Antony.A Hoekema - La Biblia Y El Futuro
Antony.A Hoekema - La Biblia Y El Futuro
Antony.A Hoekema - La Biblia Y El Futuro
En consonancia con la tesis que la escatología es una realidad que abarca tanto el
presente como el futuro, se divide el estudio en dos secciones: escatología
inaugurada y escatología futura.
Quiera el Señor utilizar esta obra para ayudamos a que nos regocijemos en su
decisiva victoria sobre el pecado y la muerte, y para que anticipemos con anhelo-la
consumación final de dicha victoria en la vida venidera.
-Anthony A. Hoekema
LIBROS DESAFÍO
ISBN 1-55883-070-7
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INDICE
INDICE __________________________________________________________________ 3
PREFACIO ______________________________________________________________ 4
CAPITULO 1: LA PERSPECTIVA ESCATOLÓGICA DEL ANTIGUO TESTAMENTO _ 5
CAPITULO 2: EL CARÁCTER DE LA ESCATOLOGÍA NEOTESTAMENTARIA ____ 13
CAPITULO 3: EL SIGNIFICADO DE LA HISTORIA ______________________ 21
CAPITULO 4: EL REINO DE DIOS ______________________________________ 36
CAPITULO 5: EL ESPÍRITU SANTO Y LA ESCATOLOGÍA_______________ 47
CAPITULO 6: LA TENSIÓN ENTRE EL YA Y EL TODAVÍA NO______________ 57
CAPITULO 7: LA MUERTE FÍSICA ______________________________________ 64
CAPITULO 8: LA INMORTALIDAD ______________________________________ 70
CAPITULO 9: EL ESTADO INTERMEDIO _______________________________ 75
CAPITULO 10: LA EXPECTATIVA DE LA SEGUNDA VENIDIDA ___________ 97
CAPITULO 11: LOS SIGNOS DE LOS TIEMPOS __________________________ 106
CAPITULO 12: LOS SIGNOS EN PARTICULAR _________________________ 112
CAPITULO 13: EL CARÁCTER DE LA SEGUNDA VENIDA ____________ 136
CAPITULO 14: PRINCIPALES PUNTOS DE VISTA RESPECTO AL MILENIO _____ 143
CAPITULO 15: UN ANÁLISIS CRÍTICO DEL PREMILENIALISMO
DISPENSACIONALISTA __________________________________________________ 158
CAPITULO 16: EL MILENIO DE APOCALIPSIS 20 ______________________ 181
CAPITULO 17: LA RESURRECCIÓN DEL CUERPO ______________________ 194
CAPITULO 18: EL JUICIO FINAL_______________________________________ 207
CAPITULO 19: EL CASTIGO ETERNO__________________________________ 216
CAPITULO 20: LA NUEVA TIERRA ______________________________________ 223
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PREFACIO
Esta obra es un intento de exponer la escatología bíblica, es decir, lo que la
Biblia enseña respecto al futuro. Como lo expresa el Apéndice, existen tres
posiciones escatológicas principales, cada una de las cuales tiene una
perspectiva diferente respecto al advenimiento del reino de Dios, a saber: (1)
que el reino ya está presente, (2) que el reino es futuro y (3) que el reino es una
realidad a la vez presente y futura. El punto de vista utilizado para el presente
estudio es el tercero de los mencionados: aquel que reconoce una distinción
entre el "ya" el estado presente del reino ya inaugurado y el "todavía no"-el
establecimiento final del reino que tendrá lugar en la Segunda Venida de
Cristo.
Quisiera reconocer aquí la deuda que tengo para con mis colegas del Calvin
Theological Seminary, y para con mis alumnos a lo largo de muchos años,
quienes, con sus observaciones hechas durante los diálogos en el aula,
contribuyeron a profundizar mi pensamiento respecto a estos temas.
Tengo, finalmente, una deuda de gratitud para con mi esposa, Ruth, por su
apoyo y ayuda invalorables durante la redacción de este libro.
Quiera el Señor utilizar esta obra para ayudamos a que nos regocijemos en su
decisiva victoria sobre el pecado la muerte, y para qua anticipemos con anhelo
la consumación final de dicha victoria en la vida venidera.
-ANTONIO A. HOEKEMA
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CAPITULO 1: LA PERSPECTIVA ESCATOLÓGICA DEL
ANTIGUO TESTAMENTO
El término escatología proviene de dos palabras griegas, eschatos y lagos, y
significa "doctrina de las últimas cosas". Tradicionalmente este término ha sido
usado para referirse a hechos que todavía han de suceder, tanto, en lo que
tiene que ver con el Individuo como con el mundo. En el ámbito de lo Individual
se estimaba que la escatología tenía que ver con asuntos tales como la muerte
física, la Inmortalidad y el así llamado "estado Intermedio" aquel estado entre la
muerte y la resurrección general. Respecto a lo cósmico se pensaba que la
escatología debía considerar el regreso de Cristo, la resurrección general, el
juicio final y el estado final de todas las cosas. Ahora bien, aunque estamos de
acuerdo en que la escatología bíblica Incluye los temas recién mencionados,
debemos Insistir en que el mensaje de la escatología bíblica se verá seriamente
empobrecido sí no Incorporamos al mismo el estado presente del creyente y la
fase presente y actual del reino de Díos. En otras palabras, una escatología
bíblica de alcance total debe Incluir tanto lo que podríamos llamar "escatología
Inaugurada" como la "escatología futura"
En esta primera parte desarrollaré varías Ideas básicas que tienen que ver con
el estado presente del reino. Los capítulos 1 y 2 consideran en detalle la
perspectiva escatológica del Antiguo y Nuevo Testamentos. El Antiguo
Testamento abunda en profecías respecto a bendiciones futuras de Israel. En el
Nuevo Testamento muchas de esas profecías se cumplen en la persona de
Cristo, pero no todas. Llega a ser obvio, entonces, que algunas de ellas hallarán
su cumplimiento solamente en la Segunda Venida. El capítulo 3 analiza el
propósito de la historia y la meta hacía la cual ésta se mueve, teniendo a Cristo
en su centro y a Díos en control. Los capítulos restantes de esta parte, se
ocupan de la naturaleza y del significado del reino de Díos, el fundón que el
Espíritu Santo desempeña en la escatología, y la tensión entre las realidades
presentes y futuras
5
próximo capítulo nos ocuparemos de la perspectiva escatológica del Nuevo
Testamento.
Vriezen llega, por tanto, a la conclusión que la escatología es parte intrínseca del
mensaje del Antiguo y del Nuevo Testamento: "La expectativa de la llegada del
reino de Dios está en la médula misma del mensaje del Antiguo Testamento, y
es el cumplimiento inicial de esta expectativa en Jesús de Nazaret... que
funciona como trasfondo del mensaje del Nuevo Testamento. El verdadero
corazón del Antiguo y del Nuevo Testamento es, por tanto, la perspectiva
escatológica".
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esa perspectiva se encarna. Comenzaremos con la expectiva por el redentor que
ha de venir. El relato de la caída que se encuentra en los primeros versículo s de
Génesis 3 es seguido inmediatamente por la promesa de un redentor futuro en el
versículo 15: "Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la
simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañal". Este
pasaje, frecuentemente llamado la "promesa madre", ahora define el tono de todo el
Antiguo Testamento. Estas palabras están dirigidas a la serpiente, la cual es
identificada más adelante como agente de Satanás (Ap. 12:9; 20:2). La enemistad
introducida entre la humanidad y la serpiente implica que Dios, que es también
enemigo de la serpiente, será amigo del hombre. En la predicción de que al fin la
simiente de la mujer acabará aplastando la cabeza de la serpiente tenemos la
promesa del redentor venidero. Podemos decir que en este pasaje Dios revela, en
síntesis, la totalidad de su propósito salvífico para con su pueblo. La posterior
historia de la redención será el desarrollo del contenido de esta promesa madre. A
partir de este momento, toda la revelación del Antiguo Testamento mira y señala
hacia adelante, ansiosamente anticipa al redentor prometido.
Este redentor por venir, identificado simplemente en Génesis 3:15 como simiente de
la mujer, es llamado más adelante en Génesis 22:18, simiente de Abraham (cf.
26:4; 28:14). Génesis 49:10 especifica además que el redentor será descendiente
de la tribu de Judá. Y más adelante en el curso de la revelación veterotestamentaria
se nos informa que el redentor venidero será descendiente de David (2 S. 7:12-13).
También cabe notar que a veces se identifica la venida del futuro Redentor-Rey con
la venida de Dios a su pueblo. En Isaías 7:14, por ejemplo, el redentor por venir es
llamado específicamente Emmanuel, que quiere decir "Dios con nosotros". En
Isaías 9:6 uno de los nombres que se le da al redentor prometido es el de "Dios
fuerte". A.B. Davidson se refiere a esta identificación en los siguientes términos:
"A veces, la venida [de Jehová] se cumple en el marco de la esperanza
mesiánica. Jehová desciende a su pueblo en la persona del Mesías; su
presencia se manifiesta y se cumple en él... Dios está totalmente presente, a
efectos de la redención, en el rey mesiánico. Este es el más excelso de los
conceptos mesiánicos".
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Sin embargo, junto a esta concepción del futuro redentor como aquel que será a
la vez profeta, sacerdote y rey, aparece también en Isaías la idea de que el
redentor será el siervo sufridor de Dios. El concepto de "siervo de Dios" aparece
con frecuencia en Isaías, a veces designando a la nación de Israel mientras que
otras veces describe al futuro redentor. Entre los pasajes de Isaías que
describen de modo específico al futuro redentor como el siervo del Señor están
42:1--4; 49:5-7; 52:13-15 y todo el capítulo 53. Es especialmente este capítulo
53 el que describe al futuro redentor como siervo sufridor de Yahvé: "Mas él
herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de
nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados" (v. 5). Es en
base a pasajes como éste que llegamos a saber que el redentor cuya venida
esperaba el creyente del Antiguo Testamento era visto, al menos durante el
período de los últimos profetas, como uno que sufriría por su pueblo para
redimirlo.
Y le fue dado dominio, gloria y reino, ara que todos los pueblos, naciones y
lenguas le sirvieran; su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino
será uno que no será destruido. En el Nuevo Testamento, el Hijo del Hombre es
identificado de modo especial con el Mesías.
Para resumir, podemos decir que el creyente del Antiguo Testamento, de modos
diversos y por medio de diferentes imágenes, esperaba la llegada de un redentor
en algún momento futuro (o en "los días postreros", que es la metáfora más
común que utiliza el Antiguo Testamento) para redimir a su pueblo y ser también
una luz para los gentiles. En su primera epístola Pedro da una vívida imagen
del modo en que los profetas del Antiguo Testamento anticipaban la llegada de
este redentor mesiánico: "Los profetas que profetizaron de la gracia destinada a
vosotros, inquirieron y diligentemente indagaron acerca de esta salvación,
escudriñando qué persona y qué tiempo indicaba el Espíritu de Cristo que
estaba en ellos, el cual anunciaba de antemano los sufrimientos de Cristo, y las
glorias que vendrían con ellos" (1 P. 1:10-11).
Es el profeta Daniel quien desarrolla de modo especial la idea del reino por
venir. En el capítulo dos de su profecía, él habla del reino que Dios instituirá
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algún día, el cual no será jamás destruido y que a la vez hará pedazos a los
otros reinos y permanecerá para siempre (vv. 44-45). Además, como ya hemos
visto en 7:13,14, a aquel que es como hijo de hombre le es dado un dominio
eterno y un reino que no será destruido. Daniel vaticina, por ende, no solamente
un reino futuro, sino que relaciona dicho reino con el advenimiento del redentor,
descrito por él como "el hijo del hombre".
Nótese, por ejemplo, el siguiente vaticinio del profeta Jeremías: "Y yo mismo
recogeré el remanente de mis ovejas de todas las tierras adonde las eché, y las
haré volver a sus moradas; y crecerán y se multiplicarán" (23:3).
Ellos [los profetas del Antiguo Testamento] prevén una restauración, pero es una
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restauración que abarca solamente al pueblo que ha sido purificado y justificado.
Su mensaje, ora de calamidad, ora de bienaventuranza, está dirigido a Israel
para que el pueblo quede advertido de su pecado y vuelva a Dios. La
escatología tiene un condicionamiento ético y religioso.
Este derramamiento del Espíritu fue, pues, otro de los sucesos escatológicos
que aparecían en el horizonte del futuro que el creyente del Antiguo Testamento
esperaba con anhelante anticipación. Sin embargo, llama la atención que los
versículos que siguen a la profecía recién citada mencionen portentos en los
cielos y en la tierra: "Y daré prodigios en el cielo y en la tierra, sangre, fuego, y
columnas de humo. El sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes
que venga el día grande y espantoso de Jehová" (2:30-31).
Algunos pasajes del Nuevo Testamento (por ejemplo, Lc. 21:25; Mt. 24:29)
relacionan las señales mencionadas con la segunda venida de Jesucristo. Sin
embargo, Joel parece predecirlas como si fuesen a suceder inmediatamente
antes del derramamiento del Espíritu. A menos que uno interprete estas señales
de un modo figurativo (en cuyo caso se podría pensar que el oscurecimiento del
sol se cumplió en las tres horas de oscuridad que hubo cuando Jesús estaba en
la cruz), parecería que Joel en su profecía ve confluir, en una misma visión,
sucesos que están en realidad separados por miles de años. Este fenómeno,
que podemos llamar perspectiva profética, ocurre con bastante frecuencia en los
profetas del Antiguo Testamento. Ocurre también, como veremos más adelante,
en algunos de los pasajes apocalípticos del Nuevo Testamento.
El pasaje de Joel que hemos citado nos lleva a considerar otro concepto
escatológico prominente durante el período del Antiguo Testamento, el del día
del Señor. A veces en los escritos proféticos s el día del Señor es visto como un
día en el futuro cercano, en el cual Dios traerá una destrucción repentina sobre
los enemigos de Israel. Abdías, por ejemplo, vaticina la destrucción de Edom
como el día del Señor (vv. 15-16). Pero el día del Señor puede también ser una
referencia a un día escatológico final de juicio y redención. A veces-y esta es
otra ilustración de la perspectiva profética-se ven juntos en una misma visión un
día cercano del Señor y uno lejano. Isaías 13, por ejemplo, habla de un día del
Señor en un futuro no muy distante, en el cual Babilonia será destruida (vv. 6-8,
17-22). No obstante, en el mismo capítulo, entremezcladas con las
descripciones de la destrucción de Babilonia aparecen referencias a un día
10
escatológico del Señor, que está en un futuro muy distante:
Miren, llega implacable el día del Señor, su cólera y el estallido de su ira, para
dejar la tierra desolada, exterminando de ella a los pecadores. Las estrellas del
cielo y las constelaciones no destellan su luz, se entenebrece el sol al salir, la luna
no irradia su luz. Tomaré cuenta al orbe de su maldad, a los perversos de sus
crímenes; terminaré con la soberbia de los insolentes y el orgullo de los tiranos 10
humillaré (vv. 9-11 NBE).
Sin embargo, es frecuente en los profetas el usar la expresión "día del Señor" para
designar el día de la última visitación escatológica. A veces el día del Señor significa
juicio contra Israel. En los días de Amós era cosa común pensar que el día del Señor
no traería más que bendición y prosperidad a Israel. Amós, empero, perturba esta
complacencia general al decir:
¡Ay de los que ansían el día del Señor! ¿De qué les servirá el día del Señor si es
tenebroso y sin luz? (5:18 NBE). Dentro del mismo tenor, Isaías describe el día del
Señor como día de juicio para el pueblo apóstata de Judá: El día del Señor de los
ejércitos (viene) contra todo 10 orgulloso y arrogante, contra todo 10 empinado y
engreído... Será doblegado el orgullo del mortal, será humillada la arrogancia del
hombre; sólo el Señor será ensalzado en aquel día (2:12, 17 NBEJ. Sofonías
también habla del día del Señor como un día de ira: Cercano está el día grande de
Jehová, cercano y muy próximo; es amarga la voz del día de Jehová, gritará allí el
valiente. Día de ira aquel día, día de angustia y de aprieto, día de alboroto y de
asolamiento, día de tiniebla y de oscuridad, día de nublado y de entenebrecimiento
(1:14-15).
El resto del libro deja claro que el día de ira de Sofonías se refiere tanto al día de
juicio para Judá en el futuro inmediato como a una catástrofe mundial, final y
escatológica.
Con todo, el día del Señor no sólo trae juicio y desastre. A veces se dice que el día
trae salvación. Es así que Joe12:32, por ejemplo, promete salvación a todos
aquellos que invocan el nombre del Señor antes de la llegada del día del Señor.
Encontramos, además, que en Malaquías 4 no sólo se pronuncia juicio sobre
los malvados en relación con la llegada del "día del Señor, grande y terrible" (v.
5), sino que se promete sanidad y gozo a todos aquellos que temen el nombre
del Señor (v. 2). Podemos entonces resumir lo dicho destacando que el día del
Señor predicho por los profetas del Antiguo Testamento será un día de juicio e
ira para algunos, pero de bendición y salvación para otros.
Aunque el concepto del día del Señor muchas veces tiene resonancias de
lobreguez y oscuridad, hay otro concepto escatológico, uno que tiene un aura
más luminosa: el de cielos nuevos y tierra nueva. La esperanza escatológica del
Antiguo Testamento siempre abarcó la tierra:
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La idea bíblica de la redención siempre incluye a la tierra. El pensamiento
hebreo vio una unidad esencial entre el hombre y la naturaleza. Los profetas no
consideran la tierra como un mero teatro indiferente en el cual el hombre lleva a
cabo su tarea normal, sino como expresión de la gloria divina. El Antiguo Testa-
mento en ningún lugar propone la esperanza de una redención incorpórea,
inmaterial, puramente "espiritual", tal como lo hizo el pensamiento griego. La
tierra es, por decreto divino, el escenario de la existencia humana. La tierra ha
sido, además, involucrada en los males que el pecado ha ocasionado. Existe
una interrelación entre la naturaleza y la vida moral del hombre; por tanto, la
tierra ha de compartir también la redención final de Dios.
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neotestamentario se revelaría que lo que en los días del Antiguo Testamento se
consideraba como una sola venida del Mesías, se cumpliría en dos etapas: la
primera y la segunda venida. Lo que los profetas del Antiguo Testamento no
habían tenido en claro, fue aclarado en la era del Nuevo Testamento.
Pero lo que hemos de afirmar nuevamente es que la fe del creyente del Antiguo
Testamento era escatológica completamente. El esperaba la intervención de
Dios en la historia, tanto en el futuro cercano como en el lejano. De hecho, fue
este carácter anticipatorio de su fe que le dio al santo del Antiguo Testamento el
valor para correr la carrera que le estaba puesta por delante. El capítulo 11 de
Hebreos, al mirar hacia atrás y contemplar a los héroes de la fe del Antiguo
Testamento, enfatiza especialmente este punto. Dice de Abraham que
"esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es
Dios" (v. 10). De los patriarcas juntos se dice: "Conforme a la fe murieron todos
éstos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo y
saludándolo... “(v. 13). Y de todos éstos, aunque alcanzaron buen testimonio
mediante la fe, no recibieron lo prometido; proveyendo Dios alguna cosa mejor
para nosotros, para que no fuesen ellos perfeccionados aparte de nosotros" (vv.
39, 40).
13
Ni bien abrimos las páginas del Nuevo Testamento, nos damos cuenta de que ya se
ha cumplido lo que los escritores del Antiguo Testamento habían vaticinado. La
venida de Jesucristo al mundo es, en realidad, el cumplimiento de la más importante
expectación escatológica del Antiguo Testamento. William Manson se expresa al
respecto en los siguientes términos:
Los cristianos, por tanto, han ingresado a través de Cristo en la Nueva Era. La
iglesia, el Espíritu, la vida en Cristo, son magnitudes escatológicas. Aquellos que se
reúnen en Jerusalén durante los primeros misteriosos días de la Iglesia saben que
es así; ya se dan cuenta de que saborean los poderes del Mundo Venidero. Lo que
se había predicho en las Sagradas Escrituras que le sucedería a Israel o al hombre
en el eschaton ya le ha acaecido a Jesús y se ha cumplido en él. La piedra
fundamental de la Nueva Creación ha sido colocada.
14
En un capítulo posterior hemos de volver a esta tensión y exploraremos sus
implicaciones para nuestra comprensión del mensaje bíblico y para nuestra vida en
el mundo de hoy. A esta altura de la discusión será suficiente reconocer esta tensión
entre el "ya" y el "todavía no" como un aspecto esencial de la escatología del Nuevo
Testamento. Si bien se podría decir que el creyente del Antiguo Testamento sentía
esta tensión, la misma es intensificada para el creyente del Nuevo Testamento,
porque él tiene una experiencia más rica de las bendiciones presentes y una
comprensión más clara de las esperanzas futuras de las que tenía su contraparte del
Antiguo Testamento.
Veamos ahora cómo indica el Nuevo Testamento tanto el hecho de que el gran
acontecimiento escatológico predicho por los profetas del Antiguo Testamento se ha
cumplido, como que la consumación final de la historia es algo todavía futuro.
Hay muchos otros detalles de la vida, muerte y resurrección de Jesús que se dicen
que son cumplimiento de las profecías del Antiguo Testamento: su nacimiento en
Belén (Mt. 2:5-6; compárese con Mi. 5:2); su huida a Egipto (Mt. 2:14,15; Os. 11:1);
su rechazo por parte de su pueblo Un. 1:11; Is. 53:3); su entrada triunfal en
Jerusalén (Mt. 21:4, 5; Zac. 9:9); su venta por treinta monedas de plata (Mt. 26:15;
Zac. 11:12); su lanceamiento en la cruz Jn. 19:34; Zac. 12:10); el hecho que los
soldados echaron suertes por sus ropas (Mr. 15:24; Sal. 22:18); el hecho de que
ninguno de sus huesos fueran quebrantados Un. 19:33; Sal. 34:20); su entierro entre
los ricos (Mt. 27:27-60; Is. 53:9); su resurrección (Hch. 2:24-32; Sal. 16:10); y su
ascensión (Hch. 1:9; Sal. 68:18).
Pero estando ya presente Cristo, sumo sacerdote de los bienes venideros, por el
más amplio y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos, es decir, no de esta
creación, y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia
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sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna
redención. (Heb. 9:11-12).
Pasajes de este tipo nos enseñan que el sacrificio de Cristo tuvo un carácter
definitorio y final, y que en la obra de Cristo se había cumplido indudablemente lo
que Dios había prometido a través de los profetas del Antiguo Testamento. ¡En
Cristo había llegado el redentor prometido!
Consideremos otra evidencia respecto a este punto. Se dice que tanto Juan el
Bautista como Jesús proclaman que en la venida de este último el reino de Dios, o
de los cielos, se ha acercado (Mí. 3:2; Mr. 1:15; la palabra griega que se traduce con
la expresión se ha acercado es eggizoo). Jesús también dijo a los fariseos que el
hecho de que él echaba fuera a los demonios por medio del Espíritu de Dios era
prueba de que el reino de Dios "ha llegado a vosotros" (Mt. 12:28, donde el verbo
griego utilizado es phthanoo). Si tenemos en cuenta que el advenimiento del reino
de Dios, como hemos visto antes, era uno de los aspectos de la expectativa
escatológica del Antiguo Testamento, vemos que esta predicción también se ha
cumplido en Cristo. En la persona de Cristo había llegado el reino prometido-aunque
hubiese que esperar una consumación final de ese reino en el futuro.
Los escritores del Nuevo Testamento se dan cuenta de que ellos ya están viviendo
en los días postreros. Esto es afirmado de modo definitorio por Pedro en su gran
sermón del día de Pentecostés, en que cita la profecía de Joel como sigue: "Porque
éstos no están ebrios, como vosotros suponéis, puesto que es la hora tercera del
día. Mas esto es lo dicho por el profeta Joel: 'Y en los postreros días, dice Dios,
derramaré mi Espíritu sobre toda carne... ‘“(Hch. 2:16-17). Las palabras "en los
postreros días" (en tais eschatais hemerais) son una traducción de las palabras
hebreas 'acharey khen, que literalmente quiere decir después. Al citar Pedro estas
palabras y aplicadas al acontecimiento que acababa de tomar lugar, lo que él en
realidad está diciendo es: "Ahora ya estamos en los días postreros".
16
israelitas que vagaban por el desierto] como ejemplos, y están escritas para
amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos"
(literalmente, "los fines de las edades", ta tele ton aiunon, 10:11). Nuevamente se
hace patente aquí el lenguaje de cumplimiento.
Por lo general se reconoce que las epístolas de Juan están entre los últimos escritos
neotestamentarios. En ellas encontramos también una comprensión de que la era
neotestamentaria es una de cumplimiento escatológico. Sin embargo, en lugar de
usar la expresión "los días postreros", Juan usa las palabras eschate hora ("última
hora" BJ er), que la versión Reina Valera, Revisión 1960, traduce como "último
tiempo", y la Nueva Biblia Española como "momento final".
Esto lo vemos, por ejemplo, en 1 Juan 2:18: "Hijitos, ya es el último tiempo; y según
vosotros oísteis que el anticristo viene, así ahora han surgido muchos anticristos; por
esto conocemos que es el último tiempo".
Expresiones como las que hemos considerado demuestran que el creyente del
tiempo del Nuevo Testamento tenía bien en claro que estaba viviendo en los últimos
días, en la última hora, y al fin de los tiempos. Se daba cuenta de que el gran
acontecimiento escatológico anunciado en el Antiguo Testamento se había cumplido
en el advenimiento de Jesucristo y en el establecimiento de su reino. Este es el
elemento de verdad que hay en la posición que se relaciona con C. H. Dodd, y a la
que comúnmente se ha dado en llamar "escatología realizada". Con todo, visto que
muchos eventos escatológicos restan por cumplirse, y dado que el Nuevo
Testamento claramente habla de una escatología futura a más de la ya cumplida,
prefiero hablar de "escatología inaugurada" en vez de "escatología realizada".5 La
conveniencia de este término está en que hace plena justicia al hecho de que la gran
incisión escatológica en la historia ya se ha efectuado, sin eliminar por ello un
desarrollo futuro de la escatología. "Escatología inaugurada" implica que la
escatología ciertamente ha comenzado, pero que de ninguna manera ha finalizado.
(2) En el Nuevo Testamento también encontramos (el hecho) que lo que los
escritores del Antiguo Testamento parecían describir como un único acontecimiento,
debe ser reconocido ahora como algo que abarca dos etapas: la presente era
mesiánica y la edad del futuro. En otras palabras, podríamos decir que el creyente
del período neotestamentario, aun cuando se daba cuenta que ya estaba viviendo
en la nueva era predicha por los profetas, entendía también que esta nueva era,
introducida por la venida de Jesucristo, traía en su seno otra era futura.
17
Uno puede encontrar evidencia a favor de esto en el hecho que los escritores del
Nuevo Testamento, aunque reconociendo que hay un sentido en que ya estamos en
los días postreros, comienzan también a hablar de dos eras: la presente y la por
venir. Se usan tres tipos de expresiones para describir la era por venir: "aquel siglo"
(ha aiun ekeinos, Lc. 20:35); "el siglo venidero" (ha aiun erchomenos, Lc. 18:30); y
"el siglo venidero" (ha aiun mellun, Mí. 12:32). Estas expresiones no son siempre
fáciles de traducir. La versión Reina Valera, Revisión 1960, las traduce así: "aquel
siglo" la primera, y "el siglo venidero" las dos restantes. La Nueva Biblia Española,
por su parte, usa "la vida futura" para la primera formulación, y "la edad futura" para
las dos restantes. Finalmente, la Biblia de Jerusalén utiliza respectivamente "el otro
mundo", "el tiempo venidero" y nuevamente "el otro mundo".
"De cierto os digo, que no hay nadie que haya dejado casa, o padre, o hermanos, o
mujer, o hijos, por el reino de Dios, que no haya de recibir mucho más en este
tiempo (kairo toutu), y en el siglo venidero (tu aiuni tu erchomenu) la vida eterna (Lc.
18:29, 30). Pasajes de este tipo dejan bien en claro que los escritores del Nuevo
Testamento anticipaban una era futura que seguiría a la presente.
18
"El que me rechaza, y no recibe mis palabras, tiene quien le juzgue; la palabra que
he hablado, ella le juzgará en el día postrero". Comprobamos así que según los
escritores del Nuevo Testamento ya estamos en "los días postreros", pero que "el
día postrero" está aún en el futuro.
Dado que la escatología neotestamentaria mira hacia atrás al mismo tiempo que
anticipa el futuro, ¿cuál es la relación entre estos dos aspectos de su escatología?
(3) La relación entre estas dos etapas escatológicas es que las bendiciones de la
edad presente son prenda y garantía de mayores bendiciones por venir. En primer
lugar nos es posible observar esta relación al notar que, según el Nuevo
Testamento, la primera venida de Cristo es la garantía y prenda de la certeza de la
segunda venida de Cristo. Esto es lo que quisieron decir los ángeles que hablaron a
los discípulos al tiempo de la ascensión de Cristo: "Varones galileos, ¿por qué estáis
mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así
vendrá como lo habéis visto ir al cielo" (Hch. 1:11). El escritor de Hebreos afirma que
con la misma seguridad con que el juicio sigue a la muerte, con esa misma
seguridad seguirá la segunda venida de Jesús a la primera: "Y de la manera que
está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después el juicio, así
también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y
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aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le
esperan (Heb. 9:27-28). Y Pablo, en Tito 2:11-13, indica que el creyente del Nuevo
Testamento vive entre dos venidas de Cristo: "Porque la gracia de Dios se ha
manifestado (epephane) para salvación a todos los hombres, enseñándonos que,
renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria,
justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación
(epiphaneian) gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo". La segunda
palabra en griego que aparece entre paréntesis es la forma sustantiva del verbo
usado anteriormente en el texto: ambas palabras denotan una manifestación actual y
visible. Así como Cristo apareció en el pasado, enseña este pasaje, así aparecerá
de nuevo en el futuro.
La escatología cristiana incluye, por lo tanto, una expectativa para el futuro que está
enraizada en lo que ya ha sucedido en el pasado. G. C. Berkouwer formula esta idea
en las siguientes palabras: ... La promesa del futuro está relacionada de un modo
inextricable con sucesos del pasado. La expectativa del cristiano es algo muy
diferente de una generalización tal como "la semilla del futuro se encuentra en el
presente". Es algo que está completamente determinado por la relación única que
existe entre lo que vendrá y lo que ha ocurrido en el pasado. Toda la certeza de
nuestra expectativa tiene su fundamento en esta relación tan peculiar...
La verdadera escatología, por lo tanto, siempre tiene que ver con la expectativa del
Cristo que ya ha sido revelado, y que "aparecerá por segunda vez... para salvar a los
que le esperan". (Heb. 9:28)
20
aparece por lo regular relacionada con la fe y el amor, los cuales son una posesión.
Pero el mismo hecho que poseemos parte hace que sintamos dolorosamente la
carencia de lo que nos falta; lo que poseemos 'tiene gusto a más'. La esperanza es,
por ende, fruto tanto de la posesión como de la carencia".
"La iglesia de Cristo del siglo veinte es espiritualmente incapaz de hacer frente a
los rápidos cambios que suceden a su alrededor porque no ha aprendido a ver la
historia a la luz de la perspectiva del reino de Dios. Por esa razón, ella piensa en
los acontecimientos de la actualidad en base a parámetros puramente seculares.
Queda sobrecogida por el temor a la usanza mundana y trata de liberarse de
dicho temor del mismo modo mundano. En este proceso Dios funciona
meramente como un "tapón" de vacíos no solucionables de otro modo".
Lo que debemos hacer, entonces, es echarles una mirada más detallada a esta
pregunta sobre el significado de la historia. Este es un aspecto de la escatología
bíblica que no sólo hemos de comprender, sino a la luz del cual hemos de vivir y
trabajar más y más.
21
rechazar. La primera de ellas es la que se encontraba entre los antiguos griegos.
Los griegos tenían algo así como una visión "cíclica" de la historia: las cosas
suceden en ciclos que se repiten sin fin, de modo que lo que sucede hoy volverá
a repetirse algún día. Tomando este concepto como punto de partida, es obvio
que se hace imposible encontrar algún significado real en la historia. Sería
posible concebir que uno viviese para lograr ciertas metas individuales en esta
vida, pero no sería posible pensar en la historia como algo que se mueve hacia
una meta, ya que la historia siempre se repite a sí misma. John Marsh nos ha
dado un análisis penetrante del punto de vista griego de la historia:
Los griegos, por lo tanto, no podían imaginar la historia misma como algo que
tuviese propósito o que apuntase hacia una meta. Para ellos el tiempo y la
historia no eran más que imperfectas encarnaciones de ideales que nunca
llegaban a realizarse. El tiempo y la historia representaban el ámbito del cual
uno anhelaba ser librado. Este modo de entender la historia afecta también la
comprensión que uno pueda tener de la redención, como bien lo apunta Oscar
Cullmann:
El hecho de que en el pensamiento griego el tiempo no se veía como una línea que
avanza hacia arriba con un principio y un fin, sino como un círculo, hace que la
sujeción del hombre al tiempo sea experimentada como un esclavizamiento, una
maldición. El tiempo se mueve en su rumbo eternamente circular en el cual todo
sigue recurriendo. Esa es la razón por la cual el pensamiento filosófico del
mundo griego lucha con el problema del tiempo. Pero esa es también la razón
por la cual todo el anhelo de los griegos por la redención busca como meta ser
liberado de ese eterno curso circular y ser librado así del tiempo mismo.
Para los griegos, la idea que la redención ha de ser llevada a cabo por la acción
divina en el curso de sucesos temporales es imposible. En el helenismo, la
redención solamente puede consistir en que seamos transferidos de la
existencia en este mundo, una existencia sujeta al curso circular del tiempo, a
aquel Más Allá que está apartado del tiempo y que es accesible ahora y
siempre.
22
mueve hacia su meta. Para los escritores de la Biblia la historia no es una
insensata serie de ciclos recurrentes sino un vehículo a través del cual Dios
lleva a cabo su propósito para con el hombre y el cosmos. La idea de que la
historia se mueve hacia metas establecidas por Dios y que el futuro debe ser
visto como el cumplimiento de promesas hechas en el pasado, es la singular
contribución de los profetas de Israel.
23
comienzo y los primeros años de la iglesia neotestamentaria). Esta historia o
estas historias revelan a Dios: revelan o descubren su propósito redentor para
con la humanidad. Los acontecimientos de esta "historia sacra" revelaban a
Dios antes de que hubiese una Biblia completa. Hasta se podría decir que Dios
se reveló a los hombres principalmente a través de sucesos históricos-sucesos
tales como el éxodo, el cruce del Jordán, el regreso del cautiverio, el naci-
miento de Jesucristo y el derramamiento del Espíritu. Pero como enfatiza
George Ladd: "Estos sucesos... no se explican a sí mismos sino que requieren
la Palabra de Dios para interpretar el carácter revelatorio de los hechos de
Dios. La Biblia es tanto el registro de dichos hechos como la interpretación
inspirada del significado que Dios ha querido dar a dichos sucesos".
(2) Dios es el Señor de la historia. La Escritura enseña esta verdad con toda
claridad. Los escritores del Antiguo Testamento afirmaban que el reino de Dios
gobierna todas las cosas (Sal. 103:19), inclusive los reinos de las naciones (2
Cr. 20:6), y que Dios inclina el corazón del rey como El quiera (Pr. 21:1). Por su
parte, los escritores del Nuevo Testamento nos dicen que Dios lleva a cabo
todas las cosas según el designio de su voluntad (Ef. 1:11), Y que ha
determinado los tiempos establecidos para las naciones de la tierra y los
lugares precisos en que deben vivir (Hch. 17:26).
24
Esto significa, en las palabras de Ladd, que: "Dios es Rey y que actúa en la
historia para llevarla hacia la meta por él determinada". En otras palabras, Dios
se mantiene en control de la historia. Esto no significa que él manipula a los
hombres como si fuesen títeres; siempre se mantienen la libertad del hombre
de tomar sus propias decisiones y su responsabilidad por las mismas. Lo que
sí significa es que Dios invalida aun los actos malos de los hombres para hacer
que ellos sirvan a su propósito. Una destacada ilustración del Antiguo
Testamento de este principio es la historia de José. Después que sus
hermanos le vendieron a la esclavitud, José llegó a ser el principal gobernante
de Egipto bajo el faraón, lo que le permitió ser instrumento de la preservación
de muchos del hambre, incluyendo su propia familia. Las palabras que él dirigió
a sus hermanos después de la muerte de su padre subrayan el total señorío
soberano de Dios sobre la historia: "Vosotros pensasteis mal contra mí, mas
Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener en vida
a mucho pueblo" (Gn. 50:20). La ilustración suprema del soberano control de
Dios sobre la historia la encontramos en el Nuevo Testamento, en la crucifixión
de Jesucristo. A pesar de ser incuestionablemente el hecho más malvado de la
historia, aun este crimen terrible estaba completamente bajo el control de Dios:
"Porque verdaderamente se unieron en esta ciudad contra tu santo Hijo Jesús,
a quien ungiste, Herodes y Poncio Pilato, con los gentiles y el pueblo de Israel,
para hacer cuanto tu mano y tu consejo habían antes determinado que
sucediera" (Hch. 4:27-28). Es precisamente debido al control de Dios que el
acto más maldito de la historia se transformó en el corazón mismo del plan
redentor de Dios y en la suprema fuente de bendición para la humanidad.
Como dice el escritor del Salmo 76, "Ciertamente la ira del hombre te alabará"
(v. 10).
El hecho de que Dios sea el Señor de la historia implica que todo lo que ocurre
sirve de una u otra manera a su propósito. La caída de Samaria ante Asiría en
el siglo ocho, a.C., estuvo tan completamente bajo el control de Dios que éste
pudo denominar a Asiría "vara y báculo de mi furor" (Is. 10:5). Y sin embargo,
después que Dios había usado a Asiría para cumplir su propósito, la humilló y
la destruyó (Is. 10:12, 24-27). Las naciones extranjeras y sus gobernantes
están en las manos de Dios de tal modo que él puede llamar a Ciro, el
gobernante persa a través de cuyo decreto los israelitas dispersos podrán
regresar a su tierra, su "pastor" y su "ungido" (Is. 44:28; 45:1).
La suma de todo esto es que toda la historia cumple los propósitos soberanos
de Dios, tanto para las naciones como para los individuos. Las naciones
surgen y caen de acuerdo a la voluntad de Dios; él las usa como desea y anula
sus planes. Lo mismo es cierto de los individuos. Aquellos que se rebelan
contra Dios y resisten sus leyes, atesoran para sí mismos "ira para el gran día
de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios" (Ro. 2:5), en tanto que para
aquellos que aman a Dios y viven para su alabanza, "todas las cosas les
ayudan a bien" (Ro. 8:28).
25
venida de Jesucristo al mundo: "Es el propósito y la voluntad del Creador que
dan a la historia sus pautas, y la irrupción de lo eterno en el cumplimiento del
tiempo no fue otra cosa que la afirmación, en la historia misma, del propósito
eterno de Dios".
Esto quiere decir que el advenimiento de Cristo fue el suceso más importante
de la historia humana. Implica también que este suceso tuvo un significado
decisivo para toda la historia subsiguiente y aun para la previa. La analogía de
Cullmann entre el Día "D" y el Día "V" ya ha sido mencionada: la primera
venida de Cristo fue como el Día "D", en que se libró la batalla decisiva de la
guerra, que garantiza la derrota final del enemigo. La segunda venida de Cristo
será como el Día "V", en que el enemigo depondrá finalmente sus armas y se
rendirá. Y el creyente neotestamentario vive, digamos, entre el Día "D" y el Día
“V”.
26
que también todo lo futuro queda decidido".El advenimiento de Cristo, por
ende, pone su sello distintivo sobre toda la historia ... Ya que el reino de Dios
fue cumplido en Cristo, no puede venir ningún otro reino sino el suyo al final de
la historia ... Esta acción [el cumplimiento de las promesas del Antiguo
Testamento en el advenimiento de Cristo] cumple tanto lo que ha sucedido
anteriormente como lo que le sigue en la historia. Constituye anta lógicamente la
imposición del patrón divino de providencia y redención sobre la historia, y
epistemológicamente el punto en que la revelación de la voluntad y propósito
divino son plenamente revelados. Significa también que el fin del proceso
histórico no puede ser otro que la manifestación final o revelación final del
cumplimiento de la historia que se efectuó en su "centro".
Digno eres de tornar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado y con
tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación.
(Ap. 5:9)
Entre los escritores bíblicos nadie ha puesto más énfasis que el apóstol Pablo
en el hecho de que Cristo nos ha introducido en una nueva época. En
Colosenses 1:13 él dice que Dios "nos ha librado de la potestad de las
tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo", significando que hemos sido
librados del poder de la antigua era de pecado (Gá. 1:4). En Efesios 2:5 y 6
Pablo afirma que Dios: " nos dio vida juntamente con Cristo,... y juntamente
con él nos resucitó y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con
Cristo Jesús", dando a entender que por la fe ya estamos viviendo en una
nueva era. En Romanos 12:2 él insta muy específicamente a sus lectores: "No
os conforméis a este siglo [o era; la palabra griega utilizada es aian], sino
27
transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento". El habitual
contraste paulino entre "carne" y "Espíritu" no es tanto un contraste psicológico
entre dos aspectos de nuestro ser como un contraste entre dos estilos de vida
que pertenecen a dos esferas de poder, o dos épocas diferentes, la antigua y
la nueva. Puede hacerse un comentario similar respecto al contraste entre el
"viejo hombre" y el "nuevo hombre" en los escritos de Pablo. El "viejo hombre"
hace referencia a la antigua era en la cual el hombre es esclavo del pecado, en
tanto que el "nuevo hombre" designa a la nueva era en la cual el hombre es
liberado de la esclavitud del pecado y es libre de vivir para la alabanza de Dios.
El creyente neotestamentario ha sido transferido de la antigua era del pecado a
la nueva era de la libertad cristiana.
Hitler había ocupado Noruega, pero en 1945 esta fue liberada. Supongamos
que en el casi inaccesible norte alguna pequeña aldea dominada por un oficial
nazi no alcanzase a oír la noticia de la liberación hasta algunas semanas más
tarde. Durante ese tiempo, podríamos decir, los habitantes de la aldea
estaban viviendo en el "antiguo" tiempo de la ocupación nazi en vez del
"nuevo" tiempo de la liberación noruega.
28
Lo cierto es, entonces, que Cristo innegablemente ha traído la nueva era, la
era del reino de Dios. Por lo tanto el mundo no es el mismo desde que Cristo
llegó; un cambio electrizante ha tomado lugar. Uno no ha comprendido
realmente el significado de la historia, a no ser que haya reconocido y tomado
nota de este cambio.
(5) Toda la historia avanza hacia una meta: los nuevos cielos y la nueva tierra.
Si bien Cristo ha introducido la nueva era, la consumación final de la misma
está en el futuro. Es por ello que la Biblia ve a la historia como avanzando
hacia una meta ordenada por Dios. La idea que la historia tiene una meta es,
como ya hemos visto, la singular contribución de los profetas hebreos. Así lo
expresa Karl Lowith: "El horizonte temporal de una meta final es, sin embargo,
un futuro escatológico, y el futuro existe para nosotros sólo a través de la
expectación y la esperanza. El significado último de un propósito trascendente
encuentra su foco en un futuro que se espera. Tal expectativa estuvo viva con
especial intensidad entre los profetas hebreos; no existió entre los filósofos
griegos".
Con todo, no sólo los profetas hebreos, sino también los escritores del Nuevo
Testamento perciben que la historia se dirige hacia una meta. En el capítulo
anterior notamos que lo que los escritores del Antiguo Testamento habían
descrito como un solo proceso, había sido visto por los escritores del Nuevo
Testamento como un proceso de dos etapas: la presente era mesiánica y una
era todavía futura. La primera venida de Cristo iba a ser seguida por una
segunda venida. El reino de Dios que ha sido establecido no ha llegado todavía
a su consumación final. Si bien muchas profecías del Antiguo Testamento se
han cumplido, hay muchas otras que restan por cumplirse.
29
Esta dimensión cósmica de la redención es claramente enseñada en pasajes
tales como Efesios 1:9-10 y Colosenses 1:19-20. El primero de ellos lee así
en la Versión Popular: "[Dios] nos ha hecho conocer su voluntad secreta, o sea
el plan que él mismo se había propuesto llevar a cabo. Según este plan, que se
cumplirá fielmente a su debido tiempo, Dios va a unir bajo el mando de Cristo
todas las cosas, tanto en el cielo como en la tierra". El pasaje de Colosenses
es significativo porque vincula la redención cósmica con el hecho de que Cristo
es autor tanto de la creación como de la redención (véase el v. 16, "Porque en
él [Cristo] fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que
hay en la tierra... todo fue creado por medio de él y para él"). Cristo está
implicado en la redención como aquel por medio de quien y para quien fueron
creadas todas las cosas, y como aquel que está por eso profundamente
preocupado por la creación entera. Nada menos que la liberación total de la
creación de la "esclavitud de la corrupción" (Ro. 8:21) satisfará los propósitos
redentores de Dios.
30
todo un capítulo de su libro Christ the Meaning of History al tema de "La
empresa misionera como fuerza que hace historia".En este capítulo Berkhof
habla de las nuevas realidades que esta predicación misionera ha traído al
mundo: un nuevo concepto del hombre y de la naturaleza, y un nuevo
reconocimiento del mundo como una unidad. El encuentra en las misiones
cristianas una evidencia del poder de la resurrección de Cristo: "Lo que es
cierto del sufrimiento de Cristo es cierto también del poder de su resurrección.
Este poder se manifiesta no solamente en el individuo, sino también en la
iglesia en su totalidad. Como tal tiene un carácter constitutivo para el reino de
Dios, y es algo que hace historia. El rasgo primordial y central de esto es la
continuación de la empresa misionera (Mt. 24:14)”.
(b) Vivimos en una tensión continua entre el "ya" y el "todavía no". Como hemos
visto, la posición del creyente neotestamentario es la siguiente: vive en los días
postreros, pero el día final no ha llegado todavía; está en la nueva era, pero la
era final no ha llegado todavía. Si bien disfruta de los "poderes del siglo
venidero", todavía no está libre del pecado, del sufrimiento, ni de la muerte.
Aunque tiene las primicias del Espíritu, gime dentro de sí mientras espera su
redención final.
Dado que Cristo ha logrado la victoria, debemos ver evidencia de esa victoria
en la historia y en el mundo que nos rodea. Pero, al no haberse cumplido la
consumación final de la victoria, continuará habiendo muchas cosas en la
historia que no comprendemos, que no parecen reflejar la victoria de Cristo.
Hasta el día del juicio final, la historia continuará caracterizándose por cierta
ambigüedad. Karl Lowith ha expresado esto muy aptamente:
31
mundo desde el nacimiento de Cristo vemos también el crecimiento y
desarrollo del "reino de maldad". Se recordará que en la parábola de la Cizaña
(Mi. 13:24-30, 36-43) Jesús enseñó que la cizaña, que representa a los hijos
del maligno, seguirá creciendo hasta el tiempo de la cosecha, cuando
finalmente será separada del trigo. En otras palabras, el reino de Satanás
existirá y crecerá mientras crezca el reino de Dios, hasta el día del juicio.
