PLATON

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Platón

Platón (en griego Πλάτων) (circa. 427 a. C./428 a. C. – 347 a. C.) fue un filósofo


griego, alumno de Sócrates y maestro de Aristóteles, de familia nobilísima y de la más
alta aristocracia. Platón (junto a Aristóteles) es quién determinó gran parte del corpus
de creencias centrales tanto del pensamiento occidental como del hombre corriente
(aquello que hoy denominamos "sentido común" del hombre occidental) y pruebas de
ello son la noción de "Verdad" y la división entre "doxa" (opinión) & "episteme"
(ciencia), demostró o creó y popularizó (según la perspectiva desde donde se le analice)
una serie de ideas comunes para muchas personas, pero enfrentadas a la línea de gran
parte de la filósofos presocráticos y al de los sofistas (muy populares en la antigua
Grecia) y que debido a los caminos que tomó la historia de la Metafísica, en diversas
versiones y reelaboraciones, se han consolidado. Su influencia como autor y
sistematizador ha sido incalculable en toda la historia de la filosofía, de la que se ha
dicho con frecuencia que alcanzó identidad como disciplina gracias a sus trabajos.

Empezando por sus obras, entre las más importantes se cuentan los Diálogos y La
República (en griego Πολιτεια, politeia, "forma de gobernar - ciudad"), en la cual
elabora la filosofía política de un estado ideal; el Fedro, en el que desarrolla una
compleja e influyente teoría psicológica; el Timeo, un influyente ensayo de:
cosmogonía; cosmología racional; física y escatología (religión), influido por las
matemáticas pitagóricas; y el Teeteto, el primer estudio conocido sobre filosofía de la
ciencia.

Fue fundador de la Academia de Atenas, donde estudió Aristóteles. Participó


activamente en la enseñanza de la Academia y escribió sobre diversos temas filosóficos,
especialmente los que trataban de la política, ética, metafísica y epistemología. Las
obras más famosas de Platón fueron sus diálogos. Si bien varios epigramas y cartas
también han perdurado.

A Sócrates lo menciona frecuentemente en los diálogos. Cuánto del contenido y de los


argumentos es obra de Sócrates o de Platón, es difícil de decir, por cuanto Sócrates no
dejó evidencia escrita de sus enseñanzas; esta ambigüedad es la que se conoce como el
“problema socrático”. No hay duda, sin embargo, que Platón fue influido
profundamente por las enseñanzas de Sócrates; de hecho, sus primeras ideas y ensayos
lucen como adaptaciones de las de Sócrates.

Biografía [editar]

Platón, que realmente se llamaba Aristocles Podros, y cuyo seudónimo Platón significa
el de la espalda ancha, -debido a que en su juventud había sido atleta- era hijo de una
familia que pertenecía a la aristocracia ateniense, concretamente a la familia
denominada Glaucón. Su nacimiento habría ocurrido en el séptimo día del mes
Targelión, equivalente a nuestro actual 7 de mayo[cita  requerida]. Su padre se llamaba
Aristón, descendiente de Codro, último Rey de Atenas, y su madre Perictione,
descendiente del legislador Solón, prima de Critias. Durante su juventud luchó como
soldado en las guerras del Peloponeso de las cuales Atenas salió derrotada, y el poder y
la economía que ostentaba sobre el mundo griego cayó en las manos de Esparta; así
vivió las consecuencias de dicha guerra. A los 21 años pasó a formar parte del círculo
de Sócrates, el cual produjo un gran cambio en sus orientaciones filosóficas. Tras la
muerte de Sócrates en el 399 a. C., Platón se refugió en Megara durante un breve
espacio de tiempo, donde comenzó a escribir sus diálogos filosóficos.

Sus conocimientos y habilidades eran tales que los griegos lo consideraban como hijo
de Apolo y decían que en su infancia las abejas habían anidado en sus labios como
profecía de las palabras melosas que salían de ellos.

Platón fue discípulo de Sócrates en su juventud y de acuerdo a sus propias palabras,


estuvo presente durante su juicio, pero no en su ejecución. El trato que Atenas dio a
Sócrates afectó profundamente a Platón y mucho de sus primeros trabajos registran la
memoria de su maestro. Se dice que muchos de sus escritos sobre la ética estaban
dirigidos a evitar que injusticias como la sufrida por Sócrates volvieran a ocurrir.
Después de la muerte de Sócrates, Platón viajó extensamente por Italia, Sicilia, Egipto y
Cirene en busca de conocimientos.

En el 396 a. C. emprendió un viaje de diez años por Egipto y diferentes lugares de


África e Italia. En Cirene conoció a Arístipo y al matemático Teodoro. En Magna
Grecia se hizo amigo de Arquites de Tarento y conoció las ideas de los seguidores de
Parménides.

En el 388 a. C. viajó a Sicilia y en Siracusa, donde quiso influir en la política de


Dionisio I y aprendió mucho de las formas de gobierno que plasmaría después en La
República (en griego politeia que significa ciudadanía o forma de gobierno). Sus
manifestaciones políticas, que en algunos casos eran irreverentes con la clase
dominante, lo llevaron a prisión. De regreso a Grecia, su barco se detiene en Egina, que
estaba en guerra contra Atenas, en donde él es vendido como esclavo, sin embargo
Anníceris de Círene reconoció a Platón en la venta de esclavos y le compró para
devolverle la libertad.

En el 361 a. C., tras recobrar su libertad, Platón compró una finca en las afueras de
Atenas, donde fundó un centro especializado en la actividad filosófica y cultural, al cual
llamó Academia. El nombre procede de que en dicha finca existía un templo dedicado al
antiguo héroe llamado Academo y dicha academia funcionó ininterrumpidamente hasta
su clausura por Justiniano I en el 529 dc, pues veía en esta una amenaza para la
propagación del cristianismo. Muchos filósofos e intelectuales estudiaron en esta
academia, incluyendo a Aristóteles.

Platón también recibió influencias de otros filósofos, como Pitágoras, cuyas nociones de
armonía numérica se hacen eco en la noción de Platón sobre las Formas; también
Anaxágoras, quien enseñó a Sócrates y que afirmaba que la inteligencia o la razón
penetra o llena todo; y Parménides, que argüía acerca de la unidad de todas las cosas y
quien influyó sobre el concepto de Platón acerca del alma.

Platón murió en el 347 a. C., dedicándose en sus últimos años de vida a impartir


enseñanzas en la academia de su ciudad natal.
Obra [editar]

Papiro Oxyrhynchus, con fragmento de La República

La obra de Platón está escrita en forma de diálogos y puede dividirse en cuatro etapas:

1. Primeros diálogos o diálogos socráticos o de juventud. Se caracterizan por


sus preocupaciones éticas. Están plenamente influidos por Sócrates. Las más
destacadas son: Apología, Ion, Critón, Protágoras, Laques, Trasímaco, Lisis,
Cármides y Eutifrón.
2. Época de transición. Esta fase se caracteriza también por cuestiones políticas,
además, aparece un primer esbozo de la Teoría de la reminiscencia y trata sobre
la filosofía del lenguaje. Destacan: Gorgias, Menón, Eutidemo, Hipias Menor,
Crátilo, Hipias Mayor y Menéxeno.
3. Época de madurez o diálogos críticos. Platón introduce explícitamente la
Teoría de las Ideas recién en esta fase y desarrolla con más detalle la de la
reminiscencia. Igualmente se trata de distintos mitos. Destacan: El Banquete,
Fedón, República y Fedro.
4. Diálogo de vejez o diálogos críticos. En esta fase revisa sus ideas anteriores e
introduce temas sobre la naturaleza y la medicina. Destacan: Teeteto,
Parménides, Sofista, Político, Filebo, Timeo, Critias, Leyes y Epínomis.

Los personajes de los diálogos son generalmente personajes históricos, como Sócrates,
Parménides o Gorgias, aunque a veces también aparecen algunos de los que no se tiene
ningún registro histórico aparte del testimonio platónico. Cabe destacar, además, que si
bien en muchos diálogos aparecen discípulos de Sócrates, Platón no aparece nunca
como personaje. Solamente es nombrado en Apología de Sócrates y en Fedón, pero
nunca aparece discutiendo con su maestro ni con ningún otro.

En la actualidad se cree que Platón escribió cuarenta y dos diálogos, recopilados por sus
discípulos y otros escritores contemporáneos (que también escribieron sobre él).
Además de los diálogos, se conservan algunas cartas que Platón supuestamente escribió
en sus años de vejez. Si bien el carácter de algunas de ellas es apócrifo, otras, como la
Carta Séptima, son consideradas auténticas y resultan muy importantes para reconstruir
parte de la vida y el pensamiento ulterior de Platón.

Su teoría más conocida es la de las Ideas o Formas. En ella se sostiene que todos los
entes del mundo sensible son imperfectos y deficientes, y participan de otros entes,
perfectos y autónomos (Ideas) de carácter ontológico muy superior y de los cuales son
pálida copia, que no son perceptibles mediante los sentidos. Cada Idea es única e
inmutable, mientras que, las cosas del mundo sensible son múltiples y cambiantes. La
contraposición entre la realidad y el conocimiento es descrita por Platón en el célebre
mito de la caverna, en La República. Para Platón, la única forma de acceder a la realidad
inteligible era mediante la razón y el entendimiento; el papel de los sentidos queda
relegado y se considera engañoso.

Es importante resaltar que la dicotomía entre un mundo inteligible y otro mundo


sensible es más bien un recurso pedagógico que suele usarse para ilustrar la diferencia
ontológica entre los entes inteligibles y los sensibles. En el Timeo menciona también lo
que ahora conocemos como los sólidos platónicos.

Temas [editar]

A diferencia de Sócrates, Platón escribió profusamente acerca de sus puntos de vista


filosóficos, dejando un considerable número de manuscritos como legado.

En las escrituras de Platón se pueden ver conceptos acerca de la mejor forma de


gobierno, incluyendo la aristocracia, democracia y monarquía. Un tema central de su
obra es el conflicto entre la naturaleza y las creencias de la época concernientes al rol de
la herencia y del medio ambiente en el desarrollo de la personalidad y la inteligencia del
hombre mucho antes que el debate sobre la naturaleza y la crianza del Hombre
comenzara en la época de Thomas Hobbes y John Locke.

Otro tema que trató Platón profusamente fue la dicotomía entre el saber y la opinión,
que anticipaba los debates más modernos entre empirismo y racionalismo, y que
posteriormente trataron los post-modernistas y su oponentes al argüir sobre la distinción
entre objetivo y subjetivo.

Por otra parte, la historia de la ciudad y la isla (o quizá península o delta de un gran río,
del griego nēsos,νησος) perdida de la Atlántida nos llegó como una «Historia
Verdadera» a través de sus obras Timeo y Critias, pues el mismo Platón usa la
expresión griega «Alêthinon Logon», que en aquellos tiempos se usaba para denominar
a una «historia que era verdadera», y como tal es traducida en todas las versiones latinas
de dichos diálogos, o sea, "veram historiam", en franca contraposición al mito (gri.
Mithos) o cuento fabulado.

Formas y bases [editar]

Platón escribió principalmente en forma de diálogo. En sus primeras obras, diferentes


personajes discuten un tema haciéndose preguntas. Sócrates figura como personaje
prominente, y por eso se denominan "Diálogos Socráticos".

La naturaleza de estos diálogos cambió sustancialmente en el curso de la vida de Platón.


Es reconocido generalmente que las primeras obras de Platón estaban basadas en el
pensamiento de Sócrates, mientras que las posteriores se van alejando de las ideas de su
antiguo maestro. En los últimos diálogos, que más bien tienen la forma de tratados,
Sócrates está callado o ausente, mientras que en los inmediatamente anteriores es la
figura principal y los interlocutores se limitan a responder “sí”, “por supuesto” y “muy
cierto”. Se estima que si bien los primeros diálogos están basados en conversaciones
reales con Sócrates, los posteriores son ya la obra e ideas de Platón.

La ostensible puesta en escena de un diálogo distancia a Platón de sus lectores de la


filosofía que se está discutiendo; uno puede elegir dos opciones de percepción; una es
participar en el diálogo y las ideas que se discuten, o simplemente leer las respuestas de
las personalidades que intervienen en el diálogo.

La estructura en forma de diálogo permitió a Platón expresar opiniones impopulares en


boca de personajes antipáticos, tales como Thraysymachus en La República.

Metafísica [editar]

Platón en su alusión al Mundo de las ideas.

Se ha interpretado tradicionalmente el Platonismo como una forma de dualismo


metafísico, a veces referido como Realismo Platónico o Exagerado. De acuerdo a esto,
la metafísica de Platón divide al mundo en dos distintos aspectos; el mundo inteligible
—el mundo del auténtico ser—, y el mundo que vemos alrededor nuestro en forma
perceptiva —el mundo de la mera apariencia—. El mundo perceptible consiste en una
copia de las formas inteligibles o Ideas. Estas formas no cambian y sólo son
comprensibles a través del intelecto o entendimiento – es decir, la capacidad de pensar
las cosas abstrayéndolas de como se nos dan a los sentidos. En los Libros VI y VII de la
República, Platón utiliza diversas metáforas para explicar sus ideas metafísicas y
epistemológicas:las metáforas del sol, la muy conocida "alegoría de la caverna" y, la
más explícita, la de la línea dividida.

En su conjunto, estas metáforas transmiten teorías complejas y difíciles; está, por


ejemplo, la Idea del Bien, a la que tiene como principio de todo ser y de todo conocer.
La Idea de Bien realiza esto en la manera similar que el sol emana luz y permite la
visión de las cosas y la generación de éstas en el mundo perceptivo (ver la alegoría del
sol).

En el mundo perceptivo, las cosas que vemos a nuestro alrededor no son sino una ligera
resemblanza con las formas más reales y fundamentales que representa el mundo
inteligible de Platón. Es como si viéramos una sombra de las cosas, sin ver las cosas
mismas; estas sombras son una representación de la realidad, pero no la realidad misma
(ver mito de la caverna en "La República", libro VII).
A pesar de muchas críticas sobre su supuesto 'dualismo', Platón se refiere a un único
universo. A modo pedagógico desdobla el universo en dos y, como quien saca una foto
de un paisaje, describe una realidad compleja en dos dimensiones: su línea donde
asienta la parte del universo que el ser humano puede percibir por los sentidos y la parte
del universo que actúa como causa del anterior y que el ser humano puede aprehender
por medio de la hipótesis de la hipótesis superior. Así, quien mira el paisaje se dará
cuenta que es imposible que el paisaje 'sea' meramente lo que la fotografía muestra.

En el primer segmento de esta línea asienta los objetos que son perceptibles por los
sentidos y a la vez los divide en dos clases y refiere para cada tipo de objeto una forma
(u operación) en que el alma conoce estos objetos. La primera son las imágenes o
sombras que se desprenden de los objetos físicos imágenes de las que se puede obtener
un conocimiento casi nulo, por tanto, el ser humano imagina qué pueden ser estas
sombras. En la segunda división de este primer segmento asienta a los objetos físicos
que tienen una doble papel, son generados por lo que llamará seres inteligibles
inferiores y superiores a la vez que con otros elementos (i.e. la luz) generan las sombras.
A estos corresponde la operación de la creencia porque al estar en constante cambio por
estar sujetos al tiempo y al espacio nunca 'son'.

