La Heterofobia de Savater

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La heterofobia como enfermedad moral

Fernando Savater
Puesto que el otro no es ya asignable a su lugar, ​puesto que tanto en Nueva York como en Chi- cago los

blancos constituyen minoría, puesto que a las ocho de la tarde todo el mundo ve más o menos el mismo

informativo de televisión y allá por tas, el algo mes se de ha julio puesto se lanza en marcha a las mismas

-visiblemenre autopis- en marcha, que es lo que realmente importa- y ya nunca se detendrá, a pesar del

ruido y la furia: el mestizaje del mundo y la individualiza- ción de las conciencias. Marc Auge, ​Espacio y

alteridad

E n​ unos versos justamente célebres, Hölderlin asegura que ​allá donde nace el mayor peligro crece
también lo que ​puede salvamos. Pero debemos recordar que en ocasiones la fórmula habrá de ser leída a la

inversa: las raíces de nuestras mejores posibilidades y las de aquello que compromete nues- parecen tra

propia entrelazarse. humanidad se Así hunden ocurre en en la la misma compleja tierra cuestión y a veces

de la ​heterofobia, e​ l sentimiento de temor y odio ante los otros, los distintos, los extraños, los forasteros, los

que irrumpen desde el exterior en nuestro círculo de identificación. Para empezar, tengamos claro que la

heterofobia no es prestar un sentimiento importantes inhumano servicios sino a humanísimo. la

intemalización Y que de ha nuestra debido disposición social. En buena parte, la ductilidad de los hu-

manos para llegar a ser socialmente amaestrados proviene de nuestra disposición ​mimética: t​ odos los monos

imitan, pero nosotros somos auténtica y esencialmente monos de imita- ción. previsibles La imitación las

conductas, permite al la homogeneizar formación del colectivamente grupo al hacer los juicios que las

valoran y sobre todo al encauzar los deseos (aprendemos a querer lo que vemos querer, lo que aquellos que

son como nosotros y con los que nos identificamos quie- ren también). Dentro del grupo, los

entrecruzamientos y la coacción dencia mimética: normativa nuestras sirven primeras para reforzar

obligaciones la ya instintiva nos vienen ten- por imitación pero luego nos vamos viendo obligados a imi-

tar. Imitar ​es identificarse c​ on los demás, reconocer e insti- tuir a nuestros semejantes. La proximidad física,

los parecidos externos, el paralelismo de los apetitos y por encima de to- zaje do la del comunidad lenguaje
lingüística tiene un papel (aunque importantísimo también en la el imitación) aprendi- despiertan y

mantienen vivo el instinto imitador que nos ca- pacita para la aglutinación social. Primero imitamos todo

aque- llo que nos rodea y cuya apariencia o conducta nos resulta interesante, aunque no sea humano:

asíaprendemos a camu- flarnos rocas que como nos arbustos, rodean, a a caminar decorarnos o gritar con

como los colores los animales

de las circundantes
​ (la imitación escenificada de los comportamien- ​tos animales siempre ha sido un

importante ingrediente má- gico y festivo entre los primitivos, como suele serlo entre los niños). Pero

enseguida es la imitación de los comportamien- tos humanos lo que adquiere primacía destacada en la adap-

atención tación social como del los individuo. otros hombres Nada y puede nada llamarnos nos gratifica

tanto tanto la de inmediato con el reconocimiento de nuestra imitación y la devolución reforzadora de

nuestro gesto. A partir de la ini- ciación lingüística, esta predilección mimética se ahonda y multiplica de

una manera absorbente. normas La comunitarias imitación se coaccionan ritualiza por en medio el sentido

de la apuntado educación; por las la mímesis y convierten más o menos gradualmente lo espontá- neo en

forzoso. De este modo, los parecidos se van estereo- tipando más y más, así como nuestros semejantes se

recortan con mayor nitidez sobre el fondo de lo desemejante. El re- grupo conocimiento se consolida