32
hallamos verdadero progreso, sino más bien ascenso seguido por descenso.
En la lucha por una existencia genuinamente humana, por una liberación del
sufrimiento, por la elevación de los subdesarrollados, por la redención de los
cautivos, por la solución de las diferencias de raza o clase, por la oposición al
caos, al crimen, al sufrimiento, a la enfermedad y a la ignorancia-en suma, en la
lucha por todo lo que llamamos progreso-existe una actividad que se está
desarrollando a lo largo y ancho del mundo para honra de Cristo. A veces es
librada por aquellos que conocen y desean tal honra; más frecuentemente es
librada por aquellos a quienes la misma no les interesa, pero cuya labor
comprueba que Cristo verdaderamente ha recibido-con plena objetividad-toda
potestad en la tierra.
En resumen, podemos decir que si bien siempre hemos de reconocer esas dos
líneas de desenvolvimiento en la historia - la del reino de Dios y la del reino del
mal - la fe siempre verá a la primera controlando, dominando y finalmente
conquistando a la otra. Es en el reino de Dios donde siempre hemos de ver el
significado real de la historia.
(d) Todos nuestros juicios históricos deben ser provisionales. Este es otro
corolario de la ambigüedad de la historia. Sabemos que en el juicio final el bien y
el mal serán finalmente separados, y que habrá una evaluación final de todos los
movimientos históricos. Hasta ese entonces, como dijo Jesús, el trigo y la cizaña
crecerán juntos. Esto quiere decir que todos nuestros juicios históricos
formulados de este lado del juicio final deben ser relativos, tentativos y
33
provisionales. Nunca podemos estar absolutamente seguros de si un
determinado suceso histórico es bueno, o malo o-en caso de tener algo de
ambos-predominantemente bueno o malo. Un autor formula esto de la siguiente
manera:
Sin embargo, el hecho de que todos los juicios históricos sean provisionales no
significa que no necesitamos emitirlos. Aun los juicios falibles respecto al
significado de acontecimientos históricos son mejores que la ausencia de los
mismos. Nótese lo que Berkhof dice al respecto:
El hecho de que ni el reino de Cristo ni el reino del anticristo han sido revelados
todavía, sino que están ocultos bajo las apariencias de su contraparte, y que
están entremezclados en todas partes, no significa que nada puede saberse o
reconocerse de ellos. La historia del mundo no es ni blanca ni negra, pero no
es tampoco un gris parejo. El ojo de la fe reconoce al gris claro y al gris oscuro,
y sabe que estas diferencias de graduación se originan en diferencias de
principio.
34
El cristiano común y corriente no espera ver señales positivas del reino de
Cristo en el mundo. Cree que el mundo solamente empeora y se precipita en la
dirección del anticristo... El cristiano común no está consciente de la presencia
del Reino en el mundo de hoy... En nuestras iglesias prevalece una perniciosa
especie de pietismo ... que limita el poder de Cristo a su relación personal con
el creyente individual, y que no ve relación alguna entre Cristo y los
acontecimientos mundiales, o entre Cristo y el quehacer diario. Esto lleva a una
desagradecida ceguera ante las señales del reino de Cristo en el presente.
Expresiones tales como "vivimos al borde de un volcán", "esto no puede seguir
así por mucho tiempo", "la humanidad está cada vez peor", "el fin de los
tiempos está cerca", son muy populares en los círculos cristianos. Y ellos creen
que este pesimismo de la cultura... está totalmente de acuerdo con la fe
cristiana".
(f) Hay tanto continuidad como discontinuidad entre esta era y la siguiente.
Tradicionalmente nos inclinamos a pensar en la era por venir como una que
"caerá sobre este mundo como una bomba"36 y que en consecuencia implica
una ruptura absoluta entre esta era y la siguiente. La Biblia, sin embargo, nos
enseña que entre esta era y la siguiente habrá tanto continuidad como
discontinuidad. Los poderes de la era por venir están ya operando en la era
presente; “... si alguno está en Cristo, nueva criatura es" (2 Co. 5:17). El
creyente vive ya ahora en los últimos días; hay un sentido al menos en que ya
ha sido resucitado con Cristo (Col. 3:1) y ha sido hecho sentar con él en los
lugares celestiales (Ef. 2:6).
En la experiencia cristiana del creyente hay, por lo tanto, una continuidad real
entre esta era y la que viene. El Catecismo de Heidelberg da expresión a esta
verdad en su respuesta a la pregunta 58:
35
Dios para siempre.
¿Existe también acaso alguna continuidad cultural entre este mundo y el que
viene? ¿Existe algún sentido en que podemos ya hoy estar obrando a favor de
un mundo mejor? ¿Podemos decir que algunos de los productos de la cultura
de que disfrutamos hoy estarán todavía con nosotros en el brillante mañana de
Dios?
Creo que sí podemos. La nueva tierra que viene no será una creación
absolutamente nueva, sino una renovación de la tierra presente. Siendo esto el
caso, habrá continuidad como también discontinuidad entre nuestra cultura
presente y la cultura (si es que así se llame todavía) del mundo por venir.
Berkhof nos recuerda las muchas figuras bíblicas que sugieren esta
continuidad:
Lo que todo esto quiere decir es que sin duda debemos estar actuando ahora a
favor de un mundo mejor, que nuestros esfuerzos en esta vida para lograr una
manifestación más plena del reino de Cristo tienen una significación eterna. Y
dado que aun aquellos que no aman a Cristo están bajo su control, podemos
creer firmemente que los productos de la ciencia y de la cultura producidos por
incrédulos podrán ser hallados aún en la nueva tierra. Pero lo que es de aún
mayor importancia para nosotros es que nuestra vida cristiana de hoy, nuestras
luchas contra el pecado-tanto individual como institucional-nuestra obra misio-
nera, nuestros esfuerzos por hacer avanzar una cultura distintivamente
cristiana, tendrán valor no sólo para este mundo sino también para el mundo
que vendrá.
36
"Dado que la misión histórica de Jesús es vista en el Nuevo Testamento como un
cumplimiento de la promesa del Antiguo Testamento, todo el mensaje del reino de
Dios incorporado en los hechos y palabras de Jesús puede ser incluido en la
categoría de escatología".
Al principio del Nuevo Testamento oímos tanto a Juan el Bautista como a Jesús
anunciar la llegada del reino de Dios. Juan el Bautista llegó al desierto de Judea con
su predicación diciendo: "Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado"
(Mt. 3:2). Juan exhortó a sus oyentes a prepararse para la venida de este reino que
sería inaugurado por el Mesías, quien era designado solamente como "El que viene".
Juan vio la misión "del que viene" primordialmente como una misión de separación:
salvaría a quienes se arrepintiesen, y juzgaría a los no arrepentidos. Juan, en
realidad, "esperaba que esta doble tarea mesiánica se llevaría a cabo en un único
suceso escatológico". El había predicho que el Mesías que habría de venir haría
ambas cosas: "recogerá su trigo en el granero" y "quemará la paja en fuego que
nunca se apagará" (Mt. 3:12). Cuando Juan estaba en la cárcel comenzó a
reflexionar sobre el hecho de que, si bien él veía a Jesús recogiendo el trigo, no lo
veía quemando la paja. Esto llevó a Juan a enviar a sus discípulos a Jesús a
preguntar: "¿Eres tú aquel que había de venir, o esperamos a otro?" (Mt. 11:3). La
respuesta de Jesús citaba profecías del Antiguo Testamento que se iban cumpliendo
en su ministerio, profecías respecto a los ciegos recibiendo la vista y a los cojos
andando (vv. 4-5). Las palabras de Jesús daban a entender que la fase judicial de su
ministerio como Juan la había descrito, vendría más tarde; es así que tenemos aquí
el primer indicio que la primera venida del Mesías iba a ser seguida por otra- cosa
que no había comprendido claramente.
Jesús también anunció la venida del reino y lo hizo con palabras que sonaban muy
parecidas a las de Juan el Bautista: "El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se
ha acercado; a arrepentíos y creed en el evangelio" (Mr. 1:15). Sin embargo, aunque
los mensajes de Juan el Bautista y de Jesús tenían un sonido similar, existía una
diferencia básica entre los dos. La clave a la diferencia se encuentra en las palabras
de Jesús: "El tiempo se ha cumplido". En tanto que Juan había dicho que el reino
estaba a punto de llegar en la persona de "Aquel que habría de venir", Jesús decía
que el tiempo predicho por los profetas se había cumplido (Lc. 4:21), y que el reino
estaba ahora presente en su propia persona. Así, por ejemplo, Jesús podía decir lo
que el Bautista nunca había dicho: "Ciertamente ha llegado a vosotros el reino de
Dios" (Mt. 12:28: Lc. 11:20).6 Fue también por esta razón que Jesús pudo decir
respecto a Juan el Bautista: "Entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro
mayor que Juan el Bautista; pero el más pequeño en el reino de los cielos, mayor es
que él" (Mt. 11:11). Juan fue el heraldo del reino, pero él mismo estaba fuera de ello;
37
él anunció el nuevo orden, pero no fue parte del mismo. Ladd describe la diferencia
entre los anuncios del reino hechos por Juan el Bautista y por Jesús de la siguiente
manera: "Juan había anunciado una inminente visitación de Dios que significaría el
cumplimiento de la esperanza escatológica y la llegada de la era mesiánica. Jesús
proclamaba que esta promesa realmente se estaba cumpliendo. El osadamente
anunció que el reino de Dios les había llegado a ellos La promesa fue cumplida en la
acción de Jesús: en su proclamación de buenas nuevas para los pobres, liberación
para los cautivos, devolución de la vista a los ciegos, libertad para los oprimidos.
Esto no era una teología nueva o una idea nueva o una promesa nueva; era un
acontecimiento nuevo en la historia''.
Podemos decir, en consecuencia, que Jesús mismo introdujo el reino de Dios, cuya
venida había sido predicha por los profetas del Antiguo Testamento. Por lo tanto,
siempre debemos ver al reino de Dios como una realidad relacionada de modo
indisoluble con la persona de Jesucristo. En las palabras y hechos de Jesús, en sus
milagros y parábolas, enseñanzas y predicación, el reino de Dios estaba
dinámicamente activo y presente entre los hombres.
Encontramos una ecuación similar entre Cristo y el reino en el libro de los Hechos.
Felipe se describe como uno que "anunciaba el evangelio del reino de Dios y el
nombre de Jesucristo" (Hch. 8:12). Y Pablo se describe en el último versículo de
Hechos como "predicando el reino de Dios y enseñando acerca del Señor
Jesucristo" (Hch. 28:31).
Pasajes de este tipo pueden ser útiles para explicar por qué no leemos tanto
respecto al reino de Dios en las epístolas como en los Evangelios. En los escritos de
Pablo, de hecho, el término reino aparece solamente trece veces, y en las epístolas
no paulinas se encuentra solamente cinco veces. Esto no quiere decir, sin embargo,
que los apóstoles no enseñaron ni predicaron el reino. La observación hecha por
Karl Ludwig Schmidt es útil aquí: "Podemos entonces ver por qué la iglesia
apostólica y posapostólica del Nuevo Testamento no hablaba mucho del Basilea tou
theou [reino de Dios] de modo explícito, sino que siempre lo enfatizaba
implícitamente por medio de su referencia al kyrios Iesus Christos [el Señor Jesús
Cristo]. No es cierto que sustituyeron ahora a la iglesia por el reino como fue
predicado por Jesús de Nazaret. Por el contrario, la fe en el reino de Dios persiste en
la experiencia pospascual de Cristo".
En este punto se hace necesario decir algo respecto a la distinción entre reino de
Dios y reino de los cielos. Solamente Mateo utiliza esta última expresión; en todo el
38
resto del Nuevo Testamento encontramos reino de Dios (con variantes ocasionales
tales como reino de Cristo o reino de nuestro Señor). Si bien algunos han tratado de
encontrar una diferencia de significado entre estas dos expresiones, debe afirmarse
que reino de los cielos y reino de Dios son sinónimos en cuanto a su significado. El
hecho de que los judíos evitaran el uso del nombre divino hizo que en el uso judío
tardío la palabra cielo fuese usada frecuentemente como sinónimo de Dios; dado
que Mateo escribía principalmente para lectores judíos, podemos entender su
preferencia por esta expresión (aunque aun él utiliza el término reino de Dios cuatro
veces). En la literatura judía tardía se encuentra la expresión malkuth shamayim
(reino de los cielos); la frase que Mateo utiliza habitualmente, basileia ton ouranon,
es una traducción griega de la expresión hebrea. Dado que las expresiones reino de
los cielos y reino de Dios son intercambiables en los sinópticos, podemos sin riesgo
llegar a la conclusión de que no hay diferencia de significado entre ambas.
George Elton Ladd indica que los Evangelios no siempre hablan sobre el reino de la
misma manera; él encuentra por lo menos cuatro usos distintos de la frase.
Diferentes expertos bíblicos han enfatizado un significado u otro, dejando
frecuentemente traslucir su propia posición teológica. Bien podría ser, por cierto, que
las diversas maneras en que Jesús y los apóstoles hablaron respecto al reino
representen diversas facetas de una única pero compleja idea.
En la búsqueda del significado principal del reino, el primer problema que debe ser
resuelto es si el reino representa un campo o territorio sobre el cual Dios gobierna, o
si representa el reinado o gobierno de Dios como tal. El modo más ampliamente
aceptado de entender al reino de Dios es que su significado primario está más en el
dominio o gobierno ejercido por Dios que en un territorio que él rige. Ladd menciona
dieciocho fuentes recientes que representan al reino como dominio o reinado de
Dios; lo cita además varios pasajes del Nuevo Testamento tomados tanto de los
Evangelios como de fuera de ellos que transmiten la idea de que el reino es el
gobierno ejercido por Dios.11 Si bien ocasionalmente el término reino tiene
connotaciones espaciales, como cuando se refiere a un orden de cosas o a un
estado de paz y felicidad, habitualmente describe el reinado de Dios sobre su
pueblo.
39
... El reino de los cielos predicado por Juan y por Jesús es en primer lugar un
proceso de carácter dinámico... Porque la venida del reino es la etapa inicial del gran
drama de la historia del fin.
El reino de Dios, por lo tanto, debe ser entendido como el reinado de Dios que se
muestra dinámicamente activo en la historia humana a través de Jesucristo, y cuyo
propósito incluye la redención del pueblo de Dios del pecado y de los poderes
demoníacos, y el establecimiento final de los nuevos cielos y de la nueva tierra.
Significa que el gran drama de la historia de la salvación ha sido inaugurado, y que
la nueva era ha sido introducida, El reino no debe entenderse meramente como la
salvación de ciertos individuos, ni siquiera sólo como el reinado de Dios en el
corazón de su pueblo; significa nada más que el reinado de Dios sobre la totalidad
de su universo creado. "El reino de Dios significa que Dios es Rey y que actúa en la
historia para llevarle a una meta determinada por él mismo".
Es necesario añadir que el reino de Dios incluye tanto un aspecto positivo como uno
negativo. Significa redención para aquellos que lo aceptan y entran en el mismo por
la fe, pero también juicio para aquellos que lo rechazan. Jesús deja esto bien claro
en sus enseñanzas, en particular en sus parábolas. El que oye las palabras de
Jesús y las hace es como el hombre que edificó su casa sobre la roca, en tanto que
aquel que oye las palabras de Jesús pero no las hace es como el hombre que
edificó su casa sobre la arena-y grande fue su ruina (Mt. 7:24-27). Aquellos que
aceptan la invitación a la fiesta de bodas se alegran y son felices, en tanto que
aquellos que rechazan la invitación son muertos, y el hombre sin su traje de bodas
es echado en las tinieblas de afuera (Mt. 22:1-14). De hecho, debido a que la nación
de Israel como totalidad rechazó el reino, Jesús dijo que el reino de Dios les sería
quitado y dado a una nación que produjera los frutos del mismo (Mt. 21:43). El
propósito principal del reino de Dios es la salvación en el sentido pleno del término,
de aquellos que entran en él-"porque no envió Dios a su Hijo al mundo para
condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvado por él" (Jn. 3:17). Pero
aquellos que rechazan al reino y lo resisten recibirán el juicio mayor: "Todo el que
cayere sobre aquella piedra [la piedra del ángulo, que es Jesucristo], será
quebrantado; más sobre quien ella cayere, le desmenuzará" (Lc. 20:18).
¿Cuáles son las señales de la presencia del reino? Una de esas señales es el echar
fuera los demonios por parte de Jesús. Cuando Jesús hacía esto, demostró que
había logrado una victoria sobre los poderes del mal, y que por lo tanto el reino de
Dios había llegado. El mismo Jesús subrayó esto cuando dijo a los fariseos (que
decían que él echaba fuera los demonios por Belcebú, el príncipe de los
40
demonios)”... si yo por el Espíritu de Dios echo fuera los demonios, ciertamente ha
llegado a vosotros el reino de Dios" (Mt. 12:28).
Aún otra señal de la presencia del reino fue la realización de milagros por parte de
Jesús y sus discípulos. En la ejecución de estos milagros se hace real la venida del
reino. Jesús mismo indicó esto en su respuesta a Juan el Bautista, en la cual dio las
siguientes instrucciones a los discípulos de Juan: "Id, y haced saber a Juan las
cosas que oís y veis. Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados,
los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el
evangelio" (Mt. 11:4-5). Con todo, estos milagros eran solamente señales; tenían sus
limitaciones. Por ejemplo, no a todos los enfermos les fue devuelta la salud, ni todos
los muertos fueron devueltos a la vida. Además, los enfermos que fueron sanados,
los cojos que volvieron a andar y los muertos que fueron resucitados todavía tenían
que morir. Los milagros eran provisionales en su función, indicando la presencia del
reino pero sin marcar su consumación final.
Otra señal, aún más importante que la anterior, fue la predicación del evangelio. Los
milagros curativos no eran el bien más grande que Jesús otorgaba. Mucho más
importante era la salvación que él trajo a aquellos que creían-una salvación
comunicada a través de la predicación del evangelio. Cuando Jesús le dijo a los
setenta: "Pero no os regocijéis de que los espíritus se os sujetan sino regocijaos de
que vuestros nombres están escritos en los cielos" (Le. 10:20), les estaba
devolviendo su sentido de prioridad. Por eso es significativo que en aquella
respuesta de Jesús a Juan el Bautista que citamos anteriormente, la señal final y
suprema que muestra que Cristo es verdaderamente el Mesías y que el reino
realmente ha llegado es ésta: “... a los pobres es anunciado el evangelio" (Mt. 11:5).
La dádiva del perdón de los pecados es una señal de la presencia del reino. En los
escritos de los profetas del Antiguo Testamento, el perdón de los pecados había sido
anticipado como una de las bendiciones de la era mesiánica por venir (véanse Is.
33:24; Jer. 31:34; Mi. 7:18-20; Zac. 13:1). Cuando Jesús vino, él no solamente
predicó sobre el perdón de los pecados sino que en realidad lo otorgó. La curación
del paralítico después de que Jesús perdonara sus pecados fue la prueba de que "el
Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados" (Mr. 2:10). El
hecho de que los escribas acusaran a Jesús de blasfemia en esta ocasión-visto que,
41
según ellos, sólo Dios puede perdonar pecados-indicaba que ellos no se daban
cuenta de que el reino de Dios estaba verdaderamente presente entre ellos. No se
percataron de que:
"La presencia del reino de Dios no era una nueva enseñanza respecto a Dios; era
una nueva actividad de Dios en la persona de Jesús, que traía a los hombres como
experiencia presente lo que los profetas prometieron en el reino escatológico”.
Lo que es de mayor interés en el área de la escatología que tiene que ver con el
reino es la pregunta respecto a si el reino de Dios en la enseñanza de Jesús y de los
apóstoles era considerado como una realidad presente o futura, o ambas. Esta
pregunta ha sido tema de gran debate. Se recordará que algunos estudiosos ven el
reino como algo exclusivamente futuro, que otros lo ven como exclusivamente
presente, y que aun otros lo consideran tanto presente como futuro. Sólo haremos
justicia plena a todos los datos bíblicos cuando veamos al reino de Dios como algo a
la vez presente y futuro.
Algunas de las parábolas de Jesús dan a entender que el reino de Dios ya está
presente. Las parábolas del tesoro escondido y de la perla de gran precio (Mí. 13:44-
42
-46) enseñan que uno debe ahora vender todo lo que tiene para entrar al reino. Las
parábolas de la construcción de la torre y del rey que marcha a la guerra (Lc. 14:28-
33) enseñan la importancia de contar el costo antes de entrar al reino, nuevamente
dando a entender que el reino ya está presente. Además, en el Sermón del Monte,
las bienaventuranzas describen a la clase de gente de los cuales se puede decir que
"de ellos es (estín) el reino de los cielos" (Mí. 5:3-10). Cuando los discípulos le hacen
a Jesús una pregunta respecto a quién es el mayor en el reino de los cielos, él llama
a un niño al grupo y dice, “... cualquiera que se humille como este niño, ése es el
mayor en el reino de los cielos" (Mí. 18:4). Y cuando los discípulos reprenden a
aquellos que traen niños a Jesús, él les dice: "Dejad a los niños venir a mí, y no se lo
impidáis; porque de los tales es (estín) el reino de los cielos" (Mí. 19:14). Podemos
agregar que las señales a que nos referimos anteriormente (el echar fuera a los
demonios, el hacer milagros, la predicación del evangelio, y el otorgamiento del
perdón de los pecados) también dan evidencia del hecho que el reino está presente
en el ministerio de Jesús.
Con todo, Jesús también enseñó que había un sentido en que el reino de Dios era
todavía algo futuro. En primer lugar podemos considerar algunas afirmaciones
específicas al respecto. El pasaje del Sermón del Monte que citamos a continuación
describe la entrada al reino como algo todavía futuro y lo relaciona con un futuro día
de juicio: "No todo el que me dice 'Señor, Señor', entrará en el reino de los cielos,
sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en
aquel día: 'Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos
fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?' Y entonces les
declararé: 'Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad' " (Mí. 7:21-33).
También se usan verbos en tiempo futuro en la siguiente declaración, que habla
claramente de un reino por venir: "Y os digo que vendrán muchos del oriente y del
occidente, y se sentarán con Abraham e Isaac y Jacob en el reino de los cielos; mas
los hijos del reino serán echados a las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir
de dientes" (Mi. 8:11-12).
Muchas de las parábolas de Jesús enseñan que habrá una futura consumación del
reino. La parábola de la fiesta de bodas indica un futuro de bienaventuranzas para
aquellos que aceptan la invitación, pero habla también de un lugar de castigo en las
tinieblas de afuera para aquellos que fallan en cumplir con todos los requisitos (Mi.
22:1-14). La parábola de la cizaña con su explicación (Mi. 13:24-30; 36-43) habla del
"fin de este siglo" (synteleia tou aionos), cuando los malos serán echados en el
horno de fuego y cuando los justos "resplandecerán como el sol en el reino de su
Padre". La parábola de la red (Mi. 13:47-50) describe de modo similar al "fin de este
siglo" (synteleia toti aionos), "cuando saldrán los ángeles y apartarán a los malos de
entre los justos". En la parábola de las diez vírgenes (Mi. 25:1-13), leemos del
retraso del esposo, de un clamor a la medianoche, y de algunas de ellas que
entraron con el esposo a la fiesta de bodas y de otras a las cuales la puerta les fue
cerrada permanentemente. La parábola concluye con una advertencia típicamente
"escatológica": "Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora" (v. 13). Y la parábola
de los talentos (Mi. 25:14-30) habla de un hombre que fue de viaje y que estuvo
ausente durante un largo tiempo, de una eventual rendición de cuentas, de aquellos
que fueron invitados a entrar en el gozo de su señor, y de aquel que fue echado a
las tinieblas de afuera.
43
No sería difícil dar evidencia adicional. De lo citado, empero, ya se hace claro que en
la enseñanza de Jesús el reino de Dios era tanto presente como futuro. El intento de
negar cualquiera de estos dos aspectos de esta doctrina es abusar de la evidencia.
El apóstol Pablo también enseñó que el reino de Dios era a la vez presente y futuro.
Algunas de sus afirmaciones claramente describen al reino de Dios como una
realidad presente. En 1 Corintios 4 Pablo está escribiendo acerca de ciertos
enemigos arrogantes suyos que pensaban que él no iría a Corinto y dice: "Mas
algunos están envanecidos, como si yo nunca hubiese de ir a vosotros. Pero iré
pronto a vosotros, si el Señor quiere, y conoceré, no las palabras, sino el poder de
los que andan envanecidos. Porque el reino de Dios no consiste en palabras, sino
en poder" (vv. 19-20). Es obvio que Pablo no está pensando en un reino futuro sino
en un reino que está presente ahora. De modo similar Pablo dice a sus lectores en
Roma: "Porque el reino de Dios no es comida, ni bebida, sino justicia, paz y gozo en
el Espíritu Santo" (Ro. 14:17). Y en una de sus últimas epístolas les escribe a los
hermanos de Colosas y les dice: "el cual (Dios) nos ha librado de la potestad de las
tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo, en quien tenemos redención por su
sangre, el perdón de pecados" (Col. 1:13-14). Visto que ya disfrutamos del perdón
de los pecados, es claro que el reino de que Pablo habla aquí es uno al cual
tenemos el privilegio de pertenecer ahora.
Pero hay también pasajes en los cuales Pablo presenta al reino como algo futuro. En
2 Timoteo 4:18, él escribe: "Y el Señor me librará de toda obra mala, y me
preservará para su reino celestial". Tanto la expresión "reino celestial" como el
tiempo futuro del verbo traducido "preservará" (sosei) indican que Pablo está
pensando aquí en un reino futuro. La palabra heredar (kleronomeo) sugiere un
beneficio que uno recibirá en algún momento futuro. Cuando Pablo usa este verbo
para indicar que ciertas personas serán excluidas del reino de Dios, es obvio que
está refiriendo al reino en el sentido futuro: "¿No sabéis que los injustos no
heredarán el reino de Dios?" (1 Co. 6:9); “... ya os lo he dicho antes, que los que
practican tales cosas [obras de la carne] no heredarán el reino de Dios" (Gá. 5:21).
En Efesios 5:5 él usa un sustantivo derivado de este verbo para hacer una
afirmación similar: "Porque sabéis esto, que ningún fornicario, o inmundo, o avaro,
que es idólatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios". Y en 1 Corintios
15:50 Pablo escribe lo siguiente: "Pero esto digo, hermanos: que la carne y la sangre
no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción". El
hecho de que él esté hablando aquí de la resurrección del cuerpo, deja en claro que
también aquí el reino de Dios es concebido como un estado de ser todavía futuro.
En resumen, entonces, podemos decir que el reino de Dios, tanto en la enseñanza
de Pablo como en la de Jesús, es una realidad a la vez presente y futura. Nuestra
comprensión del reino debe por ello hacer plena justicia a ambos aspectos. George
Elton Ladd enfatiza la importancia de ver bien estos dos aspectos: "La tesis central
de este libro [The Presence of the Future] es que el reino de Dios es el reinado
redentor de Dios que es dinámicamente activo para establecer su gobierno entre los
hombres, y que este reino, que aparecerá en un hecho apocalíptico al fin de esta era
ya ha entrado a la historia humana en la persona y misión de Jesús para derrotar el
mal, librar a los hombres de su poder, e introducirles a las bendiciones del reinado
de Dios. El reino de Dios comprende dos grandes movimientos: cumplimiento dentro
de la historia, y consumación al fin de la historia". Herman Ridderbos tiene un
énfasis similar. Sugiere que al principio de su ministerio Jesús puso mayor énfasis
44
en la presencia del reino como el cumplimiento de las profecías del Antiguo
Testamento, en tanto que hacia el final de su ministerio puso mayor énfasis en la
venida futura del reino.23 Ridderbos insiste, sin embargo, en que los aspectos
presente y futuro del reino nunca deben ser separados. " ... En esta predicación [la
de Jesús], el elemento de cumplimiento no es menos notable y esencial que el de
anticipo... Porque el futuro y el presente están indisolublemente conectados en la
predicación de Jesús. El uno es el complemento necesario del otro. La profecía
respecto al futuro sólo puede ser vista correctamente desde una posición basada en
el presente cristológico, así como el carácter del presente encierra en sí la
necesidad y certeza del futuro".
45
Testamento respecto al reino de Dios. Estamos en el reino, y sin embargo
anhelamos su plena manifestación; compartimos sus bendiciones y sin embargo
esperamos todavía su victoria total; damos gracias a Dios por habernos traído al
reino del Hijo que él ama, y sin embargo, continuamos orando: "Venga tu reino".
Con todo, este hecho no nos libra de responsabilidad en lo referente al reino. Nos
corresponde notar adicional mente que el reino de Dios demanda de nosotros
arrepentimiento y fe. En varias ocasiones Jesús dijo que debemos entrar en el reino
de Dios. Uno sólo puede entrar en el reino humillándose como un niño (Mi. 18:3--4)
,27 haciendo la voluntad del Padre que está en los cielos (Mi. 7:21), o teniendo una
justicia mayor que la de los escribas y fariseos (Mi. 5:20). Es difícil para un rico
entrar en el reino de Dios (Mr. 10:25), presumiblemente porque está tentado a
confiar en sus riquezas en vez de en Dios. A menos que uno haya nacido de nuevo
o nacido del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios Un. 3:3,5). Solamente Dios
puede hacernos nacer de nuevo; sin embargo, el punto en que el mensaje del
evangelio pesa sobre el oyente es en el llamado a creer: "Porque de tal manera amó
Dios al mundo que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree,
no se pierda, mas tenga vida eterna" Jn. 3:16).
Una implicación adicional de la presencia del reino merece ser notada: el reino de
Dios implica una redención cósmica. El reino de Dios, como hemos visto, no trata
simplemente de la salvación de ciertos individuos, ni siquiera de la salvación de un
grupo de escogidos. Trata de nada menos que de la renovación completa de todo el
cosmos, culminando en el nuevo cielo y la nueva tierra. Pablo describe las
dimensiones cósmicas del reino de Dios en palabras inspiradoras:
Dios nos ha hecho conocer su voluntad secreta, o sea el plan que él mismo se había
propuesto llevar a cabo. Según este plan, que se cumplirá fielmente a su debido
46
tiempo, Dios va a unir bajo el mando de Cristo todas las cosas, tanto en el cielo
como en la tierra (Ef. 1:9-10 VP).
Pues Dios quiso habitar plenamente en Cristo, y por medio de Cristo quiso poner en
paz consigo al universo entero, tanto 10 que está en tierra como 10 que está en el
cielo, haciendo la paz mediante la sangre que Cristo derramó en la cruz (Col. 1:19-
20 VP).
El universo espera con gran impaciencia el momento en que los hijos de Dios sean
dados a conocer. Porque el universo perdió su razón de ser, no por su propia
voluntad, sino porque Dios así 10 había dispuesto, pero le quedaba siempre la
esperanza de ser liberado de la esclavitud y la destrucción para alcanzar la gloriosa
libertad de los hijos de Dios (Ro. 8:19-21 VP).
Ser ciudadano del reino significa, por consiguiente, que debemos ver la totalidad de
la vida y de la realidad a la luz de la meta de la redención del cosmos. Esto quiere
decir, como dijera una vez Abraham Kuyper, que no hay ni un centímetro del
universo respecto al cual Cristo no diga: "Es mío". Esto implica una filosofía cristiana
de la historia: toda la historia debe ser vista como el desarrollo del eterno propósito
de Dios. Esta visión del reino incluye una filosofía cristiana de la cultura: el arte y la
ciencia reflejan la gloria de Dios y deben ser por lo tanto estudiados para alabanza
suya. También incluye una visión cristiana de la vocación: todas las vocaciones
provienen de Dios, y todo lo que hacemos en la vida diaria debe ser hecho para la
alabanza de Dios, trátese del estudio, de la enseñanza, de la predicación, del
comercio, de la industria o de los quehaceres del hogar. Bien dice George Herbert:
Enséñame, mi Dios y Rey, en todas las cosas a verte a Ti, ya todo lo que hago a
hacerla como para Ti.
47
Veamos primeramente el papel que el Espíritu desempeña en la escatología en
general. En el Antiguo Testamento el Espíritu Santo aparece relacionado con la
escatología por lo menos de tres maneras, a saber:
(2) Se dice que será el Espíritu quien reposará sobre el redentor venidero y quien le
equipará con los dones necesarios. Nótese, por ejemplo, lo que dice Isaías 11:1 y 2.
Saldrá una vara del trono de Isaí, y un vástago retornara de sus raíces, y reposará
sobre él el Espíritu de Jehová; espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de
consejo y de poder, espíritu de conocimiento y de temor de Jehová.
En otro pasaje el profeta anticipadamente coloca las siguientes palabras en boca del
Mesías que está por venir: El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me
ungió Jehová; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a
los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos
apertura de cárcel; a proclamar el año de la buena voluntad de Jehová, y el día de
venganza del Dios nuestro; a consolar a todos los enlutados. (Is. 61:1-2; cf. 42:1)
Parecería en base a estos pasajes que el Espíritu Santo estará activo de un modo
permanente y significativo en la vida del Mesías. La actividad del Espíritu en el
Mesías y a través de él será, por lo tanto, un rasgo privativo de la nueva era
anunciada por los profetas.
(3) El Espíritu aparece como fuente de la nueva vida futura de Israel, incluyendo
tanto bendiciones materiales como renovación ética. Así, por ejemplo, leemos en
Isaías 44:2-4 lo siguiente: No temas, siervo mío Jacob, y tú. Jesurún a quien yo
escogí. Porque yo derramaré aguas sobre el sequedal, y ríos sobre la tierra árida; mi
Espíritu derramaré sobre tu generación y mi bendición sobre tus renuevos; y
brotaron entre hierba, como sauces junto a las riberas de las aguas. (cf. También Is.
32:15-17). Se pueden encontrar pasajes similares en Ezequiel 37:14 y 39:29.
Ezequiel no habla solamente de bendiciones nacionales; él predice también la
renovación de los miembros individuales de la nación: "Esparciré sobre vosotros
agua limpia, y seréis limpiados de todas vuestras inmundicias; y de todos vuestros
ídolos os limpiaré. Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de
vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de
carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos y
guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra" (Ez. 36:25-27).
En los Evangelios oímos a Jesús hacer referencia al Espíritu de un modo que indica
el cumplimiento de la profecía del Antiguo Testamento. Vemos, por ejemplo, que en
Lucas 4:17-19 se describe a Jesús citando el pasaje de Isaías 61 al cual recién
48
aludimos, aplicándoselo a sí mismo: "Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de
vosotros" (Lc. 4:21). Cristo aquí declara que él es el Mesías sobre el cual descansa
el Espíritu del Señor en cumplimiento de la profecía hecha por Isaías. Además,
Jesús hace alusión en Mateo 12:28 al hecho que echa fuera los demonios por el
Espíritu de Dios como prueba que el reino de Dios ha llegado a sus oyentes. El
modo en que el Espíritu faculta ahora a Cristo es citado aquí como evidencia del
advenimiento de la nueva era.
Aunque los textos recién citados describen el modo en que el Espíritu descansa
sobre Jesús y le da poder, hay en los Evangelios cuatro pasajes que indican que
Jesús-a diferencia de Juan el Bautista, que bautizaba sólo con agua-bautizará con el
Espíritu Santo (Mt. 3:11; Mr. 1:8; Lc. 3:16; Jn. 1:33). Estas palabras dan a entender
que Cristo tiene el poder de conferir el Espíritu Santo a su pueblo. En Hechos 1:5
Jesús aclara que la expresión "ser bautizado con el Espíritu" se refiere a un hecho
que está a punto de ocurrir: "Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros
seréis bautizados con el Espíritu Santo en no muchos días". Ese hecho como vemos
en Hechos 2 era el derramamiento del Espíritu Santo que sucedió el día de
Pentecostés-un acontecimiento que tenía gran significado escatológico.
49
Otro modo de expresar esto es decir que para Pablo el Espíritu significa la irrupción
del futuro en el presente, de modo tal que los poderes, privilegios, y bendiciones de
la edad futura ya nos son disponibles a través del Espíritu. " . . . El Espíritu pertenece
sobre todo al futuro, en el sentido de lo que vemos de la acción del Espíritu posterior
a la resurrección sólo puede ser comprendido cuando es visto como una irrupción
del futuro en el presente. En otras palabras, basado en la obra de Cristo, el poder
del futuro redimido ha sido liberado para actuar en el presente en la persona del
Espíritu Santo".
Para Pablo, por consiguiente, recibir el Espíritu significa que uno se ha transformado
en partícipe de un nuevo modo de existir asociado con la era futura, y que goza ya
de "los poderes de la era por venir". Sin embargo, Pablo insistiría en afirmar que lo
que el Espíritu da es sólo un anticipo de bendiciones futuras mucho mayores. Es
por esta razón que él llama al Espíritu "primicias" y "garantía" (arras) de
bendiciones futuras que sobrepasarán en mucho a aquellos de la vida
presente. Podríamos decir, entonces, que para Pablo la era del Espíritu (desde
Pentecostés hasta la Parusía) es algo así como una era interina. Durante esta
era, los creyentes ya tienen las bendiciones de la era futura, pero no todavía en
su plenitud.
50
Espíritu Santo está relacionado con nuestra filiación y la atestigua. El Espíritu
Santo, entonces, es contrapuesto en este pasaje al espíritu o actitud mental
asociada con el estado de esclavitud del cual los lectores de la epístola han
sido muy recientemente librados.
Cuando Pablo pasa luego a decir, "por el cual clamamos: '¡Abba, Padre!' “(v.
15), repite virtualmente lo que había dicho en Gálatas 4:6, excepto que aquí
afirma claramente que son los creyentes quienes claman "Padre", movidos a
hacerla por el Espíritu que mora en ellos. Este pensamiento es llevado un paso
más allá por el versículo 16: "El Espíritu mismo da testimonio a nuestro
espíritu, de que somos hijos de Dios". La función del Espíritu es aquí vista
nuevamente como la de testificar conjuntamente con los espíritus de los
creyentes que ellos ciertamente 'son hijos de Dios. El hecho de que el verbo
symmartyrei esté en tiempo presente implica que este testimonio del Espíritu
no es dado simplemente en ciertas ocasiones dramáticas o espectaculares,
sino que continúa a lo largo de toda la vida.
En relación con nuestra adopción como hijos, podemos también notar lo que
Pablo dijo respecto al hecho de ser nosotros herederos de Dios y coherederos
con Cristo (Ro. 8; 17; Gá. 4 7). La herencia que recibiremos, que podríamos
considerar como consumación de nuestra filiación, es descrita en otras partes
en términos que claramente se refieren al futuro: 1 Corintios 6:9, Gálatas 5:21,
Efesios 1:14 y 18, Colosenses 3:24, y Tito 3:7. Si bien reconocemos que ser
51
hijo significa ser heredero, lo que está incluido en la herencia es ciertamente
todavía objeto de esperanza.
Otro concepto bíblico que nos ayuda a entender el papel escatológico del
Espíritu es el de primicias (aparche). Esta palabra le es aplicada a Cristo en 1
Corintios 15:29 y 23 ("primicias de los que durmieron es hecho"). Hay, sin
embargo, un pasaje en que la palabra es aplicada al Espíritu Santo, Romanos
8:23, que fue citado anteriormente: "Y no sólo ella [la creación], sino que
también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu (ten aparchen
pneumatos), nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos,
esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo".
Así como en los tiempos del Antiguo Testamento las primicias eran el
comienzo de una cosecha futura mucho mayor, del mismo modo la recepción
del Espíritu Santo por parte del creyente es el precursor de cosas mejores que
vendrán. Ahora tenemos el Espíritu; después de la Parusía tendremos la
cosecha completa que incluye la resurrección del cuerpo. Es por ello que
gemimos dentro de nosotros mismos, ya que sólo tenemos el principio de la
cosecha. Pero la presente posesión del Espíritu como primicias nos da la
seguridad de que algún día recogeremos toda la cosecha.
52
Arrabon es una palabra tomada del semítico, una transliteración griega de una
palabra hebrea. Significa "una 'prenda' que luego es devuelta (sólo en Gn.
38:17-20); un 'depósito' que abona parte de la deuda total y que otorga el
derecho legal; 'una fianza monetaria' que ratifica un contrato. " Uno podría
traducir arrabon con el término "anticipo" o "cuota inicial" si no fuese por el
hecho de que, en nuestro mundo de hoy, un anticipo no garantiza el pago del
total de la suma adeudada. De allí que la palabra arrabon queda mejor
traducida por los términos arras o garantía.
En 2 Corintios 1:22 Pablo nos dice que el Espíritu nos ha sido dado como
garantía de que todas las promesas de Dios, que son Sí y Amén en Cristo,
serán cumplidas. De 2 Corintios 5:5 aprendemos que el Espíritu es la garantía
de que algún día ingresaremos a un modo de existir celestial, descrito en el
versículo 1 como "un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los
cielos". Y en Efesios 1:14 se nos enseña que el Espíritu es la garantía de
nuestra herencia-la herencia de la gloria futura. En estos tres pasajes el
Espíritu es descrito como "un depósito que garantiza" bendiciones futuras y el
cumplimiento de promesas divinas. En consecuencia la palabra arrabon
cuando es aplicada al Espíritu enfatiza el papel que este desempeña en la
escatología. Indica que el Espíritu ahora poseído por los creyentes es la
garantía y prenda de la consumación futura de su salvación y en el escatón.
Mientras que la designación del Espíritu como primicias indica la naturaleza
provisional de nuestro presente goce espiritual la descripción del Espíritu como
nuestra garantía significa la certeza de la realización final.
Ahora bien, el Espíritu posee este significado de "fianza", en 2 Co. 5:5, por la
única razón de que El constituye una entrega provisional de lo que en plenitud
será recibido en el más allá. . . .Arrabon significa dinero abonado por una
compra, entregado como fianza de que el pago total será efectuado
subsecuentemente. En esta instancia, por lo tanto, el Espíritu es visto como
alguien que pertenece específicamente a la vida futura, aun más, como Aquel
que constituye la estructura substancial de dicha vida, la posesión presente del
Espíritu es considerada entonces a la luz de una anticipación.
53
sus ovejas de las ajenas. Esto sugeriría que cuando esta figura de sellar es
aplicada a los creyentes, la misma designa una marca de propiedad. Estar
sellados con el Espíritu significa, entonces, estar marcado como posesión de
Dios.
En 2 Corintios 1:22 el pensamiento que Dios nos ha sellado (el verbo griego
que se utiliza es una forma de sphragizu) va junto con el pensamiento que Dios
nos ha dado su Espíritu como garantía de que todas las promesas que nos ha
hecho serán cumplidas. Aunque este pasaje no dice que Dios nos sella a
través del don del Espíritu, esto está implícito en la segunda mitad del
versículo. En Efesios 1:13 es explícito este punto: “. . . habiendo creído en él
[Cristo], fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa". Es sumamente
significativo que aquí, como en 2 Corintios 1:22, el concepto de ser sellados
con el Espíritu es paralelo al concepto del Espíritu como nuestra garantía
(arrabon). Parecería, entonces, que ser sellado con el Espíritu no sólo significa
ser designado como alguien que pertenece a Dios, sino también recibir la
seguridad que Dios continuará protegiéndonos y que completará finalmente
nuestra salvación. Efesios 4:30, en realidad, afirma esto de un modo explícito:
"Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para
(eis) el día de la redención". Y G. Fitzer reitera este punto cuando dice: "El
Espíritu Santo como prenda de la herencia es ahora el sello con el cual el
creyente queda marcado, designado y guardado para la redención. Esto
muestra que él es posesión de Dios para el día de la redención".
54
pasaje contiene varios contrastes. Hay, en primer lugar, un contraste entre
"nacido" (genomenos) y "constituido" (horistheis), contraste que en otras
versiones se manifiesta con las palabras "era del linaje" y "declarado". El modo
más satisfactorio de entender este pasaje parecería ser el de considerar que
estos términos describen dos estados sucesivos de la vida de Cristo.28
"Nacido" o "del linaje" describe la existencia de Cristo durante su vida terrena
previa a su resurrección, la existencia de alguien nacido de madre humana;
"constituido" o "declarado" describe la declaración hecha por Dios que Cristo
es el "Hijo de Dios en poder" durante la era posterior a su resurrección.
El próximo contraste aparece entre las frases "según la carne" (kata sarka) y
"según el Espíritu de santidad" (kata pneuma hagiusynlrs). Estas frases
contrastan el modo característico de ambos estados de existencia. El modo de
existir de Cristo antes de su resurrección es descrito como uno que era "según
la carne"; su modo de existir posterior a la resurrección se dice ser "según el
Espíritu de santidad". Hamilton dice algunas cosas útiles respecto a este
contraste: "Las palabras 'según el Espíritu de santidad' explican este nuevo
estado. Las mismas están en oposición a las palabras 'según la carne', que
describen el modo de ser de Cristo antes de la resurrección. 'Pablo distingue
entonces dos modos distintos de la existencia de Cristo, que de manera alguna
están en el mismo plano'. La carne era el vehículo de la existencia de Cristo
antes de la resurrección. El Espíritu Santo es ahora el vehículo, el modo, la
manera de su posición como Señor".
55
levantó a Cristo de entre los muertos.
A la luz del pasaje citado arriba afirmamos que el Espíritu Santo está activo no
solamente para efectuar la resurrección del cuerpo, sino que también
continuará sosteniendo y dirigiendo el cuerpo resucitado una vez cumplida la
resurrección: "Si el Espíritu inauguró y sostiene la vida del Señor resucitado,
entonces el Espíritu inaugurará y sostendrá la vida de los redimidos en su
resurrección. Esto es cierto porque Pablo ve en el Señor exaltado la realización
56
del futuro de los redimidos".35 Queda un punto más por observar. Si es cierto
lo que nos dice Pablo en 2 Corintios 3:18, que el Espíritu ya está obrando en
nosotros, transformándonos en la imagen de Cristo, 36 entonces sigue que
esta renovación progresiva es un tipo de anticipación de la resurrección del
cuerpo. El Espíritu Santo es de este modo el eslabón que vincula al cuerpo
presente con el cuerpo de la resurrección.
El Espíritu, por lo tanto, no sólo obra en el hombre sino que también renueva
su humanidad. Pero el secreto de la continuidad [entre el cuerpo presente y el
cuerpo de la resurrección] no reside en el "ser" humano, sino en el Espíritu. Y
la base firme de la creencia que lo mortal se vestirá algún día de inmortalidad
está en conformidad con ello. El que nos ha preparado para ese fin es Dios,
quien nos ha dado el Espíritu como garantía (2 Co. 5:5). En ese sentido, la
renovación y la obra del Espíritu en los creyentes durante la vida presente
pueden ser entendidos también como un comienzo de la resurrección del
cuerpo, y ser descritos por Pablo así (d. 2 Co. 3:18; 4:10, 11, 16, 17; El. 5:14;
Fil. 3:10, 11). Es así que el brillo de la gloria de la vida venidera nos ilumina
aún ahora (2 Co. 3:18; 4:6), primicias y arras en el tiempo presente de su
resurrección de los muertos (d. Gá. 6:8; Ro. 8:23; 2 Co. 5:5).37
57
74-76), el espíritu como primicias (pp. 76) Y el espíritu como garantía y sello
(pp. 77-79).
