Memoria Arte - Terapia Con TMS

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Universidad de Chile

Facultad de Ciencias Sociales


Departamento de Psicología

Memoria para optar al Título de Psicólogo

¿Puede la actividad plástica ayudar en el


tratamiento de personas con trastornos
mentales severos?
— Los efectos terapéuticos del Arte- terapia —

Alumna: Paulina Morales Häfelin

Profesora Patrocinante: Ps. Ruth Weinstein Aranda

Profesional Colaborador: Ps. y Máster en Arte- terapia Pamela Reyes Herrera


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“Detrás de las perturbaciones, en la mayoría de las veces, palpita una personalidad viva e
intensa cuyos sentimientos son iguales a los de todos los seres humanos. Estos
pacientes han conservado todas las calidades de la existencia humana, a menudo, las
más sensitivas…”

H. Baruc, Le sentiment de la personnalité, la dépersonnalisation et la cénésthesie

“La condición humana es que nuestro estado natural es como la más creativa, resiliente,
ingeniosa e innovadora criatura del universo…Estos recursos humanos innatos son la
clave para cualquier entendimiento holístico de la salud. Esto es también, ser
inevitablemente confrontado a la pérdida, el daño, el dolor y el pesar. Las artes son
cruciales en ambos lados de esta moneda: ellas median la celebración, la alegría y las
producciones especiales, tan bien como permiten la expresión, contención y comprensión
de los aspectos más oscuros y tristes de la vida”.

Malcolm Learmouth, Asociación Británica de Arte- terapeutas


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ÍNDICE

RESUMEN……………………..……………………………………………………...……5
PALABRAS CLAVE………………………………………………………………...…......5

I. INTRODUCCIÓN……………………………………..…………………………………...6

II. OBJETIVOS…...………………………………………………………………….....……10
2.1 Objetivo General…………...……………….………………………………………..10
2.2 Objetivos específicos……………………………………………….……………….10

III. TRASTORNOS MENTALES SEVEROS………………………………………….......11


3.1 Definición……………………………………………………………….………….…11
3.2 Principales problemas y necesidades de las personas que tienen un Trastorno
Mental Severo (TMS)…………………………………………………..……………..…13

IV. EL ARTE- TERAPIA O TERAPIA ARTÍSTICA........................................................17


4.1 Definición y conceptos principales………….……………….……………….....…17

V. EL ARTE- TERAPIA CON TRASTORNOS MENTALES SEVEROS (TMS):


ASPECTOS TEÓRICOS………………………………………………...………………20
5.1 El arte en la vida del ser humano de todos los tiempos…….……….........…….20
5.2 Actividad plástica y salud mental………………….………………...……..………24
5.2.1. El simbolismo de las imágenes……………………………..…………..29
5.3 Creatividad y proceso creador en la enfermedad mental severa…….…..….…30
5.3.1. Entendiendo la creatividad y el proceso creador…………………......30
5.3.2. Cuando el individuo con algún trastorno mental severo
logra crear una obra plástica………………………………………...…………34

VI. ¿QUÉ ES EL ARTE- TERAPIA CON PERSONAS QUE PADECEN


UN TRASTORNO MENTAL SEVERO?..................................................................36
6.1 La historia del arte- terapia con TMS………………………………..….…………36
4

6.2 Aspectos generales del arte- terapia como tratamiento en salud mental
y rehabilitación psicosocial para pacientes con TMS……………..……….………...37

VII. PUBLICACIONES RECIENTES RELACIONADAS CON LOS


EFECTOS TERAPÉUTICOS DEL ARTE- TERAPIA CON TMS……...…………….40
7.1 Efecto Terapéutico. Definición………………………………………….…………..40
7.2 Publicaciones basadas en observaciones clínicas………..………….………….41
7.3 Metaanálisis………………………………..……………………………….….….…54
7.4 Estudios de efectividad basados en la metodología cuantitativa y cualitativa
en forma complementaria……………………………………………………...…….….55

VIII. CONCLUSIONES Y DISCUSIÓN…………………………………………………...…58

IX. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS……………………………………………………64

APÉNDICE………………………………………………………………...………….…..69
5

RESUMEN

El arte- terapia, intervención que utiliza la actividad plástica en un entorno


terapéutico, paulatinamente desde los años 50, se ha incorporado al tratamiento de
población adulta con trastornos mentales severos (TMS). Los resultados de esta
experiencia tienden a ser positivos. Pero, actualmente en el mundo, esta disciplina
aún no logra validarse en el ámbito de la salud mental. Esta memoria consiste en
una revisión bibliográfica de los fundamentos teóricos del trabajo arte- terapéutico
con TMS y de publicaciones relevantes sobre sus resultados. Se concluye que esta
disciplina con TMS posee una forma de trabajo justificada por un cuerpo teórico
coherente y es incapaz de dañar a estos pacientes. Además, los efectos
terapéuticos reportados por las publicaciones sistematizadas no son
estadísticamente y clínicamente significativos, pero coinciden en que abarcan
áreas como: ego (yo) o self, autoestima, relaciones interpersonales o interacción
social, síntomas psiquiátricos (estado mental) y orientación de la realidad del
paciente. Estas conclusiones servirían como base o hipótesis para que futuros
estudios empíricos sobre resultados del arte- terapia con TMS, obtengan
información definitiva que la consagren como una forma de terapia válida para
estos pacientes.

PALABRAS CLAVE: arte- terapia, trastornos mentales severos (TMS), actividad


plástica, creatividad, efectos terapéuticos.
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I. INTRODUCCIÓN

A partir de los años 50 aproximadamente, el arte- terapia o terapia artística como


intervención para población adulta con trastornos mentales severos (TMS), se ha ido
convirtiendo en un complemento del tratamiento habitual que recibe esta población
(farmacoterapia, psicoterapia o terapia de apoyo, rehabilitación psicosocial,
principalmente). Este fenómeno ocurre primero en Europa, para luego expandirse a otros
países del mundo, incluido Chile. Este florecimiento del arte- terapia con personas que
sufren TMS, se debe a las experiencias positivas obtenidas a nivel terapéutico con la
utilización de esta disciplina en estos pacientes, quienes poseen complejos problemas y
necesidades que no siempre se atenúan con el solo uso de medicación. Por lo tanto, el
arte- terapia comienza a ser ampliamente elegida como parte del tratamiento de esta
población, según lo cuentan algunas encuestas (Ministerio de Salud del Reino Unido,
2000). Sin embargo, es una disciplina que aún no logra la aceptación necesaria en el
ámbito de la salud mental, siendo una situación que se experimenta a nivel mundial. Lo
que se requiere es una labor de definición y unificación de criterios, para lo cual hacen
falta investigaciones académicas por parte de las universidades, vía importante para
lograr el reconocimiento institucional del arte- terapia en los diferentes países (5º
Congreso de ECARTE [European Consortium for Arts Therapies Education] sobre arte-
terapia, 1999, Septiembre citado en Vassiliadou, 2001). Es por ello, que la presente
memoria intentará ser un aporte en la línea investigativa del arte- terapia, específicamente
de aquel enfocado a personas con TMS, al intentar acercarse a definir el rol que cumple
esta intervención en el tratamiento de esta población. Este hecho aportaría al desarrollo y
consolidación de esta incipiente profesión tanto en Chile, como en el resto del mundo.
Al hablar de trastornos mentales severos (TMS), se está considerando el ámbito
de la psicosis principalmente, por lo tanto, las dificultades que presentan quienes padecen
estos trastornos son de la gravedad de: “incapacidad para distinguir realidad interna y
externa, pérdida del sentido de realidad, (...) alteraciones importantes en las funciones
mentales y en la conducta, graves dificultades en la comunicación” (Reyes, 2003, p. 229).
Todo ello, repercute seriamente en la calidad de vida de estas personas, quienes
generalmente, son marginadas y estigmatizadas por la sociedad. El motivo por el cual se
escoge en esta memoria a las personas que tienen un TMS, tiene que ver con una
característica relacionada con lo anterior: el abandono que sufren desde el punto de vista
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humano, tanto en el ambiente de la salud mental, como en el medio social. Es que son
personas que padecen trastornos tan complejos y graves, que generalmente, su
tratamiento se centra en la farmacoterapia, siendo pocos los profesionales del área que
se atreven a realizar un trabajo más cercano a la psicoterapia con estos pacientes (Wood,
2002). Mientras tanto, en la sociedad son personas rechazadas e incomprendidas. De
este modo y considerando, sobre todo, las limitaciones verbales que presentan estos
pacientes, siempre ha sido un desafío realizar un trabajo psicoterapéutico tradicional
(usando el lenguaje verbal) con personas con TMS, incluso muchos de estos
profesionales de la salud mental han descartado esta posibilidad por considerarla casi
insostenible. Así, para “muchas escuelas de psicoterapia, la psicosis o la propensión hacia
ella, son criterios de exclusión definitivos” (Lakeman, 2006), a pesar de conocerse
recientemente, datos alentadores respecto de la costo- eficacia de los enfoques
psicoterapéuticos en el manejo de la psicosis, en combinación con la farmacoterapia
(Organización Mundial de la Salud [OMS], 2001). Sin embargo, se han comenzado a
realizar mayores esfuerzos en salud mental, para mejorar el tratamiento integral necesario
para estos pacientes. Este panorama se ha dado en varios países, fundamentalmente en
aquellos más desarrollados, sobre todo en las últimas dos décadas, dándose énfasis en el
área de la rehabilitación. Pero, en Chile esto ha tardado más en ocurrir, puesto que los
verdaderos intentos en este ámbito se iniciaron recién hace unos diez años atrás, por lo
que todavía queda mucho que hacer para llegar a conferir el tratamiento integral más
óptimo a quienes tienen TMS y así, mejorar verdaderamente la calidad de vida de estas
personas (Psicosis: diagnóstico, etiología y tratamiento, 2003).
Por lo tanto, parece relevante ofrecer otras alternativas de tratamiento a estas
personas, que logren humanizarlas y considerar sus necesidades específicas propias del
trastorno que sufren, pero además, aquellas que aparecen cuando la enfermedad
disminuye o está inactiva y que se relacionan con sus deseos de reinserción en la
comunidad y el cumplimiento de sus objetivos personales. De este modo, el arte- terapia
surge como un camino para quienes tienen un TMS. Esta disciplina utiliza la práctica
artística visual (pintura, dibujo, collage, escultura, etc.) en un entorno terapéutico (Dalley,
1987), constituyéndose en una herramienta terapéutica alternativa de acceder al mundo
interno de las personas con TMS. Salta la barrera del lenguaje verbal (afectado en los
TMS) para intentar una comprensión del paciente, valiéndose de la imagen o el arte visual
(medio no verbal) para construir un puente comunicativo entre paciente y terapeuta.
Según la bibliografía disponible, la implementación del arte- terapia en este grupo, les
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reporta grandes beneficios que repercuten en su calidad de vida. Por ello, junto con
aumentar su incorporación en el tratamiento de personas con TMS, comenzó a ser un
área interesante de investigación, fundamentalmente para el arte- terapia misma y para
una disciplina relacionada, la psicología. Este impulso fue más fuerte en los años 90,
como parte de un intento de esta joven disciplina de validarse entre aquellas ya
consagradas en el ámbito de la salud mental.
De esta manera, existen publicaciones hasta la fecha, que abordan aspectos
ligados a los efectos terapéuticos del arte- terapia dirigida a pacientes adultos con TMS.
Por este motivo, parece relevante sistematizar aquellos artículos que hacen visible el
trabajo de los arte- terapeutas y los resultados alcanzados en personas con TMS. El
objetivo es aprovechar los datos descritos, construyendo una base desde la cual dirigir
futuras investigaciones de carácter empírico que, definitivamente, validen el arte- terapia
con estos pacientes como una disciplina que interviene en forma beneficiosa en su
tratamiento. Esta memoria teórica intenta realizar dicha sistematización de los datos
referidos en las publicaciones más enriquecedoras en términos de resultados del arte-
terapia en TMS, emprendidas hasta hoy, además de exponer los fundamentos teóricos
que sustentan esta disciplina, para así poder responder las preguntas principales de la
presente memoria: ¿Puede la actividad plástica visual ayudar en el tratamiento de
personas con TMS?, ¿Cuáles son los efectos terapéuticos del arte- terapia como
intervención para este grupo?
La bibliografía de primera y segunda fuente seleccionada, sigue los criterios
relacionados con la temática de este estudio, las contribuciones en cuanto a efectos
terapéuticos y el enfoque teórico de la psicología que permite explicar estos efectos y
conceptos relacionados. El enfoque teórico principal escogido para este estudio, incluye
corrientes posteriores a Freud, como el grupo británico (Donald Winnicott, Michael Balint)
y la corriente post- kleiniana (Wilfred Bion, Donald Meltzer). Son elegidas por sus
abordajes de los trastornos mentales graves, la psicoterapia con estos pacientes y sus
concepciones sobre creatividad, que coinciden con las principales concepciones
encontradas por la autora sobre arte- terapia en personas con TMS y que también serán
descritas en esta memoria, lo que le otorga coherencia a esta estudio teórico. Sin
embargo, la preponderancia de los enfoques post- freudianos de la psicología en este
estudio, no excluyen la consideración de ideas pertenecientes a otros enfoques (como el
humanista, por ejemplo) para sustentar el trabajo arte- terapéutico con TMS, puesto que la
actual memoria trata fundamentalmente de esta disciplina, la cual trasciende los alcances
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de cualquier teoría sobre psicoterapia y psicología. Es de este modo, como el arte- terapia
para pacientes con TMS, tiene sus orígenes en diversas disciplinas (psicología, arte,
educación artística, etc.), las cuales integra de diversos modos. Así, se genera una forma
de intervención terapéutica nueva que, según la bibliografía encontrada, parece aportar
beneficios en muchos aspectos a los pacientes que trata, sobre todo a quienes sufren un
trastorno mental severo, hipótesis que se intentará comprobar en la actual memoria.
El presente estudio tendrá una orientación teórica y se enmarca dentro de la
metodología cualitativa, adquiriendo un carácter documental, exploratorio y descriptivo. Se
utilizará la metodología cualitativa, puesto que lo central es producir datos descriptivos
acerca del fenómeno del arte- terapia en pacientes que padecen trastornos mentales
severos (TMS), sobre todo en cuanto a los efectos terapéuticos que tiene en este grupo
(Taylor & Bogdan, 1994). Esta memoria será documental, ya que la información se
recogerá de documentos publicados como libros, tesis y artículos científicos (tanto en
versiones escritas como electrónicas). El carácter exploratorio, se debe a que el tema del
arte- terapia en pacientes que padecen trastornos mentales severos, ha sido poco
estudiado hasta la fecha, existiendo escasas publicaciones específicas, sobre todo en
idioma español (la mayoría son en inglés). Por último, este estudio será de tipo
descriptivo, porque intentará especificar propiedades importantes del fenómeno del arte-
terapia en personas con trastornos mentales severos, al ser analizado principalmente, en
torno a los efectos terapéuticos que esta intervención tendría en esta población (Dankhe,
1986 citado en Hernández, Fernández & Baptista, 1991).
Por tanto, la herramienta metodológica principal que se utilizará para lograr los
objetivos de esta memoria, será la revisión bibliográfica de fuentes primarias y
secundarias. Con ello, se pretende aclarar lo que se entiende por arte- terapia en el
ámbito de los TMS, además de recopilar aquella información sobre los efectos
terapéuticos de esta intervención en este grupo. Todo esto, podría ayudar a la
configuración de futuras investigaciones empíricas en la materia, que consideren las
teorías presentadas, además de los datos descritos en las publicaciones que se
sistematizarán en esta memoria. El objetivo último, es dar un paso más en el camino
hacia el conocimiento del arte- terapia con TMS como una intervención que beneficia a
quienes participan de lo que en este ámbito se denomina, “hacer arte”.
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II. OBJETIVOS

2.1 Objetivo General

 Describir y plantear desde la psicología los efectos terapéuticos del arte- terapia como
forma de intervención en el tratamiento de pacientes con trastornos mentales severos.

