
Morrison,
con
el
paciente
en
decúbito
supino,
colocaremos
la
sonda
en
la
línea
media
axilar,
con
el
marcador
dirigido
hacia
la
cabeza
del
paciente
entre
el
VII
y
IX
espacio
intercostal
(figura
2-‐3).
Es
importante
visualizar
la
fosa
en
toda
su
extensión
y
para
ello
deberemos
mover
la
sonda
hacia
arriba
o
hacia
abajo
(es
preciso
visualizar
bien
tanto
el
polo
superior
12
como
el
inferior
del
riñón).
Si
las
costillas
impiden
la
correcta
visualización
deberemos
girar
la
sonda
desde
el
plano
estrictamente
coronal
hacia
un
plano
oblicuo
paralelo
a
las
costillas.
Para
la
visualización
del
receso
espleno-‐renal,
con
el
paciente
en
decúbito
supino,
colocaremos
la
sonda
en
la
línea
axilar
posterior,
entre
el
V
y
el
VII
espacio
intercostal.
El
marcador
de
la
sonda
debe
también
estar
dirigido
hacia
la
cabeza
del
paciente
(figura
2-‐4).
Es
importante,
tal
y
como
comentamos
para
la
fosa
de
Morrison,
visualizar
bien
todo
el
receso
y
para
ello
también
puede
ser
necesario
mover
la
sonda
hacia
arriba
o
hacia
abajo
o
inclinarla
levemente
(10-‐20º)
para
evitar
la
sombra
de
las
costillas
(figura
2-‐4).
En
esta
proyección
se
puede
visualizar
el
bazo
en
toda
su
longitud
y
medirlo.
Si
el
bazo
mide
más
de
12
cm
en
su
diámetro
longitudinal
es
patológico
(esplenomegalia).
Para
visualizar
la
pelvis
la
sonda
deberá
colocarse
inicialmente
de
forma
transversal,
con
el
marcador
a
la
derecha
del
paciente,
justo
por
encima
de
la
sínfisis
del
pubis.
La
vejiga
deberá
estar
replecionada
para
una
evaluación
óptima.
En
caso
contrario
se
recomienda
rellenarla
con
suero
salino
mediante
una
sonda
vesical.
Normalmente
se
precisará
una
angulación
caudal
del
transductor
para
evitar
la
sombra
acústica
de
la
sínfisis.
La
vejiga
no
siempre
es
perfectamente
medial
y
a
veces
hay
que
desplazar
la
sonda
hacia
la
derecha
o
la
izda
para
verla
de
forma
correcta.
También
es
importante
visualizar
la
vejiga
en
plano
longitudinal
para
detectar
correctamente
líquido
perivesical.
En
este
caso
el
marcador
de
la
sonda
se
colocará
mirando
hacia
la
cabeza
del
paciente
(figura
2-‐5).
13
Fig.
2-‐5.
Visualización
de
la
pelvis
en
plano
transversal
y
longitudinal.
La
vejiga
urinaria
debe
estar
bien
replecionada
para
una
mejor
visualización
de
las
estructuras.
Como
se
puede
apreciar
en
las
figuras
2-‐3
y
2-‐4,
en
los
cortes
ecográficos
utilizados
para
visualizar
la
fosa
de
Morrison
o
el
receso
espleno-‐renal,
es
posible
detectar
con
nitidez
el
diafragma.
En
caso
de
haber
derrame
pleural
este
se
puede
observar
como
una
banda
anecoica
por
debajo
del
diafragma
y
que
separa
la
pleura
parietal
de
la
visceral
(figura
2-‐6).
Fig. 2-‐6. Derrame pleural bilateral en una paciente con insuficiencia cardiaca.
Imágenes patológicas
Fig.
2-‐9.
Gran
cantidad
de
ascitis
en
paciente
con
cirrosis
hepática
y
descompensación
hidrópica.
Obsérvese
las
asas
intestinales
“nadando”
en
la
ascitis.
14
RIÑÓN
Y
VEJIGA
Los
riñones
y
la
vejiga
urinaria
son
órganos
muy
fácilmente
accesibles
para
su
visualización
ecográfica.
En
el
ámbito
de
la
Medicina
Interna,
sobre
todo
en
la
medicina
de
urgencias,
deberemos
ser
capaces
de
valorar
la
presencia
de
hidronefrosis
y
la
confirmación
de
un
globo
vesical
en
casos
de
retención
aguda
de
orina.
La
evaluación
de
la
presencia
de
litiasis
dentro
del
riñón
o
de
la
vía
excretora
no
será
un
objetivo
en
nuestro
estudio,
dada
la
escasa
sensibilidad
y
la
variabilidad
de
los
hallazgos
dependiendo
de
la
experiencia
del
ecografista.
Es
preciso
tener
en
cuenta
además
que
la
TAC
es
mucho
más
sensible
y
específica
que
la
ecografía
para
observar
litiasis
ureteral.
Sin
embargo,
ante
un
paciente
con
sospecha
de
cólico
nefrítico,
la
detección
de
hidronefrosis
leve
o
moderada
y
aorta
abdominal
normal
(ver
capítulo
4)
sirve
para
confirmar
el
diagnóstico
y
evita
realizar
otras
pruebas
radiológicas.
Esto
es
especialmente
relevante
en
individuos
mayores
de
55
años
con
dolor
lumbar
agudo
sugerente
de
cólico
nefrítico
y
factores
de
riesgo
cardiovascular
que
favorecen
el
desarrollo
de
aneurisma
aórtico
y
sus
complicaciones.
