5simmel - La Modaf
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Somos los aventureros de la tierra; nuestra cabe hacerlo a partir de las contraposiciones aisladas que son
vida está penetrada de un extremo a otro por las tensiones típicas de nuestra existencia y que son percibidas como su
que caracterizan la aventura. Sólo cuando éstas se hacen tan forma última y configuradora. La primera indicación nos la
poderosas que dominan la materia en cuyo seno se desen- proporciona la base fisiológica de nuestro ser, que necesita
vuelven, se produce la «aventura». Pues ésta no consiste en los tanto del movimiento como de la quietud, de la productividad
contenidos que se ganan o se pierden, se gozan o se sufren como de la receptividad. Esto se prolonga en la vida del espí-
con ella: todo esto nos es accesible en otras formas de vida. ritu, en la que nos arrastra la aspiración a lo general tanto
Lo que hace de una simple vivencia una aventura es otra cosa, como la necesidad de captar lo singular; si aquélla proporcio-
a saber: la radicalidad que se siente como tensión de la vida na tranquilidad a nuestro espíritu, la particularización le per-
misma, como exponente del proceso vital, con independencia mite moverse de un caso a otro. Y lo mismo sucede en la vida
de su materia y de sus diferencias; que el volumen de estas afectiva: no buscamos menos la tranquila entrega a las per-
Lectura 2. sea
tensiones Simmel, Georg
lo bastante grande como “La
(1904). moda”,
para hacer que ala vida
Sobre sonas y a las cosas que la enérgica autoafirmación frente a
se remonte más allá de esa materia. Se trata, sin duda, sólo ambos. La historia entera de la sociedad podría reconstruirse
l’ventura. Barcelona:
de un fragmento dePenínsula, 1988,
la existencia pàg.
al lado de26-55. (29) perte-
otros, pero a partir de la lucha, el compromiso, las conciliaciones lenta-
neciente a esa clase de formas que, más allá de su mera par- mente conseguidas y rápidamente desbaratadas que surgen
ticipación en la vida y de toda la accidentalidad en cuanto a entre la tendencia a fundirnos con nuestro grupo social y a
su contenido particular, poseen la fuerza misteriosa de hacer- destacar fuera de él nuestra individualidad. La oscilación de
nos sentir por un momento la vida entera como su cumpli- nuestra alma entre estos dos polos podrá encarnarse filosófi-
miento y su apoyo, como si no tuviese otro objeto que su rea- camente en la oposición entre la doctrina de que todo es uno
lización. y el dogma según el cual los elementos del universo son in-
comparables y algo aparte; podrá también aparecer práctica-
mente en la lucha de partidos entre el socialismo y el indivi-
dualismo; pero siempre se tratará de la misma forma única
LA MODA del dualismo que se manifiesta en último extremo en la ima-
gen biológica de la contraposición entre la herencia y la va-
La manera como nos es dado interpretar los fenómenos de riación, siendo la primera la portadora de lo general, de la
la vida nos hace percibir en cada punto de la existencia una unidad, de la tranquilizadora igualdad de las formas y los
pluralidad de fuerzas, de tal modo que cada una de éstas se contenidos de la vida, y la segunda la de la movilidad, de la
nos aparece como proyectándose más allá del fenómeno real, diversidad de los elementos particulares que producen el in-
y al chocar su infinitud con la de las demás se transforma en quieto desarrollo de un contenido vital individual a otro. Cada
mera tendencia y anhelo. En toda actividad, aun en la que forma esencial de la vida en la historia de nuestra especie ha
más se agota en sí misma y más fecunda es, percibimos algo supuesto, en su propio ámbito, una manera peculiar de conju-
que no llega a expresarse por completo. Como esto sucede así gar el interés por la permanencia, la unidad y la igualdad con
por la mutua limitación de los elementos que chocan entre el interés por la variación, la particularidad y la singularidad.
sí, se manifiesta precisamente en su dualismo la unidad de la En la encarnación social de estas contraposiciones, uno de
vida integral. Y sólo en la medida en que toda energía interna sus aspectos se apoya, en la mayor parte de las ocasiones, en
trasciende la medida de su exteriorización visible adquiere la la tendencia psicológica a la imitación. La imitación podría
vida esa riqueza de posibilidades inagotada que completa su caracterizarse como una herencia psicológica, como la exten-
realidad fragmentaria; sólo así resulta posible atisbar tras sus sión de la vida del grupo a la vida individual. Su seducción
fenómenos fuerzas más profundas, tensiones más contenidas, estriba, en principio, en que nos permite actuar de manera
luchas y paces de un carácter más amplio de lo que da a en- adecuada y con sentido aun en los casos en los que no hay
tender la inmediatez de su existencia. nada personal ni creativo por nuestra parte. Cabría decir de
No es posible describir directamente este dualismo; sólo ella que es la hija del pensamiento y la estupidez. La imita-
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ción proporciona al individuo la seguridad de no encontrarse nos satisfacción da a la necesidad de distinguirse, a• la tenden-
solo en su actuación, al apoyarse en las ejecuciones anteriores cia a la diferenciación, a contrastar y destacarse. Y si consigue
de la misma actividad como en un firme soporte, lo que des- esto último a través de la variación de los contenidos, que es
carga a la actual de las dificultades que conlleva sostenerse lo que individualiza a la moda de hoy frente a la de ayer y a
a sí misma. Proporciona en el orden práctico la misma tran- la de mañana, aún más importante en este sentido es el he-
quilidad especial que nos da en el campo teórico la subsun- cho de que las modas son siempre modas de clase, de manera
ción de un fenómeno singular en un concepto general. Cuando que las modas de la clase alta se diferencian de las de la cla-
imitamos no sólo desviamos a otros la exigencia de energía se inferior y son abandonadas en el momento en que esta úl-
productiva, sino también la responsabilidad por la acción de tima empieza a acceder a ellas Así, la moda no es sino una
que se trate; así, la imitación libera al individuo de la aflic- forma de vida peculiar entre las muchas por las que se hace
ción de tener que elegir y le hace aparecer como un producto confluir en una única actividad la tendencia a la igualación
del grupo, como un receptáculo de contenidos sociales. El social con la tendencia a la diversidad y al contraste indivi-
instinto de imitación caracteriza como principio un estadio dual. Si se examina la historia de las modas, que hasta el
de la evolución en el que ya está vivo el deseo de una actua- presente sólo ha sido estudiada en función de sus contenidos,
ción personal y adecuada, pero todavía no existe la capacidad desde el punto de vista de su significación para la forma del
de dotarla o de obtener de ella contenidos individuales. El proceso social, veremos que es la historia de los intentos de
progreso a partir de este estadio supone que además de lo adaptar de manera cada vez más perfecta la satisfacción de es-
dado, lo pasado y lo tradicional, también el futuro determina tas dos tendencias contrapuestas al estado de la cultura indivi-
el pensar, el hacer y el sentir: el hombre teleológico es el polo dual y de la cultura social en cada momento. A esta esencia
opuesto del imitador. Así, la imitación se corresponde en to- básica de la moda se subordinan cada uno de los rasgos psi-
dos los fenómenos en los que es un factor constitutivo con cológicos particulares que observamos en ella.