indiscutible por medio de aquellos de la renuncia que forman a asemejarnos nuestro con el resto de los seres

que van quedando fuera del círculo identificatorio. Para comenzar excluimos el resto de los fe- nómenos

naturales y los otros seres vivos. La entrega social a la imitación de lo humano conlleva la expresa renuncia

a otros tivos parecidos estratégicos bestiales, (caza, rituales que ya sólo iniciáticos serán asumidos o

propiciatorios, por mo- etc...) o paródicos. La mímesis ya no lo será de la apariencia física o de la conducta,

sino del ​ser ​socialmente establecido: de la imitación a la identificación, de la identificación a la asun- ción

definitoria de la identidad propia. En el grupo no viven simplemente lo mismo, que los es que casi se como

parecen decir: entre el ellos mismo. sino los que son La coherencia social así establecida siempre ha

provoca- do también conflictos y no sólo armonía. Quizá haya sido Spi- noza el primer gran filósofo en

señalar que la voluntad de imitación que une a 1a.s comunidades humanas es también la causa Los humanos

de muchos deseamos de los enfrentamientos lo que previamente que se vemos dan en desear, ellas. lo cual
socializa nuestros deseos y permite las imprescindi- bles uniformidades institucionales; pero como a veces

lo de- seado sólo pueden alcanzarlo uno o unos pocos, la mímesis deseante puede convertirse en origen de

graves discordias. partir Cuando (la el preeminencia deseo se orienta del hacia grupo lo sobre que todos

otros pueden vecinos, com- por ejemplo) la institucionalización de las semejanzas funciona de forma

estabilizadora; las rencillas comienzan cuando el énfa- sis del deseo ajeno recae sobre lo único o lo escaso

(cargos, honores, amores.. ) y el deseo propio se ve entonces a la vez provocado esta mímesis y contrariado

social generalizada por la competencia. también es conflictiva Por otra parte, por su tendencia a la

uniformidad. Cuanto se sale de la normalidad


Vuelta ​Número 205 ​Diciembre de 1993 ​23
Fernando Savater por inmutables signos del ser gregario. El
misoneismo, e​ l odio y la zozobra que se siente ante lo
nuevo, debe ser sin duda la más antigua de las
compartida suscita de inmediato la animadversión de manifestaciones de heterofobia. Adoptar las
casi to- dos los que son “normales” (es decir, de ​los
novedades es difícil dentro del círculo refor- ​zado de
que ​han optado por parecerse o han interiorizado la
​ ste dispositivo
obligación del pareci- do). E
la identificación social; pero convivir con lo diferente,
psicosocial para prevenir las disidencias fomenta sin
pluralizar las posibilidades dentro del ser colectivo es
duda la compatibilidad de los miembros del gru- po y
cosa aún más delicada. De igual modo que la
su aunamiento funcional, pero compromete otra capa-
semejanza en com- portamientos y criterios pacifica
cidad también muy útil al conjunto: la de innovar y
internamente el grupo a la par que ofrece tranquilidad
adoptar ​las innovaciones. En el fondo, la tan blindada moral a cada uno de sus miem- bros, la convivencia
con lo distinto introduce un factor de ​alarma y de
identidad co- ​lectiva y su asunción individual no
expresan la realización de ningún “ser” específico e
inestabilidad tanto en el conjunto como en la es-
irrenunciable, sino el acatamiento común a un
tructura psíquica de cada cual. La mímesis
determinado juego de respuestas a los eternos
interpersonal ya no funciona de modo simple: el
problemas vitales. Es prudente perpetuar esas
espejo del prójimo no me devuelve la imagen que
respuestas in- cluso a costa de hacerlas parecer las
tengo interiorizada como la única que corresponde al
únicas posibles para el ​“nosotros” que cada ser que compartimos sino algo inquietante- mente
diverso, una posibilidad distinta y aún inexplorada. Y
comunidad configura en un momento dado; ​ pero brota la turbadora pregunta: “Si ellos pueden vivir
también es útil y aun imprescindible modificarlas con nos- otros sin ser como nosotros, ¿por qué
llegado el caso para sustituirlas por otras mas aptas. nosotros tenemos que ser como somos?“. La mímesis
Lo nuevo, sea invento de la originalidad local o fruto se diversifica en varias opcio- nes posibles, vacila en
de la impregna- ción foránea, tropieza siempre con un identificarse con uno u otro modelo: deja de ser un
duro periodo de prue- ba. Los primeros “extraños” mecanismo automático, acrítico, e impone el esfuerzo
que sufren las iras unanimistas ​dentro de cada grupo de una evaluación previa a la elección consciente. ​La

