Warma Kuyay

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 8

EL TRIANGULO AMOROSO

AUTOR: Miguel Angel

Shapiama Estela 1¨E¨


DATOS GENERALES:

NOMBRE: Miguel Angel

APELLIDOS: Shapiama Estela

PROFESOR: Javier Cabezas

CURSO: Comunicación

COLEGIO: Julio C. Tello

2023-2024
Este pequeño texto va dirigido a mis
profesores, compañeros y familiares
para q pueden saber sobre el triangulo
amoroso de dos niños por una niña.
EL TRIANGULO AMOROSO

GÉNERO: expositivo

ESPECIE: texto descriptivo

ASUNTO: Este pequeño texto va dirigido a mis profesores,


compañeros y familiares para q pueden saber sobre el
triangulo amoroso de dos niños por una niña.

MENSAJE: El mensaje es de q enamorarse de pequeños


puede ocasionar un poco de problemas.
La situación final, en la cual se encuentra el niño Ernesto, deja el sabor gris del
motivo del extraño en el mundo. Surge aquí, pero con un sentido existencial.
Ernesto tiene una experiencia de la marginalidad del existir, de no estar integrado
al mundo, de sentirse y ser rechazado por los otros. Está en un lugar donde hay -
según él mismo dice- "gentes que no quiero, que no comprendo".

La marginalidad no se da solamente en el ámbito final donde se encuentra Ernesto,


sino que se encuentra a través de todo el relato. La tercera y breve unidad
estructural del relato solo muestra la conciencia que adquiere el muchacho acerca
de su existir.

Ya en la primera escena del cuento, se veía esta situación marginal del niño blanco
inmerso en la cultura quechua: "Se volteaban a ratos para mirarme y reían. Yo me
quedé fuera del círculo, avergonzado, vencido para siempre. Los cholos se habían
parado en círculo y Justina cantaba al medio. En el patio inmenso, inmóviles sobre
el empedrado, los indios se veían como estacas de tender cueros". La experiencia
de quedar fuera del círculo, avergonzado, rechazado, con los indígenas dándole las
espaldas, culminará al final del relato, sucediendo algo similar, en otro lugar, con el
agravante de que se tendrá como añoranza el lugar anterior -Viseca-, como
evocación y deseo terrible de volver, en virtud de todo lo allí sucedido, y en virtud,
además, de la inconsciencia absoluta, la de Viseca, hay atisbos, en todo caso, de la
dimensión verdadera de la situación. La madurez se los irá entregando, cada vez
más claros y obvios.

Por ejemplo, el indio Kutu se da cuenta de esta situación existencial de Ernesto, por
eso le dice a Ernesto: "tienes pena de los becerritos, pero a los hombres no los
quieres". Aparte de captar la situación de Ernesto, Kutu está prediciendo,
anticipando esa frase final del niño Ernesto: "gentes que no quiero, que no
comprendo". Anticipa, además, la conducta, que tendrá con "Zarinacha", la res, el
niño Ernesto. Y es evidente que no está tan integrado a los hombres el niño
Ernesto, ya que son dos las posibilidades que le propone a Kutu para matar a don
Froylán: "con galga" o con "honda".

Otro elemento que se puede manejar con respecto a la marginalidad de Ernesto,


son los términos con que se enfrenta al mundo natural, a la naturaleza, en dos
situaciones. Cuando conversa con el cerro, desde el molino, le dice: "si te cayeras
de pecho, taita Chawala, nos moriríamos todos". Luego, al acercarse al becerro que
está en el suelo, ya lleno de amor, expresa: "Ninacha, perdóname.
Perdóname, mamaya". Los términos con los que se refiere a estos elementos de la
naturaleza hacen mención a instancias de la familia. El padre, la niña, la madre.
Diminutivos de cariño son las palabras que se emplean en el relato, con ese "cha" y
ese "ya"20. Ernesto necesita la madre y la hermana, antes que la esposa, para
resolver su soledad. Protección y compañía es lo que le falta. No tanto amor de
esposa. Por esto, estos términos empleados -incluido el de "padre"-, apuntan no
solo a un contacto primigenio con la naturaleza, sino que también a su condición de
marginalidad existencial.

En estos dos mismos momentos recién reseñados, se encuentra un diálogo de


Ernesto, frente a frente con el cerro y la res. En el mundo quechua, donde ese
contacto es cotidiano, natural, mágico, los indios lo tienen perfectamente. Lo
especial aquí es que el niño blanco ha alcanzado ese nivel, ha llegado a compartir
esa particularidad propia de los quechuas sin ninguna dificultad, y esa prueba de su
penetración en ese mundo indígena, al mismo tiempo, la forma como él lo hace, en
cierto momento, delimita también la distancia que le falta para llegar al centro del
mundo quechua, por esa marginalidad que tiene todo hombre que vive en dos
mundos, montado en dos espacios. Dice Ernesto: "me arrodillé sobre la cama, miré
al Chawala, que parecía terrible y fúnebre en el silencio de la noche". La mirada
irrespetuosa al cerro sagrado muestra como no está allí con propiedad, en el
ámbito quechua. Su origen blanco lo ha marcado, como también lo hará esta
cercanía al mundo indígena21.

Es cierto que Ernesto no pertenece propiamente a ninguno de los dos mundos, pero
tampoco es menos cierto que tiene la suerte de conocer dos ámbitos diversos, y
comúnmente opuestos. Y no solo los conoce, ha vivido y vive en ambos a la vez.
Son dos los ámbitos existenciales que posee, en suma.

