Qué Es La Etnografía - Debates Contemporáneos. Primera Parte. Arraigamientos, Operaciones y Experiencias Del Trabajo de Campo
Qué Es La Etnografía - Debates Contemporáneos. Primera Parte. Arraigamientos, Operaciones y Experiencias Del Trabajo de Campo
Qué Es La Etnografía - Debates Contemporáneos. Primera Parte. Arraigamientos, Operaciones y Experiencias Del Trabajo de Campo
Persona y Sociedad
Persona y Sociedad es una revista cuatrimestral de la Universidad
Alberto Hurtado que publica artículos en el área de las ciencias Participación ciudadana e incidencia política: estudio del caso
Barrancones / Matilde Spoerer
sociales desde 1987. Su misión es ofrecer un espacio de encuentro,
El saber del roto chileno. Registros de conocimiento
análisis y reflexión científica y académica en torno a las relacio-
y expertise en una organización vecinal de Santiago de Chile /
nes entre sociedad, persona, ética y territorio. Esto compromete a Eduardo Canteros
diversas disciplinas y áreas del pensar humano, referidas a la La dimensión afectiva en el compromiso ciudadano /
Consuelo Biskupovic
interpretación y análisis científico de la realidad nacional, la-
¿Qué es la etnografía? Debates contemporáneos. Primera parte.
tinoamericana y mundial. El espectro de temas que cubre la
Arraigamientos, operaciones y experiencias del trabajo de campo /
revista implica que Persona y Sociedad promueve un enfoque Daniel Cefaï
multidisciplinario, de modo de facilitar el diálogo entre las dis- Acción colectiva y desocupación: un estudio en clave etnográfica
de dos movimientos de trabajadores desocupados en Argentina /
tintas áreas de conocimiento de las ciencias sociales. Nuestra
Pía Rius
revista está dirigida a un público interesado en adquirir un sa-
OTROS ARTÍCULOS
ber relacionado con los hechos principales que caracterizan a
nuestra sociedad contemporánea, lo que incluye a académicos, A 100 años de Totem y tabú. Acerca del aporte del psicoanálisis a
las ciencias sociales / Mariano Salomone
estudiantes, investigadores y en general personas dedicadas a
INTRODUCCIÓN 11
OTROS ARTÍCULOS
A 100 años de Totem y tabú. Acerca del aporte del psicoanálisis a las ciencias
sociales / Totem and taboo – a hundred years later. About the contributions of
psychoanalysis to the social sciences / Mariano Salomone 153
RESEÑAS
Para una etnografía del silencio y del logro de estar presente ante el otro.
Una entrevista con Clara Han / Entrevista de José Ossandón 179
Presentación
La etnografía –ese viaje hacia los otros mundos, hacia las otras tierras, hacia los
otros fragmentos de una humanidad repartida a cuajos por el planeta– ya no
existe. El hábito viajero que acarreó consigo a exploradores, misioneros y, sobre
todo, a comerciantes y aventureros, sentó las bases para que un grupo pequeño de
intelectuales europeos, inspirados por la curiosidad, realizara una práctica contra-
ria a las especulaciones filosóficas acerca del hombre: esta reducida comunidad de
antropólogos interrogó a seres humanos concretos que se mostraban porfiadamente
distintos al europeo de la época. Constituyeron así la diversidad como el objeto
de indagación de la antropología (Krotz, 2004).
Desmantelados los prejuicios acerca del primitivismo de los otros pueblos, los
etnógrafos procuraron cientificidad para sus métodos y, durante buena parte del
siglo XX, se enseñorearon en universidades europeas y de Norteamérica enseñando
acerca de aquello de lo que habían sido testigos directos. Las noticias de ultramar
fueron buenas, al menos para revisar los dogmas y credos relativos a la superioridad
arrogante de algunas expresiones de occidentalismo que se habían instalado en
los aposentos del poder.
Sin embargo, ya nada de eso es tan claro. Ni el carácter científico de la empresa
etnográfica ni la ventaja aparente de sus cultores europeos y norteamericanos por
sobre los de otras latitudes, ni siquiera lo laudables que pudieran ser las noticias de
ultramar. Tampoco son tan ciertas las fronteras entre unos y otros ni la separación
ontológica, política, cultural o ética entre el aquí y el allá (Fabian, 1983; Geertz,
1989). Peor aún, cada vez más el allá se evidenció como un producto del acá (Wolf,
1993). Y más. La noción misma de lugar y de viaje parecieran disolverse, llamando
algunos autores al ejercicio de una etnografía multisituada (Marcus, 2001). Hija
del colonialismo, criatura de la dominación, en las perspectivas más críticas, la
etnografía parecía extinguirse.
La etnografía, no obstante, está aquí y está allá. Sigue presente, incómoda e
incomodante. Sujeta a delirios cientificistas o a utopías milenaristas, el ejercicio
etnográfico pareciera aún más presente en lo contemporáneo que cuando, en
1898, William Rivers emprende su expedición al estrecho Torres, en procura de
rescatar el conocimiento sobre los habitantes del sur del Pacífico, expuestos a su
desaparición en el corazón mismo de la expansión imperial (Robinson, 2009).
No son ya culturas evanescentes las que provocan el interés disciplinar, sino que
más bien es el entrevero de culturas no siempre conciliables unas con otras lo que
convoca la experiencia etnográfica.
8 | Presentación
Referencias bibliográficas
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Wolf, E. (1993). Europa y los pueblos sin historia. México D.F.: Fondo de Cultura Económica.
Persona y Sociedad / Universidad Alberto Hurtado | 11
Vol. XXVII / Nº 1 / enero-abril 2013 / 11-13
Introducción
Los trabajos aquí reunidos son parte de una labor colectiva iniciada en el año 2009,
cuando invitamos a Daniel Cefaï a Chile (gracias a las gestiones del Doctorado en
Ciencias Sociales de la Universidad de Chile y a Emmanuelle Barozet) para que pre-
sentara dos ejes centrales de su trabajo: una reflexión sobre la movilización colectiva1
y otra –traducida y publicada en este número– sobre etnografía.
De manera paralela a este encuentro se desarrolló una mesa para el VII Congreso
Chileno de Antropología, celebrado en San Pedro de Atacama. Esta se tituló “Antro-
pología & microsociología: etnografías de la acción colectiva y conflictos urbanos”.
En dicha ocasión, a base de una serie de investigaciones doctorales, se discutió la
pertinencia de la mirada inductiva, instancia en la que participaron Daniel Cefaï y
Francisca Márquez, aportando comentarios y propuestas.
Frente a las grandes movilizaciones sociales ocurridas en el país, parecía urgente
un debate sobre la acción colectiva desde las ciencias sociales y, en especial, desde la
tradición micro. En este caso, el debate no estaría centrado únicamente en el aná-
lisis de los procesos colectivos, entendidos bajo la clave de la sociedad del trabajo,
como se venían estudiando desde los años 1980, ni tampoco de los estudios de la
ciudadanía desde la matriz sociopolítica de la década de 1990, sino que se enfocaría
–desde dentro– en la cultura cívica en interacción (Eliasoph y Lichterman, 2011),
especialmente en contextos donde emergieran disputas o controversias.
Dados estos pasos, a fines de 2012, gracias al espacio otorgado por revista Persona
y Sociedad,2 se hizo un llamado a distintos investigadores, invitándolos a presentar
trabajos sobre acción colectiva desde una mirada etnográfica o microsociológica.
Es así como se han reunido aquí cinco artículos que buscan llevar a la práctica el
debate sobre el método etnográfico propuesto por Cefaï, a partir del encuentro antes
señalado. Esperamos que el resultado sea una propuesta novedosa sobre la manera
de cómo acercarse y comprender diferentes fenómenos políticos actuales.
Esta propuesta consta, grosso modo, de cinco elementos clave. En primer lugar,
existe una intención por considerar la acción colectiva de manera emergente y/o per-
formativa, investigando primero que nada grupos específicos (asociaciones, sindicatos,
unidades barriales, etc.), y descubriendo desde sus prácticas los conceptos o enfoques
teóricos que permitan el análisis de la realidad a la que nos enfrentamos en terreno.
1
Este trabajo fue publicado en español: Cefaï (2011).
2
Queremos agradecer el apoyo recibido de Francisca Márquez, así como el trabajo de evaluación y edición
liderado por Isaac Caro.
12 | Introducción
Consuelo Biskupovic
Eduardo Canteros
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Referencias bibliográficas
Matilde Spoerer*
Universidad de la Sorbonne, París, Francia
Resumen
Este artículo propone un análisis crítico de los impactos de la democracia partici-
pativa1 en la acción pública y en la acción colectiva. A partir del estudio de caso del
conflicto medioambiental Barrancones, en Chile (2007-2010), se pretende analizar
de qué manera las transformaciones e innovaciones en la ley medioambiental chilena
respecto de la participación ciudadana han tenido un impacto ambivalente. Por
una parte, la participación ciudadana institucional aparece como un instrumento
de una lógica económica y autoritaria para legitimar la política energética al abrir
el diálogo con los ciudadanos sin que esto se traduzca necesariamente en una toma
de decisión. Por otra parte, la institucionalización de la participación ciudadana ha
tenido consecuencias en el surgimiento y en las formas de expresión de la acción
colectiva. Así, la participación ha influido tanto en las instituciones como en sus
actores. El artículo devela las paradojas de la democracia participativa y pone en
evidencia el hecho de que, a partir de su implementación institucional, se pueden
identificar impactos directos y propios del dispositivo participativo y, a su vez,
impactos más amplios, difusos e indirectos en la acción pública y colectiva.
Palabras clave
Participación ciudadana, incidencia política, conflicto medioambiental, democracia
participativa, movimientos sociales
* Doctora (c) en Ciencias Políticas Universidad Paris 1 Panthéon-Sorbonne, París, Francia. Correo electró-
nico: [email protected].
1
Los conceptos de democracia participativa y de participación ciudadana empleados en el presente artí-
culo, de manera indistinta, corresponden a realidades generalmente mal definidas y ambiguas, aspecto
que se desarrollará más adelante. The concepts of deliberative democracy and of community involvement
employed in this article without being differentiated correspond to realities that are generally ill-defined
and ambiguous, an aspect that will be discussed later.
18 | Participación ciudadana e incidencia política: estudio del caso Barrancones
Matilde Spoerer
Abstract
This article proposes a critical analysis of the impacts of deliberative democracy1
on public and collective activity. Based on a study of the Chilean environmental
conflict known as the Barrancones case (2007-2010), an attempt is made to
explain how the transformations and innovations in the Chilean environmental
law related to community involvement have had an ambivalent effect. On the
one hand, institutional community involvement appears as an instrument of an
economic and authoritarian rationale to legitimate the energy source policy by
opening up the dialogue with the community without this necessarily resulting
in decision making. On the other hand, the institutionalization of community
involvement has had consequences for the emergence and the forms of expres-
sion of collective action. Thus, participation has had an influence on both the
institutions and their actors. The article unveils the paradoxes of deliberative
democracy and demonstrates the fact that, based on its institutional implemen-
tation, direct impacts can be identified that are characteristic of the participative
device and, at the same time, broader, direct and indirect effects on public and
collective activity.
Keywords
Community involvement, political influence, environmental conflict, deliberative
democracy, social movements
Introducción
Squeo y Gaymer, 2011). Es en torno a este hecho que se constituye una fuerte
oposición ciudadana en contra del proyecto. Después de tres años de evaluaciones,
negociaciones y movilizaciones (desde diciembre de 2007 hasta agosto de 2010),
el caso Barrancones experimenta en cuatro días un giro inesperado:
El 24 de agosto de 2010, la Comisión Regional de Medio Ambiente (en ade-
lante Corema) aprueba el proyecto (15 votos a favor y 4 votos en contra). Dicho
anuncio provoca la convocación, a través de las redes sociales principalmente,
de una importante manifestación. Cerca de 2.000 personas marchan hacia La
Moneda para solicitar al Presidente de la República, Sebastián Piñera, que respete
su compromiso de campaña electoral de no permitir la construcción de centrales
perjudiciales para el medio ambiente. En paralelo, miles de chilenos protestan en
las calles de las principales ciudades del país y en Punta de Choros.
El 26 de agosto de 2010, el Presidente de la República, tras una gestión personal
del caso, anuncia que la central no se construirá en la bahía Barrancones.
El 27 de agosto de 2010, la empresa GDF Suez anuncia su desistimiento del
proyecto por causa de las dificultades que representa encontrar un nuevo empla-
zamiento para su construcción.
Este episodio resulta interesante no solo por la singularidad de su desenlace,
sino también por los caminos que se abren para el análisis de la participación ciu-
dadana y sus contradicciones. Las críticas respecto de los efectos perversos y sobre
los límites de la democracia participativa están en el corazón de la desilusión que
reina en la literatura sobre el concepto de participación (Blondiaux, 2008). ¿Es acaso
el episodio Barrancones una nueva razón para volver a creer en la participación
ciudadana? ¿Podemos adjudicar la incidencia política lograda por la ciudadanía solo
a mecanismos de democracia participativa? ¿Cómo se articulan estos dispositivos
participativos con los recursos propios de los movimientos sociales?
El análisis crítico de los impactos de la democracia participativa en la acción
pública –aquella realizada por las entidades gubernamentales– y la acción colec-
tiva impulsada por el movimiento social nos permitirá establecer que estos son
ambivalentes. Por una parte, aun cuando los dispositivos participativos buscan
democratizar la democracia, estos convergen hacia lógicas autoritarias o situacio-
nes de “pluralismo limitado” (Dabène, Geisser y Massardier, 2008). En efecto, la
participación institucional se despliega en espacios en donde preexisten relaciones
políticas de poder. Por ende, el principal riesgo de los dispositivos institucionales de
participación es que estos le den la palabra a la ciudadanía sin que ello se traduzca
en el proceso de decisión, ya que esta no logra revertir dichas lógicas de poder.
Por otra parte, esta constatación no significa que la participación se reduzca a un
simple trompe-l’oeil y que su aplicación esté desprovista de efectos. La apertura del
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Matilde Spoerer
4
Tales como: expediente del proyecto Central Térmica Barrancones; actas de las reuniones de la Corema;
informe de la comisión investigadora parlamentaria del proceso de aprobación de proyectos hidroeléctri-
cos y energéticos de la Corema de cada región del país en 2010, entre otros. Revisión de la prensa (diarios
El Mercurio, La Tercera, El Ciudadano, El Día de La Serena del período 2007-2010), y de los documenta-
les y comerciales realizados por Chao Pescao y Salvemos Punta de Choros.
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5
Ley 19.300 de marzo de 1994, disponible en http://www.leychile.cl/Navegar?idNorma=30667 [marzo
2013].
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Matilde Spoerer
6
Considerando solo aquellos proyectos que se encontraban –hasta dicha fecha– en calidad de ‘aprobados’ y
‘en calificación’. Cabe destacar que de estos 222 proyectos, 93 corresponden a iniciativas termoeléctricas,
26 a hidroeléctricas y 103 a proyectos de energías renovables no convencionales (Bórquez, 2011).
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El análisis del caso Barrancones, al igual que otros estudios sobre la materia (Sa-
piains, 2010), confirma que es extremadamente difícil acceder a la información
concerniente a los proyectos que ingresan en el SEIA por la vía oficial. En este
7
Desde el 2010 existe una nueva institucionalidad medioambiental: la Ley Nº 20.417. Disponible en
http://www.leychile.cl/Navegar?idNorma=1010459 [marzo 2013].
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sentido, los dirigentes de Modema 8 explican que fueron las vías informales –los
rumores– las que les permitieron conocer los primeros antecedentes de los proyectos.
Una vez que el proyecto se oficializa, es decir, cuando ingresa al SEA, el titular del
proyecto debe publicar en el Diario Oficial y en un diario de circulación nacional
o regional un extracto del estudio de impacto ambiental. De esta manera, el pro-
yecto se hace ‘público’ y los ciudadanos interesados pueden consultar el estudio
en el municipio o en la Conama. No hace falta insistir en el hecho de que esta
instancia es puramente formal y no tiene un impacto real en cuanto a difusión de
la información. Más aún tratándose de un caso como el de La Higuera, comuna
aislada, donde los habitantes no leen cotidianamente los diarios ni frecuentan las
oficinas municipales, y menos aún las de Conama.
Con respecto a los talleres de participación ciudadana, estos tienen por objetivo
que la Conama explique el sistema de evaluación ambiental y el rol que tienen los
ciudadanos en este proceso (taller de apresto) y, por otro lado, que las empresas
titulares presenten sus proyectos. En el caso Barrancones se celebraron seis reunio-
nes en las distintas localidades de la comuna, con un total de 175 participantes.
La asistencia a dichas reuniones fue muy irregular: 2 vecinos en La Higuera, 9 en
caleta Hornos y, 26 y 20 en Los Choros y Punta de Choros, respectivamente.9 Por
otra parte, en los talleres de apresto y presentaciones organizados por la empresa en
la misma ocasión, la información entregada era considerable y, por consiguiente,
difícil de asimilar. Cabe mencionar que el SEIA es complejo y las presentaciones
no se adaptaron en función de las características socioculturales del público: rural,
con baja tasa de escolaridad y, según declaraciones de los dirigentes de Modema,
con frecuencia desconfiados o temerosos ante las autoridades. Al respecto, la en-
cargada de participación ciudadana de la Corema en aquel momento declara que
“las reuniones de participación confirman la falta de reglas claras y de preparación de
la Corema para explicar el SEIA a personas profanas”.10 Además, diversos asistentes
a dichas reuniones que fueron entrevistados declaran que la relación entre los
funcionarios de Conama y los representantes de GDF Suez era “ambigua” y “de-
masiado cercana”, por lo cual muchos participantes consideraron que representaban
los mismos intereses. Por último, se puede distinguir una participación pasiva,
en la cual los asistentes tuvieron dificultades para comprender la discusión y por
8
Entrevistas personales a R. Rojas, presidenta de Modema (marzo, 2012) y a J. Van Dijk, secretario de
Modema.
9
Expediente impreso del Proyecto Central Térmica Barrancones, disponible en las oficinas del SEA de La
Serena, Chile.
10
Entrevista personal a N. Duman, encargada de participación ciudadana de la Corema, La Serena (marzo,
2012).
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Matilde Spoerer
Con respecto a las OE que pueden realizar los ciudadanos, la ley establece un plazo
de 60 días hábiles a partir de la publicación del extracto del EIA para entregarlas.
En la práctica, este plazo es sin duda insuficiente para analizar de forma exhaus-
tiva los impactos medioambientales potenciales de un proyecto. Ello, más aún
cuando se trata de ciudadanos inexpertos en dichas materias (Sapiains, 2011). Sin
embargo, la cantidad de OE presentadas por los ciudadanos en el caso Barranco-
nes fue excepcional. Más de 650 observaciones ciudadanas destacaron el carácter
deficitario del EIA, el perjuicio causado al medio marino y la contaminación del
entorno, lo que fue catalogado por los ciudadanos como un daño para la calidad
de vida de los habitantes de La Higuera.
Según lo dispuesto por la ley, estas OE deben ser “ponderadas” en la resolución
de calificación ambiental (en adelante, RCA), pero en ningún caso estas pueden
representar un mecanismo para rechazar un proyecto. Esto explica, en parte, el
contraste entre aceptación administrativa de los proyectos y rechazo ciudadano. En
este sentido, F. Liberona, directora de la Fundación Terram, afirma que el SEIA
11
“Se hicieron muchas preguntas sobre las emisiones, los vientos, la cantidad de cenizas volantes, sobre el dióxido
de azufre, de nitrógeno, de metales pesados, de mercurio, etc.” Entrevista personal, J. Van Dijk, secretario de
Modema (marzo, 2012).
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12
Entrevista personal a F. Liberona, directora Fundación Terram (marzo, 2012). En este sentido, de los 222
proyectos ingresados al SEIA, se ha logrado identificar que 153 de ellos (es decir cerca del 69 por ciento)
generan o han generado algún tipo de conflicto (Bórquez, 2011).
13
Se trata del 7 por ciento de las OE presentadas por ciudadanos y del 2 por ciento de aquellas realizadas
por organizaciones ciudadanas.
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14
Entrevista personal, gerente de asuntos corporativos de GDF Suez, Chile (marzo, 2012).
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Placa exhibida en la oficina. Entrevista personal gerente de asuntos corporativos de GDF Suez, Chile
15
(marzo, 2012).
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16
La comuna de La Higuera queda a más de 500 kilómetros de Santiago. Sin embargo, el camino desde la
carretera Panamericana hasta Los Choros y Punta de Choros es de ripio, lo que dificulta el acceso a estas
localidades. El transporte público y las comunicaciones son escasas y precarias (solo 16 familias cuentan
con acceso a internet, Encuesta Casen 2010) y los niveles de pobreza son elevados (en 2006, el 21,3 por
ciento de la población de La Higuera era pobre, la tasa de alfabetización era de 9,9 por ciento y el Índice
de Desarrollo Humano, de 0,641, se situaba por debajo de la media nacional, Encuesta Casen 2010).
17
Creo que aquí [en Los Choros], Jan y José fueron fundamentales para el pueblo, porque no eran de aquí
y trajeron otra visión. Yo creo que si hubiesen sido de aquí las centrales térmicas estarían ahora instaladas.
Pienso que lucharon, con la Sra. Rosa [Rojas], porque al comienzo no éramos muchos, nadie creía en esto, pero
después hubo difusión […], todos hablaban del carbón, de los impactos. Y estas tres personas que eran como los
portavoces […] pienso que con ellos fue que se constituyó el Modema (entrevista personal, Juana, miembro de
Modema de la localidad de Los Choros [marzo, 2012]).
18
Registro de los miembros de Modema archivado por su secretario, Jan Van Dijk.
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19
En total, son aproximadamente 10 asociaciones de pescadores las existentes en las caletas Punta de Cho-
ros, Chungungo, Totoralillo Norte, Hornos y Chañaral.
20
Fue una discusión entre nosotros [los de Los Choros y Punta de Choros] con los del resto de la comuna.
Porque la gente de Chungungo decía: nosotros queremos trabajo. […]. Entonces, la fortaleza del movimiento
se hizo acá, en esta zona […] Desde ese día, nació [el movimiento], así como lindo, porque todos hicimos que
naciera (entrevista personal, Andrés, miembro de Modema, de la localidad de Los Choros [marzo, 2012]).