2.2 Objetivos específicos

 Definir el concepto de trastorno mental severo (TMS), abarcando las dificultades y


necesidades específicas de los pacientes que lo padecen, mediante material
bibliográfico actualizado.

 Describir el arte- terapia en general, considerando sus orígenes en la historia de la


salud mental y principales conceptos relacionados, a través de la revisión de
bibliografía.

 Plantear, mediante una revisión bibliográfica, los fundamentos teóricos del arte-
terapia a partir de los cuales, entregar una base conceptual que explique el trabajo
enfocado a pacientes que sufren trastornos mentales severos y sus resultados.

 Describir el arte- terapia con personas que padecen trastornos mentales severos,
enfocándose en su historia y consideraciones generales sobre su forma de
intervención, todo ello a partir de la revisión de bibliografía.

 Sistematizar la información registrada en la bibliografía especializada referida a los


efectos terapéuticos alcanzados en pacientes que padecen algún trastorno mental
severo al recibir arte- terapia, para finalmente establecer los efectos específicos de
esta disciplina en este grupo.
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III. TRASTORNOS MENTALES SEVEROS

3.1 Definición

Las personas que padecen un trastorno mental severo, son un grupo que requiere
de una atención prolongada por parte de los servicios de salud mental, en su gran
mayoría, durante toda la vida. Se sabe que se trata de personas que se encuentran
afectadas por los más graves trastornos mentales establecidos por la psiquiatría, por lo
que se está hablando de un sector muy vulnerable de la sociedad, necesitado de
tratamientos adecuados que no sólo logren atenuar los síntomas, sino que además
dignifique a estas personas. Por esta razón, es importante delimitar correctamente esta
población y así poder identificar sus reales necesidades, para luego establecer programas
de tratamiento que puedan brindarle una ayuda eficaz (Asociación Española de
Neuropsiquiatría [AEN], 2002). Es así, como se procederá a entregar una definición de
trastornos mentales severos.
Según la AEN (2002), sólo recientemente la literatura sobre salud mental comienza
a utilizar el término trastorno metal severo (TMS) “para referirse a los trastornos mentales
graves de duración prolongada y que conllevan a un grado variable de discapacidad y
disfunción social” (p. 5). Anteriormente, se utilizaba la palabra cronicidad para aludir a
dichos trastornos, la cual poseía una connotación negativa y estigmatizante. Sin embargo,
hasta el día de hoy no se han establecido criterios consistentes y homogéneos que
definan el TMS y que puedan ser usados para determinar su morbilidad y su prevalencia,
para así lograr cuantificar y planificar servicios adecuados para las personas que lo
padecen (AEN, 2002).
Debido a lo anterior, en la actual investigación, se considerará aquella definición
que la AEN (2002) encontró como la más representativa y que ha alcanzado un mayor
consenso respecto a los trastornos mentales severos. Dicha definición fue emitida por el
Instituto Nacional de Salud Mental de EEUU (NIMH) en el año 1987 e incluye tres criterios
o dimensiones de inclusión principales:
a) Diagnóstico: Se incluyen los trastornos psicóticos funcionales (quedando excluidos
los de origen orgánico) y algunos trastornos de la personalidad.
b) Duración de la enfermedad y del tratamiento: Tiempo superior a los dos años,
descartando así, los casos que, pese a presentar síntomas o diagnósticos de
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gravedad, aún tengan un tiempo corto de evolución y por lo tanto, un pronóstico no


muy claro todavía.
c) Presencia de discapacidad: Se refiere a la existencia de una disfunción moderada a
severa del funcionamiento global (laboral, social, familiar), medido a través del GAF
(Global Assesment of Functioning) o Escala de Funcionamiento Global. Se trata de
una discapacidad o dificultad que produce limitaciones en el desempeño de roles
sociales y en la interacción con los demás, lo cual trae como consecuencia la
estigmatización, el rechazo social, la marginación, el desempleo, y el aislamiento
social, entre otros (NIMH, 1987 citado en AEN, 2002).

De esta forma, tomando en cuenta la definición de trastorno mental severo


presentada, las enfermedades mentales consideradas bajo esta denominación, serían
aquellas que se incluyen en el apartado de esquizofrenia y otros trastornos psicóticos,
según el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM- IV). En este
grupo se encuentran: la esquizofrenia; el trastorno esquizofreniforme; el trastorno
esquizoafectivo; el trastorno delirante; el trastorno psicótico breve; el trastorno psicótico
compartido (folie à deux); el trastorno psicótico debido a enfermedad médica; el trastorno
psicótico inducido por sustancias y el trastorno psicótico no especificado (APA, 1995).
El DSM- IV (1995) describe los trastornos mencionados sobre la base del
cumplimiento de ciertos criterios diagnósticos, como se detalla en el cuadro 1. del
Apéndice.
Los síntomas característicos de los trastornos mentales severos implican una amplia
gama de disfunciones cognitivas y emocionales incluidas la percepción, el pensamiento
inferencial, el lenguaje y la comunicación, la organización comportamental, la afectividad,
la fluidez y productividad del pensamiento y del habla, la capacidad hedónica o de
experimentar placer, la voluntad, la motivación y la atención (Psicosis: diagnóstico,
etiología y tratamiento, 2003). Todo ello repercute en un deterioro de la calidad de vida de
quienes padecen estos trastornos.
En cuanto a los trastornos de la personalidad, la AEN (2002) sostiene que su inclusión
en la definición de trastorno mental severo es objeto de discusión. Esto ocurre, porque
existen dificultades en el diagnóstico de los trastornos de personalidad, además de una
baja especificidad y consistencia para su identificación y una variabilidad del curso y
pronóstico de éstos. Pero, se sabe que algunos trastornos de la personalidad cursan con
síntomas psicóticos y graves alteraciones de la conducta, los que muchas veces persisten
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a lo largo de toda la vida del paciente. Por ello, estas personas utilizan extensamente los
servicios de salud mental, reuniendo condiciones suficientes para que los trastornos de la
personalidad que sufren, sean incluidos en el grupo de los trastornos mentales severos.
Según este planteamiento de la AEN (2002), ciertos trastornos de la personalidad serían
también un TMS. Pero, debido a la relatividad y a la multiplicidad de factores necesarios
para su diagnóstico, no serán descritos y abordados con detalle en la presente memoria.
Finalmente, es necesario decir que, pese a que los TMS pueden desencadenarse en
la niñez y adolescencia (antes de los 18 años) en una individuo, en este estudio se
considerará aquel grupo de “adultos” que los padecen, debido a que la información
recopilada incluye sólo a esta población y a que cualquier TMS en edad temprana, suele
variar en cuanto a la sintomatología y a las intervenciones recibidas. Estos cambios
ocurrirían, al sumarse factores ligados a estas etapas iniciales del desarrollo humano
(Estudio longitudinal de primeros episodios psicóticos en niños y adolescentes, 2006).

3.2 Principales problemas y necesidades de las personas que tienen un Trastorno


Mental Severo (TMS)

Además de contar con una definición clara de los trastornos mentales severos, es
esencial identificar los problemas y necesidades de las personas que los sufren. Todo ello,
con el objetivo elaborar y justificar programas de intervención que mejoren su calidad de
vida y que en el actual estudio, se centra en el tratamiento arte- terapéutico.
La Asociación Española de Neuropsiquiatría (AEN, 2002) sostiene que las
personas que padecen un trastorno mental severo (TMS) presentan problemas muy
complejos que no es posible reducir a la sintomatología psicopatológica involucrada, ya
que además existen repercusiones en variados aspectos de la vida de estos, como lo son
el funcionamiento psicosocial y la integración en la comunidad.
En un intento por establecer los elementos comunes presentes en quienes sufren
un trastorno mental severo, la AEN (2002) plantea las siguientes dificultades principales
derivadas del padecimiento de los síntomas propios de cada TMS:
 Mayor vulnerabilidad al estrés, dificultades para afrontar las demandas del ambiente.
 Déficit en sus habilidades y capacidades para manejarse autónomamente.
 Dificultades para interactuar socialmente, pérdida de redes sociales de apoyo (que en
muchos casos se limita sólo a su familia) y situaciones de aislamiento social.
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 Dependencia elevada de otras personas y servicios sanitarios y/o sociales.


 Dificultades para acceder y mantenerse en el mundo laboral, lo que supone un
obstáculo para su plena integración social, además de favorecer la dependencia
económica, situaciones de pobreza y marginación.

Sin embargo, la AEN (2002) advierte acerca de la generalización de estas dificultades


en la población con TMS, ya que a pesar de ser comunes, se concretan en cada individuo
“de un modo particular e individualizado en función de la interacción (diacrónica y
sincrónica) de múltiples factores biológicos, psicológicos, familiares y sociales que
concurren en la historia de vida de cada uno de ellos y asimismo, en función de la
atención” (p. 11) que reciben y servicios a los que tienen acceso.
Así, los problemas y necesidades de las personas que tienen un TMS, son múltiples y
variados. En primer lugar, ante todo se trata personas y ciudadanos, que como tales,
comparten con el resto de la población problemas y necesidades comunes, como lo son la
alimentación, higiene, salud, alojamiento, seguridad, convivencia, afecto, sexualidad,
apoyo social y familiar, trabajo, etc. En segundo lugar, son personas que sufren una
enfermedad mental y que, por lo mismo, presentan dificultades y necesidades específicas
vinculadas al trastorno que sufren (AEN, 2002).
En cuanto a las necesidades específicas de estas personas, se considerarán aquellas
planteadas por la AEN (2002):

Atención y tratamiento de la salud mental: Las personas que sufren algún trastorno
mental severo (TMS) necesitan adecuados procesos de diagnóstico y de tratamiento
psiquiátrico que permitan controlar su sintomatología psicopatológica, prevenir la
aparición de recaídas o controlarlas, así como mejorar su funcionamiento psicológico. El
tratamiento utilizado, consiste generalmente, en farmacoterapia (medicación) junto con
psicoterapia (muchas veces terapia de apoyo), el cual en la mayoría de los casos, se
implementa en un primer período (crítico) de hospitalización y luego durante un tiempo de
estabilización donde el paciente ya no está interno, pero sigue en tratamiento.

Atención en crisis: Hasta los pacientes que están recibiendo un adecuado tratamiento
psiquiátrico experimentan recaídas frecuentes. Entonces, la atención en crisis a través de
la hospitalización breve (en muchos casos), es necesaria para la estabilización
psicopatológica y hacer posible la recuperación del nivel de funcionamiento.
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Rehabilitación psicosocial y apoyo a la integración social: A pesar del buen control de


los síntomas que se puede obtener (generalmente, con el tratamiento farmacológico y
psiquiátrico), muchos pacientes con TMS mantienen déficits y discapacidades que
perturban su funcionamiento autónomo e integrado en la sociedad. Así, los servicios y
programas de rehabilitación psicosocial son esenciales para la adquisición y recuperación
de habilidades necesarias para la vida en la comunidad. El apoyo flexible y continuado es
útil para incentivar una integración social efectiva en el ámbito social y familiar.

Rehabilitación laboral y apoyo a la integración en el mundo del trabajo: La


integración laboral es clave para facilitar la autonomía, independencia e integración social
de cualquier persona. La mayoría de las personas con algún TMS están desempleadas o
excluidas del mundo laboral. Por tanto, son necesarios programas de rehabilitación
laboral orientados a la adquisición de hábitos laborales, habilidades que faciliten el acceso
al mercado laboral y programas de formación ocupacional.

Alojamiento y atención residencial comunitaria: Sobre todo para quienes carecen de


cobertura familiar, es importante contar con viviendas y atención residencial que cubran
las necesidades de alojamiento, cuidado y supervisión. Así, se favorecerían la autonomía
y la mejor calidad de vida para el paciente, disminuyendo el uso inadecuado de la
atención hospitalaria, las internaciones indefinidas, los reingresos hospitalarios, las
situaciones de marginación sin hogar y la sobrecarga de algunas familias.

Apoyo económico: Muchas personas con TMS tienen dificultades para alcanzar la
mínima autosuficiencia económica, debido a sus escasas posibilidades laborales.
Entonces, es importante garantizar la cobertura de sus necesidades económicas mínimas,
sobre todo cuando no se cuenta con el apoyo monetario de sus familias, a través de
programas y medidas sociales elaborados para este fin.

Protección y defensa de sus derechos: Los problemas psiquiátricos y psicosociales de


quienes tienen TMS, así como las barreras y desventajas sociales que experimentan,
hacen de ellos un grupo indefenso y vulnerable ante posibles abusos y situaciones de
desprotección para el ejercicio de sus derechos civiles como ciudadanos. Por lo tanto, se
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necesita promover y asegurar la defensa y protección de sus derechos, tanto en


programas de atención y rehabilitación, como en la vida diaria.

Apoyo a las familias: Cuando el paciente cuenta con una familia, es el principal recurso
de cuidado y soporte comunitario para él. Pero, la convivencia entre ellos puede tener
dificultades y conflictos, que en muchos casos, pueden llevar a la familia a sentirse
desbordada. Por tanto, es necesario brindar a las familias de pacientes con TMS, apoyo,
información, educación, asesoramiento, para dotarlas de estrategias y recursos para
mejorar la convivencia, además de hacerlos parte de la rehabilitación del familiar enfermo.

