La Heterofobia de Savater
La Heterofobia de Savater
La Heterofobia de Savater
Fernando Savater
Puesto que el otro no es ya asignable a su lugar, puesto que tanto en Nueva York como en Chi- cago los
blancos constituyen minoría, puesto que a las ocho de la tarde todo el mundo ve más o menos el mismo
informativo de televisión y allá por tas, el algo mes se de ha julio puesto se lanza en marcha a las mismas
-visiblemenre autopis- en marcha, que es lo que realmente importa- y ya nunca se detendrá, a pesar del
ruido y la furia: el mestizaje del mundo y la individualiza- ción de las conciencias. Marc Auge, Espacio y
alteridad
E n unos versos justamente célebres, Hölderlin asegura que allá donde nace el mayor peligro crece
también lo que puede salvamos. Pero debemos recordar que en ocasiones la fórmula habrá de ser leída a la
inversa: las raíces de nuestras mejores posibilidades y las de aquello que compromete nues- parecen tra
propia entrelazarse. humanidad se Así hunden ocurre en en la la misma compleja tierra cuestión y a veces
de la heterofobia, e l sentimiento de temor y odio ante los otros, los distintos, los extraños, los forasteros, los
que irrumpen desde el exterior en nuestro círculo de identificación. Para empezar, tengamos claro que la
intemalización Y que de ha nuestra debido disposición social. En buena parte, la ductilidad de los hu-
manos para llegar a ser socialmente amaestrados proviene de nuestra disposición mimética: t odos los monos
imitan, pero nosotros somos auténtica y esencialmente monos de imita- ción. previsibles La imitación las
conductas, permite al la homogeneizar formación del colectivamente grupo al hacer los juicios que las
valoran y sobre todo al encauzar los deseos (aprendemos a querer lo que vemos querer, lo que aquellos que
son como nosotros y con los que nos identificamos quie- ren también). Dentro del grupo, los
entrecruzamientos y la coacción dencia mimética: normativa nuestras sirven primeras para reforzar
obligaciones la ya instintiva nos vienen ten- por imitación pero luego nos vamos viendo obligados a imi-
tar. Imitar es identificarse c on los demás, reconocer e insti- tuir a nuestros semejantes. La proximidad física,
los parecidos externos, el paralelismo de los apetitos y por encima de to- zaje do la del comunidad lenguaje
lingüística tiene un papel (aunque importantísimo también en la el imitación) aprendi- despiertan y
mantienen vivo el instinto imitador que nos ca- pacita para la aglutinación social. Primero imitamos todo
aque- llo que nos rodea y cuya apariencia o conducta nos resulta interesante, aunque no sea humano:
asíaprendemos a camu- flarnos rocas que como nos arbustos, rodean, a a caminar decorarnos o gritar con
de las circundantes
(la imitación escenificada de los comportamien- tos animales siempre ha sido un
importante ingrediente má- gico y festivo entre los primitivos, como suele serlo entre los niños). Pero
enseguida es la imitación de los comportamien- tos humanos lo que adquiere primacía destacada en la adap-
atención tación social como del los individuo. otros hombres Nada y puede nada llamarnos nos gratifica
nuestro gesto. A partir de la ini- ciación lingüística, esta predilección mimética se ahonda y multiplica de
una manera absorbente. normas La comunitarias imitación se coaccionan ritualiza por en medio el sentido
de la apuntado educación; por las la mímesis y convierten más o menos gradualmente lo espontá- neo en
forzoso. De este modo, los parecidos se van estereo- tipando más y más, así como nuestros semejantes se
recortan con mayor nitidez sobre el fondo de lo desemejante. El re- grupo conocimiento se consolida
indiscutible por medio de aquellos de la renuncia que forman a asemejarnos nuestro con el resto de los seres
