01 El Anciano y El Envejecimiento

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UNIDAD 1

EL ANCIANO Y EL ENVEJECIMIENTO

CARPE DIEM GERIATRÍA Y GERONTOLOGÍA


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Para hablar de envejecimiento, vamos a proceder a definir dicho concepto.
Envejecimiento se define como la “acción y efecto de envejecer”. Según el Diccionario
de la Real Academia Española “envejecer” significa:
1. tr. Hacer viejo a alguien o algo.
2. intr. Dicho de una persona o de una cosa: Hacerse vieja o antigua. U. t. c.
prnl.
3. intr. Durar, permanecer por mucho tiempo.

Y “vejez”:
1. f. Cualidad de viejo.
2. f. Edad senil, senectud.
3. f. Achaques, manías, actitudes propias de la edad de los viejos.
4. f. Dicho o narración de algo muy sabido y vulgar.

Deberemos diferenciar entre los conceptos envejecimiento y senectud.

El envejecimiento es un proceso de cambio gradual y espontáneo que conlleva


la maduración a lo largo de la infancia, la pubertad y los primeros años de la edad
adulta, seguida por un declive durante edades media y avanzada de la vida.

La senectud se define como un proceso temporal que implica la pérdida de la


capacidad celular de división, crecimiento y función, y que en último término resulta
incompatible con la vida, el proceso de la senectud termina con el cese de la vida, es
decir, con la llegada de la muerte.

No todos los cambios que se producen durante el envejecimiento (incluso los


que se suceden en etapas avanzadas de la vida) son nocivos (por ejemplo, las canas)
y algunos pueden ser incluso deseables (como el aumento de la experiencia).
Mientras que el envejecimiento abarca el componente positivo del desarrollo y
al negativo del desgaste, la senectud se refiere sólo a los procesos degenerativos que,
en último término, imposibilitan la continuación de la vida.

La vejez se ha convertido en los últimos tiempos en un fenómeno


característico de las sociedades occidentales, planteando este hecho el reto de
conseguir hacer frente al envejecimiento con la mayor calidad de vida posible y
combatiendo las problemáticas que pudieran surgir en los últimos años de vida.

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Es obvio que la vejez conlleva una serie de limitaciones y un aumento del
riesgo de sufrir diversas dolencias. Pero eso no significa que no tenga sus propios
encantos. La vejez es propicia a la reflexión y al análisis de las experiencias.
Por tanto, se puede vivir una vejez dichosa y gratificante.
Eso sí, debemos empezar a comprender y asimilar muchos de los fenómenos
asociados al envejecimiento para facilitar la calidad de vida en esta etapa vital.
Para ello, deberemos hablar de las enfermedades que con mayor frecuencia
afectan a las personas mayores y también de otros trastornos (como las pequeñas
alteraciones de memoria, el estreñimiento o la alteración del sueño) que sin ser
graves pueden constituir una fuente de preocupación y malestar, especialmente si no
se tratan adecuadamente.
Dado que en un sentido muy amplio puede decirse que vamos a envejecer
como hayamos vivido, es importante adoptar cuanto antes determinados hábitos
saludables que nos faciliten el disfrute de una vejez igualmente saludable; siempre es
posible incluso a una edad avanzada, modificar un comportamiento poco acertado y
contribuir en la medida de lo posible al bienestar futuro.

Por tanto podríamos decir que el envejecimiento es un proceso fisiológico del


ciclo vital humano que acompaña a los seres vivos desde el momento de su
nacimiento y que sólo se reconoce por un conjunto de atributos de involución
orgánica.
El envejecimiento puede ser tardío o precoz.
Los fenómenos iniciales del envejecimiento o presenilidad comenzarían con la
edad crítica para uno y otro sexo, considerado en sentido general y sin un correlato
biológico y ni siquiera estadístico más que la edad; así para algunos autores,
correspondería con la desaparición de las funciones reproductoras.
La vejez o madurez tardía se caracteriza por una serie de alteraciones
biológicas (atrofia de órganos, tejidos, etc.), glandulares y desórdenes funcionales.
La senectud conlleva límites convencionales biológicos que la separan de la
vejez y de la senilidad. Se caracteriza por la falta de alteraciones, tratándose en
realidad de la persistencia de la vejez con sus atributos, sin llegar a la senilidad.
La senilidad, no es propiamente una etapa de la vida. En ella se tratan
afecciones caracterizadas o latentes como procesos degenerativos, secuelas de
enfermedades de otras etapas de la vida, etc.

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El envejecimiento es una evolución progresiva, lenta e irreversible, que afecta
a todos los seres vivos. Es, hasta el momento, el único camino posible para vivir
muchos años. Este proceso comienza en el nacimiento, y termina con la muerte.
Se trata pues de algo natural, que le ocurre a todas las personas, si bien en
cada una a un ritmo diferente. Nadie puede escapar al envejecimiento, pero cada cual
envejece a su manera, dependiendo de un conjunto de factores y circunstancias.
Todo organismo en funcionamiento se desgasta. Todo ser envejece, pero el
cómo, depende de sus hábitos, de su estilo de vida, de su herencia genética, incluso
del medio en que viva y de su alimentación. Todas estos factores influyen, pero
ninguno de una forma definitiva. La herencia genética es como un capital que
recibimos de nuestros padres, pero que podemos administrar bien, mal o regular.
Pero será nuestro estilo de vida el que nos permitirá, o no, alcanzar la
longevidad durante mayor o menor tiempo. Y eso es algo que sí depende de nosotros.
Todos envejecemos, pues, aunque no de la misma manera e incluso en una
misma persona, las diversas partes de su organismo tampoco envejecen al mismo
ritmo. Los tejidos del Sistema Nervioso Central, por ejemplo, tienen un desgaste,
debido al paso del tiempo, mucho menor que los músculos o los huesos. O sea, que
las funciones Superiores resultan menos afectadas que otras por el paso de los años.
Esta afirmación descarta la creencia tan extendida respecto a la disminución de las
facultades mentales de las personas mayores. Pero de eso hablaremos en otro
momento.