58
Dado que esta tensión entre el "ya" y el "todavía no" es un aspecto tan
importante de la escatología del Nuevo Testamento, procedamos a explorar
algunas implicaciones adicionales de la misma para nuestra vida y nuestro
pensamiento presente.
(1) Esta tensión entre el "ya" y el "todavía no" caracteriza lo que comúnmente
denominamos las "señales de los tiempos". Por señales de los tiempos
entendemos los sucesos que deben tener lugar antes del regreso de Cristo,
incluyendo cosas tales como la predicación misionera de la iglesia, la
conversión, de Israel, la gran apostasía, la gran tribulación y la revelación del
anticristo. Estas señales serán analizadas en mayor detalle más adelante. A
estas alturas, sin embargo, podemos notar que estas señales participan de la
tensión entre el "ya" y el "todavía no", puesto que apuntan a la vez a lo que ya
ha sucedido y a lo que todavía resta por suceder. Todas las "señales de los
tiempos" apuntan hacia atrás, hacia la primera venida de Cristo y también
hacia adelante, hacia la segunda venida. Además, no debe pensarse que estas
señales se han de cumplir exclusivamente en los tiempos del fin, justamente
antes del regreso de Cristo, sino que se las debe considerar como señales que
se van cumpliendo a lo largo de toda la era entre la primera y la segunda
venida de Cristo. Si bien estas señales dejan lugar para un futuro cumplimiento
culminante previo al regreso de Cristo, 3 las mismas participan de una
naturaleza tal que son halladas a lo largo de la historia de la iglesia del Nuevo
Testamento.
59
sea puesto a prueba" (VP).
(3) Esta tensión debe ser un aliciente para una vida cristiana responsable. La
tensión continua entre el "ya" y el "todavía no" significa que para el cristiano la
lucha contra el pecado continúa durante toda la vida presente. Pero uno debe
participar en la lucha, no esperando la derrota sino confiando en la victoria.
Sabemos que Cristo le ha dado un golpe mortal al reino de Satanás, y que la
perdición de Satanás es segura.
Hay otro punto que puede ser considerado en relación con esto. La relación
entre el "ya" y el "todavía no" no es una relación de antítesis absoluta sino más
bien una de continuidad. La primera es el anticipo de la vida más allá de la
tumba. Para indicar la manera en la cual la vida presente está relacionada con
la vida por venir, el Nuevo Testamento utiliza figuras tales como la de un
premio, de una corona, de fruto, de cosecha, de grano y espiga, y de la
siembra y la cosecha (Gá. 6:8).
(4) La imagen que tenemos de nosotros mismos deberá reflejar esta tensión.
Aquí hablamos del modo en que una persona se ve a sí misma, el concepto
que tiene de su propio valor, o de la falta de ello. El hecho de que el cristiano
se encuentre en tensión por lo que ya posee en Cristo y por lo que todavía no
disfruta significa que debe considerarse a sí mismo como una nueva persona
imperfecta. Con todo, el énfasis debe caer, no en la imperfección que continúa
sino en lo nuevo. Poner el énfasis en la imperfección en vez de en lo nuevo es
dar vuelta al Nuevo Testamento. Como dice Oscar Cullmann, para el creyente
cristiano de hoy el "ya" pesa más que el "todavía no".
60
entonces en que "lo nuevo" es siempre un objeto de la fe. Pero, fe en el hecho
de que somos nuevas criaturas en Cristo es un aspecto esencial de nuestra
vida cristiana.
(5) Esta tensión nos ayuda a comprender el papel del sufrimiento en la vida de
los creyentes. "¿Por qué sufre el justo?", es una pregunta tan antigua como el
libro de lobo Una respuesta a la pregunta es que el sufrimiento en las vidas de
los creyentes es una manifestación concreta del "todavía no". El sufrimiento
todavía ocurre en la vida de los cristianos porque los resultados del pecado no
aún han sido eliminados en su totalidad. El Nuevo Testamento enseña que "es
necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios"
(Hch. 14:22). Pablo relaciona nuestro sufrimiento presente con nuestra gloria
futura (Ro. 8:17-18). Y Pedro aconseja a sus lectores que no se sorprendan
ante el "fuego de la prueba, como si fuera algo extraordinario", sino que más
bien se alegren "de tener parte en los sufrimientos de Cristo" (1 P. 4:12-13,
VP).
61
en ella han sido ejercitados" (12:11).
(6) Nuestra actitud hacia la cultura está relacionada con esta tensión. H.
Richard Niebuhr, en su libro Christ and Culture, sugiere un número de actitudes
para con la cultura que han sido tomadas por diferentes grupos cristianos en el
pasado, y que van desde el rechazo total hasta la aceptación sin reservas de
los productos culturales de los no cristianos, con una cantidad considerable de
posiciones intermedias. Aplicando el concepto de la tensión del "ya-todavía no"
a la cuestión de los logros culturales tanto de los creyentes como de los no
creyentes, nos ayudará a echar luz sobre este problema perenne.
Esta idea, sin embargo, no hace justicia a la enseñanza de las Escrituras. Hay
continuidad a la vez que discontinuidad entre este mundo y el próximo. El
principio comprendido en esto está bien expresado en las palabras que eran
frecuentemente usadas por los teólogos medievales: "La gracia no destruye la
naturaleza sino que la restaura". En su actividad redentora Dios no destruye las
obras de su mano, sino que las limpia del pecado y las perfecciona de modo tal
que ellas puedan finalmente alcanzar la meta para la cual él las creó. Aplicado
al problema presente, este principio significa que la nueva tierra a la cual
aspiramos no será totalmente diferente de la presente, sino que será una
renovación y glorificación de la tierra sobre la cual ahora vivimos.
Hemos notado previamente ciertas figuras del Nuevo Testamento que sugieren
que lo que los creyentes hacen en esta vida tendrá consecuencias para la vida
por venir-figuras tales como el plantar y el recoger, el grano y la espiga, la
maduración y la cosecha. Pablo enseña que una persona puede edificar sobre
un fundamento de fe en Cristo con materiales duraderos tales como el oro, la
plata, o piedras preciosas, de modo tal que en la consumación su obra puede
sobrevivir y él o ella recibir una recompensa (1 Co. 3:10-15). El libro del
Apocalipsis menciona las obras que seguirán a aquellos que han muerto en el
Señor (14:13). Es evidente en pasajes de este tipo que lo que los cristianos
hacen por el reino de Dios en esta vida tiene significación también para el
mundo por venir. Hay continuidad, en otras palabras, entre lo que se hace por
Cristo ahora y lo que disfrutaremos en el futuro-una continuidad expresada en
el Nuevo Testamento en términos de recompensa o gozo. (Véanse 1 Co. 3:14;
Mí. 25:21, 23).
62
A pesar de su vigorosa enseñanza respecto a la depravación de los no
regenerados, Juan Calvino reconoció que a través de la obra del Espíritu de
Dios los no cristianos pueden decir cosas que son ciertas:
Toda la verdad viene de Dios; y por consiguiente, si los hombres perversos han
dicho algo que sea cierto y justo, no debemos rechazarlo, porque ha venido de
Dios.
Por lo tanto, cuando al leer los escritores paganos veamos en ellos esta
admirable luz de la verdad que resplandece en sus escritos, ello nos debe
servir como testimonio de que el entendimiento humano, por más que haya
caído y degenerado de su integridad y perfección, sin embargo no deja de
estar aún adornado con excelentes dones de Dios. Si reconocemos al Espíritu
de Dios por única fuente y manantial de la verdad, no desecharemos ni
menospreciaremos la verdad dondequiera que la halláremos; a no ser que
queramos hacer una injuria al Espíritu de Dios, porque los dones del Espíritu
no pueden ser menospreciados sin que El mismo sea menospreciado y
rebajado.
La tensión entre el "ya" y el "todavía no", por ende, significa que no debemos
despreciar lo que el Espíritu de Dios ha permitido que los no regenerados
produzcan, sino que debemos evaluar todos los productos culturales de este
tipo a la luz de la enseñanza de la Palabra de Dios. Nosotros podemos con
gratitud utilizar cualquier cosa que sea de valor en la cultura de este mundo,
siempre y cuando lo usemos con buen juicio.
Ahora bien, aunque sea cierto que hay continuidad entre el mundo presente y
el mundo por venir, la gloria del mundo por venir brillará muchísimo más que la
gloria del mundo presente. Porque: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han
63
subido en corazón de hombre son las que Dios ha preparado para los que le
aman. (1 Co. 2:9)
Es con gratitud que miramos hacia atrás para ver la obra completa y la victoria
decisiva de Jesucristo. Y miramos hacia el futuro con gran anticipación a la
segunda venida de Cristo, cuando él introducirá la fase final de su reino
glorioso, y completará la buena obra que ha comenzado en nosotros.
Para poder ver este problema claramente, sin embargo, es necesario que
hagamos primeramente una distinción importante. Cuando hablamos del
problema de la relación entre el pecado y la muerte, lo que tenemos en mente
es el problema del origen de la muerte en la vida del hombre y no el del origen
de la muerte en el mundo animal y vegetal.
Parece bastante probable que debe haber habido muerte en el mundo animal y
vegetal antes de que el hombre cayera en pecado. Tenemos registros fósiles
de muchos tipos de plantas y animales que han estado extintos por miles de
años. Es posible que muchas de estas especies hayan desaparecido mucho
64
tiempo antes de que el hombre apareciera sobre la tierra. Además, la muerte
juega un papel importante en el modo de existir de muchas plantas y animales
según las conocemos hoy en día. Existen animales carnívoros que subsisten
comiendo a otros animales. Hay plantas y árboles que mueren por la acción de
ciertos animales o insectos. Muchas de las células de las plantas vivas (los
árboles, por ejemplo), son células muertas y estas células muertas tienen una
función sumamente importante. A menos que deseemos mantener que la
naturaleza es hoy totalmente diferente de lo que era antes de la caída,
debemos admitir que con toda probabilidad había muerte en el mundo vegetal
y animal antes de la caída.
Aunque por lo general los teólogos cristianos, tanto católico romanos como
evangélicos, han enseñado que la muerte humana es uno de los resultados del
pecado del hombre, han habido algunos maestros cristianos que han enseñado
otra cosa. Pelagio, monje británico que enseñó en Roma en el siglo V, admitió
que el pecado de Adán trajo la muerte al mundo. Pero Celestio, discípulo de
Pelagio que se transformó en líder del movimiento pelagiano, enseñó que Adán
fue creado mortal y habría muerto de todos modos, hubiese o no pecado.2 Los
socinianos de los tiempos de la Reforma propusieron un punto de vista similar
al de Celestio.
En años más recientes, el punto de vista de que la muerte en la vida del hombre
no es el resultado del pecado, ha sido nuevamente propuesto por Kart Barth. Es
cierto que Barth sí dice que la muerte del hombre está relacionada con su
pecado y su culpa, y que es por lo tanto una señal del juicio de Dios sobre su
vida. Sin embargo, esta no es la última palabra de Barth al respecto. El
establece una distinción entre el aspecto judicial y el aspecto natural de la
muerte. Luego procede a decir lo siguiente: "Esto significa que [la muerte]
pertenece a la naturaleza humana, y está determinado y ordenado por la buena
creación de Dios-siendo por lo tanto bueno y correcto-que el ser del hombre en
el tiempo sea finito y el hombre mismo mortal ... En sí mismo, por lo tanto, no es
antinatural sino natural que la vida humana corra su curso hasta este terrninus
ad quern, que disminuya y desaparezca, y que por lo tanto tenga este límite
delante de sí".
65
Según Barth, entonces, la muerte del hombre no fue el resultado de su caída en
el pecado, sino un aspecto de la buena creación de Dios. Dios planificó desde
el principio que la vida del hombre sobre la tierra tuviera un fin. Barth admite,
por cierto, que debido a que el hombre e un pecador, su muerte es ahora una
señal del juicio de Dios sobre él.
Pero este juicio, afirma él, ha sido quitado por Jesucristo. En el pensamiento de
Barth, entonces, el hombre está siendo destinado por Dios a emerger de la
inexistencia, pasar un número limitado de años sobre la tierra, y luego retornar
a la inexistencia.
Se podría preguntar qué quieren decir las palabras, "el día que de él comieres".
¿Quieren estas palabras transmitir la idea de que Adán moriría en el mismo día
del calendario en que comiese de la fruta prohibida? Algunos estudiosos
favorecen este significado, sugiriendo que la ejecución inmediata de la
sentencia de muerte fue postergada debida a la gracia común de Dios.8 Esta
es, por cierto, una interpretación posible. Hay otra interpretación, sin embargo,
que parece más plausible. Geerhardus Vos llama la atención al hecho que la
expresión "el día que de él comieres" es simplemente una expresión idiomática
hebrea que significa: "tan ciertamente como que comes de ella". Como
expresión paralela él cita 1 Reyes 2:37, donde Salomón dice a Simei: "el día
que salieres y pasares el torrente de Cedrón, sin duda morirás".9 Otro ejemplo
de esta expresión idiomática aparece en Éxodo 10:28 en que cita a Faraón
cuando le dice a Moisés: "retírate de mí; guárdate que no veas más mi rostro,
66
porque en cualquier día que vieres mi rostro, morirás". En ambos pasajes, la
expresión "en el día", significa simplemente "ciertamente". Utilizando la
expresión en el mismo sentido en Génesis 2:17, por lo tanto, llegamos a la
conclusión que no significa obligatoriamente "en el mismo día particular en que
comieres de este fruto ciertamente morirás", sino más bien "tan ciertamente
como que comes de este fruto morirás". En base a esta interpretación, el hecho
de que Adán y Eva no murieron físicamente el mismo día en que comieron del
árbol prohibido no necesita causamos dificultad especial. ¿Pero qué diremos
respecto a la expresión: "ciertamente morirás"?
A la luz del resto de las Escrituras, sin embargo, la muerte que aquí se
presenta como amenaza debe entenderse como algo más que la simple
muerte física. El hombre es una totalidad, con un aspecto espiritual tanto como
físico. Dado que según las Escrituras el significado más profundo de la vida es
la comunión con Dios, el significado más profundo de la muerte debe ser la
separación de Dios. La muerte con que se amenaza en Génesis 2:17, por lo
tanto, incluye lo que nosotros comúnmente denominamos muerte espiritual, a
saber, la ruptura de la comunión del hombre con Dios. Debido al pecado del
hombre, todo ser humano está ahora, por naturaleza, en un estado de muerte
espiritual (cf. Ef. 2:1-2, "Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos
en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo"). León
Monis expresa bien este pensamiento: "Cuando el hombre pecó, pasó a un
nuevo estado, uno dominado por, y al mismo tiempo simbolizado por, la
muerte. Es probable que la muerte espiritual y la muerte física no sean
consideradas como algo separado, de modo que la una encierra en sí a la
otra",1° En otras palabras, después de haber pecado, el hombre murió
inmediatamente en el sentido espiritual, y por lo tanto quedó sujeto a lo que
podemos llamar muerte eterna separación eterna de la amorosa presencia de
Dios. Al mismo tiempo el hombre entró en un estado en el cual la muerte física
era ahora inevitable.
67
pasaje que describe los castigos divinos ordenados para el pecado-primero
para la serpiente (vv. 14-15), después para la mujer (v. 16) y entonces para el
hombre (vv. 17-19).
Aquí se anuncia el destino del cuerpo humano: debido a que está hecho del
polvo de la tierra, al polvo de la tierra ha de regresar. La muerte es aquí
retratada vívidamente no como un fenómeno natural, sino como un aspecto de
la maldición que cayó sobre el hombre debido a su pecado.
Génesis 3:22-23 también echa luz sobre el problema: "Y dijo Jehová Dios: 'He
aquí el hombre es como uno de nosotros, sabiendo el bien y el mal; ahora,
pues, que no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida, y coma, y
viva para siempre'. Y lo sacó Jehová del huerto del Edén... "Nuevamente
vemos a la muerte presentada como resultado del pecado del hombre. Dado
que el hombre había comido del árbol prohibido, no se le permitió permanecer
en el huerto del Edén y "vivir para siempre". Si bien no se indica la relación
exacta entre el comer del árbol de la vida y el vivir eternamente, queda en claro
que el hombre debe ahora morir porque ha pecado contra Dios. Al mismo
tiempo, el exilio del huerto significa una bendición. Porque vivir eternamente
con una naturaleza caída y no redimida no hubiese sido una bendición, sino
que hubiese significado una extensión irremediable de la maldición.
Podemos mencionar aún un pasaje más, que es 1 Corintios 15:21: "Porque por
cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección
de los muertos". Pablo en este pasaje se está ocupando de la resurrección del
68
cuerpo. En relación con esto, él vuelve a establecer un contraste entre Cristo y
Adán. "La muerte entró por un hombre"-es obvio que aquí se hace referencia a
Adán. Es la muerte física la que se tiene en mente, puesto que la misma es
contrastada con la resurrección del cuerpo.
Pero entonces surge la pregunta, ¿Por qué deben morir los creyentes todavía?
¿Por qué no podrían ellos ascender inmediatamente al cielo al fin de sus días
en la tierra sin tener que pasar a través del doloroso proceso de morir? En
realidad, esto es lo que sucederá a aquellos creyentes que vivan todavía
cuando Cristo regrese. Ellos no tendrán que morir, sino que serán cambiados
"en un momento, en un abrir y cerrar de ojos" (1 Co. 15:52) a un estado de
incorruptibilidad. ¿Por qué no les puede suceder esto a todos los creyentes?
69
"Una liberación del pecado", nos contesta el catecismo (literalmente, "una
extinción de pecados"). En esta vida presente el pecado es la carga más
pesada que tenemos que llevar. Cuanto mayores nos hacemos, tanto más nos
pesa que siempre fallamos en hacer la voluntad de Dios. Uno siente algo del
peso de esta carga cuando lee las palabras de Pablo en Romanos 8:23: "Y no
sólo [la creación] sino que también nosotros mismos, que tenemos las
primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos,
esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo". Pero la muerte pondrá
fin al pecado. Nótese como el escritor de Hebreos describe la comunión de
aquellos que están ahora en el cielo: "Os habéis acercado al monte de Sion, a
la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, ... a la congregación de los
primogénitos que están inscritos en los cielos ... a los espíritus de los justos
hechos perfectos" (Heb. 12 :22,23). Pablo en realidad nos dice que Cristo amó
a la iglesia y se dio a sí mismo por ella "para santificarla, habiéndola purificado
en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una
iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que
fuese santa y sin mancha" (Ef. 5:26, 27).
Nuestra muerte será también "una entrada en la vida eterna". Estas palabras
no tienen la intención de negar que haya un sentido en el cual el creyente ya
posee la vida eterna aquí y ahora, dado que el mismo catecismo enseña en la
Pregunta 58 que nosotros ya sentimos en nuestros corazones el principio de la
bienaventuranza eterna. Pero lo que disfrutamos ahora es solamente el
principio. Entraremos en la plenitud de las riquezas de la vida eterna solamente
después que hayamos pasado a través del portal de la muerte. Por eso Pablo
puede decir: "Para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia" (Fil. 1:21), y
"más quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor" (2 Co. 5:8).
Todo esto quiere decir que la muerte, nuestro "último enemigo" (1 Co. 15:26),
se ha transformado por medio de la obra de Cristo en nuestro amigo. Nuestro
más temido oponente se ha transformado para nosotros en el siervo que abre
la puerta a la bienaventuranza celestial. Por lo tanto, la muerte no es el fin para
el cristiano, sino un nuevo principio glorioso. Y así comprendemos por qué
Pablo puede decir:
Todo es vuestro; sea Pablo, sea Apolos, sea Cefas, sea el mundo, sea la vida, sea
la muerte, sea lo presente, sea lo por venir, todo es vuestro, y vosotros de Cristo; y
Cristo de Dios. (1 Co. 3:21-23).
CAPITULO 8: LA INMORTALIDAD
Se ha dicho a veces que el concepto de la inmortalidad del alma es parte de la
fe cristiana. Esto fue especialmente cierto en el siglo dieciocho, el siglo del
Iluminismo y de su equivalencia religiosa, del Deísmo. Según los dictados del
Iluminismo, la fuente de toda verdad debía buscarse en la razón y no en la
revelación divina. Se decía que las tres grandes verdades de la "teología
natural" que podían descubrirse por medio de la razón eran la existencia de
Dios, la importancia de la virtud y la inmortalidad del alma. Se pensó que el
concepto de la inmortalidad del alma podía ser demostrado por medio de la
razón, hasta que Emmanuel Kant (1724-1804) aplicó a estos argumentos su
70
crítica devastadora. Pero aun Kant continuó aferrándose a este concepto de la
inmortalidad como uno de los postulados de lo que él llamó "razón práctica".
71
fuente de todo tipo de inmortalidad. En este sentido Dios es el único que tiene
inmortalidad; todos los demás solamente reciben la inmortalidad y la poseen
cuando dependen de él. Así como Dios tiene vida en sí mismo (Jn. 5:26), del
mismo modo tiene inmortalidad en sí mismo.
Los otros dos lugares en que se usa la palabra athanasia aparecen en rápida
sucesión: 1 Corintios 15:53, 54, "Porque es necesario que esto corruptible se
vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad. Y cuando esto
corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de
inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la
muerte en victoria", Pablo habla aquí de lo que sucederá cuando Cristo
regrese (véase v. 52). Las palabras recién citadas se aplican tanto a la
transformación de los creyentes que todavía vivan cuando Cristo regrese
como a la resurrección de los muertos que sucederá entonces. Y dado que lo
corruptible no puede heredar lo incorruptible, como Pablo ha dicho (v. 50),
debe darse un cambio de este tipo.
Nótense ahora tres cosas respecto a la inmortalidad de que este pasaje habla:
(1) La inmortalidad aquí mencionada le es atribuida solamente a los
creyentes-Pablo no dice nada en este pasaje respecto a los no creyentes. (2)
Esta inmortalidad es un don que recibiremos en el futuro. El tipo de
inmortalidad de que aquí se habla no es una posesión presente de todos los
hombres, ni siquiera de todos los creyentes, sino una dádiva que se dará en la
Parusía. (3) La inmortalidad descrita en este pasaje es una característica no
solamente del alma, sino de la persona entera. La verdad es que si el énfasis
recae en alguna parte, lo hace en el cuerpo, dado que el pasaje habla de la
resurrección del cuerpo. No hay aquí alusión alguna a la idea de la
inmortalidad del alma.
72
Llegamos entonces a la conclusión de que las Escrituras no utilizan la
expresión "la inmortalidad del alma". Pero esto deja todavía lugar para la
siguiente pregunta, ¿Enseña la Biblia de alguna manera que el alma del
hombre es inmortal?
(1) Como hemos visto, las Escrituras no usan la expresión "la inmortalidad del
73
alma". La palabra inmortalidad le es aplicada a Dios, a la existencia total del
hombre en el momento de la resurrección y a cosas tales como la corona
imperecedera o la simiente incorruptible de la Palabra, pero nunca al alma
humana.
Las Escrituras, por lo tanto, introducen una nueva dimensión en nuestro modo
de pensar respecto a la vida futura. Lo que para ellas es importante no es el
mero hecho de que las almas continúen existiendo, sino la calidad de dicha
existencia. Las Escrituras exhortan a los hombres a venir a Cristo para tener
vida, y así huir de la ira venidera; ellas pronuncian severas advertencias en
contra de caer en las manos del Dios vivo. Las Escrituras también advierten
en contra de cualquier concepto de la "inmortalidad del alma" que oscureciera
la seriedad del juicio divino sobre el pecado, o que negara la verdad del
castigo eterno para pecadores impenitentes.
74
cuerpo era visto como una tumba del alma y la muerte era vista como una
liberación de la prisión.
Desde los tiempos de San Agustín110s teólogos cristianos han enseñado que
entre la muerte y la resurrección las almas de las personas disfrutan de
descanso o sufren aflicción mientras esperan ya sea la totalidad de su
salvación o la consumación de su condenación. En la Edad Media se siguió
enseñando este punto de vista, y se desarrolló la doctrina del purgatorio. Los
Reformadores rechazaron la doctrina del purgatorio, pero continuaron
manteniendo la doctrina del estado intermedio, aunque Cal vino estaba más
inclinado que Lutero a pensar de este estado como un estado de existencia
consciente. En su obra Psychopannychia, una respuesta a los Anabaptistas
de su día que enseñaban que las almas simplemente dormían entre la muerte
y la resurrección, Cal vino enseñó que para los creyentes el estado intermedio
es uno de bienaventuranza como de expectación-la bienaventuranza es, por
75
ende, provisional e incompleta.4 Desde aquel tiempo, la doctrina del estado
intermedio ha sido enseñada por los teólogos reformados, y ha quedado
reflejada en las confesiones reformadas.
76
aniquilado y que el creyente no es separado de Cristo. Más adelante en este
capítulo nos ocuparemos de la evidencia respecto a este punto.
Hay que admitir que ciertamente se puede hablar del "alma" de un modo
platónico. En el capítulo anterior dicho punto de vista platónico respecto al
alma fue presentado, y se indicó la divergencia que existe entre el mismo y la
concepción cristiana del hombre.
Pero el hecho de que los griegos hayan usado el término alma de un modo no
bíblico no quiere decir necesariamente que todo uso de la palabra alma como
modo de indicar la existencia continua del hombre después de la muerte sea
equivocado. El Nuevo Testamento mismo a veces utiliza el vocablo griego que
significa alma, psyche, de este modo. Arndt y Gingrich, en su Greek-English
Lexicon of the New Testament, sugieren que psyche en el Nuevo Testamento
puede tener los siguientes significados: vida, alma como centro de la vida
interna del hombre, alma como centro de la vida que trasciende la tierra,
aquello que posee vida, una criatura viviente y alma como aquello que deja el
ámbito de la tierra al morir y vive en el Hades.
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"cuerpo y alma" (Mt. 10:28) o "cuerpo y espíritu" (1 Co. 7:34; Stg. 2:26) deben
estar juntos.25 Sólo en este tipo de unidad psicosomática es el hombre un
ente completo. Pero la muerte trae una separación temporal entre el cuerpo y
el alma. Visto que el Nuevo Testamento habla a veces que las "almas" o los
"espíritus" de los hombres todavía existen durante el tiempo entre la muerte y
la resurrección, nosotros también podemos hacerla, en tanto recordemos que
este estado de existencia es provisional, temporal e incompleto. Y dado que el
hombre no es totalmente hombre aparte de su cuerpo, la esperanza
escatológica central de las Escrituras respecto al mismo no es la mera
existencia continuada del "alma" (como en el pensamiento griego) sino la
resurrección del cuerpo.
Si bien Louis Berkhof acepta que esta palabra no significa siempre lo mismo,
él sugiere un triple significado para la palabra Seol: estado de muerte, tumba,
o infierno. Que Seol pueda significar estado de muerte o tumba ha quedado
bien establecido; pero que pueda significar infierno es dudoso.
(1) Generalmente Seol significa reino de los muertos, concepto que debe ser
comprendido figurativamente como modo de designar el estado de muerte.
Seol se usa con frecuencia simplemente para indicar el acto de morir:
"Descenderé enlutado a mi hijo hasta el Seol" Gn. 37:35); "Si le aconteciere
algún desastre. . . haréis descender mis canas con dolor al Seol" (Gn. 42:38).
En 1 Samuel 2:6, en realidad, el hacer descender al Seol es una expresión
paralela a llevar a alguien al estado de muerte: "Jehová mata, y él da vida; él
hace descender al Seol, y hace subir”.
Las diversas imágenes que se le aplican al Seol pueden ser entendidas todas
como modo de referirse al reino de la muerte: se dice que el Seol es un lugar
profundo (Job 17:16), que es un lugar de tinieblas (Job 17:13), y que es un
monstruo con un apetito insaciable (Pr. 27:20; 30:15-16; Is. 5:14; Hab. 2:5).
Cuando pensamos en el Seol de este modo El estado intermedio debemos
recordar que tanto los buenos como los malos descienden al Seol al morir,
dado que ambos entran en el reino de los muertos.
(2) Seol puede ser traducido a veces por la palabra tumba. Un caso claro de
esto se encuentra en Salmo 141:7 "Como quien hiende y rompe la tierra, son
esparcidos nuestros huesos a la boca del Seol". Sin embargo, no parece que
este sea un significado común de la palabra, especialmente debido al hecho
de que hay una palabra hebrea que significa tumba, qebher. Muchos pasajes
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en los cuales Seol podría ser traducido por la palabra tumba también dan
buen sentido si uno traduce Seol por la expresión reino de los muertos.
Tanto Louis Berkhof como William Shedd sugieren que a veces Seol puede
significar infierno o lugar de castigo para los incrédulos.28 Pero los pasajes
que se presentan como base para esta interpretación no son convincentes. Un
texto citado en relación con esto es el Salmo 9:17: "Los malos serán
trasladados al Seol, todas las gentes que se olvidan de Dios". Pero no hay
indicación en el texto de que se esté hablando de castigo. Y es difícil creer
que el salmista aquí esté profetizando el eterno castigo de cada miembro
individual de estas naciones paganas (goyim). El pasaje, sin embargo, rinde
un excelente sentido si uno traduce Seol del modo habitual, o sea haciendo
referencia al reino de la muerte. El salmista entonces está diciendo que las
naciones paganas, si bien ahora se jactan de su poder, serán eliminadas por
la muerte.
Otro pasaje citado por Berkhof es Salmo 55:15: "Que la muerte les sorprende;
desciendan vivos al Seo1." A la luz del principio del paralelismo que es
generalmente característico de la poseía hebrea, parecería que la segunda
línea está solamente repitiendo el pensamiento de la primera línea: la muerte
(o la desolación, una lectura marginal) vendrá sobre estos mis enemigos". Al
descender al Seol vivos significaría entonces una muerte súbita, pero no
necesariamente un castigo eterno.
Otro texto citado por Berkhof en relación con este punto es Proverbios 15:24:
"El camino de la vida es hacia arriba al entendido, para apartarse del Seol
abajo". Pero también aquí el contraste obvio es entre la vida y la muerte, esta
última representada por la palabra Seo1.
Por ejemplo, en el Salmo 49:12 notamos que los malvados son como "rebaños
que son conducidos al Seol, la muerte los pastoreará". Estas palabras
sugieren la idea de que la muerte los poseerá y nunca los soltará. Los buenos,
sin embargo, serán redimidos del poder de la muerte: "Pero Dios redimirá mi
vida del poder (literalmente: de la mano) del Seol, porque él me tomará
consigo" (v. 15). La marcada diferencia entre la suerte de los malvados y la
suerte de los buenos después de la muerte es revelada aquí. Los buenos, se
dice, serán redimidos del poder de la muerte-una afirmación que al menos
surgiere, aunque sin afirmado claramente, la promesa de la resurrección de
los muertos.
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abandonarás) en el reino de los muertos permanentemente, y no permitirás
que yo vea corrupción. El apóstol Pedro cita este pasaje en su predicación de
Pentecostés (Hch. 2:27, 31), y lo aplica a la resurrección de Cristo, afirmando
que por medio de estas palabras David estaba preanunciando aquella
resurrección. La pregunta es, ¿qué significó este pasaje para David cuando lo
escribió? Bien puede haber significado simplemente su confianza en que, a
pesar de que él estaba en peligro mortal en ese momento, Dios no permitiría
que muriese. En Hechos 2:30-31, sin embargo, Pedro dice respecto a David:
"Pero siendo profeta y sabiendo que con juramento Dios le había jurado que
de su descendencia, en cuanto a la carne, levantaría el Cristo para que se
sentase en su trono, viéndolo antes, habló de la resurrección de Cristo, que su
alma no fue dejada en el Hades, [el equivalente neotestamentario del Seol], ni
su carne vio corrupción". Si las palabras del Salmo 16 pudieron en realidad ser
interpretadas como una predicción de la resurrección de Cristo, pueden
también haber significado para David la esperanza de su propia resurrección.
Teniendo en cuenta el uso que Pedro hace del pasaje, ciertamente no
podemos excluir la segunda interpretación.
Los dos pasajes recién citados indican que la esperanza que el pueblo de
Dios tenía de ser librado del Seol ya estaba presente en los tiempos del
Antiguo Testamento. Podemos notar además algunos pasajes del Antiguo
Testamento que indican que la suerte de los buenos después de la muerte es
mejor que la de los malos. La simple afirmación que se hace respecto a Enoc
ya sugiere este pensamiento: "Caminó, pues, Enoc con Dios, y desapareció,
porque le llevó Dios" (Gn. 5:24). Las palabras de Balaam en Números 23:10
también significan que hay una diferencia entre la suerte de los buenos y la de
los malos después de la muerte: "Muera yo la muerte de los rectos, y mi
postrimería sea como la suya".
El Salmo 73:24 dice lo siguiente: "Me has guiado según tu consejo y después
me recibirás con gloria (u honor)". La palabra kabhudh, traducida aquí por el
término gloria u honor, no tiene preposición previa y tal vez puede ser
considerada como un acusativo de modo; es diversamente traducido como "en
gloria", "en la gloria", "destino glorioso", o "con honor". A la luz de todo el
salmo, que contrasta la suerte de los malvados con la de los buenos,
podemos decir que la fe de Asaf aquí ve más allá de la muerte. Asaf confía en
que, si bien los malvados ahora parecen prosperar, ellos eventualmente
perecerán (vv. 19, 27), pero que él, aunque ahora sufre muchas pruebas (v.
14), será recibido en gloria después de esta vida. Que esta es una
interpretación permitida del pasaje lo evidencia el versículo 26: "Mi carne y mi
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corazón desfallecen, mas la roca de mi corazón y mi porción es Dios para
siempre".
Hades es usado varias veces en el libro del Apocalipsis; aquí también significa
reino de los muertos. En 1:18 Hades es representado como una prisión con
puertas: "Tengo [dice Cristo] las llaves de la muerte y del Hades". En 6:8
Hades es nuevamente representado en relación estrecha con la muerte: "Miré,
y he aquí un caballo amarillo, y el que lo montaba tenía por nombre Muerte, y
el Hades le seguía". En 20:13 Hades es representado como un reino que
entrega sus muertos: "Y el mar entregó los muertos que había en ellos; y
fueron juzgados cada uno según sus obras". Este último pasaje lleva a
Joachim Jeremias, en su artículo sobre Hades en el Theologisches Wortebuch
zum Neuen Testament a decir que Hades en el Nuevo Testamento debe tener
referencia al estado intermedio, dado que se dice que entrega a sus muertos
en el tiempo de la resurrección.
Hades también significa reino de los muertos en Mateo 11:23: "Y tú.
Capernaum. ¿Acaso serás exaltada hasta los cielos? Descenderás hasta el
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Hades" (BAm). Estas palabras son un eco de Isaías 14:13 y 15, donde la
palabra profética le llega al rey de Babilonia: "Tú que decías en tu corazón,
'subiré al cielo’. . . Mas tú derribado eres hasta el Seol". Los versículos
precedentes describen vívidamente la entrada del rey al reino de los muertos.
De modo similar, Jesús le dice aquí a Capernaum que, si bien en su orgullo
ella ahora se exalta hasta los cielos, descenderá al reino de los muertos (el
lugar de la humillación y del abandono) porque rehusó arrepentirse ante las
palabras de Jesús. Que este descenso al Hades incluye un juicio posterior
queda en claro del versículo 24: "Por tanto os digo que en el día del juicio será
más tolerable el castigo para la tierra de Sodoma, que para ti".
Otro pasaje en el cual Hades designa al reino de los muertos es Mateo 16:18,
que trae las palabras de Jesús a Pedro después que este hiciera su gran
confesión: "Sobre esta roca edificaré mi iglesia: y las puertas del Hades no
prevalecerán contra ella". La expresión "las puertas del Hades" es el
equivalente griego de la frase hebrea "las puertas del Seol". Esta última
expresión aparece en Isaías 38:10, donde Ezequías, esperando morir pronto,
aparece diciendo: "A la mitad de mis días iré a las puertas del Seol; privado
soy del resto de mis años". Una frase similar, "las puertas de la muerte",
aparece en Job 38:17 y en Salmo 107:18. Estas expresiones representan al
reino de los muertos como una prisión bien fortificada con fuertes portones,
dentro de la cual están confinados los muertos. En Mateo 16:18 Cristo
promete que su iglesia nunca será avasallada o conquistada por la muerte,
dado que él mismo es el conquistador de la muerte. La muerte nunca puede
destruir a la iglesia de Cristo. Aunque los miembros de la iglesia deben morir
de uno en uno, la iglesia continuará existiendo por toda la eternidad.
Hay un pasaje del Nuevo Testamento, sin embargo, en que la palabra Hades
es usada, no sólo como una designación del reino de los muertos, sino como
una descripción del lugar de tormento en el estado intermedio: la parábola del
rico y Lázaro en Lucas 16:19-31. No se dice que Lázaro entró al Hades
cuando murió, sino que fue "llevado por los ángeles al seno de Abraham" (v.
22). Sin embargo, se dice del rico después de su muerte, que: "en el Hades
alzó sus ojos, estando en tormento. . . “Aquí el Hades representa el lugar del
tormento y sufrimiento después de la muerte, en tanto que "el seno de
Abraham" es un lugar o condición de existencia feliz (véase también v. 25).
Como se indicó previamente, este cambio en el significado de Hades es
paralelo al cambio similar obrado en los escritos judíos de ese período.
Uno podría objetar que esta es una parábola y que uno no va a las parábolas
para obtener enseñanza doctrinal directa respecto a las condiciones después
de la muerte. Aunque esto es cierto, hay que reconocer que la parábola no
tendría sentido si en realidad no hubiera diferencia entre la suerte de los
buenos y la de los malos después de la muerte. El eje de la parábola gira
sobre la miseria futura del rico y la consolación futura de Lázaro.
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sobre la tierra-esta situación sería imposible si la resurrección ya hubiese
ocurrido (véase también v. 31). Llegamos entonces a la conclusión que tanto
los sufrimientos asociados con el Hades como las bendiciones asociadas con
el seno de Abraham, según se las describe en esta parábola, ocurren en el
estado intermedio.
Para resumir, ¿qué podemos aprender del estado intermedio en el uso bíblico
de los conceptos del Seol y del Hades? Podemos notar los siguientes puntos:
(1) Las personas no dejan de existir totalmente después de la muerte, sino
que van a "un reino de los muertos". (2) En este reino de los muertos los
malos permanecerán con la muerte como su pastor. El Nuevo Testamento
añade el detalle que después de la muerte los malos sufrirán tormento, ya
antes de la resurrección del cuerpo (Lc. 16:19-31). (3) El pueblo de Dios, sin
embargo, sabiendo que Cristo no fue abandonado en el reino de los muertos,
tiene la firme esperanza de que él también será liberado del poder de Seol. El
Nuevo Testamento nuevamente lleva esta esperanza un paso más adelante
cuando sugiere que después de la muerte los buenos son consolados (Lc.
16:25). En cada caso notamos que el Nuevo Testamento complementa y
amplía las enseñanzas del Antiguo Testamento.
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Y ahora pasamos a preguntar, ¿qué enseña el Nuevo Testamento respecto a
la condición de los creyentes muertos (o, para usar la expresión bíblica, los
"muertos en Cristo") entre la muerte y la resurrección? Hay tres pasajes
importantes que se presentan para nuestra consideración aquí.
La palabra paraíso es usada solamente aquí y en otros dos pasajes del Nuevo
Testamento: 2 Corintios 12:4 y Apocalipsis 2:7. En el pasaje de 2 Corintios,
Pablo nos dice que fue llevado al paraíso en una visión; la expresión paraíso
es paralela al tercer cielo del versículo 2. Aquí, por lo tanto, paraíso significa el
cielo, el reino de los muertos bienaventurados y la morada especial de Dios.38
En Apocalipsis 2:7 leemos respecto al árbol de la vida que está en el paraíso
de Dios-aquí también el paraíso se refiere al cielo, aunque más al estado final
que al estado intermedio. Llegamos entonces a la conclusión que Jesús
prometió al malhechor arrepentido que estaría con Cristo en la
bienaventuranza celestial ese mismo día. Esta promesa, huelga decir, no
excluía que Jesús recordara al malhechor en el momento de su segunda
venida, cuando viniera cierta y definitivamente en su reino, pero afirmaba que
ya en ese día, inmediatamente después de su muerte, el malhechor
arrepentido compartiría el gozo celestial con Cristo.
Estas palabras de Jesús nos dan un vistazo breve pero memorable del estado
del pueblo de Dios después de la muerte. Ciertamente el "sueño del alma"
queda aquí excluido porque, ¿cuál sería el sentido de decir estas palabras si
el malhechor después de su muerte estuviera totalmente inconsciente de estar
con Cristo en el paraíso?
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morir es ganancia. ¿Por qué llama Pablo aquí a la muerte ganancia? Uno
podría decir que él está pensando solamente en el día de la resurrección, sin
decir nada respecto al estado intermedio. Sin embargo, el versículo 23 echa
más luz sobre el asunto. Allí él dice:
Pablo no nos dice aquí exactamente cómo estará él con Cristo. Si estuviese
refiriéndose solamente a la resurrección del último día, él podría haberlo
dejado en claro--véase su alusión nada ambigua a la resurrección del cuerpo
en 3:20-21. Aquí, sin embargo, él simplemente está pensando en el momento
de su muerte. En el momento en que muera, dice Pablo, estaré con Cristo.
Esta condición, añade, será "muchísimo mejor" que la presente, rechazando
claramente el pensamiento que después de la muerte él entrará en un estado
de sueño del alma o de inexistencia. Porque, ¿cómo podría el sueño del alma
o la inexistencia ser "muchísimo mejor" que el estado presente, en el cual él
tiene una comunión consciente, aunque sea imperfecta, con Cristo?
Nuevamente cae algo de luz sobre el estado intermedio--no mucha luz, pero lo
suficiente para darnos consuelo. En realidad se podría decir que hay un
sorprendente paralelo entre lo que Pablo dice aquí y lo que Jesús le dijo al
malhechor arrepentido: " 'Con Cristo'-esto es todo lo que Pablo sabe respecto
al estado intermedio. Y esto no va más allá de lo que Jesús le dijo al
malhechor que estaba muriendo (Lc. 23:43)".43
85
Cristo durante el estado intermedio.
Esto nos deja con una elección entre (2) el cuerpo de la resurrección y (3) la
gloriosa existencia de los creyentes después de la muerte en el estado
intermedio. No cabe duda que es sumamente difícil hacer una elección entre
estos dos. Hay elementos en este versículo y en este capítulo que sin duda
sugieren la idea del cuerpo de la resurrección: por ejemplo, la idea de ser
revestido con nuestra habitación celestial (v. 2), y la afirmación que cuando
estemos vestidos, lo que es mortal será absorbido por la vida-una afirmación
que nos recuerda las imágenes sugeridas en 1 Corintios 15:54: "Porque es
necesario que esto corruptible se vista de incorrupción y esto mortal se vista
de inmortalidad". Por otra parte, hay elementos en el capítulo que parecen
apuntar al estado intermedio: por ejemplo, se dice que la casa no hecha de
manos está en los cielos. No hemos de pensar que nuestros cuerpos de
resurrección nos están reservados en algún rincón del cielo, ¿verdad? Otra
dificultad con la segunda interpretación es el tiempo presente del verbo
"tenemos" (echomen) del versículo 1. Si Pablo hubiese estado pensando en el
cuerpo de resurrección, ¿por qué no dijo, "tendremos"?
86
del cuerpo de la Parusía, todo este modo de ser, desde el momento de la
muerte hasta la resurrección y luego por toda la eternidad, será glorioso,
mucho preferible que nuestra presente existencia.
87
no desnudos", nos lleva a preguntar qué habrá querido decir Pablo aquí al
hablar de la desnudez.
Esto nos lleva a los versículos 6 al 8: "Así que vivimos confiados siempre, y
sabiendo que en tanto que estamos en el cuerpo, estamos ausentes del Señor
(7) (porque por fe andamos, no por vista); (8) pero confiamos, y más
quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor". ¿Por qué dice
Pablo que mientras estamos presentes en el cuerpo estamos ausentes del
Señor? Porque en la vida presente "por fe andamos, no por vista"; es decir,
nuestra presente comunión con el Señor, si bien es buena, todavía deja
mucho que desear. Por eso Pablo procede a decir, "más quisiéramos estar
ausentes del cuerpo, y presentes al Señor". Aquí él no está hablando de la
resurrección sino de lo que sucede inmediatamente después de la muerte.
Esto es claro en primer lugar, de las palabras "ausentes del cuerpo" (ek tou
somatos); si él hubiese tenido la intención de hablar respecto a nuestra
existencia en el cuerpo de la resurrección debería haber dicho, "ausentes de
este cuerpo".49 Esto es evidente, además, por los tiempos de los verbos que
emplea. Encontramos dos aoristos en el versículo 8: El aoristo (estar ausente
de la casa) y endemaseai (estar en casa). El aoristo en el griego sugiere una
acción momentánea, como una foto instantánea. Mientras que los tiempos
presentes de los mismos verbos del versículo 6 describen un continuo "estar-
en-casa" en el cuerpo, y una continuada ausencia-de-casa respecto al Señor,
los infinitivos aoristos del versículo 8 indican un suceso momentáneo y
definitivo. ¿Qué será esto? Existe una sola respuesta: la muerte, que es la
transición inmediata del estar presente en el cuerpo al estar ausente del
cuerpo. En el mismo momento en que esto suceda, dice Pablo, comenzaré a
estar presente con el Señor. La palabra pros (en la frase pros ton kyrion, "con
el Señor") sugiere una comunión muy estrecha con el Señor, dando a
entender que la comunión con Cristo que será experimentada después de la
muerte será más rica que la que se experimentaba aquí en la tierra. En el
momento de la muerte, en otras palabras, Pablo espera estar presente con el
88
Señor.
Esta enseñanza debe traernos gran consuelo. Según las imágenes dadas en
2 Corintios 5:6-8, nuestra vida presente es en realidad un estar ausente del
Señor, un tipo de peregrinación. La muerte para el cristiano es, sin embargo,
un regreso al hogar. Es el fin de la peregrinación; es el regreso de su
verdadero hogar.
Cristo dentro del lapso de vida de aquellos que lo escuchaban. Aclarado esto,
procedemos ahora a considerar otro grupo de pasajes en los Evangelios
sinópticos que enseñan que la Parusía puede todavía estar muy distante en el
tiempo. Han quedado registradas en el Nuevo Testamento ciertas
afirmaciones específicas de Jesús que indican que ciertas cosas deben
todavía suceder antes de que él regrese. En Mateo 24:14, por ejemplo, Jesús
dice: "Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para
testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin". Las palabras "y
entonces" (en griego, kai tote) significan que un período de tiempo debe pasar
antes de la Parusía posiblemente un período de tiempo muy largo. El mismo
sentido tienen las palabras que Jesús habló en la casa de Simón el leproso
después de haber sido ungido por una mujer cuyo nombre no se menciona:
"Siempre tendréis a los pobres con vosotros, y cuando queráis les podréis
hacer bien; pero a mí no me tendréis. De cierto os digo que dondequiera que
se predique este evangelio, en todo el mundo, también se contará lo que ésta
ha hecho para memoria de ella" (Mr. 14:7, 9). Estas palabras nos dicen que
habrá un período de tiempo en que Jesús estará ausente de sus discípulos
durante el cual el evangelio será predicado por todo el mundo. Otro dicho que
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enseña una venida "retrasada"39 es Marcos 13:7 "Mas cuando oigáis de
guerras y de rumores de guerras, no os turbéis, porque es necesario que
suceda así; pero aún no es el fin".
