Brujería

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Brujería

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Para otros usos de este término, véase Bruja (desambiguación).

El aquelarre, de Francisco de Goya.

Brujería es el grupo de creencias, conocimientos prácticos y actividades atribuidos a ciertas


personas llamadas brujas (existe también la forma masculina, brujos, aunque es menos
frecuente) que están supuestamente dotadas de ciertas habilidades mágicas.a
La creencia en la brujería es común en numerosas culturas desde la más remota antigüedad,
y las interpretaciones del fenómeno varían significativamente de una cultura a otra. En el
Occidente cristiano, la brujería se ha relacionado frecuentemente con la creencia en el Diablo,
especialmente durante la Edad Moderna, en que se desató en Europa una obsesión por la
brujería que desembocó en numerosos procesos y ejecuciones de brujas (lo que se denomina
«caza de brujas»). Algunas teoríasb relacionan la brujería europea con antiguas
religiones paganas de la fertilidad, aunque ninguna de ellas ha podido ser demostrada. Las
brujas tienen una gran importancia en el folclore de muchas culturas, y forman parte de
la cultura popular.
Si bien este es el concepto más frecuente del término «bruja», desde el siglo XX d. C. el
término ha sido reivindicado por sectas ocultistas y religiones neopaganas, como la Wicca,
para designar a todas aquellas personas que practican cierto tipo de magia, sea esta maléfica
(magia negra) o benéfica (magia blanca), o bien a los adeptos de una determinada religión. Es
considerada la brujería, una forma de espiritismo.
Un uso más extenso del término se emplea para designar, en determinadas sociedades, a
los magos o chamanes.
Índice

 1Terminología: brujería, hechicería, magia


o 1.1La «bruja»
o 1.2Diferencias entre brujería y hechicería
 2Historia de la brujería en Occidente
o 2.1La Antigüedad clásica
o 2.2La brujería en el Antiguo Testamento
o 2.3Brujería y cristianismo en la Edad Media
o 2.4Brujería y cristianismo en los inicios de la Edad Moderna
o 2.5La brujería en Europa durante la Edad Moderna
 2.5.1El concepto de brujería. Orígenes y desarrollo
 2.5.1.1El Malleus Maleficarum y la polémica sobre la realidad de la brujería
 2.5.2Prácticas atribuidas a las brujas
 2.5.2.1Pacto con el Diablo
 2.5.2.2El aquelarre o sabbat
 2.5.2.3El vuelo
 2.5.2.4La metamorfosis
 2.5.2.5Magia negra
 2.5.2.6La definición del delito de brujería
 2.5.2.7La persecución de las brujas
o 2.6La crisis de la brujería (siglo XVII)
o 2.7Brujería en la América española
o 2.8La Ilustración y la crítica final de la brujería (siglo XVIII)
o 2.9Edad Contemporánea
 3Interpretaciones de la caza de brujas
o 3.1Teoría del origen pagano
o 3.2Teorías psicológicas y psiquiátricas
o 3.3Teorías escépticas
o 3.4Teorías sociológicas y antropológicas
o 3.5Interpretaciones socio-económicas
 4La brujería en otras culturas
 5Las brujas en el folclore europeo
o 5.1Su reflejo en la literatura infantil
o 5.2La belleza y la fealdad
 6Brujería en la cultura popular
o 6.1La Brujería en el Folklore chileno
 7Véase también
 8Notas
o 8.1Referencias
o 8.2Bibliografía
 9Enlaces externos

Terminología: brujería, hechicería, magia[editar]


Aunque en castellano o idioma español se utiliza en ocasiones la palabra «brujo», en
masculino, como sinónimo de mago, con independencia del tipo de magia que practique, el
uso más frecuente del término en la actualidad y casi siempre en femenino hace referencia a
las personas que practican la magia negra, pero no siempre fue así. Esto se debe a que
históricamente tanto en Europa como en África y Oriente, las artes adivinatorias, la magia y la
hechicería fueron siempre practicadas por varones, excepto en la época en que la «brujería
demoníaca» fue perseguida en Europa durante la Edad Media, momento en el cual las brujas
fueron consideradas en su mayoría del sexo femenino. Es con el cristianismo, que la
manipulación de las fuerzas ocultas, tradicionalmente en manos masculinas ―las únicas con
el poder suficiente como para realizar hechizos benéficos―, pasan a ser consagradas a las
manos femeninas, las únicas capaces de realizar maleficios malignos para los padres de la
Iglesia.1
Según Guy Bechtel, en todos los tiempos ha habido varones y mujeres que decían tener
poderes y practicar la magia. Desde sacerdotes hasta emperadores se arrogaban el título de
mago. Había funcionarios estatales que trabajaban de adivinos o augures y se dedicaban a
augurar quien sería el vencedor en la batalla. Eran los magos. La brujería, en cambio, ejercida
por gente de menor nivel cultural y económico, era vista como un subproducto de la magia. La
gente recurría a los brujos y brujas para ahuyentar la mala suerte o mejorar las cosechas. En
los principios se trataba de una brujería benéfica. Las brujas o brujos practicaban la llamada
magia blanca. Esto se veía en Occidente tanto como en Oriente: en la Antigua Roma, en
la Antigua Atenas, en el Antiguo Egipto e incluso en África existían talismanes contra el mal de
ojo, amuletos, hierbas mágicas y pociones. Recién con el cristianismo aparece el concepto de
brujería como herejía religiosa ligado principalmente a las mujeres, y el mago (magus) va
dejando lugar al brujo (maleficus), con lo que el combate contra la magia se convierte en
sinónimo de lucha contra el paganismo.1
Mientras que la magia fue una ceremonia practicada en la corte papal o real por los llamados
nigromantes que utilizaban el conjuro para el control de los demonios, los poderosos magos
eran del sexo masculino. Pero cuando los teólogos escolásticos condenaron estas prácticas al
sostener que si los demonios proporcionaban servicios al mago era porque esperaban algo a
cambio, fue cuando el mago-señor se transformó en bruja- servil, el sexo del malhechor
cambió y los brujos se convirtieron en su gran mayoría en mujeres.2
La «bruja»[editar]
La palabra española «bruja» es de etimología dudosa, posiblemente prerromana, del mismo
origen que el portugués y gallego bruxa y el catalán bruixa. La primera aparición documentada
de la palabra, en su forma bruxa, data de finales del siglo XIII.3 En 1396 se encuentra la
palabra broxa, en aragonés, en las Ordinaciones y paramientos de Barbastro. Carmelo Lisón
Tolosana considera que el origen de la palabra puede encontrarse en el área pirenaica.
En Gascuña y Béarn era también corriente el uso de una palabra etimológicamente
relacionada, brouche. Debe tenerse en cuenta que en esta época el Languedoc y la Corona
de Aragón eran áreas culturalmente muy relacionadas.4
En el País Vasco y en Navarra se utilizó también el término sorgin (/sorguín/ en su
pronunciación en español), y en Galicia, la voz meiga.
En latín, las brujas eran denominadas maléficae (singular maléfica), término que se utilizó para
designarlas en Europa durante toda la Edad Media y gran parte de la Edad Moderna.
Términos aproximadamente equivalentes en otras lenguas, aunque con diferentes
connotaciones, son el inglés witch, el italiano strega, el alemán Hexe y el francés sorcière.
Diferencias entre brujería y hechicería[editar]
El antropólogo español Julio Caro Baroja propone diferenciar entre «brujas» y «hechiceras».
Las primeras habrían desarrollado su actividad en un ámbito predominantemente rural y
habrían sido las principales víctimas de las cazas de brujas entre los años 1450 y 1750. En
cambio, las hechiceras, conocidas desde la antigüedad clásica, son personajes
fundamentalmente urbanos: un ejemplo característico en la literatura española es la
protagonista de La Celestina de Fernando de Rojas. La distinción entre bruja y hechicera es
además frecuente en la literatura española del Siglo de Oro: en El coloquio de los
perros, Cervantes hace decir al perro Berganza (ref:El coloquio de los perros):
[...] he querido dejar todos los vicios de la hechicería, en que estaba engolfada muchos años había y
sólo me he quedado con la curiosidad de ser bruja, que es un vicio dificultosísimo de dejar.

Carmelo Lisón Tolosana diferencia asimismo entre hechicera y bruja, pero según este
antropólogo español, aquélla se basa en la distinta relación que mantienen una y otra con el
poder oculto y maligno, con el poder demoníaco. La hechicera es tan antigua que "en realidad
en toda cultura pueden encontrarse prácticas de magia hechiceril o maléfica, realizadas con
intención de causar daño a otros, por medio de técnicas apropiadas e invocación de poderes
misteriosos o demoníacos". Así la hechicera invoca y se sirve del poder demoníaco para
realizar sus conjuros, mientras que la bruja hace un pacto con Satán, renuncia a su fe y rinde
culto al diablo. "La fuente del poder oculto no es ahora la fuerza de la palabra ni la invocación
al diablo ni la ceremonia mágica, sino que aquélla proviene de la adoración personal y
voluntaria al demonio por parte de la bruja hereje y apóstata; su poder es vicario pero
diabólico, adquirido a través de pacto explícito, personal y directo con el mismísimo Satán en
conciliábulo nocturno y destructor que anuncia el aquelarre". El paso de la hechicera a esta
"bruja satánica", "bruja aquelárrica", como las llama también Carmelo Lisón, se produjo en
Europa a lo largo de los dos siglos finales de la Edad Media.5
La idea de que la distinción principal entre brujería y hechicería es que en esta última no existe
un pacto con el diablo es compartida por otros autores. Así, mientras que la brujería utiliza
hierbas, ungüentos y alucinógenos para producir sugestión en sus víctimas, la hechicería usa
materiales empíricos.2
Así se puede decir también que tenemos dos tipos de brujería: la antigua, que todavía
subsiste y es la de los filtros amorosos y la adivinación (o hechicería), y la demoníaca,
vinculada a los aquelarres y el diablo (o brujería). En la mayoría de los idiomas se utilizan
términos diferentes para cada una menos en el francés, idioma en el cual sólo
existe sorcellerie para ambas. En inglés existe sorcery y witchcraft, en
portugués feitiçaria y bruxaria, en italiano fattucchieria y stregoneria, en alemán se
dice Kunts o Zauberei y Hexerei, mientras que en castellano se dice «hechicería» a la primera
y «brujería» a la segunda.1

Historia de la brujería en Occidente[editar]


La Antigüedad clásica[editar]
Circe ofreciendo un brebaje a Ulises, por J. W. Waterhouse.

