Desarrollo Psicosexual Manual
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DESARROLLO PSICOSEXUAL
Objetivos:
• Proporcionar al profesional de la salud los elementos para entender cómo se
construye la sexualidad en la infancia y adolescencia.
• Propiciar una visión integrada de la sexualidad en la que naturaleza y cultura
constituyen dimensiones no separadas sino complementarias.
A pesar de ser considerada una conducta natural propia de nuestro ser sexuado, no es
una práctica obligada para todos los sujetos. Como práctica, para algunos resulta grata;
para otros, en cambio, no reviste interés alguno.
Los estudios derivados de las ciencias sociales junto a los avances de la ciencia médica,
han permitido establecer que la sexualidad no es unicausal, como tampoco lo es el
proceso individual que se lleva a cabo en cada sujeto en torno a su desarrollo y madurez
psicosexual.
Pasaremos entonces a revisar los factores biológicos que participan en este proceso
desde la etapa prenatal.
El primer nivel de este proceso ocurre en el momento en que se unen los gametos, óvulo
y espermatozoide y se inicia la formación de un nuevo ser. De esta manera, al unirse un
óvulo y un espermatozoide existe la posibilidad de producir un individuo que tendrá 44
cromosomas somáticos y dos cromosomas X, que tendrá la potencialidad de ser mujer, o
bien de generar un individuo con cromosomas sexuales XY que será potencialmente un
varón. Esta unión se realiza al azar y por lo tanto, existen las mismas posibilidades de que
ocurra de uno u otro modo, lo que no está bajo el control de ninguno de los miembros de
una pareja.
Una vez que este primer nivel se ha definido, la presencia del cromosoma Y determinará
si las gónadas primitivas e indiferenciadas se organizan en testículos, o en ausencia de
un cromosoma Y, en ovarios. Aún en ausencia de ovario y, sin necesidad de ninguna
sustancia los conductos de Müller (paramesonéfrico), se desarrollarán en útero, trompas
de Falopio y el tercio interno de la vagina. En cambio, el desarrollo del varón requiere de
la presencia de la testosterona secretada por el testículo fetal que estimula el desarrollo
de los conductos de Wolff en conductos deferentes, vesículas seminales y conductos
eyaculadores. Además, se produce una sustancia que actúa inhibiendo las estructuras
müllerianas.
Los genitales externos se derivan de primordios que inicialmente son similares para
ambos sexos. Bajo la acción de los andrógenos sintetizados por el testículo fetal, el
tubérculo genital se desarrolla en el glande del pene, en tanto el pliegue urogenital
formará el cuerpo del pene y la uretra. En ausencia de andrógenos o receptores, el
tubérculo formará el clítoris y el pliegue y prominencias, la vulva y la vagina. También bajo
la influencia de la testosterona o en su ausencia se desarrollarán áreas en el hipotálamo
que, posteriormente, regularán los patrones de secreción hormonal: no cíclicos en el
varón y cíclicos en la mujer.
La discusión de estas alteraciones excede a este módulo, pero baste decir que,
prácticamente, será la apariencia de los genitales externos la que determine el sexo que
John Money y Anke Erhardt han contribuido notablemente al estudio del desarrollo de la
identidad y los roles de género. Para los autores, una vez asignado el sexo, la identidad
se construye a partir de cómo nos ven los otros y cómo nos vemos a nosotros mismos.
Estos dos elementos actúan en conjunto para la adquisición de la identidad sexual infantil.
Money agrega un nuevo concepto en esta interacción entre lo biológico y lo social, el de
“período crítico” del desarrollo.
Según este autor período crítico es “aquel momento del desarrollo de máxima
vulnerabilidad, durante el cual la ausencia de determinados aprendizajes o la
ocurrencia de aprendizajes inadecuados produce resultados difíciles o imposibles
de modificar” 1 .
Ello nos hablaría entonces de un nuevo paradigma con relación al desarrollo psicosexual,
que supone tres determinantes principales, donde lo biológico y lo social trabajan juntos
en una etapa determinada, o período crítico del desarrollo, para producir determinados
resultados.
Como afirma el autor, en este contexto no es posible asumir que un determinante sea
más importante que el otro. Tanto la influencia biológica prenatal, en términos de
diferenciación sexual hormonal, como la influencia post-natal, traducida en procesos de
asimilación sensorial, aprendizaje social y socialización diferencial, coinciden en una
etapa definitoria en el proceso de madurez psicosexual.