En los sinópticos, sin embargo, hay un tercer grupo de pasajes, los que
enfatizan la incertidumbre de tiempo de la Parusía. Ya hemos tomado nota de
Marcos 13:32 (y Mt. 24:36): "Pero de aquel día y de la hora nadie sabe, ni aun
los ángeles que están en el cielo, ni el Hijo, sino el Padre". Jesús concluye la
parábola de las diez vírgenes, a la cual recién hemos hecho referencia, con
estas palabras: "Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora" (Mt. 25:13).
Un pasaje de Marcos subraya la incertidumbre de la hora: "Mirad, velad y
orad; porque no sabéis cuándo será el tiempo. . . Velad, pues, porque no
sabéis cuándo vendrá el señor de la casa; si al amanecer, o a la medianoche,
o al canto del gallo, o a la mañana; para que cuando venga de repente, no os
halle durmiendo. Y lo que a vosotros digo, a todos lo digo: velad" (Mr. 13:33-
37). En otra ocasión Jesús utilizó la figura de los siervos que esperan el
regreso de su señor: "Estén ceñidos vuestros lomos, y vuestras lámparas
encendidas; y vosotros sed semejantes a hombres que aguardan a que su
90
señor regrese de las bodas, para que cuando llegue y llame, le abran
enseguida" (Le. 12:35-36). Un poco más adelante, en el mismo discurso,
Jesús utiliza la figura de la venida de un ladrón: "Pero sabed esto, que si
supiese el padre de familia a qué hora el ladrón habría de venir, velaría
ciertamente y no dejaría minar su casa. Vosotros, pues, también, estad
preparados, porque a la hora que no penséis, el Hijo del Hombre vendrá" (Le.
12:39-40; Cf. Mt. 24:43-44).
La figura del ladrón que Jesús utiliza también subraya el énfasis recién
notado. Parecería totalmente incongruente comparar el regreso de Jesús con
la venida de un ladrón. Pero el punto de la comparación es precisamente lo
inesperado de la llegada del ladrón. Uno nunca sabe cuándo el ladrón puede
entrar en su casa; por lo tanto uno debe tomar ciertas precauciones. De modo
similar, dado que no se sabe cuándo regresará, se debe vivir siempre listo
para dicho regreso.
91
sido demostrado, Jesús no hizo tal cosa.
Lo que Jesús hizo, no obstante, fue enseñar que durante la vida de sus
oyentes él vendría en su gloria real (Mí. 16:28); estas palabras se referían a su
resurrección que sería un preludio y una garantía de su Parusía. Jesús por lo
tanto enseñó la certeza de su Parusía, pero sin damos la fecha exacta.
Algunos de sus dichos dan lugar a que pase una considerable cantidad de
tiempo antes de su regreso. Pero dado que la fecha exacta de la Parusía es
desconocida, se requiere una vigilancia constante. Esta vigilancia no significa
una espera inactiva, sino que requiere el uso diligente de nuestros dones en el
servicio del reino de Cristo.
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los creyentes participan en la muerte y en la resurrección de Cristo de un
modo místico, y por lo tanto, se puede decir de ellos que están en Cristo.44 Ya
en 1930 Geerhardus Vos tomó nota de los puntos de vista de los peritos de su
tiempo que pensaban que Pablo había cambiado de una temprana expectativa
de estar todavía vivo en la Parusía a una reconsideración de sus conceptos
respecto a la resurrección ocasionada por una convicción más tardía de que
moriría antes de la Parusía.;5 En un libro originalmente publicado en 1946,
Oscar Cullmann enseñó que, en tanto que en 1 Tesalonicenses 4:15 Pablo
había dicho que él todavía estaría vivo cuando regresase el Señor, en las
epístolas posteriores (2 Co. 5:1ss y Fil. 1:23) él afirmaba que la Parusía
ocurriría sólo después de su muerte.46
93
supuestamente presenta su posición posterior) de haber cambiado de opinión
desde que escribió 1 Corintios (la que supuestamente representa su posición
anterior).
94
Al resumir ahora lo que aprendemos de Pablo respecto a la Parusía, debe
quedar en claro que no debemos acusarlo de haber cometido un error de
juicio respecto a la hora del regreso de Cristo. Como Jesús, Pablo enseñó
que, si bien la hora de la Segunda Venida no es segura, la certeza de dicha
venida es segura. El creyente debe vivir en una expectativa constante y alegre
del regreso de Cristo; si bien él no sabe la hora exacta del mismo, siempre
deberá estar listo para tal regreso.
Es muy significativo, sin embargo, que aunque los escritores del Nuevo
Testamento no tratan de fijar la fecha exacta de la Parusía, ellos
frecuentemente hablan de su cercanía. Pablo lo hizo a menudo. Ya hemos
notado 1 Corintios 7:29 que habla de la brevedad del tiempo; Romanos 13:11
que dice que el día está cerca; y Filipenses 4:5 en donde Pablo afirma que el
Señor está cerca. Podríamos notar, además, Romanos 16:20 en que Pablo
dice que Dios pronto aplastará a Satanás bajo los pies de su pueblo. De modo
similar, el escritor de los Hebreos escribe lo siguiente: "Porque aún un poquito,
y el que ha de venir vendrá, y no tardará" (10:37). Santiago nos dice no
solamente que la venida del Señor está cerca (5:8) sino también que el Juez
ya "está delante de la puerta" (5:9). Pedro dice que el fin de todas las cosas
está cerca (1 P. 4:7). Y el libro de Apocalipsis comienza afirmando que su
propósito es: "manifestar a sus siervos de Dios las cosas que deben suceder
pronto" (1:1); y termina con la afirmación: "El que da testimonio de estas cosas
dice: Ciertamente vengo en breve" (22:20).
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para el Señor un día es como mil años, y mil años como un día. El Señor no
retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es
paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que
todos procedan al arrepentimiento" (vv.8-9). La intención de la respuesta de
Pedro es la siguiente: Dios no está deteniendo el regreso de Cristo, como si
se hubiese olvidado de su promesa, sino que está esperando con el propósito
de poder revelar mejor su amor, su compasión, y su paciencia para con los
pecadores. La palabra griega aquí empleada makrothymei, significa tener
paciencia o ser sufrido. ¡Al posponer el regreso de Cristo Dios está creando
lugar para el arrepentimiento y la conversión, ya que no desea que nadie
perezca! En lugar de hablar del "retraso" de la Parusía, por lo tanto, debemos
dar gracias a Dios por esta manifestación de su amor, y ser tanto más
diligentes en llevar el evangelio a aquellos que todavía no lo hayan oído.
Lo más común es el énfasis en que nuestra expectativa del regreso del Señor
debe servimos como incentivo para una vida consagrada. Así Pablo nos dice
en Romanos 13 que la cercanía de aquel regreso debe motivamos a desechar
las obras de las tinieblas y a vestimos las armas de la luz, a no hacer provisión
para la carne sino a conducimos de un modo correcto como los que andan de
día (vv. 12-14). En Tito 2:11-13 Pablo subraya el hecho de que nuestra vida
entre las dos venidas de Cristo significa que debemos renunciar las pasiones
mundanas y vivir vidas sobrias, rectas y santas en este mundo presente.
Pedro, en su primera epístola, nos dice que el colocar totalmente nuestras
esperanzas en la gracia que nos llega en la revelación de Cristo significa para
nosotros una búsqueda diligente del auto dominio, la obediencia, y la santidad
(1 P. 1:13-15). Y en su segunda carta él lo formula de esta manera: "Puesto
que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar
en santa y piadosa manera de vivir, esperando y apresurándoos para la
venida del día de Dios. . . !" (2 P. 11, 12). El apóstol Juan, en su primera
epístola, después de decimos que cuando Cristo aparezca en su gloria
nosotros seremos como él, nos dice: "Y todo aquel que tiene esta esperanza
en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro" (1 Jn. 3:3).
96
movilizarnos para ser fieles al encargo que Dios nos ha dado, como lo hizo
Timoteo (1 Ti. 6:14). Si seguimos permaneciendo en Cristo, estaremos
confiados y no seremos avergonzados ante él cuando aparezca (1 Jn. 2:28).
El darse cuenta de que cuando el Señor venga él revelará los propósitos de
nuestros corazones significa que no debemos hacer juicios prematuros
respecto a otros (1 Co. 4:5). El ser fieles y sabios administradores de lo que
Dios haya puesto a nuestro cuidado es otro modo de mostrar que estamos
listos para el regreso del Señor (Lc. 12:41-48). La intención de las parábolas
de los talentos y de las minas es que estar listo para el regreso de Cristo
significa trabajar diligentemente para él con los dones y capacidades que él
nos ha dado (Mt. 25:14-30; Lc. 19:11-27). Ya la luz de la descripción del juicio
final que se encuentra en Mateo 25:31-46, la mejor manera de estar
preparado para la segunda venida es ir mostrando un continuo amor a
aquellos que son hermanos de Cristo.
Nuestra expectativa del regreso del Señor, por lo tanto, debe ser un incentivo
constante a vivir por Cristo y por su reino y a buscar las cosas que son de
arriba, no las cosas que son de la tierra. Pero la mejor manera de buscar las
cosas de arriba es estar ocupados a favor del Señor aquí y ahora.
97
que después de haber dejado la tierra, él volvería nuevamente y los tomaría
consigo Un. 14:3).
Una nota similar resuena en el libro de Hechos. A los discípulos que miraban
cómo Jesús ascendía al cielo, los ángeles les dijeron: "Este mismo Jesús, que
ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo"
(Hch. 1:11). Y se relata que Pablo les dijo a los atenienses que Dios juzgaría
algún día al mundo por aquel varón a quien él había levantado de entre los
muertos, el Señor Jesucristo (Hch. 17:31).
"El Señor está cerca" (Fil. 4:5). Pablo exhorta a los corintios a ser cautos en
sus juicios, dado que el Señor vuelve: "Así que, no juzguéis nada antes de
tiempo, hasta que venga el Señor, el cual aclarará también lo oculto de las
tinieblas" (1 Co. 4:5). En Tito 2:13 él describe a los cristianos como aquellos
que están "aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación
gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo". Y en Romanos 8:19, él
nos dice que "el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación
de los hijos de Dios".
98
que dice: "Mi Señor tarda en venir" (Lc. 12:45). Puede haber varias razones
para la pérdida de este sentido de la expectativa.
Puede ser que la iglesia de hoy en día esté tan atrapada por las
preocupaciones materiales y seculares que el interés en la Segunda Venida
ya va reduciéndose al segundo plano. Puede ser que muchos cristianos ya no
creen en un regreso literal de Cristo. Puede ser que muchos que sí creen en
un regreso literal de Cristo han proyectado dicho evento tan hacia el futuro
distante que ya no vive en la anticipación de dicho regreso. Sean cuales
fueren las razones, la pérdida de una anticipación vital y viva de la Segunda
Venida de Cristo es señal de una enfermedad espiritual muy seria en la
iglesia. Si bien puede haber diferencias entre nosotros respecto a varios
aspectos de la escatología, todo cristiano debería esperar con ansias el
regreso de Cristo y debería vivir a la luz de esa expectativa cada día de
nuevo.
Damos entonces por sentado que la iglesia debe vivir a la luz de esta
expectativa, pero ni bien comenzamos a preguntar respecto al tiempo de la
Parusía o de la Segunda Venida de Cristo, nos enfrentamos con un problema.
Este es el problema del llamado "retraso de la Parusía". Según aquellos
estudiosos del Nuevo Testamento que hablan de tal retraso, Jesús, Pablo y
toda la iglesia primitiva esperaban el regreso de Jesús muy pronto. Sin
embargo, dicen estos peritos, parece obvio que Cristo y Pablo estaban
equivocados, ya que él no vino pronto-en realidad, no ha regresado aún. Este,
entonces, es nuestro problema: ¿Por qué predijo Cristo su pronto regreso, y
por qué es que él no ha regresado todavía?
99
concepto, tornado de la apocalíptica judía, no es parte integral de la fe
cristiana y por lo tanto, debería ser abandonada.
Examinemos cada uno de estos grupos de pasajes. Los tres textos que se
dice que enseñan un regreso de Cristo en el lapso de la generación de los que
entonces vivían (los "pasajes de inminencia") son los siguientes: Marcos 9:1 (y
sus paralelos, Mateo 16:28; Lucas 9:27), Marcos 13:30 (y sus paralelos,
Mateo 24:34; Lucas 21:32) y Mateo 10:23. Estos son textos difíciles y hemos
de considerarlos cuidadosamente. Pero antes de hacerla, debemos notar que
100
en medio de lo que se ha dado en llamar su "discurso apocalíptico", Jesús
dice claramente, "Pero de aquel día y de la hora [del tiempo de la Parusía]
nadie sabe, ni aun los ángeles que están en los cielos, ni el Hijo, sino el
Padre" (Mr. 13:32; cf. Mt. 24:36). Si estas palabras tienen algún significado,
entonces significan que Cristo mismo no conocía el día ni la hora de su
regreso. Puede ser que no estemos seguros respecto a cómo esta afirmación
puede ser reconciliada con la deidad de Cristo o con la omnisciencia del Hijo,
pero no puede haber dudas respecto a lo que Cristo está aquí diciendo. Si
Cristo mismo, entonces, según su propia admisión, no sabía la hora de su
regreso, ninguna otra afirmación suya puede ser interpretada de tal modo que
indique el tiempo exacto de su regreso. Y esto incluye aquellos pasajes
difíciles a los que recién hemos hecho referencia. La insistencia en que estos
pasajes demandan una Parusía dentro del marco de la generación de aquellos
que eran contemporáneos de Jesús está claramente en discordancia con la
negación que Jesús mismo hace de su conocimiento del tiempo de su
regreso.
En Marcos 9:1 leemos lo siguiente: "[Jesús] les dijo: De cierto os digo que hay
algunos de los que están aquí, que no gustarán de la muerte hasta que hayan
visto el reino de Dios venido en poder". El pasaje paralelo en Lucas concluye
con las siguientes palabras: "Hasta que vean el reino de Dios" (Le. 9:27), en
tanto que el pasaje paralelo en Mateo termina de la siguiente manera: "hasta
que hayan visto al Hijo del Hombre viniendo en su reino" (Mt. 16:28).
101
indica que hay dos líneas en las predicciones propias de Jesús respecto a su
futuro: una que apunta a su futura muerte y resurrección y la otra que apunta a
su regreso final en gloria, y que estas dos líneas no deben ser separadas sino
mantenidas en unión, 13 Con respecto a Marcos 9:1 y los paralelos sinópticos,
él hace los siguientes comentarios:
(2) Sin embargo, también es igualmente insostenible decir que estas palabras
no apuntan a nada más que a la Parusía. Entre el tiempo en que Jesús dijo
estas palabras y la Parusía vendría el gran acontecimiento de la resurrección.
En esa resurrección también, el Hijo del Hombre vendría en su dignidad real
(d. Mi. 28:18).
(4) Las palabras de Cristo, por lo tanto, con típica abreviación profética,
enlazan su resurrección con su Parusía. El vaticina que muchos de los que
están vivos en el momento en que él dice estas palabras serán testigos de su
resurrección, que es en un sentido una venida de reino de Dios con poder.
102
cosas" mencionado por Jesús incluye la Parusía, y ambos hablan por
consiguiente de un cierto "error de perspectiva" de parte de Jesús.15 Este
modo de entender las palabras de Jesús presupone que él estaba fijando una
fecha para su regreso, y visto que en Marcos 13:32 (y en Mí. 24:36) Jesús
claramente afirma no saber el día ni la hora de su regreso, esta interpretación
debe ser rechazada. Otros que sostienen que "esta generación" significa la
generación contemporánea de Jesús ven en "todas estas cosas" una
referencia a la destrucción de Jerusalén ya los sufrimientos que acompañarán
dicha destrucción, pero reconocen que la destrucción de Jerusalén es un tipo
del fin del mundo. Aún otros que comparten el mismo punto de vista respecto
al significado de "esta generación" sostienen que "todas estas cosas" se
refiere a las señales del fin descritas en Marcos 13:5-23 con exclusión de la
Parusía misma; el énfasis entonces recae en que la gente que vivía durante el
tiempo en que Jesús hablaba verían todas estas señales precursoras de su
venida, sin ver la venida misma.
103
adelante en el discurso (v. 30) Jesús dice: "Os digo de veras que no pasará
esta generación antes de que todas estas cosas hayan sucedido", una
comprensión de estas palabras que excluya algunos de estos puntos recién
mencionados parece forzada.
Como puede esperarse, hay una gran diferencia de opinión en lo que respecta
al significado de este pasaje. La interpretación de Alberto Schweitzer,
conocida como escatología consistente, debe ser rechazada puesto que está
relacionada con un punto de vista de Jesús que lo deja como un hombre
engañado y desilusionado. Otros expertos entienden las palabras: "no
acabaréis de recorrer todas las ciudades de Israel" como una indicación de la
misión de predicación de los doce discípulos a las ciudades de Israel (que
duró mucho más tiempo que el de la gira de predicación narrada en Mateo
104
10), y las palabras "antes que venga el Hijo del Hombre" como una referencia
a la Parusía. Dado que la Parusía no ocurrió cuando Jesús dijo que sucedería,
estos expertos no vacilan en hablar de un error, ya sea de parte de Mate025 o
de parte de Cristo mismo. 26 También este punto de vista debe ser
rechazado, ya que sugiere que Jesús estaba fijando una fecha para su
regreso---precisamente lo que él mismo dijo que no podía hacer (Mt. 24:36).
Otros, sin embargo, si bien están de acuerdo en que "recorrer las ciudades de
Israel" se refiere a la predicación de los discípulos de Jesús a los judíos
durante todo el curso de su apostolado, opinan que "la venida del Hijo del
Hombre" puede ser interpretada de tal manera que apunte, no a la Parusía,
sino a algún suceso en el futuro cercano: ya sea la aparición del Cristo
resucitado a los discípulos con la Gran Comisión, o el progreso del evangelio
que revela el reino de Cristo o la destrucción de Jerusalén.
Hay aún otros que están convencidos que las palabras: "antes que venga el
Hijo del Hombre" no pueden significar nada menos que el regreso de Cristo en
las nubes del cielo. Pero estos difieren de Plummer, Kümmel y Cullmann al no
restringir el significado de "recorrer las ciudades de Israel" a la misión de
predicación de los doce, sino optando por una comprensión menos literal y
más figurativa de estas palabras, o sea como la descripción de algo que
continuará hasta la Parusía. Estos estudiosos, sin embargo, difieren entre sí
respecto a la interpretación precisa de esta expresión. Herman Ridderbos
insiste que "recorrer todas las ciudades de Israel" no se refiere a la misión de
los discípulos sino a su fuga; él por lo tanto entiende que Jesús aquí está
anunciando que, si bien aquellos que proclaman el evangelio continuarán
siendo perseguidos hasta el último, habrá siempre un lugar al cual ellos
puedan huir.30 Grosheide, Schniewind y Ladd, sin embargo, ven en esta
expresión una referencia a la obra misionera. Grosheide ve aquí a los
discípulos como representantes de toda la iglesia; para él el pasaje significa
que la iglesia debe continuar predicando el evangelio hasta que Jesús
regrese-las "ciudades de Israel" significan, para él, lugares en los que vive la
gente que, aunque es nominalmente cristiana, está en realidad alejada de
Dios.31 Schniewind y Ladd entienden "recorrer las ciudades de Israel" como
una descripción de la misión continua de la iglesia a Israel, que seguirá hasta
la Parusía, y que resultará en la salvación de muchos judíos.
105
Si tenemos estas cosas en mente, podemos decir que Mateo 10:23 nos
enseña primero, que la iglesia de Jesucristo no sólo debe continuar teniendo
una preocupación por Israel sino que debe continuar presentándole el
evangelio a Israel hasta que Jesucristo vuelva. En otras palabras, Israel
continuará su existencia hasta el tiempo de la Parusía, 36 y continuará siendo
objeto de evangelismo. Esto significa que en el futuro tanto como en el pasado
una gran cantidad de judíos persistirá en su rechazo del evangelio; para ellos
el regreso de Cristo significará no salvación sino juicio. Visto que la oposición
al evangelio continuará, también puede esperarse que continúe la persecución
de aquellos que traen el evangelio. Pero la conversión de los judíos a la fe
cristiana también continuará hasta la Parusía, ya que Dios continuará
reuniendo a sus escogidos de entre los israelitas. Los tres "pasajes de
inminencia", por lo tanto, de ninguna manera requieren que se los interprete
como una enseñanza del regreso de
Debe notarse, sin embargo, que en el único pasaje en el cual reemplea esta
expresión en la Biblia, los "signos de los tiempos" se refieren primariamente no
a lo que hay todavía en el futuro sino a lo que Dios ha hecho en el pasado y
está revelando en el presente:”... sabéis distinguir el aspecto del cielo, ¡mas
las señales de los tiempos no podéis!" (Mt. 16:3).
Las palabras griegas aquí empleadas son ta semeia ton kairon. Si bien la
palabra semeian puede tener una variedad de significados, aquí
probablemente designa "una significativa señal dada por Dios, que indica lo
que Dios ha hecho o está haciendo o que está a punto de hacer". Kairos, que
comúnmente significa un punto en el tiempo o un período de tiempo, debe
referirse aquí a un período de actividad divina que debería haber llevado a la
gente a quien Jesús hablaba (fariseos y saduceos) a una decisión de fe en él,
pero que obviamente, no lo habían hecho. Los fariseos y los saduceos
acababan de pedirle a Jesús que se autenticara dándoles una señal del cielo.
Jesús les contestó con las palabras del versículo 3, recién citadas. Les
reprendió por no ser capaces de discernir los signos que el Mesías anunciado
por los profetas, estaba de veras en medio de ellos. Jesús ya le había
indicado a Juan el Bautista cuáles eran algunas de estas señales: "Los ciegos
ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos
son resucitados y a los pobres es anunciado el Evangelio" (Mt. 11:5). En base
a estos "signos de los tiempos" los líderes judíos deberían haberse dado
cuenta de que el suceso grande y decisivo de la historia ya había ocurrido con
la venida del Mesías. Su negativa a discernir estos signos era su condenación.
Es cierto, por supuesto, que los "signos de los tiempos" respecto a los que
hablaba Jesús también apuntaban hacia el futuro. Si estos líderes continuaban
106
negándose a reconocer a Jesús como Mesías, a ellos y a sus seguidores les
esperaba el juicio futuro. Admitimos que estos signos apuntaban hacia el
futuro. Pero su referencia primaria no era hacia el futuro sino hacia el pasado
y el presente.
Uno de los problemas que debemos considerar en relación con los signos de
los tiempos, según se los entiende tradicionalmente, es este:
Si estos signos apuntan a ciertos sucesos que todavía deben ocurrir antes que
Jesús regrese, ¿cómo podemos estar siempre listos para dicho regreso? ¿No
lleva consigo una consideración de estos signos el peligro de proyectar hacia
el futuro distante el regreso de Cristo, de manera tal que no necesitamos
preocuparnos de estar siempre listos? ¿No se debe acaso la ausencia de una
viva expectativa de la Parusía entre muchos cristianos a un énfasis excesivo
en la doctrina acerca de los signos de los tiempos?
107
Hace falta aquí una palabra adicional de advertencia. Los signos
espectaculares están específicamente asociados con el reino de Satanás; por
lo tanto podrían llevar a serias equivocaciones. Se dice que la venida del
inicuo sucederá: "con gran poder y señales y prodigios mentirosos" (2 Ts. 2:9).
Y de la bestia que sale de la tierra descrita en Apocalipsis 13 se dice que:
"hace grandes señales, de tal manera que aun hace descender fuego del cielo
a la tierra delante de los hombres. Y engaña a los moradores de la tierra con
las señales que se le ha permitido hacer en presencia de la bestia" (vv. 13-14).
Por lo tanto, en vez de andar buscando signos espectaculares, el pueblo de
Dios debe estar alerta para discernir los signos del regreso de Cristo
primeramente en los procesos no espectaculares de la historia. No se niega
aquí que pueda haber signos catastróficos como terremotos, pero el limitar los
signos a la categoría de lo anormal e insólito es un error.
108
el Bautista, el heraldo de Jesús, que antes lo había presentado como el
Mesías prometido, comenzó más tarde a tener sus dudas. Después de haber
sido encarcelado, envió a sus discípulos a Jesús para preguntarle: "¿Eres tú
aquel que había de venir, o esperaremos a otro?" (Mí. 11:3). ¿Por qué tenía
ahora Juan sus dudas? Porque él se había imaginado al Mesías que había
presentado como alguien que cortaría los árboles que no daban frutos y que
quemaría la paja en fuego que nunca se apaga (Mí. 3:10,12), en tanto que el
Jesús del que él oía no hacía ninguna de estas cosas. Jesús contestó
llamando la atención a sus milagros de sanidad y a su predicación del
evangelio a los pobres (vv. 4, 5), cosas que Isaías había profetizado del
Mesías (Is. 35:5, 6; 61:1). Juan esperaba que Jesús cumpliera en su primera
venida las actividades de juicio que llevaría a cabo en su segunda venida; no
fue hasta recibir la corrección de Cristo que él se dio cuenta de que las
actividades de sanar y predicar del Mesías deberían llevarse a cabo en su
primera venida. En otras palabras, Juan confundió la segunda venida de
Cristo con la primera; aunque él creía que todas las profecías del Antiguo
Testamento respecto al Mesías se cumplirían, no entendía correctamente la
manera en que estas se cumplirían.
Si creyentes como Juan el Bautista pudieron tener problemas con este tipo de
predicciones acerca de la primera venida de Jesús, ¿qué garantía tenemos
ahora de que los creyentes no tendrán dificultades similares con las
predicciones acerca de la segunda venida de Cristo? Nosotros tenemos
confianza en que todas las predicciones respecto al regreso de Cristo y el fin
del mundo se cumplirán, pero no sabemos exactamente cómo serán
cumplidas.
Tanto Ridderbos como Berkouwer son muy críticos de lo que ellos llaman
"escatología periodística"-ese intento de entender las predicciones
escatológicas de la Biblia como si nos dieran un cierto tipo de "noticiero
periodístico" del orden exacto de los sucesos del fin de los tiempos. Según el
primero de los nombrados, querer llegar a un orden tal de los sucesos sobre la
base de los datos bíblicos es un mal uso de la Biblia.1° Según el segundo, la
creencia que la proclamación escatológica del Nuevo Testamento tiene la
intención de dar un relato más o menos exacto de los sucesos futuros está
basada en una seria falta de comprensión del propósito de tal proclamación.
De hecho, los intentos de construir semejantes relatos del futuro llevan a
menudo a no ver lo que quieren decir los escritores bíblicos. Como dice
Berkouwer: "Las construcciones producidas por lo que hemos llamado
escatología periodística pueden parecer proveer una respuesta adecuada a la
teoría del retraso de la Parusía, pero sus efectos negativos pasan muchas
veces desapercibidos. Debido a su preocupación con la guerra, con los
fenómenos caóticos de la historia, entra la incertidumbre y se pierde el
corazón de la verdadera proclamación escatológica".
109
(1) Aunque por lo general pensamos que los signos de los tiempos apuntan
hacia el futuro, estos signos apuntan primeramente hacia todo lo que Dios ha
hecho en el pasado. Este, como hemos visto anteriormente, fue el significado
primario de los signos de los tiempos a los que Jesús se refirió en Mateo 16:3:
"Sabéis distinguir el aspecto del cielo, ¡mas las señales de los tiempos no
podéis!" Los signos de los tiempos revelan que la gran victoria de Cristo ya se
ha logrado, y que por lo tanto el cambio decisivo en la historia ya ha ocurrido.
Revelan que Dios está actuando en el mundo, cumpliendo sus promesas y
llevando a cumplimiento la consumación final de la redención. Revelan el
significado central de la historia: El Señor gobierna y está cumpliendo sus
propósitos.
(2) Los signos de los tiempos apuntan también hacia el fin de la historia, en
particular hacia el regreso de Cristo. Como ya hemos visto, estos signos no
nos dicen la hora exacta en que Cristo regresará ni cuando sucederán
aquellos acontecimientos que acompañan dicho regreso, pero nos aseguran
que estas cosas ciertamente ocurrirán. Jesús más de una vez usó
expresiones tales como "y entonces vendrá el fin", después de haber indicado
cuáles serían algunos de los signos (Mi. 24:14, 29, 30). Pablo les dijo a los
tesalonicenses que: "No vendrá el fin sin que antes venga la apostasía y se
manifiesta el hombre de pecado, el hijo de perdición" (2 Ts. 2:3). Así los
signos de los tiempos también apuntan hacia el futuro. Pero apuntan hacia el
futuro sobre la base de lo que Dios ya ha hecho en el pasado. La predicación
escatológica da testimonio del futuro desde el punto de vista de la salvación
que ya ha venido.
Los signos de los tiempos, por lo tanto, apuntan tanto hacia el pasado como
hacia el futuro. Subrayan la tensión entre el "ya" y el "todavía no" en que vive
la iglesia neotestamentaria: ya nos bañamos en la luz de la victoria de Cristo,
disfrutamos de las primicias del Espíritu, somos nuevas criaturas en Cristo-
pero no somos todavía lo que hemos de ser, y por lo tanto ansiosamente
miramos hacia el futuro esperando el glorioso regreso de nuestro Señor.
(3) Los signos de los tiempos revelan la antítesis continua en la historia entre
el reino de Dios y los poderes del mal. De acuerdo a la parábola de la cizaña
que contó Jesús, el trigo y la cizaña crecen el uno junto al otro hasta la
cosecha en el fin del mundo. Esto significa que podemos esperar que continúe
la lucha entre las fuerzas de Dios y las fuerzas de Satanás a través de la
historia del mundo. Los signos de los tiempos dan un continuo testimonio de
110
esta lucha. Algunos de los signos, en particular el signo de la predicación del
evangelio a las naciones, indican que el poder de Dios está obrando en el
mundo y que su reino está creciendo. Otros signos, sin embargo, tales como
la presencia de fuerzas anticristianas, el crecimiento de la apostasía y de la
desobediencia y los repetidos casos de guerras y rumores de guerras indican
la presencia de los poderes del mal. Así los signos de los tiempos revelan la
presencia continua tanto de la gracia y la paciencia de Dios como de la ira de
Dios. Estos signos nos dicen, en otras palabras, que aquel a quien esperamos
vendrá como Salvador y también como Juez.
(4) Los signos de los tiempos demandan decisión. Jesús reprendió a sus
contemporáneos porque ellos no discernían correctamente los signos de los
tiempos. Por medio de estos signos Dios continúa llamando a los hombres a
creer en su Hijo y ser salvos. Al incrédulo que no presta atención a los signos
de los tiempos, por lo tanto, estos sólo le sirven para aumentar su
condenación. Pero aunque los incrédulos no hacen caso a estos signos, los
creyentes prestan atención a los mismos. Cuando lo hacen, estos signos se
transforman para ellos en anuncios alegres: indicaciones de que el Señor está
en su trono y que su regreso está cercano.18 Por ello, aun cuando ve los
signos desagradables (como ser apostasía, falsos profetas y falsos cristos,
persecución y tribulación), el creyente no se desanima. El sabe que las
fuerzas anticristianas están siempre bajo el control de Dios y nunca pueden
derrotar el propósito final de Dios. El sabe también que aun estos signos
desagradables deben ser esperados y que son indicaciones de que el regreso
de Cristo está en camino.
(5) Los signos de los tiempos demandan una constante vigilancia. Como
hemos visto, tanto Jesús como Pablo indicaron que ciertas cosas debían
suceder antes de la Parusía. Pero ambos enseñan también que la hora exacta
de la Parusía es desconocida. Esto significa, entonces, que es necesaria una
vigilancia continua a la espera de la Parusía. No hay entonces contradicción
entre el observar los signos de los tiempos y el estar constantemente listos; la
naturaleza misma de los signos requiere dicha vigilancia. Como dijo Jesús:
"Velad pues, porque no sabéis a qué hora ha de venir vuestro Señor" (Mí.
24:42).
111
cumpla la Parusía. Los dispensacionalistas pretribulacionales dividen la
Segunda Venida de Cristo en dos fases. En la primera fase, frecuentemente
llamada "el arrebato de sus santos" Cristo saca a su iglesia de la tierra y la
lleva al cielo, para celebrar "las bodas del Cordero". Durante los siete años
siguientes, todas las señales comúnmente aceptadas como signos
culminantes de los tiempos ocurrirán en la tierra: la gran tribulación, la
aparición del anticristo, etc. Después de este período de siete años Cristo
regresa a la tierra para la segunda fase de su Segunda Venida, "la venida con
sus santos". En un capítulo subsiguiente este concepto de la Segunda Venida
de Cristo será examinado más en profundidad y criticado. Por el momento es
suficiente notar que de acuerdo a este punto de vista no hace falta que
ninguno de los sucesos predichos ocurra antes que Cristo venga por sus
santos.
Como mostraremos más adelante, no hay una sólida base bíblica para dividir
la Segunda Venida de Cristo en estas dos fases. Con todo, aunque los signos
de los tiempos están ciertamente presentes a través de la historia de la iglesia
cristiana, parecería que antes que Cristo regrese algunos de ellos asumirán
una forma más intensa de la que han tenido en el pasado. Estos signos se
harán más claros y se moverán hacia una cierta culminación. La apostasía
será mucho más general, la persecución y el sufrimiento se transformarán en
"la gran tribulación", y las fuerzas anticristianas culminarán en "el hombre de
pecado". Como veremos cuando analicemos los signos individuales más de
cerca, la Biblia ciertamente apunta hacia una culminación final de los signos
de los tiempos.
Por lo tanto decir que ninguno de los sucesos predichos tiene que ocurrir
antes del regreso de Cristo es decir demasiado. Debemos estar preparados
para la posibilidad que la Parusía puede estar todavía distante en el futuro y
los datos del Nuevo Testamento dan lugar a esa posibilidad. Por otra parte,
afirmar con certeza que la Parusía está todavía distante es también decir
demasiado. La hora exacta de la Parusía nos es desconocida. Tampoco
sabemos exactamente cómo se intensificarán los signos de los tiempos. Esta
incertidumbre significa que debemos estar siempre preparados.
112
útil agrupados bajo los tres encabezamientos siguientes:
Con anterioridad se notó que los signos de los tiempos revelan tanto la gracia
de Dios como su juicio. La gracia de Dios se manifiesta en la oportunidad de
salvación por medio de Cristo Jesús que se extiende a la humanidad durante la
era que media entre la primera y la segunda venida de Cristo. Los primeros
dos signos que serán analizados caen bajo este rubro.
En el así llamado discurso del monte de los Olivos, Cristo enseñó que el
evangelio debía ser predicado a todas las naciones antes de que llegase la
Parusía: "Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para
testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin" (Mi. 24:14; cf. Mr.
13:10).
¿Qué quiere decir "testimonio a todas las naciones"? La idea parece ser que el
evangelio será para todas las naciones un testimonio que demanda decisión. El
evangelio debe transformarse en una fuerza que debe ser tenida en cuenta por
113
las naciones del mundo. Esto no quiere decir que cada miembro de cada nación
oirá el evangelio, sino más bien que el evangelio será una parte tan importante
en la vida de cada nación que no podrá ser pasado por alto. El evangelio debe
incitar a la fe, pero si es rechazado testificará en contra de aquellos que lo han
rechazado. La predicación del evangelio a toda nación, por lo tanto, subrayará la
responsabilidad de cada nación con respecto a ese evangelio.2
Este signo mira tanto hacia atrás como hacia adelante. Mira hacia atrás, hacia
la muerte y la resurrección de Cristo como la prueba de la misericordiosa
intervención de Dios en la historia humana y como base objetiva sobre la cual
se puede hacer ahora la oferta del evangelio. También mira hacia el futuro,
hacia la Parusía: "Y entonces vendrá el fin". Pero es importante notar que este
signo no nos permite fijar una fecha precisa para la Segunda Venida de Cristo.
¿Quién puede estar seguro cuándo se habrá cumplido con la predicación del
evangelio como testimonio a todas las naciones? Un ejemplo concreto: nadie
negaría que el evangelio del reino se ha transformado en un testimonio, en el
sentido más arriba descrito, ante los Estados Unidos de América. ¿Pero quién
puede decir si el evangelio ya ha llegado a ser en este tiempo un testimonio
ante cada nación de todas las Américas, norte, centro y sur? ¿A cuántos
idiomas y dialectos debe ser traducida la Biblia, o partes de la Biblia, antes de
que la meta sea lograda? ¿Cuántos miembros de una nación deben ser
evangelizados antes de que se pueda decir que el evangelio ha llegado a ser
un testimonio a toda esa nación? ¿Qué es lo que, en la práctica, constituye una
nación?
Debemos admitir con humildad que solamente Dios sabrá cuándo esta señal
se haya cumplido completamente.5 El hecho de que el evangelio está siendo
predicado por todo el mundo es un signo que nos asegura que Cristo ha venido
y que volverá, pero no nos dice exactamente cuándo volverá. Entretanto la
iglesia debe continuar proclamando fielmente el evangelio por el mundo,
sabiendo que la tarea misionera continuará siendo la característica sin par de
esta era hasta la Parusía.
114
naciones". Que el evangelio debe continuar siendo presentado a Israel hasta
que Cristo regrese es algo que queda sobreentendido en las palabras que
Jesús dice a sus discípulos en Mateo 10:23: "De cierto os digo, que no
acabaréis de recorrer todas las ciudades de Israel, antes que venga el Hijo del
Hombre",6 Pero visto que Pablo dedica una atención especial al problema de
la salvación de Israel en Romanos 9-:-11, podemos considerar aparte la
salvación de la plenitud de Israel como otro signo específico de los tiempos.
(1) Muchos intérpretes entienden que estas palabras significan que la nación
de Israel globalmente (aunque sin incluir necesariamente cada miembro
individual de la misma) se convertirá una vez que la plenitud de los gentiles
haya sido recogida en el reino de Dios. Dentro del marco de este punto de
vista, sin embargo, debemos reconocer algunas variantes. (a) Los expositores
dispensacionalistas relacionan su interpretación de estas palabras con un
programa específico para el futuro de Israel. Después de que la iglesia gentil
haya sido arrebatada de la tierra, enseñan ellos, Dios nuevamente prestará su
atención a Israel. El endurecimiento parcial de Israel será quitado, e Israel
como nación se convertirá, ya sea justamente antes del regreso de Cristo o en
el momento mismo de su regreso. Después de esto Cristo gobernará sobre la
nación convertida-reunida ahora en su antigua tierra-desde un trono en
Jerusalén durante un período de mil años? (b) Otros estudiosos,
premilenialistas pero no dispensacionalistas en su punto de vista,8 también
esperan la futura conversión de Israel como nación.9 (c) Y quedan aún otros
intérpretes que sin ser premilenialistas ni dispensacionalistas, igualmente
esperan una futura conversión de la totalidad de Israel, entiende que la misma
se refiere a la salvación de todos los elegidos, no sólo de entre los judíos sino
también de entre los gentiles, a lo largo de la historia. En este punto de vista el
significado de la palabra Israel no queda limitado a los judíos; además, el tiempo
en que este grupo de escogidos será llevado a la salvación no está limitado al fin
de la historia o al período inmediatamente previo a la Parusía.
La interpretación de las palabras: "Y así todo Israel se salvará" que hace mayor
115
justicia a los datos bíblicos es la tercera. Las razones en que e basa este juicio
se clarificarán al pasar ahora al análisis del pasaje en cuestión.
En estos tres capítulos Pablo lucha hasta llegar a una respuesta a esta
inquietante pregunta. En el capítulo 9 Pablo destaca el hecho de que el aparente
rechazo de Israel no es completo. Aquí la respuesta a su pregunta se reduce a
lo siguiente: "No todos los que descienden de Israel son israelitas" (9:6). O sea,
si bien es cierto que muchos israelitas están perdidos, los verdaderos israelitas
no están perdidos sino que son salvos. Dios cumple soberanamente su
propósito para con aquellos que son hijos de la promesa. Desde el principio
mismo de la historia de Israel hubo una discriminación soberana dentro de
Israel: no en Ismael sino en Isaac será contada la simiente de Abraham (v. 7);
no es Esaú, sino Jacob el elegido en quien se perpetuará la línea del pacto y se
cumplirían las promesas del pacto (vv. 10-12). El resto del capítulo 9 destaca
dos pensamientos: (1) Dios no es injusto al conceder misericordia a algunos y
no a otros, dado que su misericordia es totalmente inmerecida; (2) con todo, la
actividad soberana de Dios en la historia no cancela la responsabilidad humana.
Cuando Pablo en este capítulo enfrenta la pregunta de por qué tantos judíos no
se salvasen en la pasada, su respuesta se formula en términos de la
responsabilidad humana:
"Israel que iba tras una ley de justicia, no la alcanzó. ¿Por qué? Porque iban
tras ella no por fe, sino como por obras de la ley" (vv. 31, 32).
116
Un versículo del capítulo 10 que merece atención especial es el versículo 12:
"Porque no hay diferencia entre judío y griego, pues el mismo que es Señor de
todos, es rico para con todos los que le invocan". Lo que Pablo destaca aquí es
que, en lo que se refiere a la obtención de la salvación, no hay distinción entre el
judío y el griego. De ser así, parecería que se descartase todo futuro período de
tiempo en el cual solamente los judíos fuesen salvos, o en el cual los judíos se
salven de un modo diferente de aquel por el cual se salvan los griegos o los
gentiles.
117
Pablo procede ahora, en los versículos 17-24, a desarrollar la figura del olivo.
Ramas judías han sido desgajadas del olivo y ramas gentiles han sido
injertadas; si los judíos, empero, no persisten en su incredulidad, las ramas
judías podrán ser reinsertadas en el árbol. Lo significativo aquí es que Pablo
habla no de dos olivos, sino de uno solo; los judíos y los gentiles no solamente
son salvos del mismo modo (por la fe), sino que también, cuando son salvados,
pasan a formar parte del mismo organismo vivo, llamado aquí olivo. Todo
pensamiento de un futuro por separado, de una clase de salvación separada, o
de un organismo espiritual por separado para los judíos salvos queda aquí
excluido. ¡SU salvación es aquí descrita en términos de llegar a ser uno con la
totalidad de los salvos del pueblo de Dios, y no en términos de un programa
aparte para judíos! También se debe tomar nota que Pablo no dice que el
reinserto de las ramas judías necesariamente ha de seguir al injerto de las
ramas gentiles; no hay razones para excluir la posibilidad de que las ramas
gentiles y las ramas judías pueden ser injertadas en el olivo simultáneamente.
¿Qué quiere decir aquí Pablo cuando habla de la "plenitud" (pleroma) de los
gentiles? Como dijimos anteriormente al hablar de plenitud en su aplicación a
los judíos (v. 12), también aquí plenitud debe ser comprendida de un modo
escatológico.: el número total de los gentiles que Dios quiere salvar. Cuando
ese número total de los gentiles haya sido reunido, será el fin de la era. Debe
quedar bien en claro que esta reunión de la plenitud de los gentiles no toma
lugar únicamente al fin de los tiempos, sino que continúa a lo largo de la
historia de la iglesia.
¿Pero cómo debemos interpretar ahora la expresión "y así todo Israel se
salvará"? Calvino, como hemos visto, pensó que estas palabras se referían a la
salvación del número total de los escogidos a lo largo de la historia, no sólo de
entre los judíos sino también de entre los gentiles. La dificultad con esta
118
interpretación, empero, es la siguiente: en Romanos 9-11 el término Israel
ocurre 11 veces; en cada uno de los 10 casos aparte de 11:26 en que se usa el
término, el mismo apunta inequívocamente a los judíos para distinguidos de los
gentiles. ¿Qué razón hay para aceptar aquí un significado diferente del
término? ¿Por qué cambiaría Pablo repentinamente del significado natural del
término Israel a un significado figurativo y más amplio? ¿No es precisamente la
razón de Romanos 11:25-26a decir algo respecto a ambos, judíos y gentiles?
La interpretación más común, como ya hemos visto, entiende que este pasaje
apunta a una conversión en gran escala de la nación de Israel justamente
antes, o en el mismo momento, del regreso de Cristo, después del ingreso de
la plenitud de los gentiles. A mi parecer, hay dos objeciones bastante serias en
interpretar "y así todo Israel se salvará" de este modo:
(1) La idea de que la salvación del pueblo de Israel, según se la describe aquí,
ocurriera solamente en el período final no hace justicia a la palabra todo en
"todo Israel". ¿Significa "todo Israel" solamente la última generación de los
israelitas? Esta última generación será apenas un fragmento del número total
de los judíos que han vivido sobre esta tierra. ¿Cómo puede un fragmento tal
con justicia ser llamado "todo Israel"?
(2) El texto no dice, "Y entonces todo Israel se salvará". Si Pablo hubiese
deseado trasmitir este pensamiento, podría haber usado una palabra que
significa "entonces" (como ser tote o epeita). Pero usó la palabra houtos que
describe no un ordenamiento temporal, sino un concepto causal y que significa
así, de este modo. En otras palabras, Pablo no está diciendo: "El
endurecimiento parcial que sobrevino a Israel durará hasta que sea reunida la
totalidad de los gentiles, y entonces (después de que todo esto haya sucedido)
todo Israel será salvo". Sino lo que él está diciendo es esto: "El endurecimiento
parcial que sobrevino a Israel durará hasta que sea reunida la totalidad de los
gentiles, y así [de este modo] todo Israel se salvará".
¿De qué modo? Del modo que Pablo ha estado describiendo en la primera
parte del capítulo: (a) por medio de la incredulidad de muchos israelitas la
salvación llega a los gentiles, y (b) por medio de la salvación de los gentiles los
israelitas son movidos a celos. Esto ha venido sucediendo en el pasado, sucede
ahora y continuará sucediendo.
Yo interpreto que este pasaje, entonces, significa que Dios cumple su promesa
a Israel de la siguiente manera: Si bien Israel ha sido endurecido en su
incredulidad, este endurecimiento siempre ha sido y continuará siendo
solamente un endurecimiento parcial, nunca un endurecimiento total. En otras
palabras, Israel continuará volviéndose al Señor hasta la Parusía, en tanto que
al mismo tiempo la plenitud de los gentiles va siendo reunida. Y de este modo
todo Israel será salvo: no sólo la última generación de los israelitas, sino todos
los verdaderos israelitas-todos aquellos que no son simplemente de Israel sino
que son Israel, para usar el lenguaje de Romanos 9:6. Otro modo de decirlo
sería: todo Israel en Romanos 11:26 significa la totalidad de los escogidos de
entre Israel. La salvación de todo Israel, por ende, no ocurre exclusivamente en
el tiempo final, sino que sucede a lo largo de la era que media entre la primera y
119
la segunda venida de Cristo-más aún, desde el tiempo del llamado de Abraham.
Todo Israel, por lo tanto, difiere del remanente escogido del que se habla en
11:5, pero sólo como la suma total de todos los remanentes durante toda la
historia.
Podría ser útil indicar por medio de dos diagramas lo que esta interpretación
significa. Lo que Pablo quiere decir cuando escribe, "Y así todo Israel se
salvará" no es esto:
Sino esto:
(2) La reunión de la plenitud, o del número total, de los gentiles se lleva a cabo
durante toda la historia, no solamente al fin de los tiempos. ¿Por qué habría de
ser diferente la reunión de la plenitud de los judíos?
