Francisco J. Peniche Bolio Introduccion Al Estudio Del Derecho
Francisco J. Peniche Bolio Introduccion Al Estudio Del Derecho
Francisco J. Peniche Bolio Introduccion Al Estudio Del Derecho
PRIMERA PARTE
VISIÓN GENERAL DEL DERECHO
C
EL DERECHO EN SUS DIVERSAS ACEPCIONES Y DISCIPLINAS
1. Derecho subjetivo y Derecho objetivo
2. Derecho Natural
3. Derecho positivo
4. Derecho formalmente válido
5. Derecho público y Derecho privado
6. Disciplinas jurídicas especiales
A) Derecho constitucional
B) Derecho administrativo
C) Derecho penal
D) Derecho procesal
E) Derecho internacional público
F) Derecho fiscal
G) Derecho laboral
H) Derecho civil
I) Derecho mercantil
J) Derecho internacional privado
K) Derecho agrario
Cuestionario
C
FUENTES DEL DERECHO
1. Fuentes históricas
2. Fuentes reales
3. Fuentes formales
A) Legislación
B) La jurisprudencia como fuente del derecho
C) La costumbre como fuente del derecho
D) Las normas individualizadas:resoluciones judiciales y administrativas,
contratos y tratados
E) La doctrina
Cuestionario
C
CLASIFICACIÓN DE LAS NORMAS JURÍDICAS
1. Por el sistema a que pertenecen
2. Por su fuente
3. Por su ámbito espacial de validez
4. Por su ámbito temporal de validez
5. Por su ámbito material de validez
6. Por su ámbito personal de validez
7. Por su jerarquía
8. Por su sanción
A) Leyes perfectas
B) Leyes más que perfectas
C) Leyes menos que perfectas
D) Leyes imperfectas
9. Por su cualidad
10. Por sus relaciones de complementación
11. Por sus relaciones con la voluntad de los particulares
Cuestionario
SEGUNDA PARTE
CONCEPTOS JURÍDICOS FUNDAMENTALES
C
CONCEPTOS JURÍDICOS FUNDAMENTALES
1. Definición
2. La teoría fundamental del Derecho y la axiología jurídica
3. Clasificación de los conceptos jurídicos
Cuestionario
C
CONCEPTOS JURÍDICOS FUNDAMENTALES DE CARÁCTER FORMAL
1. Supuesto jurídico y consecuencias de derecho
2. Hecho jurídico y acto jurídico
3. Derechos subjetivos
A) Definición
B) Clasificación en cuanto a la conducta propia y ajena
C) Relativos y absolutos
D) Privados y públicos
E) Reales y personales
4. Deber jurídico
A) Definición
B) Axiomas de lógica jurídica
5. Sanción
A) Definición
B) Cumplimiento forzoso, indemnización y castigo
C) Concepto de pena
Cuestionario
C
CONCEPTOS JURÍDICOS FUNDAMENTALES DE CARÁCTER MATERIAL
1. Persona
A) Definición
B) Personas físicas
C) Personas colectivas
2. Estado
A) Presupuestos doctrinales
B) Definición
C) Elementos materiales: territorio y población
D) Elemento formal: la soberanía
3. Coacción
A) Definición
B) Diversas clases de ejecución
4. Acción
A) Definición
B) Autonomía del derecho de acción
C) La función jurisdiccional
Cuestionario
TERCERA PARTE
TÉCNICA JURÍDICA
C
TÉCNICA JURÍDICA
1. Importancia de su estudio
2. Objeto de la jurisprudencia técnica
A) Sistemática jurídica
B) Técnica jurídica
3. Interpretación
A) El método exegético
B) Crítica de Gény y García Máynez
C) El método correcto de interpretación
4. Integración
A) Lagunas de la ley y no del derecho
B) Medios de integración
5. Reglas de interpretación e integración en el derecho mexicano
Cuestionario
C
CONFLICTOS DE LEYES EN EL TIEMPO Y EN EL ESPACIO
1. Conflictos de leyes en el tiempo o retroactividad
A) Definición
B) La teoría de los derechos adquiridos y de las expectativas de derecho
C) Crítica de la teoría anterior
D) Excepciones al principio de retroactividad
2. Conflicto de leyes en el espacio
A) Planteamiento del problema
B) Soluciones al problema
C) La teoría de los estatutos
D) La aplicación espacial del derecho penal
Cuestionario
CUARTA PARTE
REFLEXIÓN FINAL SOBRE EL CONCEPTO DEL DERECHO
C
MORAL Y DERECHO
1. Unilateralidad de la moral y bilateralidad del Derecho
2. Interioridad de la moral y exterioridad del Derecho
3. Coercibilidad del Derecho e incoercibilidad de la moral
4. Autonomía de la moral y heteronomía del Derecho
Cuestionario
C
NORMAS JURÍDICAS Y NORMAS SOCIALES
1. Rasgos comunes entre las normas de Derecho y las normas sociales
2. Rasgos comunes entre las normas éticas y las normas sociales
3. Diferencias entre las normas morales y las normas sociales
4. Diferencias entre las normas de Derecho y las normas sociales
Cuestionario
Apéndice 1
Apéndice 2
Apéndice 3
Apéndice 4
Apéndice 5
BIBLIOGRAFÍA
Primera edición, 1970
Vigésima edición, primera reimpresión, 2011
Copyright © 2014
F J. P B
Av. Eugenia 1305, Colonia Narvarte,
CP. 03020, México, DF
Esta obra y sus características son propiedad de
EDITORIAL PORRÚA, SA de CV
Av. República Argentina, 15, 06020, México, DF
Derechos reservados
ISBN 978-607-09-1539-0
Hecho en México / Made in Mexico
Dedico esta obra a la memoria de mi inolvidable
padre don Ernesto E. Peniche Cordero (q.e.p.d.)
PRÓLOGO A LA PRIMERA EDICIÓN
I
Para comprender mejor la distinción entre juicios enunciativos y
juicios normativos, nos valdremos de dos ejemplos que, puestos
frente a frente, revelan las diferencias que existen entre ellos y
permiten apreciar las características de los juicios enunciativos y de
los juicios normativos.
Si decimos “el calor dilata los cuerpos” y “el arrendatario está
obligado a satisfacer la renta en la forma y tiempo convenidos”,
estamos pronunciando dos juicios, pero de naturaleza totalmente
distinta. En el primero advertimos desde luego que se trata de un
juicio que opera en la física y que nunca puede dejar de operar,
contrariamente a lo que sucede con el segundo ejemplo, en el cual
los destinatarios de la norma no son cosas sino indispensablemente
personas, bien sean éstas físicas o morales.
Además advertimos que, en el primer ejemplo, cuantas veces se
aplique calor a un cuerpo, fatalmente ocurrirá la dilatación del
mismo. Por el contrario, no siempre ocurrirá que el arrendatario
satisfaga la renta en la forma y tiempo convenidos, y esto sucede
porque, contrariamente a los fenómenos físicos, las personas, que
son las destinatarias de los juicios normativos, gozan del atributo del
libre albedrío, o libertad, para cumplir o dejar de cumplir con el
mandato de la norma, lo cual abiertamente no acontece con los
objetos naturales que, por su naturaleza, no están en aptitud de tal
opción.
Además surge el factor distintivo entre uno y otro ejemplo de que
el juicio enunciativo de que el calor dilate los cuerpos, es verdadero
en tanto no aconteciera, aun cuando solo fuera por una sola vez,
que el cuerpo no se dilatara con el calor. En cambio el juicio
normativo de la obligación del inquilino de pagar la renta convenida
es válido aun cuando hubiera excepciones frecuentes y continuas a
tal regla.
Esto se debe a que, mientras en los juicios enunciativos la verdad
que encierra no se debe al enunciado que de ésta se haga, en los
juicios normativos, por el contrario, el valor de los mismos está
precisamente en el enunciado y no en el suceso. En otras palabras:
los cuerpos se dilatan al calor no por la regla que así lo dice, sino
por la experiencia habida en todas las ocasiones que se aplica calor
a un cuerpo; y en cambio, podría haber la experiencia de que el
inquilino no satisfaga la renta en la forma y tiempo convenidos, sin
que esto constituyera norma de obligatoriedad para los
arrendatarios, en tanto el legislador no expidiera el precepto
respectivo obligándolos al cumplimiento de tal deber. Y por el
contrario, así como con una sola excepción que hubiera en el
fenómeno físico citado, la ley de la Naturaleza se vendría abajo, las
excepciones frecuentes de incumplimiento de los inquilinos a la
obligación de pagar la renta no producen la derogación de la ley, o
norma jurídica, la cual por cierto está contemplada en el artículo
2425, fracción I del Código Civil para el Distrito Federal, en materia
común y para toda la República en materia federal. Ésta seguirá
rigiendo aunque no se cumpla, en cambio aquélla dejará de existir
ante el primer caso que se diera de un cuerpo no dilatado por el
calor. (Cuando Galileo, siguiendo a Copérnico, demostró que la
tierra no era el centro alrededor del cual giraba el sol; sino al revés,
en ese instante se destruyó la teoría de Ptolomeo; y a nadie se le
ocurre pensar que porque en uno, cien o mil casos, en que el
inquilino no pague al casero su renta, el precepto que así lo
establece se venga abajo).
Aun en el derecho consuetudinario tampoco operaría el fenómeno
semejante al que ocurre con las leyes físicas, o naturales, porque si
así fuera se caería en el absurdo de que si, consuetudinariamente
se cometen robos u homicidios, por experiencia debería
considerarse como lícito el hurto y el homicidio. Si tal cosa no
acontece es porque a pesar de que se viole frecuentemente,
esporádica o constantemente, la norma sigue rigiendo pues no es el
hecho lo que hace la norma, sino ésta nace del proceso legislativo,
bien sea escrito o consuetudinario, independientemente de que se
cumpla o no. Y en cambio las leyes naturales no crean los hechos;
así, no es por el enunciado de que el calor dilata los cuerpos,
porque éstos se dilaten, ya que se dilatarán exista o no el
enunciado. De la misma manera no es porque el inquilino pague al
arrendador la renta convenida porque la ley existe, sino que ésta
regirá en tanto no se derogue, independientemente de que se
cumpla o no.
En consecuencia, después de haber analizado las diferencias que
hay entre los dos ejemplos: el primero de un juicio enunciativo y el
segundo de un juicio normativo, se desprenden, con toda facilidad,
estas tres fundamentales características de los juicios enunciativos y
de los juicios normativos, a saber:
Primero. Los juicios enunciativos rigen fenómenos físicos o
naturales y quedan comprendidos en el campo de lo que tiene que
ser o de lo que es.
Los juicios normativos rigen la conducta de las personas,
pertenecen al campo de lo que debe ser, en sentido axiológico o
ético.
Segundo. Los juicios enunciativos son verdaderos o falsos, en
tanto que los juicios normativos son válidos o inválidos.
Tercero. Los juicios enunciativos perderán su verdad ante la sola
presencia de un solo caso en que no se cumpla la ley natural.
En los juicios normativos las excepciones de cumplimiento de la
norma no le hacen perder su validez.
II
Anteriormente vimos la diferencia que hay entre juicios
enunciativos y juicios normativos. Existe, además, un tercer campo
de preceptos que no caen ni en el ámbito de los juicios enunciativos,
ni tampoco en el de los juicios normativos.
Por ejemplo, cuando decimos que el camino más corto entre dos
puntos es el de la línea recta, no estamos enunciando una ley
natural, pues no se refiere a ningún fenómeno físico como podría
ser el de la “gravitación universal”, ni tampoco se está pronunciando
ninguna norma de conducta. Lo que se está pronunciando es lo que
los tratadistas llaman una regla técnica.
Las reglas técnicas difieren de los juicios normativos en cuanto
que entrañan una necesidad y no una obligación.
En efecto: decir que para abreviar el camino entre dos puntos
“deba” seguirse la línea recta, es un vicio de expresión puesto que
para abreviar entre dos puntos es “necesario”, y no “debido”, que se
siga la línea recta.
Esto nos lleva a considerar desde luego uno de los conceptos
jurídicos fundamentales del Derecho que es el del deber. Desde
luego el “deber”, como el “ser”, son expresiones del pensamiento
que se intuyen y que se entienden en relación con el sujeto
obligado. No hay, pues, definición al deber ser, como no la hay al
ser, pues ambas son, se repite, formas del pensamiento.
En cambio sí podemos definir lo que es obligado. Obligado es la
persona que debe realizar la conducta ordenada, o dejar de realizar
la conducta prohibida, por el precepto.
Para explicar lo anterior nada mejor que valernos de los delitos
por acción (que siempre tendrán tentativa acabada o inacabada) y
de los delitos por omisión. La infracción a la conducta ordenada
constituye los delitos de omisión, v.gr.: dejar de prestar el auxilio que
ordena el precepto prestar; dejar de dar alimentos que ordena el
precepto dar; dejar de votar lo que ordena el precepto realizar, etc. Y
la infracción a la conducta prohibida por el precepto constituyen los
delitos de acción, v.gr.: matar, violar, robar, defraudar, etcétera.
Hay que distinguir por tanto los conceptos de ley natural, juicio
normativo y reglas técnicas:
1. Por ley natural (entendido el vocablo ley no en su acepción de
norma) García Máynez la define como “juicios enunciativos cuyo fin
estriba en mostrar las relaciones indefectibles que en la Naturaleza
existen”.[2] Dicho de otro modo: las leyes naturales son juicios que
expresan relaciones constantes entre fenómenos.
2. Los juicios normativos, por el contrario, son reglas de conducta
que imponen deberes o conceden derechos.
Para comprender mejor la diferencia entre las leyes naturales,
mejor llamadas leyes físicas, y las normas de conducta, nada mejor
que establecer las diferencias entre ambas; esto es, mientras las
leyes naturales se refieren indefectiblemente a lo que es, las normas
estatuyen lo que debe ser; así como también que mientras las leyes
naturales no pueden dejar de observarse, las normas de conducta
son susceptibles de inobservarse en virtud de que el supuesto
filosófico de toda norma es la libertad de los sujetos a quienes
obliga. Por esto, mientras la ley natural es válida en tanto no haya
una sola excepción en su aplicación, las normas de conducta valen
independientemente de la experiencia.
3. Las reglas técnicas, según la hermosa definición dada por
Giorgio Del Vecchio, son las que indican los medios que es forzoso
emplear para conseguir un propósito, mas no prejuzgan si es lícito o
ilícito proponerse el fin de que se trate.
Por esto las reglas técnicas si bien participan del elemento de
obligatoriedad y experiencia de las leyes naturales o físicas, también
participan del elemento “libertad” en su observancia, de las normas
de conducta. La diferencia entre las reglas técnicas y las de
conducta descansa en que la técnica nada tiene que ver con el valor
de las finalidades a que sirve, ya que exclusivamente se refiere a los
procedimientos que permiten realizarlas, sin preocuparse por
esclarecer si son buenas o malas. “Apreciar el mérito —dice Del
Vecchio en su obra L’Homo Juridicus— de los fines del individuo es
problema ético, no técnico”.[3]
Hecha pues la distinción entre ley natural, juicio normativo y reglas
técnicas, estamos en aptitud de comprender la clasificación kantiana
de los imperativos categóricos e hipotéticos.
En primer lugar entran a la categoría de imperativos, únicamente
las reglas que imponen deberes, o sea, reglas de conducta cuyos
destinatarios son las personas. Por tanto, por imperativo, debe
entenderse el precepto que impone deberes.
Son categóricos, aquellos imperativos (preceptos que imponen
deber) que no traen ninguna condición; e hipotéticos los que están
condicionados. Por ejemplo, de imperativo categórico es: honrarás a
tu padre y a tu madre. Esta norma, que es de carácter moral,
contiene un deber, no es técnica ni física, pero tampoco entraña
condición alguna para su cumplimiento. Como su nombre lo indica
es categórica: manda una acción por sí misma, como objetivamente
necesaria.
Por el contrario, en el caso del precepto del Código Civil que dice:
“que es responsable del pago de daños y perjuicios quien falte al
cumplimiento de una obligación”, el imperativo es, evidentemente,
hipotético, ya que para que pueda surgir el deber de pagar daños y
perjuicios, se requiere que previamente exista el supuesto de
incumplimiento, de una obligación.
Para finalizar, los juicios hipotéticos se transforman en categóricos
en el momento que se actualiza la condición. Así, en el ejemplo, que
pusimos del precepto del Derecho civil, el obligado que no cumple
una obligación debe pagar los daños y perjuicios tal y como si se
tratara de la obligación categórica del hijo que debe honrar a sus
padres. Por eso decimos que los imperativos hipotéticos son
hipotéticos en tanto no se realice la hipótesis, o supuesto jurídico,
que los transforma en categóricos.
NOTAS
[1] La razón de iniciar esta obra con la presente introducción radica —como
dijimos al final del prólogo de la primera edición— en que a lo largo de la obra se
da por sabido que las normas jurídicas están comprendidas dentro de los juicios
normativos, por lo que es conveniente explicar —así sea brevemente— en qué se
distinguen los juicios normativos, de los juicios enunciativos y de las llamadas
reglas técnicas, y estar así en aptitud de iniciar el estudio del Derecho, aun
cuando ello solo sea en sus más elementales conceptos, que es el objeto de esta
obra de mera introducción al estudio del derecho.
[2] García Máynez, Introducción al estudio del Derecho, 12a. ed., Editorial
Porrúa, p. 5.
[3] Giorgio Del Vecchio, L’Homo Juridicus e l’insufficienza del diritto come
regola della vita, Roma, 1936, sobretiro de la Rivista Internazionale di Filosofía del
diritto, p. 14.
PRIMERA PARTE
VISIÓN GENERAL DEL DERECHO
C
EL DERECHO EN SUS DIVERSAS ACEPCIONES Y DISCIPLINAS
G) D
García Máynez lo define como “el conjunto de normas que rigen
las relaciones entre trabajadores y patronos”.[20]
Se ha considerado al Derecho laboral como de Derecho público.
Sin embargo, Castán Tobeñas y Radbruch lo consideran como un
derecho intermedio entre el Derecho público y el privado y así,
sostienen, el primero, que, “integrado el derecho laboral por
elementos del derecho público y del privado, sobrepasa la clásica
división bipartita de las disciplinas jurídicas y crea una tercera
agrupación, llamada a ocupar un puesto intermedio entre el derecho
individual y el derecho del Estado”,[21] y por su parte Radbruch
sostiene que:
si queremos traducir al lenguaje jurídico la enorme evolución que estamos
presenciando en los hechos y en las ideas, diríamos que la tendencia hacia el
derecho social, cada vez va socavando más la separación rígida entre derecho
público y privado; entre derecho civil y derecho administrativo; entre contrato y
ley: ambos tipos de derecho penetran uno en otro recíprocamente, dando lugar
a la aparición de nuevos campos jurídicos que no pueden ser atribuidos ni al
derecho público ni al privado, sino que representan un derecho enteramente
nuevo, de un tercer tipo, a saber: el derecho económico y el obrero.[22]
El maestro Trueba Urbina en su obra Tratado Teórico-Práctico de
Derecho Procesal del Trabajo, se adhiere a los tratadistas antes
citados de considerar al Derecho del trabajo como autónomo y
distinto del público y del privado y señala la distinción entre el
Derecho sustantivo laboral y el Derecho procesal laboral, señalando
que en lo sustantivo el derecho laboral “es reivindicador de la
entidad humana desposeída, que sólo cuenta con su fuerza de
trabajo para subsistir, caracterizándose por su mayor proximidad a
la vida; que pugna por el mejoramiento económico de los
trabajadores y que significa el inicio de la transformación de la
sociedad burguesa hacia un nuevo régimen social de derecho”.[23]
Desde el punto de vista procesal, el propio tratadista mexicano,
define al Derecho procesal del trabajo, como “el conjunto de reglas
que regulan la actividad jurisdiccional de los tribunales y el proceso
del trabajo, para el mantenimiento del orden jurídico y económico en
las relaciones obrero-patronales, interobreras e interpatronales”.[24]
Como afirma Trueba Urbina en su obra citada:
la consagración del derecho sustancial y procesal del trabajo en textos de
nuestro Código político-social, bajo el rubro del Trabajo y de la Previsión Social,
significa el paso más firme dado por los constituyentes de 1917 hacia la
integración legislativa del derecho social, sobre todo, en momentos de franca
crisis de la legislación positiva de los pueblos provocada por imperiosas
necesidades de justicia que había venido reclamando la clase obrera. Las
masas podrán no tener amor por la legalidad, pero sí tienen intuición de la
justicia.[25]
H) D
El Derecho civil, rama principal del Derecho privado, del que se
desgajó el Derecho mercantil, lo define García Máynez como “aquél
que determina las consecuencias esenciales de los principales
hechos y actos de la vida humana (nacimiento, mayoría, matrimonio,
defunción, tutela, adopción) y la situación jurídica del ser humano en
relación con sus semejantes (capacidad civil, deudas y créditos) o
en relación con las cosas (propiedad, usufructo, cesión, etcétera)”.
[26]
C
1. ¿A qué se llama Derecho subjetivo? 2. ¿A qué se llama Derecho objetivo? 3.