En función de los principales problemas y necesidades de las personas con TMS,


se debieran elaborar las políticas de intervención en salud mental más adecuadas para
este grupo. Como se ha visto, los ámbitos que necesitan ser cubiertos son tan diversos,
que lo más eficaz es realizar intervenciones multidisciplinarias que utilicen el aporte de la
psiquiatría, la psicología (psicoterapia individual, grupal, familiar, psicoeducación, terapia
de apoyo), la terapia ocupacional, enfermería, asistencia social, etc. (AEN, 2002).
El arte- terapia, se instala como una alternativa válida en este escenario que
sostiene la necesidad de una atención multidisciplinaria para la población con TMS. Si
bien, es una disciplina relativamente nueva en Chile (sobre todo en el tratamiento de
personas con TMS) y un poco menos incipiente en Europa y EEUU, ya es posible
vislumbrar sus aportes y beneficios. El problema, es que en el ámbito nacional, en la
última década de la salud mental, se ha demostrado que no existen las condiciones de
infraestructura y el personal especializado necesario para llevar a cabo una intervención
integral para los pacientes con TMS (Psicosis: diagnóstico, etiología y tratamiento, 2003).
La ventaja es que el arte- terapia integra arte y terapia en su quehacer, por lo que
abarca muchas problemáticas y necesidades propias de quienes tienen un TMS, lo que
ahorraría en otras intervenciones. Entonces, el arte- terapia se ubicaría en el ámbito de
atención y tratamiento de esta población, al brindarles una clase de terapia o psicoterapia
de apoyo (Greenwood, 1997), intervención muy bien tolerada por estas personas.
Además, puede cubrir necesidades de rehabilitación psicosocial, al facilitar la adquisición
o restablecimiento de habilidades a través de la realización de un objeto de arte (Charlton,
1987). Así, el arte- terapia constituiría un gran aporte al tratamiento integral de este grupo,
sin tener que recurrir a profesionales de todas las áreas necesarias para ello.
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IV. EL ARTE- TERAPIA O TERAPIA ARTÍSTICA

4.1 Definición y conceptos principales

En el presente estudio, el arte- terapia o terapia artística será considerada como, la


utilización de la práctica artística visual (pintura, dibujo, collage, escultura, etc.) en un
entorno terapéutico o de tratamiento (Dalley, 1987). En definitiva, como una forma de
terapia que integra el ejercicio del arte visual con el saber psicoterapéutico apoyado en
áreas como el psicoanálisis, la psicología humanista y la terapia guestáltica, entre otras
(Reyes, 2003). Sin embargo, es importante aclarar que el arte abarca actividades que
utilizan una serie de materiales como medios de expresión en la realización de una obra
artística. De este modo, es posible enmarcar dentro del fenómeno artístico a disciplinas
como la danza, la música, el teatro y la actividad plástica. Pero, es esta última, la que se
abordará en la actual memoria por ser la actividad que, principalmente, es referida en la
bibliografía específica reciente sobre arte- terapia y trastornos mentales severos a la que
tuvo acceso la autora de esta memoria. Sara Paín (1994), considera que la actividad
plástica es aquella que objetiva la representación visual en el terreno figurativo, utilizando
para ello la transformación de la materia. Por lo que a este ámbito pertenecerían el dibujo,
la pintura, el grabado, el modelado, la confección de títeres, el collage, etc.
El arte y sobre todo el hacer arte o la actividad artística, poseería inevitablemente
ciertas cualidades terapéuticas (las cuales serán develadas en otro apartado de esta
memoria), al margen del contexto en que el proceso creador se lleve a cabo (Dalley,
1987). La creación de una pintura en un contexto meramente estético, puede resultar
relajante para el artista, satisfactorio, frustrante, pero también suavemente terapéutico,
pese a que el objetivo final consiste en producir y lograr una “buena pintura”, es decir, a
que las consideraciones estéticas tengan una importancia fundamental. En este caso, el
producto final es una meta en sí misma y la pintura es exhibida en cuanto obra de arte,
pasando a segundo plano el proceso de crearla. Sin embargo, estas circunstancias no
anulan las propiedades terapéuticas del arte, pero las limitan y no aseguran el cambio
psíquico de quien crea (Dalley, 1987).
Siguiendo con Dalley (1987), se puede decir que cuando el proceso creador ocurre
en un entorno terapéutico, como el que existe en arte- terapia, las propiedades
terapéuticas del arte son potenciadas. Esto sucede, porque en este contexto existen
18

propósitos claros de corrección o de tratamiento que se intentan alcanzar en presencia del


terapeuta, para lo cual se utiliza el proceso creador como medio de comunicación no
verbal. Aquí, lo fundamental son la persona y el proceso creador en el que se sumerge el
paciente para alcanzar los objetivos terapéuticos, a diferencia de lo que ocurre con el arte
en un contexto estético centrado en el producto final, la obra de arte.
En cuanto al contexto terapéutico y al aporte del arte en él, Tessa Dalley (1987)
dice lo siguiente: “La actividad artística proporciona un medio concreto –no verbal- a
través del cual una persona puede lograr una expresión al mismo tiempo consciente e
inconsciente y que puede emplearse como valioso agente de cambio terapéutico” (p. 15).
Entonces, el proceso creador ayuda a lograr los objetivos que toda terapia persigue:
provocar cambios fundamentales y permanentes ante un desequilibrio humano, en la
personalidad o la en forma de vivir (Ulman, 1961 citado en Dalley, 1987). Así, la terapia se
diferencia de “las actividades diseñadas únicamente para brindar una distracción con
respecto a los conflictos interiores; actividades cuyos beneficios, por lo tanto, en el mejor
de los casos son momentáneos” (Ulman, 1961 citado en Dalley, 1987, p. 15).
Al respecto, Margaret Naumberg (1958) dice que el arte en la terapia artística es
una manera de enunciar sentimientos mezclados y vagamente comprendidos, en un
intento de darles claridad y orden. El terapeuta colaboraría en esta tarea al contener y,
posteriormente, sólo si el paciente lo permite, discutir con él aquellos contenidos internos
plasmados en su obra de arte visual, con lo que éste lograría obtener una intuición
intelectual y emocional acerca de la situación de sí mismo expresada (Dalley, 1987).
Por otro lado, el arte- terapia o terapia artística comienza a construirse como tal, al
interior de los hospitales generales y los centros psiquiátricos, según lo registra la
bibliografía disponible. De esta manera, Dalley (1987) cuenta que el arte considerado
como terapia se inició en dichos lugares casi por azar. Específicamente, este hecho se
remonta a la experiencia de la artista Adrian Hill, quien pasó su convalecencia en un
sanatorio durante la Segunda Guerra Mundial. En este lugar, Hill “se dedicó a sus propias
pinturas para liberarse del aburrimiento embrutecedor y compartió con otros pacientes los
reconfortantes efectos de la actividad creativa en épocas de estrés” (Dalley, 1987, p. 43).
Así, accidentalmente, algunos de estos pacientes comenzaron a dibujar y a pintar terribles
escenas de guerra o utilizaron sus pinturas como pretexto para hablar de su sufrimiento y
de sus temores de enfermedad y de muerte. Fue de este modo, como Adrian Hill sin
saberlo, se convirtió en terapeuta artística. Ella escribió dos libros, Painting out illness
19

(Pintando afuera la enfermedad) y Art versus illness (Arte contra enfermedad), en los
cuales relata su campaña para introducir el arte en los hospitales de toda Inglaterra.
Luego, quienes primero realizan un trabajo que ellas mismas denominan terapia
artística, fueron Margaret Naumburg en los Estados Unidos y Edith Kramer en Gran
Bretaña. Ambas plantearon enfoques de la terapia artística muy diferentes entre sí. Por su
parte, Naumburg en los años 40, fue la primera psicoterapeuta que incorporó el arte visual
como herramienta central en su trabajo. Ella enfatiza el aspecto psicoterapéutico del
proceso involucrado en la terapia artística y la actividad artística la combina con la
elaboración verbal como herramientas que ayudan al insight. Por otro lado, se encuentra
la artista y educadora Edith Kramer, quien comienza su trabajo en la década de los 50 en
Inglaterra. Ella concentra su trabajo como terapeuta artística en la práctica del arte,
enfatizando las propiedades integrativas y curativas del proceso creativo en sí mismo, el
que no requería de elaboración verbal del paciente (Rubin, 1988 citado en Araya, Correa
& Sánchez, 1990).
A partir de estas dos terapeutas artísticas, pioneras en su campo, se definen dos
corrientes principales dentro de esta naciente disciplina: aquella interesada
principalmente, en el elemento psicoterapéutico de la terapia artística, heredera de la
postura de Naumburg y aquella centrada en el aspecto artístico, que deriva del trabajo de
Kramer (Araya, Correa & Sánchez, 1990). Sin embargo, ambas corrientes comparten la
utilización del arte o, más bien, de la actividad artística como herramienta que ayuda a
promover la salud mental de las personas que sufren algún desequilibrio psíquico.

Dibujo realizado por un paciente con TMS en arte- terapia.


20

V. EL ARTE- TERAPIA CON TRASTORNOS MENTALES SEVEROS (TMS):


ASPECTOS TEÓRICOS

5.1 El arte en la vida del ser humano de todos los tiempos

La historia dice que desde los comienzos de la civilización, las artes han formado
parte de la experiencia humana y de su intento por darle forma y sentido a la realidad
(Marinovic, 1994). En definitiva, parece imposible concebir el mundo sin arte. Sin
embargo, pese a que el arte ha estado presente desde el inicio de la historia, la sociedad
occidental comenzó a considerarlo como tal y a nombrar al artista, progresivamente a
partir del Renacimiento. Según artistas de aquella época, “las artes plásticas dejaron su
antiguo estatus de artes mecánicas y pasaron a ser cosa mental bajo la influencia del
humanismo neoplatónico, el reconocimiento de su creación inspirada y el énfasis de los
propios artistas en los aspectos intelectuales de su trabajo creador” (Marinovic, 1994, p.
199).
En el siglo XX, el arte parece dar un nuevo giro a partir del cuestionamiento de los
aspectos canónicos del arte y su institucionalidad. Según cuenta Mimí Marinovic (1994), el
ámbito del arte se expande, por lo que “vino el reconocimiento de la expresión artística
espontánea, como la infantil, la popular, la exótica y la urgencia creativa de algunos
enfermos mentales” (p. 200).
A partir de esta nueva manera de plantearse las artes, surgen diversos
movimientos artísticos, entre los cuales se destacan el surrealismo y el expresionismo.
Estos se formulan interrogantes acerca del significado y los objetivos del arte, lo que va
permitiendo el acercamiento de dos disciplinas: el arte y la psicología. Este punto es muy
relevante para el presente estudio, puesto que permite vislumbrar la base histórica del
arte- terapia o terapia artística que en sí misma considera ambas disciplinas en una
relación recíproca en pos de la salud mental.
Actualmente, el arte sigue ocupando un lugar crucial en la vida del ser humano.
Esta vez, se recurre al arte como una posibilidad de sentido e integración del
desencantado escenario postmoderno. Se aspira a que el arte llegue a ser, en palabras
de Kuspit (1992), un “facilitador de humanidad", en cuanto a lo referido al bienestar
individual y social (Marinovic, 1994). Dado estas circunstancias históricas, Marinovic
(1994) señala que es necesario considerar el arte como aquel que es producido por
21

cualquier sujeto, en cualquier edad y territorio. Así, todo individuo, incluyendo aquel que
tiene una enfermedad mental, podría llegar a hacer arte y beneficiarse de sus facultades.
El filósofo John Dewey (1949) apoya esta concepción de arte, necesaria para estos
tiempos. Él lo concibe como experiencia, como un fenómeno que integra la vida humana y
participa de ella constantemente. Para Dewey (1949) “la experiencia es cuestión de la
interacción del organismo con su ambiente, un ambiente humano así como también físico,
que incluye los materiales de la tradición y las instituciones, así como las circunstancias
locales” (p. 218).
Así, pareciera que el arte encarna una paradoja que es parte de su encanto
misterioso. Por un lado, alcanza la complejidad de un proceso comunicativo que tiende
sus puentes entre personas de diversas culturas, edades, maneras de ser y épocas de la
historia, a la vez que mantiene la naturaleza de un fenómeno netamente humano que
puede encontrarse en cualquier lugar e instante de la cotidianeidad y ser gestado por todo
individuo o grupo de individuos, incluso cuando su salud mental está perturbada.
A partir lo expuesto, es posible entrever que el arte posee una serie de facultades
que favorecen la vida humana tanto en el plano individual como colectivo. Mimí Marinovic
(1994), permite clarificar y especificar estas funciones a través de una sistematización que
realiza. Para ello, se basa en una revisión y síntesis de los aportes de diversos modelos
teóricos y autores en relación a los aspectos parciales de la conducta y experiencia en
ciertos roles y modalidades del arte. Entonces, llega a plantear las principales funciones
psicológicas comunes a todas las artes, que son las siguientes:

Funciones cognitivas:
1.- Implica un lenguaje simbólico que actúa como medio de expresión y
comunicación no verbal. La intención y el mundo interior del artista se exteriorizan
en un medio concreto o en una acción artística, cuyas imágenes y símbolos
expresan y comunican a otros, dimensiones y experiencias humanas de una
manera más universal que el lenguaje de las palabras, racional y lineal. (pp. 202-
203)

Marinovic (1994) describe que en investigaciones que ella realizó con artistas
visuales, escritores, intérpretes musicales, teatrales y de la danza, en general, éstos
subrayan el poder comunicativo del arte. Esta autora dice que aquella propiedad del arte
constituiría la base de su potencialidad terapéutica.
Marinovic (1994), también propone las siguientes funciones cognitivas de las artes:
22

2.- Enriquece la capacidad perceptiva:


a) Activa la exploración, discriminación, interrelación y organización perceptiva;
b) Relaciona diversos sentidos entre sí;
c) Intensifica la experiencia sensorial;
d) Desarrolla y extiende la conciencia de la realidad externa e interna. Enseña a
descubrir y no sólo a reconocer;
e) Promueve una elaboración activa de significados inherentes a la naturaleza
metafórica del arte y su multidimensionalidad.
3.- Estimula la imaginería y el potencial creativo.
a) Contribuye a una adaptación más activa, compensando las limitaciones de la
realidad.
b) Permite recrear lo pasado, darse cuenta del presente, anticipar lo futuro y lo
probable; ensayar nuevos roles, y ampliar la experiencia humana más allá de lo
cotidiano;
c) Favorece la flexibilidad de pensamiento, la superación de lo obvio, la búsqueda
de soluciones nuevas y la toma de decisiones. Ayuda a tolerar la ambigüedad y
la incertidumbre. Nos prepara para lo inusual y para diseñar respuestas
apropiadas ante lo nuevo (psicología de la creatividad). [Esta característica
adquiere especial significación en pacientes con trastornos mentales severos,
puesto que presentan una pobre habilidad para tolerar la ambigüedad y la
información contradictoria (Grube, 2002). Por lo tanto, su contacto con el
arte, específicamente, el hacer arte, podría ayudar a estas personas a
desarrollar esta habilidad].
4.- Promueve orden, armonía, equilibrio, ritmo y proporción, principalmente, a
través de la interacción (...) entre la estructura formal de las distintas
manifestaciones del arte con los procesos humanos [pese a las diferencias que
existen entre ambos fenómenos]. Las características formales de la expresión
artística facilitan la experiencia de orden y organización (psicología de la Gestalt).
5.- Hace posible comprender diversos niveles de significado, de importancia para el
autoentendimiento y la comprensión de los otros. Las metáforas y símbolos pueden
orientar y dar sentido a la realidad personal y a la del mundo que nos rodea
(psicología cognitiva).
6.- Conecta la experiencia subjetiva con la realidad externa. La obra o acción
artística representa un área intermedia o de transición entre ellas y las representa a
ambas (psicoanálisis de las relaciones de objeto).
7.- Permite desarrollar destrezas y habilidades. (p. 203)
23

