Este documento habla sobre la historia del teatro en Cuba desde la década de 1940 hasta los años 1970. Resalta que aunque existía un deseo de un teatro moderno antes de la revolución, las condiciones eran difíciles con teatros pequeños y falta de apoyo oficial. La revolución trajo cambios rápidos como nuevos teatros, apoyo estatal y surgimiento de nuevos dramaturgos. Sin embargo, en los años 1970 el teatro enfrentó silencio y presiones políticas que opacaron a algunos creadores.
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Este documento habla sobre la historia del teatro en Cuba desde la década de 1940 hasta los años 1970. Resalta que aunque existía un deseo de un teatro moderno antes de la revolución, las condiciones eran difíciles con teatros pequeños y falta de apoyo oficial. La revolución trajo cambios rápidos como nuevos teatros, apoyo estatal y surgimiento de nuevos dramaturgos. Sin embargo, en los años 1970 el teatro enfrentó silencio y presiones políticas que opacaron a algunos creadores.
Este documento habla sobre la historia del teatro en Cuba desde la década de 1940 hasta los años 1970. Resalta que aunque existía un deseo de un teatro moderno antes de la revolución, las condiciones eran difíciles con teatros pequeños y falta de apoyo oficial. La revolución trajo cambios rápidos como nuevos teatros, apoyo estatal y surgimiento de nuevos dramaturgos. Sin embargo, en los años 1970 el teatro enfrentó silencio y presiones políticas que opacaron a algunos creadores.
Este documento habla sobre la historia del teatro en Cuba desde la década de 1940 hasta los años 1970. Resalta que aunque existía un deseo de un teatro moderno antes de la revolución, las condiciones eran difíciles con teatros pequeños y falta de apoyo oficial. La revolución trajo cambios rápidos como nuevos teatros, apoyo estatal y surgimiento de nuevos dramaturgos. Sin embargo, en los años 1970 el teatro enfrentó silencio y presiones políticas que opacaron a algunos creadores.
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La memoria del teatro es una esencia maldita. Condenada a casi no existir,
a pervivir slo en el recuerdo y las imgenes que el espectador puede atesorar, corre los riesgos que no amenazan a otras artes. Un lienzo puede estar oculto durante aos, un libro puede no reimprimirse en dcadas, una obra cinematogrfica resucita cuando vuelve a ser proyectada; pero una puesta teatral nunca es la misma. Lo saben los protagonistas de esta histo- ria: una historia por dems, en lo cubano, nunca narrada del todo, fragmen- tada bajo presiones que han sealado en lo teatral un elemento interactivo que la hace doblemente sospechosa. La mirada oficial ha sostenido con los tablados una relacin siempre tensa, que oscila en funcin de aquello que la escena aparenta ser o decir; ya el gobierno espaol alz su mano para prohibir a los bufos, y el teatro criollo, articulado sobre constantes meca- nismos de parodia y desacralizacin, ha debido sobrevivir a esos golpes bajos, como si la funcin de cada noche fuera la primera de todas, porque el espectculo debe continuar. Imaginar la vida como teatro es una obse- sin de varias culturas. En nuestro pas, esa pasin no falta, aunque no sea Las mscaras de la grisura: Teatro, silencio y poltica cultural en la Cuba de los 70 * Norge Espinosa * Conferencia leda por su autor, el 20 de enero de 2009, en el Centro Terico-Cultural Criterios (La Habana), como parte del ciclo La poltica cultural del perodo revolu- cionario: Memoria y reflexin, organizado por dicho Centro. Para Carlos Espinosa, mi mejor maestro. 2 Norge Espinosa siempre, en los escenarios, la ms intensa. Slo que a veces la teatralidad de nuestra vida ha subyugado a la de los espectculos, y de esos desequilibrios brotan neurosis, temores y osadas sin las cuales no seramos los mismos. Documentar esas neurosis y osadas, fundamentarlas como historia englobadora que nos permita leer en ese espejo deformante lo que somos en tanto teatristas y cubanos, es un gesto mayor todava por trazar. A los aportes de varios estudiosos, dramaturgos y directores habr que ofrecer una calidad unitiva que nos permita salvar todos sus momentos. El mo- mento, incluso, en que es mayor el silencio que el ruido sobre las tablas. El instante en el que, como si se tratara de la primera noche, salen a escena los actores, se encienden las luces, se pronuncia un parlamento provocati- vo, y la ilusin de imitar la vida reinventa incluso la propia memoria de lo representado. De lo que representamos. 2 Cuando se produce el arribo revolucionario de 1959, ya en Cuba exista el anhelo de un teatro moderno. A partir de 1940, ao en que se funda la Academia de Arte Dramtico, brota un estado de nimo que, protagoniza- do por los jvenes graduados de esa efmera pero esencial institucin, queran echar abajo los muros de la herencia espaolizante, del bufo ya reducido a estereotipo comercial, y traer a la Isla las referencias que de alguna manera se filtraban en pos de un teatro de arte. El estreno, en 1948, de Electra Garrig a cargo de Francisco Morn, desata los bombazos no slo cuidadosamente dispuestos en el libreto por Virgilio Piera, sino que deja ver, adems, la pervivencia de recelos y discusiones tardas acerca de un mdulo teatral que quera autorreconocerse como maquinaria de cali- dad polmica. El rechazo de la crtica, el pequeo escndalo tropical que fue esa obra, denuncia las angustias en pos de lo que el propio Piera, en un artculo de la poca, auguraba como un teatro nacional propio. El inesperado xito de La ramera respetuosa instaur, en 1954, la funcin diaria y desat el tiempo de las salitas. Mientras los grandes tablados aco- gan propuestas ligeras, vodeviles y revistas musicales, la nueva voluntad se asent en espacios diminutos, donde, a slo unos aos de sus estrenos mundiales, poda verse el ltimo ttulo de Tennessee Williams, Camus, Sartre, Osborne, Anderson, ONeill, etc. La posibilidad de acudir a semina- rios en los Estados Unidos pagados con esfuerzos sin nombre por los que queran recibir el eco stanislavskiano a travs de Piscator o Stella Adler, la Las mscaras de la grisura: Teatro, silencio y... 3 llegada de textos publicados puntualmente por editoriales tan llamativas como Losada, el aire de modernidad que impuso aqu la televisin con su imperio desde 1952 reclamando talentos, junto al empeo de creer que una decena de personas bastaba para imaginar la existencia de un nuevo pblico, insistan en volver tangible la profeca pieriana. El pano- rama en realidad era mucho ms rido. Prometeo, Teatro Universitario, Las Mscaras, ADAD, TEDA, el Guiol de los Hermanos Camejo, La Carreta y salas como Arlequn, Idal, Tespis, eran oasis breves en me- dio de tanto calor y tantas otras tentaciones. La indiferencia oficial era el gesto comn, y los premios Tala y otros galardones eran el rejuego de una suerte de iniciados, obcecados en esa misma idea, un teatro nacio- nal propio, que hiciera de La Habana (ni hablar del resto de Cuba salvo notabilsimas excepciones), una capital de accin teatral como lo eran Ciudad Mxico o Buenos Aires. Slo en 1956, cuando tras la pantalla del Instituto Nacional de Cultura Guillermo de Zndegui quiso ganar adep- tos, se abri la sala del Palacio de Bellas Artes: era tambin el reconoci- miento al quehacer persistente y terco de aquellos artistas que obraban por amor al arte y hallaban seguidores en los egresados de la Academia Municipal de Arte Dramtico. Cuando Teatro Estudio anuncia el estreno de Largo viaje de un da hacia la noche, diez aos despus del escnda- lo de Electra Garrig, la curva est alcanzando un punto de crisis: ese montaje declara la refinacin de la tcnica stanislavskiana entre noso- tros, sorprende por la calidad de su estructura toda. La Revolucin irrumpe para hallar, tambin en lo teatral, a una generacin madura y lista para un nuevo salto. Como en el juego de cada noche, se trataba de empezar de cero. Un salto (teatral) al vaco, que auguraba el cumplimiento de la utopa pieriana. 3 El propio Virgilio Piera ha dejado escrito el testimonio de lo que signific, para aquel submundo teatral, el impacto del cambio que oper, literalmen- te, de la noche a la maana. Si en el prlogo a su Teatro Completo lamen- taba no poder superar, en tanto hombre de la escena, el golpe de efecto mediante el cual Fidel Castro entraba a La Habana en su caravana triunfal, (desmontando de esta manera los primeros elementos de teatralidad de la sociedad revolucionaria, reinventndola como espectculo y pirotecnia), escribe en una conferencia su relato agradecido de los resortes que el nue- 4 Norge Espinosa vo gobierno activ en pro de algo que hasta ese instante era ms delirio que realidad concreta: La Revolucin toc a todas las puertas y entre ellas a la del teatro. Esa puerta, que se mantuvo entornada por ms de cuarenta aos, se abri de golpe, y automticamente se puso en movimiento toda una complicada maquinaria. De las exiguas salitas-teatro se pas a ocupar grandes teatros; de las puestas en escena de una sola noche se fue a una profusin de puestas y a su permanencia en los tea- tros durante semanas; de precarios montajes se pas a los grandes montajes; del autor que nunca antes pudo editar una sola de sus piezas se fue a las ediciones costeadas por el Estado y al pago de los derechos de autor sobre dichas ediciones () Al mismo tiempo se crearon los grupos de teatro, formados por actores profesiona- les; nacieron las brigadas teatrales, la Escuela para Instructores de Arte y el movimiento de aficionados. () En una palabra, fueron creadas las condiciones. 1 Desplegando el mismo mpetu, ese frenes convoc a los directores, tcnicos y actores que, con una conciencia social procurada desde la Socie- dad Nuestro Tiempo o conectados a un compromiso que no ocultaba su motivacin de izquierda, se sintieron atrados por la nueva luz. Entre 1959 y 1960 ya se estrenan obras cubanas que dialogan con el nuevo estado de nimo: El hombre inmaculado, de Ramn Ferreira, desata polmicas por la visin que ofrece de Ventura, uno de los ms crueles esbirros del batistato, pero tras ella aparece una generacin completamente nueva, que se suma a lo que Carlos Felipe, Rolando Ferrer, Paco Alfonso y otros autores haban ido pergeando como dramaturgia nacional. Fermn Borges, Arrufat, Estorino, Niso Malaret, Montes Huidobro, Reguera Saumell, Eduardo Manet, se mezclan con la oleada que, desde el Seminario de Dramaturgia del Teatro Nacional de Cuba, guiado por Luisa Josefina Hernndez y Osvaldo Dragn, o desde otras fuentes, ana nombres como Nicols Dorr, Jos Milin, Mait Vera, Jos Ramn Brene, Eugenio Hernndez Espinosa, Ren Fernndez, Santiago Ruiz, Jos Mario, Ren Ariza, Hctor Quintero, Gerardo Fulleda, Ana Justina, Jos Corrales, Ignacio Gutirrez, Pepe Santos, David Camps Todos ellos sern los rostros que a lo largo de la dcada resulta- 1 Virgilio Piera en No estbamos arando en el mar, conferencia impartida en la Bi- blioteca Nacional en 1966, y reproducida en el nmero 2 de la revista Tablas, 1983. Las mscaras de la grisura: Teatro, silencio y... 5 rn visibles u opacados, en la medida en que participan o no del proceso, bajo los embates de una circunstancia en que otras palabras reescriban los ttulos de sus obras. Aunque Raquel Revuelta haya advertido, en 1995, que la memoria suele ser traicionera; 2 es indudable que la confluencia positiva y polmica de tendencias, bsquedas, riesgos, formatos y debates sobre la vida dot a la realidad escnica cubana en la dcada del 60 de un estado de nimo que, como el primer acto de la historia revolucionaria, debe ser enteramente irrepetible. No s si mejor o peor, pero de seguro intraducible ya en pala- bras o gestos a quienes slo lo entienden como historia pasada y no experi- mentada. Es en eso que suele ser traicionera la memoria. Tambin la tea- tral, incapaz de recuperarse del todo al no estar ya a la vista los espectcu- los legendarios, y no contar an siquiera con un museo donde pueda admi- rarse o corroborarse lo que fueron esos extraos dinosaurios. Coincida una lnea apegada an al naturalismo con otra ligada al teatro del absurdo, ya implantado entre nosotros desde mediados de los 50, y reaprendido gilmente por Arrufat, Triana y otros discpulos de Piera; a ello se incrus- tar una dramaturgia de agitacin poltica, una indagacin en frmulas no aristotlicas, desatadas por el estreno en Cuba de El alma buena de S Chun, el primer Bertolt Brecht que confrontamos, de la mano de Vicente Revuelta. Una imagen cubana para la escena era la obsesin del momento: cmo apresar en trminos espectaculares el Espectculo Mayor, que obraba y se regeneraba da a da en las calles? Cul era la nueva gramtica que deba resonar en esa dramaturgia de la Revolucin? De esa tensin brotan otras tensiones: los escenarios no terminaban tras el ltimo teln. 4 Las fricciones polticas previas al 59 se acercaban al teatro slo cuando resultaba demasiado obvio que algunos de aquellos artistas queran pasarse de la raya. Los asociados a Nuestro Tiempo fueron, por lo general, los ms sospechosos, dada sus filiaciones con el marxismo. El estreno de Juana de Lorena, en 1956, tuvo entre sus ms fervorosos espectadores a varios miembros del SIM, que no entraban a la sala Hubert de Blanck precisa- mente para aplaudir a la muy admirada Raquel Revuelta, sino para leer 2 En La memoria es traicionera, entrevista a Raquel Revuelta por Brbara Rivero en Revista ADE-Teatro, n 45-46, julio 1995. 6 Norge Espinosa entre lneas lo que su hermano y Julio Garca Espinosa haban introducido como letras rojas en aquella obra de Maxwell Anderson. Cuando Vicente estrena su primer Brecht, comienza una oleada de textos de este dramatur- go e idelogo a inundar nuestras carteleras: un fervor que se enfrent, segn suele suceder entre nosotros, como expresin polarizada al extremo con la tcnica stanislavskiana. Una vez ms, se quebrantaba una asuncin lgica de estticas diversas, y ahora, bajo el pretexto de asumir lo brechtiano en tanto actitud crtica consustancial al nuevo momento poltico y social del pas, comenz a tildarse lo recin aprendido y demostrado en Largo viaje de un da hacia la noche, de poco til segn la nueva contingencia. Se recuerda que Violeta Casal invit a Seki Sano, el director japons segui- dor del maestro ruso, y que en su conferencia result casi humillado por los presentes que le recomendaron volverse brechtiano, so pena de ser consi- derado un mero fsil. 3 Pero tambin en la dcada hubo algo ms all de Bertolt Brecht. El 12 de junio de 1959 se haba disuelto el ineficaz Instituto Nacional de Teatro, activndose el an inconcluso Teatro Nacional de Cuba como un intenso taller que, en sus cinco departamentos, visibiliz las nuevas fuerzas del arte cubano. Bajo la direccin frrea de Isabel Monal, entre otras figuras, naci all el Conjunto de Danza Moderna encabezado por Ramiro Guerra; se editaron las Actas del Folklore, tuvo su sede el ya mencionado Seminario de Dramaturgia. Toc a este espacio, an sin los toques finales, tener a Fidel Castro como espectador teatral por vez prime- ra en su vida, cuando en 1960 Francisco Morn presenta en la sala Covarrubias La ramera respetuosa, ante Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir. Se estrenan El robo del cochino, El lindo ruiseor, Las pericas, El vivo al pollo. La Casa de las Amricas celebra el I Festival de Teatro Latinoamericano: Cuba era noticia tambin teatral. Tras esa resonancia se acercaron a la isla creadores del continente que, en algunos casos, aporta- ran una experiencia de vala sobre todo en las provincias (Santiago, Cienfuegos, entre las ms beneficiadas), a cuyas cabeceras tambin fue enviado el ncleo de los Camejo y Carril para fundar los grupos de Guiol, en 1962. Habr que recordar, sin embargo, que varios de esos extranjeros 3 La referencia est en ese libro tan incmodo como imprescindible que es Por amor al arte, memorias de un teatrista cubano, en el que Francisco Morn da fe de sus viven- cias. Apareci en 1998 bajo el sello de Ediciones Universal, en Miami. Agradezco a Ernst Rudin, una vez ms, el facilitarme un ejemplar de ese volumen. Las mscaras de