Las Estructuras Elementales de La Violencia, Cap. 2 El Género en La Antropología y Más Allá de Ella
Las Estructuras Elementales de La Violencia, Cap. 2 El Género en La Antropología y Más Allá de Ella
Las Estructuras Elementales de La Violencia, Cap. 2 El Género en La Antropología y Más Allá de Ella
Rector
LAS ESTRUCTURAS
Mario Ermácora
ELEMENTALES
Vicerrector
Roque Dabat DE LA VIOLENCIA
Ensayos sobre género entre la antropología,
el psicoanálisis y los derechos humanos
(t)
•
NaCIonal
de Quilmes
Editorial
Uniyersidacl Prometeo 13010
Colección: Derechos Humanos. Viejos problemas, nuevas miradas I ÍNDICE
Dirigida por Baltasar Garzón
INTRODUCCIÓN 13
Segato, Rita Laura
Las estructuras elementales de la violencia - 1a ed. - l. LA ESTRUCTURA DE GÉNERO Y EL MANDATO DE VIOLACiÓN 21
Bernal: Universidad Nacional de Quilmes, 2003.
2. EL GÉNERO EN LA ANTROPOLOGÍA Y MÁS ALLÁ DE ELLA 55
264 p., 20xl4 cm.
ISBN 987-558-018-X 3. LA CÉLULA VIOLENTA QUE LACAN NO VIO: UN DIÁLOGO (TENSO)
ENTRE LA ANTROPOLOGÍA Y EL PSICOANÁLISIS 85
l. Antropología Socia!. Antropología Cultural
1. Historia Argentína 4. LA ARGAMASA JERÁRQUICA: VIOLENCIA MORAL,
CDD 306.1 REPRODUCCIÓN DEL MUNDO Y LA EFICACIA SIMBÓLICA DEL DERECHO 107
5. LAS ESTRUCTURAS ELEMENTALES DE LA VIOLENCIA:
Introd llcción
58
59
Los dos caminos contradictorios del género en la antropología: bre son categorías asociadas con contenidos diferentes en tradiciones di I'c-
¿relativismo o universalismo?
rentes y hasta en épocas diferentes de la misma historia occidental. Por otro
lado el descubrimiento, a través ya pesar de las diferencias culturales, de una
La noción de género transita por la antropología revitalizando la tensión básica tendencia a la universalidad de la jerarquía del género, o sea, de la universa-
entre la relatividad y la universalidad de las experiencias humanas inherente a la lidad del género como una estructura de subordinación, dio origen a una
disciplina. Cuando, en la década de 1930, Margaret Mead publicó Sexo y tem- serie de trabajos hoy clásicos. Gayle Rubin, Sherry Ortner, Nancy Chodorow,
peramento en tres sociedades melanesias (Mead, 1935), inauguró una de las Louise Lamphere, Michelle Rosaldo, Rayna Reiter son autoras que instalaron
dos vertientes que, con sus propias características y a pesar de haber sufrido esa cuestión, y con ello instituyeron la antropología del género como un área
transformaciones, se mantiene hasta e] presente. Se trata del conjunto de asun- de estudios específica. Ellas hablaron de esa tendencia jerárquica universal,
tos que habitualmente llamamos "construcción cultural del género" y que tiene e intentaron, cada una a partir de un abordaje propio, aunque relacionando
su punto de partida en la comprobación inicial de que "mujer" y "hombre" son sus perspectivas, explicar por qué, a pesar de las diferencias culturales, a
entidades diferentes, asociadas con contenidos variables a través de las socie-
pesar del principio relativista, se da esa tendencia general a la subordinación
dades. Se introduce así el "género" como una cuestión antropológica, etnográ- de la mujer. Tres obras colectivas fundamentales marcan esa época y esa
ficamente documentable.
perspectiva, estableciendo las bases de los estudios de género en la antropo-
Hasta el día de hoy se producen innumerables tesis en programas acadé- logía: Woman, Culture and Society, de 1974, Toward an Antropology ol Wo-
micos en antropología que tratan de esa variación entre lo que es un hombre y men, de 1975, y, más tarde, Sexual Meanings. The Cultural Construction ol
lo que es una mujer en las diversas tradiciones humanas y con ello contribu- Gender and Sexuality, de 1981.
