Perez Blanco, Marcela (2018) - La Casa de Ninos Expositos y La Confiscacion de Ninas Pobres
Perez Blanco, Marcela (2018) - La Casa de Ninos Expositos y La Confiscacion de Ninas Pobres
Perez Blanco, Marcela (2018) - La Casa de Ninos Expositos y La Confiscacion de Ninas Pobres
Cita:
Pérez Blanco, Marcela (2018). La casa de niños expósitos y la
confiscación de niñas pobres. 5tas Jornadas de Estudios sobre la
Infancia, Buenos Aires.
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LA CASA DE NIÑOS EXPÓSITOS Y LA CONFISCACIÓN DE NIÑAS1 POBRES
Marcela Pérez Blanco. UnLa-UnSam-UnTref
Resumen
El accionar de la Sociedad de Beneficencia ha sido intensamente estudiado y es conocida su
estrechísima articulación con el paradigma del menor como objeto de tutela. Para conocer
mejor la expresión de este paradigma en relación a las niñas más pequeñas, se analizaron
documentos escritos relativos a la Casa de Niños Expósitos examinando las concepciones de
políticas públicas, de infancias y la espinosa cuestión de la educación de niñas de esta franja
etaria. Los Reglamentos de “la Casa” manifiestan casi sin disimulos, los mecanismos y
procedimientos por los cuales la oligarquía se apropiaba de las hijas de las pobres.
Hemos examinado los sucesivos reglamentos que regularon su funcionamiento, actas de la
Asamblea, actas del Consejo, comunicaciones internas, comunicaciones de y hacia personas
e instituciones externas. Las preguntas que guiaron el examen de estas fuentes primarias
fueron ¿qué pueden decirnos estos documentos respecto a las prácticas cotidianas de esa
institución respecto a las niñas menores de tres años? ¿Qué concepciones de infancia y de
crianza suponen esas prácticas? ¿Qué lugar le atribuyen al Estado estas concepciones?
Introducción
La ponencia reporta una parte de los resultados de una investigación en curso, en el marco
de la elaboración de la tesis de doctorado “Políticas públicas para la educación de las niñas
menores de tres años. La responsabilidad del Estado y el derecho a la educación en las
significaciones cotidianas”. Como uno de sus objetivos es describir la evolución estas
políticas públicas en la CABA, se analizó la Casa de Niños Expósitos, que durante mucho
tiempo fue la única institución pública destinada a niñas de esta edad. Aunque los
1
La autora rechaza toda manifestación de sexismo, incluidas las lingüísticas. En este texto para alivianar la
lectura se utilizará sólo el género gramatical femenino pero, –salvo aclaración- están incluidas todas las
personas.
antecedentes de esta Casa se remontan a la época virreinal, nos hemos interesado
especialmente por el período en que estuvo a cargo de la Sociedad de Beneficencia de la
Capital Federal. Es bien sabido que esta Sociedad era un organismo “público” constituido por
“Damas” (mujeres de la “alta” sociedad criolla) que se encargaba de las cuestiones relativas
a la infancia abandonada, las mujeres y las enfermas (pobres) en general. Constituyó la
“nave insignia” de las políticas públicas asistenciales del Estado oligárquico. En este sentido,
constituye un objeto estratégico para analizar las características de esas políticas, su
significación e impacto social, cultural y político.
Revisamos fuentes primarias escritas, principalmente las sucesivas versiones del
Reglamento que rigieron su funcionamiento; actas de la Asamblea y del Consejo y
comunicaciones internas y externas.
Las preguntas que guiaron la indagación fueron múltiples pero en esta presentación
nos centraremos en las siguientes: ¿cuáles eran las normas que regulaban las intervenciones
públicas respecto a las niñas abandonadas? ¿Qué concepciones de infancia y de crianza
suponen esas regulaciones? ¿Qué lugar le atribuyen al Estado estas concepciones de infancia
y crianza?
La Sociedad de Beneficencia ha sido intensamente estudiada y su estrechísima
articulación con el paradigma del menor como objeto de tutela es conocida. Los resultados
de esta investigación permiten conocer mejor la expresión de este paradigma en relación a
las niñas más pequeñas. Los Reglamentos de “la Casa” manifiestan casi sin disimulos, los
mecanismos y procedimientos por los cuales la oligarquía a través de sus organizaciones
para-estatales se apropiaba de las hijas de las pobres. Un Estado de carácter oligárquico que
se corporizaba en una institución gobernada de forma prácticamente irrestricta por
conjuntos de mujeres provenientes de familias “patricias” -elite porteña de la época. En este
dispositivo, se pueden identificar con claridad las intersecciones de clase y género en la
producción histórico-social de categorías dentro de las infancias: términos como “niño
depositado”, “pupilo” o “expósito” dan cuenta de estas desigualdades.