la grisura: Teatro, silencio y... 7 llegaron a la Isla con una idea rgida del marxismo, sin una experiencia prctica de accin ms all del simple adoctrinamiento, y sin empata real con nuestra idiosincrasia. Algunos de ellos dejaran una lamentable huella que aliment recelos nada revolucionarios. Pensemos en Amanecer Dotta, en Juan Larco, etc. La relacin entre la Isla y las naciones socialistas a las que, tras la Crisis de Octubre, tuvo como interlocutores inmediatos, acarre nuevos problemas. Tal y como fracas un filme como Soy Cuba, resultaba arduo conectar un estado de nimo tan distante con lo cubano, y habra que esperar a ya asentados los 70 para que se produjeran coproducciones tea- trales en trminos ms impositivos. La experiencia del Teatro Nacional de Guiol, que arranc con Las cebollas mgicas, bajo la asesora de artistas soviticos, no produjo una continuidad inmediata. Los Camejo y Carril, coexistiendo con grupos como La Carreta, el Teatro de Muecos de La Habana, Luis Interin y otros, tenan la intencin de dignificar al arte de las figuras en nuestro pas desde un proyecto muy concreto, que se ampliaba en pos de la conquista del pblico adulto, y que poco tena que ver con la voluntad ideolgica de ciertas demandas. En este sentido, una excepcin notable fue el montaje, en 1964, de la clebre y rebelde versin de Romeo y Julieta dirigida por Otomar Kreycha para el Conjunto Dramtico Nacio- nal, en la cual Bertina Acevedo era la protagonista, enfrentando los prejui- cios raciales que la Revolucin an no consegua eludir. El recuerdo seguramente edulcorado de la dcada (algo imposible de evitar) tiene que ver, sin embargo, con un elemento puntual: no slo se debe a lo que se nos dice que mostraban esos espectculos, sino a la riqueza y diversidad que la coexistencia de tantas proyecciones an revela. Aire fro y Gas en los poros, La esquina de los concejales y Contigo pan y cebolla, Todos los domingos y Vade retro, Mara Antonia y El aparta- mento, Unos hombres y otros y La noche de los asesinos. Al coincidir estos dos montajes en el Festival de Teatro Latinoamericano de 1966, era obvia la presencia de lneas no siempre concomitantes en sus aristas movilizadoras, pero s la pluralidad sin la cual la vida no es exactamente un estmulo, un escenario multiplicado en los valores de un quehacer capaz de redescubrirse en texturas infinitas. El hallazgo de la pieza con la cual Pepe Triana gana el premio Casa 1965 articul el espectculo ms estremecedor de la memoria teatral cubana, marcando un antes y un despus que no dej a nadie indiferente. La gira europea de La noche de los asesinos, el premio Gallo de La Habana (que slo pudo discutirle el Don Juan Tenorio de 8 Norge Espinosa Carucha Camejo, demostrando la altura de su trabajo titiritero en una esca- la enteramente indita), y las discusiones intensas sobre cmo el teatro de la crueldad poda recuperarse en mscaras de lo cubano para universalizarlas, merece todava un estudio, un libro y un sitio en nuestra cultura que nos ayudara a entender muchas cosas. Coincidiendo con el evento donde se le premi, se celebr en La Habana un congreso internacional de teatristas, lo que permiti escuchar opiniones encontradas sobre el montaje, si bien to- das estaban basadas en una conmocin que haca palmaria la excelencia de sus rupturas. Dijo entonces algo esencial Daro Fo: Siempre hay temor en los pases que comienzan la revolucin, y se muestra un moralismo y no una moral, la mxima valenta que se demuestra en estas cosas, y otros pases socialistas, es aludir por medio de alegoras a los problemas negativos. Hablo de Che- coslovaquia, de Polonia, de todos los pases del Este. () Yo creo que es importante continuar con constancia por este camino. Agre- go por fin mi placer enorme de ver que ustedes han escogido esta obra y la han premiado. Yo aplaudo e invito a aplaudir a los que han tenido el coraje de premiar una obra tan revolucionaria. 4 Lo que resulta inocultable es que la dimensin ideal de un teatro cuba- no, de un teatro nacional propio, que tenemos hoy, sigue levantada sobre lo conseguido en ese perodo esencial: el modelo de diversidad, la multipli- cidad de sus alcances y capacidad de discutirlos es en realidad lo ms aorado de ese tiempo. Las ganancias de lo brechtiano se reprodujeron en apropiaciones menos abruptas, con espectculos como Fuenteovejuna, en 1963; y Mara Antonia, del Taller Dramtico, de 1967. Las fuerzas experi- mentales que se acrisolan en La noche de los asesinos desataran proyec- tos como Los Doce y animaron a figuras como Pepe Santos o Virgilio Piera en busca de respuestas a esa onda expansiva. El triunfo del Ballet Nacional de Cuba, del Conjunto de Danza Moderna, del Teatro Nacional de Guiol, en sus periplos europeos, dieron fe de un arte cubano que rebasaba los lmites de su estrecha geografa para crecerse en un estado compartido, en un juego de quebrantamientos que cada da echaba abajo nuevos lmites. La creacin en 1968 del Teatro Escambray no fue una respuesta decretada por mandato a los excesos que, segn algunos, ya saturaban de happenings, performances y cosas por el estilo una escena 4 Daro Fo, declaraciones a la revista Conjunto, n 4, agosto-septiembre de 1967. Las mscaras de la grisura: Teatro, silencio y... 9 que se lea con ojos sumamente politizados. Insisto en que hay que creer en la sinceridad con la cual Sergio Corrieri, Gilda Hernndez y sus cmpli- ces eligieron salir de la capital para fundar otra clase de dilogo con una realidad que no deba tender su tablado slo en los espacios ya ganados por la convencin. El riesgo con el cual se desligan de sus propias trayectorias para irse a las Villas en pos de un pblico enteramente diferenciado es, en cierto modo, el mismo con el cual comienzan los miembros de Los Doce a pulsar una cuerda peligrosa, en contrapunto con lo que ya era un rostro ms confirmado dentro del ncleo madre, Teatro Estudio, que sobrevivira a los grupos de las salitas, y a no pocos (La Rueda, el Taller Dramtico, Guernica, El Conjunto Dramtico Nacional, etc.) creados en el mismo perodo. Acaso tenga razn Graziella Pogolotti cuando afirma que la dca- da haba culminado en 1968. Pero lo afirma no porque entre el 69 y el 70 falten espectculos valiosos y discutidos. Probablemente esa afirmacin provenga no slo de los resultados artsticos, del debate que exiga creci- mientos inaplazables; sino del modo en que, para esa fecha tan concreta, estallaron las polarizaciones que a lo largo de este mismo tiempo, queran asumir un concepto de cultura donde lo esttico no se equilibrara a lo poltico, sino que, antes bien, cambiara las retricas en trminos de consig- na, y dejara en un plano de mera instrumentalidad a lo que, como provoca- cin, dieron de s los mejores espectculos. 1968 fue un ao de varios espectculos, sin duda, memorables. Entre ellos, algunos que no llegaron siquiera al estreno. Por supuesto que hablo de Los siete contra Tebas y Dos viejos pnicos. 5 Si apelramos nicamente a la historia oficial, si redujramos el conoci- miento de esa dcada a lo descrito unos prrafos ms arriba, probablemen- te alguien que carezca de mayores datos sobre la intensidad del vivir cuba- no no podra entender cmo, a inicios del siguiente decenio, se vino abajo un acontecer que pareca tan plural y slido. Cmo pudo bastar un nmero reducido de gestos para echar a tierra, tal castillo de naipes, lo que se anunciaba rico y ascendente. Una costumbre cubana que todava nos per- sigue es la de reconstruir la historia eludiendo sus mayores crisis internas. Las batallas, parecen decirnos ciertos ensayos y libros, las sostenemos con un enemigo forneo, no entre cubanos; como temerosos de que un conflic- to interno identifique, aqu mismo, un estremecimiento poco edificante. A 10 Norge Espinosa ese error debemos tantas ausencias. El hecho mismo que provoca este encuentro (la reaparicin en programas televisivos de personas que en los aos 70 funcionaron como eficaces instrumentos de censura a lo mejor del arte y el pensamiento cubano), se quiso justificar en esos agujeros negros, en los cuales una nueva generacin no puede leer ese pasado para com- prenderse a salvo de repetir graves errores. El primer error a no cometer es el de la ignorancia. No todo comenz en 1971, claro est. Las discusiones, los debates, los desacuerdos, eran el pan del cada da revolucionario. A la indiferencia oficial sigui una atencin hacia la cultura desde los aparatos del Estado que tambin, como todo, manifest sus pro y sus contra. Leer la historia sin asumir ese efecto interno y sus desequilibrios, nos despoja de una verdad que abre puertas a otras verdades. Y da al enemigo, al que sea, cubano o extranjero, razones de peso para tildar a la memoria nacional de poco consecuente con sus propias angustias. La cronologa de disensos se remonta a los primeros das revolucionarios, al estupor mismo con el cual reaccionaron los que, hasta ese instante, hacan teatro y arte en Cuba como quien golpea la cabeza contra un muro inconmovible. El muro, de pronto, se volva escenario. Y ganar ese espacio exiga mucho ms de lo que se oculta tras el simple eco de la palabra victoria. Por debajo de los espectculos mencionados, como una corriente al- terna que enlazaba a unos y otros, apareciendo a ratos en la prensa de modo solapado en reseas o editoriales, se organizaba otra clase de histo- ria. Desligar una de la otra es imposible, aunque no pocas veces hayamos visto a figuras incluso notables intentando tal maniobra de esterilizacin. El teatro es un mundo esencialmente reactivo: de ah brota el espritu de concelebracin que le har pervivir por encima de tantas otras formas de entretenimiento y provocacin mucho menos centenarias. Su visceralidad es la del aqu y el ahora: el Shakespeare que leemos hoy es el que firma un seor que tambin lee noticias de la guerra de Irak. Su Hamlet puede compartir idntico desasosiego. Una tradicin como la nuestra, basada en lo teatral sobre los mecanis- mos de choteo, parodia y reduccin de lo formal, tendra que astillarse o reformularse ante la seriedad que implantaron los idelogos de la nueva circunstancia. La desazn republicana encontr su opuesto en la comedia nacional: los resortes del bufo y el Alhambra dependan del acontecer dia- rio, del ridculo orquestado como Nacin para desarticularlo en una imita- cin caricaturesca. Lo que se impuso entre 1971 y un tiempo que no vino a Las mscaras de la grisura: Teatro, silencio y... 11 culminar, exactamente, en 1976, fue un modelo teatral que no siempre parece dispuesto a aceptar esos mecanismos de desacralizacin: una Cuba seria al extremo, que no poda sin embargo eludirse a s misma como farsa o desequilibrio. Queriendo asumir las contradicciones de la vida como re- flejo mimtico, quedaban fuera de ese escenario los desrdenes reales de la propia vida: la escena ofreca respuestas que la realidad an discuta. El arte podra ser un arma, como se dira luego, pero no es una llave absoluta. En abril de 1959 ya estallaban polmicas concretas. Teatro Estudio, ahora recordado por muchos como un espacio oficial del teatro cubano, comenzaba a recibir embates que lo sacudieron, en verdad, a lo largo de toda su existencia. La presencia en la Isla de Pedro Asquini (uno de los visitantes que, a diferencia de otros extranjeros que como los Panelo, Verbistky, Gutkin, Chaussat, no dejaron entre nosotros estelas de mejor recuerdo), devino polmica acerca de los lineamentos ideolgicos que de- ba seguir el colectivo. La divulgacin del segundo manifiesto del grupo fue releda como una declaracin de principios ticos e ideolgicos que hizo temer, en su tono a ratos excluyente: Hoy no hay derecho de hacer teatro en Cuba si no es para plantear los problemas que hoy Cuba enfrenta. () A los que creen que el artista est divorciado de una posicin social, a los capaces todava de defender el arte por el arte, a quienes piensan que la exposi- cin de los intereses del pueblo carece de belleza, les respondemos que: El arte es una forma de comunicacin entre los hombres y slo cumple su misin plenamente, cuando logra plasmar en obras artsticas la poca en que se produce. En nuestro pas hoy es urgente que el arte responda al momento. 5 Lo que fuera expresin de un criterio que el ncleo de esos artistas prolon- gaba desde el Primer Manifiesto y que en ellos accionaba como una verdad a expresar, pareca dictaminar el rumbo de otros creadores, entre los cuales la idea misma de la Revolucin era todava una realidad confusa y precipi- tada. Rine Leal, Jos Manuel Valds Rodrguez y Mirtha Aguirre intervinie- ron en el cruce de ideas que centralizaron Asquini y Revuelta: la rigidez poltica del argentino y el acento mesinico del manifiesto hizo temer a muchos por el destino individual de otras salas, no dispuestas a seguir el 5 Citas del Segundo Manifiesto de Teatro Estudio, que incluye en sus lneas finales pala- bras del Primer Manifiesto, abril de 1959. 12 Norge Espinosa rumbo de Teatro Estudio. La controversia pareca zanjarse en la entrevista aparecida en Lunes de Revolucin, donde Rine Leal suscribe los criterios de Revuelta, matizando los tonos conminatorios del documento, y aclaran- do que a nadie se le obligar a seguir lo que, para el director, era la postura de sus fieles ante la nueva circunstancia. Valdra recordar, aqu, una frase de ese dilogo: () No creo que el Estado est interesado en que Teatro Estudio sea su vocero teatral ni aspiramos nunca a tal cosa. No somos polticos, somos artistas, y como artistas nos manifestamos en todo momento. No hay peligro de que la postura nuestra se con- vierta en una postura impositiva del Gobierno actual, pues eso no sera democrtico. 6 Sobre esa esperanza continuarn coexistiendo agrupaciones y tenden- cias. Al menos en los tres primeros aos de aquel tiempo de cambios, a pesar de la politizacin creciente de la vida, convivirn frmulas creativas que daban al acontecer teatral una riqueza ahora ya mitificada. La Campa- a de Alfabetizacin, los discursos y actos pblicos, los carnavales en que se mezclaban vedettes y barbudos, las polmicas entre nuevos y viejos artistas de las letras, el cine o la pintura, la grfica revolucionaria, eran otra teatralidad posible, con la cual el teatro mantena relaciones de grados diversos. En 1961, al estrenarse PM, el documental de Orlando Jimnez Leal y Sab Cabrera, mucho de eso iba nuevamente a conmocionarse. No se recuerda siempre con la debida exactitud el arranque mismo de las Palabras a los Intelectuales, desatadas por la prohibicin de aquel filme brevsimo, poblado de gente simple que canta y baila en la noche del puerto habanero. La pasin asfixiante que prim alrededor de esa obra de free cinema disimul las broncas internas de grupos que, en cierto modo, batallaban por una expresin de combinaba de manera explosiva la libertad de los discursos y los argumentos de una poltica que pudiera obrar sobre aquellos. Ver hoy PM, como ha reconocido el mismsimo Cabrera Infante, no da a un espectador desentendido las claves de lo que luego sucedi. Los 6 Vicente Revuelta en No vamos a atacar a nadie, entrevista publicada por Rine Leal en Lunes de Revolucin, n 8, 4 de mayo de 1966. Los principales textos de esta polmica pueden encontrarse en el cuaderno editado por el Centro Nacional de Inves- tigacin de las Artes Escnicas en el ao 2003, como tributo a los 45 aos de Teatro Estudio. Las mscaras de la grisura: Teatro, silencio y... 13 contextos, y en particular el altamente caldeado contexto de un pas tropi- cal en plena revolucin y reinvencin poltica de s mismo, resulta esencial para que desentraemos ciertas actitudes, rencores, acuerdos y desavenen- cias. A partir de aquellos das de 1961 se encadenan acontecimientos que hacen sentir el peso de las contingencias polticas sobre aristas del vivir cubano que, tratando de organizarlas en una dimensin diferida, anulan, a ratos, los rejuegos naturales del acto de coexistir. Ello ocurri con PM, y dio al traste con Lunes de Revolucin. El enfrentamiento innegable entre Alfredo Guevara y los miembros del sema- nario encabezados por Carlos Franqui, los ecos de las discusiones que los viejos representantes del PSP sostenan con los nuevos idelogos, paraliza- ron la circunstancia en una actitud esencialmente defensiva que en algn momento se fue de las manos y termin volvindose el pretexto de varias exclusiones. Como ha dicho Guevara, PM no era slo el documental, era Lunes de Revolucin. La intervencin de Fidel Castro en las reuniones de la Biblioteca Nacional sern el parteaguas de las nuevas relaciones entre creadores y el aparato de Estado. En eso, creo, estamos de acuerdo. Aun- que no muchos recuerden cmo se hizo escuchar ah un teatrista. Virgilio Piera. Fue Virgilio quien rompi el silencio que sigui a la presentacin del Primer Ministro, a cargo de Edith Garca Buchaca. El tmido y frgil escri- tor confes all que senta miedo. Miedo, dicen los que relatan la anc- dota, de lo que se nos quiera exigir o pedir. Lo por venir fueron otras declaraciones, que suscribieron las sospechas de Piera, y concluyeron con la clebre intervencin de Fidel y las no menos clebres lneas finales que, desde entonces, enmarcan un ejercicio moral y poltico respecto a lo que aporten los creadores cubanos. Virgilio mismo, en 1959, haba respon- dido a una encuesta de la revista Sur, que aspiraba a frenar la amenaza de censura que penda sobre edicin argentina de Lolita. En su declaracin, haba afirmado: Si aceptamos que un poder poltico puede ejercer la fa- cultad de censurar obras literarias, cae de su peso que dicha facultad es ilimitada y que no hay el menor criterio para ejercerla. Por ms que me rompa la cabeza no encuentro un criterio o un paradigma para el pesaje moral de una obra literaria. 