Las
masas
renales
tampoco
serán
el
objetivo
de
nuestro
estudio.
En
caso
de
ser
apreciadas
deberemos
solicitar
pruebas
adicionales
para
su
filiación
y
diagnóstico
final.
La vejiga urinaria, especialmente si hay retención urinaria, se detecta muy fácilmente.
En un paciente con insuficiencia renal aguda siempre es obligado descartar la etiología obstructiva.
Por
otra
parte,
tampoco
es
difícil
comprobar
la
presencia
de
lesiones
papilares
en
la
pared
vesical,
así
como
de
formaciones
diverticulares.
En
el
contexto
de
un
paciente
con
hematuria,
la
realización
de
una
ecografía
vesical
bien
replecionada
puede
condicionar
la
solicitud
de
un
estudio
urológico
más
amplio
en
caso
de
detectar
lesiones
en
la
pared
de
la
vejiga,
y
sobre
todo,
la
detección
precoz
de
posibles
tumores
vesicales.
Anatomía
La
corteza
renal
tiene
una
apariencia
homogénea
en
la
ecografía
y
es
ligeramente
menos
ecogénica
(brillante)
que
el
parénquima
hepático.
La
médula
renal,
constituida
fundamentalmente
por
pirámides
cuyo
vértice
apunta
hacia
la
pelvis
renal
es
significativamente
menos
ecogénica
que
la
corteza
(figuras
3-‐1
y
3-‐2).
En
algunos
pacientes,
las
pirámides
renales
son
sorprendentemente
prominentes
e
hipoecoicas
y
pueden
confundirse
con
quistes
renales
o
hidronefrosis.
Desde
el
punto
de
vista
de
la
ecografía,
estas
estructuras
se
denominan
parénquima
renal,
englobando
la
corteza
y
las
pirámides
medulares.
El
seno
renal
ecográfico
está
formado
por
el
sistema
colector,
ramas
principales
de
la
arteria
renal,
vena
renal
y
grasa.
En
una
ecografía
renal
es
muy
importante
valorar
que
existe
una
buena
diferenciación
entre
la
ecogenicidad
del
parénquima
renal
(cortical)
y
del
seno.
En
condiciones
normales
las
pirámides
son
espacios
discretamente
anecoicos
que
no
conectan
entre
sí
o
con
la
pelvis
renal.
La
pelvis
renal
es
una
estructura
ecogénica
(brillante)
en
el
centro
del
riñón.
La
fascia
de
Gerota
que
rodea
al
riñón
es
hiperecogénica.
Los
riñones
miden
de
9
a
12
cm
de
longitud
y
de
4
a
5
cm
de
anchura.
No
debería
haber
más
de
2
cm
de
diferencia
en
el
tamaño
entre
ambos
riñones.
Como
el
tamaño
del
bazo
es
menor
que
el
del
hígado,
el
riñón
izquierdo
está
localizado
en
una
posición
más
alta
y
posterior
que
el
riñón
derecho.
Los
15
uréteres
no
suelen
verse
mediante
la
ecografía
en
condiciones
normales
aunque
sí
es
posible
si
están
muy
dilatados.
Fig. 3-‐1. Corte longitudinal del riñón. Fig. 3-‐2. Imagen ecográfica normal del riñón derecho.
Técnica
Para
la
visualización
de
los
riñones
y
de
la
vejiga
urinaria
utilizaremos
una
sonda
convex
de
3,5
a
5
MHz
y
colocaremos
la
misma
siguiendo
las
mismas
recomendaciones
que
en
el
protocolo
FAST
(figuras
2-‐3,
2-‐4
y
2-‐5).
No
obstante,
también
es
conveniente
hacer
cortes
transversales
de
ambos
riñones.
Para
realizar
los
cortes
transversales,
tras
conseguir
una
adecuada
visualización
longitudinal,
sólo
hay
que
rotar
el
transductor
90º
sobre
su
eje
vertical.
El
riñón
izquierdo
suele
visualizarse
algo
peor
que
el
derecho
ya
que
está
ubicado
más
alto
que
el
derecho
(superposición
de
las
costillas)
y
además
también
puede
haber
interferencias
debido
al
aire
de
la
cámara
gástrica
y
de
las
asas
intestinales.
Para
mejorar
la
visualización
puede
ser
muy
útil
que
el
paciente
mantenga
una
inspiración
profunda.
De
esta
manera
el
riñón
desciende
y
se
puede
esquivar
mejor
las
costillas
y
gases
del
tubo
digestivo.
Otra
posibilidad
es
colocar
al
paciente
en
decúbito
lateral
derecho.
Por
otra
parte,
es
preciso
recordar
que
las
sondas
sectoriales,
utilizadas
para
visualizar
el
corazón,
generalmente
tienen
mejor
ventana
entre
las
costillas
y
pueden
ayudar
a
ver
mejor
los
riñones
en
caso
de
dificultades
técnicas.
Dado
que
el
centro
del
abdomen
está
ocupado
por
el
gas
intestinal,
que
impide
la
correcta
visualización
de
las
estructuras,
colocar
al
paciente
en
el
decúbito
contralateral
al
riñón
explorado
puede
mejorar
su
visualización.
Con
cortes
transversales
y
longitudinales,
el
volumen
urinario
se
puede
calcular
con
fórmulas
simples
que
se
relacionan
de
forma
bastante
exacta
con
los
volúmenes
obtenidos
tras
el
sondaje
urinario.