Orígenes
Una serie de martirios sufridos por niñas abandonadas en las calles2 (hallazgo de cadáveres;
restos de neonatos en las fauces o comidos por perros cimarrones, cerdos sueltos y alimañas
de toda clase; niñas atropelladas por transeúntes y carruajes en la oscuridad nocturna,
muertas de frío, de inanición o ahogadas en charcos), movió al Síndico Procurador General
Marcos José de Riglos, con el apoyo de “diez testigos de primera autoridad”, entre otros el
Regidor Ramos Mejía, el Capitán Pereyra Lucena, el ex alcalde Espinosa y Mujica, el ex
Regidor Francisco de Escalada y el Defensor General de Pobres, Manuel Rodríguez de la
Vega, a peticionar al Virrey Vértiz el 17 de junio de 1779, la apertura de una Casa, que
ampare y proteja a las infantes abandonadas, pues “entre las públicas necesidades, es una
de las más urgentes que haya una Casa… (para)… los muchos niños que se exponen”.
En 1776, cuando Carlos III creó el Virreinato del Río de la Plata, abrió el puerto de
Buenos Aires a la navegación directa con España y envió nueve mil soldados para defender
las colonias de las expediciones militares de Portugal, Francia y Gran Bretaña. Tres años
después, debido a un inusitado aumento de niñas abandonadas, se produjo el pedido del
Procurador General. Vértiz accedió y solicitó autorización a España. Envió una carta al Rey
donde fundamentó la necesidad de apertura de la Casa de Expósitos en el propósito de que
“estos hijos ilegítimos puedan educarse en el Santo Temor de Dios y ser hombres útiles a la
Sociedad”. La Casa de Niños Expósitos se fundó en 1779 y fue aprobada por el Rey según
Real Cédula, fechada en San Idelfonso el 13 de septiembre de 1782 (Moreno, 2000).
La Casa tenía como modelos la Inclusa de Madrid, fundada por Felipe IV en 1623 para
cuidar a las menores abandonadas en dicha ciudad y la de Lima en 1590. Se asemejaba a las
Casas de Expósitos de México y Santiago de Chile, casi contemporáneas a la de Buenos
Aires3. No fue un fenómeno singular ni local. La creación de Resguardos para Expósitos
formaba parte de las “políticas públicas” de los Reyes Católicos por dos conjuntos de
razones. La motivación era doble: religiosa y político-económica. Por un lado, por católicos
ya que la doctrina de la Iglesia romana desde el Concilio de Trento acentuaba la importancia
de las buenas obras terrenales para la salvación eterna. Por otro lado, porque las doctrinas
2
La descripción de los incidentes coyunturales y anecdóticos que desencadenaron la Casa de Niños Expósitos de Buenos Aires fue extraída
de: http://www.portalplanetasedna.com.ar/argerich05.htm.
3
Agradezco los valiosos comentarios y sugerencias de la doctora Beatriz Alcubierre Moya, quien me manifestó
las semejanzas que encontraba con los procesos mexicanos y me sugirió explorar la influencia del Concilio de
Trento y su pregnancia en las concepciones de la época vinculadas con la creación de las Casas de Expósitos y
ampliar la mirada a Latinoamérica. También me señaló las relaciones con el pensamiento ilustrado liberal.
económicas más modernas señalaban la importancia del poblamiento para el despegue de la
economía (y en ese momento el Imperio lo necesitaba acuciantemente).
En todo el Imperio la situación de las niñas abandonadas chocaba contra la política del
Iluminismo, favorable a incrementar la población para apoyar y modernizar la economía. La
idea iluminista indujo al Estado español a ocuparse de la protección de las huérfanas y
abandonadas creando instituciones para su cuidado, denominadas Resguardos de Expósitos
o Casa de Niños Expósitos (Moreno, 2000). El 19 de febrero de 1794 el rey promulgó un
Bando y el 11 de diciembre de 1796 una Real Cédula con las que reglamentó por primera vez
el funcionamiento de las Casas de Expósitos en todo el Imperio.
La Real Cédula del año 1796 reiteraba algunas de las líneas ‘progresistas’ del anterior
bando y abarcaba muchos más aspectos. Pretendía que las casas de resguardo se
propagaran y otras medidas respecto a la lactancia, cuidado, crianza y protección de las
niñas “cuya acertada educación puede producir tan grandes bienes al Estado” (AGN, Reales
Cédulas, 24-8-8, Citado por Moreno, 2000). A pesar de todos los aspectos “progresistas” que
contenían las normas emitidas por el Rey, penalizaban a los padres que abandonaban a las
niñas con la pérdida de la patria potestad, sin tener en cuenta las condiciones de miseria
material que lo hubieren motivado. Como señala Alcubierre Moya (2018):
El tema de la orfandad se manejó casi siempre como un dato que se abordaba desde el
punto de vista de la caridad primero y de la filantropía después. A religiosos y laicos, no
parecía interesar tanto el origen esencial que entrañaba el problema del abandono
infantil, desde la perspectiva de la desigualdad social, ni tampoco el de la precariedad en
el que transcurría la vida de los huérfanos (incluso de aquellos recogidos en los asilos),
sino la actitud de benevolencia, tolerancia o clemencia que toda persona de bien debía
adoptar frente a ellos. El niño huérfano era, pues, un personaje permanente, podría
decirse que casi necesario, para la práctica de ciertas virtudes básicas (p. 23).