En las antiguas Grecia y Roma, estaba extendida la creencia en la magia. Existía, sin
embargo, una clara distinción entre distintos tipos de magia según su intención. La magia
benéfica a menudo se realizaba públicamente, era considerada necesaria e incluso existían
funcionarios estatales, como los augures romanos, encargados de esta actividad. En cambio,
la magia realizada con fines maléficos era perseguida.cSe atribuía generalmente la magia
maléfica a hechiceras (en latín maléficae), de las que hay numerosas menciones en
numerosos autores clásicos.
Según los textos clásicos, se creía de estas hechiceras que tenían la capacidad de
transformarse en animales, que podían volar de noche y que practicaban la magia tanto en
provecho propio como por encargo de terceras personas. Se dedicaban preferentemente a la
magia erótica, aunque también eran capaces de provocar daños tales
como enfermedades o tempestades. Se reunían de noche, y consideraban como sus
protectoras e invocaban en sus conjuros a diosas como Hécate, Selene, Diana entre otras
deidades.Plantilla:Caro Baroja
Probablemente, las brujas más conocidas de la literatura clásica son dos
personajes mitológicos, Circe6 y Medea. Las habilidades mágicas de ambas residen sobre
todo en su dominio de las pócimas o filtros mágicos (phármakon, en griego). Medea, que se
presenta a sí misma como adoradora de Hécate,d se convirtió en el arquetipo de la hechicería
en las literaturas griega y romana. Hay menciones de brujas en las obras
de Teócrito, Horacio, Ovidio, Apuleyo, Lucano y Petronio, entre muchos otros. Estos autores
hacen especialmente referencia a brujas que realizan magia de tipo erótico.
Relacionada con la creencia grecorromana en las brujas está la figura de la estirge, un animal
nocturno que es mitad pájaro mitad ser humano que se alimenta de sangre (y que resulta
también un precedente de la moderna figura del vampiro).
Los escritores antiguos fueron a menudo escépticos acerca de las presuntas facultades de las
brujas.
La brujería en el Antiguo Testamento[editar]

Saúl y la bruja de Endor.

En la Torah (el Antiguo Testamento cristiano) no aparece el concepto de «brujería», con el


significado y las connotaciones que se desarrollarían en el medioevo europeo. En el Éxodo lo
que se prohíbe concretamente es la magia o hechicería (en hebreo kasháf, ‘la que susurra’),
es decir la práctica de, mediante invocar dioses o espíritus, o mediante fórmulas mágicas
obtenidas gracias al conocimiento y la sabiduría supuestamente sobrenaturales, tratar de
influir sobre personas y acontecimientos futuros. En esto difiere la magia de la adivinación,
pues esta última solo trata de descubrir acontecimientos futuros, no de influir en ellos o
cambiarlos. En suma, los hechiceros mencionados en la Biblia no son satanistas sino
sacerdotes más o menos formales de cultos de esa época. Se llama así tanto a los sacerdotes
de Egipto, como a los de Babilonia y Persia.
En la Torah se establece que la hechicería debe ser castigada con la pena de muerte: «A la
hechicera no la dejarás que viva» (Éxodo). Es de notar que, al igual que en la Grecia y Roma
clásicas, la brujería aparece como una actividad mayoritariamente femenina.
De otras citas bíblicas (Levítico, Deuteronomio 18:11-12), se desprende que la principal
actividad de estas hechiceras era la necromancia o invocación a los muertos. En el Primer
libro de Samuel (1Samuel 28:1-25) se relata la historia de la bruja de Endor, a la que Saúl,
contraviniendo sus propias leyes, recurrió para invocar al difunto profeta Samuel antes de una
batalla con los filisteos.
Brujería y cristianismo en la Edad Media[editar]
Los padres de la Iglesia se mostraron escépticos sobre la realidad de la brujería. Agustín de
Hipona dudaba de la posibilidad de la metamorfosis y desarrolló la teoría de que los delirios de
los brujos eran creados por el diablo.7
Sin embargo, el Código Teodosiano promulga, por primera vez, una ley en contra del ejercicio
de la magia, en 429. En 534, el segundo Código de Justiniano prohíbe consultar a
los astrólogos y adivinos por ser una «profesión depravada». El Concilio de Ancira o Concilio
de Elvira, en 306, declara que matar a través de un conjuro es un pecado y la obra del
demonio. El Concilio de Laodicea solicita, en 360, la excomunión de todo aquel que practique
la brujería, la adivinación, la astrología o la magia.
En la Alta Edad Media abundan los testimonios de eclesiásticos que denuncian como ilusiones
las viejas creencias sobre las brujas, condenándolas como cultos paganos.8
Los obispos se preocupaban de los hechizos, de las viejas que pretendían haber hecho viajes nocturnos
maravillosos, de los fabricantes de filtros y encantamientos, de clérigos eruditos adeptos a la magia y a
la astrología, de los invocadores de los demonios.9

En la segunda mitad del siglo XIII d. C. la percepción de la brujería cambia y se acentúa la


preocupación por ella a causa de la difusión de textos herméticos y de la idea mantenida por
ciertos clérigos eruditos de que los cristianos a veces dejaban que el diablo se apoderara de
ellos o de una parte de su ser. Así se pasa de la visión de la brujería como una superstición o
como el resultado de ilusiones demoníacas, a pensar que los que la practican lo que buscan
es establecer pactos con el diablo, por lo que se cree necesario clasificar muy bien sus
prácticas e interrogarlos con detenimiento. A partir de entonces la creencia en las
intervenciones directas del diablo en la vida del hombres se hace más real, más evidente, más
repetida, como nunca antes en la historia medieval. Esta preocupación llega al papa que
consulta a los teólogos, cuya opinión queda plasmada en la bula Super illius specula (de
1326), que equipara la brujería a la herejía. Así las prácticas mágicas se convierten
...en un gran peligro para el género humano al desafiar los lazos de obediencia, al suscitar la rebelión,
convirtiéndose también, como la herejía, en un crimen de lesa majestad humana y divina, justificando el
procedimiento más duro, más excepcional, puesto que es la majestad misma la que aparece
amenazada por este crimen atroz.10

Los eclesiásticos comienzan a creer seriamente en la realidad del fenómeno de la brujería,


que ya no es considerado como una mera superstición, y Tomás de Aquino, el teólogo más
importante de su tiempo, formula la teoría de los demonios íncubos y súcubos que utiliza para
precisar la casuística que se puede dar en las relaciones sexuales entre los humanos y los
demonios.8
El cambio aparece reflejado en las Partidas de Alfonso X el Sabio ―quien por otro lado era
muy aficionado a las prácticas hechiceras―, aunque ponen bajo la jurisdicción real a
la magia y a la adivinación, y no de la eclesiástica, porque no son consideradas
como herejías.8
El dominico catalán Nicholas Eymeric incluye la brujería en su famoso manual para
inquisidores Directorium inquisitorium de 1376. En él establece tres tipos de brujería: la de los
que adoran a los demonios, arrodillándose ante ellos, encendiendo cirios y quemando
incienso, cantando oraciones, etc; los que les dan un culto mezclando los nombres de los
demonios con los de los santos, rogando que los mismos demonios hagan de mediadores
ante Dios, etc.; y los que invocan siempre a los demonios trazando figuras mágicas, colocando
un niño en medio de un círculo, etc. A continuación Emeric advierte que si el brujo o la bruja
se dirige al demonio en un tono imperativo (te mando, te ordeno) la herejía no está bien
marcada, en cambio si dice 'te ruego' o 'te pido', eso significa oración ―y adoración― lo que
tiene que ser severamente castigado.8
En el siglo XV d. C. la ofensiva antibrujería se acentúa y el aumento de los procesos por esta
causa aumenta de forma extraordinaria en toda Europa ―la misma Juana de Arco fue
condenada y quemada en la hoguera por «bruja»―. El papa Inocencio VIII promulgó en 1484
la bula Summis desiderantis affectibus en la cual reconoce formalmente el hecho de la
brujería. Mayor impacto tendrá la publicación dos años después del libro Malleus
maleficarum de dos dominicos alemanes, en el que se presenta la brujería como
una secta diabólica que hay que exterminar.8

Una de las primeras representaciones del "sabbat". Miniatura del siglo XV d. C.

Es precisamente en el siglo XV d. C. cuando aparecen las representaciones en imágenes


del sabbat, y es significativo que una de las primeras sea una miniatura aparecida en un
tratado contra los herejía valdense en la que se imita la iconografía utilizada en el Cordero
místico, el famoso cuadro de Jan van Eyck, cambiando el cordero por el macho cabrío.11
El primer caso de la quema de una bruja data de 1275 en Toulouse ―epicentro
del catarismo―. El inquisidor Hugo Baniol condenó a una mujer enajenada mental a la
hoguera luego de que ésta confesó haber procreado un monstruo con un demonio. Doctores
de la iglesia como San Buenaventura y Tomás de Aquino creían posible el encuentro carnal
entre mujeres y demonios.12
Otros tempranos y escasos informes sobre la persecución de brujas datan de 1360,
ejecutadas por la justicia civil en Suiza y Croacia.13Sin embargo, en esa época el poder judicial
civil no estaba separado del poder religioso. De los once territorios del Sacro Imperio Romano
Germánico donde la persecución fue más intensa en términos de cantidades de brujas
condenadas, siete eran católicos: Colonia, Maguncia, Würtzburg, Bamberg, Tréveris, Eichstätt
y Ellwangen, y allí mataban en nombre de dios y las autoridades católicas estuvieron
implicadas.1
En 1829, el novelista francés Lamothe-Langon sostuvo que la tolerancia hacia las brujas por
parte de la Iglesia cambió cuando la Iglesia comenzó a perseguir
las herejías cátara y valdense. Ambas concedían una gran importancia al Demonio. Para
combatir estas herejías fue creada la Inquisición pontificia en el siglo XIII d. C.. En el siglo
siguiente comienzan a aparecer en los procesos por brujería las acusaciones de pacto con el
Diablo, el primer elemento determinante en el concepto moderno de brujería.
La primera persona en estar en desacuerdo con el cambio de pensamiento respecto de la
brujería fue el matemático y cardenal Nicolás de Cusa, quien insistía en la no existencia de las
brujas como seres que se transformaban en animales.14
Brujería y cristianismo en los inicios de la Edad Moderna[editar]
Con la Reforma Protestante la situación de las brujas no cambió; al contrario, Martín
Lutero era un convencido sobre las existencia de los brujos e insistía en su persecución,
aunque no fue responsable de las hogueras como Juan Calvino (1509-1564).

Detalle del Tríptico de las Tentaciones de san Antonio (hacia 1501) de El Bosco en el que aparece una
imagen satírica de una pareja que se traslada por los aires al Sabbat montada en un pez volador. Él,
delante, porta colgado de una pértiga el caldero de las cocciones mágicas; ella, detrás, con una falda de
cola larga.