Dé ejemplos de uno y otro. 4. ¿A qué se llama Derecho natural? 5. ¿A qué se
llama Derecho positivo? 6. ¿A qué se llama Derecho formalmente válido? 7. Dé
ejemplos de los tres. 8. ¿Qué normas se consideran tradicionalmente como de
Derecho público? 9. ¿Qué normas se consideran tradicionalmente como de
Derecho privado? 10. ¿Cuál es el criterio correcto para distinguir las normas de
Derecho público de las de Derecho privado? 11. Dé ejemplos de normas
tradicionalmente consideradas como de Derecho público que, por su contenido,
pertenezcan al Derecho privado. 12. Dé ejemplos de normas tradicionalmente
consideradas como de Derecho privado que, por su contenido correspondan al
Derecho público. 13. ¿Cómo se define el Derecho constitucional? 14. ¿A qué se
llama la parte orgánica de una Constitución? 15. ¿A qué se llama la parte
dogmática de la Constitución? 16. ¿A qué se llama el poder constituyente
permanente? 17. ¿Cuáles son los dos principios capitales en que se fundan las
constituciones? 18. ¿Cómo se define el Derecho administrativo? 19. ¿Qué es la
administración pública? 20. ¿Cómo se define el Derecho penal? 21. ¿Qué es
delito? 22. ¿Qué es pena? 23. Dé ejemplos de medidas preventivas y penas
represivas. 24. ¿Cómo se define el Derecho procesal? 25. ¿Qué es la relación
Jurídica procesal? 26. ¿Cuáles son las dos fases de un proceso? 27. ¿Cuáles son
las formalidades esenciales de un procedimiento? 28. ¿Cómo se define el
Derecho internacional público? 29. ¿En qué consiste la regla pacta sunt
servanda? 30. ¿Cómo se define el Derecho fiscal? 31. ¿Qué es impuesto; qué es
derecho; qué es producto; qué es aprovechamiento y qué son aportaciones de
seguridad social? 32. Dé ejemplos de cada uno de éstos. 33. ¿Cómo se define el
Derecho laboral? 34. ¿Cómo se define el Derecho procesal laboral? 35. ¿Cómo
se define el Derecho civil? 36. ¿Cuáles son las cinco partes en que suele dividirse
el Derecho civil? 37. ¿Cómo se define el Derecho mercantil? 38. ¿Qué es acto de
comercio? 39. ¿Cómo se define el Derecho internacional privado? 40. ¿Cómo se
define el Derecho agrario? 41. ¿Cómo está dividida la propiedad rústica en
México?
NOTAS
[1] Rafael Preciado Hernández, Lecciones de Filosofía del Derecho, 4a. ed.,
Editorial Jus.
[2] Es ejemplo de lo anterior la copiosa Jurisprudencia definida y obligatoria
sentada por la Suprema Corte de Justicia de la Nación, respecto de la
inconstitucionalidad de los artículos 15 y 18 de la Ley de Profesiones, no obstante
lo cual la Dirección General de Profesiones niega a los profesionistas extranjeros
su cédula y ejercicio profesional hasta en tanto siga vidente la Ley de Profesiones
tachada de inconstitucional.
Es a don Mariano Otero a quien se debe, a través de la fórmula que lleva su
nombre, el que el amparo solo tenga eficacia para quien o quienes lo soliciten,
contrariamente a lo que en tal sentido pensara, el “padre del amparo” don Manuel
Crescencio Rejón para quien, declarada inconstitucional una ley, ésta debería
dejar de tener validez aun cuando contra ella sólo unos cuantos hubieran acudido
al amparo. Esta tesis parece estar cobrando simpatía, pues se invoca —no sin
razón— que merced a la “Fórmula Otero” que restringe el amparo para quienes lo
puedan pedir, hace que en la práctica la mayoría de la población agraviada por
una ley inconstitucional no pueda, por ignorancia o por miseria, ampararse contra
ella, reservándose así el maravilloso recurso del amparo a una élite reducida en
detrimento de las mayorías. Prueba de ello han sido, entre otros, los amparos que
contra el impuesto de tenencia de vehículos y de derechos por las placas de
circulación de los mismos, solo favoreció a la escasa minoría que pidió amparo.
[3] García Máynez, ob. cit., p. 137.
[4] Ignacio M. Burgoa, El Juicio de Amparo. 4a. ed., p. 612.
[5] “El criterio de calificación que se ha esbozado —dice Burgoa en su obra
citada— y cuya imperfección no desconocemos sirve para constatar si,
atendiendo a su causa final inmediata y directa (motivación y teleología), una
norma jurídica determinada debe o no reputarse de orden público; y como dicha
causa tiene una naturaleza ontológica, trascendente u objetiva, dado que se
registra en la vida social misma, su ponderación es susceptible de formularse no
únicamente por el legislador, sino también, en cada caso concreto, por el
juzgador, de tal suerte que no basta, como índice absolutamente certero y
apodíctico, que una ley se auto-titule de orden público para que por modo
ineluctable se le atribuya necesariamente este carácter, sino que es menester que
los fines directos e inmediatos por ella perseguidos, propendan a satisfacer una
urgencia colectiva, a procurar un bienestar social o a evitar un mal a la
comunidad. De esta guisa, sólo a posteriori, analizando la norma jurídica de que
se trate a través de su causa final, puede constatarse su índole de orden público o
de orden privado, atributos que, por estar estrechamente ligados a la dinámica
social, son eminentemente variables en el tiempo y en el espacio, circunstancia
ésta que revela su contingencia, en el sentido de que, si bien en un principio
pueden tales factores caracterizar a una ley, dejan de peculiarizarla en la medida
que desaparezcan del escenario de la realidad los motivos que la determinaron o
de que los fines perseguidos se hayan conseguido o dejen de tener actualidad”.
[6] Independientemente de lo anterior, la misma ley, en su artículo 1° establece
que la Ley de Reforma Agraria es de interés público y de observancia general en
toda la República.
[7] Tena Ramírez, Derecho Constitucional, Editorial Porrúa, p. 57.
[8] La tesis anterior fue sustentada por el Primer Tribunal Colegiado en Materia
Administrativa del Primer Circuito en la ejecutoria visible en el Toca RA-1111/82
derivado del amparo que promovieron los “revendedores” de boletos de teatros y
espectáculos del Distrito Federal contra las disposiciones del Gobierno del
Departamento Central por el que se prohibía a los “revendedores” el ejercicio de
tal actividad hasta el posible arresto y decomiso de boletos, de insistir en tal
actividad considerada como ilícita.
[9] En su obra Derecho Administrativo, el tratadista don Gabino Fraga define el
Derecho administrativo como “la rama del Derecho público que regula la actividad
del Estado que se realiza en forma de función administrativa siendo actividad del
Estado la que está constituida por el conjunto de actos, operaciones y tareas, que
conforme a la legislación positiva debe de ejecutar para la realización de sus
fines”. Gabino Fraga, ob. cit., 11a. ed., Editorial Porrúa, p. 1.
[10] García Máynez, ob. cit., p. 139.
[11] Eugenio Cuello Calón, Derecho Penal, tomo I, 3a. ed., p. 8.
[12] Cuello Calón, ob. cit., p. 252.
[13] Cuello Calón, ob. cit., tomo I, p. 544.
[14] Los estados en que subsiste la pena de muerte son: Nuevo León, Sinaloa,
Oaxaca, Sonora, Morelos y San Luis Potosí, según datos recogidos hasta 1958.
[15] García Máynez, ob. cit., p. 143.
[16] En el sonado caso del desafuero del Senador Jorge Díaz Serrano resuelto
por la Cámara de Diputados el 30 de julio de 1983, el Poder Legislativo Federal
realizó una función jurisdiccional desde el punto de vista material y legislativa
desde el punto de vista formal, pues llevó a cabo una tarea de orden jurisdiccional
en la que procesó y sentenció al Senador Díaz Serrano privándolo del fuero
constitucional del que gozaba, aun cuando ello fue, a nuestro juicio, violándose la
garantía de exacta aplicación de la ley que establece el artículo 14 constitucional,
puesto que el artículo 111 de la propia Constitución, en que la Cámara de
Diputados pretendió fundar la condena del acusado, tal precepto (el 111
constitucional) únicamente permite el proceso penal contra diputados y
senadores, Ministros de la Corte, Secretarios de Despacho, Jefes de
Departamentos Administrativos, Jefes del Departamento del Distrito Federal y
Procuradores General de la República y de Justicia del Distrito Federal “por la
comisión de delitos durante el tiempo de su encargo”; y, en el caso del Senador
Díaz Serrano, los delitos que se le atribuyeron fueron cometidos antes de ser
senador, por lo que —independientemente de que hubiera habido o no la comisión
de tales delitos— lo cierto fue que se le aplicó inexactamente el artículo 111
constitucional por la Cámara de Diputados, la que violó la garantía de exacta
aplicación de la ley que la propia Constitución establece en su artículo 14.
[17] García Máynez, ob. cit., p. 145.
[18] Doctrina Estrada. La política exterior mexicana se rige teóricamente por lo
que se conoce con el nombre de Doctrina Estrada y que fue una declaración que
hizo el entonces Secretario de Relaciones de nuestro país, don Jenaro Estrada el
día 27 de septiembre de 1930.
El texto de esa “doctrina”, o de esa declaración es el siguiente: México no
otorga reconocimientos, porque considera que esta es una práctica, denigrante,
que, sobre herir la soberanía de otras naciones, coloca a éstas en el caso de que
sus asuntos interiores puedan ser calificados en cualquier sentido por otros
gobiernos, quienes de hecho asumen una actitud crítica, al decidir favorable o
desfavorablemente sobre la capacidad legal de regímenes extranjeros.
[19] Consideramos que era mucho más claro el Código Fiscal de la Federación
anterior al vigente el que en sus artículos 2°, 3°, 4° y 5°, definía lo que debía de
entenderse por impuestos, derechos, productos y aprovechamientos que eran las
contribuciones o cargas fiscales a que estaban obligados los causantes.
De acuerdo con el artículo 31 fracción IV de la Constitución Federal, los
impuestos que deben pagar los particulares como obligación que se les impone
para contribuir a los gastos públicos tanto de la Federación como del Estado y
Municipio en que residan, deben satisfacer dos requisitos: de proporcionalidad y
equidad.
[20] García Máynez, ob. cit., p. 146.
[21] José Castán Tobeñas, El Derecho Laboral. Apuntes para su Construcción
Científica. Revista Laboral, octubre-diciembre, Madrid, 1929, p. 37.
[22] Gustavo Radbruch, Introducción a la Ciencia del Derecho, Madrid, 1930, p.
108.
[23] Alberto Trueba Urbina, Tratado Teórico-Práctico de Derecho Procesal del
Trabajo, Editorial Porrúa, p. 26.
[24] Alberto Trueba Urbina, Derecho Procesal del Trabajo, tomo I, p. 18.
[25] Ibidem, p. 26.
[26] García Máynez, ob. cit., p. 146.
[27] García Máynez, ob. cit., p. 147.
[28] En su obra de Derecho Mercantil, el tratadista Felipe de J. Tena, define
como acto de comercio “todo contrato por el que se adquiere a título oneroso un
bien de cualquiera especie con la intención de lucrar mediante su transmisión, así
como el contrato, también oneroso a cuya virtud esa transmisión se verifica”.
Felipe de J. Tena, Derecho Mercantil, p. 22, 5a. ed. Editorial Porrúa. Por su parte,
el proyecto de Código de Comercio elaborado por la entonces Secretaría de
Economía, hoy de Comercio y Fomento Industrial, considera como Acto de
Comercio:
Art. 3° Se presumirán actos de comercio: I. Los que tengan como fin organizar,
explotar, traspasar o liquidar una negociación o empresa de carácter lucrativo, y II.
Los que recaigan sobre cosas mercantiles. La presunción establecida en este
artículo no admite prueba en contrario, y sólo será inaplicable a los actos
esencialmente civiles.
Art. 4° Son cosas mercantiles: I. Los títulos de crédito; II. Las negociaciones o
empresas de carácter lucrativo; III. El nombre, los avisos, marcas y patentes; IV.
Los buques.
[29] García Máynez, ob. cit., p. 150.
[30] Lucio Mendieta y Núñez, Introducción al Estado del Derecho Agrario, 2a.
ed., p. 6.
[31] Mexicano: Ésta es tu Constitución. Cámara de Diputados del Congreso de
la Unión. XLVII Legislatura. 1968.
[32] Víctor Manzanilla Schaffer, en su obra Reforma Agraria Mexicana, p. 60,
nos dice al respecto:
El ejido “colonial” fue creado por Cédula Real en la que Felipe II, en diciembre
de 1573, manda que “los sitios en que se han de formar los pueblos y reducciones
tengan comodidad de aguas, tierras y montes, entradas y salidas y labranza y un
ejido de una legua de largo, donde los indios puedan tener sus ganados, sin que
se revuelvan con otros de españoles”. Más tarde esta Cédula integró la Ley VIII,
Título III, Libro VI de la Recopilación de Leyes Indias. Las características de este
tipo de ejido difieren sustancialmente del sistema ejidal impuesto por la
Constitución de 1917. En efecto, el antiguo ejido era solamente una porción de
tierra situada en las afueras de las poblaciones, la cual no se sembraba ni se
trabajaba agrícolamente, sino que servía para apacentar el ganado. Por la Cédula
Real que hemos citado, se ve con claridad que los fines de este ejido eran
destinar una superficie de tierras, cuyas medidas fueren fácilmente determinables,
para la alimentación del ganado de los indios, con el propósito de que no se
confundieran con el de los españoles. Su uso era común a todos los vecinos, es
decir, la propiedad era comunal.
[33] Las reformas introducidas en la Ley de Amparo, han permitido en los
amparos agrarios, más facilidades de las que se gozan en materia obrera y penal,
al permitirse la suplencia de la deficiencia de la queja, no sólo en los conceptos de
violación, sino aun de los actos reclamados, como puede verse de la ejecutoria
dictada en el Toca 5610/66, en la que la Sala Auxiliar de la H. Suprema Corte de
Justicia de la Nación, sentó el criterio siguiente: “En el juicio de garantías en
materia agraria, de acuerdo con las reformas hechas a la Ley de Amparo,
concretamente en lo que se refiere al artículo 73 de la misma, permiten a la
Justicia Federal, a través de los tribunales que la integran, a suplir la deficiencia
de la queja, suplencia que debe hacerse no sólo de los conceptos de violación,
sino aun de los actos reclamados, tal y como se hayan probado aun cuando sean
distintos de los invocados en la demanda; pues el espíritu e intención del
legislador fue que en los amparos agrarios, donde la ignorancia de los quejosos
puede impedirles cumplir estrictamente con los requisitos formales de
procedimiento que establece la Ley de Amparo, se suplan tales deficiencias por la
autoridad que conozca del juicio de garantías y se evite así que nuestro recurso
constitucional sea nugatorio para las clases campesinas del país, que son las más
necesitadas de protección”.
[34] Durante el sexenio del presidente Luis Echeverría Álvarez se promulgó la
nueva “Ley Federal de Reforma Agraria” la que en términos generales reprodujo
en gran parte el derogado Código Agrario. Entre las novedades que se
introdujeron en la nueva Legislación Agraria, está la de facultar a los órganos
ejidales para establecer los “ejidos colectivos”. No obstante que, como se ha
dicho, tales “ejidos colectivos” deberían ser, conforme a la Ley Federal de
Reforma Agraria, facultad concedida a los órganos ejidales, sin embargo, a
iniciativa del propio Presidente Echeverría, se reformó el artículo 27 constitucional
a fin de que sea ahora el Estado quien pueda, a su juicio, constituir los “ejidos
colectivos” en vez de que lo fueren por decisión de los órganos ejidales.
C
FUENTES DEL DERECHO
NOTAS
8. P
Desde el punto de vista de su sanción, las leyes se clasifican en:
A) Leyes perfectas
B) Leyes más que perfectas
C) Leyes menos que perfectas
D) Leyes imperfectas
A) L
Son leyes perfectas aquellas cuya sanción consiste en la
inexistencia o nulidad de los actos que la vulneran.
Hay tres grados de invalidez: la inexistencia, la nulidad absoluta y
la nulidad relativa.
En el Derecho mexicano se encuentra reglamentada la invalidez
de los actos jurídicos por inexistencia, por nulidad absoluta y por
nulidad relativa. Así, los artículos del 2224 al 2242 del Código Civil
para el Distrito Federal, disponen que el acto jurídico es inexistente
por la falta de consentimiento, o de objeto, que pueda ser materia de
tal acto jurídico, el cual no produce ningún efecto legal, ni es
susceptible de validez por confirmación, ni por prescripción. Su
inexistencia puede invocarse por cualquier interesado. Tal es la
inexistencia.
La nulidad absoluta proviene de la ilicitud en el objeto, en el fin y
en la condición del acto. Como en la inexistencia cualquier
interesado puede prevalerse de ella y no desaparece por la
confirmación o la prescripción.
La nulidad relativa se da cuando no se reúnen todos los
caracteres enumerados en el párrafo anterior.
Aparentemente entre inexistencia y nulidad absoluta no existe
diferencia alguna. Sin embargo, el único rasgo que la distingue es el
de que mientras la inexistencia no produce efecto legal alguno, en la
nulidad absoluta, por regla general, no impide que el acto produzca
provisionalmente sus efectos.
Ejemplos. El matrimonio celebrado sin voluntad de uno de los
consortes produce la inexistencia del mismo. En cambio la
compraventa en favor de extranjeros, de un inmueble ubicado en la
zona prohibida, produce provisionalmente sus efectos, aun cuando
pueden ser destruidos cuando se pronuncie por el juez la nulidad.[4]
Entre nulidad absoluta y nulidad relativa concurre el rasgo común
de que, por regla general, los actos jurídicos producen
provisionalmente sus efectos, pero en cambio las diferencias son de
que en la nulidad absoluta no desaparecen por la confirmación o la
prescripción y, en cambio, en la nulidad relativa ésta se extingue por
la confirmación o la prescripción.
La falta de forma establecida por la ley, si no se trata de actos
solemnes, así como el error, el dolo, la violencia y la incapacidad de
los autores del acto, produce la nulidad relativa.
B) L
Se denominan leyes más que perfectas aquellas que no anulan el
acto que la vulneran, por haberse consumado éste de un modo
irreparable, en cuyo caso se impone al infractor un castigo y además
una reparación pecuniaria, por ejemplo: el homicidio en el cual la
norma sancionadora no permite el restablecimiento de las cosas al
estado que guardaban antes del delito, sino que éste queda
consumado de un modo irreparable, imponiéndose al infractor pena
corporal y además reparación del daño, o, las que sancionan el acto
antijurídico con la nulidad y con otra sanción imperfecta.
C) L
Las normas cuya violación no impiden que el acto violatorio
produzca efectos jurídicos, pero que hacen al sujeto acreedor a un
castigo, se les llama leyes menos que perfectas. Por ejemplo: el
artículo 10 de la Ley de Títulos y Operaciones de Crédito, que dice:
“El que acepte, certifique, otorgue, gire, emita, endose, o por
cualquier otro concepto suscriba un título de crédito en nombre de
otro sin poder bastante o sin facultades legales para hacerlo, se
obliga personalmente como si hubiera obrado en nombre propio, y si
paga adquiere los misinos derechos que corresponderían al
representado aparente”. Como se ve, de acuerdo con dicho
precepto la suscripción de un título de crédito, careciendo de
facultades para ello no deja de producir sus efectos como serían los
de la obligación personal del suscriptor, con lo cual su castigo sería,
en su caso, el de pagar el importe del título de crédito como si se
hubiera obligado en lo personal.
D) L
Y por último aquellas normas cuya infracción carece de sanción se
les denomina leyes imperfectas. Es ejemplo de norma imperfecta las
prohibiciones consignadas en el artículo 289 del Código Civil para el
Distrito Federal, en virtud de que no hay sanción por incumplimiento
a esta taxativa, ya que, si bien es cierto que el artículo 264 del
mismo Código, en su fracción II, considera ilícito, pero no nulo, el
matrimonio celebrado sin que hubieran transcurrido los términos
fijados en el artículo 289 del Código Civil, también lo es que el
artículo 265 del mismo Código señala que los infractores “incurrirán
en las penas que señale el código de la materia”. Y toda vez que el
Código Penal no señala expresamente pena alguna para el cónyuge
que no cumpla con la obligación de esperar el término para contraer
nuevo matrimonio, a contar desde que se decretó el divorcio, resulta
que tal norma carece de sanción, pues no podría considerarse que
se trate del delito de desobediencia a un mandato legítimo de la
autoridad, a que se refiere el artículo 178 del Código Penal para el
Distrito Federal en materia común y para toda la República en
materia federal, en virtud de que la conducta ilícita no está en la
desobediencia a un mandato de la autoridad sino en la
desobediencia al mandato de la ley, amén de que la conducta ilícita
quedó tipificada por el Código Civil, sin que por tanto pueda ser
aplicable otro Ordenamiento distinto, ya que la materia penal es de
exacta aplicación y los delitos se cometen de acuerdo con el
precepto expresamente aplicable al caso, sin que sea permitida ni la
analogía, ni la mayoría de razón, todo lo cual conduce a considerar
que si bien el Legislador tipificó el delito de contraer matrimonio sin
esperar alguno de los términos establecidos por el art. 289 del
Código Civil, sin embargo tal ilícito, por carecer de sanción, perdió
su naturaleza jurídica de delito, de acuerdo con el principio de
nullum crimen sine lege nullum crimen sine penae y, por tanto, se
trata en este caso de una norma imperfecta, por carecer de sanción.
9. P
Desde el punto de vista de su cualidad, las normas se clasifican
en positivas o permisivas y negativas o prohibitivas. Son positivas
las que permiten cierta conducta o cierta omisión. Ejemplo de norma
positiva, que permite cierta conducta de acción, lo tenemos en el
artículo 1396 del Código de Comercio que faculta al deudor a
señalar bienes para su embargo.