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Matilde Spoerer
Modema entendió que tenían que estar en las instancias formales, que eran
importantes. Creo que entendieron que su posición podía reforzarse en la
medida en que las personas estuvieran informadas y participaran. (Entre-
vista personal, N. Duman, encargada de participación ciudadana de la
Corema, La Serena [marzo, 2012])
Esta instancia oficial de participación fue entendida como una tribuna para
hacer visible la oposición contra las termoeléctricas en la comuna. Rechazar o
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Los opositores de las centrales no se han dado cuenta que han sido tocados por la mano del desarrollo. Estamos
aquí para legislar para Chile y no para una región […] Hay una realidad: el déficit energético (entrevista
personal, M. Bertolino, diputado IV Región [marzo, 2012]).
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alcanzar Modema se refleja, por ejemplo, en el emblema del pingüino que repre-
senta la defensa de un patrimonio nacional y no solamente local.
Por otra parte, la construcción de una identidad ciudadana por sobre una iden-
tidad puramente local se logró a través de la formulación de argumentos de carácter
científico que ponían de manifiesto las capacidades críticas y de razonamiento de
ciudadanos responsables. Estos argumentos fueron presentados y discutidos por
los portavoces de Modema en diversas ocasiones (ante la Corema, la Cámara de
Diputados, la Comisión Medioambiental del Senado, entre otras), y respaldados
por científicos de la Universidad Católica del Norte y expertos de organismos
medioambientales como Oceana y Fundación Terram. Consecuentemente, estos
‘ciudadanos en tanto vecinos’ muestran que la experticia también es profana. De
esta manera, en tanto expertos adoptan un rol de ‘lanzadores de alerta’ pública
(Torny, 1999) al jugar una función fundamental en la promoción y en la cons-
trucción del caso de las centrales térmicas en tanto desafío medioambiental y
problema público (Hassenteufel, 2008).
Las personas que ocupan funciones con derecho a voto cumplen dos roles
al interior de la Corema: uno técnico y uno político. El voto es político y
el informe es técnico. Entonces, ¿qué es lo que puede pasar? Que un seremi
firme un informe técnico realizado por su comité técnico, pero que vote
políticamente de manera contraria al informe. (Entrevista personal, R.
Cifuentes, intendente de la IV Región 2006-2010 [marzo, 2012])
Del mismo modo, el voto de los consejeros regionales ha sido criticado sobre la
base del argumento de ‘politización’ de la decisión medioambiental. En el caso
Barrancones, dicho voto fue coherente con la argumentación de la ciudadanía
representada en Modema y no con los lineamientos entregados por los partidos
políticos de los consejeros, de lo que se deduce que en el caso Barrancones los
consejeros regionales representaron el único canal de expresión para la ciudadanía
con incidencia directa en el voto.
En definitiva, la decisión medioambiental contiene al menos dos ‘zonas grises’
que cuestionan el carácter transparente y democrático del sistema de evaluación
de impacto medioambiental. Por una parte, la frágil línea de demarcación entre
lo técnico y lo político. Por otra, la coexistencia de espacios cerrados y discretos
22
El término ‘politización’ se refiere aquí a la acepción de política como una actividad partidista.
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23
La Corporación Participa es una corporación chilena, privada, no partidaria, que busca mejorar la calidad
de la democracia promoviendo la participación ciudadana en los asuntos de interés público y un ejercicio
responsable del gobierno. Para mayor información: www.participa.cl. Oceana es una organización interna-
cional dedicada a proteger los océanos del mundo. Con un alcance global, Oceana tiene oficinas en América
del Norte, América Central, América del Sur y Europa. Para mayor información: http://oceana.org.
24
Los comerciales están disponibles en youtube: http://www.youtube.com/watch?v=IuOwd6-
bWdY&feature=related y http://www.youtube.com/watch?v=hYfuIWI3ct0 [marzo 2013].
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Conclusión
El clímax de esta efervescencia es la interpelación realizada en directo al ministro del Interior por un famoso
25
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44 | Participación ciudadana e incidencia política: estudio del caso Barrancones
Matilde Spoerer
Eduardo Canteros*
Pontificia Universidad Católica de Chile, Santiago, Chile
Resumen
Algunos estudios han planteado que las agrupaciones ciudadanas movilizan saber
técnico especializado para poder justificar sus argumentos y así poder ganar espacio
en las luchas que protagonizan. Este artículo, basado en un ejercicio de observación
participante en una agrupación vecinal, plantea que esta movilización/adopción de
conocimiento especializado es tan solo uno de los aspectos del expertise que poseen
las agrupaciones, donde el realce de su conocimiento cotidiano, sus unidades de
análisis y criterios de validez, resultan ser claves para entender las disputas a nivel
epistemológico. Las agrupaciones vecinales, muchas de las cuales emergen en dis-
putas públicas, no apuntan al conocimiento académico o científico, ni tampoco
desean emerger como los mejores técnicos gracias a sus buenas prácticas, sino que
más bien despliegan sus conocimientos para redefinir el problema en el que han
entrado a debatir, creando nuevas arenas púbicas con gramáticas propias con el
propósito de establecer los valores asociados respecto de la resolución del conflicto.
Palabras clave
Expertise ciudadano, agrupaciones vecinales, fiestas urbanas, acción colectiva,
observación participante
* Trabajador social, sociólogo Pontificia Universidad Católica de Chile (PUC). Doctor (c) Arquitectura y
Estudios Urbanos PUC. Académico Departamento de Trabajo Social Universidad Alberto Hurtado. Co-
rreo electrónico: [email protected]. Este artículo es en parte producto de lo realizado por el autor
en su pasantía de investigación en KES (Centre for Studies of Knowledge Expertise Science), Escuela de
Ciencias Sociales de Cardiff University, actividad financiada gracias a la obtención de una beca de Pasan-
tía Doctoral de Conicyt.
46 | El saber del roto chileno
Eduardo Canteros
Abstract
Some studies have argued that grassroots groups mobilize specialized technical
knowledge to be able to justify their arguments, and thus be able to gain a central
role in their struggles. This article, based on the observation of participants in
a neighbourhood group suggests that this mobilization/adoption of specialized
knowledge is just one aspect of the expertise that grassroots groups have, where
the enhancement of their everyday knowledge, their analysis units and validity
criteria, are key to understanding the debates at an epistemological level. The
neighbourhood groups, many of which emerge in public disputes, do not address
academic or scientific knowledge, neither do they wish to emerge as the best experts
thanks to their good practices, but they would rather display their knowledge to
redefine the problem that they have come to discuss, creating new public arenas
based on the strength of natural reason in order to establish the associated values
with regard to the resolution of the conflict.
Keywords
Citizen expertise, neighborhood group, urban carnival, collective action, participant
observation
Introducción
“Más sabe el diablo por viejo que por diablo”, dice un refrán, planteando que el
conocimiento no está en los libros ni en las aulas, sino más bien en la experiencia,
en la sabiduría popular. Así, el conocimiento aplicado, la técnica, se situaría en
personas específicas, quienes por poseer un agudo sentido común y experiencia,
tendrían todo lo necesario para saber qué hacer en una situación determinada.
Si llevamos este refrán a las calles y barrios de una ciudad, únicamente la
comunidad que habita ahí, y en particular sus líderes, sabrían cómo reaccionar
frente a un problema, pues solo ellos saben realmente cómo son y han sido los
incidentes en dicho lugar y, por consiguiente, cuál es la mejor manera de solucionar
tales problemas.
Nadie podría negar de manera tajante el contenido de este refrán, sin embar-
go es preciso considerar que cerrarse únicamente a lo que transmite la sabiduría
popular puede implicar riesgos análogos a los que corre el conocimiento experto
Persona y Sociedad / Universidad Alberto Hurtado | 47
Vol. XXVII / Nº 1 / enero-abril 2013 / 45-71
tradicional cuando, encerrado en sus gabinetes, estima irrelevante conocer las voces
particulares para poder determinar la receta o solución a tal o cual problema.1
Este artículo propondrá una manera de entender el conocimiento que posee una
agrupación vecinal, y desde ahí analizará la relación que se establece con otro
tipo de expertise, aquel que poseen determinados expertos con conocimientos
técnicos complejos y que cuentan con mayores cuotas de legitimidad para realizar
intervenciones urbanas.
Se revisará la experiencia de los Vecinos por la Defensa del Barrio Yungay,
quienes desde el realce de su conocimiento cotidiano y desde la categoría de ve-
cino, han generado canales de comunicación con expertos e instancias técnicas,
logrando ser incluidos en mesas de trabajo donde radica la decisión de realizar o
no ciertas intervenciones en el barrio.
Para avanzar en este análisis es necesario tener en cuenta que la capacidad que
tenga el conocimiento basado en la experiencia y la cotidianeidad de dialogar con
el saber técnico complejo no es solo un ejercicio de traducción para ser considerado
y así acceder a mayores cuotas de poder. Más bien es el resultado de dos procesos
que se desarrollan de manera paralela: en primer lugar, la ‘adquisición’, ‘aplicación’
y ‘adecuación’ del conocimiento técnico en la realidad barrial; y, en segundo lugar,
el realce epistemológico y político del conocimiento cotidiano y rutinario.
Esto quedará de manifiesto al analizar a la organización antes mencionada en
uno de sus hitos centrales: la Fiesta del Roto Chileno.2 Esta nos permitirá observar
algunas de las formas que adquiere el saber dentro de las reuniones de la agrupación
vecinal y también nos facilitará indagar en los parámetros con los cuales se evalúa
el conocimiento organizacional.
Encuadre teórico
1
Este argumento es desarrollado por Collins y Evans (2011) en su crítica de la perspectiva del folk wisdom
view.
2
Durante los últimos años, la organización ha comenzado a cambiar el nombre de la fiesta, reemplazán-
dola por la Fiesta del Roto Sudaca, buscando representar de mejor manera a la población inmigrante que
habita en el barrio.
48 | El saber del roto chileno
Eduardo Canteros
nes. Ofrecen, así, una moralidad pragmática, confeccionada a base de los bienes
buscados y elaborados en la construcción del problema público.
Trom (2008), por su parte, también desarrolla lo que podría entenderse como un
estudio de los encuadres, entendidos por él como motivos. El autor plantea que estos
no se restringirían a justificaciones acotadas sobre el porqué de tal o cual acción, sino
más bien aludirían a aquellas declaraciones que traen implícitas las posibilidades de
las mismas acciones. No se trataría únicamente de contenido o información, sino
que también de un horizonte de posibilidades donde se leen dichas acciones, lo que
es solo analizable si entendemos la acción como situada.5 Por ejemplo, la medida
de escribir una carta a la sección de cartas al director de un periódico, en la cual se
indique el desacuerdo de una agrupación con respecto a un proyecto específico, se
puede justificar como la búsqueda por lograr una mayor difusión de las ideas; quizás
ahí podría concluir un primer análisis. Pero este se podría profundizar utilizando los
motivos de dicha declaración, en tanto estos dan luces acerca de los espacios en los que
la agrupación entiende que se da el conflicto y, a su vez, los temas que la agrupación
considera que se vulneran y que serían los imprescindibles de discutir públicamente.
Otro elemento que plantea Trom (1999) es lo que denomina como la movili-
zación del saber experto. Esto se refiere a que las agrupaciones deben incorporar
una serie de conceptos y herramientas técnicas para ser escuchadas, muchas de las
cuales provienen de una terminología técnica ajena a la agrupación, que viene por
ejemplo de centros académicos o instituciones públicas. Esto obliga a las agrupa-
ciones a aprender nuevos saberes y a aplicarlos a su vida cotidiana, y también a
vincularse con centros de conocimientos legítimos socialmente y que la agrupación
considera ad hoc para sus pretensiones.6
Así, las agrupaciones ciudadanas incorporan y despliegan una serie de conceptos,
herramientas y técnicas provenientes de un encuadre externo para participar de
la manera más efectiva posible en un campo de discusión estructurado a priori
desde dicho saber técnico complejo. De este modo, la lucha argumentativa pasa
por ofrecer un contexto, técnicamente estructurado, que le permita a la agrupación
desplegar su moral pragmática.
Entonces, siguiendo los planteamientos de los autores antes citados, las acciones
y declaraciones de las agrupaciones no se entienden únicamente de manera acotada
5
Trom hace referencia al concepto de acción situada trabajado por Wright Mills en su artículo “Situated
actions and vocabularies of motive”.
6
Nos referimos a ONG, centros académicos, agrupaciones gremiales o en algunas ocasiones reparticiones
públicas que, contando con reconocimiento de expertos en alguna materia técnica compleja, logran en-
tablar un diálogo con las agrupaciones a base de la alineación de objetivos en defensa de ciertos valores o
derechos, en este caso urbanos.
50 | El saber del roto chileno
Eduardo Canteros
a sus fines, estrategias o plazos, sino que resulta más comprensivo entenderlas tam-
bién en tanto la construcción de un contexto de sentido. Es este el que permitirá
definir y ordenar la cancha y las reglas de la disputa, donde destaca, entre otras
producciones, la agrupación misma con sus acciones y declaraciones.
Pero, en este contexto, donde las agrupaciones intentarían fijar las reglas del
juego, quisiéramos detenernos y preguntarnos por un elemento específico, que
es la movilización de saber experto de la que nos habla Trom. Ello, sobre todo
considerando que las agrupaciones –como la que aquí se analiza– movilizan un
conocimiento basado en la vida cotidiana, el cual muchas veces no es valorado
por los ‘técnicos’ o ‘expertos’ externos. En otras palabras, ¿cómo una agrupación
dialoga, conversa y adopta el conocimiento generado entre expertos técnicamente
legitimados, que no valorarían el conocimiento que dice tener la agrupación?
Frente a esto, quizás la línea que nos permita la respuesta más fructífera al res-
pecto no sea indagar en las estrategias que siguen las agrupaciones para adaptarse
o asimilarse a instituciones externas, sino más bien indagar en el significado de ser
experto. De esta manera será posible reflexionar sobre el alcance y la cualidad del
conocimiento que posee la organización. Para esta discusión abordaremos algunos
argumentos desarrollados en la tradición de los estudios de ciencia y tecnología.
Collins y Evans (2007) plantean que el expertise es una posesión real y sustantiva
de grupos de expertos, y que individuos pueden adquirir dicho expertise a través
de su pertenencia a dichos grupos; por lo tanto, “la adquisición de expertise, es un
proceso social –un tema de socialización dentro de las prácticas de un grupo de
expertos– y que dicho expertise puede disminuir mientras más tiempo se esté lejos
de este grupo” (2007, pp. 2-3).
El experto podría provenir de diferentes grupos y existirían diferentes tipos
de expertise en la sociedad. Frente a esto, Collins y Evans (2007) desarrollan una
tabla periódica de expertise, en la cual, en materia de expertise especialista, ofrecen
cinco niveles, en los cuales para pertenecer al último es necesario poseer el cono-
cimiento de los restantes cuatro niveles. Estos niveles son: Beer-mat knowledge;
popular understanding of science; primary source knowledge; interactional expertise y,
finalmente, contributory expertise.7 La lógica que recorre estos niveles es ir pasando
de un conocimiento ubicuo a otros espacios de mayor especialización.
Los primeros tres niveles que proponen Collins y Evans (2007) se refieren a ir
avanzando en el conocimiento general y vago de una serie de temas. Para adqui-
7
El modelo propuesto por Collins y Evans (2007) es mucho más amplio y complejo, pero en este artículo
solamente destacaremos algunos elementos que nos permitan proponer una forma de entender uno de los
aspectos de la disputa que llevan adelante las organizaciones, cual es la lucha del conocimiento.
Persona y Sociedad / Universidad Alberto Hurtado | 51
Vol. XXVII / Nº 1 / enero-abril 2013 / 45-71
rir mayor expertise –entre el primer y el tercer lugar–, las revistas tecnológicas y
científicas, así como la internet, han sido claves, incluso llevando a algunas per-
sonas a reconocer y tener opinión sobre algunas controversias científicas de alta
complejidad, pero, aun así, los científicos no consideran sus teorías o hipótesis
para seguir su trabajo científico o tecnológico.
Los últimos dos niveles dicen relación con estar en interacción con especialistas,
sean estos científicos o técnicos. La clave para entender el interactional expertise
dice relación con la calidad de la interacción con el especialista, es decir, cuando
se da un diálogo fluido sin necesidad de una larga y tediosa explicación acerca de
la materia del expertise, y en el que pueden existir cuestionamientos que ‘dejen
pensando’ al especialista en relación a un aspecto particular. Finalmente, el con-
tributory expertise no requiere de la relación con otros especialistas para demostrar
su expertise, sino que la comunidad de expertos lo reconoce como tal, utilizando
sus aportes incluso en su ausencia.
Esta demarcación social del experto dice relación para los autores con
los avances de las ciencias sociales en las últimas tres décadas, las cuales
han provisto de una base intelectual para un aumento sustantivo de
los derechos de los ciudadanos en ese respecto. Estos han ‘nivelado el
campo de juego epistemológico’. La ciencia y la tecnología no están muy
lejos del terreno común del conocimiento […] ciencia y tecnología han
devenido más familiares. (Collins y Evans, 2007, p. 138)
Finalmente, en relación con el experto, los autores plantean que el expertise podría
desarrollarse en múltiples ámbitos del conocimiento, algunos más específicos,
muchas veces vinculados al conocimiento científico académico o a otros vincula-
dos a materias de conocimiento popular (Collins, 2011). Collins (2011) propone
para esto una tabla tridimensional para analizar el desarrollo del expertise. En el
eje de las abscisas está la vinculación del experto con el conocimiento tácito de
la comunidad, ya sea una comunidad científica especializada u otra comunidad
que desarrolle un conocimiento masivo (por ejemplo, conocedores del vino, club
de opinantes sobre fútbol o del transporte público).
En el eje de las ordenadas estaría el nivel de excentricidad del conocimiento,
o lo reservado de este, lo que permite que el expertise se desarrolle en planos de
conocimiento masivo o en espacios restringidos a pocas personas. Finalmente, el
eje que le da profundidad al gráfico se refiere a los logros individuales o grupales
en los diferentes campos de conocimiento. Esta gráfica tridimensional permite ir
analizando trayectorias en el desarrollo del expertise, pero también discutir este
52 | El saber del roto chileno
Eduardo Canteros
nos habla Trom para construir lo público del problema, y cómo ellas han elaborado
lo que Ryan y Gamson (2006) denominan moralidad pragmática.
Encuadre metodológico
8
Estudios doctorales financiados parcialmente (2008-2010) por Conicyt mediante la beca para estudios de
doctorado en Chile del programa de Desarrollo de Capital Humano Avanzado.
54 | El saber del roto chileno
Eduardo Canteros
9 La Escuela Taller de Artes y Oficios Fermín Vivaceta nace en septiembre de 2010 en el Barrio Yungay
con el objetivo de formar mano de obra especializada en restauración de inmuebles patrimoniales. Para
mayores detalles ver http://www.elsitiodeyungay.cl/index.php/9-sin-categoria/1183- [abril 2013].
56 | El saber del roto chileno
Eduardo Canteros
decida reunión tras reunión es muy importante pues permite avanzar y asegura el
control de la gran cantidad de detalles que este encuentro tiene. Tomemos pequeños
acuerdos, escuchamos por ejemplo en la primera reunión, de baja asistencia.
Mientras más se acerca el evento, la discusión sobre qué actividad realizar o
sobre el espíritu de la fiesta son reemplazados por una suerte de ‘repaso’ del evento,
el cual es coordinado por un miembro de la organización, quien da la palabra de
manera expedita a los encargados de las comisiones, quienes informan sobre el
estado de avance de las actividades.
laboral. Duran entre una y dos horas, y los asistentes y organizadores se esfuerzan
explícitamente en no excederse de ese tiempo. La cantidad de asistentes fluctúa a
lo largo de los encuentros: se puede comenzar con cerca de seis o siete personas,
para luego concluir, a días de la realización de la fiesta, con cerca de 50.
Inicialmente, las reuniones cuentan con una mayor cantidad de ‘externos’,10
pero hacia el final, los miembros de las comisiones son la asistencia principal.
Esta situación, conocida por experiencias pasadas, lleva al coordinador de la reu-
nión a plantear, luego de finalizado el primer encuentro: ahora somos pocos, pero
terminaremos siendo miles; de ese modo hace alusión a los miles de asistentes que
tradicionalmente congrega la Fiesta del Roto.
10
Estudiantes que buscan una práctica o que vienen a realizar una investigación.
60 | El saber del roto chileno
Eduardo Canteros
La lucha por establecer al barrio Yungay como una zona de protección patrimo-
nial, así como la colaboración que han prestado a otras organizaciones de dife-
Persona y Sociedad / Universidad Alberto Hurtado | 61
Vol. XXVII / Nº 1 / enero-abril 2013 / 45-71
El conflicto que manifiesta [en dicho sector] es la pugna entre dos instru-
mentos públicos de planificación territorial: la declaración de zona patri-
monial (alojado actualmente en el Consejo de Monumentos Nacionales y en
el Ministerio de Educación) y los planes reguladores comunales (municipios
y Ministerio de la Vivienda y Urbanismo). (Segunda reunión)
Este trabajo no se ha quedado a nivel local, sino que también ha sido impulsado a
través de lazos y vínculos con otras escuelas taller en Latinoamérica, especialmente
de Perú, Bolivia y Cuba.
11
El año 2009, y con el objetivo de coordinar un trabajo a lo largo del país, nace la Asociación Chilena de
Barrios y Zonas Patrimoniales.
Persona y Sociedad / Universidad Alberto Hurtado | 63
Vol. XXVII / Nº 1 / enero-abril 2013 / 45-71
Así vemos cómo el vecino, conocedor y habitante del barrio, se materializa en un con-
cepto capaz de vincularse en discusiones de políticas públicas territoriales, tanto a nivel
nacional como latinoamericano. Este mismo vecino adquiere la figura de la ‘participa-
ción activa de los ciudadanos’ al momento de ir cerrando las conclusiones del congreso,
dándole un rol privilegiado como instancia de materialización de las políticas públicas.
Este ciudadano activo, que emerge a través de estos encuentros barriales, da cuer-
po a diferentes organizaciones, tal como lo expresa la agrupación: La lucha por la
defensa del patrimonio del barrio Yungay se materializa en cuatro organizaciones: el
sitio de Yungay, la fundación Patrimonio Nuestro, el comité de vivienda y el Club
deportivo el Gran Yungay. (Segunda reunión)
Y es justamente esta capacidad de crear organizaciones ad hoc apoyadas en la
participación activa de los vecinos, la que logra incluso traspasar las fronteras y
realizar gestiones en ausencia de las instituciones oficiales.