una de las tendencias básicas de nuestro ser: la que se satis- La moda es, como decía, un producto de la división en cla-
face con la fusión del individuo en la colectividad, la que ses, y se comporta en este sentido como muchos otros elemen-
subraya lo permanente en el cambio. Pero donde, por el con- tos, sobre todo como el honor, cuya doble función consiste
trario, se busca lo cambiante en la permanencia, la diferen- en trazar un círculo cerrado en torno a sí y al mismo tiem-
ciación individual, el destacarse de la colectividad, allí la imi- po separado de los demás. Al igual que el marco de un cua-
tación es el principio negador; un obstáculo. Y precisamente dro caracteriza a la obra de arte como un todo unitario y
porque el anhelo de permanecer apegado a lo existente y de coherente en sí mismo, como un mundo para sí, y al mismo
hacer lo mismo que los otros y ser como ellos es el enemigo tiempo, actuando hacia fuera, secciona todas las vinculacio-
irreconciliable del que desea acceder a formas de vida nuevas nes con el entorno espacial, del mismo modo en que la ener-
y propias, y puesto que ambos principios en sí mismos se gía unitaria de tales formas no es para nosotros susceptible
proyectan de manera ilimitada, la vida social aparece como de ser expresada más que descomponiendo su doble efecto
un campo de batalla en el que cada palmo de terreno es dispu- hacia dentro y hacia fuera, así extrae el honor su carácter y
tado por ambos, y las instituciones sociales como una conci- sobre todo sus derechos morales —derechos que con mucha
liación —nunca duradera— en la que el persistente antago- frecuencia son percibidos por quienes no pertenecen a la mis-
nismo de los dos adopta la forma externa de la cooperación. ma clase como injusticia— del hecho que el individuo expresa
Con lo anterior han quedado circunscritas las condiciones y defiende junto con su honor también, y al mismo tiempo, el
vitales por las que la moda es un fenómeno constante en la de su círculo social, el de su estamento. Así la moda signifi-
historia de nuestra especie. La moda es imitación de un mo- ca, de un lado, la inclusión en un grupo de iguales, la unidad
delo dado y proporciona así satisfacción a la necesidad de apo- de un círculo caracterizado por ella, y precisamente por eso
yo social; conduce al individuo al mismo camino por el que el cierre de este grupo frente a los que se sitúan más abajo,
todos transitan y facilita una pauta general que hace de la la caracterización de éstos como no pertenecientes a aquél.
conducta de cada uno un mero ejemplo de ella. Pero no me- Unir y diferenciar son las dos funciones básicas que se con-
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jugan aquí de manera inextricable, de tal modo que cada una el carácter abstracto de la moda y la organización social ob-
de ellas, aun siendo o por ser el contrapunto lógico de la otra, jetiva se manifiesta en la indiferencia de la moda en tanto que
constituye la condición de su realización. Tal vez nada certi- forma frente a cualquier significación de sus contenidos par-
fica con más fuerza que la moda sea, en el sentido expuesto, ticulares y en su inserción cada vez más decidida en la confi-
un mero producto de necesidades sociales o aun de necesida- guración económica de la producción social. En nada se ex-
des formalmente psicológicas que el hecho de que en innume- presa con mayor claridad el hecho de que la naturaleza sobre-
rables ocasiones no pueda encontrarse el más mínimo moti- individual de su esencia íntima alcanza también a sus conte-
vo que dé pábulo a sus configuraciones en alguna relación de nidos que en la circunstancia de que la creación de modas
adecuación de medios a fines de naturaleza material, estética sea un oficio retribuido, constituyendo en las grandes empre-
o de cualquier otro género. Mientras que por lo general nues- sas una «ocupación» tan diferenciada de la personalidad que
tra vestimenta, por ejemplo, responde materialmente a nues- la ocupa como cualquier cargo objetivo en general de su titu-
tras necesidades, ni el menor rastro de obediencia a criterios lar subjetivo. Sin duda, la moda puede adoptar en ocasiones
de adecuación a alguna finalidad interviene a la hora de deter- contenidos prácticamente justificados, pero sólo actúa como
minar la moda que ha de imponerse: chaquetas anchas o en- moda cuando se hace positivamente perceptible su indepen-
talladas, peinados amplios o en punta, corbatas multicolores dencia con respecto a cualquier otra motivación, de la misma
o negras. A veces son modernas cosas tan feas y horrorosas manera que nuestros actos guiados por el deber sólo revisten
que parece como si la moda no se propusiera sino mostrar un carácter plenamente moral cuando lo que nos mueve a
su poder haciendo que aceptemos, en aras a ella, lo más ho- ellos no es su contenido y finalidad exterior, sino exclusiva-
rrible; precisamente la arbitrariedad con que unas veces im- mente el hecho de que se trata, justamente, de un deber. Por
pone lo útil, otras lo absurdo y aun otras lo práctica y estéti- eso el imperio de la moda resulta de lo más intolerable en te-
camente por completo indiferente, indica su total desvincu- rrenos en los que no deberían prevalecer más que decisiones
lación de las normas prácticas de la vida, con lo que remite sustanciales. La religiosidad, los intereses científicos y hasta
precisamente a otras motivaciones, a saber: a las típicamente el socialismo y el individualismo han sido, ciertamente, cues-
sociales, las únicas que quedan. Este carácter abstracto de la tión de moda; pero los únicos motivos en función de los cua-
moda que se basa en su esencia última y que en tanto que les habría que adoptar estos contenidos vitales se encuentran
«ajena a la realidad» le proporciona un cierto «cachet» esté- en absoluta oposición a la completa insustancialidad que pre-
tico para los modernos incluso en terrenos enteramente ex- side la evolución de la moda y también a ese atractivo estéti-
traestéticos, se desarrolla también en fenómenos históricos. co que confiere a ésta su alejamiento de las significaciones
De tiempos pasados se refiere, y no raramente, cómo un ta- prácticas de las cosas, que es tan inadecuado como elemento
lante o la necesidad privada de alguna personalidad dio ori- de juicio en aquellas decisiones de tanta trascendencia y que,
gen a una moda. Así el puntiagudo zapato medieval nació del de intervenir en ellas, les confiere un sello de frivolidad.
deseo de un prominente señor de hallar una forma de calzado Las formas sociales, el vestido, los juicios estéticos, en una
adecuada a la protuberancia de su pie; el guardainfante, de palabra, todo el estilo por medio del cual se expresa el hom-
la voluntad de una dama de alta alcurnia de ocultar su em- bre, se encuentra sometido a una constante mutación por la
barazo, etc. En contraste con este origen personal, actualmen- moda. Sin embargo la moda, esto es, la nueva moda, sólo afec-
te la invención de la moda va insertándose cada vez más en ta en este sentido a los estratos superiores. En cuanto los in-
los mecanismos objetivos de funcionamiento de la economía. feriores empiezan a apropiarse de la moda, traspasando así las
En nuestros días, no se da sólo el caso de que aparezca en fronteras establecidas por los superiores y rompiendo la ho-
alguna parte un artículo y se convierta luego en moda, sino mogeneidad de la pertenencia así simbolizada por éstos, los
que se producen artículos con la finalidad de que se pongan estratos superiores se apartan de la moda en cuestión y acce-
de moda. A intervalos determinados de tiempo se promueve den a una nueva con la que se diferencian otra vez de las am-
a priori una nueva moda, existiendo inventores e industrias plias masas. El juego vuelve entonces a empezar. Pues, por
que trabajan exclusivamente en ese campo. La relación entre supuesto, los estratos inferiores miran y aspiran a lo encum-
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brado, lo que en definitiva pueden lograr más fácilmente en chas u otro material signos monetarios que circulan como di-
los terrenos sometidos a la moda, pues éstos son en la mayor nero no en el propio lugar de producción, sino en demarca-
parte de los casos accesibles a la imitación externa. El mismo ciones vecinas adonde se exportan —del mismo modo en que
proceso se verifica —si bien no siempre de manera tan evi- muchas veces en París se producen modas con la intención ex-
dente como entre las señoras y las criadas— entre las dife- clusiva de que sean adoptadas como tales en otros lugares. En
rentes capas de los estratos superiores. Muchas veces cabe París mismo, la moda muestra una máxima tensión y conci-
precisamente observar que cuanto mayor es la proximidad de liación de sus elementos dualistas. El individualismo, la adap-
los diferentes círculos más loca es en los de abajo la carrera tación a los gustos personales en el vestir, son mucho mayores
de la imitación y arriba la huida a lo nuevo; la progresiva que en Alemania; pero en cambio se observa con mucho rigor
implantación general de la economía monetaria no puede sino la vigencia de un marco en cierto modo muy amplio del es-
acelerar y hacer notoriamente visible este proceso, pues los tilo general, de la moda actual, por lo que el aspecto indivi-
objetos de la moda, como las exterioridades de la vida, son dual nunca desentona de la norma general, aunque siempre
muy especialmente accesibles a la mera posesión de dinero, destaca de ella.