Ejemplo de norma positiva o permisiva, que permite conducta de
omisión, lo tenemos en el artículo 2445 del Código Civil que autoriza
al arrendatario a no pagar sus rentas si no se hicieren mejoras que
fueren necesarias para lograr el objeto del arrendamiento.
San normas negativas las que prohíben determinado
comportamiento que también puede ser de acción o de omisión.
Ejemplo de norma negativa que prohíbe un comportamiento de
acción es cualquier delito que se realice por actuar contra lo que la
norma prohíba. Por ejemplo: homicidio.
Ejemplo de norma negativa que prohíba un comportamiento de
omisión es cualquier delito de los de omisión. Por ejemplo: dejar de
prestar auxilio. Dejar de pasar alimentos.
10. P
Desde el punto de vista de sus relaciones de complementación,
las normas se clasifican en primarias y secundarias.
Son primarías las que tienen por sí mismas sentido pleno, o sea,
que no necesitan de otras para lograr la finalidad que se propone la
norma. Por ejemplo, la compraventa, el arrendamiento, la posesión.
Las secundarias no tienen clasificación independiente y solo se
entienden en relación con otros preceptos.
Las normas secundarias se clasifican en:
Primero. Las de iniciación, duración y extinción de la vigencia,
siendo ejemplo de ellas las transitorias de cualquier ley que fije la
vigencia de la misma, su iniciación y su extinción.
Segundo. Las declarativas que son las que desarrollan una norma
primaria como por ejemplo el artículo 308 del Código Civil que
define lo que son alimentos.
Tercero. Las permisivas que tienen tal carácter cuando establecen
excepciones en relación con otras normas. Por ejemplo el artículo
303 del Código Civil que prevé la imposibilidad de los padres de
pagar alimentos en cuyo caso la obligación recae en los demás
ascendientes.
Cuarto. Las interpretativas, las cuales, como su nombre lo indica,
interpretan un precepto legal, que puede ser bien sea por el
legislador mismo, o bien por el Poder Judicial. Ejemplo: cualquier
jurisprudencia firme de la Suprema Corte interpretativa de un
precepto legal, como pudiera ser entre otros tantos casos, la
interpretación que se ha dado hasta hoy del ejercicio profesional por
los extranjeros.[5]
Quinto. Las sancionadoras, que como su nombre lo indica,
contemplan la sanción que debe imponerse por la infracción a la
norma primaria. Ejemplos: todas las normas del Derecho penal, que
sancionan la comisión de los delitos, siendo de advertir que en
materia penal la norma secundaria, si bien depende de la norma
primaria, al no existir sanción no habría crimen y la norma primaria
que tipificara el delito sería norma imperfecta, no solo por carecer de
sanción, sino por el principio general de Derecho de que no hay
crimen sin ley; no hay crimen sin pena. (Nullum crimen sinae lege;
nullum crimen sinae penae).
11. P
Y para terminar con la clasificación de las normas jurídicas,
únicamente nos falta observarlas desde el punto de vista de su
relación con la voluntad de los particulares. Desde este punto de
vista hay normas a las cuales las partes pueden renunciar y otras de
las cuales la ley prohíbe su renuncia. Las primeras reciben el
nombre de dispositivas y las segundas reciben el nombre de
taxativas.
Como ejemplo de norma taxativa, o sea, aquella que es
irrenunciable, lo tenemos en la prohibición de transigir sobre
alimentos, prohibición que está contenida en el artículo 2950
fracción V del Código Civil.[6]
Para que la norma sea taxativa debe estar prevista por el
legislador expresamente la irrenunciabilidad de la norma, ya que de
lo contrario la norma, sin disposición expresa en contrario, es
renunciable y por tanto es dispositiva, salvo que se trate de normas
de Derecho público, o que hayan sido estimadas como de orden
público.[7]
Ejemplo de norma dispositiva, o sea que puede renunciarse, lo
tenemos frecuentemente en los contratos de compraventa, cuando
se renuncia al saneamiento que pudiera haber después de una
compraventa.
C
1. ¿Cómo se clasifican las normas jurídicas? 2. Dé un ejemplo de normas
nacionales, extranjeras y de derecho uniforme. 3. Dé ejemplos de normas
provenientes de la fuente legislativa y de la fuente consuetudinaria. 4. ¿Cómo se
clasifican las normas desde el punto de vista de su ámbito espacial de validez? 5.
Dé ejemplos de leyes federales y de leyes locales. 6. ¿Cómo se clasifican las
normas desde el punto de vista de su ámbito temporal? 7. Dé ejemplos de normas
de vigencia determinada y de vigencia indeterminada. 8. ¿Cómo se clasifican las
normas desde el punto de vista de su ámbito material? 9. Dé ejemplos de normas
de Derecho público y de Derecho privado. 10. ¿Cómo se clasifican las normas
desde el punto de vista de su ámbito personal de validez? 11. Dé ejemplos de
normas genéricas y de normas individualizadas. 12. ¿Cómo se clasifican las
normas desde el punto de vista de su jerarquía? 13. ¿Cómo se dividen las leyes
constitucionales? 14. ¿Cómo se clasifican las normas desde el punto de vista de
su sanción? 15. Dé ejemplos de leyes perfectas, imperfectas, más que perfectas y
menos que perfectas. 16. ¿Cómo se clasifican las normas desde el punto de vista
de su cualidad? 17. Dé ejemplos de normas positivas y de normas negativas. 18.
¿Cómo se clasifican las normas desde el punto de vista de sus relaciones
complementarias? 19. Dé ejemplos de normas primarias y de normas
secundarias. 20. ¿Cómo se clasifican las normas secundarias? 21. Dé ejemplos
de normas de vigencia determinada; de normas declarativas; de normas
permisivas; de normas interpretativas y de normas sancionadoras. 22. ¿Cómo se
clasifican las normas desde el punto de vista de su relación con la voluntad de los
particulares? 23. Dé ejemplos de normas dispositivas y de normas taxativas.
NOTAS
[1] García Máynez, ob. cit., pp. 78 y ss.
[2] Véase al final del capítulo noveno el problema que ofrece el atributo de la
heteronomía en este tipo de normas.
[3] Este criterio no lo comparte la Suprema Corte de Justicia de la Nación. En
efecto: en la tesis visible en la página 18, del informe del presidente de la
Suprema Corte del año de 1983, correspondiente a la Segunda Sala, se afirma
que las leyes federales deben prevalecer sobre las locales.
Por su parte, el ameritado maestro García Máynez, en su obra tantas veces
comentada (p. 87, 12a. ed.), también incurre en la apreciación —a nuestro juicio
equivocada— de conceder a las leyes federales el más alto rango jerárquico,
equiparándolas con los tratados internacionales y aun con la propia Constitución,
basándose para ello en una indebida interpretación del artículo 133 constitucional,
al considerar como “leyes que emanen de la Constitución” a las leyes federales,
que no son a nuestro juicio “leyes constitucionales” si no desarrollan básicamente
un precepto constitucional.
Sin embargo en la obra Los derechos del pueblo mexicano, al comentarse el
artículo 133 constitucional se afirma que las leyes federales y las locales tendrán
igual grado de validez. (Tomo VIII, p. 937).
[4] La H. Suprema Corte de Justicia de la Nación ha estimado que la distinción
entre nulidad e inexistencia es meramente doctrinal como se desprende de la
ejecutoria dictada en el Amparo Directo 2596/957/2a de Federico Baños Islas,
fallado el 8 de mayo de 1958 por unanimidad de cuatro votos, ausente el ministro
Guzmán Neyra, que dice: “El artículo 2224 del Código Civil del Distrito, no tiene,
en cuanto a la base que pretende dar para establecer la distinción entre la
inexistencia y la nulidad, sino meros efectos teóricos ya que el tratamiento que en
él reciben las inexistencias es el de las nulidades, como lo demuestra el siguiente
análisis de casos de inexistencia tratados como si fueran de nulidad: la falta de
objeto hace inexistente el acto, según dicho artículo 2224; mas sin embargo en los
artículos 1427, 1433 y 1434, se prevén factiespecies de inexistencia y se las trata
como nulidades. Los contratos sobre cosas que están fuera del comercio,
técnicamente carecen de objeto; pero los artículos 1826 y 2950, fracción III que se
refieren a la transacción sobre una sucesión futura, prevén uno de estos casos de
falta de objeto y lo tratan por medio de la nulidad. El objeto de la compraventa es,
indiscutiblemente, la transferencia del derecho de propiedad, según el artículo
2248; pero ello no obstante, a la venta de cosa ajena se le llama nula en el
artículo 2270. Y si de la venta de un crédito inexistente se trata, mismo que en el
momento de la cesión engendra, según el artículo 2042, el efecto de obligar al
cedente a prestar la garantía de su existencia, no hay sino decir que esta
situación no se compagina con la institución de la inexistencia, que es la nada
jurídica. Lo mismo puede decirse en el caso del contrato de renta vitalicia
declarado nulo por el artículo 2779, si el beneficiario muere antes del
otorgamiento.
Y si a la falta de consentimiento se refiere, los artículos 1802, 2182 y 2183 que
prevén algunos de estos casos, les dan el tratamiento de la nulidad, mismo que
deberá darse, por falta de texto adecuado, al caso del acto celebrado por un
incapaz en quien la ausencia de consentimiento es absoluta, pues habrá que
tratarlo por el sistema de las incapacidades, originadora de la nulidad relativa,
según el artículo 2230. El profesor Borja Soriano, que según las “Notas” de García
Téllez inspiró la adopción de las inexistencias en el Código Civil vigente, pasa de
la inexistencia a la nulidad sin puente alguno al referirse precisamente al artículo
1802: “Cuando una persona —dice, Teoría General de las obligaciones, tomo I,
pp. 361 y 362, 1a. ed.— celebra un contrato a nombre de otra sin ser su
representante, a ese contrato le falta uno de los elementos esenciales: el
consentimiento del representado. No hay hasta entonces la oferta del otro
contratante; no existe aún contrato por falta de consentimiento. Ésta es, pues, la
naturaleza de la nulidad a que se refieren los artículos citados en el número
anterior”. Directo 2596/957/2a Federico Baños Islas. Fallado el 8 de mayo de 1958
por unanimidad de cuatro votos. Ausente el ministro Guzmán Neyra. Informe de
1958.
[5] La Suprema Corte de Justicia de la Nación en Jurisprudencia definida y
obligatoria N° 91 visible en la página 205 de la Compilación editada por ese Alto
Tribunal de los años de 1917 a 1975, correspondiente al Pleno, sentó la siguiente
Jurisprudencia: “91. profesionistas extranjeros, inconstitucionalidad de los
artículos 15, 18 y 20 de la ley reglamentaria de los artículos 4° y 5° de la
constitución federal, relativa a las profesiones en el distrito y territorios federales
de 30 de diciembre de 1944. Dichos preceptos son contrarios a los principios
establecidos en la Ley Suprema, en virtud de que el citado artículo 15 establece
una prohibición a los extranjeros para ejercer en el Distrito y Territorios Federales
las profesiones que reglamenta la ley, y sólo temporalmente se les puede
autorizar para realizar ciertas actividades (artículos 18 y 20); por lo que se violan
los derechos fundamentales que en su favor establecen los artículos 1° y 33 de la
Ley Suprema, ya que si los extranjeros tienen derecho a disfrutar de los derechos
fundamentales establecidos en el Título Primero, Capítulo I, de la Constitución
Federal, que se refiere a las garantías individuales, entre las que se encuentra el
artículo 4°, que establece que a ninguna persona podrá impedírsele que se
dedique a la profesión, industria, comercio o trabajo que le acomode, siendo lícito,
resulta evidente que no puede impedirse a los propios extranjeros, en forma
absoluta, el ejercicio de las profesiones, y si bien el segundo párrafo del
mencionado precepto constitucional establece que la ley determinará, en cada
Estado cuáles son las profesiones que necesitan título para su ejercicio, las
condiciones que deben llenarse para obtenerlo y las autoridades que han de
expedirlo, esa reglamentación no puede implicar una prohibición terminante, como
la consignada en el citado artículo 15, puesto que modalidad significa el
establecimiento de requisitos, condiciones, y aún limitaciones para el ejercicio de
una actividad, pero no puede llegarse al extremo de prohibirse la misma”.
[6] Ésta, y las anteriores o posteriores menciones que se hagan del Código
Civil, sin precisar lugar, se refieren al del Distrito Federal.
[7] La Suprema Corte de Justicia de la Nación, ha recogido el anterior criterio
en la siguiente Ejecutoria visible en la página 589 del tomo CXX del Semanario
Judicial de la Federación, que dice: “La naturaleza misma de la ley de orden
público hace prevalecer su aplicación sobre las de interés particular, por lo que las
renuncias que de ellas se hicieren se tendrán como nulas y no puestas. Las
disposiciones de orden público son irrenunciables, precisamente por el interés de
la sociedad en su observancia y aplicación”. (Fajardo de Ancona, Julia y coags.)
Tomo CXX, p. 589.
SEGUNDA PARTE
CONCEPTOS JURÍDICOS FUNDAMENTALES
C
CONCEPTOS JURÍDICOS FUNDAMENTALES
1. D
En las lecciones anteriores se trató de satisfacer uno de los
objetos que tiene la asignatura Introducción al estudio del Derecho
que fue el de ofrecer una visión de conjunto del Derecho.
Para ello se estudiaron las diversas acepciones de la palabra
derecho; las disciplinas jurídicas especiales; las fuentes del Derecho
y la clasificación de las normas jurídicas.
Comienza ahora el tratado de los conceptos jurídicos
fundamentales, con el cual se pretende llenar el segundo objetivo de
esta asignatura, cuya importancia se justifica por el siguiente orden
de consideraciones. Existen en el Derecho dos clases de conceptos:
los generales y los particulares. Los primeros se aplican a todas las
ramas del Derecho. Los segundos tan solo a determinadas
divisiones del mismo. Como ejemplo de los primeros (conceptos
generales), podemos citar los de persona, hecho jurídico, sanción,
etc. y como ejemplo de los segundos (conceptos particulares),
podríamos citar los de acto de comercio, delito o huelga. En tanto
que los conceptos generales se aplican a todas las ramas del
Derecho, como ocurre con los de persona, hecho jurídico y sanción
que lo mismo se aplican al Derecho civil, que al penal, al mercantil,
o a cualquiera otra rama del Derecho, los particulares sólo se
aplican a determinadas disciplinas, como ocurre con el de acto de
comercio, que solo se aplica al Derecho mercantil; el de delito, que
solo se aplica al Derecho penal, o el de huelga, que solo se aplica al
Derecho del trabajo.
Corresponde a la materia Introducción al estudio del Derecho la
exposición de los conceptos generales del Derecho o conceptos
jurídicos fundamentales, y a las disciplinas jurídicas especiales, el
estudio de los conceptos particulares. Es obvio, como expuso el
maestro Virgilio Domínguez en el prólogo de la obra del maestro
García Máynez, que sin el conocimiento de los conceptos generales
no es posible el estudio de los particulares.
Por esa razón en esta parte nos ocuparemos de los conceptos
generales del Derecho, a los que se denominan, siguiendo la
terminología de Stammler, conceptos jurídicos fundamentales.
¿Qué se entiende por conceptos jurídicos fundamentales? García
Máynez nos da la definición de los mismos al tratar sobre el objeto
de la Teoría Fundamental del Derecho; y define como conceptos
jurídicos esenciales o fundamentales las categorías o nociones
irreductibles, en cuya ausencia resultaría imposible entender un
orden jurídico cualquiera.[1]
La diferencia entre estos conceptos, llamados también categorías
jurídicas y los históricos o contingentes, está en que los
contingentes no existen en todo ordenamiento positivo; y que en
cambio los esenciales o fundamentales, no pueden dejar de existir
en un sistema jurídico. Así, son conceptos contingentes o históricos
las instituciones de la esclavitud, del duelo, del delito de disolución
social, de la sociedad en nombre colectivo, que no son conceptos
fundamentales, sino nociones históricas o contingentes. En cambio
las nociones de persona, supuesto jurídico, sanción, deber jurídico,
derecho subjetivo, derecho objetivo, acción, son irreductibles, pues
sin ellos resultaría imposible entender un orden jurídico cualquiera.
2. L D
La Teoría Fundamental del Derecho, que es la que explica, como
hemos dicho, los conceptos jurídicos fundamentales, es una de las
dos ramas en que se divide la Filosofía del Derecho, pues la otra
rama la constituye la Axiología Jurídica que tiene por objeto
“estudiar los valores a cuya realización debe aspirar el orden jurídico
positivo”.[2]
Toda vez que en este tema dedicaremos amplia atención a los
conceptos jurídicos fundamentales, merece la pena decir dos
palabras sobre la Axiología Jurídica que es, como se ha dicho, la
que estudia o se refiere a los valores que el orden jurídico positivo
debe realizar.
El problema está en saber cuáles son los valores a cuya
realización debe aspirar un orden jurídico positivo. Para la mayoría
de los autores, es la justicia, la finalidad suprema de ésta. La
respuesta no satisface porque se caería en la interrogante de saber
qué es lo justo; definición que encuentra ideologías diversas que,
consiguientemente, le dan contenidos diversos. Nosotros creemos
que el orden jurídico positivo debe aspirar al bien común;
terminología ésta que para otros autores merece el calificativo de
paz; pública, orden público, seguridad social, etc. Sea cual fuere el
vocabulario que en tal sentido se emplee, la realidad es que en caso
de conflicto debe la justicia ser postergada en beneficio de la paz y
el orden. Por esto habrá derechos que no puedan concederse a
pesar de ser intrínsecamente justos o valiosos, aceptados por
jusnaturalistas o positivistas, como ocurre cuando se decreta la
requisa de una empresa estatal o para-estatal, como serían la
Comisión Federal de Electricidad o Teléfonos de México, para evitar
que se suspenda el servicio público de energía eléctrica o de
teléfono, como consecuencia de un conflicto de huelga, requisa que
encuentra fundamento legal en el artículo 112 de la Ley de Vías de
Comunicación, o cuando se niega a los sindicatos mantener su
huelga en el incidente de suspensión del amparo que promuevan
contra la declaratoria de inexistencia dictada; por la autoridad
laboral, cuando con tal suspensión sufra trastornos la economía del
país, como sucede en el caso de sindicatos ferrocarrileros,
petroleros, telefonistas, electricistas y demás gremios que podrán
ser todo lo importante que se quiera, pero que por encima de ellos
está el bienestar general.[3]
3. C
Según la atinada definición que hace el maestro Preciado
Hernández en su obra Lecciones de Filosofía del Derecho, los
conceptos jurídicos fundamentales pueden ser de naturaleza formal
o de naturaleza real.
Son de naturaleza formal aquellos que constituyen elementos de la estructura
lógica de la norma, como son los conceptos de supuesto jurídico y
consecuencia de Derecho; de relación; de Derecho subjetivo; de deber jurídico
y de sanción. Y como conceptos jurídicos reales el maestro Preciado
Hernández denomina a aquellos elementos igualmente esenciales que
constituyen el contenido permanente de la propia norma jurídica, como son:
persona, sociedad, autoridad, coerción, fines jurídicos y deber de justicia.[4]
En estas lecciones nos ocuparemos de los conceptos formales
como son: los supuestos jurídicos y consecuencias de Derecho, de
los derechos subjetivos, del deber jurídico y de la sanción. Y de los
conceptos jurídicos reales trataremos el de persona, estado,
coacción y acción.
C
1. ¿A qué se llaman conceptos jurídicos fundamentales? 2. ¿A qué se llaman
conceptos jurídicos particulares? 3. Dé ejemplos de unos y otros. 4. ¿Cuál es la
rama de la Filosofía del Derecho que estudia los conceptos Jurídicos
fundamentales? 5. ¿Cuál es la rama de la Filosofía del Derecho que estudia los
valores de la misma? 6. ¿Cuáles son los conceptos jurídicos fundamentales de
naturaleza formal? 7. ¿Cuáles son los conceptos jurídicos fundamentales de
carácter real?
NOTAS
1. S
¿Qué se entiende por supuesto jurídico? Antes de dar la definición de lo que se entiende por
supuesto jurídico, creemos, por sistema didáctico, presentar una norma de la cual sacaremos el
supuesto jurídico que la misma contiene, porque con ello se entenderá con mayor facilidad el concepto
de supuesto jurídico. Veamos al respecto:
Cuando decimos: “Quien falte al cumplimiento de una obligación será responsable del pago de daños
y perjuicios”, claramente advertimos en esta oración compuesta que hay dos juicios normativos: uno
principal y otro accesorio, que recíprocamente se complementan, a saber:
1° La hipótesis de una persona que deje de cumplir con una obligación legal impuesta a su cargo;
2° La consecuencia de que, dado el incumplimiento de una persona a un deber jurídico impuesto a su
cargo, tenga la obligación accesoria de pagar daños y perjuicios, la cual no existiría si la obligación
principal fuere cumplida.
Supuesto jurídico es por tanto, “la hipótesis de cuya realización dependen las consecuencias
establecidas por la norma”.[1] Algunos autores comparan la relación que une a los supuestos jurídicos
con las consecuencias normativas, con la que existe entre las causas y los efectos en el campo de las
leyes físicas. La diferencia fundamental entre una y otra, está en que, mientras en las leyes físicas el
efecto se produce fatalmente al ocurrir la causa, en los juicios normativos existe la contingencia de que
pueda o no realizarse la hipótesis y, aun realizada la hipótesis o supuesto jurídico, la consecuencia de
Derecho pueda ser o no cumplida.