Estas observaciones nos llevan al segundo conjunto de razones que supuso la
extensión de Casas de Expósitos por todo el Imperio. Las razones religiosas tampoco estaban
exentas de un potente costado político. El Concilio de Trento fue convocado al final de un
extenso y conflictivo proceso en cuyo inicio estuvo el reclamo de protestantes alemanes; el
propósito del emperador de España de cerrar las diferencias entre católicos y reformistas y
la voluntad de Pablo III intentar la reconciliación con los protestantes. La Iglesia romana
frente a la urgencia de recobrar credibilidad y legitimarse ante su escisión competidora, se
propuso diferenciarse de las críticas que la describían como un aparato de poder corrupto y
elitista. Para ello comenzó a enfatizar la importancia de la caridad hacia las miserias de los
semejantes y reafirmó el valor las buenas obras terrenales. Este Concilio se desarrolló
durante veinticinco sesiones entre 1545 y 1563 y en la sesión VI4 se alcanzaron acuerdos que
modificaron la doctrina eclesial respecto al equilibrio entre el mundo espiritual y el práctico:
La fe sin obras es muerta y ociosa; y también: que para con Jesucristo nada vale la
circuncisión, ni la falta de ella, sino la fe que obra por la caridad (Decreto sobre
la Justificación, Cap. VII)
…se deben hacer presentes las palabras del Apóstol san Pablo: Abundad en
toda especie de obras buenas; bien entendidos de que vuestro trabajo no es
en vano para con Dios; pues no es Dios injusto de suerte que se olvide de
vuestras obras, ni del amor que manifestásteis en su nombre. (Decreto sobre
la Justificación, Cap. XVI).
4
Celebrada el 13 de enero de 1547. Produjo los 16 capítulos del Decreto de la Justificación.
respecto a este método de recepción de las niñas atraviesan gran parte de la historia de la
Casa y reflejan que esta intención manifiesta, en las prácticas competía con el mero
propósito de ayudar a las familias “decentes” a disimular las indiscreciones de sus mujeres.
Moreno (2004) cita un reporte que en 1788 elaboró Agustín de la Cuesta, Secretario de la
Hermandad, donde sin reparos se explicita esta segunda finalidad:
El mucho abuso que an practicado barias esclavas asi negras como mulatas en llebar a
sus hijos recien nacidos al Torno de la Cuna […] con el objeto de libertar de la Esclabitud
privando a sus legitimos Dueños del Dominio que ellos tiene cometiendo en esto un
manifiesto delito de hurto y al mismo tiempo grabando a la obra que con unos
dispendios iguales a los que se hacen para los Españoles y libres que tienen Derecho a
ser admitidos mediante el Espíritu a que se dirigió a la fundacion qual que evitar el
deshonor que causa la fragilidad y el precaber la mina espiritual de semejantes criaturas
expuestas a peligro manifiesto a causa de ser forzosa la ocultación de la madre5 (En
AGN, A. Lamas, legajo 2613, informe de la Junta de Temporalidades al Virrey, negritas
nuestras).
Esta inquietud por el abuso y los costos atravesaron las preocupaciones por el
funcionamiento de la Casa en casi todos los momentos de su historia y ponen de manifiesto
las concepciones de “niña expósita” que queremos abordar. Lo más importante no era el
infanticidio sino el ocultamiento del deshonor de la madre. Las bebas abandonadas eran
prácticamente insignificantes porque en ellas convergían y se solapaban dos planos de la
degradación infantil de la época. En tanto recién nacidas se las consideraba perecederas y
por lo tanto estaban alcanzadas por la indiferencia general (Fernández, 2015); en tanto
abandonadas eran bastardas, ilegítimas. Es decir, portadoras de las secuelas morales del
desliz materno.
Moreno menciona que para “ayudar a las escuálidas finanzas de la Casa de Niños
Expósitos” se había propuesto vender como esclavas a las niñas sospechosas de haber sido
dejadas para ser liberadas. Aunque esta iniciativa no fue autorizada por el Rey, su sola
formulación avala nuestra hipótesis de que las niñas expósitas eran consideradas poco más
que mercadería (2000).
Luego de la Revolución de Mayo, la institución continuó a cargo de la Hermandad de la
Santa Caridad con sus atribuciones disminuidas por asiduas inspecciones estatales hasta
5
En todas las transcripciones de documentos originales se respeta la acentuación y ortografía originales.
1822 en que Rivadavia disolvió la Orden. Hubo una “verdadera campaña en la prensa para
que el patriota y canónigo Saturnino Segurola se hiciera cargo de la Casa de Niños Expósitos
[que] terminó con el antiguo administrador, y el Cabildo elevó la propuesta de su
nombramiento al Director Supremo (Moreno, 2000). En 1817 Saturnino Segurola fue
designado director oficialmente y propuso un nuevo reglamento que revalidaba la pérdida
de la patria potestad de los padres sin derecho a reclamo tal como lo había promulgado el
Rey de España. El clérigo insistió en la importancia de contar con un profesional médico que
asistiera a los expósitos y una botica que los proveyera de medicinas. En 1817 se nombró
médico de la Casa al Dr. Juan Madera y en 1818 lo reemplazó Cosme Argerich 6.