siendo en ellos, por consiguiente, más fácil de lograr la igual- Cuando falta una de las dos tendencias sociales que de-
dad con el estrato superior que en el caso de aquellos aspec- ben confluir necesariamente en la formación de la moda, a
tos que exigen una acreditación de carácter individual, impo- saber, la necesidad de cohesión por un lado y la necesidad de
sible de adquirir con dinero. diferenciación por el otro, la moda no llega a formarse y su
Lo mucho que este elemento de delimitación —junto con imperio no es tan intenso. Por eso los estratos inferiores ra-
el de imitación— determina la esencia de la moda aparece ramente poseen modas específicas y las modas de los pueblos
con claridad en los fenómenos concomitantes que se dan cuan- primitivos son mucho más estables que las nuestras. A me-
do la estructura social carece de estratos superpuestos. En ese nudo el peligro de la mezcla y la confusión que induce a las
caso afectan con frecuencia a los que se sitúan en un mismo clases de los pueblos civilizados a diferenciarse por los vesti-
plano. En algunos pueblos primitivos, grupos que viven en dos, las maneras, el gusto, etc., es inexistente en las estructu-
estrecha vecindad y en condiciones exactamente iguales de- ras sociales primitivas, que son por una parte más comunis-
sarrollan a veces modas altamente diferenciadas por medio tas, pero por otra fijan de manera más rígida y definitiva las
de las cuales cada grupo marca tanto la cohesión en su inte- diferencias existentes. Esas diferenciaciones sirven también
rior como la diferenciación hacia fuera. Por otra parte, la para mantener la cohesión de los grupos interesados en per-
moda se importa con especial preferencia del exterior, y es manecer separados. La forma de andar, el tempo, el ritmo de
más valorada en el seno de un círculo si se da el caso de que los gestos, son sin duda determinados esencialmente por la
no ha aparecido en su interior. Ya el profesor Zephanya habla vestimenta; individuos ataviados de igual manera se compor-
con indignación de los elegantes que visten un atuendo ex- tan también con relativa uniformidad. En este aspecto se per-
tranjero. De hecho, parece que el origen exótico de la moda cibe también un cierto encadenamiento entre los fenómenos.
favorece con particular fuerza la cohesión del grupo que la El hombre que quiere y puede seguir la moda usa con más
adopta. Precisamente por el hecho de que procede del exte- frecuencia trajes nuevos. Ahora bien, el traje nuevo determina
rior da lugar a esa forma, tan especial y notable, de sociali- nuestro porte en mayor medida que el viejo, que acaba por
zación que consiste en la referencia común a un punto situado conformarse plenamente al sentido de nuestros propios ges-
afuera. Parece a veces como si los elementos sociales, lo mis- tos, se somete a cada uno de ellos sin resistencia y permite a
mo que los ejes oculares, convergieran mejor en un punto menudo que en mínimas particularidades se manifiesten in-
ubicado no demasiado cerca. Así, en los pueblos primitivos, el cluso nuestras inervaciones. El hecho de que nos sintamos más
dinero, es decir, el objeto del más vivo interés común, consis- «cómodos» en un traje viejo que en uno nuevo no significa
te con frecuencia en signos introducidos del exterior. De esta sino que éste nos impone la ley de su propia forma, que des-
manera existe en algunas zonas (en las Islas Salomón, en Ibo Pués de llevarlo mucho tiempo ha acabado ajustándose a
sobre el Níger) una industria dedicada a elaborar con con- nuestros movimientos. Por eso confiere el traje nuevo una
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cierta uniformidad sobreindividual en su porte a quienes lo ción frente a los que estaban debajo en la escala social.
llevan. La prerrogativa que posee el traje en la medida de su
novedad sobre la individualidad de quien lo lleva, hace apare-
Y aparte de este elemento negativo dirigido hacia fuera, la
igualdad en el vestido —que evidentemente sólo se podía ga-
cer a los individuos estrictamente a la moda un poco como rantizar con el color negro invariable— debía simbolizar la
uniformados. En la vida moderna, con su disgregación indi- democracia interna de ese cuerpo aristocrático: tampoco en
vidualista, este elemento de homogeneidad de la moda resulta
particularmente significativo. Si en los pueblos primitivos la su interior debía configurarse en absoluto una moda, que ha-
bría sido el correlato de la formación de algún género de es-
moda tiene menos impacto y es más estable se debe también tratificación entre los nobili. El traje de luto, sobre todo el
a que en ellos es mucho más reducida la necesidad de nove- femenino, se cuenta también entre estos fenómenos de nega-
dad en las impresiones y las formas de vida, sin tener en ción de la moda. Desde luego, la exclusión o la distinción y la
cuenta para nada sus efectos sociales. El cambio de las mo- cohesión o la igualdad se hallan también presentes en este
das señala la medida que alcanza el embotamiento de los es- caso. El simbolismo del atuendo negro sitúa a quien guarda
tímulos nerviosos; cuanto más nerviosa es una época con luto al margen de la abigarrada agitación de las otras perso-
mayor rapidez cambiarán las modas, porque la necesidad de nas, como si perteneciera por su solidaridad con el difunto,
los estímulos del contraste, uno de los soportes principales de alguna manera, al reino de los muertos. Pero como lo mis-
de todas las modas, corre pareja con el nivel de las energías mo sucede en principio con todos los enlutados, acontece que
nerviosas. Ya esto mismo es una causa de que los estratos constituyen en su apartamiento del mundo de los plenamente
superiores constituyan la auténtica sede de la moda. En lo vivos una comunidad ideal. Ahora bien, como ésta no es de
relativo a las motivaciones puramente sociales de la misma, naturaleza social —pues sólo hay igualdad, no unidad—, fal-
dos pueblos primitivos muy cercanos entre sí ofrecen ejem- ta la posibilidad de que aparezca una moda. Confirma el ca-
plos altamente aleccionadores en cuanto a su función de in- rácter social de la moda en este fenómeno el hecho de que
clusión en el grupo y de exclusión con respecto a otros gru- en él, aunque el atuendo presenta sus elementos de separa-
pos. Los cafres poseen una jerarquía social graduada con todo ción y de conexión, la ausencia de intención social conduce
detalle, y se encuentra en ellos un cambio bastante rápido de justamente a su opuesto más extremo, a saber, a que el traje
las modas, a pesar de que los atuendos y los adornos se ha- de luto sea por principio invariable.