Pasemos a revisar entonces, luego de esta explicación, aquello que ocurre en la infancia,
en términos de desarrollo psicosexual. En el momento del nacimiento, como ya
mencionamos, se asignará al recién nacido al grupo de los hombres o al de las mujeres
de acuerdo a la apariencia de los genitales externos. Este evento define lo que
comúnmente se denomina asignación de sexo y que mejor podría llamarse asignación
genérica.
Por lo general, este evento desencadenará una serie de reacciones sociales que pueden
ejemplificarse con los convencionalismos de vestir de rosa a las mujeres y de azul a los
varones en sociedades occidentales urbanas. Otros ejemplos son la utilización de
pronombres diferentes y tonos de voz diferenciados para referirse al o la recién llegado(a).
1
Op. Cit.
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Desde el momento mismo del nacimiento habrá también un trato y una valoración
diferente para niños y niñas, por lo general en desmedro de las mujeres. En algunas
culturas, esto es más evidente; por ejemplo, hay comunidades en las que la partera cobra
más cuando nace un varón.
Por otro lado, la interacción social ayudará al niño y niña a construir su identidad sexual
que, además de los mensajes sociales externos, requiere de la confirmación del mensaje
biológico mediante el descubrimiento de su propio cuerpo. Por lo general, los padres no
experimentan ningún conflicto ante las primeras exploraciones corporales; aceptan
fácilmente que el niño lleve su mano y aún su pie a la boca. No interfieren si pasa largos
ratos jalándose la oreja o enredándose el cabello en los dedos, pero con frecuencia
reaccionan negativamente ante los primeros intentos de tocar sus genitales.
Esta actitud tiene como consecuencia que el niño o la niña crezcan con una imagen
incompleta de sí mismos; contribuyen a ello también las actitudes que los padres adoptan
en general hacia los genitales de la criatura y que se resumen en una frase: tocarlos lo
menos posible. En ocasiones, hasta para bañar al pequeño o cambiarle pañales, tratan de
tener el mínimo contacto con ellos. Este rechazo se hace aún más marcado cuando el
niño o la niña empiezan a obtener placer de la estimulación genital y puede llegar hasta el
castigo verbal o físico.
Sin embargo, creemos que el problema básico reside no en la actitud que se tiene ante el
placer derivado de los genitales, sino ante el placer en general y aquél asociado a la
sexualidad en particular. Para algunos, experimentar gusto o placer por algo, puede
visualizarse como malo y gozar del placer sexual, aún peor. La finalidad de la educación,
en este contexto, irá sustituyendo el placer por el deber. Aunque esto es válido hasta
cierto punto para ambos sexos, lo es aún más en el caso de la niña, que culturalmente
será preparada para “deberse” a los demás. El placer sexual del futuro requiere la
aceptación del niño o la niña como seres capaces de derivar placer de su propio cuerpo.
No pocas veces, las disfunciones de los adultos son el producto de las actitudes
negativas de la familia y la sociedad ante el placer.
Cada cultura configura así, modelos sexuales a modo de “representaciones sociales” que
contienen las principales nociones, valores y significados atribuidos al hecho de ser varón
o mujer. Las familias, como agentes socializadores, son decisivas en esta etapa. El estilo
particular de los padres, influye en los contenidos individuales de estas “representaciones
sociales”. Así también, las situaciones propias por las que atraviese esa familia, integrarán
parte de la historia individual de cada niño/a, que incidirá a su vez en la variación personal
con que construya su proceso de sexuación, en general, y su identidad sexual, en
particular.
Por tanto, en este proceso existen también particularidades, como es el caso de niños
varones que se identifican con una identidad femenina, o niñas mujeres que adquieren
una identidad masculina. Esta transposición del núcleo genérico se conoce como
transexualidad. El transexual tiene la convicción interna de pertenecer a aquel género
contrario a su sexo biológico, y en términos de atracción sexual, el deseo tiende a
orientarse a personas de su mismo sexo, pues su sensación interna es “estar en un
cuerpo que no les pertenece”.