son quienes tienen la suficiente flexi- bilidad


​ como
sacrosanta identidad colectiva (sobre cuyo cañamazo
para intentar modificar las formas de hacer que pasan
se fragua
​ la personal) se relativiza: el ser del “así genética de los ciudadanos. Pero la búsqueda
​ de una
somos” se ha- ce más dúctil al tomar conciencia legitimidad fatal, anticonvencionalista, para el propio
reflexiva de las circunstan- cias que nos han hecho ser grupo no siempre tiene que estar basada en el de-
como somos y de las nuevas ofertas que podrían terminismo biológico, fundamento cuya grosería y
permitirnos ser de otra manera. En sus orígenes, las disparate científico se hace sumamente inadecuado
para los ilustrados tiempos actuales. Hay otro tipo de
sociedades tienden a legitimar sus ​identidades de
determinismo, el cultura- ​lista, que traslada a la
forma que escapen al debate y a la revocación por

parte de los socios. La autoridad de lo colectivo se lengua y a la identidad cultural del gru- po
​ el peso
legitimador y discriminador que antes se atribuyó al
sitúa ​en un plano indiscutible y omnipotente: sea la
diferenciafismo racial. Es menos repugnante para una
men- talidad liberal que el anterior porque al menos
voluntad de los
​ dioses o de los ancestros que nos han
hecho ser como somos, sea nuestra propia no convierte a los humanos en productos
“naturaleza” comunitaria que nos determina sin agropecuarios, como intenta el racismo biologista,

apelación. O bien nuestro grupo es el reflejo ​terrenal pero sus efectos políticos no suelen ser ​muy

de una entidad sagrada que sería blasfemo cuestionar diferentes: al hipertrofiar el lenguaje, las costumbres
o deshacer, o bien se trata de un ser colectivo natural,
y lo
​ tradicional en estereotipo y blasón sirve también
alimen- tado de sangre, rasgos físicos comunes y para jus- tificar la hostilidad al extraño, el desprecio o
preceptos o tabúes. Con cualquiera de estos satanización del disidente, la sacralización del
planteamientos lo que se trata de evi- tar es el inmovilismo social, la egolátri- ca autocelebración
reconocimiento de la realidad ​convencional d​ e todos como “pueblo elegido” y la postergación de
los conjuntos sociales, su carácter de acuerdo pactado cualesquiera valores individuales a la exaltación coral
a través de vicisitudes históricas y en respuesta a
desafíos o proyec- tos humanamente inteligibles. La del ​Ser colectivo. Ambos
​ fatalismos sociales (racismo
legitimación por los dioses o por la genealogía biologicista y deter- minismo culturalista) coinciden
convierte el artificio convencional de la sociedad como ya se ha dicho en su visión anticonvencionalista
humana en ​fatalidad y​ por tanto lo rescata -apa- y falsamente “natural” del orden comunitario, pero
rentemente- del tumulto discordante de las también en otro punto importante: su fo- bia al
mestizaje. ​Los racistas y los hiperculturalistas procla-
contrapuestas ​voluntades individuales. Desde
​ luego,
la formulación propiamente “naturalista” de este man siempre como ideal de la colectividad bien
fatalismo uniformizador es la que se basa en los ca-
racteres biológicos de los grupos humanos: color de nacida el mantenimiento
​ de la prístinapureza o su