que van quedando fuera del círculo identificatorio. Para comenzar excluimos el resto de los fe- nómenos
naturales y los otros seres vivos. La entrega social a la imitación de lo humano conlleva la expresa renuncia
a otros tivos parecidos estratégicos bestiales, (caza, rituales que ya sólo iniciáticos serán asumidos o
propiciatorios, por mo- etc...) o paródicos. La mímesis ya no lo será de la apariencia física o de la conducta,
sino del ser socialmente establecido: de la imitación a la identificación, de la identificación a la asun- ción
definitoria de la identidad propia. En el grupo no viven simplemente lo mismo, que los es que casi se como
parecen decir: entre el ellos mismo. sino los que son La coherencia social así establecida siempre ha
provoca- do también conflictos y no sólo armonía. Quizá haya sido Spi- noza el primer gran filósofo en
señalar que la voluntad de imitación que une a 1a.s comunidades humanas es también la causa Los humanos
de muchos deseamos de los enfrentamientos lo que previamente que se vemos dan en desear, ellas. lo cual
socializa nuestros deseos y permite las imprescindi- bles uniformidades institucionales; pero como a veces
lo de- seado sólo pueden alcanzarlo uno o unos pocos, la mímesis deseante puede convertirse en origen de
graves discordias. partir Cuando (la el preeminencia deseo se orienta del hacia grupo lo sobre que todos
otros pueden vecinos, com- por ejemplo) la institucionalización de las semejanzas funciona de forma
estabilizadora; las rencillas comienzan cuando el énfa- sis del deseo ajeno recae sobre lo único o lo escaso
(cargos, honores, amores.. ) y el deseo propio se ve entonces a la vez provocado esta mímesis y contrariado
social generalizada por la competencia. también es conflictiva Por otra parte, por su tendencia a la
apelación. O bien nuestro grupo es el reflejo terrenal pero sus efectos políticos no suelen ser muy
de una entidad sagrada que sería blasfemo cuestionar diferentes: al hipertrofiar el lenguaje, las costumbres
o deshacer, o bien se trata de un ser colectivo natural,
y lo
tradicional en estereotipo y blasón sirve también
alimen- tado de sangre, rasgos físicos comunes y para jus- tificar la hostilidad al extraño, el desprecio o
preceptos o tabúes. Con cualquiera de estos satanización del disidente, la sacralización del
planteamientos lo que se trata de evi- tar es el inmovilismo social, la egolátri- ca autocelebración
reconocimiento de la realidad convencional d e todos como “pueblo elegido” y la postergación de
los conjuntos sociales, su carácter de acuerdo pactado cualesquiera valores individuales a la exaltación coral
a través de vicisitudes históricas y en respuesta a
desafíos o proyec- tos humanamente inteligibles. La del Ser colectivo. Ambos
fatalismos sociales (racismo
legitimación por los dioses o por la genealogía biologicista y deter- minismo culturalista) coinciden
convierte el artificio convencional de la sociedad como ya se ha dicho en su visión anticonvencionalista
humana en fatalidad y por tanto lo rescata -apa- y falsamente “natural” del orden comunitario, pero
rentemente- del tumulto discordante de las también en otro punto importante: su fo- bia al
mestizaje. Los racistas y los hiperculturalistas procla-
contrapuestas voluntades individuales. Desde
luego,
la formulación propiamente “naturalista” de este man siempre como ideal de la colectividad bien
fatalismo uniformizador es la que se basa en los ca-
racteres biológicos de los grupos humanos: color de nacida el mantenimiento
de la prístinapureza o su
piel, for- ma del cráneo, R H positivo o negativo de la recuperación caso de que -como suele pasar- se haya
sangre... en una palabra, los llamados caracteres perdido. Pureza de la sangre, pureza de la lengua,
pureza de las tradiciones o de las formas de pensar...