El hecho, científicamente demostrado, es que a partir de los treinta años, más


o menos, comienzan a ser notorias algunas manifestaciones que reconocemos
claramente como síntomas de envejecimiento y que van siendo más evidentes en
cada nuevo cumpleaños.

Envejecer no es sólo una cuestión fisiológica, ligada al paso del tiempo. Si así
fuera, se consideraría vieja una persona al alcanzar cierta edad, en todas partes. Y
esto no es así. Porque es un fenómeno complejo en el que intervienen un conjunto
de factores, se puede hablar de la vejez desde distintas perspectivas.
Si, para determinar si una persona es vieja o no, se cuentan los años que
tiene, se está considerando desde un punto de vista meramente cronológico. Y la
verdad es que, hoy, es éste un dato que no dice apenas nada. Todos conocemos
personas que, con cuarenta años, son absolutamente viejas y otras de setenta
completamente jóvenes.

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Otras veces se considera “vieja” a aquella persona que no puede vivir de forma
autónoma, porque sus capacidades físicas o mentales han disminuido notablemente.
Se está entendiendo entonces la vejez desde un punto de vista funcional.

La Organización Mundial de la Salud propone que se considere “vieja” a aquella


persona que no pueda llevar una vida independiente.

Pero cabe aún hablar de la vejez desde otro punto de vista: el social. Según el
punto de vista social, es “vieja” toda persona que ha llegado a la edad de jubilación.
Hay una norma social según la cual las personas son “viejas” a partir del momento en
que las declaramos improductivas, y esto ocurre en la mayor parte de los países entre
los sesenta y los sesenta y cinco años, e incluso antes como consecuencia de la crisis
económica y el paro.
La jubilación es algo así como la puerta oficial de entrada en la vejez.

Es posible, sin embargo, entender la vejez de otra forma: una etapa más de la
vida de toda persona. Es la concepción más equilibrada y moderna. Supone aceptar
que el transcurso del tiempo produce efectos que hay que tener en cuenta, pero que
éstos no son necesariamente invalidantes. Puede haber, en mayor o menor medida,
limitaciones funcionales o problemas de salud, pero habrá también aspectos positivos
como la serenidad de juicio, la madurez y la experiencia.

Podríamos decir entonces que, la vejez es el estado de una persona que, por
razón de su edad, sufre una decadencia biológica en su organismo y un retroceso en
su participación social.
“Vieja” es aquella persona que tiene muchos años, su organismo está
notablemente deteriorado y que además, y precisamente por lo anterior, se margina
de la vida.

“Vejez” es un término relativo que depende de la sociedad en la que nos


encontremos. Viejo/vieja son términos que se han convertido en peyorativos y en
desuso en nuestra sociedad para referirse a personas. Viejo se define como “antiguo
o del tiempo pasado” según el Diccionario de la Real Academia (DRAE). Como dice un
proverbio alemán “Todos queremos vivir mucho, pero nadie quiere llegar a viejo”
describiendo claramente la contradicción en la que vivimos en nuestra sociedad.

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La vejez es temida porque para la mayoría significa desgaste y antesala de la
muerte.

Desde el punto de vista del origen y evolución de las palabras


(etimología), es curioso ver como se han construido los términos evolutivos y su
original significado (en el que suelen coincidir los diferentes idiomas derivados del
latín):
- Infancia” es el que no habla, derivado de: in = no y fari = hablar. No habla
por que no sabe.
- Pubertad: del latin pubis “vello viril”.
- Adolescencia: el que está haciéndose (adolescencia nos remite a adolecer,
que le falta algo).
- Juventud: “Edad que empieza en la pubertad y llega a los
comienzos de la edad adulta”.También significa “energía, vigor, frescura”
(DRAE).
- Adulto: es el que está terminado, el que ha llegado a su mayor desarrollo y
también significa “capo”, jefe (caput = acabado)

“Adulto y adolescente provienen de la misma raíz (ad +


alescere = crecer hacia). Pero la forma gramatical es distinta: “adulto” deriva
del participio pasado (el que ha alcanzado el límite -ad-, el que está acabado o
muerto), “adolescente” deriva del participio presente (el que está haciéndose,
-ens, el que está aún vivo)” (Ibáñez 1994: 139).

Así vemos que la carga peyorativa que tenían los términos de infancia,
pubertad y adolescencia (con falta de derechos) y adulto (acabado, y jefe, con todos
los derechos) ha ido cambiando. Y se sigue considerando el término juventud como el
más positivo y contrapuesto al de viejo (igual que el de senil que es sinónimo de
decadencia). Pero ambos términos abarcan edades de lo más relativas, dependiendo
de qué sociedad y tiempo estemos hablando.