120
Venida de Cristo, no requiere que se la interprete de ese modo, sino que tiene
muy buen sentido si se la ve como una descripción de la primera venida de
Cristo y del perdón de los pecados que sigue a esa venida. Lo que es más, si
esta cita hubiese querido ser una descripción de la Segunda Venida de Cristo,
hubiéramos esperado que el profeta dijera: "Vendrá del cielo el Libertador" (en
vez de "de Sion"). Lo que es especialmente significativo aquí, empero, es que
los versículos 30 y 31, en los cuales Pablo resume el argumento del capítulo, él
no habla en términos de lo que pasará en el futuro sino en términos de lo que
está sucediendo ahora: "Porque así como vosotros [los gentiles] en otro tiempo
fuisteis desobedientes a Dios, pero ahora se os ha mostrado misericordia por
razón de la desobediencia de ellos, así también ahora estos [los judíos] han
sido desobedientes, para que por la misericordia mostrada a vosotros, también
a ellos ahora les sea mostrada misericordia" (BAm).
121
saber, tribulación, apostasía y anticristo. Tomemos primeramente el signo de la
tribulación-obviamente una indicación de oposición al reino de Dios por parte de
sus enemigos. Este signo ya había sido predicho por los profetas del Antiguo
Testamento-tanto por Jeremías como por Daniel:
¡Ah, cuan grande es aquel día! Tanto, que no hay otro semejante a él; tiempo
de angustia para Jacob, pero de ella será librado. (Jer. 30:7). Y será tiempo de
angustia, cual nunca fue desde que hubo gente hasta entonces; pero en aquel
tiempo será libertado tú pueblo, todos los que se hallan escritos en El Libro (Dn.
12:1b).
122
como si estuviesen juntos.
En el discurso del monte de los Olivos, por lo tanto, Jesús está proclamando
acontecimientos del futuro distante que están en relación estrecha con aquellos
del futuro cercano. La destrucción de Jerusalén que está en el futuro cercano es
un tipo del fin del mundo; de allí la mezcla. El pasaje, por lo tanto, no se ocupa
exclusivamente ni de la destrucción de Jerusalén ni del fin del mundo; se ocupa
de ambos-a veces del último en términos del anterior.
... El profeta pinta el futuro con los colores y las líneas que toma prestados del
mundo que le es conocido, es decir, de su propio ambiente ... Vemos que los
profetas pintan el futuro con la paleta de su propia experiencia y proyectan el
cuadro dentro de su propio horizonte geográfico. Esto se ve en los profetas del
Antiguo Testamento de muchísimas maneras. Y en nuestra opinión, esta es
también la explicación de la descripción que Jesús hace del futuro. El sigue muy
estrechamente el Antiguo Testamento, y no sólo está ausente al fin la
perspectiva temporal, mas también el horizonte geográfico en el cual se
enmarcan los acontecimientos escatológicos queda limitado en algunos lugares
al país de Judea o a las ciudades de Israel.
123
tenemos en cuenta que el contexto inmediato (v. 14) Jesús predice que el
evangelio del reino será predicado por todo el mundo-predicación que continúa
hasta el fin-es obvio que la tribulación de la que se habló anteriormente no está
limitada al período inmediatamente previo a la Parusía.
Pero también encontramos que Jesús, en el discurso del monte de los Olivos,
habla de una tribulación final que le espera a su pueblo-una tribulación de la
cual los sufrimientos que acompañarían la destrucción de Jerusalén serían
solamente un anticipo. Nótese la intensidad de la siguiente descripción: "Porque
habrá entonces gran tribulación (thlipsis megale), cual no la ha habido desde el
principio del mundo hasta ahora, ni la habrá. Y si aquellos días no fuesen
acortados, nadie sería salvo; mas por causa de los escogidos, aquellos días
serán acortados" (Mí. 24:21-22). Aunque el marco de estas palabras tienen un
característico sabor judío en carácter y ambiente ("Orad, pues, que vuestra
huida no sea en invierno ni de día de reposo" v. 20), las palabras "ni la habrá" y
la referencia al acortamiento de los días por causa de los escogidos indican que
Jesús está prediciendo una tribulación tan grande que sobrepasará cualquier
tribulación similar que la haya precedido. En otras palabras, Jesús está aquí
mirando más allá de la tribulación que les espera a los judíos en el tiempo de la
destrucción de Jerusalén, hacia la tribulación final que ocurrirá al fin de esta era.
Esto se ve en los versículos 29 y 30 donde Jesús pasa a indicar que esta "gran
tribulación" precederá inmediatamente a su Segunda Venida: "E
inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se
oscurecerá, y la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo, y
las potencias de los cielos serán conmovidas. Entonces aparecerá la señal del
Hijo del Hombre en el cielo, y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra,
y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran
gloria".
124
Cristo. Esta tribulación no será básicamente diferente de las tribulaciones
anteriores que el pueblo de Dios ha tenido que sufrir, pero será una forma
intensificada de esas tribulaciones previas.
No hay indicación en las palabras de Jesús que hagan pensar que la gran
tribulación que él predice se limitará a los judíos, y que los cristianos gentiles o
la iglesia a diferencia de los judíos, no tendrán que pasar por ella. Este punto de
vista, que los dispensacionalistas acostumbran enseñar, no tiene base en las
Escrituras. Porque si la tribulación, como acabamos de ver, debe ser sufrida por
los cristianos a lo largo de toda la era, ¿Qué razón existe para limitar la
tribulación final a los judíos? ¿Qué razón hay para limitar los escogidos, por
cuya causa los días de la tribulación final serán acortados (Mt. 24:22), a los
escogidos entre los judíos? ¿No sugiere acaso la referencia posterior que Jesús
hace a la reunión de escogidos de los "cuatro vientos, desde un extremo del
cielo hasta el otro" (v. 32) que él está pensando aquí en todo el verdadero
pueblo de Dios, y no sólo en los escogidos entre los judíos?21
Como sucedió con los otros signos de los tiempos ya analizados, tampoco el
signo de la tribulación nos permite fijar la fecha de la Segunda Venida de Cristo
con exactitud. El pueblo de Dios debe sufrir tribulación durante toda esta era;
cuándo llegará esa forma final e intensificada de dicha tribulación es algo difícil
de precisar. Quizás para algunos cristianos que viven en el mundo de hoy ya
haya comenzado la Gran Tribulación. Guillermo Hendriksen sugiere que no es
necesario que la Gran Tribulación se desate sobre todo el mundo al mismo
tiempo, sino que ya pueda estar siendo experimentada por cristianos que están
siendo perseguidos por su fe en países controlados por gobiernos
anticristianos.
De cualquier modo, este signo debe ponemos en guardia. Cuando los cristianos
sufren tribulación o persecución, esto debe ser reconocido como signo de la
cercanía del regreso de Cristo. La pregunta es, ¿es nuestra fe lo
suficientemente fuerte como para soportar la tribulación?
Otro signo de los tiempos que indica oposición a Dios y a su reino es el signo
de la apostasía. Antes de considerar las referencias del Nuevo Testamento,
debemos notar que las apostasías de la era del Nuevo Testamento eran
frecuentemente anticipadas en la dispensación del Antiguo Testamento. El
Antiguo Testamento, en realidad, registra una triste sucesión de apostasías del
servicio de Dios. Ya durante el viaje por el desierto hubo una apostasía en tal
escala que toda una generación de israelitas murió en el desierto sin que les
fuera permitido entrar en la tierra prometida. Durante el tiempo de los Jueces
una apostasía seguía a la otra con regularidad casi monótona. Tanto la historia
posterior del reino del Norte como la del reino del Sur, según la encontramos en
los libros históricos y proféticos del Antiguo Testamento, son relatos
desilusionantes de una creciente apostasía que finalmente lleva a la
deportación de ambos reinos.
125
precederá la Parusía. En el discurso del monte de los Olivos oímos a Cristo
referirse a la apostasía en los siguientes términos:
Ya que, como hemos visto, Jesús habla en este discurso tanto de la destrucción
que pende sobre Jerusalén como de la del fin de los tiempos, a veces de esta
última en términos de la anterior-podemos llegar a la conclusión que estas
palabras describen apostasías que se asocian con ambos acontecimientos
recién mencionados. La apostasía es, por lo tanto y sin duda alguna, uno de los
"signos de los tiempos".
Pero el resto del Nuevo Testamento nos aclara que la apostasía no se limita al
fin de los tiempos. Esto se ve en que el escritor de Hebreos habla de gente de
su propio tiempo que caía en la apostasía (6:6) o que menospreciaba al Hijo de
Dios (10:29), y Pedro describe a aquellos que después de haber escapado de
las contaminaciones del mundo por el conocimiento de Cristo, se enredaron
otra vez en ellas y fueron vencidos (2 p. 2:20). El apóstol Juan por su parte
habla con tristeza de ciertas personas que "salieron de nosotros, pero no eran
de nosotros", (1 Jn. 2:19).
También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos
peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros,
vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos,
impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles,
aborrecedores de 10 bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los
deleites más que de Dios, que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la
eficacia de ella (2 Ti. 3:1-5).
Hay, sin embargo, un pasaje específico del Nuevo Testamento que apunta sin
ambigüedades a una apostasía final que ocurrirá inmediatamente antes de la
Parusía. Pasamos ahora a la segunda epístola de Pablo a los tesalonicenses:
126
"Pero con respecto a la venida [parusia] de nuestro Señor Jesucristo, y nuestra
reunión con él, os rogamos, hermanos, que no os dejéis mover fácilmente de
vuestro modo de pensar, ni os conturbéis, ni por espíritu, ni por palabra, ni por
carta, como si fuera nuestra, en el sentido de que el día del Señor está cerca.
Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la
apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición" (2:1-3).
Parece evidente que los tesalonicenses tenían la opinión que "el día del Señor"
o la Parusía ya estaba en proceso de venir.24 En consecuencia, muchos de
ellos habían dejado de trabajar y vivían en el ocio (2 Ts. 3:11). Pablo, por eso,
tenía que corregidos indicándoles que ciertas cosas debían suceder antes que
tuviese lugar el regreso de Cristo: llegaría la gran apostasía y el hombre de
pecado sería revelado.
El hecho de que esta señal sea llamada una "caída" o una "apostasía" sugiere
que se tratará de una rebelión en contra de la fe cristiana según esta ha sido
conocida o profesada. Podemos, por lo tanto, dar por sentado que aquellos que
apostatan están asociados al menos exteriormente con el pueblo de Dios. La
apostasía ocurrirá entre las filas de los miembros de la iglesia visible. Aquellos
que son verdaderos creyentes no se apostatarán Un. 10:27-29; 1 P. 1:3-5); pero
muchos que hayan hecho una profesión externa de la fe lo harán.
Como ha sucedido con los otros signos de los tiempos, este tampoco es un
signo que nos permita fijar la fecha de la Segunda Venida de Cristo con
exactitud. Ciertamente ha habido apostasía en la iglesia desde los tiempos del
Nuevo Testamento; y es innegable que hay apostasía en la iglesia también
ahora. Que hoy en día, en muchos países europeos, países que han conocido
el evangelio hace siglos, la gente permanezca alejada de la iglesia en grandes
cantidades-seguramente esto es apostasía. Que muchos líderes llamados
cristianos, tanto en Europa como en América, niegan enseñanzas cardinales de
la Biblia tales como la resurrección corporal de Cristo y todavía profesen ser
teólogos cristianos-ciertamente esto es apostasía. Que predicadores proclaman
mitos en vez de hechos, filosofía existencialista en lugar de teología cristiana,
humanismo en lugar de la verdad del evangelio, ciertamente esto es apostasía.
Sin embargo, ¿quién puede decir con certeza cuándo y cómo llegará la
apostasía final? Puede venir muy pronto, o todavía puede estar a muchos años
de distancia-debemos estar siempre preparados, orando por la gracia para
127
poder continuar firmes en la fe.
Aun más vívidas son las palabras de Daniel 11:36, que aparecen en la
descripción del "rey del norte": "Y el rey hará su voluntad, y se ensoberbecerá, y
se engrandecerá sobre todo dios; y contra el Dios de los dioses hablará
maravillas". Aunque es ampliamente reconocido que la descripción que aparece
en este capítulo (vv. 20-39) corresponde a Antíoco Epífanes, que profanaría el
templo de Jerusalén y demandaría ser adorado como un dios, muchos
estudiosos están de acuerdo en que las palabras del versículo 36 pueden
también aplicarse al anticristo del cual habla el Nuevo Testamento. Edward J.
Young, por ejemplo, afirma que la descripción del versículo 36 no es aplicable a
Antíoco Epífanes, sino que tiene una referencia exclusiva al anticristo.
128
El otro pasaje se encuentra en el capítulo 12: "Y desde el tiempo que sea
quitado el continuo sacrificio hasta la abominación desoladora, habrá mil
doscientos noventa días" (12:11).
Pero como hemos visto anteriormente en el discurso del monte de los Olivos,
Jesús se refiere a dos cosas: a la destrucción de Jerusalén que está pendiente
y al fin de los tiempos, siendo la primera un tipo del segundo. De allí que
podemos esperar que habrá un tercer gran cumplimiento de la predicción sobre
"la abominación desoladora" o "sacrilegio desolador" que aparece en la profecía
de Daniel. Este cumplimiento final llegará al fin de los tiempos, e incluirá al
anticristo quien, en las palabras de 2 Tesalonicenses 2:4 "se levantará contra
todo lo que se llama dios o es objeto de culto, tanto que se sienta en el templo
de Dios, como Dios, haciéndose pasar por Dios".
129
En realidad, Jesús también describe a ciertos precursores del anticristo cuando
dice a sus discípulos, en el mismo discurso del monte de los Olivos al cual se
ha hecho referencia anteriormente: "Entonces, si alguno os dijere: Mirad, aquí
está el Cristo, o mirad, allí está, no lo creáis. Porque se levantarán falsos cristos
(pseudochristoi), y falsos profetas (pseudoprophmai), y harán grandes señales y
prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos"
(Mt. 24:23-24).
El término "falsos Cristos" sugiere que los engañadores que Jesús aquí
describe pretenderán ser Cristo mismo-nótese la descripción más vívida de los
mismos en 24:5: "Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el
Cristo ... "El detalle adicional que estos falsos Cristos harán "grandes señales y
prodigios" de modo tal que engañarán a la gente, pareciera anticipar la
descripción que hace Pablo del anticristo como aquel que vendría "con gran
poder y señales y prodigios mentirosos" (2 Ts. 2:9). Por medio de estos falsos
milagros estos "seudo-Cristos" tratarán de alejar aun a los verdaderos
creyentes' del verdadero Cristo. Las palabras de Jesús sugieren que habrá
estos falsos Cristos durante toda la era que media entre su primera y segunda
venida. La verdad es que podemos, sin mucha dificultad, encontrar ejemplos de
tales impostores en el mundo de hoy en día. En la medida en que estos
hombres dicen ser Cristo, ellos son ciertamente "anticristos" de cierto tipo. Pero
dado que Jesús habla de ellos en plural, podemos pensar en ellos como
precursores del anticristo final que todavía ha de llegar.
130
hubiese venido en la carne (o sea, habiendo asumido un verdadero cuerpo
humano) es el espíritu del anticristo. Debe notarse, sin embargo, que aquí Juan
habla del anticristo sólo en términos impersonales.
En 1 Juan 2:18, sin embargo, Juan habla tanto del anticristo que todavía vendrá
como de anticristos que ya están presentes ahora: "Hijitos, ya es el último
tiempo; y según vosotros oísteis que el anticristo viene, así ahora han surgido
muchos anticristos; por esto conocemos que es el último tiempo". Las palabras
"y según vosotros oísteis que el anticristo viene" indican que Juan por cierto
esperaba, junto con la primitiva iglesia cristiana, un anticristo personal al fin de
los tiempos. Es posible que él tuviera conocimiento de la enseñanza paulina
respecto al "hombre de pecado" que aparece en 2 Tesalonicenses 2, que había
sido escrita mucho tiempo antes. El conocería también las enseñanzas respecto
a este futuro adversario de Dios y de Cristo que se encuentran en Daniel y en
las palabras de Cristo mismo. Por lo tanto, no es correcto dar la impresión que
Juan de ningún modo espera un futuro anticristo; en este pasaje él recuerda a
sus lectores algo que ellos ya conocen: "y según vosotros oísteis que el
anticristo viene". Pero Juan también ve muchos anticristos en su mundo
contemporáneo: falsos maestros que niegan que Cristo haya venido en la
carne. Uno podría llamar a estos falsos maestros heraldos del anticristo final.
Dado que Juan ve a estos "muchos anticristos" ya en el mundo, él llega a la
conclusión que ya estamos ahora, en esta era presente, en "la hora postrera".
Por ende, nosotros podemos esperar seguir encontrando poderes y personas
anticristianas en cada era de la iglesia de Jesucristo hasta su Segunda Venida.
En consecuencia, este signo de los tiempos, como los anteriores, es un signo
que marca toda la era de la iglesia que media entre las dos venidas de Cristo, y
que tiene relevancia para la iglesia de hoy en día. Debemos estar en guardia
constantemente contra los anticristos y contra las enseñanzas y prácticas
anticristianas.
131
no es muy prominente en las epístolas de Juan; su énfasis recae mayormente
sobre anticristos e ideas anticristianas que ya están presentes en su tiempo. Sin
embargo, no sería correcto decir que Juan no da lugar en su pensamiento a un
futuro anticristo personal, visto que él todavía espera un anticristo que ha de
venir.
Hay varias cosas que se dicen respecto al hombre de pecado en este pasaje:
(1) Surgirá de la gran apostasía o rebelión. Nótese cómo estas dos cosas están
vinculadas en el versículo 3: "Nadie os engañe de ninguna manera; porque no
vendrá [el día del Señor] sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el
hombre de pecado".
(2) Será una persona. La descripción dada en este capítulo no puede referirse a
otra cosa que no sea una determinada persona. El es llamado el hombre de
pecado, el hijo de perdición (v. 3), el cual se opone (ha antikeimenos) y se
levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto (v. 4). Se dice que
él se sienta en el templo de Dios (v. 4), que algo ahora lo retiene, y que será
revelado a su debido tiempo (v. 6). Además se dice que el Señor Jesús lo
matará con el espíritu de su boca (v. 8). Si bien Pablo dice que "ya está en
acción el misterio de la iniquidad" (v. 7) en el mundo de su tiempo, él
claramente predice la venida de un hombre de pecado final antes de que Cristo
vuelva. Lo que no está totalmente en claro en la enseñanza de Juan respecto al
anticristo se hace patente aquí: habrá un anticristo final y personal antes que
llegue el día del Señor. Si bien algunos han sugerido que deberíamos leer a
Pablo a la luz de Juan y otros han dado a entender que deberíamos leer a Juan
a la luz de Pablo, pienso que deberíamos tornar en cuenta ambos enfoques.31
No hay ningún conflicto básico entre estos dos enfoques dado que, como ya
hemos visto, Juan deja lugar para la venida de un anticristo personal en el
futuro y Pablo reconoce que fuerzas anticristianas ya operan en el mundo (v. 7).
132
Testamento la contrapartida del templo del Antiguo Testamento. Es probable
que el mejor modo de entender la expresión sea como una descripción
apocalíptica de la usurpación del honor y de la adoración que sólo se le debe
rendir a Dios. Herman Ridderbos lo expresa de esta manera: "sentarse en el
templo es un tributo divino, es arrogarse para uno mismo el honor divino".32 De
más está decir que esta demanda de ser adorado que hace el hombre de
pecado producirá una severa persecución para el verdadero pueblo de Dios,
que rehusará semejante demanda. Esta será entonces "la gran tribulación"
predicha por nuestro Señor. En otras palabras, la intensificación culminante de
la tribulación, que es uno de los signos de los tiempos, coincidirá con la
aparición del hombre de pecado.
(5) El hombre de pecado sólo puede ser revelado después de que aquello que
lo detiene haya sido quitado. Lo extraño aquí es que se habla de este freno
tanto en términos impersonales como personales: "vosotros sabéis lo que lo
detiene" (v. 6); "quien al presente lo detiene" (v. 7). Ha habido mucha discusión
respecto a la identidad de esta fuerza restrictiva. Algunos han dicho que el
poder que retiene era el Imperio romano (impersonal) o una serie de
emperadores (personal).34 Esto es muy poco probable, dado que muchos
emperadores romanos demandaron ellos mismos ser adorados, pareciendo así
ser más aliados que frenos del anticristo. Otros han opinado que lo que lo
detiene es la predicación del evangelio a todas las naciones.35 Una de las
dificultades con este punto de vista es que sugiere que llegará un tiempo en el
cual cesará la proclamación del evangelio. Hay aún otros que mantienen que la
fuerza restrictiva es "el poder de gobierno humano bien ordenado". 35 Pero el
problema con este punto de vista es que el hombre de pecado aparece aquí
descrito no en primer lugar como una figura política que pudiera ser resistida
por el poder político, sino como un engañador en el área de la religión. Los
dispensacionalistas generalmente enseñan que la fuerza restrictiva es el
Espíritu Santo; 37 pero en esta posición está comprendida la imposible
eventualidad de que llegue un tiempo en el cual Dios será "quitado de en
medio" (v. 7). Probablemente lo más seguro es decir que no sabemos quien es
el que detiene al hombre de pecado. La mención que Pablo hace del que lo
detiene, sin embargo, indica que la revelación plena de la persona aquí descrita
133
no ocurrirá hasta que esta fuerza restrictiva, cualquiera que sea, haya sido
quitada.
Este signo tampoco nos permite fijar con precisión a fecha del regreso de
Cristo. Simplemente no sabemos cómo surgirá el anticristo final o qué forma
tomará en su aparición. En nuestros días de rápido cambio, una persona tal
podría surgir en un lapso muy breve. Entretanto, debemos estar siempre alertas
a la presencia en nuestros días de fuerzas, movimientos y líderes anticristianos
como uno de los continuos signos de que estamos viviendo "entre los tiempos".
134
Se encuentran afirmaciones similares en los pasajes paralelos: Marcos 13:7-8 y
Lucas 21:9-11. Lucas, en efecto, añade la palabra grandes al hablar de
terremotos, y menciona pestilencias al mismo tiempo que hambres. Dado que
estos signos son mencionados en el discurso escatológico de Jesús,
deberíamos considerarlos incluidos en la categoría general de "signos de los
tiempos". De todos modos, se deben hacer los siguientes comentarios respecto
a los mismos:
(2) Estos signos son evidencias del juicio divino. Esto no significa que la gente a
quien le toque sufrir o morir como resultado de desastres tales como guerras,
terremotos o hambres, hayan sido singularizados como objetos especiales de la
ira de Dios; piénsese en las palabras de Jesús respecto a aquellos sobre
quienes cayó la torre de Siloé (Lc. 13:4). Pero sí significa que estos signos
ahora en consideración son manifestaciones del hecho que el presente mundo
está bajo la maldición de Dios (Gn. 3:17), y que la ira de Dios constantemente
está siendo revelada desde los cielos contra toda impiedad e injusticia de los
hombres (Ro. 1:18). Estos signos actúan como continuos recordatorios de que
el Juez está delante de la puerta (Stg. 5:9).
(3) Estos no son, estrictamente hablando, signos del fin. Porque Jesús dice
claramente respecto a los mismos que cuando sucedan su pueblo no debe
alarmarse, porque "aún no es el fin" (Mí. 24:6). La misma intención tiene sus
palabras al fin del versículo 8: "Pero todo esto será el comienzo de los dolores
del alumbramiento" (BJer). La expresión aquí utilizada llegó a ser un término
técnico en la literatura rabínica para describir el período de sufrimiento que
precedería a la liberación mesiánica, arche odinon, "Los dolores de
alumbramiento (del Mesías)" En otras palabras, cuando ocurren guerras,
terremotos y hambre no debemos suponer que el regreso de Cristo será
inmediato. Estos signos "apuntan hacia el fin y proveen una prenda de que
vendrá".
(4) Como los anteriores, estos signos también marcan todo el período que va
entre la primera y la segunda venida. Son indicaciones que Dios está
desarrollando su propósito en la historia. Cuando ocurren, no debemos
volvemos temerosos, sino que debemos aceptarlos como los dolores de
alumbramiento de un mundo mejor. En relación con esto, nótense las palabras
de Pablo en Romanos 8:22, "Pues sabemos que la creación entera gime hasta
el presente y sufre dolores de parto" (BJer).
El segundo verbo que se utiliza aquí, synodinei, tiene la misma raíz que la
palabra odinon ("dolores de alumbramiento") que aparece en Mateo 24:8.
135
Podemos decir, entonces, que los gemidos de la creación descritos en
Romanos 8 son también uno de los signos de los tiempos.
La primera fase del regreso de Cristo será el así llamado arrebato, que puede
ocurrir en cualquier momento. En esta ocasión Cristo no desciende
completamente hasta la tierra, sino que recorre solamente parte del trayecto. En
ese momento toma lugar la resurrección de todos los verdaderos creyentes.
Después de esta resurrección los creyentes que están todavía vivos serán
repentinamente transformados y glorificados. Y ahora toma lugar el arrebato de
todo el pueblo de Dios: los creyentes resucitados y los creyentes transformados
son llevados en las nubes para encontrarse en el aire con el Señor que está
descendiendo. Este cuerpo de creyentes, llamado la iglesia, sube ahora al cielo
con Cristo, para celebrar con él durante siete años las bodas del Cordero.
Al fin de este período de siete años Cristo regresará en gloria acompañado por
la iglesia. Ahora descenderá completamente hasta la tierra. Destruirá a sus
136
enemigos en la batalla de Armagedón, establecerá su trono en Jerusalén y
comenzará su reinado de mil años.
(2) Los pasajes del Nuevo Testamento que describen la gran tribulación no indican
que la iglesia será retirada de la tierra antes que comience la tribulación. Como
vimos anteriormente, Jesús habla respecto a la gran tribulación en su discurso
137
del monte de los Olivos, que encontramos en Mateo 24. Pero aquí no hay
indicación que la iglesia ya no estará en la tierra cuando ocurra esta tribulación.
Lo que es más, Jesús dice que los días de la tribulación serán acortados por
causa de los escogidos (v. 22), y no hay razón para creer que éstos serán
solamente los escogidos de entre los judíos. Alguien podría replicar que el
Evangelio según Mateo había sido escrito especialmente para los judíos, pero se
encuentran palabras parecidas en Marcos 13:20, en un Evangelio que no estaba
dirigido específicamente a los judíos. Los pretribulacionistas a veces dicen que
Mateo no habla aquí de la iglesia, puesto que no utiliza la palabra iglesia en este
pasaje. Sin embargo, si se tiene en cuenta que Mateo emplea la palabra iglesia
(ekklesia) solamente tres veces en su Evangelio (una vez en 16:18 y dos veces
en 18:17), ¿Qué es lo que se pretende probar por su ausencia aquí?
138
24:31, "Y juntarán (episynago) a sus escogidos ... de un extremo del cielo
hasta el otro". Es evidente que el arrebato de la iglesia, según lo describe este
pasaje, no precede sino que sigue a la gran tribulación.
(3) El más relevante de los pasajes del Nuevo Testamento que describen el
arrebato no enseña que habrá un arrebato pretribulacíonal. A este pasaje, 1
Tesalonicenses 4:16-17, nos volvemos ahora: "Porque el Señor mismo, con
voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del
cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero, luego nosotros los que
vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos
en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el
Señor')Lo que este pasaje enseña claramente es que en el momento del
regreso del Señor todos los muertos creyentes ("muertos en Cristo") serán
resucitados, y todos los creyentes que todavía están vivos serán transformados
y glorificados (véase 1 Co. 15:51-52); entonces estos dos grupos serán
arrebatados para encontrarse con el Señor en el aire. Lo que estas palabras no
enseñan es que después de este encuentro en el aire el Señor cambiará su
dirección y volverá al cielo, llevando a los resucitados y a los miembros
transformados de la iglesia consigo. El pasaje no dice ni una palabra de esto.
Por cierto, el versículo 17 termina con las palabras: "Y así estaremos siempre
con el Señor". Pero Pablo no dice dónde estaremos siempre con el Señor. La
idea que después de encontrar al Señor en el aire estaremos con él durante
siete años en el cielo, y más tarde durante mil años en el aire sobre la tierra, es
pura dilación y nada más. La unidad eterna con Cristo en la gloria es la clara
enseñanza de este pasaje, y no un arrebato pretribulacional.
Todo esto se hará aún más claro cuando consideramos las palabras que se
traducen "recibir al Señor en el aire". Si bien la traducción aquí utiliza un
infinitivo, "recibir", el griego tiene aquí una frase con preposición, eis apantesin.
Apantesis es un término técnico que se usaba en los tiempos del Nuevo
Testamento para describir la bienvenida pública que una ciudad daba a algún
dignatario que la visitase. Lo habitual era que la gente saliese de la ciudad a
encontrarse con el distinguido visitante y entonces volviese con él a la ciudad.
Tomando como base la analogía transmitida a través de esta palabra, lo único
que Pablo está diciendo acá es que los creyentes resucitados y transformados
serán arrebatados en las nubes para encontrarse con el Señor al descender él
desde el cielo, implicando que después de este alegre encuentro ellos volverán
con él a la tierra.
139
así del mismo modo los creyentes resucitados y transformados, después de
encontrarse con el Señor en el aire, permanecerán con el Señor mientras él
continúa su descenso a la tierra. La figura de la fiesta de bodas significa una
comunión feliz y amorosa. ¿Por qué tendríamos que suponer que esta
comunión sólo puede tomar lugar en el cielo? Los cuerpos resucitado s y
glorificados de los creyentes no pertenecen al cielo sino a la tierra. Por lo tanto,
no es en el cielo sino la nueva tierra donde se celebrará la fiesta de bodas de
Cristo y su pueblo redimido.
(4) La Segunda Venida de Cristo incluye tanto un venir con su pueblo como un
venir por su pueblo. Los pretribulacionistas a veces hablan de dos fases de la
Segunda Venida de Cristo como un "venir por sus santos" (el arrebato) y un
"venir con sus santos" (el regreso), con un intérvalo de siete años entre los
dos. El argumento, entonces, se plantea así: Cristo sólo puede venir con sus
santos después que haya venido primero por sus santos en el arrebato.
Después de los siete años de la fiesta de bodas celebrada en el cielo, Cristo
podrá tener a sus santos consigo cuando regresa a la tierra para establecer su
reino de mil años.
Debe notarse que 1 Tesalonicenses 3 :13 habla de "la venida de nuestro Señor
Jesucristo con todos sus santos". Si suponemos, como lo hace la mayoría de
los exegetas, que la palabra "santos" se refiere aquí a seres humanos más que
a ángeles, tenemos entonces en este lugar una descripción del regreso de
Cristo con su pueblo redimido. Pero ahora la pregunta es si ésta es
necesariamente una venida diferente de aquella generalmente llamada el
arrebato. El más destacado pasaje del Nuevo Testamento que describe el
arrebato es 1 Tesalonicenses 4:13-18. El versículo 14, que es parte de este
pasaje, dice así: "Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también
traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él". El problema que preocupaba
a los tesalonicenses era si los creyentes que ya habían muerto se perderían el
gozo de la Segunda Venida de Cristo. La respuesta de Pablo, desarrollada en el
versículo s 13-18, es que no, ya que los muertos en Cristo serán resucitado s
primero y entonces, junto con aquellos que todavía están vivos, se encontrarán
con el Señor en el aire. En el versículo 14 Pablo dice que: "traerá Dios con
Jesús" a aquellos que han muerto en Cristo. ¿Qué quiere decir, "traer con
Jesús"? Los muertos creyentes, según Pablo nos enseña en otras partes, están
ahora con Cristo (véase Fil. 1:23 y 2 Co. 5:8). Cuando Cristo regrese, él traerá a
estos muertos creyentes consigo desde el cielo. Este punto se menciona, sin
embargo, no sólo en 1 Tesalonicenses 3:13 sino también en 1 Tesalonicenses
4:14 que trata específicamente del arrebato. La venida de Cristo "con sus
santos", por lo tanto, no debe ser separada de su "venida por sus santos" en el
arrebato. El regreso de Cristo será a la vez "con" y "por" sus santos.1°
Cierto; la iglesia nunca será objeto de la ira de Dios, ya que Cristo sufrió la ira
140
de Dios por su pueblo cuando fue crucificado. Pero esto no significa
necesariamente que la iglesia no puede estar sobre la tierra cuando la ira de
Dios sea derramada durante la tribulación. Por ejemplo, se recordará que
cuando Dios visitó con ira a los egipcios en el tiempo de las diez plagas, el
pueblo de Dios, aunque vivía en la tierra, fue librado de los males que se les
infligió a los egipcios. Además, en el séptimo capítulo del libro del Apocalipsis
leemos que los siervos de Dios son sellados en sus frentes (v. 3) para que la ira
de Dios no caiga sobre ellos (9:4) durante el tiempo en que la ira de Dios recae
sobre otros.
Y queda todavía algo por decir. Estar a salvo de la ira de Dios no implica
necesariamente liberación de la ira del hombre. Como vimos anteriormente, la
iglesia debe sufrir tribulación continuamente; piénsese en las palabras de
Jesús en Mateo 24:9 y que tienen referencia a su pueblo durante toda la era
presente: "Entonces os entregarán a tribulación y os matarán, y seréis
aborrecidos de toda la gente por causa de mi nombre". Si la tribulación es uno
de los signos de los tiempos, ¿qué razón hay por la que la iglesia no deba
estar en la tierra durante la fase final de dicha tribulación? Pablo indica en 2
Tesalonicenses 1:6-8 que el regreso de Cristo significará la liberación de la
tribulación por parte de su iglesia y de su pueblo: "Porque es justo delante de
Dios pagar con tribulación a los que os atribulan, y a vosotros que sois
atribulados, daros reposo con nosotros, cuando se manifieste el Señor Jesús
desde el cielo con los ángeles de su poder, en llama de fuego, para dar retribu-
ción a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro
Señor Jesucristo".
Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le
habéis visto ir al cielo". La misma intención se halla en las palabras de
Hechos'3:19-21, habladas por Pedro en el templo: "Así que, arrepentíos y
141
convertíos ... para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio y
él envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado; a quien de cierto es
necesario que el cielo reciba hasta la restauración de todas las cosas, de que
habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde tiempo
antiguo". Pablo, de modo semejante, enseña que Cristo regresará en persona:
"Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al
Salvador, al Señor Jesucristo" (Fil. 3:20). Nótese también lo que él dice en
Colosenses 3:4: "Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros
también seréis manifestados con él en gloria".
"No hay parecer en él, ni hermosura; le veremos, mas sin atractivo para que le
deseemos. Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores,
experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue
menospreciado, y no 10 estimamos. (53:2-3)
Pablo también nos recuerda que cuando Cristo vino a la tierra por primera vez,
él: "Se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo", y "se humilló a sí mismo,
haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz" (Fil. 2:7-8).
Pero cuando Cristo vuelva, todo será distinto. Regresará en gloria. Cristo mismo
nos dijo esto, en su discurso en el monte de los Olivos: " ... y verán al Hijo del
Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria" (Mí. 24:30).
Pablo agrega algunos detalles adicionales: "Porque el Señor mismo con voz de
mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo" (1
Ts. 4:16). Cristo volverá nuevamente para ser glorificado en sus santos (2 Ts.
1:10) y nosotros que somos su pueblo apareceremos con él en gloria cuando él
regrese (Col. 3:4). Cristo regresará como el glorioso conquistador, el Juez de
todo, el redentor de toda la creación, el Rey de reyes y Señor de señores" (Ap.
19:16)
142
CAPITULO 14: PRINCIPALES PUNTOS DE VISTA
RESPECTO AL MILENIO
El libro del Apocalipsis habla de ciertas personas de las que se dice que vivirán y
reinarán con Cristo mil años (20:4). Las interpretaciones divergentes de este pasaje
han llevado a la formación de no menos de cuatro opiniones principales sobre la
naturaleza del milenio o del reino milenial aquí descrito. Estos cuatro puntos de vista
son: el amilenialismo, el postmilenialismo, el premilenialismo histórico y el
premilenialismo dispensacionalista. En este capítulo presentaremos una breve
descripción y análisis de estas cuatro opiniones principales respecto al milenio.
Los amilenialistas sostienen, además, que el reino de Dios está presente ahora
mismo en el mundo, ya que el Cristo victorioso gobierna a su pueblo por su Palabra
y su Espíritu, aun cuando dicho pueblo anticipa todavía un reino futuro, glorioso y
perfecto sobre la nueva tierra en la vida por venir. A pesar de que Cristo ha logrado
una victoria decisiva sobre el pecado y el mal, el reino del mal continuará existiendo
junto al reino de Dios hasta el fin del mundo. Aunque ya disfrutamos de muchas
bendiciones escatológicas en este tiempo presente (escatología inaugurada),
anticipamos una serie culminante de acontecimientos futuros asociados con la
Segunda Venida de Cristo que introducirán el estado final (escatología futura). Los
así llamados "signos de los tiempos" han estado presentes en el mundo desde el
tiempo de la primera venida de Cristo, pero llegarán a una manifestación más
intensificada y final justamente antes de su Segunda Venida. Por lo tanto, el
amilenialista espera que se complete la tarea de llevar el evangelio a todas las
143
naciones y la conversión de la plenitud de Israel antes' del regreso de Cristo. Espera
asimismo una forma intensificada de tribulación y apostasía, como también la
aparición de un anticristo personal antes de la Segunda Venida.
Hemos definido al postmilenialismo como ese punto de vista respecto a las últimas
cosas que sostiene que el Reino de Dios está siendo extendido ahora por el mundo
a través de la predicación del evangelio y la obra salvífica del Espíritu Santo en los
corazones de las personas; que el mundo será eventualmente cristianizado, y que el
regreso de Cristo ocurrirá al fin de un largo período de justicia y paz comúnmente
llamado "el milenio". Debe añadirse que sobre la base de los principios
postmilenialistas, la Segunda Venida de Cristo será seguida inmediatamente por la
resurrección general, el juicio general, y la introducción del cielo y del infierno en
toda su plenitud.
144
y el desierto florecerá como la rosa. Naciones antes antagónicas trabajarán juntas
en armonía. Esta edad de oro de prosperidad espiritual durará un largo período de
tiempo, quizá mucho más que los mil años literales. En las palabras del mismo
Boettner: "Esto no quiere decir que habrá alguna vez una época en este mundo en
que cada persona sea cristiana, o que todo pecado sea abolido. Pero sí significa que
el mal, que los principios cristianos serán la norma en vez de la excepción, y que
Cristo regresará a un mundo verdaderamente cristianizado".
145
avanzará a lo largo ya lo ancho del mundo, sin que nada, literalmente nada, sea
capaz de resistir su marcha progresiva".16 Norman Shepherd cita pasajes de los
salmos y de los profetas que hablan de un reino universal y triunfante del Mesías (p.
ej., Nm. 14:21; Sal. 2:8; 22:27-29; 72; Is. 2:2-4; 11:6-9; 65; 66; Jer. 31:31-34; Zac.
9:9ss; 13:1; 14:9). A continuación él dice: "Dado que éstos [pasajes] no pueden
referirse a un reino posterior al advenimiento de Cristo, y visto que nada de lo
sucedido en la historia le hace justicia a la gloria de la visión profética, la edad de oro
debe estar todavía en el futuro, aunque previa al regreso del Mesías".17 Shepherd,
además, menciona la parábola de la levadura en Mateo 13:33 y dice que ésta indica
la extensión universal del reino. De Romanos 11 deriva la expectativa de una
generalizada conversión tanto de judíos como de gentiles. "Todo esto", dice él, "está
de acuerdo con el hecho que el objeto de la redención de Cristo es el mundo (Jn.
3:16-17; véase Ap. 11:15)".
(1) Las profecías del Antiguo Testamento interpretadas por los postmilenialistas
como referencias a una futura edad de oro de mil años describen en realidad el
estado final de la comunidad redimida. El profesor Shepherd afirma que pasajes de
este tipo no pueden referirse a un reino de Cristo posterior a su advenimiento. Yo
pregunto, ¿por qué no? Si tenemos en mente el importante hecho que en el estado
final habrá tanto un nuevo cielo como una nueva tierra, estas profecías pueden
fácilmente entenderse como una indicación, en su significado definitivo, de las
glorias de la vida en aquella nueva tierra.
Isaías 11:9 ("Porque la tierra será llena del conocimiento del Señor como las agua
cubren el mar") y Jeremías 31:34 ("Porque todos me conocerán, desde el más
pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová"). Isaías 65:17-25 asimismo
debe ser entendido como una descripción del estado final de los redimidos; nótense
particularmente las palabras del versículo 17: "Porque he aquí que yo crearé nuevos
cielos y nueva tierra; y de lo primero no habrá memoria ni más vendrá al
pensamiento”.
146
discurso del monte de los Olivos de Mateo 24 se ocupa tanto de sucesos que tienen
que ver con la destrucción de Jerusalén como de aquellos que tienen que ver con el
fin del mundo. Si bien Jesús indica en este discurso que su pueblo debe esperar la
tribulación durante todo el período entre su primera y segunda venida, él también
habla de una gran tribulación tal como no ha habido desde el principio del mundo y
nunca habrá (v. 21). De particular importancia aquí son los versículos 29 y 30 de
este capítulo:
147
mismo modo en lo que hace Kik. Las objeciones mencionadas anteriormente al
punto de vista de Kik también tienen vigencia aquí. Existe una dificultad adicional: en
el punto de vista de Shepherd los mil años durante los cuales Satanás es
encadenado parecen ser un período diferente del de los mil años durante los cuales
las almas reinan con Cristo. Pero, ¿no es más probable que los "mil años"
mencionados cinco veces en estos seis versículos representen el mismo período de
tiempo, especialmente si se tiene en cuenta que la expresión griega ta chilia ete ("los
mil años") aparece dos veces en este pasaje, una vez en el v. 3 y otra vez en el v. 5?
Y aun si aceptáramos que la interpretación que Shepherd hace de este pasaje
pudiera ser la correcta, cabe nuevamente volver a preguntar, ¿Qué base hay en
Apocalipsis 20:1-6 para la expectativa de una futura edad de oro de mil años?"
148
dos etapas sino un acontecimiento único. Cuando Cristo vuelva, los creyentes que
hayan muerto serán resucitados y los creyentes que todavía vivan serán
transformados y glorificados, y luego ambos grupos serán arrebatados
conjuntamente para encontrarse con el Señor en el aire.25 Después de este
encuentro en el aire, los creyentes acompañarán a Cristo en su descenso a la tierra.
Después del descenso de Cristo a la tierra, el anticristo será muerto y su reino
opresor llegará a su fin. En este tiempo, o acaso antes, la gran mayoría de los judíos
vivos entonces se arrepentirá de sus pecados, creerá en Cristo como Mesías, y será
salvo; esta conversión del pueblo judío será una fuente de bendición indecible para
el mundo.
El milenio no debe ser confundido con el estado final, ya que el pecado y la muerte
todavía existen. El mal, sin embargo, se verá grandemente refrenado y la justicia
prevalecerá sobre la tierra como nunca antes. Este será un período de justicia social,
política y económica, y de gran paz y prosperidad. Hasta la naturaleza reflejará la
bienaventuranza de esta era, ya que la tierra será extraordinariamente productiva y
el desierto florecerá como la rosa.
Cerca del fin del milenio, sin embargo, Satanás, que había estado encadenado
durante este período, será soltado y saldrá a engañar nuevamente a las naciones.
Reunirá a las naciones rebeldes para la batalla de Gog y Magog, y las guiará en un
ataque sobre el "campo de los santos". Satanás, empero, será consumido por fuego
desde el cielo y entonces arrojado al Iago de fuego.
Una vez acabado el milenio se llevará a cabo la resurrección de los incrédulos que
hayan muerto. En ese momento toma lugar el juicio ante el gran trono blanco, en el
cual todos los hombres, tanto creyentes como incrédulos, serán juzgados. Aquellos
cuyos nombres fueren hallados escritos en el libro de la vida entrarán en la vida
eterna, en tanto que aquellos cuyos nombres no se encuentren en ese libro serán
arrojados al lago de fuego. Después de esto vendrá la introducción del estado final:
los incrédulos pasarán la eternidad en el infierno, en tanto que el pueblo redimido de
Dios vivirá para siempre sobre una nueva tierra de la cual ha sido expurgado todo
mal.
149
describe acontecimientos que seguirán a la Segunda Venida. Los primeros tres
versículos de Apocalipsis 20, sostiene Ladd, describen el encadenamiento de
Satanás durante el milenio que sigue al regreso de Cristo. 27 Apocalipsis 20:4
describe el reino de los creyentes resucitados con Cristo sobre la tierra durante el
milenio. Ladd insiste en que la palabra griega ezesan (vivieron, o volvieron a vivir),
que aparece en los versículos 4 y 5, debe significar resucitados físicamente de entre
los muertos.28 El encuentra en el versículo 4 una descripción de la resurrección
física de los creyentes al principio del milenio (llamada más adelante "la primera
resurrección"), y en el versículo 5 una descripción de la resurrección física de los
incrédulos al fin del milenio. Ladd explica el hecho de que la enseñanza respecto a
este reino terrenal de mil años se encuentre sólo en este capítulo en base a su
concepto de revelación progresiva.
A manera de evaluación, podemos decir en primer lugar que hay mucho que nos
puede agradar en la posición de Ladd. Entre estos puntos están las enseñanzas que
(1) Dios no tiene dos pueblos separados con destinos diferentes (a saber, judíos y
gentiles, o Israel y la iglesia) sino solamente un pueblo; (2) el reino de Dios es a la
vez presente y futuro; (3) ya en este tiempo presente la iglesia disfruta de
bendiciones escatológicas; (4) los signos de los tiempos han estado presentes
desde el tiempo de la primera venida de Cristo, pero tomarán una forma
intensificada antes de su Segunda Venida; (5) la Segunda Venida de Cristo no es un
acontecimiento con dos fases sino un suceso único.
150
demostrará en un capítulo subsiguiente, esta no es la única manera posible de
interpretar estos versículos. La manera en que los amilenialistas interpretan
Apocalipsis 20:1-6, como una descripción del reinado de las almas de los creyentes
muertos junto con Cristo en los cielos, ha merecido respeto en la iglesia desde los
días de San Agustín. 32 Se encontrará una elaboración y defensa más amplia de la
interpretación amilenialista de este pasaje más adelante en el capítulo 16.
(3) El regreso del Cristo glorificado y de los creyentes glorificados a una tierra en la
cual el pecado y la muerte todavía existan violaría la finalidad de su glorificación.
¿Por qué deberían aquellos creyentes, que han estado disfrutando de la gloria
celestial durante el estado intermedio, ser resucitados de entre los muertos para
regresar a una tierra en la cual el pecado y la muerte todavía existen? ¿No sería
esto un anticlímax? ¿N o reclaman los cuerpos glorificados en la resurrección una
vida sobre una nueva tierra, de la cual todos los remanentes del pecado y de la
maldición hayan sido desterrados? ¿Por qué, además, regresaría el Cristo
glorificado a una tierra en la cual todavía reinan el pecado y la muerte? ¿Por qué
debería él, después de su regreso en gloria, verse obligado todavía a gobernar a sus
151
enemigos con vara de hierro y verse obligado aún a destruir la rebelión final en
contra suya al fin del milenio? ¿No se terminó la batalla de Cristo contra sus
enemigos durante su estado de humillación? ¿No logró él entonces una victoria
decisiva y final sobre el mal, el pecado, la muerte y Satanás? ¿No enseña la Biblia
que Cristo regresará en la plenitud de su gloria para introducir no un período interino
de limitada paz y bendición, sino un estado final de perfección sin calificativos?