llan sujetos a determinadas limitaciones legales. En cambio, La esencia de la moda consiste en que siempre es sólo una
los bosquimanos, en quienes no se ha dado realmente una parte del grupo quien la ejerce, mientras que el conjunto se
articulación en clases, no llegan a producir ninguna moda, es limita a estar en camino hacia ella. En cuanto ha penetrado
decir, no existe en ellos interés por la variación en el vestido realmente en todas partes, es decir, cuando lo que inicial-
y los adornos. Justamente estos motivos negativos son los mente hacían sólo algunos llega a ser realizado verdadera-
que han impedido, ocasionalmente en las cimas de la cultura, mente por todos sin excepción, como es' el caso con determi-
pero entonces con plena consciencia, la formación de una nados elementos del vestido y del trato social, entonces pierde
moda. Parece que en Florencia no existía, hacia 1390, ningu- su condición de moda. Cada avance, por su parte, la impulsa
na moda dominante en el atuendo masculino porque cada cual a su fin, porque esto elimina precisamente su carácter dife-
intentaba ataviarse a su manera particular. En este caso fal- renciador. Pertenece así al tipo de fenómenos cuya intención
taba uno de los elementos, la necesidad de cohesión de un estriba en lograr una expansión cada vez más amplia y una
grupo, sin la cual no puede existir moda alguna. Por otra par- realización cada vez más completa, pero que con la consecu-
te se refiere que los nobili venecianos no habrían tenido moda ción de esa finalidad absoluta entran en contradicción consigo
porque se encontraban todos obligados, en virtud de una ley, a mismos y acaban aniquilados. Así, la aspiración moral se pro-
vestirse de negro a fin de que no resultara demasiado visible pone alcanzar una meta de santidad inmune a toda seducción,
a los ojos de la plebe lo reducido de su número. En este caso cuando posiblemente el verdadero mérito de la moralidad con-
no había moda, por lo tanto, porque faltaba su otro elemento siste sólo en el esfuerzo por conseguir esa meta y en la pugna
constitutivo, porque se evitaba intencionadamente la distin- con unas tentaciones aún perceptibles. De manera similar, el
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trabajo económico se ejecuta a menudo al objeto de lograr doraos así mientras_estA en su apogeo un sentimiento de pre-
el placer de la tranquilidad y el ocio duraderos, pero cuando sente tan intenso como pocos fenómenos. Aunquela culmina-
ese objetivo se ha conseguido plenamente, la vida, con su va- ción en cadálTnTiliVe.nto de la consciencia social en el punto
ciedad y anquilosamiento, suele restar sentido a toda la acti- qüe ella designa entraña también el germen de su muerte, su
vidad encaminada a él. De la misma forma se oye decir acer- inevitable destitarde ser sustituida, el carácter transitorio que
ca de las tendencias socialistas que son valiosas mientras se esto implica no la descalifica en conjunto, sino más bien aña-
difunden en el seno de un orden social todavía individualista, de a sus atractivos uno más. Un objeto sólo sufre una desva-
pero que se transformarían en un absurdo y una ruina de lorización si sele califica de .i<cosadEinioda» cuando se_le_de-
llegarse a un socialismo realizado en su integridad. La moda testa y se le desea...degradar-por motivos diferentes, de carác-
responde también a la formulación más general de este tipo ter sustancial; entonces sí, la moda se convierte en un con-
de fenómeno. Late en ella desde un principio el impulso ex- cepto valorativo. Nada que sea igualmente nuevo y que se di-
pansivo, como si cada una debiese someter a la totalidad de funda de pronto en la práctica de la vida será, por lo demás,
un grupo; pero en el instante en que lo lograse habría de pe- designado como moda si se cree en su persistencia y en su
recer como tal moda al sumirse en una contradicción lógica justificación material. Sólo le dará este apelativo quien esté
con su propia esencia ya que su expansión plena eliminaría en convencido de que el fenómeno en cuestión desaparecerá con
ella el elemento de delimitación. tanta rapidez como había aparecido. Por eso, una de las cau-
La enorme primacía que adquiere la moda en la cultura sas por las que la moda domina hoy tan intensamente la cons-
contemporánea —penetrando en territorios aún no hollados y ciencia es también que las grandes convicciones, permanentes
en los ya poseídos desde mucho antes intensificándose, esto e incuestionables, pierden cada vez más fuerza. Los elementos
es, intensificando sin cesar el tempo de su variación— no es fugaces y cambiantes de la vida tienen así más cancha. La rup-
sino la concreción de un rasgo psicológico de la época. Nues- tura con el pasado, en cuya consumación se esfuerza incan-
tro ritmo interno exige períodos cada vez más breves en el sablemente la humanidad civilizada desde hace más de un
cambio de las impresiones. O dicho de otro modo: el acento siglo, aguza nuestra consciencia más y más hacia el presente.
de los estímulos se desplaza de modo creciente desde su cen- Esta acentuación del presente es al mismo tiempo, sin duda,
tro sustancial a su comienzo y a su final. Esta circunstancia acentuación del cambio, y en la misma medida en que un de-
se pone de manifiesto aun en los síntomas más mínimos, como terminado estrato sea_ portador de la mencionada tendencia
por ejemplo la sustitución cada vez más extendida del cigarro cultural se entregará también a la moda en todos los terrenos
por el cigarrillo. Se hace asimismo patente en el ansia de via- y no sólo, en modo alguno, en el del vestido.
jar, que fracciona los años en un gran número de períodos Del hecho áñtés señalado, es decir, de que la moda como
breves y acentúa fuertemente los momentos de las despedidas tal no puede alcanzar a extenderse universalmente, brota para
y los recibimientos. El tempo «impaciente» específico de la el individuo la satisfacción derivada de que si, por un lado,
vida moderna indica no sólo el ansia de un rápido carnbio_de representa para él un elemento de distinción _ y realce, por
los contenidos cualitativos de. la vida, sirio también la poten- otro se siente-también interiormente apoyado no sólo por el
cia que adquiere el atractivo formal de los límites, del comien- conjunto que hace lojuiSiño, sino además por erque..aspira
zo y del final, denegar y del irse. Un exponente emblemático a hacerlo. Por eso el sentimiento que la persona a la moda
de esta forma de producirse es la moda>que con su juego percibe a su alrededor es una combinación evidentemente pla-
entre la tendencia a una expansión universal y la aniquilaciót centera de aprobación--y--envidia. Se envidia al que está a la
moda en tanto que individuo, se le aprueba en tanto que ser
de- su propio sentido que corriportá Justameilte-e..sa-~ansión, genérico. Pero también esa envidia tiene aquí un matiz espe-
posee el- atractiva Ringniar riel límite, el atractim_simultáneo
del comienzo y del final,-de -la-novedad y al mismo tiempo de cial. Existe una variedad de la envidia que incluye una especie -
la caducislad. Su cuestión no es ser o no ser, sino que ella de participación ideaten_eLobjetazia vidiaéle. El estado de áni-
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ese estado de ánimo consiste en que un contenido contempla- lectividad, encarnación especial de un espíritu común. Es
do produce, en tanto que tal, desvinctilano -déstrl--W-dad propio de ella —porque por-iii propia naturaleza sólo puede
ligada a la posesión subjetiva, un efecto placentero; es en Burra normaque jamás todos han de cumplir— que haga
Cierto modo comparable con la obra de arte, que produce posible una obediencia social que sea al mismo tiempo dife-
Agrado con independencia de quién sea su propietario. La po- renciación individual. En los locos de la moda las exigencias
sibilidad general de esa separación entre el contenido puro de ‘loptan por-entero
las cosas y su posesión (igual que el hecho de que lo propio sociales de ésta llegan a una alturálarque-a
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del nivel medio, procuran con fuerza conseguir la(miljere tra que en su vida-interior y exterior,indyidnaLycolectiva-
toda la individualización y la distinción de la personalidad /riente, reina nna_u~idad,_._nivelarián y hnmnrnpiAnd
que, aun relativa, sea posible. La moda les ofrece justamente comparativamente tan. grandes..que-necesitanpaztiiparmás
esta combinación de la manera rnás -alótfuriadá: por una par- vivamente del ámbito de la mcia. que es el del cambio por
te un ámbito de mimetismo general, una inmersión en Ins más antonomasia, para dotar al menos a su vida —tanto en su
amplios canales sociales, una descarga por parte del individuo propia estimación como en la de los demás— de algún atrac-