Legal y estadísticamente el término infancia abarca a la población de menos de


14 años.
El de juventud en España abarcaba las edades de 14 a 25 años, luego se
amplió a 30 años. Ahora hasta 35 años, para muchos temas y según normativas, se
considera que se es joven o que se puede optar a determinadas ayudas para la

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juventud. En sociedades tradicionales o en zonas rurales de Latinoamérica, de África o
de la mayoría de los países del mundo, dichas edades se categorizan como adultos.
Manuel Montañés (2004) relata un hecho esclarecedor sobre el tema: coger
una foto de un grupo familiar numeroso, donde vemos personas de muy diferentes
edades, bebés, niños, adolescentes, jóvenes, adultos, mayores... Si esa foto la
enseñamos en cualquier país europeo y preguntamos ¿qué ven? Nosotros
nombraremos todos estos grupos de población citados. Si la misma foto la enseñamos
a cualquier persona de sociedades simples (p. e. zonas rurales de países no
industrializados) casi sólo nos hablarán de “niños” y “adultos”.
En conclusión: dependiendo de la zona geográfica en la que nos
encontremos, y del momento histórico, se es joven, adulto, mayor o
viejo; y se pertenece a un grupo u otro.
Cuando hablamos de “tercera edad” utilizamos un término técnico y aséptico,
que en origen se refiere a la tercera fase de la vida de una persona:
- 1ª edad = infancia,
- 2ª edad = adulto,
- 3ª edad =abuelos. Ahora se utiliza más la denominación de “mayores” que
es un término más ambiguo, abierto y amplio, y nada peyorativo.

Más amplio aún es el utilizado por la ONU para su declaración de 1991 a favor
de las denominadas “Personas de Edad”, al no existir un criterio universal para
concretar la edad correspondiente a los derechos de los mayores. En algunos casos
incluso se utiliza el anglicismo de “senior” por parte de asociaciones de mayores y de
empresas especializadas, que denominan seniors a los mayores de 55 años.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) dice que la vejez


comienza a los 60 años. Igual que el DRAE define “senectud” como el periodo de vida
que empieza a los 60 años.

Es imprescindible definir el término anciano, pero se trata de una definición


difícil de ofrecer, puesto que, a diferencia de otras que se relacionan con ella (por
ejemplo, infancia que se define como periodo entre el nacimiento y la pubertad), nos
encontramos con unos límites poco claros. No podemos fijar un punto concreto de
inicio que sea el acertado en todas las personas, no existe una edad concreta a partir
de la cual podamos empezar a hablar de persona anciana, ni tan sólo existen hechos
concretos que nos marquen este inicio.

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Además, la vejez es un concepto con muchas connotaciones culturales que
modifican sustancialmente la vivencia de vejez. Por ejemplo, existen culturas en las
que vejez es sinónimo de sabiduría (y, en cuya sociedad, las personas mayores tienen
un gran peso) y otras en las cuales vejez equivale a inutilidad (y se abandona o
arrincona a los ancianos); entre estos dos extremos, existe todo un abanico de
culturas que tienen menor o mayor consideración hacia los ancianos.

Pese a todo ello, se suelen considerar los siguientes estadios:


- 45-60 años: edad media-edad del primer envejecimiento-edad presenil (fase
de adaptación del organismo a la vejez).
- 60-72 años: vejez gradual.
- 72-90 años: vejez declarada.
- Más de 90 años: grandes ancianos.

Pero dependiendo de la organización y del país, y de la normativa de la que


hablemos, va a variar la edad en la que se reconocerá determinados derechos.
Mayoritariamente es aún a partir de los 65 años.

En España, a partir de los 65 (vejez cronológica) todos


los españoles tienen derecho a una pensión o ingreso económico.
Con anterioridad a esta edad no se dará esta prestación a no ser que se
cumplan unos determinados requisitos o por circunstancias especiales.
Finalmente tenemos también el concepto moderno de 4ª edad, referido a los
bisabuelos (cuarta generación) o a personas con más de 80 años.

Por otra parte, también se sigue utilizando popularmente el término de


Tercera Edad para englobar a ambas edades, a todas las personas mayores de 65
años.
En conclusión, utilizaremos los términos:
- Mayores: toda la población de más de 60 años.
- Tercera Edad: población de 65 años y más.
- Cuarta Edad: población a partir de los 80 años.

Hay autores que, basándose en la edad de jubilación, proponen hablar de


personas de edad avanzada entre los 65-75 años y ancianos las personas de más de
75 años, siendo estos dos grupos de edad, es decir, las personas mayores de 65
años, los que suelen ser el objeto de la Geriatría y la Gerontología.

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Al hablar de envejecimiento cabe definir también la siguiente clasificación:

- Envejecimiento Primario: también denominado inmutable o determinado por


los genes, que sería el responsable de la esperanza de vida o supervivencia
máxima potencial de cada especie (alrededor de los 110 años en la especie
humana).
- Envejecimiento Secundario: que se complementa con el Envejecimiento
Primario, atribuible a factores personales (estilo de vida), sociales (si está
integrado, si tiene amistades, etc.) y ambientales (por ejemplo, el tipo de
alimentación de la zona, el clima) y, por tanto, susceptibles de modificación y
responsables de la expectativa de vida o media de supervivencia esperada al
nacer los individuos de cada sociedad (en España 73,1 años para los hombres
y 79,6 para las mujeres, aproximadamente), ya la vez, responsables de la
variabilidad individual.