7 Repentinamente, ah estaban los artistas cu- banos, confrontando la censura de una pieza que, al caer en el silencio, arrastrara consigo otros fragmentos del edificio. Piera sera una de las 7 Virgilio Piera, en Sur, n 260, septiembre de 1959. 14 Norge Espinosa vctimas de La Noche de las Tres Pes: una maniobra policial que pretendi sanear de prostitutas, pederastas y proxenetas a la capital. Sali de la celda gracias a poderosas manos amigas, pero algo ya se haba quebrantado, y el miedo que moviliza los juegos de Dos viejos pnicos, en 1968, proviene de esos estremecimientos. La frase virgiliana con la cual el autor de Aire fro expres su ms fervoroso apoyo al nuevo rgimen acabara leyndose desde una irona, muy a su estilo, sombra y amarga: Yo morir al pie del can! El nacimiento de la UNEAC, el fin de Lunes, la desaparicin de PM, dan fe de la agitacin de aquellos das. Las fundaciones que la propia Revolucin extenda gozosamente sobre la Isla para poblarla de cosas ante negadas, reciban el impacto de ese moralismo que quiso entenderse como moral, segn explicaba Daro Fo. La apertura de la Escuela Nacional de Arte en 1962 resulta un triunfo seguro. Jvenes de todo el pas llegaban a la Habana con la esperanza de alzarse como artistas del tiempo que los aco- ga. En 1964, sin embargo, muchos seran expulsados de ese centro, bajo sospecha de homosexualismo o disipaciones impropias segn el modelo del hombre revolucionario. La implantacin de un recelo homofbico como poltica depuradora sembr su angustia en aquellos adolescentes, que vie- ron cerradas las mismas puertas antes abiertas, y slo les dejaba en las manos un expediente marcado con un peligroso historial. Algunos de ellos son hoy artistas que, a fuerza de persistencia, no quisieron verse lejos de los escenarios, y en Cuba o fuera de ella, responden con sus nombres a aquel primer atropello. Incluso, los que fueron invitados a ser parte de estudios cientficos que prometan corregir sus defectos: una suerte de humillante lobotoma sexual en la que se gastaron recursos y tiempo irrecu- perables. Varios de esos jvenes eran lo suficientemente osados como para vin- cularse a nuevos actos pblicos. Aparecen en el elenco de Los mangos de Can, la pieza que Abelardo Estorino plant como alegora bblica desde el choteo cubano, para sacudirse de las frmulas de sus xitos anteriores: El robo del cochino y La casa vieja. El estreno acab en escndalo, y tras dos nicas funciones aquella puesta de Magali Alabau asesorada por Vicen- te Revuelta, fue retirada de la sala del Colegio de Arquitectos de La Haba- na, ante la revancha de un grupo de manifestantes enviados por la UJC a exigir el cese de la temporada. Ya tras esos ataques estaba la figura de Jess Daz, quien tambin enfilaba caones contra el grupo El Puente, vinculado al cual estaban dramaturgos como Gerardo Fulleda, Santiago Ruiz, Nicols Las mscaras de la grisura: Teatro, silencio y... 15 Dorr, Eugenio Hernndez Espinosa y Jos Milin. Tambin El Puente se hundira en aquel 1965. Pero tampoco los grupos oficializados se encontraban a salvo. Mirtha Aguirre acariciaba en 1962 la idea de una gran compaa cubana, y en su afn por levantar un Conjunto Dramtico Nacional lleg a amenazar la existencia de Teatro Estudio. Raquel Revuelta tuvo que lanzarse a las ca- lles habaneras para, como hiciera en su da Ela OFarrill, lograr que el mismsimo Fidel detuviera aquel proyecto. En 1965 estaba desarrollndose otra estrategia de limpieza social, que tuvo eco y voceros en las pginas del semanario Mella y otros rganos. Contemplar hoy las caricaturas de esa poca, en la cual lo amanerado, refinado, afeminado, era un blanco cons- tante, asegura las tensiones que presagiaban un ataque mayor. Sorprenden y avergenzan porque, entre otras cosas, revelan la permanencia de mu- chos de esos prejuicios en estos das en los que podemos desenterrarlas. El discurso depurador intentaba unir en una sola ecuacin a los represen- tantes de lo que los moralistas de nuevo tipo identificaban como enemi- gos polticos: Algunos pretenden, en su afn de frenar el proceso de Depura- cin, por lo que les toca de cerca, el dividirlo en dos procesos distintos: el de los contrarrevolucionarios y el de los homosexua- les. () Nosotros decimos que la Depuracin es una sola, que tan nociva en la influencia y la actividad de unos como de otros en la formacin del profesional revolucionario del futuro. () La li- bertad que estos elementos pregonan para encubrir sus activida- des antirrevolucionarias no la entiende ni la masa estudiantil ni el pueblo. 8 El tono inflamado de esas palabras era el de un huracn que pretenda no recolocar, sino borrar los nombres y rostros de los inculpados. El dis- curso revolucionario super la indiferencia del recelo homofbico previo a 1959 desde los rganos de Estado, para convertir al homosexual y a otros portadores de actitudes calificadas de dudosas en enemigos francamente polticos: erradicarlos era tan necesario como barrer con un rival armado en una batalla sin tregua. Se exiga un compromiso en esa lucha en el que an se mezclaba la pasin de los primeros das con un marcado acento poltico. La demanda llegaba al teatro, en el que coexistieron grupos como 8 Fragmentos de Nuestra opinin, editorial de Alma Mater, n 49, junio 5 de 1965. 16 Norge Espinosa Los Barbuditos, dirigidos por Ignacio Gutirrez, con un desempeo hacia el pblico infantil que contrastaba con el apoliticismo que tanto se le critic al ncleo de los Camejo. Para las Brigadas Covarrubias y colectivos del naciente movimiento de aficionados escribieron esbozos de teatro doc- trinario algunos de los dramaturgos del Seminario y otros ya reconocidos. Esas piezas, mimeografiadas bajo el ttulo nada sutil de Teatro de comba- te respondan a la contingencia desde la contingencia misma. De ah que sus autores hoy, por lo general, no las mencionen en sus catlogos: La carabina de Ambrosio Kennedy (Jos Ramn Brene), En su lugar tra- bajen (Mait Vera), Tres milicianos y un gato (Abelardo Estorino), Aqu y all (Antn Arrufat), Con la guardia en alto (Jos Triana), A Mr. Bombita se le cay el tabaco (Santiago Ruiz), La mentira del siglo (Ingrid Gonzlez). Virgilio Piera, a peticin del Teatro Nacional, haba firmado unas escenas acerca de la Reforma Agraria, titulada La sorpresa, aunque en verdad, dada su endeblez, debera rebautizarse El sobresalto. 9 Tampoco la men- cion en sus ltimos aos, quizs por razones no muy distantes de las que le hicieran renegar de Los siervos, la fbula anticomunista que entreg a la revista Cicln en 1955, hoy asombrosamente proftica. Otras manifestaciones de aquel espritu conminatorio que empezaba a hallar enemigos entre el cuerpo mismo de lo Cubano, sin embargo, anun- ciaban hechos ms terribles. 1965 fue un ao altamente caldeado: es la fecha en la cual Vicente Revuelta queda destituido como director de Teatro Estudio, bajo las presiones del CNC, y el grupo elige en su lugar a Dago- berto Casaas, un personaje inocuo que funcion como escudo ante la idea de que el colectivo pasara a manos de un funcionario impuesto como res- ponsable de sus presentaciones. Fue la estrategia con la cual se respondi 9 Aparece incluida en el Teatro Completo preparado por Rine Leal en 1989, y que slo vio la luz en el 2002. El libro excluye, pese a su ttulo, tres piezas que justificaran su concepto integral: Clamor en el penal (1937), En esa helada zona (1943) y, signifi- cativamente, Los siervos (1955), que slo tras una depuracin de sus connotaciones ideolgicas fuera estrenada en 1998 por Teatro de la Luna, dirigida por Ral Martn. La lectura de la mayora de las crticas de ese espectculo demuestra cunta ignorancia prima incluso en algunos de nuestros ms respetados crticos, que evidenciaron jams haber ledo el argumento, que fue trasladado a una suerte de pas ubicuo cuando en el original se trataba sin tapujos de una Rusia dominada ciento por ciento por un comu- nismo totalitario al que se enfrenta Nikita (en la puesta en escena, Nicleto), sombra de Jruschov disimulada como idelogo de ese Partido ideal. La revista digital La Habana Elegante ha rescatado el texto tal cual apareci en Cicln , nmero 6 de 1955. Agra- dezco a Jos Rodrguez Feo el haberme dejado leer esa pieza. Las mscaras de la grisura: Teatro, silencio y... 17 al cierre administrativo que decret el CNC, tras varios meses de inercia y desasosiego. En su esencial volumen de crticas En primera persona, Rine Leal se queja de aquella tctica desequilibradora: Entre 1959 y 1963 los grupos surgen y se organizan, se confeccio- nan ambiciosos planes, se adaptan nuevos teatros, los presupues- tos estatales son generosos, hay confianza en el trabajo cultural. De 1963 a la fecha pueden invertirse los trminos y la imagen ser cercana a la realidad. () Y no hablemos del acoso moral a los teatristas. () La ola de presunta moralidad sexual, la tendencia de algunos funcionarios oficiales a ver en los teatristas las peores lacras antisociales, la idea de que el teatro es el campo del pecado, la improvisacin o el facilismo, ha golpeado de tal manera que ha de pasar tiempo antes que el teatro se recobre de tanta infamia. () La crisis que azot a Teatro Estudio en 1965 es su ms dolo- rosa expresin y slo la unidad de los intelectuales y artistas impi- di que los males se hicieran mortales. 10 La situacin descrita por Rine no es el eco de un hecho fantasmal, sino de una presin concreta que apareca en los diarios sin cortapisas. El poeta, folklorista y narrador Samuel Feijo, en un artculo titulado Revolucin y vicios, aportaba sus criterios desde las pginas del diario El Mundo: () este pas virilsimo, con su ejrcito de hombres, no debe ni puede ser expresado por escritores y artistas homosexuales o seudohomosexuales. Porque ningn homosexual representa la Re- volucin, que es un asunto de varones, de puo y no de plumas, de coraje y no de temblequeras, de entereza y no de intrigas, de valor creador y no de sorpresas merengosas. Porque la literatura de los homosexuales refleja sus naturalezas epicnicas, al decir de Ral Roa. Y la literatura revolucionaria verdadera no es ni ser jams escrita por sodomitas, eso es un fraude ms, una superche- ra ms de tan bien empiados viciosos. () No se trata de perse- guir homosexuales, sino de destruir sus posiciones, sus procedi- mientos, su influencia. Higiene social revolucionaria se llama esto. Habr de erradicrseles de sus puntos claves en el frente del arte y de la literatura revolucionaria. Si perdemos por ello un conjunto de 10 En primera persona, Rine Leal, pp. 334-335, Instituto del Libro, 1967. 18 Norge Espinosa danzas, nos quedamos sin el conjunto de danza enfermo. Si perdemos un exquisito de la literatura, ms limpio queda el aire. As nos sentiremos ms sanos mientras creamos nuevos cuadros viriles surgidos de un pueblo valiente. Rompamos el vicioso legado capitalista. 11 Lo que presagian esas lneas es cosa que ya se implementaba. El pri- mer llamado de las Unidades Militares de Ayuda a la Produccin, curioso eufemismo que disimulaba la recogida de todo aquel sospechoso de con- ducta impropia, sexual, poltica, moral, laboral, etc., se produjo en aquel ao. Captulo aparte que merece detenimiento especfico, las UMAP, abiertas hasta 1968, perduran en el silencio que emana de la vergenza misma de su implantacin y desarrollo. Otra costumbre cubana repetida es la de guardar un mutismo riguroso sobre aquello que nos abochorna, y el no airear determinadas circunstancias nos ha hecho, de vez en vez, despertar repentinamente bajo ataques que hubiramos podido evitar, si nos acom- paara con mayor frecuencia la civilidad necesaria para dialogar, entre nosotros, sobre lo que ya es un arma hbilmente manipulada por otros. Los hechos de la UMAP, el mito de la UMAP, el error inocultable que fueron las UMAP, demanda una restauracin impostergable dentro de la historia del pas, y an fuera de l, donde todava rumian sus pesadillas los que fueron enviados a los campos de Camagey, para que el trabajo los hiciera hombres. No s si el inclinarse sobre un surco nos har ms viriles o revolucionarios porque s. Lo que bien puede asegurarse es que, hacerlo cuando la voluntad individual se descubre pisoteada y negada, slo puede parir resentimiento. All estuvieron artistas que, junto a gente de pueblo comn, compartieron las agotadoras jornadas de trabajo, la alimentacin escasa, los rigores de saberse invisibilizados. Armando Surez del Villar, Jos Mario, Pablo Milans, Ricardo Barber, Hctor Santiago, Flix Luis Viera, entre otros, subieron a los trenes y mnibus rumbo a las unidades que los esperaban en Monte Quemado, Anguila, y tantos otros destinos que faltan en varios mapas 12 . Incluso en el de una memoria que debiera saberse cabal. 11 Samuel Feijo, en su artculo Revolucin y vicios, 15 de abril de 1965, diario El Mundo. 12 Justamente, es Flix Luis Viera el autor de uno de los libros de ficcin que describe en amplitud el proceso de las UMAP. Su novela Un ciervo herido, editada en 2002 por Editorial Plaza Mayor, es la primera novela, hasta donde conozco, que toma este Las mscaras de la grisura: Teatro, silencio y... 19 En 1968 est desplegndose por todo el pas la Ofensiva Revoluciona- ria. El cierre de los pequeos negocios, los clubes nocturnos, la maniobra que dispers esa vida nocturna por considerarla polticamente incorrecta, tambin alcanz a las salitas teatrales, que en su mayora iban a transfor- marse en desangelados locales de reunin, o a hundirse sobre el silencio de s mismas arrastrando con ellas el recuerdo de muchas puestas en escena y todo un estado de nimo. Era la misma Habana que un ao antes haba recibido al clebre Saln de Mayo, en la cual tocaba la recin fundada Orquesta Cubana de Msica Moderna, y se agitaban los himnos de la Nueva Trova mezclados a la balada europea. La Ofensiva, slo en la capi- tal, marc la expropiacin de 955 bares. Los artistas que cantaban en esos locales fueron enviados, como brigadas, al campo: Martha Strada y Miguel de Gonzalo entre ellos. Si para los msicos comenzaba el dolor de cabeza que se dio en llamar contratacin por plantillas, los teatristas y literatos no iban a carecer de neuralgias. Los siete contra Tebas y Fuera del juego acabaran por caldear, an ms, esos contextos excluyentes. 