piel, for- ma del cráneo, R​ H ​positivo o negativo de la recuperación caso de que -como suele pasar- se haya
sangre... en una palabra, los llamados caracteres perdido. Pureza de la sangre, pureza de la lengua,
pureza de las tradiciones o de las formas de pensar...
“raciales”, tomados como si ​expresaran alguna El enemigo por combatir es el extra- ño de otra raza

cualidad espiritual o social característica. Ni


​ siquiera que viene a procrear híbridos en nuestras hi- ​jas o la
es preciso que supongan la superioridad de una raza o
la inferioridad de otras. Basta con que reivindiquen la trituradora homogeneidad mundialista que hace
caprichosa biología antropológica como fundamento
perder los
​ perfiles irrenunciables y nítidos de la
de las instituciones sociales y que supongan que la cultura propia. En realidad, esta fobia al mestizaje
posesión de de- rechos civiles puede tener algo que opone el dogmatismo de mi- tos fundacionales a la
ver, aunque sea remota- ​mente, con la dotación tozuda evidencia de los hechos cientí- ficamente
comprobados. Todas las razas humanas provienen de
innumerables hibridaciones a partir de un remoto mitología. Todas las civilizaciones se han fraguado en
el intercambio, la traducción de símbolos y pala- bras,
mono- ​genismo primordial dispersado por causas
la permeación de ideas, la transmisión de técnicas, la
pro- pagación de leyendas e ideales. No hay nada tan
medio ambienta- les,
​ lo cual convierte cualquier
proclamación de “pureza” en vacua o interesada contagioso

24 ​Número 205 Diciembre de 1993 Vuelta



La heterofobia como enfermedad moral
ser. Lo que en su día fue un impulso útil para las

como las ideas: estar inmunizado contra su formas primitivas de sociedad humana, hoy se ha

seducción no es ​señal de pureza sino de con- vertido de la sociedad en algo moderna: que

cretinismo, degeneración y esterili- dad. Tales responde es decir, al primitivismo en ​una

son, por lo que sabemos, los efectos más comu- enfermedad c​ olectivo ​moral. d
​ entro Pues

nes de la endogamia tanto genética como precisamente lo característico de nuestras

cultural. La fobia al mestizaje es un tardío y actuales so- ciedades es el reconocimiento de la

zopenco homenaje a nuestra bási- ca tendencia pluralidad de grupos y de la autonomía de los

mimética que tanto papel desempeña en nues- tra individuos. La organización moderna de las

integración social; pero vulnera otras pasiones sociedades ya no se considera como

humanas primordiales como la ​curiosidad p​ or lo prolongación ins- se titucional “pueblo”,“nación”

distinto y la perfec- tibilidad que enmienda lo ya de una entidad o como colectiva fuere, “natural”

establecido, raíces de los cam- bios civilizadores sino más anterior, bien como lláme- la

que nos salvan del estancamiento idiotizador y armonización pactada (convencional) de grupos

despliegan las posibilidades históricas del previos que deponen sus antagonismos por la

espíritu. La heterofobia -es decir, la fuerza del derecho o por el derecho de la fuerza y

desconfianza, el miedo y has- ta hunde el odio se avienen al útil artificio de formar una unidad

sus contra raíces en los mecanismos que no superior. Hoy está de moda negar cualquier

pertenecen atávicos a de nuestro socialización, versión densa


​ de ​ ​grupos la
​ los de ​ noción ​sociales
de ​a progreso
​ ​meras ventajas y
​ reducir ​técnicas
grupo- cuando la pertenencia al grupo implicaba
la “modernidad” ​o militares. Desde luego, hay
ante todo hostilidad frente a quienes no eran de

la tribu o no eran como los de la tribu deben de cierta concepción del progreso como una especie
de sustitutivo de la predestinación teológica que democrática liberal representa un ejer- cicio

me- jor está muerta y enterrada. Pero en otra lenaria político en tribus, a contrapelo naciones

perspectiva más mo- desta, el progreso es un de y estados lo que ha a lo sido largo la constante

concepto histórico defendible: han progresado de los siglos: mi- un sistema que establece la

torio del término más y las son sociedades más comunidad en el ​desarraigo d​ e los derechos que