Una
de
las
más
sencillas
es
la
que
resulta
de
multiplicar
0,5
por
la
anchura
(cm),
longitud
(cm)
y
altura
de
la
vejiga
(cm).
Con
el
resultado
de
esta
multiplicación
se
obtiene
el
volumen
de
orina
en
la
vejiga
en
mL.
Para
ello
es
necesario
hacer
corte
transversal
(anchura
y
longitud)
y
longitudinal
(altura)
de
la
vejiga
(figura
3-‐3).
16
La
estimación
del
volumen
urinario
es
muy
útil
para
diagnosticar
a
los
pacientes
con
retención
aguda
de
orina
y
para
saber
si
existe
volumen
residual
significativo
tras
la
micción.
Más
de
150
mL
de
volumen
residual
es
clínicamente
relevante.
Hidronefrosis
Se
define
hidronefrosis
como
la
dilatación
de
la
pelvis
y
cálices
renales
con
compresión
secundaria
del
parénquima
(corteza
renal).
Estrictamente
no
tiene
por
qué
indicar
obstrucción
de
la
vía
urinaria,
ya
que,
por
ejemplo,
el
reflujo
vesicoureteral
produce
hidronefrosis
sin
ser
una
causa
en
sí
obstructiva.
Cuando
existe
una
dilatación
de
la
vía
excretora
se
visualiza
el
contorno
del
sistema
colector
con
contenido
anecoico,
que
resalta
sobre
la
hiperecogenicidad
del
seno
renal.
Es
necesario
bascular
el
transductor
para
apreciar
que
los
cálices
renales
(también
dilatados)
confluyen
en
una
cavidad
común
(la
pelvis
renal).
La
identificación
de
una
uropatía
obstructiva
se
realiza
habitualmente
a
nivel
renal,
dado
que,
como
ya
hemos
comentado,
raramente
es
posible
explorar
el
uréter
con
ecografía.
La
ecografía
es
muy
sensible
para
la
detección
de
uropatía
obstructiva
(sensibilidad
de
un
98%),
especialmente
si
el
grado
de
la
hidronefrosis
es
moderado
o
grave
(figuras
3-‐4,
3-‐5
y
3-‐6).
Esto
implica
que
los
falsos
negativos
no
son
frecuentes.
Dicho
de
otro
modo,
es
raro
que
una
obstrucción
real
del
tracto
urinario
pase
desapercibida
a
la
exploración
ecográfica.
No
obstante,
puede
ocurrir
en
pacientes
deshidratados
(escaso
volumen
de
diuresis
que
impide
que
el
sistema
colector
almacene
suficiente
cantidad
de
orina
que
posibilite
su
identificación).
Más
raros
son
los
casos
en
los
que
la
obstrucción
sea
tan
reciente
que
no
produzca
las
imágenes
típicas.
17
En
cambio,
la
especificidad
de
los
ultrasonidos
para
la
detección
de
obstrucción
es
menor
(78%),
lo
que
hace
que
sea
más
frecuente
la
existencia
de
falsos
positivos.
En
otras
palabras,
no
siempre
que
se
visualiza
una
dilatación
del
sistema
colector
corresponde
a
una
uropatía
obstructiva.
Además,
existen
otras
estructuras
distintas
al
sistema
colector
que
pueden
producir
imágenes
similares.
Las
situaciones
más
habituales
que
producen
dichos
falsos
positivos
son:
Quistes
renales.
Aunque
los
quistes
renales
muchas
veces
se
observan
en
la
periferia,
a
veces
se
localizan
en
el
seno
renal
(sinuquistosis)
y
pueden
confundirse
con
un
sistema
colector
dilatado
(figuras
3-‐7
a
y
b).
Se
suele
diferenciar
basculando
el
transductor:
con
este
movimiento
se
demuestra
que
la
pelvis
renal
y
los
cálices,
además
de
presentar
la
forma
típica
del
sistema
colector,
confluyen
entre
sí
mostrando
que
son
una
única
estructura.
Los
quistes
se
disponen
como
estructuras
más
irregulares
e
independientes
entre
ellos.
Pirámides
sonolucentes.
Son
una
variante
de
la
normalidad.
En
determinados
pacientes,
las
pirámides
de
la
médula
renal
son
hipoecogénicas
respecto
al
parénquima
de
alrededor.
A
diferencia
de
la
uropatía
obstructiva,
las
pirámides
sonolucentes
no
confluyen
entre
sí.
Imágenes patológicas
Fig.
3-‐6.
Hidronefrosis
moderada
en
paciente
con
retención
aguda
de
orina.
En
la
parte
inferior
de
la
imagen
se
aprecia
vejiga
muy
dilatada.
18
Protocolo clínico
En
la
figura
3-‐9
se
presenta
un
algoritmo
diagnóstico
ante
un
paciente
con
sospecha
de
cólico
nefrítico,
hematuria
o
sospecha
de
retención
aguda
de
orina
si
se
dispone
de
ecografía.
Fig.
3-‐9.
Protocolo
clínico
ante
un
paciente
con
dolor
lumbar,
hematuria
o
sospecha
de
retención
urinaria.
19
AORTA
ABDOMINAL
Y
VENA
CAVA
INFERIOR
AORTA
ABDOMINAL
El
objetivo
básico
cuando
se
valora
con
ecografía
la
aorta
abdominal
es
descartar
aneurisma,
especialmente
si
hay
complicaciones
(disección,
rotura).