La primera persona que alzó su voz en contra de la cacería de brujas fue el médico
protestante Johann Weyer (1515-1588). En 1563, Weyer concluyó que las principales
acusadas de brujería eran mujeres ancianas que según él sufrían de «melancolía».14Contra la
existencia de brujas se sumaron los también protestantes Johann Jacob Wecker (1528-
1586), Herman Witekind (1524-1603) y Johannes Ewich (1525-1588).
Dentro de la Iglesia católica, dos figuras destacaron en la lucha contra la caza de brujas: el
español Alonso de Salazar y Frías y el jesuita alemán Friedrich Spee.
En el año 1610, en la localidad de Logroño se lleva a cabo el enjuiciamiento de presuntas
brujas, episodio que se conoce como el Juicio a las Brujas de Zugarramurdi. De entre los tres
inquisidores encargados del proceso se destacó la figura de Alonso de Salazar y Frías.
Salazar se opuso a sus dos colegas, que estaban convencidos de la culpabilidad de las
supuestas brujas. En su informe al inquisidor general, Salazar concluyó: «No hubo brujos ni
embrujados hasta que se empezó a hablar y escribir de ellos». Dicha investigación contribuyó
a la definitiva abolición de las quemas de brujas en todo el Imperio español.
Entre 1626 y 1631, en el paroxismo de la Guerra de los Treinta Años, período en el cual se
produjeron grandes matanzas, saqueos y terribles hambrunas y en el cual se llegaron a darse
episodios de canibalismo, los príncipes católicos que reconquistaban territorios luteranos
llevaron adelante juicios masivos contra personas acusadas de brujas en la ciudad
de Würzburg y en las que fueron ejecutadas más de 1000 personas, hombres, mujeres y
niños, acusados de ser brujos.
La brujería en Europa durante la Edad Moderna[editar]
Los siglos XVI y XVII constituyen el período culminante de la caza de brujas, especialmente en
el centro de Europa y las islas británicas. En el sur de Alemania fueron quemadas 3229 brujas
entre 1560 y 1670; en Escocia 4400 entre 1590 y 1680; en Lorena, más de 2000 entre 1576 y
1606. Ricardo García Cárcel señala que la mayor incidencia en estas regiones se debió a que
«habían sufrido guerras de religión y que, en muchos casos, eran zonas de tensión política y
social, que padecían las consecuencias de la Reforma». En el mundo católico, en la primera
mitad del siglo XVII los jesuitas tomaron el relevo de los dominicos en la «caza de brujas».15
Las matanzas fueron acompañadas de una extraordinaria proliferación de libros sobre el tema,
con Alemania a la cabeza. Del Malleus maleficarum se hicieron entre 1486 y 1669 un total de
34 ediciones, lo que equivale de 30 000 a 50 000 ejemplares. El anónimo El teatro de los
diablos (1569) y Instrucciones sobre la tiranía y el poder del diablo de André Musculus, fueron
algunos de estos libros dedicados a la brujería y a la demonología, que en total sumarían más
de 200 000 ejemplares, sólo en el mercado alemán. En Francia la obra de mayor éxito fue
la Demonomanía de Bodino (1580).16
Incluso algunos de los protagonistas de la revolución científica del siglo XVII, como Francis
Bacon o Robert Boyle, creían en las brujas y en los espíritus malignos. Boyle llegó a proponer
que se interrogara a los mineros para determinar «si han visto algún demonio subterráneo; y si
es así, qué apariencia y aspecto presentan». Sin embargo, hubo otros intelectuales que
buscaron una explicación racional al fenómeno de la brujería, como Ulrico Melitor, Johann
Wier o el inglés Reginald Scot con su Discoverie of Witchcraft (1584).15 Según Julio Caro
Baroja, "este libro, y algún otro en que se hacían invocaciones a la prudencia, encolerizó de tal
manera al rey Jacobo I que se consideró obligado a refutarlo condenando las opiniones
dañinas expuestas en él, que no eran sino la de considerar que los espíritus malignos, sólo en
excepcionales circunstancias, tenían comercio con los hombres... El libro de Scot, pese a que
fue quemado por el verdugo, tuvo sus lectores y años después se volvió a publicar, más o
menos adulterado".17
Con la Ilustración desaparece la obsesión por la brujería, y en el siglo XVIII d. C. tienen lugar
las últimas condenas. En Inglaterra y en Escocia en 1722, en Francia en 1746, en Alemania
en 1775, en España en 1781, en Suiza en 1782 y en Polonia en 1793. Sin embargo, todavía
hubo una oleada de quema de brujas en Sudamérica a lo largo del siglo XIX d. C..15
El concepto de brujería. Orígenes y desarrollo[editar]

Quema de brujas.

A finales de la Edad Media empezó a configurarse una nueva imagen de la bruja, que tiene su
principal origen en la asociación de la brujería con el culto al Diablo (Demonología) y, por lo
tanto, con la idolatría (adoración de dioses falsos) y la herejía (desviación de la ortodoxia).
Aunque el primer proceso por brujería en que están documentadas acusaciones de asociación
con el Diablo tuvo lugar en Kilkenny (Irlanda), entre 1324 y 1325,18 sólo hacia 1420-
1430 puede considerarse consolidado el nuevo concepto de brujería. Existen variantes
regionales, pero puede describirse una serie de características básicas, reiteradas tanto en las
actas de los juicios como en la abundante literatura culta sobre el tema que se escribió en
Europa durante los siglos XV d. C., XVI d. C. y XVII d. C..
Las principales características de la bruja, según los teóricos del tema en la época, eran las
siguientes:

1. el vuelo en palos, animales, demonios o con ayuda de ungüentos,


2. encuentros nocturnos con el Diablo y otras brujas en el sabbat o aquelarre,
3. pactos con el Diablo,
4. sexo con demonios (en forma de íncubos y súcubos) y
5. la magia negra.
Esta idea de la brujería, predominante en la Edad Moderna y base de las cazas de brujas, era
alarmante en la época, ya que se extendió la idea de que las brujas conspiraban para
extender el poder del Diablo. La caracterización negativa de las brujas comparte algunas
características con el antisemitismo (expresiones como «synagoga satanae»,
«sinagoga de Satanás» o «shabat», para designar las reuniones nocturnas de las brujas), y
tiene un fuerte carácter misógino.eAunque no todos los sospechosos de brujería eran mujeres
(hubo un significativo porcentaje de hombres procesados y ejecutados por delitos de brujería),
se consideraba a la mujer más inclinada al pecado, más receptiva a la influencia del Demonio,
y, por tanto, más proclive a convertirse en bruja.
La misoginia de la Iglesia tuvo gran influencia en la creación de este imaginario social sobre la
bruja. La Iglesia no torturaba ni quemaba a las brujas directamente, pero colaboró en gran
medida en las persecuciones al exaltar la imagen demoníaca de la mujer y avivar el
sentimiento de odio misógino que predominó hacia todo lo femenino en esa época. La Iglesia
acusaba a las mujeres de lascivas y sostenía su inferioridad moral e intelectual. El poder
judicial y el poder religioso no estaban separados. La Iglesia no hizo nada para oponerse a la
persecución de las brujas, asistía a las ejecuciones y recién en 1657 condenó las
persecuciones, cuando ya habían sido torturadas y asesinadas miles de mujeres.1
El Malleus Maleficarum y la polémica sobre la realidad de la brujería[editar]
Artículo principal: Malleus Maleficarum

Portada del Malleus maleficarum en una edición de 1669.

La definición de la brujería como adoración al Diablo se difundió por toda Europa mediante
una serie de tratados de demonología y manuales para inquisidores que se publicaron desde
finales del siglo XV d. C. hasta avanzado el siglo XVII d. C.. El primero en alcanzar gran
repercusión fue el Malleus maleficarum (‘martillo de las brujas’, en latín), un tratado filosófico-
escolástico publicado en 1486 por dos inquisidores dominicos, Heinrich Kramer (Henricus
Institoris, en latín) y Jacob Sprenger. El libro no sólo afirmaba la realidad de la existencia de
las brujas, conforme a la imagen antes mencionada,f sino que afirmaba que no creer en brujas
era un delito equivalente a la herejía: «Hairesis maxima est opera maleficarum non
credere» (‘la mayor herejía es no creer en la obra de las brujas’).
El libro fue el resultado de las experiencias que tuvieron estos dos frailes, Krame y Sprenger,
que fueron enviados a ocuparse de las supersticiones en el norte y el centro de Alemania. En
él recopilaron una enorme cantidad de historias, que eran presentadas no como
supersticiones, sino como hechos reales de comercio con Satán y los poderes de las tinieblas:
Las brujas comían y devoraban realmente a los niños, copulaban con demonios, volaban por los aires
para acudir en sus encuentros en el sabbat, atacaban al ganado, provocaban tormentas y conjuraban
los poderes del rayo. Ningún otro libro de su época promovió más una materia que trataba de combatir
Henry Kamen.19

Además el libro muestra una obsesión sobre el tema sexual en relación con las brujas al que
alude constantemente:
Cuestión VIII: ¿pueden los diablos impedir la impotencia genital?
Cuestión IX: ¿Pueden crear las brujas ilusiones hasta el punto de hacer creer que el miembro viril ha
sido separado del cuerpo?;
Capítulo VI: sobre la manera como las brujas suelen impedir la capacidad genital;
Capítulo VII: sobre la manera como suelen untar a los hombres el miembro viril, etc.20

Tanto el Malleus maleficarum como otros muchos libros que se publicaron en la época
constituyeron el fundamento de la caza de brujas que se dio en toda Europa durante la Edad
Moderna, especialmente en los siglos XVI y XVII y que causó la muerte, según algunos
cálculos de unas 60 000 personas.
Los renacentistas italianos
Algunos filósofos renacentistas como Marsilio Ficino creyeron en la realidad de la brujería,
pero hubo otros, como Pietro Pomponazzi que la cuestionaron. Más contundente en su
impugnación del Malleus... fue el jurisconsulto Gian Francesco Ponzinibio, quien partiendo
del Canon Episcopi niega los vuelos de las brujas y otras fantasías atribuidas a ellas. Sus
críticas a la creencia en las brujas fueron rechazadas por el inquisidor Bartolommeo de
Spina que lo acusó de hereje. El eclesiástico Samuele de Cassinis en un opúsculo publicado
en Milán en 1505 también negó la realidad de los actos de los que se acusaba a las brujas,
que fue respondido inmediatamente por el dominico de Pavía Vicente Dodo. La misma línea
inquisitorial de Sipina y de Dodo fue defendida por Paolo Grillandi en un libro sobre sortilegios,
herejías y cópulas carnales, en el que contaba casos de brujería en los que había ejercido
como juez en el sur de Italia, como en el ducado de Spoleto, y de las supuestas reuniones que
mantenían las brujas en Benevento. Pero la obra de Gillandus y la de otros que defendían la
realidad de la brujería fue criticada por Andrea Alciato, Gerolamo Cardano, Andrea
Cesalpino y Giambattista della Porta.21
La experiencia del doctor Laguna en Metz
Andrés Laguna, médico de cámara del emperador Carlos V, filósofo y humanista célebre.

En Metz el doctor Andrés Laguna llevó a cabo una experiencia hacia 1545 para demostrar que
la acusación de brujería a una pareja de ancianos acusados de haber causado una grave
enfermedad al duque de Lorena, del que Laguna era su médico, no tenía fundamento. Cogió
el ungüento de color verde y fuerte olor que se descubrió en el lugar donde vivían los dos
supuestos brujos y se lo aplicó a una paciente suya que padecía de insomnio. Entonces la
mujer cayó en un profundo sopor durante el cual soñó cosas disparatadas, lo que convenció al
doctor Laguna de que lo que decían los brujos y brujas era producto de alucinaciones. Sin
embargo, su "experimento" no logró convencer a los jueces, y la supuesta bruja fue quemada
y el marido murió poco después en circunstancias misteriosas. Al poco tiempo murió el duque
y Laguna se marchó de Metz.22
Imperio Germánico
El Malleus... tuvo una réplica inmediata por parte de un abogado de Constanza, Ulrico Molitor,
que publicó De lamiis et phitonicis mulieribus, en el que negaba la realidad de los vuelos de
las brujas y otros prodigios atribuidos a ellas, inspirándose en la doctrina del Canon Episcopi.
El libro tuvo varias ediciones y fue muy apreciado por sus grabados en los que se mostraban
las supuestas acciones de las brujas. Sin embargo, el abogado opinaba que éstas debían ser
castigadas por su apostasía y corrupción.23
Por su parte los reformadores Lutero, Melachton y otros creían firmemente en el poder de los
maleficios, en la presencia del Demonio y en la realidad de los vuelos y metamorfosis de las
brujas.24
El médico Johann Wier, discípulo de Heinrich Cornelio Agrippa, escribió en francés un libro
editado en París en 1579 en el que recogió todas las opiniones contrarias a la realidad de los
actos atribuidos a las brujas, e incluso a los demonios. Según Caro Baroja, Wier "niega que el
mismo Demonio ponga su poder al servicio de éstas [las supuestas brujas] y que, por lo tanto,
se verifiquen realmente sus propósitos y que tenga lugar el pacto de mutuo acuerdo. El
Demonio lo único que hace es engañarlas, apoderándose de su espíritu. Ahora bien, se
comprende que para esto escoja a la gente más propicia, o sea los débiles, melancólicos,
ignorantes, maliciosos, etc. Y como éstos abundan más entre las mujeres que entre los
hombres, es natural también que entre ellas haya más captadas".25
Prácticas atribuidas a las brujas[editar]
Véase también: Brujas