“modernas” capaces en de el integrar sentido provenían de dioses, linaje o pertenencia

mayor lauda- número de diferencias dentro de territorial y en su ​refundación ​como convención

los derechos reconocidos por una ley común, de igualita- ria respetuosa de la autonomía

encontrar un marco homogéneo que permita la individual. Sólo este invento


antiheterófobo, aún muy lejos de su realización
mayor heterogeneidad, de reconocer al máximo
plena, pue- ​de presentarse como índice de
la autonomía de los individuos (cuya dignidad
progreso ​en la cruel historia de las colectividades
depende de cia su pertenencia racial, sexual, a lo
humanas. No todas las manifestaciones de
ideológica, humano y etc...) no de y ninguna de
heterofobia revisten la misma gravedad, aunque
limitar otra su pertenen- responsa- bilidad a lo
todas sin excepción pueden ser con- casos,
que hacen por elección y no a aquellos de sus
sideradas morales. hoy como En primer
rasgos definitorios que no han podido elegir. Es
“enfermedades” término, más sociales leve y,
precisamen- te en estas sociedades más
porque en muchos es un movimiento
avanzadas en las que se dan los casos más
involuntario, casi instintivo, está el recelo hos- til
escandalosos de xenofobia y ello por dos
ante el forastero, cuyas intenciones no
razones: estatuto primero, de porque la igualdad
conocemos y cuya apariencia y gestos
son las a únicas los diferentes; que se atreven
inhabituales nos inquietan. Se trata de un residuo
segundo, a conceder porque son el las únicas en
atávico prácticamente universal (a algo parecido
las que la heterofobia es repudiada como un es-
lla- prende mó “panectrismo” mejor si la
cándalo o perseguida como un delito en lugar de
comunidad el antropólogo está muy Maxime
ser tenida como una expresión elemental y casi
atrasada Rodinson) o si el indi- que viduo carece
forzosa de salud comu- nitaria. La sociedad
de cultura (tan inculto es, desde luego, el pro- imparcialidad entre todos los hombres. La

piamente ignorante como aquel cuyos xenofobia proviene de racionalizar la antipatía

conocimientos no son más que un conjunto de instintiva (socialmente


​ ​
comunidades instintiva)
​ ​en

prejuicios basados en la arrogancia y el desdén). las personas que


​ despiertan ​de fuertes los

Un paso más hacia lo peor, sin salir todavía de lo sentimientos miembros


​ de ​grega- otras
​ ​rios. Los

afirmativa venial, es de lo la que colectividad xenófobos siempre se apoyan en brumosas

podríamos frente llamar a extraños la banali- dades sobre la “psicología de los

fanfarronería y vecinos. auto- Los grupos pueblos”, el “destino” de las naciones y una larga

humanos viven de autocelebrarse y es hábito lista de agravios históricos reales o in- ventados:

social común exaltar la manada propia y sus entre ellos se reclutan los nacionalistas más

logros frente a las otras. Además, siempre cerriles y dad” también imperecedera los

tenemos por más ​reales a​ los que se nos parecen, partidarios de cada a ultranza comunidad de la

porque el baremo de la realidad para cada uno de humana santísima con “identi- voca- ción de

puede nosotros no se pasar constituye del pueril eternidad.. Es interesante subrayar por tanto que

a partir y a de menudo lo que ridículo somos. la xenofobia se alimenta de prejuicios