de la responsabilidad por sus gustos y actividades; por otra, tivo. Del mismo modo que entre la tendencia a la individuali-
la distinción, la posibilidad de destacar a través del o_rnato zación y a la colectivización, también entre la uniformidad y
individual de su propia personalidad. la variación de los contenidos vitales existe una cierta pro-
Parece como si para cada clase de personas, y probable- porción en cuanto a su necesidad respectiva que se proyecta
mente incluso para cada individuo, existiese una relación cuan- alternativamente con más o con menos intensidad en unos u
titativa determinada entre la tendencia a la individualización otros terrenos, y que trata de compensar los fracasos de unos
y la tendencia a sumergirse en la colectividad, de tal manera con los éxitos_ en otros. En conjunto puede afirmarse
que si en un ámbito de la vida resulta obstaculizada la expan- que la mu_ jer- es, en comparación con el varón, un ser más
sión de una de ellas se busca otro en el que pueda colmar la fiel. Pero precisamente la fidelidad, que se expresa en el pla-
medida que precisa. Los hechos históricos inducen a pensar itó_Tde los sentimientos_en_la unidad y homogeneidadslel ser,
que la moda ha hecho las veces, por así decir, de válvula de exige por la mencionada necesidad de_compensación de las
escape a través de la cual ha irrumpido la necesidad de algu- na variación m as viva en terrenos me-
réndencias vitales alguna ,
na cuota de distinción y realce personal por parte de las mu- nos_centrales. El varón, en cambio, que por su propia natura-
jeres cuando su satisfacción se ha visto más estorbada en leza es más infiel y que no acostumbra normalmente preser-
otros terrenos. En los siglos my y xv se pro_duce en Alemania var con idéntica rigidez y concentración de todos sus intereses
-rábíd
un desarrollo e)cr -inarlamente intenso de la—mri-viduali- vitales la vinculación sentimental que contrajo una vez, nece-
- dad-ras ordenaCiones colectivistas de la Edad Media fueron sita menos, en consecuencia, de aquellas formas externas d
quebradas en gran medida por la libertad reconocida a la per. la variación. Hasta el punto que el rechazo de los cambios en
\ sonalidad individual. Sin embargo, las mujeres no encontra el ámbito exterior y la indiferencia frente a las modas de la
\rea su lugar-eire-sle despliegue indiyku l alista; les fue negada apariencia externa es una actitud típicamente masculina.. Y no
la libertad individual de movimientos y de desarrolle---fiers porque sea un ser más uniforme, sino precisamente porque
nál. Se_ compensaban de ello a través de las modas más extra es, en el fondo, más Multiforme, y puede por lo tanto sus-
-¿antes y exageradas en el vestir que concebirse pueda. E
traerse con mayor facilidad a esas variaciones de orden exte-
la Italia de la misma época vemos que, por el contrario, s rior. Por eso la mujer emancipada nuestrosslías, que in-
garantizaba a las mujeres un ámbito para su libre desarroll tenta aproximarse "a la naturaleza m sculina, a su diversidad,
individual. Las mujeres del Renacimiento tenían unas posibi personalidad y movilidad, subraya ambién su indiferencia
lidades de educación, de proyección exterior y de diferenci
frente a la moda. De otro lado, la mida constituye también,
ción personal de las que, sin duda, no han vuelto a gozar ca enn-cierto sentido, un sucedáneo de la posición 1 la actividad
se podría decir que en siglos. La formación y la libertad d Profesional. El varón que es partícipe de una de mas se halla
movimientos eran, sobre todo en las capas altas de la soci
rodeado por un círculo de relativa nivelación; en su seno es
dad, prácticamente idénticas para ambos sexos. Pues bien, n
igual a muchos otros, convirtiéndose en gran medida en un
hay referencias de que en la Italia de esa época fuesen corrien
tes especiales extravagancias en la moda femenina. La n ejemplo del tipo que la posición o el oficio en cuestión repre-
sidad de individualizarse en este terreno y conseguir así sentan. Por otra parte, y como si se tratara de una compensa-
ción por esto último, se ve ornado de toda la relevancia, de
especie de distinción se hallaba ausente porque la tendenci
toda la fuerza waterjal_y_social de_ eje estado, añadiéndose a
que se expresa de tal forma encontraba suficiente satisfacció
en otros terrenos. En general, la historia de las mujeres mu su Significación _individual
. •-.. la.,..dr tn-- -- n....profesio-nal,
nri-scripol
42 43
que a menudo llega incluso a compensar los defectos y las queda dicho, se sitúa siempre en la periferia de la personali-
deficienais condición meramente personal. dad que se percibe a sí misma frente a ella ennIn pi?ce
Justamente esto es lo que procura, por medio de conteni- résistári¿e, o al menos puede sentirse taLen raso_de neresidad.
dos tótalmente.di-sfintosJa modw,,también ella compensa la ara signifibaci~a rancla PS en definitiva, laigue hace que
insignificancia de la persona,_su incapacidad para individuali- sea-ndó-Ptada por personas delicadas y originales: se sirven
zar por sí misma la existencia a través dela_ads.cripción_ a un de-ella como edeiTiin.-4 _máscara. El ciego acatamiento a todas
círculocaracterizado y definidq_precisamente por la moda y lag normas de la colectividad en todo lo exterior es para ellas
que aPaFéCetambién ante la- consciencia pública de alguna precisamente el medio consciente y querido para reservar su_
mañera corno' co 'lesionado. también en este caso, sin duda, la sensibilidad y gustos personales. Desean a tal punto guardar
personalidad Se inserta como tal en un esquema general, sólo éstos totalmente para sí que no quieren que aparezcan ni que
que este esquema posee en el aspecto social un matiz indivi- se manifiesten de forma accesible a todos. Así, un delicado.
dual, de tal forma que sustituye, por medio de este rodeo so- pudor, una delicada timidez, es lo que lleva a algunos espíri-
cial, lo que la personalidad era incapaz de alcanzar por cami- tus, decididos a evitar que la peculiaridad de su apariencia
nos puramente individuales. El hecho de que el mundo galan- externa revele quizás alguna peculiaridad de su naturaleza más
te sea con frecuencia pionero de la nueva moda se debe a su íntima, a refugiarse en la nivelación ocultadora de la moda..
forma de vida singularmente desarraigada. La existencia de Con ello se alcanza un triunfo del alma sobre los datos ex-
paria que le reserva la sociedad suscita en. él un odio abierto ternos de la existencia, un triunfo que al menos en cuanto a
o latente contra todo lo ya legálizado_y firmemente estableci- su forma se cuenta entre los más altos y sutiles: que el ene-
do, un odio que encuentra en su gusto por formas de atuen- migo mismo se convierta en un servidor, que precisamente
do siempre nuevas su expresión todavía relativamente inocen- lo que parecía violentar a la personalidad sea acogido libre
te. En la tendencia constante a adoptar modas nuevas e inédi- y voluntariamente. Pues la violentación niveladora se ve des-
tas, en la resolución con que son apasionadamente acogidas plazada aquí a los niveles exteriores de la vida, de tal modo
las más opuestas a las que estaban un momento antes en vi- que opera como un velo, como una protección para todo lo
gor, cabe percibir una forma del impulso destructivo íntimo, que queda en mayor libertad. La lucha entre lo social
que parece inherenfeatoda_exiqtenria de paria cuando no ha y lo individual queda aquí zanjada a través de una escisión
sido totalmente esclavizada ea-su-- intimidad. de los diversos niveles para ambos principios. A esto se deb
Si intentamos seguir ahora las directrices del alma carac- precisamente la trivialidad en las maneras y en la conversa-
terizadas por todo lo anterior en sus últimos y más sutile ción tras de la cual personas muy sensibles y pudorosas sa-
movimientos, vemos cómo ese juego antagonista de principios ben ocultar con mucha frecuencia su alma individual.
vitales pugna siempre por reconstruir a través de proporci El sentimiento de vergüenza nace cuando el individuo se
nalidades permanentemente nuevas un equilibrio roto co sabe destacado en un conjunto. Aparece cuando tiene lugar
anterioridad. Es ciertamente esencial a la moda cortar toda una acentuación del yo, un incremento de la consciencia - que
las individualidades por un único patrón, pero de tal mane un círculo tiene de una personalidad concreta, que es percibi-
que nunca afecta a la persona en su globalidad, sino perma da en alguna medida como inapropiada. Por eso las persona-
neciendo como algo exterior a ella, cosa que sucede aun en lidades modestas y débiles tienden con singular intensidad a
ámbitos que quedan fuera de las meras modas de la ind sentirse avergonzadas, albergando un sentimiento que se acen-
mentaria. Esto se debe a que la forma de la variabilidad e tua de repente cuando se saben centro de la aterier6n general.