Pacto con el Diablo[editar]


Artículo principal: Pacto con el Diablo

Se atribuía a los acusados de brujería un pacto con el Diablo. Se creía que al concluir el pacto,
el Diablo marcaba el cuerpo de la bruja, y que una inspección detenida del mismo podía
permitir su identificación como hechicera.gMediante el pacto, la bruja se comprometía a rendir
culto al Diablo a cambio de la adquisición de algunos poderes sobrenaturales, entre los que
estaba la capacidad de causar maleficios de diferentes tipos, que podían afectar tanto a las
personas como a elementos de la naturaleza; en numerosas ocasiones, junto a estos
supuestos poderes se consideraba también a las brujas capaces de volar (en palos, animales,
demonios o con ayuda de ungüentos), e incluso el de transformarse en animales
(preferentemente lobos).
La supuesta capacidad de volar también se asienta sobre algunos informes remitidos por los
inquisidores a Felipe II tras su misión en Galicia. Tanto Felipe II como sus antecesores
solicitaron a la Santa Inquisición investigaciones sobre la veracidad de las leyendas populares
en lo que a la capacidad de volar se refiere. En los primeros informes se afirmaba no haber
encontrado nada que pudiera confirmar las historias populares, pero las investigaciones
posteriores cambiaron radicalmente y en los siguientes escritos los inquisidores afirmaron
haber visto volar a las brujas y salir por las chimeneas con sus escobas.26
El aquelarre o sabbat[editar]
Artículo principal: Aquelarre

Se creía que las brujas celebraban reuniones nocturnas en las que adoraban al Demonio.
Estas reuniones reciben diversos nombres en la época, aunque predominan dos: sabbat y
aquelarre. La primera de estas denominaciones es casi con seguridadh una
referencia antisemita, cuya razón de ser es la analogía entre los ritos y crímenes atribuidos a
las brujas y los que según la acusación popular cometían los judíos. La palabra «aquelarre»,
en cambio, procede del euskera aker (‘macho cabrío’) y larre (‘campo’), en referencia al lugar
en que se practicaban dichas reuniones.

El aquelarre. Ilustración del libro de Anton Praetorius.


Según se creía, en los aquelarres se realizaban ritos que suponían una inversión sacrílega de
los cristianos. Entre ellos estaban, por ejemplo, la recitación del Credo al revés,
la consagración de una hostia negra, que podía estar hecha de diferentes sustancias, o la
bendición con hisopo negro.27
Además, casi todos los documentos de la época hacen referencia a opíparos banquetes (con
frecuencia también a la antropofagia) y a una gran promiscuidad sexual. Una acusación muy
común era la del infanticidio, o los sacrificios humanos en general.
La principal finalidad de los aquelarres era, sin embargo, siempre según lo considerado cierto
en la época, la adoración colectiva del Diablo, quien se personaba en las reuniones en forma
humana o animal (macho cabrío, gato negro, etc). El ritual que simbolizaba esta adoración
consistía generalmente en besar el ano del Diablo (osculum infame). En estas reuniones, el
Diablo imponía también supuestamente su marca a las brujas, y les proporcionaba drogas
mágicas para realizar sus hechizos. Se creía que los aquelarres se celebraban en lugares
apartados, generalmente en zonas boscosas. Algunos de los más célebres escenarios de
aquelarres fueron las cuevas de Zugarramurdi (Navarra) y Las Güixas (cerca de Villanúa, en
la provincia de Huesca) en España, el monte Brocken (mencionado en el Fausto de Goethe),
en Alemania, Carnac en Francia; el nogal de Benevento y el paso de Tonale, en Italia. Se
creía también que algunos aquelarres se celebraban en lugares muy lejanos de la residencia
de las supuestas brujas, que debían por tanto hacer uso de sus poderes sobrenaturales para
desplazarse volando: por ejemplo, se acusó a algunas brujas del País Vasco francés de asistir
a aquelarres en Terranova.
Algunas fechas se consideraban también especialmente propicias para la celebración de
aquelarres, aunque varían según las regiones. Una de ellas era la noche del 30 de abril al 1 de
mayo, conocida como la noche de Walpurgis.
El vuelo[editar]

Linda maestra (1799), de Francisco de Goya.


Se atribuía a las brujas la capacidad de desplazarse volando a los aquelarres. Esta creencia
se remonta, al menos, a la Antigüedad clásica, aunque a menudo fue vista con escepticismo
(por ejemplo, en el Canon episcopi se afirma la absoluta falsedad de esta idea). Los
procedimientos empleados para volar varían según los diferentes testimonios: en el Canon
episcopi, por ejemplo, se hace referencia a la creencia de que las brujas se desplazaban en
animales voladores. Sin embargo, el medio de locomoción más frecuente, y que como tal ha
perdurado en la imagen actual de la bruja, es la escoba.
El simbolismo de la escoba se ha interpretado de diversas formas. Para algunos autores se
trata de un símbolo fálico «wicca»., lo que se relacionaría con la supuesta promiscuidad
sexual de las brujas. Otras teorías mencionan que la escoba pudo haber sido utilizada para
administrarse determinadas drogas. En cualquier caso, llama la atención al tratarse de un
objeto relacionado casi exclusivamente con la mujer.
Con respecto a los vuelos de las brujas, las opiniones de los teólogos de la época estuvieron
muy divididas. Para algunos, tenían lugar físicamente, en tanto que otros consideraban que se
trataba de ensueños inducidos por el Diablo. Modernamente se han relacionado con el
consumo de ciertas drogas conocidas en la Europa rural, tales como el beleño, la belladona y
el estramonio.
La metamorfosis[editar]
La cultura popular del norte de Europa atribuye a las brujas la transformación preferente en
un gato negro.
En la cultura guatemalteca se dice que algunas brujas realizan un ritual en el cual con unos
pocos movimientos del cuerpo vomitan el alma, logrando así el poder de convertirse en
cualquier tipo de animal.
Magia negra[editar]
Artículo principal: Magia negra

Se acusaba a las brujas de la realización de hechizos mediante la magia negra, esto es, con
fines maléficos. Mediante estos hechizos, lograban supuestamente hacer morir o enfermar a
otras personas o al ganado, o desencadenar fenómenos meteorológicos que arruinaban
las cosechas.
La definición del delito de brujería[editar]
El delito de brujería tomó su forma definitiva en Francia gracias fundamentalmente a la obra
de Jean Bodin De Demonomanie des Sorciers editada en París en 1580 y en la que se
determina que los brujos y brujas son culpables de quince crímenes: renegar de Dios;
maldecir de Él y blasfermar; hacer homenaje al Demonio, adorándole y sacrificando en su
honor; dedicarle los hijos; matarlos antes de que reciban el bautismo; consagrarlos a Santanás
en el vientre de sus madres; hacer propaganda de la secta; jurar en nombre del Diablo en
signo de honor; cometer incesto; matar a sus semejantes y a los niños pequeños para hacer
cocimiento; comer carne humana y beber sangre, desenterrando a los muertos; matar, por
medio de venenos y sortilegios; matar ganado; causar la estirilidad en los campos y el hambre
en los países; tener cópula carnal con el Demonio.28
Grabado del Compendium maleficarum (1608) de Francesco Maria Guazzo que muestra la preparación
del banquete del sabbat.

Dos años después Piérre Grégoire publica un tratado en el que compendia las leyes civiles y
eclesiásticas sobre la brujería y da noticia de la caza de brujas llevada a cabo en
el Languedoc donde en el año 1577 fueron quemados cuatrocientos brujos y brujas. Pero los
que acabaron de perfilar el delito de brujería fueron tres jueces civiles. El primero, Nicolas
Rémy, publicó en Lyon en 1595 su experiencia como magistrado en el ducado de Lorena que
durante los quince años que actuó allí, entre 1576 y 1591, mandó quemar a unas novecientas
personas, acusadas de ser brujos o brujas. El segundo fue Henri Boguet, "gran juez de la
ciudad de Saint Claude", que escribió un libro en 1602 en el que cuenta su actuación en la
zona del Jura, y en el que describía cómo descubría a los brujos buscando señales
características en sus cuerpos o en sus cabezas, que mandaba rapar, y a los que no dudaba
en aplicar la tortura para que confesaran. El tercer juez fue Pierre de Lancre que mandó
quemar a unas ochenta brujas en el país del Labourd, en el país vasco francés, y cuya
actuación tuvo sus consecuencias al otro lado de la frontera con el famoso proceso de
las brujas de Zugarramurdi, y que también publicó su experiencia en dos libros muy
famosos.29
Tratadistas de otras partes de Europa también contribuyeron a la definición del delito de
brujería. Destacan el flamenco Peter Binsfeld, que en 1591 publicó Tractatus de
confessionibus maleficorum et sagarum; el castellano-flamenco Martín del Río con
su Disquisitionimum magicarum libri sex publicado en 1599 —según Julio Caro Baroja, "da
una versión del Sabbat, tomando elementos de aquí y allá, citando ora a Rémy, ora a Binsfield
mismo, ora a los inquisidores antiguos franceses e italianos, etc."—; y el milanés Francesco
Maria Guazzo con su Compendium maleficarum.30
La persecución de las brujas[editar]
Entre los siglos XV d. C. y XVIII d. C. se dio una persecución particularmente intensa de la
brujería, conocida como caza de brujas. Esta persecución afectó a la práctica totalidad del
territorio europeo, si bien fue particularmente intensa en Centroeuropa, en los estados
semiindependientes bajo la autoridad nominal del Sacro Imperio Romano Germánico, y en
la Confederación Helvética. Los estudiosos actuales del tema dan una cifra aproximada de
110 000 procesos y 60 000 ejecuciones,[cita requerida] a pesar de que cálculos anteriores
arrojaban cifras mucho más elevadas.
Escala de brujas, Oudewater, Países Bajos.