En 1823 fue creada la Sociedad de Damas de Beneficencia, un grupo de mujeres de la
oligarquía porteña a través de las cuales el Estado asumió el manejo de la asistencia social. El
Estado financiaba (siempre en forma insuficiente) la institución, pero no la administraba
directamente. La fundación de la Sociedad significó cierta secularización del tratamiento de
la infancia, pero con un modo de funcionamiento que al poner el porvenir de las niñas en
manos de un círculo de particulares, reforzó la privatización del destino de la niñez
abandonada. En esta etapa se consideraba que el cuidado y la educación de las niñas con
familia era un asunto absolutamente privado y que las intervenciones extra familiares eran
pertinentes sólo en el caso de las niñas sin familia. Esas intervenciones se realizaban por
caridad o benevolencia y estaban a cargo de mujeres porque se consideraban una extensión
de la condición maternal “natural”.
El rudimentario Estado independiente canalizaba la caridad depositando en mujeres de
la élite (la misma que controlaba los resortes administrativos y políticos) la gestión del
abandono infantil y otros ribetes de la miseria provocada por el modelo económico. Como
un padre que provee el hogar y delega el cuidado de las hijas en la madre; el Estado
financiaba la institución pero no la administraba directamente. La continuidad del modelo
patriarcal en el nivel familiar y el social se ve reforzada porque las Damas de la Sociedad eran
las esposas (o hijas, o familiares) de los hombres que detentaban el poder político. O sea, las
mismas familias reproduciendo en el ámbito público una distribución de tareas semejante a
la del ámbito doméstico. Para Moreno, este diseño responsabilizaba a las mujeres de la élite
por la vida de las niñas abandonadas y “alejaba definitivamente a la Iglesia de las
6
A partir de este momento el aspecto médico-sanitario fue progresivamente cobrando mayor importancia
hasta convertirse en el actual Hospital Pedro Elizalde.
responsabilidades administrativas, aunque las motivaciones de las instituciones asistenciales
bajo la supervisión de la Sociedad de Beneficencia estaban inspiradas en la caridad cristiana”
(Moreno, 2000). Creemos que existen algunos indicios que permiten relativizar o al menos
matizar estas apreciaciones. Respecto a la relación con la Iglesia, consideramos que es más
preciso afirmar que este modo de funcionamiento subordinaba las actividades cotidianas de
un sector eclesial (las órdenes femeninas) a las indicaciones de las Damas. En efecto existió
un “alejamiento de las responsabilidades administrativas” pero el alejamiento no fue total.
Como señaló Alcubierre Mayo “las órdenes religiosas (al menos algunas) lubricaron la
transición a la secularización”7. Por otro lado, si bien es cierto que las miembras de la
Sociedad tenían un poder prácticamente irrestricto sobre el destino de las niñas que
sobrevivían, es difícil hallar hechos que permitan afirmar que se las responsabilizaba por sus
vidas. A pesar de que la mortalidad infantil de la Casa fue superior a la general en toda su
historia, no encontramos en toda la documentación revisada ninguna interpelación por ello.
Agréguese a ello que las Damas disponían de amplísimas atribuciones para disponer de los
restos de las niñas fallecidas; autorizar o denegar autopsias; etc. Por último, Ponce (2006)
discute que la inspiración haya sido la caridad católica cuando señala que en este período se
produce un desplazamiento de la caridad religiosa por la filantropía laica. A nuestro criterio,
en este punto hay que establecer una clara diferenciación entre el ideario que animó a su
fundador y el que surge de los registros de las prácticas cotidianas de la Sociedad. Este
desplazamiento que menciona Ponce estuvo presente en el pensamiento de Rivadavia pero
no en las “Damas”. El Decreto de Creación de la Sociedad de Beneficencia, firmado por el
entonces Ministro de Gobierno, no contiene absolutamente ninguna referencia a cuestiones
religiosas o trascendentales. Todos los argumentos hacen referencia al orden de la
“naturaleza” y del gobierno civil.
La idea no era original, por el contrario estaba extendida en el “espíritu de la época”.
“Se secularizaban no sólo los procedimientos inherentes al funcionamiento interno de la
institución, sino también el contralor externo de los expósitos que, por una razón u otra,
estaban en poder de distintas familias” (Moreno, 2000). Al confiar el funcionamiento de la
institución y el contralor de las expósitas a un grupo particular de mujeres, el Estado los
secularizaba –relativamente- pero también los privatizaba.
7
Comentario personal formulado en las V Jornadas de Estudios sobre la Infancia.
Las damas de la Sociedad al principio no quisieron asumir la responsabilidad de
gobernar la Casa de Expósitos y adujeron que no estaban preparadas. Aceptaron su
administración recién en 1830 y debido a la intensa presión del gobierno (Echeverría, 2002;
García Belsunce, 1976, Citado por Moreno, 2000). En 1838, apenas comenzado el bloqueo
francés del Río de la Plata que devastó los recursos públicos, Juan Manuel de Rosas, entre
otras medidas tendientes a reducir las erogaciones, suprimió del presupuesto a la Casa de
Expósitos. Segurola, que continuaba siendo el director, presentó su renuncia y las niñas
fueron distribuidas entre familias de buena situación.
En 1852 el gobierno volvió a establecer la Sociedad de Beneficencia y la Casa de Niños
Expósitos reanudó su funcionamiento. Esta situación –con sus altibajos- continuó hasta 1946
cuando el Poder Ejecutivo por decreto N° 9414 determinó su intervención.