Para aumentar esa media de supervivencia, actualmente estamos en


disposición de actuar sobre este envejecimiento Secundario. Debemos hacerlo de dos
formas: incidiendo en la población anciana (tal como hace la Geriatría) para prolongar
su expectativa calidad de vida, pero también en el resto de la población (tal como
hace la Medicina Preventiva), ya que, en el futuro, será ésta la que constituya la
población anciana.

1.1 TEORÍAS DEL ENVEJECIMIENTO

Las modificaciones que, con el paso del tiempo, se hacen patentes en el


organismo y que le conducen a la vejez y a la muerte constituyen, en la actualidad
uno de los grandes misterios de la biología.
Hoy por hoy sabemos mucho de las consecuencias que tiene la vejez, pero sólo
hemos encontrado respuestas parciales en cuanto a qué es el envejecimiento y en
qué consiste.
Esto se debe a la gran heterogeneidad de los factores implicados que ha
obtenido la investigación, a veces, verdaderas piezas de puzzle difíciles de unir y a
que el proceso de envejecimiento se acompaña, en muchas ocasiones, de diversos
procesos patológicos que lo modifican y complican. Todo ello explica que dicho
proceso pueda ser tan variable de un sujeto a otro y que no coincida la edad

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cronológica con la biológica. Las teorías que intentan explicar el envejecimiento son
muy diversas incluyendo la influencia de los factores genéticos y ambientales en
distintos niveles (el organismo en su conjunto, sus órganos, sus células o sus
moléculas). Todas ellas aportan algo, aunque no lo explican totalmente y, sin
embargo, son complementarias de las demás teorías.
Por este motivo hay que considerarlas como parte de la explicación global del
proceso. El punto común de todas es el daño del organismo en diferentes puntos que
le conducen al deterioro.

El envejecimiento, por tanto es la acumulación de los diversos cambios


adversos que aumentan el riesgo de la muerte.
El envejecimiento ha sido tratado desde muy antiguo como se puede
comprobar en los escritos clásicos.
Así, Aristóteles dedicó parte de su trabajo a explicar las consecuencias que el
envejecimiento tiene sobre el organismo y comentó las diferencias de longevidad
entre las diferentes especies. Hasta entonces sólo se habían hecho comentarios y
textos relativos a la observación de las evidentes consecuencias y las teorías sobre la
enfermedad y la vejez eran más místicas que otra cosa.
En la medicina medieval el envejecimiento es poco tratado en comparación con
otros campos como la obstetricia, la ginecología o la pediatría.
Las teorías que surgen son más fruto de la inspiración que de la investigación
científica, si bien se pueden considerar como el punto de partida de la historia de la
Gerontología.
Hay que esperar al Renacimiento para encontrar alguna teoría apoyada en la
observación. Ejemplo de ello es Leonardo Da Vinci que, en base a sus estudios sobre
disección de cadáveres, llega a la conclusión de que el envejecimiento se debe al
aumento del grosor de las venas que impide el paso de la sangre, su nutrición, y por
tanto el tejido degenera poco a poco en una lenta muerte.

El envejecimiento es un fenómeno natural común a todas las especies


vivientes. Pero, ¿por qué ocurre, cuáles son sus causas y cómo se desencadena?
¿Cuáles son las razones evolutivas de este proceso que tiene lugar una vez que el
ciclo reproductivo se ha completado?

Como hemos dicho anteriormente, el interés de la ciencia por el estudio del


envejecimiento es relativamente reciente y está alentado por el incremento regular de
la población anciana en los países industrializados. Nos encontramos aún lejos de

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poder explicar las causas profundas del envejecimiento y la diversidad de teorías
propuestas para ello es consecuencia de esta relativa ignorancia.
Sin embargo, las investigaciones sobre el tema se multiplican, lo que permite
albergar la esperanza de que un día se conozcan mejor los mecanismos biológicos
que motivan el envejecimiento. Esto redundará en unas mayores oportunidades de
poder, no ya suprimirlo, pero sí prevenirlo o tratar mejor sus consecuencias
negativas.

Existen numerosas teorías para explicar el envejecimiento y cada una hace


hincapié en distintos factores; hay casi tantas teorías como investigadores en la
materia. Entre las más difundidas se encuentran las teorías genéticas, las aleatorias,
las inmunológicas y las neuroendocrinas, aunque ninguna de ellas está
universalmente admitida en la actualidad.

Todos los seres vivos pasan en distintos grados, por un proceso de


envejecimiento.

La longevidad máxima es relativamente constante dentro de cada especie. En


general, la masa corporal, la complejidad del sistema nervioso y la eficacia de los
sistemas de reparación del material genético, son directamente proporcionales a la
longevidad de la mayoría de las especies (para entendernos, un elefante es más
longevo que una lombriz y posee un organismo mucho más sofisticado).
La esperanza de vida de los seres humanos ha ido aumentando regularmente
en el transcurso del tiempo y los individuos de nuestra época son, desde el punto de
vista fisiológico, de cinco a ocho años más jóvenes que lo eran otros individuos de su
misma edad en el siglo pasado. Sin embargo, la longevidad máxima se ha mantenido
relativamente constante y se sitúa alrededor de los 110 ó 120 años.