Una vez que se tiene la conciencia de la existencia de dos géneros y del grupo al que se
pertenece, se establece la identidad de género y el niño y la niña empiezan a validar esa
identidad al expresar la "masculinidad" o "femineidad". Es decir, el niño y la niña inician la
conformación más precisa de su rol o papel de género. Este proceso requiere también
de un cierto nivel de desarrollo cognitivo, que permita a niño y niña hacer
generalizaciones de lo que observan, para luego aplicarlas a diversas "categorías". Los
niños y niñas se clasifican a sí mismos dentro de uno u otro grupo genérico y,
simultáneamente, establecen que personas de su entorno pertenecen a la misma
categoría (que él o ella); observan cómo se comportan, qué elementos parecen exclusivos
según su sexo (rol sexual) y cuáles conductas no están sexualmente tipíficadas.
Entre los 6 y 8 años se fija el rol genérico. El niño y la niña han tenido un tiempo para
ejercitar su rol, han recibido normas, refuerzos y sanciones en relación con lo que se
espera sea su comportamiento social de acuerdo a su diferenciación sexual. Por lo
general, este aprendizaje es congruente con el sexo del individuo y las incongruencias
son mucho más toleradas socialmente cuando ocurren en las niñas; así se permite con
mayor facilidad que la pequeña suba árboles, juegue fútbol ocasionalmente, a que el
varoncito sea el que use ropa femenina, juegue con muñecas o adopte conductas
"inadecuadas" según las normas sociales vigentes.
Estos logros del desarrollo se ven modulados por el ámbito social en que se desarrolla la
persona. En algunos grupos y regiones, esta transición se ve acortada, o prácticamente
desaparece, cuando niños y niñas pasan de esta condición a la de integrantes de la
sociedad con todas las obligaciones, aunque no siempre con los mismos derechos.
Pubertad
Aunque existe una periodicidad o ciclo en la producción hormonal de ambos sexos, existe
una diferencia importante entre el hipotálamo del hombre y el de la mujer; mientras que el
ciclo masculino es básicamente circadiano, es decir, sufre variaciones de alrededor de 24
horas, el ciclo femenino en cambio es lunar; es decir, de aproximadamente 28 días.
Los cambios hormonales son los responsables de la pubertad. La pubertad tiene una
secuencia específica y se inicia en las mujeres entre los 9 y los 15 años más o menos;.
En los varones, este fenómeno aparece aproximadamente dos años más tarde que en las
mujeres, es decir, entre los 11 y los 17 años.
La secuencia de cambios biológicos que ocurren en el organismo tanto del joven como de
la joven son:
Si bien el desarrollo puberal puede presentarse en un rango amplio de edades, desde los
9 a los 17 años, debe observarse la presencia de algunos cambios que indican que el
mecanismo se ha iniciado. Existen casos, poco frecuentes, en que a pesar de la edad los
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Quizás la característica central de este período, dado los cambios biológicos relatados, es
la excesiva preocupación que las y los jóvenes púberes experimentan por su desarrollo
corporal. Son muchos los cambios que observan en sí mismos: por ejemplo, aumento en
la sudoración con olor característico o pérdida de coordinación motriz, a causa del brusco
y repentino crecimiento corporal. También es frecuente encontrar temores, muchas veces
no expresados, sobre la aparente “normalidad” de su desarrollo. Entre las jóvenes existe
preocupación por el desarrollo mamario; en los varones, por el tamaño de sus genitales.
En ambos, la normal aparición del acné puede pasar a ser un problema que afecte su
autoestima y traducirse en una alta demanda de atención de salud, problema que se
deberá atender con la importancia que merece. Es frecuente encontrar a los/las jóvenes
comparándose entre sí, con profundos sentimientos de frustración y malestar en aquéllos
en que por su codificación genética, el proceso es más lento.
Adolescencia temprana
Quizás una de las primeras señales de advenimiento de este período es la aparición del
pudor. Un buen día, los mayores nos damos cuenta que niños y niñas, tan naturalmente
criados, resguardan su cuerpo desnudo tras la intimidad cerrada del cuarto de baño o de
su dormitorio. A partir de ese momento todo se vuelve distinto. Y es que justo en ese
momento que niño y niña están descubriendo su sagrada desnudez, resguardándola de la
indiscreta mirada ajena.