En el segundo segmento de la línea Platón asienta los objetos que sin poderse percibir
por los sentidos son percibidos por el alma y son los generadores de los que se
encontraban en el primer segmento de la línea y también la divide en dos. En la primera
parte de este segudo segmento asienta los seres inteligibles inferiores, los principios
matemáticos y geométricos. Estos entes todavía guardan algún tipo de relación con la
parte del universo sensible porque se los puede representar (i.e. un cuadrado, el número
4, lo impar respecto de lo par, etc.); la operación que realiza el alma para aprehender
estos conceptos es el entendimiento. En la última parte, asienta los seres inteligibles
superiores, aquellas ideas que solo pueden ser definidas por otras y que de ninguna
manera pueden ser representadas para la percepción sensorial (i.e. la justicia, la virtud,
el valor, etc.); para comprenderlos el alma se dispone hacia ellos utilizando la
inteligencia.

Así para la primera sección Platón entendió que la imaginación y la creencia, es decir,
la mera descripción de lo que se percibe, puede dar como resultado una opinión. Sin
embargo el entendimiento y la inteligencia son para Platón aquellas operaciones de las
que se obtiene el conocimiento.

La metafísica de Platón, y particularmente el dualismo entre lo inteligible y lo


perceptivo, inspiró posteriormente a los pensadores Neoplatónicos, tales como Plotino y
Gnostis, y a otros realistas metafísicos. Padres del cristianismo, como Agustín de
Hipona, también fueron muy influenciados por su filosofía.

Si bien las interpretaciones de las escrituras de Platón (particularmente la "República")


han tenido una inmensa popularidad en la larga historia de la filosofía occidental,
también es posible interpretar sus ideas en una forma más conservadora que favorece la
lectura desde un punto de vista epistemológico más que metafísico como sería el caso
de la metáfora de la Cueva y la Línea Dividida (ahora bien, también hay autores
importantes que hablan de la necesidad de realizar una interpretación fenomenológica
sobre Platón para lograr ver al autor más allá de las capas históricas que lo incubren
debido a sus otras interpretaciones menos afortunadas). Existen obvios paralelos entre la
alegoría de la Cueva y la vida del maestro de Platón, Sócrates, quien fue ejecutado en su
intención de abrir los ojos a los atenienses. Este ejemplo revela la dramática
complejidad que frecuentemente se encuentra bajo la superficie de los escritos de Platón
(no hay que olvidar que en la República, quien narra la historia es Sócrates).

Epistemología [editar]

Las opiniones de Platón también tuvieron mucha influencia en la naturaleza del


conocimiento y la enseñanza las cuales propuso en el Menón, el cual comienza con la
pregunta acerca de si la virtud puede ser enseñada y procede a exponer los conceptos de
la memoria y el aprendizaje como un descubrimiento de conocimientos previos y
opiniones correctas que son correctas pero no tienen una clara justificación.

Platón afirmaba que el conocimiento estaba basado esencialmente en creencias


verdaderas justificadas; una creencia influyente que llevó al desarrollo más adelante de
la epistemología. En el Theaetetus, Platón distingue entre la creencia y el conocimiento
por medio de la justificación. Muchos años después. Edmund Gettier demostraría los
problemas de las creencias verdaderas justificadas en el contexto del conocimiento.

El Estado [editar]

Las ideas filosóficas de Platón tuvieron muchas implicaciones sociales, particularmente


en cuanto al estado o gobierno ideal. Hay discrepancias entre sus ideas iniciales y las
que expuso posteriormente. Algunas de sus más famosa doctrinas están expuestas en la
República.

Platón decía que las sociedades debieran tener una estructura tripartita de clases la cual
respondía a una estructura según el apetito, espíritu y razón del alma de cada individuo:

 Artesanos o labradores – Los trabajadores correspondían a la parte de “apetito”


del alma.
 Guerreros o guardianes – Los guerreros aventureros, fuertes, valientes y que
formaban el “espíritu” del alma.
 Gobernantes o filósofos – Aquellos que eran inteligentes, racionales, apropiados
para tomar decisiones para la comunidad. Estos formaban la “razón” del alma.

De acuerdo con este modelo, los principios de la democracia ateniense, como existía en
aquella época, eran rechazados en esta idea y muy pocos estaban en capacidad de
gobernar. En lugar de retórica y persuasión, Platón dice que la razón y la sabiduría son
las que deben gobernar. Esto no equivale a tiranía, despotismo u oligarquía. Como
Platón decía:

Hasta que los filósofos gobiernen como reyes o, aquellos que ahora son llamados reyes
y los dirigentes o líderes, puedan filosofar debidamente, es decir, hasta tanto el poder
político y el filosófico concuerden, mientras que las diferentes naturalezas busquen solo
uno solo de estos poderes exclusivamente, las ciudades no tendrán paz, ni tampoco la
raza humana en general.

Platón describe a estos “reyes filósofos” como aquellos que “aman ver la verdad esté
donde esté con los medios que se disponen” y soporta su idea con la analogía de un
capitán y su navío o un médico y su medicina. Navegar y curar no son prácticas que
todo el mundo esté calificado para hacerlas por naturaleza. Gran parte de La República
está dedicada a indicar el proceso educacional necesario para producir estos “filósofos
reyes”.

Se debe mencionar, sin embargo, que la idea de la ciudad que se describe en La


República la califica Sócrates como una ciudad ideal, la cual se examina para
determinar la forma como la injusticia y la justicia se desarrollan en una ciudad. De
acuerdo a Sócrates, la ciudad “verdadera” y “sana” es la que se describe en el libro II de
La República, que contiene trabajadores, pero no tiene los reyes-filósofos, ni poetas ni
guerreros.

Platón

(- 428 a - 347)

La filosofía platónica

Platón es el primer gran filósofo ateniense que nos deja una amplia obra escrita.
Discípulo del polémico Sócrates y creador de la Academia, que mantendrá su actividad
hasta el s. VI de nuestra era, (el año 529 serán cerradas todas las escuelas filosóficas
por orden de Justiniano), su pensamiento ejercerá una gran influencia en el desarrollo
de la filosofía.

Qué hay en webdianoia sobre Platón

En las páginas dedicadas a Platón encontrarás, en la primera sección, "Biografía", (a la que puedes
acceder a través del enlace "Biografía" situado en la cabecera de cada página), una breve
exposición de los principales acontecimientos de su vida, en la que se destacan algunos de los
momentos significativos relacionados con su actividad filosófica.

En la segunda sección se expone la relación de las principales obras de Platón.

En la tercera sección, dedicada a su pensamiento, "Filosofía", encontrarás una exposición de los


principales aspectos de su pensamiento: teoría de las Ideas (en dos secciones: la Teoría de las
Ideas y la revisión crítica de la Teoría de las Ideas), cosmología, antropología y psicología (en cinco
secciones: el alma en la tradición griega y en Platón, la inmortalidad del alma en el "Menón", la
inmortalidad y simplicidad del alma en el "Fedón", la inmortalidad del alma en el "Fedro", y el alma
en la "República" y en el "Timeo"), teoría del conocimiento (en dos seciones: el análisis del
conocimiento en Platón y la teoría platónica del conocimiento), sociedad y política (en tres
secciones: la naturaleza social del ser humano, las clases sociales en la República, y la educación y
el gobierno en la República), y ética.

En la cuarta sección, "Textos", encontrarás una breve selección de fragmentos de obras de Platón,
con el objeto de que puedas reconocer su estilo y familiarizarte con su vocabulario. Encontrarás,
además, enlaces a algunos sitios de internet donde te ofrecen la posibilidad de acceder
gratuitamente a traducciones de obras completas de Platón en distintos idiomas.

En la quinta sección, "Ejercicios", te proponemos realizar algunos ejercicios, (de tipo test, o
completar frases, etc.), que te pueden servir como referencia para una sencilla autoevaluación, así
como otros ejercicios (sobre alguno de los fragmentos del autor propuestos en la sección "Textos")
para que puedas desarrollar tus destrezas en el análisis de textos filosóficos y en la elaboración de
juicios críticos sobre el pensamiento de Platón. (En la sección "Cómo estudiar" encontrarás
orientaciones metodológicas para la realización de resúmenes, análisis y comentarios de textos
filosóficos).

En la sexta y última sección, "Curiosidades", se ofrecen algunas anécdotas o noticias recogidas en


la antigüedad o en épocas recientes, que ilustran algunas peculiaridades de los tiempos en que vivió
Platón, o algún rasgo de su personalidad, con probabilidad no totalmente ajeno a su quehacer
filosófico.

Por lo demás, si tienes dificultades con la terminología utilizada por Platón, en la sección " Glosario
filosófico" podrás encontrar definiciones de algunos términos técnicos propios del vocabulario
platónico.