que se ofrece la moda se sitúa siempre en contraposición al Entonces se produce en ellas una penosa oscilación entre la
sentimiento de permanencia_de-nuestroyo. Más aún, este úl afirmación
ación y la disminución del sentimiento de su yo. (La ver-
timo toma consciencia de su relativa pemarzenein precisanien guenza puramente interior acerca de lo que nunca llega a al-
Je en esa contraposición; sólo en contraste con esa permane canzar expresión social o acerca de lo que se sitúa en general
cia puede aparecer la variabilidad de aquellos contenidos ye más allá de la vergüenza propiamente sociológica acusa, a tra-
desarrollar su atractivo. Pero precisamente por eso, como' vés de motivaciones y simbolizaciones espirituales no difíciles
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de comprender, la misma estructura formal básica.) Dado que, intenta el hombre salvar lo más posible su libertad íntima
por lo demás, ese destacarse de un conjunto resulta en tanto abandonando lo externo á lá - escTavitud-pOr ln _culeCilvo La
Tie-fuente del sentimiento de la vergiterika - totaliiielte incTe- libertad y la sumisión se cuentan también entre esas antítesis
pendiente de sus contenidos específicos, sucede en muchas cuya lucha constantemente renovada, cuyo ir y venir entre los
que se avergüenza uno precisamente de lo mejor y-ntás ámbitos más variados de la vida, presta a ésta un atractivo
excelente. En lo que se acostumbra llamar la «sociedad» en mucho más lozano y una amplitud y perspectivas mayores de
sentido estricto es de buen tono la banalidad, y no sólo como lo que consentiría un equilibrio logrado de una vez por todas
una consecuencia de la mutua consideración que haría pare- e irreversible. Según Schopenhauer, a toda persona se le de-
cer como una falta de tacto que alguien destacase con alguna para una cantidad deteriiiinada - de- placer y de dotorTple ho
manera individual y exclusiva que los demás no pudiesen imi- puede ni quedar vacía ni ser solpfeR - asada, y que a "despecho
tar, sino también por el temor a ese sentimiento de vergüen- de todos los cambios y oscilaciones en las circunstancias in-
za que es como un castigo que se impone el propio individuo y ternas y externas sólo se modifica en su forma. De idéntica
que hace presa de quien se sale del tono y del comportamien- manera, aunque con menos misticismo, podría registrarse asi-
to igual para todos y para todos accesible en igualdad de con- mismo o bien una proporción auténticamente duradem-entre
diciones. La moda, en cambio, ofrece por su singular estruc- la sumisión y la libertad o, cuanto_ menos, el anhelo de tal en
tura interna una posibilidad de destacar que siempre es vista cada época, en cada clase , p en cadaindividuo, frente a la cual
como apropiada. Los atuendos o los comportamientos _más sólo nos resta la posibilidad de alterar jus_ámbitos_en los
extravagantes están a salvo, en la medida en que se ponen ,de qiie:toman cuerpo una _otra. Y el problema de una vida su-
moda, de los penosos reflejos que en otro caso siente el indio, perior es conseguir un reparto de éstas que permita a los
r viduo si se convierte en objeto de la atención de los demás. otros valores sustanciales de la existencia la posibilidad de
Todas las acciones de masas se caracterizan por la pérdida acceder a un desarrollo más favorable. La misma cantidad
del sentimiento de la vergüenza. El individuo, como elemento de sumisión y de libertad puede en unos casos contribuira
integrante de una masa, es capaz de hacer un sinnúmero de elevir a lo más alto los valoresMrir~-n-feitr-r-thalesyesté-
cosas que de serle demandadas como persona aislada presen- ticOs, y en otros casos, sin experimentarsambiQs mantitativos
tarían para él barreras infranqueables. Uno de los fenómenos y sólo distribuida .en,ámbitos_slistintos, producir-justo lo -con-
psicológico-sociales más curiosos en los que se pone de manb trario de ese éxito. En conjunto podrá decirse que el resulta-
fiesto precisamente esta característica de la acción masiva e do más favorable para el valor total de la vid-a se dará cuan-
que algunas modag-ineurren--en_ atrevimientos que si fuese - más y *Os a la_ perifeda
do la sumisión inevitable se relegue
de la vida, a sus eXterlórklades, Quizá sea Goethe, en su últi-
-- Indigoad_o;
una exigencia_personal el individuo rechazána
que como ley de la moda éste sigue con total docilidad. El ma época, el ejemRlo más ilustrativo de una vida verdadera-
Sentimiento di vergitenzalo se ,-halla _preséhfe—en una acción: mente espléndida que consigue a través de la connivencia en
de masas, precisamente por tratarse de tal, en la medida._ene todo lo externo, de la observancia estricta de las formas, de
un sometimiento voluntario a las convenciones de la socie-
que falta la responsabilidad entre los participantes en un didtistamente el máximo delibertad interior, una intanlbi-
crimen perpetrado por una masa, ante el cual sin duda el in5
dividho aislado retrocedería aterrado, Tan pronto como el cicompleta de los centros de-la existencia a tr dP la
aspecto individual de Ia situación empieza a predominar so- iktradtable_cantiaadr-de_sumisión En esta medida es la moda,
bre el aspecto social y propio de la moda, se hace notar el puesto que, de manera comparable al derecho, afecta sólo a
sentimiento de vergüenza: muchas mujeres se sentirían sobre- b externo de la vida, a los aspectos de ésta orientados a la
sociedad, una forma social de admirable utilidad. Ofrece a las
anera incómodas si se encontraran en su habitación con un Personas un esquema por medio del cual pueden do~r
solo hombre desconocido ostentando el mismo escote con el
Ce
que se muestran en la sociedad en que éste es moda ante dos-
' ntos o trescientos.
La moda, además, no es sina_una de las formas con que
de moco meqiiivoco su sumisión a lo colectivo, su acatamien-
toa las normás que erryw------Fae-vr ép_o_ca, de su elase--tte--su
máSI-proyarop_rando con ello Joda
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que es capaz de deparar la vida y pudiéndose concentrar tan- nes a objetos que quedan muy lejos del ámbito donde ten-
to - mejor en lo que es para ellas íntimo y esencial, drían carta de naturaleza. De este modo se somete el mundo
Sin embargo, también aparecen en el interior del alma in- interior del individuo a una moda, repitiendo la forma del
dividual con cierta reiteración esas relaciones entre la homo- grupo dominado por la moda. Y esto en tanta mayor medida
geneización igualadora y el destacarse individual, ese antago- por la falta de sentido de estas modas individuales, que reve-
nismo de tendencias que engendra la moda, trasladadas de un lan el poder del momento formal y unificador sobre el sustan-
modo formalmente igual a las circunstancias íntimas de algu- cial y racional de un modo similar a como para tantas perso-
nos individuos que nada tienen que ver con la sumisión a lo nas y grupos resulta de extrema importancia ser dominados
social. En el fenómeno al que aquí aludo se muestra el para- de forma homogénea, revistiendo la cuestión de la cualidad o
lelismo frecuentemente subrayado que se establece entre las el valor de ese poder dominador una importancia totalmente
relaciones de los individuos y las relaciones que se dan en- secundaria. No puede negarse, sin embargo, que esa violencia
tre los elementos anímicos de un solo individuo. Más o me- ejercida a las cosas al someterlas a esas modas en la designa-
nos intencionadamente, el individuo suele crearse cierto tipo ción, al allegarlas uniformemente a una categoría introducida
de comportamiento, un estilo, que por el ritmo de su apari- por nosotros, proporciona al individuo una prerrogativa so-
ción y su manera de imponerse y de desaparecer es el carac- bre ellas que le lleva a gozar de un sentimiento individual de
terístico de la moda. En particular, los jóvenes muestran a fuerza y de exaltación del yo frente a las cosas.
veces una súbita extravagancia en su manera de entregarse a Este fenómeno, que aparece aquí como caricaturizado, es
algo, un interés insospechado e injustificado que tiraniza todo perceptible, aunque en menor medida, en casi todas las rela-
el ámbito de su consciencia y que desaparece tan irracional- ciones del hombre con los objetos. Sólo los hombres-verdade-
mente como había aparecido. Podría decirse de esto que es ramente grandes hallan la mayor profundidad y fuerza de su
una moda personal que constituye un caso límite de la moda yo cuando respetan la individualidad propia de las cosas. Mu-
social. Lo determina por una parte la necesidad de distinción chas veces de la animadversión que experimenta el alma al
individual, esto es, la misma tendencia que actúa también en comprobar la prepotencia, la autonomía y la indiferencia del
la moda social. Pero la necesidad de imitación, de homoge- cosmos brotan también al lado de los esfuerzos más sublimes
neidad, de fusión del individuo en lo colectivo, se satisface en. y valiosos de la humanidad, los intentos de violentar las
este caso puramente en el interior del propio individuo, a tra- cosas consiguiendo una dominación meramente externa sobre
vés de la concentración de la propia consciencia en una forma ellas. El yo se impone a las cosas no asumiendo y dando for-
o contenido, a través del matiz de homogeneidad que el propio ma a sus fuerzas, no reconociendo su individualidad para lue-
ser obtiene de la imitación de sí mismo, que hace aquí las ve- go servirse de ellas, sino doblegándolas -y haciéndolas entrar
ces de la imitación de.otros. En círculos reducidós -le17erifica en un esquema subjetivo, con lo que en último término no se
en ocasiones un cierto estadio intermedio entre la moda indi- obtiene, desde luego, el predominio sobre las cosas r -sino_.Sólo
vidual y la social. Personas banales adoptan con frecuencia sobre su propia y falseada fantasía. Pero el sentimiento de
una expresión —en la mayor parte de los casos la misma en. poder que de aquí se deriva revela su falta de fundamento,
los miembros de un mismo grupo— que utilizan en todo mo- su carácter de ilusión-con-la-rapidf7 cnn que quedan _relega-
mento venga o no a cuento. En este caso hay moda_de_grupo, das esas expresiones de moda.