Esta entusiasmo actitud chovinista pero también (nacionales, históricos, culturalistas) sostenidos

puede tener peores consecuencias: sabido es que muy en serio por personas que se ho- rrorizarían

todo atropello moral contra el prójimo parte de de ser consideradas xenófobas. tensiones La fase

no tratarle con realismo, es decir de considerar “científicas”. terminal de Encuentra la xenofobia

que sus afectos e intereses no son tan dignamente fundamentos es el racismo antropoló- con pre-

reales c​ omo los propios. ta la xenofobia Más gicos (color de piel, rasgos fisonómicos, formas

peligrosa propiamente que la dicha: afirmación de cráneo o de estatura, tipos sanguíneos, etc...)

consiste etnocéntrica en atribuir resul- a los para determinar la obli- gatoria ​separación ​entre

representantes de cualquier grupo humano, como los grupos humanos. Nótese que tal actitud

signo dis- tintivo e irremediable, algunos de los segregatoria no siempre parece acompañarse de

defectos o crímenes que se dan con lamentable la de- sobre lirante otras convicción pero siempre
de la superioridad se opone al de ​mestizaje, ​unas que expulsar de Europa a los judíos, impedir que

razas al entrecru- humanas zamiento étnico, a la siguieran “con- taminando” racialmente a las

pérdida del peculiar perfil genético. Se- gún restantes comunidades. La de- cisión del

parece, al principio los nazis no pretendían más exterminio fue un último escalón en la lucha por

Vuelta ​Número 205 Diciembre de 1993 ​25

Fernando Savater
excluyente sea también antes o después

perjudicada en sus intereses por el ciego


de conservar
​ ​una base el
​ ​biológica mito
​ de la ​o
antagonismo. A fin de cuentas, la mayor parte de
natural “pureza”
​ ​para aria.
​ ​el artificio El
​ sueño
los conflictos de he- terofobia tonante principal
de racista
​ ​la comuni- es
​ el ​dad humana: convertir
que se han las dado ​migraciones e​ n la historia de
la ciudadanía, que es siempre conce- sión
los han grupos tenido humanos. como de- Estos
voluntaria deliberada en una prolongación del
tropismos sociales se han dado en todas las
parentesco ​familiar que a todos se nos impone
épocas: los individuos huyeron, huyen y huirán
sin comerlo ni beberlo. Tanto la xenofobia como
de la ineptitud de sus comunidades (sea por
el racismo tienen como primera con- secuencia
ausencia de posibilidades de subsisten- cia
absolutamente la discriminación diferente. Pero
económica, o por escasez de oportunidades de
del la otro, xenofobia su mitificación adopta con
ascender y o por mejorar catástrofes socialmente,
como fre- cuencia un perfil más pragmático: si el
de la naturaleza o por intolerancia o de la
otro es pobre, si su sometimiento o marginación
historia) política y o buscaron, religiosa, buscan
presenta beneficios económi- cos, funciona con
y buscarán acomodo en un contexto social más
gran virulencia; pero si el otro es rico y su visita
pro- picio. La pobreza y la tiranía expulsan a los
o compañía estable reportan buenos dividendos,
hombres de su tierra nativa, el bienestar y la
la ferocidad puede ceder hasta transformarse en
libertad les atraen: pueden obte- nerse de este
servilismo. La demencia racista en cambio ni
esperanzado (a veces desesperado) deambular
siquiera posee estos servofre- nos y prolonga la
mejores por muchas criterios sesudas de
hostilidad con saña aunque la supuesta “ra- za”
reflexiones filosofía política teóricas. que Los los ciudadanía sobre todo en lo tocante a participa-

emigrantes proporcionados quie- ren ción política. Incluso en las democracias cuya

prosperidad, paz y respeto a sus creencias grandeza ha dependido más de la inmigración,

personales pe- ro juzgan el valor de lo que los forasteros fueron reci- bidos con alarmadas

pueden conseguir en la tierra de promisión a la restricciones. En 1750, Benjamin Franklin