“raciales”, tomados como si expresaran alguna El enemigo por combatir es el extra- ño de otra raza
como las ideas: estar inmunizado contra su formas primitivas de sociedad humana, hoy se ha
seducción no es señal de pureza sino de con- vertido de la sociedad en algo moderna: que
son, por lo que sabemos, los efectos más comu- enfermedad c olectivo moral. d
entro Pues
mimética que tanto papel desempeña en nues- tra individuos. La organización moderna de las
distinto y la perfec- tibilidad que enmienda lo ya de una entidad o como colectiva fuere, “natural”
establecido, raíces de los cam- bios civilizadores sino más anterior, bien como lláme- la
que nos salvan del estancamiento idiotizador y armonización pactada (convencional) de grupos
despliegan las posibilidades históricas del previos que deponen sus antagonismos por la
espíritu. La heterofobia -es decir, la fuerza del derecho o por el derecho de la fuerza y
desconfianza, el miedo y has- ta hunde el odio se avienen al útil artificio de formar una unidad
sus contra raíces en los mecanismos que no superior. Hoy está de moda negar cualquier
la tribu o no eran como los de la tribu deben de cierta concepción del progreso como una especie
de sustitutivo de la predestinación teológica que democrática liberal representa un ejer- cicio
me- jor está muerta y enterrada. Pero en otra lenaria político en tribus, a contrapelo naciones
perspectiva más mo- desta, el progreso es un de y estados lo que ha a lo sido largo la constante
concepto histórico defendible: han progresado de los siglos: mi- un sistema que establece la
torio del término más y las son sociedades más comunidad en el desarraigo d e los derechos que
los derechos reconocidos por una ley común, de igualita- ria respetuosa de la autonomía
fanfarronería y vecinos. auto- Los grupos pueblos”, el “destino” de las naciones y una larga
humanos viven de autocelebrarse y es hábito lista de agravios históricos reales o in- ventados:
social común exaltar la manada propia y sus entre ellos se reclutan los nacionalistas más
logros frente a las otras. Además, siempre cerriles y dad” también imperecedera los
tenemos por más reales a los que se nos parecen, partidarios de cada a ultranza comunidad de la
porque el baremo de la realidad para cada uno de humana santísima con “identi- voca- ción de
puede nosotros no se pasar constituye del pueril eternidad.. Es interesante subrayar por tanto que
Esta entusiasmo actitud chovinista pero también (nacionales, históricos, culturalistas) sostenidos
puede tener peores consecuencias: sabido es que muy en serio por personas que se ho- rrorizarían
todo atropello moral contra el prójimo parte de de ser consideradas xenófobas. tensiones La fase
que sus afectos e intereses no son tan dignamente fundamentos es el racismo antropoló- con pre-
reales c omo los propios. ta la xenofobia Más gicos (color de piel, rasgos fisonómicos, formas
peligrosa propiamente que la dicha: afirmación de cráneo o de estatura, tipos sanguíneos, etc...)
consiste etnocéntrica en atribuir resul- a los para determinar la obli- gatoria separación entre
representantes de cualquier grupo humano, como los grupos humanos. Nótese que tal actitud
signo dis- tintivo e irremediable, algunos de los segregatoria no siempre parece acompañarse de
defectos o crímenes que se dan con lamentable la de- sobre lirante otras convicción pero siempre
de la superioridad se opone al de mestizaje, unas que expulsar de Europa a los judíos, impedir que
razas al entrecru- humanas zamiento étnico, a la siguieran “con- taminando” racialmente a las
pérdida del peculiar perfil genético. Se- gún restantes comunidades. La de- cisión del
parece, al principio los nazis no pretendían más exterminio fue un último escalón en la lucha por
Fernando Savater
excluyente sea también antes o después
emigrantes proporcionados quie- ren ción política. Incluso en las democracias cuya
personales pe- ro juzgan el valor de lo que los forasteros fueron reci- bidos con alarmadas
que se dirigen por comparación con lo que dejan deploraba “¿Por qué así hemos la gran de
atrás, no en relación con los baremos más soportar afluencia ese de enjambre alemanes de a
exigentes que narles manejan poco las los Pennsylvania: boors palati- nos en nuestros
advertencias afortunados. sobre De aquí los asentamientos, de suerte que, al apiñarnos con
nuevos que suelan males impresio- que van a ellos, adquirimos su lengua y sus costumbres,
encontrarse al llegar cuando provienen de los con ex- clusión de las nuestras? ¿Por qué
desconten- tos de lo que para ellos supone un Pennsylvania, fundada por los ingleses, se ha de
relativo paraíso. Pese a que por lo común la convertir en una colonia de extraños,
CUYO número pronto será tan abultado como para
comunidad próspera que les acoge sue- le
germani- zarnos, en lugar de que nosotros les
beneficiarse notablemente de su llegada
demos un carácter in- glés?“. Protestas
menesterosa, casi siempre nadora. Así son ha
semejantes acompañaron la inmigración belga e
recibidos ocurrido con sobre recelo todo y en
IX y hoy
italiana a Francia a mediados del siglo X
tratados las sociedades de forma más margi- de-
es frecuente escucharlas en casi todos los países
mocráticas e igualitarias, precisamente porque
europeos que reciben de los países inmigrantes
los derechos de ciudadanía son allí más ricos en
ex comunistas africanos, del asiáticos, este.