(4) El reino terrenal de mil años enseñado por los premilenialistas no concuerda con
la enseñanza neotestamentaria sobre la escatología, dado que el mismo no
corresponde ni a la era presente ni a la era por venir. Vimos antes que el Nuevo
Testamento contrasta deis eras o eones: la era presente y la era por venir. No hay
indicación ni en los Evangelios, ni en el libro de Hechos, ni en las epístolas que
habrá también una tercera era entre la era presente y la era por venir. La
representación que hacen los escritores del Nuevo Testamento es que cuando
Jesús venga nuevamente él hará inicio a la nueva era. Es así que, por ejemplo,
leemos en Mateo 25:3110 siguiente: "Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria,
y todos los santos ángeles con él [una clara referencia al regreso de Cristo],
entonces se sentará en su trono de gloria". Que el trono del que aquí se habla no es
un trono terrenal de mil años, sino el trono del juicio que inicia la era final, se hace
evidente del versículo 46: "E irán estos [los que están a la izquierda del juez] a
castigo eterno y los justos a la vida eterna". En Hechos 3 oímos a Pedro decir en su
discurso en el templo; "Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados
vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio,
y él envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado; a quien de cierto es necesario
que el cielo reciba hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, de que
habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde tiempo antiguo"
(3:19-21). Ciertamente las palabras "los tiempos de la restauración de todas las
cosas" se refieren no a un intervalo intermedio de mil años sino al estado final. Pablo
enseña que la Segunda Venida de Cristo será seguida inmediatamente por el juicio
final: "Así que no juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, el cual
aclarará también lo oculto de las tinieblas y manifestará las intenciones de los
corazones" (1 Co. 4:5). En su segunda epístola, Pedro afirma con inconfundible
claridad que la Segunda Venida será seguida inmediatamente por la disolución de la
antigua tierra y la creación de la nueva tierra:
Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán
con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, la tierra y las
obras que hay en ella serán quemadas. Puesto que todas estas cosas han de ser
deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir,
esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios, en el cual los cielos
encendiéndose, serán deshechos y los elementos, siendo quemados, se fundirán!
Pero nosotros esperamos según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los
cuales mora la justicia. (2 P. 3:10-13).
152
permite la existencia del mal mientras posterga el juicio final sobre dicho mal. Visto
que un reinado terrenal de mil años por parte de Cristo no es enseñado en ninguna
otra parte de las Escrituras, y dado que las características de este reino milenario
están en conflicto con lo que la Escritura enseña en otras partes sobre la Segunda
Venida y sobre la era por venir que le sigue, ¿por qué debemos afirmar que
Apocalipsis 20:1-6 enseña que habrá un reino tal? En lugar de insistir en que
Apocalipsis 20 afirma una enseñanza que no aparece en ninguna otra 'parte de la
Biblia, ¿no es más sabio interpretar estos difíciles versículo s de un libro apocalíptico
a la luz de, y en armonía con, las claras enseñanzas del resto de la Escritura?
El dispensacionalista cree que a lo largo de las edades Dios está siguiendo dos
propósitos distintos: uno relacionado con la tierra con un pueblo terrenal y
comprendiendo objetivos terrenales, que es el judaísmo; el otro, en tanto, está
relacionado con el cielo con un pueblo celestial y comprendiendo objetivos
celestiales, que es el cristianismo...
153
De capital importancia para la interpretación premilenialista de la Escritura es la
distinción aportada por el Nuevo Testamento entre el propósito presente de Dios
para con la iglesia y su propósito para con la nación de Israel. Los individuos que
son descendientes de Jacob en esta era presente tienen un privilegio igual al de los
gentiles, el de poner su confianza en Cristo y de formar el cuerpo de Cristo la iglesia.
El Nuevo Testamento tanto como el Antiguo, sin embargo, deja bien en claro que la
nación de Israel como tal últimamente recibe el cumplimiento de sus promesas en el
reino futuro de Cristo sobre ellos... La era presente, según la interpretación
premilenialista, es el cumplimiento del plan y propósito de Dios, revelado en el
Nuevo Testamento, de llamar un pueblo tanto de entre los judíos como de entre los
gentiles para formar un nuevo cuerpo de santos. Y es solamente cuando este
propósito haya sido cumplido que Dios podrá llevar a cabo los trágicos juicios que
preceden al reino de mil años de Cristo e inaugurar la justicia y la paz que
caracterizan el reino del milenio.
154
promesas se ha cumplido, los dispensacionalistas esperan que se cumplan durante
el reinado del milenio de Cristo.
Cuando Cristo estuvo en la tierra, él ofreció el reino de los cielos a los judíos de su
tiempo. Este reino iba a ser un gobierno terrenal sobre Israel, en cumplimiento de las
profecías del Antiguo Testamento; además, la entrada a este reino requeriría el
arrepentimiento del pecado, la fe en Jesús como Mesías y la buena disposición de
adoptar la alta norma de moralidad enseñada, por ejemplo, en el Sermón del Monte.
Los judíos de ese tiempo, sin embargo, rechazaron el reino. El establecimiento final
de este reino, por lo tanto, se postergó hasta el tiempo del milenio. Mientras tanto,
Cristo introdujo la "forma misteriosa" del reino-una forma descrita en parábolas tales
como la del sembrador y la del trigo y la cizaña en Mateo 13. Un exponente de este
punto de vista, E. Schuyler English, lo expresa de esta manera: "El reino del misterio
es la cristiandad, esa porción del mundo en la cual se profesa el nombre de Cristo.
Es la iglesia visible, compuesta de incrédulos tanto como de creyentes, que
constituye el reino de los cielos en misterio. Continuará hasta el fin de los tiempos
cuando Cristo regrese a la tierra a reinar como Rey".
Dado que el reino en su forma final o "verdadera" había sido rechazado por los
judíos, Cristo ahora procede a establecer la iglesia. El propósito de la iglesia es el de
reunir a creyentes, principalmente los gentiles pero incluyendo también a los judíos,
como cuerpo de Cristo una reunión o "llamamiento" que no será completa hasta que
Cristo regrese nuevamente para el arrebato. Si bien el reino davídico fue predicho en
el Antiguo Testamento, la iglesia no lo había sido. La iglesia, por lo tanto, constituye
una especie de "paréntesis" en el plan de Dios, que interrumpe el programa predicho
por Dios para Israel. " ... La era presente [la era de la iglesia] es un paréntesis o un
período de tiempo no predicho por el Antiguo Testamento y que en consecuencia no
cumple ni avanza el programa de acontecimientos revelados en las profecías del
Antiguo Testamento".
155
El período de siete años que sigue es el cumplimiento de la septuagésima semana
de la profecía de Daniel (Dn. 9:24-27). Los dispensacionalistas sostienen que si bien
la sexagésima novena semana de esta profecía se cumplió en el tiempo de la
primera venida de Cristo, la profecía respecto a la septuagésima semana (v. 27) no
se cumplirá hasta después del arrebato. Durante este período de siete años,
mientras la iglesia permanece en el cielo, ocurrirán en la tierra varios
acontecimientos: (1) la tribulación predicha en Daniel 9:27 comienza ahora, cuya
segunda parte es la así llamada gran tribulación; (2) el anticristo comienza su
reinado cruel-un reinado que culmina con su demanda de ser adorado como Dios;
(3) terribles juicios caen ahora sobre los habitantes de la tierra; (4) en este tiempo el
remanente de Israel se volverá a Jesucristo para aceptarlo como el Mesías-los
144.000 israelitas sellados del Apocalipsis 7:3-8; (5) este remanente de Israel
comenzará ahora a predicar el "Evangelio del Reino"-un evangelio que tiene como
contenido central el establecimiento del futuro reino davídico, pero que incluye el
mensaje de la cruz y la necesidad de fe y arrepentimiento; (6) a través del testimonio
de estos 144.000 una multitud sinnúmero de los gentiles será también traída a la
salvación (Ap. 7:9); (7) los reyes de la tierra y los ejércitos de la bestia y del falso
profeta se reúnen ahora para atacar al pueblo de Dios en la batalla de Armagedón.
Al fin de este período de siete años Cristo regresará en gloria acompañado por la
iglesia. En este momento él descenderá completamente a la tierra y destruirá a sus
enemigos, dando fin así a la batalla de Armagedón. Para este tiempo la nación de
Israel se habrá reunido en Palestina. Al regresar a Cristo, la gran mayoría de los
israelitas vivos por entonces se volverán a Cristo en fe y serán salvos, en
cumplimiento de las predicciones del Antiguo y del Nuevo Testamento. El diablo
ahora será encadenado, arrojado al abismo, y sellado allí durante mil años-este
período de tiempo se entiende en un modo estrictamente literal. Lo santos que
murieron durante la tribulación de los siete años que acaban de terminar serán ahora
resucitados de entre los muertos (Ap. 20:4); la resurrección de los santos del Antiguo
Testamento también ocurrirá en este momento. Los santos resucitados, sin
embargo, no entrarán en e" reino del milenio que está a punto de ser establecido;
ellos se reunirá con los santos resucitado s y trasladados que constituyen la iglesia
arrebatada en el cielo. Viene entonces el juicio de los gentiles que permanecen
vivos, registrado en Mateo 25:31--46. Este juicio no tiene que ver con naciones sino
con personas. "La piedra de toque de este juicio será cómo las personas gentiles
trataron a los hermanos de Cristo - hermanos según la carne (es decir, judíos) o
hermanos según El espíritu (es decir, el pueblo salvo) - durante 'la tribulación' ". Las
ovejas - aquellos que pasan la prueba - serán dejadas sobre la tierra para entrar en
el reino del milenio. Los cabritos-aquellos que no pasan la prueba-serán arrojados al
fuego eterno. A continuación sigue el juicio sobre Israel, que aparece mencionado en
Ezequiel 20:33-38. Los rebeldes de entre los israelitas serán muertos en este tiempo
y no se les permitirá disfrutar las bendiciones del milenio. Los israelitas que hubieren
vuelto al Señor, empero, entrarán en el reino del milenio y disfrutaran de sus
bendiciones.
156
son miembros de este reino del milenio, por lo tanto, no son creyentes resucitados,
sino creyentes que estaban vivos todavía cuando Cristo regresó para la segunda
fase de su Segunda Venida; debe notarse también que al principio del milenio no
quedará gente no redimida viviendo sobre la tierra. El reino del milenio de Cristo
cumple las promesas hechas a Israel en el Antiguo Testamento: "El propósito
terrenal de Israel del cual hablan los dispensacionalistas tiene que ver con la
promesa nacional que se cumplirá en los judíos durante el milenio, al vivir ellos
sobre la tierra en cuerpos no resucitados. El futuro terrenal de Israel no tiene que ver
con los israelitas que mueren antes de que el milenio sea instalado".
Los que entran en el reino del milenio serán seres humanos normales. Se casarán y
reproducirán, y la mayoría de ellos morirán. El milenio será un tiempo de
prosperidad, de productividad maravillosa y de paz, será una edad de oro tal como el
mundo nunca ha visto antes. La tierra estará llena del conocimiento del Señor, así
como las aguas cubren el mar. La adoración en el milenio se centrará alrededor del
templo reconstruido de Jerusalén, al cual llegarán todas las naciones para ofrecer
alabanza a Dios. Los sacrificios de animales volverán a ser ofrecidos en el templo.
Estos sacrificios, sin embargo, no serán ofrendas propiciatorias, sino ofrendas
conmemorativas, en memoria de la muerte de Cristo por nosotros.
¿Cuál será la relación de los santos resucitados para con la tierra del milenio? Los
santos resucitados vivirán en la nueva y santa Jerusalén descrita en Apocalipsis
21:1-22:5. Durante el reino del milenio esta Jerusalén celestial estará en el aire
sobre la tierra, echando su luz sobre la tierra. Los santos resucitados tomarán parte
en el reino del milenio, ya que participarán con Cristo en ciertos juicios (cf. Mí. 19:28;
1 Co. 6:2; y Ap" 20:6). Parecería, por lo tanto, que los santos resucitados podrán
descender desde la nueva Jerusalén a la tierra a fines de tomar parte en estos
juicios. Estas actividades judiciales, sin embargo, parecen estar "limitadas a ciertas
funciones específicas, y la actividad primaria de los santos resucitados será la de
estar en la ciudad nueva y celestial"
Si bien al principio del milenio solamente gente regenerada vivirá sobre la tierra, los
hijos nacidos de esta gente durante el milenio eventualmente sobrepasarán
grandemente a sus padres. Muchos de estos hijos se convertirán y serán verdaderos
creyentes. Aquellos que se vuelvan rebeldes en contra del Señor serán refrenados
por Cristo y, si fuera necesario, ejecutados. Aquellos que simplemente profesan la fe
cristiana pero no son verdaderos creyentes serán reunidos por Satanás al fin del
milenio (después de que éste haya sido puesto en libertad de su prisión) para un
ataque final contra "el campo de los santos". Esta rebelión final, sin embargo, será
totalmente aplastada por Cristo, los enemigos de Dios serán destruidos y Satanás
será arrojado al Iago de fuego. Antes del fin del milenio, todos los creyentes que
hubieran muerto durante el milenio serán resucitados.
Una vez terminado el milenio, todos los muertos no creyentes serán resucitados y
serán juzgados ante el gran trono blanco. Visto que sus nombres no han sido
escritos en el libro de la vida, todos ellos serán arrojados al Iago de fuego, que es la
segunda muerte.
El estado final será iniciado en este momento. Dios creará ahora un nuevo cielo y
una nueva tierra, de los cuales habrán sido quitados todo pecado e imperfección. La
Jerusalén celestial, la morada de los santos resucitados, descenderá ahora a esta
157
nueva tierra donde Dios y su pueblo morarán juntos en una eterna y perfecta
bienaventuranza. Si bien el pueblo de Dios sobre la nueva tierra será uno, habrá una
distinción por toda la eternidad entre los judíos redimidos y los gentiles redimidos.
Si bien la intención principal de este capítulo será la de efectuar una crítica del
premilenialismo dispensacionalista, comenzaremos mencionando algunos
aspectos de la enseñanza dispensacionalista que merecen nuestro aprecio.
Apreciamos la aceptación de los dispensacionalistas de la inspiración verbal y
de la infalibilidad de la Biblia. Nos es grato ver que los dipensacionalistas
esperan un regreso visible y personal de Cristo. Reconocemos con gratitud su
insistencia en que en cada era la salvación es solamente por la gracia, y tiene
como base los méritos de Cristo. Concordamos además con los
dispensacionalistas en esperar una futura fase del reino de Dios que
comprenderá a la tierra, en la cual Cristo reinará y Dios será todo y en todo.
Aunque nosotros esperamos ver ese reino en el estado final, y aunque nuestra
comprensión del reino futuro difiera de la de ellos, concordamos en que habrá
tal reino futuro terrenal.
De más está decir que el análisis que sigue no será exhaustivo. Durante los
últimos cuarenta años ha aparecido un número considerable de libros que
contienen críticas mucho más exhaustivas de la teología y escatología
dispensacionalistas de la que se ofrecerá aquí. Lo que sigue es una crítica que
se limita a ocho puntos principales del dispensacionalismo que fue descrito en
el capítulo anterior.
158
dicha Biblia de dispensación es la siguiente:
159
tendrán una posición favorecida en aquel entonces y serán exaltados sobre los
gentiles? La respuesta del dispensacionalista, presumo, sería algo así: "La
pared intermedia de separación entre los judíos y los gentiles es abolida
durante la presente era de la iglesia en la que Dios está reuniendo su iglesia
tanto de entre los judíos como de entre los gentiles. Pero el milenio será una
dispensación diferente-una en que las promesas hechas a Israel durante una
dispensación anterior serán cumplidas". El problema con esta respuesta
dispensacionalista, sin embargo, está en que uno entonces se ve obligado, en
base a las demandas del esquema dispensacionalista, a pasar por alto lo que el
Nuevo Testamento dice respecto a la abolición de la pared intermedia de
separación entre los judíos y los gentiles. El principio de la discontinuidad entre
una y otra dispensación ha llegado a invalidar y virtualmente anular el principio
de la revelación progresiva.
(2) La enseñanza que Dios tiene un propósito separado para Israel y para la
iglesia es errónea. Como vimos anteriormente, uno de los principios
determinantes de la teoría dispensacionalista es que existe una distinción
fundamental y permanente entre Israel y la iglesia. Los dispensacionalistas
dicen: Israel y la iglesia siempre deben ser mantenidos aparte. Cuando la Biblia
habla de Israel no se refiere a la iglesia, y cuando la Biblia habla de la iglesia no
se está refiriendo a Israel. Dado que en el Antiguo Testamento hay muchas
promesas hechas a Israel que no se han cumplido todavía, estas promesas
habrán de cumplirse en el futuro.
160
el pasaje se entiende de esta manera, "el Israel de Dios" es una descripción
adicional de "cuantos andan según esta regla"-o sea, todos los verdaderos
creyentes, incluyendo tanto a judíos como a gentiles, que constituyen la iglesia
del Nuevo Testamento. Aquí, en otras palabras, Pablo claramente identifica a la
iglesia como el verdadero Israel. Esto significaría que las promesas hechas a
Israel durante el tiempo del Antiguo Testamento se cumplen en la iglesia del
Nuevo Testamento.
Hay muchas otras maneras en las que el Nuevo Testamento aclara el punto
recién mencionado. Considérese, por ejemplo, lo que Pablo dijo a los judíos
reunidos en la sinagoga de Antioquia de Pisidia: "Y nosotros también os
anunciamos el evangelio de aquella promesa hecha a nuestros padres, la cual
Dios ha cumplido a los hijos de ellos, a nosotros, resucitando a Jesús ... Y en
cuanto a que le levantó de los muertos para nunca más volver a la corrupción,
lo dijo así: 'Os daré las misericordias fieles de David' ....Sabed, pues, esto,
varones hermanos: que por medio de él se os anuncia perdón de pecados, y
que de todo aquello de que por la ley de Moisés no pudisteis ser justificados, en
él es justificado todo aquel que cree" (Hch. 13:32-34, 38-39). Nótese que, según
estas palabras, las promesas de Dios hechas a los padres han sido cumplidas
en la resurrección de Jesús, y que en esa resurrección Dios ha dado a su
pueblo del Nuevo Testamento "las misericordias fieles de David". Estas
promesas y bendiciones, además, se interpretan de tal modo que significan, no
un futuro reino judío en el milenio, sino perdón de pecados y salvación, Las
promesas hechas a Israel, por lo tanto, se cumplen en la iglesia del Nuevo
Testamento.
Otro modo adicional en que podemos ver que la iglesia del Nuevo Testamento
es el cumplimiento de Israel del Antiguo Testamento es observar 1 Pedro 2:9:
"Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo
adquirido por Dios (margen: un pueblo para posesión suya), para que anunciéis
las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable". Pedro
dirige su epístola "a los expatriados en la dispersión en el Ponto, Galacia,
Capadocia, Asia y Bitinia" (1:1). Aunque la palabra dispersión es
frecuentemente aplicada a los judíos, es evidente a través del contenido de esta
epístola que Pedro estaba escribiendo a cristianos que residían en estas
provincias, muchos de los cuales, si no la mayoría, eran gentiles.9 Pedro, por lo
tanto, está dirigiéndose a los miembros de la iglesia del Nuevo Testamento.
Si miramos ahora con cuidado 1 Pedro 2:9, notamos que Pedro está aquí
aplicando a la iglesia del Nuevo Testamento expresiones que en el Antiguo
Testamento se usan para describir a Israel. Las palabras "linaje escogido" se
aplican en Isaías 43:20 al pueblo de Israel. Las expresiones "real sacerdocio,
nación santa" se usan en Éxodo 19:6 para describir a Israel. Las palabras
"pueblo adquirido por Dios", o "un pueblo para posesión suya" le son aplicadas
al pueblo de Israel en Éxodo 19:5.10 Pedro, por lo tanto, está diciendo aquí en
palabras muy claras que lo que el Antiguo Testamento decía respecto a Israel
se puede decir ahora de la iglesia. Ya no se piensa en que el pueblo de Israel
constituye exclusivamente la raza escogida-la iglesia judeo-gentil es ahora el
pueblo elegido de Dios. Los judíos del Antiguo Testamento no son ya más la
nación santa de Dios-ahora se debe llamar de este modo a toda la iglesia. Israel
161
ya no es sólo "un pueblo adquirido por Dios"-estas palabras se le deben aplicar
ahora a toda la iglesia del Nuevo Testamento. ¿No es entonces
abundantemente claro, vistos los pasajes que acabamos de analizar, que la
iglesia del Nuevo Testamento es ahora el verdadero Israel, en el cual y a través
del cual se están cumpliendo las promesas hechas al Israel del Antiguo
Testamento?
162
gentiles. En Efesios 2:11-22 Pablo muestra que Dios ha hecho a los gentiles y a
los judíos conjuntamente miembros de la familia de Dios cuando derribó la
pared intermedia de hostilidad (o separación) que estaba entre ambos; todo el
argumento, sin embargo, carecería de sentido si Pablo no estuviese haciendo
una distinción entre judíos y gentiles.
163
Israel habría de ser una bendición para todos los pueblos del mundo, dado que
de Israel nacería el Salvador de la humanidad. Cuando Dios por primera vez
llamó a Abraham a salir de Ur de los Caldeas, le dijo: "Haré de ti una nación
grande y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre... y serán benditas en ti todas
las familias de la tierra" (Gn. 12:2-3). En Génesis 22:18 se añade el
pensamiento de la simiente: "En tu simiente serán benditas todas las naciones
de la tierra". Este gran propósito de Dais para con Israel se ve cumplido en eL
libro de Apocalipsis, que en el capítulo 5 describe al Cordero del siguiente
modo: "Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste
inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y
pueblo y nación" (v. 9). El Cordero, un descendiente de Abraham, ha rescatado
a una vasta multitud, comprada con sangre, de cada tribu y nación de la tierra-
este era el propósito de Dios para con Israel. En Apocalipsis 21 Juan describe
la santa ciudad, la nueva Jerusalén, que ha descendido del cielo a la tierra.
Sobre sus doce puertas aparecen escritos los nombres de las doce tribus de
Israel en tanto que sobre sus doce cimientos están escritos los nombres de los
doce apóstoles (vv. 12-14). Esta postrera comunidad de los redimidos
representa tanto al pueblo de Dios del Antiguo Testamento (las doce tribus)
como a la iglesia del Nuevo Testamento (los doce apóstoles). Es así que el
propósito de Dios para con Israel ha sido final y totalmente logrado.
Sugerir que Dios tiene en mente un futuro aparte para Israel, a diferencia del
futuro que ha planeado para los gentiles, en realidad va en contra del propósito
de Dios. Es como volver a poner el andamiaje después de haber terminado el
edificio. Es como volver hacia atrás el reloj de la historia, hacia los tiempos del
Antiguo Testamento. Es imponer la separación del Antiguo Testamento sobre el
Nuevo, y no tomar en cuenta el progreso de la revelación. El presente propósito
de Dios para con Israel es que Israel crea en Cristo como su Mesías, y que se
haga así parte de esa comunidad del pueblo redimido de Dios que es la iglesia.
¿Es que no hay entonces futuro para Israel? Claro que lo hay, pero el futuro de
los creyentes israelitas no debe ser separado del futuro de los creyentes
gentiles. La esperanza de Israel para el futuro es exactamente la misma que la
de los creyentes gentiles: salvación y glorificación final por medio de la fe en
Cristo. El futuro de Israel no debe ser visto en términos de un reino político en
Palestina que dure mil años, sino en términos de una bienaventuranza eterna
compartida con todo el pueblo de Dios sobre una nueva tierra glorificada.
(3) El Antiguo Testamento no enseña que habrá un futuro reino terrenal de mil
años. Los dispensacionalistas encuentran evidencia a favor del futuro reino del
milenio de Cristo en una gran cantidad de pasajes del Antiguo Testamento.
Cuando uno hojea los títulos de capítulos y secciones de la Biblia anotada de
Scofield, uno encuentra que muchas secciones del Antiguo Testamento son
interpretadas como descripciones del milenio. Sin embargo, lo cierto es que el
Antiguo Testamento no dice nada respecto a tal reino del milenio. Los pasajes
que comúnmente se interpretan como descripciones del milenio en realidad
describen la nueva tierra que es la culminación de la obra redentora de Dios.
Veamos algunos de estos pasajes. Comenzamos con Isaías 65:17-25.
164
El título de la Biblia anotada de Scofield sobre el versículo 17 dice: “Nuevo
cielos y nueva tierra". El título sobre los versículo 18-25, sin embargo, es:
"Condiciones del milenio en la tierra renovada, de la cual se ha quitado la
maldición". Parecería que los editores de esta Biblia, aunque obligados a admitir
que el versículo 17 describe la nueva tierra final, limitan el significado de los
versículos 18-25 a una descripción del milenio que precedería a la nueva tierra.
Uno sólo puede encontrar una descripción del milenio en este pasaje, sin
embargo, pasando por alto deliberadamente lo que se dice en los versículos 17-
19. El versículo 17 habla inequívocamente de los nuevos cielos y la nueva tierra
(que el libro del Apocalipsis reconoce como señal del estado final; véase Ap.
21:1). El versículo 18 llama al lector "a gozarse para siempre"-no sólo durante
mil años-en los nuevos cielos y la nueva tierra a los que recién se ha hecho
referencia. ¡Isaías no habla aquí de una nueva existencia que no durará más de
mil años, sino de una bienaventuranza eterna! Lo que sigue en el versículo 19
añade otro detalle que en Apocalipsis 21:4 es señal del estado final: "Nunca
más se oirán en ella [en la nueva Jerusalén] voz de lloro ni voz de clamor".
¿Qué indicación hay en este pasaje que Isaías esté cambiando de una
descripción del estado final a una descripción del milenio? Los
dispensacionalistas contestan: obsérvese el versículo 20: "No habrá más allí
niño que muera de pocos días, ni viejo que sus días no cumpla; porque el niño
morirá de cien años, y el pecador de cien años será maldito". El hecho de que
se mencione a la muerte en este versículo, dicen los dispensacionalistas, hace
que esta no pueda ser una descripción de la nueva tierra final, sino que debe
aplicarse al milenio.
Debemos admitir que éste es un texto muy difícil de interpretar. ¿Nos está
diciendo aquí Isaías que habrá muerte sobre la nueva tierra? Opino que este no
puede ser el significado, a la luz de lo que se ha dicho en el versículo 19:
"Nunca más se oirán en ella [en la Jerusalén que se describe] voz de lloro ni
voz de clamor". ¿Puede uno imaginarse una muerte no acompañada de lloros?
Es significativo que en 25:8, Isaías predice con toda claridad que no habrá
muerte para el pueblo de Dios en el estado final, vinculando esta predicción con
la promesa de que no habrá más lágrimas: “Destruirá [el Señor de los ejércitos]
a la muerte para siempre; y enjugará el Señor toda lágrima de todos los
rostros”:
165
y mis elegidos podrán gastar lo que sus manos fabriquen" NBE.
Este pasaje, por lo tanto, no requiere ser interpretado como una descripción del
milenio, sino que tiene buen sentido cuando lo entendemos como un retrato
inspirado de la nueva tierra por venir. El versículo 25 indica que no habrá
violencia sobre esa nueva tierra: "No afligirán, ni harán mal en todo mi santo
monte, dijo Jehová".
Es obvio que estos capítulos describen un glorioso futuro para los israelitas que
están en el cautiverio durante el tiempo en que Ezequiel escribe. Este futuro es
descrito en términos de un ritual religioso que los israelitas conocían, a saber, el
del templo y sus sacrificios. Pero la pregunta es: ¿deben entenderse todos
estos detalles literalmente y ser aplicados literalmente a la era del milenio?
La mayor dificultad con tornar estos detalles literalmente es ocasionada por los
sacrificios de animales. ¿Habrá alguna necesidad de seguir ofreciendo
sangrientos sacrificios de animales después de haber hecho Cristo su sacrificio
166
final, al cual apuntaban todos los sacrificios del Antiguo Testamento? La
respuesta habitual de los dispensacionalistas a esta objeción es que durante el
milenio estos serán sacrificios memoriales, sin valor expiatorio, ¿Pero cuál sería
el valor de volver a los sacrificios de animales como memorial de la muerte de
Cristo después de que el Señor mismo nos diera la Santa Cena como memorial
de su muerte?
Consideremos un pasaje más del Antiguo Testamento, Isaías 2:1-4 (cf. Mi. 4:1-
3). El encabezamiento que la Biblia anotada de Scofield tiene para Isaías 2:1
dice: "Una visión del reino venidero". Por lo tanto, este pasaje es visto como
una descripción del milenio. En el versículo 4, sin embargo, leemos lo siguiente:
"Y volverán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en hoces; no alzará
167
espada nación contra nación, ni se adiestrará más para la guerra". Esta
predicción, sin embargo, no cuadra con el milenio de los dispensacionalistas. La
guerra no ha quedado totalmente desterrada de dicha dispensación, dado que
habrá todavía un ataque final contra el campo de los santos. Solamente en la
nueva tierra será cumplida totalmente esta parte de la profecía de Isaías. Los
versículos 2 y 3 describen la participación gozosa de todas las naciones en el
culto al único y verdadero Dios. Llegamos a la conclusión que esta es una
descripción inspirada, no del reino del milenio, sino de las condiciones que
regirán sobre la nueva tierra.
Los dispensacionalistas afirman que las palabras "otra vez" del versículo 11 se
refieren al regreso de Israel a su tierra justamente antes de o al comienzo de la
era del milenio futuro. Este versículo dice así: “Asimismo acontecerá en aquel
tiempo, que Jehová alzará otra vez su mano para recobrar el remanente de su
pueblo que aún quede en Asiría, Egipto, Patros, Etiopía, Elam, Sinar y Hamat, y
en las costas del mar”. Si uno va al versículo 16 de este capítulo, sin embargo,
se dará cuenta claramente que el "otra vez" del versículo 11 significa "otra vez"
después del regreso de los israelitas de Egipto en el tiempo del éxodo: "Y habrá
camino para el remanente de su pueblo, el que quedó en la Siria, de la manera
que lo hubo para Israel el día que subió de la tierra de Egipto". Lo que Isaías
esta prediciendo en estos versículos, en otras palabras, es el regreso de un
remanente del pueblo de Dios en un futuro previsible desde las tierras a las que
168
había sido llevado cautivo. Asiría es mencionada en primer lugar porque es muy
posible que Isaías escribiera estas palabras después que el Reino del Norte
fuera deportado a Asiría en el año 721 a.c. Esta profecía, por lo tanto, tuvo un
cumplimiento literal cuando los israelitas regresaron del cautiverio en el sexto
siglo a.C.
La nota que la New Scofield Bible tiene al versículo 3 dice lo siguiente: "Esta
restauración final se llevará a cabo después de un período de tribulación que no
tiene igual Jer. 30:3-10), y en relación con la manifestación del Renuevo justo
de David (v. 5)... Esta restauración no debe confundirse con el regreso del
remanente de Judá bajo Esdras, Nehemías y Zorobabel al final de los setenta
años de cautiverio Jer. 29:10)". Pero, preguntamos, ¿por qué no podemos
entender que esta profecía se cumplió en el regreso de los israelitas dispersos
en el sexto siglo a.c.? ¿No dijo Jeremías estas palabras justamente antes de la
deportación del reino de Judá a Babilonia? ¿No es el contraste entre el regreso
de Egipto y el regreso del "país del norte", mencionado en los versículos 7 y 8,
semejante al contraste hecho por Isaías en 11:16? El hecho de que Jeremías
mismo específicamente mencione el regreso del cautiverio de Babilonia en un
capítulo posterior fundamenta la afirmación que este es el regreso que él está
prediciendo en el capítulo 23:
"Porque así dijo Jehová: cuando en Babilonia se cumplan los setenta años, yo
os visitaré, y despertaré sobre vosotros mi buena palabra, para haceros volver a
éste lugar" Jer. 29:10).20
Otro pasaje que con frecuencia aducen los dispensacionalistas en relación con
este tema es Ezequiel 34:12-13: "Como reconoce su rebaño al pastor el día en
que está en medio de sus ovejas esparcidas, así reconoceré mis ovejas, y las
libraré de todos los lugares en que fueron esparcidas el día del nublado y de la
oscuridad. Y yo las sacaré de los pueblos, y las juntaré de las tierras; las traeré
a su propia tierra, y las apacentaré en los montes de Israel, por las riberas, y
en todos los lugares habitados del país". Una vez más los encabezamientos de
la Biblia anotada de Scofield aplican esta profecía a la restauración de Israel a
su tierra durante el milenio. Sin embargo, visto que Ezequiel profetizó a los
cautivos en Babilonia, ¿no parece más probable que la referencia inmediata de
esta predicción sea al regreso del cautiverio babilónico? Podemos muy bien
estar de acuerdo con los dispensacionalistas en que la visión gloriosa que
aparece en el resto de este capítulo apunta a un futuro que va mucho más allá
del regreso de Babilonia. Pero, ¿hay algo en el capítulo que nos obligue a
pensar en esa distante y gloriosa era futura solamente en términos de un
milenio? ¿No es mucho más probable que tengamos aquí otra descripción del
futuro que espera a todo el pueblo de Dios en la nueva tierra?
169
Nos volvemos ahora a Ezequiel 36:24: "Y os tomaré de las naciones, y os
recogeré de todas las tierras, y os traeré a vuestro país". Los editores de la
Biblia anotada de Scofield entienden que este pasaje también enseña la
restauración de Israel a su tierra durante el milenio. Pero nótese lo que se dice
en el versículo 8 de este capítulo: "Mas vosotros, oh montes de Israel, daréis
vuestras ramas, y llevaréis vuestro fruto para mi pueblo Israel; porque cerca
están para venir". Si leemos el versículo 24 a la luz del versículo 8, parece
mucho más probable que Ezequiel esté hablando del regreso de Israel del
cautiverio en el futuro cercano, y no en un futuro distante.
170
sino el de describir una residencia eterna del pueblo de Dios en su tierra. Si
uno cree en un milenio terrenal, bien puede encontrar aquí, en este pasaje, una
referencia a condiciones que reinarán en el milenio. Pero debemos insistir
nuevamente en que este pasaje no aporta prueba alguna de que el pueblo de
Israel vaya a ser reunido en su tierra durante el milenio.
171
15:13, interpreta la palabra "volveré" del versículo 16 como referencia a la
Segunda Venida de Cristo. Las palabras sobre la reedificación del tabernáculo o
tienda de David son interpretadas como una descripción de la restauración del
reino de Israel durante el milenio. La reunión de los gentiles como pueblo para
el nombre de Dios es vista como algo que debe suceder antes de la
restauración final de Israel en el milenio. De esta manera, la Biblia anotada de
Scofield aplica la cita de Amós a la situación presente.
Pero hay dos dificultades con la exégesis que hace la Biblia anotada de Scofield
de este pasaje. En primer lugar, en el idioma original, la palabra griega que se
traduce "volveré" (anastrepso) no se usa nunca en el Nuevo Testamento para
describir la Segunda Venida de Cristo. Las palabras iniciales del versículo 16:
"Después de esto volveré", son simplemente otro modo de traducir las palabras,
de Amós, "en aquel día" (bayyom hahrr). Amós se refería a un tiempo que para
él era futuro, pero no necesariamente a un acontecimiento tan distante como la
Segunda Venida. En segundo lugar, la interpretación dispensacionalista parece
bastante forzada. Cuando Santiago dice: "Y con esto concuerdan las palabras
de los profetas", ¿se está refiriendo él acaso a las palabras proféticas respecto
a un suceso que está todavía a una distancia de miles de años? No, lo que él
está diciendo es que las palabras de Amós respecto a la reconstrucción del
tabernáculo de David se están cumpliendo en la reunión de los gentiles y en su
ingreso a la comunión del pueblo de Dios. Si bien en los días de Amós la
situación del pueblo de Dios se hallaba en un punto muy bajo (el tabernáculo
había caído), hoy-según dice Santiago-el pueblo de Dios vuelve nuevamente a
prosperar, ya que sus números están creciendo a pasos agigantados. Insistir en
que Santiago está hablando aquí de una futura restauración literal de Israel en
el milenio es equivocar el sentido de sus palabras.
172
promesa de que la tierra de Canaán sería su posesión eterna. Esa promesa se
cumplirá para toda la simiente espiritual de Abraham (tanto creyentes gentiles como
creyentes judíos) en la nueva tierra. Porque si es cierto, como hemos visto, que la
iglesia del Nuevo Testamento es la contraparte del Israel del Antiguo Testamento,
entonces las promesas dadas a Israel hallarán su cumplimiento final en la iglesia.
Podría uno quizás hacer todavía la siguiente pregunta: Si el significado final de las
profecías de este tipo es la herencia de la nueva tierra en el estado final por parte de
todo el pueblo de Dios (tanto judíos como gentiles), ¿por qué hablan los profetas del
Antiguo Testamento en términos tan estrechos respecto a la restauración de Israel a
su tierra? La respuesta es que la bendición final del pueblo de Dios en la nueva
tierra sólo podría ser descrita por estos profetas del Antiguo Testamento en términos
que fuesen significativos para los israelitas de aquellos días. Para aquellos israelitas
el término Israel era simplemente una manera de decir "el pueblo de Dios". Para
ellos la tierra de Canaán era la tierra que Dios había dado a su pueblo como morada
y posesión propia. Pero el Antiguo Testamento es un libro de sombras y de
prefiguraciones. El Nuevo Testamento amplía estos conceptos. En los tiempos del
Nuevo Testamento el pueblo de Dios ya no consiste solamente de israelitas a los
que se añaden unos pocos no israelitas, sino que se expande hasta llegar a ser una
comunión que incluye tanto a gentiles como a judíos. En los tiempos del Nuevo
Testamento la tierra que será heredada por el pueblo de Dios se expande hasta
incluir toda la tierra. Como ilustración de este punto, observemos cómo Cristo mismo
amplía el significado del Salmo 37:11: "Pero los mansos heredarán la tierra". En el
Sermón del Monte Cristo parafrasea este pasaje de la siguiente manera:
"Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad" (Mt. 5:5).
Nótese como la tierra del Salmo 37, que tiene un sentido localista, pasa a ser la
tierra en Mateo 5, con un sentido universal.
173
todos. Algunos creyeron en él y se hicieron discípulos suyos. Piénsese, por ejemplo,
en los doce, en las muchas mujeres que le siguieron, en los muchos que fueron
sanados por él y llegaron a creer en él de esa manera; en María, Marta y Lázaro; en
Nicodemo y José de Arimatea. Poco después de la ascensión de Jesús leemos en el
libro de los Hechos de un grupo de hermanos que llegaba a ciento veinte (1:15), y
Pablo informa de una aparición del Cristo resucitado a más de quinientos hermanos
a la vez. (1 Co. 15:6). Por consiguiente, no es cierto que Cristo postergó el reino
cuando estuvo en la tierra. El no solamente ofreció el reino a los judíos de su tiempo,
él lo estableció, y muchas personas se hicieron seguidores suyos. A los fariseos
Jesús les dijo: "Pero si yo por el Espíritu de Dios echo fuera los demonios,
ciertamente ha llegado a vosotros el reino de Dios" (Mi. 12:28). A Pedro, como
representante de la iglesia, Jesús le dice: "Ya ti te daré las llaves del reino de los
cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que
desatares en la tierra será desatado en los cielos" (Mi. 16:19). ¿Dan estos pasajes la
impresión que Cristo postergó su reino?
Otro punto de crítica es el siguiente: el reino que Cristo ofreció a los judíos de su
tiempo no incluía su ascensión a un trono terrenal, como lo sostienen los
dispensacionalistas. Si Jesús hubiese ofrecido gobernar a los judíos desde un trono
terrenal, sus enemigos ciertamente hubiesen presentado esta oferta en el juicio que
hicieron ante Pilatos, y la hubieran transformado en una acusación. No cabe duda de
que una oferta de este tipo podría haber sido presentada como evidencia del cargo
de que Cristo había pretendido ser rey sobre los judíos en un sentido terrenal,
amenazando así el gobierno de Cesar (véase Lc. 23:2). Pero nunca se hizo un cargo
de ese tipo. Pilatos dijo específicamente a los acusadores de Jesús: "Pues, ¿qué
mal ha hecho éste? Ningún delito digno de muerte he hallado en él" (Lc. 23:22). El
reino que Jesús ofrecía a los judíos, y que de hecho estableció, era principalmente
una entidad espiritual: el gobierno de Dios en los corazones y las vidas de los
hombres, cuyo propósito era la redención del pecado y de los poderes
demoníacos.27 Por esto Jesús le dijo categóricamente a Pilatos: "Mi reino no es de
este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo
no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí" Jn. 18:36).
174
su reino, ¿cómo hubiese llegado Cristo a la cruz? Según el relato del evangelio,
Cristo fue llevado a la cruz por la enemistad y el amargo odio de los judíos, en
particular de los líderes religiosos. Ahora bien, si estos judíos y sus líderes hubieran
en su mayor parte aceptado a Cristo, ¿de dónde hubiera venido la hostilidad de la
cual resultaría la crucifixión?
Hay una consideración adicional que debe ser presentada ahora. La sugerencia
dispensacionalista de que la aceptación por parte de los judíos del reino que Jesús
les ofrecía podría haber sido seguida por la crucifixión de Cristo, hubiese significado
una inversión total del orden de acontecimientos predichos en las Escrituras. Es que
la secuencia propuesta habría incluido, para Jesús, el siguiente orden: primero la
gloria (gobierno real) y después el sufrimiento (culminando en la crucifixión). Cristo
mismo, sin embargo, explicó a los discípulos de Emaús, en Lucas 24:26, que sus
sufrimientos debían preceder a su gloria: ¿No era menester que el Cristo padeciera
eso para entrar en su gloria?" (NVI). A lo mismo apuntan las siguientes palabras de
1 Pedro 1:10-11: "Los profetas que profetizaron de la gracia destinada a vosotros,
inquirieron y diligentemente indagaron acerca de esta salvación, escudriñando qué
persona y qué tiempo indicaba el espíritu de Cristo que estaba en ellos, el cual
anunciaba de antemano los sufrimientos de Cristo, y las glorias que vendrían tras
ellos".
175
como lo hace Ryrie, que la iglesia no era revelada de ninguna manera en el Antiguo
Testamento.
Además, cuando los escritores del Nuevo Testamento aplican el término templo de
Dios a la iglesia, ellos también indican continuidad entre el pueblo de Dios del
Antiguo y del Nuevo Testamento. Esto se hace, por ejemplo, en 1 Corintios 3:16-17,
"¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros? Si
alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él porque el templo de Dios,
el cual sois vosotros, santo es" (cf. 2 Co. 6:16). Esta misma imagen es también
utilizada en Efesios 2:21-22: "En quien [Cristo] todo el edificio, bien coordinado, va
creciendo para ser un templo santo en el Señor; en quien vosotros también sois
juntamente edificados para morada de Dios en el espíritu". Dado que en los tiempos
del Antiguo Testamento el templo era el lugar donde Dios moraba de un modo
especial, llamar a la iglesia del Nuevo Testamento templo en el cual el Espíritu de
Dios hace su morada es indicar continuidad.
Y una vez más, cuando los escritores del Nuevo Testamento llaman a la iglesia del
Nuevo Testamento Jerusalén, ellos están indicando esta continuidad. Como hemos
visto, la expresión “la Jerusalén celestial” en Hebreos 12:22 representa a un grupo
de santos redimíos que incluye tanto a judíos como a gentiles. La "nueva Jerusalén"
que Juan ve "descender del cielo de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para
su marido" (Ap. 21:2) representa a la totalidad de la iglesia redimida de Dios,
incluyendo a los santos del Nuevo Testamento tanto como aquellos del Antiguo
Testamento. El hecho que esta multitud de redimidos sea llamada Jerusalén subraya
la continuidad básica entre el pueblo de Dios del Antiguo y del Nuevo Testamento.
176
cielos". Cristo claramente enseña aquí la centralidad y permanencia de la iglesia; los
poderes de la muerte nunca lograrán derrocarla. Jesús también indica que la iglesia
no es una clase de paréntesis o interludio esperando su regreso para establecer el
reino, sino que la iglesia es el principal medio del reino, dado que las llaves del reino
le son dadas a ella (es decir, a Pedro como representante de la iglesia).
(7) No hay base bíblica para la expectativa que personas serán llevadas a la
salvación después que Cristo regrese. Como hemos visto, los dispensacionalistas
enseñan que un gran número de gente será salvada todavía después que regrese
Cristo. Si pensamos en el arrebato como la primera fase del regreso de Cristo en el
pensamiento dispensacionalista, recordamos que un remanente de Israel (los
144.000) y una innumerable multitud de gentiles vendrán a la salvación durante la
tribulación de los siete años. Si bien solamente gente regenerada vive, en la tierra al
comienzo del milenio, un gran número de los descendientes de esta gente se
convertirá durante el milenio. Hay Claras indicaciones en las Escrituras, sin
embargo, que la iglesia (incluyendo tanto a los creyentes judíos como a los gentiles)
estará completa cuando Cristo vuelva. Si este es el caso, no debemos esperar que
gente todavía tenga oportunidad de creer en Cristo y llegar a la salvación después
del regreso de Cristo.
177
Considérese en primer lugar la enseñanza de 1 Corintios 15:23: "Pero cada uno en
su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son do Cristo (hoi tou Christou;
literalmente "los de Cristo") en su venida". Del contexto anterior aprendemos que
Cristo ha sido resucitado como primicias de aquellos que han dormido (v. 20). El
término "primicias" significa que todos aquellos que han muerto en Cristo serán
también resucitados en él (v. 22). En el versículo 23 Pablo da el orden en que estas
dos resurrecciones ocurren: Primero Cristo, y luego en algún tiempo posterior, en la
vendida de Cristo, los que son de Cristo. Las palabras “los que son de Cristo”,
significa que todos son de Cristo serán entonces resucitados, y no sólo algunos de
ellos. Estas palabras, por lo tanto, no dan lugar para la resurrección de otros
cristianos más tarde.
178
parecería excluir una resurrección o resurrecciones de los muertos en Cristo
después de este momento.
Mateo 24:31 dice lo siguiente: "Y enviará [el Hijo del Hombre cuya venida sobre las
nubes del cielo fuera mencionada en el versículo precedente] sus ángeles con gran
voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos de los cuatro vientos, desde un extremo
del cielo hasta el otro". Los dispensacionalistas generalmente interpretan este pasaje
como referencia sólo a la reunión de los escogidos judíos al fin del período de la
tribulación. Pero, como hemos visto no hay razón para limitar así a los escogidos
aquí. Si aquí se habla de todos los escogidos, ¿qué lugar queda para la reunión de
todavía más escogidos después de la segunda venida de Cristo?