Los Vecinos por la Defensa del Barrio Yungay lograron conseguir recursos
[…] para arreglar la iglesia de San Saturnino. La idea es el domingo du-
rante la misa informarles a los feligreses, invitándolos además a la Fiesta
del Roto Chileno. En esta última instancia se informará a los asistentes de
las gestiones de la organización, las cuales se realizaron en total indepen-
dencia del municipio y de los ministerios vinculados al tema patrimonial.
(Tercera reunión)
12
Cita extraída del portal Plataforma Urbana, de un artículo publicado por el mismo autor dando cuenta
del Congreso de Barrios y Zonas Patrimoniales. Disponible en http://www.plataformaurbana.cl/archi-
ve/2011/02/01/el-patrimonio-urbano-%C2%BFquien-lo-define-y-promueve/ [marzo 2013].
64 | El saber del roto chileno
Eduardo Canteros
El objetivo de la reunión es ir más allá del diagnóstico, donde siempre llegan los
seminarios, la idea es llegar a la acción. (Tercera reunión)
Por otro lado, el conocimiento aparece también apelando a diferentes registros.
En primer lugar, no es casualidad que la Fiesta del Roto Chileno esté colmada de
expresiones artístico-culturales. No se trata solo del hecho de que en las fiestas
urbanas abunden este tipo de actividades, sino que también, y como idea que surge
desde las propuestas políticas de la agrupación, el arte expresa la manera como sus
miembros quieren que se lea el barrio, es decir, diverso y múltiple. De esta manera
se sucede el festival de cine de barrio, los recitales de poesía, las comparsas que
mueven a las personas dentro del barrio, las rutas patrimoniales y los encuentros
de cueca. Así se celebra al barrio, porque así es el barrio.
Un vecino pregunta si hay guión para las rutas patrimoniales, y se le responde
que sí. Se lo pondrá en contacto con [el encargado de la organización de las rutas].
(Cuarta reunión)
[Organizador del cuecazo] La Fiesta del Roto es la más importante, y la plaza
Yungay es muy importante, está presente en las letras [de las cuecas] desde 1920.
(Tercera reunión)
Finalmente, en una reunión posterior a la fiesta, en aquellas en las que se com-
parte la evaluación que se comentaba anteriormente, surge la siguiente conversación
entre un asistente a la reunión y un miembro activo de la organización.
Esta discusión refleja el conflicto que planteábamos al inicio de este artículo, entre
el saber basado en el habitar del barrio y aquel apoyado en las aulas académicas. No
obstante, y a base de lo discutido en la reunión, es posible encontrar caminos de
acuerdo, donde los parámetros de colaboración estén sujetos a la capacidad que el
conocimiento tenga de ser útil y de permanecer en el territorio. La agrupación no
es neutral en esta materia, no releva el conocimiento por el conocimiento, sino que
aquel que mediante su utilidad y permanencia permita expresar su aproximación
a temas de planificación y desarrollo urbano.
Reflexiones finales
Referencias bibliográficas
Consuelo Biskupovic*
Universidad de Chile, Santiago, Chile
Resumen
A partir de una investigación etnográfica (2007-2011) con un colectivo de defensa
de la precordillera de Santiago de Chile, este trabajo, en primer lugar, revisa
teóricamente cómo se han entendido las emociones desde las ciencias sociales.
Luego, siguiendo el enfoque pragmático de Dewey y Quéré, en la segunda parte
se abordan situaciones en terreno en las que la dimensión afectiva ocupa un
lugar central. Se presenta cómo la dimensión afectiva es determinante a la hora
de comprometerse por la naturaleza y por conseguir que la vida asociativa se
mantenga en el tiempo. La defensa de la naturaleza, un bosque en este caso, es
inseparable del sentirse afectado por lo que a ella le suceda. Se exploran contextos
y situaciones en las que los apegos, afectos y emociones se manifiestan dentro y
fuera de la asociación, buscando refocalizar la pregunta sobre cómo los actores
transforman los espacios a la vez que estos también afectan y transforman a sus
habitantes.
Palabras clave
Etnografía, acción colectiva, dimensión afectiva, naturaleza, Dewey
* Lic. en Antropología Université Paris X, Nanterre. Máster en Ciencias Sociales EHESS-ENS. Estudiante
de doctorado en Antropología Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales, EHESS, París, y Universi-
dad de Chile. Coinvestigadora del Proyecto Fondecyt Nº 1130156. Correo electrónico: cbiskupovic@
ug.uchile.cl. Una versión preliminar de este texto fue discutida por Christian Anwandter, Pablo Blitstein,
Margalida Mulet Pascual, Amarí Peliowski y Martín Tironi; a ellos les doy las gracias por sus lecturas crí-
ticas, las que me ayudaron a encauzar estas preguntas. Agradezco además a las instituciones que hicieron
posible esta investigación: Laboratorio IRIS-EHESS, Conicyt y al programa ECOS-Conicyt. Sin duda,
quienes posibilitaron este trabajo en terreno son los miembros de la Red, quienes siempre me apoyaron;
mis agradecimientos profundos van para ellos.
74 | La dimensión afectiva en el compromiso ciudadano
Consuelo Biskupovic
Abstract
This paper, based on ethnographic research (2007-2011) with a civic association
working for the defense of the foothills of Santiago, Chile revises, theoretically,
how the emotions have been understood from a social sciences perspective. Then,
following the pragmatic approach of Dewey and Quéré, field situations are addres-
sed in the second part in which the affective dimension is central. It shows how
the affective dimension is a determining factor when it comes to committing for
nature and for maintaining the associative life over time. The defense of nature – a
forest in this case – is inseparable from the fact of ‘being affected’ by what happens
to nature. It explores contexts and situations where attachments, affections and
emotions are manifested both within and outside the association, individually and
collectively, seeking to refocus the question of how actors transform spaces while
these also affect and transform their inhabitants.
Keywords
Ethnography, collective action, affective dimension, nature, Dewey
Introducción
1
Actualmente asistimos a una rehabilitación o reintegración de las emociones en parte gracias al best seller
Antonio Damasio, quien demostró, desde la neurología, que sin emoción no podemos tomar decisiones
correctas, ya sea para elegir una calle, para evitar peligros, etc.
Persona y Sociedad / Universidad Alberto Hurtado | 75
Vol. XXVII / Nº 1 / enero-abril 2013 / 73-100
2
Esta se llevó a cabo en tres etapas entre los años 2008 y 2010. El primer trabajo en terreno constó de ocho
meses (desde abril hasta noviembre de 2008), el segundo fue de seis meses (desde octubre de 2009 hasta
marzo de 2010) y el tercero fue de dos meses (entre octubre y noviembre del 2010). Se realizó un total
de 57 entrevistas, se asistió a 37 reuniones (de los miembros de la Red con otros actores como funciona-
rios, académicos, profesionales), así como a 18 actividades diversas, entre las que se cuentan caminatas,
exposiciones, charlas, seminarios y encuentros diversos. Para abordar la dimensión afectiva, este artículo
se ha focalizado en algunos momentos de la etnografía. Estos momentos son entrevistas, declaraciones
y situaciones de interacción, que dan cuenta de cómo lo afectivo tiene un rol primordial a la hora de
comprometerse.
3
Esta y las demás traducciones de citas en lengua extranjera en este texto son de la autora.
76 | La dimensión afectiva en el compromiso ciudadano
Consuelo Biskupovic
4
Puesto que en otros lugares he desarrollado en mayor profundidad la acción colectiva puesta en práctica
por esta, en este artículo no abordaré estos aspectos. Ver Biskupovic (2011); Barozet y Biskupovic (2012).
Persona y Sociedad / Universidad Alberto Hurtado | 77
Vol. XXVII / Nº 1 / enero-abril 2013 / 73-100
Una gran puerta es la que abrió sin lugar a dudas la retórica aristotélica al reflexio-
nar sobre la gestión de la polis (y que tiene profunda relación con los objetivos
de este artículo):
ver lo que puede tocar [al oyente], conocer la naturaleza de las emociones
y lo que las suscita, preguntándose a qué sentimientos el receptor puede
acceder por su status, su edad… Este saber es necesario para el orador
que quiere emplear la cólera, la indignación, la piedad, como medio
oratorio. (Aristóteles, 1991, p. 183; cit. por Amossy, 2010, p. 157)
Como precisamente resume Amossy, son tres los aspectos a considerar: i) en qué
estado de ánimo estamos cuando sentimos; ii) hacia qué categoría de personas;
iii) por qué motivos (Amossy, 2010, p. 157). Además, en el ámbito deliberativo,
como sugiere este análisis, es útil considerar en qué disposiciones afectivas están
los auditores a quienes nos dirigimos, y además saber ponerlos en las disposiciones
que convienen, puesto que la pasión, por ejemplo, es lo que, modificándonos,
produce diferencias en nuestros juicios (Amossy, 2010, p. 158). Este enfoque, sin
embargo, se centra no tanto en la expresión del sentimiento como en la tentativa
de suscitarlo en otro (Amossy, 2010, p. 158):
5
Para un análisis en profundidad de las distintas corrientes, sugiero los trabajos de Daniel Cefaï. Traducido
al español se encuentra Cefaï (2011).
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Vol. XXVII / Nº 1 / enero-abril 2013 / 73-100
son las ciencias sociales las que más están en condiciones de estudiarla. Eso sí,
familiarizados con las costumbres sociales, no resulta evidente distinguir las
emociones, puesto que nosotros mismos las compartimos. Las costumbres colec-
tivas no necesariamente son emociones colectivas; como advierte Quéré (2012),
el hecho de que una emoción sea compartida no significa que estemos frente a
emociones colectivas. En este sentido, los análisis dominantes de los movimien-
tos sociales han abordado las emociones colectivas en tanto que ‘fenómenos
de contagio, de fusión o de histeria colectiva’ o como una suma de emociones
individuales. El desafío es mostrar que un colectivo pueda realmente sentir las
emociones. Como subraya Quéré, este aspecto está lejos de haber sido resuelto
por las teorías de movimientos sociales. Estas se han olvidado de que las pasiones
pueden dominar las capacidades racionales (Amossy, 2010), pensando que la
argumentación solo se puede analizar desde la razón, desde los conectores lógicos
que escuchamos en entrevistas. Se tiende a pensar que defender un argumento
es intentar mostrarle a quienes escuchan una posición, racionalmente. Pero esto
no significa que las emociones no puedan tener aquí un rol (van Eemeren et al.,
1996; cit. por Amossy, 2010).
Dos problemas se presentan para integrar la dimensión afectiva al estudio
de los procesos de acción colectiva. Primero, la primacía que se le ha dado a la
movilización ha dejado de lado la importancia que tienen en las reivindicacio-
nes ciudadanas todos los demás procesos cotidianos que los actores implicados
llevan a cabo durante años. El foco se ha puesto tan intensamente en la ma-
nifestación, que todos los demás procesos se han invisibilizado. Creemos que
la manifestación, si bien puede permitir que el grupo exista –tal como señala
Offerlé (cit. por Soutrenon, 1998)–, no es la única manera de decir algo o de
permitir las condiciones para que exista debate. Contrariamente a estos trabajos
de ciencias políticas, en donde la manifestación como objeto de estudio está
omnipresente, pareciendo ser un fin en sí mismo, se dan otras situaciones mi-
crosociológicas que resultan igualmente centrales para entender los procesos de
acción colectiva. El segundo problema es, tal como lo señaló James M. Jasper
(2011), que algunas emociones específicas son comúnmente tomadas del lenguaje
cotidiano (rabia o miedo, por ejemplo), aunque en realidad cubren distintos
tipos de sentimientos. Frente al primer problema, una solución es cambiar el
foco de análisis (de macro a micro) y para ello el trabajo en terreno se presenta
como buena opción metodológica.
Para superar la segunda dificultad, este trabajo abarca el estudio de lo afectivo
a partir de una definición amplia, que incluye los distintos niveles en los que
este se expresa. Así, al interior de los fenómenos afectivos es posible distinguir
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Consuelo Biskupovic
6
Para una reflexión sobre el ‘mito de la racionalidad’ en la antropología, ver Milton y Svasek (2005).
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8
Aunque en otro sentido, no etnográfico pero sí teórico, ver al respecto Boltanski (1991).
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La Red tiene sus orígenes en la década de 1990, al suroriente del Gran Santiago.
En esos años, la expansión de la capital y la construcción de barrios cerrados para
las clases medias y medias altas, empieza a ocupar el piedemonte andino.9 La
asociación es creada formalmente el año 2006 por un grupo de entre ocho y 10
vecinos de entre 50 y 70 años, mayoritariamente mujeres profesionales. Poco a
poco, con los años se irán sumando jóvenes a la asociación. Durante la etnografía,
eran regularmente diez personas las que participaban activamente; entre ellas, la
mitad eran mujeres mayores y la otra mitad eran jóvenes estudiantes universitarios
menores de 30 años.
Esta asociación, desde su inicio plantea la defensa de la precordillera en opo-
sición al desarrollo que ha conocido la comuna en los últimos años, criticando el
hecho de tener dos shopping centers que habrían atraído a las familias de la comuna,
dejando la cordillera como “una naturaleza lejana e inaccesible” (Declaración de
Principios de la Asociación, septiembre 29 de 2007). Frente a los problemas que ha
traído el ‘desarrollo’, según ellos, al que se suma la casi completa privatización de la
precordillera, los vecinos organizados en torno al colectivo valoran la existencia de
9
Se ha optado por mantener el anonimato de la asociación en cuestión, puesto que se abordan aspectos
internos de la organización.
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Consuelo Biskupovic
10
Julia ha estado desde los inicios a la cabeza de la Red. Actualmente bordea los setenta años. Llegó de
Europa a vivir a Chile en los años 70 y desde 1988 vive en la precordillera.
11
Los nombres de los miembros de la Red aquí evocados fueron cambiados con el fin de evitar hacer
públicas opiniones que surgieron en contextos internos de la asociación o en entrevistas personales. No
obstante, debe considerarse que siempre compartí con ellos los objetivos de esta investigación realizada en
el marco de mi tesis doctoral.
Persona y Sociedad / Universidad Alberto Hurtado | 85
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Julia agrega que las conclusiones de dicha reunión son más o menos secretas,
y las transmitirán solo al grupito chico, es decir, a los miembros centrales y más
activos de la Red. Además, Julia decía estar molesta pues se le informó el mismo
día sobre la reunión con el intendente. Me dice que igual se animó y preparó la
carpeta con todos los documentos. Mientras converso de esto con Julia, otro miem-
bro, Amanda (que también bordea los setenta), sugiere que deben solicitar un
recurso de amparo y agrega: yo soy escéptica con estos megaproyectos, refiriéndose
al hecho de que respecto a los nuevos proyectos inmobiliarios en el sector, ella
cree que tienen pocas posibilidades de impedirlos. Más adelante, Alfonso toma
la palabra para recalcar que el actual jefe de la División de Desarrollo Urbano
del Ministerio de Vivienda y Urbanismo sí tiene la facultad para poder asegurar
la protección del bosque. Luego agrega que él nos mintió al no señalarles que sí
podría evitar que el bosque desapareciera. Enseguida comienzan a discutir sobre
las reales posibilidades de que el intendente se encargue de la compra del bosque
para transformarlo en un proyecto ecológico. Pero Julia dice, sincerándose, no lo va
a hacer, y luego subraya que ella les ha transmitido a ciertas autoridades el hecho
de que nosotros queremos el carácter rural.
Más adelante en la reunión, Amanda cuenta que llamó a uno de los concejales
para tratar el tema de los posibles cambios en el plan vial de la comuna. Sorpresiva-
mente, Julia la interrumpe para decirle, bastante molesta: ¿pero no les hablaste sobre
el bosque? y agrega que ese es el problema de las personas que viven en el sector de
Amanda (que se encuentra arriba del sector de Julia): siempre hablan de ellos nomás.
Cuando Julia se enoja con Amanda porque no ha presentado el problema del
bosque frente a los concejales en el momento en que tuvo oportunidad de hacerlo,
esta es obviamente una reacción espontánea. Sin embargo, el problema frente al
que Julia y los demás miembros sienten que se está cometiendo una injusticia, que
involucra la amenaza de desaparición de la naturaleza en un territorio dado y que
es la causa de la reunión aquí evocada, es una situación que lleva años en curso y
por lo mismo es la base de la reacción de indignación de Julia.
Este problema afecta a cada miembro de manera distinta y al mismo tiempo
cada cual percibe y juzga la acción de los otros según su propia experiencia afectiva.
De este modo, Amanda no le presta mucha atención a la pregunta e indignación
de Julia, prosiguiendo con su análisis. Finalmente, tanto Julia como Alfonso y
Amanda concluyen que sienten que les pasaron gato por liebre, refiriéndose a lo
que les señalan los funcionarios que van a hacer (como los concejales de la muni-
cipalidad o los funcionarios a nivel ministerial) y que finalmente no hacen. La
reunión se acaba, pues Alfonso señala que se siente mal, y poco a poco cada uno
se retira a su casa.
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Consuelo Biskupovic
El apego y el territorio
Cuando vemos el entorno en el que vive Julia comprendemos por qué los condo-
minios que progresivamente han ido siendo construidos cerca de su barrio, no le
12
Siguiendo a Sommier (2010), para dar cuenta de este complejo proceso tendríamos que detenernos en
todos aquellos motivos que facilitan el compromiso, en todas las distintas maneras de distinguirse que
tienen los involucrados (ciudadanos, expertos, víctimas, profesionales…), en todas las formas de actuar
durante el compromiso (caminatas, fiestas, reuniones, conferencias de prensa, acciones en Tribunales…);
sin embargo, por falta de espacio, nos concentramos aquí en los principales estados afectivos que deter-
minaron el compromiso de los miembros centrales de la Red.
88 | La dimensión afectiva en el compromiso ciudadano
Consuelo Biskupovic
gustan. Los proyectos inmobiliarios cortan los árboles nativos que Julia junto a
la organización que lidera, defienden y buscar proteger. Entre estas casas nuevas,
todas iguales, han plantado palmeras y otras especies que no son autóctonas.
La voz de Julia se enternece cuando se refiere a su jardín, a su entorno, habla
pausadamente, sonríe, usa diminutivos. Poco antes, Julia me contaba con energía
acerca de situaciones que la indignan. Se eleva el tono de su voz, habla más rápido
y con tono de enojo, habla de situaciones que no logra entender. La indignación,
siguiendo el análisis de Quéré, ayuda, por una parte, “a resistir frente al acomoda-
miento de la realidad tal como es” (en este caso, la construcción de condominios
en la precordillera y destrucción del bosque esclerófilo), y por otra, “al desarrollo
de una sensibilidad pública nueva frente a las cuestiones ambientales y la defensa
de bienes comunes” (2012, p. 286).
Esas son las cosas que tú te dices […] yo, como extranjera, no puedo enten-
der, no puedo entender, ¿me entiendes? ¿¡Cómo!? Habiendo tanto terreno
en este país, llevan a la gente a vivir hacinada como conejos, como sardinas
en una lata. Yo creo que hay que tener dos dedos de frente para saber de
psicología, que es igual que una plantita, si pones diez plantas en un mace-
tero no pueden crecer; igual con los niños, cómo va a crecer un niño en un
departamento de 24 m2. Yo aquí tengo una casa de 180 m2, con 4 hijas y
nosotros encontrábamos que no teníamos ni un espacio de más. […] y con
los cinco encontramos que la casa está requete llena. Es un lujo también,
pero la gente necesita su espacio, los niños necesitan su pieza, o por lo menos
de a dos… (Julia, mayo 7 de 2008)
Las analogías entre la naturaleza (una planta en este caso) y los seres humanos son
comunes en las referencias de Julia; ambos son seres vivos con necesidades básicas
tales como espacio, aire, cuidados específicos. La planta requiere de cuidados para
crecer, lo mismo que un niño. El objetivo es común, trátese de la naturaleza o de
los seres humanos. Existe entonces una finalidad compartida que es vivir y vivir
bajo ciertas condiciones, con ciertas garantías. Es, en definitiva, un modo de vida,
una calidad que Julia está defendiendo aquí.
Al mismo tiempo, Julia se desmarca de lo ‘común’ (es decir, de lo que la mayoría
comparte) en lo que se refiere a Chile. Ella, en tanto extranjera, no logra entender
situaciones que se dan en este país; en realidad, ella no es parte de eso que no logra
entender. Al evaluar la situación de hacinamiento, según ella, de barrios cercanos
al suyo, donde los habitantes residen en viviendas sociales (casas y edificios) en-
frenta un proceso de autoanálisis, y aunque se reconoce privilegiada, considera que
Persona y Sociedad / Universidad Alberto Hurtado | 89
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hay ciertas necesidades que no se pueden transar. El espacio aparece aquí como
un derecho central: el espacio en cuanto a metros cuadrados, pero también a un
espacio vivido por los seres humanos.
Por otro lado, ‘el no entender’ provoca en Julia sentimientos de confusión, de
desespero, de angustia, de rabia. La situación es difícil (incomprensible para ella,
que creció en otro país) y Julia no es capaz de acomodarse a ella, no le parece
aceptable y por ende la ‘revisión’ de esta, en términos de Dewey, da cuenta de que
Julia está frente a un problema.
La manifestación de afectos y apegos logra que los demás se impliquen, llama
la atención del otro, no solo en marchas, sino también –en el caso de la entrevista
de Julia– en encuentros más íntimos, como el que se produce entre Julia y yo, en
tanto ‘entrevistadora’, a quien ella expone su relato con énfasis, intentando hacer
parte a su auditorio del problema.
rabia, el sentimiento de injusticia, los que marcan estos puestos y por lo mismo
no pueden ser analizados como expresiones interesadas o desinteresadas, sino que
en tanto afectos (Esquerre, 2007).
El lenguaje de las emociones es quizás el medio por el cual se hace más aprehen-
sible la dimensión afectiva. Considerando cómo los actores nombran lo que sienten,
podemos analizar el objeto que produce tal emoción. En este caso, en filosofía se
dice que las emociones son fenómenos intencionales (Deonna y Teroni, 2008).
La dimensión afectiva surge a través del lenguaje tanto en relación a cómo los
integrantes de la Red perciben lo que pasa a su alrededor (la influencia que tiene en
ellos la naturaleza en torno a la que viven), como también al momento de intentar
explicar los argumentos de la defensa del sector por la que abogan los miembros
de la Red cotidianamente. Los argumentos tienden a atenderse únicamente dentro
de un lenguaje técnico o racional. Sin embargo, analizando cómo se explicitan
estos argumentos vemos que no siempre existe una separación entre lo racional y lo
afectivo. La experiencia emocional implica un objetivo y un proceso de evaluación
de este objetivo (Guilhaumou, 2011).