En cuanto a las Funciones afectivas y motivacionales de las artes, Marinovic


(1994) plantea las que se presentan a continuación:
1.- Suscita tensiones específicas en el organismo que se combinan con otras ya
existentes en éste y que facilitan un alivio común que es placentero. Marinovic (1994)
especifica que este es un planteamiento realizado desde la psicología experimental y de
orientación cognitiva.
Según Marinovic (1994), las otras funciones afectivas y motivacionales de las artes
son:
2.- Implica una interacción dinámica, afectivo- cognitiva, entre lo activo y lo pasivo,
entre dejarse coger por la obra y distanciarse de ella (psicoanálisis clínico y
psicología cognitiva). Promueve la participación emocional y la empatía a través de
diversos mecanismos tales como la identificación y la proyección. Al mismo tiempo,
es capaz de refrenarlas mediante la distancia estética, proceso inhibidor del
impulso a actuar.
3.- Provee sublimación y puede satisfacer, simultáneamente, deseos insatisfechos
y las defensas a través de los cuales ellos se controlan.(...) (psicoanálisis).
4.- Provoca gratificación narcisística. Puede reforzar la autoconfianza y mejorar la
autoestima (psicoanálisis del yo).
5.- Produce catarsis y favorece la clarificación emocional. Libera controles dentro
de un marco de actividades socialmente aceptadas y ayuda a abordar situaciones
conflictivas sin experimentar gran ansiedad (psicoanálisis y psicología clínica).
6.- Permite experimentar, dar forma e integrar sentimientos contradictorios,
vivencias irracionales e infantiles y situaciones desaprobadas socialmente. Cumple
una función articuladora de la personalidad que capacita para darle a la
experiencia un nuevo sentido (psicología y psiquiatría psicodinámicas).
7.- Favorece la tendencia a la autorrealización y el desenvolvimiento de
potencialidades humanas (psicología humanista y existencial).
8.- Satisface diversos motivos humanos, como los de: autoexpresión y creación,
comunicar y compartir experiencias, conocimiento e información, orientación y
consonancia cognitivas, logro y reconocimiento, juego y ritual, ser competente,
identidad, perdurar y trascender, interiorizar y exteriorizar valores espirituales y
estéticos. (pp. 203- 204)

Se escogieron estas funciones psicológicas de las artes planteadas por Marinovic


(1994), por considerarse relevantes para el presente estudio desde el punto de vista de
los beneficios que ofrecen a la salud mental de todo individuo.
24

Ateniéndose a las características del arte ya presentadas, sería necesario que en


la actualidad el ser humano actuara en pos de la naturaleza del arte, dándole más cabida
en el mundo, inclusive en el ámbito de la salud mental. La idea sería obtener los
beneficios de las funciones del arte, potenciarlas, y quizás explorar aquellas que aún
están latentes, lo que podría aportar al desarrollo de un ser humano más equilibrado y
satisfecho con su existencia. En esta tarea, se recurrirá a la psicología para indagar en la
posibilidad de valerse de las funciones cognoscitivas y afectivas del arte - que se pueden
englobar en lo que se denomina “el valor terapéutico del arte” (Kramer, 1982)- para
contribuir a una mejor salud mental y calidad de vida, en especial, de las personas que
tienen un trastorno mental severo. En este estudio, se escoge una disciplina específica
del arte, el arte visual, debido a las características de la población estudiada y la
información obtenida a partir de la bibliografía revisada.

5.2 Actividad plástica y salud mental

Ya se planteó el importante lugar que el arte, en general, ocupa en la vida del ser
humano y se llegó a descubrir su potencial terapéutico. Sin embargo, para cumplir con los
objetivos de la presente memoria, es necesario ocuparse específicamente, del arte visual
y la actividad plástica.
La psicología desde temprano, se ha mostrado interesada por descubrir los
misterios de las obras de arte visuales en cuanto al significado que transmiten en forma
encubierta, por ir más allá de sus cualidades estéticas, intentando llegar a la realidad
interna del artista y a las realidades universales o culturales que podrían contener en
forma latente. En esta tarea se destaca un enfoque de la psicología, el psicoanálisis, que
desde su surgimiento con Sigmund Freud, estuvo muy relacionado a los ámbitos del arte
y el pensamiento. Esto se puede explicar con el hecho que señala el arte- terapeuta
Daniel Malpartida (2003, Enero) y que se refiere a que el psicoanálisis nace a fines del
siglo XIX en Europa, época en la que se estaba viviendo una gran actividad cultural. Aquí
es posible encontrar a ciertas personalidades geniales del ámbito artístico como Brahms,
Anton Von Webern, Strauss, Schubert, el pintor Klimt, el arquitecto Adolf Loos, Emil Nolde
y Edvard Munch, entre otros. Florecía el movimiento artístico denominado expresionismo,
donde las obras de arte producidas presentaban un predominio del sentimiento por sobre
el pensamiento. Este hecho se hacía más patente en las artes visuales, donde “el artista
25

utiliza su medio no para describir situaciones, sino para expresar emociones” (Denvir,
1975, p. 3). En este contexto cultural es posible situar al psicoanalista Sigmund Freud,
quien siempre se interesó por el tema de las imágenes como un medio de representación
de la realidad psíquica del sujeto y en el arte, como una manera de acceder a los
impulsos e intenciones del artista que creó una determinada obra de arte, a través de su
interpretación. Claramente, se ve una influencia mutua entre el movimiento expresionista
y los pensamientos de Freud, lo que da cuenta de la naturaleza social del arte. En
general, se trataba de una época (fines del siglo XIX y principios del siglo XX) en la que
existía una revuelta contra el racionalismo y un consiguiente cultivo de la sensibilidad, la
cual tuvo su máximo desarrollo en el arte, específicamente, en el movimiento
expresionista. En las obras de los artistas expresionistas, se intentaban proyectar sus
experiencias interiores, que por lo general, se relacionaban con temáticas místicas,
angustiosas o líricas (Denvir, 1975). De este modo, logran dar al instinto un sitio
importante dentro de las artes visuales, principalmente. Además, estos artistas se
independizan del mundo visible, dándole al inconsciente freudiano una nueva relevancia
en el acto creador. La espontaneidad, el rechazo de la visión consciente, el caos del
inconsciente, la estructura indiferenciada de la percepción subliminal son consideradas
como virtudes en el arte visual y por sobre todo, las fuentes verdaderas de la creatividad
(Denvir, 1975). Así, el expresionismo es relevante para el presente estudio, debido a que
flexibiliza los límites de lo que es llamado arte. Por tanto, una persona que sufre un
trastorno mental severo podría acceder, por ejemplo, a la elaboración de una pintura,
utilizando los colores y formas para expresar (consciente o inconscientemente) algún
aspecto de sus vivencias internas. De este modo, se podría beneficiar de las funciones
psicológicas (potencial terapéutico) que el arte en general, encierra y que ya fueron
descritas en esta memoria. Además, durante esta época, personas cercanas a la esfera
del arte, junto a personajes más bien pertenecientes al ambiente de la salud mental,
comienzan a gestar lo que hacia mediados del siglo XX en Europa se conoció como “Arte
Bruto” (Soledad Prado & Joseph Gómez, 2001). Este concepto, según Soledad Prado y
Joseph Gómez (2001), designaba lo contrario de lo que se entendía como Artes
Culturales. Por tanto, consideraba dentro de sus producciones aquellas realizadas por
internos de los hospitales psiquiátricos, por los niños, por los pueblos primitivos y
personas periféricas o marginadas de la sociedad. Fue así, como el Arte Bruto modificó
los juicios de valor acerca de la función social y psicológica del arte. “Desde entonces, la
función terapéutica quedó unida a la función estética, y la función artístico- creativa
26

estrechamente vinculada a la construcción de la salud mental y social” (Soledad Prado &


Joseph Gómez, 2001, p. 1- 2).
De este modo, la psicología se fue relacionando con el mundo del arte y como ya
se ha dicho, el psicoanálisis ha sido una de sus corrientes más interesadas en las
producciones artísticas de personas con trastornos mentales. De este modo, Freud
siempre asoció las modalidades de pensamiento no verbales o simbólicas con los
procesos primarios del aparato psíquico, cercanos al inconsciente del individuo, a los
cuales relacionó con la regresión, la neurosis y la mala salud. Por esta razón, nunca pudo
liberarse de la idea de que el arte se hallaba del lado de la enfermedad o, en el mejor de
los casos, era una incómoda defensa contra ella (Fuller, 1987). Pero, psicoanalistas
menos tradicionales y más recientes han llegado a considerar que los procesos primarios
y los procesos secundarios (relacionados con modalidades de pensamiento verbal,
racional y analítico) son complementarios y no opuestos. Así, llegan a decir que ambos
procesos poseen un carácter adaptativo y son necesarios para una vida creativa y
saludable.
Dichas ideas innovadoras surgieron a partir de investigaciones realizadas por
estos psicoanalistas posteriores a Freud y por algunos contemporáneos a él, que se
interesaron por el tema de la introducción del arte visual en psicoterapia. Así, Anna Freud
mostró su entusiasmo por la relación entre el arte, las imágenes y la práctica
psicoanalítica. De este modo, en La técnica del análisis del niño (1927) sostiene que una
futura técnica de ayuda, que además del uso de los sueños y ensoñaciones empieza a
destacarse en muchos de sus análisis de niños, es el dibujo, que en varios casos tomó el
lugar del resto de las formas de comunicación. Por lo tanto, ella comenzó a interpretar
estos dibujos de sus pacientes, en los que se repetiría y completaría el material de los
sueños y sueños diurnos (Malpartida, 2003, Enero).
Otra psicoanalista interesada en el tema de las imágenes fue Melanie Klein, quien
también realizó aportes importantes en esta línea, al asignarle efectos psicoterapéuticos
al dibujo, al juego y a la pintura. Ella integra a la psicoterapia infantil a través del juego
que realizaba, la actividad plástica como medio de expresión simbólica y como lenguaje
más propio de los niños (Malpartida, 2003, Enero).
Carl Jung, psicoterapeuta que en sus inicios fue seguidor del psicoanálisis, pero
que más tarde elabora sus propias teorías acerca de la naturaleza humana y que
configuran la llamada psicología analítica o psicología jungiana, también demostró interés
por el mundo de las imágenes, el arte y los símbolos. Carl Jung, además de
27

psicoterapeuta fue escultor, dibujante y en ocasiones pintor. Jung le solicitaba a algunos


de sus pacientes que pintaran o dibujaran sus sueños. La imaginación activa es una
técnica que Jung utilizaba para acceder al inconsciente del paciente y Hostie (1968 citado
en Araya, Correa & Sánchez, 1990) la describe como:
el método por el cual Jung pide al paciente que dibuje o pinte, dejándose llevar por
la inspiración, sin coacción alguna. No entra en cuestión el valor artístico. Sólo se
le solicita que observe cómo realiza su obra. ¿Por qué elige tal o cual color? ¿Por
qué adopta determinada forma? ¿Cómo reacciona durante su trabajo? ¿Qué
piensa a posteriori? Ese mismo trabajo puede repetirse en el curso de semanas,
meses o años, de manera que la evolución de los sucesivos dibujos se torna tan
reveladora como la de los sueños en serie. (p. 91)

Todas estas ideas e investigaciones, fueron un incentivo para que muchos


psicoterapeutas llegaran a descubrir que el lenguaje verbal no siempre era el más
adecuado para ciertos pacientes. Así, las imágenes en general y el hacer arte en
particular, podrían funcionar como expresión y representación de aquello que no es
posible pensar o decir con palabras. De este modo, paulatinamente, se va abriendo paso
a la utilización del arte visual en el proceso psicoterapéutico, derivando en una nueva
disciplina: el arte- terapia o terapia artística, en la que se consagra la entrada del arte
visual (principalmente) en un contexto terapéutico o de tratamiento (Dalley, 1987).
Por su parte, la arte- terapeuta Mimí Marinovic (1994, Enero- Marzo) plantea
desde la psicología las características de las artes visuales. Dice que estas dan forma y
simbolizan sentimientos, pensamientos y conflictos de los individuos en productos
visuales concretos. Además, Marinovic (1994, Enero- Marzo) sostiene que:
En especial, la pintura, el dibujo y la escultura son testimonios autobiográficos
duraderos que no cambian y que pueden permanecer como manifestación u objeto
transicional tangible, trascendiendo la existencia de su autor individual, comunidad,
cultura o época. Implican un trabajo consciente de manipulación física de
materiales, los que el artista debe controlar para comunicar su intención. (...) Las
características señaladas pueden reforzar el sentido de control, la autoestima y
gratificar la necesidad de perdurar, junto a otros impulsos ligados a aspectos
específicos del medio particular de que se trate. A través de colores, formas
volúmenes y más cualidades de la plástica, se clarifican experiencias internas
difíciles de articular, comunicar y enfrentar por otros medios. (p. 204- 205)
28

Aquí, esta autora insinúa lo que podría llamarse las funciones psicológicas
específicas del arte visual, sobre todo para quien elabora una obra de arte. Estas podrían
cobrar especial importancia en personas que padecen un TMS y que por lo mismo,
experimentan intensos sentimientos de sufrimiento, descontrol, angustia y desconfianza,
porque el síndrome o patrón comportamental o psicológico que presentan estas personas,
se asocian a un malestar, a una discapacidad o a un riesgo significativamente aumentado
de morir o de sufrir dolor, discapacidad o pérdida de libertad (Manual Diagnóstico y
Estadístico de los Trastornos Mentales [DSM- IV], 1995), todo lo cual, es llevado a un
extremo en estos casos. Por tanto, el arte visual se presentaría como una forma no verbal
de expresión que finalmente, ayudaría a neutralizar los malestares asociados al TMS que
padecen, es decir, como una vía de acercamiento a una mejor salud mental y bienestar.
Los autores presentados, coinciden en que las imágenes visuales presentes en el
arte visual, tienen la capacidad de comunicar, de transmitir parte del mundo interno del
sujeto que las crea, sobre todo lo que permanece oculto y que además es difícil de tolerar
y expresar verbalmente (más aún en el caso de pacientes con trastornos mentales
severos [TMS]). Todo ello ocurre, a través de un material perdurable en el tiempo, que
deja testimonio de la experiencia del individuo y de su self (Schaverien, 1997). Por lo
tanto, las imágenes tendrían el potencial inherente de expresar o dar cuerpo a las partes
no deseadas (por el yo) de la mente (Schaverien, 1991 citado en Seth Smith, 1997). Esto
se hace más evidente en las obras visuales de pacientes con TMS, puesto que en su
intento por despojarse y estar libre de estas partes de sí mismos, llegan a manifestar
repugnancia por sus trabajos e incluso deseos de destruirlos. Pero, lo que puede animar a
estos pacientes a mantener su obra, es que los aspectos abrumadores manifestados en
ella, “pueden ser mitigados por otros factores dentro de la imagen [generalmente,
positivos] que aparecen y son sentidos por el creador como presentes en otros trabajos”
(Seth- Smith, 1997, p. 94).
Por tanto, se puede decir que las imágenes visuales constituyen un espejo donde
el sujeto se puede encontrar y definir a sí mismo. Según Seth- Smith (1997), en el trabajo
artístico visual de personas con algún trastorno mental severo, existen representaciones
de diferentes niveles (concreto, simbólico, inconsciente) y distintas facetas de la
personalidad (y de la experiencia) que no han sido integradas y que no pueden ser
expresadas a través del lenguaje verbal por esta población. Estos niveles coexisten, pero
no necesariamente interactúan en este tipo de pacientes y cuando es posible la
interacción entre dichos niveles y entre los elementos de la personalidad, puede llegar a
29

producir crecimiento psicológico e insigth en estas personas. Para lograr esta interacción,
Seth Smith (1997) plantea la necesidad de un ambiente contenedor y seguro. Este
ambiente es propio del setting psicoterapéutico y la relación terapéutica tradicional, el cual
en arte- terapia dirigida a personas con TMS, se utiliza y enfatiza.
Las imágenes se convierten en una valiosa alternativa de comunicación para
aquellas personas que manifiestan problemas en el ámbito del lenguaje verbal, como es
el caso de quienes padecen un trastorno mental severo (TMS), construyendo un puente
entre aquella experiencia personal que no está mediada y lo “otro” (Schaverien, 1997).
Sobre todo, en un contexto de tratamiento, el objeto de arte visual tendría una función
mediadora importante en el espacio terapéutico que se encuentra entre paciente y
terapeuta. De este modo, el paciente con algún trastorno mental severo, se relacionaría
con un “otro” (el terapeuta) a través de un objeto mediador, lo que de otra forma podría
ser extremadamente amenazador para éste (Schaverien, 1997).