También Pedro tiene algo que decir respecto al problema que estamos, tratando. En
2 Pedro 3:4 él afirma que vendrán burladores en los días finales, diciendo: "¿Dónde
está la promesa de su advenimiento?" En el versículo 9 Pedro responde a esta
objeción con estas palabras: "El Señor no retarda su promesa, si bien algunos la
tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que
ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento". El Señor retrasa su
venido, dice Pedro, para que más gente pueda llegar al arrepentimiento. El sentido
claro de estas palabras es que después que haya ocurrido la Segunda Venida no
habrá más oportunidad para volverse a Dios en arrepentimiento.
179
parabólico de toda la era del milenio, a la cual Israel será invitada durante el período
de la tribulación; esta invitación será rechazada por muchos, por lo que serán
arrojados afuera, y será aceptada por muchos, que serán recibidos". Esta
interpretación es ciertamente discutible; ¿por qué deben ser aquellos que esperan al
esposo de la parábola de Jesús solamente israelitas? Pero aun tomando como base
esta interpretación, la parábola todavía milita en contra del punto de vista
dispensacionalista. Sucede que en la parábola, después de que las vírgenes que
están listas entran en la fiesta de bodas, la puerta fue cerrada, sin que hubiera
oportunidad para que otros entraran más tarde. Sin embargo, los dispensacionalistas
enseñan que aun después de este tiempo (el principio del milenio) otros podrán
todavía entrar en las alegrías de la fiesta de bodas-es decir, aquellos que han de
nacer durante el milenio, y que aún deberán convertirse. En otras palabras, según
los dispensacionalistas, la puerta no estaba realmente cerrada.
Estos dos autores, que representan el punto de vista dispensacionalista, dicen que
la era del milenio tendrá que ver solamente con personas quo todavía estén viviendo
en sus cuerpos naturales. Además, según la posición dispensacionalista, los santos
resucitados tendrán sólo un papel incidental en el milenio. Ellos participarán con
Cristo en ciertos juicios, y descenderán de la Nueva Jerusalén (que durante el
milenio penderá en el aire sobre la tierra) hasta la tierra a fines de participar en estos
juicios. Estas actividades judiciales, sin embargo, estarán limitadas a ciertas
funciones específicas, ya que "la actividad primaria de los santos resucitados estará
en la ciudad nueva y celestial".
180
Sin embargo, cuando leemos Apocalipsis 20:4-6 en la manera que los
dispensacionalistas quieren que lo leamos, no encontramos en el pasaje ninguna
referencia a gente todavía viva cuando comience el milenio, o a gente con
"cuerpos no resucitados". Las palabras "revivieron y reinaron con Cristo mil
años" (v. 4 BJer) se deben entender, nos dicen los dispensacionalistas, de tal
modo que aquellos aquí descritos fueron levantados de entre los muertos en
una resurrección física. Ningún otro significado de la palabra vivieron o
revivieron (ezesan) es permitido, dicen los dispensacionalistas. Según esta
interpretación de Apocalipsis 20:4, por lo tanto, son los santos resucitados, y
solamente los santos resucitados, de quienes aquí se habla y se dice que
reinarán con Cristo mil años. Pero, como hemos visto, los dispensacionalistas
enseñan que los santos resucitados sólo mantienen una función limitada en el
milenio, dado que su actividad principal estará en la Jerusalén nueva y
celestial que queda suspendida en el aire sobre la tierra durante el milenio.
Los dispensacionalistas también enseñan que la era del milenio tendrá que
ver con gente no resucitada, gente que vive todavía en su cuerpo natural.
¡Pero respecto a tal gente este pasaje no dice una sola palabra! Llegamos,
entonces, a la conclusión que Apocalipsis 20:4-6 no describe el milenio de los
dispensacionalistas, aun cuando el mismo sea entendido como los
dispensacionalistas quieren que se lo entienda. La comprensión
dispensacionalista del milenio, en otras palabras, no está basada en una
interpretación literal de este importantísimo pasaje.
181
cuidado Apocalipsis 20, debemos ocupamos primeramente del problema de la
interpretación del libro de Apocalipsis en su totalidad. El sistema de
interpretación de Apocalipsis que me parece más satisfactorio (aunque no deje
de tener algunas dificultades) es el que se conoce como paralelismo progresivo,
que ha sido eficazmente defendido por Guillermo Hendriksen en su obra Más
que vencedores, un comentario sobre Apocalipsis. Según este punto de vista,
el libro del Apocalipsis consiste en siete secciones que corren paralelas, cada
una de las cuales describe a la iglesia y al mundo partiendo desde el tiempo de
la primera venida de Cristo hasta llegar al de su segunda venida.
La segunda de estas siete secciones es la visión de los siete sellos que aparece
en los capítulos 4 al 7. Juan es llevado al cielo y ve allí a Dios sentado en su
trono resplandeciente. Luego ve al Cordero que ha sido inmolado que toma el
rollo sellado con siete sellos de la mano del que está sentado en el trono, lo que
indica que Cristo ha logrado una victoria decisiva sobre las fuerzas del mal, y
por eso es digno de abrir los sellos. Los sellos son rotos entonces y se
describen diversos juicios divinos que recaerán sobre el mundo. En esta visión
vemos a la iglesia padeciendo pruebas y persecución, con el trasfondo de la
victoria de Cristo. Si alguien pregunta cómo sabemos cuando una de estas siete
secciones paralelas termina (fuera de la primera, que es obviamente una
unidad), la respuesta es que cada una de las siete termina con una indicación
que ha llegado el fin del tiempo. Tal indicación puede ser una referencia al juicio
final al fin de la historia, o a la bienaventuranza final del pueblo de Dios, o a
ambas cosas. Al fin de esta sección tenemos ambas cosas. Hay una referencia
al juicio final en el capítulo 6:15-17: "Y los reyes de la tierra, y los grandes, los
ricos, los capitanes, los poderosos, y todo siervo y todo libre, se escondieron en
las cuevas y entre las peñas de los montes, y decían a los montes y a las
peñas: Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de aquel que está
sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero; porque el gran día de su ira ha
llegado; ¿y quién podrá sostenerse en pié?" Pero hay también una descripción
de la bienaventuranza final de aquellos que han salido de la gran tribulación en
el capítulo 7:15-17: "Por esto están delante del trono de Dios, y le sirven día y
noche en su templo; y el que está sentado sobre el trono extenderá su
tabernáculo sobre ellos. Ya no tendrán hambre ni sed, y el sol no caerá más
182
sobre ellos, ni calor alguno, porque el Cordero que está en medio del trono los
pastoreará, y los guiará a fuentes de aguas de vida; y Dios enjugará toda
lágrima de los ojos de ellos”.
La tercera sección, que encontramos en los capítulos 8 al 11, describe las siete
trompetas del juicio. En esta visión vemos a la iglesia vengada, protegida y
victoriosa. Esta sección termina con una clara referencia al juicio final: "Y se
airaron las naciones, y tu ira ha venido, y el tiempo de juzgar a los muertos, y
de dar el galardón a tus siervos los profetas, a los santos, y a los que temen tu
nombre, a los pequeños y a los grandes, y de destruir a los que destruyan la
tierra" (11:18).
La quinta sección está en los capítulos 15 y 16. Describe las siete copas de ira,
representando de esta manera gráfica la visitación final de la ira de Dios sobre
aquellos que permanecen impenitentes. Esta sección también concluye con
una referencia al juicio final: "Y la gran ciudad fue dividida en tres partes, y las
ciudades de las naciones cayeron; y la gran Babilonia vino en memoria delante
de Dios, para darle el cáliz del vino del ardor de su ira. Y toda isla huyó, y los
montes no fueron hallados" (16:19-20).
183
(19:19-20).
La séptima sección, capítulos 20- al 22, narra la condenación del dragón (que
es Satanás), completando así la descripción del derrocamiento de los
enemigos de Cristo. El juicio final y el castigo final de los malvados son
descritos al final del capítulo 20: "Y vi un gran trono blanco y al que estaba
sentado en él ... Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y
los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y
fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros
según sus obras ... Y la muerte y el Hades fueron lanzados al Lago de fuego.
Esta es la muerte segunda. Y el que no halló inscrito en el libro de la vida fue
lanzado al ago de fuego" (vv. 11-15). Además, esta sección describe el triunfo
final de Cristo y de su iglesia, y el universo renovado, llamado aquí el nuevo
cielo y la nueva tierra.
Nótese que si bien estas siete secciones son paralelas, ellas revelan también
una cierta medida de progreso escatológico. La última sección, por ejemplo,
nos proyecta más hacia el futuro de lo que lo hicieron las otras secciones. Si
bien el juicio final ya fue brevemente descrito en 6:12-17, no es manifestado en
plenitud de detalle hasta que lleguemos al capítulo 20:11-15. Y aunque el gozo
final de los redimidos en la vida por venir ya ha sido insinuada en 7:15-17, no
es hasta llegar al capítulo 21 que encontramos una descripción detallada y
minuciosa de la bienaventuranza de la vida en la nueva tierra (21:1-22:5). De
allí que este método de interpretación sea llamado paralelismo progresivo.
184
si uno piensa que Apocalipsis 20 expone lo que sigue cronológicamente a lo
que fue descrito en el capítulo 19, uno seguramente llegará a la conclusión
que el milenio de Apocalipsis 20:1-6 vendrá después del regreso de Cristo.
185
Dado que el "lago de fuego" mencionado en los versículos 10, 14 Y 15
representa obviamente el lugar del castigo final, el "abismo" mencionado en
los versículos 1 y 3 no ha de ser el lugar del castigo final. Se debe
considerar a este último término como una descripción figurativa del modo
en que las actividades de Satanás serán refrenadas durante el período de
mil años.
Sin embargo, poco antes de su ascensión, Cristo les dio a sus discípulos su
Gran Comisión: "Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones" (Mt.
28:19). Uno puede muy bien imaginarse a los discípulos en aquella ocasión
formulando una pregunta inquietante: ¿Cómo es posible que hagamos esto
si Satanás continúa engañando a las naciones como lo ha hecho en el
pasado? En Apocalipsis 20:1-3 Juan da una respuesta tranquilizadora a
esta pregunta. Parafraseada, su respuesta dice algo así: "Durante la era del
evangelio que acaba de ser introducida, Satanás no podrá continuar
engañando a las naciones como lo hiciera en el pasado, porque él ha sido
atado. En consecuencia, durante todo este período ustedes, discípulos de
Cristo, podrán predicar el evangelio y hacer discípulos de todas las
naciones".
Esto no quiere decir que Satanás no pueda hacer ningún daño durante el
tiempo en que esté atado. Sólo significa lo que Juan está diciendo aquí: que
mientras Satanás esté atado no podrá engañar a las naciones para evitar
que aprendan la verdad de Dios. Más adelante en este capítulo se nos dice
que cuando los mil años terminen, Satanás será suelto de su prisión y
saldrá a engañar a las naciones del mundo para reunirlas para luchar contra
el pueblo de Dios (vv. 7-9). El no puede hacer esto, sin embargo, mientras
esté atado. Llegamos entonces a la conclusión que el encadenamiento de
Satanás durante la era del evangelio significa que, en primer lugar, él no
puede impedir la diseminación del evangelio, y en segundo lugar, que él no
puede reunir a todos los enemigos de Cristo para atacar a la iglesia.
186
acusaban a Jesús de echar a los demonios por medio del poder de Satanás,
Jesús contestó: "¿Cómo puede alguno entrar en la casa del hombre fuerte,
y saquear sus bienes, si primero no le ata?" (Mt. 12:29). Es interesante notar
que la palabra que Mateo usa para describir que el hombre fuerte es atado
es la misma palabra que se usa en Apocalipsis 20 para describir la atadura
de Satanás (el vocablo griego dea). Se podría decir que Jesús ató al diablo
cuando triunfó sobre él en el desierto, al rehusar ceder a sus tentaciones. El
hecho de que Jesús echaba a los demonios, según él nos enseña en este
pasaje, era evidencia de su triunfo. Es cierto, uno podría responder que la
atadura de Satanás descrita aquí tiene más relación con el echar demonios
que con la predicación del evangelio. Pero yo contestaría que el echar
demonios es una evidencia de la presencia del reino de Dios (Mt. 12:28), y
que es precisamente porque el reino de Dios ha venido que el evangelio
puede ahora ser predicado a todas las naciones (véase Mt. 13:24-30, 47-
50).
Pasamos ahora a los versículo s 4-6, el pasaje que trata del reinado de los
mil años: (4) Y vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron
facultad de juzgar; y vi las almas de los decapitados por causa del
187
testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, los que no habían adorado a la
bestia ni a su imagen, y que no recibieron la marca en sus frentes ni en sus
manos; y vivieron (ezesan) y reinaron con Cristo mil años. (5) Pero los otros
muertos no volvieron a vivir (ezesan) hasta que se cumplieron mil años.
Esta es la primera resurrección. (6) Bienaventurado y santo el que tiene
parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre
éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil
años.
188
discípulos: "De cierto os digo que en la regeneración, cuando el Hijo del
Hombre se siente en el trono de su gloria, vosotros que me habéis seguido
también os sentaréis sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de
Israel" (Mt. 19:28).
La visión, por lo tanto, tiene que ver con las almas de todos los cristianos
que habían muerto, pero en particular con las almas de aquellos que
pagaron su lealtad a Cristo muriendo como mártires.5 Si alguien preguntara
cómo pudo Juan ver las almas de aquellos que habían muerto, la respuesta
es que él vio todo esto en una visión. Sería lo mismo preguntar, ¿cómo
pudo Juan ver al ángel prender al diablo y encadenarlo por mil años con una
gran cadena?
189
opinan que estas palabras describen una resurrección literal y física de
entre los muertos, por lo que encuentran en este pasaje prueba de un
reinado terrenal de Cristo de mil años que vendrá después de su Segunda
Venida. ¿Es esta la interpretación correcta del pasaje?
190
tronos, comparten el reinado de Cristo sobre todas las cosas, llegando aun
a compartir su actividad judicial.
Para nuestros fines, sin embargo, lo significativo es que, según Josefo, los
saduceos no sólo negaban la resurrección del cuerpo, sino también la
existencia continuada del alma después de la muerte: "Pero la doctrina de
los saduceos es esta: que las almas mueren con sus cuerpos... “Nótese
cómo en su respuesta Jesús corrige no sólo la negación de los saduceos
respecto a la resurrección, sino también su negación de la existencia del
alma después de la muerte. Las palabras de Jesús: "Dios no es Dios de
muertos sino de vivos" significan que en algún sentido los patriarcas viven
aún ahora, después de su muerte pero antes de su resurrección. Este punto
se hace explícito por la última cláusula del versículo 38, "pues para él todos
viven" (pantes gar auto zosin). El tiempo verbal de la palabra que se traduce
"viven" (zosin, una forma de zao) no es futuro (lo que podría sugerir que
estos muertos vivirán solamente en el tiempo de su resurrección) sino
presente, diciéndonos que Abraham, Isaac y Jacobo están en algún sentido,
viviendo ahora. Si bien a nosotros nos parece que ellos están muertos, para
Dios están vivos. El comentario que hace Calvino sobre las palabras "pues
para él todos viven" apoya esta interpretación: "Este modo de expresión es
utilizado en diversos sentidos en la Escritura; pero aquí significa que los
creyentes, después de haber muerto en este mundo, tienen una vida
celestial con Dios... Dios es fiel para preservados vivos en su presencia,
mas allá de la comprensión del hombre". Aquí tenemos, entonces, una
instancia que proviene de un libro que no es el Apocalipsis, en la que se usa
la palabra griega zao para describir la vida continuada del alma después de
la muerte del cuerpo y antes de la resurrección.
191
Es cierto que no podemos encontrar otros usos de la palabra zao con este
significado en el libro de Apocalipsis, fuera del capítulo 20. Hay, como
hemos visto, al menos una instancia de zaoen Apocalipsis donde significa
resurrección corporal (2:8). Pero hay varios casos en Apocalipsis en los que
esta palabra es usada con un significado diferente al de la resurrección
corporal. En 4:9-10, 7:2, 10:6, y 15:7, por ejemplo, se utiliza zao para
describir el hecho de que Dios vive para siempre; y en 3:1 esta palabra se
utiliza para describir lo que podríamos llamar vida espiritual.
192
dice nada aquí respecto a creyentes que estén en la tierra durante el
reinado del milenio-la visión trata exclusivamente de creyentes que han
muerto. El reinado de este milenio no es algo que debemos esperar en el
futuro; es algo que está presente ahora, y lo estará hasta que Cristo
regrese. De allí que el término milenialismo realizado sea una apta
descripción del punto de vista aquí defendido-si se tiene en mente que el
milenio en cuestión no trata de un reinado terrenal, sino celestial.
La próxima frase, versículo 5a, tiene carácter parentético: "Pero los otros
muertos no volvieron a vivir (ezesan) hasta que se cumplieron los mil años".
La palabra ezesan, según se la utiliza en esta frase, debe significar lo
mismo que significó en la frase precedente. En ninguno de los dos casos
significa resurrección corporal. Juan aquí está hablando de los incrédulos
muertos-los "otros muertos", distinguiéndolos de los creyentes muertos que
ha estado describiendo recién. Cuando él dice que los otros muertos no
vivieron o no revivieron, él quiere decir exactamente lo opuesto a lo que
acaba de decir respecto a los creyentes muertos. Los incrédulos muertos,
dice él, no vivieron ni reinaron con Cristo durante el período de mil años. En
tanto que los creyentes disfrutan después de la muerte de un nuevo tipo de
vida en el cielo con Cristo, en la que comparten el reinado de Cristo, los
incrédulos después de la muerte no comparten nada de esta vida ni de este
reinado.
Que esto es cierto durante todo el período de mil años queda indicado por
las palabras "hasta que se cumplieron los mil años" (achri telesthe ta chilia
ete). La palabra griega que aquí se traduce "hasta", achri, significa que lo
que ha sido dicho se mantiene así durante toda la duración del período de
mil años. El uso de la palabra hasta no significa que estos muertos
incrédulos vivirán o reinarán con Cristo después que haya terminado este
período. Si tal fuera el caso, hubiéramos esperado una clara afirmación al
respecto. Nótese que encontramos la expresión "hasta que fuesen
cumplidos mil años" también en el versículo 3 de este capítulo. Pero allí la
expresión es seguida por una clara afirmación que indica que algo diferente
sucederá al fin de los mil años: "Después de esto [el diablo, cuyo
encadenamiento se acaba de describir] debe ser desatado por un poco de
tiempo". En el versículo 5, sin embargo, las palabras "hasta que se
cumplieron mil años" no son seguidas por otra afirmación que indique que
estos muertos vivirán o volverán a vivir después de que se hayan cumplido
los mil años.
Más adelante en este capítulo, sin embargo, tenemos una clara enseñanza
respecto a lo que sucede con estos incrédulos muertos una vez que hayan
pasado los mil años. Lo que sucede en aquel momento con "los otros
muertos" es descrito en el versículo 6 como "la segunda muerte". Cuando se
dice en el versículo 6 que "la segunda muerte" no tiene poder sobre los
creyentes muertos, esto implica que "la segunda muerte" sí tiene poder
sobre los incrédulos muertos. ¿Qué quiere decir "la muerte segunda"? El
versículo 1410 explica: "Este lago de fuego es la muerte segunda" (BJer).
La muerte segunda significa, entonces, el castigo eterno posterior a la
resurrección del cuerpo. En consecuencia, habrá para los incrédulos
193
muertos un cambio después de que hayan terminado los mil años, pero será
un cambio no para mejor sino para peor.
Y ahora Juan dice: "Esta es la primera resurrección" (v. 5b). Estas palabras
describen lo que sucedió con los creyentes muertos a quienes Juan
describía al final del versículo 4, antes de la expresión parentética recién
considerada. A la luz de lo dicho anteriormente, debemos entender que
estas palabras no describen una resurrección corporal sino más bien la
transición de la muerte física a la vida con Cristo en el cielo. Esta transición
se llama aquí "resurrección"-un uso poco habitual del término, sin duda,
pero perfectamente comprensible si se tiene en cuenta el trasfondo del
contexto precedente. Esta es, sin duda, una especie de resurrección, dado
que gente considerada muerta es vista ahora viva, en el verdadero sentido
de la palabra. La expresión "la primera resurrección" significa que
seguramente habrá una "segunda resurrección" (aunque no se usa esta
expresión) para estos creyentes muertos-la resurrección del cuerpo que
ocurrirá cuando Cristo regrese al fin del período de mil años.
194
La resurrección del cuerpo ocupa un lugar central en el mensaje
escatológico de la Biblia. Como lo destacamos anteriormente, hay una
diferencia radical entre el punto de vista cristiano del hombre y el punto de
vista griego. Según los antiguos filósofos griegos, el cuerpo del hombre es
malo y es un impedimento para su existencia plena. De allí que en el
momento de la muerte el cuerpo se desintegra, en tanto que el alma
continúa viviendo-no existe aquí esperanza de una resurrección corporal. La
Biblia, por el contrario, enseña que Dios creó al hombre cuerpo y alma, y
que el hombre no es un ser completo aparte de su cuerpo. Tanto la
encarnación como la resurrección corporal de Cristo comprueban que el
cuerpo no es malo, sino bueno. Por haber resucitado Cristo de entre los
muertos, todos los que son de Cristo también resucitarán con cuerpos
glorificados. Y aunque aquellos que han muerto en Cristo están ahora
disfrutando de una felicidad provisional en el estado intermedio, su felicidad
no será completa hasta que sus cuerpos hayan resucitado de entre los
muertos. La resurrección del cuerpo es, por lo tanto, una doctrina
singularmente cristiana.
En este asunto son muy claras las palabras de Jesús que encontramos en
Juan 5:28-29, "No os extrañéis de esto: llega la hora en que todos los que
estén en los sepulcros oirán su voz [la del Hijo del Hombre] y los que hayan
hecho el bien resucitarán para la vida, y los que hayan hecho el mal, para la
condenación" (BJer). Aquí también encontramos que la resurrección de los
195
creyentes y la de los incrédulos son mencionadas conjuntamente. Esto lo
especifica Jesús cuando dice: "Llega la hora en que todos los que estén en
los sepulcros oirán su voz y saldrán". La clara implicación es que en un
momento determinado, llamado aquí "la hora", todos los que están en los
sepulcros oirán la voz de Cristo y serán resucitados de entre los muertos.
Aquí no hay indicación ninguna de que Jesús quiera enseñar que habrá un
período de tiempo sumamente largo que separará la resurrección de vida de
la resurrección de condenación.
196
Jesús está diciendo es esto: En cierta hora del futuro se oirá mi voz; en
aquel momento todos los que estén en la tumba saldrán, algunos a la
resurrección de vida, y otros a la resurrección de juicio. Este pasaje enseña
claramente una resurrección general de todos los muertos, tanto de aquellos
que han hecho el bien como de aquellos que han hecho el mal.
La anomalía que nos confronta aquí es que uno puede leer toda la Biblia sin
descubrir ni un indicio de esta doctrina [la doctrina de las dos resurrecciones
separadas por mil años], hasta que uno llega a su antepenúltimo capítulo.
197
Si, al llegar a dicho capítulo, uno le da un interpretación literal a una oración
que es parte de un pasaje altamente simbólico, uno se encontrará con que
es necesario retrazar sus pasos e interpretar todas las enseñanzas
escatológicas de la Biblia de modo que estén de acuerdo con esta única
oración. La aceptada regla de la exégesis es que se debe interpretar un
pasaje oscuro de las Escrituras a la luz de una afirmación clara. En este
caso, las afirmaciones claras son interpretadas para hacerlas concordar con
la interpretación literal de una oración que tiene un contexto repleto de
simbolismo, y cuyo verdadero significado es sumamente debatible.
198
semejante al cuerpo de la gloria suya .... "; Y 1 Corintios 15:23: "Pero cada
uno en su debido orden:
Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida". Cuando nos
dirigimos al sexto capítulo del Evangelio según Juan, sin embargo, vemos
que el tiempo en el cual los creyentes serán res u citado s de los muertos es
llamado por Jesús "el día postrero": "Y esta es la voluntad del que me ha
enviado: que todo aquel que vea al Hijo, y crea en él, tenga vida eterna; y yo
lo resucitaré en el día postrero" (v. 40; cf. vv. 39, 44 Y 54). Según el
premilenialismo, tanto el histórico como el dispensacionalista, se supone
que el momento en que los creyentes han de ser resucitados será por lo
menos anterior en mil años a la introducción del estado final. Pero ¿cómo
puede un período de tiempo que es mil años antes del fin ser llamado "el día
postrero"?
Parte de 1 Tesalonicenses 4:16, pasaje que acabamos de citar, dice: "Y los
muertos en Cristo resucitarán primero". Algunos premilenialistas sostienen
que la expresión "resucitarán primero" significa que los creyentes serán
resucitados antes que los incrédulos. Pero aun una rápida lectura del pasaje
dejará ver que el contraste aquí trazado no es entre la resurrección de los
creyentes y la de los incrédulos, sino entre la resurrección de los muertos en
Cristo y el arrebato de los creyentes que estén todavía vivos cuando regrese
Cristo. Pablo está diciendo a los tesalonicenses que la resurrección de los
creyentes muertos precederá en el momento de la Parusía a la
transformación y el arrebato de los creyentes vivos.
199
todo este capítulo Pablo no dice nada respecto a la resurrección de los
incrédulos; su enseñanza aquí trata solamente de la resurrección de los
creyentes.
200
sorprendente si se tiene en cuenta que para los profetas Israel representa al
pueblo de Dios, y todo mensaje respecto al pueblo de Dios debe ser
expresado en términos de Israel. Sea como fuere, tenemos aquí una
enseñanza explícita del Antiguo Testamento respecto a una resurrección del
cuerpo que será tanto para vida eterna como para condenación eterna.
201
la resurrección tan diferente del presente que uno ni siquiera podrá hablar de
identidad? ¿En qué maneras será el cuerpo de la resurrección diferente del cuerpo
presente?
Pablo procede ahora a combatir este equivocado punto de vista hablando en primer
lugar del hecho de la resurrección (vv. 12-34), luego de la manera de la resurrección
(vv. 34--49) y finalmente, de la necesidad de la resurrección y de la transformación
de los creyentes que viven aún (vv. 50-57). El hecho de la resurrección de los
creyentes es comprobado en primer lugar por medio de una referencia a la
resurrección de Cristo: "Porque si se predica de Cristo que resucitó de los muertos,
¿cómo dicen algunos entre vosotros que no hay resurrección de muertos? Porque si
no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo resucitó. Y si Cristo no resucitó,
vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe" (vv. 12-14). Uno
no puede, en otras palabras, negar la resurrección de los creyentes sin negar la
resurrección de Cristo, ya que las dos van juntas. Y si uno niega la resurrección de
Cristo, su fe es vana-está todavía en su pecado.
Luego Pablo pasa a subrayar aquello a lo que ya había aludido, a saber, que la
resurrección de Cristo es la garantía de la resurrección de los creyentes. En el
versículo 20 se dice que Cristo es las primicias de aquellos que durmieron. En el
versículo 21 leemos que así como por un hombre entró la muerte, por un hombre (es
decir, Jesucristo) ha llegado también la resurrección de los muertos. Y del versículo
22 aprendemos que así como en Adán todos mueren, del mismo modo en Cristo
todos serán resucitados. En este último pasaje el primer todos se refiere a todos los
que están en Adán-o sea, todos los hombres. El segundo todo, sin embargo, se
refiere a todos los que están en Cristo-a saber, todos los creyentes. Pablo no habla
en este pasaje de la resurrección de los incrédulos; su única preocupación aquí es la
resurrección de los creyentes. En estos versículos, por lo tanto, él destaca que por
haber resucitado Cristo, todos aquellos que están en Cristo resucitarán con él. Esta
resurrección de creyentes es, en realidad, un aspecto necesario de la obra
mediadora de Cristo, que "el postrer enemigo que será destruido es la muerte" (v.
26).
202
siembras no se vivifica, si no muere antes. Y lo que siembras no es el cuerpo que ha
de salir, sino el grano desnudo, ya sea de trigo o de otro grano; pero Dios le da el
cuerpo como él quiso, ya cada semilla su propio cuerpo" (vv. 35-38). No debemos
forzar estos versículos como para sugerir que ellos enseñan que nuestros cuerpos
presentes contienen algún tipo de germen o semilla del cuerpo de resurrección, la
que permanece intacta luego de que el cuerpo haya muerto y que más tarde forma
la base del cuerpo de la resurrección. No, semejante idea es puramente
especulativa. Lo que Pablo quiere decir es simplemente lo siguiente: Ustedes que
dudan de la posibilidad de una resurrección física, consideren la maravilla de la
siembra de la semilla. Ustedes siembran un grano de trigo en la tierra; el grano
entonces muere como grano, pero a su debido tiempo Dios hará que una nueva
planta surja de la tierra en la que el grano fuera sembrado. A tal grano Dios le da "un
cuerpo" que él ha elegido darle y a cada clase de grano o semilla corresponde su
propio "cuerpo" particular. Si Dios es capaz de hacer esto con la semilla, ¿porque no
podrá hacerla también con el cuerpo humano?
Por medio de esta ilustración, Pablo está diciendo tres cosas: Primero, así como la
nueva planta no aparecerá a menos que la semilla muera como semilla, del mismo
modo el cuerpo de la resurrección no aparecerá a menos que el cuerpo, en su forma
presente, muera. Segundo, así como uno no puede decir de la apariencia de la
semilla, cuál será el aspecto de la planta futura, del mismo modo uno no puede,
observando el cuerpo presente, decir exactamente cómo será el cuerpo de la
resurrección. Tercero, así como hay continuidad entre la semilla y la planta, del
mismo modo habrá continuidad entre el cuerpo presente y el cuerpo de la
resurrección.
203
ser bajado a una tumba? Los cuerpos de los creyentes, sin embargo, serán
resucitados en gloria-no sólo una gloria de tipo externo, sino una gloria que
transformará a la persona desde adentro. Filipenses 3:21 nos enseña que el cuerpo
de la resurrección será como el cuerpo glorificado de Cristo-radiante,
resplandeciente, quizá hasta deslumbrante. No sabremos realmente cómo es esta
gloria hasta que nosotros mismos la veamos y la experimentemos.
204
para siempre con el pecado. En consecuencia, el cuerpo de la resurrección es
llamado cuerpo espiritual. Geerhardus Vos está en lo correcto cuando insiste que
deberíamos escribir la palabra espiritual con mayúscula en este versículo, a efectos
de aclarar que describe el estado en el cual el Espíritu Santo gobierna al cuerpo
"Ni la corrupción (phthora) hereda la incorrupción (aphtharsia)" (v. 50). Lo que Pablo
está diciendo aquí es que es imposible para nosotros, en nuestro presente estado
del ser, en nuestros presentes cuerpos, débiles y perecederos como son, heredar
las bendiciones plenas de la vida venidera. Debe haber un cambio.
Por ser este el caso, el cambio debe incluir no solamente a aquellos creyentes que
hayan muerto cuando Cristo regrese, sino también a aquellos creyentes que estén
vivos todavía en dicho momento. De allí que Pablo pase a decir, en los versículos
51-52: "He aquí, os digo un misterio: no todos dormiremos pero todos seremos
transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta:
porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitado s incorruptibles, y
nosotros seremos transformados". El cambio que es necesario de un cuerpo
perecedero a uno imperecedero, será requerido tanto de los vivos como de los
muertos. La glorificación de aquellos creyentes que estén vivos todavía cuando
Cristo regrese tomará lugar en un momento. En el momento del regreso de Cristo,
en otras palabras, tanto la resurrección de los muertos como la transformación de
los vivos ocurrirán en rápida sucesión. 1 Tesalonicenses 4:16-17 nos enseña que el
arrebato de los creyentes-el ser tomados para encontrarse con el Señor en el aire
sucederá inmediatamente después.
205
incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la
palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria" (v. 54).
Debemos confesar, sin embargo, que la Biblia nos dice muy poco sobre la
verdadera naturaleza del cuerpo de la resurrección. Se nos dan algunas
intimaciones, pero hay mucho que queda sin expresar. De hecho, es
interesante observar que mucho de lo que la Biblia dice respecto a la existencia
futura se formula en términos de negaciones: la ausencia de corrupción,
debilidad y deshonra; la ausencia de muerte; la ausencia de lágrimas, lamentos,
llanto, o dolor (1 Co. 15:42-43; Ap. 21:4). Sabemos algo respecto a lo que no
experimentaremos pero sabemos poco de lo que sí experimentaremos. Todo lo
que sabemos es que será maravilloso, más allá de nuestra más exaltada
imaginación. Ciertas palabras que Pablo dijo en relación con otro tema quizá
206
sean también aplicables aquí: "Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido
en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman" (1
Co. 2:9).
¿Cuál será entonces el propósito del juicio final? Tres son los puntos que hay que
destacar aquí: (1) El propósito sobresaliente del juicio será el de desplegar la
soberanía de Dios y la gloria de Dios en la revelación del destino final de cada
persona. Hasta este momento el destino final de cada ser humano ha estado oculto;
ahora dicho destino será revelado, junto con la fe que cada uno ha o no ha tenido,
los hechos que cada uno ha efectuado y la vida que cada uno ha vivido. En la
publicación de estos hechos la gracia de Dios será magnificada en la salvación de
207
su pueblo, y su justicia será magnificada en la condenación de sus enemigos. En
consecuencia, lo primordial en el día del juicio no es el destino de los individuos sino
la gloria de Dios. (2) El segundo propósito será el grado de recompensa o de castigo
que cada uno recibirá. Dado que dichos grados están íntimamente relacionados con
la vida que la gente ha vivido, este asunto deberá ser definido en el momento del
juicio final. (3) El tercer propósito es el de ejecutar el juicio de Dios sobre cada
persona. Dios asignará ahora a cada persona el lugar en el que pasará la eternidad:
sea la nueva tierra o el lugar final de castigo.
Al comentar la naturaleza del juicio final, E. A. Litton nos recuerda que no debemos
aplicar en forma demasiado literal la analogía de los tribunales humanos: "Un juicio
humano... es estrictamente un proceso de investigación... En el juicio final, empero,
el Juez es omnisciente, y no tiene necesidad de evidencia que lo convenza; él
preside con un conocimiento perfecto del carácter y la historia de cada uno que está
ante él... el gran día será más bien un día de publicación y ejecución que de juicio
propiamente dicho".
¿Que diremos respecto al tiempo del juicio final? Los dispensacionalistas distinguen
una cierta cantidad de juicios separados: el juicio de las obras de los creyentes en el
momento de la parusia o arrebato, el juicio individual de los gentiles justamente
antes del milenio, el juicio de Israel poco antes del milenio, y el juicio de los muertos
impíos después del milenio. En el capítulo anterior hemos examinado las
enseñanzas dispensacionalistas respecto a resurrecciones múltiples y las hemos
encontrado faltas; se dio asimismo evidencia a favor de la doctrina que habrá una
resurrección general de todos los muertos cuando Cristo regrese. Lo que la Biblia
enseña respecto a la resurrección general significa que no habrá cuatro juicios
diferentes, sino un solo juicio final, ya que se dice que el juicio final seguirá a la
resurrección.
¿Cuando tendrá lugar el juicio final? Si bien no lo podemos ubicar con precisión en
una escala temporal escatológica, podemos decir que el juicio ocurrirá al fin de la era
presente. Pedro nos dice que el cielo y la tierra que ahora existen están siendo
guardados hasta el día del juicio (2 P. 3:7), lo que quiere decir que los nuevos cielos
y la nueva tierra comenzarán a existir después del juicio (v. 13). En su explicación de
la parábola de la cizaña, Jesús indica que la ejecución de los destinos finales de los
hombres, otro aspecto del juicio final, ocurrirá al fin de la era (Mí. 13:40-43). Otros
pasajes bíblicos sugieren que el juicio tendrá lugar en el tiempo de la Segunda
Venida de Cristo. Jesús dijo: "Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos
los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria, y serán
reunidas ante él todas las naciones; y apartará los unos de los otros... “(Mí. 25:31-
32). Encontramos lo mismo en la enseñanza de Pablo en 2 Tesalonicenses 1:7-10.
Además, Apocalipsis 20 nos enseña que el juicio seguirá a la resurrección general:
"Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron
abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los
muertos por las cosas que estaban escritas en los libros según sus obras" (v. 12).
¿Y qué diremos con respecto a la duración del juicio final? La Biblia habla del "día
del juicio" (Mí. 11:22), de "aquel día" (Mí. 7:22; 2 Ts. 1:10; 2 Ti. 1:12) y del "día de la
ira" (Ro. 2:5). No necesitamos presumir que el día del juicio será un día de
veinticuatro horas; la palabra día se usa a veces en las Escrituras para indicar un
208
período mucho más largo. Sin embargo, sugerir-como lo hacen los Testigos de
Jehová-que el día del juicio se extenderá a lo largo de los primeros mil años del
nuevo mundo parece no tener ningún fundamento.
Nos volvemos ahora a las circunstancias del juicio final. La primera pregunta que
hacemos es: ¿Quien será el Juez? Hay varios pasajes bíblicos que adjudican el
juicio a Dios Padre. 1 Pedro 1:17 habla de invocar por Padre a aquel que juzga a
cada uno imparcialmente según sus obras. Romanos 14:10 menciona el tribunal de
Dios (también Mt. 18:35; 2 Ts. 1:5; Heb. 11:6; Stg. 4:12; y 1 P. 2:23). Lo que se dice
más a menudo, y lo que es más característico de la enseñanza del Nuevo
Testamento respecto al tema, es que Cristo será el Juez. En Juan 5:22 leemos: "El
Padre a nadie juzga, sino que todo el juicio lo dio al Hijo... “En su discurso a los
atenienses, Pablo dice: "Dios ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con
justicia, por aquel varón a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de
los muertos" (Hch. 17:31). En 2 Timoteo 4:8 Pablo habla de: "la corona de justicia, la
cual me dará el Señor, juez justo, en aquél día... "Y en 2 Corintios 5:10 Pablo
escribe: "Porque es necesario que comparezcamos ante el tribunal de Cristo... “(cf.
también Jn. 5:27; Hch. 10:42; Ro. 14:9; Mí. 25:32; y 2 Ti. 4:1).
No cabe duda que es altamente apropiado que Cristo sea el juez en el juicio final. El
es quien se encarnó, murió y volvió a la vida por la salvación de su pueblo. Aquellos
que creen en él son salvos a través de él; de allí que sea muy apropiado que él sea
su juez. Aquellos que le han rechazado, por otra parte, han pecado contra él; de allí
que sea apropiado que aquel a quien han rechazado sea su juez. La obra de juzgar,
además, será la exaltación final y el más grande triunfo de Cristo. Cuando estuvo en
la tierra fue condenado por los gobernadores terrenales; ahora él se sentará en juicio
sobre todas las autoridades terrenales. Cristo llevará en ese momento a su
consumación su obra salvífica a favor de su pueblo. El juicio significará la
subyugación total de todos sus enemigos, y el cumplimiento de su reino, tras lo cual
él entregará el reino a Dios Padre (1 Co. 15:24).
Cristo será asistido en su tarea de juzgar por ángeles y santos. Que los ángeles
tomarán parte en el juicio final es evidente a partir de Mateo 13:41-43: "Enviará el
Hijo del Hombre a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que sirven de
tropiezo y a los que hacen iniquidad y los echarán en el horno de fuego; allí será el
lloro y el crujir de dientes. Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino
del Padre" (cf. también Mí. 24:31; 25:31). Aun los santos en su estado glorificado
tomarán parte en la tarea de juzgar. Cuando Pablo reprocha a los Corintios porque
llevaban ante la ley a otros cristianos, les dice: "¿O no sabéis que los santos han de
juzgar al mundo? Y si el mundo ha de ser juzgado por vosotros, ¿sois indignos de
juzgar cosas pequeñas? ¿O No sabéis que hemos de juzgar a los ángeles?" (1 Co.
6:2-3). Herman Bavinck, al comentar sobre este pasaje, dice que no debemos limitar
esta afirmación para que dijera que se trata de nada más que de una simple
aprobación por parte de los santos respecto al juicio de Cristo; al contrario, debemos
entenderlo como una enseñanza de que los santos sin duda tomarán parte en el
juzgar al mundo y a los ángeles. En relación con esto él llama nuestra atención a lo
que se dice en Mateo 19:28, pasaje que registra las palabras de Jesús a sus
discípulos: "De cierto os digo que en la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se
siente en el trono de gloria, vosotros que me habéis seguido también os sentaréis
sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel" (Lc. 22:30). Esté Bavinck
209
en lo cierto o no, parece estar claro que los santos glorificados realmente tendrán su
parte en la obra del día del juicio.
¿Quienes serán juzgados? Que los ángeles serán juzgados es algo evidente a partir
de 1 Corintios 6:2-3, pasaje que ya hemos citado. Pedro en su segunda epístola
habla específicamente del juicio de los ángeles caídos: “... Dios no perdonó a los
ángeles que pecaron, sino que arrojándolos al infierno (en griego, tartarys) los
entregó a prisiones de oscuridad, para ser reservados a juicio... "(2 P. 2:4). La
misma intención tienen las palabras de Judas 6: "Ya los ángeles que no guardaron
su dignidad, sino que abandonaron su propia morada, los ha guardado bajo
oscuridad en prisiones eternas para el juicio del gran día... "
Las Escrituras enseñan además que todos los seres humanos que han vivido
tendrán que comparecer ante este tribunal final. Según Mateo 25:32: "Serán
reunidas ante él [el Hijo del Hombre] todas las naciones". Según Romanos 2:5-6:
"Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira para
el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios, el cual pagará a cada uno
conforme a sus obras... “Romanos 3:6 también nos enseña que Dios juzgará al
mundo. Y en la escena del juicio de Apocalipsis 20 encontramos a todos los
muertos, grandes y pequeños, incluyendo a todos aquellos que han sido entregados
por el mar, por la muerte, y por el Hades, presentes ante el trono del juicio (vv. 12-
13).
Si todos los hombres deben comparecer ante el tribunal, esto debe incluir también a
todos los creyentes. El Nuevo Testamento enseña esto muy explícitamente. Según 2
Corintios 5:10, nosotros, o sea nosotros "los creyentes", debemos comparecer todos
ante el tribunal de Cristo. En Hebreos 10:30 leemos: "El Señor juzgará a su pueblo".
En Romanos 14:10 Pablo les escribe a sus hermanos creyentes lo siguiente:
"Porque todos compareceremos ante el tribunal de Cristo... “(cf. Stg. 3:1; 1 P. 4:17).
Si bien los creyentes deberán comparecer todos ante el tribunal, no deben temerle al
día del juicio. Pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús
(Ro. 8:1), y aquellos que permanecen en Dios pueden tener confianza en el día del
juicio (1 Jn. 4:17). La feliz anticipación que tiene el creyente del día del juicio está
bien expresada en la respuesta a la pregunta 52 del Catecismo de Heidelberg: Que
yo, en toda tribulación y persecución, alta la frente, aguardo del cielo al juez que
antes sufrió por mi el juicio de Dios y me ha librado de toda maldición, y que
condenara eternamente a sus enemigos y los míos, pero a mí me llevara con todos
los elegidos al gozo y a la gloria celestiales.
¿Qué se juzgará? Todas las cosas que hayan sido hechas en esta vida presente. 2
Corintios 5:10 es muy claro al respecto: "Porque es necesario que todos nosotros
comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba lo que haya
hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo". Todo lo que una
persona ha hecho es expresión de la dirección básica de su corazón, y por lo tanto
será tomado en cuenta en el día del juicio. Esto incluye los hechos, las palabras y
los pensamientos de la persona. Que los hechos están incluidos, lo vemos en Mateo
25:35-40: "Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de
beber; fui forastero y me recogisteis; estuve desnudo y me cubristeis; enfermo y me
visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí... De cierto os digo que cuando lo hicisteis a
uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis". En Apocalipsis 20:12
210
se afirma específicamente lo siguiente: "Y fueron juzgados los muertos por las cosas
que estaban escritas en los libros, según sus obras" (cf. 1 Co. 3:8; 1 P. 1:17; Ap.
22:12). Demás está decir que tanto las buenas como las malas obras serán tomadas
en cuenta. Conviene notar, aparte del pasaje de Mateo que recién hemos citado,
Efesios 6:8: "Sabiendo que el bien que cada uno hiciere, ese recibirá del Señor, sea
siervo o sea libre"; y Hebreos 6:10: "Porque Dios no es injusto para olvidar vuestra
obra y el amor que habéis mostrado, habiendo servido a los santos y sirviéndolos
aún".
El día del juicio también tendrá que ver con las palabras que hemos dicho. Jesús
nos dice en Mateo 12:36: "Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los
hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio". Aun los pensamientos de los
hombres serán juzgados, como lo evidencia 1 Corintios 4:5: "Así que no juzguéis
nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, el cual aclarará también lo oculto
de las tinieblas, Y manifestará las intenciones (o designios, BJer; en griego, boulas)
de los corazones" (cf. Ro. 2:16). En suma, no hay nada que ahora esté escondido
que no será revelado en el día del juicio (cf. Lc. 12:2; Mt. 6:4, 6, 18; 10:26; 1 Ti. 5:24-
25).
A veces se dice que los pecados de los creyentes, que Dios ha perdonado, borrado,
y arrojado al mar del olvido, no serán mencionados en el día del juicio. Sin embargo,
si es cierto que no hay nada oculto que no haya de ser revelado, y que el juicio
tendrá que ver con todos nuestros hechos, palabras y pensamientos, seguramente
los pecados de los creyentes también serán revelados ese día. En realidad, si es
cierto que aun las mejores obras de los creyentes están contaminadas de pecado
(véanse Is. 64:6; Ro. 3:23; Stg. 3:2), ¿cómo puede acto alguno de los creyentes ser
revelado sin algún reconocimiento de pecado e imperfección? Pablo enseña en 1
Corintios 3:10-15 que algunos creyentes edifican sobre un fundamento de fe en
Cristo con materiales inferiores tales como madera, heno, y hojarasca-éstos serán
salvos pero sufrirán pérdida. Los fracasos y las fallas de tales creyentes, por lo
tanto, aparecerán en la escena en el día del juicio. Pero-y este es el punto
importante-los pecados y las fallas de los creyentes serán revelados en el juicio
como pecados perdonados, cuya culpa ha sido totalmente cubierta por la sangre de
Cristo. Por lo tanto, como se dijera antes, los creyentes nada tienen que temer del
juicio-aunque el conocimiento de que tendrán que dar cuenta de todo lo que hayan
hecho, dicho y pensado debería ser para ellos un incentivo constante para una lucha
diligente en contra del pecado, para un servicio cristiano dedicado, y para una vida
consagrada.
¿Cuál será la norma por la cual serán juzgados los hombres? La norma será la
voluntad revelada de Dios, pero ésta no será la misma para todos. Algunos han
recibido una revelación más completa de la voluntad de Dios que otros; Mateo
11:20-22 hace claro que aquellos que han recibido una revelación de Dios mayor
que otros tendrán una correspondiente mayor responsabilidad: "Entonces [Jesús]
comenzó a reconvenir a las ciudades en las cuales había hecho muchos de sus
milagros, porque no se habían arrepentido: ¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida!
Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que han sido hechos en
vosotros, tiempo ha que se hubieran arrepentido en cilicio y en ceniza. Por tanto os
digo que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para Tiro y para Sidón,
que para vosotros".