yen, a partir del conocimiento sobre casos particulares, a diseñar un mapa M ichelle Rosaldo (1974) sitúa lajerarquía como oriunda de la separación
general de las maneras con que los géneros toman forma en los diversos gru- de los trabajos de la mujer y del hombre en las esferas doméstica y pública,
pos humanos. Ese primer momento se caracterizó por la propuesta de re]ativizar respectivamente, teniendo en cuenta que la esfera pública tiene la característi-
el género, colocarlo dentro de una perspectiva constructivista, y las centenas ca de tener más prestigio, de ser más valorizada, en la gran mayoría, si no en la
de tesis escritas dentro de este gran capítulo tuvieron como título y tema "]a totalidad, de las sociedades conocidas (si bien su prestigio se acentúa en las
construcción del género" en una sociedad particular. Con todo, ese camino sociedades modernas). En opinión de Rosaldo, sociedades como los Illongot
viene perdiendo aliento últimamente, consumido lentamente por]a irrupción de de las Filipinas, donde los hombres circulan por las esferas pública y domésti-
temas y perspectivas nuevos. Estos nuevos análisis tienden a ser cada vez más ca, alternándose con las mujeres en sus tareas, permiten una igualdad mayor
transdiscip]inarios y a ultrapasar la mirada típicamente relativista y etnográfica entre los géneros.
de la antropología. El modelo de Nancy Chodorow (1974; 1978), que hace converger el psi-
La contrapartida de aquella primera contribución, de aquel primer punto coanálisis con la antropología, explica la subordinación femenina en las más
de vista, eminentemente antropo]ógico y relativista, fue, a partir de la década de diversas sociedades por el fenómeno de la socialización en proximidad con la
1970, el énfasis colocado por un conjunto de autoras en la cuestión de la madre, por el cual la mujer emerge como un ser social sin llegar a quebrar
universalidad de ]a jerarquía de género, seguida por una tentativa de generar completamente esa identificación primaria y, por esto mismo, sin transformarse
modelos para dar cuenta de la tendencia universal de la subordinación de ]a
jamás en un ser autónomo. Si en el hombre el proceso de identificación secun-
mujer en las representaciones culturales. Esta comprobación, naturalmente, no daria se da por medio de la ruptura -muchas veces abrupta y bastante cruel- de
negó las estrategias singulares de las mujeres para participar de] poder o situar- la identificación primaria con la madre, Chodorow afirma que en el caso de la
se en posiciones de autoridad, pero afirmó que, en las más diversas socieda- mujer no hay un corte claro entre la identificación primaria con la madre y la
des, la ideología de género, aun presentando diferencias, tiende a representar identificación secundaria que da origen a la identidad de género, pues ambas
el lugar de ]a mujer como un lugar subordinado. tienen un mismo referente; se trata, por lo tanto, de dos momentos sin solución
A partir de esa generación de estudios hoy clásicos, se comprueba e] de continuidad. La madre percibe la hija, a su vez, como una continuación de sí.
primer gran dilema o contradicción que los estudios de género enfrentan en Sobre ella pesa la auto imagen materna, que le impide emerger como un ser
antropología. Por un lado, e] relativismo de las construcciones: mujer y hom- plenamente separado. Hereda así, también, la desvalorización que pesa sobre la
60 (,1
establecido por las representaciones dominantes, es la recolección de frutos y
madre y sobre e] trabajo materno, contaminado por el menor valor de las tareas tubérculos -realizada por las mujeres- lo que proporciona e] sustento básico y
de la esfera doméstica. diario de esos pueblos (Slocum, 1975).
Otro texto fundamenta] para ]a disciplina desde esta perspectiva univer- En otro artículo ya clásico, Rayna Reiter (1975) procuró mostrar cómo y
salista es e] artículo "Is Fema]e to Ma]e as Nature is to Cu]ture?", de Sherry por qué en sociedades tradicionales y premodernas ]a esfera doméstica tiene
Ortner (1974), que examina el género a partir del presupuesto estructuralista de más importancia que ]a que se le adjudica en el mundo moderno, donde ]a esfera
]a oposición entre cultura y naturaleza. La autora propone como centro de su pública concentró e] control total de la sociedad. A partir de esta comproba-
modelo ]a oposición ]évi-straussiana entre cultura y naturaleza y la asociación ción, la autora afirma que, contrariamente a lo que aparece en nuestra percep-
entre mujer y naturaleza, por un lado, y hombre y cultura, por el otro. De esa ción y a lo que nuestros estereotipos nos llevarían a pensar, la mujer tendría
ideología de oposiciones derivaría la tendencia bastante generalizada en las más poder y más prestigio social en las sociedades premodernas. Dada la im-
sociedades humanas de representar a ]a mujer asociada con ]a naturaleza/obje- portancia y la autonomía de la esfera doméstica en estas sociedades, y dada la
to y al hombre como parte de la cultura/acción transformadora, par de asocia- asociación de la mujer con la esfera doméstica, ella contaría con un espacio
ciones que configuraría una jerarquía. para el ejercicio del poder y tendría garantizado un ámbito de prestigio, que a
Ese trabajo suscitó posteriormente una gran polémica originada en la partir del dominio de ese espacio le permite competir con lajerarquía masculina.