Un
diagnóstico
precoz
de
este
problema
médico
claramente
puede
salvar
la
vida
del
paciente.
Las
complicaciones
relacionadas
con
el
aneurisma
abdominal
pueden
manifestarse
con
síntomas
muy
variados:
dolor
lumbar
o
en
fosas
ilíacas
que
remedan
un
cólico
nefrítico,
síncope,
dolor
abdominal,
hemorragia
digestiva,
etc.
Por
ese
motivo,
sería
recomendable
realizar
ecografía
abdominal
a
todos
los
pacientes
con
factores
de
riesgo
cardiovascular
que
presenten
alguno
de
estos
síntomas.
Esto
es
especialmente
cierto
en
individuos
mayores
de
50
años
con
dolor
lumbar
o
en
flanco
y
presencia
de
hidronefrosis.
Un
súbito
aumento
de
tamaño
de
un
aneurisma
aórtico
puede
comprimir
uno
de
los
uréteres
y
causar
hidronefrosis
unilateral
(ver
algoritmo
figura
3-‐
8).
Los objetivos o preguntas básicas cuando se planifique estudiar mediante ecografía la aorta abdominal son:
Si
la
respuesta
a
estas
preguntas
es
no,
se
puede
descartar
aneurisma
de
la
aorta
abdominal
o
de
las
ramas
ilíacas.
No
obstante,
es
importante
recalcar
que
se
debe
valorar
la
aorta
abdominal
en
toda
su
longitud.
Si
la
respuesta
es
sí,
se
debe
contactar
con
equipo
de
cirugía
vascular
de
referencia.
Si
el
paciente
está
hemodinámicamente
estable,
lo
más
recomendable
es
realizar
TAC
abdominal
para
confirmar
el
diagnóstico.
Si
de
forma
casual
detectamos
un
aneurisma
aórtico
de
menos
de
5
cm
en
un
individuo
asintomático,
se
puede
remitir
de
forma
ambulatoria
a
las
consultas
de
cirugía
vascular.
Hay
que
tener
presente
que
los
aneurismas
aórticos
son
asintomáticos
hasta
que
surge
alguna
complicación
aguda.
Varios
estudios
en
la
bibliografía
demuestran
que
la
exploración
física
no
es
sensible,
ya
que
incluso
aneurismas
granes
(de
más
de
6
cm)
pasan
desapercibidos
hasta
en
el
30%
de
los
pacientes.
Anatomía
La
aorta
abdominal
tiene
un
discreto
estrechamiento
desde
el
diafragma
hasta
su
bifurcación
en
las
arterias
ilíacas
(figura
4-‐1).
Por
tanto,
cualquier
pérdida
de
este
estrechamiento,
especialmente
si
el
diámetro
es
mayor
de
3
cm,
es
sugerente
de
aneurisma.
Asimismo,
un
diámetro
superior
a
1,5
cm
de
las
arterias
ilíacas
también
es
sugerente
de
aneurisma
de
las
mismas.
Los
aneurismas
con
mayor
riesgo
de
rotura
son
los
fusiformes
con
más
de
5
cm
de
diámetro
(tabla
4-‐1).
Más
del
90%
de
los
aneurismas
de
la
aorta
abdominal
se
localizan
por
debajo
de
la
salida
de
las
arterias
renales.
20
Fig. 4-‐1. Anatomía normal de la aorta abdominal y sus ramas.
Tabla
4-‐1.
Riesgo
de
rotura
anual
de
aneurisma
aórtico
según
su
diámetro.
Técnica
Para
la
valoración
de
la
aorta
abdominal
utilizaremos
una
sonda
convex
de
baja
frecuencia
(3,5
MHz)
y
debemos
valorar
por
completo
la
aorta
abdominal
desde
su
inicio
en
el
diafragma
hasta
las
arterias
iliacas.
El
marcador
de
la
sonda
debe
apuntar
a
la
derecha
del
paciente
en
los
cortes
transversales
y
hacia
la
cabeza
del
paciente
en
el
corte
longitudinal.
Es
preciso
recalcar
que
todas
las
mediciones
deben
hacerse
desde
la
porción
más
externa
de
la
pared
aórtica.
Hay
que
evitar
medir
sólo
la
luz
de
la
aorta,
ya
que
nos
daría
una
medición
falsa
del
vaso
(pudiendo
existir
incluso
un
trombo
mural
que
no
fuese
medido)
(figura
4-‐6).
Deberemos
aplicar
una
presión
adecuada
no
sólo
para
conseguir
un
buen
contacto
de
la
superficie
del
transductor
sobre
la
piel,
sino
para
apartar
el
aire
intestinal
que
en
muchas
ocasiones
se
interpone
entre
la
sonda
21
y
la
aorta.
En
individuos
obesos
o
si
la
interposición
de
gas
intestinal
persiste,
puede
ser
útil
colocar
al
paciente
en
decúbito
lateral
izquierdo
o
modificar
ligeramente
el
ángulo
del
transductor.
Partiendo
de
esta
vista
transversal,
lo
primero
que
hemos
de
hacer
es
localizar
la
aorta.
Para
ello,
la
referencia
básica
que
debemos
tener
es
el
cuerpo
vertebral.
Ecográficamente
aparecerá
como
una
estructura
hiperecogénica
(hueso)
con
sombra
acústica.