Pero no es solo a través del lenguaje que se mueven los afectos. Las personas
también experimentan sentimientos que, más que ser legibles por el hecho de
ser nombrados, se vuelven legibles a través de una experiencia corporal (Gould,
2002, p. 184). Los afectos que la naturaleza que la rodea suscitan en Julia, son
evidentes. Mientras paseamos por su jardín, ella me explica en detalle las flores,
los árboles, los proyectos que ahí tiene. Se emociona cuando remite a este lugar, al
igual como lo hace cuando habla del bosque en la precordillera. La naturaleza se
incorpora y, tal como me decía en una entrevista un dirigente de una asociación
con la cual participó la Red en reuniones con Conaf, esto hay que quererlo para
defenderlo (entrevista, noviembre 13 de 2010).
‘Querer’ implica estar ligado al lugar, no solo en términos de cuidarlo y pro-
tegerlo; querer implica también una investigación. En el caso de los miembros
de la Red, ellos han estudiado el lugar, lo han evaluado, saben qué es valioso allí.
En la misma entrevista a Julia antes citada, cuando le pregunto qué estudió, ella
me explica que aunque haya estudiado algo que no está directamente relacionado
con la precordillera (enfermería),
de Claudio Gay en Chile o el apoyo de la empresa privada, así como otros asuntos
que no tienen relación directa con los temas que los miembros de la Red quieren
abordar. El funcionario busca captar la atención y mostrarse empático con los
auditores. Sorpresivamente, sale en busca de una fotografía y regresa con la repro-
ducción de un espino precolombino… yo lo tengo de fondo de pantalla, dice. La foto
deja emocionados y sobre todo impactados a los miembros de la Red. Dicen que
nunca han visto uno tan grande y le piden copias al seremi. Además de captar la
atención de los asistentes, el seremi logra mostrarse sensible ante un auditorio que
le está reclamando, al mismo tiempo, que hay una falta de participación y por lo
mismo nos va a costar volver a confiar en la institucionalidad. La foto y los afectos
que esta provoca sirven para sobrepasar las rencillas, los conflictos entre autoridad
y ciudadanos, aunque sea momentáneamente.
En la defensa de la precordillera están involucrados, además de acciones con-
cretas cotidianas, los afectos, tanto en relación con el lugar que intenta ser defen-
dido, como en las relaciones dentro y fuera de la Red. Hay las emociones sociales,
públicas, que dependen de las interacciones con otros. Pero no todas las emociones
son ‘creaciones sociales’ que actúan a favor de un público (Livet y Thévenot, 1997).
En la Red, la experiencia con respecto al medio ambiente y el bosque que quieren
proteger es central en el compromiso. La relación particular tejida allí es parte
de la identidad de la asociación. El bosque es la persistencia de la asociación y su
compromiso. Las acciones se hacen para él y con él. Es necesario entonces expe-
rimentar el espacio para ‘afectarse’, para ‘sentirse comprometido’. Es a partir de la
interacción entre los actores y el medio ambiente –relaciones más o menos fuertes
según el actor en cuestión– que estos elaboran razones para explicar el compromiso.
En este sentido, el medio ambiente transforma a los actores (Gramaglia, 2006).
Podemos entonces entender que la batalla por el bosque, en palabras de los miem-
bros de la Red, no [es] solo la defensa de la naturaleza, sino que es por sobre todo la
defensa del espacio que habitamos, en un sentido amplio. Y, al entablar relaciones e
interacciones, al ‘estar afectados’, nacen nuevos lazos con el medio ambiente que
la mayoría de las veces no son considerados por estudios o proyectos que siguen
una racionalidad gubernamental o empresarial, sin considerar las experiencias.
cosas que ellos mismos no saben por qué exactamente las dicen. Lina, cercana
colaboradora de Julia, decía por ejemplo en la misma entrevista antes citada que
uno descubre cuestiones de repente […] ahí me di cuenta que tenía los pies muy en
la tierra y que mi corazón era de tierra [risas]… no sé. Cuando Julia dice que su
‘corazón es de tierra’, ella y quien la escucha saben que racionalmente esto es
imposible; ella misma se ríe de esta aseveración, sin embargo, ella así lo siente y así
lo dice, sin saber por qué. Esto se compara con lo que Favret-Saada (1990) llama
una comunicación verbal, involuntaria y desprovista de intencionalidad. La risa
misma, en tanto, es un ejemplo del aspecto no-verbal de este tipo de comunica-
ción en que se revela un estado –en este caso, cierta alegría y sorpresa. También
pueden expresarse otros estados, como el de pánico, nerviosismo, preocupación.
Los miembros de la Red están afectados: entran a veces en estado de shock, los
invade la preocupación, sienten rabia o impotencia... En este sentido es que “cada
uno presenta una suerte particular de objetividad”, en la que “no podemos estar
afectados sino que de una cierta manera”, subjetiva (Favret-Saada, 1990, p. 7).
El ‘trabajo emocional’, concepto bastante conocido de Arlie Hoshchild (1979;
cit. por Eliasoph y Lichterman, 2011), remite a la estructura social, a las desigual-
dades sociales o de género: “las reglas emocionales son reglas morales que las
personas comparten de manera tácita, para calificar y expresar sus sentimientos y
para conferirles un valor moral” (Hoshchild, 1979; cit. por Eliasoph y Lichterman,
2011, p. 390).
Pero, ¿qué pasa cuando el trabajo emocional se refiere al compromiso a nivel in-
dividual, centrado en las interacciones con la naturaleza? ¿En qué medida el sentirse
afectado y por lo tanto tener sentimientos frente a una causa influye en el compromiso
de una persona por esta misma causa? Es necesario poner el foco en lo micro para
ver cómo las estructuras sociales no necesariamente influencian definitivamente el
trabajo emocional. Como señalan Eliasoph y Lichterman (2011), Hoshchild le da
poca atención a las interacciones, a los sentimientos íntimamente sentidos.
La interacción con la naturaleza en la Red se vive mucho más como una ex-
periencia individual que como un proceso colectivo. Cada uno narra de manera
distinta y personal la forma como se sorprendieron la primera vez que fueron al
bosque en la precordillera, o cómo se relacionan con este entorno. Sin embargo,
gracias a las actividades colectivas, la asociación ha desarrollado vivencias grupales
que han cambiado el devenir del grupo, la manera en que se percibe el bosque. Hoy,
lo que pase en el bosque también los afecta colectivamente: están tristes si no ven
resultados en el proceso de defensa, cuando observan que no son escuchados ante
las autoridades o cuando caminan entre los árboles y descubren nuevas especies.
En el bosque nos relajamos, señalaba Julia en el transcurso de una reunión de la
94 | La dimensión afectiva en el compromiso ciudadano
Consuelo Biskupovic
Red a fines de 2009. Gracias a la acción colectiva y como resultado de esta, el ‘yo
me afecto’ pasa a ser un ‘nos afecta’.
La interacción constante con la precordillera ha generado que cada vez nuevos
miembros integren la Red. Al contrario, cuando no existe esta relación particu-
lar que han tejido los miembros con el bosque, y que los identifica como grupo,
difícilmente perdura el compromiso. Es el caso de Andrés, abogado de 35 años,
quien comenzó muy activamente en la Red el año 2007, pero que progresivamente
dejó de participar. Fue clara la causa de su desinterés cuando, en el curso de un
evento de la Red, comentó en entrevista que para él no tiene sentido seguir en una
organización ecologista (noviembre 15 de 2009). Con anterioridad había confiado
en entrevista que a él no le importaban para nada los árboles; en cambio, a mí lo
que me interesa es parar las inmobiliarias, que dejen de ganar plata (noviembre 2
de 2009). Acto seguido ante la pregunta de cuál cree él que es el interés de Julia,
él responde: a ella sí le interesan los árboles. Los árboles, el quererlos, el buscar
protegerlos, el interesarse por ellos, el considerarlos, es lo que hace la diferencia
entre el compromiso de Julia y el de Andrés.
Con esto no quiero negar que en la Red los motivos no sean políticos y sociales.
El compromiso por la naturaleza no excluye otros. Así, el compromiso de Julia, al
igual que el de los demás integrantes, es un compromiso político que implica una
contestación, una protesta. Como parte de la identidad de la Red, el compromiso
político en esta implica una relación afectiva y duradera con el entorno, como bien
lo expresa Julia al explicar a actores de otras organizaciones su compromiso. Ella
expresa: hay razones ecológicas, medioambientales, sociales… no es solo porque ‘ay, me
gustan los arbolitos’. Lo ecológico y lo social no son entendidos como argumentos
separados, sino que son parte de un mismo proceso en el que los miembros se forman
para defender el bosque frente a las autoridades. Este proceso involucra una búsqueda
constante de argumentos que permitan legitimar su lucha. Al explicar el compromiso,
los miembros no dividen las razones en categorías, como ‘yo me comprometo por tal
razón social, y tal otra económica, y tal otra política’. Por el contrario, el compromiso
expuesto nace de una experiencia, de un descubrimiento. Tal como dice Lina:
Al igual que Julia, Lina hace hincapié en el proceso posterior al descubrimiento del
bosque y al hecho de tomar conciencia de su existencia. Es a través del proceso de
compromiso y afecto que el medio ambiente se transforma en motivo de identifi-
cación y de reivindicación social y simbólica (Gramaglia, 2006). Los afectos hacia
la naturaleza transformaron a los vecinos, quienes pasaron de ser ‘observadores’
del entorno en el que vivían a personas ‘comprometidas’ con él. De este modo,
podemos afirmar que las emociones animan a los actores en la acción colectiva
tanto como los objetivos materiales, mostrando la dimensión más sensible del
compromiso y de la vida pública (Cefaï, 2007).
Según los entrevistados, antes de comenzar el proceso que implica tomar con-
ciencia del medio ambiente, hay un momento de ruptura en sus trayectorias
cuando ‘descubren’ el bosque. Lina, al igual que otros entrevistados miembros de
la Red, cuenta que quedaron impactados cuando un vecino los invitó a caminar
y conocieron el bosque. Lo interesante es que son las particularidades del bosque
(su estado de conservación, su calidad de bosque esclerófilo, su antigüedad, las
especies que alberga, etc.) las que determinan el compromiso de los vecinos. Sin
la ‘calidad’ de este bosque posiblemente la Red no existiría. Los vecinos anterior-
mente habían llevado acciones contra las empresas inmobiliarias en los sectores
precordilleranos para oponerse a los condominios, pero una organización como la
Red no tiene precedentes, y nunca una organización de este tipo había perdurado
en el tiempo ni crecido como lo ha hecho esta hasta ahora.
Como lo sugiere Martouzet (2002), el querer un espacio determinado implica
una capacidad de aprendizaje de este y de su funcionamiento. En este querer
tienen un rol central los fenómenos afectivos, sobre todo en lo que concierne a la
planificación de los espacios (Feildel, 2007). La acción individual y colectiva en
y sobre el espacio es indisociable de las emociones que participan en los compro-
misos por estos espacios.
El amor por el bosque ha transformado los procesos individuales de compromiso,
pero también ha cambiado, lentamente, la manera en que los miembros se relacio-
nan. En un principio, la organización tenía que lidiar con notorios problemas de
relaciones internas. Las peleas y desacuerdos entre los miembros eran constantes.
Igualmente, la desconfianza entre unos y otros produjeron importantes quiebres
en los inicios. Sin embargo, en este tiempo de constitución, consolidación y con-
tinua reestructuración de la asociación, la manera de relacionarse de los miembros
ha dado un importante vuelco. Hoy, la dimensión afectiva es un signo cotidiano
que se muestra, se dice, se nombra y se expresa. Los miembros, a través de los
correos electrónicos, por ejemplo, están continuamente mostrándose unos a otros
sentimientos, enviándose mensajes afectuosos, contando cómo se sienten, si están
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Consuelo Biskupovic
Reflexiones finales
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Consuelo Biskupovic
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Persona y Sociedad / Universidad Alberto Hurtado | 101
Vol. XXVII / Nº 1 / enero-abril 2013 / 101-119
Daniel Cefaï *
Escuela de Altos Estudios de Ciencias Sociales, París, Francia
Resumen
Este artículo intenta determinar algunas referencias en torno a los debates sobre
la investigación etnográfica. La primera parte, que se presenta en este número,
entrega una definición mínima de la etnografía, subrayando el momento de
observación directa o participante y el registro en el diario de campo. Insiste
en la dimensión de la experiencia encarnada –afectiva, sensitiva, práctica– del
investigador y de sus encuestados, en el trabajo de la cara, en el sentido de
Goffman, en sus interacciones cara a cara, y en la reflexividad que ahí se juega.
Proponemos distinguir las diferentes formas de compromiso del investigador, en
tanto que persona privada, actor social e investigador científico, considerando
que cada una de estas formas de compromiso tiene sus propios marcos de per-
tenencia. Nos interrogamos sobre la dificultad para hacerse un lugar en el orden
de la interacción, de lo que depende la calidad de los datos y de los análisis que
seguirán. Para terminar, indicamos cómo el etnógrafo debe dar cuenta de las
categorías que organizan la experiencia de los encuestados para hacer sentido de
* Daniel Cefaï es Directeur d’Etudes en la École des Hautes Études en Sciences Sociales, París, e investiga-
dor en el Institut Marcel Mauss-Centre d’études des mouvements sociaux, EHESS-París. Sus ámbitos de
investigación son la sociología de las movilizaciones colectivas y los problemas públicos, los métodos de
investigación en terreno y la historia de las ciencias sociales en Estados Unidos, en particular, en Chicago.
Ha publicado recientemente L’Urgence sociale en action. Ethnographie du Samusocial de Paris (París: La Dé-
couverte, 2011, en coautoría con Edouard Gardella) y ha coeditado L’Engagement ethnographique (París:
Éditions de l’EHESS, 2010), Du civil au politique. Ethnographies du vivre-ensemble (Bruselas: Peter Lang,
2011, junto a Mathieu Berger y Carole Gayet-Viaud), L’Expérience des problèmes publics (París: Editions
de l’EHESS, 2012, junto a Cédric Terzi) y Goffman et l’ordre de l’interaction (París: PUF/CURAPP-
CEMS, 2013, junto a Laurent Perreau). Correo electrónico: [email protected]. Traducción de Consuelo
Biskupovic con la ayuda de Fabien Le Bonniec, a quienes el autor agradece profundamente, así como
también a los dos evaluadores anónimos de Persona y sociedad. Muchos de los puntos discutidos en este
artículo remiten a dos libros del autor: L’Enquête de terrain (2003) y L’Engagement ethnographique (2010).
102 | ¿Qué es la etnografía? Debates contemporáneos
Daniel Cefaï
Palabras clave
Etnografía, experiencia encarnada, etnógrafo, interacción, reflexividad
Abstract
This paper attempts to clarify some references made in connection with current
debates on ethnographic research. The first part, which is presented in this issue,
provides a basic definition of ethnography, highlighting the moment of direct or
participant observation, note-taking and recording in the field notebook. It also
emphasizes the face-to-face experience and interactions –affective, sensitive and
practical– that take place between the researcher and his subjects in what Goffman
has defined as the ethnographic ‘face-work’ and in the reflexivity that comes into
play there. We propose making a distinction between a researcher’s various levels
of commitment –as a private person, a social agent, and a scientific researcher– ,
considering that each one of these levels of commitment has its own frameworks
of relevance. We ask ourselves about the researcher’s difficulty in finding his place
in the order of the interaction, a factor that is crucial to the quality of the data and
of the analyses that will follow. Finally, we dedicate a few words to examine how
the ethnographer must engage with the categories that structure the interviewee’s
experience, making sense of their contexts of meaning before launching into
explanation and interpretation. Part Two, which will be published in the next
issue, will continue to examine the problem of analyzing ethnographic writings,
including the theorizing and reception of ethnographic investigation.
Keywords
Ethnography, embodied experience, ethnographer, interaction, reflexivity
1
Aunque generalmente en el mundo iberoamericano se ha usado la traducción de ‘teoría fundamentada’ para
referirse a la grounded theory (GT), nos parece que el término ‘arraigamiento’ es más preciso. (N. del T.)
2
Hemos traducido enquête como ‘trabajo de campo’ puesto que las ciencias sociales y las disciplinas afines
no están familiarizadas, en lengua castellana, con la idea de ‘encuesta’, en tanto que investigación cua-
litativa, en terreno, sino que más bien con encuesta en términos estadísticos, encuesta de mercado o de
opinión. (N. del T.)
104 | ¿Qué es la etnografía? Debates contemporáneos
Daniel Cefaï
Tabla Nº 1
Encuestas y sondeos vs. investigación etnográfica
Encuestas y sondeos Investigación etnográfica
Cuestionario con preguntas cerradas fijado Protocolo mínimo de investigación: el etnógrafo
por el investigador después de realizar una está, a lo sumo, armado de conceptos de
investigación exploratoria: el registro de sensibilización y de conjeturas abiertas y a
respuestas interesantes está dado de antemano. menudo imprecisas.
3
A falta de un término equivalente en castellano para referirse a los problemas epistemológicos que presen-
tan términos como ‘informante’ o ‘personas investigadas’, y dado lo limitado del término ‘entrevistado’,
hemos preferido conservar la traducción literal de enquêtés (‘encuestados’) en referencia a los actores
comprendidos en el estudio, a las personas con las que el etnógrafo interactúa, a quienes entrevista, ob-
serva o consulta, con quienes traba lazos de amistad y con quienes también se puede ver involucrado en
situaciones de tensión o de desacuerdo. (N. del T.)
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representación. Y, por simpatía, permiten captar los móviles de acción que animan
a los miembros de un movimiento social –la fe en Dios, el odio del enemigo, el
deseo de venganza, el amor por la patria… A veces, la experiencia de estar-afectado
(Favret, 1990) impide entender de inmediato lo que está pasando, y es solo poste-
riormente, una vez alejado de su terreno, que el etnógrafo, vuelto analista de sus
notas y de sus recuerdos, logra producir un análisis.
Este cuerpo es finito y situado: ocupa lugares, tiene perspectivas, comprende lo
que pasa desde un aquí y un ahora. Está comprometido en interacciones verbales
y no verbales. Es el lugar de constitución de experiencias: J. Roth (1963), aquejado
de tuberculosis, describe la experiencia del hospital, B. Jules-Rosette (1975) vive
transes de posesión en la iglesia de John Maranke –o, simplemente, un investigador
que participa de la vida de una asociación, de una empresa o de una administración
adquiere competencias, saberes y habilidades específicos. La etnografía es un cuerpo
a cuerpo –ya sea para seguir a los inmigrantes ilegales en sus recorridos de comba-
tiente (Chauvin, 2010), para incorporar las disposiciones del boxeador (Wacquant,
2004), de la sopladora de cristal (O’Connor, 2005) o del obrero de la construcción
(Jounin, 2009), para entender los sentimientos morales que están en juego en la
urgencia social de los sin techo (Cefaï & Gardella, 2011), para dejarse llevar frente
al enojo del automovilista en los atochamientos de Los Angeles (Katz, 1999).
El cuerpo es también el órgano de la presentación de sí mismo en público,
un cuerpo portador de una panoplia de señales, que indica quién es quién, lleva
indicios de estatus, expresa y provoca atracciones y repulsiones, induce actitudes
de deferencia, de simpatía, de desprecio, de reconocimiento, según jerarquías
cambiantes de acuerdo a las situaciones. Esto es cierto en el caso del cuerpo del
investigador que tiene que ajustarse a los lugares de su investigación, a veces amol-
dándose, tomando usos locales, hasta ser capaz de cultivar el sentido de las bromas
del lugar; y que a veces debe abstenerse de hacerse el camaleón cuando arriesga
ser percibido como ridículo o suscitar desconfianza, pero debe poder controlar las
reacciones que esto produce en los demás y considerarlos para saber dominar su
propia conducta. Esto es entonces cierto en las reacciones del investigador frente
a los cuerpos de los encuestados: ya sean cuerpos maltratados y desarreglados,
malolientes y repugnantes de los sin techo, o bien, cuerpos educados, con aparien-
cias esnob y costumbres refinadas, con modos de hablar distinguidos o populares,
con maneras muy parecidas o muy exóticas, el etnógrafo no debe expresar juicios,
ni tampoco dejar entrever alguna sorpresa, ironía o asco, antipatía o xenofobia.
De esta manera, la experiencia etnográfica es altamente reflexiva, pero al mis-
mo tiempo tiene que expresarse como si fuera ‘natural’. Es un largo ejercicio para
aprender a deshacerse de prejuicios teóricos, ideológicos, políticos o religiosos, e
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intentar entender lo que está pasando en una situación. Nunca se logra comple-
tamente tal objetivo; sin embargo, gracias a la reflexividad, se neutralizan los a
priori que rigen la mirada y el oído, se ponen entre paréntesis ideas fuertes que
han sido importadas desde referencias personales, se desconfía de las evidencias,
de los clichés y estereotipos del sentido común y se controla un cierto número de
caprichos, de fijaciones y obsesiones personales. Hay que intentar ‘ver las cosas como
son’, lo que implica adoptar las distintas perspectivas que los encuestados tienen
de sus actividades cotidianas o de las situaciones. Si la etnografía implica adoptar
la actitud natural de algunos de los encuestados, requiere también cuestionarse
sobre sus propias actividades, sobre las condiciones de posibilidad, las modalidades
prácticas de su realización y las consecuencias que tienen para el investigador, sus
informantes y sus entornos.
Esta reflexividad tiene numerosas dimensiones. No es siempre operante –el
etnógrafo también vive de manera natural y toma las cosas como obvias–, pero la re-
flexividad aparece como una condición y una consecuencia de una buena etnografía.