crítica del supuesto de universalidad de la representación de naturaleza y cul- Debido al fuerte impacto que las decisiones de la esfera doméstica tienen en
tura como una oposición. En otras palabras, no toda sociedad humana cons- esas sociedades ellas podrían ser consideradas sociedades más igualitarias.
truiría su noción de cultura en oposición a una naturaleza que debe ser domina- Con el advenim iento de las sociedades regidas por un Estado moderno y
da, domesticada. Se puso en duda, por ]0 tanto, ]a validez de la tesis de Ortner la emergencia de la esfera pública como una esfera totalmente separada, espe-
sobre ]a subordinación universal de la mujer, sustentada a partir de ]a asocia- cializada en la administración de la sociedad, su tradicional control por los
hombres desembocaría en la concentración del dominio de todos los ámbitos
ción de ésta con una naturaleza objeto de] trabajo transformador de la cultura,
propio de] hombre. A pesar de sus posibles inva]idaciones a partir de trabajos de la vida social en manos de éstos. Análisis más recientes muestran que la
etnográficos en sociedades donde la oposición cultura/naturaleza no parece esfera pública moderna no sólo se constituye como un territorio exc]usivamen-
tener]a centralidad en las representaciones y en los mitos que el estructuralis- te masculino y no neutro, sino también como un dominio del hombre blanco,
mo sugiere, vale la pena volver constantemente a este texto histórico porque con poses y "moral", o sea "normal" desde el punto de vista de su sexualidad
contiene, si no afirmaciones y proposiciones perennes, por lo menos una for- (Wamer, 1990, ]992).
mu]ación constantemente abierta a] debate y a las nuevas reflexiones. Sin embargo, considero que el texto teórico de mayor vigencia entre los
En ]a colección de estudios organizada más tarde por Sherry Ortner y publicados en ese período es el de Gay]e Rubin (1975), ya que hizo converger la
Harry Whitehead (198]), las autoras sustentan una variación de las tesis men- perspectiva antropológica estructuralista con la psicoanalítica de forma sofis-
cionadas hasta aquí y afirman que la tendencia universal es asociar]a mascu]i- ticada, conjugando el constructivismo relativista y la universalidad de la es-
nidad y sus tareas propias con el prestigio socia], y no necesariamente con e] tructura. Rubin enuncia la conocida "matriz sexo-género", como una matriz
poder, económico o político. Así, de acuerdo con esta perspectiva e] hombre se heterosexual del pensamiento universal. Con todo, a pesar de su universalidad,
constituye, a lo largo de un tiempo de escala filogenética, como el /ocus o en primer lugar ella separa la dimensión biológica del "sexo" orgánico, anatómi-
significante del prestigio, capaz de contaminar con su estatus todas las tareas co, de la dimensión "simbólica", en que los términos toman su valor del lugar
y los campos de actuación que se encuentren a su cargo -a pesar del carácter que ocupan en una estructura de relaciones en la cual, generalmente, mas no
cambiante de esas tareas a lo largo de ]a historia y a través de las sociedades-o siempre, los significantes anatómicos representan las posiciones, que sin em-
Por ]0 tanto, en este modelo se aprecia una inversión: no serían los trabajos bargo no pueden ser consideradas fijas o adheridas a ellos. En segundo lugar,
bajo ]a responsabilidad del hombre los que le conferirían su importancia, sino también separa el plano biológico de la dimensión cultural, agregada, del "gé-
que él contaminaría con el prestigio inherente a la masculinidad las tareas que nero", dada por los contenidos relativos a cada tradición.