pero también hay moda individual porque su sentido es pre- De lo que hemos visto hasta el momento resulta que en la
cisamente que el individuo ha sometido a esa fórmula la tota- moda, por así decirlo, adquieren las diversas dimensiones de
lidad de sus representaciones. Se somete asía _una_ brutal la vida una forma singular de convergencia, que es un com-
violencia a la individualidad de las cosas:,_,Joclos los_matices plejo en el que se hallan representadas en alguna medida to-
quedan borrado-s-fiófer singular predominio _de_ una sola mane- das las principales tendencias contradictorias del alma. Esto
ra de designarlo todo. Sucede de esta guisa, por ejemplo, cuan- hace comprensible, sin más, que el ritmo general en el que se
do a todo lo que gusta, sea cual sea el motivo, se le llama mueven los individuos y los grupos influya también -de mane-
«chic» o «estupendo», haciendo extensivas estas denominacio- ra determinante en su relación, con la _moda,-qua-los-diferen-
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tes estratos de un grupo posean una relación diferente con la y las relaciones, la nivelación y simultánea exaltación de 1
m—o-da, con completa independencia de sus diversos contenidos individualidad, la concentración de 1gs personas en un espaci
vitales y posibilidades externas, por el mero hedí° de que reducido y precisamente por eso la ..necesaria_ reserva y di:
esos contenidos se sucedan bien bajó una Modulación conser- tanciamiento. Sobre todo el movimiento económico de ascer
vadora o bien de forma rápidamente _cambiante. Por una par- so delas_r2pas inferiores con el ritmo que le es propio en 1
te-, -las- masas de los estratos inferiores son poco móviles y de gran ciudad no puede or meno que favorecer la `rápida
lento desarrollo. Por otra parte, 1 o . s estratos superiores son riación de la moda, po que faculta a los que se encuentra
precisamente, como es bien sabido, los conservadores e inclu- abajo en la escala social a proceder con mucha mayor velc
so, con sobrada ftecuencia, los arcaizantes; en infinidad de cidad a la imitación de los que - se encuentran en posición eh
ocasiones temen cualquier movimiento y transformación no vada, coiZriendo así alproceso anteriormente caracterizado
porque su contenido sea dañino o antipático para ellos, sino erryfflud del cual la capa superior abandona una moda en e
por tratarse justamente de una transformación, y porque para mismo momento en que la inferior comienza a apropiarse d
ellos cualquier modificación del conjunto, que en su constitu- ella, una amplitud y vivacidad antes insospechadas. Esta cii
ción actual les garantiza precisamente la posición más favo- cunstancia ejerce importante influencia sobre los contenido
rable, resulta sospechosa y peligrosa. A sus ojos ningún cam- de la moda. Ante todo determina que las modas no sean y
bio ha de reportarles una cuota mayor de poder. En todo tan caras, y por lo tanto, lógicamente, que no sean tan extra
caso habrán de temer algo de un cambio, no esperar ya nada vagantes como en tiempos anteriores en los que el elevado
'de él. Por eso la auténtica posibilidad de variación de la vida costo de su adquisición primera o la dificultad a la hora d
histórica reside en la clase media, y por eso la historia de los alterar los comportamientos y los gustos se veían compensa
movimientos sociales y culturales ha adoptado un tempo com- dos por una duración más prolongada de su imperio. Cuanto
pletamente distinto desde que el tiers état ha accedida la más sometido está un artículo al rápido cambio de la moda
dirección. Ésta es la causa de que la moda, forma del cambio más intensa es la demanda de productos baratos de su espe
y del antagonismo de la vida, se haya hecho desde entonces cíe. No sólo porque las masas más amplias, y en consecuencia
mucho más amplia y cambiante. Por otro lado, la frecuente más pobres, tienen empero capacidad adquisitiva suficiente
modificación de la moda supone una gran esclavización del in- para determinar por su cuenta la orientación de un amplio
dividuo, y en esta medida constituye uno de los complementos sector de la industria y porque exigen sin duda objetos quo
convenientes a una madura libertad política y social. Precisa- ostenten al menos la apariencia externa y endeble de lo mo
mente una forma de vida en cuyos contenidos el momento de derno, sino ue incluso las capas superiores de in qoriPdac
la culminación coincide con el del inicio de la decadencia ha no podrían permitirse a celeridad del cambio de las modas
de tener su centro más apropiado en una clase social que, que les viene impuesto por la presión de las capas inferiores
como la clase media, es tan variable y de un ritmo tan inquie- si sus objetos no fuesen relativamente baratos. Así, aparecí
to, mientras que los estratos inferiores cultivan su conserva- aquí un curioso círculo. Cuanto más deprisa cambia la ~era
durismo apático e inconsciente y los superiores el suyo, de más baratas han de ser las cos_as;:__y_cuant,a_m,ás_bár.atas-soi
matiz deliberado y consciente. Clases e individuos que se ad- éstas,-tantamás-indllus-rD
(lamente la modáLtanto más im onen un fuerte ritm aPi
hieren a una constante alternancia, porque precisamente la
celeridad de su propio desarrollo les depara la-posibilidad de biCalos pi=o-cluetares. El rémpo de su evo ucion es de tal re
adelantarse a los demás, necesariamente han de encontrar en levancia en los auténticos artículos de moda que llega incluso
la moda el tempo de sus propias evoluciones- a sustraer a éstos de ciertos progresos de la economía gra
Y baste aquí señalar el entrelazamiento de innumerables ele- dualmente alcanzados en otros ámbitos. En concreto, se hi
mentos históricos y psicológico-sociales que han convertido observado que en las ramas más antiguas de producción de h
a las grandes ciudades, en contraste con ámbitos más estre- industria moderna el momento especulativo deja poco a pocc
chos, en suelo nutricio de las modas: la velocidad ajena a de jugar un papel decisivo. Los movimientos del mercado sor
cualquier noción de fidelidad en el cambio de -las-sensaciones previstos con mayor exactitud, las necesidades pueden ser cal
50 5:
configuraciones son igualmente aptas para convertirse en mo-
culadas por anticipado en mejores condiciones y la produc- das. En algunos, su naturaleza específica ofrece una cierta re-
ción puede ser regulada con mayor precisión que antes, de tal sistencia. Es algo comparable a la diversidad de posibilidades
manera que la racionalización de la produook~uada_vez con que cuentan los objetos de la contemplación externa para
más terreno frente al azar de las coyunturas, a la oscilación ser transformados en obras de arte. Es una opinión seduces
carente de plan de la oferta Vla demantra. Sólu_los puros- ar- ra, pero de ningún modo profunda ni sostenible, que cualquier
tículos de moda parecen exentos de esto. Las oscilaciones po- objeto de la realidad es_igualmenteAcloneopa se
1.1-rizadas, de las que la economía moderna ha sabido apartar- en objeto de una obra de arte,Las formas artísticas, tal como
se ya en gran medida para acceder tendencialmente a ordena- se han configurado históricamente, dependientes de mil aza-
ciones y configuraciones económicas totalmente nuevas, son res, condicionadas a veces unilateralmente por el influjo de
todavía predominantes, sin embargo, en los terrenos directa- perfecciones e imperfecciones técnicas, no se sitúan en forma
mente sometidos a la moda. La forma de un cambio febril es alguna a una altura olímpica por encima de todos los conte-
tan esencial a éstos que les hace encontrarse como en una nidos de la realidad. Más bien establecen con algunos de éstos
contradicción lógica con las tendencias de desarrollo de la una relación más estrecha que con otros; algunos se transfie-
economía moderna. ren con facilidad como si hubiesen estado prefigurados por