Es decir, que a pesar de que hoy en día un mayor número de individuos fallece
a una edad avanzada y de que la juventud “orgánica” se ha prolongado, nada hace
pensar por el momento que la longevidad máxima de la especie se pueda mejorar
algún día.

El incremento de la esperanza de vida (el número de años que una persona


puede vivir desde su nacimiento o desde una determinada edad) y el descenso actual
de la natalidad explican que estemos asistiendo, por primera vez en la historia de la

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humanidad, a un notable envejecimiento de las poblaciones, lo que significa que la
proporción de personas mayores en el mundo aumenta de forma considerable.

Los numerosos estudios sobre las causas del envejecimiento cada vez están
más de acuerdo en un punto: el envejecimiento parece tener un origen multifactorial
y ser fruto de la acción de varios mecanismos sujetos, en última instancia, a un alto
grado de control genético. La trayectoria normal de la vida parece estar, por lo tanto,
programada, inscrita en nuestros genes, y depende de la especie a la que
pertenecemos.

Además de estos elementos programados, parecen intervenir distintos factores


vinculados con el medio ambiente y el azar (las condiciones y el estilo de vida, la
enfermedad, los errores genéticos aleatorios, la exposición a los radicales libres, etc.),
que son los que modifican la trayectoria ideal, provocando un envejecimiento más
rápido y disminuyendo la longevidad. La vida se podría comparar con la curva descrita
por un obús disparado por un cañón.

¿Será posible algún día ralentizar o, incluso, suprimir el envejecimiento?

Como respuesta a esta pregunta podemos aportar algunos de los siguientes


datos:
La modificación de la curva normal del envejecimiento pertenece al ámbito de
la genética y, aun cuando se han producido recientemente numerosos adelantos en
este sentido, nada nos induce a pensar que algún día sea posible suprimir los efectos
del envejecimiento en el organismo, ni prolongar la duración máxima de la vida en la
especie humana. Evidentemente, es posible actuar sobre los efectos que el medio
ambiente produce en el envejecimiento: una vida sana en un medio ambiente sano
nos protegerá de muchos factores desfavorables. Está claro que la prevención es una
de las formas de acción prioritarias contra las consecuencias negativas del
envejecimiento y trataremos de demostrar a lo largo de esta guía que nunca es
demasiado tarde para prevenir.
Para terminar, hay un factor que, sin duda, se nos escapará siempre: el azar,
que hace que algunos padezcan una enfermedad y otros no. Sin embargo, el azar
también depende de los riesgos que se tomen. Aquí también, tenemos que insistir en
la importancia de la prevención.

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Envejecer es, por lo tanto, un proceso ineludible, pero con ello no queremos
decir que la vejez signifique una catástrofe o una dependencia extrema. Aunque ese
sea el caso de un pequeño porcentaje de individuos, los fenómenos normales del
envejecimiento permiten al individuo conservar en gran medida sus capacidades para
disfrutar de la vida.
Existen multitud de teorías que tratan de explicarlo, pero ninguna lo ha
conseguido, hasta el momento, plenamente.

Desde un punto de vista, que podríamos llamar biológico, hay dos que cuentan
con el beneplácito de un importante número de estudiosos e investigadores. Una de
ellas explica que la vejez se produce por acumulación de productos de desecho, tanto
en el interior de todas y cada una de las células, como del organismo globalmente
considerado. La otra defiende que envejecemos porque, con los años, disminuye la
capacidad de defensa del organismo frente a las agresiones que recibe. La medicina
popular tradicional basa el envejecimiento en el desgaste progresivo del organismo.

Parece fuera de toda duda que conviven una serie de circunstancias, genéticas
y ambientales, en el hecho de envejecer, pero sigue en el aire la pregunta clave de
por qué la vida de una persona es más larga que la otra, o por qué un organismo se
deteriora antes que otro.

Los resultados de las últimas investigaciones modifican la imagen teórica de la


vejez que se tenía hasta entonces en la psicología y el pensamiento precientífico.

Las teorías genéticas.

Los partidarios de las teorías genéticas del envejecimiento opinan que nuestros
genes están programados para ir desactivandose progresivamente determinadas
funciones metabólicas esenciales, lo que provoca el envejecimiento.
Según esta teoría, disponemos de auténticos relojes biológicos que, en el
momento adecuado, desencadenan determinados mecanismos.
Los partidarios de estas teorías se apoyan sobre todo en el hecho de que la
longevidad máxima varía entre las distintas especies. Algunos estudios referidos a la
multiplicación de las células humanas muestran que, después de un cierto número de
divisiones, el proceso parece reducirse progresivamente. Si se comparan cultivos de
células tomadas de individuos de diferentes edades se aprecia que, salvo algunas

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excepciones, cuanto más avanzada es la edad de la persona, menos se multiplican las
células.
Otros investigadores creen que no son las propias células las responsables del
deterioro celular, sino las condiciones de cultivo de las células.
Otra circunstancia que parece apoyar estas teorías se basa en el hecho de que
las secuencias repetitivas situadas en los extremos de los cromosomas (denominadas
telómeros), entre cuyas funciones se encuentra impedir la degradación de éstos, van
disminuyendo su longitud cada vez que se duplica una célula. La pérdida de los
telómeros puede desempeñar el papel de reloj biológico, de modo que las divisiones
celulares se detienen tras haberse producido un cierto número de veces.
Por último, algunas teorías sostienen como argumento central del proceso de
envejecimiento el hecho de que los mecanismos de reparación de los genes pierden
eficacia con el paso del tiempo. El organismo ya no parece capaz de restaurar
continuamente el equilibrio entre los daños causados a los genes y las reparaciones
de dichos daños. Estos fenómenos también sirven para explicar la aparición de
cánceres y enfermedades autoinmunes.