Adyacente
al
mismo
encontraremos
la
aorta
y
la
vena
cava
inferior
(figura
4-‐2).
Fig.
4-‐2.
Corte
transversal
a
nivel
de
la
aorta
superior.
Se
puede
apreciar
el
cuerpo
vertebral
con
la
sombra
acústica
posterior
y
por
encima
la
aorta
y
la
cava
inferior.
Una
vez
localizada
la
aorta
en
el
corte
transversal
deberemos
girar
el
transductor
90º
con
el
marcador
dirigido
hacia
la
cabeza
del
paciente
para
obtener
los
cortes
longitudinales.
En
los
cortes
longitudinales
es
importante
asegurarse
que
estamos
cortando
la
aorta
a
través
de
su
diámetro
máximo
para
evitar
mediciones
menores
a
la
real
(figuras
4-‐3
y
4-‐4).
Sabremos
que
nos
encontramos
en
el
territorio
de
la
aorta
proximal
cuando
veamos
el
parénquima
hepático,
las
ramas
de
la
aorta
(tronco
celíaco)
y
la
cava
inferior
(figura
4-‐4
y
4-‐5).
La
aorta
distal
se
encuentra
justo
por
encima
de
la
bifurcación
de
las
ilíacas
(debemos
colocar
el
transductor
a
nivel
del
ombligo).
Fig.
4-‐3.
Esquema
corte
longitudinal
de
un
cilindro.
Si
el
corte
no
se
Fig.
4-‐4.
Corte
longitudinal
de
la
aorta
a
hace
en
su
diámetro
máximo,
las
mediciones
pueden
variar
de
nivel
epigástrico
forma
sustancial.
22
• La
sensibilidad
de
la
ecografía
para
detectar
aneurisma
de
la
aorta
abdominal
es
del
98%
(en
manos
de
internistas
o
médicos
de
urgencia)
• La
curva
de
aprendizaje
para
alcanzar
esos
niveles
de
fiabilidad
diagnóstica
es
muy
rápida
(no
es
necesario
un
entrenamiento
prolongado)
Imágenes patológicas
Fig.
4-‐7.
Gran
aneurisma
de
aorta
abdominal
de
7
cm
de
diámetro.
Es
importante
medir
desde
la
porción
más
externa
de
la
pared
aórtica.
Si
se
mide
sólo
la
luz
de
la
aorta
(en
rojo),
obtendríamos
una
medición
falsa
del
vaso.
Protocolo clínico
En la figura 4-‐8 se presenta un algoritmo clínico ante la sospecha de paciente con aneurisma de aorta
23
Fig. 4-‐8. Algoritmo ante la sospecha de paciente con aneurisma de la aorta abdominal.
Una
de
las
diferencias
fundamentales
entre
venas
y
arterias
es
la
alta
distensibilidad
de
las
primeras.
Por
ese
motivo,
las
presiones
intra
y/o
extravasculares
pueden
modificar
considerablemente
el
diámetro
de
las
mismas.
Así,
por
ejemplo,
una
presión
externa
sobre
la
piel
circundante
puede
perfectamente
colapsar
venas
periféricas
(como
veremos
en
el
módulo
7).
En
el
caso
concreto
de
la
vena
cava
inferior
(VCI),
durante
la
inspiración
aumenta
la
presión
negativa
intratorácica
que
se
traduce
en
una
presión
negativa
intraluminal
que
favorece
el
retorno
venoso
al
corazón.
Esto
provoca
una
disminución
del
calibre
de
la
VCI
durante
una
inspiración
normal,
mientras
que
en
espiración
el
calibre
es
mayor
(retorna
a
su
valor
normal).
La
medición
del
calibre
de
la
VCI
y
su
modificación
durante
la
inspiración
pueden
sernos
realmente
útiles,
ya
que
se
relaciona
directamente
con
la
volemia,
los
datos
hemodinámicos
del
ventrículo
derecho
y
la
presión
intratorácica.
Anatomía
24
Técnica
Para
visualizar
ecográficamente
la
VCI
utilizaremos
una
sonda
convex
de
baja
frecuencia
(3,5-‐5
MHz),
la
que
generalmente
utilizamos
para
ver
la
mayoría
de
los
órganos
abdominales.
Primero
deberemos
localizar
la
VCI.
Para
ello,
la
mejor
manera
es
partir
de
la
imagen
de
la
aorta
y
cava
en
corte
transversal
y
pasar
a
longitudinal.
El
transductor
deberá
colocarse
con
el
marcador
hacia
la
cabeza
del
paciente
y
discretamente
angulado
para
poder
visualizar
el
trayecto
de
la
VCI
y
su
entrada
en
la
aurícula
derecha
(figura
4-‐10).
Fig.
4-‐10.
Corte
longitudinal
de
la
VCI
en
abdomen
superior
y
a
nivel
de
su
desembocadura
en
aurícula
derecha
Justo
en
el
punto
de
la
desembocadura
de
la
VCI
en
la
aurícula
derecha,
deberemos
medir
2
cm
hacia
porción
distal
y
allí
trazar
la
línea
para
obtención
del
modo
M
en
perpendicular
al
eje
mayor
de
la
VCI.
En
el
trazado
obtenido
mediremos
el
diámetro
máximo
espiratorio
(VCI
e)
y
el
mínimo
inspiratorio
(VCI
i)
en
un
ciclo
respiratorio
normal
de
1
segundo
de
duración
(figura
4-‐11).