Por eso, la marginalidad existencial del niño Ernesto se manifiesta en ambos


ámbitos, solo que con distinta especificidad, como es natural. Por eso mismo,
además, no es posible pensar que el final del cuento no deje la oposición entre
campo y ciudad (ni siquiera con las variantes preferenciales por uno u otro sector,
como sería el caso del motivo de "menosprecio de corte y alabanza de aldea", o la
dicotomía civilización-barbarie), ya que en ambos lugares la situación existencial de
marginación es la misma.

Se podría pretextar, e incluso probar, una mayor marginalidad en la ciudad, pero,


sin embargo, en la ciudad lo que ha aumentado es la conciencia sobre la verdadera
condición que se posee. Y es esta conciencia del dolor existencial la que muestra
como más aguda la permanencia en la ciudad.

Ese diálogo entre el cerro y la res con Ernesto es la prueba de la existencia de la


naturaleza con valores mágicos máximos, valores que son cotidianos para los
indios. Ni siquiera se puede pensar que el cerro y la res estén personificados o
animados, en virtud de recursos literarios; nada de eso, solo sucede que se está
detallando la situación efectiva de la relación naturaleza-ser humano, desde hace
siglos, en la zona de las quebradas quechuas.

Cuando Ernesto expulsa a Kutu de la comunidad, le dice: "asesino también eres,


Kutu, un becerrito es como una criatura". En estas palabras se encuentran
detallados los valores máximos de humanidad que el niño Ernesto le confiere a la
naturaleza. Hay una diferencia, obviamente, con respecto a la forma de encarar la
naturaleza por parte de los indios. Es tanta la humanidad que le concede el niño
Ernesto, que trata de "taita" "mamaya" y "ninacha" a instancias naturales. El valor
de la mención "asesino" resalta claramente desde este punto de vista. Lo que el
Kutu le había dicho anteriormente "tienes pena de los becerritos, pero a los
hombres no los quieres", puede observarse aquí -por oposición- cuán llena de
contenido se encuentra.

La conducta hacia la naturaleza o sus instancias puede servir de una buena norma
para examinar la no pertenencia de un individuo al mundo indígena. Cuando Kutu
da de zurriagos a los becerros, ha dejado, en gran parte, de pertenecer al mundo
quechua. Sus actitudes están muy cerca de los blancos, de don Froylán, "que se
llevan las vaquitas de los otros, o las matan de hambre en su corral". Kutu no las
mata, solo las golpea, pero cuánto se aleja del mundo quechua con esos golpes, y
cuánto se aleja también el niño Ernesto, al gozar con esa acción.

En el momento final del relato, se observa que el niño Ernesto tiene sumamente
presente la quebrada de Viseca: "viví alegre en esa quebrada verde y llena del calor
amoroso del sol...", dado que la menciona como su "querencia". En ese viaje a la
costa, que alcanza valores psicológicos, al penetrar en la conciencia de su situación
de marginación, la quebrada surge como el lugar de la alegría por la inconsciencia
que allí se mantenía, por el hecho de que Justina se encontraba allí -aunque desde
muy lejos la contemplaban sus ojos-, por ser el lugar de su niñez.
Los cuatro versos de las canciones que figuran en las primeras líneas del relato se
pueden imbricar perfectamente con el momento final:

"pobre palomita, por donde has venido,


buscando la arena, por dios, por los suelos".
...........................................
"en un terso lago canta la gaviota,
memorias me deja de gratos recuerdos".

En los dos primeros versos, la palomita puede figurar perfectamente al niño Ernesto
en su soledad y marginación, mediante esa calificación de "pobre". Esa mención
"por los suelos", y la otra "por donde has venido", remiten a un camino de
esfuerzos y dificultades, una "peregrinatio", que tiene su base en la marginalidad
que se posee. El segundo verso entrega el objetivo encontrado. La aspereza, la
dureza y la esterilidad se encuentran aquí reunidas. Esa arena evoca esa existencia
marginal de Ernesto, angustiosa en el momento final.

Los "arenales candentes y extraños" de la última frase del cuento no están muy
alejadas de esta "arena". Los dos primeros versos, en suma, sintetizan la condición
existencial de Ernesto, con referencia a la raíz de sus penurias. Por otra parte, el
hecho de ser canción popular indica que el tipo de marginalidad de que se trata no
es singular, al parecer.

Los otros dos versos se oponen a estos recién observados. Ya no hay arena sino
que agua. Se ha cambiado de la palomita a una gaviota. Los gratos recuerdos no
son, en manera alguna, esos esfuerzos realizados por Ernesto en su existir
marginal. La posibilidad de ver a Justina ("gaviota") cantando en Viseca ("terso
lago") no es lejana; esas memorias se refieren a esos recuerdos -de los cuales es
expresión el cuento mismo- que aún permanecen en la interioridad del niño
Ernesto. Son "gratos recuerdos" de un existir sin conciencia del problema
existencial, sin ser correspondido, pero amando, en una quebrada "llena del calor
amoroso del sol".

Así, tenemos que estos cuatro versos se proyectan más allá de la expresión de una
mera canción, y su selección y presentación por parte del narrador remite al
contenido mismo del cuento, en el primer caso, y con respecto a la situación final
del protagonista, en el segundo.

También podría gustarte