Introducción
Platón (c. 428-c. 347 a.C.), filósofo griego, uno de los pensadores más
originales e influyentes en toda la historia de la filosofía occidental.La figura de
Platón resulta indispensable para la comprensión de la historia del pensamiento
occidental. El objetivo de la filosofía, así como la propia esencia del filósofo en el
sistema platónico, son los temas que aborda Emile Bréhier en el siguiente texto.
Lo que constituye la unidad de todas estas formas, lo que, de algún modo, las
necesita, es el deseo de determinar el puesto del filósofo en la ciudad y su misión
moral y social. En la Grecia de aquel entonces, el filósofo no se definió jamás por
comparación con los demás tipos de especulación, científicos o religiosos, sino
más bien por su relación y sus diferencias con el orador, el sofista y el político.
La filosofía es el descubrimiento de una nueva forma de vida intelectual que, por
lo demás, no puede separarse de la vida social. Los diálogos nos describen esa
vida y, con ella, los dramas y comedias que de ella han surgido. En ciertos
aspectos, esa filosofía chocaba con las costumbres sólidamente implantadas en
la Grecia de la época, y era inevitable que se produjesen conflictos, cuya
consecuencia trágica fue la muerte de Sócrates.
¿Que es el filósofo? Platón ofrece muchas descripciones. En el Fedón (64 e ss.)
es el hombre que se ha purificado de las taras del cuerpo, que no vive más que
para el alma y no teme a la muerte, puesto que, ya en esta vida, su alma está
separada del cuerpo. En el Teeteto (172 c-177 c) es el hombre torpe y poco
diestro en sus relaciones con los hombres, que no encontrará nunca su puesto
en la sociedad humana y carecerá de influencia en la ciudad. En la República, es
el jefe de la ciudad y es precisamente él quien, en las Leyes (X, 909 a), se
convierte en esa especie de inquisidor que, deseando «la salvación del alma» de
los ciudadanos, impone a los habitantes de la ciudad la creencia en los dioses de
la misma bajo la amenaza de prisión perpetua. Es, por fin, el entusiasta e
inspirado del Fedro (224 a ss.) y del Banquete (210 a). En esas descripciones
sucesivas hay dos rasgos dominantes que parecen contradecirse; por una parte,
el filósofo debe «huir de aquí», purificarse, vivir en contacto con realidades que
el sofista o el político ignoran; por otra parte, debe construir la ciudad justa,
cuyas relaciones sociales reflejen las relaciones exactas y rigurosas que
constituyen el objeto de la ciencia. El filósofo es, por una parte, el sabio retirado
del mundo y, por otra, el sabio y justo, el verdadero político que da leyes a la
ciudad. El propio Platón ¿no fue, a la vez, fundador de la Academia, amigo de
los matemáticos y astrónomos y, por otra parte, consejero de Dión y de Dionisio,
el tirano? Además, si como filósofo fue el inventor o promotor de una lógica
rigurosa, también fue el inspirado cuyo espíritu permanecería estéril sin el
impulso de Eros, y que no podría engendrar sino en lo bello; la discusión
razonada se desdobla en una dialéctica del amor que se traduce en efusiones
líricas y contemplaciones místicas. Sabio y místico, filósofo y político, son rasgos
generalmente separados y que no volveremos a encontrar unidos, a través de
esta historia, sino en algunos grandes reformadores del siglo XIX. Por eso es
importantísimo comprender bien lo que constituye su vínculo de unión.
2. Vida  
Originalmente llamado Aristocles, Platón (apodo que recibió por el significado
de este término en griego, ‘el de anchas espaldas’) nació en el seno de una
familia aristocrática en Atenas. Su padre, Aristón, era, al parecer, descendiente
de los primeros reyes de Atenas, mientras que su madre, Perictione, descendía
de Dropides, perteneciente a la familia del legislador del siglo VI a.C. Solón. Su
padre falleció cuando él era aún un niño y su madre se volvió a casar con
Pirilampes, colaborador del estadista Pericles. De joven, Platón tuvo ambiciones
políticas pero se desilusionó con los gobernantes de Atenas. Más tarde fue
discípulo de Sócrates, aceptó su filosofía y su forma dialéctica de debate: la
obtención de la verdad mediante preguntas, respuestas y más preguntas.
Aunque se trata de un episodio muy discutido, que algunos estudiosos
consideran una metáfora literaria sobre el poder, Platón fue testigo de la muerte
de Sócrates durante el régimen democrático ateniense en el año 399 a.C.
Temiendo tal vez por su vida, abandonó Atenas algún tiempo y viajó a Megara y
Siracusa.
En el 387 a.C. Platón fundó en Atenas la Academia, institución a menudo
considerada como la primera universidad europea. Ofrecía un amplio plan de
estudios, que incluía materias como Astronomía, Biología, Matemáticas, Teoría
Política y Filosofía. Aristóteles fue su alumno más destacado.
Con la intención de conjugar la filosofía y la posibilidad de aplicar reformas
políticas viajó a Sicilia en el año 367 a.C., para convertirse en tutor del nuevo
tirano de Siracusa, Dionisio II el Joven. El experimento fracasó. Platón todavía
realizó un tercer viaje a Siracusa en el 361 a.C., pero una vez más su
participación en los acontecimientos sicilianos tuvo poco éxito. Pasó los últimos
años de su vida impartiendo conferencias en la Academia y escribiendo. Falleció
en Atenas a una edad próxima a los 80 años, posiblemente en el año 348 o
347 a.C.
3.Obra  
Los escritos de Platón adoptaban la forma de diálogos, a través de las cuales se
exponían, se discutían y se criticaban ideas filosóficas en el contexto de una
conversación o un debate en el que participaban dos o más interlocutores. El
primer grupo de escritos de Platón incluye 35 diálogos y 13 cartas. Se ha
cuestionado la autenticidad de algunos diálogos y de la mayoría de las cartas.
3.1 .Primeros diálogos  Los diálogos platónicos pueden ser divididos en cuatro
etapas de composición. La primera representa el intento de Platón de comunicar
la filosofía y el estilo dialéctico de Sócrates. Algunos de esos diálogos tienen el
mismo argumento. Sócrates se encuentra con alguien que dice saber mucho, él
manifiesta ser ignorante y pide ayuda al que afirma saber. Sin embargo,
conforme Sócrates empieza a hacer preguntas, se hace patente que quien se dice
sabio realmente no sabe lo que afirma saber y que Sócrates aparece como el más
sabio de los dos personajes porque, por lo menos, él sabe que no sabe nada. Ese
conocimiento, por supuesto, es el principio de la sabiduría. Dentro de este grupo
de diálogos se encuentran Eutifrón (una consideración sobre la naturaleza de la
piedad y la religión), Laques (una búsqueda del significado del valor), Cármides
(un intento por definir la templanza), la Apología de Sócrates (donde narra la
defensa que de sí mismo ejerció Sócrates en el juicio que le condujo a la muerte)
y Protágoras (una defensa de la tesis de que la virtud es conocimiento y que es
posible aprenderla).
3.2. Diálogos de transición, madurez y vejez  Los diálogos de los periodos
intermedio y último de la vida de Platón reflejan su propia evolución filosófica.
Las ideas de esas obras se atribuyen al propio Platón, aunque Sócrates sigue
siendo el personaje principal en muchas de ellas. Los escritos del periodo de
transición abarcan, entre otros diálogos, Gorgias (una reflexión sobre distintas
cuestiones éticas), Menón (una discusión sobre la naturaleza del conocimiento),
Lisis (una discusión sobre la amistad) y el libro I de La República (una discusión
sobre la justicia).
Entre sus diálogos de madurez cabe citar El Banquete (destacada realización
dramática de Platón que contiene varios discursos sobre la belleza y el amor),
Crátilo (sobre el lenguaje), Fedón (escena de la muerte de Sócrates, en la que
discute sobre la teoría de las ideas, la naturaleza del alma y la cuestión de la
inmortalidad), Fedro (sobre la belleza y el amor) y los libros II al X de La
República (que constituyen una detallada discusión sobre la naturaleza de la
justicia).
Entre los trabajos del periodo de vejez se encuentran Teeteto (una negación de
que el conocimiento tiene que ser identificado con el sentido de percepción),
Parménides (una evaluación crítica de la teoría de las ideas), El Sofista (una
reflexión posterior sobre las ideas o las formas), Filebo (discusión sobre la
relación entre el placer y el bien), Timeo (ideas de Platón sobre las ciencias
naturales y la cosmología) y Las Leyes (un análisis más práctico de las
cuestiones políticas y sociales).
4.Teoría de las ideas  
El centro de la filosofía de Platón lo constituye su teoría de las formas o de las
ideas. En el fondo, su idea del conocimiento, su teoría ética, su psicología, su
concepto del Estado y su concepción del arte deben ser entendidos a partir de
dicha perspectiva.
4.1. Teoría del conocimiento  La teoría de las ideas de Platón y su teoría del
conocimiento están tan interrelacionadas que deben ser tratadas de forma
conjunta. Influido por Sócrates, Platón estaba persuadido de que el
conocimiento se puede alcanzar. También estaba convencido de dos
características esenciales del conocimiento. Primera, el conocimiento debe ser
certero e infalible. Segunda, el conocimiento debe tener como objeto lo que es
en verdad real, en contraste con lo que lo es sólo en apariencia. Ya que para
Platón lo que es real tiene que ser fijo, permanente e inmutable, identificó lo
real con la esfera ideal de la existencia en oposición al mundo físico del devenir.
Una consecuencia de este planteamiento fue su rechazo del empirismo, la
afirmación de que todo conocimiento se deriva de la experiencia. Pensaba que
las proposiciones derivadas de la experiencia tienen, a lo sumo, un grado de
probabilidad. No son ciertas. Más aun, los objetos de la experiencia son
fenómenos cambiantes del mundo físico, por lo tanto los objetos de la
experiencia no son objetos propios del conocimiento.
La teoría del conocimiento de Platón quedó expuesta principalmente en La
República, en concreto en su discusión sobre la imagen de la línea divisible y el
mito de la caverna. En la primera, Platón distingue entre dos niveles de saber:
opinión y conocimiento. Las declaraciones o afirmaciones sobre el mundo físico
o visible, incluyendo las observaciones y proposiciones de la ciencia, son sólo
opinión. Algunas de estas opiniones están bien fundamentadas y otras no, pero
ninguna de ellas debe ser entendida como conocimiento verdadero. El punto
más alto del saber es el conocimiento, porque concierne a la razón en vez de a la
experiencia. La razón, utilizada de la forma debida, conduce a ideas que son
ciertas y los objetos de esas ideas racionales son los universales verdaderos, las
formas eternas o sustancias que constituyen el mundo real.
El mito de la caverna describe a personas encadenadas en la parte más profunda
de una caverna. Atados de cara a la pared, su visión está limitada y por lo tanto
no pueden distinguir a nadie. Lo único que se ve es la pared de la caverna sobre
la que se reflejan modelos o estatuas de animales y objetos que pasan delante de
una gran hoguera resplandeciente. Uno de los individuos huye y sale a la luz del
día. Con la ayuda del Sol, esta persona ve por primera vez el mundo real y
regresa a la caverna diciendo que las únicas cosas que han visto hasta ese
momento son sombras y apariencias y que el mundo real les espera en el
exterior si quieren liberarse de sus ataduras. El mundo de sombras de la caverna
simboliza para Platón el mundo físico de las apariencias. La escapada al mundo
soleado que se encuentra en el exterior de la caverna simboliza la transición
hacia el mundo real, el universo de la existencia plena y perfecta, que es el
objeto propio del conocimiento.
4.2. Naturaleza de las ideas  La teoría de las ideas se puede entender mejor en
términos de entidades matemáticas. Un círculo, por ejemplo, se define como
una figura plana compuesta por una serie de puntos, todos equidistantes de un
mismo lugar. Sin embargo, nadie ha visto en realidad esa figura.
Lo que la gente ha visto son figuras trazadas que resultan aproximaciones más o
menos acertadas del círculo ideal. De hecho, cuando los matemáticos definen un
círculo, los puntos mencionados no son espaciales, sino lógicos. No ocupan
espacio. No obstante, aunque la forma de un círculo no se ha visto nunca —y no
se podrá ver jamás— los matemáticos y otros sí saben lo que es. Para Platón, por
lo tanto, la forma de círculo existe, pero no en el mundo físico del espacio y del
tiempo. Existe como un objeto inmutable en el ámbito de las ideas, que sólo
puede ser conocido mediante la razón. Las ideas tienen mayor entidad que los
objetos en el mundo físico tanto por su perfección y estabilidad como por el
hecho de ser modelos, semejanzas que dan a los objetos físicos comunes lo que
tienen de realidad. Las formas circular, cuadrada y triangular son excelentes
ejemplos de lo que Platón entiende por idea. Un objeto que existe en el mundo
físico puede ser llamado círculo, cuadrado o triángulo porque se parece
("participa de" en palabras de Platón) a la idea de círculo, cuadrado o triángulo.
Platón hizo extensiva su teoría más allá del campo de las matemáticas. En
realidad, estaba más interesado en su aplicación en la esfera de la ética social.
La teoría era su forma de explicar cómo el mismo término universal puede
referirse a muchas cosas o acontecimientos particulares. La palabra justicia, por
ejemplo, puede aplicarse a centenares de acciones concretas porque esos actos
tienen algo en común, se parecen a, participan de, la idea de justicia. Una
persona es humana porque se parece a, o participa de, la idea de humanidad. Si
humanidad se define en términos de ser un animal racional, entonces una
persona es humana porque es racional. Un acto particular puede considerarse
valeroso o cobarde porque participa de esa idea. Un objeto es bonito porque
participa de la idea, o forma, de belleza. Por lo tanto, cada cosa en el mundo del
espacio y el tiempo es lo que es en virtud de su parecido con su idea universal.
La habilidad para definir el término universal es la prueba de que se ha
conseguido dominar la idea a la que ese universal hace referencia.
Platón concibió las ideas de manera jerárquica: la idea suprema es la de Dios
que, como el Sol en el mito de la caverna, ilumina todas las demás ideas. La idea
de Dios representa el paso de Platón en la dirección de un principio último de
explicación. En el fondo, la teoría de las ideas está destinada a explicar el
camino por el que uno alcanza el conocimiento y también cómo las cosas han
llegado a ser lo que son. En lenguaje filosófico, la teoría de las ideas de Platón es
tanto una tesis epistemológica (teoría del conocimiento) como una tesis
ontológica (teoría del ser).
5.Teoría política  
La República, la mayor obra política de Platón, trata de la cuestión de la justicia
y por lo tanto de las preguntas ¿qué es un Estado justo? y ¿quién es un individuo
justo?
El Estado ideal, según Platón, se compone de tres clases. La estructura
económica del Estado reposa en la clase de los comerciantes. La seguridad, en
los militares, y el liderazgo político es asumido por los reyes-filósofos. La clase
de una persona viene determinada por un proceso educativo que empieza en el
nacimiento y continúa hasta que esa persona ha alcanzado el máximo grado de
educación compatible con sus intereses y habilidades. Los que completan todo
el proceso educacional se convierten en reyes-filósofos. Son aquellos cuyas
mentes se han desarrollado tanto que son capaces de entender las ideas y, por lo
tanto, toman las decisiones más sabias. En realidad, el sistema educacional ideal
de Platón está, ante todo, estructurado para producir reyes-filósofos.
Asoció las virtudes tradicionales griegas con la estructura de clase del Estado
ideal. La templanza es la única virtud de la clase artesana, el valor es la virtud de
la clase militar y la sabiduría caracteriza a los gobernantes. La justicia, la cuarta
virtud, caracteriza a la sociedad en su conjunto. El Estado justo es aquel en el
que cada clase debe llevar a cabo su propia función sin entrar en las actividades
de las demás clases.
Platón aplicó al análisis del alma humana un esquema semejante: la racional, la
voluntad y los apetitos. Una persona justa es aquella cuyo elemento racional,
ayudado por la voluntad, controla los apetitos. Existe una evidente analogía con
la estructura del Estado anterior, en la que los reyes-filósofos, ayudados por los
soldados, gobiernan al resto de la sociedad.
6.Ética  
La teoría ética de Platón descansa en la suposición de que la virtud es
conocimiento y que éste puede ser aprendido. Dicha doctrina debe entenderse
en el conjunto de su teoría de las ideas. Como ya se ha dicho, la idea última para
Platón es la idea de Dios, y el conocimiento de esa idea es la guía en el trance de
adoptar una decisión moral. Mantenía que conocer a Dios es hacer el bien. La
consecuencia de esto es que aquel que se comporta de forma inmoral lo hace
desde la ignorancia. Esta conclusión se deriva de su certidumbre de que una
persona virtuosa es realmente feliz y como los individuos siempre desean su
propia felicidad, siempre ansían hacer aquello que es moral.
7.Arte  
Platón tenía una idea antagónica del arte y del artista aunque aprobara algunos
tipos de arte religioso y moralista. Su enfoque tiene que ver una vez más con su
teoría de las ideas. Una flor bonita, por ejemplo, es una copia o imitación de las
ideas universales de flor y belleza. La flor física es una reproducción de la
realidad, es decir, de las ideas. Un cuadro de la flor es, por lo tanto, una
reproducción secundaria de la realidad. Esto también significa que el artista es
una reproducción de segundo orden del conocimiento y, en realidad, la crítica
frecuente de Platón hacia los artistas era que carecían de un conocimiento
verdadero de lo que estaban haciendo. La creación artística, observó, parecía
tener sus raíces en una inspirada locura.
8.Influencia  
La influencia de Platón a través de la historia de la filosofía ha sido inmensa. Su
Academia existió hasta el año 529, en que fue cerrada por orden del emperador
bizantino Justiniano I, que se oponía a la difusión de sus enseñanzas paganas.
El impacto de Platón en el pensamiento judío es obvio en la obra del filósofo
alejandrino del siglo I Filón de Alejandría. El neoplatonismo, fundado en el siglo
III por el filósofo Plotino, supuso un importante desarrollo posterior de las ideas
de Platón. Los teólogos Clemente de Alejandría, Orígenes y san Agustín de
Hipona fueron los primeros exponentes cristianos de una perspectiva platónica.
Las ideas platónicas tuvieron un papel crucial en el desarrollo del cristianismo y
también en el pensamiento islámico medieval.
Durante el renacimiento, el primer centro de influencia platónica fue la
Academia Florentina, fundada en el siglo XV cerca de Florencia. Bajo la
dirección de Marsilio Ficino, sus miembros estudiaron a Platón en griego
antiguo. En Inglaterra, el platonismo fue recuperado en el siglo XVII por Ralph
Cudworth y otros que se dieron a conocer como la Escuela de Cambridge. La
influencia de Platón ha llegado hasta el siglo XX de la mano de pensadores
como Alfred North Whitehead, que una vez le rindió tributo al describir la
filosofía como una simple "serie de anotaciones de Platón".
Adicionales: período, clasificación y obras
Lecciones sobre Platón.
Felipe Giménez. Profesor de filosofía de IES.

Gnoseología.

1. La teoría de las Ideas.

Platón (-427 - -347) afirma que hay una dualidad ontológica y gnoseológica fundamental. Hay
dos órdenes ontológicos diferentes por completo y por tanto, dos órdenes gnoseológicos también
igualmente diferentes por completo: el kosmos noetós o mundo inteligible y el kosmos aisthetós
o horatós o mundo visible o sensible.

El mundo inteligible consta de esencias eidéticas o Ideas. Las Ideas son esencias, esto es,
aquello que hace que una cosa sea lo que es, la determinación en sí de cada cosa. La Idea de
Belleza es aquello por lo cual las cosas son bellas.

El mundo sensible, por el contrario, es mudable, es el lugar del nacimiento y la corrupción, del
devenir, es el mundo de la contingencia, del cambio.

Las Ideas existen trascendentemente, son sustancias separadas de los objetos que percibimos
sensorialmente. Son entidades que poseen existencia real e independiente: cada Idea es una
"substancia" (ousía), algo que existe en sí como realidad trascendente y no inmanente a las
cosas.

La teoría implica una duplicación ontológica.

Cada Idea es única, eterna e inmutable, atópica y acrónica. Las realidades no son corpóreas ni
tampoco pueden ser conocidas por la percepción sensorial. Sólo pueden ser conocidas por la
inteligencia o por intuición intelectual (noesis).

Se plantea siempre en Platón el problema de la relación entre las Ideas y los objetos sensibles
de nuestra experiencia cotidiana. La relación puede ser de participación o de imitación.

La relación entre las Ideas puede ser de comunicación (koinonía) y combinación o


ensortijamiento (symploké). Esta comunicación no es de todas con todas. Ni todas las Ideas
están en conexión con todas ni todas están desconectadas respecto de todas.

2. Reminiscencia y amor.

¿Cómo es posible el conocimiento si vivimos en lo sensible? Si lo sensible nada tiene que ver
con lo inteligible ¿Cómo se puede mediar entre ambas realidades? Hay tres puntos que pueden
ayudar a entender y solucionar este problema:
a) La relación de mímesis o methexis entre lo sensible y lo inteligible. b) El alma y su carácter
intermedio entre ambos mundos. c) Las Ideas y su dialéctica eidética. Las Ideas tienen symploké
entre sí.

En el diálogo "Menón" aparece el tema de la reminiscencia y se afirma la tesis de que aprender


es recordar. Esta teoría de la reminiscencia vuelve a aparecer de nuevo en el "Fedón" y en el
"Fedro". En estos dos últimos diálogos se añaden dos precisiones importantes. 1ª El alma
conoció las Ideas en una existencia anterior separada del cuerpo y que ese conocimiento fue
posible porque el alma es ideal, pertenece al mundo de las Ideas, 2ª que dado que las cosas
"imitan" a las ideas, el conocimiento sensible sirve como ocasión para el recuerdo (anámnesis),
el cual sirve, a su vez, para reducir a la unidad de la Idea la multiplicidad de las sensaciones.