Así,
por
ejemplo,
si
el
VCI
e
de
un
paciente
mide
2,1
cm
y
el
VCI
i
mide
0,8
cm,
su
IC
sería
61,9%,
lo
que
significa
que
el
grado
de
"colapsabilidad"
de
su
VCI
es
del
62%
aproximadamente.
25
Fig.
4-‐11.
Medición
del
diámetro
inspiratorio
(VCI
i)
y
espiratorio
(VCI
e)
de
la
VCI
a
2
cm
de
su
desembocadura
en
aurícula
derecha
Ya
hemos
comentado
anteriormente
que
el
calibre
de
la
VCI
y
su
modificación
durante
la
inspiración
se
relaciona
directamente
con
la
volemia,
los
datos
hemodinámicos
del
ventrículo
derecho
y
la
presión
intratorácica.
En
diversos
estudios
se
ha
demostrado
que
en
pacientes
con
depleción
de
volumen
el
diámetro
de
la
VCI
está
disminuido
y
su
grado
de
colapsabilidad
(índice
cava)
está
aumentado
con
respecto
a
los
pacientes
normovolémicos
o
con
aumento
del
volumen
intravascular.
Por
tanto,
hay
una
relación
directa
entre
la
medida
de
la
VCI
y
el
índice
cava
con
la
presión
venosa
central
con
un
grado
de
exactitud
o
fiabilidad
del
80-‐90%
(tabla
4-‐2).
La
medición
de
la
VCI
y
del
IC
nos
permite,
por
tanto,
conocer
con
bastante
fiabilidad
la
presión
venosa
central
de
un
individuo
sin
necesidad
de
canalizar
una
vía
central.
Esto
tiene
una
enorme
importancia
clínica
ya
que
nos
puede
ayudar
a
ajustar
el
tratamiento
(tanto
en
la
reposición
de
volemia
como
en
el
tratamiento
diurético)
en
múltiples
procesos
médicos:
sepsis
o
shock
séptico,
hemorragia
digestiva,
insuficiencia
cardiaca,
pancreatitis
aguda,
politraumatismo,
estados
postquirúrgicos,
etc.
Por
último,
la
medición
de
la
VCI
está
directamente
relacionada
con
los
datos
hemodinámicos
del
ventrículo
derecho.
La
hipertensión
pulmonar
en
la
insuficiencia
cardiaca,
por
ejemplo,
es
un
factor
de
mal
pronóstico.
En
este
sentido
se
ha
demostrado
que
el
tamaño
de
la
VCI
y
el
IC
en
los
pacientes
con
insuficiencia
cardiaca
tiene
un
valor
pronóstico
independiente
de
reingreso,
equiparable
al
sodio
sérico
o
el
BNP
y
más
fiable
que
la
edad,
el
peso,
la
respuesta
diurética,
la
estancia
hospitalaria
o
la
función
renal.
Tabla
4-‐2.
Relación
medición
de
la
VCI
y
el
índice
cava
con
la
presión
venosa
central.
Vena
yugular
interna
y
estimación
ecográfica
de
la
presión
venosa
central
26
la
exploración
física
para
estimar
la
presión
venosa
central
y
sirve
para
determinar
de
forma
indirecta
la
volemia
del
paciente.
Sin
embargo,
a
pesar
de
la
importancia
que
se
le
otorga
en
los
libros
de
propedéutica
clásicos,
la
fiabilidad
de
la
exploración
de
la
vena
yugular
interna
es
escasa
y
hay
múltiples
circunstancias
anatómicas
que
dificultan
su
visualización
(obesidad,
cuello
corto,
etc.).
La
valoración
ecográfica
de
la
vena
yugular
interna
es
muy
sencilla
y
podemos
perfectamente
cuantificar
su
diámetro
y
las
variaciones
de
éste
durante
el
ciclo
respiratorio.
Técnica
Utilizaremos
una
sonda
lineal
de
alta
frecuencia
(5-‐7
MHz).
Colocaremos
al
paciente
en
decúbito
supino
con
la
cabeza
a
0º
(sin
almohada
y
sin
ningún
tipo
de
inclinación).
Debemos
situar
la
sonda
en
plano
transversal
(marcador
a
la
derecha
del
paciente)
sobre
el
músculo
esternocleidomastoideo,
2
cm
por
encima
de
la
clavícula.
El
mentón
del
paciente
debe
estar
en
posición
media.
En
esta
proyección
se
aprecia
claramente
la
vena
yugular
interna,
que
se
colapsa
muy
fácilmente
con
la
presión
del
transductor,
y
la
arteria
carótida
(figura
4-‐12).
Con
el
ecógrafo
en
modo
M
sobre
la
zona
de
máximo
diámetro
de
la
yugular
interna
registramos
un
ciclo
respiratorio
y
medimos
el
diámetro
máximo
al
final
de
la
espiración
(figura
4-‐12).
Interpretación
Tomando
como
referencia
la
monitorización
invasiva
de
la
presión
venosa
central,
el
diámetro
espiratorio
máximo
de
la
vena
yugular
interna
inferior
a
7
mm
se
relaciona
con
una
presión
venosa
central
baja
(<
10
cm
H2O).
Si
este
diámetro
es
superior
a
12,5
mm
se
puede
asociar
a
presión
venosa
central
elevada.