En un momento, y sin saber cómo, se devela el misterio del sexo y aparece el pudor en
una búsqueda de refugio para el autoconocimiento. El y la púber escudriñan su propio
cuerpo buscando los signos de la sexuación y crean un espacio de intimidad protectora en
torno a su cuerpo y su persona, sintiéndose brutalmente violados cada vez que un mayor
El/la adolescente, a menudo con preocupación, observa los cambios que se operan en su
cuerpo. Cuando no hay conocimiento previo de lo que ocurre, la angustia es más intensa.
Ante todo, experimenta una incomodidad al observar la falta de control que tiene sobre los
cambios que se operan en él/ella. En esta época es frecuente observar un gran desaliño y
poco cuidado en su arreglo personal. Pueden inclusive preferir ropa rota y sucia, aunque
tengan acceso a otro tipo de prendas. Las niñas suelen usar ropa muy poco ceñida, que
encubra el crecimiento de sus pechos.
Durante esta etapa existe una cierta torpeza y pérdida temporal del control motriz.
Muchos/as jóvenes son torpes en sus movimientos, se les caen las cosas de las manos,
se tropiezan con puertas y paredes. La explicación radica en que debido al brusco
crecimiento corporal, los/las chicos/as pierden dentro de sí la imagen mental de su
tamaño y de su fuerza. El crecimiento ha sido tan repentino que no han podido reconocer
sus nuevas dimensiones. Conforme avanza esta etapa, se logra recuperar la fineza
motriz.
La autoestima de los/las púberes es sumamente frágil. Son muy sensibles a las críticas,
sobre todo de los padres. Buscan con intensidad la aprobación de los individuos que los
rodean, pero con mucha frecuencia se sienten incomprendidos, aumentando de esta
manera los sentimientos de soledad y enajenación.
Durante la adolescencia temprana la relación con los padres se vuelve con frecuencia
explosiva. Debemos admitir que no todos los y las adolescentes responden de igual
manera, la diferencia dependerá de los antecedentes familiares y de la manera en que fue
vivida la infancia.
Erick Erikson ha denominado a esta etapa de la vida como la “crisis de identidad”. Los y
las adolescentes en esta edad se cuestionan acerca de quién y cómo son ellos. A la
pregunta: “¿quién soy yo? sólo tienen por el momento una respuesta: quien no soy yo. La
rebeldía no es más que una manera de buscar su individualidad. Esta búsqueda los obliga
a separarse de sus padres, tanto física como emocionalmente. Dado que en nuestras
condiciones de crisis actuales es casi imposible la separación física, acuden a la
separación emocional. Suelen pasar el mayor tiempo posible fuera de casa, ya sea con
sus amigos o en otro tipo de actividades y cuando están en casa, se retraen del contacto
con el resto de su familia.
Cuando los padres se dirigen a ellos y ellas, suelen responder con agresividad y actitudes
despectivas. Cuando los padres ordenan o limitan sus actividades, reaccionan con
rabietas. Algunos padres responden a estas conductas con ira y tratan de imponer el
orden con severos castigos o reprimendas verbales, lo que hace que se genere un círculo
vicioso difícil de romper. A mayor presión de los padres, mayor rebeldía y conducta
rechazante de los y las adolescentes.
Otra dificultad que los padres tienen durante la adolescencia de sus hijos son los
recuerdos de sus vivencias en el área sexual. Observar el desarrollo físico de los hijos, su
maduración biológica y su atractivo sexual, hace que padre y madre recuerden sus
propias iniciaciones sexuales, sus temores y sus fantasías. A veces, los padres varones
imponen severas restricciones sobre todo a sus hijas, en un afán de protegerlas de los
avances sexuales que ellos mismo hicieron cuando jóvenes.
La separación emocional que hacen los adolescentes respecto de sus padres tiene
también otro propósito. Es un alejamiento que sirve para ubicar su núcleo familiar dentro
de cierta perspectiva, que les permita valorar qué tan adecuada resulta como modelo. En
esta etapa, los y las jóvenes critican mordazmente a sus padres, los tachan de
anticuados, de incongruentes y toda comunicación verbal se hace poco menos que
imposible. Estas críticas pueden darse directamente o a través de un callado
resentimiento.