realiza. Masculinidad y estatus serían, en este sofisticado modelo, cualidades Aquí es importante comprender la separación, pero también las asocia-
intercambiables, y sólo eso podría explicar, por ejemplo, e] prestigio y la impor- ciones, entre el sexo biológico, en cuanto lectura de la naturaleza, por un lado,
tancia atribuida a la caza en sociedades simples donde, contrariamente a lo
63
62
--
y la posición señalada a cada uno de ellos en una estructura de sentido eminen-
sobre las sexualidades nómades que modifican el paisaje de género en elmun-
temente abstracta, que se encuentra por detrás de toda organización social, por
do contemporáneo, con lo cual se intenta romper, por otro camino, con la iner-
otro; y, aun, la construcción variable, cultural e histórica, del conjunto de com-
cia inherente a la formulación lacaniana de la estructuración simbólica y pensar
portamientos y predisposiciones ideológicamente asociados con la dualidad
el género de una forma más pluralista y dinámica. Con "nomadismo" los auto-
de géneros por las representaciones dominantes. A cada uno de los términos
res que han intentado la crítica por esta vía sugieren que lo que se da es una
de la clasificación dimórfica del mundo biológico macho-hembra se agrega un
multiplicidad de prácticas sexuales para los mismos sujetos y un desdobla-
conjunto de significados distribuidos en la matriz binaria masculino-femenino,
miento de las identidades de género. Pero el problema de este modelo reside en
que configura la dualidad de los géneros en la cultura y en la historia. Esta
que en general dichos comportamientos se arman en nuevas identidades, sus-
dualidad simultáneamente encubre y traduce una estructura que, más que em-
tituyendo el dimorfismo anatómico por un polimorfismo de marcas corporales,
pírica, es cogn itiva -denom inada "matriz heterosexual" por autoras como Ru-
gestuales y de vestuario, es decir que los significantes acaban en general
bin y, más recientemente, por ludith Butler (1990)-.
fijándose en identidades -aunque múltiples- de la misma manera que en el
La matriz heterosexual es, ante todo, la matriz primigenia del poder, el
modelo que combaten. Un ejemplo ya clásico que no consigue superar este
primer registro o inscripción de la relación poder/sujeción en la experiencia
problema es la obra de Néstor Perlongher (1987). El mismo énfasis se ha coloca-
social y en la vida del sujeto: cristal o imprinting inoculado a partir de la
do en la existencia de identidades masculinas en plural, donde la articulación de
entrada en la vida social a través de una "primera escena", familiar y patriarcal,
género, raza y clase resulta en una gran variedad de identidades y en una mayor
que también obedece a esta estructura, independientemente del aspecto anató-
complejidad de las relaciones de poder que las previstas por el esquema básico
mico que tengan los personajes que la representan en cada una de sus versio-
del género (Connel, 1995; Cornwall y Lindisfarne, 1994). Pero todas estas críti-
nes (Silverman, op. cit.). El patriarcado es una gramática; las combinaciones de
cas, por cierto pertinentes, se centran en la dimensión empírica, sociológica y
elementos léxicos que organiza son ilimitadas. Cualquiera que sea el conjunto
observable de la constitución de identidades y de las relaciones entre las mis-
de trazos que vengan a encarnar cultural y socialmente la imagen de lo femeni-
mas, y no en la mecánica que organiza las relaciones de poder entre ellas. Esta
no -o femeninos- y de lo masculino -o masculinos- en una cultura particular,
mecánica es la transposición, siempre renovada, de la escena original, modela-
la estructura básica que articula el par de términos masculino/femenino, donde
da por la "matriz heterosexual", independientemente de las anatomías que la
el primero se comporta como sujeto de habla y entra activamente en el ámbito
representen, a no ser que exista una desconstrucción esclarecida, activa y
público de los trueques de signos y objetos, y el segundo participa como
deliberada de su estructura -como la que analizo en el último capítulo de esta
objeto/signo, permanece en el nudo central de la ideología que organiza las
obra- y, aun así, la tentativa de desconstrucción puede fallar.
relaciones de género como relaciones de poder. En este modelo lévi-straussia-
El artículo de Rubin, que ya anticipaba los elementos de este tipo de
no la mujer, como significante habitual de la posición femenina, tiene la pmiicu-
argumento, vincula de manera definitiva el tema antropológico del parentesco
laridad de comportarse ambiguamente, participando de la estructura como un
con los trabajos que introducen el modelo de Lacan en la discusión del género.