La principal acusación contra las brujas era la de demonolatría, o adoración del Diablo,
concretada ya en una obra clásica sobre el tema, el Malleus maleficarum (‘martillo de brujas’).
Entre los siglos XVI d. C. y XVIII d. C. aparecieron numerosas obras de eclesiásticos y juristas
acerca de este tema.
Contra lo que suele creerse, la mayor parte de los procesos por brujería los llevaron a cabo
tribunales civiles, y la Inquisición tuvo un papel mucho menor. Los procesos tuvieron lugar por
igual en países católicos y protestantes. En los territorios de religión ortodoxa, en cambio, las
cazas fueron de intensidad mucho menor.
Durante estos procesos, se aplicó con frecuencia la tortura para obtener confesiones, por lo
cual los investigadores actuales suelen manifestar cierto escepticismo acerca de lo
manifestado en los juicios por brujería.
Algunos procesos se han hecho especialmente célebres, como el de los Juicios de Salem, en
los Estados Unidos, tema de la célebre obra Las brujas de Salem, del dramaturgo Arthur
Miller publicada en 1953, que popularizó la expresión «caza de brujas» en relación con
la Comisión de Actividades Antiestadounidenses del senador Joseph McCarthy (la época
conocida como macartismo). Desde entonces, la expresión «caza de brujas» se aplica
metafóricamente a cualquier persecución de tipo ideológico.
Este código indicaba cómo reconocer a las brujas (las manchas en la piel eran un signo, por
ejemplo) y enseñaba contra ellas diversas formas de tortura (por ejemplo, meter a una bruja
en el agua: si flotaba, se trataba de una bruja). También instruía sobre cómo realizar
interrogatorios intencionalmente confusos y contradictorios para desconcertar a las acusadas
y lograr que finalmente se traicionaran y traicionaran a otras.
En España, la Inquisición dejó de perseguirlas a raíz del proceso contra las brujas
de Zugarramurdi (1610), en el que los inquisidores se encontraron ante la posibilidad de tener
que quemar a varios miles de mujeres si resultaban condenadas. Resolvieron la cuestión
declarando que no tenían pacto con el diablo y desde entonces no se quemó a ninguna otra.
En el siglo XVI d. C. Anton Praetorius (1560-1613), un pastor y teólogo calvinista alemán, luchó
contra la persecución de brujas y la tortura en su obra Gründlicher Bericht, un informe
completo acerca de la brujería y las brujas.
La crisis de la brujería (siglo XVII)[editar]
Según el antropólogo e historiador español Julio Caro Baroja en la "época del Barroco"
"sobreviene la gran crisis de la brujería", que se manifiesta de dos maneras. La primera es que
son cada vez más abundantes y fuertes "las voces de los que niegan la realidad de los actos
de brujos y brujas". La segunda es que "la Brujería en sí deriva con frecuencia a formas
distintas y se complica con los llamados estados de posesión demoníaca".31

Friedrich Spee von Lagenfeld.

El pionero en cuestionar la realidad de la brujería fue el inquisidor español Alonso de Salazar y


Frías en el demoledor informe que presentó en 1612-1613 al Consejo de la Suprema
Inquisición con motivo del famoso proceso de las brujas de Zugarramurdi, y que marcó la
relativamente benigna política sobre la brujería de la Inquisición española. Sin embargo, su
informe no se hizo público, por lo que quien es reputado como el primer autor que habló de la
falsedad de la brujería es el jesuita alemán Friedrich Spee (1591-1635).32
Spee conocía la obra del jesuita Adam Tanner (Innsbruck, c. 1572-Unken, 1632), profesor de
la Universidad de Ingolstadt, quien en su libro Theologia scholastica se oponía a los juicios por
brujería.33
Spee asistió a los Juicios de Würzburg y actuó como confesor de muchos acusados,
concluyendo que ninguna de las personas llevadas a la hoguera era culpable de brujería.
Spee fue un rebelde que tuvo que publicar su obra Cautio criminalis como autor anónimo, para
protegerse, y sin autorización de los superiores de su orden. Sppe se negó a renunciar a la
orden cuando se lo pidieron. El objetivo de Spee era desacreditar el Malleus maleficarum.34
En su libro comienza diciendo que no discute la existencia de las brujas pero de los
condenados que confesó él mismo ninguno resultaba culpable de brujería por lo que abogaba
por el fin de los juicios por brujería —de hecho, éstos comenzaron a declinar en la Alemania
del XVII—.
Spee no negaba la intervención del demonio en la vida humana, pero denunciaba, como ya lo
había hecho el inquisidor Salazar, los abusos que se producían en los procesos por brujería.
Ya desde el momento de su detención la persona acusada era tratada como culpable cuando
era interrogada y cuando se le buscaban marcas o señales diabólicas en su cuerpo. Las
confesiones eran conseguidas mediante la tortura y no se hacía caso a las retractaciones
posteriores. Además en Alemania se seguía recurriendo a las ordalías para determinar la
inocencia o la culpabilidad del acusado, una práctica medieval que ya se había abandonado
en la mayor parte de Europa. Una de las ordalías consistía en la inmersión en agua de una
acusada y si quedaba flotando era culpable, si se hundía era inocente. También se pinchaba
con una aguja a las presuntas brujas y aquellas que tenían partes insensibles quedaba
demostrado que lo eran.35
El Cautio criminalis fue leído por el jesuita e inquisidor Francesco Albizzi quien quedó muy
impresionado por la obra y se convenció de la brutalidad de las cacerías de brujas.
Extremadamente duro con los seguidores del astrónomo Galileo Galilei, a quienes persiguió,
Albizzi tomó una dura postura en contra de la caza de brujas.
En 1631 Albizzi, por entonces nuncio apostólico en la ciudad alemana de Colonia, presencia
con horror una quema de brujas:36
Nuestros ojos hubieron de contemplar un espectáculo terrible. A las afueras de muchas ciudades y
aldeas vimos numerosas estacas a las que habían atado a pobres y desgraciadas mujeres para
quemarlas por brujas.
Francesco Albizzi

En 1636, como inquisidores, Francesco Albizzi y el cardenal Marzio Ginetti se opusieron a la


cacería de brujas desatada por el príncipe elector Fernando de Colonia.
Sin embargo, entre 1648 hasta 1651 se desata una cacería de brujas en la montañosa y
aislada región de los Grisones. Los juicios se llevaron en la ciudad de Vaduz,
actual Liechtenstein donde cerca de 100 «brujos» fueron ejecutados en la hoguera.37
En 1655, Albizzi logró rescatar a quince niños, hijos de los ajusticiados en los Juicios de
Vaduz, acusados de practicar brujería. Los niños fueron amenazados ―sin que ningún
sacerdote confesor los asistiera― con que si no confesaban que eran brujos les harían
padecer executio bestialis. Refugiados en Milán y bajo la protección de Albizzi, todos los niños
llevaron vidas normales.38
Entre 1679 hasta 1682 se conforma un nuevo tribunal que condena a muerte a 200 personas
por brujería. Una comisión enviada por Leopoldo I de Habsburgo y precedida por el Príncipe-
obispo de Kempten, determinó que los juicios fueron llevados a cabo por el señor local, el
conde Franz Carl von Hohenems, para quedarse con las propiedades de los acusados.39El
total de 300 personas ejecutadas en los dos juicios representaba el 10 % de la población del
condado de Vaduz. El conde fue apresado y luego de su muerte el obispo de Kempten vende
las tierras a Juan Adán Andrés de Liechtenstein, cuya familia da nombre a la región.
Así pues, las nuevas ideas sobre la brujería "no ejercieron aún influencia sobre muchos jueces
y otras personas responsables de la administración de justicia que no sólo durante el
siglo XVII d. C., sino también durante el XVIII, condenaron a la hoguera a brujos y brujas...
[aunque] las causas no fueron casi nunca tan sensacionales como las de los viejos tiempos".40
Uno de esos procesos tardíos, más abundantes en los países protestantes que en los
católicos, tuvo lugar en 1670 en Suecia. Unos niños y muchachos del pueblo
de Mohra denunciaron a unas supuestas brujas que según ellos les habían llevado a un
"Sabbat" presidido por el Demonio, que les obligó a renegar de Dios, siendo "bautizados" a
continuación por un sacerdote infernal. Se abrió un proceso y fueron quemadas setenta
mujeres y azotadas cincuenta. De los niños acusadores quince, los que tenían dieciséis años,
fueron quemados y cuarenta fueron azotados.41
Brujería en la América española[editar]
Desde la época prehispánica, los antiguos habitantes tenían una concepción de la brujería
distinta a la que se tiene actualmente. Las personas que lograban tener poderes
sobrenaturales, o en este caso tener el don de hacer hechizos, era concebidos como
habitantes distinguidos y sumamente respetados por los habitantes de las localidades en las
que se encontraran.
La brujería era una actividad digna de reconocerse, ya que los hombres de mayor importancia
como lo eran los Tlatoanis, en muchas ocasiones las decisiones que tomaban y por lo tanto
que afectaban a la comunidad, las tomaban con base a la información obtenida por parte de
los brujos. En algunas ocasiones también recurrían a los brujos con el fin de curarse de alguna
enfermedad.[cita requerida]
Para realizar los actos de brujería, las personas especializada tomaban elemento de la
naturaleza para realizar sus distintos trabajos; estos fueron evolucionando con el paso de los
años hasta el punto de convertirse en una creencia por parte de los pobladores, esto con la
ayuda de los escribanos provenientes de España al comenzar la conquista, los cuales en
algunas ocasiones exageraban lo que veían y de ahí deviene gran parte del pensamiento
mágico – religioso que en la actualidad se mantiene.[cita requerida]
Con las primeras huestes españolas no sólo llegaron numerosas creencias acerca de la
brujería, sino que también diversas prácticas de adivinación y hechicería, tanto de los
hispanos como de sus esclavos, pertenecientes a diversas etnias africanas, que pronto se
fusionaron con las creencias mágico-religiosas de los pueblos aborígenes.[cita requerida]
De acuerdo a los procesos judiciales de la época colonial, la mayoría del pueblo tenía la
convicción que brujos y brujas se reunían durante la noche de los viernes en cuevas secretas
habitadas por seres de características sobrenaturales, para beber, comer, bailar y celebrar su
trato con el demonio (lo que antes era bien visto, ahora se tomaba como algo sumamente
negativo). Además, se pensaba que quienes practicaban este rito tenían la capacidad de
transformarse en animales;42 a este tipo de personas se les comenzó a llamar nahuales, de
los cuales a lo largo de la historia fueron una fuente primordial de leyendas sobrenaturales,
tomando mayor peso en México.
Asociadas a la hechicería estaban las artes adivinatorias. Entre las más conocidas y
practicadas durante el período colonial estaban la nigromancia (adivinación mediante la
invocación de los muertos), la geomancia (adivinación través de líneas, círculos o puntos
hechos en la tierra), la hidromancia (adivinación través de la observación del agua), la
onomancia (adivinación mediante cálculos numéricos y anagramáticos a partir del nombre de
la persona) y la quiromancia (lectura de las líneas de la mano).42
Las autoridades eclesiásticas castigaban a las personas que realizaban estos actos mediante
una copiosa legislación canónica emanada de sucesivos concilios y sínodos. “En este
escenario, el proceso judicial estaba a cargo de jueces eclesiásticos y, en casos
excepcionales, del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición que condenaba con penas que
incluían la excomunión, los azotes, las multas pecuniarias, la cárcel y el destierro”.42
El amor juega un papel importante a lo largo de la historia, y en el tema de la brujería no
queda fuera, ya que con la evolución de estos actos, los nuevos pobladores comenzaron a
recurrir a los brujos para que les realizaran un trabajo para el amor. Se han hecho estudios
plasmados en libros, en los cuales se habla de que existen registros de la utilización de una
planta de nombre doradilla, la cual fue utilizada para realizar trabajos amorosos, de los cuales,
algunos fueron denunciados ante el Santo Oficio; pero este tipo de trabajos solamente se tiene
registro que ocurrieron como tal en la Colonia y no en la época prehispánica.43
La Ilustración y la crítica final de la brujería (siglo XVIII) [editar]
Algunos "filósofos naturales" del siglo XVII d. C., como Gassendi y Malebranche, se ocuparon
en demostrar empíricamente la irrealidad de la brujería, lo que puso las bases de la crítica
definitiva que se realizó durante la Ilustración, y que Voltaire resumió con una frase
contundente:44
Sólo la acción de la Filosofía ha curado a los hombres de esta abominable quimera, y ha enseñado a los
jueces que no hay que quemar a los imbéciles.
Gassendi recurrió al método experimental para desacreditar la creencia en la brujería. Hizo
tomar un narcótico a varios aldeanos de los Bajos Alpes diciéndoles que iban a asistir a
un aquelarrey cuando se despertaron contaron que en efecto habían asistido a una reunión de
brujos y de brujas. Malebranbre, por su parte, en su famoso tratado De la recherche de la
verité, atribuyó "la mayor parte de las brujerías a la fuerza de la imaginación".45 Para
demostrar su tesis puso el siguiente ejemplo:46
Un pastor en su hogar cuenta después de cenar, a su mujer e hijos, las aventuras del «Sabbat»... El
pastor repite lo mismo en días diferentes. La imaginación de la mujer y de los hijos recibe, poco a poco,
impresiones más profundas. Se acostumbran, los miedos pasan, queda la convicción, sin embargo. Al
fin, la curiosidad les instiga a ir. Se frotan con cierta droga con tal intención y se acuestan: esta
disposición de su ánimo caldea aún más su imaginación, y las marcas que el pastor había formado en
su cerebro se abren en grado suficiente como para hacerles juzgar, durante el sueño o ensueño,
presentes o reales todos los movimientos de la ceremonia de que les había hecho una descripción. Al
levantarse se hacen preguntas mutuas y se cuentan lo que han visto. [...] He aquí a unos brujos cabales
que ha hecho el pastor. Y ellos harán otros a su tiempo si, poseyendo imaginación fuerte y viva, no les
impide el miedo contar historias semejantes. Se han encontrado varias veces brujos de buena fe que
decían a todo el mundo en general que iban al «Sabbat» y que estaban tan persuadidos que, aunque
varias personas los velaran y aseguraran que no habían salido de sus camas, no podían rendirse al
testimonio de éstas