Como conocer es recordar, de aquí se derivan las siguientes consecuencias en materia de


educación: "hemos de rechazar la concepción de la educación profesada por aquellos que dicen
que pueden introducir en la mente un conocimiento que antes no estaba allí...nuestra
argumentación indica que esta capacidad [de llegar a las verdades últimas] es innata en la mente
de todos los hombres."

La dialéctica se convierte en la "República" en la ciencia suprema. En el libro VII de la República


aparece la exposición platónica de los grados de conocimiento en relación con los grados del
ser. Platón allí distingue entre doxa/episteme. La doxa es opinión, conocimiento superficial,
empírico, engañoso e incluso falso. La episteme es la ciencia, versa sobre lo inteligible. La doxa
comprende dos grados: eikasia y pistis o imaginación y fe o creencia.

La eikasia es un conocimiento que descansa sobre analogías superficiales y metáforas. La pistis


se ocupa de los objetos de la imaginación.

La episteme comprende dos grados: la dianoia o conocimiento racional discursivo y la noesis o


intuición intelectual. La dianoia es el conocimiento hipotético, mediato que procede por
demostración. La noesis es el conocimiento intuitivo por visión directa de las Ideas, es la
dialéctica, un saber anhipotético. Es un conocimiento inmediato y directo de las Ideas. Las
matemáticas son un ejemplo de dianoia, emplean un método racional, lógico, método discursivo
descendente, deductivo: parten de una hipótesis y deducen conclusiones. En cambio, la
dialéctica emplea un método discursivo ascendente. El dialéctico rebasa y supera las hipótesis y
llega a un principio no hipotético. El dialéctico parte de una Idea y asciende hasta la Idea
suprema. Ello presupone que el mundo de las Ideas se encuentra jerarquizado y que la Idea
suprema es el primer principio cuyo conocimiento hace verdaderamente inteligibles las demás
Ideas. Esta Idea es la Idea del Bien. Finalmente, el dialéctico emprende el camino inverso:
desciende desde la Idea suprema encadenando con ella todas las demás Ideas. De este modo,
el dialéctico consigue establecer la comunicación (koinonía) y trabazón (symploké) entre las
Ideas, adquiriendo una "visión sinóptica" del Mundo inteligible.

El amor es también una vía de acceso a lo inteligible, un medio de ascender a las Ideas. Se trata
de una dialéctica pasional. En el amor se produce una ascensión desde las cosas sensibles
hasta la Idea de la Belleza. El amor platónico es ascensión hacia la Belleza. El Fedro desarrolla
el mismo tema que el Banquete en el mito del carro alado y con referencia directa a la
reminiscencia. El alma que ha caído a la tierra ha olvidado todo y y perdido sus alas; pero
"viendo la hermosura de este mundo y acordándose de la verdad, toma alas y, una vez alada,
desea emprender el vuelo". Por ello el amor es filósofo. La razón de ese amor por las Ideas es la
afinidad del alma con las Ideas.
Antropología.

3. El alma.

Platón distingue entre cuerpo (soma) y alma (psyché). Igual que el Mundo inteligible es el
auténtico y verdadero mundo, el alma es el auténtico y verdadero hombre. El hombre es el alma.

Platón establece una división tripartita del alma:

Están las siguientes partes o almas:

Inteligible.
Irascible
Concupiscible.

Platón sostiene la eternidad e inmortalidad del alma y su posibilidad de reencarnación.

El cuerpo es la cárcel del alma, un estorbo para ella y la arrastra con sus pasiones y por tanto le
impide la contemplación de las Ideas. Por eso, lo mejor que le puede pasar al filósofo es morir, y
la filosofía no es sino una "preparación para la muerte".

El alma es la esencia humana, el principio y el fundamento del conocimiento humano en cuanto


pertenece al mundo de las ideas.

En Platón encontramos la teoría de las que se llamarán virtudes cardinales. Según la doctrina
platónica a cada una de las partes del alma corresponde una virtud. La virtud de lo racional es la
prudencia, la de lo irascible es la fortaleza y la de lo concupiscible es la templanza, la
moderación. Pero la virtud más importante de todas es la justicia que nace cuando dada una de
las partes del alma cumple bien su tarea.

4. Crítica de Platón a la democracia.

Platón desarrolla una muy viva crítica a la democracia. En lo esencial, ésta se funda en los
siguientes argumentos:

*la masa popular (hoi polloi) es asimilable por naturaleza a un animal esclavo de sus pasiones y
sus intereses pasajeros, sensible a la adulación, sin constancia en sus amores y odios; confiarle
el poder es aceptar la tiranía de un ser incapaz de la menor reflexión y rigor;

*cuando la masa designa sus magistrados, lo hace en función de unas competencias que cree
haber observado -cualidades oratorias en particular- e infiere de ello la capacidad política;

*en cuanto a las pretendidas discusiones en la Asamblea, no son más que disputas que oponen
opiniones subjetivas inconsistentes, cuyas contradicciones y lagunas traducen su insuficiencia.

En resumen, la democracia es ingobernable. Su desorden conduce a la tiranía y fomenta la


inmoralidad de cada uno. La argumentación que sostiene esta refutación plantea un problema
político capital: el de la relación entre el Saber y el Poder.

5. Las clases sociales.


La teoría política de Platón se halla íntimamente ligada con su teoría del alma y constituye, el
más íntimo deseo de su dedicación a la filosofía. Dicha teoría se encuentra expuesta en la
República, el Político y las Leyes.

Hay tres tipos de hombres, igual que hay tres partes del alma:

-Filósofos (oro) representan el estamento educador y gobernante. Su virtud es la prudencia.


Equivalen a la parte racional del alma.

-Guardianes (plata): su misión es la defensa de la ciudad y prestar ayuda a los gobernantes. Su


virtud es la fortaleza y equivalen a la parte irascible del alma.

-Trabajadores manuales (hierro); son los encargados de satisfacer las necesidades primarias de
los habitantes de la ciudad. Su virtud es la templanza y equivalen a la parte concupiscible del
alma.

Cuando cada uno de estos estamentos de la ciudad realiza su tarea, se cumple la virtud de la
justicia, que es la síntesis y culminación de las demás virtudes.

6. El hombre y la Ciudad.

El hombre es triple, compuesto de razón, de pasiones generosas y de deseos inferiores, pero en


proporción variable. En cada uno de los regímenes mencionados predominan una o dos de las
últimas categorías bajo el control y la soberanía de la razón. A cada uno de estos regímenes
corresponde, pues, un tipo de hombre; de forma que construir la Ciudad ideal y realizar tipos de
hombres acabados es un mismo y único asunto: para obtener un hombre justo es preciso
construir una Ciudad justa. Su Ciudad no estará formada por una población homogénea, sino por
tres clases netamente distintas y cuya cohabitación realizará una especie de perfección. La
primera clase es la de los jefes y tiene como virtud propia la sabiduría; la segunda es la de los
auxiliares o guerreros, dotados de valor, y la tercera es la de los artesanos o labradores -tanto
patronos como obreros-, que necesita la templanza y debe saber resistir a los apetitos. Dicho de
otra forma, cada clase representa un aspecto del alma y el conjunto de la Ciudad representa el
alma entera. De esta forma la Ciudad es justa porque cada parte cumple su función en ella; y los
ciudadanos son justos en la medida de su participación justa en una Ciudad justa. Mirando
atentamente, no cabe decir que cada ciudadano realice en sí la totalidad de la perfección
humana. Participa en la perfección en cuanto elemento de un conjunto que -este sí- es perfecto.

Platón nos ofrece una sociedad, a la vez jerarquizada y unificada. Y en el fondo esto explica la
construcción platónica. Se trata de formar una Ciudad que forme una unidad política y moral. A
sus ojos, es sobre todo escandalosa esa democracia en la que el individualismo permite las
éticas personales. Por otro lado está absolutamente convencido de que los hombres no están
igualmente dotados por la naturaleza. Para combinar la exigencia de uniformidad y el dato de la
diversidad. Platón se ve conducido a concebir una especie de unidad funcional en la que cada
parte, diferenciada como órgano, desempeñaría su papel separadamente, pero en interés
común. La teoría de Platón pasará a la posteridad como una ejemplar teoría aristocrática del
buen gobierno que permanecerá unida a su nombre.

8. Educación de los ciudadanos.


Una educación estricta, dispensada por el Estado, está destinada a formar esta élite intelectual.
Para conseguir la armonía y la justicia de esta ciudad platónica, es necesaria una educación
gimnástica y musical para la formación del alma. La educación, especialmente los cinco años
que recomienda Platón al estudio de la Dialéctica, para todos los jóvenes que muestren
capacidad para ejercer las funciones de gobierno, reviste una importancia decisiva en su
proyecto político. Platón piensa en un Estado gobernado por filósofos, es decir, por intelectuales
maduros que posean la ciencia suprema de la dialéctica, la ciencia de las Ideas, cuyo punto
culminante es el conocimiento de la Idea del Bien. La Dialéctica es, como la llamará en el
Sofista, la ciencia de la totalidad que sólo poseen los verdaderos filósofos, que se convierten así
en educadores y son la conciencia crítica de la polis, por su visión abarcante del mundo y de los
hombres, orientada según la verdad, el bien y la justicia. Después de una selección -que Platón
no determina con precisión- se somete a los jóvenes destinados a guerreros o jefes, a un
período de entrenamiento deportivo, de los diecisiete a los veinte años. De los veinte a los treinta
se da a los futuros filósofos una visión del conjunto de las relaciones que unen las ciencias
exactas, con objeto de hacerles patente el orden ideal que reina en el universo. Entre los treinta
y los treinta y cinco años, por último, se les inicia en la teoría de las ideas; desde entonces
conocerán la esencia del universo, y su conducta podrá fundarse en verdaderas realidades.
Volverán a desempeñar funciones políticas durante quince años, volviendo, a partir de los
cincuenta, a sus estudios. [los auxiliares reciben la misma educación hasta los veinte años, pero
se detienen ahí. Su educación moral admite la música, al menos la que educa al alma. Excluye
la mayor parte de la poesía, arte de maléfica imitación.] Por consiguiente, la política es una
especialización, ya que no debe confiarse más que a gentes preparadas para ello. Pero esta
educación, no es,en realidad, otra cosa que una educación de la razón. La ciencia política es, en
muchos aspectos, la ciencia sin más, la de la verdad y el bien, o sea, la razón iluminada en la
debida forma.

Para garantizar esto se toman precauciones. Deben tomarse dos medidas para impedir que el
individuo se aísle y que se abran paso las divisiones: 1º Según Platón, las mujeres pueden, en la
sociedad de los guardianes, tener idéntico papel en las actividades públicas que los hombres,
recibiendo para ello la misma educación. Se suprimen los vínculos matrimoniales y se instituye la
comunidad mujeres, siendo los magistrados quienes regulan las uniones y fijan el tiempo de
procreación. El Estado educa en común a los niños; 2º Los guardianes no tienen derecho de
propiedad individual. De este modo la clase dirigente forma una sola familia. Liberado el
individuo de toda atadura personal, se asocia directamente al Estado. La unificación de la
sociedad es total. Este rasgo termina de dar a la República su carácter utópico.

B. La filosofía de Platón (-427 - -347).

1. Introducción a Platón.

Hay que partir de la situación creada por la Sofística. Los sofistas habían perdido de vista el
sentido de la distinción entre verdad y apariencia y la objetividad de las normas. La verdad se
subjetivizó y relativizó, dependiendo de los diversos puntos de vista e intereses que entraren en
juego. La verdad en suma, se relativizó y se pragmatizó cuando no se abocó a un nihilismo
completo como en el caso de Gorgias.

Sobre la base de esta situación, Platón pretende devolver un sentido preciso y normativo a la
noción de verdad, sentido que habrá de seguir coincidiendo en principio con el de ser. Platón es
por ello el gran enemigo de la Sofística, la cual había empezado a poner en duda la identidad y
la correspondencia entre ser y conocimiento, entre ser y verdad. La Sofística es por ello
considerada por Platón como la Antifilosofía o filodoxa.

Ligado al tema gnoseológico o de la verdad está el tema ético o de los valores, de la justicia, del
bien. La verdad y la justicia están íntimamente ligados entre sí en Platón. La verdad y la justicia
son los dos grandes temas de Platón que aparecen ineluctablemente, ineludiblemente en los
diálogos de Platón. Sólo el que sabe es bueno, sólo el sabio puede ser justo. Sólo el sabio puede
ser bueno, puesto que sabe qué cosas son buenas y qué cosas no lo son. Sólo el sabio puede
ser feliz. El problema que se le plantea a Platón es cómo hacer una ciencia verdadera, una
política científica para así poder conseguir mediante una ingeniería social de largo alcance
hombres sabios, esto es, hombres justos, buenos y felices (puesto que todo hombre justo es feliz
y todo injusto es infeliz) que dirijan el Estado justo, la Ciudad y construyan una sociedad
armónica, justa y feliz. Así pues, el problema ético-político está íntimamente entrelazado con el
problema gnoseológico-epistemológico. Preocuparse por la verdad nos lleva necesariamente a
preocuparnos por la justicia. La política es, debe ser una ciencia y la ciencia es inevitablemente
política, tiene fines éticos, el bien y la felicidad.

La teoría de las Ideas tiene como objetivo el garantizar la objetividad y la realidad ontológica de
los valores gnoseológicos (verdadero o falso), éticos (bueno o malo) y estéticos (bello o feo).

2. El Alma (Psyché) en Platón.

Para Platón el alma es inmortal. La doctrina platónica sobre el alma se halla dispersa en diversos
diálogos. Aquí sólo vamos a centrarnos en el aspecto de la inmortalidad del alma, aspecto del
que trata el diálogo Fedón.

El Fedón narra las últimas horas de Sócrates, que espera la muerte discutiendo con sus amigos
el tema de la inmortalidad del alma. Sócrates no teme la muerte, pues tras ella espera
encontrarse en la compañía de dioses y de hombres mejores que los de aquí. Además, ha
pasado su vida tratando de separar su alma del cuerpo, para mejor pensar. ¿Cómo no alegrarse
de la proximidad de la muerte que consumará dicha separación? La filosofía es meditatio mortis.

Cebes señala que tales expectativas sólo estarán justificadas si puede demostrarse la
inmortalidad del alma. Sócrates la muestra mediante cuatro argumentos. Se trata de probar que
el alma no desaparece cuando se libera o separa del cuerpo, que no es algo que se desvanezca
como un soplo o una humareda.

Primer argumento. El primer argumento es heraclitiano: si es verdad que los vivos renacen de los
muertos, es preciso admitir que las almas están allá lejos. Si la muerte viene de la vida, podemos
sacar la conclusión de que la vida viene de la muerte, como el sueño de la vigilia y la vigilia del
sueño. Esta generación doble implica la existencia del lugar donde reside la muerte, es decir, del
Hades. Sócrates añade que en aquel lugar la suerte de las almas buenas es buena y la suerte
de las almas malas es peor. Al dormir sigue el despertar (si no, todo acabaría por estar dormido).
Y al morir sigue siempre el revivir (si no, todo acabaría por estar muerto).