verdadero anfibio: parte sujeto, parte objeto; parte hablante, parte signo. Y ello
La autora citada apunta al preciso núcleo donde las teorías de Lévi-Strauss y
es así aun cuando, en la práctica, las posiciones femenina y masculina experi-
Lacan, antropología y psicoanálisis, se encuentran y se tornan imposibles de
menten la inflexión de la convergencia de otras dimensiones sociales, como
disociar: la función central de la prohibición del incesto que impone un régimen
clase, raza o nacionalidad.
de circulación y trueques, en que se divorcian los términos de quien troca y
Mucho se ha insistido en hacer notar que no se trata de una única iden-
quien es trocado, el masculino y lo femenino, calcados (pero no inseparables)
tidad femenina, sino de una multiplicidad de entradas de la femineidad en el
en los significantes del cuerpo del hombre y de la mujer. Queda, del lado del
mundo y de tipos diversificados de inserción en las interacciones sociales
primero de estos términos, el sujeto humano en la plenitud de su agencia, en
-"Lo que está surgiendo en la literatura feminista es, por el contrario, el con-
cuanto el otro término oscila entre la actuación del sujeto y la pasividad del
cepto de una identidad múltiple, cambiante ya menudo autocontradictoria [...]
objeto y accede, por tanto, a una amplitud existencial mayor, que puede ser la
formada por la convergencia de representaciones de género, raza y clase hete-
base del "otro goce", no fálico, el "goce más allá del falo" que Lacan le atribuye.
rogéneas y heterónomas" (De Lauretis, 1986, p. 9, mi traducción)-. También
Con la regla del incesto, la sociedad irrumpe en la trama familiar y, con ella,
-aplicando el modelo de inspiración deleuziana- se ha llamado la atención
el régimen de la ley que separa lo que por naturaleza permanecería unido. Esta
64
65
ley rige la emergencia de cada nuevo sujeto, de cada criatura humana, en el conlribución diferenciada a los feminismos: a) la generación de estudios que
seno de una escena donde los papeles masculino y femenino se encuentran ¡¡cabo de mencionar y que, pese a afirmar la variabilidad de las lecturas cultura-
prefigurados por el régimen de trueque (ver un esclarecedor análisis del encuen- les del dimorfismo biológico de los sexos identifica como una tendencia univer-
tro de los modelos de Lacan y Lévi-Strauss sobre el incesto en Tavares, n/d). sal la ordenación de los géneros en una estructura jerárquica reflejada por una
Del psicoanálisis, autoras como Juliet Mitchell y Jacqueline Rose (1974) Y ideología patriarcal; b) la mencionada anteriormente, que surge con Margaret
Mitchell y Rose (1982), Yde la filosofía, autoras como Ragland-Sullivan (1986) Mead y encuentra continuidad en las investigaciones sobre la "construcción
y Judith Butler (1990, 1993), entre muchas otras en un campo de estudios extre- cultural" de los géneros. Precisamente, los trabajos etnográficos que en la
madamente desarrollado, convergen para encontrase en este punto, donde la actualidad intentan discutir la tesis de la universal idad de la jerarquía son los
cuestión de género ya no puede ser abordada exclusivamente a partir del regis- exponentes más recientes de esta vertiente. Ella dio su contribución fundamen-
tro de las variaciones etnográficas y nos vemos obligados a interrogarla con un tal al colocar y demostrar, con evidencia etnográfica, la dimensión constructi-
instrumental teórico que permita una "escucha" más sensible, donde el modelo vista, relativa, de los géneros, derribando la premisa del determinismo natural y,
psicoanalítico, particularmente el estructuralismo lacaniano, hace un aporte con ella, la del esencialisl110 biológico. El apuntar hacia la relatividad y la varia-
que ya no puede ser ignorado. bilidad de los contenidos asociados con las categorías "mujer" y "hombre" a
Con todo, trabajos como los de Henrietta Moore (1994 a y b) y sus tenta- través de los tiempos y de las culturas, probó que ellas son productos históri-
tivas de combinar antropología y psicoanálisis dejan a la vista las di ficultades co-culturales y no hechos de la naturaleza. De esta manera, instaló las bases del
que obstaculizan un cruzamiento satisfactorio entre el abordaje empírico habi- discurso crítico contra el sexismo, es decir, contra las formas de discriminación
tual del etnógrafo, que coloca su foco en las relaciones observables entre que encuentran su sopolie en la afirmación de las determinaciones biológicas
sujetos sociales y registra sus discursos, y el abordaje en Última instancia sexuales sobre nuestras facultades y comportamientos.