Es un hecho bien demostrado que durante estos años la comunicación entre padres e
hijos se hace difícil. Cualquier comentario de los padres, aún bien intencionado, es visto
con reserva y desconfianza. Por ello, es importante reconocer que, puesto que en estos
años no hay comunicación, los valores que los padres tienen, así como su filosofía de la
vida, deben haber sido formulados y discutidos durante la infancia. Esta comunicación
que se pierde en estos años puede recuperarse después, al llegar a la adolescencia
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tardía o bien a la adultez. Esto no significa que los padres deben renunciar a todo intento
de comunicación verbal con sus hijos/as, simplemente indica que es preciso buscar otras
estrategias. El diálogo con los/las adolescentes en esta etapa debe manejarse
cuidadosamente: en vez de ordenar, sugerir; en vez de sermonear, preguntar. Alguien
dijo que el mejor diálogo con un adolescente es escucharlo. Esto no implica que no deban
establecerse los límites de comportamiento congruente con la vida de los padres. Lo que
se sugiere es que se traten de evitar confrontaciones por cosas que no tienen importancia
y sólo marcar, con firmeza, las situaciones que verdaderamente amenazan la integridad
del o la adolescente o de la familia.
Al separarse de los padres, el/la joven, con su autoestima frágil, su inseguridad y sus
temores, se siente solo/a y para compensar esta ansiedad, resultado de su conflicto
dependencia-independencia, busca otras figuras significativas que llenen su vacío
emocional: otros adultos que no son sus padres, así como su grupo de compañeros y
amigos. Con estos adultos, que pueden ser cercanos, como maestros, tíos, padrinos, etc.,
establecen vínculos afectivos intensos con una comunicación abierta de relativa igualdad,
pero también se idealiza y se imita a adultos lejanos como artistas de cine, cantantes,
deportistas, etcétera.
Volvamos al ámbito sexual propiamente tal. A partir de ese conocimiento del propio
cuerpo puede aparecer en la vida otro fenómeno: la masturbación, que lejos de ser el
gesto inocente e infantil de antaño de autoexploración, hoy con la misma intención se
convierte en el descubrimiento del continente del autoerotismo.
Este encuentro los sitúa en la diversidad con la que sus pares asumen los roles
prescritos, así como en el cuestionamiento necesario de aquellos. En este proceso, las
mujeres jóvenes poseen mayor aceptación de un rol sexual femenino más flexible. De
esta manera, ellas pueden adoptar roles que en el pasado eran catalogados como
masculinos (búsqueda de éxito profesional, independencia económica, inicativa amorosa,
entre otros) e integrarlos como parte de su feminidad. Los jóvenes en cambio, tenderán a
mantener una visión de masculinidad más tradicional, relegando a quienes se desvíen de
ese modelo. La homofobia masculina, propia de nuestra sociedad, puede comenzar a
mostrar sus efectos en esta etapa.
adolescente para el desarrollo psicosexual: ¿Qué sucede si...? ¿Qué le pasa al otro
cuando...? En definitiva, el tema es cómo producir respuesta sexual en el otro.
Esto que cada uno ha ido descubriendo a partir de las conductas autoeróticas (los
cambios genitales, las sensaciones características de una respuesta sexual), luego se
traslada a la curiosidad de saber si al otro le pasa lo mismo y cómo uno interviene en este
proceso.
Poco a poco va constituyéndose la escala de valores del y la joven, copiando aquéllo que
es valioso para él y ella, desechando lo que a su entender no es vigente. La configuración
de una escala de valores personal es uno de los parámetros para considerar que la
adolescencia ha terminado.
Los amigos llenan de una manera el vacío y la soledad que deja el alejamiento de la
familia en búsqueda de la propia identidad. Tienen funciones muy importantes, que a
veces los padres desconocen, alegando que tan sólo son una pérdida de tiempo y de
distracción hacia tareas más importantes como las académicas. Si bien es cierto que
desde la infancia los hijos ya tienen amigos, es durante la adolescencia cuando éstos
juegan un papel trascendental.