5.2.1. El simbolismo de las imágenes. En personas que “no” se encuentran


severamente afectadas en su salud mental, generalmente, las imágenes visuales
establecen una manera de comunicación simbólica que se vale de las metáforas para
transmitir emociones, pensamientos, estados de ánimo, intenciones, etc. (Dalley, 1987). El
arte- terapeuta John Henzell (1987), en uno de sus escritos intenta demostrar que los
pensamientos y sentimientos humanos encuentran su más completa expresión a través
de modalidades simbólicas más metafóricas y no discursivas. Es a esta expresión
simbólica (imágenes simbólicas que poseen un sentido para el paciente) que utiliza la
metáfora, donde finalmente, conduciría la elaboración de obras plásticas en pacientes con
trastornos mentales severos y que, como se ha visto, la presencia de un contexto seguro
y contenedor es fundamental para lograrlo. Sin embargo, este fenómeno podría darse a
largo plazo en términos psicoterapéuticos (Seth- Smith, 1997).
Se trata de un proceso que tendría lugar en arte- terapia con TMS, al fomentarse la
capacidad de simbolización a través de la creación de una obra plástica, lo que a su vez
promueve la fuerza del yo de estos pacientes. Sin embargo, las intervenciones del
terapeuta necesitan centrarse en la contención y el apoyo ambiental, ya que la capacidad
de simbolización se encuentra muy deteriorada en quienes tienen TMS (Greenwood,
1997). Por lo tanto, en este contexto, las imágenes producidas por estos pacientes no
servirían para propósitos simbólicos hasta que una relación contenedora se haya
establecido entre paciente y terapeuta (Greenwood; Killick, 1997). Entonces, inicialmente,
30

es mejor que el arte- terapeuta se abstenga de ligar el contenido de las imágenes


producidas por el paciente, con su significado, puesto que puede resultar muy
amenazante para él. Es que en esta etapa, la obra plástica realizada por el paciente aún
no se vincula a un proceso de comunicación, sino más bien contiene sentimientos y
contenidos mentales intolerables para el paciente (Killick, 1997 citada en Reyes, 2003).

5.3 Creatividad y proceso creador en la enfermedad mental severa

5.3.1. Entendiendo la creatividad y el proceso creador. En primer lugar, es necesario


recordar que dentro del ámbito del arte, está inmerso el proceso creador, el cual se
posibilita gracias a la creatividad que se despierta en el individuo que llega a elaborar una
obra plástica (De la Llera & Guibert, 2000, mayo- junio). En arte- terapia enfocada a
personas con algún trastorno mental, se utiliza el arte y los procesos que encierra y
moviliza, como la creatividad y el proceso creador. Por lo tanto, es muy importante
establecer las características de dichos procesos, para finalmente, entender el
funcionamiento del arte- terapia con individuos severamente afectados en su salud
mental, tema específico que convoca a esta memoria. De esta manera, se escoge como
punto de partida al psicoanalista francés Didier Anzieu (1993), quien llega a definir la
creatividad como “un conjunto de predisposiciones del carácter y del espíritu que pueden
cultivarse y que si bien no se encuentran en todo el mundo, como tienden a hacerlo creer
ciertas ideologías que durante cierto tiempo estuvieron de moda, sí por lo menos en
muchos” (pp. 23- 24). En esta noción acerca de la creatividad, es posible encontrar
aspectos que apuntan hacia una característica latente que está en casi todos los seres
humanos. Sin embargo, aún se estaría hablando de un fenómeno exclusivo de un grupo
de personas, por lo que no parece ser la concepción más adecuada para esta memoria.
Mucho más cercano a los objetivos de ésta, es la definición de Donald Winnicott (2000) de
creatividad, que sin ser tan diferente de lo que plantea Anzieu (1993), es más amplia y
completa. De este modo, Winnicott (2000) considera que la creatividad es un universal, al
corresponder a la condición de estar vivo. Tiene que ver con la característica de vivacidad
de algunos animales, así como también de los seres humanos, siendo más significativa
en estos últimos debido a la capacidad intelectual superior que poseen. Así, Winnicott
(2000) dice que la creatividad se refiere al enfoque de la realidad exterior por el sujeto
humano y que:
31

si se da por supuesta una capacidad cerebral razonable, una inteligencia suficiente


para permitir al individuo convertiste en una persona que vive y participa en la vida
de la comunidad, todo lo que produce es creativo, salvo en la medida en que el
individuo está enfermo o se encuentra frenado por factores ambientales en
desarrollo que ahogan sus procesos creadores. (pp. 96-97)

Pero, según este autor, en condiciones desfavorables para el individuo, como en el


caso de la enfermedad mental, la creatividad no desaparece por completo sino que se
encuentra oculta sin dar señales de existencia. Sin embargo, Winnicott (2000) da a
entender que no en todas las personas que sufren una enfermedad mental, ocurre este
repliegue de la creatividad, puesto que algunas de ellas podrían acceder a un vivir
creador. Por lo tanto, remitiéndose al caso de los trastornos mentales severos, en este
grupo se pueden encontrar personas cuya creatividad se halla oculta dentro de sí (pero no
ausente) y personas que son capaces de ver el mundo con mirada creadora a pesar de
padecer una enfermedad mental.
El psicoterapeuta humanista Abraham Maslow (1989), posee una concepción
acerca de la creatividad que es muy similar a la que sostiene Winnicott (2000). Al
respecto, dice que “parece como si estuviéramos tratando de una característica
fundamental e inherente a la naturaleza humana, de una potencialidad innata que a
menudo se pierde, entierra o inhibe a medida que la persona es sometida al proceso de
culturización” (Maslow, 1989, p.191). Así, para este autor la creatividad se podría
manifestar incluso en los hechos ordinarios de la vida, como por ejemplo, en un cierto tipo
de humor, en la manera que tiene una dueña de casa de administrar su hogar, en la forma
de enseñar de un profesor, etc. Es que Maslow (1989) se refiere a este tipo de creatividad
como aquella que difiere de la creatividad debida a un talento especial, por lo que
constituiría “la herencia universal de todo ser humano al nacer y que parece variar
paralelamente a la salud psíquica” (p. 188). Por lo tanto, se sostiene la idea de una
creatividad que es más menos independiente de la salud mental del individuo, por lo que
es posible suponer, que una persona que sufre un trastorno mental severo podría ser
capaz de expresarse creativamente. Pero, este planteamiento no es posible de
generalizar, puesto que puede suceder que alguien que padece un trastorno mental grave
no logre mostrarse creativo.
El arte- terapeuta que trabaja en Chile, Daniel Malpartida (2005), reafirma desde
una mirada más contemporánea las ideas de Winnicott (2000) y Maslow (1989). Él
tampoco cree que la creatividad sea exclusiva de los creadores destacados o llamados
32

artistas (sean artistas visuales, escritores, bailarines o intelectuales), sino que plantea que
ésta es inherente al ser humano y por lo tanto, está presente en todos los individuos
desde su nacimiento. Sin embargo, enfatiza algo más que cobra gran relevancia en el
contexto del presente estudio, al plantear que la creatividad “está más allá del hecho
psicopatológico, el hecho psicosomático o el fenómeno patológico de origen orgánico” (p.
218). Por tanto, Malpartida (2005) permite reafirmar lo previamente expuesto, ya que esa
creatividad propia del ser humano, permanecería junto a él siempre, incluso en el caso de
padecer una enfermedad mental, puesto que esta circunstancia podría tomarse como una
oportunidad para que la creatividad florezca y junto con ello, beneficiarse de sus
propiedades. Es así, como Malpartida (2005) habla de la enfermedad, en general, como
núcleo de la creatividad.
Ahora, es necesario desarrollar lo que se entenderá por proceso creador.
Entonces, basándose en Winnicott (2000) se dirá que cuando la parte creativa que todo
ser humano posee, es reconocida y participa de la vida del individuo, es posible que el
proceso creador tenga lugar, es decir, que una obra de arte sea elaborada.
El psicoanalista Didier Anzieu (1993), tomando como referencia el trabajo de René
Kaës (1979) y en el que Anzieu fue colaborador, menciona que una alternativa de superar
una crisis interna del individuo es, precisamente, el proceso creador o la creación.
Además, precisa que el individuo estaría destinado a la experiencia de la crisis durante su
vida, pero también estaría destinado a su superación creadora. Así, desde pequeño
inventaría la manipulación de los objetos y de las palabras, incluso cuando le son
brindados desde el mundo externo, lo que para Winnicott (2000) sería la creación de un
objeto transicional a partir de lo que le es puesto a disposición por el entorno. Todo ello
ocurriría en lo que Winnicott (2000) denomina espacio potencial, es decir, en una zona
intermedia que existe entre el individuo (al principio el bebé) y el ambiente (al principio la
madre). En esta zona es posible el vivir creador del individuo, cuya primera manifestación
es el juego del niño para luego albergar a la experiencia cultural y al proceso creador. Se
trata de una zona de ilusión, “no discutida respecto de su pertenencia a una realidad
interna o exterior (compartida)“ (Winnicott, 2000, p. 32). Por lo tanto, puede proporcionar
alivio a la tensión que conlleva la tarea de aceptar la realidad que comienza en la
temprana infancia del ser humano y que, según Winnicott (2000), nunca queda terminada.
Entonces, para Anzieu (1993) la condición necesaria de la superación creadora de
una crisis en el sujeto, es la recreación del espacio potencial winnicottiano. Esto podría
ser logrado, siguiendo algunas ideas de Winnicott (1954, citado en Bleichmar & L. de
33

Bleichmar, 1997), al interior de un contexto terapéutico a través, en primera instancia, de


una relación paciente- terapeuta basada en la confiabilidad y comprensión. Llevando todo
esto al ámbito del arte- terapia, es posible divisar su relevancia, puesto que en esta clase
de terapia (y más aún, cuando se trabaja con personas con TMS) se intentaría establecer
una relación con estas características. Así, se brindaría un espacio potencial en el cual, el
paciente pueda mostrarse creador a través del uso, también creador, de objetos y
materiales. Sin embargo, para Anzieu (1993), la recreación de este espacio potencial
sería la condición necesaria, pero no suficiente de superación de una crisis a través del
trabajo creador. La condición suficiente sería el restablecimiento de ciertas funciones que
son ejercidas primero por personas del entorno (que podría ser el terapeuta, por ejemplo)
y que el sujeto en crisis logra reapropiárselas. Algunas de estas funciones serían las
siguientes: “(...) contenedor de sensaciones- afectos– imágenes angustiantes, (...) de
reenvío en espejo del placer experimentado, de simbolización y de semiotización
progresivas” (Anzieu, 1993, p. 29).
De esta forma, si se logran dar las dos condiciones mencionadas, podría ocurrir la
solución creadora de alguna crisis interna que experimente el individuo, crisis que en el
actual estudio, se traduciría en un desequilibrio psíquico, el cual se presenta en toda
enfermedad mental severa. Por lo tanto, es inevitable relacionar esta solución creadora de
la que habla Anzieu (1993) con el arte- terapia o terapia artística en trastornos mentales
severos, ya que en ella se fomenta cautelosamente y paulatinamente, la ocurrencia de
procesos creadores en el paciente. Todo ello, con el fin de crear objetos de arte que
permitan contener y ordenar sus intensos sentimientos y caóticos pensamientos. En estos
casos, el arte- terapia se centra en una relación terapéutica contenedora y confiable que
permita que se exprese la creatividad del paciente y junto con ello, surja la sensación de
un mayor bienestar psíquico (Reyes, 2003).
Sin embargo, es necesario mencionar que la creatividad y el proceso creador son
fenómenos que implican una tolerancia a la ambigüedad en quien los experimenta
(persona que elabora una obra de arte visual), es decir, tener la capacidad de tolerar
información contradictoria e incalculable (Grube, 2002). El problema que plantea Grube
(2002), es que las personas con trastornos mentales severos (TMS) tienden a la rigidez
del pensamiento y de las emociones, por lo que su habilidad para tolerar la ambigüedad
es baja. Este hecho no significa que el incentivo de la creatividad en esta población sea
nocivo, sino más bien, que debe realizarse en forma cuidadosa por personas
correctamente entrenadas en el tema de la creatividad y los procesos creadores en la
34

enfermedad mental. Precisamente, en arte- terapia con personas que tienen TMS, se
debiera preparar responsablemente el terreno para que la creatividad del paciente pueda
desplegarse en el momento apropiado, en un ambiente seguro y contenedor que lo ayude
a soportar la ambigüedad propia de los trabajos creativos, donde la relación que el
terapeuta establezca con el paciente y su obra, es esencial.