Aunque
hay
más
estudios
que
avalan
la
relación
entre
las
mediciones
de
la
vena
cava
inferior
y
la
presión
venosa
central,
en
hasta
un
15%
de
los
pacientes
no
se
puede
visualizar
bien
esta
vena,
generalmente
por
interposición
de
aire
de
asas
intestinales.
Por
el
contrario,
la
visualización
de
la
vena
yugular
interna
generalmente
es
menos
problemática.
Fig.
4-‐12.
Medición
en
modo
M
del
diámetro
de
la
yugular
interna
(YI)
durante
un
ciclo
respiratorio
27
VESÍCULA
BILIAR
Y
COLÉDOCO
La
vesícula
biliar
es
un
órgano
que
se
asocia
a
múltiples
problemas
médicos
(cólico
biliar,
colecistitis,
ictericia
obstructiva,
pancreatitis,
etc.)
y
es
relativamente
sencilla
su
valoración
ecográfica
por
internistas
y
médicos
de
urgencias.
No
obstante,
siempre
hay
que
tener
presente
la
historia
clínica
del
paciente
(clínica)
y
si
nuestros
hallazgos
ecográficos
son
equívocos
o
no
concluyentes
siempre
deberíamos
apoyarnos
en
otras
pruebas
diagnósticas
(ecografía
reglada
por
radiólogo,
TAC
abdominal).
Ante
un
paciente
con
sospecha
de
patología
de
la
vesícula
o
vía
biliar,
desde
el
punto
de
vista
ecográfico,
las
preguntas
que
debemos
plantearnos
e
intentar
resolver
son
las
siguientes:
Anatomía
Es
importante
recordar
que
la
vesícula
no
es
un
órgano
fijo,
de
forma
que
puede
desplazarse
y
tener
muy
diversas
localizaciones
en
el
hipocondrio
derecho.
El
cuello
de
la
vesícula
no
tiene
una
relación
fija
con
la
fisura
lobar
principal
hepática
(que
separa
el
lóbulo
hepático
izquierdo
del
derecho)
y
con
la
vena
porta.
Sin
embargo,
hay
datos
anatómicos
importantes
desde
el
punto
de
vista
ecográfico.
Próximos
al
hilio
hepático,
la
vena
porta,
el
colédoco
y
la
arteria
hepática
común
están
en
estrecha
relación
y
próximos
al
cuello
de
la
vesícula
(figura
5-‐1).
Asimismo,
el
colédoco
es
siempre
anterior
a
la
vena
porta.
Por
último,
los
conductos
biliares
suelen
tener
paredes
más
brillantes
(más
ecoicas)
que
los
vasos
(arterias
y
venas)
próximos
debido
a
que
sus
paredes
son
más
fibrosas
y
anchas.
Fig.
5-‐1.
Imagen
anatómica
del
abdomen
superior
en
la
que
se
puede
observar
la
relación
entre
la
vesícula
biliar,
el
colédoco,
la
porta
y
la
arteria
hepática.
28
Técnica
Para la exploración de la vesícula utilizaremos una sonda convex de baja frecuencia (2,5-‐5 MHz).
No
hay
normas
claramente
establecidas
para
localizar
la
vesícula
ya
que,
como
hemos
comentado
anteriormente
su
ubicación
es
variable
y
su
tamaño
también
puede
modificarse
(mayor
en
ayunas
que
en
periodo
postprandial
debido
a
tener
un
mayor
contenido
de
bilis).
La
maniobra
más
empleada
para
localizarla
es
la
denominada
“X-‐
7”,
donde
la
X
indica
el
inicio
de
la
posición
del
transductor
(bajo
el
apéndice
xifoides)
con
el
marcador
a
la
derecha
del
paciente
y
dirigiendo
el
haz
de
ultrasonidos
hacia
el
hombro
derecho
del
paciente.
El
7
indica
que
desplazaremos
la
sonda
bajo
el
reborde
costal
derecho
alrededor
de
unos
7
cm
hasta
encontrar
la
vesícula
biliar.
En
ocasiones
puede
ser
muy
útil
hacer
que
el
paciente
inspire
profundamente
para
que
la
vesícula
se
desplace
caudalmente
por
debajo
de
la
parrilla
costal.
En
casos
especialmente
difíciles
no
queda
más
remedio
que
visualizar
la
vesícula
a
través
de
la
parrilla
costal
(en
estos
casos
puede
ser
útil
utilizar
una
sonda
sectorial
de
baja
frecuencia
como
la
empleada
para
las
exploraciones
cardiológicas)
o
colocar
al
paciente
en
decúbito
lateral
izquierdo.
Una
vez
localizada
la
vesícula
es
preciso
explorarla
en
toda
su
extensión
y
para
ello
necesitamos
una
vista
longitudinal
verdadera.
Esto
se
consigue
rotando
la
sonda
sobre
su
eje.
Generalmente
en
la
visión
longitudinal
de
la
vesícula
encontraremos
el
“signo
de
exclamación”
(figura
5-‐2)
formado
por
la
vesícula
biliar
y
la
vena
porta.
En
relación
con
ambos
encontraremos
la
rama
de
la
arteria
hepática
procedente
del
tronco
celíaco
y
el
conducto
biliar
común
o
colédoco,
otro
de
nuestros
objetivos
de
evaluación.
Muchas
veces
es
difícil
diferenciar
la
arteria
hepática
del
colédoco,
ubicados
ambos
por
encima
de
la
vena
porta.