En el ejemplo que pusimos, puede una persona obligada —digamos el deudor— faltar al
cumplimiento de sus obligaciones, es decir, no pagar la deuda contraída. La consecuencia de Derecho
es que el incumplidor deba pagar daños y perjuicios por el incumplimiento de su obligación. Esta
obligación es contingente por cuanto el deudor incumplido, si bien tiene el deber jurídico, puede o no
realizarlo o cumplirlo. En cambio en las leyes físicas o naturales, dada la causa, fatalmente se produce
el efecto. Por ejemplo: dada la causa de aplicar a un cuerpo calor, fatalmente el cuerpo tiene que
dilatarse.
Es evidente que, como dice Fritz Schreier, no hay consecuencia jurídica sin supuesto de Derecho,
pero el enlace jurídico y normativo debe expresarse de la siguiente manera:
1° El supuesto jurídico como simple hipótesis;
2° La realización de ésta;
3° Las consecuencias de Derecho;
4° La realización o no realización de las consecuencias de Derecho.
Examinemos los cuatro puntos anteriores para darnos cuenta de las relaciones contingentes y
necesarias que existen en los supuestos jurídicos y consecuencias de Derecho.
a) La primera es la del supuesto jurídico como simple hipótesis.
Ésta es una relación contingente por cuanto en todas las normas existe la hipótesis que la misma
contempla, que pueda o no realizarse. Por ejemplo, en la norma que hemos citado antes, existe la
hipótesis del incumplimiento de una obligación. Tal hipótesis puede o no realizarse. Es decir, puede
suceder que durante un tiempo más o menos prolongado o indefinido, no se realice, o sea, no se falte
al cumplimiento de una obligación. Precisamente cuando la hipótesis que contempla una norma no
llega a realizarse en un tiempo más o menos largo, tales normas reciben el nombre de obsoletas. (Por
ejemplo: las normas relativas a las sociedades en nombre colectivo que por su musitada aplicación han
caído en desuso y se han vuelto obsoletas). La contingencia está pues, en que la hipótesis o supuesto
jurídico previstos en una norma se realice o no se realice.
b) Realizada la hipótesis surge, fatalmente, la consecuencia del deber jurídico por parte del
incumplidor y del Derecho subjetivo por parte de quien tiene la facultad de exigir el cumplimiento del
deber. En el caso que nos ha servido de ejemplo, cuando el deudor falta al cumplimiento de su
obligación de pagar —que es el supuesto jurídico o hipótesis— la consecuencia necesaria es que el
acreedor adquiere la facultad de exigir al deudor el pago de daños y perjuicios; y simultáneamente el
deudor incumplidor con trae el deber jurídico de pagar a su acreedor tales daños y perjuicios.
El enlace jurídico surgido de la realización de la hipótesis, es necesario y fatal en cuanto la creación
de derechos y deberes.
c) Ahora bien, surgido el deber de pagar los daños y perjuicios y creada la facultad de cobrarlos, la
tercera relación que se presenta, vuelve a ser contingente porque puede suceder que el obligado no
cumpla con pagar los daños y perjuicios; ni que el facultado los exija. Y así, surge la contingencia de la
consecuencia de Derecho prevista por la norma ante la realización de la hipótesis o supuesto jurídico.
Con esta previa explicación puede fácilmente comprenderse el siguiente cuadro del enlace jurídico
normativo presentado en la obra del maestro García Máynez.
Los supuestos jurídicos pueden ser simples o complejos. Los primeros están constituidos por una
sola hipótesis; los segundos se componen de dos o más hipótesis. Ejemplo de los primeros es la
muerte de las personas o la mayoría de edad; ejemplo de los segundos es el homicidio calificado en el
cual se encierran varias hipótesis como: a) La premeditación; b) La alevosía; c) La ventaja, y d)
Traición.
2. H
Pasemos a considerar ahora lo que debe entenderse por “hecho jurídico” y por “acto jurídico”.
El hecho jurídico es, según definición de Bonnecase, un acontecimiento engendrado por la actividad humana, o
puramente material, que el Derecho toma en consideración para hacer derivar de él, a cargo o en provecho de una o
varias personas, una situación jurídica general o permanente o, por el contrario, un efecto de Derecho limitado.[2]
Por acto jurídico, el propio tratadista francés entiende:
una manifestación exterior de voluntad, bilateral o unilateral, cuyo fin directo consiste en engendrar, con fundamento en
una regla de Derecho o en una institución jurídica, a cargo o en provecho de una o varías personas, un estado, es decir,
una situación jurídica permanente y general, o por el contrario, un efecto de Derecho limitado, relativo a la formación,
modificación o extinción de una relación jurídica.[3]
El signo distintivo entre hecho jurídico y acto jurídico está por tanto en la manifestación de voluntad,
bilateral o unilateral, manifestación que, existente en el acto jurídico, no existe en el hecho jurídico.
Los actos jurídicos suelen clasificarse así: delito, cuasidelito, contrato y cuasicontrato.
a) El delito es, según vimos al estudiar el Derecho penal, la acción antijurídica, típica, culpable, y
sancionada con una pena.
b) El cuasidelito son los actos ilícitos que, sin ser delito, están prohibidos por la ley. Por ejemplo: el
daño a las personas, o en sus bienes por acción personal, o por poner en movimiento máquinas o
maquinarias que por su velocidad, por su naturaleza explosiva o inflamable, o por otras causas
análogas, causen daño a las personas o a las cosas.
El daño causado a las personas, o a sus bienes, por acción personal, constituye lo que la doctrina
civil denomina responsabilidad civil subjetiva; y el daño causado a las personas, o a sus bienes, por el
empleo de máquinas, instrumentos, aparatos o sustancias por sí mismo peligrosas, constituye lo que la
doctrina civil denomina responsabilidad civil objetiva, o del riesgo creado.[4]
c) Los contratos suponen el consentimiento de las partes contratantes que genera derechos y
obligaciones entre los contratantes. Por ejemplo: la compraventa, el mutuo, la transacción, el
arrendamiento, etcétera.
d) Los cuasicontratos son los actos jurídicos de una persona permitidos por la ley, que la obligan
hacia otra u obligan a otra hacia ella, sin que entre ambas exista ningún convenio. La diferencia entre
los cuasicontratos y los contratos está en que en los cuasicontratos no hay consentimiento; es la ley o
la equidad las que producen el deber jurídico. Ejemplo: la gestión de negocios en la cual el gestor, sin
acuerdo de voluntades con el gestado, realiza actos en favor o a cargo de aquél, sin que haya habido
convenio, generándose derechos y obligaciones permitidos por la ley, y no por el acuerdo de
voluntades.
No todos los hechos, ni los actos humanos son jurídicos. Muchos de ellos son irrelevantes para el
derecho.
Son jurídicos cuando con ellos se realiza la hipótesis o supuesto jurídico contenido en la norma
positiva.
3. D
A) D
Hemos visto que de toda norma jurídica se desprende una facultad concedida al sujeto pretensor y
una obligación a cargo del sujeto obligado. De tal conclusión nacen los conceptos de derecho subjetivo
y de deber jurídico, que son los dos elementos en que se descompone la relación jurídica, refiriéndola
ora al sujeto activo, ora al sujeto pasivo. En consecuencia, el Derecho subjetivo, según la definición que
de él nos da el maestro Rafael Preciado Hernández, en su obra Lecciones de Filosofía del Derecho, es
“el poder, pretensión, facultad o autorización que conforme a la norma jurídica tiene un sujeto frente a
otro u otros sujetos, ya sea para desarrollar su propia actividad o determinar la de aquéllos”.[5]
B) C
Los derechos subjetivos pueden referirse a la propia conducta o a la conducta ajena. Cuando el
derecho a la propia conducta es de hacer algo, se le denomina facultas agendi; cuando es de no hacer
algo, se le denomina facultas omittendi; y cuando se refiere a la conducta ajena, se le denomina
facultas exigendi.
Pongamos ejemplos para cada una de dichas distinciones a fin de aclarar los conceptos.
Como ejemplo de facultas agendi, o sea, de realizar o hacer algo que la norma nos permite, tenemos
el derecho de propiedad por el cual el dueño está facultado para usar, vender, permutar, etc., la cosa de
que es dueño.
El ejemplo de facultas omittendi está en la facultad que tiene toda persona para no ejercitar sus
derechos cuando éstos no se fundan en una obligación propia; por ejemplo, no cobrar una deuda
aunque legalmente se tenga derecho a cobrar. De aquí nace el principio de que, quien tiene un derecho
puede ejercitarlo, dejarlo a salvo o renunciarlo, salvo el caso de las normas taxativas que, como hemos
visto en el tratado de clasificación de las mismas, son irrenunciables.
Y como ejemplo de facultas exigendi, podría señalarse el contrato de mutuo, por el cual tiene derecho
el acreedor a exigir al deudor el pago de la deuda.
Antes de continuar, es preciso darse cuenta de un aspecto importante de la relación jurídica que
existe en las facultas agendi y omittendi por una parte y de la facultas exigendi por la otra; queremos
referirnos a quiénes son los sujetos activos y pasivos en las tres facultas.
Veamos al respecto: En el caso del derecho de propiedad, que es una facultas agendi y en el caso de
no ejercitar el cobro de una deuda, que es una facultas omittendi, el sujeto activo es el titular, en el
primer caso, del derecho de propiedad y en el segundo caso, del derecho al cobro de la deuda. El
sujeto pasivo lo es erga omnes, o sea, todo mundo, que es a quien incumbe el deber universal de
respeto al derecho que tienen el sujeto activo o titular, de ejercitar el derecho de propiedad, o el
derecho de no cobrar lo que se tiene derecho a cobrar a no estorbarle el ejercicio de tal derecho.
En otras palabras: en la facultas agendi y en la facultas omittendi, el sujeto pasivo es todo mundo.
En cambio, en la facultas exigendi, el sujeto pasivo del deber recae en una o más personas
individualmente determinadas. Por ejemplo, en el caso que dimos del mutuo, el sujeto pasivo de la
relación jurídica lo es el deudor, y no solamente todo mundo como en el caso de las facultas agendi y
omittendi.
No debemos omitir que, si bien existe un obligado determinado, o sujeto pasivo individual en la
facultas exigendi, también es sujeto pasivo erga omnes por el deber universal de respeto que tiene todo
mundo hacia el titular de la facultas exigendi. En concreto: en las facultas agendi y omittendi, el sujeto
pasivo, lo es todo mundo. En la facultas exigendi, el sujeto pasivo lo es, además de todo mundo, una o
más personas individualmente determinadas.[6]
Los derechos subjetivos, además de dividirse en derechos a la propia conducta y a la conducta
ajena, se clasifican también en derechos relativos y derechos absolutos; en privados y públicos; y en
reales y personales.
C) R
Un derecho es relativo, cuando la obligación correspondiente incumbe a uno o varios sujetos,
individualmente determinados. Ejemplo: el derecho de crédito.
Un derecho es absoluto cuando el deber correlativo es una obligación universal de respeto. El
ejemplo clásico de tal tipo de derechos es el de la propiedad cuyo obligado es todo mundo quien tiene
el deber universal de respetar al titular del derecho de propiedad su facultad de usar y disponer de la
cosa de que es dueño.
D) P
Los derechos subjetivos son privados cuando tanto el obligado como el facultado, son particulares; y
son públicos siempre que alguno de los sujetos relacionados, ya sea el activo o el pasivo, sea el Estado
o alguno de los órganos de la autoridad pública. Dentro de los derechos subjetivos privados se
encuentran tanto los personales como los reales y así, es Derecho subjetivo privado personal el de
crédito, en el que el obligado es un deudor particular y es derecho subjetivo privado real el de
propiedad en el que el obligado es todo mundo quien tiene el deber universal de respeto.
El conjunto de los derechos subjetivos públicos de una persona constituye el status del sujeto, lo que
en otras palabras significa “la suma de facultades que los particulares tienen frente al poder público y
de limitación que el Estado se impone a sí mismo”.[7]
E) R
Finalmente los derechos se clasifican en derechos reales y derechos personales. Tradicionalmente
se han considerado como derechos reales los relativos a la propiedad, por suponer que recaen sobre
las cosas; y por derechos personales los de crédito por ser el obligado una persona individualmente
considerada.
El maestro García Máynez hace un interesante estudio sobre la equivocación que ha persistido de
hacer esta distinción radical de los derechos subjetivos en reales y personales, tomando como base
para ello que los primeros recaigan sobre las cosas y los segundos sobre las personas.
El citado maestro critica la tesis anterior en el sentido de que todos los derechos subjetivos son
personales por cuanto en todos ellos la bilateralidad, por la cual se da un sujeto activo y un sujeto
pasivo, encuentra siempre a sujetos o personas a cuyo cargo tienen el cumplimiento de un deber
jurídico.
En otras palabras: no existen propiamente derechos subjetivos reales por cuanto las cosas no
pueden ser sujetos de deber jurídico, sino que son siempre personas y no cosas, a las que incumbe
una obligación, o deber jurídico, correlativo de una facultad o derecho del pretensor.
Estamos de acuerdo con la teoría del célebre tratadista mexicano de considerar siempre a todos los
derechos subjetivos como personales, así se refieran a cosas o personas, como en los casos de la
propiedad y el crédito, porque tanto en unos como en otros, el sujeto obligado lo son: o bien todo
mundo, o bien una persona determinada; que tal es la distinción que hay entre los derechos subjetivos
que se refieren a las cosas y los derechos subjetivos que se refieren a las personas.
En el caso, por ejemplo, del derecho de propiedad, que la escuela clásica tiene como derecho real
absoluto, el obligado no es la cosa, sino erga omnes, o sea, todas las personas, a quienes incumbe el
deber universal de respetar la facultad del dueño de usar de la cosa.
De acuerdo con lo anterior, aceptamos la definición de derecho de crédito y de derecho real que el
maestro García Máynez señala en su obra a saber:
Derecho de crédito es la facultad que una persona llamada acreedor, tiene de exigir de otra llamada deudor, el hecho de
abstención, o la entrega de una cosa.
Derecho real es la facultad correlativa de un deber general de respeto, que una persona tiene de obtener directamente
de una cosa todas o parte de las ventajas que ésta es susceptible de producir.[8]
4. D
A) D
Al hacer en párrafos anteriores el estudio del supuesto jurídico y de las consecuencias de derecho,
advertimos que de toda norma se desprende una facultad concedida al sujeto pretensor que constituye
un derecho subjetivo, y una obligación a cargo del sujeto obligado. Esa obligación es la que constituye
el deber jurídico que, para el maestro Preciado Hernández, se traduce en la exigencia normativa para
el sujeto pasivo de la relación, de no impedir la actividad del titular del Derecho subjetivo y, en su caso,
someterse a las pretensiones de éste.[9] Es por tanto, el deber jurídico, uno más de los conceptos
jurídicos fundamentales de carácter formal.
Para el maestro García Máynez la definición de deber jurídico es la restricción de la libertad exterior
de una persona, derivada de la facultad concedida a otra, u otras, de exigir de la primera cierta
conducta, positiva o negativa.[10] Expresado en otro giro: tenemos el deber de hacer, o de omitir algo, si
carecemos del derecho de optar entre hacerlo u omitirlo.[11]
Cuando se nos ordena una acción, el deber jurídico es fundante del derecho de ejecutar la conducta
obligatoria; cuando se nos prohíbe un cierto acto, el deber es fundante del derecho a la omisión de la
conducta ilícita.
Para poder comprender mejor el pensamiento anterior, y siguiendo con nuestro sistema didáctico de
dar ejemplos que ilustren los conceptos jurídicos filosóficos, diremos que si se tiene por ejemplo el
deber de pagar una letra de cambio a nuestro cargo, tal deber es fundante del derecho que tenemos
para hacer tal pago; y si se tratara del deber que tenemos de no robar, o de no matar, tal deber es
fundante del derecho que tenemos para no matar o para no robar.
B) A
De lo anterior deduce García Máynez, en su trabajo sobre La noción del deber jurídico, cinco axiomas
importantes de lógica jurídica que se estudian en la Ontología Formal del Derecho a saber:
1. El axioma de inclusión;
2. El axioma de libertad;
3. El axioma de contradicción;
4. El axioma de exclusión del medio, y
5. El axioma de identidad.
El axioma de inclusión se enuncia así: Todo lo que está jurídicamente ordenado está jurídicamente
permitido. En el caso que dijimos anteriormente, si tenemos la obligación de pagar una deuda, tenemos
el permiso de hacerlo. Al estar jurídicamente ordenado que el deudor pague sus deudas, está
jurídicamente permitida que lo haga.
El axioma de libertad se enuncia así: Lo que estando jurídicamente permitido, no está jurídicamente
ordenado, puede libremente hacerse u omitirse. Por ejemplo, si nos está permitido transitar por el
territorio nacional, como tal facultad no está Jurídicamente ordenada (porque a nadie puede obligarse a
que transite) podemos libremente transitar o no transitar por el territorio nacional.[12]
El axioma de contradicción se enuncia así: La conducta jurídicamente regulada no puede hallarse, al
propio tiempo, prohibida y permitida. Para explicar este axioma nos valdremos del mismo ejemplo de la
obligación a cargo del deudor de pagar su deuda. Si el deudor tiene jurídicamente regulada su
conducta de pagar el crédito a su cargo, no puede optar entre pagarla o no pagarla, porque teniendo a
su cargo la obligación de pago, no puede hallarse al propio tiempo con permiso o prohibición de
hacerlo.
El axioma de exclusión del medio se enuncia así: Si una conducta está jurídicamente regulada, o está
prohibida, o está permitida. La explicación de este axioma es bien sencilla. En efecto: con el mismo
ejemplo anterior, si el deudor tiene a su cargo por mandamiento de una norma, el pagar su deuda, su
conducta es la de permitirle pagarla, sin que pueda optar entre hacerlo o no hacerlo, o sea, que no
puede estar su conducta prohibida y permitida, sino que, o le está prohibida o le está permitida. De ello
se sigue que si un proceder no está jurídicamente prohibido, sí está jurídicamente permitido. Por
ejemplo: si al llegar a una esquina no está prohibido dar vuelta a la izquierda, está permitido hacerlo.
Y por último el axioma de identidad se enuncia así: Todo objeto del conocimiento jurídico es idéntico
a sí mismo. O sea, lo que está jurídicamente prohibido, está jurídicamente prohibido; lo que está
jurídicamente permitido, está jurídicamente permitido.
5. S
A) D
El concepto de sanción jurídica lo define el maestro Preciado Hernández como “la consecuencia que
atribuye la norma a la observancia o inobservancia de lo preceptuado por ella”.[13], [14]
Recordemos que de toda norma se desprende el derecho subjetivo a favor del sujeto activo o
pretensor y el deber jurídico a cargo del sujeto obligado. Frente al incumplimiento del obligado se
genera lógica y forzosamente la sanción que es la consecuencia del deber jurídico incumplido.
B) C ,
Esta consecuencia puede traducirse en cumplimiento forzoso, cuyo fin consiste en obtener la
observancia de la norma infringida o, en su defecto, indemnización y castigo; siendo la finalidad de la
indemnización, obtener del sancionado una prestación económicamente equivalente al deber jurídico
primario; siendo la finalidad del castigo imponer una pena al sujeto incumplidor del deber jurídico
primario. No persigue, por tanto, el castigo el cumplimiento del deber jurídico primario ni la obtención de
prestaciones equivalentes.
De lo anterior se traduce que las relaciones entre el deber jurídico primario y el constitutivo de la
sanción, son de dos naturalezas: una, de coincidencia, como es el cumplimiento forzoso y otra de no
coincidencia como es la indemnización y el castigo.
Como enseña el maestro García Máynez, tales tipos constituyen las formas simples de las sanciones
jurídicas; pero al lado de ellas existen las mixtas o complejas que, como su denominación lo indica,
resultan de la combinación o suma de las primeras. Hay varias combinaciones posibles, a saber:
Pongamos ejemplos para cada caso, siguiendo nuestra costumbre de ilustrar con ellos los conceptos
jurídicos de estas lecciones.
1. Supongamos al deudor que no cumple su obligación de pagar, por ejemplo, una letra de cambio a
su cargo. La sanción puede traducirse en exigir el cumplimiento forzoso del pago de la letra por la vía
ejecutiva y al realizarse ésta en el acto del requerimiento, el acreedor obtiene, además, el pago de
intereses que es en lo que se traduce la indemnización.
2. El caso del cumplimiento + castigo podría ser el del promitente que, habiendo faltado a su deber de
perfeccionar el contrato prometido, se obtenga coactivamente la realización del contrato, más las
costas judiciales que, como castigo, se infringe al promitente incumplidor.
3. Para el caso de indemnización + castigo, se nos ocurre la que obtiene el propio promisuario de un
contrato de promesa de venta que, sin exigir el cumplimiento forzoso, opta por la rescisión del contrato
promisorio, obteniendo del sujeto incumplidor (en el caso el promitente) la indemnización de los daños
y perjuicios, más costas judiciales.
Es conveniente recordar que conforme a los artículos 1797 y 2104 del Código Civil, el cumplimiento
de los contratos no puede dejarse al arbitrio de los contratantes y que, el que estuviere obligado a
prestar un hecho y no lo hiciere, será responsable de los daños y perjuicios.