6 La Declaracin de la UNEAC que sirve de deshonroso prlogo a las edicio- nes de esos dos libros, merecedores de los premios de la institucin en aquel 1968, es sin duda alguna un documento sin precedentes. Fue aquel un ao de intensidad tambin inslita, en el que pesaba la sombra de Ernes- to Guevara, asesinado en Bolivia en 1967, mezclado a los conflictos de mayo en Pars, y la intervencin rusa en Checoslovaquia, que el gobierno cubano respald. La sovietizacin emprende un camino ms certero entre nosotros, y los fantasmas del realismo socialista y el pensamiento dictado desde Mosc dejarn huella reductora en nuestro mbito, ms all incluso de lo artstico. En 1968, amn de los premios a Fuera del juego, Dos viejos pnicos y Los siete contra Tebas, pudo ser noticia impresa en nues- tros diarios el alumbramiento de un ser no menos fantasmagrico, pero de mano capacitada para lanzar piedras hacia ciertos tejados: el camarada acontecimiento como eje de su trama. Jos Mario, el creador de ediciones El Puente, public captulos de otra novela al parecer inconclusa, El Stadium, en la revista Mundo Nuevo. El libro de Viera fue anunciado entre los volmenes que la editorial portorri- quea presentara en la Feria del Libro de La Habana, pero su lanzamiento no se consum. 20 Norge Espinosa Leopoldo Avila. El secreto a voces asegura que esa era la mscara de Luis Pavn, y desde las pginas de Verde Olivo, ese disfraz atac a Heberto Padilla, Antn Arrufat, Virgilio Piera, Ren Ariza, Lino Novs Calvo, Guillermo Cabrera Infante y Severo Sarduy, entro otros. Sobre la pieza de Arrufat, versin del original de Esquilo que proceda a introducir nuevas escena en el argumento (la ms importante de ellas destinada a presentar un debate entre los hermanos que se disputan el poder la ciudad sitiada), dijo aquel espectro: Qu se cree este seor? Que le vamos a celebrar la gracia? () Este sinuoso fabulista, hasta ahora, nunca se haba atrevido a tan- to. () Pero ahora por su cuenta y riesgo se va a la guerra, con armadura y todo. A la guerra contra la Revolucin. Y ah s que no. Ni grupitos que lleven la obra al extranjero con dinero de la Revo- lucin ni vuelos a capitales europeas. Aqu no celebramos la inso- lencias aunque vengan de un seor tan mnimo. () Y adems, no desprecie tanto al pueblo, no crea que el pueblo no va a entender sus ataques groseros y extranjerizantes. El pueblo los entiende y los rechaza. No van a pasar inadvertidas sus insolencias mientras l se re del pueblo detrs de las cortinas. Eso no va a volver a pasar. 13 Hubo que esperar casi cuarenta aos para que Los siete contra Tebas pudiera sacudirse el polvo de tanta satanizacin poltica. La pieza, origina- da a peticin de Armando Surez del Villar con vistas a una posible puesta en escena de Teatro Estudio, se convirti en el centro de un tironeo cuando Vicente Revuelta quiso asumirla como director, y en el seno del grupo se produce una pequea batalla, no contra la Revolucin exactamente, sino para que el cauce se mantuviera dentro de los intereses de Surez del Villar y el propio Antn, que decidi enviar la obra al concurso Jos Antonio Ramos. En el jurado del mismo apareci Raquel Revuelta, quien maniobr para desacreditar la obra negada a su hermano, y desde matices de sospe- cha poltica se abroquel con Juan Larco, para votar en contra de lo que manifiestan los restantes miembros de ese jurado: Adolfo Gutkin, Jos Triana y Ricardo Salvat. El clebre voto particular de Revuelta y Larco dejaba claro que sus diferencias con la obra premiada son de carcter 13 Antn se va a la guerra, artculo de Leopoldo Avila en la revista Verde Olivo, no- viembre de 1968. Las mscaras de la grisura: Teatro, silencio y... 21 poltico-ideolgico. () No podemos por eso dar nuestro voto a una obra que mantiene, a nuestro juicio, posiciones ambiguas frente a problemas fundamentales que ataen a la Revolucin Cubana. Ya volver sobre esto, pero no deja de asombrar el descubrimiento de que, tras muchas operaciones de este tipo, respaldadas por instituciones y figuras que supon- dramos libres de tal individualizacin, estn las diferencias de carcter y diferencias de criterios, talentos y medidas que un creador, un ser humano, arroja sobre otro desde distintos niveles de poder. Corroborando ese rece- lo, la Declaracin, no suscrita sino por un global y tambin ambiguo crdito del Comit Director de la UNEAC, dedica una docena de pginas a des- montar el libro de Padilla, y slo un nico prrafo fatal al texto de Arrufat, en el que concentra todo el peso de una lectura de contingencia para opacar sus versos blancos: Todos los elementos que el imperialismo yanqui quisiera que fue- ran realidades cubanas, estn en esta obra, desde el pueblo aterra- do ante el invasor que se acerca, (los mercenarios de Playa Girn estaban convencidos de que iban a encontrar ese terror popular, abrindoles todos los caminos), hasta la angustia por la guerra que los habitantes de la ciudad (El Coro), describen como la suma del horror posible, dndonos implcito el pensamiento de que lo mejor sera evitar ese horror de una lucha fratricida, de una guerra entre hermanos. Aqu tambin hay una realidad fingida: los que abando- nan su patria y van a guarecerse en la casa de los enemigos, a conspirar contra ella y prepararse para atacarla, dejan de ser her- manos para convertirse en traidores. 14 Recomiendo la lectura de la presentacin de Los siete contra Tebas que Abilio Estvez firm para la antologa de Teatro Cubano Contempor- neo, preparada en Espaa por Carlos Espinosa en 1992, como respuesta cabal y martiana a ese argumento final: A quin o a quines sirven estos libros? Sirven a nuestra revolucin, calumniada en esa forma, herida a traicin por tales medios? La misma interrogante de la Declaracin es aplicada por Leopoldo Avila para estigmatizar a Dos viejos pnicos, la obra con la cual Piera quiso responder a La noche de los asesinos, y en la que reaparece la encarnacin de aquel miedo que confes ante la mesa 14 De la Declaracin de la UNEAC, publicada en Los siete contra Tebas, Premio Jos Antonio Ramos 1968. ediciones Unin, pg. 14. 22 Norge Espinosa presidencial de la Biblioteca en 1961. En octubre de 1968, vila vuelve a la batalla con mpetu de censor: Dos viejos pnicos es una obra cerrada, asfixiante. () Si uno se pregunta de dnde sale tanto miedo y trata de explicarse esta obra, teniendo en cuenta el medio social en que se produce, no va a encontrar respuesta posible. La nueva sociedad no ha influido en la obra, no ha sido por lo menos, entendida, por un autor, que se aferra a viejas frustraciones que carecen de razn. Su frustracin se amarra de tal manera a s misma que la obra resulta extempornea, totalmente ajena a nosotros, extraa a esa manera de hacer cuba- nos que Piera ha defendido alguna vez como caracterstica de su teatro. () Es curioso que Piera, para quien se reclama el honor de haber hecho teatro absurdo antes que Ionesco, ahora repita lo que no es ms que el reflejo artstico de una sociedad decadente en medio de nuestra sociedad. Por este camino slo lograremos en el arte el nivel de copiadores asombrados del ltimo grito europeo y ofrecer el contradictorio espectculo de una Nacin en posicio- nes de vanguardia y un arte a la cola imitadora del arte del deca- dente capitalismo mundial. 15 Los resultados concretos de ese juicio demoraron por dcadas el estre- no de ambas piezas. Los siete contra Tebas fue estrenada en Mxico en 1970. Dos viejos pnicos, gracias al eco promocional de su premio Casa de las Amricas (que obtuvo por mayora de votos, Vicente Revuelta for- maba parte del jurado), se estren en Colombia y Estados Unidos casi de inmediato, pero no fue hasta 1990 que pudo vrsela en un escenario cuba- no, con puesta de Roberto Blanco para Teatro Irrumpe. Las representacio- nes, en ambos casos, sufrieron la carga del tiempo transcurrido, y la trasla- cin demasiado literal de sus dilogos a la escena, amn de la relectura en un contexto donde los argumentos polticos de aquellos das no funcionan ya como mecanismos de alerta subliminal, no sostuvo las expectativas que de haber logrado una prmier en el instante de sus ediciones, seguramente hubieran merecido. Poco antes de morir, Raquel Revuelta fue entrevistada por El Caimn Barbudo sobre su responsabilidad en el jurado de la UNEAC. La actriz, controvertida e imborrable, dijo algo muy suyo como respuesta, asegurando que en aquel momento hizo lo que consideraba necesario. 16 El 15 Leopoldo Avila, Dos viejos pnicos, en Verde Olivo, octubre de 1968. Las mscaras de la grisura: Teatro, silencio y... 23 orden de los contextos pretende organizar otra moral, y a lo largo de esta historia muchos personajes sern vctimas o victimarios de sus conviccio- nes en circunstancias lmites: es por ello que juzgarlos ahora sigue siendo un acto tan incmodo. No solamente a Leopoldo Avila le molestaba la dependencia que un teatro nacional propio evidenciaba hacia modelos experimentales euro- peos. Es cierto que en esos aos fue in crescendo el empleo de modelos generados por la herencia del teatro de la crueldad, el happening, los collages y otros fenmenos que aqu eran acusados de decadentes mientras que, paradjicamente, al ser producidos por el Living Theater, Peter Brook y otros lderes, eran tomados en sus pases como amenazas izquierdistas por el aparato de una cultura conservadora. La espontaneidad y desacato con- sustanciales a esos desempeos deban disonar en los funcionarios que ya tomaban mayor control sobre la cultura en nuestro medio, cercados por una idea del realismo socialista que si bien nunca obtuvo entre nosotros un podero levantado al nivel de lo sucedido en la Europa del Este, si supo expresarse y aniquilar varias de esas manifestaciones. El Seminario de Tea- tro y Danza de 1967 fue el espacio de confrontacin intensa que emanaba de esas y otras tendencias; la revisin de sus ponencias e intervenciones explicara mucho de lo que lleg despus. En 1968 nacen, tambin, Teatro Escambray y el grupo Los Doce: la mera coexistencia en el mismo mapa de dos experiencias tan diversas y retadoras da fe de los cardinales diversos de una brjula cultural cubana, que sin embargo deba domesticarse para mos- trar una latitud nica. Magaly Muguercia, voz referencial del perodo que se impondr a partir de 1971, repasa aquellos das previos al Pavonato, an en 1981, con el mismo dejo recalcitrante: En el teatro cubano anterior a 1959 no haba cuajado una madura expresin popular. Al chocar con la voluntad culturizadora ancha y masiva de la Revolucin, el teatro va a asumir lneas muy diversas de expresin. Algunas positivas, combatientes, que se van abrien- do paso hasta el da de hoy cada vez con ms fuerza y explican el surgimiento en 1968 de un fenmeno como el Teatro Escambray. 16 Quizs ahora no piense lo mismo de esta obra. Pero haba que ver el momento en que vivamos. Hay que juzgar al hombre en el momento en que vive. Vot en contra de Los siete contra Tebas honestamente. Antn Arrufat es alguien a quien admiro, trabajaba entonces con nosotros en Teatro Estudio. Nunca ms le la pieza. Pensndolo ahora, voy a releerla. Revista El Caimn Barbudo, n 303, marzo-abril 2001. 24 Norge Espinosa Otras que, incapaces para superar las limitaciones de una ptica ya caduca, llegan a entrar en fuerte contradiccin con la poltica cul- tural de la Revolucin y se convierten en protagonistas del inte- rregno 1965-1970 en el teatro cubano, lustro en el que se produce en nuestra escena el alarmante predominio del irrealismo, la neu- rosis, el individualismo morboso, las contorsiones histricas, la re- misin permanente al clima pequeoburgus, con su sofocante atmsfera de vacilacin, todo esto salpicado de un criticismo ba- nal, despolitizacin e inercia. 17 No es slo esta crtica quien afirma tal cosa. Desde su puntal en el Teatro Poltico Bertolt Brecht, analizar los implantes de la dramaturgia rusa de convocatoria partidista, y compartir esa posicin recelosa de la influencia grotowskiana (a la que califica de inslito transplante) con colegas de respeto. En 1983, an ya cerrado aparentemente ese perodo de juicios no menos tendenciosos que el teatro al que pretendan barrer, afir- maba Rine Leal: La presencia del absurdo, la crueldad, los happenings, los juegos de actores, los rituales y ceremoniales, desideologizan nuestra escena y la exponen como un mecanismo cerrado que opera como una campana al vaco. () Lo que pretendemos establecer es que en los aos iniciales el mimetismo cultural, como frmula colonia- lista, se mueve con la pupila puesta en la vanguardia euroccidental, y lo que es ms importante, no concibe su existencia fuera de estos parmetros. Slo lo que imitaba, lo que reproduca mecnicamen- te, era aceptado como experimentacin. 18 Rosa Ileana Boudet, en la misma fecha, cataloga Dos viejos pnicos como slo una recurrencia realizada con mucho oficio. En su artculo Cinco dificultades para escribir sobre el Guiol, la misma especialista recomendaba al Teatro Nacional de Guiol salir a la calle, a la manera del Bread and Puppet para dialogar fuera de la sala refrigerada con un especta- dor que, como el del grupo norteamericano, hallara en los muecos un 17 Magaly Mugercia, en Teatro: en busca de una expresin socialista, Editorial Letras Cubanas, 1981. 18 Comentario a La dramaturgia cubana en la literatura cubana, Rine Leal, en Letras. Cultura en Cuba. Volumen 3, Editorial Pueblo y Educacin, 1987. Las mscaras de la grisura: Teatro, silencio y... 25 smbolo de mayor valor poltico-ideolgico. Los Camejo y Carril haban obrado desde la tcnica de los grandes tteres a inicios del 59, con su Teatro de Esperpentos, y tenan en su haber una larga trayectoria haciendo tteres en plazas, escuelas, al aire libre del pas que recorrieron de punta a cabo fundando grupos y estimulando a nuevos discpulos. Lo que se les achacaba era el apolicitismo, ya condenado en 1967 dentro de la Declara- cin Final del Congreso Cultural de La Habana, en la que poda leerse el siguiente prrafo conminatorio: Llamamos a la conciencia revolucionaria de escritores y cientfi- cos, artistas y profesores, obreros y estudiantes, campesinos, al pueblo en general, unidos bajo el mismo inters comn, a incorpo- rarse e intensificar la lucha contra el imperialismo. () Llamamos a la denuncia y a la investigacin, a la oposicin cultural y a la manifestacin de protestas, a la desmistificacin de las ideologas y al manifiesto, a la resistencia y al fusil; y siguiendo el ejemplo heroico del Ch, a la lucha armada y el riesgo de morir si fuere necesario para que una vida nueva y mejor sea posible. 19 En su discurso del 28 de septiembre de 1968 para celebrar el octavo aniversario de los Comits de Defensa de la Revolucin, Fidel Castro haba denunciado un fenomenito extrao, protagonizado por jovenzuelos, in- fluidos entre otras cosas por la propaganda imperialista, que les dio por comenzar a hacer pblica ostentacin de sus desvergenzas. Era el anun- cio de una nueva operacin de limpieza, recapitulada en un artculo del diario Juventud Rebelde el 12 de octubre. 20 La ardua confrontacin entre moral y moralismo se cerna como un peligro inminente sobre aquel pano- rama, en el cual los artistas, animados por el xito de la gira europea de La noche de los asesinos, con la cual se confirm que el teatro cubano estaba en plena sintona con las tendencias de actualidad, queran seguir quebran- tando lmites. Rozar la sexualidad era una posibilidad siempre explosiva, y habr que recordar Improntu galante, de Ramiro Guerra, como un gozoso ejercicio danzario que tomaba en tanto pretexto la lucha entre hombres y 19 Declaracin General del Congreso Cultural de La Habana, en la revista Vida Univer- sitaria, nmero 209, 1968. 20 El artculo, Los chicos del cuarto mundo presentaba cintillos tales como Destruido el sueo yanqui, Una leccin moral inolvidable, etc. Juventud Rebelde, 12 de octubre de 1968. 