De todos los compañeros del grupo, generalmente hay un amigo o amiga con quien se
establecen relaciones interpersonales más profundas. Ambos charlan y comparten sus
experiencias, sus dudas, sus temores. Los padres generalmente desconfían de estas
amistades tan intensas y cuando observan que el amigo del hijo o la hija tienen rasgos de
personalidad que no aprueban, suelen tratar de romper la relación. Sin embargo, mientras
más oposición muestran al amigo o amiga, más intensa se hace la defensa por parte
del/la adolescente. Si entendemos que esta relación sirve como una “imagen en espejo”,
donde el/la joven se ve reflejado/a en su amigo/a; que ambos tienen los mismo
sentimientos confusos, los mismos temores, las mismas fantasías, etc., podemos
explicarnos la necesidad de esta relación. Además, cuando los padres critican al amigo o
amiga elegidos, el joven necesita defenderlo porque en el fondo la crítica es para él/ella,
que “no supo elegir bien a sus amigos”. Es totalmente contraproducente prohibir
amistades, ya que mientras más intenso sea el rechazo más intensa es la defensa. Es
cierto que en ocasiones los hijos e hijas se vinculan con amistades que no son adecuadas
para ellos/ellas, pero la única manera de que los/las jóvenes reconozcan el error en su
elección es permitiéndoles darse cuenta por ellos mismos. Si no hay ataque, no hay
necesidad de defensa. No se pretende que los padres se mantengan ecuánimes, con los
dedos cruzados, rogando que no pase nada malo, sino que utilicen estrategias más
eficaces y métodos más indirectos. Los profesionales de la salud pueden ayudar a los
padres para que, en vez de lanzar una prohibición, pregunten sobre la conducta y la
personalidad del amigo o amiga, permitiendo que el hijo o hija pongan en palabras sus
observaciones, y así se cuestionen sobre lo adecuado de esa relación.
Adolescencia tardía
La pérdida de control motriz que tenían antes, desaparece. Ahora son capaces de
moverse con agilidad y fineza.
Existe un cambio importante en la relación con los padres. Aunque subsiste la crítica, ésta
se vuelve más objetiva y realista. El joven y la joven ya no tratan de oponerse tan sólo
porque algo fue dicho por sus padres, sino que reflexionan sobre dichas observaciones o
comentarios aceptando y reconociendo aquéllo que sienten es apropiado. El conflicto
dependencia- independencia empieza a resolverse. Poco a poco ensayan tomando
decisiones y pensando por sí mismos como seres separados. La relación con los padres
ya no es vertical como antes sino que tiene ciertos elementos de igualdad.
La relación intensa con los adultos persiste; continúa la búsqueda de modelos que copiar,
pero ya existe la capacidad para discriminar cuáles rasgos o actitudes son válidas para
ellos y cuáles son inoperantes. Estos modelos van cristalizando la propia escala de
valores que, aunque participa de algunos elementos proporcionados por la familia, se ven
matizados por sus relaciones con otras personas.
Los deseos sexuales se manifiestan con intensidad y, para descargar esa tensión erótica,
es muy frecuente que acudan sistemáticamente a la masturbación. Conviene detenernos
un momento para hablar de esta práctica tan frecuente. Según encuestas realizadas en
varios países se ha llegado a comprobar que casi noventa y ocho por ciento de los
varones se ha masturbado por lo menos una vez en la vida; en cambio, esta cifra
disminuye considerablemente desde cuarenta a setenta por ciento en las mujeres. Esta
diferencia tan notable en las prácticas masturbatorias masculinas y femeninas se debe a
la diferente educación que reciben unos y otras, pero también a diferencias biológicas
entre ambos sexos. El placer sexual del varón está más al alcance de la mano y por tanto
han sido explorado desde edades muy tempranas en la vida. En cambio, el erotismo
femenino está más oculto, ya que sus genitales no son tan fáciles de explorar. Además,
en nuestra cultura se desalienta y limita la exploración de genitales en la niña, de modo
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La masturbación es una de las prácticas sexuales a las que se han adjudicado gran
cantidad de mitos. Desde que produce debilidad física ocasionando reblandecimiento de
los huesos, acné, etc., hasta que causa daño emocional y mental. Todavía no se
encuentra evidencia científica que apoye estos temores; en realidad la masturbación es
una conducta inofensiva desde el punto de vista médico y psicológico, pero es
considerada pecaminosa y sucia por la tradición judeo-cristiana.