Segundo argumento. Todo lo que aprendemos es recuerdo, y es necesario pensar que, en un


tiempo anterior hemos aprendido todo lo que ahora recordamos. Esto sería imposible si nuestra
alma no hubiera estado en alguna parte antes de tomar forma humana. De aquí se deduce
fácilmente la afirmación de la inmortalidad del alma. Además, tenemos nociones previas (como
la de igual a) que no tenemos de la experiencia (en la cual jamás hay dos cosas exactamente
iguales), sino que las recordamos de antes de haber nacido, cuando nuestra alma conoció lo
igual en sí, lo bueno en sí, lo bello en sí, etc. Luego nuestra alma es preexistente.

Esta teoría de la reminiscencia está ligada a la idea de una especie de olvido y, en segundo
lugar, a la idea de una cierta carencia de las cosas sensibles en relación con las inteligibles. Los
objetos sensibles tienden a ser esa realidad que es superior a ellos, pero no lo consiguen; lo
desean, pero permanecen en una especie de estado de carencia. La sensación está, pues, en el
origen de algo que la supera, porque existe un ámbito de las cosas en sí al que están ligadas las
cosas sensibles por una relación de insuficiencia e incapacidad ya apuntada.

Tercer argumento. El tercer argumento entonces es el de lo visible y lo invisible. ¿Qué puede


descomponerse, disolverse? Unicamente lo que está compuesto. Ahora bien, de un lado
tenemos lo visible, de otro lo invisible; de un lado lo inmutable, del otro el cambio; de un lado el
alma, pariente de lo invisible; del otro, el cuerpo, pariente de lo visible. Es propio del cuerpo el
disolverse, mientras que el alma permanece indisoluble. Las cosas incorruptibles son invisibles e
idénticas a sí mismas, las corruptibles son visibles y variables. El alma pertenece a las primeras.
A continuación expone Sócrates los diversos destinos de las almas tras la muerte. Las almas
puras de los filósofos van a hacer compañía a los dioses. Cuando el alma pura va al Hades no
es aniquilada, como piensan la mayoría de los hombres, sino que se concentra en sí misma. Va
hacia lo que se le parece, hacia lo que es invisible, hacia lo que es inmortal y sabio. Por lo que
respecta a las otras especies de almas, quedan como entrecortadas por el cuerpo y toman forma
corporal, se hacen pesadas, de tierra y visibles; si participan de algo, es precisamente de lo
visible. Las almas impuras y apegadas al cuerpo, sucias y entremezcladas de materia, vagan
como fantasmas hasta volver a encarnarse en otros animales u hombres, según su vicio o virtud.
La función de la filosofía estriba precisamente en preparar al alma para la muerte, purificándola y
separándola del cuerpo. Platón reintroduce aquí la consideración de la metempsícosis; las almas
rendirán justicia de lo que han hecho sufriendo un exilio en las diferentes especies de animales.
A estas almas se opone el género de aquellos que son amigos del saber y que filosofan
rectamente.

Cuarto argumento. Sócrates nos presenta su propio desarrollo filosófico y la teoría de las Ideas.
Hay que investigar la causa de la generación y de la corrupción, porque la venida al cuerpo sería
una especie de corrupción. Es preciso volver a situar al socratismo en el conjunto de la
investigación acerca de la naturaleza, que constituía la primera forma de la filosofía. ¿Cuál es la
causa de que un hombre crezca? ¿Cuál es la causa de que el número Uno se transforme en el
número Dos? No es la unidad que se añade al primer Uno, ni el hecho de que el primer Uno se
añada a la unidad; el Dos no se produce por un fraccionamiento. Tales son los problemas que
inquietan al espíritu de Sócrates, cuando, según nos dice el Fedón, abre el libro de Anaxágoras.
En él vió que existía el Nous, que disponía las cosas y era causa de todas las cosas. Sócrates
entendió que sería lógico buscar para cada cosa en particular la mejor manera en que pudiera
ser dispuesta. La generación de las cosas se comprendería atendiendo a lo mejor; la causa
dispondría cada cosa según lo mejor para ella y para todos. Ahora bien, Anaxágoras no procede
de este modo. Después de su primera afirmación del Espíritu, recurre a unas causas de orden
mecánico. Es como si, dice Sócrates, se explicara mi presencia aquí, en el tribunal, por la
naturaleza de mi cuerpo, de mis huesos, de mis músculos, por sus distensiones y tensiones.
Sucede que se confunde la causa de un hecho con la condición sin la cual ese hecho no puede
ser. En ello hay un lamentable olvido de lo que Sócrates llama el logos; si nos adentramos por
ese camino, andaremos a tientas entre tinieblas. En realidad, lo que religa y sostiene las cosas y
todos los movimientos es el bien y la obligación. Asistimos a la primera formulación de la teoría
del bien que habrá de desarrollarse en la "República". Pero Sócrates añade, de una forma
comparable a lo que se dirá en la "República", que es incapaz de descubrir ese bien, y que todos
los demás son igualmente incapaces; por consiguiente, no hay que ser demasiado ambicioso y
emprender algo así como un segundo camino, o, según sus palabras, una "segunda
navegación", dejar de lado las cosas que son, en otros términos, el ser, y contemplar en el agua,
en los reflejos, la imagen de lo que es. Porque la verdad de los seres corre el peligro de
escapárseme si miro directamente hacia ella, y es preferible, por tanto, que me refugie en lo que
Sócrates llama los logoi, es decir, los razonamientos a propósito de las cosas que son. Tomando
en cada ocasión como hipótesis el logos más sólido, afirma como verdadero lo que concuerda
con él. Aquí vuelve a esbozar una teoría que se desarrollará en la "República" al tratar de la
dialéctica; al mismo tiempo observa que no hay nada nuevo en lo que dice, porque sólo es una
nueva manera de afirmar que es preciso suponer que existe lo bello en sí, el bien en sí, y las
demás cosas de esta manera. He aquí lo que dará en sentido propio la idea de causa. Y
Sócrates espera que a partir de estas cosas podrá exponer y descubrir que el alma es inmortal.

Las cosas bellas son bellas porque participan de ese bien situado más allá. La causa de las
cosas no es la materia, sino la Idea de la que participan. No se tratará, pues, de explicarlas por
otras causas, las causas sabias, como el color bello o el bello dibujo, sino de decir sencillamente,
ingenuamente, que lo bello sólo es tal por la presencia y la comunidad de ese bien situado más
allá, o por alguna relación con él que todavía no se ha definido. Aquí se plantea todo el problema
de la participación, que será retomado, sobre todo, en el "Parménides". En cualquier caso, hay
que aferrarse al principio de que las cosas se hacen bellas por lo bello, grandes por la magnitud,
pequeñas por la pequeñez y, en estos últimos casos, se hacen grandes o pequeñas por la
cantidad. Si el Dos se produce es por el poder de la díada; y el Uno es tal por el poder de la
mónada. En todos los casos intervienen esencias propias.

Sócrates expone ahora de forma un poco más precisa la esencia de lo que todavía no llama la
dialéctica; se trata de tomar como punto de partida la aseguración de un prdsupuesto o de un
supuesto y ver si sus consecuencias concuerdan entre sí o no. Para dar cuenta inmediatamente
de ese mismo supuesto es necesario remontar más alto el regressus, planteando otro supuesto,
el que aparezca como mejor entre todos los supuestos que se encuentran al remontar, hasta que
lleguemos a lo que es plenamente suficiente; y, según la "República", sabemos que lo
plenamente suficiente no puede ser más que el mismo Bien.

Hemos afirmado, pues, dos cosas. En primer lugar, que cada una de las Ideas es; en segundo
lugar, que las denominaciones que damos a las cosas se explican porque participan de las
Ideas. Nos vemos obligados a hacer una distinción: por una parte, existen diferencias entre los
seres particulares, diferencias que son como accidentes que les acontecen sin pertenecer a su
naturaleza; no pertenece a la naturaleza de Simmias el ser más alto que Sócrates, ni a la
naturaleza de Sócrates el ser más pequeño que Simmias; es un problema de relación. Por otra
parte, la dimensión en sí nunca podrá ser a la vez grande y pequeña, pero hay que añadir que la
grandeza en nosotros nunca podrá recibir a la pequeñez. Si la pequeñez se aproxima a ella, o
bien la grandeza huirá o bien desaparecerá por completo. Esta afirmación es muy importante
para probar que hay incompatibilidad entre la muerte y lo que participa de la vida, es decir, el
alma participa esencialmente de la forma de la vida y es por tanto inmortal: no puede participar
de la muerte. Ante la muerte se apartará. La moraleja de todo lo anterior es que hay que cuidar
el alma no sólo pensando en esta vida, sino en la totalidad del tiempo.

3. El Amor. La tensionalidad del philein.


De la mano del amor, por el amor mediante, accedemos a la contemplación de la verdad, nos
hacemos filósofos. La filosofía es amor. Amor a la sabiduría. A través de la pasión amorosa
llegamos a la filosofía y así podemos conocer el alma, el bien y la belleza, por tal razón se hace
preciso hablar del amor cuando se expone a Platón. Hay tres diálogos que se ocupan del tema:
El Lisis, el Banquete y el Fedro.

El "Lisis" es un diálogo que versa sobre la Philía, amistad, amor. Sócrates discute con un joven.
La amistad es una búsqueda del bien, y se lo busca pobque tenemos la experiencia de un mal.
Pero, puesto que la amistad persiste si ese mal cesa, quiere decir que ella tiende hacia un fin
que sobrepasa la causa que la ha originado. La amistad es, entonces, buscada en vista de algo
que no es un fin determinado que, una vez alcanzado, conduciría a la desaparición de aquélla.
Nos hallamos, en consecuencia, en el camino del descubrimiento de una especie de
trascendencia, de un objeto que es el objeto de amor absolutamente primero en virtud del cual
todos los otros son amados (219 c). Así, pues, la amistad tiende a un fin ideal, independiente de
toda consideración pragmática o subjetiva; no apunta a tal o cual fin relativo, sino al Bien, el que
está por encima de todo cuanto puede reducirse a las preocupaciones de este o aquel individuo.
Los amantes se pertenecen, por así decirlo, el uno al otro en recíproco afecto. La pregunta es:
¿se pertenecen el uno al otro porque son diferentes o porque son parecidos? Ni la idea de
parecido, ni la idea de contrario fundamentan la amistad.

El amor es una intuición divina. El que es amigo de lo bueno y del bien no es ni bueno ni malo.
Quienes filosofan son aquellos que, por no ser completamente sabios, pero tampoco malos,
aman la sabiduría.

El bien es quien realmente es amigo. Si el enemigo desapareciera, la amistad se evaporaría. La


causa de la amistad es el deseo y el deseo es deseo de lo que nos falta, pero si una cosa nos
falta es porque nos es propia. Buscamos lo que nos conviene por naturaleza. Tal es el Bien.

El Symposion o Banquete, es un diálogo que trata del amor, del Eros. Sócrates aparece en un
ambiente festivo, en medio de un banquete o simposio, donde se come, se bebe, se escucha a
la flautista y se divierte. Los comensales deciden que la mejor manera de pasar la velada
filosóficamente es la de hacer un elogio del amor, así que dejan de beber, echan a la flautista y
hacen por turno el elogio del amor.

Entre todos los discursos destacan el de Erixímaco, el de Aristófanes y el de Sócrates. Erixímaco


afirma que en toda alma humana hay contrariedad; un lazo profundo une la enfermedad y el
remedio. El cuerpo está compuesto de elementos opuestos: el frío y el calor, lo húmedo y lo seco
se cambian el uno en el otro. En la naturaleza hay una tendencia a la armonía.

Aristófanes afirma que todo ser humano es, a la vez, masculino y femenino. Al principio había
una cosa llamada andrógino. Pero las criaturas fueron escindidas en dos. De ahí nacieron los
hombres y las mujeres. El amor es siempre amor de alguien o de algo, pero es amor de algo que
falta.

Si el amor tiene necesidad de belleza, es porque no es bello en sí mismo. Esto es lo que va a


mostrar Sócrates.

Sócrates recurre para explicar su propia doctrina a lo que le dijo la sacerdotisa y profetisa de
Mantinea: Diótima. Comienza una narración mítica.
Amor es hijo de Poros (recurso, tesoro) y de Penia (pobreza) Eros recibe de su madre unos
atributos negativos y de su padre el apetito de todo lo bueno y lo bello, el valor, la perseverancia,
recursos infinitos y arte en la persecución de sus deseos. No se concibe el bien de manera
radical en Eros. Por un lado Eros se concibe como bueno y recibe el nombre de dios; sin
embargo, él no es más que un semidiós, pero es el mayor de los videntes y filosofa durante toda
su vida. Nunca está en paz consigo mismo. ¿Qué desea? La felicidad para siempre. No desea
en absoluto el placer, sino la generación o la procreación en el seno de la belleza, procreación
corporal o espiritual. El amor es precisamente el deseo de esta procreación en lo bello.

La sucesión de las generaciones puede darnos, no ya un equivalente de la eternidad, sino la


eternidad misma en cuanto que podemos tenerla. La pasión por la paternidad física es la forma
más rudimentaria bajo la que se presenta esta aspiración al gozo del bien eterno e inmutable.
Por tanto, la generación de bellos discursos es el fin hacia el que tiende el amor.

El elogio de Sócrates del amor culmina en la exposición de la teoría platónica de las Ideas. El
amor que sentimos por los jóvenes hermosos puede llevarnos de la consideración de sus
cuerpos a la de sus cuerpos en general, y de aquí a la de las ciencias, y de aquí, ascendiendo
cada vez más, podemos llegar a la belleza, la belleza en sí misma, absoluta y eternamente bella
y de la cual todas las demás cosas bellas participan. Así, la atracción sexual y amorosa que
provocan en nosotros los hermosos cuerpos, convenientemente sublimada, puede impulsarnos
hacia la contemplación de las Ideas mismas, máxima aspiración del filósofo. Finalmente, llega el
bello Alcibíades y afirma que desde el punto de vista que hemos alcanzado, veremos la unión de
la templanza, el valor y la reflexión, veremos la virtud misma y hace un elogio encendido de
Sócrates.

El Fedro es un precioso diálogo sobre la belleza, el amor, el alma y la retórica. Contrariamente al


retórico Lisias, Sócrates establece que es malo escuchar las adulaciones de los amantes, pero
partiendo de esta idea de amante hay que ir en busca de una verdadera definición del amor.
Aquí aparece la importancia del amor. El amor es una forma de locura, de delirio divino, lo mismo
que la adivinación, la iniciación órfica y la poesía. El amante está como loco. Esta locura deriva
del cielo, es una inspiración divina. Es una gran bendición. El delirio de amor se explica por la
reminiscencia de la Idea eterna de la belleza, que vimos en el cielo antes de nacer. Y aquí hace
su aparición el maravilloso mito del carro alado. El alma es un carro tirado por dos caballos
alados gobernado por su auriga. El alma es un ser vivo inmortal. Es un alma la que cuida todo
aquello que está desprovisto de alma. El alma reviste diferentes formas.