que se dirigen por comparación con lo que dejan deploraba “¿Por qué así hemos la gran de

atrás, no en relación con los baremos más soportar afluencia ese de enjambre alemanes de a

exigentes que narles manejan poco las los Pennsylvania: ​boors ​palati- nos en nuestros

advertencias afortunados. sobre De aquí los asentamientos, de suerte que, al apiñarnos con

nuevos que suelan males impresio- que van a ellos, adquirimos su lengua y sus costumbres,

encontrarse al llegar cuando provienen de los con ex- clusión de las nuestras? ¿Por qué

desconten- tos de lo que para ellos supone un Pennsylvania, fundada por los ingleses, se ha de

relativo paraíso. Pese a que por lo común la convertir en una colonia de extraños,
CUYO ​número pronto ​será tan abultado como para
comunidad próspera que les acoge sue- le
germani- ​zarnos, en lugar de que nosotros les
beneficiarse notablemente de su llegada
demos un carácter in- glés?“. Protestas
menesterosa, casi siempre nadora. Así son ha
semejantes acompañaron la inmigración belga e
recibidos ocurrido con sobre recelo todo y en
​ IX ​y hoy
italiana a Francia a mediados del siglo X
tratados las sociedades de forma más margi- de-
es frecuente escucharlas en casi todos los países
mocráticas e igualitarias, precisamente porque
europeos que reciben de los países inmigrantes
los derechos de ciudadanía son allí más ricos en
ex comunistas africanos, del asiáticos, este.
contenido y mas comu- nes en su disfrute
latinoamericanos o La figura del emigrante, de
interclasista. Las ciudades griegas, por ejem- plo,
quien ha sido capaz de re- nunciar a su suelo
se aprovechaban del trabajo de los metecos y de
nativo para irse a otro (aunque llevándose
los Atenas, conocimientos sin ir más que lejos)
inevitablemente parte de su memoria cultural,
aportaban pero se (Aristóteles negaban a
lengua, tradi- ciones, creencias, etc...), asusta a
concederles era un meteco la ple- en nitud de la
quienes sólo consiguen esta- bilidad -como estancos, en su concepción defienden la pureza

vegetales vital y tranquilidad satisfechos- incontaminada de cada uno de los grupos en

psíquica y rodeados al sentirse de semejantes nom- bre de garantizar la diversidad variopinta

bien enraizados que se les parezcan lo más del conjunto mun- dial. Por lo visto, los

posible, a los cuales conozcan si es po- sible individuos no tienen derecho a ser diversos, a

desde pequeños. Estos conformistas creen que realizar cada cual a su modo su personalísimo

allá don- de ellos viven sólo se puede vivir a la cóc- tel derecho cultural; les en parece el caso

manera que conocen “desde siempre”: convivir sagrado. de los Los colectivos, heterófilos por no

con formas de comportamiento distintas pia el tenemos contrario, más tal remedio que pensar

conducta les perturba y sus valores, porque casi exactamente lo opuesto... Me parece

aunque les obliga no sea a cuestionar más que indudable que la lucha contra esa enferme- dad

para su pro- rea- firmarse de nuevo -pero ahora moral, la heterofobia, pasa por respetar la

ya deliberada y en cierto modo críticamente- en originalidad (relativa y condicionada, claro está)

ellos. En el fondo les aterra la bara- húnda del de la identidad personal por ella. encima Las

pluralismo, el abigarramiento y la transmigración concesiones de la identidad a este colectiva

de los modelos culturales, la relativa ​impiedad d​ e respecto y siempre si llega alientan el caso

lo que nos tienta table la con “identidad” lo ​ anías y actitudes persecutorias.