Teoría de la mutación somática.

El envejecimiento proviene de una acumulación de daños en el ADN, nuclear y


sobre todo mitocondrial, cuyo origen no sólo es genético sino también ambiental. La
exposición a factores estresantes (como radiaciones o agentes químicos) puede
acortar la duración de la vida y la protección frente a los mismos puede retrasar el
envejecimiento y prevenir algunas enfermedades asociadas a la edad.
Debido a estos factores, con el paso del tiempo, encontramos alteraciones en
la secuencia del ADN nuclear y, por tanto, alteraciones en el ARN procedente de éste,
así como cambios en el ADN mitocondrial. Todas estas mutaciones acumuladas
pueden incapacitar la función celular y conducirla a un deterioro irreversible al
producirse proteínas anómalas que provocan la aparición de fallos en el metabolismo
y productos aberrantes. Sin embargo esta teoría es controvertida.

Teoría de las uniones cruzadas de estructuras celulares.

La formación de enlaces moleculares entre proteínas o cadenas de ácidos


nucleicos aumenta con la edad y es, en gran parte, responsable del proceso de
envejecimiento.

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La glucosa puede combinarse de forma aleatoria con los grupos amino de las
proteínas.
A nivel extracelular, esta glicación no enzimática favorece las uniones en el
colágeno o con otras proteínas.
A nivel nuclear, las uniones cruzadas dentro del material genético (histonas)
podría alterar la función de los genes.
A nivel de membrana, las uniones pueden afectar al reconocimiento celular y
desencadenar la respuesta inmune.
En diversos estudios se ha visto que el número de puentes cruzados
te aumenta con la edad igual que los productos generados por la acción de los
radicales libres de oxígeno.

Las teorías metabólicas.

Según esta teoría el envejecimiento sería un tributo inevitable al proceso


metabólico que utilizamos para obtener energía (la respiración oxidativa). De esta
manera al aumentar el nivel de metabolismo basal, los organismos aceleran su
desgaste, lo cual les acorta la vida. Cuanta más energía quema una especie, menos
vive. Ésta sería una teoría del desgaste; si comparamos la vida de los organismos con
la de una máquina siempre en funcionamiento podremos entender muy bien que
sufrirá un desgaste progresivo que la vaya deteriorando gradualmente hasta que no
funcione.
El metabolismo del oxígeno tiene una clara influencia sobre la longevidad, de
forma que, en general, para los mamíferos un alto metabolismo basal se asocia con
una baja longevidad y viceversa.
La deprivación calórica en ratones, ratas y primates desde épocas tempranas
en la vida provoca retraso en el crecimiento y prolonga el ciclo vital.
La reducida ingesta de nutrientes proporciona un menor estímulo para la
liberación de hormonas estimuladoras de la proliferación como la insulina, y los
péptidos, implicados corno factores de crecimiento, y la propia hormona de
crecimiento. Se reducen entonces los ritmos de reciclaje celular y por tanto se
pospone el agotamiento del potencial replicativo. Asimismo se reduce la generación
de radicales libres de oxígeno (RLO) y el daño que producen sobre las distintas
estructuras celulares.

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Teoría de los radicales libres.

La teoría de envejecimiento por radicales libres, postulada primero por


Harman, es una de las más populares, y habiéndose probado ampliamente.
Sugiere que la alta reactividad de estos productos, obtenidos del metabolismo
oxidativo, pueden dañar constituyentes celulares claves, incluyendo al ADN,
proteínas, lípidos e hidratos de carbono, produciéndose moléculas disfuncionales de
larga vida que interfieren con la función celular.
El daño continuado, reparado parcialmente o no reparado, tiene un efecto
acumulativo y con el tiempo afecta de forma irreversible a la célula.
Un radical libre es una molécula o fragmento molecular que contiene uno o
más electrones desapareados en su orbital externo. Esta peculiaridad le confiere una
característica una vida media muy corta (sólo unos milisegundos) por su altísima
reactividad.
Los radicales libres son diversos y los que más nos interesan, en este son
aquellos procedentes de oxígeno; los RLO. El oxígeno, de manera habitual, se
encuentra en su forma más estable, es decir, la molécula dicotómica 02 siendo
moderadamente reactivo a temperaturas ambientes. Las fuentes de RLO son muy
variadas.

Teoría integradora.