26 Norge Espinosa mujeres como metfora de otras tensiones y desenmascaramientos. En el propio Teatro Nacional de Guiol, donde los temas afrocubanos esplendan sobre el tablado, el erotismo desataba a las figuras de La corte de Faran, La Celestina y Don Juan Tenorio. Al regreso de un periplo por el Viejo Continente, en 1969, el TNG acumul crticas y aplausos firmes, que se estrellaban contra la desconfianza poltica que los hizo regresar a Cuba sin tocar tierra sovitica. Rine Leal entrevista a sus directores para Conjunto, y los interroga acerca del juego sexual en sus puestas en escena. Carucha Camejo brinda una respuesta que es, ms que terica, una declaracin de principios polticos desde su retablo: Cmo privar al teatro de tteres, al teatro de sus elementos ms vitales? Eso se hizo, lo hicieron en diferentes pocas, lo despoja- ron, lo convirtieron en insulso y preciosista y artificial, mataron al teatro porque mataron al elemento hondamente humano, vino la mistificacin, la corrupcin del teatro. Los espectculos que t sealas han recibido la aprobacin suprema, la del pueblo de Cuba que llena cada semana la sala y de su pueblo de trabajadores y de estudiantes, de maestros, de caeros, van al Guiol porque all reconocen una manifestacin teatral vital, alegre, optimista, all se reconoce. 21 El modo en que se diverta (y sobre todo reflexionaba) ese pueblo al que era preciso llamar a la lucha ideolgica, era la mxima preocupacin de los funcionarios del CNC. Como eco reactivo de los acontecimientos de ese 1968, se organiz una especie de seminario entre el 20 y 25 de octubre que tuvo su eje de discusin acerca de La cultura como actividad de masas. Las intervenciones de ese cnclave adelantan no pocos matices del venidero Congreso de Educacin y Cultura. La propuesta era descen- tralizar el rejuego artstico de sus centros de poder tendencioso: la cultu- ra era un hecho social y ninguna lite deba controlarla. Lo que se anuncia- ba, en efecto, era el fin de ese pequeo grupo de artistas capaces de amasar un concepto cultural para dejarlo en manos de otro grupo, no slo menor en cuanto a tamao sino tambin en talento, que decidira con su poder y sus argumentos burocrticos la cercana que poda mediar entre el arte y el pueblo. La demagogia inflam las intervenciones de esos nuevos cases, 21 Entrevista a Carucha Camejo, realizada por Rine Leal. Aparece en el nmero 9 de Conjunto, 1969. Las mscaras de la grisura: Teatro, silencio y... 27 entre los cuales ya son distinguibles, con voces y rostros especficos, Jorge Serguera, Luis Pavn Tamayo, Armando Quesada. Jos Antonio Portuondo lanzaba crticas pstumas a la indefinicin nacionalista de la Avellaneda, Flix Pita Rodrguez adverta que En literatura, como en el arte en gene- ral, no existe neutralidad. La ausencia de ideologa es ya tener una ideolo- ga: servir con la pasividad a la clase dominante. Quesada insista en criticar al bufo y salvarlo mediante la induccin en sus resortes de la nueva moral socialista. Serguera abogaba por presentar la realidad latinoamerica- na en espacios como Aventuras: algo as como la muerte de El corsario negro a manos de Tpac Amaru. La voz espectral de Leopoldo Avila poda escucharse, como una suerte de segunda, en las palabras de Luis Pavn: No se pueden crear las bases para trazar esta lnea de trabajo en el campo de la cultura, sin una participacin activa de las masas, ya que esta actividad debe mirarse como un trabajo poltico, que se realiza con la participacin de todo el pueblo. 22 Al cierre de aquel ao estaban dispuestas las piezas en el tablero. Los acontecimientos que median entre esa fecha y abril de 1971 slo activan el motor de los futuros desplazamientos. La vida se planteaba en trminos de batalla, y mostrar un solo sntoma de flaqueza era imperdo- nable: un error poltico. Los estrenos de La toma de La Habana por los ingleses o Los juegos santos, En la parada llueve y Yo, o Vladimiro Maiakovski, se combinarn con las primeras funciones del Teatro Escambray en 1969 y el estreno de Peer Gynt en 1970, alentadores de polmicas y enfrentamientos por lo general plantados desde una polari- zacin poco productiva. Roberto Blanco funda Ocuje y repone su controversial y brillante Mara Antonia. Se abre la Escuela de Teatro para Nios y Jvenes en Gira de Melena. Los nios conocen a los orishas mediante los tteres de Ibeyi a. El Teatro Musical de La Haba- na produce Vida y muerte Severina y Ta Mame. Berta Martnez inunda la sala Hubert de Blanck con una Bernarda experimental francamente inslita. Todo eso era la vida teatral de Cuba. Faltaba poco para que las piezas ms agresivas comenzaran a desplazarse. 22 Las intervenciones estn citadas segn el reportaje del seminario editado en Bohemia, en su edicin del 19 de noviembre de 1968. 28 Norge Espinosa 7 Incluso para una mayora de teatristas que no conociera la poesa de Eliot, abril de 1971 fue indudablemente el mes ms cruel. De la misma manera en que se acumulan y simultanean acontecimientos definitorios en octubre de 1968, en esos otros das se activaron los resortes que cambiaron de modo radical lo que hasta ese momento era el dilogo entre el artista, las instituciones y el aparato de Estado en Cuba. El I Congreso de Educacin y Cultura, celebrado entre el 23 y el 30, es la matriz de la nueva poltica de enlace, y de ah emanar toda la plataforma que rige la visibilidad u opaci- dad que recibirn ciertos creadores y tendencias. La calidad reactiva de la vida cubana convierte a ese evento en la respuesta pblica ms inmediata a otros hechos, desencadenados por la figura de Heberto Padilla, cuya de- tencin por Seguridad del Estado el 20 de marzo culmina el 27 de abril. En la noche de ese da, mientras Fidel Castro comparece en la mesa presiden- cial del Congreso, Padilla pronuncia en la sede de la UNEAC su clebre e infausta autocrtica, en la que asegura haberse metamorfoseado durante el mes de prisin, y no slo admite sus errores de flaqueza ideolgica, sino que adems llama al micrfono a colegas como Pablo Armando Fernn- dez, Norberto Fuentes, su propia esposa o el ausente Jos Lezama Lima, para que viviesen igual transfiguracin ante las cmaras que filmaban el suceso. Se cuenta que Piera, temeroso de ser convocado a tal acto tauma- trgico, se dej resbalar en su silla hasta casi tocar el suelo, a fin de no ser visto entre los espectadores de aquel episodio de intensa teatralidad. La mezcla de miedo y teatro podan alumbrar pnicos no tan viejos. La respuesta internacional se manifest en dos cartas, firmadas por intelectuales y artistas de compromiso cierto con la causa revolucionaria hasta ese instante. La reaccin fue la de un abroquelamiento de definicio- nes, que se transform en el cierre del dilogo con esos creadores y la implementacin de un ajuste de cuentas interno que hiciera escarmentar a otros posibles descarriados. Una actitud esencialmente defensiva prefiri no debatir lo sucedido, y sobre la resonancia de aquellos hechos vino a caer la pesada losa de la Declaracin Final del Congreso, primero solamente de Educacin y luego ya, tambin de Cultura. Se dictaron maniobras que preconizaban al movimiento de aficionados como expresin cimera del arte revolucionario, contrario a las tendencias de lite y se enfatiz el carc- ter didctico que las expresiones culturales deban desarrollar a partir de esa fecha. Detenimiento especial se tuvo en acpites como Modas, Extra- Las mscaras de la grisura: Teatro, silencio y... 29 vagancia, Religin, Delincuencia Juvenil y Sexualidad. Se propugn la eli- minacin de aberraciones extravagantes, se ubic a las creencias pro- cedentes del continente africano como causantes de indisciplina legal y se defini al homosexualismo como patologa social. Los homosexuales constituan un problema en los organismos culturales y se abogaba por el alejamiento de tales personas de responsabilidades en las que pudieran influir en la formacin de las nuevas generaciones, as como se les negaba el poder representar a la Revolucin en el extranjero. El Hombre Nuevo poda adquirir el homosexualismo por simple smosis, y la maniobra sani- taria fue aplicada como dictamen inapelable. Fuera los homosexuales y los contrarrevolucionarios nuestros planteles! 23 , se exigi en un Comuni- cado Conjunto de la UJC y la Unin de Estudiantes Secundarios publicado por Mella en 1965. Esa hora finalmente pareca haber llegado. El aire quedara, segn profetizara Feijo, ms limpio. Pero tambin la pureza puede resultar irrespirable, y el propio autor de Juan Quinqun acabara siendo obligado a abandonar la Universidad de las Villas, por orden de los nuevos funcionarios que lo consideraron tan sospechoso como aquellos a los que el poeta acus en 1965. A partir de ese momento Luis Pavn es la mano que concreta y firma los documentos de nuevos actos de prestidigitacin, mediante los cuales desaparece lo enfermo y queda a la vista solamente lo que se crea por polticamente sano. Con Armando Quesada como principal ejecutor, el mundo teatral cubano fue reducido a los parmetros de la nueva moral comunista, y comenzaron a ser citados actores, dramaturgos, coregrafos, asesores, directores, a la oficina del Consejo Nacional de Cultura sita en Quinta Avenida n 8004, Miramar. Lo que se disimulaba en los famosos telegramas, como an les llaman las vctimas de aquel rejuego, era una reunin aparentemente convocada por la Comisin de Evaluacin del CNC. Lo real es que en aquel sitio se produjeron las entrevistas que marcaban el fin de la vida laboral de esas personas. Con Quesada frente a frente, repre- sentantes del Sindicato y el Ministerio del Trabajo (algunos mencionan a Manolo Fernndez y Giraldo Acosta, personajes hoy de difcil recuerdo) y una grabadora dispuesta a recoger las palabras del citado, se proceda a someter a esas personas a la Resolucin 3, mediante la cual se proclamaba que tales ciudadanos carecan de la debida idoneidad, falla descubierta en sus vidas privadas, en la expresin de sus propias personalidades. 23 Comunicado en el semanario Mella, n 326, 31 de mayo de 1965. 30 Norge Espinosa Si algunos no recibieron el nefasto telegrama o no se encontraron con Quesada, lo cierto es que el destino legal era el mismo. Antn Arrufat fue condenado a permanecer durante aos en la Biblioteca de Marianao, como un oscuro asalariado que no poda recibir llamadas telefnicas ni visitas, tras ser convocado a una reunin por un funcionario de menor rango. Jos Milin, con el xito fresqusimo de La toma de La Habana por los ingleses en el bolsillo, no pudo evitar los insultos de Leopoldo Avila, quien haba denunciado esta puesta por mostrar impostaciones de teatro extranje- ro, 24 escandalizado por el uso desenfadado de la historia y por el travestismo de algunos actores. Ello le vali al dramaturgo ser tildado de las peores cosas, segn consta en el acta que responde a su reclamacin, tras haber sido despojado de su plaza laboral en Teatro Estudio, la cual argumenta: resulta que aunque el cargo que ocupaba era el de Director Artstico, ha trabajado fundamentalmente como autor dramtico. Este sistema de mantener a determinadas personas vinculadas como autores al organismo ha probado su ineficacia, ya que no han ren- dido frutos de calidad; sus obras de teatro a las que hace referencia en el recurso, entre otras: Otra vez Jehov con el cuento de Sodoma, y La toma de La Habana por los ingleses, permite calificar su literatura como pornogrfica 25 Semejantes respuestas recibieron los que, no conformes con la aplica- cin del mecanismo, quisieron reclamar. Siendo ellos mismos, de acuerdo a la maniobra, quienes deban aceptar su separacin del oficio que desem- peaban mediante una declaracin en la que reconocan de forma autocr- tica sus errores, quedaban a merced de un rejuego burocrtico que pare- ca no tener salida. La resolucin era vertical respecto a los ya parametrados, a quienes, tras negarles la posibilidad de mantenerse en sus puestos de trabajo, magnnimamente se les conceda una segunda oportunidad: POR CUANTO, En el Congreso Nacional de Cultura la Comisin 6-B encargada del estudio de la Influencia del medio social sobre la educacin, recomend: 24 Crtica aparecida en la revista Verde Olivo el 12 de julio de 1970, n 28, pg. 70. 25 De la Resolucin dictada por el CNC como respuesta a la apelacin presentada por Jos Milin al MINTRAB, 9 de diciembre de 1972. Las mscaras de la grisura: Teatro, silencio y... 31 Evitar que ningn ciudadano que pertenezca a un organismo cultu- ral y sea retirado de su cargo, por no reunir las condiciones para l, pueda pasar a trabajar a otro del mismo tipo. Establecer para esto un control adecuado mediante el expediente laboral. POR CUANTO, El apelante pide una oportunidad y an dado el carcter de los hechos realizados, esta oportunidad no se le niega en modo alguno, y la posibilidad de enmendar sus errores est siempre abierta y se ayuda al mismo situndolo en un medio dis- tinto a aquel en que los ha cometido, ya que vinculado a una nueva realidad social le ser posible superarlos en la misma medida de sus esfuerzos. 26 Gracias a tal alternativa que se supona infalible como cura, la nueva realidad social lleg a las vidas de los hasta ese entonces conocidos como artistas. Milin termin trabajando en el DESA como pintor de brocha gorda. Otros, que no pudieron asumir esa reencarnacin, vivieron gracias a colectas de amigos. Carlos Repilado, que fue enviado a la Construccin, ha rememorado el trauma que gener el saber que la llegada de los telegramas era inevitable: Esa historia comenz, justamente, cuando estbamos poniendo la tercera versin de La casa de Bernarda Alba. El da que llegaron masivamente los telegramas a Teatro Estudio, que hicimos la lti- ma funcin, esa fue una funcin que yo no voy a olvidar nunca en mi vida, porque todos los textos tenan otra connotacin, era de- masiado fuerte, por la carga que tena. Yo no s si el pblico lo recibi, pero para los que estbamos dentro fue terrible. Funda- mentalmente se nos deca que no reunamos los parmetros mora- les, jams discutieron los parmetros artsticos ni tcnicos. El tele- grama lleg a mi casa ese da por la tarde, y cuando llegu al teatro por la noche, haban llegado los otros de gente como Alicia Bustamante y que trabajaban en la Bernarda. Y ah se form el gran aquelarre. El telegrama era para citarte a una entrevista, no deca que te botaban, pero todo el mundo saba lo que significaba. Tenas que ir a una oficina en Miramar, y mi entrevista fue con Quesada. Se te peda que hicieras una autocrtica, t mismo te 26 dem. 32 Norge Espinosa botabas. No te decan: no puedes pertenecer al CNC porque ests incapacitado artsticamente, o eres analfabeto, o religioso, o eres homosexual. Yo les pregunt por qu, le dije a Quesada que me haba hecho no una, sino diez autocrticas, y no encuentro un motivo por el cual me hagan esto, necesito que me digan cules son mis errores. Pero de ah no salan, tenan unas frases hechas para responderte y nunca sabas cules eran exactamente los par- metros. 27 No todos tuvieron la suerte de algunos actores de esa compaa ma- dre, quienes siguieron actuando hasta que les llegara la baja definitiva, que arribaba por orden alfabtico, y lograron disimularse en los elencos de los famosos recitales que se creaban para demostrar la vinculacin del arte con nuestra historia triunfal: Tiene la palabra el camarada Muser, Caminan- do y cantando, etc. De aquella entrevista, se estableca un plazo en el cual el parametrado tena diez das para presentarse en el Ministerio del Trabajo a fin de ser enviado a su nuevo oficio: en la propia reunin con Quesada se les entregaba la planilla correspondiente. De no obedecer, se les aplicara la Ley de la Vagancia, con la consiguiente amenaza de encarcelamiento. Las propuestas iban desde sepulturero hasta cazador de cocodrilos: labores que, supuestamente, estaban bien lejanas de poder influir a esa juventud a la que haba que ayudar a crecer en la ms impoluta pureza, a diferencia de los reptiles de la Cinaga de Zapata, cuya dura piel podra ser impermeable a cualquier expresin de blandenguera. Esa juventud, claro, estaba precedida por la niez. El golpe bajo que recibi el teatro para nios y jvenes descabez numerosas compaas, adocen estticas mediante una frmula reductora, y cercen liderazgos artsticos. El Teatro de Muecos de La Habana fue fundido al Teatro Nacional de Guiol. Pepe Camejo culmin siendo deshabilitado por Quesada en 1972, y sustituido por Egisto Agero. La mayora del elenco del ncleo del TNG fue parametrada, reducindose su membresa visible a las actri- ces. Carucha Camejo acab retirada de su labor como directora, y si bien se le mantuvo el salario, no pudo activar ninguno de los proyectos que el colectivo anunciaba cuando se le paraliz: esto, la prisin a la que fue enviado su hermano y otras injusticias, la redujeron a tratamiento siquitrico. Quedaron como sueos El reino de este mundo, Tres rituales por siete 27 Entrevista realizada a Carlos Repilado, noviembre de 2008. Las mscaras de la grisura: Teatro, silencio y... 33 para Babal Ay, Venus y Adonis, entre otros ttulos. Acusados de elitistas, de promover la santera y la religin afrocubana, de homosexuales y apol- ticos, de religiosos, ni los Camejo ni Carril volvieron a tomar las riendas de lo que fundaron. La destruccin del patrimonio de muecos fue quizs la herida ms honda que recibieron aquellos artistas irrepetibles, segn re- cuerda Armando Morales: Como no pudieron quemar a los Camejo, quemaron a los mue- cos, o si no los repartan sin asomo de conservacin, sin concien- cia de su valor patrimonial. Yo guard de aquella poca las revistas Titeretada, otro aporte de ellos a la escasa teora titiritera en nues- tro pas. Por qu la verdad no la asumimos con responsabilidad? Aqu hubo personas contra los muecos y contra los Camejo. Los arrinconaron para quemarlos o que se pudrieran, dnde estn los muecos? A no ser algunos que quedan desperdigados por ah, llenos de olvido, vctimas del odio. Muecos como Shang y Ochn en Ibeyi a, que significaron las primeras hadas madrinas autn- ticas del teatro para nios cubano, sin recurrir a personajes euro- peos, ese valor era, es mayor que cualquier otro. Era ms fcil quemar a los muecos. El problema es que no se vuelva ahacer, ya lo que se perdi no tiene solucin. 