4. Por último, la sanción consistente en cumplimiento indemnización + castigo, puede ejemplificarse
con el cobro de la letra de cambio en el que el acreedor obtenga el pago de la misma, o sea,
cumplimiento; el de los intereses, o sea, indemnización; y las costas judiciales, o sea, castigo.
C) C
Para terminar con este tratado, conviene decir dos palabras sobre lo que en Derecho penal son las
sanciones. Para el Derecho penal las sanciones establecidas por las normas penales reciben la
denominación específica de pena. Pena es el sufrimiento impuesto por el Estado, en ejecución de una
sentencia, al culpable de una infracción penal.[15]
C
1. ¿Qué se entiende por supuesto jurídico? 2. ¿Qué se entiende por consecuencias de Derecho? 3. Explíquese el enlace
jurídico normativo. 4. ¿Qué se entiende por hecho jurídico? 5. Dé un ejemplo de un hecho Jurídico. 6. ¿Qué se entiende por
acto jurídico? 7. Dé un ejemplo de un acto jurídico. 8. ¿Cómo se clasifican los actos jurídicos? 9. ¿Qué es delito? 10. ¿Qué
es cuasidelito? 11. ¿Qué es contrato? 12. ¿Qué es cuasicontrato? 13. Dé ejemplos de todos ellos. 14. ¿Qué es Derecho
subjetivo? 15. ¿Cómo se clasifican los derechos subjetivos en cuanto a la propia conducta y a la conducta ajena? 16. Dé
ejemplos de facultas agendi, omittendi y exigendi. 17. ¿Quiénes son los sujetos activos y pasivos en la relación jurídica de
las tres facultas? 18. ¿Cuándo un derecho se le considera relativo? 19. ¿Cuándo se le considera como absoluto? 20. Dé
ejemplos de uno y otro. 21. ¿Cuándo los derechos subjetivos son privados? 22. ¿Cuándo los derechos subjetivos son
públicos? 23. Dé ejemplos de unos y otros. 24. ¿Cómo considera la doctrina clásica a los derechos reales y personales? 25.
¿Cuál es la escuela correcta respecto de la clasificación de los derechos subjetivos en reales y personales? 26. ¿Cuál es la
definición correcta del derecho de crédito? 27. ¿Cuál es la definición correcta del derecho real? 28. ¿Qué se entiende por
deber jurídico? 29. ¿Cómo se define el axioma de inclusión? Dé un ejemplo del mismo. 30. ¿Cómo se define el axioma de
contradicción? Dé un ejemplo del mismo. 31. ¿Cómo se define el axioma de exclusión del medio? Dé un ejemplo del mismo.
32. ¿Cómo se define el axioma de identidad? Dé ejemplo del mismo. 33. ¿Cómo se define el concepto de sanción? 34.
¿Cuántas clases de sanción hay? 35. ¿Cuáles son las combinaciones posibles de las sanciones mixtas y complejas? 36. Dé
ejemplos de sanciones de cumplimiento + indemnización; de cumplimiento + castigo; de indemnización + castigo y de
cumplimiento + indemnización + castigo. 37. ¿Qué es pena para el Derecho penal?
NOTAS
De la gráfica anterior se advierte que técnicamente hablando, tanto es acción la que ejercita el actor
al demandar, como la que ejercita el demandado al contestar. Si bien en términos procesales adquiere
el nombre de acción la conducta que observa el demandante y de excepción o defensa la que observa
el demandado al contestar la demanda, técnicamente, repetimos, tanto es acción la de uno como la de
otro, porque ambas van dirigidas al Estado, uno, demandando del mismo la obtención de una supuesta
prestación y la del otro demandando también del mismo la absolución a la prestación pretendida.
Por último, siendo la aplicación jurisdiccional de los órganos del Estado una función pública el
derecho de acción lo es también público y, por lo contrario, no siempre la prestación reclamada a través
del ejercicio del derecho de acción es un derecho público. Por ejemplo, cuando se ejercita la acción
cambial directa contra el aceptante de una letra de cambio, el derecho subjetivo que tiene el actor
frente a su deudor es de derecho privado, y sin embargo la acción ejercitada ante los tribunales para
obtener el pago del título de crédito es de derecho público y no privado.
Por estas razones somos del parecer de los procesalistas contemporáneos de considerar al derecho
de acción como autónomo y no como dependiente del derecho subjetivo, o de persona.[35]
C) L
Hemos cuidado de emplear el término “jurisdiccional” para los órganos encargados de atender las
acciones ejercitadas por actor y demandado, y no el término judicial, en virtud de que la función que
realiza el órgano estatal, cuando desempeña la labor de aplicar el derecho a casos concretos, no es
siempre proveniente de órganos dependientes del Poder Judicial, sino que lo pueden ser de órganos
que pertenezcan al Poder Ejecutivo o al Poder Legislativo. En este sentido conviene recordar que las
funciones de los órganos del Estado pueden ser: desde el punto de vista formal: legislativa, ejecutiva o
judicial, cuando se desempeñan respectivamente por los órganos legislativos, ejecutivos o judiciales; y
pueden ser materialmente legislativas, ejecutivas o judiciales, cuando el contenido de dichas funciones
son respectivamente de naturaleza legislativa, ejecutiva y judicial.
Por tanto, al emplear el término jurisdiccional y no judicial hemos previsto los casos en los cuales la
acción ejercitada por quienes se consideren en aptitud de hacerlo, la enderezan no solo ante los
órganos del Poder Judicial, sino ante órganos de cualesquiera de los otros dos poderes, en cuyo caso
tales órganos realizan una función jurisdiccional consistente, repetimos, en “aplicar el derecho a caso
concreto, ya sea con el propósito de esclarecer una situación jurídica dudosa, ya con el de declarar la
existencia de una obligación y en caso necesario hacerla efectiva”.
Para ilustrar mejor los anteriores conceptos basta con citar, por ejemplo, la acción laboral que
ejercitan los trabajadores ante los Tribunales de Conciliación y Arbitraje para obtener, digamos, el pago
de prestaciones laborales. El órgano a quien se dirige o endereza la acción realiza, al aplicar la ley, una
función materialmente jurisdiccional, aun cuando desde el punto de vista formal sea un órgano
administrativo. No son por tanto únicamente los tribunales dependientes del Poder Judicial los únicos
encargados de la aplicación del derecho, sino que pueden ser también los de los poderes Ejecutivo y
Legislativo. Es por ello que el derecho de acción tiene como correlato el deber jurídico a cargo del
Estado, al cual se le da el nombre de aplicación jurisdiccional, dentro de cuyo vocablo caben no solo
los órganos judiciales, sino los de los otros dos poderes.
C
1. ¿Qué se entiende por persona? 2. ¿Cómo se divide la capacidad jurídica? 3. ¿En qué consiste la doctrina de la ficción?
4. ¿Cuáles son los elementos de las personas colectivas? 5. ¿Cuáles son los presupuestos doctrinales del concepto de
Estado? 6. ¿Cuál es la finalidad del Estado? 7. ¿Cuáles son las funciones que puede realizar el Estado? 8. Dé ejemplos de
funciones públicas y privadas que realice el Estado. 9. ¿Cómo se define el Estado? 10. ¿Cuál es el elemento formal del
Estado? 11. ¿Cuáles son los elementos materiales del Estado? 12. ¿Cómo se define el territorio? 13. ¿Qué se entiende por
impenetrabilidad y por indivisibilidad? 14. ¿Cuáles son las excepciones al principio de la impenetrabilidad? 15. ¿Qué se
entiende por población? 16. ¿Cómo se define la población como objeto del Estado? 17. ¿Cómo se define la población como
sujeto del Estado? 18. ¿Cuáles son las tres facultades independientes del status personal? 19. ¿Cómo se adquiere la
nacionalidad mexicana? 20. ¿Cuáles son los dos sistemas por los cuales se adquiere la nacionalidad? 21. ¿Cuál es el
sistema adoptado por la legislación mexicana? 22. ¿Qué es el voto? 23. ¿Qué se entiende por soberanía? 24. ¿Qué es el
derecho de resistencia? 25. ¿Cómo puede ser la resistencia? 26. ¿Qué se entiende por funciones reales y formales de los
órganos del Estado? 27. Dé ejemplos de funciones formalmente legislativas y materialmente de otros poderes; de funciones
formalmente judiciales y materialmente de otros poderes; y materialmente ejecutivas y formalmente de otros poderes. 28.
¿Qué se entiende por coacción? 29. ¿Cuáles son las diversas clases de ejecución? 30. ¿Cuáles son los principios que rigen
la ejecución? 31. ¿Cuáles son los principios de procedencia de la ejecución? 32. ¿Cómo se define el derecho de acción? 33.
¿Cuáles son las razones por las cuales el derecho de acción es autónomo? 34. ¿Quién es el sujeto pasivo en el derecho de
acción? 35. Dé ejemplos de controversias que se ventilan ante tribunales que dependen del Poder Ejecutivo y no del Poder
Judicial.
NOTAS
1. I
En las lecciones anteriores hemos satisfecho, hasta donde nos ha
sido posible, dos de los tres objetivos que tiene la asignatura
Introducción al estudio del Derecho, que son el de ofrecer una visión
de conjunto del Derecho y el de estudiar los conceptos generales
del mismo. Toca ahora discutir los problemas de la Técnica Jurídica.
La importancia que tiene el tratado de la Jurisprudencia Técnica
se justifica por razones semejantes a las que tuvimos para ofrecer la
visión de conjunto del Derecho y el estudio de los conceptos
fundamentales del mismo. En efecto, la ciencia del Derecho consta
de dos partes: la sistemática y la técnica jurídica. La primera tiene
como objeto “la exposición ordenada y coherente de un derecho
positivo determinado”. La segunda, “estudiar los problemas que se
suscitan con motivo de la aplicación del Derecho”,[1] a saber: los de
interpretación, integración, vigencia, retro actividad y conflictos de
leyes, tanto en el espacio como en el tiempo. La sistemática jurídica
se estudia por medio de las disciplinas jurídicas especiales, las
cuales las hemos analizado en la primera parte de esta obra cuando
tratamos el Derecho en sus diversas acepciones y disciplinas. No es
posible que las disciplinas jurídicas especiales traten los problemas
de la Técnica Jurídica, toda vez que dichos problemas no se
plantean con respecto a una rama determinada del Derecho, sino
con relación a todas ellas, constituyendo cuestiones generales que
deben ser tratadas por una materia general.
La necesidad de una materia general en la que, además de
ofrecer una visión de conjunto del Derecho y estudiar los conceptos
generales del mismo, se discutieran también los problemas de la
Técnica Jurídica, fue la que determinó la creación de la asignatura
Introducción al estudio del Derecho. Antes de ésta el vacío existente
se llenaba con la parte del primer curso de Derecho civil
denominada Introducción. Esta parte no llenaba su objetó, por ser
incompleta, por ser elemental y por ser extraña a la disciplina a la
que estaba vinculada. En efecto, la introducción del primer curso del
Derecho civil era incompleta, porque al estudiar los problemas de la
Técnica Jurídica no lo hacía en toda su extensión doctrinaria, lo cual
se explica porque su finalidad era tan solo comentar el capítulo
preliminar de la ley civil.
Los problemas de la Técnica Jurídica, que son los de
interpretación integración, vigencia, retroactividad y conflictos de
leyes, no son problemas de Derecho civil exclusivamente, sino que
se plantean con respecto a todas las ramas del Derecho, por cuyo
motivo deben ser estudiadas por una materia general. Esta parte es
la más útil porque cualesquiera que sean las actividades a que se
dedique un abogado, o la especialidad que cultive, siempre se le
presentarán los problemas que se susciten en la aplicación del
Derecho, que son los que estudia la Técnica Jurídica.
Con estos antecedentes, estamos en aptitud de estudiar el objeto
de la Jurisprudencia Técnica, las ramas de la misma y los
problemas que forman el objeto del estudio de una de ellas, que es
la de la Técnica Jurídica.
2. O
La Jurisprudencia Técnica tiene por objeto “la exposición
ordenada, y coherente de los preceptos jurídicos que se hallan en
vigor en una época o lugar determinados y el estudio de los
problemas, relativos a su interpretación y aplicación”.[2]
Como enseña el maestro García Máynez al tratar sobre este
particular, tomando en cuenta la definición anterior, la citada
disciplina, ofrece dos aspectos fundamentales. Uno teórico o
sistemático y otro técnico o práctico.
A) S
El primero es una exposición de las reglas jurídicas que,
pertenecen a un ordenamiento temporal y espacialmente
circunscrito; el segundo es el arte de la interpretación y aplicación
de las normas que lo integran.
B) T
La Jurisprudencia Técnica no versa ni sobre la esencia del
Derecho, de lo cual se ocupa la teoría jurídica fundamental, ni
tampoco sobre los valores supremos del mismo, como la Axiología
Jurídica, sino que se reduce a la sistematización de las reglas que
constituyen determinado ordenamiento, e indica en qué forma
pueden ser resueltos los problemas que su aplicación suscita.
Por tanto, no se discute el valor de las reglas que integran el
orden positivo, simplemente se procede en forma dogmática sin
tomar ni siquiera en cuenta el problema estimativo de las normas.
He aquí la diferencia fundamental entre la Jurisprudencia Técnica y
la Filosofía Jurídica.
Para la primera, dice García Máynez, el orden positivo es un
conjunto de reglas cuyo valor no se discute; para la segunda, una
congerie de pretensiones cuya justificación depende del sentido que
encierren y los valores que realicen.
Las ramas de la Jurisprudencia Técnica son: la sistemática
jurídica y la técnica jurídica, llamada también doctrina de la
aplicación del Derecho.
Como dijimos antes, la sistemática jurídica se ocupa de la
exposición ordenada y coherente de los preceptos jurídicos que se
hallan en vigor en una época y un lugar determinado. Esta rama ha
sido analizada al estudiar las disciplinas jurídicas especiales en la
primera parte de esta obra.
Nos resta, por tanto, entrar a la consideración de la Técnica
Jurídica que hemos definido como el arte de la interpretación y
aplicación de los preceptos del Derecho vigente.
Los problemas que ofrece la aplicación del Derecho pueden
reducirse a los siguientes:
1° Vigencia;
2° Interpretación;
3° Integración;
4° Retroactividad, y
5° Conflictos de leyes en el espacio.
En el presente capítulo nos ocuparemos de los cuatro últimos
problemas, ya que el relativo a la vigencia lo estudiamos en el
capítulo segundo, al tratar la fuente formal de la legislación, como
una de las tres fuentes del Derecho (véase páginas 61 y 62).
3. I
Interpretar debidamente una norma es una de las tareas más
importantes a realizar por el jurista. La interpretación consiste en
descubrir el sentido que encierra la ley. Ahora bien: ¿qué debe
entenderse por sentido de la ley?
Son numerosísimas las escuelas y métodos hermenéuticos que
existen para la interpretación de las leyes. Nosotros nos
ocuparemos únicamente de analizar los más importantes, a saber:
la escuela exegética que busca, en la interpretación de la ley, la
voluntad del legislador, y la que sostiene García Máynez, que es la
de descubrir, no la voluntad del legislador, sino el sentido de la ley.
A) E
El método exegético puede enunciarse en los siguientes términos:
“Como la ley es expresión de la voluntad legislativa, la interpretación
de los preceptos legales debe reducirse a la búsqueda del
pensamiento de su autor”. Esta tarea, cuyo fin último consiste en
descubrir la intención de los legisladores, es precisamente lo que se
llama exégesis.
La crítica que se ha hecho a la escuela de la exégesis, y del que
es Gény, principal exponente de la crítica, descansa,
fundamentalmente, en la falsa idea que los exégetas tienen sobre la
importancia y el sentido de la legislación y las codificaciones.
Los exégetas no pueden superar el problema que con frecuencia
se presenta de dos disposiciones legales contemporáneas que
ofrecen una contradicción irreductible, dejando una laguna que es
necesario colmar. Por ejemplo: el artículo 243 de la nueva Ley de
Navegación y Comercio Marítimos es contradictorio con el artículo
116 de la Ley sobre Contrato de Seguro, pues mientras el primero
permite al asegurado la opción entre reparación o indemnización, el
segundo permite tal facultad a la aseguradora.
Estos problemas no pueden ser superados a través del método
exegético de “la voluntad del legislador”, pues la contradicción de las
disposiciones legales conduce a la destrucción recíproca de las
mismas, de acuerdo con la tesis de los exégetas dejando, como
hemos dicho antes, una laguna que no puede colmarse por el
método exegético o tradicional, sino que es necesario superarlo
considerando que la interpretación debida de los textos legales, no
consiste en buscar en ellos la intención del legislador o su voluntad,
sino el sentido de la ley misma.
B) C G G M
Como asienta Gény en su crítica al método tradicional,
si se aceptara que la ley emana de la inteligencia y la voluntad humanas, y que
esta voluntad y esa inteligencia por regla general colectivas, se expresan en
fórmulas concebidas en el mismo lenguaje de aquellos a quienes se dirigen, no
es posible dejar de admitir dos limitaciones:
1. En primer lugar, deberá reconocerse que la ley, como obra humana, es
forzosamente incompleta, por grande que sea la perspicacia de sus redactores.
2. Habrá que tener en cuenta, en segundo término, que se manifiesta a
través de ciertas fórmulas que suelen ser interpretadas por otras personas.
Éstas no podrán llegar directamente al conocimiento de la voluntad del
legislador, sino que tendrán que dirigir su atención hacia la fórmula legal.[3]
En otras palabras: la ley es producto de un proceso legislativo que
se inicia con la iniciativa y culmina con su publicación. Al aplicarse la
ley, el órgano que lo hace, interpreta, no la voluntad del legislador,
sino el sentido objetivo de la ley, producto de la legislación. Dicho en
otros términos, no es la voluntad del creador la que debe
interpretarse, sino la criatura que es la ley. Cuando el juez aplica un
precepto, por mucho que diga que la voluntad del legislador es la
que el juzgador expresa en su resolución, lo que en realidad se está
manifestando es la voluntad del juzgador y no la del legislador.[4]
El argumento más serio en contra del método exegético lo
expresa García Máynez cuando dice: que si fuera el sentido de la
ley la voluntad del legislador, habría que admitir que en todos
aquellos casos en que no es posible descubrir tal voluntad, no
habría interpretación jurídica.
Urge por tanto, distinguir el propósito del legislador de expresar
algo, de lo expresado a través de la fórmula que emplea. La misión
de los legisladores no estriba en dar expresión a lo que ellos quieren
sino a lo que jurídicamente debe ser.[5]
C) E
Con estos antecedentes, podemos sentar el principio correcto de
lo que debe entenderse por interpretar una ley.
Interpretar las leyes es buscar el derecho aplicable a los casos concretos, a
través de una fórmula oficial. Esta interpretación no debe circunscribirse de
modo exclusivo a la fórmula misma, sino que ha de realizarse en conexión
sistemática con todo el ordenamiento vigente. El intérprete puede valerse, para
lograr su fin, de elementos extraños a los textos, pero en tales elementos debe
ver simples medios destinados a esclarecer la significación de la ley.[6]
En otras palabras: si se buscan los motivos del legislador que por
lo regular se encuentran en la Exposición de Motivos de la Ley, será
para saber su intención como medio para encontrar lo que la Ley es,
y no lo que el legislador quiso que fuera, aun cuando en ocasiones
resulte que la Exposición de Motivos contradice el texto de la Ley
debiendo prevalecer ésta sobre aquélla.
4. I
A) L
Sentado el principio de lo que debe entenderse por interpretar la
ley, que dijimos consiste en buscar el derecho aplicable a los casos
concretos, encontramos que existen situaciones que el legislador no
pudo prever. Esto es lo que comúnmente se denominan “lagunas de
la ley”. No hay que confundir el concepto de las lagunas de la ley,
con lagunas del Derecho. Cuando se dice que en la ley hay lagunas,
queremos expresar situaciones no previstas por el legislador y que
pueden ser resueltas jurídicamente de acuerdo con principios de
Derecho. Esto es lo que se entiende por la plenitud hermética del
orden jurídico. En consecuencia, si en la ley hay lagunas, en el
Derecho no puede haberlas. Podemos comparar esta situación —y
valga la metáfora— con el hecho de que en la música, la pintura y
en general en las bellas artes, no hay ni puede haber lagunas,
aunque haya cuadros, esculturas, etc., que las tengan. Aquí, como
en el caso de la ley, las obras pueden ser defectuosas, y no el arte
que no admite defecto. De igual manera la ciencia del Derecho no
permite defectos, aunque las leyes puedan ser defectuosas. La
integración consiste pues en el proceso por el cual el jurista colma
las lagunas de la ley. Hay materias, como la penal y la fiscal, en las
que no puede haber integración y, en consecuencia, o no habrá
delito, o no habrá obligación fiscal.
B) M
Los medios de que se valen los intérpretes para colmar las
lagunas de la ley y realizar el fenómeno de integración en cualquier
situación en que el legislador, o no previo o no las expresó
correctamente, pueden reducirse a los siguientes:
1° A contrario sensu. “Cuando un texto legal encierra una solución
restrictiva, en relación con el caso a que se refiere, puede inferirse
que los no comprendidos en ella deben ser objeto de una solución
contraria”.[7] El maestro García Máynez da como ejemplo el caso de
los ciudadanos a quienes el artículo 8° de la Constitución permite el
derecho de petición en materia política; por lo que interpretado en
sentido contrario se llega a la conclusión de que los no ciudadanos
no pueden hacer uso en materia política de tal derecho. Por nuestra
parte, damos como ejemplo el caso que contempla el artículo 2485
del Código Civil del cual se desprende que los inquilinos que no
estuvieren al corriente en el pago de sus rentas, no tienen derecho a
que se les prorrogue hasta por un año el contrato de arrendamiento.