Las teorías anteriores son muy variadas, y en ocasiones poseen muchos


puntos de coincidencia. El denominador común de todas las teorías es la acumulación
de desorden en las macromoléculas (material genético (ADN), proteínas), en las
células y en los organismos. Sin embargo no explican de forma suficiente porqué ha
surgido el proceso de envejecimiento.
Esta teoría integra la contribución de los defectos mitocondriales, proteínas
aberrantes y daño RLO procedentes del metabolismo.
Las teorías evolucionarias de envejecimiento se basan en la observación de
que la eficacia de la selección natural decrece con la edad del organismo. Esto se
debe a que, incluso sin envejecimiento, los individuos morirán de causas ambientales
como la predación, enfermedades y accidentes. La estrategia de la naturaleza
consistiría en seleccionar organismos capaces de reproducirse y de perpetuar la
especie con la mayor eficacia. A partir de que el organismo haya conseguido este
nivel óptimo, alrededor de los 30 años para la especie humana, ya no es necesario

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mantener unos procesos que se pusieron en marcha en edades tempranas y entonces
envejeceríamos al no perpetuarse esos procesos.

Las teorías inmunológicas.

Los defensores de estas teorías creen que el sistema inmunitario, al perder


eficacia con la edad, es el responsable del envejecimiento. Esto nos haría más
vulnerables tanto a los agentes externos como a algunos virus que están presentes
en el propio organismo en estado latente, integrados incluso en nuestro material
genético. Independientemente del papel que el sistema inmunológico tenga en el
desencadenamiento del proceso de envejecimiento, lo que sí parece comprobado es
que este mecanismo está en la base de algunos cánceres y de diversas enfermedades
autoinmunes (enfermedades desencadenadas porque nuestro sistema inmunitario se
“equivoca” y reconoce como ajenas moléculas del propio organismo), como la artritis
reumatoide o la esclerosis múltiple.

Las teorías neuroendocrinas.

Las hormonas son, junto al sistema nervioso, los transmisores esenciales de la


información en el organismo. Prácticamente todas las funciones vitales de nuestras
células requieren de algún tipo de regulación hormonal. La función de la mayor parte
de las hormonas está regulada en última instancia por mediadores químicos
producidos en el hipotálamo, una región muy específica del cerebro. Por eso se habla
de sistema “neuroendocrino”.
Con la edad, la síntesis de varias hormonas disminuye. Por ello, parece
razonable pensar que el envejecimiento está vinculado de algún modo a esta
disminución hormonal. Según estas teorías, el envejecimiento está controlado por una
serie de relojes biológicos que producen un “reajuste” en la función neuroendocrina,
que daría lugar a muchos de los cambios fisiológicos que el envejecimiento supone.

Las teorías aleatorias.

Estas teorías defienden el carácter “aleatorio” del envejecimiento, que sería


consecuencia del deterioro progresivo del material genético, debido, entre otras
causas, a la acumulación a lo largo del tiempo de mutaciones espontáneas. Esto
conllevaría una alteración en la síntesis de determinadas proteínas esenciales, tanto

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para la propia conservación del material genético, como para garantizar el adecuado
funcionamiento de la maquinaria encargada de su expresión.
Algunas de estas teorías atribuyen un papel central en el deterioro del material
genético a los radicales libres, que son moléculas muy inestables con efectos
destructores sobre varios de los componentes de la célula. Otras teorías tienden a
otorgar más responsabilidad en el envejecimiento a la acumulación de residuos del
metabolismo celular.

Teoría del déficit del envejecimiento.

La teoría del déficit del envejecimiento parten del supuesto de que la


capacidad de aprender; la inteligencia y la capacidad de adaptación disminuyen con la
vejez y del mismo modo en todos los ancianos (validez universal), afectando todas las
facultades intelectuales (validez general). Los deterioros y pérdidas se aceptaron no
solo para los resultados intelectuales, sino también, por ejemplo para la capacidad de
hacer frente a las exigencias de la vida cotidiana (Kruse FKA 5-22).
La teoría de la falta de compromiso corresponde al modelo de déficit. Esta
sostiene que el paso de la edad adulta a la vejez va acompañado de una regresión
natural. Al mismo tiempo disminuyen los intereses y las fuerzas de los ancianos. Las
actividades y los contactos les interesan cada vez menos. El anciano desea prepararse
poco a poco para la muerte (Wirsing, 127).
Los modelos de déficit del envejecimiento estar superados. No tienen en
cuenta las numerosas pruebas de envejecimiento positivo, ni la importancia de los
estímulos que animan a los ancianos a una vida responsable y activa.

Teoría de la competencia.

El modelo de competencia destaca que la capacidad intelectual no disminuye,


sino que puede ejercitarse hasta edades avanzadas; aumentan determinadas
capacidades intelectuales, experiencias y conocimientos (competencia psicológica); la
degradación física se lentifica mediante ejercicios y es posible recuperar facultades
perdidas (competencia física); y se puede evitar o aliviar el retraimiento interior
mediante la integración social (competencia social) (GEO Wissen 1 - 991, p. 178).
Sin embargo, existe el riesgo de que, al exagerar la importancia de las
competencias, se sustituya un estereotipo negativo por otro positivo y, por tanto, no
se puedan cumplir todos los procesos evolutivos.

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Teorías diferenciadas del envejecimiento.

Por el contrario, los modelos diferenciados del envejecimiento destacan las


diferencias individuales e investigan cómo dilucidar estas diferencias. Tomas en
consideración por ejemplo;
- la gran importancia que tienen para la capacidad de desempeño en la vejez el
curso de la vida hasta ese momento y el aprendizaje de determinadas
capacidades;
- la forma específica de las exigencias. No miden de modo global la inteligencia
con un test de inteligencia, concebido originalmente para niños o adultos
jóvenes y que incluye, sobre todo, la rapidez de comprensión y la elaboración
de información.