En el caso de los dioses, los dos caballos son buenos y de buena raza; en el caso de los
mortales, uno de los dos es también así, el otro es lo contrario. Gracias a sus alas, las almas de
los dioses se mueven por la bóveda celeste y salen afuera y se detienen sobre ella hasta que el
movimiento de rotación las vuelve a dejar fuera, en este punto; durante esta estancia contemplan
lo que está fuera del mundo sensible, lo ente, y ese es su festín, su regalo. Las almas de los
hombres, por la dificultad de conducir el carro (uno de los caballos es díscolo), difícilmente logran
seguir a las de los dioses; apenas llegan a saca la cabeza fuera de la bóveda del cielo y ver más
o menos; la que logra ver algo queda libre de sufrimiento hasta la próxima revolución, pero si el
alma no ha conseguido ver, sino que, por el contrario, en la lucha ha sido derrotada, pierde las
alas y cae a tierra, donde toma posesión de un cuerpo, que, por la virtud del alma, parecerá
moverse a sí mismo. Si de todos modos, el alma ha visto alguna vez, no será fijada a un cuerpo
animal, sino a un cuerpo humano y, según que haya visto más o menos, será fijada al cuerpo de
quien haya de ser una u otra cosa; la del que haya visto más será el alma de un amante de la
sabiduría, cultivador de las Musas o del amor. La segunda será la de un gobernante obediente a
la ley y así hasta la octava que será la de un sofista y la novena que será la de un tirano. Al final
de una vida, las almas son juzgadas, y hasta completar un milenio llevan, "bajo tierra" o "en
algún lugar del cielo" una vida concorde con los merecimientos de su vida terrena. Transcurrido
el milenio, volverán a la superficie de la tierra, pero esta vez cada una escogerá el tipo de vida
que quiere, en qué clase de cuerpo ha de ser instalada, así cada una elegirá libremente según
su propio carácter y su propio valor; puede ser que alguna decida ir a parar a un animal: se le
concederá, porque esa es su decisión. Ningún alma recuperará las alas antes de 10.000 años, a
no ser que se haya mantenido durante tres generaciones en el estado de amante de la sabiduría
o de la belleza.

Los filósofos, los enamorados de la belleza, los músicos y los amantes figuran entre quienes
recuerdan este gran viaje del alma; pero también se cuentan entre ellos los reyes que se
conforman a las leyes, los soldados en la medida en que escuchan a la justicia, los hombres de
negocios cuando son buenos, los atletas y los médicos, los profetas y los iniciadores, los poetas
y los artistas, los sabios en mecánica y los granjeros, los sofistas profesionales y los demagogos,
así como los tiranos ocuparán un orden descendente si partimos desde los filósofos, aquellos
que mejor han visto las Ideas.

Cuando el alma ve en este mundo objetos bellos recuerda la forma de la belleza que vio en el
otro, por lo que experimenta una intensa e inexplicable nostalgia y pasión, una locura o delirio
divino en que consiste el amor. La presencia del amado excita esta pasión, hace que nos
rebroten las alas y que de nuevo podamos volar. De una manera general, el que ama tiende a
idealizar, e incluso a idolizar al que es amado, a moldearlo en la imagen cada vez más perfecta
del dios.

El amor es, por una parte una opinión extraviada, y por otra, un juicio que desea lo mejor; por
una parte, algo que está, como hemos dicho, en el mismo plano que el hambre y la sed y, por
otra, una revelación de sí mismo y de lo bello. Eros es un dios o, por lo menos, algo divino.

El amor es una especie de delirio divino, por encima de la razón. Adecuadamente controlado por
el auriga, por la razón, el delirio amoroso se transforma en suma sabiduría, en filosofía
verdadera, en contemplación de la Idea pura de la belleza y, en general, de las Ideas eternas.
Platón nunca ha sido un intelectualista puro. La sublimación de la excitación amorosa erótica
constituye una vía de acceso privilegiado a la contemplación de las Ideas.

Finalmente Sócrates le suplica al amor que le permita buscar el conocimiento y guiar su vida
según éste. La filosofía es la más alta forma de ser.

4. Teoría de la reminiscencia. El diálogo "Menón".

Dos problemas dominan el "Menón", y como el segundo está ligado muy estrechamente al
primero, podemos decir que este diálogo está relacionado con el "Fedón".

El primer problema se plantea desde el principio: "¿Podrías decirme, Sócrates, si la virtud se


adquiere por la enseñanza, por el ejercicio, o si se da al hombre por la naturaleza, o si procede
de cualquier otra causa?". Para resolverlo hay que dar una definición de la virtud. Buscar una
definición es buscar una unidad; ahora bien, Menón no presenta a Sócrates más que un
enjambre de diversas virtudes y, sin embargo, nosotros queremos definir la virtud en sí misma.
En este punto, un segundo problema viene a complicar el primero, al mismo tiempo que nos
sitúa en el camino de la solución: ¿Cómo se puede buscar lo que no se conoce? ¿Cómo
reconocer que se ha encontrado lo que se buscaba, si no se conoce de antemano lo que se
buscaba?

En este momento surge el episodio del esclavo que, bajo el impulso de las preguntas de
Sócrates, llega a descubrir un teorema de geometría que no se conocía. Estos conocimientos
surgieron en él primero como un sueño, pero con sólo interrogarle varias veces acaba por saber
estas cosas como algo que pertenece al mundo. Aprendió por sí mismo esa ciencia y, por tanto,
hubo de aprenderla en un tiempo diferente, cuando aún no era hombre, en ese tiempo que
Platón llama el tiempo eterno. En ese tiempo eterno existía su alma; la verdad de las cosas que
son está, pues, en el alma, y ese alma es inmortal.

Una vez dicho esto, Sócrates insiste en la búsqueda de la definición de la virtud. Al ser un bien,
la virtud es una ciencia; sin el saber, sin el espíritu, una virtud como el valor no puede existir, no
sería más que una presuntuosa audacia. Alcanzamos la felicidad gracias a la reflexión. Y sin
embargo, no es por un saber como podemos alcanzar la virtud, porque la virtud no puede
enseñarse; por la educación únicamente pueden producirse oradores, mas no sabios.

5. La teoría de las Ideas de Platón.

5.1. Introducción.

La más famosa de todas las teorías de Platón es la teoría de las Ideas. El único saber exacto
desarrollado hasta entonces era el saber matemático y, en especial, el geométrico. Nosotros
decimos de algunos objetos materiales que son circulares o triangulares o esféricos o
piramidales, etc., si su forma se aproxima a la forma de círculo o de triángulo, o de esfera o de
pirámide. Ahora bien, la forma circular de un objeto sensible nunca corresponde exactamente a
la definición que del círculo dan los geómetras. La forma circular de la que hablan los geómetras
no se encuentra entre los objetos sensibles, aunque algunos de ellos se parezcan o aproximen a
ella (por lo que podemos calificarlos de circulares). Tampoco entre los objetos sensibles se
encuentra la forma perfecta de esfera, o de cilindro, o de línea recta, etc., sino sólo
aproximaciones, objetos que se parecen algo a dicha forma, sin realizarla enteramente. Si no
existieran más que objetos sensibles, la geometría, la matemática, no tendrían objeto. Pero la
matemática constituye el más seguro de los saberes, y por tanto ha de tener objeto y su objeto
ha de ser el más real de todos. Según Platón, la seguridad del saber depende de la realidad del
objeto sobre el que versa. Por tanto, han de existir objetos que correspondan exactamente a las
definiciones de los geómetras, han de existir las formas perfectas de círculo, esfera, pirámide,
línea recta, etc. Estas formas no son sensibles, sino inteligibles. Las Ideas son lo
verdaderamente existente.

El saber geométrico consiste en un conocer las formas geométricas y, por tanto, implica una
cierta visión de dichas formas. Estas formas o Ideas no están en este mundo. Si a pesar de ello,
las conocemos, ello es señal de que tal conocimiento es un reconocimiento, una reminiscencia
de la visión que de las formas tuvimos anteriormente. ¿Cuándo y dónde? No en esta vida ni en
este mundo. Luego fue en otra vida (antes de nacer) y en otro mundo. En efecto, el alma es
inmortal y transmigra de cuerpo en cuerpo. Entre encarnación y reencarnación, el alma está en
otro mundo no sensible ni mortal, el mundo de las formas o Ideas inteligibles inmortales y
eternas, el kosmos noetós.

5.2. Naturaleza de las Ideas.


Las Ideas son entidades objetivas, trascendentes, independientes de nuestra conciencia,
representaciones que son condición de posibilidad tanto de lo real cuanto de su conocimiento
fiable y exacto. Las Ideas son inmutables y eternas, atópicas y acrónicas. Platón habla
generalmente de las Ideas de un modo más o menos metafórico: no existen en el mundo
sensible. Existen de forma trascendente, en un cosmos propio, el kosmos noetós, separado del
mundo fenoménico, empírico, sensible. El mundo inteligible es real. El mundo sensible es cuasi
real, es fantasmagórico, apariencial. El mundo inteligible es necesario, consistente, inmutable. El
mundo sensible no tiene apenas espesor ni consistencia ontológicos, es contingente, está en
permanente devenir y cambio. En todo caso, cuatro características atribuye Platón con seguridad
a las Ideas: 1) Las Ideas son eternas o intemporales; 2) Las Ideas son únicas, es decir, a cada
término general o abstracto corresponde una y sólo una Idea; 3) Las Ideas son simples, y 4) Las
Ideas son inalterables, no sufren cambio ni transformación alguna, permanecen siempre
idénticas a sí mismas.

La esencia de la teoría de las Ideas consiste en la aceptación consciente de una clase de


entidades cuya mejor denominación quizá sea la de "universales", que son por entero diferentes
de las cosas sensibles.

La teoría de las Ideas no se limita a la geometría, sino que lo abarca todo, en especial el campo
de la moral. Existen formas o Ideas perfectas del Bien, de la Justicia, de la Virtud, de la Belleza.

Nuestro conocimiento de las Ideas es lo que nos permite hablar con verdad de los individuos
sensibles. Pero los objetos materiales y sensibles sólo participan de las Ideas imperfecta y
fugazmente. Por ello el conocimiento que de ellos tenemos es siempre imperfecto y fugaz. El
verdadero conocimiento es perfecto y permanente, no pone en relación objetos sensibles con
formas inteligibles (relación siempre cambiante), sino formas inteligibles con formas inteligibles
(relación eterna e inalterable): en el desarrollo de ese conocimiento -la exploración del campo
eidético y de sus eternas relaciones entre sus eternas Ideas- consiste precisamente la tarea del
filósofo y la dialéctica es precisamente ese arte sutil de descubrir las relaciones entre las Ideas y
de remontarse (regressus, dialéctica ascendente) así al fundamento incondicionado (la Idea del
Bien) y luego desde el progresar (progressus, dialéctica descendente) y ordenar el conocimiento
desde él.

En cuanto a la relación que hay entre los objetos empíricos y las Ideas, tal relación puede ser de
imitación (mímesis) en los primeros diálogos o de participación (methexis), en los diálogos
posteriores.

5.3. La Dialéctica.

La determinación de algo es a la vez la determinación de otras cosas: cualquier "especie"


(species es la traducción latina de eidos y significa propiamente "aspecto") se define por división
(diaíresis) a partir de una determinación "superior", a la que Platón llama génos (latín genus,
"género") y de la que participan tanto la especie definida como su opuesto en la definición en
cuestión, el cual, por lo mismo, se define a una con la especie de la que tratábamos. El
conocimiento de las relaciones entre las Ideas, de su symploké, de cómo unas determinaciones
participan en otras y se definen a una con otras es lo que Platón llama dialéctica (légein:
"determinar", "definir"; diá: "pasando de lo uno a lo otro"). La dialéctica en sí misma contiene la
noción de unidad de los opuestos.
El conocimiento de las Ideas es, pues, pasar de unas determinaciones a otras, asumir la
interdependencia de las determinaciones; la deter inación es tal a partir de una anterior o
superior y por división (diaíresis) de ella. ¿Cuál es la determinación última, definitiva, a la que
"ascendiendo"(synagogé, anairein). podemos pensar que se llega por este camino y que no
permite un ulterior ascenso?; la simple determinación de ente; pero "ente" es "Idea"; por lo tanto,
la determinación de ente es "la Idea de las Ideas"; Platón le da un nombre: hé tou agathou idéa
("la Idea del Bien").

Esta dialéctica platónica comprende dos momentos (véase Rep., VI, 511b, y Fedro, 265 d):

a) una dialéctica ascendente (anairein, synagogé) que se eleva de idea en idea hasta eliminar
toda hipótesis, hasta la idea de todas las ideas, es decir, el Bien, el cual sobrepasa en majestad
y poder a la esencia misma y se encuentra, en consecuencia, más allá de ella (epekéina tés
ousías presbeía kaì dynámei, Rep., VI, 509 b). La dialéctica ascendente va, pues, de lo múltiple
hacia lo uno, para descubrir el principio de cada cosa y, finalmente, el principio de los principios;
ésta es la dialéctica que Sócrates utiliza en sus diálogos morales.

b) Una dialéctica descendente (diaíresis) que trata de desarrollar, mediante el poder de la razón,
las diferentes consecuencias de aquel principio carente de hipótesis sobre el cual todo reposa, y
de reconstruir así la serie de ideas sin tener que recurrir a la experiencia. Platón compara, de
este modo, al dialéctico con un carnicero capaz de disecar un cuerpo según sus articulaciones
naturales (Fedro, 265 e). La dialéctica descendente es la que hallamos aplicada en "La
República" y en el "Timeo".

Con Platón se constituye la verdadera filosofía o filosofía académica. Se sistematiza el método


filosófico. Platón lo formuló en su célebre pasaje de "La República", Libro VII, 532a, como la
estructura de un proceso que, partiendo necesariamente de los fenómenos (y bajo el concepto
de fenómenos hay que incluir no solamente a las imágenes y percepciones, sino también a las
creencias, contenido de la pistis) va regresando hacia las esencias (synagogé, regressus) para
después volver de nuevo a los fenómenos (diaíresis, progressus) en un movimiento circular. La
vuelta a los fenómenos equivale a una racionalización de los mismos, pero no a su agotamiento:
nuevos contenidos descubiertos en ellos mediante el progressus impulsarán un movimiento,
también nuevo, de regressus.

6. La teoría de la Ciudad ideal de Platón.

Introducción.

Platón hace dos afirmaciones: 1. Todos los Estados actuales están sin excepción mal
gobernados. 2. Por tanto, se exige una reforma radical.

Platón pone en práctica el proyecto de un saber indubitable. Establece la tesis según la cual la
definición del orden de la Ciudad justa supone una ciencia de lo político, que forma parte de un
Saber más vasto, el de lo que es verdad. La reforma radical se propone realizar Platón convierte
a la Filosofía en una pedagogía de la verdad o en una pedagogía verdadera que es lo mismo.
Esta pedagogía es política. El "verdadero político" es aquel que educa a sus condicudadanos en
la verdad, en la constante superación de la apariencia, en la que constantemente se encuentran;
por lo tanto, el verdadero político es también el filósofo. La reforma radical pasa entonces por el
estudio de la filosofía de la cual depende "el obtener una visión perfecta y total de lo que es
justo". El sabio ha de gobernar o el que gobierna ha de ser sabio. Esto nos lleva a criticar la
democracia régimen en el cual todas las opiniones son equivalentes. Sistema de gobierno de la
doxa, de la opinión, que presupone que la verdad absoluta no existe o es imposible de
encontrarse, tesis esta que va contra la tesis básica de la filosofía platónica: que existe la verdad
absoluta y que es posible conocerla. Igualmente, el rechazo de la democracia presupone la
refutación de los principios sobre los que se funda tal régimen, principios de los que los sofistas
fueron portavoces.