En
estos
casos
es
muy
útil
la
visión
con
Doppler
color,
en
la
que
se
detectará
flujo
en
los
vasos
sanguíneos
(figura
5-‐2).
Finalmente,
una
vez
localizada
la
vesícula
es
importante
hacer
múltiples
cortes,
tanto
transversales
como
longitudinales,
para
estar
seguro
de
que
no
pasar
por
alto
pequeñas
litiasis.
Fig.
5-‐2.
Visión
longitudinal
de
la
vesícula
biliar.
A
la
izquierda
se
puede
apreciar
el
típico
“signo
de
exclamación”
formado
por
la
vesícula
y
la
porta.
Por
encima
de
la
porta
están
localizados
el
colédoco
y
la
arteria
hepática.
Para
diferenciarlos
es
muy
útil
el
Doppler
color
que
detecta
flujos
en
los
vasos
sanguíneos
y
no
en
el
colédoco.
Colelitiasis
La litiasis ecográficamente se observa como una zona hiperecogénica con sombra acústica posterior (figura 5-‐3).
29
La
cuantía
de
las
litiasis
puede
variar
entre
una
sola
(figura
5-‐3),
varias
o
múltiples
que
ocupan
casi
toda
la
luz
de
la
vesícula
y
provocan
el
signo
PES
(Pared-‐Eco-‐Sombra
o
vesícula
excluida)(figura
5-‐4).
Fig.
5-‐3.
Corte
longitudinal
de
una
vesícula
con
gran
Fig.
5-‐4.
Vesícula
con
múltiples
litiasis
en
su
interior
que
litiasis
única
en
su
interior.
ocupan
toda
su
luz
y
provocan
el
signo
PES.
Murphy ecográfico
Es
uno
de
los
signos
físicos
que
sirven
para
la
detección
de
colecistitis.
El
signo
de
Murphy
consiste
en
el
cese
de
la
inspiración
por
dolor
mientras
se
comprime
el
hipocondrio
derecho
del
paciente.
El
Murphy
ecográfico
consiste
en
localizar
ecográficamente
la
vesícula
biliar,
colocarla
en
el
centro
de
la
imagen
y
presionar
con
el
transductor.
Si
el
paciente
presenta
dolor
intenso
será
positivo
(independientemente
de
la
fase
del
ciclo
respiratorio
en
que
se
encuentre).
Aunque
hay
alguna
discrepancia,
generalmente
se
acepta
que
la
pared
de
la
vesícula
biliar
no
debe
medir
más
de
3
mm.
El
aumento
del
grosor
de
la
pared
de
la
vesícula
es
un
signo
que
apoya
el
diagnóstico
de
colecistitis
(especialmente
si
el
paciente
tiene
colelitiasis)(figura
5-‐5).
La
medición
del
grosor
de
la
pared
vesicular
se
hará
en
su
cara
anterior
debido
al
típico
refuerzo
posterior
en
la
cara
posterior
de
la
misma
(figuras
1-‐8
y
5-‐2).
La
presencia
de
líquido
perivesicular,
cuando
se
observa,
es
muy
sugerente
de
colecistitis
(figuras
5-‐5a
y
b).
Sin
embargo,
su
ausencia
no
descarta
el
diagnóstico.
30
Fig.
5-‐5a.
Aumento
del
grosor
de
la
pared
de
la
vesícula
(5,7
mm)
en
un
paciente
con
colecistitis
aguda.
Obsérvese
el
nivel
con
contenido
hiperecoico
en
el
interior
de
la
vesícula
correspondiente
a
barro
biliar
y
el
líquido
alrededor
de
la
pared
(imagen
de
doble
contorno).
Para
valorar
si
el
colédoco
está
dilatado
es
fundamental
saber
localizarlo
como
ya
se
ha
comentado
con
anterioridad.
Desde
el
punto
de
vista
técnico
localizar
el
colédoco
puede
entrañar
alguna
dificultad.
Afortunadamente,
si
el
colédoco
está
realmente
dilatado
facilita
mucho
las
cosas
ya
que
es
mucho
más
visible
(figuras
5-‐6a
y
b).
Cuando
el
colédoco
está
dilatado
en
algún
punto
de
su
recorrido
debería
estar
obstruido.
Generalmente el colédoco mide menos de 6 mm y cuando mide más de 8 mm es claramente patológico.
Sin
embargo,
es
preciso
tener
en
cuenta
que
el
diámetro
del
colédoco
aumenta
con
la
edad
y
que
en
pacientes
colecistectomizados
puede
llegar
a
medir
más
de
1
cm.
En
la
tabla
5-‐1
se
muestran
medidas
del
colédoco
normales
y
patológicas.
Fig.
5-‐6a
y
b.
Imagen
ecográfica
de
vesícula
y
colédoco.
Obsérvese
cómo
el
colédoco
está
dilatado
y
se
aprecian
litiasis
a
lo
largo
de
su
recorrido
y
aglomerado
en
porción
más
distal
con
sombra
posterior.
31
Protocolo clínico
En
la
figura
5-‐6
se
propone
un
protocolo
de
actuación
ante
un
paciente
con
dolor
en
piso
abdominal
superior
cuando
disponemos
de
ecógrafo
para
valoración
personal.
Como
ya
hemos
comentado
con
anterioridad,
nuestra
valoración
clínica
(historia
clínica
y
exploración
física)
es
fundamental.
Fig.
5-‐7.
Protocolo
diagnóstico
ante
un
paciente
con
dolor
en
piso
abdominal
superior.
32