28 Al recelo tradicional que considera el arte de figuras como una expre- sin menor, se uni la vulnerabilidad de un colectivo que, a diferencia del Ballet Nacional de Cuba, el ICAIC, la Casa de las Amricas o Teatro Estudio, no poda apelar a una filiacin poltica o al apoyo de personalida- des ligadas a las altas esferas de mando del pas. Indefenso, el Teatro Nacional de Guiol perdi gran parte de lo que lo identificaba. Hemos tardado aos para comenzar a revisitar esa historia. Cosa semejante padeci el Teatro Musical de La Habana. Considerado como una manifestacin contaminada por la frivolidad, el amaneramiento y una ligereza poco compatibles con los nuevos dogmas, tampoco hall defensas y el conjunto se vino abajo. Los actores que sobrevivieron a la purga de este grupo y del Jorge Anckerman fueron repartidos entre los nuevos colectivos: Teatro Cubano y Teatro Popular Latinoamericano. Ramiro Guerra, tras un ensayo general del Declogo del Apocalipsis, per- 28 Entrevista indita realizada por Rubn Daro Salazar a Armando Morales, 1999. 34 Norge Espinosa di el respaldo de los funcionarios del CNC, que aterrorizados por el valor explosivo de aquella propuesta, suspendieron el estreno y confinaron al coregrafo a su apartamento, mientras la compaa que l fund languide- ca y se borraban sus xitos primeros mediante una suerte de amnesia inducida. Roberto Blanco, que anunciaba en 1971 su arrasadora visin de Divinas palabras, fue juzgado y separado de toda accin teatral: Ocuje muri como resultado de ese golpe y mientras no pocos de sus actores buscaban refugio inmediato en el Teatro Poltico Bertolt Brecht y otros nuevos colectivos no calificables de sospechosos, no tuvo mejor alternati- va que convertirse en traductor del Instituto del Libro. A eso debemos, entre otras, una esplndida versin de El guardin en el trigal. A eso debemos, tambin, la prdida de aos en los que su talento fue humillado y denostado. Eugenio Hernndez Espinosa vio desaparecer a Mara Antonia, mientras otros elegan rpidas mscaras tras las cuales sobrevivir, acusado de propagar con sus obras la santera y otras manifestaciones de rezago capitalista. Toms Gonzlez, Gerardo Fulleda, Pepe Santos, Ingrid Gonzlez, Alicia Bustamante, Luis Interin, Aida Bustos, Pancho Garca, Ernesto Briel, Gerardo Montesinos son apenas lneas de una extensa lista que al ser recordada slo deja una interrogante de dolor, en tanto de una forma o de otra sintieron la parlisis o la invisibilidad que aquel moralismo les impona. No mejor, ya se sabe, fue el destino de Virgilio Piera. Tras el estreno de El encarne, escrita a peticin del Teatro Musical de La Habana que haba producido, adems, una interesante puesta de su Electra Garrig, culmina en 1969 su vida de dramaturgo representado: le quedar otra dca- da que vivir sumido en el ostracismo ms hondo; y la muerte ser la nica salida de tan penoso estado. No me han dejado ni un huequito para respi- rar, cuentan que deca el autor teatral ms importante del siglo XX cuba- no. An en el silencio, resultaba incmodo. Sus obras se esfumaron de las carteleras, y sus discpulos (Arrufat, Estorino, Triana) se vieron obliga- dos a leer sus nuevas creaciones en tertulias clandestinas, ya que ninguna antologa, seleccin, o revista, se atreva a publicar sus nombres. Incluso esas tertulias representaban un riesgo: al saberse que en Mantilla Virgilio presida una en la mansin de los herederos de Juan Gualberto Gmez, aquello lleg a su rpido final. 29 Estorino, como Surez del Villar, consi- 29 Sobre este acontecimiento puede consultarse el testimonio de Yonny Ibez recogido en Virgilio Piera en persona, volumen esencial preparado por Carlos Espinosa. Ediciones Unin, 2003. Las mscaras de la grisura: Teatro, silencio y... 35 gui mantenerse como director artstico en Teatro Estudio, pero no poda representar sus piezas, y slo autores filtrados por la muerte o la extrema confianza poltica podan ser aadidos a los repertorios. Ren Ariza fue condenado a ocho aos de prisin. Se desband el ncleo de Los Doce, que durante algunas representaciones en la sala Hubert de Blanck debi enfrentar opiniones adversas a sus experimentos pronunciadas, entre otros, por Jorge Timossi. Ivn Tenorio y Guido Gonzlez del Valle son ejemplos de coregrafos que vieron retardado el impacto de sus ideas en aquella hora tan lenta. La lista de los parametrados es una suerte de secreto a voces, y no falta quien, a la altura de estos das, haya querido sumar su nombre a ella, pretendiendo haber sido vctima de una persecucin que hemos tardado tanto en denunciar. Lo peor de todo es que la desaparicin de esos artistas dejaba agujeros negros insalvables: varios de ellos eran los protagonistas del mejor teatro cubano de ese tiempo, no simples oficiantes a los que alguien pudiera sustituir con rapidez. El liderazgo artstico no pudo suplantarse con mode- los mecnicos, y el arte cubano se estanc sin poder llevar a cabo la explo- tacin cabal de muchos de esos modelos. Si en La Habana la danza, el teatro para nios y adultos, el musical, la pantomima, el arte lrico y otras expresiones perdieron sus coordenadas esenciales; no menos ocurri en provincias, donde el procedimiento fue ms oscuro al subrayarse, con la distancia, las seudointerpretaciones de una poltica ya torcida, en manos de funcionarios que se crean impunes al brindar sus versiones locales de tal legislacin. Ren Fernndez fue separado del Teatro Papalote, Miriam Muoz por poco pierde su carrera de actriz junto a otros artistas matanceros. Pedro Castro, que ya haba recibido amenazas locales, se hall sin armas ante las frmulas excluyentes que se dictaban desde la capital. En Teatro Estudio Raquel Revuelta acoga a ms amenazados: Frank Negro, Enrique Almirante y Erdwin Fernndez, entre otros, llegaron desde la televisin de la cual se les haba excluido, junto a figuras del teatro lrico que repentina- mente se encontraron sin lugar, como Alina Snchez. El dolor ms grave debe haber sido corroborar que los amigos de ayer se convertan en cm- plices y acusadores: el ahogo generado por aquella impotencia hizo firmar cartas, delatar, denunciar. No se niega que el oportunismo haya sido el catalizador de muchas de estas actitudes: el pramo engendra otras formas del pramo. Se impuso como poltica un realce del teatro de aficionados: a toda costa haba que demostrar que las masas, en conjunto, eran suficientes 36 Norge Espinosa para engendrar el nuevo arte socialista. Se hablaba de llevar el teatro y el ballet a la fbrica, a la escuela, a la granja: se descentralizaron los espacios de confrontacin para abrir otros, mediante imposiciones quinquenales. Lo reactivo no dejaba de expresarse, y el Poltico Bertolt Brecht se transform en el buque insignia de un pensamiento escnico privilegiado en cuanto a apoyo y estmulo oficial. Es este grupo el que hace realidad las coproduc- ciones con el campo socialista: El carrilln del Kremlin, Los amaneceres son aqu apacibles y otras piezas inundan los escenarios, del mismo modo en que nuestras pantallas cinematogrficas se convirtieron en infinitas este- pas y paisajes de guerra importadas desde las naciones hermanas del CAME. Colectivos como Teatro Popular Latinoamericano, Teatro Cubano, Teatro de Participacin Popular protagonizan ahora las carteleras. Entre junio y agosto de 1974 se efecta en La Habana el Panorama de Teatro Cubano, en el que junto a los grupos mencionados, se programan Teatro Estudio y el Rita Montaner. Para esas fechas, los silencios desatados por la parame- tracin estn en su apogeo. Quien quiera tener una idea concreta de qu se anunciaba como nuevo rostro del teatro cubano, qu lneas se estimulaban en ese marco, y qu se criticaba con acento vertical, puede echar una ojeada a Teatro: en busca de una expresin socialista, libro que Letras Cubanas le edita a Magaly Muguercia en 1981, y donde la asesora del Poltico Bertolt Brecht se reve- la como ideloga de ese instante. Se ensalza al Teatro Escambray como ejemplo firme, sin delimitar lo que tenan como elementos polmicos sus primeras piezas, y se eleva a grado supremo lo que algunos sucedneos producan en otros sitios del pas. Se saludaba la existencia de una drama- turgia cubana militante, integrada por obras como En Chiva muerta no hay bandidos, El hijo de Arturo Estvez o Girn: historia verdadera de la Brigada 2506. De esta ltima, firmada por Ral Macas, se afirma en esas pginas que abre un camino a aquellos dramaturgos que se decidan a asumir como nico puede hacerse con grandeza el registro heroico. 30 Entre los autores promovidos desde el escenario del PBB estaban el propio Macas, Paco Alfonso, Artiles, Gerardo Fernndez, Buides, Armas Duque o Hernndez Savio: sus piezas alimentarn el repertorio del movimiento aficionado, impreso en folletos que llegaban como normativa a las Casas de Cultura. En lugar de los directores parametrados, se promovi a otros 30 En Teatro: en busca de una expresin socialista, de Magaly Muguercia, Editorial Letras Cubanas, 1981, p. 41. Las mscaras de la grisura: Teatro, silencio y... 37 como Ramn Matos, Wilfredo Candebat, Dimas Rolando, que en varios casos estudiaron direccin escnica en la URSS, a lo cual slo podan acceder personas de probada filiacin poltica. Al mismo tiempo aquellas obras que no conseguan, a juicio de Muguercia, trasladar con eficacia la realidad revolucionaria a las tablas, eran objeto de duros sealamientos, escritos con la energa propia de un cuadro severo que regaa a sus subordinados al sorprenderlos en falta, desde ese detestable y demaggico nosotros bajo el cual tantos enmas- cararon discursos y prejuicios estrictamente personales. No slo ella em- ple este discurso. Mario Rodrguez Alemn criticaba los elementos prove- nientes de Meyerhold que crea descubrir en La hija de las flores, dirigida por Surez del Villar. 31 Freddy Artiles juzgaba al Hctor Quintero de Si llueves, te mojas como los dems criticndole: Los profundos valores positivos de la nueva sociedad socialista no se expresan plenamente, elevndose a un primer plano lo no funda- mental, todo lo cual deviene un criticismo vaco de contenido que se aleja en gran medida de los objetivos de la dramaturgia socialista, los autnticos valores de la nueva realidad revolucionaria. 32 La falta de un repertorio tan nuevo como idneo conduce a las obras escritas por encargo, o concebidas en saludo a determinadas celebraciones polticas. El MININT, la Seguridad del Estado y otros rganos promueven concursos de dramaturgia y encuentran sus representaciones en obras escritas a la medida de una imagen perfecta de sus agentes, y se impone la moda de que sean miembros del Partido o la UJC los que entren a discutir, a la usanza de un coro de dioses, los conflictos y procuren sus soluciones. La estrategia se extender a los aos 80, pinsese en obras como Los novios, de Roberto Orihuela para el Teatro Escambray. El teatro para nios desplaz a hadas y magos para poblarse de animales contagiados por un sndrome de trabajo enfebrecido, o pequeos hroes de la lucha mambisa, vietnamita o africana: en 1975 Javier Villafae visita Cuba y los Camejo no pueden acercarse al clebre titiritero con el cual se carteaban desde los aos 50. Sumndose a la poltica de coproducciones, el TNG, que haba nacido con una pieza asesorada por artistas soviticos, retoma esa lnea 31 En Mural del teatro en Cuba, seleccin de crticas y crnicas de Rodrguez Alemn preparada por Rine Leal, Ediciones Unin, 1990, p. 26. 32 Freddy Artiles, en el diario Juventud Rebelde, febrero de 1974. 38 Norge Espinosa con fuerza y anuncia, entre otros ttulos, El canto de la cigarra, dirigida por Stanislaw Ochmansky. El nmero de la revista Conjunto dedicado al arribo del juglar argentino vaca los nombres fundacionales del Teatro Na- cional de Guiol, y proclama los nuevos propsitos del grupo en un artcu- lo que firma Karla Barro, en ese entonces directora del grupo y hoy radica- da en Miami: Nosotros, desde nuestro punto de vista, consideramos que el princi- pio nmero uno de nuestro teatro para jvenes espectadores, ha de ser la conquista por el pleno desarrollo de un teatro cubano pedag- gico, acorde con las caractersticas e intereses de cada edad y per- cepciones, sin limitantes temticas ni formales, sin convencionalismos, pero s con determinados y positivos principios estticos, morales e ideolgicos ya establecidos, de acuerdo a nuestra concepcin socia- lista sobre el desarrollo armnico del hombre. 33 Incluso dentro de esos parmetros no exista siempre una seguridad que, en el seguimiento de los mismos, evitara inesperados desacuerdos. Cuando Teatro Estudio invita a Yuri Liubmov para que dirija Los diez das que estremecieron al mundo, el clebre director sovitico no ser acogido con la misma complacencia que recibieron los que trabajaron con el Polti- co Bertolt Brecht. Una coproduccin, dirigida por el hngaro Gabor Zambecki a partir de La familia Toth, no pas de los ensayos al estimarse, por la directiva de Teatro y Danza, que su propuesta no solucionaba los errores ideolgicos del texto. A mediados de los 70, poco antes de que el quinquenio sufra sus primeros estertores, comienza a imponerse una estti- ca que ser catapultada a proscenio: el teatro nuevo, heredado como con- cepto de la dramaturgia socialista europea e implantado entre nosotros como un injerto al que se le dedicaron festivales y panoramas. Rosa Ileana Boudet dedica todo un volumen al tema, editado en 1983, que hoy puede leerse como un testimonio no exento de ingenuidad por su apuesta casi mesinica acerca de la trascendencia de aquellos mdulos que resultaron ser, por lo general, hechos coyunturales. Preguntarse cuntos de esos gru- pos sobreviven es hoy un gesto pesaroso: la poltica ms optimista no puede garantizar determinadas calidades. 