7.-Lucha contra el amoralismo democrático o aristocrático.

Ninguno de los regímenes existentes satisfizo a Platón. La democracia es el reino de los sofistas,
que en lugar de ilustrar al pueblo, se contentan con estudiar su comportamiento y con erigir en
valores morales sus apetitos:

"Que cada uno de los particulares asalariados a los que esos llaman sofistas...no enseña otra
cosa sino los mismos principios que el vulgo expresa en sus reuniones, y esto es a lo que llaman
ciencia. Es lo mismo que si el guardián de una criatura grande y poderosa se aprendiera bien
sus instintos y humores y supiera por dónde hay que acercársele y por dónde tocarlo y cuándo
está más fiero o más manso, y por qué causas y en qué ocasiones suele emitir tal o cual voz y
cuáles son, en cambio, las que le apaciguan o irritan cuando las oye a otro; y, una vez enterado
de todo ello por la experiencia de una larga familiaridad, considerase esto como una ciencia, y,
habiendo compuesto una especie de sistema, se dedicara a la enseñanza ignorando qué hay
realmente en esas tendencias y apetitoso de hermoso o de feo, de bueno o de malo, de justo o
de injusto, y emplease todos estos términos con arreglo al criterio de la gran bestia, llamando
bueno a aquello con que ella goza, y malo lo que a ella molesta". (Rep. VI, 493 a-c)

La política de estos demagogos no es más que el registro del hecho, el reflejo de las pasiones de
la masa.

8. Política y moral: la justicia.

Por consiguiente, la primera tentativa del filósofo es constituir en ciencia la moral y la política, las
cuales coinciden en su motor común, el Bien, que no es diferente de la Verdad; así como
sustraer la política del empirismo para vincularla a valores eternos. que las fluctuaciones del
devenir no perturben. Hay que reencontrar la definición de esa virtud que los sofistas pretendían
conocer y enseñar; de esa virtud que Sócrates sabía que no hay que confundir con la moneda
sin valor de las virtudes en uso. En este sentido, la tentativa de Platón está encaminada a salvar
la moral y la política del relativismo a que las reducía Protágoras. La ciencia política debe volver
a encontrar las leyes ideales. Por consiguiente, forma una unidad con la filosofía; la política no
será ciencia más que cuando los reyes sean filósofos. Se comprende: Platón rechaza todos los
regímenes existentes. Su posición es radical. Se trata de construir un régimen que escape al
devenir. Se trata de definir las condiciones en las que un régimen es perfecto e indestructible. De
esta forma, el problema central de la República es el de la Justicia, individual o colectiva (todo es
uno). La política se mide en relación con la idea de Justicia, que no es sino la Verdad y el Bien
aplicados al comportamiento social. Platón funda la política como ciencia deduciéndola de la
Justicia. Y no ciertamente como descripción objetiva de los fenómenos políticos, sino como
estudio normativo de los principios teóricos del gobierno de los hombres.
Uno de los supuestos de la política platónica estriba en la tesis afirmada en el Gorgias y luego en
el Libro I de la República, de que el hombre injusto es más infeliz que el justo o que la injusticia
es fuente de infelicidad; si no se define previamente en qué consisten la injusticia y la justicia
como cualidades del alma resulta absurdo continuar insistiendo en tal tesis.

De tal manera podemos afirmar que la República plantea la pregunta ¿Qué es la justicia? Y ello
tanto en lo que se refiere al individuo como a la sociedad.

Para analizar la justicia en el individuo hay que estudiarla primero en el Estado, en la polis. Hay
una correlación estructural entre el individuo y la polis.

La justicia es una virtud o excelencia. Hay que conocer la naturaleza y estructura del Estado.
Para ello, Sócrates propone construir idealmente una Ciudad, de modo que así será posible
asistir al surgimiento sucesivo de los elementos o partes que la integran.

La Ciudad surge como respuesta a la incapacidad de cada individuo para satisfacer por sí mismo
sus propias necesidades. Por consiguiente, para que haya Ciudad se necesita en 1º lugar, una
pluralidad de individuos que atiendan a las necesidades más elementales de la vida humana,
alimento, vestido, vivienda y luego otras necesidades más elementales. Todos estos oficios
componen la base económica de la ciudad y el conjunto de los individuos que los ejercen forman
el grupo o la clase económicamente productiva, la que subviene a las necesidades de la
sociedad, la clase de los productores o demiourgoi.

El desarrollo de la polis hasta ciertas formas de abundancia y refinamiento hace necesario 2º, el
surgimiento de una nueva clase o grupo social: el dedicado específicamente al mantenimiento de
la convivencia social, del orden público, a la ampliación del territorio y, en general, a la defensa
de éste y de la ciudad frente a las agresiones exteriores y los desórdenes internos. Este grupo lo
constituyen los guardianes. Este ejército es profesional. Los guardianes han de ser escogidos de
entre aquellos ciudadanos que posean aptitudes especiales para ello (fuerza, rapidez, valentía,
amor a la verdad) y habrán de ser educados y entrenados cuidadosamente con vistas a la
función que deberán desempeñar. Las tareas de gobierno han de asignarse específicamente a
un grupo social. Un grupo especial de ciudadanos tendrán que gobernar. Estos se reclutarán de
entre los guardianes y serán los mejores de ellos. Así queda establecida una diferencia entre
auxiliares {ejército}/ gobernantes{guardias perfectos}.

Volviendo al mito del carro alado del Fedro, los dos caballos y el auriga representan las tres
partes del alma:

-to epithimetikón: el apetito (el caballo malo).

-to thimoeides: el coraje (el caballo bueno).

-to logistikón: la razón, la pertenencia al logos (el auriga).

Estas son las tres partes del alma o tres almas: apetitiva, anímica y racional o concupiscible,
irascible e intelibible.

Platón hace corresponder a estas tres almas tres "virtudes" (aretaí), que son respectivamente:
sophrosyne (templanza), andreía (valor, valentía) y sophía (sabiduría); para esta última emplea
también phrónesis (inteligencia, cordura, traducción escolástica: "prudencia", como de andreía lo
es "fortaleza").

En la polis que Platón dibuja en la República, a las tres almas o partes del alma corresponden
tres partes de la polis, respectivamente: demiourgoi (trabajadores), fylakes (guardianes,
soldados), arkhontes (gobernantes). El que cada parte esté en su lugar (ta eautou prattein: hacer
lo propio de cada uno) es otra "virtud", a la que Platón llama "justicia" (dikaiousyne).

Así, hay un paralelismo perfecto del alma con el Estado. La justicia es la misma en la Ciudad que
en el individuo.

Hay dos principios del platonismo que se aplican en la República: "Principio de la correlación
estructural entre el Estado y el alma" y "Principio de la especialización funcional".

1º Hay identidad estructural entre alma y Estado. El Estado no es exterior al individuo, ni el


individuo es algo exterior al Estado. Hemos de convenir muy necesariamente que en el alma hay
las mismas partes que en el Estado. El Estado no es otra cosa que los individuos que lo
componen y, por tanto, el Estado adquiere el carácter y el modo de vida de éstos, y no sólo el
carácter sino también el régimen político. Esto es porque los griegos no distinguían entre
sociedad civil y Estado.

A cada régimen político le corresponde un tipo de carácter en los individuos y el tipo de carácter
que predomina en los ciudadanos determina el régimen político y es determinado por éste.

Platón distingue tres tipos fundamentales de hombre: el filósofo, el ambicioso y el avaro, según
que en ellos predomine el amor al conocimiento, a los honores o a las riquezas.

La tripartición del alma se deduce de algún modo de la estructura del Estado. Las tres clases
sociales se deducen de las funciones necesarias para que exista un Estado, juntamente con el
principio de especialización funcional, que exige que cada una de las partes se encargue de una
función y sólo de una.

2º El principio de especialización funcional hace que haya correlación estructural entre individuo
y Estado.

El principio de especialización funcional afirma que cada individuo y cada clase social han de
desempeñar solamente una función, aquella para la que estén más capacitados. Esto tiene una
justificación pragmática. La especialización y la división del trabajo aumentan la eficacia y el
rendimiento. Es una ley exigida por la naturaleza misma de las cosas. Cada uno tiene que hacer
las cosas que sean adecuadas a su naturaleza. Todos los seres tienen una función que cumplir y
esta función constituye el fin al que están encaminados naturalmente.

1. Los ciudadanos integrados en cada una de las clases sociales ejercerán solamente la función
social de la clase en que se integren.

2. La inserción de cada ciudadano en la clase correspondiente ha de hacerse atendiendo a sus


dotes naturales, a sus inclinaciones y a su capacidad.

Platón concibe la educación fundamentalmente no como un instrumento para promover la


igualdad, sino como un proceso encaminado a desarrollar y orientar las facultades naturales. Y si
bien es cierto que en todos los individuos se dan las tres partes del alma, no es menos cierto que
siempre predomina una de ellas sobre las demás.

La parte predominante define el carácter, las aptitudes y las inclinaciones de cada cual y cada
cual es asignado a la clase social cuya función específica resulte más acorde con su carácter.

Las virtudes platónicas (llamadas por la Escolástica las cuatro virtudes cardinales) son:

Prudencia. Es saber político. Es una virtud intelectual que pertenece al ámbito intelectual o
episteme. Su objeto es el bien general de la ciudad para que alcance el bien que le es propio.

Valentía o fortaleza. Conocimiento también de lo que debe ser temido. Sólo es opinión correcta
sobre las cosas a temer. Tal opinión tiene que ser firme.

Templanza, moderación o morigeración, autocontrol. Acuero o armonía entre lo que es inferior y


lo que es superior respecto a la parte que debe gobernar.

Justicia. Cumplimiento adecuado del principio de especialización funcional. La justicia es que


cada uno haga lo suyo.

Los grados del saber y del conocer en República VI-VII.

Para resolver el problema referente a la relación o conexión entre el mundo de las Ideas y el
mundo sensible, así como para explorar detenidamente el campo eidético, Platón recurre en la
República a la dialéctica. Por encima de la doxa, de la opinión está la ciencia (episteme) o, con
más exactitud, la multiplicidad de las ciencias, porque Platón observa que cada una de las
ciencias delimita, recorta de lo real una parcela, un ámbito particular, y que para estudiar este
campo particular construye una hipótesis explicativa que de razón de los contenidos de tal
campo, hipótesis que no es la hipótesis de ninguna otra ciencia. Por un razonamiento que se
puede comparar por adelantado a los que efectuar_ Descartes, concluye que debe existir una
ciencia muy general que es el presupuesto de las ciencias particulares. Pero por encima de esta
ciencia misma está lo que es absolutamente diferente de toda hipótesis, el Bien, principio
supremo que no podemos ver. Por ello es necesario remontarse a la ciencia anhipotética, que
será la ciencia fundamental. A ella alude Platón cuando habla de la destrucción de las hipótesis,
destrucción que les deja su valor en tanto que hipótesis, pero que las niega en tanto que
verdades fundamentales.

Toda esta ciencia no es más que un momento constitutivo del proceso social y político interno de
la Ciudad Ideal.

En el Libro VII de la República, Platón nos presenta el mito de la caverna. Platón nos intenta
construir una imagen o un modelo explicativo de la condición o situación humana. Somos
prisioneros encadenados, que ven desfilar unas imágenes sobre el muro que está ante ellos. Si
queremos representárnoslas, no ya enfrentándonos a imágenes, sino a realidades, es preciso
que las imaginemos guiados por algún hombre superior (el Filósofo), para franquear los bordes
de la caverna; sin duda, al salir y mirar la luz, serán deslumbrados, pero esto sólo es el principio.
Estarán, con todo, en la región de lo cognoscible, en esa región de la que bien podemos decir
que está dominada por lo incognoscible, porque la naturaleza del Bien apenas es visible y
apenas cognoscible; y ese Bien es la causa universal de toda certeza y de toda belleza; lo
mismo que el Sol es la fuente de las generaciones sensibles, el Bien, sol inteligible, es fuente de
todo lo verdadero que existe en el mundo inteligible.

En el Libro VII de la República se traza por primera vez en la historia de la Filosofía una tipología
de los diversos tipos de conocimiento en correspondencia con las diversas regiones ónticas.

A. Episteme o Gnosis (conocimiento de B. Doxa (creencia, opinión de

de noeta) inteligible por el Filósofo. doxasta (objetos de opinión)

propio del Philotheamon o

Filodoxo.

[----------------------------------------][---------------------------------]

[--------------------------][------------][----------------------][---------]

Aa Ab Ba Bb

Aa noesis (ciencia, intuición) de eide (formas) por el dialéctico.

Ab dianoia (pensamiento, conocimiento discursivo) de objetos matemáticos, geometría, ciencias


particulares por parte del matemático.

Ba pistis (convicción, fe, creencia) de animales, etc. por el filósofo natural (físico).

Bb eikasia (conjetura, analogía, comparación, conocimiento por semejanza y analogía


superficial) de sombras, imágenes, etc. por el hombre vulgar y ordinario y la gente inculta.

El primer segmento importante, la línea A, simboliza gnosta (cognoscibles), noeta (inteligibles) u


onta (realidades). El segundo, B, simboliza aquellas cosas diversamente llamadas gignomena (lo
que deviene), aistheta (perceptibles), doxasta (objetos de creencia u opinión) u horata (visibles).
Lo visible es el dominio completo de lo que se denomina como opinión (doxa).

Las clases de objetos son, como repetidamente dice Platón, aquellos objetos que son (onta) y
aquellos que devienen (gignomena). El error que comete el hombre vulgar u ordinario consiste
en no distinguir los gignomena perceptibles de los onta, sino que piensa que existen solamente
un conjunto de objetos, los visibles (horata), a los que, sin embargo, él adscribe propiedades
tales como "realidad" que pertenecen solamente a los onta.

El par Ba y Bb pueden ser considerados respectivamente como convicción o creencia (pistis) y fe


o conjetura (eikasia). Sin duda, el propósito de la línea es primariamente distinguir entre
pensamiento (dianoia) y conocimiento intuitivo (noesis), y es por esto por lo que no se presta
demasiada atención a eikasia y pistis. Pero la distinción entre Ba y Bb es, sin embargo,
importante. Se puede decir que el hombre ordinario, en ausencia de educación filosófica, vive
toda su vida en un estado de eikasia, mientras que pistis es meramente el primer estadio efímero
e insatisfactorio cuando ese hombre comienza su educación.
Bb consta de sombras, ecos, reflejos en espejos pulimentados y "todas las cosas de esta clase".
Esto es, datos sensoriales: por lo que se refiere a Ba (pistis), hay una dificultad: Platón no creía
en la existencia de objetos físicos como los datos sensoriales: por eso también, permanece
mirando a las estatuillas, aunque distinguir entre ellas y las sombras del muro es un primer
estadio necesario de la educación. Ciertamente Platón no cree que sea posible abstenerse de
mirar a los datos sensibles y mirar en cambio a los objetos materiales: incluso el guardián,
cuando vuelve a la Caverna, mira a las sombras y no las estatuillas. Se supone que el hombre
con convicción no usa los datos sensoriales a partir de los cuales hacer inferencias sobre objetos
materiales.