Un libro clave para la demolición del mito de la brujería fue Betoorverde weereld ('El mundo
encantado') del holandés Baltasar Bekker, publicado en Leuwarden en 1691. La importancia
de esta obra radica en que se propuso demostrar una idea que contradecía una creencia de
siglos: que el demonio no intervenía en la vida de los hombres. Por eso la obra fue condenada
por un sínodo y Bekker perdió el cargo que ostentaba, "llevando hasta su muerte una vida
errante y poco segura", afirma Caro Baroja.47
Casi veinte años después, en 1710, apareció un libro anónimo escrito en francés que abordó
el tema de la brujería de forma humorística y que tuvo un gran éxito. Se titulaba L'histoire des
imaginations extravagantes de Monsieur Oufle, y era una sátira de los libros de brujería y de
magia, siguiendo el ejemplo de Cervantes en el Quijote respecto de los libros de caballería. En
1725 se publicaron unas cartas del médico St. André en las que denunciaba que las
declaraciones de los supuestos brujos estaban muy influidas por toda la literatura que se
había publicado sobre el tema.48
Voltaire en su Diccionario filosófico ironizaba sobre la brujería más propia de otros tiempos.49
Es pena grande que hoy no haya ya ni poseídos, ni magos, ni astrólogos, ni genios. No puede
concebirse lo que hace cien años suponían todos estos misterios como recurso. [...] Cada aldea tenía su
brujo o su bruja, cada príncipe tenía su astrólogo; todas las damas se hacían decir la buena ventura; los
poseídos andaban campo traviesa; la cuestión era saber quién había visto al Diablo o quién lo había de
ver; y todo esto era objeto de inagotables conversaciones que mantenían los ánimos suspensos.

El ilustrado español Benito Feijoo también se ocupó de desacreditar la creencia en la


brujería:50
Hubo en los tiempos y territorios en que reynó esta plaga, mucha credulidad en los que recibían las
informaciones, mucha necedad en los delatores y testigos, mucha fatuidad en los mismos que eran
tratados como delinqüentes. Los delatores y los testigos eran, por lo común, gente rústica, entre la cual,
como se ve en todas partes, es comunísimo atribuir a la hechicería mil cosas, que en ninguna manera
exceden las facultades de la Naturaleza o del Arte. El nimio ardor de los procedimientos y freqüencia de
los suplicios trastornaba el seso de muchos miserables, de modo que luego que se veían acusados,
buenamente creían que eran brujos o hechiceros y creían y confesaban los hechos que les eran
imputados, aunque enteramente falsos. Éste es efecto natural del demasiado terror, que desquicia el
cerebro de ánimos muy apocados. Algunos jueces eran poco menos crédulos que los delatores y
delatados. Y si fuesen del mismo carácter los de hoy, hoy habría tantos hechiceros como en otros
tiempos.
Por otro lado, durante el siglo de las Luces aparecieron historiadores europeos que acusaban
a la Iglesia y a la Inquisición, de la caza de brujas porque las persecuciones habían sido en
nombre de Dios y habían sido sacerdotes quienes inventaron la imagen de la bruja maléfica.
Autores católicos, posteriormente, reivindicaron el papel de la Iglesia aduciendo que la
creencia en las brujas no fue una invención de la Iglesia. La controversia se mantiene.1
El último juicio por brujería en Alemania tuvo lugar en Würzburg en 1749, pero en Suiza una
niña fue ejecutada por bruja en el cantón protestante de Glarus en 1783.
Edad Contemporánea[editar]
Siglo XIX d. C.

Brujas yendo al Sabbath (1878) por Luis Ricardo Falero.

Con el romanticismo, excepto Goethe, el tratamiento de la brujería experimenta un "retroceso",


pues el tema se banaliza al tratarlo con un criterio efectista y teatral y al darle un toque de
"color local", como Merimée cuando escribe sobre las brujas españolas, o de "color histórico",
como todos los imitadores de Walter Scott. Un ejemplo de esto podría ser la descripción del
"Sabbat" que hace Théophile Gautier en Albertus ou l'âme et le péché (1832) en el que, según
Caro Baroja, "el «color» domina sobre todo lo demás, un «color» brillante a veces, oscuro
otras", que recuerda a los grabados de Gustave Doré y otros dibujantes y pintores de la
época.51
La banalización de la brujería continua a lo largo del siglo XIX d. C. y principios del
siglo XX d. C.. "La bruja sale hasta en las zarzuelas y operetas, en dramas y novelones... La
literatura regional hace amplio uso de ella. Los poetas finiseculares, los modernistas y otros
afines, explotan su silueta".52
Siglo XX d. C.
En 1944, las médium Helen Duncan y Jane Rebecca Yorke fueron las últimas mujeres en ser
procesadas y encarceladas por la Ley de Brujería de 1735, aunque no por ser brujas, sino por
engañar a la gente haciéndoles creer que podían invocar espíritus. La ley fue derogada en
1951.53
En 1950, en la Alemania de posguerra, en la zona rural cercana a Luneburgo, el próspero
granjero Johannes Bading denunció que sus animales morían a causa de un extraño gas que
salía de la casa de un vecino. Bading atribuyó esto a vecinos envidiosos que practicaban la
brujería y el propio Bading asesinó a una vecina con un instrumento de labranza creyéndola
bruja. Cerca de 15 casos de brujería se denunciaron ante los tribunales de la región, ante la
sorpresa e incredulidad de los jueces.54

Interpretaciones de la caza de brujas[editar]


Al principio el debate sobre la brujería se produjo entre «realistas» y «nominalistas», es decir,
entre los que creían que lo decían las brujas era cierto, y los que pensaban que era producto
de su imaginación o simplemente mentiras. Hoy en día de lo que se trata no es de juzgar a las
brujas sino de interpretar la brujería en función del análisis de la «lógica» de su discurso. Así
una de las primeras tareas de los estudiosos ha sido delimitar lo que las brujas decían de lo
que la gente creía de ellas, para establecer claramente la frontera entre la brujería «objetiva» y
la prefabricada por la opinión.55
Teoría del origen pagano[editar]
Una de las interpretaciones que más arraigo han conseguido en medios neopaganos, es la
que hace a las brujas representantes de antiguos cultos anteriores al Cristianismo, que sus
perseguidores habrían identificado, errónea o malintencionadamente, con la adoración al
Diablo.
El precursor de esta interpretación fue el alemán Ernest Jarcke, profesor de la universidad de
Berlín, que en 1828 planteó la brujería como una forma de religión natural que habría sido la
de los pueblos germánicos paganos. Esta idea fue ampliada en 1839 por Franz Joseph
Mone al afirmar que la brujería tenía bases precristianas que procedían de un culto
subterráneo, esotérico, que practicaban los sectores populares adorando a un dios nocturno
en forma de cabra y celebrando orgías, magia y envenenamientos. La teoría de que la brujería
no era otra cosa que la pervivencia de una religión anterior al cristianismo fuera formulada
finamente por James George Frazer en su famoso libro La rama dorada (1907-1915), en el
que formuló las dos «leyes» en las que se basaría la brujería: la «ley del parecido», según la
cual la bruja deduce como puede producir el efecto que desee sólo imitándolo; y la «ley de
contacto», según la cual la bruja cree que todo lo que haga con un objeto material afectará de
la misma forma a la persona que esté en contacto con el mismo. Pero fue sobre todo Margaret
Murray con su libro The Witch-Cult in Western-Europe (1921), la que desarrolló esta teoría
centrándose en el culto a Diana y la fertilidad.55
Según Murray, que escribió también God of the Witches (1933) y The Divine King in
England (1954), la brujería derivaba de una antigua religión neolítica, en la que se practicaban
sacrificios humanos. Así, las «noches de brujas»" o sabbat corresponderían a las épocas del
año en que, en el Neolítico, se realizaban ritos de fertilidad para lograr que la naturaleza no
muriera en el invierno y concediera buenas cosechas en el verano, el 31 de julio y el 1 de
febrero. De este modo, la brujería permanecía subterráneamente ligada a las «religiones
panteístas», concretamente de influencias germánicas y celtas. Estas reuniones serían el
residuo de los ritos femeninos griegos y romanos al dios Baco y otros ritos de origen tracio. Y
las denominadas brujas serían las herederas de las sacerdotisas Bacantes tras la entrada del
cristianismo. El macho cabrío parece corresponder más al «dios de la fertilidad» Pan y los
«sátiros».
El punto de vista de Murray sobre la brujería resultó muy atractivo por el destacado papel que
concedía a la mujer y a su sexualidad, y por lo que implicaba de resistencia contra la opresión
de la Iglesia. Durante los años 30, surgió en el Reino Unido un movimiento de recuperación de
la brujería, en gran medida basado en las teorías de Murray. Tuvo también una gran influencia
en Gerald Gardner, autor del que puede considerarse el texto fundacional de
la Wicca, Witchcraft today (1954), cuyo prólogo fue escrito por Murray.
Los seguidores de Murray se dedicaron al estudio comparativo de la brujería con los cultos
del Antiguo Egipto y de Mesopotamia, buscando un hipotético origen común, partiendo del
supuesto de que la brujería sería una cultura antigua poco evolucionada. Sin embargo, esta
teoría ha sido muy criticada porque pretende aplicar los esquemas mentales de la «cultura
erudita» a un fenómeno como el de la brujería que forma parte de la cultura popular.55Las
tesis de Murray también han sido muy cuestionadas,56 por basarse en fuentes poco dignas de
crédito, como son las confesiones de las propias brujas, a menudo realizadas bajo tortura.
Teorías psicológicas y psiquiátricas[editar]
Desde el siglo XIX d. C. han abundado las explicaciones psicológicas y psiquiátricas de la
brujería, y otros investigadores también han señalado el paralelismo que existe entre la
sintomatología de las drogas alucinógenas con las expresiones físicas y emocionales de las
brujas. Sobre todo han insistido (como Michel Foucault) en el componente de histeria sexual
de la brujería:
La represión sexual del puritanismo acentuado en los siglos XVI y XVII propiciaría la floración de múltiples
desviaciones. Los sabbats serían sueños motivados por ardientes deseos sexuales reprimidos por la
moral dominante. [...] La represión mitificó la sexualidad en relación directamente proporcional a la
persecución del placer generado por histerias y locuras penosas.