contra m

diferente: propia a toda del costa grupo quieren Precisamente las únicas “identida- des”

con el conservar que se identifi- inmu- can y que rotundamente no respetables son las que

les identifica... incluso ante sí mismos. Lo imponen la sumisión forzosa de la autonomía

curioso es que son estos defensores a ultranza de individual a las creencias y rituales del grupo. Es

la identidad los que cla- man contra el importante recordarlo porque este

cosmopolitismo e internacionalismo individua- reconocimiento lectivo ​también d​ e es un la

lista, protestando que estas herencias ilustradas autonomía rasgo cultural personal nacido frente

contribuyen a de ​homogeneizar ​la humanidad las en una a la determi- del co- nada civilización,

según naciones compartimentos del planeta: pero que sin embargo ha de ser defendido como
conquista potencialmente universal si queremos tradicional. Lo ha subrayado bien Gilles

salir alguna vez de la heterofobia impuesta por la Lipovetsky, en su último libro: “El

mímesis unani- mista originaria. Con frecuencia hiperindividualis- mo conduce menos a la

-y hasta con razón- suelen señalarse lismo exacerbación de la superación de los otros que al

moderno: hoy los pero rasgos no hay negativos, reforzamiento de la intolerancia hacia todas las

que olvidar insolidarios, las ventajas del formas de desprecio individual y de humillación

individua- que apor- ta respecto al gregarismo social.

26 ​Número 205 ​Diciembre de 1993 Vuelta



La heterofobia como enfermedad moral

solamente Ser
​ uno mismo ​en elegir y​ conquistar ​sus propios su
​ individualidad ​modelos de conducta ​no
consiste ​sino cionalmente
​ contrarrestados. El principio por defender, como ​bien ha señalado Julia Kristeva,

no es el de que cada cual tiene también exigir en la relación interhumana el ideal ético de derecho a ser

“otro” sino que cada uno somos “otro” res- la igualdad de derechos de la persona”. Si esto parece etnocen-

pecto a la identidad que nos suponemos y a las fidelidades trismo-europeo-ilustrado, no por ello deja de ser

irreprocha- que se nos reclaman. Somos siempre forasteros para noso- ble y valor necesario en la lucha

contra el sentimiento atávico de el sentimiento heterofobia. heterófobo, Mejor dicho, como contra maligno

sus peores cosquilleo efectos. moral Quizá y residuo gregario del nacimiento de nuestras formas socia- les,

sea inextirpable: pero sus desmanes pueden ser institu- cambiar tros mismos, de rumbo: almas recién como

llegadas las de los e innovadoras demás. Por eso que nuestro pueden lema no ha de ser simplemente “nada

de lo humano me re- sulta ajeno” sino también “nada de lo ajeno puedo dejar de reconocerlo como

humano”. ​❑

Cuatro poemas ​Marco Antonio Montes de Oca


CON LOS OJOS CERRADOS VERDAD DESCONOCIDA
una hoja que despliega el vuelo y reverdece.
Oigo la canción que nace En el nido de la No entiendo cómo cabe tanto cielo Entre tus
nebulosa, Oigo al poema, música pensada Entre la manos juntas. Se borra la borrasca Y otra versión
yerba y la piel del mundo, En el silencio tatuado de Adán -La verdadera- Sale de tu costilla.
sobre mi espalda Como estigma centelleante Sobre

PLENITUD CON TESTIGOS DOMICILIO DESCONOCIDO


alcanza Para darle patria A las poblaciones de la
Bebes copas de viento Junto a una margarita almohada Cuando la creación camina Balo el
Como pandero blanco Entre fuentes que lanzazo De la mirada inteligente.
despiertan de pie Sobre el agua deshojada. Bebes
blancor bullicioso Tras un racimo de espejismos
Sin que tengas preferencia por ninguno: A todos
los apuras en un parpadeo Y ya no entenderé lo Y me irritaré por no saber tu idioma De lampara
que cantas descarnada O luz sin médula.
El verdor es un cuerpo que respira. El orbe no

Publicamos de nuevo los poemas de Marco Antonio Montes de Oca que aparecieron en el número de noviembre con algunas erratas.

Vuelta ​Número 205 Diciembre de ​1993 ​27

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