Varios temas recorren transversalmente la historia de la Casa de Expósitos. Su
presencia en las comunicaciones escritas es recurrente. La ya mencionada insuficiencia de
recursos; las condiciones higiénicas “lastimosas, deplorables, calamitosas”; la elevadísima
mortalidad infantil en la Casa y la cantidad –siempre considerada- excesiva de niñas.
Alrededor del tratamiento dado a esta cuestión nos detendremos porque creemos que
permite distinguir pistas que perfilan la índole no sólo de las concepciones de infancia sino
de las políticas “sociales” oligárquicas.
Dos desequilibrios producen desvelos entre aquellos que se interesan por la marcha de
la Casa. El déficit presupuestario y la inflación de la cantidad de niñas “depositadas”. Ni las
asignaciones gubernamentales ni las numerosas donaciones y legados alcanzaron nunca. Y
aunque las Damas no cejaban en sus pedidos de fondos (al tesoro público o a las fortunas
privadas), siempre machacaron con el ajuste. Si la cantidad de niñas excedía las posibilidades
que brindaban los recursos presupuestarios, era necesario reducirla y la reducción no podía
comenzar por otro lado que el de evitar los “abusos”. Ya mencionamos la indignación por el
“abuso” de las madres. Si en el siglo XVIII las destinatarias eran las esclavas negras, en el XIX
eran las mujeres pobres. La concepción según la cual la función, el “espíritu”, de la Casa de
Expósitos era acoger a las niñas que fuera necesario descartar para ocultar la “deshonra” de
las “buenas familias” no cambia.
El Torno constituía un facilitador o aliciente de estos “abusos”. Algunas autoras han
querido ver en la supresión del torno la intención de la Sociedad de salvaguardar, en
beneficio de las niñas, el vínculo de las madres a pesar de entregarlos temporaria o
definitivamente a la Casa”. No hemos hallado documentación que avale esta interpretación.
Debido a las múltiples manifestaciones de la presidenta de la Sociedad de las razones
que aconsejaban reformar el reglamento, en 1884 el presidente Roca designó una comisión
que “estudiará y propondrá al Gobierno, el sistema que considere más conveniente para el
acto de entregar los niños en el establecimiento” (AGN, Sociedad Beneficencia. Casa de
Expósitos, Legajo 20). Y en 1891 siendo Ministro del Interior autorizó la supresión del torno,
“en virtud de lo manifestado verbalmente por la Señora Presidenta”, “pudiendo sin embargo
la Señora Presidenta admitir los expósitos que se entreguen, siempre que á juicio de la
Señora Presidenta existan motivos que justifiquen la admisión […] En consecuencia, con esta
misma fecha me dirijo al Sr. Jefe de Policia a fin de que establezcan vigilancia para evitar el
deposito de los expósitos fuera del caso antes mencionado” (AGN, Legajo 20). Estas notas
indican dos cosas. La insistencia de las Damas respecto a la inconveniencia del Torno como
dispositivo de recepción y la vigorosa influencia que tenían sobre las autoridades políticas, a
cuyo círculo social pertenecían. Este peso se manifiesta también que al rechazar la renuncia
le asignan poder para hacer casi lo que quieran.
A los pocos meses y ya siendo Ministro del Interior José V. Zapata, la Presidenta de la
Sociedad le envía una carta de donde extrajimos estos fragmentos:
“La Oficina de Recepción, Señor Ministro, no ha dado el resultado que se pretendió con
la clausura del torno”. [Con las cifras de “criaturas de pecho” que entraron en los
últimos meses] “los gastos del Establecimiento se multiplican [no disminuyen] y las
necesidades se hacen mas [tan] apremiantes [como antes]”8.
“La Sociedad […] se permitirá insinuar que [la atención de niños desvalidos o huérfanos]
se presta a abusos no siempre fáciles de preveer”. […] “Clausurada la Casa se extinguirá
el abuso y puede creer el Sr. Ministro que los crímenes previstos9, no tendrían lugar con
la facilidad que se supone. La Sociedad está persuadida que la mayor parte de los niños
que antes se esponian [sic] y una buena de la que hoy se deposita obedece al negocio
inmoral de colocarse de amas las madres de esos desgraciados; desde que encuentran
facilidades para que sus crías sean atendidas, aprovechan el medio”.
8
El original presenta las tachaduras y agregados que se transcriben.
9
Se refiere a los infanticidios.
“La Sociedad, pues ha creido que el único medio de no recargar el presupuesto, dada la
precaria situación porque se atraviesa, seria la clausura absoluta de la Casa de Espositos
[admisión de solo aquellos niños quienes –ilegible-]- (AGN, Legajo 20).
La clausura del torno tuvo un propósito abiertamente contable. Propósito considerado
tan legítimo que ni siquiera se lo pretendió edulcorar con argumentos afectivos. A esta meta
se subordina la prevención de los infanticidios que fue el motivo original de creación de la
Casa en el siglo XVIII. La nota finaliza con un dictamen lapidario: “en las condiciones que se
ha colocado la Casa, es impresupuestable” (subrayado en original) (AGN, Legajo 20).