Pero frente a este carácter de la moda, su propiedad más la naturaleza para devenir formas artísticas, a ellas; otros se
llamativa consiste en que cada una de sus manifestaciones resisten como porfiados y dirigidos por la naturaleza a algo
singulares cuando aparece por primera vez lo hace con visos distinto a su inserción en las formas artísticas dadas. La so-
de permanecer eternamente en vigencia. Quien adquiere un beranía del arte sobre la realidad no significa en modo algu-
mobiliario destinado a durar un cuarto de siglo escoge sin no, como estiman el naturalismo y muchas teorías idealistas,
dudar el de la última moda, desdeñando por completo lo que que éste tenga la facultad de introducir en su campo todos
era moda aun dos años antes. Y sin embargo es evidente que los contenidos de la existencia. Ninguna de las configuraciones
un par de años después el atractivo de moda que el mobilia- a través de las cuales el espíritu humano domina y modela de
rio elegido posee hoy se habrá extinguido tal como sucedió acuerdo con sus fines a la materia de la existencia es de una
con el anterior, y el agrado o desagrado que suscite dependerá índole tan general y tan neutral que todos esos contenidos,
de criterios diferentes, de orden práctico. Una variante de con independencia de su estructura propia, se plieguen uni-
esta motivación se muestra en forma específica en los dife- formemente a ellas. La moda puede así, aparentemente y en
rentes contenidos concretos de la moda. A-la moda, sin duda, abstracto, acoger.cualquier .contenido. Cualquier forma de la
lo que le importa es sólo la variación; pero como en cual- indumentaria, del arte, de los comportamientos o de las _ci)i-
quier estructura existe en ella una tendencia al ahorro de niones, puede ponerse de moda, Y sin embargo, en la esencia
energía, de manera que intenta conseguir sus fina con rá ma- íntima de algunas formas late una disposición singular para
yor amplitud posible pero a la vez con los medios menos dis- desarrollarse como moda, mientras que otras se resisten a
pendiosos. Precisamente por ello se retrotrae sterrip-r-e ------cosa ello también desde su interioridad. Así, por ejemplo, es rela-
especialmente visible en las zuodas del vestir— a formas ante- tivamente lejano . y ajeno a la forma de la _moda todo lo sue
riores, razón por la cual se ha Compararlo su trayectoria con ppede denominarse «clásico»,..aunque_siatura~o-se-sus-
/la de un movimiento rirridar Tan pronto como una moda traiga en ocasiones a ella. Pues la esencia de lo clásico es una
anterior ha sido ampliamente olvidada, no hay motivo para concentración de los fenómenos en torno a un centro inmóvil.
no recuperarla. Quizá se dejará sentir el atractivo de la dife- El clasicismo tiene siempre algo de recogimiento en sí mismo
rencia con el contenido que a su vez, cuando hizo acto de pre- y ofrece, por decirlo así, muy pocos puntos débiles en los
sencia, resultó atractivo por su contraste con el anterior y que puedan hacer mella la modificación, la ruptura del equi-
ahora nuevamente en vigor. Por lo demás, el poder de la mo- librio, la destrucción. Es característica de la escultura clásica
vilidad de las formas del que se nutre la moda no es tan la contención de los miembros. El conjunto es dominado de
grande como para someter de idéntica manera todo conteni- manera absoluta desde la interioridad; el espíritu y el instin-
do. Aun en los ámbitos dominados por la moda, no todas las
52 53
to vital del todo mantienen uniformemente bajo su poder a aquella sustancia inesquivable de las relaciones humanas a la
cada fragmento del mismo a través de la perceptible conten- que, en definitiva, debe volver siempre, de alguna manera, la
ción de su apariencia exterior. Ésta es la razón de que se ha- forma de la vida. Si no puede afirmarse que toda moda sea
ble de la «calma clásica» del arte griego. Se debe exclusiva- algo antinatural y no lo es ya por el mero hecho de que la
mente a la concentración de la forma exterior, que no permi- forma de vida que supone la moda es ella misma algo natu-
te que ninguna parte de ella entre en relación con fuerzas y ral al hombre en cuanto ser social—, sí cabe en cambio decir
destinos exteriores, despertando de este modo la sensación de de la _antinatural por antonomasia__que puede llegará existir,
que la configuración en cuestión se sitúa al margen de las al menos, en -forma de moda–
cambiantes influencias de la vida general. Para ser moda, lo Resumiendo todo lo dicho con anterioridad hay que sena:
clásico debe mutar en clasicismo y lo artárareff -arcaísmo. lar que el atractivo especialmente picante y seductor de la
Por el contrario, todo lo barroco, desíiTeSUraclo y extremo, es moda reside en el contraste que se establece entre su difusión
ítitimamente proclive a la moda. En cosas que responden a tan extensa y omniabarcadora y su rápida y radical transito-
esta caracterización la moda no se sobrepone como si se tra- riedad, en el derecho reconocido a la infidelidad para con ellaJ
tara de un destino externo, sino casi como la expresión histó- No estriba menos ese atractivo en laestrictamente-que- deli-
rica de sus disposiciones interiores. Los miembros amplia- mita un círculo determinado, denatando,la_pertepencia a él
mente dispersos de la estatua barroca están siempre como en tanto a título de causa como de efecto, así como también _en
peligro de quebrarse. La vida interior de la figura no los do- la nitidez perfecta con que distingue a_ese_cirrnirLde_otros
mina plenamente, sino que los abandona a lo que dictaminen círculos. Por último, se debe asimismo su atractivo al apoyo
los azares de la realidad externa. Las creaciones barrocas, o que procura por parte-de-un-grupo-social-cuyos--miembros- se
al menos muchas de ellas, llevan la impronta de la inquietud, imitan unos a otros, con lo que el individuo se ve eximido de
del influjo de lo casual, de la sumisión al impulso momentá- toda responsabilidad —tanto_ética cnno--estétiea , sin -que
neo que la moda realiza como forma de la vida social_llay ello implique que. no exista la_pnsihilidad de producir mati-
que añadir a esto que las formas excesivas, de- individualidad ces individnalec dentrn de - • • • •
muy exagerada y caprichosas resultan fácilmen.tefálgosas, exagerando la nota_ en ln relativo a la_anada misma, bien in-
por lo que mueven casi fisiológicamente a desearla yariación, cluso rerha7ncinla. De esta manera aparece lavmoda como
lo que cuadra de manera muy adecuada con _el esquema que una configuración más, pero singular y de especiales caracte-
ofrece la moda. En esto estriba también una de las profundas rícticas, entre las muchas y diversas en que la utilidad tanto
relaciones que se cree descubrir entre lo clásico y lo «natu- social como individual ha dado en objetivar, con iguales títu-
ral». Por inseguro, limitado y equívoco que pueda resultar los de legitimidad, las tendencias más opuestas de la vida.
con mucha frecuencia el concepto de lo natural, cabe empero
la posibilidad de valerse de él en lo negativo y decir al menos
que determinadas formas, propensiones e ideas no tienen nin-
guna pretensión de alcanzar este título. Precisamente éstas
son las que se someten con enorme celeridad a la variación
de la moda, pues les falta la relación con el centro perma-
nente de las cosas y de la vida que podría dar pie a la aspi-
ración a una existencia duradera. Así, la moda de que las mu-
jeres se comportaran y se las tratara como hombres, y los
hombres como mujeres, fue introducida en la corte francesa
de la mano de una cuñada de Luis XIV, Isabel Carlota del
Palatinado, que era un temperamento completamente mascu-
lino. Resulta del todo evidente que una cosa así sólo puede
ser, qué duda cabe, una moda, puesto que se aleja mucho de
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