33 En Los nios y la aventura del teatro, artculo de Karla Barro en Conjunto 24, 1975, pp. 104-109. Las mscaras de la grisura: Teatro, silencio y... 39 8 Tampoco habra que procurar una visin enteramente demonizada de lo que se produjo en los 70: hubo tambin algunos montajes notables. Vale recordar que Teatro Estudio produce Las tres hermanas, La vieja dama muestra sus medallas, y Galileo Galilei, entre otros ttulos; que el Escambray estrena en el perodo varias de sus piezas ms controvertidas y notables (El juicio, La vitrina, El paraso recobrado) poco antes de que en 1976 viaje a Angola y comience un perodo de oficializacin que parali- z varios de sus lineamientos ms riesgosos; ser el primer grupo cubano que se presente en Canad y los Estados Unidos. En ese perodo el Con- junto Dramtico de Oriente encuentra su propio perfil al rescatar el teatro de relaciones, en el teatro para nios aparecen El conejito descontento, Papobo o La guarandinga de Arroyo Blanco..., que sern referenciales hasta bien entrados los 80. Pero son en conjunto espectculos que dan slo una plida idea de cunto pudo haber sido un movimiento teatral autntico, en el cual esos montajes hubiesen coincidido con la riqueza y la diversidad que habran aportado muchos de los parametrados. La coexistencia no se entenda sino en trminos de exclusin, y la mayor pobreza de ese perodo emana de la escasa confrontacin de modelos, de la predecible estructura- cin de los conceptos escnicos, de la visin que privilegiaba lo poltico y lo didctico, la visin maniquea de los hombres y la bsqueda de sus objeti- vos personales atrapados en una perspectiva histrica que no se entenda, exactamente, como conflicto. Los vacos en gneros concretos, el despre- cio hacia frmulas de origen popular como el bufo, el corte abrupto de la pantomima considerada inmoral por el uso de maillots y su estilizacin gestual, y la representacin de varias zonas de la vida cubana como caldo de cultivo marginal sin matices, redujo el espejo teatral a una leccin de moralismo, que no moral, como bien adverta Daro Fo. Mientras mucho de esto ascenda, varios artistas trataban de rebelarse. Mediante apelaciones o cartas, expresaban su ahogo, para recibir respues- tas sordas. El engranaje de miedo y silencio pareca hacer invulnerable el mecanismo, y los que dictaminaban esos mtodos creyeron poder obrar en paz. Sin embargo, ya a fines de 1973 y durante 1974 comienzan a probar frmulas de reclamacin que no se conformaba con dirigir demandas al CNC. Armando Surez del Villar, recordando sus estudios como abogado, dirige una apelacin al Tribunal Supremo de Justicia, en la que desmonta los argumentos de Pavn, Quesada y sus aclitos. Lo mismo harn mu- 40 Norge Espinosa chos, encontrando apoyo en figuras a las que se debiera un agradecimiento no siempre alzado suficientemente, como el abogado Julio Dvalos. El fallo obtenido es una afirmacin sin precedentes, al decidirse que la apela- cin tiene causa, y se ordena la restitucin de los parametrados a sus pues- tos de trabajo, as como el pago de los salarios con carcter retroactivo. Jos Milin, tras insistir una y otra vez, consigue el apoyo de Lzaro Pea, que como otras personas implicadas en la revisin del asunto, descubren la inconstitucionalidad de la maniobra. Antn Arrufat escribi una carta a Fidel Castro. Gracias a ello, puede salir de la Biblioteca de Marianao y comenzar trabajos de edicin en la revista Revolucin y Cultura. Pero an no poda publicar nada suyo. Qu ha de haber sido aquel panorama, ms all de las afirmaciones triunfalistas y las exigencias emergentes de los idelogos del teatro oficial, para que tal contraorden comenzara a cumplimentarse, es algo que dejo a la imaginacin de quienes traten de recomponer esa memoria que nos falta. El peso de tales reclamaciones, sumadas a las que, desde otras esferas del arte cubano, lograron acumularse, hizo inaplazable el comienzo de alguna reparacin. Si bien ello no desplaz a Luis Pavn de su visibilidad, si dio inicio a un reciclaje de lo que l y sus seguidores haban instrumentado, en tanto expresin de un recelo que, a no dudarlo, tena races polticas con respecto a lo que deba ser y sobre todo, para lo que deba servir, la cultura a un proyecto revolucionario. Los argumentos tendenciosos no terminaban en los dirigentes del CNC, provenan de un ms all que aprobaba silencio- samente sus desmanes. Que el Tribunal Supremo haya concedido la razn a los demandantes, demuestra que en las fuerzas que propugnaban una nueva justicia no siempre existan acuerdos unidireccionales. Lentamente, comenz a marcarse en algunos relojes la necesidad de pasar a una nueva dimensin de todos los dilogos. Entre aquel 1974 y el 30 de noviembre de 1976 en que se anuncia la creacin del Ministerio de Cultura, fueron reintegrndose a sus grupos algunos de los artistas que lograron vencer el resentimiento y la decepcin causada por esta contingencia. Pepe Carril retorna al Guiol, junto a Ar- mando Morales, Ernesto Briel; pero Pepe Camejo, tras haber sido encar- celado en 1972, no pudo hacerlo. Tampoco Carucha, los fundadores del TNG emprendern el camino del exilio. Ramiro Guerra se niega a volver a los tabloncillos donde inaugur el tiempo de la danza moderna en Cuba: hallar respuestas en el Conjunto Folklrico Nacional y comenzar a editar los libros que concibi durante su retiro forzado. Jos Milin descubre que Las mscaras de la grisura: Teatro, silencio y... 41 en su expediente no aparecen las actas que lo condenaban y comienza un largo y tozudo recorrido para que no se le arrebaten los documentos que prueban el por qu de un silencio que lo apart durante aos: tendr que comenzar casi de cero hasta probar que su talento permaneca intacto. La aprobacin, en 1975, de las Tesis y Resoluciones sobre la Cultura Artstica y Literaria sustituyen el aire enrarecido que asolaba a los artistas por un discurso que, pese a las fricciones y retrica del momento, auguraba un cambio saludable. Emergiendo entre los documentos aprobados por el Pri- mer Congreso del Partido Comunista de Cuba, esas pginas rebajan los trminos prejuiciados con los cuales se alentaba a obrar en las declaracio- nes del nefasto Congreso de Educacin y Cultura. Imaginar que tal transformacin ocurri de inmediato y sin escollos, es tan ingenuo como no sospechar del abismo ocultado por la vegetacin del propio abismo. Cuando se quiere repasar con rapidez y de manera triunfal el cese de aquel descalabro, se ha insistido en que la mera sustitucin del CNC por el MINCULT bast para echar luz sobre los acontecimientos, y se ha querido explicar a veces la oposicin entre los desempeos de Ar- mando Hart y Luis Pavn con la simpleza de un mal western. Si bien es innegable que el panorama se movi hacia acciones reparadoras, el quin- quenio no culmin en 1976; para muchos creadores fue un perodo ms largo, en el cual, tras esa fecha, se aada la angustia de saber que algunos eran devueltos a sus puestos de trabajo y otros desesperaban sin recibir la misma propuesta de retorno. Hubo quien esper hasta iniciados los 80, como Ren Fernndez, para volver a su punto de origen. A otros, la llama- da no les lleg nunca. Que los recelos perduraban incluso dentro de los laberintos de la cultu- ra, es cosa que se evidencia en las declaraciones de Alfredo Guevara ante un grupo de artistas cubanoamericanos con el que dialoga en junio de 1979. Virgilio Piera, quien morira apenas unos meses despus, sigue siendo un personaje incmodo an en esa fecha en que ya operaba el MINCULT y se restituan ciertos nombres a los catlogos: Virgilio, como t sabes, es un anciano. Virgilio Piera es, en mi caso personal, una de las prdidas que ms siento para la revolu- cin desde el punto de vista literario. Si t quieres para la literatura no, seguir siendo publicado, etctera, no s, ojal que l termine sus das de un modo mejor. () Haciendo ciencia-ficcin yo dira, bueno, y si nos surgiera ahora un Virgilio Piera que no tuviera esa 42 Norge Espinosa historia, que no hubiese participado en Lunes que no se dedica- ra a tratar de reclutar a los jvenes intelectuales envenenndolos en sus relaciones y posiciones, o proponindoles planteamiento de determinas posiciones ideolgicas, y si no existiera ese pasado, y fuera un nuevo Virgilio Piera el que naciera ahora, dira que eso ya sera harina de otro costal. 34 Lo que se propone en esas palabras es la utopa de algo as como la rein- vencin de un clebre relato ms cercano en el tiempo, que podra titularse El anciano, el Lunes y el Piera nuevo. Piera, el hombre que fue Lu- nes para quien la edad no fue nunca un pretexto fulminante, segua escri- biendo durante las maanas de su retiro, y si como apunta el entonces Viceministro de Cultura l no presenta obras de un tiempo a esta parte se deba a los recelos que operaban contra l, y que se deslizan en esa misma intervencin disimuladas bajo halagos a sus piezas pre-revoluciona- rias con las que intenta hundirse la produccin del autor posterior a 1959. La revista Tablas se opuso a publicar el libreto de su pieza El no. An en 1987, Eliades Acosta publicar en el tabloide Perfil de Santiago una crtica acerba a la edicin de relatos pstumos de Piera, acusndolo de ser presa de una autocondena, un autoexilio. Guevara refiere el caso de Jos Triana, al que asegura totalmente reincorporado, muy poco antes de que el autor de La noche de los asesinos optara por el exilio definitivo en Francia. Que los hechos reescriben la historia de una manera que no siempre pue- den prever sus protagonistas, es una verdad que contamina incluso los proyectos que se dicen ms slidos. Ms all de la coyuntura en que se pronunciaron esas frases, rescato otra lnea de Alfredo Guevara con la que, al reproducir su intervencin tal cual la dijo en aquel momento, demuestra un apreciable grado de consecuencia personal con sus criterios, errores o profecas, tan distinta de la actitud con la que muchos han intentado luego borrar, limpiar, corregir en blanco lo que afirmaron en otras circunstancias: Creo que la aspiracin de la revolucin debe ser publicarlo todo algn da, y poner en discusin todo, cundo es ese da, te doy mi palabra de honor que no propongo su aplazamiento por la comodidad de no tener que en- frentar los riesgos de la complejidad, todo lo contrario. 34 Fragmento de La revolucin la hacemos para hacer ms compleja la sociedad, en- cuentro de Alfredo Guevara con intelectuales de la Comunidad Cubana en el Exterior, efectuado en la sede del ICAP el 9 de junio de 1979, recogido en Tiempo de Funda- cin, Iberautor Promociones Culturales S.L. 2003. p. 359. Las mscaras de la grisura: Teatro, silencio y... 43 Lo que teman muchos de los que durante el quinquenio fueron catapultados a primeros planos de accin, acab producindose. Poco a poco, pueden volver a nombrarse, en las pginas culturales de la prensa, figuras y sucesos que por ese tiempo gris no deban ser mencionadas o elogiadas, operacin que algunos todava consideraban riesgosa. El regreso de los expulsados hizo coincidir en una nueva forma de tensin las diversas estticas, tendencias, tradiciones y lenguajes que ramificaron la cartelera teatral e intentan revivificar los procesos coartados. Roberto Blanco retor- na con una Cecilia Valds que animar intensas polmicas, pero que re- fresca, siquiera sea de modo efmero, el encartonado concepto del arte lrico en Cuba. Cuando crea Irrumpe en 1983, rescata su Mara Antonia: es el gesto mediante el cual reanuda su quehacer anunciando que no piensa quedarse en el lamento vaco, recomponiendo una historia personal que, sin embargo, a la vista de las ms nuevas generaciones, resulta incomprendido. Berta Martnez retoma al Lorca que debi distanciar du- rante los 70 y estremece con sus Bodas de sangre. Reimplantar los mdu- los levantados en los 60 choc contra las pretensiones de una generacin fresca que anhelaba apoderarse de los escenarios, reaccionando violenta- mente contra la grisura del panorama, en el que sobrevivan los colectivos fundados en los 70, el teatro nuevo, y al que regresaban los parametrados. Ello producir las principales controversias de la escena cubana en los 80, que se inician con el Primer Festival de Teatro de La Habana. Lo que signific esa cita en tanto espacio abarcador de expresiones y anhelo restaador, fue organizndose lentamente desde que Armando Hart confa en Marcia Leiseca para dirigir las proyecciones del teatro bajo las lneas del MINCULT. A travs de entrevistas efectuadas en las oficinas del antiguo CNC (hoy Palacio del Segundo Cabo), comenz un intento por restablecer la confianza entre los artistas, que en su mayora dieron una respuesta inmediata a la posibilidad de volver a las tablas. El FTH, cuyas memorias fueron editadas en 1982 por la Editorial Orbe agrupa 21 grupos de todo el pas, y los pone a dialogar con un presente en el que la herencia del XIX y el perodo prerrevolucionario asoman como bases de lo que se pretenda reconstruir. Revisar ese libro, en el que se rescatan fotografas, datos, testimonios, permite medir la temperatura del empeo, en el que an subsisten ausencias concretas que evidencian los recelos persistentes. El nico dramaturgo vivo cuyo retrato aparece entre los rostros modlicos de lo que antecede a ese hecho, es Paco Alfonso. Entre las imgenes que honran puestas y obras notables del patrimonio escnico nacional, brillan 44 Norge Espinosa por su ausencia Electra Garrig y Aire fro, tan apartadas como el nombre de Francisco Morn y otros fundadores. La obra de algunos parametrados es referida pero no calificada ni devuelta en su real valor: uno de los gran- des triunfos del Teatro Nacional de Guiol, el hallazgo de un pblico adulto receptivo para sus propuestas con tteres, ni se menciona. Se afirma que el teatro nuevo descentraliz el paisaje escnico cubano desplazndolo hacia las provincias, con lo cual se sugera que todo lo que no perteneciera a esa expresin debera calificarse como teatro viejo. Esa modalidad tuvo inclu- so en 1978 un Festival Nacional, prueba de que se alentaba su perfil por sobre otros. Muchos de sus implicados viajaron al Festival Internacional de Caracas en una numerosa delegacin, que exclua a los maestros histri- cos. En 1979 el Teatro Poltico Bertolt Brecht se despoja de las chaikas y los pesados abrigos rusos para estrenar la muy polmica Andoba, que des- ata un fenmeno de pblico notable y pone en evidencia que, mientras se pretenda una imagen teatral que no dialogaba verazmente con el aqu y el ahora de aquella sociedad cubana ms all de frmulas resueltas de ante- mano e importadas, pervivan en la cotidianidad aspectos no tratados, como la marginalidad, segn el caso. El acta del jurado del FTH otorga premios a espectculos tan diversos como La vitrina, del Teatro Escambray, Bodas de sangre y El precio, de Teatro Estudio, El carrilln del Kremlin y Andoba, del Poltico Bertolt Brecht, Yerma y Cecilia Valds, de Roberto Blanco. La relacin incluye los cardinales de ese momento que se discuta en las tablas. Alrededor, otros grupos, como Cubana de Acero, el Dramti- co de Oriente, la Teatrova, el resurgido Musical de La Habana, intentaban pervivir o hacerse ms visibles. La gama de frmulas estaba movindose, a pesar de los lmites que impiden hablar de una recuperacin integral. El xodo del Mariel volvi a desestabilizar esa fotografa ideal que inclua a un pblico que tambin regresaba: al andobismo que sigui tras el xito de la pieza de Abraham Rodrguez se aadieron textos por encargo, como El escache, de orientacin poltica y visin estereotipada de aquella crisis; es lo que hace hablar a Rosa Ileana Boudet de banalizacin del conflicto. La desaparicin de numerosos artistas que haban retornado a las tablas cuando se abri la posibilidad del exilio, demostr que pese a lo conseguido, todava algunas heridas estaban abiertas. A los profesores ru- sos que iniciaron los cursos del Instituto Superior de Arte, poco a poco iran sustituyndolos figuras verdaderamente referenciales de nuestra esce- na, que convertirn al ISA en un laboratorio del cual emanarn temas y grupos futuros, por encima del primer recelo que decretaba que slo po- Las mscaras de la grisura: Teatro, silencio y... 45 dran dar clases all graduados universitarios y de fugaces amenazas de quienes intentaron alentar nuevas purgas. Mientras, el teatro nuevo langui- deca apresado en sus resortes repetidamente afirmativos. De tiempo en tiempo se escuchaban ecos de lo que predomin como criterio en los 70: una obra como Calixta Comit, de Eugenio Hernndez Espinosa, no lleg al estreno oficial. Pero el ambiente logr acercarse a lo que alguna vez pudo ser esa utopa pieriana, un teatro nacional propio, en el que por encima de las insatisfacciones singularizadas, el debate mismo era el reflejo de lo que aportaban las puestas en escena, y no lectura supeditadas nicamente a ideologemas que pudieran presionar sobre ellas hasta discriminarlas y hacer- las desaparecer sin ms. Algo de lo perdido poda an regenerarse en nuevos dilogos, y contra el vaco que amenaza siempre a lo teatral, quiso levantar- se otro sentido de bsqueda no tan excluyente. Los 70 comenzaban a ser ya parte de lo que reconocemos, incmoda o no, como memoria. 