La reflexividad de la etnografía es biográfica: el investigador tiene que cuestionarse
sobre las distorsiones que nacen de desajustes sociales frente a los encuestados, pero
tiene que practicar también una especie de autoanálisis. Formas de experiencia de sí
se han sedimentado a lo largo de su historia personal y pueden tener consecuencias
en la etnografía: el etnógrafo recuerda algunas escenas traumáticas, supera ciertos
bloqueos personales, relativiza sus propias creencias o se distancia de emociones
avasalladoras. Puede hacer de esto una herramienta de investigación en la etnogra-
fía y de investigación sobre la etnografía. La reflexividad es práctica: encarnada en
configuraciones práctico-sensibles de actividades e interacciones; permite que en
el momento mismo, en un abrir y cerrar de ojos, el etnógrafo pueda rectificar la
presentación de sí, reformular una pregunta o reajustar una expresión y asegurarse
por lo tanto de tener un lugar en las interacciones de terreno. La reflexividad es
táctica: remite a una especie de vigilancia que permite ubicaciones y desplazamientos
adecuados, con el fin de encontrarse en el buen lugar en el buen momento, pero
también optar por relaciones provechosas –gatekeepers, personas importantes o pa-
rias–, quienes abrirán puertas y otorgarán informaciones pertinentes, en función de
las preguntas que nos hacemos. Por último, la reflexividad es analítica: el gestionar
una distancia con sí mismo, tanto en relación a las creencias que han sedimentado
en una trayectoria personal como en relación a las preferencias teóricas propias de la
vida del investigador, permite imaginar alternativas de observación, de descripción,
de interrogación y de análisis. Deja germinar en sí mismo esbozos de interrogación
y las traduce en orientaciones de investigación y, recíprocamente, deja trabajar los
materiales y los convierte en nuevas líneas de pensamiento.
110 | ¿Qué es la etnografía? Debates contemporáneos
Daniel Cefaï
Hay todo tipo de terrenos, los que requieren competencias distintas. Observar las
circulaciones de usuarios en un hall de una estación bajo una mirada naturalista
no es lo mismo que seguir los combates en un frente de guerra; participar en tanto
que profesor de las actividades pedagógicas en una escuela es distinto a compartir
durante varios meses la cotidianidad de un grupo de indígenas en el Amazonas.
A pesar de todo, se puede decir que el etnógrafo es al mismo tiempo una persona
singular, un actor social y un investigador científico, lo que tiene consecuencias
sobre la realización de su trabajo de campo.
Como persona singular, el etnógrafo se inscribe en una situación biográfica.
Sus preocupaciones, sus gustos y disgustos, sus afinidades y repulsiones selec-
tivas, sus convicciones, sus actitudes y sus opiniones están relacionadas con su
trayectoria existencial. Cuando comienza el trabajo de campo, este no se deshace
de sus relaciones familiares ni de sus compromisos cívicos, de sus herencias cul-
turales o de sus pasiones intelectuales. Estos elementos que lo caracterizan son
simultáneamente una vía de acceso y un obstáculo; pueden tanto impedir ver
como posibilitar la comprensión, a condición de que participe la reflexividad que
evocamos anteriormente. Por lo demás, el investigador tiene más o menos talento
para entablar relaciones sociales, resolver problemas de sentido práctico o emitir
juicios de sentido común –capacidades con las que no todos cuentan de igual
forma. En el terreno, el etnógrafo debe resolver constantemente asuntos materia-
les, administrativos, logísticos o relativos a la autorización para la investigación,
y asegurar las condiciones de su sobrevivencia y a veces las de su familia. Dicho
de otra manera, el investigador sigue siendo un padre o una madre de familia,
un vecino o un amante, habitado por prejuicios éticos, políticos o religiosos. Con
frecuencia hace de su objeto de estudio un asunto personal, se implica a título
personal en las historias que relata y se siente concernido por los usos posteriores
que se haga de su investigación.
Como actor social, el investigador es portador de cierto número de características
sociales, ligadas a su edad, su género, su clase, su color de piel o su pertenencia
comunitaria. En su hexis corporal, encarnada en los ‘pliegues de su cuerpo’ y sus
‘giros lingüísticos’, en sus costumbres indumentarias, capilares y vocales, lleva
los signos de su estatuto social. Cuando existe una fuerte segregación sexual, ra-
cial, nacional o confesional, algunos terrenos pueden estar cerrados de antemano;
otros se complican por el hecho de que para un hombre mayor será complicado
frecuentar una banda de adolescentes o por el hecho de que un universitario de
buena familia creará un contraste muy grande en medio de obreros o campesinos.
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guraciones de acción, tal y como son vividas por los encuestados; nos las presentan
bajo un modo de exposición que rompe con modelizaciones explicativas y análisis
estadísticos. Una buena etnografía pone énfasis en la descripción detallada de situa-
ciones, como si el lector estuviese ahí y, más aún, como si el lector se hubiese ubicado
en las múltiples perspectivas de los encuestados (Emerson, Fretz, & Shaw, 1995).
Así, el etnógrafo debe desligarse de las evidencias más potentes, aun cuando estas
en teoría aparezcan justificadas. Tomemos por ejemplo las categorías de clase, de
género o de raza que hoy en día son universalmente utilizadas para dar cuenta de
procesos de explotación y de dominación, de estigmatización y de discriminación.
Si la etnografía aporta una plusvalía, no es solamente porque ‘probaría’ la existencia
de tales procesos o porque los ‘ejemplificaría’. Lo puede hacer, obviamente, pero es
sobre todo interesante por el hecho de que muestra las ambigüedades y las paradojas
de la vida colectiva y las interacciones asimétricas que hacen parecer ‘clase’, ‘género’
o ‘raza’ como identidades dadas por supuesto. Da cuenta de la manera en que estas
categorías son actualizadas en la práctica, de sus cualidades afectivas y morales cuando
estas aparecen en los campos existenciales de los encuestados, y de los usos estraté-
gicos que pueden ocurrir en situaciones de conflicto, cuando estas son manipuladas
o reivindicadas. Muestra, igualmente, que en numerosas situaciones las categorías
endógenas, aquellas que son pertinentes para los actores en una situación dada, no
son necesariamente las categorías del cientista social. Toda suerte de operaciones de
identificación y de diferenciación, de reconocimiento y de demarcación pueden ser
puestas en práctica, sin que podamos de antemano predecir estas operaciones. Es
por esto que precisamente hay que describir cómo los encuestados organizan la expe-
riencia de sus actividades para evitar caer en una proyección sistemática de categorías
exógenas a sus mundos –en particular cuando se trata de mundos que le son exóticos
al etnógrafo: mundos ‘desviados’, ‘marginales’ o ‘subalternos’, e igualmente, ‘elites
políticas’, ‘organizaciones económicas’, ‘sectas religiosas’ o ‘comunidades étnicas’.
Hacer una etnografía es entonces dejar de lado lenguajes especializados, in-
cluidos los de las ciencias sociales, y restituir los contextos de sentido ordinario en
lenguaje natural, ya sean los de activistas de movimientos sociales o de investiga-
dores en laboratorios de bioquímica (Latour & Woolgar, 1986), ‘jóvenes delin-
cuentes’ confrontados a tribunales para menores (Cicourel, 1967; Emerson, 1969),
o homeless que venden diarios y libros usados (Duneier, 1999). De este modo, no
es siempre necesario inmovilizar ‘formas culturales’ para mostrar significaciones
nativas, es decir, puntos de vista locales. La referencia a la ‘cultura’ sirve a veces
para dar cuenta del horizonte de sentido de los actores. Ha sido también critica-
da en tanto que reificación de las prácticas de sentido (Abu Lughod, 1991). Las
afirmaciones sobre cultura se pueden sustituir generalmente por descripciones de
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Vol. XXVII / Nº 1 / enero-abril 2013 / 101-119
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Pía Rius
Pía Rius*
Universidad de Lille 3, Lille, Francia
Resumen
La desocupación ha sido asociada a la apatía y al aislamiento de quienes la padecen.
El estudio etnográfico presentado aquí permite dar cuenta de los soportes en los
que se basa el fenómeno más visible de la acción colectiva (por ejemplo, las redes
familiares o de vecinos). Este estudio es un paso necesario para comprender el fe-
nómeno de la acción colectiva a lo largo del tiempo y superar la visión dicotómica
entre lo público y lo privado, entre intereses materiales y objetivos políticos. Aparece
entonces un fenómeno complejo que muestra los anclajes de la actividad política
en la vida cotidiana y abre nuevos interrogantes sobre las maneras de intervenir
en política de los sectores populares.
Palabras clave
Acción colectiva, etnografía, movimiento de trabajadores desocupados, redes
familiares, Argentina
Abstract
Unemployment has been associated with apathy and isolation in the unemplo-
yed. The ethnographic study presented here deals with the underpinnings of the
* Doctora en sociología Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales (EHESS), París. Docente investiga-
dora (ATER) Universidad de Lille 3, Lille, Francia. Realiza una investigación posdoctoral en el proyecto
ANR PORQUE sobre prácticas de trabajo y modalidades de participación política en los medios popu-
lares. Correo electrónico: [email protected].
122 | Acción colectiva y desocupación: un estudio en clave etnográfica
Pía Rius
Keywords
Collective action, ethnography, movement of unemployed workers, family
networks, Argentina
Introducción
1
Agradezco las sugerencias de los evaluadores anónimos que permitieron mejorar la versión inicial del
artículo.
2
Berazategui se sitúa al sur del Gran Buenos Aires (GBA). Posee 287.000 habitantes. En 2002, la tasa de
desocupación era de 30 por ciento (INDEC). Es un distrito urbano con zonas periféricas semirurales.
3
El distrito de Berisso se sitúa a 8 km de la ciudad de La Plata, capital de la provincia de Buenos Aires, al
sur de esa ciudad. Posee 80.000 habitantes (INDEC, 2001). En mayo de 2002, la tasa de desocupación
alcanzó un 22 por ciento. Para entonces, el índice de pobreza era de 49,7 por ciento y el de indigencia, de
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transformando a lo largo del tiempo y en función de las negociaciones con organizaciones de desocupados
que fueron creadas a lo largo del país. La política social exige una contrapartida de 20 horas de actividad
por semana, por ello no pueden ser asimilados a una renta ciudadana (De la Fuente, 2003).
6
Las organizaciones piqueteras preexistentes se erigen en modelo de lo que debe hacer un MTD para
acceder a los planes en 2002. Se volverá ulteriormente sobre ese aspecto.
Persona y Sociedad / Universidad Alberto Hurtado | 125
Vol. XXVII / Nº 1 / enero-abril 2013 / 121-149
7
En el marco de un trabajo etnográfico hemos efectuado un trabajo cualitativo que no permite la realización
de cálculos porcentuales. Las 30 entrevistas formales realizadas se enmarcan en una observación participante
y no participante durante cuatro trabajos de campo consignados en distintos cuadernos de campo.
8
Las diversas formas de entender la política están ligadas con las concepciones del trabajo, como ha sido
señalado por varios estudios (Bidaseca, 2006; Rius, 2007; Bottaro, 2009), pero no serán el objeto de este
artículo.
126 | Acción colectiva y desocupación: un estudio en clave etnográfica
Pía Rius
9
Quirós (2006) describe una utilización similar en su estudio a partir de una organización dentro del
Movimiento Teresa Rodríguez.
Persona y Sociedad / Universidad Alberto Hurtado | 127
Vol. XXVII / Nº 1 / enero-abril 2013 / 121-149
bros tratan los objetivos políticos a veces con distancia y otras en forma personal,
siempre con múltiples sentidos. ¿Cómo comprender la emergencia de la acción
colectiva sin restituir los distintos apoyos de la misma que permanecen sumergidos,
ocultos? ¿Cuáles son los lazos en los que se apoyan dichas acciones? Estos lazos,
¿permanecen inmóviles cuando se produce la acción colectiva?
10
Sin entrar en detalle sobre la tesis en curso, explicaba mi intención de realizar observaciones en distintos
grupos de desocupados y en diversos espacios. La elección de este primer encuentro responde a la
posibilidad de dar cuenta del proceso de descubrimiento. El acceso relativamente sencillo al terreno
muestra también la apertura del tipo de organización en cuestión, acostumbrada al contacto con
estudiantes, profesionales, periodistas y otras figuras intermediarias.
128 | Acción colectiva y desocupación: un estudio en clave etnográfica
Pía Rius
Durante esas paradas, los miembros se acercan entre sí en forma compacta, ocu-
pando todo el espacio. Más de 1.500 personas se despliegan en la calle detrás de
la bandera de La Verón. Hacia el Congreso, Julia pasa cerca nuestro y alienta a los
manifestantes para que avancen a un mismo ritmo. Entonces, Carmen, con quien
caminábamos, le recuerda sus problemas de salud.11 Llegando hacia el Congreso,
hay otro momento de espera. Otras organizaciones venidas por el acceso norte de
la ciudad se organizan para converger hacia la Plaza de Mayo. Entusiasta de su
actividad en el movimiento, Carmen nos presenta a uno de sus hijos, Marcos, quien
tiene 16 años y camina a escasos metros nuestros. Carlos, el mayor, de 18 años,
también está allí, pero ella nos lo muestra de lejos, indicándolo con la mano; ese
día él está encargado de la seguridad. Entonces nos muestra la línea de seguridad
–el cordón– organizada por el grupo para delimitar los límites de la columna e
impedir que se mezclen los manifestantes de las organizaciones vecinas o que se
infiltren personas ajenas a la organización.
El cordón era una línea de jóvenes con gorras con visera, desgastadas y de
distintos colores. Suelen ser muchachos, pero también hay mujeres. Avanzan se-
parados por una distancia de un metro para marcar la separación apropiada entre
las líneas que, sin embargo, no se siguen de forma ordenada. Inmediatamente al
lado de esa ‘línea de puntos’, se desplazan los compañeros de otra organización
con su propio cordón de seguridad; participan junto a la misma movilización,
pero no se mezclan. Son la Corriente Clasista y Combativa (CCC). Las filas se
han acercado entre sí y son más compactas. La primera línea está ocupada por
las banderas de los dos grupos que marchan en forma conjunta –el MTD y la
CCC–, que son sostenidas a un mismo nivel.12 Esa disposición de los estandartes
permite mostrar la alianza entre las dos organizaciones para ejercer mayor presión
sobre las autoridades.
Analizando esas observaciones a la luz del conjunto del trabajo de campo, por
momentos la idea de una columna parece cobrar sentido. Los dirigentes y referentes
de los MTD se esfuerzan por informar previamente sobre los objetivos de cada
manifestación e insisten en su carácter político, las opciones que implica a diferencia
de las otras organizaciones y las relaciones con el gobierno. El avance junto a los
11
Sufre de hipertensión. Una enfermera desocupada, encargada de ‘salud’ nos explica que es una dolencia
frecuente entre los manifestantes. Los picos de tensión eran frecuentes en tiempos de calor. Un tensiómetro,
un estetoscopio, aspirinas y apósitos constituían el botiquín a su disposición. En una planilla consigna las
intervenciones, dejando prueba de su profesionalismo.
12
Reputada por ser la organización más masiva en el gran Buenos Aires, la CCC mantiene una línea de
confrontación con las autoridades que en esa etapa es compartida por el MTD A.V. Uno de los miembros
del MTD de Berisso que ha realizado tareas de seguridad explica que se trata de un esfuerzo cansador, ya
que se está en situación de alerta durante toda la jornada.
130 | Acción colectiva y desocupación: un estudio en clave etnográfica
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13
La llegada de una columna es un momento observado por los militantes. Ese mismo año una dirigente, al
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ver llegar una columna, explicita su evaluación de la situación: si las mujeres y los niños estaban presentes
era un signo de la manera pacífica de proceder del grupo.
14
Se trata de la conmemoración del ‘regreso de la democracia’ en diciembre de 1983. También podemos
observar la participación de las Madres de Plaza de Mayo y de otras organizaciones en múltiples
manifestaciones organizadas por este y otros MTD. Los miembros de distintos MTD han participado en
muchas manifestaciones que no convocan directamente, sino en apoyo de otras causas.
132 | Acción colectiva y desocupación: un estudio en clave etnográfica
Pía Rius
cómoda en la manifestación. Vive con sus padres y sabe que ellos no pueden ayu-
darla a financiar sus estudios. La participación en el MTD es para ella una solución
provisoria, ante la falta de trabajo y la necesidad de continuar sus estudios. Laura es
la hermana de su compañero. Sabiendo que buscaba trabajo siguió el consejo de su
delegada, Claudia la invitó a formar parte del grupo. Entre las dos se acompañan
frente a la incomodidad que produce en ellas la presencia en la calle en el momento
de la protesta. El compromiso aparece en la trayectoria de Claudia como una opción
no deseable pero admitida frente a la opción de continuar sus estudios.
Luchar por los planes en la calle y ‘ganarlos’, marchar al corazón de la capital,
ocupar la Plaza de Mayo, son ocasiones para instalarse en la escena política tanto
material como simbólicamente. Julia y Rubén, por sus roles de dirigente y dele-
gado, respectivamente, tienen una mayor cercanía con la dimensión política de la
manifestación, y dan muestras de una vinculación entre la acción colectiva y las
causas generales, como es el derecho al trabajo o las reivindicaciones por los dere-
chos humanos. Para ambos, el MTD es el espacio de aprendizaje de esas causas.
La dimensión familiar está presente, como lo dice explícitamente Rubén o como lo
sabremos posteriormente en el caso de Julia. Para Carmen esas experiencias aparecen
integradas a la vida cotidiana; sin embargo, en otro momento nos dirá que su marido
no está de acuerdo con el lugar excesivo que toma el MTD en la vida cotidiana. La
movilización se presenta como una activación, una salida de su espacio doméstico.
La manera en que me presenta a sus hijos sugiere que el rol de madre, la acompa-
ña en ese movimiento. El relato de Claudia, por el contrario, sugiere que vive la
movilización como un sacrificio en función de la obtención de un diploma que le
permitirá proyectar un futuro laboral más promisorio. La mirada retrospectiva y la
mirada prospectiva parecen encontrarse en un presente signado por las dificultades
enfrentadas. El activismo de los miembros puede pasar por una forma de presencia
física que implica estar presente, a veces adoptando la marcha como un momento
banalizado, otras buscando evitarla por el sacrificio que ella impone, otras erigiéndola
como un momento heroico. Para Sergio, un joven de 24 años, miembro del MTD
desde hace seis meses, también implica evocar una nueva experiencia:
Me gustó participar en las marchas, quise saber que se siente estar ahí, to-
davía no me tocó como a él, que le tocó. El estuvo el 26 cuando fallecieron
los chicos, yo no estuve, pero creo que es para aprender muchas cosas. (Sergio
MTD La Verón, diciembre 2003)
‘Estar ahí’, en la acción, o como lo dice Rubén ‘en la calle’, allí donde las organi-
zaciones ganan los planes, allí donde es importante, donde cuenta, en la Plaza de
Persona y Sociedad / Universidad Alberto Hurtado | 133
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15
La muerte de esos jóvenes es recordada anualmente el 26 de junio. Una investigación realizada por los
distintos grupos presentes (MTD Aníbal Verón, 2003) da cuenta de la responsabilidad policial y política.
Los grupos se movilizaron también durante el juicio a los policías, finalmente condenados en 2006.
16
La mesa de La Verón, bajo el liderazgo del MTD de F. Varela, en la cual participa el MTD de Berazategui,
reconoce el rol de los ‘dirigentes’, tal el nombre utilizado, en el proceso de organización de los sectores
populares.
134 | Acción colectiva y desocupación: un estudio en clave etnográfica
Pía Rius
Carmen y sus familias, quienes se acercan a los dirigentes del MTD Aníbal Verón
para formar el de Berazategui en el espacio local. La dimensión pública otorga
una capacidad de representación para quienes reconocen la reputación adquirida
y contribuyen a desarrollarla. Ese razonamiento es explicitado por Marina, la
esposa de Rubén, quien será delegada un año más tarde, cuando él deje el grupo
por un contrato de trabajo:
—El tío de él [Rubén] se contactó con estas personas de Varela, con Lucas o
con Gabi. Ellos llegaron ahí a Berazategui y ahí salió todo esto para hacer
un movimiento de MTD de Berazategui.
Pía: —Al MTD de Varela lo conociste a través del tío de tu marido, ¿él
tenía algún tipo de experiencia barrial?
—El iba todo por política, con los políticos del municipio. Pero, bueno,
después se le presentó esta oportunidad de abrir un movimiento, a ver cómo
funcionaba; bueno, se abrió, de por sí con toda la familia. Era todo familia,
la mujer de él, los hijos, mi marido, las hermanas, todo familia éramos;
éramos 22 personas, los primeros que comenzamos en Berazategui. […]
Así fue, esto fue en mayo, […] y, bueno, después de un mes que estábamos
nosotros pasó esto de Maxi y Darío.17 Vimos todo por la tele […], pero no
estábamos relacionados con el movimiento, no decíamos, sí, nos tocó a no-
sotros, es por nosotros. Después de a poco nos fuimos aferrando. (Marina,
MTD Berazategui, junio de 2005)
17
El argumento de la cantidad de personas se superpone al de la posibilidad de represión. La consigna
establecida por los dirigentes ese día fue de no marchar con niños, porque la manifestación sería
probablemente reprimida.
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18
El pasaje en el sentido contrario, de un dirigente o referente piquetero hacia la red partidaria local es
presentado por los distintos MTD como un riesgo permanente.
136 | Acción colectiva y desocupación: un estudio en clave etnográfica
Pía Rius
19
Algunas organizaciones de desocupados constituyen la sección de desocupados de un partido político. Ver
sus características en Svampa y Pereyra (2003).
20
El MTD comienza a funcionar en dos barrios. El de la calle Nueva York y el de villa Progreso. Pronto se
extiende a la zona limítrofe con La Plata, y se relaciona fuertemente con la Universidad Nacional de La
Plata y con distintas agrupaciones estudiantiles y territoriales. Esta categoría amerita un estudio particular,
dado el uso que se hace de la misma como una forma particular de vincularse con la política. Sin embargo,
dicho debate excede el propósito que intentamos desarrollar en estas páginas. Los nuevos barrios crean
actividades locales en seis lugares diferentes, desbordando los límites de Berisso hacia Ensenada y La Plata.
21
No hemos podido establecer claramente la contribución económica que realizan ‘los productivos’ al
movimiento. La norma enunciada propone distribuir 70 por ciento de los recursos obtenidos entre los
trabajadores y reservar el 30 por ciento restante para el funcionamiento del grupo y/o colaboración con el
MTD.
22
La consigna Trabajo, Dignidad y Cambio Social refleja la relación de este grupo con otros MTD del
sur del GBA con los cuales se coordinan acciones de protesta, de producción y de formación que se
constituyen como modelos en los primeros momentos del grupo. En 2002, cuando el grupo comienza a
organizarse, la referencia principal es la coordinadora Aníbal Verón. Mayores referencias sobre este espacio
aparecen en los testimonios de Colectivo Situaciones (2002); Svampa y Pereyra (2003); Couso (2006); Di
Marco (2011).
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23
El testimonio evoca la continuidad en las relaciones con las primeras organizaciones piqueteras, como las
de la provincia de Salta situada a 2000 kilómetros al norte de la ciudad de Buenos Aires.
24
Varela y Brown, dice Carlos en otro momento, tratando de hacer memoria.