estructural del psicoanálisis, para el cual las relaciones qtle cuentan son de un No obstante, siguiendo a rajatabla el programa propuesto por esta visión
orden abstracto, y se encuentran más acá y por debajo del plano que las des- constructivista de los géneros llegaríamos, como en algunos casos se llegó,
cripciones que el etnógrafo capta. prácticamente a desmontar la categoría mujer y, con eso, a invalidar las pro-
puestas feministas que cortan a través de naciones y grupos humanos particu-
La generación de estudios que desemboca en este diálogo con el psicoanálisis lares. Paradójicamente, por otro lado, se invalidan también las luchas feminis-
es respondida hoy por un conjunto de autoras que, a partir de etnografías tas si no afirmamos la libertad de optar y construir la propia historia, libertad
particulares, intentan desmontar la tesis de la universalidad de la estructura fundamentada en el principio de la indeterminación biológica del destino huma-
jerárquica del género. Con todo, es habitual encontrar afirmaciones de que no. Se establece ahí una paradoja porque el feminismo, como movimiento social
existcn, segÚn cuál sea la sociedad, formas de compensación del dom inio mas- de alcance universal en su reivindicación de los derechos humanos de las
culino por algÚn tipo de ejercicio de poder femenino, y se habla, así, de socie- mujeres, necesita afirmar la existencia de alguna entidad o categoría social, una
dades más igualitarias o menos jerárquicas; no obstante, no se habla de socie- forma estable de "mujer" y de lo femenino que atraviese las sociedades, un
dades totalmente igualitarias. Un rarísimo ejemplo de una afirmación de este conjunto de experiencias específicas expresadas en el significante anatóm ico
tipo puede encontrarse en la obra de María Lepowesky sobre los Vanatinai de del cuerpo femenino. Esta vertiente, que se constituye en la primera generación
Nueva Guinea (1993). Ya clásicos, dentro de esta perspectiva, son los textos de de las investigaciones antropológicas de género en tiempos de Margaret Mead,
Elcanor Leacock, que, a partir de un enfoque marxista y de una lectura renovada en verdad dificulta la posibilidad de hablar de "la mujer", porque afirma la
de la obra de Engels, fue una de las autoras precursoras de esta discusión, absoluta relatividad de las construcciones de género.
vinculando la subordinación femenina con la evolución de la idea de propie- El dilema de los aportes de la antropología al feminismo reside en el hecho
dad. SegÚn Leacock, sociedades simples, igualitarias desde el punto de vista de que si por un lado el fem inismo necesita de la premisa desencializadora de
de la economía y de la propiedad, tenderían también a serio en el campo de las esa vertiente para poder demostrar que no existe un determinismo biológico
relaciones de género (Leacock, 198]). por detrás de ese papel subordinado que nos está destinado, por otro lado,
De esta forma, es importante subrayar que en los trabajos antropológicos dicha premisa también desestabiliza la consolidación de una "plataforma mu-
sobre género se conformaron dos vertientes, cada una de las cuales hizo una jer" para una política capaz de unir a las mujeres a través de las naciones y de
66
uno de los momentos más fértiles de esa discusión, pues deja al descubiL:rlo Sil
los grupos étnicos. Como dije, se configura entonces una paradoja de difícil
resolución que pulsa en el centro de nuestras cuestiones, incomodándonos. dificultad y la necesidad de esclarecer mejor los parámetros que puedan perln ¡-
Iremos hasta las últimas consecuencias en el análisis desencializador, elTadica- tir su dilucidación. La autora aplica la cuestión de la jerarquía a un grupo indí-
dor de todo determinismo, para poder decir que, como mujeres, podemos exhi- gena de Venezuela -los Piaroa- para, a partir de un mito, intentar probar que se
bir todo y cualquier comportamiento y tenemos apertura a todas las capacida- trata de una sociedad igualitaria.
des mentales y físicas. Sin embargo, al mismo tiempo necesitamos esencializar Con todo, me parece que el artículo de Overing acaba justamente por
para dar unidad al movimiento social en torno de los problemas de "la mujer". mostrar la casi imposibilidad de llegar a una conclusión sobre la base de mate-
Queda así configurado, por lo tanto, el impasse al que llega Is relación entre el riales etnográficos, dejando al descubierto la dificultad de observar el género.