Un buen ejemplo de esto podría ser el Malleus maleficarum en el que abundan las alusiones al
tema sexual.57
Teorías escépticas[editar]
A principios del siglo XX d. C., H. Ch. Lea afirmó que la brujería había sido un invento de la
Inquisición, de los legos y de los teólogos al servicio del poder temporal de la Iglesia católica,
una idea compartida por el canónigo Dollinger. En la segunda mitad del siglo el danés G.
Henningen afirmó que efectivamente la brujería había sido el producto de la elaboración
teológica de los intelectuales y nunca llegó a formar parte de la tradición popular. Así que no
habría habido sectas paganas de culto a la fertilidad sino que la brujería se habría difundido a
través de las reuniones y sugestiones propaladas por los sermones de los predicadores.20
Teorías sociológicas y antropológicas[editar]
El historiador francés Jules Michelet en su obra La Sorcière (1862) situó la brujería en el
contexto de la lucha de las clases oprimidas contra el orden social establecido. Así, según
Michelet, la brujería fue la respuesta desesperada del pueblo que encontró en ella la única
posibilidad de poner remedio a sus males físicos y morales. A este planteamiento se sumó el
sociólogo Emile Durkheim (1912) quien describió la brujería como la expresión de la conducta
anti-social e individualista primitiva. Y el antropólogo Malinowski (1955) destacó que la brujería
es una respuesta a la desesperanza que produce en el hombre o en la mujer un mundo que
no pueden controlar. Este enfoque sociológico y antropológico ha sido desarrollado por
numerosos historiadores que han estudiado el tema de la brujería en el paso del mundo
medieval al mundo moderno. Para algunos de ellos, «el caldo de cultivo de la brujería serían
las tensiones de la aldea cuando se pasa de la comunidad orgánica y solidaria medieval al
individualismo del capitalismo agrario», a lo que habría que añadir «el defectuoso proceso de
cristianización de Europa, destacado por Delumeau, que originó la subsistencia de costumbres
paganas» y «la incidencia catastrófica de la muerte generadora de la búsqueda de
explicaciones satisfactorias por parte del campesinado ―¿castigo de Dios o amenaza del
diablo?―».58
Interpretaciones socio-económicas[editar]
Silvia Federici (Italia, 1948), en su libro Calibán y la bruja59 defiende la teoría según la cual
«La caza de brujas está relacionada con el desarrollo de una nueva división sexual del trabajo
que confinó a las mujeres al trabajo reproductivo» y en concreto con los inicios
del capitalismo que requería aumentar el mercado de trabajo ―potenciar el trabajo
asalariado― y eliminando la agricultura de subsistencia y cualquier otra práctica de
supervivencia autónoma ligada en ocasiones a tareas agrícolas en terrenos comunales.
Federici sostiene que la irrupción del capitalismo fue «uno de los periodos más sangrientos de
la historia de Europa», al coincidir la caza de brujas, el inicio del comercio de esclavos y la
colonización del Nuevo Mundo. Los tres procesos estaban relacionados: se trataba de
aumentar a cualquier coste la reserva de mano de obra.60

La brujería en otras culturas[editar]


Entre las diversas manifestaciones del chamanismo en el norte del continente americano, está
el nagualismo (o nahualismo) mexicano, según el cual el brujo o bruja puede transformarse en
su animal protector, que puede ser tanto volador como terrestre, doméstico como salvaje.
En América del Sur, según la tradición de Chile y algunas zonas de Argentina, la
transformación de las brujas era principalmente en aves, aunque también se mencionan otros
animales; destaca un tipo de bruja o brujo al que, al igual que los Calcu en la
tradición Mapuche, se suponía la capacidad de convertirse en un mítico pájaro conocido
como Chonchón. En Perú los chamanes suelen convertirse en animales de granja, como por
ejemplo transformarse en cerdo o cabra.
Referente a la forma de vuelo que se les atribuía en el resto del mundo, en México creían en
el nahualismo, acto por medio del cual las brujas practicantes de antiguos ritos
prehispánicos podían convertirse o metamorfosearse en aves nocturnas
como lechuzas o búhos; en el caso de Chile destacaba la creencia de que el brujo
chilote contaba con un macuñ (del mapudungun makuñ: ‘manto’ o ‘chaleco’) hecho con la piel
del pecho de un cadáver humano. Igualmente en este país y en Argentina se les atribuía la
capacidad del vuelo transformados en aves de «mal agüero» (‘mala suerte’), ejemplo de ello
es la leyenda de la Voladora.

Las brujas en el folclore europeo[editar]


Su reflejo en la literatura infantil[editar]
Ilustración de The Lancashire witches, de William Harrison Ainsworth.

La bruja tiene un papel esencial en los cuentos infantiles, como los recopilados por
los Hermanos Grimm, en donde es el personaje malvado arquetípico. Las brujas de cuento
más famosas son:

 La madrastra de Blancanieves, que intenta asesinar a esta con una manzana


envenenada;

 La bruja de La Sirenita (el relato de Hans Christian Andersen), que realiza un pacto por el
cual le dota de unas piernas a cambio de su voz;

 La bruja de la casita de chocolate de Hansel y Gretel;

 La Baba Yaga del folclore ruso, reflejada en el relato homónimo de Aleksandr Nikolaievich
Afanasiev, una vieja bruja que habita en una casa mágica que es capaz de caminar sobre
patas de ave;
En la reciente literatura estadounidense también se recoge el mito de la bruja, pero ya no
tienen por qué ser malvadas. Así, en El Mago de Oz aparecen dos brujas malvadas y dos
bondadosas.
La belleza y la fealdad[editar]
Tradicionalmente se asocia la imagen de la bruja a una mujer anciana, fea y especialmente
desagradable. Sin embargo, se creía que entre sus poderes estaba el de poder modificar su
aspecto a voluntad, mostrándose como una joven hermosa y deseable. La bruja utilizaría esta
apariencia para seducir a los hombres y llevarlos a la perdición.
Brujería en la cultura popular[editar]
En la mayoría de las series de televisión que tratan el tema de la brujería, las brujas son
presentadas como hermosas, buenas y heroínas. Una de las primeras series televisivas en
tocar el tema fue Hechizada, con Elizabeth Montgomery, seguida de series como La peor
bruja, Sabrina, la bruja adolescente, Buffy la cazavampiros,[cita requerida] Charmed y la
británica Hex.
La buena imagen de las brujas también apareció en los cómics, una de las más conocidas es
Wendy, la brujita buena, quién apareció en los cóomics de Gasparín. Las brujas buenas
también aparecieron en muchos trabajos literarios, siendo particularmente determinante Harry
Potter y toda su serie, si bien no es ni la primera ni la última obra literaria que toca el tema de
la brujería. Terry Pratchett, el autor de Mundodisco tiene entre sus sagas la de las Brujas de
Lancre, donde si bien todas y cada una son peculiares y extrañas, actúan como una suerte de
juezas, médicos, parteras y psicólogas («cabezólogas») en unas zonas rurales depauperadas
y duras aunque con mucha «vida». Estas brujas tampoco son exactamente buenas, ni malas.
Son justas y siempre dicen que a la gente hay que darles lo que necesitan, no lo que quieren
ni lo que creen necesitar. Y esto es una de las razones de que no acaben de contar con las
simpatías de todos que las tratn con una mezcla de miedo y respeto.
H. P. Lovecraft escribió muchos cuentos sobre brujería, generalmente en el estilo clásico
grotesco de bruja malvada y fea. También es malvada la Bruja Blanca en la serie literaria
católica Las crónicas de Narnia, no obstante las brujas son buenas y heroínas valientes que
luchan contra un gobierno opresor en la serie de libros La materia oscura, que comienza
con La brújula dorada. Tanto la serie de Harry Potter, como La brújula dorada y Las crónicas
de Narnia han sido llevadas al cine.
La literatura juvenil actual se suele desmarcar de esta visión, más basada en La Celestina,
para recrear otro bruja más agradable a la vista, pero igual de peligrosa. Varios dibujantes han
representado a las brujas como mujeres jóvenes y dotadas de un enorme atractivo innato.
Buenos ejemplos son las numerosas damas que tratan de hechizar, utilizar o contratar
a Conan el Bárbaro o la deslumbrante y turgente Reina Bruja de Anubis, que trató de seducir y
hechizar al Capitán Trueno y al final, siguiendo la línea de no mostrar a la bruja como un ser
malvado, dio su vida por la de la reina Sigrid, para verlos juntos antes de morir.
Películas sobre brujas hay muchas, tanto como villanas en Brujas y Hocus Pocus, glamorosas
como en Las Brujas de Eastwick, ó en calidad de heroínas en las versiones filmicas de Harry
Potter y La Brújula Dorada. También se tocó el tema desde el punto de vista del teen-drama
en Jóvenes y brujas, aunque la película hace una visión negativa de la Brujería, curiosamente
la actriz Fairuza Balk, protagonista de la película se convirtió a la Wicca en la vida real tras
filmar Jóvenes y Brujas.
También se cita a las brujas en varias series anime (dibujo animado japonés) como héroes o
villanos dando como ejemplo la serie de anime Soul Eater donde los protagonistas de la serie
tienen como tarea la misión de eliminar demonios y brujas, confiscando sus almas para el Dios
de la Muerte o Shinigami y así evitar el caos que estas causan al mundo y convertir a sus
armas en Death Scythe (Guadaña Mortal)un tipo de arma exclusiva para el Shinigami. Otra de
las historias relacionadas con las brujas en el ámbito del anime y el manga es Umineko no
Naku Koro ni. Originalmente una Sound Novel, cuenta la historia de Battler Ushiromiya,
miembro de la acaudalada familia Ushiromiya que cada año realizan una reunión familiar en
su isla privada Rokkenjima. Cuando una serie de macabros asesinatos comienzan a ocurrir en
la isla, todos culpan a la maldición de Beatrice La Bruja Dorada, que según cuenta la leyenda
había otorgado el capital inicial al patriarca de la familia, sobre el cual este amasó su fortuna.
En un par de días todos en la familia, incluyendo a Battler, son asesinados. En una especie de
«purgatorio», Battler conoce a la Bruja Dorada Beatrice en persona, la que lo reta a un juego.
En este juego de ingenio, Battler debe probar la inexistencia de la magia y de las brujas
usando su razonamiento lógico para probar que los asesinatos no fueron cometidos por una
bruja usando magia, sino por un humano común y corriente. De no lograr desacreditar la
existencia de la magia, los asesinatos en la isla se perpetuarán por toda la eternidad.
Una tercera serie de anime es la de El cazador de la bruja (エル・カザド, Eru Kazado?), La
historia se desarrolla de México a Perú y narra como Nadie, una cazarrecompensas,
encuentra a Ellis, una chica sospechosa del asesinato de un prestigioso físico, de lo cual
parece no acordarse. Nadie acepta acompañar a Ellis en su viaje al sur, junto a una misteriosa
piedra que guiará su camino, y así encontrar la Wiñay Marka (Ciudad Eterna). De cerca las
sigue L. A, un joven que espía a Ellis porque la ama.
A lo largo de la historia Ellis descubrirá los secretos de su pasado junto a Nadie, que también
guarda los suyos propios. Mientras, el Proyecto Leviathan continúa en pie presidido por
Douglas Rosenberg el cual quiere acabar con las brujas. Cerca de él trabaja Jody Hayward
(apodada Blue-Eyes), quien quiere destruir ese proyecto, y contrata a Nadie para proteger a
Ellis. En el juego de intrigas también parte Ricardo, que es contratado por Rosenberg, y Lirio,
una pequeña niña que no habla y está bajo la protección de Ricardo.
El 40 % de los casos judiciales de África central están relacionados estrechamente con la
brujería.61
La Brujería en el Folklore chileno[editar]
El autor chileno Julio Vicuña Cifuentestes , en su libro Mitos y Supersticiones recogidos de la
tradición oral chilena, en el capítulo de Mitos , dedica un apartado a los "Brujos" a los que
también señala que en Chile se les llama Mandarunos o Mandarunas, los que se reúnen para
sus aquelarres en la cueva de Salamanca.62