contenido y mas comu- nes en su disfrute
latinoamericanos o La figura del emigrante, de
interclasista. Las ciudades griegas, por ejem- plo,
quien ha sido capaz de re- nunciar a su suelo
se aprovechaban del trabajo de los metecos y de
nativo para irse a otro (aunque llevándose
los Atenas, conocimientos sin ir más que lejos)
inevitablemente parte de su memoria cultural,
aportaban pero se (Aristóteles negaban a
lengua, tradi- ciones, creencias, etc...), asusta a
concederles era un meteco la ple- en nitud de la
quienes sólo consiguen esta- bilidad -como estancos, en su concepción defienden la pureza
bien enraizados que se les parezcan lo más del conjunto mun- dial. Por lo visto, los
posible, a los cuales conozcan si es po- sible individuos no tienen derecho a ser diversos, a
desde pequeños. Estos conformistas creen que realizar cada cual a su modo su personalísimo
allá don- de ellos viven sólo se puede vivir a la cóc- tel derecho cultural; les en parece el caso
manera que conocen “desde siempre”: convivir sagrado. de los Los colectivos, heterófilos por no
con formas de comportamiento distintas pia el tenemos contrario, más tal remedio que pensar
conducta les perturba y sus valores, porque casi exactamente lo opuesto... Me parece
aunque les obliga no sea a cuestionar más que indudable que la lucha contra esa enferme- dad
para su pro- rea- firmarse de nuevo -pero ahora moral, la heterofobia, pasa por respetar la
ellos. En el fondo les aterra la bara- húnda del de la identidad personal por ella. encima Las
de los modelos culturales, la relativa impiedad d e respecto y siempre si llega alientan el caso
diferente: propia a toda del costa grupo quieren Precisamente las únicas “identida- des”
con el conservar que se identifi- inmu- can y que rotundamente no respetables son las que
curioso es que son estos defensores a ultranza de individual a las creencias y rituales del grupo. Es
la identidad los que cla- man contra el importante recordarlo porque este
lista, protestando que estas herencias ilustradas autonomía rasgo cultural personal nacido frente
contribuyen a de homogeneizar la humanidad las en una a la determi- del co- nada civilización,
según naciones compartimentos del planeta: pero que sin embargo ha de ser defendido como
conquista potencialmente universal si queremos tradicional. Lo ha subrayado bien Gilles
salir alguna vez de la heterofobia impuesta por la Lipovetsky, en su último libro: “El
-y hasta con razón- suelen señalarse lismo exacerbación de la superación de los otros que al
moderno: hoy los pero rasgos no hay negativos, reforzamiento de la intolerancia hacia todas las
que olvidar insolidarios, las ventajas del formas de desprecio individual y de humillación
solamente Ser
uno mismo en elegir y conquistar sus propios su
individualidad modelos de conducta no
consiste sino cionalmente
contrarrestados. El principio por defender, como bien ha señalado Julia Kristeva,
no es el de que cada cual tiene también exigir en la relación interhumana el ideal ético de derecho a ser
“otro” sino que cada uno somos “otro” res- la igualdad de derechos de la persona”. Si esto parece etnocen-
pecto a la identidad que nos suponemos y a las fidelidades trismo-europeo-ilustrado, no por ello deja de ser
irreprocha- que se nos reclaman. Somos siempre forasteros para noso- ble y valor necesario en la lucha
contra el sentimiento atávico de el sentimiento heterofobia. heterófobo, Mejor dicho, como contra maligno
sus peores cosquilleo efectos. moral Quizá y residuo gregario del nacimiento de nuestras formas socia- les,
sea inextirpable: pero sus desmanes pueden ser institu- cambiar tros mismos, de rumbo: almas recién como
llegadas las de los e innovadoras demás. Por eso que nuestro pueden lema no ha de ser simplemente “nada
de lo humano me re- sulta ajeno” sino también “nada de lo ajeno puedo dejar de reconocerlo como
humano”. ❑
Publicamos de nuevo los poemas de Marco Antonio Montes de Oca que aparecieron en el número de noviembre con algunas erratas.