En febrero de 1900 un interino que había recibido la Dirección de la Casa de Expósitos
de Don Juan María Bosch, escribió lo siguiente:
“expresé a Comisión de Inspectoras10 la necesidad urgentísima de una serie de modificaciones,
muchas de ellas solicitadas en diferentes oportunidades por mi antecesor”. [Entre ellas] El
nombramiento de una Comisión especial que estudie y dictamine sobre el mejor medio de
modificar el actual sistema de admisión de los niños en la “Casa”, estudiando a la vez, la
‘profilaxia del abandono’, el ‘rescate’ y otros muchos puntos de trascendental importancia
relacionados con la ‘patria potestad’ de las que abandonen a sus hijos en el establecimiento”
(AGN, Legajo 20).
Esta comisión se reunió y produjo no solo el más amplio y explícito informe que
conozcamos respecto a las motivaciones y creencias que sostenían el accionar de la Casa,
sino que redactaron algunos artículos fundamentales del Reglamento, que se mantuvieron a
lo largo de todos los años que le restaron a la Casa hasta su extinción. Esta permanencia y
esta institucionalización demuestran que no se trataba de una aglomeración de ideas
marginales o circunstanciales, sino un conjunto articulado de creencias representativas del
sector social en el poder político, económico, institucional y cultural.
Limitar el rescate
La “devolución” de las niñas era otra de las variables que se manipulaba para cerrar la
ecuación entre la estrechez económica y los “abusos” morales. Ya en 1855 Valentín Alsina11
en una carta a la presidenta de la Sociedad respecto a los plazos dentro de los cuales las
familias de las niñas podían solicitar la “devolución”, señala:
10
La Comisión de Inspectoras era el órgano colegiado designado por la Sociedad de Beneficencia para conducir
todos asuntos de la Casa de Expósitos.
11
En ese momento Ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores del gobernador Pastor Obligado.
“En rigor de justicia y con arreglo a la ley” no debía darse en ningún caso a los padres
que esponen sus hijos, el derecho de exijir su devolución, pues lo han perdido
totalmente y han dejado de ser padres, siendo evidente que entonces la Sociedad
podría disponer libremente del espósito desde el día mismo que él entrase a la Casa.”
Admitida la devolución el fijar un plazo á los padres […] viene a ser una necesidad
absoluta, consultando el bien de los Espósitos, porque si ninguno se fija, […] no debe la
Sociedad disponer jamás del niño, sino que debe quedar siempre a la espera del padre
[…]. Entre tanto, en ese intermedio el niño quizás ha perdido una buena suerte que le
hubiera cabido si hubiere podido ser entregado a otra persona”. (el resaltado
corresponde a la autora) (AGN, Legajo 20)
La cuestión del plazo era considerada en forma excluyente desde el punto de vista de
la extinción de la patria potestad y el inicio de la “libre disponibilidad de la Casa”. En 1878 las
Inspectoras dirigieron una carta a la presidenta para elevar un proyecto de reglamento.
Respecto al punto que nos interesa, los inconvenientes percibidos son los siguientes:
[…] creemos [que] este plazo12 es la causa fundamental del crecido número de niños que
entran anualmente por el Torno al Establecimiento. Si las madres supieran que por el
mero hecho de arrojarlos al Torno perdían el derecho de llamarse tales y que la
Sociedad podría disponer libremente desde ese momento de esos niños, no los
arrojarían tan fácilmente como lo hacen. […] Por este medio se evita el que una de esas
madres desnaturalizadas coloque su hijo en el Torno para presentarse al día siguiente
solicitando ser admitida como nodriza o para continuar en la vida de depravación en que
ha vivido (AGN, Legajo 20).
En 1890 el Ministerio del Interior Roca autorizó a la Sociedad de Beneficencia a volver
a cambiar la extensión del plazo. Al año siguiente, nuevamente se vuelve a modificar el plazo
por decreto del Poder Ejecutivo. En 1894 Bosch, el director de la Casa, vuelve a referirse al
asunto en una carta a las Inspectoras:
“Ese plazo es más un incentivo al abandono, que un estímulo al rescate. Es precisamente
en ese artículo que las madres unas veces, y las personas interesadas en separar al hijo
de la madre las mas; encuentran un argumento decisivo para resolver a las primeras a
abandonar al niño contando con rescatarlo antes de vencer el plas [sic]o acordado por el
Reglamento.”
12
Fijado en cuatro años en 1855 por Alsina y luego limitado a tres años por una resolución de la Sociedad del
año 1869.
Y esas madres en quienes el sentimiento de la maternidad afecta la más rudimentaria
forma, transcurrido ese tiempo sin haber visto, ni contado para nada, con un hijo, que
apenas han conocido cuando nació o que ni aun en esas circunstancias han visto,
encuentran cómodo el procedimiento y no se preocupan no obstante todas las
facilidades que la Comisión Inspectora de este Establecimiento le ofrece de rescatar un
niño por el que no siente el menor cariño.