138 | Acción colectiva y desocupación: un estudio en clave etnográfica
Pía Rius
que le suma un amigo del barrio que en ese relato es una figura intermediaria.
Conocer el funcionamiento de un MTD corresponde a un saber militante que
entonces no posee y que va a ser considerado como lo propio de Andrés, su ami-
go, y de Gerardo. En su relato, la experiencia central es la de la desocupación
seguida de la exclusión de los planes. La formación de un MTD se apoya en el
espacio de socialización preexistente. Andrés conoce a Gerardo por su participa-
ción en un taller para jóvenes, un lazo de confianza que no puede reducirse a la
relación estrictamente política. El relato de Carlos confiere cierta naturalidad a la
opción de formar un MTD basado en lazos de amistad, una relación desligada
del interés y de una concepción de la política. Se apoya también en la tentativa
de acceder a un derecho, los planes, que es denegado por prácticas locales de los
punteros –operadores de los partidos políticos. Si bien gran parte de los estudios
existentes dan cuenta de las dimensiones políticas de las organizaciones piqueteras,
la sospecha que pesa sobre lo político, que también se notaba en el discurso de
miembros del MTD de Berazategui, queda subestimada o bien se la interpreta
como un fenómeno de crisis de representación que afecta a los partidos políticos
tradicionales o a las organizaciones sindicales (Svampa y Pereyra, 2003). En ese
período de fuerte movilización, la mayor exigencia democrática es atribuida a las
clases medias en su participación de las asambleas barriales (Bloj, 2004), mien-
tras los sectores populares permanecen sometidos a una ética apolítica (Auyero,
2007). A partir del análisis de la experiencia de miembros de base, experiencia de
lo arbitrario en la distribución de recursos, podemos observar la transformación
de una red de sociabilidad y de amistad en una organización de desocupados y
la aparición de dimensiones positivas de lo político, en el caso de Héctor, como
posibilidad de ‘abrir’ los horizontes. Esa trayectoria no está exenta de contribu-
ciones a la institucionalidad, porque ella se realiza cuestionando la arbitrariedad
y proponiendo respuestas en términos de derecho. La arbitrariedad es sentida
de manera más injusta cuando quedan excluidos los jefes de familias con hijos a
cargo, considerados ‘casos prioritarios’ de acuerdo a la formulación que establece
la política social como la población beneficiaria.
La presencia de los jóvenes en la calle puede ser mal considerada por los vecinos.
Por ello, los amigos, cuando no se reúnen en tanto miembros del MTD, prefieren
alejarse del local. En efecto, los lazos entre los amigos del barrio y los vecinos
pueden dar lugar a tensiones que podrían perjudicar al conjunto. Sin embargo,
comprometerse en esa vía puede dar lugar a nuevas relaciones a partir de expe-
riencias comunes, diferentes del lazo de amistad, pero abiertas a nuevas formas de
intercambio. Los jóvenes referentes se vuelcan a la acción colectiva con el apoyo de
militantes experimentados cuyas trayectorias se vinculan con la militancia de base
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Vol. XXVII / Nº 1 / enero-abril 2013 / 121-149
En el MTD de Berisso se realiza una vez por semana una asamblea barrial. Es el
espacio donde se difunden informaciones ligadas a los proyectos en curso al interior
del MTD en conjunto con otras organizaciones o con el gobierno. También aparece
como el espacio donde se exponen las tensiones sobre el comportamiento esperado
de los miembros. Las distintas quejas dan lugar a un tratamiento al interior de los
grupos de trabajo que ponen en práctica distintas formas de seguimiento más o
menos eficaces, como las listas de presencia para asegurar la presencia regular de
los miembros. Como en el caso de las marchas, esta forma de control no impide
reconocer razones válidas para ausentarse “como en cualquier trabajo”, según los
dichos de un miembro. En particular, se toman en consideración las justificacio-
nes por razones familiares, por enfermedad, por la aparición de un trabajo o por
la participación en una marcha Cuando estas tentativas no alcanzan la situación,
se expone frente a la asamblea. La persona referente del grupo de trabajo le pide
cuentas al miembro que se encuentra en falta. Frente a las ausencias injustificadas,
el principal argumento parece ser la presión moral que se puede ejercer en el seno
de la asamblea. En este caso, un nuevo miembro que intenta justificar su ausencia
por razones de salud que no resultan creíbles. El grupo no pretende ejercer una
sanción como retirar el plan, pero si el gobierno lo da de baja el grupo no lo reclama.
Emilia es una joven referente del grupo, en una asamblea le reclama fuertemente a
un miembro por su incumplimiento. Este se defiende argumentando que ha tenido
problemas de salud. Su tía, que no es miembro, pero se encuentra presente, interviene
para recordar las pautas de discusión: “Acá no se viene a gritar”, afirma. Entonces
Carlos, otro joven realiza una intervención conciliadora en referencia al trabajo en
la huerta e incita al nuevo miembro a tomar una actitud de compromiso personal:
Emilia forma parte del MTD de Berisso desde su creación. Caminar junto a ella en
el barrio permite observar la familiaridad con los vecinos. A medida que avanzamos
describe las actividades que realiza junto con los vecinos con que nos cruzamos
o las relaciones en torno a alguno de sus tres hijos. Con la misma familiaridad
irrumpe en el local del MTD para intervenir en una reunión de organización de
la cantina. Desde una sociología tradicional probablemente sería considerada por
sus carencias: no tiene trabajo, no ha terminado sus estudios, no posee vivienda.
Sin embargo, desde que participa en el MTD toma la palabra en la asamblea y su
carácter de antigua miembro le da cierta autoridad. Forma parte de la Comisión
FOPAR 25 desde que obtuvieron el financiamiento de ese programa nacional.26 La
participación en ese programa implica responder a nuevas exigencias formuladas
por el Ministerio de Desarrollo Social. El local donde se realiza el comedor fue
prestado de común acuerdo por una vecina, lo cual no es garantía suficiente, y el
grupo deberá firmar un contrato de comodato para poder recibir los fondos. Para
presentar el pedido se ha creado una asociación civil que representa al colectivo y
se han designado los responsables legales de la gestión de la cantina, que adoptó
la forma de comisión de FOPAR.27 La gestión del programa implica pedir pre-
supuestos para la compra de insumos (una cocina industrial, heladera, cacerola,
vasijas, etc.). Al preguntar sobre el trabajo de la cantina, las respuestas apuntan a
describir la organización en la preparación de menús y las tareas de limpieza del
local. Las tareas administrativas aparecen solo después de varias conversaciones,
como una actividad ad hoc (compras, pagos, envío de facturas) realizada por
Emilia, aunque en realidad se renuevan todos los meses.
Este financiamiento ha cambiado el funcionamiento de la cantina y algunas
actividades que realizaban algunos miembros del grupo (buscar leña, preparar el
fuego, pedir alimentos a comerciantes locales) ya no son necesarias. En el turno
de la noche donde esta Emilia solo dos varones singuen trabajando en la cantina:
uno se encarga de recoger en la huerta algunas verduras y acompaña a los chicos
25
Conformada por ocho miembros: seis vocales, un presidente y un tesorero, Emilia, las facturas de compras
son remitidas a los funcionarios. El presidente de la comisión no vive en el barrio, por lo que la comisión
se reúne a menudo en su ausencia. Los vocales son cinco mujeres y un varón, la mayoría jóvenes del barrio
de menos de 30 años, con excepción de Lola, que tiene alrededor de 50.
26
El Fondo Participativo de Inversión Social es un programa del Ministerio de Desarrollo Social y Medio
Ambiente, creado en 1995 bajo la modalidad de promoción del “empoderamiento” de la población
involucrada. A partir de 2002 se orienta al financiamiento de infraestructura de comedores barriales.
27
Decisiones tomadas por la asamblea.
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Vol. XXVII / Nº 1 / enero-abril 2013 / 121-149
mientras comen, en tanto que el otro comparte con Emilia las tareas administrati-
vas y no siempre está presente a la hora de cocinar en función de otras actividades
que puede realizar, ya que suele tener algunas ‘changas’ en la construcción. Las
actividades en la cocina y en el comedor son en su mayoría realizadas por muje-
res. Emilia se desplaza con soltura, tiene la llave de la ‘despensa’ y va a buscar la
mercadería según el menú que establecen con Eleonor en función de la mercadería
disponible. Eleonor, una vecina de unos 50 años, es quien dirige las actividades.
Emilia también realiza algunas tareas de cocina y aprovecha para conversar con
sus compañeras y dar a conocer distintas cuestiones de la gestión de la cantina.
Cuando termina, se retira y va a dar una vuelta por el barrio, a su casa o a lo
de su madre donde quedaron sus hijos. Nuestra presencia en la cocina suscita la
conversación sobre las dificultades enfrentadas en los primeros tiempos y sobre
los esfuerzos realizados por dar “de comer bien a los chicos”, una alimentación
abundante y variada gracias a los productos de la huerta.
En ese momento la presencia de Emilia en la asamblea es limitada, dado que
está realizando un remplazo en un restaurant y no le coinciden los horarios para
poder asistir asiduamente. De ese modo, a pesar de su rol de referente, su activi-
dad varía en función de las posibilidades laborales que le surgen. Esa presencia
discontinua caracteriza a gran parte de los miembros, situación que suele poner
en riesgo la continuidad de los proyectos.
Para Andrés, la obtención del Fopar fue contraproducente porque antes “estába-
mos más unidos”, sostiene. En torno al funcionamiento de la cantina se generaban
tareas y actividades comunes que ya no son necesarias y reducen las ocasiones
de movilizarse por un proyecto común. Si la cantina, la panadería y la huerta
funcionaban en principio como proyectos articulados, la financiación por parte
del programa alimentario permitió el desarrollo de nuevas actividades como la
carpintería, y el proyecto de serigrafía realizado posteriormente. Sin embargo, mul-
tiplicó también las tensiones en torno a la presencia de los miembros y el manejo
de los fondos. Ante la necesidad de devolver el local prestado en 2005 la cantina
deja de funcionar y la actividad se reduce a la realización de una copa de leche
en un nuevo espacio, más pequeño, conseguido a unos 200 metros del antiguo
local. Se pierde entonces ese espacio de socialización que inicialmente articulaba
los esfuerzos de todo el grupo.
La participación de los miembros estudiada en continuidad con las prácticas
de trabajo y desempleo pone de relieve la importancia de compartir actividades
concretas en el funcionamiento cotidiano del grupo para fomentar espacios de
sociabilidad y de intercambio. La cantina, manejada por el propio grupo, permite
poner en relieve la posibilidad de “hacer bien” su trabajo, de “cumplir” con los
144 | Acción colectiva y desocupación: un estudio en clave etnográfica
Pía Rius
niños, con los compañeros o con las exigencias de las autoridades. En las acti-
vidades y proyectos compartidos las relaciones de amistad y los lazos familiares
quedan momentáneamente entre paréntesis y parecen dejar lugar al cumplimiento
(esperado y no siempre realizado) de acuerdos y obligaciones. De ese modo, la
observación sugiere que el sentido de “obtener los planes por la lucha” se con-
juga con las actividades realizadas en el espacio local, imprimiendo un sentido
de pertenencia y de obligaciones recíprocas que redefinen los lazos inicialmente
congregados en el proceso de movilización. Cuando los miembros de los MTD
no se limitan a simples beneficiarios de los programas gubernamentales, sino
que se transforman en activos organizadores de los mismos, sus expectativas en
relación a los derechos y obligaciones que les incumben pueden volver a servir
como soporte de una movilización ciudadana. La categorización como pobre o
asistido pierde su pertinencia a favor de formas de autogestión y de desarrollo de
capacidades, de la estima personal, de la familiarización con las instituciones,
de la capacidad a expresar públicamente una crítica social. La gran mayoría de
los jóvenes delegados y referentes han adquirido estas competencias en el espacio
de los MTD.
El valor que adquiere para Carlos la posibilidad de cumplir sus obligaciones
“por sí mismo” cuestiona la distinción entre un compromiso de ‘miembros por
conciencia’ que se involucran por altruismo al servicio de los ‘beneficiarios’ de
la acción colectiva. Ese cuestionamiento se ve reflejado en la utilización de la
denominación de compañeros que no resiste la distinción interna y externa del
grupo. El término se utiliza para interpelar tanto a miembros como a no miem-
bros del grupo, que se fundamenta en un ‘nosotros’ que comparte la presencia
en el espacio, pero también las actividades de trabajo y de movilización, aunque
no de forma excluyente. Un ‘nosotros’ que por momentos excede la copresencia
para evocar la coordinación, un lenguaje compartido, una apuesta de confianza
provisoria.28
Las formas de compromiso observadas nos invitan a dejar de lado el análisis de
una cultura de la pobreza que sería el resultado de las carencias materiales, obstá-
culo de todo cuestionamiento político, en función de una población homogénea
asistida, condenada a su propia reproducción.
28
Para Claude Lefort (1983), el ‘contrato’ democrático se establece fundamentalmente a partir de creencias
provisorias.
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Conclusión
29
Expresión que podía revertir el sentido estigmatizado de las calificaciones; por ejemplo, de las modalidades
de protesta, calificadas como murga (danza popular de carnavales) por los representantes clásicos de la
‘clase obrera’, los sindicatos comunistas y anarquistas herederos de tradiciones europeas (James, 1990)
146 | Acción colectiva y desocupación: un estudio en clave etnográfica
Pía Rius
por jóvenes, como Raúl, Julia, Andrés o Emilia, que desde esa posición representan
al grupo más amplio y no solo a los miembros más cercanos de su familia. Al tomar
el lugar de delegada, Marina actúa como tal ante todos los miembros, incluso ante
sus parientes de mayor edad, no sin tensiones que hemos visto aquí en la distancia
marcada entre ella, delegada de un MTD, y su tío que hacía todo ‘por política’.
Teniendo en cuenta el crecimiento de la organización y la integración de nuevos
miembros por fuera de los lazos familiares, la pertenencia inicial se ve sometida a
los criterios que impone la organización a la cual se integran, estableciendo nuevas
obligaciones mutuas y formas de evaluación. Del mismo modo, las relaciones de
amistad pueden estar a la base de la formación del MTD de Berisso, pero no de
manera determinista, ya que su crecimiento se ve ligado a la manera como los
miembros se erigen en referentes en los distintos barrios en donde se desarrolla y
adhieren a los principios y criterios establecidos en la organización y discutidos
en el espacio de la asamblea.
Las redes de sociabilidad que anteceden la formación de los MTD imprimen
una continuidad entre la actividad política y la vida cotidiana. Este anclaje se
observa en la forma en que son resignificadas las prácticas barriales, pero también
en la manera en que la manifestación urbana actualiza el anclaje local en sus
desplazamientos. Si la desocupación ha sido asociada a la apatía y al aislamiento
de quienes la padecen, el estudio presentado aquí permite superar la visión dico-
tómica entre lo público y lo privado, entre intereses materiales y objetivos políti-
cos. La acción colectiva aparece en el espacio local como una especie de apuesta,
como una búsqueda de soluciones frente a situaciones de privación material y
en el marco de cálculos y evaluaciones morales formuladas frente a restringidas
posibilidades. La opción no es la desocupación pero ante la desocupación, formar
parte de un MTD implica una opción en la que se requiere enfrentar la ruptura
que implica participar de una movilización, vencer los temores ante el riesgo de
represión, ocupar el espacio de la ciudad de Buenos Aires, cuestionar los lazos
familiares y de amistad, ir al encuentro de otros trabajadores desocupados que
se movilizan en otras regiones.
La observación etnográfica de los soportes de la acción colectiva permite pro-
fundizar la comprensión de este fenómeno complejo y abre nuevos interrogantes
sobre las maneras de intervenir en política de los sectores populares. Permite
comprender un compromiso político que implica la transformación del espa-
cio local mediante el desarrollo de ciertas capacidades, como la de interpelar a
las autoridades, de argumentar en público, responder a exigencias legales de los
programas en los que participan, así como coordinar entre miembros y vecinos
el desarrollo de objetivos y establecer solidaridades por fuera del espacio barrial,
Persona y Sociedad / Universidad Alberto Hurtado | 147
Vol. XXVII / Nº 1 / enero-abril 2013 / 121-149
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otros artículos
Persona y Sociedad / Universidad Alberto Hurtado | 153
Vol. XXVII / Nº 1 / enero-abril 2013 / 153-175
Mariano Salomone*
Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, Argentina
Resumen
Estas notas retoman aquello que vincula la teoría psicoanalítica con el amplio
campo de las ciencias sociales, explorando cuál es el aporte significativo que la
hipótesis de los ‘procesos anímicos inconscientes’ hace al conocimiento sobre el
vínculo social. El punto de partida que organiza el trabajo es la necesidad de pensar
al psicoanálisis como un conocimiento de tipo histórico, vale decir, constituyendo
al individuo como el lugar en el que se verifica y se debate el sentido de la historia
y de nuestras sociedades, sin lo cual la conducta de las personas se convertiría en
algo insignificante. Desde esta perspectiva, la ‘aplicación’ del psicoanálisis en las
ciencias sociales no puede reducirse a ocupar el lugar de un mero anexo o apéndice
de las mismas, sino que constituye su extensión necesaria. Esto es, proporciona
herramientas conceptuales para una teoría de la subjetividad que contenga en sus
presupuestos mismos la densidad histórica del mundo que la organiza como tal.
Palabras clave
Psicoanálisis, ciencias sociales, sujeto, campo histórico-social, subjetividad
Abstract
These notes deal with the links between psychoanalytic theory and the wide-ranging
realm of social sciences, exploring the significant contributions that the hypothesis
* Doctor en Ciencias Sociales, Grupo de trabajo “Experiencia política, género y memoria”, INCIHUSA,
CONICET, CCT-Mendoza. Correo electrónico: [email protected].
154 | A 100 años de Totem y tabú. Acerca del aporte del psicoanálisis a las ciencias sociales
Mariano Salomone
Keywords
Psychoanalysis, social sciences, subject, sociohistorical field, subjectivity
Introducción
del espíritu” por el psicoanálisis; buscaba por entonces “llenar la brecha” que
existía entre este y la antropología social, y se conformaba con lograr atraer una
mutua atención entre dichas disciplinas. De la misma manera, en la actualidad
renovar esa discusión implica apostar a recrear su respuesta, un examen orientado
a encontrar una fructífera implicación entre psicoanálisis y ciencias sociales. Sin
embargo, sabemos que dicha búsqueda siempre podrá ser la ocasión para que cada
una de las disciplinas renueve sus respectivas resistencias a los señalamientos que
la otra le hace. Este punto de vista pone de manifiesto la ilusión que cada una de
aquellas conserva en su pretensión de conocimiento autosuficiente sobre ‘su objeto’:
posición compartida que tiende a reproducir, de manera aporética, las discusiones
en torno a la oposición individuo-sociedad.
Hemos dicho ‘mutuos señalamientos’. El psicoanálisis trae un saber que llega
para cuestionar la noción de sujeto que aún conservan las ciencias sociales en
general, un sujeto de pura voluntad y conciencia. Por ello, del lado de las ciencias
sociales se trata de pensar las consecuencias que arroja la hipótesis del inconsciente
sobre la noción de sujeto. Por su parte, el psicoanálisis deberá comprender que,
aunque apuntando a lo que hay de menos social (e incluso asocial) en el sujeto,
él mismo, como pensamiento y actividad, no puede ser sino social (Castoriadis,
1992). En efecto, no todo lo que atañe al sujeto corresponde al psicoanálisis, hay
algo más allá de él: el campo histórico-social, al cual la psique se abre gracias a
la capacidad que adquiere en los procesos de sublimación; una realidad social
de la cual el psicoanálisis mismo forma parte, de la que nace y de cuya historia
participa. Toda tentativa de eliminar alguno de los dos términos que constituyen
esa unión-tensión, lo psíquico o lo social, apunta a hacer imposible e impensable
tanto la individualidad como la colectividad y socialidad concretas, esto es, his-
tóricamente efectivas.
El conjunto de esas indicaciones abren la posibilidad a una aceptación verdadera
de las limitaciones del saber y, con ella, a la reapertura de la interrogación como
nuevo cuestionamiento de lo que estaba establecido; pregunta, a su vez, a partir
de la cual, en las respuestas que asuma dar, es posible reconocer al sujeto. Según
Castoriadis (1992) se trata del conflicto entre la carga de la cosa ya pensada y la
carga de sí como fuente que puede crear pensamientos nuevos, elementos que
están siempre presentes y no se pueden eliminar. La vida del pensamiento mismo
depende de ese conflicto y continúa su creación toda vez que el interés sobre lo
todavía-por-pensar, prevalece sobre lo ya-pensado.
156 | A 100 años de Totem y tabú. Acerca del aporte del psicoanálisis a las ciencias sociales
Mariano Salomone
Antes de considerar cuál podría ser una articulación posible entre psicoanálisis
y ciencias sociales, resulta atractivo reconocer cuáles fueron las relaciones histó-
ricamente efectivas que han existido entre ellas. Lo que se ha de destacar aquí es
que los vínculos entre ambos campos problemáticos estuvieron presentes desde
sus orígenes. Si bien el lazo que históricamente los une no ha sido debidamente
abordado en su especificidad, gran parte de lo teorizado por el psicoanálisis tuvo,
como problemática, la realidad social en la que se desarrollaba. Y uno de sus
interlocutores principales fueron las investigaciones llevadas a cabo por entonces
en el campo de las ciencias sociales. De hecho, es importante tener en cuenta la
contemporaneidad del psicoanálisis al momento fundacional de las ciencias de
la cultura y de la sociedad. Es entre el último tercio del siglo XIX y la Primera
Guerra Mundial cuando se constituyen las grandes disciplinas del terreno cien-
tífico; cuando reciben su nombre y se definen sus respectivos objetos y métodos:
la sociología, la etnología, la ciencia del folclor, la psicología de los pueblos, la
1
Cabe hacer una aclaración preliminar respecto de cada una de estas disciplinas. En primer lugar, en
relación al psicoanálisis, es de destacar que lo producido en este campo es sumamente amplio, variado y
heterogéneo. En este artículo, la referencia obligada será la obra de Sigmund Freud como su creador y, en
algunos casos, el trabajo de Jaques Lacan como uno de sus continuadores históricamente más influyentes
que, paradójicamente, en su ‘retorno a Freud’ transgrede el pensamiento freudiano releyendo su obra a
partir de problemáticas pertenecientes a diversas disciplinas (psicología, filosofía, lingüística). En cuanto
a las ciencias sociales, tendremos que tener en cuenta que lo que hoy en día entendemos por tal campo de
disciplinas difiere considerablemente con respecto al referente que tenía en mente Freud en el momento
fundacional del psicoanálisis: más bien, la clasificación a la que él adscribía por aquellos años derivaba
de la concepción de Wilhelm Wundt, definida como “una investigación sobre las leyes evolutivas de la
lengua, el mito y las costumbres” (Assoun, 2003, p. 42).