2° Argumentos a pari, a majori ad minus, a minori ad majus. Estos
argumentos constituyen, en su conjunto y combinación, lo que se
llama razonamiento de analogía. Los argumentos de esta índole se
basan en la idea de que en todos aquellos casos en que existe una
misma razón jurídica, la disposición debe ser la misma (ubi eadem
ratio, idem jus). Para que la aplicación del razonamiento analógico
sea correcta, no basta la simple semejanza de dos situaciones de
hecho, una prevista y otra no prevista por la ley; se requiere
asimismo que la razón en que la regla legal se inspira, exista
igualmente en relación con el caso imprevisto. Lo que puede
justificar la aplicación por analogía es, pues, la identidad jurídica
sustancial.
Con esta explicación previa podemos entender los tres
argumentos lógicos por los cuales pueden integrarse aquellos casos
no previstos por la ley, y en los que, existiendo una misma razón,
debe existir un mismo derecho, a saber:
1) En los argumentos a pari la integración se realiza porque existe
igualdad o paridad de motivos, por ejemplo, las disposiciones
relativas a la compraventa son aplicables a la venta judicial, en todo
cuanto no se opongan a tal especie de compraventa y el mandato
judicial que se otorgue por sociedades mercantiles no termina por su
liquidación por haberse considerado que tal mandato se equipara al
de personas físicas que tampoco termina por la muerte del
mandante, conforme al artículo 2600 del Código Civil. (En el caso de
Columbian Carbon International, S. A., Toca N° 799/73 fallado por la
Primera Sala del Tribunal Superior de Justicia del Distrito y
Territorios Federales, se sostiene la tesis anterior).[8]
2) El argumento a majori ad minus significa que la integración se
realiza porque hay una menor razón de la que se contempla en la
norma jurídica. Por ejemplo: si se está autorizado para vender se
está para hipotecar. O sea, que el que puede lo más puede lo
menos. En el ejemplo que damos el apoderado facultado para
enajenar puede hipotecar, ya que la facultad de dominio que implica
el poder enajenar, le permite la facultad de gravar, que es menor
que la facultad de enajenar.
3) Y en el argumento a minori ad majus ocurre precisamente lo
contrario, o sea, una mayor razón para realizar la situación jurídica
no prevista por la ley. Por ejemplo: si para hipotecar necesita la
mujer casada bajo el régimen de sociedad conyugal, consentimiento
marital, con mayor razón lo necesitaría para poder vender.
Todos estos argumentos son aplicaciones diferentes del mismo
procedimiento científico y suponen siempre el análisis profundo de
las disposiciones de la ley con vistas al descubrimiento de la razón
fundamental que la ha inspirado, o sea, lo que Gény denomina la
ratio juris. Descubierta la ratio iuris, dice Gény, la aplicación
extensiva es posible, a menos que la disposición legal consagre una
excepción (exceptio est estrictissimae interpretacionis),[9] como
ocurre, como dijimos antes, en materia fiscal y penal, cuyas
disposiciones son de estricta interpretación que impide la aplicación
de otras normas por analogía.
Para entender mejor la excepción a la aplicación analógica por
disposición expresa de la ley, tenemos el caso de los apoderados
civiles, a quienes habiéndoseles otorgado poder general amplísimo
para actos de dominio, para administración de bienes y para pleitos
y cobranzas, no pueden suscribir títulos de crédito si no fueren
expresamente facultados para ello (artículo 9, fracción I de la Ley de
Títulos y Operaciones de Crédito). En cambio, de acuerdo con el
argumento a minori ad majus, los gerentes de las empresas
mercantiles, a quienes no se les confiere ni poder para actos de
dominio, ni para administrar bienes, ni para pleitos y cobranzas,
pueden, por el solo hecho de su nombramiento de gerentes,
suscribir títulos de crédito, de cuya facultad únicamente estarían
privados si expresamente se dijera que no podrían realizar tales
actos (artículo 85 de la misma Ley de Títulos y Operaciones de
Crédito).[10]
5. R
NOTAS
1. C
Uno de los problemas que mayor preocupación causa a quienes
aplican el Derecho, es el relativo a la época o tiempo de vigencia de
la ley. En principio, las normas jurídicas rigen todos los hechos que,
durante el lapso de su vigencia, ocurren en concordancia con sus
supuestos. Es decir, realizado un supuesto previsto por una ley
vigente, las consecuencias jurídicas que la disposición señala deben
imputarse al hecho condicionante. Realizado éste, se actualizan sus
consecuencias normativas.
Planteado así el problema aparentemente no hay dificultad alguna
respecto a la aplicación del Derecho. Por ejemplo, si el artículo 34
de la Constitución, establece que la ciudadanía mexicana se
adquiere al haber cumplido dieciocho años, todos aquellos que se
encuentren en la hipótesis prevista por la norma, adquieren las
facultades y deberes de la ciudadanía mexicana.
Sin embargo, las dificultades comienzan cuando las
consecuencias de Derecho no se agotan con la realización del
supuesto jurídico. Pongamos por caso el delincuente que durante la
vigencia de una norma, por ejemplo la del 145 del Código Penal
Federal, hubiere sido juzgado y sentenciado por el delito de
disolución social. Las consecuencias jurídicas del proceso penal
instruido contra tal sujeto no se agotan con la sentencia
condenatoria dictada en su contra, sino que se prolongan hasta la
compurgación de la pena. Si durante el lapso en que el reo se
encuentre purgando la pena a que se hizo acreedor por la comisión
del delito de disolución social, fuere derogado el precepto que
tipifica y sanciona tal delito, surge el problema de aplicación de la
ley, por cuanto el delincuente se encuentra purgando una pena
establecida bajo la vigencia de una ley derogada, habiendo
cometido la falta, y satisfecho por tanto la hipótesis prevista en el
precepto derogado durante la vigencia de la misma.
En tales condiciones, ¿debe el sujeto activo del delito purgar la
pena establecida por el precepto bajo cuya vigencia cometió la falta
o, por el contrario, debe quedar en libertad si, no habiéndose
agotado las consecuencias de Derecho previstas por la norma,
resulta derogada la misma?
Hemos puesto el ejemplo anterior para advertir uno de tantos
conflictos que con frecuencia se plantean al aplicarse las leyes,
pues, en el ejemplo que hemos dado, las consecuencias de
Derecho establecidas por la norma derogada no se habían agotado,
no obstante que la hipótesis o supuesto jurídico de la norma se
dieron durante la vigencia de la ley. En efecto: en el ejemplo
proporcionado la hipótesis contemplada por el artículo 145 del
Código Penal Federal se realizó por el delincuente durante la
vigencia de la ley; sin embargo, las consecuencias jurídicas de la
hipótesis se prolongaron más allá de la vigencia de la ley. Cabe
preguntarse: ¿qué ley opera en el caso: la vieja o la nueva, o sea,
debe el delincuente purgar la pena por el delito cometido durante la
vigencia de la ley, en virtud de que la hipótesis se realizó durante
ésta o, por el contrario, debe quedar en libertad el delincuente ante
la presencia de una nueva ley, no obstante que la hipótesis se
hubiera realizado bajo la vigencia de la anterior?
Como el caso anterior, muchos ejemplos podrían ofrecerse sobre
estos conflictos de aplicación de las leyes en el tiempo, que es lo
que los teóricos denominan “retroactividad”.
A) D
La retroactividad, por tanto, consiste en aplicar leyes actuales a
hechos o actos jurídicos anteriores o viceversa, aplicar leyes
anteriores a hechos o actos jurídicos cuyas consecuencias de
Derecho no se agotaron durante la vigencia de la ley anterior.
El principio general que domina la materia es que la ley no debe
aplicarse retroactivamente en perjuicio de persona alguna.
Por ejemplo, en el caso que planteamos anteriormente, si la
aplicación del artículo 145 del Código Penal ya derogado, perjudica
al reo, no debe aplicarse no obstante que la comisión del delito se
hubiere realizado durante la vigencia de la ley.
Ahora bien, no siempre es tan sencilla la solución del problema
por cuanto pueden haber intereses encontrados con la no aplicación
o con la aplicación de una ley derogada. Por ejemplo: pongamos el
caso de que durante el curso de un procedimiento civil, en el que se
ventilen exclusivamente intereses patrimoniales, digamos un juicio
hipotecario, se reformen los preceptos que norman el procedimiento
del juicio especial hipotecario, estableciendo un mayor o menor
término para pruebas, para alegatos o para interponer recursos. En
este caso, puede perjudicar a una de las partes la reforma legal,
pero en cambio puede beneficiar a la parte contraria tal reforma
legal. En consecuencia el principio de la no aplicación retroactiva de
la ley en perjuicio de persona alguna, no opera en materia procesal
porque lo que a una parte perjudica a la otra la beneficia. Con esto
demostramos que si bien en Derecho penal nunca opera la
retroactividad cuando hay perjuicio para el reo, tal principio no opera
tratándose de otras materias.
B) L
2. C
A semejanza de los conflictos que ocurren en la aplicación de las
leyes en el tiempo, se dan también en lo que toca al espacio.
A) P
Para plantear el problema valgámonos del siguiente ejemplo:
supongamos que A, de nacionalidad española, casado en el Distrito
Federal bajo sociedad conyugal con mexicana, pretende vender un
bien, raíz ubicado en el estado de Yucatán, del que es únicamente
copropietario, y la operación desea formalizarse en el estado de
Jalisco. ¿Qué leyes deben observarse para realizar el contrato de
compraventa? ¿Serán las de Jalisco; las de Yucatán; las del Distrito
Federal o las de España?
Como se ve, el problema no es tan sencillo porque si fueren las de
Jalisco, podría no ser necesaria la autorización marital de la esposa
del vendedor que exige el Código Civil del Distrito; si fueren las de
Yucatán, podría no ser necesario que el contrato se elevara en
escritura pública en razón de la cuantía que las leyes de Jalisco sí
exigieran; si fueren las del Distrito Federal, podría no ser necesaria
la conformidad de los copropietarios para la enajenación de una
porción, que las leyes de Yucatán exigen, y por último, si fueren las
de España, por la nacionalidad del vendedor, podría bastar un
simple documento privado, sin guardarse ninguna formalidad, ni
satisfacerse ningún requisito.
Hemos planteado el problema a través de un ejemplo, que dicho
sea de paso es harto frecuente, para advertir el conflicto que a
menudo suscita la aplicación de las leyes, ya no porque estén o no
vigentes, sino por razón del espacio territorial que cubran las
diversas legislaciones de estados y naciones.
B) S
Como dice García Máynez, “el problema de los conflictos de leyes
en el espacio se reduce a la determinación de la autoridad territorial
o extraterritorial de los diversos preceptos”.[3] Hay tres soluciones
para el problema:
1) El de la territorialidad absoluta;
2) El de la extraterritorialidad absoluta;
3) El de la territorialidad y extraterritorialidad combinadas.
De acuerdo con el primer principio las leyes de cada Estado se
aplican exclusivamente dentro del territorio del mismo, y a todas las
personas que en él se encuentren sean nacionales o extranjeros,
residentes o transeúntes.
Esta teoría aparentemente sencilla en la práctica resulta imposible
de realizar. Si fuere válida se caería en el extremo de que una
persona que para las leyes del Distrito Federal fuere divorciada, no
lo fuere para las leyes, digamos, del Estado de Veracruz, y así
cambiaría el status personal de cada sujeto con solamente cruzar la
frontera de un Estado a otro. Para salvar el problema se hace la
distinción entre leyes relativas a las cosas —circa rem—, leyes
concernientes a las personas —circa personam— y leyes que
versan sobre la forma de los actos.
C) L
De tal distinción emerge la teoría de los estatutos personales,
reales y formales que es básica en el Derecho Internacional Privado.
“Estatuto es pues, según opinión de los juristas italianos del siglo
XIV, sinónimo de personalidad y realidad de la ley”.[4]
Hecha la distinción de los estatutos personales, reales y formales,
emerge la regla de que los estatutos personales acompañan por
todas partes al sujeto; los estatutos reales, o sea, los relativos a las
cosas, tienen vigencia dentro y fuera del territorio en que se
encuentran ubicadas las cosas y los estatutos formales rigen en el
lugar en que se realiza el acto, locus regit actum.
De lo anterior se desprende la territorialidad absoluta respecto de
la forma de los contratos; y la extraterritorialidad absoluta respecto
de los estatutos reales y personales.
Para entender mejor lo anterior, resolvamos el problema que
planteamos al iniciar esta lección:
Respecto de la forma del contrato de compraventa que pretende
celebrar el sujeto español, casado con mujer mexicana, en el Distrito
Federal y bajo el régimen de sociedad conyugal, de una porción de
un bien ubicado en el estado de Yucatán, tal forma de contrato, si se
realiza en el estado de Jalisco, como ello es estatuto formal, opera
la fórmula locus regit actum, en virtud de la cual deberán observarse
las formalidades externas previstas por las leyes del estado de
Jalisco. Respecto del estatuto real relativo al bien objeto de la
compraventa, ubicado en el estado de Yucatán, por ser estatuto
real, deben cumplirse las leyes que para la enajenación de una
porción establece el Código Civil de Yucatán, el cual prevé que se
notifique a los condueños el derecho del tanto. Y por último, siendo
de estatuto personal el matrimonio del vendedor, opera la
extraterritorialidad absoluta que, en el caso, al prever el Código Civil
del Distrito Federal la autorización marital de los casados bajo el
régimen de sociedad legal, el vendedor necesita de tal autorización
para llevar a cabo la venta.
En concreto: en el caso que pusimos de ejemplo operan la
extraterritorialidad absoluta para las personas y las cosas y la
territorialidad absoluta para la forma del contrato. Es decir, que para
la celebración de la compraventa a que nos referimos, deberán
observarse las leyes de tres estados: la del Distrito Federal, por lo
que toca al estatuto personal del vendedor casado bajo sociedad
conyugal; la del estado de Yucatán, por tratarse de un bien ubicado
en dicho lugar cuya enajenación exige la previa notificación a los
condueños para que ejerciten el derecho del tanto; y la del estado
de Jalisco para la forma externa del contrato.
D) L
Finalmente en lo que toca a la aplicación del Derecho penal, el
Código Penal del Distrito Federal impone el principio general de la
territorialidad con las excepciones que establecen los artículos 2, 3,
4 y 5 del propio Código. De acuerdo con el artículo 2°, el Código
Penal Federal es aplicable no sólo para los delitos cometidos en el
Distrito Federal (tratándose de delitos del orden común) o en el
territorio de la República (si son de la competencia de tribunales
federales) sino también se aplican para sancionar los delitos que se
inicien, preparen o cometan en el extranjero, cuando produzcan o se
pretenda que tengan efectos en el territorio de la República; o
cuando se cometan en los consulados mexicanos, o en contra de su
personal, cuando no hubieren sido juzgados en el país en que se
ejecutaron.
Tratándose de delitos continuos, cometidos en el extranjero que
se sigan cometiendo en la República y a los ejecutados en territorio
extranjero por un mexicano contra mexicanos, o contra extranjeros,
o por un extranjero contra mexicanos, también es aplicable el
Código Penal Federal si concurren los requisitos siguientes:
1° Que el acusado se encuentre en la República;
2° Que el reo no haya sido definitivamente juzgado en el país en
que delinquió, y
3° Que la infracción de que se le acuse tenga el carácter de delito
en el país en que se ejecutó y en México. Finalmente también tiene
aplicación extraterritorial el Código Penal Federal, cuando se trate
de delitos cometidos en lugares que se consideran como del
territorio nacional aunque desde el punto de vista geográfico no
pertenezcan al territorio de la República.
El artículo 5° del citado Código considera como ejecutados en
territorio de la República:
1° Los delitos cometidos por mexicanos o extranjeros en alta mar,
a bordo de buques nacionales;
2° Los ejecutados a bordo de un buque de guerra nacional surto
en puerto o en aguas territoriales de otra nación. Lo anterior es
extensivo al caso de que el buque sea mercante, si el delincuente
no ha sido juzgado en la nación a que pertenezca el puerto;
3° Los cometidos a bordo de un buque extranjero surto en puerto
nacional o en aguas territoriales de la República, si se turbare la
tranquilidad pública, o si él delincuente o el ofendido no fueren de la
tripulación. En caso contrario se obrará conforme al derecho de
reciprocidad;
4° Los cometidos a bordo de aeronaves nacionales o extranjeras
que se encuentren en territorio o en atmósfera o aguas territoriales
nacionales o extranjeras, en casos análogos a los que señalan para
buques las fracciones anteriores, y
5° Los cometidos en las embajadas y legaciones mexicanas.
C
1. ¿A qué se llama retroactividad? 2. ¿A qué se llaman derechos adquiridos? 3.
¿A qué se llaman expectativas de derecho? 4. Dé ejemplos de derechos
adquiridos y de expectativas de derecho. 5. ¿Cuándo son válidas las excepciones
al principio de la retroactividad? 6. ¿Cuándo hay conflictos de leyes en el espacio?
7. ¿Cuáles son las tres soluciones para el conflicto de leyes en el espacio? 8. ¿En
qué consiste la teoría de los estatutos? 9. ¿Qué significa la forma locus regit
actum? 10. ¿Cuál es el sistema de aplicación del Derecho penal mexicano?
NOTAS
1. U D
Habiéndonos ocupado en los capítulos anteriores del Derecho en
sus diversas acepciones y disciplinas; de los conceptos jurídicos
fundamentales y de la técnica jurídica, toca ahora comparar al
Derecho con otras normas de conducta como son las morales y las
sociales, comenzando por el cotejo entre las jurídicas y las éticas
para luego ocuparnos de los convencionalismos sociales en sus
diferencias y semejanzas con las normas legales y de moral. Desde
luego se advierte que entre las normas morales y de Derecho, no
hay más punto de unión que el de ser ambas normas de conducta,
pues entre ellas no hay ningún otro signo común, a diferencia de lo
que acontece entre las normas jurídicas y las normas sociales.
Para la mejor comprensión del tema que nos interesa, tomemos al
azar una norma ética y una norma jurídica con el objeto de que,
puestas frente a frente una de otra, advirtamos la diferencia que hay
entre ambas.
Cuando decimos “honrarás a tus padres” y “el que falta al
cumplimiento de una obligación es responsable del pago de daños y
perjuicios”, estamos en presencia de una norma moral y de una
norma jurídica que, puestas frente a frente, revelan con meridiana
claridad los atributos que las distinguen entre sí.
Así, en el primer ejemplo, se trata de un deber que tiene el
obligado de “honrar a sus padres”.
En el segundo ejemplo, no sólo se tiene el deber sino que también
hay la deuda, y esto es así porque frente al obligado de la norma
jurídica existe un sujeto pretensor que tiene el derecho o la facultad,
para exigirle el pago de la deuda que, en el caso, es el de los daños
y perjuicios por el incumplimiento de la obligación.
Por el contrario, frente al obligado moral no existe el sujeto
pretensor que tenga la facultad, como en el caso de la norma
jurídica, de exigir del obligado moral el cumplimiento de su deber.
Por eso decimos que las normas morales contienen “deberes”
para el obligado y que en las normas jurídicas son “deudas” del
obligado y no solamente deberes.
Además se advierte que en las normas jurídicas, y como
consecuencia de lo antes dicho, hay dos sujetos en la relación
jurídica creada por la norma: un sujeto pretensor a quien se le
denomina como “Sujeto Activo” y un sujeto obligado a quien se le
denomina “Sujeto Pasivo”.
En cambio en las normas morales únicamente se da el sujeto
pasivo, que es el que tiene el deber, pero no la deuda, de cumplir
con el mandato moral, sin que pueda concebirse que frente a este
obligado o sujeto pasivo, pudiera haber un sujeto pretensor o sujeto
activo.
Lo anterior nos lleva también a considerar que, como las normas
jurídicas además de constituir deberes atribuyen derechos, tales
normas las considera la técnica como normas “ -
”.
I , en cuanto constituyen deberes del obligado; y
atributivas por cuanto constituyen derechos del sujeto pretensor o
sujeto activo, o llamado también “Sujeto Acreedor” en sentido amplio
(lato sensu).
Por el contrario, las normas morales son tan sólo imperativas por
cuanto únicamente constituyen deberes del obligado, faltando el otro
elemento de la relación bilateral que se da en las normas jurídicas
de ser también atributivas.
En toda norma jurídica existen de hecho dos juicios: uno, que
concede la facultad y otro que impone la obligación. A menudo se
entrecruzan ambos juicios para que el sujeto activo sea también
sujeto pasivo; y el sujeto pasivo sea también sujeto activo.
Para comprender esto nada mejor que el ejemplo de la
compraventa.
En la compraventa el vendedor tiene la facultad, como sujeto
activo o pretensor, de exigir del comprador el pago del precio de la
compraventa. El comprador es el sujeto pasivo de la relación jurídica
que guarda con el vendedor respecto del pago del precio, pero a su
vez el propio comprador (que es el sujeto pasivo en cuanto al pago
del precio) tiene la facultad de exigir del vendedor la entrega de la
cosa, siendo por tanto sujeto activo el que antes fuera sujeto pasivo;
y el vendedor (que era sujeto activo en cuanto al pago del precio) se
convierte en sujeto pasivo en cuanto a la obligación de entregar la
cosa cuyo atributo pertenece al comprador.