Véase también[editar]
 Aquelarre
 El Brujo de Bargota
 Brujería en España
 Brujería vasca
 Brujo chilote
 Bruxa
 Calcu
 Caza de brujas
 Magia
 Martillo de brujas
 Meiga
 Inquisición y brujería
 Paganismo
 Pensamiento mágico
 Santería
 Strigoi
 Vid'ma
 Vudú
 Palo (religión)
 Wicca

Notas[editar]
1. ↑ Cfr. Lewis, John: Antropología simplificada. Selector, 1985. ISBN 978-968-403-041-1;
pág. 81: «Brujería es la asociación de sí mismo con poderes sobrenaturales para fines
destructivos y antisociales. También se llama magia negra». Véase también Delgado Ruiz,
Manuel: La magia: la realidad encantada, 1992, pág. 67: «La magia negra o maléfica,
habitualmente agrupada en sus expresiones bajo el difuso epígrafe de “brujería”».
2. ↑ Han alcanzado gran popularidad las teorías de Margaret Murray, expuestas en tres libros
―The Witch Cult in Western Europe (1921), The God of the Witches (1933), The Divine King in
England (1954)―, según las cuales las brujas eran realmente miembros de un culto
precristiano, de orígenes prehistóricos. Sin embargo, existen fuertes argumentos contra estas
teorías: entre ellos, el hecho de que no hay prueba alguna de que las brujas llegaran realmente
a realizar reuniones nocturnas, como se les atribuye generalmente. Levack (1995, p. 43)
3. ↑ La prohibición de la magia antisocial se encuentra ya en la Tábula VIII de la Ley de las XII
Tablas. En la época de Sila se promulgó la Lex Cornelia de Sicariis et Veneficiis, que insiste en
esta prohibición. Es interesante el hecho de que el delito de brujería (maleficium) se relaciona
con el de envenenamiento (veneficium), sin duda porque en ambos se manipulaban drogas
nocivas.
4. ↑ No, por la soberana a la que yo venero por encima de todas y a la que he elegido como
cómplice, por Hécate, que habita en las profundidades de mi hogar, ninguno de ellos se reirá
de causar dolor a mi corazón.Eurípides, en Medea, en Tragedias I. Madrid: Gredos, 2000;
pág. 87
5. ↑ Según Norman Cohn, el estereotipo negativo de la bruja tiene estrechos puntos de contacto
con las imágenes igualmente negativas adjudicadas históricamente a herejes y a judíos. Para
Cohn, el estereotipo puede incluso remontarse a la caracterización negativa que de los
cristianos hacían en el siglo II d. C. escritores grecolatinos, que también los acusan
de antropofagia, infanticidio y promiscuidad sexual (ref: Norman Cohn, Los demonios familiares
de Europa).
6. ↑ Al tratarse de un libro relativamente temprano, algunas características propias de la imagen
de la bruja no están todavía reflejados en él. No hay referencias, por ejemplo, al osculum
infame o a la marca del diablo. Levack (1995, p. 84)
7. ↑ La creencia en la marca de la bruja se desarrolló tardíamente, a partir del siglo XVI d. C., y
fundamentalmente en el ámbito protestante. Levack (1995, p. 80)
8. ↑ Aunque se inclina por la citada, Julio Caro Baroja menciona una segunda etimología posible
para la palabra: podría derivar de Sabacio, uno de los sobrenombres de Dioniso. Caro
Baroja (1968, p. 120)

Referencias[editar]

1. ↑ Saltar a:a b c d e f Bechtel (2001). «Capítulo 3: La bruja». Las cuatro mujeres de dios.
Montevideo, editorial Zeta. ISBN 978-84-96778-78-8.
2. ↑ Saltar a:a b Anna Armengol. «Realidades de la brujería en el siglo XVII d. C.: entre la Europa
de la caza de brujas y el racionalismo hispánico». Consultado el 27 de julio de 2012.
3. ↑ Lisón Tolosana, 1992, p. 25.
4. ↑ Lisón Tolosana, 1992, pp. 26-28.
5. ↑ Lisón Tolosana, 1992, pp. 112-113.
6. ↑ En el Canto X de la Odisea, Circe hechiza a los compañeros de Odiseo, transformándolos en
cerdos
7. ↑ García Cárcel, 1983, p. 59.
8. ↑ Saltar a:a b c d e García Cárcel, 1983, p. 60.
9. ↑ Chiffoleau, 2005, p. 83.
10. ↑ Chiffoleau, 2005, p. 83-84.
11. ↑ Chiffoleau, 2005, p. 85.
12. ↑ Creencias de san Buenaventura y de PEO Tomás de Aquino en la Enciclopedia católica.
13. ↑ Portal católico
14. ↑ Saltar a:a b Witches and witch-hunts: a global history.
15. ↑ Saltar a:a b c García Cárcel, 1983, p. 61.
16. ↑ García Cárcel, 1983, p. 60-61.
17. ↑ Caro Baroja, 2003, pp. 178-179.
18. ↑ Levack, 1995, p. 70.
19. ↑ Kamen, 2011, pp. 260.
20. ↑ Saltar a:a b García Cárcel, 1983, p. 63.
21. ↑ Caro Baroja, 2003, pp. 146-150.
22. ↑ Caro Baroja, 2003, pp. 150-151.
23. ↑ Caro Baroja, 2003, pp. 151-152.
24. ↑ Caro Baroja, 2003, pp. 152-153.
25. ↑ Caro Baroja, 2003, pp. 153-154.
26. ↑ Como se afirma en el documental La España herética de TVE.
27. ↑ Levack, 1995, p. 68.
28. ↑ Caro Baroja, 2003, pp. 157; 160-161.
29. ↑ Caro Baroja, 2003, pp. 162-165.
30. ↑ Caro Baroja, 2003, pp. 165-167.
31. ↑ Caro Baroja, 2003, pp. 257.
32. ↑ Caro Baroja, 2003, pp. 258.
33. ↑ The witchcraft sourcebook
34. ↑ Zaffaroni (2012). La cuestión criminal, pág.54. Buenos Aires: Planeta. ISBN 978-950-49-2824-9.
35. ↑ Caro Baroja, 2003, pp. 258-260.
36. ↑ Breve historia de la brujería
37. ↑ The period of the witch trials
38. ↑ «Spee and Tanner from the point of a Roman cardinal's inquisitor», artículo en inglés.
39. ↑ Hexenverfolgungen Liechtenstein, Fürstentum
40. ↑ Caro Baroja, 2003, pp. 264.
41. ↑ Caro Baroja, 2003, pp. 264-265.
42. ↑ Saltar a:a b c «La hechicería colonial - Memoria Chilena, Biblioteca Nacional de
Chile». www.memoriachilena.cl. Consultado el 18 de noviembre de 2016.
43. ↑ Gonzáles Gómez, José Antonio (2013). MAGIA, BRUJERÍA, IDOLATRÍA Y HEREJÍA EN
MÉXICO COLONIAL. México.
44. ↑ Caro Baroja, 2003, pp. 263; 270.
45. ↑ Caro Baroja, 2003, pp. 262-263.
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48. ↑ Caro Baroja, 2003, pp. 268.
49. ↑ Caro Baroja, 2003, pp. 270.
50. ↑ Caro Baroja, 2003, pp. 271.
51. ↑ Caro Baroja, 2003, pp. 284.
52. ↑ Caro Baroja, 2003, pp. 285.
53. ↑ «Britain's last “witch” may be pardoned», artículo en el diario Telegraph (Londres).
54. ↑ HEXEREI Bis das Blut kommt
55. ↑ Saltar a:a b c García Cárcel, 1983, p. 62.
56. ↑ «Margaret Murray: who believed her and why?», revisión realizada por Jenny Gibbons (en
inglés).
57. ↑ García Cárcel, 1983, p. 62-63.
58. ↑ García Cárcel, 1983, p. 62-64.
59. ↑ «Calibán y la bruja»
 Archivado el 25 de agosto de 2017 en la Wayback Machine., de Silvia Federicci, en el sitio
web Traficantes.
60. ↑ Capitalistas contra brujas, Público, 18/10/2010
61. ↑ Revista Muy interesante, n.º 8, pág. 18, 2010.
62. ↑ Vicuña Cifuentes, Julio (1915). «Memoria chilena». Mitos y supersticiones : recogidos de la
tradición oral chilena : con referencias comparativas a los otros países latinos. Consultado el
2016.
Bibliografía[editar]

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 Caro Baroja, Julio (2003) [1961]. Las brujas y su mundo. Madrid: Alianza Editorial. ISBN 84-
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 Chiffoleau, Jacques (2005). «Pourquoi on a brûlé les sorcières». Les Collections de
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 Cohn, Norman (1987): Los demonios familiares de Europa. Madrid: Alianza Editorial,
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 Federici, Silvia (2010): Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originaria.
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 García Cárcel, Ricard (1983). «La Bruixeria i les seves interpretacions». L'Avenç (en
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 Kamen, Henry (2011) [1999]. La Inquisición Española. Una revisión histórica (3ª edición).
Barcelona: Crítica. ISBN 978-84-9892-198-4.
 Levack, Brian P. (1995). La caza de brujas en la Europa moderna. Madrid: Alianza
Editorial. ISBN 84-206-2814-X.
 Lisón Tolosana, Carmelo (1992). Las brujas en la historia de España. Madrid: Temas de
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 Morgado García, Arturo, Demonios, magos y brujas en la España moderna. Cádiz:
Universidad, 1999. ISBN 84-7786-638-4.
 Murray, Margaret: El culto de la brujería en Europa occidental. Barcelona: Labor,
1978. ISBN 84-335-2414-3.
 Tausiet, María: Abracadabra omnipotens: magia urbana en Zaragoza en la Edad Moderna,
Madrid: Siglo XXI d. C., 2007. ISBN 978-84-323-1286-1.

Enlaces externos[editar]

 Wikcionario tiene definiciones y otra información sobre brujería.


 Wikcionario tiene definiciones y otra información sobre bruja.
 María de Zozaya y el proceso de 1610, Euskonews Nº 577.
 Realidades de la brujería en el siglo XVII d. C.: entre la Europa de la caza de brujas y el
racionalismo hispánico, Anna Armengol, Tiempos Modernos: Revista Electrónica de
Historia Moderna, Vol. 3, Núm. 6 (2002). ISSN 1699-7778.
 Shot Informativo (Tec de Monterrey) Poder y Brujería

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