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2
En el apartado siguiente se puede encontrar una indicación sobre el significado de la palabra kultur en
alemán; por el momento, cabe señalar que refiere tanto a la idea de civilización como a la de cultura.
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Mariano Salomone
3
Lacan, según Zafiropoulos (2001), ubicaría en el centro de su pensamiento los estudios de Durkheim
sobre la anomia social: la ley de contracción familiar no solo habría generado las circunstancias que de-
gradaron la regulación que hasta entonces era resultante del complejo de Edipo (el progreso narcísico y
la consumación del yo), sino que al mismo tiempo habría hecho posible su descubrimiento: no resulta
casual que dicho complejo fuera advertido por la mirada de un heredero del patriarcado judío, predis-
puesto a ver lo que se degradaba en sus vecinos vieneses. La bancarrota de la ley de contracción familiar
de Durkheim, operada por las nuevas investigaciones sobre la familia (en especial la crítica efectuada por
la Escuela de Cambridge), habría sido el puntapié que inició su posterior vinculación al estructuralismo
de Lévi-Strauss: aquel que le permitió diferenciar y separar en términos conceptuales el poder social del
padre de su función simbólica (Zafiropoulos, 2001).
4
Según el autor, esas transformaciones han sido descritas de distintas maneras, remitiendo a diferentes
problemas: instauración del principio de realidad, resolución del complejo de Edipo y sublimación de las
pulsiones.
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El individuo no existe fuera del campo social o, lo que es lo mismo, el ser humano
es un sujeto social: no son sino los otros aquellos que pueden reconocerlo como
totalidad (Lacan, 1966). Por eso mismo es que el psicoanálisis no puede ser otra
cosa que una ciencia de la interacción entre esos individuos, de los procesos de
identificación que generan, de las proyecciones y la formación de fantasías que
originan en su interrelación. ¿Y el objetivo de las ciencias sociales? ¿No inten-
tan acaso conocer y elucidar cómo los individuos interactúan y viven en grupo,
fundan sociedades, elaboran mitos y crean sus propias condiciones de existencia
(económicas, políticas, culturales, etc.)? Provisoriamente, afirmo que, en cierto
aspecto (esto es, dejando de lado los procesos puramente narcísicos irreductibles
a los mecanismos sociales), las ciencias sociales y el psicoanálisis comparten un
mismo objeto: los procesos de creación y transformación del lazo social.
5
Hay que advertir la diferencia que mantenía Freud con la psicología social de su tiempo: esta, decía el pen-
sador vienés, prescinde en su análisis de las relaciones del individuo con sus semejantes, tomando solamen-
te como objeto de la investigación la influencia simultánea ejercida sobre el individuo por un gran número
de personas (el comportamiento del individuo en masa), pero, fuera de esto, dichas relaciones podían serle
totalmente ajenas, como si en algún momento el individuo pudiera permanecer efectivamente aislado.
160 | A 100 años de Totem y tabú. Acerca del aporte del psicoanálisis a las ciencias sociales
Mariano Salomone
que intenta ponderar hasta qué punto valen la pena los sacrificios que nos impone
la civilización como exigencia cultural. Sin embargo, sería un gran error considerar
la teoría freudiana como una visión pesimista sobre la civilización y su destino.
Lo esencial del aporte de Freud fue el haberse mantenido tan alejado de un tono
apocalíptico como de un optimismo ingenuo que exalte sin más las ventajas de la
Kultur: por el contrario, siempre tuvo en cuenta, a partir de su experiencia clínica,
que la neurosis certificaba la imposible armonía entre la pulsión y la cultura. Por
ello, su preocupación central fue establecer una teoría del nacimiento de la cul-
tura y de la civilización, de sus avatares y de sus condiciones de funcionamiento,
convencido de que, al preguntarnos por nuestros orígenes, nos veríamos tentados
a examinar también nuestro porvenir. Ello, tal como se presentan los destinos,
históricamente, frente a las posibilidades abiertas entre la destrucción, la repro-
ducción y la transformación de la vida humana.
Ahora bien, en Freud la preocupación por el origen de la cultura se relaciona
con el punto de vista genético que asume, el cual demanda que el estudio y análisis
de las instituciones se realice en su movimiento, es decir, desde su génesis y en su
devenir. Como explica Assoun, en la concepción de Freud la respuesta a la pregunta
por la significación de un hecho cultural se confunde con la respuesta a la pregunta
por su origen: “¿qué es?” viene a ser “¿cómo se ha formado?” (Assoun, 2003, p.
42). Esta perspectiva nos recuerda que la significación es en sí misma histórica.
¿Qué es entonces la cultura (Kultur)? En El porvenir de una ilusión encontramos
la siguiente definición:
La cultura humana –entiendo por tal todo aquello en que la vida hu-
mana ha superado sus condiciones zoológicas y se distingue de la vida
de los animales, y desdeñando establecer entre los conceptos de cul-
tura y civilización separación alguna–; la cultura humana, repetimos,
muestra, como es sabido, al observador dos distintos aspectos. Por un
lado, comprende todo el saber y el poder conquistados por los hombres
para llegar a dominar las fuerzas de la Naturaleza y extraer los bienes
naturales con que satisfacer las necesidades humanas, y por otro, todas
las organizaciones necesarias para regular las relaciones de los hombres
entre sí y muy especialmente la distribución de los bienes naturales
alcanzables. (Freud, 1927, p. 2961)
Cabe advertir, en primer lugar, que Freud se rehúsa a efectuar una separación
entre el concepto de cultura y el de civilización (Assoun, 2003; Enriquez, 2005).
Adopta esta posición ante la necesidad de rechazar el dualismo que caracterizaba
162 | A 100 años de Totem y tabú. Acerca del aporte del psicoanálisis a las ciencias sociales
Mariano Salomone
con las que el sujeto trama y estructura su propia subjetividad. Gran parte de
los trabajos de León Rozitchner es un esfuerzo por dilucidar de qué modo los
determinantes histórico-sociales están presentes articulando y organizando el
aparato psíquico de los sujetos, constituyendo el fundamento mismo de lo más
individual, lugar contradictorio de su acceso al mundo de los hombres (Rozit-
chner, 1981 y 2003). La consecuencia de todo esto es que la psicología queda así
incluida como ciencia histórica, es decir, concibiendo al individuo como el lugar
donde se verifica y se debate el sentido de la historia, sin lo cual la conducta se
convierte en insignificante.
“El retorno infantil al totemismo”, en Totem y tabú (Freud, 1912), puede ser
considerado como el nacimiento de la metapsicología de la realidad social por medio
de una hipótesis genealógica de la cultura: el asesinato del padre. A partir de allí, la
renuncia a las pulsiones va a ser vista como una constante estructural de la Kultur.
Para explicar el origen histórico de la Kultur, Freud construye una hipótesis en
base a la comida totémica y la teoría de Darwin sobre la horda primitiva. Como
es sabido, dicha hipótesis supone la existencia de un padre violento y celoso que se
reserva para sí a todas las hembras y expulsa a sus hijos conforme van creciendo.
Los hijos (hombres) expulsados se reunen un día y matan al padre, devorando
luego su cadáver. De esa manera, unidos, emprenden lo que individualmente les
hubiera sido imposible. No obstante, la horda fraterna rebelde tenía con respecto
al padre aquellos mismos sentimientos contradictorios que forman el contenido
ambivalente del complejo paterno presente en los niños y en los enfermos neuróticos:
odiaban al padre que se oponía a sus exigencias y deseos sexuales, pero al mismo
tiempo lo amaban y admiraban. Por ello, luego de satisfacer su agresión, vuelven
los sentimientos cariñosos y se imponen por sobre los hostiles, a consecuencia de
lo cual surge el remordimiento y la conciencia de culpabilidad. En efecto, lo que
el padre había anteriormente prohibido por medio de su existencia, se lo prohi-
bieron luego los hijos a sí mismos como obediencia retrospectiva: desautorizaron
su acto, prohibiendo la muerte del tótem (sustitución del padre) y renunciaron a
los beneficios a los cuales el crimen abría, rehusando el contacto sexual con las
mujeres (ley de exogamia). En efecto, la conciencia de culpabilidad originó los dos
tabúes fundamentales del totemismo, los cuales coinciden con los deseos de Edipo.
Lo que el psicoanálisis permite advertir a través de estas observaciones es que
la fobia al incesto no corresponde a un “instinto humano innato”. Al analizar el
totemismo (sus tabúes) como producto de la alianza fraterna, Freud acentúa el
lado social del mismo, esto es, la significación que adquiere en tanto base de la
organización social que la alianza entre los hermanos instituye en un momento
determinado. En otras palabras, nos muestra el origen, en la historia del hombre
164 | A 100 años de Totem y tabú. Acerca del aporte del psicoanálisis a las ciencias sociales
Mariano Salomone
7
Ilustrada en Psicología de las masas y análisis del yo mediante la parábola del puercoespín; la dinámica
dialéctica entre alejamiento y acercamiento.
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vemos que ‘el amor social’, lejos de ser originario, es el resultado de una
inversión de la relación de ‘odio’; es decir, aquello que le proporciona una
‘salida’. Por tanto, el ‘vínculo social’ sirve para erotizar la agresividad, si
bien se nutre de ella subterráneamente. (Assoun, 2003, p. 108)
Con esta última reflexión, a propósito de la psicología de las masas, nos acercamos
a la problemática propia de los textos maduros de Freud. En ellos hay un cambio
de perspectiva: la reflexión abandona su primera preocupación por el origen de la
civilización, para poner énfasis en el análisis de su condición actual y el problema
de su porvenir. No obstante, este cambio de acentuación no debe ser leído como
una ruptura respecto de lo anterior. Si bien encontramos en el medio importantes
inflexiones en su pensamiento (Consideraciones de actualidad sobre la guerra y la
muerte, 1915b, y Más allá del principio de placer, 1920), estos virajes quizás no hi-
cieron sino llevar al extremo las primeras hipótesis que sustentaban su concepción
de Kultur: el malestar es visto ahora como estructural (drama universal), producto
de la dinámica propia entre Eros y la pulsión de muerte (Freud, 1930).8
Tan importante para la sociedad es la existencia de Eros como lo es también la
de la pulsión de muerte: “la verdad oculta es que el hombre no es una criatura tierna
y necesitada de amor, sino que, por el contrario, un ser entre cuyas disposiciones
instintivas también se incluye la agresividad” (Freud, 1930, p. 3046). No obstante,
Eugene Enriquez (2005) pone especial énfasis en señalar que lo crucial en el pen-
8
Paul-Laurent Assoun afirma la continuidad conceptual innegable que existe entre los primeros y últimos
escritos culturales de Freud; no obstante, también advierte importantes cambios: en 1908, Freud habla
de represión cuando se refiere a la Kultur; en 1930 prefiere hacerlo a partir de la idea de renuncia a las
pulsiones, manifestando con ello un impedimento más bien estructural, esto es, un movimiento que es
interno y no externo. “Es una ‘represión’ (término que se menciona aún como casi sinónimo), pero que
constituye en cierto modo un sujeto de la Kultur, que está construido sobre ese destino específicamente
social de la pulsión que es la ‘renuncia’” (Assoun, 2003, p. 152; destacados del original).
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Mariano Salomone
samiento de Freud es el juego (dinámica) entre esas pulsiones, las maneras por las
que una se pone al servicio de la otra. Por ejemplo, como vimos, es la pulsión de
vida (Eros) la que permite la creación de grupos al establecer vínculos libidinales
entre los/las individuos/as; pero existe también el peligro de que, al favorecer el
amor entre sus miembros, su trabajo engendre entidades compactas –cerradas
sobre sí mismas– que deriven en el rechazo o el desprecio de aquellos/as que no
son parte del mismo grupo (aquel ‘narcisismo de las pequeñas diferencias’ del cual
hablaba Freud). De esa manera, su trabajo de ligazón puede producir el efecto
contrario, esto es, perseguir la muerte física o psíquica de los/las diferentes. Por
ello, no es correcto confundir a Eros con la pulsión originaria en el ser humano.
De la misma manera, la pulsión de muerte puede tener efectos benéficos o
ser colocada al servicio de la pulsión de vida. En su trabajo de desligamiento, de
rompimiento de los lazos vigentes, cuestiona las civilizaciones y desafía las auto-
ridades establecidas. Retomando esa idea, Néstor Braunstein (1981) señala que la
pulsión de muerte es lo que hace del hombre (y la mujer) el ser más siniestro, esto
es, a aquel que a través de la violencia puede hacer de lo familiar algo extraño,
que logra evadir los límites que le son habituales y familiares.9 El ser humano es
siniestro porque sale de sí, de su lugar, para hacerlo extraño. En efecto, el saber de
la muerte es la fuente de la que brota la vida, la que hace al hombre y la mujer seres
creadores; aquello que permite surgir la novedad, impedir la repetición, favorecer la
creatividad y nuevos modos de pensamiento y acción (Enriquez, 2005, p. 166). En
consecuencia, el llamado pesimismo freudiano debe ser reconsiderado: la muerte ya
no conserva un valor negativo, sino que se convierte en rectora del obrar creativo.
Así, la propuesta freudiana abre la dimensión optimista de una nueva manera de
encarar la vida, llevándola más allá de lo familiar y de la moral cultural represiva:
decir que el hombre es siniestro no es decir algo negativo, sino señalar que, en tanto
sujeto del deseo inconsciente, es impugnador y transgresor de los órdenes vigentes
que pretenden aparecer como naturales e intocables (Braunstein, 1981, p. 215).
La historia inaugurada por el nacimiento de la cultura es la de la lucha entre
Eros y la pulsión de muerte. En su devenir, según Freud, el desarrollo cultural
ha sido producto de esa dinámica, y su porvenir permanecerá entre esos mismos
márgenes: entre la norma prepotente que, en tanto existe desde antes, liga a los
hombres y mujeres entre sí bajo una determinada organización de la vida social,
y la intransigencia del deseo que disuelve esas ligaduras y provoca la aparición de
9
Con ello el autor retoma el texto de Freud, Das Unheimlich (1919), y advierte que sus respectivas tra-
ducciones a la lengua española –en las cuales se utilizaron vocablos como lo siniestro y lo ominoso– no
dan cuenta del significado que tiene la palabra unheimlich en alemán: el sentido de transformación en lo
contrario, lo familiar que en determinado momento ha devenido en pavoroso.
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Ahora bien, la segunda cuestión que se plantea al comienzo del trabajo es la del
sujeto, problemática que toca repensar desde el punto de vista de las consideraciones
anteriores: ¿qué aportes puede hacer el psicoanálisis en este terreno al conjunto de las
ciencias sociales? ¿Cómo pensar ese sujeto de la cultura? Diremos que dicho aporte
tiene como efecto filosófico fundamental una problematización de la noción de
sujeto con la que acostumbramos a trabajar dentro de las ciencias sociales.
El psicoanálisis se ubica entre la herencia racionalista –que ve en el sujeto de
la razón la posibilidad de disputar de manera definitiva la omnipotencia de los
dioses– y el nihilismo posmoderno (igualmente omnipotente), que encuentra en el
despotismo de la Razón, el descubrimiento (tardío) del inconsciente y la autonomía
del lenguaje, la imposibilidad de constituir cualquier sujeto. Sin duda, la introduc-
ción de una dimensión inconsciente problematiza de manera radical la identidad del
sujeto. No obstante, hay que dejar en claro que el psicoanálisis, afirmando el carácter
deseante del sujeto, lo divide, lo descentra, pero no lo demuele. Más bien, en el re-
conocimiento de esa razón (que alienta sus deseos) radica la posibilidad de asumirse
sujeto responsable de su mantenimiento y consecuencias. Tal como afirma Cornelius
Castoriadis (1992), se trata de afirmar un estatuto del sujeto que se distancie de toda
sustancialidad, pero que lo mantenga como pregunta y proyecto: una cuestión cuya
finalidad no puede agotarse en la mera constatación de lo inconsciente (la falta),
10
En este punto es importante destacar el artículo de León Rozitchner dedicado a pensar los mecanismos
psíquicos e históricos que producen la suspensión de esa dialéctica cultural entre Eros y la pulsión de
muerte, la detención de la agresión por la culpa (Rozitchner, 1981).
168 | A 100 años de Totem y tabú. Acerca del aporte del psicoanálisis a las ciencias sociales
Mariano Salomone
sino que es algo que debe ser hecho a partir de su reconocimiento, aquello que se hace
en un análisis como ‘elucidación’. En efecto, es necesario trazar el debate sobre la
problemática del sujeto en confrontación con esas dos posiciones que, en cuanto al
resultado teórico obtenido (ya sea buscado o solo encontrado, da lo mismo), resultan
igualmente simétricas: lejos de poder dar cuenta de las encrucijadas a las que se ve
enfrentado el sujeto ‘barrado’, barren con la posibilidad de todo sujeto.11
En continuidad con el apartado anterior, debemos ubicar la problemática del
sujeto en el terreno de la Kultur. El sujeto de la cultura (el hombre civilizado),
nos recuerda Assoun (2003), se define por su pertenencia a una comunidad y
por la suma de las imposiciones y restricciones que esta le impone. En efecto, la
cuestión del sujeto corresponde al problema de la instauración de la subjetividad
en el orden simbólico. Según De Santos (2006), su instalación en el orden de la
cultura es lo que aparta al individuo humano del continuo indefinido de lo real,
momento que marca la distancia que permanecerá para siempre entre lo vivido
y lo sabido, la experiencia y la palabra. La consecuencia de este desarraigo, con-
tinúa el autor, es que su naturaleza de pertenencia queda abolida y se transpone
a otra legalidad: la jurisdicción del deseo que, a diferencia de aquel, implica la
postergación de la satisfacción (la prohibición del goce) y el reconocimiento del
otro/a para significar una evidencia corporal que se le ha escapado. Ahora bien, la
recompensa por aquella irremediable pérdida es que la subjetividad enfrenta esta
otra modalidad de su existencia con los medios acordes a su nueva ‘naturaleza’:
“arrancado de lo real, al hombre le quedó el consuelo y la potencia de su fantasía”
(De Santos, 2006, p. 210).12
Instalado en el lenguaje, el sujeto sabrá de la vida (coalescencia con lo real)
únicamente a través de su traducción en las significantes equivalencias que la
simbolizan y que podrán retornar solo como deseo. Es decir, sus relaciones con
los otros y con las cosas no tendrán otra consistencia que la de su capacidad para
significarlas a través del diálogo con sus semejantes. Dice De Santos
11
Cabe señalar lo dicho por Slasvoj Zizek respecto de las reacciones especulares en tanto mecanismos ideo-
lógicos: “cuando se denuncia un procedimiento como ‘ideológico por excelencia’, podemos estar seguros
de que su inversión no es menos ideológica” (Zizek, 2002, p. 10).
12
Castoriadis nos recuerda cuáles son, a su juicio, las características de lo psíquico: la desfuncionalidad de
los procesos psíquicos en relación con el componente biológico del ser humano; la dominación del placer
representativo sobre el placer de órgano; la autonomía del afecto; y lo que él llamó la imaginación radical: la
capacidad que tiene el ser humano de formular lo que no está (Castoriadis, 1992, pp. 128-134).
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13
La madre es la primera persona que le habla al niño/a (que lo/la desea) y, como tal, es la primera represen-
tante de la sociedad y portavoz de las generaciones pasadas.
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Mariano Salomone
Es una posibilidad (abstracta) pero no una fatalidad para todo ser hu-
mano: es creación histórica y creación cuya historia puede seguirse. Este
sujeto, la subjetividad humana, está caracterizado por la reflexividad
(que no debe confundirse con el simple pensamiento) y por la voluntad
o capacidad de acción deliberada, en el sentido pleno de este término.
(Castoriadis, 1992, p. 122)
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tanto para aquellas miradas más fascinadas con los imposibles retornos a un estado
de naturaleza primigenio e inocente (filosofías new age que promulgan ‘volver a
lo natural’) como a aquellas otras ideologías del progreso que ven en los avances
tecnológicos la inminente promesa de un futuro paradisíaco de vida eterna.
Por el lado del psicoanálisis, la verdadera oposición (alternativa) no es entre
pesimismo y optimismo, sino entre ilusión y crítica: “se trata de poner de mani-
fiesto los fundamentos de una condición, la humana, que necesita de ilusiones
y, después, pensar en la posibilidad de su transformación” (Braunstein, 1981, p.
192). En continuidad con esa línea, Blas de Santos nos recuerda el pensamiento
de Marx, para quien el problema de los sujetos frente a la exigencia de superar las
ilusiones sobre su situación era pasar por alto que se trataba de una situación que
funcionaba a base de ilusiones.14 Por eso, podemos decir que el psicoanálisis tiene
como tarea reconciliar al hombre y la mujer con la civilización (lugar en donde
están condenados a vivir); y, aunque lo haga, les coloca aquello que poseen de
irreconciliable: su relación de origen con lo prohibido (renuncia a las pulsiones),
que constituye el auténtico secreto de lo social. Ese es el motivo de la resistencia
que genera su saber: el hecho de recordarnos el fracaso de la Kultur (su hipocresía
constitutiva) y al mismo tiempo el carácter inevitable de su ideal (Assoun, 2003).
A lo largo de este trabajo se ha procurado orientar la discusión acerca del aporte del
psicoanálisis a las ciencias sociales en dos direcciones: la problemática de la Kultur y las
condiciones de constitución de la subjetividad del sujeto. En la primera parte se señaló
un primer argumento en relación a la posible articulación entre psicoanálisis y ciencias
sociales, que sería histórico: cada uno de esos campos de saber ha sido construido
en un diálogo permanente con el otro. Desde el punto de vista de la historia de las
ideas, las trayectorias intelectuales de Freud y Lacan expresan esa historia imbricada.
Ambas experiencias muestran cómo el interrogante por la psicología profunda implicó
históricamente atender a las prácticas y condiciones sociales de cada momento y un
intercambio fructífero con las disciplinas que las tenían por objeto (antropología,
etnología, psicología de los pueblos, folclor, etc.). En efecto, la tesis central expuesta
afirma que la aplicación del psicoanálisis a las ciencias sociales no puede pensarse como
un anexo en cierta medida accesorio, sino que constituye su extensión necesaria, puesto
que la dimensión inconsciente representa el reverso del vínculo social.