Continuemos ahora revisando lo que pasa con la vivencia sexual en esta etapa. Como
decíamos, la práctica sexual más frecuente en esta etapa es la masturbación, pero
pueden agregarse sentimiento y conductas de tipo homoerótico. El amor que se siente por
el amigo o la amiga del mismo sexo es tan intenso que existen celos cuando su tensión
está dirigida hacia otras personas. Puede haber juegos de masturbación mutua o
fantasías eróticas que se forjan alrededor de la imagen del amigo o amiga. Esta conducta
no representa una orientación homosexual, sino una conducta transitoria que persiste
mientras llena la necesidad de sentir un vínculo intenso con alguien, en una etapa de la
vida en que la autoestima es tan frágil. Cuando sienten que nadie los quiere ni los
comprende, la presencia de un amigo o amiga que sí los aprecia puede ser vital.
Por otra parte, es importante aclarar que durante esta etapa, algunos adolescentes
hombres y mujeres, pueden dar inicio al “coming out”, nombre utilizado para designar el
camino hacia a la aceptación de un proceso de atracción sexual hacia personas del
mismo sexo, y la incorporación a un grupo de referencia distinto: el homosexual.
Producto de la idealización del amor, tan característica en este período, es muy frecuente
que los y las jóvenes se enamoren apasionadamente de personas que saben son
imposibles de alcanzar, como un artista de cine o un cantante o inclusive de adultos que
están cerca de ellos, pero con los cuales no existe la más remota posibilidad de
reciprocidad, como es el caso de un maestro o el padre o madre de algún amigo. Este tipo
de amor se explica porque existe la necesidad de establecer un vínculo amoroso con una
persona real, que ya tiene rostro, pero simultáneamente está el temor de ser rechazado o
de no poseer los atributos que lo hagan atractivo ante el ser amado. Así, esta relación
platónica florece exclusivamente en el mundo de la fantasía.
podido resultar de ser la situación real. La mente es un enorme pizarrón donde se pintan
escenas que si no gustan, son borradas sin dejar huella. La figura deseada es colocada
en situaciones diversas de la vida cotidiana, pero también de cortejo y culminación sexual
sin mayores consecuencias.
Lo que que cada uno ha ido descubriendo a partir de las conductas autoeróticas, es
puesto al servicio de la fantasía donde también aparece la curiosidad de saber si al otro le
pasa lo mismo y cómo uno interviene en este proceso.
Comienza así también la activa búsqueda de material gráfico y lectura erótica que
otorguen insumos para responder a estas preguntas. Luego, el deseo y la fantasía sexual
se intensifican haciendo posible que el/la joven ensaye imaginariamente sus primeras
aproximaciones a la vivencia sexual.
Al varón, en cambio, suele presentársele de sorpresa y sin poder ejercer control sobre
esto. El joven descubrirá en sus propios sueños sexuales y su inquietante imaginería
sexual su reacción y conducta erótica. Habitualmente, el estímulo visual es un potente en
el varón y el sujeto observado, en estas ocasiones tiene poca importancia (una joven, la
tía, la profesora, la vecina, la modelo de revista).
Llegado el fin de este período vital, el cual no será siempre gratificante y fácil, hombres y
mujeres se enfrentarán a la difícil tarea de construcción de pareja y/o creación de vínculos
afectivo-eróticos con un otro con el cual vivir y experimentar su sexualidad.
Hasta aquí hemos revisado los puntos centrales del proceso de sexuación o desarrollo
psicosexual, lo que no debe ser entendido como finalización de aprendizajes en términos
de comportamiento sexual. Durante las etapas posteriores hombres y mujeres
enriquecerán, en el mejor de los casos, sus prácticas sexuales, o podrán modificarlas de
acuerdo a las exigencias contempladas para cada etapa futura. Los principales hitos de la
sexualidad adulta serán revisados en un capítulo posterior, relacionándolos con algunos
acontecimientos que influyen en el logro de una salud sexual gratificante, segura y
saludable.
Bibliografía:
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Conversación sobre Afectividad y Sexualidad. Coordinación Interministerial:
SERNAM., MINSAL., MINEDUC., INJ. Stgo., Chile. Enero de 1997.
Money, J., Erhardt, A., Man and Woman, boy anda girl:The differentiation and
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Hopkins Press. U.S.A. 1972
Villela H., Palma I., Canales M., Prevención de Embarazo Adolescente: una mirada
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