5.3.2. Cuando el individuo con algún trastorno mental severo logra crear una obra
plástica. ¿Qué es lo que sucede en el paciente a nivel físico y psíquico cuando llega a
elaborar una obra plástica? Según la terapeuta de arte argentina Patricia Pellizari (1999,
Septiembre), cuando el paciente llega a sumergirse en el proceso creador, alcanza
contactarse con el cuerpo, con las emociones, puesto que se trata de una experiencia
sensible, de una experiencia que toca al cuerpo. En nuestro país, el arte- terapeuta Daniel
Malpartida (2003, Enero) sigue en la misma línea diciendo que “el hacer arte es una
actividad que compromete a todo el cuerpo. (...) hacer arte es la actividad en la que
construimos, destruimos, mezclamos, separamos, pegamos, dibujamos, borroneamos,
rayamos o garabateamos” (p. 12). Entonces, se puede decir que una persona con un
trastorno mental severo que elabora una obra plástica, podría tomar un mayor contacto
con su cuerpo. Es decir, lograría conectarse con parte de su yo (yo corporal, Anzieu,
1993), el cual en estos casos no posee límites definidos, derivando en una incapacidad
para distinguir la realidad interna de la realidad externa (Reyes, 2003). Por tanto, a modo
de hipótesis podría decirse que, este fenómeno ocurrido en medio del proceso creador,
podría ayudar a quienes tienen un trastorno mental severo a delimitar y fortalecer su yo.
También, en la persona que elabora una obra plástica se recapitulan dos aspectos,
el principio del placer y el de realidad, entre otras cosas (Anzieu, 1993). Esto se lograría,
siguiendo a Winnicott (2000), a través de la creación de una obra de arte en el terreno del
espacio potencial, donde el individuo manipula materiales de la realidad exterior
compartida, al servicio de algún aspecto de su realidad interna. Es decir, en el proceso
creador se integra lo primitivo (el ello) con los procesos lógicos, de lo que resulta una
síntesis donde lo nuevo y lo inesperado emerge (Arieti, 1976 citado en Greenwood, 1997).
Es a lo que se pretende llegar a lo largo del proceso arte- terapéutico con personas que
poseen trastornos mentales severos. Estas personas, según Arieti (1976), tienen un
especial acceso a los procesos primarios, pero no logran combinarlos con los procesos
secundarios con propósitos creativos. Este objetivo, como ya se ha visto, debe ser
35

cuidadosamente alcanzado, respetando los tiempos del paciente para tolerar los
productos de su propia creatividad.
Por otro lado, siguiendo a Anzieu (1993), se dirá que en el trabajo creador, el
sujeto casi siempre toma materiales para su obra de ciertos procesos o estados de su
psiquismo que experimenta en el mismo proceso creador, o los saca de regiones –
fronteras del self que hasta ese momento habían permanecido desconectadas de todo
pensamiento o comportamiento del sujeto. Por su parte, Daniel Malpartida (2003, Enero),
plantea que el proceso creador permite que el sujeto aumente sus sentimientos de
identidad yoica y llegue a decir: esto que hago soy yo; este color soy yo, me representa;
en esta obra estoy yo, etc. Por tanto, incentivar cautelosamente el proceso creador en
personas que tienen un trastorno mental severo, mejoraría el contacto con sus propias
emociones, pensamientos y los ayudaría a delimitar e integrar el yo o ego.
De esta manera, se concluye la revisión y análisis de los fundamentos teóricos que
más adecuadamente, sustentan y explican el arte- terapia enfocada a personas que
padecen TMS. A partir de todo lo expuesto, es posible decir que se han llegado a revelar
las cualidades terapéuticas que posee el proceso creador (o hacer arte) para quienes
sufren trastornos mentales severos. Estas cualidades derivarían de las funciones
psicológicas que las artes, en general, desempeñan en el ser humano (tanto en su rol de
receptor como de actor) y que logran desplegarse y concretarse en el proceso de hacer
arte o de elaborar una obra de arte. Esto sucede además, porque en el proceso creador,
la creatividad, intrínseca a todo individuo y fundamental en todo procedimiento de cambio,
tiene un papel protagónico al elaborar una obra de arte visual. Según se ha visto, el
proceso creador en el caso de personas con TMS, necesitaría de un entorno adecuado y
contenedor para que se instale sin amenazar al yo del paciente. Si esto ocurre, el proceso
creador lograría que el paciente se conecte mejor con su yo corporal y estimular su
mermada capacidad de simbolismo. El lenguaje utilizado para ello son las imágenes que
constituyen una forma de comunicación no verbal que facilitaría la expresión y contención
del mundo interno de quien padece un TMS y que por lo mismo, presenta graves
dificultades en la comunicación verbal.
Todos los aspectos señalados son los conceptos teóricos fundamentales del arte-
terapia con TMS.
36

VI. ¿QUÉ ES EL ARTE- TERAPIA CON PERSONAS QUE PADECEN UN TRASTORNO


MENTAL SEVERO?

6.1 La historia del arte- terapia con TMS

La terapia artística dirigida a personas con TMS, comparte la definición y los


orígenes históricos del arte- terapia en general, sólo que la población con la que trabaja
permite que se diferencie en asuntos más específicos (como la técnica y objetivos) y
enfrente ciertas dificultades que le son propias.
La arte- terapeuta británica Chris Wood (1997), en uno de sus escritos, entrega
una visión histórica sobre lo que se ha hecho en terapia artística con personas que
padecen trastornos mentales severos en Europa, en particular, en Inglaterra. En el actual
estudio, se considerará esta revisión de Wood, que pese a situarse en una sola región del
mundo, puede servir como una referencia válida para entender el desarrollo de la terapia
artística con población gravemente afectada en su salud mental. Esto porque, es en
Inglaterra donde principalmente, esta actividad específica comienza a tener lugar con
mayor intensidad en el sistema público de salud, así como también la bibliografía
relacionada con esta práctica. Además, la elección responde a razones prácticas que
apuntan a la bibliografía que efectivamente, fue asequible para la autora de esta memoria.
En primer lugar, Wood (1997) plantea que la historia del arte –terapia y trastornos
mentales severos (TMS) no está muy bien documentada, sin embargo, es posible
identificar tres períodos fundamentales de su desarrollo en Gran Bretaña. Así, esta arte-
terapeuta considera que el primer período se extiende desde el término de los años 30
hasta finales de los 50, cuando las primeras ideas sobre el uso del arte como terapia
comienzan a emerger en el entorno hospitalario. Wood (1997) destaca que, en general,
en los escritos de los arte- terapeutas de este primer período, se evidencia una insistencia
por “estar” con el paciente, por muy perturbado que se encuentre. El “respeto” hacia estas
personas, se percibe como una idea importante, sobre todo teniendo en cuenta el daño
que sufren a causa de la estigmatización. También, en este período se centran en el
poderoso medio de expresión que el arte- terapia puede ofrecerles a los pacientes
gravemente perturbados en su salud mental.
El segundo período lo ubica entre el inicio de los años 60 y finales de los 70,
donde se crea la British Association of Art Therapist (Asociación Británica de Arte-
37

Terapeutas). Además, muchos arte- terapeutas se transforman en aliados del movimiento


de la antipsiquiatría y de la escuela humanista de psicoterapia. Todo ello, en un intento
por combatir algunos de los alienantes efectos de las instituciones psiquiátricas en los
pacientes internos en ellas. Así, el arte- terapia en este tiempo pretendió ser un asilo
dentro de un asilo (Wood, 1997).
Finalmente, para Wood (1997), el tercer período comienza en los primeros años de
los 80 y continúa hasta la mitad de los años 90. En este último período, los arte-
terapeutas experimentan muchos cambios en la legislación del sector público, además de
la creciente profesionalización de su trabajo y de una más evidente vinculación con los
modelos provenientes del psicoanálisis, la psicoterapia y los procesos grupales. También
en esta etapa, la cuestión de la técnica utilizada en arte- terapia fue un tema importante
de discusión y análisis. La autora de esta memoria, deduce que probablemente, se trata
de un período que se extiende hasta la actualidad.
De esta forma, el arte- terapia dirigido a pacientes con trastornos mentales severos
(TMS) se fue consolidando y capaz de llegar hasta el día de hoy como una posibilidad de
tratamiento más humano, cuidadoso, respetuoso y capaz de otorgar beneficios a estas
personas. ¿Cuáles son específicamente estos beneficios?, es una pregunta que intentará
despejarse en apartados siguientes de esta memoria.

6.2 Aspectos generales del arte- terapia como tratamiento en salud mental y
rehabilitación psicosocial para pacientes con TMS

Como ya se ha mencionado, el arte- terapia o terapia artística enfocada hacia


personas que tienen un trastorno mental severo (TMS), cubre una serie de necesidades
propias de esta población. Una de ellas, es la que dice relación con la atención y
tratamiento de la salud mental, en la cual la psicoterapia o la terapia de apoyo llevada a
cabo con estos pacientes, tiene un rol importante como complemento del tratamiento
farmacológico de éstos. Según la arte- terapeuta Helen Greenwood (1997), la terapia
artística con personas severamente afectadas en su salud mental, pasaría a ubicarse en
el territorio de la terapia de apoyo, en la cual la contención y el sostén de los pacientes
pasan a jugar un rol fundamental.
Generalmente, la terapia de apoyo es considerada como la forma más sencilla de
psicoterapia (Organización Mundial de la Salud [OMS], 2001), practicada en su mayoría,
38

por personal subalterno de los servicios psiquiátricos. Sin embargo, la arte- terapeuta
Greenwood (1997) menciona que Hartland (1991) logra valorar la terapia de apoyo y
establecer la gran habilidad necesaria para realizarla. Hartland, plantea la existencia de
un continuo de la psicoterapia, cuyos polos estarían ocupados por la psicoterapia
dinámica o expresiva, en un extremo, y la terapia de apoyo en el otro. Por lo tanto, no se
trataría de entidades separadas, sino que más bien, la terapia de apoyo sería la base
necesaria de toda clase de psicoterapia, la plataforma que hace posible todas las técnicas
psicoterapéuticas (Figueroa, 2006, Enero- Marzo). La definición que entrega Hartland
(1991) acerca de la terapia de apoyo dice que: “es dirigida a largo plazo para potenciar al
máximo las fortalezas del paciente; restaurando su equilibrio psicológico y
reconociéndolo, pero tratando de minimizar la dependencia hacia el terapeuta” (p. 214
citado en Greenwood, 1997). Por tanto, la clave es suministrar una relación actual
consistente al paciente, tratando de equilibrar este aspecto con el incentivo hacia una
posición de más independencia. Es una tarea compleja que puede tardar muchos años y
que generalmente, se propone en el caso de pacientes con TMS. Porque, según Figueroa
(2006, Enero- Marzo), así como existe un continuo para los tipos de psicoterapia, también
existiría en paralelo, un continuo para las enfermedades mentales, donde uno de los
extremos estaría ocupado por las afecciones más simples, y el otro por enfermedades
más graves. De este modo, en el caso de trastornos “menos” severos, sería más
adecuada una psicoterapia dinámica o expresiva que aborde los conflictos del paciente,
mientras que para los trastornos mentales severos (TMS), se recomienda una terapia de
apoyo que se encargue de las limitaciones del paciente. Es por ello, que en la terapia de
apoyo, se tratan de manejar y entender las defensas del paciente, más que interpretarlas.
Además, en esta terapia, por medio de la empatía y de reflejar comprensión, estas
defensas pueden llegar a ser menos patológicas. En general, los ejes centrales de esta
intervención son: definir la autoestima, las funciones del ego y las habilidades adaptativas
del paciente (Reyes, 2003).
Ahora bien, así como el arte- terapia enfocada a personas con algún TMS,
satisface sus necesidades relacionadas con la atención y tratamiento en salud mental,
paralelamente, también cubre aquellas necesidades vinculadas a la rehabilitación
psicosocial y apoyo a la integración social de este grupo. En este plano, las
intervenciones se centran en estimular o desarrollar facultades en los pacientes que les
permitan fomentar una autoimagen positiva, generalmente muy mermada en ellos
producto de la enfermedad. Además, en el área de la rehabilitación, se pretende promover
39

la interacción social en estos pacientes y así compensar la conducta alienada que


presenta la mayoría de ellos. Por último, el desarrollo de la concentración en la realización
de ciertas tareas, es importante de promover en la rehabilitación de los pacientes con
TMS a través del establecimiento de objetivos interesantes y atractivos para ellos
(Charlton, 1987). El arte- terapia enfocada a personas que padecen algún TMS, logra
cubrir los aspectos mencionados relacionados a la rehabilitación psicosocial y apoyo a la
integración social de ellos, mediante la elaboración de un objeto de arte visual en un
entorno seguro y capaz de contener sus ansiedades intensas. Generalmente, cuando esta
intervención se centra en la rehabilitación de los pacientes con TMS, se realiza en las
etapas más estables del trastorno, superada la fase aguda, cuando el paciente presenta
menos sintomatología, pero manifiesta el deterioro propio de la enfermedad que lo limita
para reintegrarse a sus actividades habituales y a la sociedad (AEN, 2002). Sin embargo,
a partir de la bibliografía revisada, es posible decir que la rehabilitación puede llevarse a
cabo paralelamente a intervenciones arte- terapéuticas enfocadas en la atención y
tratamiento de estas personas. Así, el arte- terapia se instala como una intervención
bastante completa para quienes padecen algún TMS, logrando atender necesidades
propias de estas enfermedades en distintas etapas de su evolución.

Sesión grupal de arte- terapia con personas con TMS.


40

VII. PUBLICACIONES RECIENTES RELACIONADAS CON LOS EFECTOS


TERAPÉUTICOS DEL ARTE- TERAPIA CON TMS

7.1 Efecto Terapéutico. Definición

Es necesario clarificar lo que se entenderá por efecto terapéutico en el marco del


arte- terapia con TMS. La definición escogida es la siguiente: se denominará efecto
terapéutico a todo aquel resultado de una intervención terapéutica dirigida a un individuo y
que repercuta en la salud mental de éste (Goldie, 2006, Marzo).
En esta memoria, la intervención estudiada es el arte- terapia o terapia artística
(que utiliza la actividad plástica) y la población elegida está constituida por las personas
adultas que padecen algún trastorno mental severo (TMS).
La hipótesis que encabeza el presente estudio, supone que el arte- terapia sería
una forma de intervención beneficiosa en el tratamiento para pacientes con TMS.
Entonces, los efectos terapéuticos que intentarán encontrarse en la bibliografía revisada
serán aquellos que sustenten esta hipótesis, es decir, aquellos que cumplan con los
objetivos establecidos por el programa arte- terapéutico dirigido a personas con TMS, que
en definitiva, pretenden mejorar su salud mental y por ende, su calidad de vida. El arte-
terapia como una intervención que une arte y psicología (terapia), pretende obtener
efectos terapéuticos, fomentando el desarrollo de “estados y habilidades psicológicas que
pueden inducir cambios o pueden ayudar a los pacientes a producir los cambios
deseados en ellos mismos y en sus situaciones de vida” (Jiménez, 2005, p. 107).
Entonces, el concepto de efecto terapéutico en el contexto de esta memoria, alude
a los resultados obtenidos a partir del proceso arte- terapéutico y que suponen
idealmente, cambio psíquico en los pacientes sometidos a esta intervención. Este cambio
pretende ser positivo, es decir, implicar un mayor y más saludable equilibrio de fuerzas
dentro de la personalidad del paciente, lo que se traduce en un modo diferente (más
sano) de enfrentar el mundo externo e interno y, en definitiva, en una mejor calidad de
vida (Riquelme, 2005). Por tanto y según se ha visto en apartados anteriores, en personas
con TMS, los efectos terapéuticos del arte- terapia podrían afectar positivamente áreas
como el autoestima, las relaciones interpersonales, el yo del paciente y la capacidad de
simbolización, entre otras. Son efectos terapéuticos que ya se han insinuado en esta
41

memoria y que se tratarán de verificar mediante la revisión de publicaciones específicas


sobre el tema.
Estas publicaciones, serán citadas a continuación y consideran al arte- terapia
como intervención paralela a la farmacoterapia y, en ocasiones, a otras formas de
tratamiento otorgado a la población adulta con TMS en el ámbito biológico, psicológico o
social.
En cuanto a la modalidad individual y grupal que existe en arte- terapia con esta
población, la tendencia de los artículos seleccionados es a realizar intervenciones
grupales e individuales, según la necesidad del paciente. Incluso, en ocasiones, se opta
por ambas. Por esta razón, este aspecto no es un factor que haya influido en la elección
de las publicaciones relacionadas con los efectos del arte- terapia en TMS más aptos para
ser presentados en esta memoria. Es que se trata de un elemento muy variable en
función del paciente y del enfoque de trabajo del arte- terapeuta en cuestión.

