LITERATURA
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LITERATURA
Adriana de Teresa
Hasta el siglo XVIII, la palabra literatura —del latín litterae, que significa "letras"—
se usaba para designar, de manera general, los "escritos" e, incluso, "el saber
libresco". La idea moderna del término data del siglo XIX, a partir de la cual se
engloban los textos poéticos, narrativos y dramáticos de una nación o del mundo.
A pesar de que por experiencia se sabe que existe un conjunto de textos orales
y escritos que son leídos y valorados como literatura (de la que hablan profesores,
críticos, editores, académicos y escritores), se trata de una categoría inestable,
imposible de definir con precisión, ya que los criterios que sirven para denominar
de tal manera a ciertos textos cambian de acuerdo con la cultura o el momento
histórico desde los cuales son leídos e interpretados. Y es que lo literario no se
refiere a ninguna esencia o característica particular de los textos, sino que es el
resultado de una compleja red de relaciones entre una estructura textual, las
distintas concepciones del mundo y de la literatura, así como las expectativas, los
valores y las creencias del público lector.
El crítico Meyer Howard Abrams se basó en los cuatro elementos que
intervienen en el proceso literario: autor, lector, obra y universo para formular
una tipología de las principales definiciones del arte o la literatura en la cultura
occidental. En ese sentido, afirma la existencia de cuatro concepciones básicas: la
mimética, la pragmática, la expresiva y la objetiva.
Los medios de que dispone la poesía (que engloba la música también) para
imitar son el ritmo, la armonía o el lenguaje; en cuanto al objeto de imitación, éste
se refiere a las acciones humanas, que pueden ser mejores, peores o iguales que
las de las personas comunes. Además, indica la necesaria adecuación entre el tipo
de imitación que se lleva a cabo y el metro empleado para hacerlo.
La clasificación aristotélica de los géneros poéticos es la siguiente:
El lector que sólo cuenta con su propia experiencia —siempre limitada— puede
ampliar sus horizontes y enriquecer sus perspectivas al leer textos literarios, ya
que la lectura lo pone en contacto con la invención de una realidad ficcional
(basada en conceptos e intuiciones del autor) que le permite confrontar el mundo
conocido, sus creencias, sus valores o lo que considera como verdadero o posible.
En ese sentido, la lectura literaria se ofrece como fuente insustituible de
experiencia, reflexión y conocimiento sobre el mundo, la sociedad y el individuo
mismo.
Mediante la lectura de textos literarios se adquieren conocimientos y se
desarrollan habilidades de razonamiento que favorecen la comprensión de los
fenómenos que constituyen la experiencia de vida de cualquier individuo. Una
persona que dispone de un marco cultural amplio y herramientas para la
comprensión de textos, particularmente literarios, incrementa su posibilidad de
reelaborar los significados, de comprenderse a sí mismo y de explicarse su
realidad.
El contacto con los textos literarios no sólo desarrolla en los lectores la
imaginación, la intuición y la vitalidad sentimental, sino también una
"sensibilidad narrativa". Ésta consiste en la capacidad para pensar en lo que sería
estar en el lugar del otro —en sentido amplio— y así facilitar el encuentro
empático y la identificación con él, propiciando una actitud de apertura hacia
otros valores, códigos y concepciones del mundo que permiten que el lector se
interrogue a sí mismo y a la propia cultura.
Entre los efectos que esta actividad conlleva se puede mencionar que la
lectura interroga y transforma los criterios implícitos desde los que el lector
aborda el texto, rompiendo así su rutina de recepción y proporcionándole nuevos
códigos de significación. De ahí que el contacto con la literatura no sólo lleve al
lector a una reflexión crítica de sus marcos y expectativas habituales, sino que
además, al ampliar sus horizontes y enriquecer sus perspectivas, incide en sus
capacidades cognitivas y afectivas. En ese sentido, la lectura de textos literarios
puede ser, como ha señalado Michèle Petit, "un camino privilegiado para
construirse uno mismo, para pensarse, para darle un sentido a la propia
experiencia y un sentido a la propia vida".
Por medio de la literatura los individuos pueden adquirir plena conciencia
tanto de sí mismos y de sus semejantes, como de su pertenencia a una cultura y
una tradición basadas en una lengua, una historia, algunos valores y creencias
compartidos. Por otra parte, habría que destacar el contacto con tradiciones
distintas a la propia. En una sociedad globalizada, pluricultural y multiétnica, la
lectura —gracias a que representa la apertura hacia una diversidad de puntos de
vista— puede contribuir a establecer un distanciamiento crítico e impedir que
una religión, una etnia o un territorio se convierta en una identidad dogmática.
Asimismo, permite el desarrollo de valores como la tolerancia y el respeto a la
pluralidad y la diferencia.