Las diversas formas de pensamiento (cómo los ancianos aprenden algo nuevo,
cómo funciona su memoria, cómo manejan el estrés y los acontecimientos críticos,
etc.) se investigan intensamente en la gerontología diferenciada.

Teoría del retraimiento.

Hay quien afirma que el envejecimiento lleva, en sí mismo, una disminución de


las relaciones entre la persona que envejece y las demás de su medio social.
O sea, que según los partidarios de esta teoría, llamada del retraimiento, toda
la persona mayor tiende a apartarse de los demás y a cerrarse sobre sí misma. Es
decir que es el propio proceso de envejecer el que conduce a la pérdida de funciones
y a la disminución de relaciones con los demás.

Teoría de la actividad.

“Las cosas no suceden según la teoría del retraimiento” es la principal


afirmación de quienes han optado por la llamada teoría de la actividad. Si una
persona envejece normalmente, continuará haciendo las mismas cosas que antes. La
persona que envejece más positivamente es precisamente aquélla que permanece
activa y que logra resistir la corriente social que trata de arrinconarla. Por ello hay
que ayudar en todo lo posible a mantener la actividad porque las personas, con
independencia de su edad, para ser felices, necesitan mantenerse activas y a ello
tienden de forma natural.

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Según esta corriente de opinión, la vejez no es muy diferente de la edad
madura y la mejor forma de evitar los aspectos negativos del envejecimiento es
continuar haciendo las mismas cosas que se hacían antes. Las claves para envejecer
bien son, por tanto, mantenerse activos, continuar relacionándose con los demás y
participar en todos los aspectos de la vida.

Teoría de la continuidad.

Esta teoría se basa en que la vejez está determinada por el pasado de cada
persona. Se envejece como se vive de modo que, quien ha sido activo antes
continuará siéndolo también en esta etapa de la vida; y quien haya vivido saliendo de
sí mismo lo menos posible, pues aprovechará ahora cualquier ocasión para cortar
relaciones y, encerrarse cada vez más en su interior.
Como hemos dicho anteriormente, hoy por hoy sólo hemos encontrado
respuestas parciales en cuanto a qué es el envejecimiento, en qué consiste y qué lo
define.

Podemos decir, como conclusión, que todas las respuestas forman partes de
ese gran puzzle que intentar aunar al gran número de los factores implicados en el
proceso de envejecimiento. Todas las teorías aportan algo y son complementarias
unas de otras.

1.2 TIPOS DE ANCIANOS

Una diferenciación que cabe destacar es la que existente entre Anciano sano y
Anciano patológico. En ella diferenciamos a los ancianos según su estado físico-
psíquico:

- El Anciano Sano es aquel que sólo ha sufrido el proceso de envejecimiento.


Se puede decir que el anciano sano tiene su autoestima e imagen corporal que
no difieren de otros grupos de edad a excepción de la actividad física y el
supuesto atractivo y capacidad sexual, que sólo se verán resentidos si se
compara con franjas de edad más jóvenes, pues el anciano tiene una
percepción satisfactoria de su vida, a no ser que tenga graves problemas
físicos o desamparo social y familiar. El envejecimiento puede ser percibido
como positivo cuando existe autonomía personal y funcional, relaciones
agradables con los demás y el entorno, estabilidad económica, estimulación

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física y mental, movilidad suficiente y una responsabilidad con su propia
existencia, y estas cualidades en nuestra sociedad son cumplidas de forma
objetiva por la mayoría de los ancianos con los que tratamos.
El anciano suele mostrarse menos agresivo y competitivo, necesita menos de
la presencia de otras personas “afines”, e incluso en ocasiones encuentran
satisfacción en la soledad, el recuerdo y la reflexión

- El anciano Patológico es aquél que además de sufrir el proceso fisiológico de


envejecimiento, su organismo se ha ido alterando por la asociación de
enfermedades (o patologías) que pueden haber acelerado el proceso de
envejecimiento y/o este proceso puede haber agravado o facilitado las
enfermedades.
Se puede decir que el anciano patológico tiene sus niveles de autoestima y
autoimagen bajos. El anciano tiene una percepción poca satisfactoria de su
vida, debido a sus problemas físicos y/o mentales o desamparo social y
familiar. El envejecimiento puede ser percibido como negativo cuando no
existe autonomía personal y funcional, y las relaciones con los demás y el
entorno no son agradables, existe inestabilidad económica y movilidad
insuficiente.
El anciano suele mostrarse más agresivo que el anciano sano, necesitando más
la presencia de otras personas debido sobretodo a sus niveles de autoestima y
su situación de dependencia.

Dentro del anciano patológico, o enfermo, debemos hacer una distinción en


función de la atención sanitaria que requiera diferenciando entre:

- Anciano paciente geriátrico, el cual necesita valoración por el médico geriatra


en domicilio o en consulta ambulatoria.

- Anciano hospitalizado. Este anciano requiere ingresos en hospital, de forma


más o menos frecuente, para tratar problemas agudos.

- Anciano que precisa tratamiento continuado o de larga estancia, debiendo


estar ingresado continuamente en el hospital y raramente se le da de alta o
está ingresado durante mucho tiempo, en muchos casos aquejado de
enfermedades en fase terminal que le impiden casi totalmente su
funcionamiento cotidiano.

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