7.2 Publicaciones basadas en observaciones clínicas

En la publicación de la arte- terapeuta inglesa Helen Greenwood (1997) que se


titula “Psychosis and the maturing ego”, se plantea que el arte- terapia o terapia artística
con pacientes severamente afectados en su salud mental, crea un clima dentro del cual
ellos pueden crecer y posiblemente desarrollarse desde el punto de vista psíquico. Esta
idea la propone a partir de su experiencia clínica y de las teorías post- freudianas en las
que se basa para realizar su trabajo. Greenwood (1997), enfatiza la presencia de un ego
inmaduro en quienes padecen un TMS, cuyas defensas utilizadas serían generalmente,
psicóticas. Para ello, Greenwood toma como referencia la clasificación de las defensas
presentada por la Asociación Psiquiátrica Americana (APA) en 1987 que las divide en
psicóticas, inmaduras, neuróticas y maduras (de más a menos patológicas). Entonces,
esta autora sostiene que las defensas reorganizan las fuentes del conflicto intrapsíquico,
permitiendo que lleguen a ser manejables. Las personas emplearían diversas defensas,
las que no siempre son del mismo nivel o categoría.
De esta modo, Greenwood (1997), tomando como referencia los estudios de
seguimiento de casos de Serrad y cols. (1973), Bond (1992) y Vaillant (1963) sobre
pacientes con esquizofrenia, considera la posibilidad de que sus pacientes logren mejorar
sus defensas, llegando a ser menos primitivas y más maduras. Sobre todo, Greenwood
42

(1997) se ve atraída por las ideas optimistas de Vaillant (1963) que plantean que las
defensas maduras pueden aparecer en contextos de enfermedades psicóticas, además
de la aparición repentina de defensas maduras junto a defensas psicóticas.
Entonces, uno de los objetivos de Greenwood (1997) en su trabajo arte-
terapéutico con pacientes con TMS, es justamente la facilitación de la maduración del ego
en términos defensivos, propiciando la emergencia de defensas maduras en ellos (la
anticipación, el altruismo, la sublimación, la represión, la formación reactiva, entre otras) a
través de la creación de un objeto de arte. Para ello, basándose en las ideas de Winnicott
(1972), Greenwood (1997) enfatiza en su quehacer el aspecto de la relación terapéutica,
la cual tiene que ser verdadera, flexible, empática, comprensiva, confiable y contenedora
de las angustias del paciente. Todo ello, porque en el caso de personas gravemente
afectadas en su salud mental (con TMS), se tiende a la utilización de defensas inmaduras
tales como el splitting y la proyección, donde lo más útil sería entender estas defensas y
manejarlas, más que interpretarlas o confrontarlas. Por tanto, esta autora menciona que
en un ambiente terapéutico en el que prime la empatía y comprensión del paciente, sus
defensas pueden llegar a ser menos patológicas, además las demandas del entorno
social se volverían más previsibles y soportables. Al interior de una relación y ambiente
terapéuticos con dichas características, esta autora trabaja incentivando cuidadosamente
la creatividad de los pacientes con TMS, para que así desde dicha creatividad, las
defensas maduras crezcan y estén más disponibles para ellos, lo que en definitiva, los
conduce a una madurez del ego. Además es importante considerar, que a pacientes que
presentan un grave deterioro de la capacidad de simbolización (quienes tienen TMS), es
fundamental brindarles intervenciones centradas en la contención y apoyo ambiental.
Entonces, se podría formar una relación contenedora que haría posible finalmente, que
las imágenes realizadas en este contexto por los pacientes, sirvieran para propósitos
simbólicos (Greenwood, 1997). En una de sus experiencias arte- terapéuticas con una
paciente con psicosis, Greenwood (1997) señala: “Trabajar con Lorraine demandó una
mayor flexibilidad en mi rol y una necesidad de ser una persona más verdadera, en
contraste con la terapia donde los clientes tienen un ego más fuerte. Hubo una calidez en
la relación de Lorraine conmigo. Su actitud amenazante se equilibró con un cuidado
concerniente a mi salud y sobrevivencia, junto con una tremenda gratitud por permanecer
con ella a lo largo de las experiencias perturbadoras” (p. 119). Esta cita se puede
complementar con la idea de Guntrip (1992 citado en Greenwood, 1997) que dice que el
43

desarrollo de un ego fuerte o maduro no es posible sin relaciones de objeto, por lo que
enfatiza la importancia de la relación terapéutica en pacientes con problemas psicóticos.
En arte- terapia, los indicadores de la presencia de un ego más maduro en los
pacientes con TMS son “la capacidad de sostener la paradoja y de poner orden y
significación más allá del caos” (Greenwood, 1997, p. 126). Es así, como esta autora
utiliza y postula el arte- terapia con TMS, como una intervención que ayuda a la
maduración del ego y por lo tanto, a mejorar la salud mental de las personas que trata.
Por lo tanto, a partir de lo descrito por Greenwood (1997) en su artículo, se puede
desprender una hipótesis sobre los efectos terapéuticos del arte- terapia en quienes
sufren un TMS: la maduración del ego.
Otra publicación que es relevante mencionar, es la realizada por la arte- terapeuta
británica Katherine Killick (1997) y que se denomina “Unintegration and containment in
acute psychosis”, la cual se relaciona en varios aspectos con la de Greenwood (1997).
Para Killick (1997), los pacientes con psicosis presentan un estado mental en el cual hay
un fracaso de la contención, una desintegración (Bick, 1968 citado en Killick, 1997). En
este estado, las partes de la personalidad son sentidas como no poseedoras de una
fuerza que las envuelva, entonces la piel podría funcionar como un límite. Sin embargo,
para que esto suceda, primero tiene que ser introyectado un objeto externo (el que se
busca frenéticamente), el cual es experimentado como capaz de cumplir esta función y
vivenciado concretamente como una piel. Antes que dicho objeto contenedor sea
introyectado, el concepto de espacio interno del self no puede surgir, entonces el paciente
en ese estado de la mente es vulnerable a la ansiedad catastrófica (Bick, 1968 citado en
Killick, 1997). Los pacientes que se encuentran en la fase aguda de la psicosis,
comúnmente experimenten esta intensa ansiedad, frente a la cual utilizan un mecanismo
de defensa bastante primitivo y que Meltzer (1986 citado en Killick, 1997) denominó
identificación intrusiva. Esta tiene el propósito de evacuar y controlar aquello insoportable
para la mente de los pacientes. Según Killick (1997), es una defensa que habitualmente el
arte- terapeuta debe manejar cuando trabaja con personas con psicosis.
Según Colman (1995 citado en Killick, 1997), el estado mental de desintegración
que presentan quienes sufren de psicosis, es originado en la temprana infancia en medio
de la relación con su madre o cuidador. A grandes rasgos, lo que ocurre es que los
“gestos” del bebé no son reconocidos por la madre como potencial comunicación, no son
“contenidos” (término de Bion, 1962) por ella, por lo cual no les otorga un significado en
medio del campo interaccional. Entones, la experiencia emocional entre madre y bebé se
44

transforma en intolerable para éste, por lo cual tiene que evacuarla a través de la
identificación intrusiva (Colman, 1995 citado en Killick, 1997).
Por lo tanto y a partir de sus experiencias con pacientes psicóticos, Killick (1997)
plantea que en arte- terapia con estas personas que se encuentran en un estado mental
de desintegración, lo concreto de los materiales utilizados, los objetos y transacciones en
medio del setting arte- terapéutico, ayuda progresivamente a establecer un campo
interaccional en el cual la identificación intrusiva que utiliza el paciente, podría constituirse
en “gestos” y ser reconocido como comunicaciones potenciales por el terapeuta. Pero,
esta autora precisa que antes de ello, las personas en la etapa aguda de la psicosis y que
experimentan ansiedades catastróficas, tienden a utilizar el arte “como un medio de
identificación intrusiva, es decir, como un camino de fuerte evacuación de las intolerables
ansiedades en los objetos de arte” (Killick, 1997, p. 42). Por ejemplo, al inicio del proceso
arte- terapéutico, un paciente de Killick (1997) que padecía esquizofrenia, realiza un gran
número de dibujos de “una cabeza”. Este paciente desea arrojar lejos estos trabajos.
Killick (1997), plantea que este acto “parecía ser un intento de evacuar el dolor de su
experiencia” (p. 46) contenido en estas obras. Esta arte- terapeuta negocia con el
paciente la conservación de los dibujos y posteriormente, establece con claridad los
límites y reglas del setting arte- terapéutico de la forma más digerible posible para éste.
Killick (1997) describe que con el tiempo, el paciente empieza a utilizar la plasticina para
formar una cabeza, la cual cambiaba de forma, sesión a sesión. Un día, el paciente le
pregunta a Killick si ella sabía dónde estaba su sombrero perdido. Fue la primera vez que
esta autora siente que el paciente está vulnerable y frágil. Al respecto Killick (1997) dice:
“Él ha perdido un objeto, el cual lo relaciona con su cabeza y piensa que yo puedo ser
capaz de encontrar. Luego él me dice, (...) ‘Yo conservo las cosas perdidas’, y por primera
vez, hubo un momento de contacto entre nosotros, su pena fue experienciada” (p. 47). La
autora fue capaz de identificarse con la experiencia de dolor y pérdida del paciente, la
cual pensó que se refería a su situación interna de pobreza causada por un self
fragmentado y vaciado por violentos procesos psicóticos. Al final del proceso arte-
terapéutico, el paciente fue capaz de usar las imágenes para comunicarse con Killick (Por
ejemplo, un autorretrato lo utiliza para compartir con la terapeuta su experiencia interna de
crisis y el modo de hacerle frente). De esta manera, lo que antes era inexpresable e
impensable para el paciente, ahora es visto como algo que se ha experienciado, que
puede ser pensado y comunicado al terapeuta. Así, en esta etapa, según Killick (1997), el
arte- terapeuta puede comenzar a tener una conversación con el paciente, en medio de la
45

cual, las imágenes tienen propósitos simbólicos. Por tanto, según Killick (1997), en ese
momento es posible explorar el contenido y significado de las imágenes realizadas por el
paciente, lo que durante la mayor parte del trabajo arte- terapéutico, no es necesario
realizar. Además, esta autora señala que en etapas iniciales del proceso, podría tener
efectos persecutorios en pacientes con TMS.
Entonces, según Killick (1997), en un primer momento los objetos de arte cumplen
la función de contener los elementos internos que el paciente evacua. Por lo tanto, lo
concreto de los materiales y objetos disponibles y elaborados por estos pacientes en el
setting de arte- terapia, permite que la violencia de la identificación intrusiva sea absorbida
sin dañar al paciente ni al terapeuta. Lo que es contenido por los objetos de arte, puede
permanecer en ellos hasta que el paciente esté listo para llevarlo a la relación que tiene
con la mente del terapeuta y hablar sobre esto (Killick, 1997). Generalmente, transcurren
años hasta que esto sucede, pero cuando ocurre, los elementos evacuados son llevados
de vuelta a la mente del paciente y lo ayuda a la integración de su ego (Killick, 1997) o en
palabras de Greenwood (1997), a la maduración del ego. Killick (1997), al igual que
Greenwood (1997), enfatiza la importancia de la actitud del arte- terapeuta durante el
largo trabajo con pacientes severamente afectados en su salud mental (TMS), para que
estos evolucionen a un estado de mayor integración del ego. Lo fundamental es que el
terapeuta esté “presente” y disponible para el paciente, puesto que esto tiene más
relevancia para él, que lo que pueda decirle el terapeuta. Por lo tanto, aspectos como “el
tono de voz, los gestos, y la atmósfera emocional dirigida por el terapeuta a través de
esas acciones” (Killick, 1997, p. 42), tienen que ser atendidos con gran sensibilidad por él.
Se trata de un ambiente especial que el terapeuta debe establecer y que se podría
equiparar con el concepto de ambiente facilitador propuesto por Winnicott (1965, citado en
Killick, 1997), donde el paciente en estado de desintegración es “contenido” y ayudado a
instalarse en el campo de la comunicación potencial para finalmente, lograr que el
paciente intente una restitución de su ego. Killick (1997) como arte- terapeuta de personas
con TMS, también realizaba en el setting una negociación de ciertas reglas y límites que,
según esta autora, a menudo es “el primer camino en el cual, las distinciones entre
realidad interna y externa son establecidas entre terapeuta y paciente” (p. 43). Sería otro
aspecto del ambiente arte- terapéutico que ayuda a que el paciente se acerque a una
mayor integración de su ego.
Por lo tanto, es posible decir que el principal efecto terapéutico que Killick (1997)
hipotetiza a partir de su experiencia arte- terapéutica con pacientes que sufren TMS y de
46

su revisión teórica, es una mayor integración del ego de estas personas. Se lograría a
través del establecimiento de un setting contenedor y poseedor de ciertos límites, de la
presencia de un terapeuta disponible y de materiales que incentivan un hacer arte que
primero, sostenga los aspectos evacuados más intolerables para el paciente y que luego,
sea utilizado por éste como una manera de comunicación potencial con el terapeuta. A
partir de lo que Killick (1997) narra en su artículo, es posible percibir que el llegar a
concretar una mayor integración del ego en pacientes con TMS, generalmente, toma
varios años de trabajo arte- terapéutico. Pero, lo gratificante que transmite esta
profesional es ver que un paciente que antes se encontraba en un estado mental de
desintegración, sea capaz de crear imágenes con el objetivo de comunicarse con el
terapeuta.
Joy Schaverien (1997) es otra autora importante en el tema de los efectos del
arte- terapia en personas con TMS. Ella plantea la teoría de la trasferencia de chivo
expiatorio a partir de su experiencia como arte- terapeuta y que expone en su publicación
titulada “Transference and transactional objects in the treatment of psychosis”. Lo que
intenta explicar es el papel del objeto de arte en medio de la relación paciente- terapeuta,
lo cual fue descrito brevemente, en otro apartado de la presente memoria. Esta arte-
terapeuta plantea que en el objeto de arte, son exteriorizados inconscientemente y
expresados algunos elementos de la psiquis del paciente, que por lo general, son
intolerables para éste. Entonces, Schaverien (1997) propone que la imagen en arte-
terapia sería un “tercer elemento en la zona entre paciente y terapeuta” (p. 14). Se trata
de un medio para exteriorizar las ideas y sentimientos que son inexpresables para el
paciente. Por tanto, el objeto de arte media los elementos separados y fragmentados de la
psiquis de las personas con psicosis, los que pueden ser vistos y conocidos sin lesionar a
nadie. Estos elementos, pueden ser contenidos en el objeto de arte hasta que, a través
del proceso arte- terapéutico, el paciente se sienta listo para conocerlos y tomar posesión
de ellos. Así, según Schaverien (1997), el paciente podría llegar a tomar consciencia de
su self y los otros, puesto que empezaría a separar y experimentar su self en medio de la
relación terapéutica.
Es que para esta autora, el objeto de arte constituye para la persona con psicosis,
un puente entre la experiencia no mediada a través del lenguaje verbal y el mundo
externo o lo otro. La función mediadora del objeto de arte en arte- terapia, permite que el
paciente que posee un TMS, se relacione con un ser humano (el terapeuta) a través de un
47