Pistis significa "convicción". Eikasia viene del verbo eikadsein. La idea raíz es "tratar una cosa
como semejante a otra"; puede significar entonces "comparación", "comparar". En algunos
contextos, tales como la frase "hos eikasai" puede significar "conjeturar" en el sentido de "guiarse
por semejanza". La palabra pistis es usada por Platón en otra parte casi en su sentido técnico.
Pistis es el mejor estado sobre el mundo fáctico, físico que podemos lograr nosotros mismos.

En cuanto a la distinción entre Aa y Ab, el hombre en el estado mental Ab confunde los objetos y
el hombre en Aa los distingue. Platón dice que el matemático usa hipótesis para proceder a partir
de ellas a extraer conclusiones; en segundo lugar, que hace uso continuamente de diagramas
sensibles. Por el contrario, Platón dice que si un hombre ha de alcanzar verdadero conocimiento
tendrá que destruir las hipótesis, usándolas como puntos de partida en la búsqueda de un arkhé
anhypotheté, un punto de partida no hipotético que esté situado en topos hyperouranós o lugar
supraceleste que podemos decir en términos ontológicos utilizados por el propio Platón, que está
epekeina tes ousías, más allá del ser, se trata de la Idea del Bien to agathon. El matemático se
parece al hombre que sueña por el hecho de que no logra darse cuenta de la distinción entre el
logos y la forma misma. Platón considera al logos como la imagen eikon, eidolon de la Idea y, a
menudo usa este lenguaje.

Mediante la dialéctica, la inteligencia percibe las cosas en sí, o, mejor, la esencia de las cosas.
Aprovechemos todo lo racional que hay en las cosas (apariencias) o quizás tras las apariencias,
para ir hacia lo inteligible, para comenzar ese camino que debe conducirnos de la prisión
subterránea hacia el sol inteligible, entonces descubriremos el puesto de la geometría y de todas
las demás ciencias. Indudablemente, las ciencias estudian sombras, simulacros; pero estas
sombras, estos simulacros nos permiten ascender hacia la resplandeciente consideración del
sol: difícil viaje que se efectúa por medio de la dialéctica en cuanto que la dialéctica asciende. La
geometría tiene de lo real una visión de sueño, esclavizada a unas hipótesis; pero, dice Platón,
hay un momento en el que suprimimos las hipótesis (y el término anairein es sin duda tan difícil
de traducir como el término alemán aufheben en Hegel), en que nos libremos de ellas; y al
librarnos concebimos una ciencia general que será uno de los grados por los que hemos pasado
para ir hacia lo que es propiamente inteligible. Tal es el dialéctico que capta en cada cosa la
razón de su esencia. Sin embargo, ahí hay un límite superior de la dialéctica, porque el Bien no
puede ser definido, no puede ser conocido realmente, sino únicamente presupuesto o, con más
exactitud, postsupuesto.

La educación.

La educación se desarrolla en Platón en dos fases. La primera de ellas abarca la infancia y la


juventud, hasta los 20 años. La segunda, la educación superior, se extiende desde la mayoría de
edad hasta la madurez. Abarca entre los 20-35 años.
1ª fase, guardianes.

2ª fase, guardianes perfectos, filósofos.

La 1ª fase comprende gimnasia y música. Se trata de formar ciudadanos capaces de


desempeñar adecuadamente la función de guardias. Hace falta para ello:

-condición física.

-ánimo.

Las virtudes (aretaí) necesarias son la valentía, fuerza de carácter, abnegación, firmeza de
convicciones. La educación física no se limita a desarrollar el cuerpo, sino que se orienta a la
formación del carácter.

La música es además de música formación artística o humanística. El arte posee un poder


excepcional para la formación del carácter, tanto por su naturaleza como por los efectos que
produce en el alma. El arte es mímesis, imitación y posee una gran fuerza impresiva capaz de
inculcar en el alma creencias y opiniones estimulando modos de pensar y actuar en
correspondencia con las imágenes de la realidad que nos ofrece. El arte es el instrumento
educativo por excelencia para este nivel educativo. Por ello se establece la censura. Los
fundadores del Estado han de velar por la teología civil. Los poetas deben sólo imitar lo que es
virtud, valor, sabiduría, piedad, dignidad. La música deberá ser masculina y valiente y no una
música débil, orientada hacia el placer. Toda la censura del arte se lleva a cabo en nombre de la
suprema Idea del Bien.

Una vez completada la educación por la gimnasia y la música, la mayoría de los que han
superado esta etapa serán guardias. Algunos de ellos, los mejores, pasarán a la etapa siguiente.
Serán aquellos que hayan sobresalido tanto por su amor a la ciudad, como por su capacidad
intelectual y su perseverancia en el estudio.

El Filósofo según Platón.

Es necesario definir lo que es un filósofo. Para Platón es necesario un cambio; los filósofos
deben ser reyes, a menos que los reyes sean filósofos. La teoría de las Ideas vuelve a ocuprr su
puesto; hay, por una parte, los que son amantes de los espectáculos y, por otra parte, los que
son amantes de lo Bello, los que únicamente quieren ver lo Bello. Estos últimos son muy
escasos, pero son los únicos que están fuera del estado de sueño. Este estado de sueño del que
es necesario salir es la opinión, la doxa; es un estado intermedio entre el ser y el no ser. Las
cosas que dependen de la opinión son absolutamente diferentes de las que son objeto del saber;
pero tampoco hay que decir que la opinión se ocupa del no-saber, es algo intermedio; participa
del ser y del no-ser; es una mezcla.

El filósofo es amante de la realidad entera; quiere la verdad; no le preocupa la muerte; es justo.


Amasa y conserva los conocimientos; es amigo de la mesura. La multitud no es en modo alguno
filósofa, y es difícil al filósofo permanecer filósofo. Hay que buscar la forma de Estado en la que
la degeneración del filósofo sea difícil, incluso imposible. Lo que debe predominar es la Idea del
Bien. En el Libro VI Platón habla de la gran paradoja que supone que el Estado perfecto debe
ser constituido por el sabio perfecto, y éste, a su vez, no puede serlo más que en el Estado
perfecto en donde se realice la Filosofía. Hay que contar pues, con un azar que presentará un
filósofo-rey o, antes un rey-filósofo. El filósofo que ha ascendido hacia las Ideas volverá a
descender a la caverna para ayudar a los hombres a salir del sueño en el que se hallan sumidos
y aportar sentido y verdad a la vida. Ahora se llegan a fundamentar las dos afirmaciones de
Sócrates: que la virtud es una, y que la virtud es ciencia. Es ciencia del Bien, del Bien único, sol
inteligible que da nacimiento y desarrollo a todo lo que es. Como el sol hace los colores, el Bien
fundamenta el conocimiento, hace las cosas cognoscibles, es decir, visibles para nuestro ojo
inteligible.

La existencia del filósofo es paradójica, en el sentido de que va contra la doxa, en el sentido de


que hay en él una tensión. La filosofía misma es ascensión hacia lo inteligible, contrariamente a
lo que piensan los retóricos y los erísticos. Por encima de todo conocimiento particular está el
conocimiento del Bien. Está más allá del ser y más allá del Logos.

Los gobernantes no son otros que los sabios. La política es un saber, es una ciencia. Esta
ciencia es la filosofía, la dialéctica. El verdadero gobernante es el filósofo. La filosofía es el amor
a la sabiduría al contrario que la filodoxa o amor a las opiniones o al contrario del filotheamon o
amante de los espectáculos.

Las opiniones mudables y carentes de justificación racional recaen sobre los seres físicos que
son igualmente mudables y carentes en sí de inteligibilidad (todo lo que de inteligibilidad hay en
el mundo físico proviene de las Ideas); de otra parte, el saber -que es conocimiento universal,
necesario y racionalmente fundado- tiene como objeto las Ideas igualmente universales y
necesarias cuyo entramado constituye un sistema plenamente racional.

El ascenso hasta este tipo de saber que Platón denomina Filosofía y también dialéctica es difícil
y por ello exige un entrenamiento intelectual: la mente ha de acostumbrarse al razonamiento
alejándose de los sentidos y de sus objetos. Las matemáticas son saberes particulares,
proceden por hipótesis sin dar razón de ellas, parten de sus objetos. No pueden justificar o
fundamentar sus objetos.

El proceder de la dialéctica es otro: no acota ninguna parcela del mundo inteligible y por tanto, su
saber no es hipotético. El dialéctico asciende por medio de la razón. "considerando las hipótesis
no como principios últimos, sino como simples hipótesis que sirven a modo de peldaños y puntos
de apoyo para elevarse hasta el principio de todo que ya no es hipotético; y una vez alcanzado
éste, desciende de nuevo abarcando todas las consecuencias que se derivan de él hasta llegar a
la conclusión final, sin servirse en absoluto de nada sensible, sino solamente de las Ideas
mismas, pasando de Idea en Idea y terminando en Ideas".

La dialéctica es un saber sistemático total, globalizador, sinóptico en el cual cada conocimiento


parcial se justifica por el lugar que ocupa dentro del todo, que le asigna el saber absoluto. El
sistema de las Ideas descansa en la Idea suprema, la Idea del Bien.

La sucesión de los regímenes.

Esta evolución de los regímenes políticos a peor parece inevitable. Para detener esta evolución
hace falta, en primer lugar, conocerla. Platón va a darnos su ley general consistente en afimar
que el devenir político no es solamente pura sucesión de hechos encadenados, sino que está
regido por un determinismo estricto. La Monarquía y la Aristocracia son los regímenes perfectos
y son los por Platón preferidos para su Ciudad Ideal gobernada por filósofos. De la Aristocracia

-la forma perfecta descrita en la "República"- proceden sucesivamente, por una evolución
continua que constituye moralmente una degradación,

La Timocracia, gobierno de unos hombres fuertes, ambiciosos, hábiles y de talento práctico, pero
teóricamente, poco reflexivos, prácticamente débiles, más inclinados a la acción que a la
reflexión y más atentos a su interés que al de la comunidad, estando dominados por la parte
irascible del alma; habiéndos enriquecido la clase de los trabajadores y teniendo que ser
reprimida su ambición por la fuerza militar, los guerreros se aprovechan, repartiéndose las
riquezas y oprimiendo a quienes primitivamente debían proteger. En este régimen el amor
creciente por las riquezas tropieza con restos de sana filosofía, mezclándose el bien y el mal. El
principal móvil del hombre timocrático es la búsqueda de honores y la ambición -ya insensata
pero menos vil, sin embargo, que la búsqueda de riquezas-. La Timocracia degenera en:

La oligarquía cuando el rico gobierna y el pobre no participa en el gobierno. Gobiernan unos


pocos adinerados, postergando a los más pobres. Les domina el alma concupiscible y la codicia
y el afán de dinero son los móviles de su administración. Por consiguiente, al convertirse la
riqueza en el único título, el desorden se introduce en todas las clases y los oligarcas se
convierten en hombres divididos entre sí. Todo se halla revuelto. Y cuando la presión de los
descontentos se hace demasiado fuerte se instala:

La Democracia, siendo eliminados los ricos. Gobierno de la masa que, según Platón, no tiene los
ojos del alma claros para contemplar la divina verdad. Es aparentemente un estado ideal, en el
que todos son iguales, pero realmente en él se da una consideración de los vicios como virtudes,
pues el libertinaje se considera libertad y la insolencia grandeza de alma. Es éste un régimen
deplorable, ya que la inclinación desenfrenada por la libertad conduce a eliminar del poder, como
peligrosos a los especialistas, a autorizar todo género de existencias (por eso la democracia es
una feria de constituciones, un bazar de regímenes) y a despreciar por último las leyes escritas y
no escritas; de manera que se produce una reacción radical en forma de:

Tiranía. Es la extrema degeneración de las formas de gobierno. Es, la consecuencia de la


democracia, puesto que en un estado de libertinaje el pueblo necesita un caudillo para dirimir sus
disensiones y encumbra a uno al que hace omnipotente. "De la extrema libertad sale la mayor y
más ruda esclavitud" (Rep. 564). A su vez el tirano, como nada se levanta en su camino para
detenerle, se convierte en esclavo de la locura, dirigiéndose su reino hacia la catástrofe. La
génesis de la tiranía se produce cuando el que tiene la fuerza y la confianza del pueblo lo
endereza todo hacia su propio interés, se vuelve odioso a los ciudadanos y, por tanto, se hunde
cada vez más en la tiranía.

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Todas estas enfermedades y todos los males de los hombres acabarán cuando llegue al poder la
raza de los puros y auténticos filósofos o los gobernantes, por un especial don divino, lleguen a
ser filósofos.

Ante el problema de saber si el Estado que él construye es ideal o si puede tomar cuerpo en lo
real, dice Platón: "Quizá haya en el cielo un modelo para el que quiera mirarlo y fundar conforme
a él su propia existencia." Poco importa, en último término, que este Estado exista o no, porque
sobre las leyes de éste se fundamentará la acción moral, sin que importe que se encuentre o no
en lo real.

El mantenimiento de las instituciones y el orden establecido constituye pues el objetivo de los


gobernantes y, por tanto, el límite de su gobierno. El gobernante ha de vigilar para que la Ciudad
se mantenga dentro de unos márgenes moderados de bienestar sin dejar que se apoderen de
ella ni la riqueza ni la pobreza, que son los dos grandes enemigos de la justicia y la unidad del
Estado. Ha de vigilar también para que la Ciudad no crezca demasiado, en cuyo caso se pondría
igualmente en peligro su unidad. Ha de cuidar también de que los individuos se destinen a las
funciones más acordes con sus dotes naturales, es decir, que sean incluidos en la clase social
adecuada para que la justicia pueda permanecer. Ha de vigilar, en fin, el sistema educativo de
modo que no se introduzcan cambios en él.

Hay tres medidas fundamentales para el establecimiento y la permanencia de la Justicia en la


ciudad: lº, que a cada ciudadano se le asigne la función más acorde con sus dotes naturales y
2º, que las dotes naturales se refuercen y promuevan a través de una educación adecuada y
rigurosa. 3º,la abolición de la propiedad privada y de la familia.

 Conclusiones

Platón intentó plasmar en la práctica sus ideas filosóficas, aceptando


acompañar a su discípulo Dión como preceptor y asesor del joven rey
Dionisio II de Siracusa; el choque entre el pensamiento idealista del
filósofo y la cruda realidad de la política hizo fracasar el experimento
por dos veces (367 y 361 a. C.).
Sin embargo, las ideas de Platón siguieron influyendo -por sí o a
través de su discípulo Aristóteles- sobre toda la historia posterior del
mundo occidental: su concepción dualista del ser humano o la división
de la sociedad en tres órdenes funcionales serían ideas recurrentes del
pensamiento europeo durante siglos. Al final de la Antigüedad, el
platonismo se enriqueció con la obra de Plotino y la escuela
neoplatónica (siglo iii d. C.).

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