feminismo y la antropología. Surgen entonces las siguientes preguntas: ¿el género es observable? ¿Dónde
se observa? ¿Cuáles son los criterios para avalar el carácter igualitario o jerár-
Es, de hecho, la segunda generación la que, cuando cuestiona el determinismo quico que él asume en una sociedad determinada? Esta cuestión no comporta
biológico pero también cuando apunta a la experiencia universal de la subordi- una pregunta de respuesta simple. Más aún, creo actualmente que el género no
nación femenina, consigue finalmente dar sustento a las platafom1as feministas es exactamente observable, pues se trata de una estructura de relaciones y,
vinculando la experiencia de las mujeres a través de las sociedades sin caer en como tal, tiene un carácter eminentemente abstracto, que se reviste de signifi-
el esencialismo. Del descubrimiento inicial de la variabilidad de las formas de cantes perceptibles, pero que no se reduce ni se fija a éstos.
ser hombre y mujer y de las múltiples disposiciones de la formación sexo- Actualmente la gran cuestión de la disciplina es la siguiente: si desencia-
género esta postura hereda la premisa de que el pasaje de la biología a la cultura lizamos el género, retirando a la biología de su lugar determinante -que es la
no es del orden del instinto, o sea, no es del orden de las determinaciones contribución antropológica por excelencia- pero continuamos constatando la
ineludibles. Permanece por lo tanto aquí la paradoja frente a la cual hasta hoy jerarquía del género, sólo nos queda la alternativa de intentar identificar mode-
nos rendimos: si el pasaje del dato biológico a los comportamientos sociales los explicativos que sustituyan a la biología en la determinación de la univer-
depende de una lectura mediatizada por la cultura, ¿cómo se explica la tenden- salidad de esa jerarquía. Por ese camino podemos llegar a la conclusión de que
cia universal a la subordinación, aun cuando consideremos variaciones de esa jerarquía depende de un orden o estructura abstracta bastante estable.
grado, matices en lajerarquía? ¿Cómo conciliar la relatividad de las construc- Una estructura que es más del ámbito de las instituciones que de los sujetos
ciones culturales con la tendencia universal a la representación del género sociales que transitan por ellas, y que forma parte del mapa cognitivo con que
como jerarquía? A esa pregunta sigue otra, necesariamente, que jaquea el pro- esos sujetos operan antes que de una identidad estable supuestamente inhe-
grama reformista de los feminismos: si hay, de hecho, una estructura profunda rente a su constitución. Lejos de ser inherente y determinada de antemano,
que rige esa universalidad, ¿es posible pensar una sociedad que finalmente esa identidad se va imprimiendo en el sujeto como parte del proceso por el cual
erradique, disuelva, esa estructura que probó ser tan extendida y persistente emerge como un ser social a partir de las identificaciones en que se involucra.
hasta el momento, a lo largo del tiempo ya través culturas humanas? En este proceso, la lectura que él realiza de sus propios signos anatómicos lo
conducirá a su construcción de una identidad, pero esa lectura o interpreta-
ción de esos signos o inscripciones anatómicas, pese a estar informada por la
La Ley: el masculino invisible cultura, es siempre en última instancia individual y puede ser bastante aleato-
ria y accidentada.
Como mencioné, en tensión con la segunda de esas líneas de pensamiento, Entonces, ¿dónde observaremos aquello que es, en última instancia, lo
cuyo foco se encuentra en la jerarquía, existen tentativas etnográficas de des- masculino y lo femenino, si ellos constituyen sólo un ancla ideal de sustenta-
montar el supuesto de la subordinación universal por parte de autoras que ción a partir de la cual los sujetos sostienen sus identidades, y nunca son
colocan en el lugar central la pregunta por la existencia de sociedades realmen- realidades sociales concretas y plenamente estables, nunca están totalmente
te igualitarias como una pregunta aún no respondida de forma definitiva. Un encarnados, nunca se reducen a una realidad física? Si es verdad que los perso-
artículo publicado por la antropóloga inglesa loana Overing, "Man control najes de la "escena originaria" (Silverman, op. cit.), usualmente una escena
women? 'The catch 2:2' in analysis ofgender" (1986), representa en mi opinión familiar, constituyen la referencia inicial para la aprehensión de lo que son las
(11)
68