9 Determinados exorcismos pueden demorar aos en cumplimentarse. Mxi- me si se les hace operar como maniobras silenciosas, y la rehabilitacin elude ser expresada en restituciones de visibilidad autntica. Antn Arrufat ha dejado un comentario amargo sobre esto, en el Discurso de Agradeci- miento por su Premio Nacional de Literatura, al referirse al final de su supuesto delito: un delito que nunca se me dijo en qu consista realmente ni que tiempo deba pagar por cometerlo. Quines deban decrmelo y quines deban perdonarme? 35 Supongo que muchos esperen an por tal respuesta. Dentro y fuera de Cuba, dentro o fuera de la Revolucin a lo que aportaron talento y fe, en la medida que supo hacerlo cada cual. Para que la respuesta misma a esa interrogante no parezca intangible, es que se han ido sucediendo diversas acciones que esclarecen el perodo aqu abor- dado, que incluyen desde intervenciones pblicas en ciertos eventos hasta la creacin de un Premio Nacional de Teatro, merecido hasta hoy, en su mayora, por personalidades que sufrieron el pavonato en carne propia. No ha sido en verdad un proceso orgnico ni sistmico: los silencios saben pesar en la memoria como otra carga de dolor. 35 En Examen de medianoche o discurso de aceptacin, texto de Antn Arrufat ledo por su autor en la ceremonia de entrega del Premio Nacional de Literatura. Revista Unin, n 42, enero-marzo, 2001. 46 Norge Espinosa Las secuelas de los 70 perduran de una manera que, si bien ms sutil, no deja de ser perceptible an hoy da. Estn en el temor, la firmeza o la agresividad con la cual algunos de los que padecieron el pavonato y el quesadato organizan sus recuerdos; o en la negativa rotunda de algunos a dejarlos hacerse pblicos. Roberto Blanco alguna vez se quejaba de que el teatro cubano tuviera tan escasa influencia en la vida nacional 36 ; de ah, probablemente, el que hayamos demorado tanto en iniciar esta bsqueda acerca de una verdad que las generaciones posteriores han debido ir ganan- do por fragmentos, por aproximacin intermitente, sin poder localizar los cardinales en libro, documento o testimonio asible. El teatro cubano puede explicarse ms por sus rupturas que por sus continuidades, y los efectos de esas rupturas son los que nos llegan como historia. Si durante los 80 se recombina el panorama, a la entrada de la dcada siguiente todo ello vuelve a estremecerse. La desaparicin del apoyo proveniente del mundo socialis- ta, coincidiendo con la aplicacin de una poltica de proyectos por obra que se congel multiplicando la escena cubana en islas no siempre habitadas, as como la crisis indiscutible de grupos que ya no eran ms que cadveres insepultos, sum inestabilidad a lo que pareca aproximarse a nuevas solu- ciones. La actual ausencia de verdaderas jerarquas es, de algn modo indirecto, otra secuela de aquellos desplazamientos. Las controversias en- tre los jvenes que a fines de los 80 se descubrieron a s mismos reconstru- yendo las indagaciones experimentales de los principales nombres de los 60, demostraron la pervivencia de resquemores estrictos, y basta recordar lo que desat como fenmeno La cuarta pared, de Vctor Varela, para confirmarlo. O los amargos disensos que acompaaron, en el Festival de Camagey de 1986, al estreno de una irreverente puesta de Lila, la mari- posa, a cargo de Flora Lauten y un elenco bisoo. Pero incluso esos y otros dilemas, como el desencadenado en 1996 en el mismo evento por espectculos como Los equvocos morales y El arca, de Teatro Escambray y Teatro Obstculo, ledos por el periodista Jorge Rivas y otros no ligados al mundo de la escena como insultos a smbolos y conceptos sacralizados, consiguieron resolverse desde el debate, que pudo contener a voces ajenas a lo teatral para impedir que las aguas ms turbias subieran de nivel. 37 En julio de 1989 la revista Revolucin y Cultura mostraba en su portada a Rine Leal, entrevistado por Wilfredo Cancio Isla mediante un cuestionario 36 En la entrevista Ladrn de lunas, de David Garca Morales publicada por la revista Tablas, no 1, 2003. Las mscaras de la grisura: Teatro, silencio y... 47 que no eludi los aspectos ms grises de esta historia, y en la que el maes- tro de los crticos cubanos adverta la sobrevivencia de recelos contra el oficio que tanto am, as como habla con franqueza vertical sobre los desmanes de los 70. Dijo entonces Rine algo que puede seguir siendo til, aun para nosotros: No creo que el problema sea depurar responsabilidades que a to- dos ataen, sino en evitar la repeticin del caos para no llorar aos despus frente al muro de las lamentaciones y comenzar a blan- quear sepulcros, que es lo que estamos haciendo ahora. Porque hay muertos irrecuperables. 38 La memoria es una suerte de palimpsesto infinito, y varios de los que en los 70 negaron a sus colegas ms experimentales, han retrocedido en esa actitud para reconocer hoy cun equivocados estaban. Algunos lo hacen por escrito y en silencio, reconstruyendo parte de esa memoria amenazada. Otros, se limitan a flagelarse en espacios privados; o juran no haber perte- necido a la corte de los acusadores. La historia se compone de hechos, pero los hechos son la sombra de los seres humanos que los ejecutan. Tiempos tan duros como aquellos, en una circunstancia diferente, los ha- cen aparecer junto a sus vctimas an en el mismo paisaje donde rectifican o eligen otras mscaras. Y no faltan los que se pasean impunes sin haber respondido jams a lo que provocaron, escudados en la creencia de no haber obrado sino como soldados eficaces. Antes de refugiarse en un exilio venezolano, Rine Leal abogaba por un nuevo orden de transparencia. Los cierres del Perodo Especial acallaron ese anhelo, aunque en el teatro cuba- no pueden hallarse abordajes concretos a este perodo, no tan numerosos como tal vez necesitramos, pero s eficaces. Pienso, digamos, en Las penas que a m me matan, (1991, Albio Paz) y por supuesto Si vas a comer, espera por Virgilio (1998, Jos Milin). La discusin sobre esa etapa teatral en otras artes no es tampoco muy variada, aunque filmes como Papeles secundarios (Orlando Rojas, 1989) y novelas como Msca- 37 Recomiendo al respecto la lectura del dossier Teatro y espacio social, una polmica necesaria, aparecido en el nmero 1 de La Gaceta de Cuba, 1997, que incluye las crticas de Rivas, las respuestas que provocaron, y la transcripcin de otros textos que se sumaron al debate, as como artculos de Graziella Pogolotti y Abel Prieto. 38 Privilegios de la memoria, entrevista a Rine Leal por Wilfredo Cancio Isla en el nmero 7, julio de 1989, de Revolucin y Cultura. 48 Norge Espinosa ras (Leonardo Padura, 1997) pongan el dedo en la llaga con resultados estticos y provocaciones que funcionan como claras seales de alerta. 39 Si las circunstancias no hubieran resultado tan adversas, quizs no hubisemos tenido que estar aqu para rememorar todo esto, porque ya en septiembre de 1994 se produjo en la sede de la UNEAC un coloquio en el que varios de los afectados por la parametracin repasaron la dcada del 70. Coordinado por Brbara Rivero, cont con intervenciones que logra- ron canalizar numerosos traumas, pero que, en oposicin a lo prometido, no fueron divulgadas ni publicadas: el destino final de esas palabras que alguien recogi es otro misterio que aporta dudas a la posibilidad de hacer ms difanos esos recuerdos. Tal vez de haberse editado ese conjunto de textos no hubiesen resucitado con tanta lozana, en las pantallas de nuestra televisin, algunos de los ms temidos ejecutantes de aquella poltica dog- mtica. Pero no ocurri y lo cierto es que nos encontramos hoy aqu, tratando de reorganizar una secuencia en la que explicar tanto error es tan agotador como imprescindible. 40 Durante el proceso de entrevistas que realic para confirmar datos y criterios entre los sobrevivientes de aquel hundimiento, repet una y otra vez la misma pregunta final: es acaso necesario, pese a la molestia que puede causar el remover este pasado, hablar de sus das, revelarlo en todo lo posible, contar a quienes no lo vivieron qu ocurri? A la interrogante, que podra parecer ingenua, todos 39 Puede aadirse a esas referencias Ay, mi amor!, espectculo de Teatro El Pblico dirigido por Carlos Daz a partir de testimonios del actor Adolfo Llaurad. Estrenado en el 2008, en la sala que lleva el nombre de ese recordado intrprete, repasa aconte- cimientos ligados a la UMAP, las depuraciones orquestadas bajo la nueva moral, y la parametracin. Desde fines de la dcada del 90 han sido editados libros, entrevistas, que explicitan las causas hasta no hace mucho secretas de lo expuesto aqu. La nueva edicin de Los siete contra Tebas, por el sello Tablas-Alarcos; y la aparicin de Yo, Publio, memorias de Ral Martnez, en coedicin de Letras Cubanas y el Consejo Nacional de las Artes Plsticas, son ejemplo de ello. Curiosamente, no dejan, a su vez, de sumarse ciertas elipsis que pueden entenderse como eco latente de esos traumas: en el 2001 se edit por el Centro Juan Marinello El juego de mi vida: Vicente Revuelta en escena, en el cual Esther Surez recoge una larga entrevista realizada al destacado director cubano, en la que slo existe una fugaz referencia a la parametracin de que fuera objeto su propio grupo, alrededor del abortado proceso de La conquista de Mxico, en 1973. 40 Hasta donde s, nicamente la intervencin de Armando Morales sobre el teatro de tteres para adultos en los aos 70 ha sido recogida y publicada. Aparece en El ttere en la luz o en la sombra?, Ediciones Unin, 2002. Las mscaras de la grisura: Teatro, silencio y... 49 respondieron exactamente lo mismo: s. Incluso en los ms dolidos, o los que acceden a revelar estas memorias con mayor resistencia, hall un gesto afirmativo al respecto. Saber ms puede hacernos fuertes, menos ingenuos ante la posible reaparicin de estos fantasmas o sus maniobras. El teatro es un reino extremadamente frgil. Sostenerlo en una memoria cabal puede servir de cimientos para los que, sobre los restos de un decorado a medio desmontar, vengan a levantar sus propios escenarios. 10 Suelo culminar algunos de mis textos con una especie de confesin, con lneas que me permiten revelar incomodidades estrictamente personales: insatisfacciones que seguirn alentndome en pos de otras pginas. Cuan- do este largo abordaje se haga pblico, se cumplirn dos aos desde que el Centro Terico-Cultural Criterios movilizara por vez primera a varios de los ms brillantes hombres de artes y letras en Cuba como respuesta inme- diata a la resurreccin de Serguera, Quesada y Pavn. A fines de enero del 2007 se inundaba la sala Guevara de la Casa de las Amricas para dejar en claro que nuestros artistas no haban perdido mansamente la memoria. De aquel gesto eman un libro con el primer ciclo de conferencias, rpidamen- te agotado y de tirada en verdad insuficiente. Que hayamos tardado dos aos en poder convocar una cita que proponga la revisin de lo acontecido en los 70 respecto al teatro funciona como sntoma elocuente de cunto se ha demorado el arte escnico cubano en recomponer su pasado, en reorga- nizarlo desde una perspectiva que supere sus traumas y lo devuelva como una historia, su Historia, en la que podamos leer ahora y en el futuro una nocin de verdad que no se limite a mencionar nombres o paranoias, vcti- mas o culpables. Recordar los 70 debe ser sobrepasarlos, colocarlos en un punto en el que, al releer todo lo que representa ese perodo, podamos asimilarlo en tanto acontecimiento del cual extraer conclusiones no parali- zantes. Que nuestra historia halle pilares en la franqueza para entenderse de manera ntegra y progresiva es lo que, de algn modo, reclaman todas estas reuniones. Dos aos despus, insisto, hemos vuelto a mirar aquel momento en que tantas cosas fueron amenazadas. Nos hemos reunido y escuchado las conferencias, y a travs del correo electrnico cruzamos las invitaciones, las referencias, los ecos de esta respuesta que por encima de tendencias personales han logrado demostrar que la comunicacin puede ser un arma 50 Norge Espinosa indispensable. La televisin, que desat estas reuniones con sus programas y el modo desproblematizado de promover a ciertas figuras, no ha ofrecido sino vagas disculpas, huidizas respuestas y ninguna promocin a estos en- cuentros, amn de preservar un lenguaje reacio a expresar una visin me- nos estereotpica de nuestra realidad y sus conflictos histricos y actuales: el reportaje preparado para repasar los 50 aos del perodo revolucionario que se program hace apenas varios das en las emisiones del Noticiero no puede ser expresin de un acriticismo ms decepcionante. La divulgacin de estas sesiones, si bien ha funcionado entre los interesados ms directos, no ha ido ms all en otros medios de difusin. Se ha pretendido justificar esa suerte de barrera silenciosa argumentando que la mayora (el pueblo) no sabe de qu se habla aqu, y que difundir estos debates podra confundir a muchos. Quisiera alertar sobre la reticencia y el peligro de tal afirmacin: el silencio sabe reproducirse en hondas formas de ignorancia, y aprovechar la oportunidad, verdaderamente excepcional, de lo que varios intelectuales han ofrecido como reflejo consciente y progresivo de los 70, lejos de apor- tar turbulencia arrojara, creo yo, la suficiente claridad como para que, dentro de unos aos, no tengamos que ser convocados a lo mismo para explicarnos una leyenda que reitera sus secretos. Los testimonios que he recogido no me caben entre las manos: son historias individuales que, en conjunto, dicen otras verdades del Pas. Espero que un nuevo tomo se edite con las conferencias que se han producido despus de las primeras. Y que en l, junto al teatro, se analicen otros segmentos de la vida, el pensa- miento y la cultura cubana, desde la conviccin de que el error puede disolverse en nuevas frmulas de verdad y rectificaciones. Por lo pronto, quiero agradecer infinitamente a todos los que me han ayudado en tarea tan ardua, y en quienes han confiado en m para hacerla 41 . Porque no viv 41 El agradecimiento es, en primer lugar, a Desiderio Navarro. Durante aos he ido entre- vistando, por razones diversas, a no pocos de los parametrados, y la mayora ha con- tado sus recuerdos aportndome pistas y testimonios invalorables. Junto a esos dilo- gos, en los meses previos a la lectura de este texto en el Centro Terico-Cultural Criterios, entrevist por segunda, tercera o primera vez a numerosos artistas, y tam- bin a funcionarios, ya fuera en encuentros personales o mediante el correo electrni- co. Quiero agradecer a todos, y mencionarlos aqu: Armando Morales, Armando Surez del Villar, Antn Arrufat, Ramiro Guerra, Mario Gonzlez, Xiomara Palacio, Carlos Repilado, Carucha Camejo, Pedro Castro, Marcia Leiseca, Tony Daz, Abelardo Estorino, Carlos Prez Pea, David Camps, Mario Balmaseda, Ivn Tenorio, Ingrid Gonzlez, Carlos Espinosa y Benny Seijo; y en particular a Jos Milin, que ha sido tan Las mscaras de la grisura: Teatro, silencio y... 51 generoso. Asimismo, agradezco a Rubn Daro Salazar, Mnica Alfonso, Mirtha Beltrn Camejo y Marilyn Garbey su ayuda en la bsqueda de algunos datos y textos. Un agradecimiento ms, a Anna Velfort, que en su pgina web ha colocado desde el 2007, textos y documentos de la prensa cubana de muy difcil acceso, gracias a lo cual el proceso de consultas e investigacin fue muchos menos engorroso. ni padec en carne propia lo que fueron los 70, pero he aprendido a respe- tar, por encima de ese eco tan tremendo, a quienes se sobrepusieron a l y siguen siendo el teatro en una Cuba tan compleja. Porque aprend a encon- trar una verdad en la que mi propia bsqueda se entiende como parte de un teatro nacional propio. Porque estoy aprendiendo gracias a ellos a recono- cer, sobre la grisura, los rostros y no las mscaras. En La Habana, 11 de enero de 2009.