No es nuestro animo restringir en lo mas minimo el rescate de los Expósitos, lejos de eso
creemos que del triple punto de vista, moral, social y administrativo la criansa del niño
por la propia madre ofrece ventajas de muy difícil realización fuera de esas condiciones;
pero alarmados por el número siempre creciente de los abandonos y por las repetidas
declaraciones de las interesadas que el abandono es temporario al solo objeto de
obtener colocaciones lucrativas; a pesar de que llegado el momento del rescate no se
presentan a solicitarlo; hemos creído conveniente modificar el artículo mencionado
facultando a las Señoras Inspectoras a dar la colocación que más convenga al niño desde
el momento de ser entregado a la Casa y en caso de ser solicitado en rescate la Comisión
procederá de acuerdo con las conveniencias del niño, la familia y la Casa a concederlo ó
no. De este modo en los casos excepcionales en que el abandono es determinado por
infortunios de familia las Señoras Inspectoras podrán conceder todas las facilidades
conciliables con la buena marcha del Establecimiento para que la madre rescate su hijo
(AGN, Legajo 20).
13
Recuérdese que la mayoría de las veces la presidencia de la Sociedad estaba a cargo de la esposa del Presidente de la
Nación, es decir que cuando le comunicaba o solicitaba algo al Ministro del Interior, se estaba dirigiendo a un subordinado de
su esposo.
en estas materias, medite y le proponga el medio de conciliarlo todo, y de evitar aquella
gran dificultad que él prevee” (AGN, Legajo 21, Vol. N° 5).
En 1891 se produjo un desacuerdo importante que desencadenó la renuncia de la
Sociedad a la administración de la Casa. El carácter médico asistencial de la Casa había
estado aumentando. Las Damas de la “alta sociedad” no eran más que mujeres de las
familias de la oligarquía terrateniente, sin más pergaminos que su prosapia, y a medida que
la corporación médica fue cobrando mayor importancia en la conducción de la Casa,
entraron en no pocas colisiones. Una de ellas incluso llevó a que la Sociedad presentara su
renuncia a la conducción de la Casa ante el presidente de la Nación. La renuncia fue
rechazada y a cambio se ratificaron y ampliaron las atribuciones de las Damas para decidir
sobre la marcha de los asuntos de la Casa de Expósitos. Pellegrini rechazó la dimisión
ofreciendo
“que si en la práctica el reglamento adoptado ofrece algunas deficiencias […] la Sociedad
de Beneficencia puede proponer las reformas y modificaciones que estime conveniente
[para la] supresión de dificultades apuntadas” quedando autorizada “para presentar al
Ministerio del Interior [Julio Argentino Roca] todas las observaciones que juzgue
oportunas a fin de reformar la administración de la Casa de Expósitos o introducir
modificaciones a su Reglamento” (AGN, Legajo 20).
Por estos motivos si bien en los papeles la Sociedad era una institución “pública”, en
los hechos funcionaba como un coto privado con atribuciones prácticamente irrestrictas. En
la cotidianeidad primaba la discrecionalidad del criterio de las Inspectoras, designadas por
las Damas de la Sociedad, y a su vez elegidas por su pertenencia al sector social dominante.
De esta manera, las políticas “sociales” del Estado oligárquico compendian un conjunto de
valores y prácticas imbuidas de proclamas de superioridad moral y estigmatización de los
sectores subordinados.
La Reforma
Ratifica la supresión del Torno y la creación de una Oficina a cargo de la Recepción14. La
oficina “estará a cargo de la Hermana Superiora”, o sea que no sólo la estatalización es muy
particular, sino que tampoco es total la laicización. Prescribe un procedimiento uniforme y
homogéneo para todas las situaciones y –lo más importante- las niñas a las que se refiere no
son abandonadas sino “conducidas” o “depositadas” (estrictamente hablando no son
“expósitas”, ni huérfanas). Establece que al “conductor” de la niña (fueran los padres o no)
“se le exijirá que compruebe la necesidad de orden moral o material en virtud del cual hace
la entrega” (AGN, Legajo 21). La Oficina practicará las investigaciones necesarias a efectos de
cerciorarse si el niño se halla en condiciones de admisión y “será recibido cuando de la
investigación practicada no resulta que se abusa de la caridad”. La apreciación de estas
circunstancias corresponde a las Señoras Inspectoras de la casa, en unión con el Médico
Director”. Se parte del supuesto de que la entrega se hace en virtud de una necesidad –de
orden moral o material- y este supuesto se torna requisito exigible. El impersonal “se le” no
especificado (quiénes, cómo, qué se considera una necesidad) deja abierto un ilimitado
espacio de decisión para las personas a cargo de la “Oficina de recepción”. Todo indica que
14
No se transcribe la nomenclatura de los artículos porque es distinta en las sucesivas versiones del
Reglamento que al menos hasta el año 1940 se aprobaron con esta misma redacción.
la Oficina tenía plenas facultades para indagar y decidir la admisión de cada niña.
Nuevamente se manifiesta la amplia discrecionalidad que la Sociedad de Beneficencia se
atribuía a sí misma. Esta discrecionalidad aparece no solo en la enunciación explícita de a
quiénes corresponde la tarea como la omisión de criterios respecto a cuándo se considera
que “se abusa de la caridad” dejando abierta la cuestión a las consideraciones de las
personas.
