¡Uno, Dos, Tres Por Ti, Por Mí y Por Todos!
¡Uno, Dos, Tres Por Ti, Por Mí y Por Todos!
¡Uno, Dos, Tres Por Ti, Por Mí y Por Todos!
La humanización tiene que ver con lo que hacemos los unos con los otros, con
cómo nos comprendemos y establecemos una dinámica empática, sin importar si
las otras personas no sean nuestros amigos, conocidos o familiares, ya que como
apunta Savater (2002, p. 74): “La humanización es un proceso recíproco. Si para
mí, todos son como cosas o bestias, yo no seré mejor que una cosa o una bestia
tampoco”.
Así vista, la conciencia ética deja de ser ese “Pepe Grillo” que nos dicta lo bueno y
lo malo, para convertirse en un proceso donde aprehendemos aquello que puede
o no resultar benéfico para la humanidad, abriendo la posibilidad de elegir libre y
responsablemente nuestra forma de actuar.
Tres, ¡a tejer!
6
Quienes conocen el arte de tejer, saben que es indispensable realizar puntadas
básicas, que se complementarán o no con otras más sofisticadas, rematar esos
puntos y darle un terminado. Algo similar ocurre en el proceso de construcción de
la conciencia ética, hay que empezar en la unidad básica de la sociedad: la
familia, continuarlo en los diferentes ámbitos donde nos desenvolvemos y para
quienes realizamos investigaciones, cuidar que en su desarrollo y en la
elaboración del reporte, a nuestro tejido ético no se le vayan los puntos.
La reflexión en familia, con los seres a quienes más amamos, se presenta como
uno de los ámbitos más favorables para construir conciencia ética, toda vez que
hay una mayor predisposición al diálogo, al aprendizaje, a la confianza de
señalarnos aquello que no creemos conveniente y expresar las razones del
porqué lo pensamos. Así como enseñamos a los más pequeños que hay que
saludar, lo mismo podemos enseñar a que el resto de las personas, los que no
forman parte de nuestro círculo de conocidos y amigos, no son alguien lejano y
que, junto con nosotros, formamos parte de una misma humanidad.
De forma paralela, los adultos tenemos la tarea de predicar con el ejemplo. Para
ello, es fundamental despojarnos de actitudes egocéntricas y como sugiere Morín
6
(1999) comprender la incomprensión, aceptar que hay convicciones contrarias a
las nuestras y asumir el reto de establecer un diálogo armónico. Un primer paso,
tan sencillo y tan difícil a la vez, es no querer imponer nuestras ideas cómo las
únicas; otro más, tratar a nuestros compañeros de trabajo, a las personas en el
mercado, a los compañeros de vagón de metro, etc., como nos gustaría que nos
trataran.
Como en aquel juego de escondidas, dónde la frase “uno, dos, tres, por mí y por
6
todos mis compañeros”, daba la posibilidad de “salvar” a todos, en el “juego” de la
vida la fórmula “uno, dos, tres” antes descrita, puede “salvarnos” de vivir en un
entorno deshumanizado.
Así que, llevemos a cabo este “uno, dos, tres” en nuestra familia, en nuestro
ámbito profesional, en la investigación, en toda actividad que realicemos; ello nos
“salvará”, como individuos y sociedad, de la dinámica “escondite” que impide la
plena realización de la Humanidad.
Referencias
Morín, E. (1999). Los siete saberes necesarios para la educación del futuro.
Correo de la UNESCO.