Por esto decimos que hay normas jurídicas en las cuales los
juicios - se entrecruzan para que el sujeto
activo sea también pasivo y viceversa.
Lo anterior no tiene otro objeto que demostrar, con los ejemplos
dados, que mientras la norma moral es unilateral las normas
jurídicas poseen el signo distintivo y predominante de la
bilateralidad.
2. I D
Habiendo examinado ya una de las diferencias sustanciales y a
nuestro juicio predominantes entre la norma moral y la norma de
Derecho, como fue la de la unilateralidad de la primera y la
bilateralidad de la segunda, corresponde ahora contemplar otras
diferencias entre ambas normas. Para el caso, y fieles al sistema
que hemos adoptado de descubrir la verdad valiéndonos en lo
posible de ejemplos, observamos que, con los mismos ejemplos
dados para advertir la unilateralidad de la moral y la bilateralidad del
Derecho, notamos que mientras en la norma moral su cumplimiento
debe coincidir con la voluntad del obligado, en la norma jurídica el
resultado es ajeno a que sea con, sin, o contra, la voluntad del
obligado.
Así, si en el ejemplo de norma moral del que nos hemos servido
anteriormente, se honrara únicamente a los padres con miras al
resultado del premio, pero sin la voluntad del obligado, no se estaría
cumpliendo con la norma ética porque para ello debe atenerse a la
voluntad interior del obligado y no al resultado que tenga el
cumplimiento de la obligación moral.
Por el contrario y sirviéndonos del mismo ejemplo de la norma
jurídica que dimos para explicar la bilateralidad, que fue que “el que
falte al cumplimiento de una obligación es responsable del pago de
daños y perjuicios”, el obligado en esta norma cumple con ella aun
cuando en su fuero interno no tuviera la voluntad de pagar los daños
y perjuicios a que se hizo acreedor por no cumplir la obligación
principal.
Quiere decir esto que el cumplimiento de la norma moral no sólo
debe coincidir en lo exterior sino también en lo interior, a diferencia
de la norma jurídica cuyo cumplimiento se divorcia de la voluntad
interior del obligado.
Además, observamos que en las normas morales prevalece, como
factor predominante de cumplimiento de las mismas, la intención y
que por el contrario en las normas jurídicas el factor predominante
no es la intención sino el resultado.
Así, poco le importa al sujeto pretensor, o sea, al acreedor, que su
deudor que no le cumplió la obligación contraída pagara, sin su
voluntad (de mala gana) los daños y perjuicios con tal de que el
incumplidor realizara el pago. En cambio, no sucede lo mismo si
quien, aparentando honrar a sus padres realiza actos cuyo resultado
aparente son de observancia de la norma, si tales actos realizados
por el obligado no son por su voluntad, la norma ética no se estaría
cumpliendo aun cuando los resultados revelaran lo contrario.
A pesar de lo anterior no debe tomarse esta distinción en términos
absolutos; pues si bien la intención es factor predominante en el
cumplimiento de las normas éticas, esta intención debe venir
aparejada con el resultado. Y viceversa, si bien el resultado es factor
predominante en las normas jurídicas, también influye la
intencionalidad. Para explicar esto no bastaría con que el hijo que
debe honrar a sus padres tuviera únicamente la intención de
hacerlo, sin traducirla en hechos que realicen la intención, y en este
sentido es válido el refrán popular de que “de buenas intenciones
está empedrado el camino del infierno”. De la misma manera
tampoco es absoluta la segregación de la intencionalidad en las
normas jurídicas y bastaría con contemplar cómo en el Derecho
penal, la intención delictuosa será agravante en la comisión del
delito; o en el Derecho civil la buena fe para adquirir por prescripción
bienes que, por el transcurso del tiempo y habiendo la intención de
buena fe, son tomados en cuenta para la aplicación de la norma
jurídica de prescripción positiva.
Por esto hemos cuidado de asignar a la intención en las normas
morales y al resultado en las normas jurídicas, el carácter de
factores predominantes que las distinguen a unas de otras, pero no
de factores absolutos.
Como consecuencia de lo anterior podemos concluir fácilmente en
que las normas morales llevan el signo característico de la
interioridad y las normas jurídicas el de la exterioridad.
3. C D
Pasemos ahora a observar otra señal distintiva entre las normas
éticas y jurídicas. Valiéndonos del mismo ejemplo, no puede haber
la honra a los padres si ésta no se realiza espontáneamente.
La que se hiciera únicamente por lograr el premio o por temor al
castigo, pero sin la espontaneidad del obligado para el cumplimiento
de la norma, por la norma en sí, estaría en presencia de infracción al
precepto ético. Al respecto es aplicable la tesis eclesiástica que
diferencia la atrición de la contrición. De acuerdo con estos ejemplos
los actos morales realizados, no por la norma en sí, sino por el
resultado, son, desde el punto de vista kantiano, inmorales, aun
aquellos que, hechos o realizados por la íntima satisfacción que
produzcan, se realicen con el propósito de lograr un sano placer. Por
esto es que desde este mismo punto de vista los actos realizados
por un San Francisco de Asís, de amar al prójimo, a los animales y a
los seres inanimados, que producían en el santo varón un íntimo
placer son, para Kant, francamente inmorales, si no los llevaba a
cabo el santo por la norma misma, sino por el resultado placentero
que le producía amar al prójimo.
Por el contrario, en la norma jurídica el cumplimiento de ella, como
se ha dicho antes, puede ser espontáneo o no espontáneo. Esa
posibilidad de cumplimiento no espontáneo de la obligación es lo
que se denomina coercibilidad del Derecho, independientemente de
que la norma tenga o no sanción, pues ya hemos visto que la
sanción es concepto jurídico fundamental, pero no es elemento
indispensable de la norma.[1]
Aun en el supuesto, de que normas jurídicas penales no tengan
sanción, aun tales normas, deben considerarse jurídicas, pues
puede darse la coercibilidad, entendida ésta como cumplimiento no
espontáneo de la obligación, aunque su infracción no sea delito por
no tener pena.
4. A D
Finalmente, hay que distinguir el último de los atributos de las
normas jurídicas que lo diferencia de las normas morales y que es el
relativo a la heteronomía de las primeras y a la autonomía de las
segundas.[2]
En efecto, mientras las normas jurídicas son por su naturaleza
impuestas al destinatario de la norma, de donde les viene tener
absoluta pretensión de validez, en las segundas, o sea, las morales,
el legislador es el propio sujeto que se da por sí mismo la norma,
reuniéndose en su persona las calidades de legislador y de
destinatario de la norma.
El comentario obligado que se hace de la autonomía de la
voluntad, que tuvo su origen en la escuela kantiana, es el de que
aun en las normas morales no puede concebirse la autonomía de
voluntad que preconiza Kant porque, como el mismo filósofo
distingue, es preciso advertir que existen en el sujeto dos
voluntades: la voluntad pura y el querer empírico.
Por la voluntad pura el sujeto obra por y conforme al deber; pero
frente a esta voluntad se yerguen las inclinaciones que tratan de
violar los postulados de la conciencia.
En estas condiciones no puede hablarse de “auto-legislador”
porque si se atiende al querer empírico o inclinaciones del sujeto
que, por el libre albedrío del que goza, está en aptitud plena de
obrar conforme al deber, o contra el deber, resulta que también en la
conducta moral, existe dentro del mismo sujeto otra voluntad,
distinta y diferente del querer empírico (inclinaciones) que le ordena
acatar los mandatos morales de la voluntad pura; y si esta voluntad
pura, es la que dicta o legisla para el sujeto contrariando lo que por
sus naturales inclinaciones quisiera realizar, estaríamos en
presencia de una heteronomía porque sería otro el factor
determinante de la conducta moral, aun cuando éste sea elemento
perteneciente al propio sujeto.
En otras palabras: habiendo en el sujeto dos voluntades: —la pura
y la empírica—, una de ellas debe estar supeditada o subordinada a
la obra. Y tal subordinación desvanece la posibilidad de la total
autonomía de la voluntad que se ha dado como característica de la
norma moral.
Además, se critica al principio de la autonomía de la voluntad que
tal autonomía, para ser absoluta debería permitir que el obligado
que se da sus propias leyes pudiera revocarlas, pues no se concibe
a ningún legislador que, pudiendo dar leyes no pudiera derogarlas.[3]
Tal cosa no es concebible en los principios morales porque el sujeto
no puede por sí solo desconocer la virtud de principios éticos
inmutables y si no tiene la facultad de que pueda desconocer las
leyes morales que penden sobre él, no es un auténtico legislador ni
es por tanto en razón de un código moral eterno que existe sobre la
voluntad del sujeto.
Podría pensarse que en el caso de las normas individualizadas
(contratos o tratados) que hemos visto son también normas
jurídicas, pudiera ofrecerse el extraño fenómeno de que tales
normas escaparan al principio de heteronomía que rige a las normas
de Derecho y que constituye tal principio, junto con la bilateralidad,
exterioridad y coercibilidad, elementos esenciales de la norma
jurídica, o sea, que sin ellos la norma no sería de Derecho o jurídica,
sino simplemente una norma de conducta.
Pensamos lo anterior en atención a que si los contratos y los
tratados son creados por los propios destinatarios de la norma,
parece resultar de esto que, en unos y otros, el legislador es el
propio obligado o facultado, rompiéndose así el principio de
heteronomía que, como hemos visto, consiste en que el legislador
es extraño a los destinatarios de la norma.
Pongamos por ejemplo el contrato privado de compraventa que
celebren Juan y Pedro, en cuyo caso tal parece que la norma
jurídica en que se convierte el contrato de compraventa, no provino
de un legislador heterónomo, sino de la propia autonomía de
voluntad expresada por los contratantes y que constituye la norma
bajo la cual deben regir su conducta.
Planteado así el problema se antoja que las normas
individualizadas no son heterónomas, sino autónomas.
El problema es serio porque bastaría esta sola excepción, en esta
especie de normas jurídicas, para romper el principio universal que
se tiene de que las normas de Derecho o jurídicas, sean siempre
heterónomas y no autónomas.
Sin embargo, creemos que se parte de un mal planteamiento del
problema, que consiste en considerar como legisladores de la
norma individualizada a los propios destinatarios de ella, cuando
que en realidad lo que sucede es que ante el consenso de
voluntades de las partes contratantes, es ese consenso de
voluntades el factor extraño, autónomo y distinto de los contratantes,
de donde emerge la norma que rige para los contratantes
concediendo a uno facultades y a otro deberes.
O sea, que al celebrarse el contrato, si bien son Juan y Pedro los
que expresan su voluntad; sin embargo, se crea una tercera
persona, distinta de Juan y Pedro, constituida por la unión o
consenso de voluntades de uno y otro, que es la que dicta para
Juan y Pedro, las reglas de conducta jurídica, que deben de
observar derivadas de ese consenso de voluntades constituido por
Juan y Pedro, pero distinto de uno y otro, individualmente
considerados.
Para entender esta figura que podríamos calificar de ficción, y que
a nuestro entender es la única por la cual puede explicarse la
heteronomía en las normas individualizadas, pensamos que el
ejemplo comparativo se ofrece en la sociedad conyugal que
respecto de los bienes de los consortes rige en los matrimonios
celebrados bajo dicho régimen. En efecto: cuando Juan y Juana
contraen, matrimonio bajo sociedad conyugal, si bien son Juan y
Juana los socios de la sociedad, sin embargo, se crea un ente o
persona jurídica, distinta de Juan y Juana, que es la sociedad
conyugal Juan-Juana; pues de la misma manera cuando Juan y
Pedro contratan, se crea un ente distinto a Juan y Pedro, que es
Juan-Pedro, que es el legislador que da las normas para Juan y
para Pedro, cada uno de éstos autónoma e individualmente
considerados; pero la fusión de voluntades de Juan y Pedro
constituye un ente heterónomo, distinto de uno y otro, que da las
reglas de conducta a los destinatarios Juan y Pedro, individualmente
considerados.
Podría argumentarse en apoyo de la tesis de autonomía de la
voluntad en las normas individualizadas, que tal autonomía se
descubre cuando en los contratos Juan o Pedro pueden renunciar a
los derechos que les concede la norma individualizada del contrato y
que por ende son ellos los propios legisladores quienes pueden
derogar, como todo buen legislador, su propia creación.
El argumento aunque aparentemente impresionante, sin embargo
es engañoso como creemos poder demostrar. En efecto: si el
destinatario de la norma, facultado por ella para el ejercicio de
derechos no los ejercita, tal abstinencia no equivale a derogación de
la norma; como no constituye derogación de la norma genérica la
abstinencia del ejercicio de derechos que la misma concede a los
facultados por ella. Es decir: si la norma individualizada concede,
por ejemplo, derecho al vendedor para cobrar el precio y no se
ejercita, la norma no se ha derogado, simplemente surge la
contingencia que hemos visto en el enlace jurídico de ejercicio y no
ejercicio de la facultad concedida por la norma; exactamente igual a
cuando el acreedor a quien la norma genérica concede el derecho
de cobrar suerte principal y perjuicios, se abstiene del ejercicio de su
derecho, sin que por ello se derogue la norma genérica que
establece tales facultades.
Podría replicarse que esto opera ante la abstinencia tácita de no
ejercicio de facultades concedido por la norma individualizada, pero
que cuando la renuncia es expresa entonces surge la derogación
legislativa del propio legislador creador de la norma. También en
este aspecto el argumento es engañoso porque si en virtud de un
nuevo contrato las partes renunciaran a tales o cuales derechos
concedidos por el contrato anterior, o sea, realizaran una novación,
tal novación no sería derogatoria en el aspecto “legislativo”, sino
constituiría una nueva norma creada a través del proceso legislativo,
exactamente igual al que hubo cuando la creación del contrato
novado. En otras palabras: surgiría nuevamente el legislador
heterónomo formado por el consenso de voluntades de las partes,
para crear una nueva norma destinada a los contratantes novando
la anterior.
Hemos hecho esta exposición que hasta donde tengamos noticias
es inédita, porque resultaría grave admitir que las normas
individualizadas escapan al principio de heteronomía de las normas
jurídicas en razón de que, si así fuere, se rompería con el principio
tradicional que ha adornado esta especie de normas de conducta al
grado de que, de admitirse la tesis, se llegaría a la conclusión de
que los elementos esenciales de las normas jurídicas ya no serían
cuatro, sino únicamente tres; y esto, que expresado así parecería
carecer de importancia, tendría sin embargo enorme trascendencia
porque exagerando la facultad autónoma y no heterónoma de las
disposiciones jurídicas, podría llegarse al extremo de que también
las genéricas sean producto de autolegislación por los destinatarios
de la norma, y, por tanto, expuestas a que en cualquier momento el
destinatario concebido como legislador las deje de cumplir por ya no
ser su voluntad que rijan su conducta, rompiéndose el equilibrio del
régimen jurídico de los pueblos que descansa en la idea de que los
destinatarios de la norma la deben cumplir les plazca o no les
plazca, precisamente por no ser expresión de su propia voluntad,
sino de la del Estado a través de sus órganos legislativos.
El tema creemos que es de gran interés y exhortamos por estas
líneas a los estudiosos del Derecho a profundizar en él para así
servir mejor a la ciencia jurídica a la que hemos consagrado nuestra
devoción.
C
1. ¿En qué consiste la unilateralidad de la moral? 2. ¿Por qué se dice que el
Derecho es bilateral? 3. ¿En qué consiste la interioridad de la moral? 4. ¿En qué
consiste la exterioridad del Derecho? 5. ¿En qué consiste la coercibilidad del
Derecho? 6. ¿En qué consiste la incoercibilidad de la moral? 7. ¿Desde qué punto
es válida la autonomía de las normas morales? 8. ¿Por qué son heterónomas las
normas de Derecho? 9. ¿Cómo se explica la heteronomía en las normas
individualizadas?
NOTAS
1. R D
NOTAS
[1]Es el maestro hispano don Luis Recaséns Siches el autor del más brillante
de los estudios realizados para establecer los puntos de contacto entre los usos
sociales y los preceptos éticos; las diferencias entre éstos; las semejanzas entre
las normas Jurídicas y las costumbres y sus diferencias, en su célebre obra
Estudios de Filosofía del Derecho.
APÉNDICE 1
Las tesis jurisprudenciales a que se alude en las páginas 176 y 178, fueron dadas
a conocer con el carácter de obligatorias a los jueces y magistrados que integran
el Poder Judicial de la Federación, en circular de fecha 15 de mayo de 1961,
girada por el secretario general de acuerdos de la Suprema Corte de Justicia,
licenciado Jorge Iñárritu y a solicitud del ministro Juan José González
Bustamante, quien en aquel entonces era Presidente de la Primera Sala de la
Suprema Corte de Justicia, siendo las tesis de referencia por las cuales se cambió
radicalmente el criterio de la Corte en lo que toca a considerar como delito de
peligro, y ya no de daño, el estatuido en el artículo 193 de la Ley General de
Títulos y Operaciones de Crédito, las siguientes:
a) D 193 L G T
O C . J .—Si de las constancias de
autos se prueba plenamente que el acusado expidió dos cheques, con pleno
conocimiento de que carecía de fondos suficientes ante la institución librada, y si
los documentos fueron presentados a cobro dentro del plazo legal y no cubiertos
por tal motivo, se tipifica el delito previsto en el artículo 193 de la Ley General de
Títulos y Operaciones de Crédito, sin que la circunstancia, invocada por el
quejoso, de que los cheques fueron dados en garantía y post fechados sea
relevante, puesto que se trata de un delito especial que se integra con la sola
expedición del cheque en las circunstancias anotadas, dado que el bien jurídico
tutelado a través de la figura delictuosa de referencia, es la seguridad del crédito y
la confianza que el público debe tener en los cheques y no, como
equivocadamente se ha pretendido, el interés patrimonial de los particulares.
Amparo directo número 3014/960/2A.—Unanimidad de 5 votos.—Amparo
directo número 1724/960/2A.—Unanimidad de 5 votos.—Amparo directo número
1448/960/2A.— Unanimidad de 5 votos.—Amparo directo número 3412/960/ 2A.
—Unanimidad de 5 votos.—Amparo directo número 1235/ 960/1A.—Unanimidad
de 5 votos.
b) P .
J .—Congruentes con el criterio jurisprudencial establecido
por esta Suprema Corte de Justicia de la Nación, que ve en el tipo legal del
artículo 193 de la Ley de Títulos y Operaciones de Crédito, un delito que no es de
daño, y que ha recibido la denominación genérica de delito especial para evitar
controversias doctrinales sobre su clasificación, precisando que ninguna similitud
guarda con el fraude ni con un delito patrimonial, es evidente que si la ley especial
envía al juzgador al Código Penal Federal para su sanción, es para el efecto de
que se imponga la penalidad vigente en la época de su creación, ya que si el
fraude aumentó sus linderos de represión atendiendo a la cuantía del daño, tal
aumento no atañe a la precitada figura especial, por lo que sigue en vigor la pena
de cincuenta a mil pesos de multa y de seis años de prisión establecida en el
artículo 386 del Código Penal Federal antes de su reforma. En tal virtud, como la
sentencia impugnada en esta vía aplicando la nueva jurisprudencia invocada, no
individualizó correctamente la sanción dentro del precepto aplicable, al mencionar
expresamente la fracción III del artículo 386 vigente del Código Penal, en razón
del monto consignado en el cheque, debe concederse la protección constitucional
que reclama para el efecto de que se señale la pena procedente dentro de los
límites del artículo 386 antes de su reforma.
Amparo directo número 79/61/1A.—Unanimidad de 4 votos.—Amparo directo
número 4616/60/2A.—Unanimidad de 5 votos.—Amparo directo número
234/61/2A.—Unanimidad de 4 votos.—Amparo directo número 8727/60/1A.—
Unanimidad de 4 votos.—Amparo directo número 8539/60/1A.— Unanimidad de 4
votos.