Luego de establecer los criterios de admisión regulares, se contemplan las situaciones
excepcionales: “En caso de urgencia se recibirá provisoriamente el niño, previa garantía de
una persona altamente abonada la que se responsabilizará de hacerse cargo del expósito si
no resultare éste comprendido en las condiciones reglamentarias” [negritas nuestras]. Este
lenguaje anticipa la idea de la Casa de Expósitos como consignataria (o pignoraticia) de niñas
que luego se acentúa:
“La admisión se hará por un término que se especificará en cada caso y que la persona
que deposite al niño se comprometerá a respetar, retirando a éste al cumplir dicho
término. Las ampliaciones o renovaciones de plazo se solicitarán con anticipación a la
Comisión Inspectora […]. La falta de cumplimiento a los dispuesto en este artículo se
considerará como abandono del niño y hará perder todo derecho para su rescate“.
“Obligación de renovar semestralmente esta autorización y justificar que subsisten las
causales que motivaron la admisión, bajo pena de ser considerado abandono del niño.
En ningún caso estas renovaciones podrán exceder de dos [veces, agregado manuscrito
en el original], es decir: diez y ocho meses como máximum” [negritas nuestras].
Este es quizás uno de los artículos más significativos de este Reglamento –y de las
sucesivas versiones que en general variaron muy poco y en este aspecto, nada-. En este
enunciado mediante la meticulosa descripción de operaciones (depósitos, retiros,
ampliaciones o renovaciones de plazos y condiciones de rescate) ordena la administración
del tráfico de expósitas y se instituye una especie de bancarización de la infancia
abandonada. A la persona que pretenda la devolución de una niña se le exigirá entre otros
requisitos, la devolución del “recibo de admisión”. Cuando el rescate no es posible, por la
propia condición de las niñas (abandonadas en vía pública o huérfanas) o porque sus
depositantes no cumplieron las disposiciones “la Sociedad de Beneficencia podrá disponer
de su porvenir” consumando así la confiscación de hijas de pobres.
Otro indicio permite conjeturar que –al menos- la presidencia de la Sociedad de
Beneficencia utilizaba las niñas “depositadas” en la Casa como moneda de intercambio y
acumulación de influencia. Abundan en los registros esquelas de notables (legisladores, jefes
de policía, jerarcas de la iglesia católica) solicitando favores para mujeres recomendadas.
Estos favores consistían generalmente en la entrega de una niña para su crianza a cambio de
un estipendio. De esta manera la Presidenta ejercía, afirmaba y ratificaba sus prerrogativas.
Comentarios finales
Desde sus lejanos orígenes la Casa de Expósitos estuvo tensionada por dos mandatos: recibir
y proteger a las niñas abandonadas evitando su mortalidad y auxiliar a las mujeres que
hayan sufrido una maternidad no deseada. Estas disposiciones hubiesen podido ser
perfectamente compatibles, pero trianguladas con una perpetua escasez de recursos se
convirtieron en competitivas e incluso en irreconciliables.
Esta oposición se resolvió mediante la noción de “abuso” que delimitó las condiciones
morales y materiales de los abandonos justificables e injustificables y permitía reducir el
sector de madres-usuarias legítimas. En la operación de elaborar el constructo “madre
abusadora de la caridad”, pusieron en juego varios recursos simbólicos (penalización moral,
desacreditación social, estigmatización y xenofobia) que emparentan las políticas
oligárquicas de principios de siglo XX con las neoliberales contemporáneas sin excesivo
anacronismo.
Durante la gestión de la Sociedad de Beneficencia, para realizar este ajuste y evitar
los abusos, se implementaron estrategias que incluían el despojo. En efecto, haciendo uso
del poder prácticamente irrestricto que los poderes públicos les conferían, diseñaron un
dispositivo con plazos, requisitos, procedimientos y rituales que en la práctica producían la
confiscación de las niñas pobres. La Casa de Expósitos fungía la mayoría de las veces como
un establecimiento pignoraticio: las personas que “depositaban” una niña quedaban sujetas
a una reglamentación que les imponían las condiciones para su “rescate” y el incumplirlas
provocaba la pérdida de la patria potestad y la Sociedad se hacía dueña del “destino de la
depositada” quedando autorizadas para disponer de ellas.
Referencias bibliográficas
Alcubierre Moya, Beatriz, “La infancia en las Conferencias Panamericanas en los años 20:
una historia común”, en Marichal, Carlos (coord.), México y las Conferencias
Panamericanas. Archivo de la Secretaría de Relaciones Exteriores, 2003, pp. 115-124
Alcubierre Moya, Beatriz, “De la historia de la infancia a la historia del niño como
representación”. En: Lionetti, Lucía, Cosse, Isabella, Zapiola, María Carolina, (comp.)
La historia de las infancias en América Latina, Tandil, Universidad Nacional del
Centro de la Provincia de Buenos Aires. 2018, pp. 15-31.
Moreno, José Luis, “El delgado hilo de la vida: los niños expósitos de Buenos Aires, 1779-
1823”, Revista de Indias, Vol. LX, N°220, 2000, pp. 663-685. Recuperado de:
http://revistadeindias.revistas.csic.es/index.php/revistadeindias/article/viewFile/50
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Fuentes
AGN, Sociedad Beneficencia, Legajo 13.