211
En otras palabras, aquellos que han recibido la plena revelación de la voluntad de
Dios manifestada en el Antiguo y en el Nuevo Testamento serán juzgados por su
respuesta a toda la Biblia. Aquellos que solamente habían tenido la revelación del
Antiguo Testamento serán juzgados por sus respuestas al Antiguo Testamento. A
favor de esto, cabe recordar que los profetas del Antiguo Testamento repetidamente
advirtieron a sus oyentes que debían vivir de acuerdo con lo que Dios les había
revelado, para encontrar así paz, felicidad y salvación. Sobre este tema es muy
reveladora la parábola que contó Jesús respecto al hombre rico y Lázaro que
encontramos en Lucas 16. Cuando el rico le pregunta a Abraham si Lázaro puede
resucitar de entre los muertos para advertir a los hermanos de aquel que todavía
viven en la tierra respecto al lugar del tormento, Abraham le dice: "Si no oyen a
Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de los
muertos" (v. 31).
Lo que queda bien en claro, por lo tanto, es que los hombres serán juzgados en
base a la luz que hayan tenido y no en base a una revelación que no recibieron.
Aquellos que han tenido muchos privilegios tendrán la mayor responsabilidad; y los
que tenían menos privilegios tendrán menos responsabilidad. Habrá por lo tanto
"grados" en los sufrimientos de los perdidos. Jesús indica esto en Lucas 12:47, 48:
"Aquel siervo que conociendo la voluntad de su señor, no se preparó, ni hizo
conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes. Mas el que sin conocerlas hizo
cosas dignas de azotes, será azotado poco, porque a todo aquel a quien se haya
dado mucho, mucho se demandará; y al que mucho se le haya confiado, más se la
pedirá".
212
están revestidos de su perfecta justicia. El factor de importancia vital para determinar
el destino eterno del hombre es su relación para con Cristo Jesús. Juan 3:18 ya ha
sido citado anteriormente; y encontramos la misma intención en Juan 3:36: "El que
cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que desobedece al Hijo no verá la vida, sino
que la ira de Dios está sobre él". Jesús también dijo en Juan 5:24: "De cierto, de
cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no
vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida".12 Sin dejar margen para
el error, Pablo dice en Romanos 8:1: "Ahora, pues, ninguna condenación hay para
los que están en Cristo Jesús",
Pero surge entonces esta pregunta: Si es cierto que una fe viva en Cristo es de
importancia primordial para determinar el eterno destino de la persona, ¿por qué
enseña la Biblia de modo tan consistente que el juicio final será según las obras?
Considérense, por ejemplo, los siguientes pasajes: Porque el Hijo del Hombre
vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles. Y entonces pagará a cada uno
conforme a sus obras (MI. 16:27). [Dios] pagará a cada uno conforme a sus obras
(Ro. 2:6). Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios... y fueron
juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros según sus
obras (Ap. 20:12). He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo para
recompensar a cada uno según su obra (Ap. 22:12).
La razón por la cual la Biblia enseña que el juicio final será según las obras, aunque
la salvación viene mediante la fe en Cristo y nunca es ganada por obras, es la íntima
relación que hay entre la fe y las obras. La fe debe revelarse en las obras, y las
obras a su vez son la evidencia de la verdadera fe. Como dijera una vez Juan
Calvino: "Es la fe sola la que justifica, pero la fe que justifica no viene sola",13 Que
esto es cierto queda bien en claro si tomamos en consideración pasajes de las
Escrituras tales como Santiago 2:26 ("Porque como el cuerpo sin espíritu está
muerto, así también la fe sin obras está muerta") y Gálatas 5:6 ("Porque en Cristo
Jesús ni la circuncisión vale algo, ni la in circuncisión, sino la fe que obra por el
amor"). Nótese también las palabras de Jesús en Mateo 7:21: "No todo el que me
dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hacer la voluntad de
mi padre que está en los cielos". El juicio según las obras, en otras palabras, será
realmente un juicio respecto a la fe---es decir, fe según se manifiesta en su
evidencia. Si la fe era genuina, las obras estarán allí; si las obras no están allí, la fe
no era real. Santiago formula esto de un modo muy importante: "Pero alguno dirá:
'Tú tienes fe y yo tengo obras'. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe
por mis obras" (2:18).
En relación con esto, miremos más de cerca la escena del juicio que encontramos
en Mateo 25:31-46. El Hijo del Hombre ha regresado en su gloria y está sentado en
su trono de juicio. Todas las naciones están reunidas ante él y el rey procede ahora
a separar las "ovejas" a su derecha de las "cabras" a su izquierda. Nótese que la
decisión respecto al destino final tanto de las cabras como de las ovejas es dada
primero. En el caso de las "ovejas", la decisión es ésta: "Venid, benditos de mi
padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo... “(v.
34). Este juicio, en otras palabras, no es una investigación de las vidas de las
"ovejas" para determinar si han hecho suficientes buenas obras para merecer el
reino preparado para ellos, sino más bien una decisión misericordiosa respecto a su
destino final, la cual es seguida por una revelación pública de las razones por las
213
que esta decisión es correcta y justa. Y si ahora volvemos a considerar el versículo
34 un poco más de cerca, veremos que todo pensamiento de mérito está excluido
aquí. Las "ovejas" son "los benditos de mi padre"-los objetos del favor inmerecido
del Padre. Se dice que ellos heredarán el reino--una herencia, sin embargo, nunca
es ganada sino que es siempre recibida como un don. Del reino que ellos están por
heredar se dice que ha sido preparado para ellos desde la fundación del mundo--
nuevamente tenemos evidencia de la misericordiosa elección de ellos por parte del
Padre desde la eternidad, una elección basada no en el mérito sino en la gracia.
A continuación el Rey procede a revelar las razones por las cuales la decisión
respecto a estas "ovejas" era correcta y justa: "Porque tuve hambre y me disteis de
comer; y tuve sed y me disteis de beber", etc. Que las "ovejas" no hicieron estas
buenas obras a efectos de merecer el reino queda evidenciado en su sorpresa:
"Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te sustentamos, o sediento, y te dimos de
beber?" (v. 37).
Su sorpresa revela que ellos no estaban haciendo estas cosas a efectos de merecer
la vida eterna, sino más bien como un modo espontáneo de expresar su verdadera
devoción a Cristo mostrando amor a los hermanos de Cristo. Sus obras eran la
evidencia de su fe. Las "cabras", por otra parte, no revelaron amor por Cristo al no
mostrar amor por los hermanos de Cristo; de este modo ellos mismos demostraron
no haber sido verdaderos creyentes. La escena del juicio en Mateo 25, en otras
palabras, ilustra de un modo muy claro la naturaleza del juicio final.
Esto nos lleva al asunto las recompensas. La salvación, sin duda, es totalmente por
gracia; sin embargo la Biblia indica que habrá variación en la recompensa recibida
por el pueblo de Dios en el día del juicio. Dos pasajes del Nuevo Testamento tienen
relevancia particular en relación con esto: Lucas 19:12-19 y 1 Corintios 3:10-15.
Lucas 19:12-27 registra la parábola de las minas, narrada por Jesús. Un noble fue a
un país lejano para recibir un reino y luego regresar. A cada uno de sus diez siervos
el noble entregó una mina, diciendo a cada uno que debía negociar con esa mina a
fines de obtener ganancia. Cuando el noble regresó, 16 el primer siervo le dijo,
"Señor, tu mina ha ganado diez minas" (v. 16). Y el noble le dijo: "Está bien, buen
siervo, por cuanto en lo poco has sido fiel, tendrás autoridad sobre diez ciudades" (v.
17). El segundo siervo le dijo al noble que su mina había producido cinco minas
adicionales. A este siervo el noble le dijo: "Tú también sé sobre cinco ciudades" (v.
19). Lo significativo aquí es que la variación en la recompensa dada es proporcional
a la variación en el número de minas que el siervo ganara por sobre la mina original.
El punto central de la parábola, por cierto, es que todos debemos ser fieles en el uso
de los dones que el Señor nos ha dado. Pero parecería que el detalle añadido
respecto a las cinco ciudades y a las diez ciudades tiene al menos cierto significado.
También es interesante observar que la recompensa en este caso parece ser más
un asunto de una responsabilidad mayor que simplemente de un disfrute mayor.
El otro pasaje importante que tiene que ver con este tema de las recompensas es 1
Corintios 3:10-15. Si bien la referencia principal del pasaje es a la enseñanza (las
enseñanzas de hombres tales como Pablo o Apolos, quienes sirvieron a la iglesia de
Corinto), la aplicación de este pasaje a las obras tanto como a las enseñanzas es
sólo una extensión adicional del significado del pasaje. Según el versículo 11, el
único fundamento sobre el cual todos deben edificar es Jesucristo. Pero mucho
214
depende de cómo una persona edifica sobre dicho fundamento.
Uno puede edificar con oro, plata y piedras preciosas-o puede edificar con madera,
heno y hojarasca (v. 13). El pasaje pasa entonces a hablar de un fuego que probará
qué tipo de trabajo ha hecho cada uno-una referencia muy clara al día del juicio: "Si
permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa. Si la obra de
alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como
por fuego" (vv. 14-15).
Los dos tipos de edificadores son salvos por la gracia, ya que ambos han edificado
sobre el único fundamento que es Jesucristo. Pero el constructor cuya obra
construida sobre el fundamento pasa la prueba de fuego y sobrevive recibirá
recompensa. Pero el hombre cuya obra no pasa la prueba del fuego sufrirá perdida.
Que habrá tales recompensas para los creyentes es algo que está bien claro. Jesús
frecuentemente menciona recompensas (véase Mt. 5:11-12; 6:19-21; Lc. 6:35; Mr.
9:41; Mt. 25:23). Pero Jesús deja bien en claro que tales recompensas no son
merecidas sino que son dones de la gracia de Dios. Nótese en particular sus
palabras en Lucas 17:10: "Así también vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que
os ha sido ordenado, decid: 'Siervos inútiles somos, pues lo que debíamos hacer,
hicimos' ". El Catecismo de Heidelberg expresa el mismo pensamiento en la
respuesta a la pregunta 63: "Esta remuneración no se da por merecimiento, sino por
gracia".
¿Cuál, finalmente, es el significado del día del juicio? Se pueden formular cuatro
observaciones. (1) La historia del mundo no es una sucesión sin fin de ciclos sin
significado, sino un movimiento hacia una meta. (2) El día del juicio revelará
finalmente que la salvación y la eterna bienaventuranza dependerán de la relación
215
para con Cristo Jesús. (3) El hecho de que el día del juicio sea ineludible subraya la
responsabilidad del hombre por su vida, y afirma la seriedad de la lucha moral en la
vida de toda persona, en especial en la vida del cristiano. (4) El día del juicio
significa el triunfo final de Dios y su obra redentora en la historia-la conquista final y
decisiva de todo mal y la revelación final de la victoria del Cordero que fue inmolado.
El día del juicio revelará, más allá de toda sombra de duda, que al fin la voluntad de
Dios será hecha perfectamente.
Desde el comienzo mismo la doctrina del castigo eterno de los malos ha sido
enseñada en la iglesia cristiana. Harry Buis, en su Doctrine of Eternal Punishment,
cita a varios padres de la iglesia primitiva para demostrar que ellos enseñaban esta
doctrina. Luego pasa a indicar que tanto los teólogos de la Edad Media como del
período de la Reforma también creían y enseñaban el castigo eterno de los malos.2
Y a continuación Buis muestra que a partir del siglo XVIII algunos teólogos cristianos
comenzaron a negar la doctrina del castigo eterno. La rebelión contra esa doctrina
"creció hasta llegar a ser una vigorosa rebelión en el siglo XIX, una rebelión que se
extiende hasta el presente".
Hoy en día la negación de la doctrina del castigo eterno toma dos formas
principales: la del universalismo y la del aniquilacionismo. Los universalistas creen
que el infierno y el castigo eterno son inconsistentes con el concepto de un Dios
amante y poderoso. Por lo tanto, ellos enseñan que al fin todos los hombres serán
salvos. Algunos universalistas sostienen que las personas que hayan vivido una
mala vida acaso deban ser castigadas durante cierto tiempo después de su muerte,
pero todos los universalistas concuerdan en que últimamente nadie se perderá. Este
punto de vista se remonta hasta a los tiempos de Orígenes (185-254), quien enseñó
que al fin no sólo serán salvos todos los seres humanos sino aun el diablo y sus
demonios. En los Estados Unidos y el Canadá la doctrina de la salvación universal
es sostenida y promulgada por la Asociación Unitaria Universalista, fundada en
1961. En 1975 se informó que este grupo tenía 210.648 miembros reunidos en
1.019 iglesias.
La otra forma principal que ha tomado la negación del castigo eterno se encuentra
en la doctrina del aniquilacionismo. Esta doctrina puede tener dos formas. Según
una de ellas, el hombre fue creado inmortal, pero aquellos que continúan en pecado
son privados de la inmortalidad y son simplemente aniquilados-o sea, reducidos a la
inexistencia. Según la otra forma, también conocida como "inmortalidad condicional",
el hombre fue creado mortal. Los creyentes reciben la inmortalidad como don de la
gracia, y por lo tanto continúan existiendo en un estado de bienaventuranza después
216
de la muerte. Los incrédulos, sin embargo, no reciben este don y siguen siendo
mortales; por consiguiente, cuando mueren son aniquilados. Ambas formas de
aniquilacionismo enseñan la aniquilación de los malos, y por lo tanto niegan la
doctrina del castigo eterno.
Por cierto, uno puede entender las dificultades que la gente tiene con la doctrina del
castigo eterno. Es muy natural que todos deseemos evadir la contemplación de un
destino tan horrible. Pero esta doctrina debe ser aceptada porque la Biblia la enseña
claramente. Examinemos ahora la evidencia bíblica a favor de esta doctrina.
Consideraremos en primer lugar las enseñanzas de Cristo y luego las de los
apóstoles.
Comenzamos con las enseñanzas de Cristo. El comentario que hace Buis viene muy
bien al caso: "El hecho de que el amoroso y sabio Salvador tenga más que decir
respecto al infierno que cualquier otro individuo de la Biblia es ciertamente causa de
seria consideración".6 En el Sermón del Monte encontramos al menos tres
referencias al infierno. En Mateo 5:22 Jesús dice: "Pero yo os digo que cualquiera
que se enoje contra su hermano 'será culpable de juicio; y cualquiera que diga:
Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo,
quedará expuesto al infierno de fuego (ten geennan tou pyros)". Y en los versículos
29-30 del mismo capítulo Jesús dice: "Si tu ojo derecho te es ocasión de caer,
sácalo, y échalo de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que
todo tu cuerpo sea echado al infierno (geennan). Y si tu mano derecha te es ocasión
de caer, córtala, y échala de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros,
y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno (geennan)". Nótese aquí que Jesús
habla inequívocamente respecto al infierno, indicando que los sufrimientos del
infierno comprenden tanto el que como el alma. Es mejor, dice él, perder un ojo o
una mano que tener todo el cuerpo arrojado al infierno.
A esta altura deberíamos mirar más de cerca la palabra que aquí se traduce infierno,
la palabra griega geenna, como a veces se la traduce al español, Gehena.
Anteriormente vimos que la palabra Hades a veces puede significar-por lo menos en
Lucas 16:23-el lugar del castigo en el estado intermedio. La palabra del Nuevo
Testamento que denota el lugar final de castigo, sin embargo, es Gehenna, que
generalmente se traduce infierno. Esta palabra es la forma griega de la expresión
aramea gee hinnom, que significa "valle de Hinom". Este era un valle al sur de
Jerusalén en el cual en ciertas ocasiones las padres hebreos ofrecieron sus hijos
como sacrificio al dios amonita Moloc en los días de Acaz y Manasés (véanse 2 R.
16:3; 21:6; y en especial Jer. 32:35). Hay amenazas de juicio que recaen sobre este
217
siniestro valle en Jeremías 7:32 y 19:6. También en este valle se trasformase en un
símbolo del pecado y de la miseria, razón por la que la palabra Gehenna llegó a ser
usada como designación para el fuego escatológico del infierno y para el lugar del
castigo final. A medida que observemos el uso de esta palabra, se hará evidente
que el castigo de Gehenna nunca termina.
Una evidencia adicional de que el castigo del infierno nunca termina la encontramos
en Marcos 9:43, donde se dice que el fuego del infierno "no puede ser apagado" (to
pyr to asbeston). En el versículo 48 del mismo capítulo se usan las siguientes
palabras para describir al infierno: ". . . donde el gusano de ellos no muere, y el
fuego nunca se apaga". Estas palabras son una cita de Isaías 66:24, donde
aparecen en un marco escatológico. Obviamente, estas palabras no deben ser
interpretadas literalmente sino figurativamente. Sin embargo, lo que estas imágenes
quieren transmitir es que la angustia y el tormento interiores simbolizados por el
gusano nunca terminarán, y que el sufrimiento externo simbolizado por la llama
nunca cesará. Si las imágenes utilizadas en este pasaje no significan sufrimientos
sin fin, entonces no significan nada.
Otra imagen que describe los tormentos del infierno es introducida en Mateo 13:41,
42: "Enviará el Hijo del Hombre a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los
que sirven de tropiezo, y a los que hacen iniquidad, y los echarán en el horno de
fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes". Aunque en este pasaje no se menciona
específicamente la duración eterna del castigo, las imágenes utilizadas sugieren la
amargura del remordimiento y la desesperada auto condenación. Mateo 25:30
añade otro estremecedor tipo de imagen: "Y al siervo inútil echad le a las tinieblas de
afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes" (d. Mí. 22:13). "Las tinieblas de afuera"
sugieren el terrible aislamiento de los perdidos y su eterna separación de la amable
comunión con Dios.
En Mateo 25:46 se utiliza el mismo adjetivo para describir la duración del castigo de
los malos y la bienaventuranza de los salvos: "E irán éstos [los que están a la
izquierda del rey] al castigo eterno (kolasin aiunion), y los justos a la vida eterna
(zoen aiunion)".
Dos pasajes del Evangelio según Juan también pueden ser mencionados en
218
relación con esto. El primero es la bien conocida "síntesis del evangelio", Juan 3:16:
"Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para
que todo aquel que en él cree, no se pierda (me-apolmai), mas tenga vida eterna
(zoen aiunion)". Que la expresión "perecer" en este versículo significa un castigo
eterno es algo evidente del versículo 36 de este capítulo: "El que cree en el Hijo
tiene vida eterna; pero el que desobedece al Hijo no verá la vida, sino que la ira de
Dios está ("permanece", y NVI; griego menei) sobre él". Si la ira de Dios permanece
sobre tal persona, ¿a qué otra conclusión podemos llegar que no sea que el castigo
mencionado es eterno?
Volvemos ahora a echar una mirada más de cerca a dos palabras que fueron
frecuentemente utilizadas en los pasajes arriba citados: apolIymi (comúnmente
traducida "destruir", "arruinar"; y en la voz pasiva, "perderse" o "perecer") y aiunios
(generalmente traducida "eterno").
Los oponentes de la doctrina del castigo eterno frecuentemente dicen que la palabra
apolIymi, cuando se la usa en el Nuevo Testamento para referirse a la suerte de los
malvados, significa aniquilar o borrar de la existencia. Tanto los Adventistas del
Séptimo Día como los Testigos de Jehová, por ejemplo, interpretan la palabra de
esta manera.
Tras haber notado que apollymi no significa aniquilación cuando se usa en otros
casos, no cabe esperar que la palabra signifique aniquilación cuando es usada para
describir el destino final de los malvados. Un cambio tan abrupto de significado
tendría que ser claramente probado. Pero, como hemos visto, las enseñanzas
bíblicas respecto al destino final de los perdidos excluyen completamente la
aniquilación. Hemos considerado muchos pasajes de los Evangelios, en la mayoría
de los cuales habla Jesús mismo, que describen la suerte final de los malos como
un tormento continuado y sin fin. A la luz de esta clara enseñanza, nos vemos
obligados a llegar a la conclusión que apollymi, cuando se usa para explicar el
destino final de los perdidos no puede significar aniquilación. En consecuencia no
debemos dejamos engañar por el sonido de palabras tales como "destruir" o
219
"perecer" cuando estas son utilizadas en las traducciones, como si las mismas
probaran que los malvados serán aniquilados. Apollymi, cuando se usa para
describir el destino final de aquellos que no están en Cristo (como en Mt. 10:28;
18:14; Lc. 13:3; Jn. 3:16; 10:28; Ro. 2:12; 1 Co. 1:18; Fil. 3:19; 2 P. 2:1; 3:16),
significa perdición eterna, una perdición que consiste en una pérdida sin fin de la
comunión con Dios, lo que constituye al mismo tiempo un estado de tormento o
pena sin fin.
Pero entonces, si la palabra aiunios significa sin fin cuando se la aplica a la futura
bienaventuranza de los creyentes, se desprende que, de no haber clara evidencia
en contra, esta palabra también significa sin fin cuando se la utiliza para describir el
futuro castigo de los perdidos.
Se usa aiunios en este sentido en Mateo 25:46 ("E irán estos al castigo eterno") y en
2 Tesalonicenses 1:9 ("Los cuales sufrirán pena de eterna perdición"). De esto se
desprende que el castigo que los perdidos sufrirán después de esta vida será de
igual manera sin fin como la bienaventuranza futura del pueblo de Dios.15
Procedemos ahora a examinar la enseñanza de los apóstoles sobre este tema.
Quizás la más clara descripción de los sufrimientos de los perdidos que se
encuentra en los escritos paulinos está en 2 Tesalonicenses 1:7-9: ". . . cuando se
manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder, en llama de
fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio
de nuestro Señor Jesucristo; los cuales sufrirán pena de eterna perdición, excluidos
de la presencia del Señor, y de la gloria de su poder. . ." Las palabras griegas que se
traducen "eterna perdición" son olethron aiunon. Olethros no puede significar aquí
aniquilación, porque ¿qué sentido tendría hablar de un aniquilación eterna? Esta
palabra significa generalmente "destrucción" o "ruina".16 En 1 Timoteo 6:9 olethros
se usa como paralelo de apoletn (sustantivo derivado de apollymi) que significa
"perdición".
220
Olethron aiunion, por lo tanto, debe significar en 2 Tesalonicenses 1:9 la ruina eterna
o el castigo sin fin, significando una exclusión eterna de la bendita presencia del
Señor. Pablo describe la suerte futura de los impíos en al menos dos pasajes de su
epístola a los romanos. El primero se halla en Romanos 2: "Pero por tu dureza y por
tu corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de la
revelación del justo juicio de Dios . . . ira y enojo a los que son contenciosos y no
obedecen a la verdad, sino que3 obedecen a la injusticia; tribulación y angustia
sobre todo ser humano que hace lo malo, el judío primeramente y también el griego.
. ." (vv. 5, 8-9). Si bien aquí no se afirma específicamente la duración eterna del
castigo de los perdidos, hay que notar la referencia a la ira y a la furia de Dios. Es
precisamente esta ira de la cual son salvos los creyentes mediante la obra de Cristo:
"Pues mucho más, estando ya justificados por su sangre [la de Cristo], por él
seremos salvos de la ira" (Ro. 5:9). Al otro pasaje lo encontramos en Romanos 2:12,
donde la palabra apolountai, una forma de apollymi, es utilizada para indicar la
eterna perdición de los perdidos: "Porque todos los que sin ley han pecado, sin ley
también perecerán (apolountai); y todos los que bajo la ley han pecado, por la ley
serán juzgados".
¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo!" (vv. 28,29,31). Si bien no se
menciona la duración eterna de este castigo, lo terrible de la suerte de los que
rompen el pacto se intima aquí de un modo casi siniestro. Después de instar a sus
lectores a permanecer fieles a la fe, el escritor procede a decir, para animarlos:
"Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición (del griego, eis
apolerun ), sino de los que tienen fe para salvación del alma".
El también beberá del vino de la ira de Dios, que ha sido vaciado puro en la copa de
su ira, y será atormentado con fuego y azufre delante de los santos ángeles y del
Cordero; y el humo de su tormento sube por los siglos, y no tienen reposo ni de día
221
ni de noche . . . " Las imágenes son terriblemente expresivas, recordándonos alguna
de las palabras de nuestro Señor respecto a la ira que permanece y al fuego que no
puede ser apagado. Del humo del tormento de estos perdidos se dice que sube para
siempre (por los siglos).
Comparando estos dos pasajes, por lo tanto, aprendemos que el tormento de los
perdidos ¡es tan eterno como Dios mismo! Otra descripción del castigo dejos
perdidos aparece en Apocalipsis 21:8: "Pero los cobardes e incrédulos, los
abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los
mentirosos, tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la
muerte segunda". Una vez más nos encontramos con la imagen del lago de fuego
(cf. vv. 10,14 Y 15 del capítulo anterior). La suerte de los malvados es ahora descrita
como "la segunda muerte" (ho thanatos ho deuteros)-una expresión que se usa en el
libro del Apocalipsis para designar el castigo eterno.1B Con esto hemos estudiado la
evidencia bíblica. Si tomamos seriamente el testimonio de las Escrituras, y si
basamos nuestra doctrina en sus enseñanzas-cosa que sin duda deberíamos hacer-
nos vemos obligados a creer en el castigo eterno de los perdidos. Sin duda, nos
encogemos ante esta enseñanza con todo lo somos, y no nos atrevemos a visualizar
cómo este castigo eterno podrá ser experimentado por alguna persona que
conocemos. Pero la Biblia lo enseña, y por lo tanto debemos aceptado.
Como se dijo antes, las diversas imágenes a través de las cuales el castigo del
infierno es descrito no deben ser tomadas literalmente. Es que si las tomamos
literalmente, estas imágenes tienden a contradecirse: ¿cómo puede el infierno ser a
la vez tinieblas y fuego? Debemos entender estas imágenes de un modo simbólico,
pero la realidad será peor que los símbolos.
Nos queda decir algo respecto al lugar del infierno. En la Edad Media era común
pensar que el cielo estaba en algún lugar por sobre la tierra, y el infierno en algún
lugar por debajo, quizá en las profundidades de la tierra (como en el Infierno de
Dante). Para la persona del siglo XX, con sus conocimientos de la astronomía
moderna, ese tipo de pensamiento ya no tiene sentido. ¿Dónde está el arriba y el
abajo de nuestro presente universo? Todo lo que podemos decir es que, en
concordancia con los datos bíblicos, debe haber un lugar llamado infierno, aunque
no sepamos donde está.
222
respecto al infierno debe añadir una nota de profunda seriedad a nuestra
predicación y enseñanza bíblica. Debemos hablar respecto al infierno con renuencia,
con dolor, quizá hasta con lágrimas-pero debemos hablar al respecto. Nunca
debemos olvidar las palabras del escritor de Hebreos: "Porque si la palabra dicha
por medio de los ángeles fue firme, y toda trasgresión y desobediencia recibió justa
retribución, ¿cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan
grande?" (2:2). Para nuestra empresa misionera, la doctrina del infierno debe
incitamos a un mayor celo y urgencia. Si es cierto que mucha gente va rumbo a una
eternidad sin Cristo a menos que escuchen el evangelio, ¡cuán ansiosos deberíamos
estar de llevarles el evangelio! Porque: " ¿ y cómo creerán en aquel de quien no han
oído? ¿y cómo oirán sin haber quien les predique?" (Ro. 10:14).
En Génesis leemos que en el principio Dios creó los cielos y la tierra. A raíz de la
caída del hombre en pecado, se pronunció una maldición sobre esta creación. Dios
ha enviado ahora a su Hijo a este mundo para redimir a esa creación de los
223
resultados del pecado. En consecuencia, la obra de Cristo no consiste simplemente
en salvar a ciertas personas, ni siquiera en salvar a una multitud innumerable de
gente comprada con su sangre. La obra total de Cristo es nada menos que la de
redimir toda esta creación de los efectos del pecado. Dicho propósito no se cumplirá
hasta que Dios haya establecido la nueva tierra, hasta que el Paraíso Perdido haya
llegado a ser el Paraíso Recobrado. Necesitamos una clara comprensión de la
doctrina de la nueva tierra, en consecuencia, para poder ver el programa redentor de
Dios en sus dimensiones cósmicas.
Tenemos que damos cuenta que Dios no se dará por satisfecho hasta que el
universo entero haya sido limpiado de todos los resultados de la caída del hombre.
La tercera razón por la que este tema es importante está en que ayuda a la correcta
comprensión de la profecía del Antiguo Testamento. Ya antes hemos considerado
varias profecías veterotestamentarias que hablan de un futuro glorioso para la tierra.
Estas profecías nos dicen que, en algún momento del futuro, la tierra llegará a ser
mucho más productiva de lo que es ahora, que el desierto florecerá como la rosa,
que el que ara alcanzará y superará al que cosecha y que las montañas destilarán
dulce vino. Nos dicen que el sonido del llanto no volverá a ser oído en la tierra y que
los días del pueblo de Dios serán como los días del árbol. Nos dicen que en esa
tierra el lobo y el cordero se alimentarán juntos, y que nadie herirá ni destruirá en
todo el santo monte del Señor, puesto que la tierra estará llena del conocimiento del
Señor como las aguas cubren el mar.
Una correcta comprensión de la doctrina de la nueva tierra, por lo tanto, nos dará
una respuesta ante afirmaciones dispensacionalistas tales como la que recién
hemos citado. También nos dará una respuesta a la siguiente aseveración de otro
dispensacionalista: "Si las profecías del Antiguo Testamento que tienen que ver con
224
las promesas para el futuro hechas a Abraham y David se han de cumplir
literalmente, entonces es necesario que haya un periodo futuro, el milenio, en el cual
las mismas se puedan cumplir, por que la iglesia no las está cumpliendo ahora en
ningún sentido literal. En otras palabras, la imagen literal de las profecías del
Antiguo Testamento demanda ya sea un futuro cumplimiento o un cumplimiento no
literal. Si se han de cumplir en el futuro, entonces el único tiempo que queda para tal
cumplimiento es el milenio". 6 A esto podemos contestar: Habrá un cumplimiento
futuro de estas profecías, pero no en el milenio, sino en la nueva tierra. Que se
hayan de cumplir literalmente es cuestionable; ciertamente los detalles respecto a
lobos y corderos, y a montes que destilan vino dulce, no deben ser entendidos de un
modo groseramente literal sino como descripciones figurativas de cómo será la
nueva tierra. Pero no es correcto decir que aplicar estas profecías a la nueva tierra
es estar entregado a un proceso de "espiritualización".
¿Pero cómo visualizarían Adán y Eva y los otros que oyesen esta promesa madre
esta victoria final? Respecto a esta pregunta sólo podemos arriesgar suposiciones.
Pero parecería que, al ser la muerte uno de los resultados del pecado. La victoria
prometida debería de alguna manera incluir la eliminación de la muerte. Además, si
consideramos que otro resultado del pecado había sido el alejamiento de nuestros
primeros padres del huerto del Edén, desde donde debían gobernar al mundo por
225
Dios, parecería que la victoria debería también significar la restauración del hombre
a algún tipo de paraíso recobrado desde el cual él pudiera una vez más gobernar la
tierra correctamente y sin pecado. El hecho de que la tierra había sido maldecida en
razón del pecado del hombre parecería también significar que, como parte de la
victoria prometida, esta maldición y todos los otros resultados del pecado
comprendidos en la misma, serían quitados. En consecuencia, se puede decir que
en cierto sentido la esperanza de una nueva tierra estaba ya implícita en la promesa
de Génesis 3:15.
En Génesis 17:8 leemos la siguiente promesa hecha a Abraham: "Y te daré a ti, y a
tu descendencia después de ti, la tierra en que moras; toda la tierra de Canaán, en
heredad perpetua. . ." Nótese que Dios prometió dar la tierra de Canaán no
solamente a los descendientes de Abraham sino también a Abraham mismo. Sin
embargo Abraham nunca poseyó ni siquiera un metro cuadrado de suelo en la tierra
de Canaan (cf. Hch. 7:5)-a excepción de la cueva de sepultura que tuvo que
comprar de los heteos (véase Gn. 23). Pero, ¿cuál fue la actitud de Abraham
respecto a esta promesa de herencia de la tierra de Canaán, que nunca se cumplió
durante su vida? Tenemos una respuesta a esta pregunta en el libro de Hebreos. En
Hebreos 11:9-10 leemos: "Por la fe [Abraham) habitó como extranjero en la tierra
prometida como en tierra ajena, morando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos
de la misma promesa. Porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo
arquitecto y constructor es Dios". Cuando se habla de "la ciudad que tiene
fundamentos" debemos entender que se hace referencia a la santa ciudad o la
nueva Jerusalén que se encontrará en la nueva tierra. Abraham, en otras palabras,
anticipaba la nueva tierra como el cumplimiento real de la herencia que se la había
prometido-y así lo hicieron los otros patriarcas. El hecho de que los patriarcas lo
hicieran es citado por el escritor de Hebreos como evidencia de su fe: "Conforme a
226
la fe murieron todos éstos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y
creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la
tierra. Porque los que esto dicen, claramente dan a entender que buscan una patria;
pues si hubiesen estado pensando en aquella de donde salieron, ciertamente tenían
tiempo de volver. Pero anhelaban una mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no
se avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad"
(11:13-16).
Hebreos 4 nos dice que la tierra de Canaán era un tipo del reposo eterno que está
preparado para el pueblo de Dios. A los israelitas que, tras andar por el desierto, no
llegaron a entrar en el descanso de la tierra de Canaán debido a su incredulidad y
desobediencia, se los compara en este capítulo con la gente que, debido a una
desobediencia similar, no llegan a entrar en el "reposo" (v. 9) que nos espera en la
vida por venir. Canaán, por lo tanto, no era un fin en sí misma, sino que apuntaba a
la nueva tierra por venir. Gálatas 3:29 nos dice además que si somos de Cristo,
somos simiente de Abraham, herederos según la promesa. Todos nosotros que
estamos unidos a Cristo por la fe, por lo tanto, somos en este sentido más amplio,
simiente de Abraham. La promesa de la cual somos herederos debe incluir la
promesa de la tierra.
(1) La Canaán terrenal nunca fue concebida por Dios, ni pudo haber sido desde el
principio entendida así por su pueblo, como la herencia final y adecuada que habían
de ocupar; ya que respecto a ella se habían dicho y esperado cosas que claramente
no podían cumplirse dentro del límite de Canaán, ni siquiera en el ámbito de la tierra
tal como la misma está presentemente constituida.
(2) La herencia, en su sentido pleno y exacto, era de tal naturaleza que solamente
podía ser disfrutada por aquellos que se habían convertido en hijos de la
resurrección, por haber sido ellos mismos totalmente redimidos en alma y cuerpo de
los efectos y consecuencias del pecado.
Una pregunta que debemos enfrentar a esta altura es si la nueva tierra será
227
totalmente diferente de esta tierra que conocemos o si será una renovación de ella.
Tanto en Isaías 65:17 como en Apocalipsis 21:1 oímos hablar de "un cielo nuevo y
una tierra nueva". La expresión "cielo y tierra" debería entenderse como el modo
bíblico de denominar a todo el universo: "El cielo y la tierra juntos constituyen el
cosmos".9 Pero ahora la pregunta es, ¿será totalmente aniquilado el presente
universo, de modo tal que el nuevo universo será completamente diferente del actual
cosmos, o será el nuevo universo esencialmente el mismo cosmos del presente,
sólo que renovado y purificado?
Los teólogos luteranos muchas veces han favorecido la primera de estas dos
posibilidades. G. C. Berkouwer menciona varios escritores luteranos que favorecen
el concepto de la aniquilación del actual cosmos y de una discontinuidad absoluta
entre la antigua tierra y la nueva. lO Estos teólogos apelan a pasajes tales como
Mateo 24:29 ("El sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor, y las estrellas
caerán del cielo, y las potencias del cielo serán conmovidas") y 2 Pedro 3:12 ("Los
cielos, encendiéndose, serán deshechos, y los elementos, siendo quemados, se
fundirán").l1 Es evidente que habrá eventos cataclísmicos que acompañarán la
destrucción de la actual tierra-eventos que constituirán un juicio divino sobre esta
tierra, con todo su pecado e imperfección.
La primera reside en que tanto en 2 Pedro 3:13 como en Apocalipsis 21:1 el vocablo
griego que se usa para designar la novedad del nuevo cosmos no es neos sino
kainos. La palabra neos significa nuevo en tiempo u origen, en tanto que la palabra
kainos significa nuevo en naturaleza o en cualidad.12 La expresión ouranon kainon
kai gen kainen ("un cielo nuevo y una tierra nueva", Ap. 21:1) significa, en
consecuencia, no la aparición de un cosmos totalmente diferente del actual, sino la
creación de un universo que, a pesar de haber sido gloriosamente renovado,
mantiene continuidad con el presente.
228
La cuarta razón para preferir el concepto de la renovación sobre el de la aniquilación
es la siguiente: si Dios tuviese que aniquilar el cosmos actual, Satanás habría
logrado una gran victoria. Por que entonces Satanás habría tenido éxito en
corromper tan devastadoramente el presente cosmos y la tierra presente que Dios
no podría hacer otra cosa que aniquilado totalmente. Pero Satanás no logró tal
victoria. Por el contrario, Satanás ha sido derrotado decisivamente. Dios revelará la
dimensión total de esa derrota cuando renueve esta misma tierra sobre la cual
Satanás engañó a la raza humana y cuando finalmente elimine de ella todos los
resultados de las malvadas maquinaciones de Satanás.
En relación con esto es interesante notar las palabras con las cuales Edgard
Thurneysen describió su comprensión de cómo sería la nueva tierra: "El mundo al
cual entraremos en la parusía de Jesucristo es, por lo tanto, no un nuevo mundo; es
este mundo, este cielo, esta tierra; pero ambos pasados y renovados. Son estos
bosques, estos campos, estas ciudades, estas calles, esta gente, los que serán el
escenario de la redención. En este momento son campos de batalla, llenos de la
lucha y el dolor de la consumación todavía no logrado; pero entonces serán campos
de victoria, campos de cosecha, de los cuales surgirán de la semilla sembrada con
lágrimas las eternas espigas que serán recogidas y llevadas al hogar". Emil Brunner
criticó esta afirmación, pensando que era demasiado crasa y materialista, y diciendo
que no tenemos derecho a esperar que la tierra futura fuere exactamente como la
presente. G. C. Berkouwer, sin embargo, expresa aprecio por lo concreto de la
esperanza de Thurneysen, prefiriendo esta manera de afirmar cómo será el futuro y
no aquellos conceptos etéreos o espiritualizados del futuro que no hacen justicia a la
promesa bíblica de una nueva tierra.
229
Aquí Pablo describe en términos muy vívidos el anhelo de la nueva tierra por parte
de la presente creación: "Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la
manifestación de los hijos de Dios. Porque la creación fue sujetada a vanidad, no
por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza; porque
también la creación misma será liberada de la esclavitud de corrupción, a la libertad
gloriosa de los hijos de Dios". En otras palabras, no solamente es el hombre quien
anhela esta nueva tierra; toda la creación lo anhela también. Cuando los hijos de
Dios reciban su glorificación final en la resurrección, toda la creación será liberada
de la maldición bajo la cual ha luchado. Parafraseando las palabras gráficas de
Phillips, toda la creación "está de puntillas", esperando que esto suceda. Cuando
Pablo más adelante nos dice que toda la creación gime como si tuviera dolores de
parto, está sugiriendo que las imperfecciones de la presente creación que son
resultados del pecado, deben ser correctamente vistas por nosotros como los
dolores de parto de un mundo mejor. Nuevamente vemos aquí la redención en sus
dimensiones cósmicas.
Hay un pasaje en el libro del Apocalipsis que habla respecto a nuestro reinado sobre
la tierra: "Digno eres [Cristo] de tomar el libro y abrir sus sellos; porque tú fuiste
inmolado y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y pueblo y
nación; y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre
la tierra" (Ap. 5:9-10). Si bien algunos manuscritos tienen el verbo "reinar" en tiempo
presente, los mejores textos lo tienen en tiempo futuro. El reinado sobre la tierra de
esta gran multitud redimida se describe aquí como culminación de la obra redentora
de Cristo a favor de su pueblo.
Los pasajes bíblicos más importantes que hablan de la nueva tierra son los
siguientes: Isaías 65:17-25 y 66:22-23,2 Pedro 3:13 y Apocalipsis 21:1-4. Isaías
65:17-25, que contiene quizá la descripción más elevada que tiene el Antiguo
Testamento de la vida futura del pueblo de Dios, ya ha sido tratado anteriormente...
En Isaías 66:22-23 hay otra referencia a la nueva tierra: "Porque como los cielos
nuevos y la nueva tierra que yo hago permanecerán delante de mí, dice Jehová, así
permanecerá vuestra descendencia y vuestro nombre. Y de mes en mes, y de día
de reposo en día de reposo, vendrán todos a adorar delante de mí, dijo Jehová". En
los versículos previos del capítulo 66 Isaías ha estado prediciendo abundantes
bendiciones futuras para el pueblo de Dios: Dios dará a su pueblo gran prosperidad
230
(v. 12), lo consolará (v. 13), lo hará alegrar (v. 14), y lo reunirá de entre todas las
naciones (v. 20). En el versículo 22 Dios nos dice a través de Isaías que su pueblo
permanecerá ante él tan eternamente como los nuevos cielos y la nueva tierra que
él creará. El versículo 23 nos enseña que todos los habitantes de esa tierra adorarán
fielmente y regularmente a Dios. Si bien se describe esta adoración en términos
tomados del tiempo en que Isaías escribió ("de mes en mes, y de día de reposo en
día de reposo"), estas palabras no deben ser entendidas de un modo estrictamente
literal. Lo que se predice aquí es la adoración perpetua de todo el pueblo de Dios,
reunido de entre todas las naciones, en formas adecuadas a la gloriosa existencia
nueva que ellos disfrutarán sobre la nueva tierra.
(1) Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra
pasaron, y el mar ya no existíamos. (2) Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva
Jerusalén. descender del cielo, de Dios. dispuesta como una esposa ataviada para
su marido. (3) Y oí una gran voz del cielo que decía: "He aquí el tabernáculo de Dios
con los hombres. y él morara con ellos; y ellos serón su pueblo. y Dios mismo estará
con ellos como su Dios. (4) Enjugara Dios toda lagrima de los ojos de ellos; y ya no
habrá mas muerte, ni habrá mas llanto. ni clamor. ni dolor; porque las primeras
cosas pasaron".
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aspecto significativo de la nueva tierra. Si se tiene en cuenta que en el resto de la
Biblia, en especial en el libro de Apocalipsis (d. 13:1; 17:15), el mar frecuentemente
representa a aquello que amenaza la armonía del universo, la ausencia del mar de
la nueva tierra significa la ausencia de cualquier cosa que interfiera con dicha
armonía.
El versículo 2 nos habla de la "la santa ciudad, la nueva Jerusalén", que representa
a la totalidad de la iglesia glorificada de Dios, descendiendo desde el cielo a la tierra.
Esta iglesia, ahora totalmente libre de mancha o tacha, totalmente purificada del
pecado, está ahora "dispuesta como una esposa ataviada para su marido", lista para
las bodas del Cordero (véase Ap. 19:7). De este versículo aprendemos que la iglesia
glorificada no permanecerá en el cielo en algún lugar lejano del espacio sino que
pasará la eternidad sobre la nueva tierra.
Los marcados toques del versículo 4 sugieren mucho más de lo que en realidad
dicen. No habrá más lágrimas sobre la nueva tierra. El lloro y el dolor pertenecen a
las cosas anteriores que han pasado. Y ya no habrá más muerte---no más
accidentes fatales, no más enfermedades incurables, no más servicios fúnebres, no
más despedidas finales. En la nueva tierra disfrutaremos una comunión eterna e
ininterrumpida con Dios y con el pueblo de Dios, incluyendo a seres queridos y
amigos a quienes hemos amado y perdido por un tiempo.
Muy significativos son los versículos 24 y 26 que nos dicen que: "Los reyes de la
tierra traerán su gloria y honor a ella [la ciudad santa] . . . y llevarán la gloria y honra
de las naciones a ella". Uno podría decir que según estas palabras, entre los
habitantes de la nueva tierra estará incluida gente que logró gran prominencia y
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ejerció gran poder sobre la tierra actual-reyes, príncipes, líderes, y otros tales. Uno
también pondría decir que cualquier cosa que la gente haya hecho sobre esta tierra
que glorificara a Dios sería recordada en la vida futura (véase Ap. 14:13). Pero debe
decirse más. ¿Es decir demasiado, según estos versículos, que las peculiares
contribuciones de cada nación a la vida de la tierra presente enriquecerán la vida de
la nueva tierra? ¿Heredaremos entonces quizá los mejores productos de la cultura y
del arte que esta tierra ha producido? Hendrikus Berkhof sugiere que cualquier cosa
que haya tenido valor en esta vida presente, cualquier cosa que haya contribuido a
"la liberación de la existencia humana", será retenida y aumentada en la nueva
tierra.19 A favor de este pensamiento él cita la siguiente frase de Abraham Kuyper:
"Si ahora se está formando un campo infinito de conocimiento humano y de
capacidad humana por todas las cosas que suceden a fines de hacer que el mundo
visible y la naturaleza material esté sujeta a nosotros, y si sabemos que este
dominio nuestro sobre la naturaleza será completo en la eternidad, podemos llegar a
la conclusión de que el conocimiento y el dominio que hemos logrado aquí sobre la
naturaleza pueden ser y, de hecho, continuarán siendo de significado continuo, aun
en el reino de gloria".
El capítulo 22 nos enseña que sobre la nueva tierra las naciones vivirán juntas en
paz (v. 2), y que la maldición que ha pesado sobre la creación desde la caída del
hombre será quitada (v. 3). Se nos dice que los siervos de Dios lo adorarán o lo
servirán21 (v. 3); el descanso que aguarda al pueblo de Dios en la vida por venir, en
consecuencia, no será un descanso de simple ocio. El hecho de que se diga que los
siervos de Dios reinarán para siempre (v. 5) confirma lo que aprendimos de
Apocalipsis 5:10; a diferencia del reinado en el cielo de los creyentes muertos que
están con Cristo durante los mil años del estado intermedio (20:4), éste será un
reinado eterno sobre la tierra por parte de creyentes con sus cuerpos de
resurrección. La más grande alegría y el más grande privilegio de la vida de gloria
están expresados en el versículo 4: "Y verán su rostro [el de Dios], y su nombre
estará en sus frentes". En suma, la existencia en la nueva tierra estará distinguida
por el perfecto conocimiento de Dios, el perfecto disfrute de Dios y el perfecto
servicio a Dios.
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pecado-tanto el individual como el institucional nuestra obra misionera, nuestros
esfuerzos por desarrollar y promover una cultura distintivamente cristiana, tienen
valor no sólo para este mundo sino también para el mundo por venir.
Al vivir sobre esta tierra, estamos preparándonos para la vida en la nueva tierra de
Dios. A través de nuestro servicio al reino estamos reuniendo los materiales de
construcción para esa nueva tierra. Se están traduciendo Biblias, se están
evangelizando pueblos, creyentes están siendo renovados y se están transformando
culturas. Solamente la eternidad revelará el significado pleno de lo que ha sido
hecho aquí por Cristo.
Al principio de la historia Dios creó los cielos y la tierra. Al fin de la historia vemos los
nuevos cielos y la nueva tierra, que en su esplendor sobrepasarán en mucho todo lo
que hemos visto anteriormente. En el centro de la historia está el Cordero que fue
inmolado, el primogénito de entre los muertos, y el Señor de los reyes de la tierra.
Algún día echaremos todas nuestras coronas delante de él, absortos en admiración,
amor, y adoración.
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