APÉNDICE 2
La tesis a que aludimos al pie de la página 38, nota 34 es del tenor literal
siguiente:
E , .—Alcance del concepto
de certificado de inafectabilidad, como defensa de la pequeña propiedad
inafectable. Si bien la pequeña propiedad, como institución, es invariablemente
protegida por los textos Constitucionales, no han sido igualmente invariables los
medios para exigir ese respeto y protección que deriva de la Carta Magna,
específicamente el juicio de amparo. En efecto, el texto de la Fracción XIV del
artículo 27 fue reformado por Decreto de 31 de diciembre de 1946 para agregarle
el tercer párrafo, que estableciendo una excepción a la regla general contenida en
el primer párrafo en el sentido de vedar totalmente cualquier recurso ordinario e
inclusive el juicio de amparo a los propietarios afectados con resoluciones
dotatorias o restitutorias de ejidos o aguas, hace posible ocurrir al amparo, contra
la privación o afectación agraria ilegales de sus tierras o aguas, a “los dueños o
poseedores de predios agrícolas o ganaderos en explotación, a los que se haya
expedido o en lo futuro se expida, certificado de inafectabilidad”. Para fijar el
alcance de la reforma que se acaba de citar, nada tan indicado como acudir a las
fuentes directas de la misma, como son la iniciativa de la reforma, que emanó del
Presidente de la República, y las participaciones de ambas Cámaras Federales en
el proceso de la reforma. El Legislador constituyente, al elaborar la reforma
constitucional de que se trata, hizo referencia reiterada al certificado de
inafectabilidad, como único medio idóneo de que tengan acceso al juicio de
amparo los propietarios o poseedores de predios agrícolas o ganaderos en
explotación, a quienes se llegara a expedir. Pero el órgano revisor no llevó a la
Constitución el régimen legal de los certificados de inafectabilidad, ni tenía por
qué llevarlo, ya que el concepto legal de los mismos, los requisitos para
expedirlos, todo lo que mira, en suma, a la regulación de tales documentos es
materia que no corresponde a la Ley Suprema, sino a los ordenamientos
secundarios. Ahora bien, el Código Agrario que estaba en vigor al promulgarse la
reforma de 1946, y que sigue estándolo hasta la fecha, es el expedido el 31 de
diciembre de 1942.[1] En ese Código se establece un sistema de defensa de la
pequeña propiedad rural, que cuando el Código se expidió no podía tener
aplicación sino en la esfera administrativa, puesto que en aquella época estaba
proscrita toda defensa de dicha propiedad en la esfera judicial, concretamente la
defensa del amparo. Las defensas de la pequeña propiedad rural que instituye el
Código Agrario son de varias clases y reciben diversos nombres, pero tienen de
común que se basan, todas ellas, en la suprema autoridad agraria, como es el
Presidente de la República, es quien ha declarado que se trata de una pequeña
propiedad inafectable. La autenticidad de que lo es, le viene de que lo ha
declarado así la suprema autoridad agraria, en el concepto de que sólo al titular
de la misma le corresponde hacerlo. Dichas defensas instituidas por el Código
Agrario se pueden clasificar en las siguientes categorías: 1a. La establecen los
artículos 105 (análogo del 253 de la Ley Federal de Reforma Agraria), 292
(análogo del 350 de la nueva Ley) y 293 (análogo del 351 de la Nueva Ley), y se
refieren a la localización del área inafectable dentro de una finca afectable,
presuponen tales disposiciones que el propietario de un predio afectable, pero
todavía no afectado, solicita la localización de la superficie inafectable,
anticipándose a la afectación: si la localización se solicita oportunamente, tiene la
importante consecuencia de que la futura afectación, sólo podrá tener por objeto
aquellos terrenos que no se hubieren incluido en la localización. El reconocimiento
de dicha pequeña propiedad por parte del Presidente de la República recibe el
nombre de declaratoria. 2a. Se contiene en el artículo 294 del mencionado Código
Agrario (análogo del artículo 354 de la nueva Ley Federal de Reforma Agraria).
Aquí el reconocimiento de inafectabilidad por parte del Presidente de la República
recibe la denominación de certificado de inafectabilidad e incluye el doble objeto
de proteger los predios que por su extensión son inafectables (es decir, la
pequeña propiedad de origen) y aquellos otros que hubieren quedado reducidos a
extensión inafectable, esto es aquellos que de hecho y sin declaratoria
presidencial hubieren quedado reducidos a esa extensión. El nombre de
“certificado de inafectabilidad” que emplea el artículo 294 (análogo del 354 de la
nueva Ley), es distinto al de “declaratoria” que en forma en cierto modo genérica
usan los artículos referidos en la primera categoría. Pero salvo la denominación,
se equiparan en las dos figuras los rasgos esenciales de la tramitación, la
autoridad que expide el documento, la publicación en el Diario Oficial y la
inscripción en el Registro Agrario Nacional. Con sus nombres respectivos,
declaratoria y certificado de inafectabilidad corren la misma suerte, hasta llegar al
Registro Agrario Nacional, cuando el artículo 338 en su Fracción XIII (análogo del
446 Fracción VII de la Ley Federal de Reforma Agraria) dice que deberán
inscribirse en el mismo “los certificados de inafectabilidad y las declaratorias sobre
señalamientos de superficies inafectables”. A menos de entender que es superflua
una de estas dos formas de definición de la pequeña propiedad, sólo cabe admitir
que, aunque con nombres diferentes, las dos concurren por igual al fin común de
proteger la pequeña propiedad inafectable. 3a. Es la contenida en el artículo 252
Fracción II (análogo del artículo 305 Fracción II de la Ley Federal de Reforma
Agraria) cuya Fracción dispone que las resoluciones presidenciales dotatorias
contendrán: “Los datos relativos a las propiedades afectables para fines dotatorios
y a las propiedades inafectables que se hubieren identificado durante la
tramitación del expediente…” Como en los casos anteriores, también en éste es la
suprema autoridad agraria quien señala la pequeña propiedad inafectable a que
queda reducida la propiedad que se afecta. La diferencia con la declaratoria de la
primera categoría estriba en que mientras allá la inafectabilidad se declara antes
de la afectación, aquí se hace con motivo de una dotación pero en ambos casos
se cumple el propósito constitucional de dejar a salvo la pequeña propiedad
inafectable, a lo que responde también la segunda categoría, así sean diversas a
su vez las circunstancias que toma en cuenta. Por último, al igual que las
declaratorias y los certificados de inafectabilidad, esta forma de reconocimiento de
la pequeña propiedad también es inscrita en el Registro Agrario Nacional, al serlo
la resolución presidencial que la contiene, en los términos del artículo 338
Fracciones I y III (análogo del artículo 446 Fracción I, de la Ley Federal de
Reforma Agraria); y como aquéllos debe ser publicada en el Diario Oficial de la
Federación; además de los periódicos oficiales de las entidades correspondientes,
según lo dispone el artículo 253 del propio Código Agrario (análogo del artículo
306 de la Ley Federal de Reforma Agraria). Las tres categorías de la pequeña
propiedad que se acaban de enumerar se consignan en el Código Agrario, como
antes se dijo, para asegurar el respeto a la pequeña propiedad inafectable dentro
de la esfera administrativa. A falta de una Ley posterior a la reforma constitucional
de 1946, que regule el certificado de inafectabilidad como título de legitimación
activa para promover el amparo, es decir, como defensa de la pequeña propiedad
inafectable en la esfera judicial, sólo cabe acudir a las mismas formas de
reconocimiento que instituye el Código Agrario, valederas actualmente, ya no sólo
en el ámbito administrativo, donde siguen siéndolo, sino también para promoverse
el juicio. De las tres formas de reconocimiento de la pequeña propiedad
inafectable que consagra el Código Agrario y ahora la Ley Federal de Reforma
Agraria, sólo una lleva la denominación de “certificado de inafectabilidad”,
denominación que es la empleada por la reforma constitucional de 1946. Pero no
existe indicio alguno en el proceso de dicha reforma, de que la misma hubiera
tenido la intención de elegir uno sólo de los tres medios de protección (el que lleva
el nombre de certificado de inafectabilidad) como medio único de acudir al
amparo, desdeñando los demás y estableciendo en materia judicial una defensa
mutilada respecto de la instituida en materia administrativa, una defensa que por
incompleta no podría justificarse por cuanto todos los reconocimientos de
inafectabilidad que consagra el Código Agrario y ahora la Ley Federal de Reforma
Agraria, y no sólo el certificado de inafectabilidad, provienen de la suprema
autoridad agraria. Lejos de ello, hay elementos en la iniciativa de la reforma para
entender que no se pensó en que la Constitución, al mencionar en la reforma el
certificado de inafectabilidad, subordinara su sentido y concepto al léxico del
Código Agrario (ni a la actual Ley Federal de Reforma Agraria) —ley que, como
queda dicho, no se refería, ni podía referirse al documento apto para acudir al
juicio de amparo—, sino que se refirió a los certificados de inafectabilidad, en
cuanto su expedición “es el reconocimiento, de parte del Estado, de que
efectivamente se trata de una auténtica pequeña propiedad”, según se dice
textualmente en la iniciativa. En esas palabras se encuentra el espíritu y el
propósito de la reforma. Como el reconocimiento, de parte del Estado y
precisamente por la suprema autoridad agraria, se hace, de acuerdo con el
Código Agrario (y ahora es de acuerdo con la Ley Federal de Reforma Agraria)
única ley actualmente aplicable, por los tres medios o formas que antes se han
expuesto, quiere decir que los tres son igualmente idóneos para abrir las puertas
del amparo, en defensa dentro de la esfera judicial de la pequeña propiedad
reconocida como inafectable por el Presidente de la República. De otro modo la
Constitución se subordinaría a la expresión literal de una Ley que, como el Código
Agrario vigente (o la Ley Federal de Reforma Agraria, que es actualmente la
vigente) además de ser ordenamiento secundario, no tuvo por objeto regular la
legitimación activa para acudir al juicio de amparo.
Amparo en revisión 7081/68.—Óscar Fernández East.—Fallado el 4 de marzo
de 1970.—Unanimidad de 5 votos.—Ponente: Mtro. Felipe Tena Ramírez.
NOTAS
[1]El Código Agrario fue derogado por la Ley Federal de Reforma Agraria,
publicada en el Diario Oficial de la Federación del día 6 de abril de 1971 y que
entró en vigor, según el artículo 7° Transitorio, a los 15 días siguientes a su
publicación.
APÉNDICE 3
NOTAS
La Ley Agraria de 6 de enero de 1915, y su Exposición de Motivos, a que aludimos en la página 50 es como sigue:
LEY AGRARIA DE 6 DE ENERO DE 1915
Venustiano Carranza.—Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, Encargado del Poder Ejecutivo de la República
Mexicana, y Jefe de la Revolución, en uso de las facultades de que se halla investido, y C :
Que una de las causas más generales del malestar y descontento de las poblaciones agrícolas de este país ha sido el
despojo de los terrenos de propiedad comunal o de repartimiento que les habían sido concedidos por el Gobierno
Colonial, como medio de asegurar la existencia de la clase indígena, y que a pretexto de cumplir con la ley del 25 de junio
de 1856 y demás disposiciones que ordenaron el fraccionamiento y reducción a propiedad privada de aquellas tierras,
entre los vecinos del pueblo a que pertenecían, quedaron en poder de unos cuantos especuladores;
Que en el mismo caso se encuentran multitud de otros poblados de diferentes partes de la República, y que llamados
congregaciones, comunidades o rancherías, tuvieron origen en alguna familia o familias que poseían en común
extensiones más o menos grandes de terrenos, los cuales siguieron conservándose indivisos por varias generaciones, o
bien en cierto número de habitantes que se reunían en lugares propicios para adquirir y disfrutar mancomunadamente
aguas, tierras y montes, siguiendo la antigua y general costumbre de los pueblos indígenas;
Que el despojo de los referidos terrenos se hizo, no solamente por medio de enajenaciones llevadas a efecto por las
autoridades políticas en contravención abierta de las leyes mencionadas, sino también por concesiones, composiciones o
ventas concertadas con los Ministerios de Fomento y Hacienda, o a pretexto de apeos y deslindes, para favorecer a los
que hacían denuncios de excedencias o demasías y a las llamadas compañías deslindadoras; pues de todas estas
maneras se invadieron los terrenos que durante largos años pertenecían a los pueblos y en los cuales tenían éstos la
base de su subsistencia;
Que según se desprende de los litigios existentes, siempre han quedado burlados los derechos de los pueblos y
comunidades debido a que, careciendo ellos, conforme al artículo 27 de la Constitución Federal, de capacidad para
adquirir y poseer bienes raíces, se les hacía carecer también de personalidad jurídica para defender sus derechos y, por
otra parte, resultaba enteramente ilusoria la protección que la ley de terrenos baldíos vigente quiso otorgarles al facultar a
los síndicos de los Ayuntamientos de las Municipalidades, para reclamar y defender los bienes comunales en las
cuestiones en que esos bienes se confundiesen con los baldíos, ya que por regla general, los síndicos nunca se ocuparon
de cumplir esa misión, tanto porque les faltaba interés que los excitase a obrar, como porque los jefes políticos y los
gobernadores de los Estados estuvieron casi siempre interesados en que se consumasen las expoliaciones de los
terrenos de que se trata;
Que privados los pueblos indígenas de las tierras, aguas y montes que el gobierno colonial les concedió, así como
también las congregaciones y comunidades de sus terrenos indivisos, y concentrada la propiedad rural del resto del país
en pocas manos, no ha quedado a la gran masa de la población de los campos otro recurso para proporcionarse lo
necesario a su vida, que alquilar a vil precio su trabajo a los poderosos terratenientes, trayendo esto, como resultado
inevitable, el estado de la miseria, abyección y esclavitud de hecho en que esa enorme cantidad de trabajadores ha vivido
y vive todavía;
Que en vista de lo expuesto, es palpable la necesidad de volver a los pueblos los terrenos de los que han sido
despojados, como un acto de elemental justicia y como la única forma efectiva de asegurar la paz y de promover el
bienestar y mejoramiento de nuestras clases pobres, sin que a esto obsten los intereses creados a favor de las personas
que actualmente poseen predios en cuestión, porque aparte de que esos intereses no tienen fundamento legal, desde el
momento en que fueron establecidos con violación expresa de las leyes que ordenaron solamente el repartimiento de los
bienes comunales entre los mismos vecinos, y no su enajenación en favor de extraños, tampoco han podido sancionarse
o legitimarse esos derechos por una larga posesión, tanto porque las leyes antes mencionadas no establecieron las
prescripciones adquisitivas respecto de estos bienes, como porque los pueblos a que pertenecen estaban imposibilitados
de defenderlos por falta de personalidad necesaria para comparecer en juicio;
Que es probable que en algunos casos no pueda realizarse la restitución de que se trata, ya porque las enajenaciones
de los terrenos que pertenecían a los pueblos se hayan hecho con arreglo a la ley, ya porque los pueblos hayan
extraviado los títulos o los que tengan sean deficientes, ya porque sea imposible identificar los terrenos o fijar la extensión
precisa de ellos, ya, en fin, por cualquiera otra causa; como el motivo que impida la restitución, por más justo y legítimo
que se le suponga, no arguye en contra de la difícil situación que guardan tantos pueblos, ni mucho menos justifica que
esa situación angustiosa continúe subsistiendo, se hace preciso salvar la dificultad de otra manera que sea conciliable
con los intereses de todos;
Que el modo de proveer a la necesidad que se acaba de apuntar, no puede ser otro que el de facultar a las autoridades
militares superiores que operen en cada lugar, para que, efectuando las expropiaciones que fueren indispensables, den
tierras suficientes a los pueblos que carecían de ellas, realizando de esta manera uno de los grandes principios inscritos
en el programa de la Revolución, y estableciendo una de las primeras bases sobre que debe apoyarse la reorganización
del país;
Que proporcionando el modo de que los numerosos pueblos recobren los terrenos de que fueron despojados, o
adquieran los que necesitan para su bienestar y desarrollo, no se trata de revivir las antiguas comunidades, ni de crear
otras semejantes, sino solamente de dar esa tierra a la población rural miserable que hoy carece de ella, para que pueda
desarrollar plenamente su derecho a la vida y librarse de la servidumbre económica a que está reducida; es de advertir
que la propiedad de las tierras no pertenecerá al común del pueblo, sino que ha de quedar dividida en pleno dominio,
aunque con las limitaciones necesarias para evitar que los ávidos especuladores, particularmente extranjeros, puedan
fácilmente acaparar esa propiedad como sucedió casi invariablemente con el repartimiento legalmente hecho de los
ejidos y fundos legales de los pueblos a raíz de la revolución de Ayutla.
Por lo tanto,
He tenido a bien expedir el siguiente decreto:
Artículo 1°. Se declaran nulas:
I. Todas las enajenaciones de tierras, aguas y montes pertenecientes a los pueblos, rancherías, congregaciones o
comunidades hechas por los jefes políticos, gobernadores de los Estados o cualquiera otra autoridad local, en
contravención a lo dispuesto en la ley de 25 de junio de 1856 y demás leyes y disposiciones relativas;
II. Todas las concesiones, composiciones o ventas de tierras, aguas y montes hechas por la Secretaría de Fomento,
Hacienda o cualquiera otra autoridad federal, desde el día 1° de diciembre de 1876 hasta la fecha, con las cuales se
hayan invadido y ocupado ilegalmente los ejidos, terrenos de repartimiento o de cualquiera otra clase, pertenecientes a
los pueblos, rancherías, congregaciones o comunidades, y
III. Todas las diligencias de apeo o deslinde practicadas durante el periodo de tiempo a que se refiere la fracción
anterior, por compañías, jueces u otras autoridades de los Estados o de la Federación, con las cuales se hayan invadido y
ocupado, ilegalmente, tierras, aguas y montes de los ejidos, terrenos de repartimiento o de cualquier otra clase
pertenecientes a los pueblos, rancherías, congregaciones o comunidades.
Artículo 2°. La división o reparto que se hubiere hecho legítimamente entre los vecinos de un pueblo, ranchería,
congregación o comunidad, y en la que haya habido algún vicio, solamente podrá ser nulificada cuando así lo soliciten las
dos terceras partes de aquellos vecinos o de sus causahabientes.
Artículo 3°. Los pueblos que, necesitándolos, carezcan de ejidos o que no pudieran lograr su restitución por falta de títulos,
por imposibilidad de identificarlos o porque legalmente hubieren sido enajenados, podrán obtener que se les dote del terreno
suficiente para reconstruirlos conforme a las necesidades de su población, expropiándose por cuenta del Gobierno nacional
el terreno indispensable para ese efecto, del que se encuentre inmediatamente colindante con los pueblos interesados.
Artículo 4°. Para los efectos de esta ley y demás leyes agrarias que se expidieren, de acuerdo con el programa político de la
Revolución, se crearán:
I. Una Comisión Nacional Agraria, compuesta de nueve personas y que, presidida por el Secretario de Fomento, tendrá
las funciones que esta ley y las sucesivas le señalen;
II. Una Comisión Local Agraria, compuesta de cinco personas, por cada Estado;
Territorio de la República, y con las atribuciones que las leyes determinen, y
III. Los Comités Particulares Ejecutivos que en cada Estado se necesiten, los que se compondrán de tres personas
cada uno, con las atribuciones que se les señalen.
Artículo 5°. Los Comités Particulares Ejecutivos dependerán en cada Estado de la Comisión Local Agraria respectiva, la que
a su vez estará subordinada a la Comisión Nacional Agraria.
Artículo 6°. Las solicitudes de restitución de tierras pertenecientes a los pueblos, que hubieren sido invadidas u ocupadas
ilegítimamente y a que se refiere el artículo 1° de esta ley, se presentarán en los Estados directamente ante los
gobernadores, y en los Territorios y Distrito Federal, ante las autoridades políticas superiores. Pero en los casos en los que
la falta de comunicaciones o el estado de guerra dificultaren la acción de los gobiernos locales, las solicitudes podrán
también presentarse ante los jefes militares que estén autorizados especialmente para el efecto por el Encargado del Poder
Ejecutivo. A estas solicitudes se adjuntarán los documentos en que se funden.
También se presentarán ante las mismas autoridades las solicitudes sobre concesión de tierras, para dotar de ejidos a
los pueblos que carecieren de ellos, o que no tengan títulos bastantes para justificar sus derechos de reivindicación.
Artículo 7°. La autoridad respectiva, en vista de las solicitudes presentadas, oirá el parecer de la Comisión Local Agraria
sobre la justicia de las reivindicaciones y sobre la conveniencia, necesidad y extensión de las concesiones de tierras para
dotar de ejidos y resolverá si procede o no la restitución o concesión que se solicita. En caso afirmativo, pasará el
expediente al Comité Particular Ejecutivo que corresponda, a fin de que, identificando los terrenos, deslindándolos y
midiéndolos, proceda a hacer entrega provisional de ellos a los interesados.
Artículo 8°. Las resoluciones de los gobernadores o jefes militares tendrán el carácter de provisionales, pero serán
ejecutadas en seguida por el Comité Particular Ejecutivo, y el expediente, con todos sus documentos y demás datos que
estimaren necesarios, se remitirá después a la Comisión Local Agraria, la que, a su vez, lo elevará con un informe a la
Comisión Nacional Agraria.
Artículo 9°. La Comisión Nacional Agraria dictaminará sobre la aprobación, rectificación o modificación de las resoluciones
elevadas a su conocimiento, y en vista del dictamen que rinda, el Encargado del Poder Ejecutivo de la Nación sancionará
las reivindicaciones o dotaciones efectivas, expidiendo los títulos respectivos.
Artículo 10°. Los interesados que se creyeren perjudicados con la resolución del Encargado del Poder Ejecutivo de la
Nación podrán ocurrir ante los tribunales a deducir sus derechos, dentro del término de un año, a contar desde la fecha de
dichas resoluciones, pues pasado este término, ninguna reclamación será admitida.
En los casos en que se reclame contra reivindicaciones y en que el interesado obtenga resolución judicial declarando
que no procedía la restitución hecha a un pueblo, la sentencia sólo dará derecho a obtener del Gobierno de la nación la
indemnización correspondiente.
En el mismo término de un año podrán ocurrir los propietarios de terrenos expropiados, reclamando las
indemnizaciones que deban pagárseles.
Artículo 11°. Una ley reglamentaria determinará la condición en que han de quedar los terrenos que se devuelvan o se
adjudiquen a los pueblos y la manera y ocasión de dividirlos entre los vecinos, quienes entretanto los disfrutarán en común.
Artículo 12°. Los gobernadores de los Estados, o en su caso los jefes militares de cada región autorizados por el Encargado
del Poder Ejecutivo de la República, nombrarán desde luego la Comisión Local Agraria y los Comités Particulares
Ejecutivos.
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Esta ley comenzará a regir desde la fecha de su publicación. Mientras no concluya la actual guerra civil, las autoridades
militares harán publicar y pregonar la presente ley en cada una de las plazas o lugares que fueren ocupados.
BIBLIOGRAFÍA