Posteriormente se expuso la manera como el freudismo tendió a formular
la pregunta por la Kultur. La perspectiva genética de su concepción lo llevó a
plantear la cuestión del origen de la cultura para interrogar, paradójicamente, la
14
En Crítica de la filosofía del derecho de Hegel: “pedirles que abandonen sus ilusiones sobre su condición, es
pedirles que abandonen una condición que exige ilusiones”.
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tomo VIII. Madrid: Biblioteca Nueva.
Persona y Sociedad / Universidad Alberto Hurtado | 175
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Para una etnografía del silencio y del logro de estar presente ante el otro. Una
entrevista con Clara Han
En 2012, University of California Press publicó Life in Debt. Times of Care and
Violence in Neoliberal Chile, escrito por Clara Han.1 Life in Debt es un libro de
antropología en el sentido más tradicional. Es el resultado de años de etnografía
llevada a cabo en varios hogares de la población La Pincoya, en el norte de Santiago
y, más que un corte específico –ya sea en lo económico, lo moral, lo religioso, etc.–,
el libro describe pacientemente el enredo práctico de estos diferentes aspectos en
la vida cotidiana.
Es una obra muy recomendable. Para los interesados en la antropología eco-
nómica, porque Han presenta una aproximación novedosa al análisis de la deuda,
donde no se niega, pero se abraza; el hecho de que lo que adeudado es inevita-
blemente ausente y abierto a ser reinterpretado. Y, para un público más general,
porque desde La Pincoya Han ha escrito uno de los mejores libros sobre la histo-
ria reciente de Chile. No solo porque rescata voces que suelen ser oídas a lo más
como de ‘beneficiarios’ de programas sociales y de intervenciones de seguridad
ciudadana, sino también porque, con una claridad sorprendente, se expone aquí
el neoliberalismo en su acción práctica en las políticas sociales, urbanas, médicas
y de la memoria de las últimas décadas.
En septiembre pasado encontré a Clara Han en Santiago, donde estaba nue-
vamente haciendo trabajo de terreno, aunque esta vez en la población La Legua.
En nuestra conversación, Clara respondió pacientemente mis, debo decir, no muy
precisas preguntas, preparadas justo después de haber leído el libro. Seis meses
después, hemos transcrito y editado el material para ser incluido en este número
especial de Persona y Sociedad.2
* Investigador asociado Instituto de Investigación en Ciencias Sociales, Universidad Diego Portales, Chile,
e investigador visitante Department of Organization, Copenhagen Business School. PhD Goldsmiths,
University of London. Ha coeditado recientemente Adaptación. La empresa chilena después de Friedman
(2013) y el libro de entrevistas Disturbios culturales (2012).
1
Clara Han es profesora asistente del Departmento de Antropología de la Johns Hopkins University, PhD
y MD Harvard University. En 2012 publicó Life in Debt: Times of Care and Violence in Neoliberal Chile.
2
El audio original de la conversación está disponible en http://estudiosdelaeconomia.wordpress.
com/2013/03/25/el-logro-de-estar-presente-al-otro-cuidado-y-antropologia-de-la-deuda-una-entrevista-
con-clara-han/ [abril 2013]. Agradecemos la cuidadosa transcripción de Macarena Barros.
180 | Reseñas
Entrevista de José Ossandón*
JO. Mi primera pregunta tiene que ver con la relación de tu libro con la antro-
pología económica. Tradicionalmente, la antropología económica ha distinguido
entre, por un lado, el mundo de los dones, la reciprocidad, la familia, y, por el otro,
los dominios más abstractos del Estado, la burocracia o el mercado, marcando
una fuerte diferencia entre ellos. En cambio, tú pareces empezar desde otro par
de conceptos. En vez de commodity y gift, mercancía y don, trabajas con deuda y
cuidado, debt y care. Y deuda y cuidado, si bien son conceptos distintos, parecen
estar menos diferenciados o más entrelazados entre ellos. Así, en el libro vas dejando
claro cómo en las relaciones familiares se van produciendo deudas domésticas, pero
que tienen que ver también con el cuidado. Lo que no me queda muy claro, sin
embargo, es si aceptarías, por ejemplo, que el Estado y el mercado, que como expli-
cas en el libro también se relacionan mediante deudas, pueden producir cuidado.
¿Cómo ves la relación entre estos dos conceptos, deuda y cuidado, en tu trabajo?
CH. Para empezar, déjame explicar un poco cómo me acerco a la antropología
económica. En el libro, y en mi trabajo en general, estoy interesada en lo cotidia-
no. Lo cotidiano no como algo dado, sino como algo logrado. El interés por lo
cotidiano implica que tengo que trabajar en los márgenes de las instituciones. Por
ejemplo: seguir la vida de un programa concreto del Estado, como el programa
Puentes, Chile Solidario, o la intervención policial en La Legua, en las relaciones
familiares cotidianas. Cuando uno empieza a través de lo cotidiano, ya no tiene
esa distinción fuerte entre la reciprocidad por un lado y el mercado o el Estado
por el otro; todo es mucho más entrelazado.
En la introducción del libro –cuando hablo de autocuidado, discursos del self
care, self responsability, etc.– explico que no es tan fácil de traspasar o trasladar ese
discurso a lo cotidiano. No es tan fácil, porque uno no puede simplemente partir
desde el individuo que aparece en una política pública o en la vida cotidiana…
¡porque no existe! Uno tiene que empezar por las relaciones. Este es el punto básico
de la antropología: los antropólogos estudiamos relaciones. En vez de elegir de
antemano un objeto, ya sea deuda/reciprocidad, don/reciprocidad, Estado o insti-
tucionalidad deben seguirse relaciones, y con ello lograr una mirada más profunda
de la realidad del vivir en los márgenes. Yo prefiero empezar por la cotidianidad,
lo cotidiano, y de ahí ver cómo podemos acercarnos a lo que podemos llamar
cuidado o afecto, cariño... Es desde ahí que llego al cuidado y las deudas, o a las
pequeñas deudas en lo cotidiano. Pero, más que pensar en deuda, en abstracto,
mi interés principal fue la experiencia de cuidar al otro, y en esa experiencia de
cuidar al otro llegar al descubrimiento del límite del propio self, del yo.
Pensando hoy, después de haber hecho trabajo en terreno en otra población
en Santiago, yo creo que la palabra que usé en el libro obligación quizás no fue
Persona y Sociedad / Universidad Alberto Hurtado | 181
Vol. XXVII / Nº 1 / enero-abril 2013 / 179-189
la más apropiada. Me queda una frase súper linda que dice mucha gente en La
Legua: “es que no me nace, no me nace”, que no es lo mismo que obligación.
Siempre dicen: “no, no quiero que te sientas obligada”; “no quiero que te sientas
obligada a hacerlo”; “¡no es por obligación!”; es decir, “no me nace” o “no nace
de mí”. Entonces, ¿cómo podemos pensar en el cuidado a partir de esa sensación
que me nace en vez de pensar en una obligación? Porque la noción de obligación
tiene toda esa genealogía de Durkheim, de la coerción del hecho social. Hoy creo
que quizás haber usado las palabras deuda y obligación no fue necesariamente la
decisión más apropiada. Lo que el libro intenta es documentar la experiencia de
cuidar al otro y los límites expresados en todas esas emociones: la decepción, la
desilusión, los pequeños logros, el reconocimiento cotidiano; todo eso que pode-
mos pensar como lo moral.
JO. Entonces, lo que el libro documenta es principalmente el tipo de relaciones
que se generan cotidianamente en torno al cuidado. Sin embargo, la deuda es
también un tema central en el libro; de hecho, el concepto aparece en el título.
Pero pareciera que prefieres un uso laxo del término. O que juegas con múltiples
tipos de deudas. Por ejemplo, señalas que las políticas públicas en Chile se han
propuesto como formas de saldar deudas, tales como: ‘la deuda social con los po-
bres’ o la ‘deuda de los derechos humanos’. Tu método de análisis parece intentar
conectar estas deudas más abstractas con las deudas cotidianas o con las relaciones
particulares propias de la vida doméstica. De este modo, no solo reconstruyes la
cotidianidad, sino también la historia de la política pública, de la población, etc.
Son varios niveles al mismo tiempo, como diferentes capas arqueológicas que
deben actualizarse al momento de narrar tu trabajo, ¿no?
CH. ¡Es que el libro tiene muchas temporalidades diferentes! Pensando en la
‘deuda social’ y en la ‘deuda moral de los derechos humanos’... El primer paso fue
cuestionar ese quiebre, es decir, porque podemos decir: “sí, hay una deuda moral
o social pendiente, y por eso tenemos que desarrollar diferentes políticas públicas
para pagar esas deudas, para mejorar la sociedad posautoritarismo, pos-Pinochet”.
Es que ya en ese paso de declarar que “el Estado tiene una deuda pendiente con el
pueblo chileno, con la sociedad chilena”, se está instaurando una cierta relación con
el tiempo. Se asume un pasado, algo que ya pasó, y que tenemos que pagar esa deuda.
Todos sabemos lo que pasó durante la dictadura en términos de la privatización
de los servicios públicos, de la municipalización, de la precarización de empleos
y de las dificultades que la gente en las poblaciones tuvo y sigue teniendo por
esas mismas reformas estructurales sociales y económicas. Entonces, una de las
preguntas que trata el libro es cómo conectar esta misma relación con el tiempo,
con un hecho que pasó y que estamos tratando de pagar, solucionar o responder
182 | Reseñas
Entrevista de José Ossandón*
frente a ese pasado representado. ¿Cómo conectar esto a la cotidianidad que está
integrada por ese mismo cambio estructural, pero con personas que fueron exi-
liadas, torturadas, que experimentaron violencia colectiva a nivel de la población,
y que siguen en esas condiciones de precariedad hasta el día de hoy?
Mi desafío era pensar en estas distintas temporalidades que estaban pasando
a la vez. Por un lado, el discurso del Estado, de pagar la deuda social, la deuda
moral de los derechos humanos. Por otro, la experiencia del pasado presente en la
vida actual. No estamos hablando de un tiempo lineal, estamos hablando de un
tiempo grueso con múltiples tiempos entrelazados. No se trata entonces de usar la
deuda como trope. Estoy quizás un paso más allá de eso, pensando en las relaciones
con un tiempo que puede ser concebido diferentemente en distintos registros. Es,
por ejemplo, como el caso de Ruby, que experimenta el pasado presente en un
sueño, que es una forma para ella, quizás, de poder estar con otros en ese duelo.
Volviendo a la primera pregunta de cuidado, deuda, mercado, Estado y reci-
procidad. Podemos pensar, por ejemplo, en Pierre Clastres (1978), y en el contraste
que él propuso entre un Estado –podemos decir moderno– y los que no viven
conectados, pero dejando de lado o suponiendo que es lo que es el Estado, sin
cuestionar cómo la misma política pública del Estado puede tener una vida total-
mente distinta en un barrio marginal. El trabajo aquí era pensar en ese margen
y ver cómo esas deudas –la deuda social, moral– pueden entenderse a partir de
distintos programas concretos que entran materialmente en la vida cotidiana de las
personas. Por ejemplo, en el hecho de querer o no dar testimonio para el informe
Valech, en una pastilla en los programas para tratar la depresión y los roces que
se produce dentro de la familia con cada uno de estos programas.
JO. En tu trabajo conectas compromisos entre vecinos, políticas públicas y las
deudas con tiendas y casas comerciales. Algo que me parece particularmente inte-
resante tiene que ver con el método. Quizás una forma de hacer esto, por ejemplo
pensando en otros tipos de antropología o en la literatura de los Estudios Sociales
de la Ciencia, podría haber sido seguir objetos que conecten estos diferentes tipos
de espacios. Por ejemplo, la pastilla antidepresiva misma que mencionaste recién.
Uno podría hacer una antropología del antidepresivo y seguir esa historia, desde
el laboratorio hasta el hospital, hasta el hogar, etc. Pero tú haces algo diferente.
No sé bien cómo decirlo, pero pareciera que tu método de análisis tiene que ver
con estudiar ausencias. Como lo que estudias son deudas, y no solo relaciones
u objetos actuales, se haría necesario interpretar qué es lo que se está debiendo,
lo que marca una determinada relación pero no está ahí de forma explícita. Por
ejemplo, en el caso de la mamá que había vivido en Argentina y luego vuelve, lo que
haces es desenredar qué es lo que sería para la hija la deuda de su madre ausente,
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CH. Con respecto a la historia cortada en La Pincoya, fue así para mucha gente.
Una historia cortada, un futuro proyectado pero cortado, que tiene que ver con
esa decepción. Entonces es una de las preguntas: ¿cómo vives con esa decepción,
desilusión, todos los días? Y, a pesar de eso, cómo creas o logras una cotidianidad
con otros, un convivir con otros, a pesar de eso o a través de eso…
Pensando en la política del libro... La pregunta del libro es ¿cómo podemos estar
presentes ante el otro y no endeudados? Yo creo que el libro crea –ojalá- o establece
un espacio de crítica en la política pública. Una crítica posible por haber trabajado
en la población, por tener un compromiso con la gente de la población. No decir
que otro mundo no es posible, pero, sin una crítica o espacio para la crítica, no es
posible pensar en otro mundo. La política del libro es crear un espacio de crítica
por el trabajo en terreno que presenta preguntas tales como: ¿cómo vivir con esa
desilusión? Y no como encajarlo “ya, es la decepción, desilusión del mundo, etc.”,
porque igual la vida sigue. Y quizás, de un modo más específico, la política del
libro en la academia chilena es llamar a los antropólogos a que vuelvan a trabajar
con la gente.
JO. Para ir terminando. Recién conectaste endeudado y presente, que a su vez
suena a don. Leyendo el libro me quedó la sensación de que la deuda es inevitable.
Siempre estamos en relaciones de deuda, con nuestros padres, vecinos, el Estado,
las tiendas, quien sea. Y que lo que hace la etnografía en este contexto es contar
estas deudas juntas. Pero, a su vez, para contar las deudas se necesita tiempo.
Paciencia. Hay ahí una ética de la reconstrucción, ya que solo con mucho tiempo
y paciencia podrás entender al menos parte de lo que estás estudiando. Lo que
no vi en el libro fue una tensión entre deuda y presente. Pero ahora, conversando,
me queda la duda de si es así, o si quizás ves una tensión entre el ‘presente’ o ‘dar
presente’, que mencionas, y la deuda como dos formas de relación en disputa.
CH. La pregunta es ¿cómo estar presente ante el otro?, es decir, cómo no caer o
caer en el olvido, en un olvido cotidiano. Eso pasa todos los días con nosotros. Por
ejemplo, cuando decimos “yo tengo tantos compromisos”, o estoy corriendo de allá
para acá, pero no llamo a mi amiga aunque sé que su hijo esté muriendo de cáncer,
¡no la llamo! El olvido cotidiano es así, en repeticiones, en hábitos. Pero estar presente
ante el otro es otra cosa, es estar atento. Por ejemplo, en ese capítulo sobre la gene-
rosidad, puede ser que “hoy día cacho que no está bien mi vecino”, pero al otro día
“no lo cacho, porque yo estoy tan inundada en mis problemas” que no puedo, estoy
ciega ahora. Entonces, estos pequeños logros de cachar que la vecina no está bien y
hacer algo para que ella esté un poco mejor, protegiendo su propia dignidad, es estar
presente ante el otro. Pero eso no crea una obligación. De hecho es su opuesto: es
mantener la dignidad de esa persona, proteger su dignidad –sin llamar la atención–,
188 | Reseñas
Entrevista de José Ossandón*
pues yo veo que no está bien. Entonces, el ‘presente’ en este libro no es solamente el
presente de hoy en día, el momento contemporáneo en que estamos viviendo, sino
que es este ‘logro de estar presente ante el otro’. Si hacemos un juego de palabras,
sería un presente presente que es algo diferente del don o la reciprocidad…
JO. Pero quizás sí se podría asociar con el don que no genera reciprocidad. Con
el regalo límite, como lo discute Derrida (1992), que sería el regalo que no se nota
¿no?, aquel que no obliga porque es invisible.
CH. Sí, que evita esa obligación. Por eso yo estuve luchando tanto con la
literatura sobre el don, y que he desarrollado más en un artículo posterior (Han,
en prensa) que es más sólido, creo, porque cuando salió el libro yo estaba como
a medio camino. Pero llegué al punto de pensar que la literatura del don no me
estaba ayudando. Me sentía atrapada por esa temporalidad del don. Pero para
entender esa generosidad, o recibir esa generosidad en mi escritura, necesitaba
reorientarme hacia el tiempo, es decir, ¡este presente es ahora!
Tu pregunta levanta a su vez la cuestión sobre cómo la filosofía se puede re-
lacionar con la antropología. O cómo es que la antropología es amistosa con –o
encuentra amigos en– la filosofía. Mi trabajo intenta preguntar cómo podemos
prestar atención a lo cotidiano y encontrar amigos filosóficos en ese giro, en vez
de violentar lo cotidiano en la búsqueda de un argumento filosófico sobre, por
ejemplo, la metafísica del don o la deuda. Lo que es cada vez más claro para mí es
que el asunto principal en mi discusión sobre el don es la forma en que la priva-
ción es reconocida. En el momento en que empecé a pensar en todo lo que estaba
ocurriendo al mismo tiempo –ese tiempo vertical–, me di cuenta de que me estaba
enfrentando a la forma como los otros esconden o actúan con tal de conservar la
dignidad de sus vecinos. Por lo tanto, el punto acá no es tanto delinear la fuerza
de la obligación, sino considerar la forma, el estilo en que se dona. Y es el estilo lo
que protege la dignidad de los otros, el respeto a sí mismo (Das, 2012).
Una tendencia evidente en el trabajo antropológico y sociológico sobre los
efectos del liberalismo tardío y del neoliberalismo en Chile y el mundo, es en-
frentarse al ‘pobre’ en términos de abandono y como una categoría homogénea.
El tejido fino de la vida social es así eclipsado por servir al argumento mayor. Y en
estos argumentos la dignidad adquiere un tono atronador y se asume entendida
de antemano. Pero, nos podemos preguntar: ¿cómo es que estos trabajos se hacen
cargo de la vida del otro como ilustraciones de sus teorías? Y, al mismo tiempo:
¿qué tipo de trabajo involucra relacionarse con la vida del otro en la etnografía y
si acaso esto podrá ser un tipo de trabajo ético?
JO. ¿Incluso, entonces, si pensamos en términos de Bourdieu (1977), quien
entendió el don temporalmente?
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CH. Es que es otro tiempo, otra temporalidad. Estamos hablando del presente-
presente…, de una temporalidad totalmente vertical. No estamos hablando de
una temporalidad que va a través de un tiempo empírico. Y la otra parte de eso
–y quizás lo más importante– es que todo ese ‘estar presente ante el otro’ no es
algo seguro. No es que uno pueda contar con eso. Siempre está en el registro de
la incertidumbre, porque puede ser que en este momento yo no esté disponible
–podríamos decir– a estar presente para ti.
Entonces, cuando llegamos al argumento sobre la justicia, no estoy hablando
de una justicia popular, no estoy hablando de una justicia de movimientos sociales.
Justicia es mucho más amplia, justicia aquí es –como digo en… no sé si sale en
el capítulo, pero en el otro paper que estoy escribiendo sobre esto– ‘una llamada
de la actualidad y una respuesta a la actualidad’, ¡es una pregunta viva! Entonces,
no es que uno pueda decir que “ya, la justicia es x”, ¿no? o “podemos medir la
justicia”. Es una pregunta viva para la gente, por eso mueve, es algo animado.
Pensar en estar presente ante el otro y esa incertidumbre me permite pensar en
una justicia que no es solamente captada por los movimientos sociales o la gran
teoría del cambio social. Me permite llegar a la justicia por la cotidianidad, por
ese como chiste chiquitito de generosidad que dejó abierta todas las posibilidades
para los movimientos estudiantiles, ¡eso! [risas].
JO. Perfecto, muy buen cierre.
Referencias bibliográficas
Normas de publicación
La revista Persona y Sociedad, de periodicidad cuatrimestral, tuvo su primer número en 1987, y desde
2010 es una publicación de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Alberto Hurtado. Persona
y Sociedad busca ofrecer un espacio de reflexión e investigación académica en el área de las distintas
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nacional, latinoamericana y mundial. Se dirige a un público especialmente académico, tanto profesores
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Con el fin de garantizar la calidad de los trabajos presentados, ellos serán sometidos a un proceso
de arbitraje anónimo llevado a cabo por expertos externos a la Universidad Alberto Hurtado, así como
ajenos a los comités editoriales nacional e internacional. Se trata de un proceso de revisión por pares
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mica necesaria. Una vez recibidos los artículos y comprobando que se cumplen los requisitos formales
básicos (número de palabras, palabras claves, bibliografía, normas APA), se envía a dos árbitros un
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Persona y Sociedad
Persona y Sociedad es una revista cuatrimestral de la Universidad
Alberto Hurtado que publica artículos en el área de las ciencias Participación ciudadana e incidencia política: estudio del caso
Barrancones / Matilde Spoerer
sociales desde 1987. Su misión es ofrecer un espacio de encuentro,
El saber del roto chileno. Registros de conocimiento
análisis y reflexión científica y académica en torno a las relacio-
y expertise en una organización vecinal de Santiago de Chile /
nes entre sociedad, persona, ética y territorio. Esto compromete a Eduardo Canteros
diversas disciplinas y áreas del pensar humano, referidas a la La dimensión afectiva en el compromiso ciudadano /
Consuelo Biskupovic
interpretación y análisis científico de la realidad nacional, la-
¿Qué es la etnografía? Debates contemporáneos. Primera parte.
tinoamericana y mundial. El espectro de temas que cubre la
Arraigamientos, operaciones y experiencias del trabajo de campo /
revista implica que Persona y Sociedad promueve un enfoque Daniel Cefaï
multidisciplinario, de modo de facilitar el diálogo entre las dis- Acción colectiva y desocupación: un estudio en clave etnográfica
de dos movimientos de trabajadores desocupados en Argentina /
tintas áreas de conocimiento de las ciencias sociales. Nuestra
Pía Rius
revista está dirigida a un público interesado en adquirir un sa-
OTROS ARTÍCULOS
ber relacionado con los hechos principales que caracterizan a
nuestra sociedad contemporánea, lo que incluye a académicos, A 100 años de Totem y tabú. Acerca del aporte del psicoanálisis a
las ciencias sociales / Mariano Salomone
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