objeto que convierte esta experiencia en algo no tan amenazante para esta persona
poseedora de un ego frágil o, en palabras de Greenwood (1997), de un ego inmaduro.
Por otro lado, Schaverien (1997) menciona que las imágenes brindan la ventaja a
estos pacientes de contener pensamientos y sentimientos intolerables para éste,
separados de él. Todo ello, hasta que el paciente esté listo para poseer aquellos
elementos rechazados, es decir de incorporarlos a su ego, lo cual permitiría una mayor
integración de éste. Los puntos en común de esta idea con lo que propone Killick (1997),
son evidentes. Schaverien (1997) dice que en esta etapa final del arte- terapia, el paciente
puede llegar a relatar las imágenes creadas por él, moviéndose hacia el ámbito simbólico,
lo cual le da la posibilidad de ser parte del ámbito social, a la vez que desarrolla su self.
Entonces, los efectos terapéuticos del arte- terapia en pacientes que poseen algún
trastorno mental severo (TMS), que se pueden desprender a modo de hipótesis, a partir
de los postulados de Schaverien (1997), son: desarrollo de un sentido del self, contacto y
consciencia del mundo externo o los otros.
Fiona Seth- Smith (1997) es otra arte- terapeuta que a partir de su experiencia
con pacientes con psicosis, otorga varias teorías interesantes en el área de los efectos
terapéuticos de esta intervención. Por tanto, se citará su artículo denominado “Four views
of the image”, del cual se han mencionado, en anteriores apartados, ciertas ideas sobre la
imagen en arte- terapia. Estas ideas serán complementadas para finalmente, comprender
los efectos terapéuticos que describe.
Esta arte- terapeuta menciona que en su trabajo utiliza la imagen para entender al
paciente con psicosis. En las primeras etapas del tratamiento, las imágenes que produce
el paciente, principalmente describen una parte de su self y casi no existe la posibilidad
que utilice formas simbólicas en las imágenes que realiza. Esto ocurre porque, según
Seth Smith (1997), estos pacientes evitan el significado y las relaciones interpersonales.
Por ejemplo, esta autora describe el caso de una niña joven con psicosis, quien realiza
una serie de crucifijos de arcilla en arte- terapia. En estas imágenes, Jesús se parecía a la
figura de un niño en pañales. “La crucifixión, la cual ha sido descrita como un símbolo de
sufrimiento (...), puede ser visto, no como una metáfora generada por un proceso al
interior de la psiquis de la paciente, sino como una descripción de parte de su self que es
sacrificada o destruida, no necesariamente por las relaciones familiares o el ambiente,
pero como un resultado de la interacción entre la paciente y su ambiente” (Seth- Smith, p.
93). El significado personal de estos símbolos no puede ser accesible a la paciente ni ser
objeto de mucha introspección. Por tanto, Seth Smith (1997) dice que en estos casos el
48

arte- terapeuta no debiera buscar un significado a la imagen que elabora el paciente, sino
más bien “tolerar asociarse con el paciente en su estado de falta de sentido” (Seth Smith,
1997, p. 93). Entonces, si el terapeuta es capaz de hacerlo y el paciente lo permite, la
imagen, combinada con la relación terapéutica en el contexto de un ambiente seguro,
puede cumplir el rol de un continente (térmico de Bion, 1962, citado en Seth- Smith, 1997)
de los aspectos del ego del paciente que existen fuera de la esfera del lenguaje y del
significado.
Influenciada por Killick (1997) y Schaverien (1997), la arte- terapeuta Seth Smith
(1997), postula que la imagen tiene el potencial inherente de expresar o dar cuerpo a las
partes de la mente no deseadas por el ego. Además, plantea que en el trabajo artístico
existen representaciones de diferentes niveles de la personalidad del paciente, los cuales
difícilmente interactúan entre sí, aunque esto podría ocurrir al final del tratamiento, cuando
se realizan imágenes que contienen los orígenes de la integración psíquica. Por tanto, en
las imágenes que realizan los pacientes con psicosis (con TMS), pueden existir
representaciones de aspectos intactos del ego (sanos), lo cual se relaciona con lo que
propone Greenwood (1997) acerca de la coexistencia de mecanismos defensivos
inmaduros y maduros en personas con psicosis, siendo estos últimos los que darían la
esperanza de un mejor funcionamiento psíquico o maduración del ego. Para que esto
ocurra, Seth Smith (1997) dice que la producción de imágenes por el paciente no basta,
sino que también se necesitan ciertas condiciones. Principalmente, tiene que existir un
arte- terapeuta que provea de un ambiente apropiado, confiable y con límites bien
definidos en el que el paciente se sienta seguro para realizar imágenes que exteriorizan
partes importantes de ellos mismos. El arte- terapeuta tiene que estar psicológicamente
“presente” para el paciente y respetar los procesos creativos que paulatinamente, se van
desarrollando en él y que finalmente, contribuirán al cambio psíquico. Es importante que
el paciente experimente en arte- terapia un sentido de la contención de sus intensas
angustias y así avanzar hacia la integración psíquica. Es necesario que esto ocurra
porque, según Seth- Smith (1997), el paciente con psicosis que llega a crear un símbolo,
tendría que manifestar un cierto acto de valentía, de confianza en el medio que lo
circunda (en este caso el espacio arte- terapéutico). Esto sucede, ya que para estos
pacientes, puede existir peligro en el proceso de búsqueda de significados entendibles en
el dominio social. Entonces, es más importante que el arte- terapeuta contribuya la
contención del paciente con psicosis más que a la interpretación de éste.
49

Seth Smith (1997) escribe en esta publicación escogida, ciertas teorías sobre los
efectos terapéuticos del arte- terapia en pacientes con psicosis (TMS). Ella dice que los
pacientes finalmente, lograrían hablar de sus sentimientos y pensamientos, además
alcanzarían insight de ciertos pensamientos intolerables dentro del espacio seguro que
ofrece el arte- terapia. Menciona que es posible que algunos pacientes incluso comiencen
a hacer símbolos e imágenes sobre los cuales éstos pueden reflexionar. También, Seth
Smith (1997) dice que la naturaleza concreta de las imágenes permitiría que estas
mediaran entre las partes más sanas del ego de los pacientes y aquellas partes que
permanentemente eran amenazadas por intensas ansiedades, lo cual favorece la
integración psíquica de estos pacientes. Todo esto en su conjunto, permitiría que los
pacientes recreen un continente interno flexible, capaz de contener las múltiples partes
del ego, lo que se traduce en una vida más creativa y libre de ansiedades extremas.
Por otro lado, la arte- terapeuta Suzanne Charlton (1987), también relata a partir
de la observación clínica, su teoría sobre la terapia artística con TMS en su publicación
denominada “La terapia artística en sujetos de largo internamiento en hospitales
psiquiátricos”. Aquí, esta autora se centra en el aspecto referido a la necesidad de
rehabilitación de estos pacientes. Como ya se ha postulado en la actual memoria, el arte-
terapia es una intervención que es capaz de cubrir una serie de necesidades propias de
quienes padecen algún TMS, entre las cuales se encuentran principalmente, la atención
en salud mental y la rehabilitación psicosocial de estas personas. Los autores citados
anteriormente en este apartado, se han enfocado en el ámbito de la atención en salud
mental que abarca el arte- terapia y que se relaciona con lo que se ha llamado en esta
memoria, terapia de apoyo. Pero, Charlton (1987) entrega una perspectiva diferente de lo
que podrían ser los efectos del arte- terapia en personas con TMS. Ella considera a
aquellos pacientes que estuvieron internos en instituciones donde recibieron el
tratamiento psiquiátrico más adecuado para estabilizar su enfermedad. Charlton (1987)
relata a partir de su experiencia como arte- terapeuta, cómo esta disciplina puede ayudar
a estos pacientes a desarrollar y recuperar capacidades afectadas por la enfermedad y
por qué no decirlo, por su estadía en alguna institución psiquiátrica. Son destrezas
importantes para una posterior reinserción en la sociedad.
Charlton (1987) menciona que el arte- terapia en estos casos ayudaría a que el
paciente desarrolle un medio de autoexpresión, diferente al lenguaje verbal. Se trata de la
elaboración de imágenes, que es óptima para este tipo de pacientes, quienes poseen
escasos o no convencionales recursos orales. También, en arte- terapia los pacientes son
50

ayudados “a centrarse en sus capacidades positivas y en su potencial para


responsabilizarse de su propia vida” (p. 261). Esta autora trabajó principalmente,
realizando sesiones grupales de arte- terapia y dice que el interés fundamental de esta
intervención no reside en la habilidad técnica del paciente, sino en formas de percibir, de
concentrarse, de trabajar juntos, de, en última instancia, interpretar el proceso de
realización de signos y de construcción del objeto de arte, siendo el producto acabado, útil
para reflejar o iluminar dichos aspectos (Charlton, 1987). Además, esta arte- terapeuta
menciona que los pacientes con TMS tienden a perder el contacto con sus propios
sentimientos y experiencias, lo que los lleva a proyectarse a sí mismos de una manera
estereotipada y, a veces, ambigua. Así, ella postula que “la pintura y el dibujo, el empleo
de formas, colores y símbolos constituyen poderosos comunicadores y proporcionan un
nexo más directo con la forma de ser del individuo” (p. 262).
De esta manera, Charlton (1987) describe varias hipótesis teóricas sobre los
beneficios de este tipo de intervención para los pacientes con TMS y que en esta memoria
se considerarán en la categoría de efectos terapéuticos. Estos efectos del arte- terapia
con TMS serían los siguientes: estimulación de la autoimagen positiva, ya que se fomenta
el desarrollo de capacidades a través de la elaboración de un objeto de arte, el cual es un
logro tangible que “sirve como prueba de que se tienen aptitudes organizativas,
competencia manual, imaginación y motivación” (Charlton, 1987, p. 263). Entonces, el
paciente podría experimentar su propio valor como persona. Para que todo ello ocurra,
Charlton (1987) recalca la importancia de una relación terapeuta- paciente confiable y
capaz de apoyar. Otra hipótesis de esta autora, es la mejora de la interacción social,
puesto que para compensar la conducta alienada de los pacientes con TMS, la sala de
arte- terapia posee un entorno en el que se brinda una verdadera atención y respeto de
aquello que elaboran, lo cual promueve la confianza y junto con ello, el surgimiento de
iniciativas de interacciones del paciente con su terapeuta y también con sus compañeros
de arte- terapia. Este escenario, según Charlton (1987), es valioso para volver a aprender
aptitudes sociales. El desarrollo de la concentración y la destreza sería otro efecto
terapéutico que propone esta arte- terapeuta, quien dice que la falta de objetivos, interés y
seguridad en sí mismos es característico de los pacientes con TMS. El arte- terapia a
través de actividades que sean atractivas para los pacientes y que incentivan su
creatividad, o sea, la elaboración de un objeto de arte sin la imposición de patrones
externos, facilitaría el desarrollo de la concentración y otras habilidades.
51

En definitiva, el arte- terapia daría la posibilidad a los pacientes con TMS que han
estado sometidos a su enfermedad y a tratamientos muy estructurados, de efectuar sus
propias elecciones dentro del ámbito de la actividad plástica, sin temor a las
consecuencias (Charlton, 1987). Esto otorga una relativa libertad a los pacientes para
comenzar a expresar su self y conectarse desde allí con los demás, junto con
experimentar un cierto control de sus vidas y su valor como seres humanos.
Tanis Dick (2001, Mayo) escribe un artículo más reciente y específico sobre el
“arte- terapia grupal breve para pacientes hospitalizados psiquiátricos agudos” (que en
este trabajo denominaremos pacientes con TMS), como complemento al tratamiento
farmacológico y otras terapias. Esta publicación, basada en la observación clínica,
entrega hipótesis valiosas acerca de los efectos de esta intervención en esta población.
Por lo tanto, logra ser un aporte para la presente memoria, pese a no llegar a resultados
concluyentes que se puedan generalizar. Este artículo permite deducir que Dick (2001,
Mayo) concibe al arte- terapia como una intervención que cubre las necesidades de
atención y tratamiento de la salud mental de los pacientes en fases agudas, mientras que
una vez lograda cierta estabilización en ellos, el arte- terapia podría atender necesidades
de rehabilitación psicosocial. Entonces, la forma de trabajo que postula esta autora
cuando se trabaja con personas que poseen TMS, en primer lugar, hace referencia a la
presencia de un ambiente contenedor y capaz de brindar cierta estructura a estos
pacientes que generalmente, albergan un gran caos interno. Los objetivos que se propone
Dick (2001, Mayo) para el trabajo arte- terapéutico con personas con TMS son “reducir los
síntomas psiquiátricos presentes en la admisión, incrementar la orientación de la realidad
y la interacción social” (p. 3). El logro de estos objetivos fue registrado por Dick (2001,
Mayo) a través de la observación del comportamiento del paciente en la sala de arte-
terapia y de sus producciones artísticas. En definitiva, esta autora menciona que lo que se
intenta en arte- terapia grupal es construir un ego fuerte, para lo cual se inspira en las
ideas de Scott y Dixon (1995) quienes hablan de las terapias de apoyo como las idóneas
para pacientes con TMS, sobre todo cuando se encuentran en fases agudas de la
enfermedad. Por tanto, en estos casos, el uso de la creatividad debería ser cauteloso y
siempre estableciendo ciertas directrices que eviten someter a mucha ambigüedad a los
pacientes, tal como lo han dicho autores anteriormente citados.
El modelo de trabajo que utilizó Dick (2001, Mayo) en arte- terapia fue aquel que
propone Allen (1993) y que se denomina “modelo de grupo de corto plazo” (p. 109), con el
objetivo de obtener una flexibilidad de las intervenciones y de la participación de los
52

pacientes cuando éstos son muy variados en un grupo (muchas salidas e ingresos
constantes de pacientes en el hospital). La intervención arte- terapéutica escogida por
Dick fue el mural de grupo, la cual fue dividida en dos fases. En la fase inicial se trató de
explicar con motivación la actividad y así entusiasmar a los pacientes. Como muchos de
ellos estaban desorganizados para generar ideas o hacer elecciones sobre un tema para
el mural, a menudo, Dick (2001, Mayo) les dio sugerencias. Este hecho hizo que la toma
de decisiones fuera más eficaz y promovió el sentido del logro de los pacientes. Cuando
el tema fue establecido, la arte- terapeuta preparó “elementos de arte pre- estructurados”
(Vick, 1999) en papel, los cuales estaban relacionados con el tema del mural. Estos
elementos fueron completados por los pacientes en forma independiente o individual,
usando materiales artísticos, lo que otorgó un ambiente de trabajo organizado. En la
segunda fase del mural, las actividades se hicieron en colaboración grupal. “En esta etapa
a los pacientes se les pide que se comuniquen con los demás y que tomen decisiones
para organizar los elementos terminados sobre el mural” (Dick, 2001, Mayo, p. 4). Pese a
estas nuevas demandas, la intervención seguía siendo flexible y brindando una variedad
de niveles de participación a los pacientes. Así, quienes eran capaces de realizar trabajo
de colaboración, podían ser activos en la toma de decisiones y el montaje del mural. A los
pacientes con síntomas psicóticos persistentes o a los nuevos pacientes ingresados en
esta segunda fase del mural, se les daba la opción de trabajar en el nivel independiente
con los materiales u observar la síntesis del mural realizada por sus compañeros (podían
dar sugerencias). Todos los pacientes fueron valorados por su nivel de contribución en el
mural.
En este formato de trabajo arte- terapéutico para pacientes agudos, los efectos
que Dick (2001, Mayo) observó luego de unas cuantas sesiones trabajando en el mural
grupal en arte- terapia, fueron múltiples y positivas. Por ejemplo, los pacientes
comenzaron a interactuar más entre sí en función de la tarea que realizaban, por lo que
su socialización pudo desarrollarse, la cual se extendió a otras relaciones de los
pacientes. Esta socialización desarrollada en las sesiones de arte- terapia grupal, según
Dick (2001, Mayo), fue mayor que en otras estructuras grupales en las que esta autora
había trabajado. Además, las personas que participaron en arte- terapia, manifestaron
cierto grado de compromiso en la solución de problemas y la toma de decisiones respecto
del mural. Esta autora agrega que los síntomas de apatía y baja motivación,
característicos de quienes padecen un TMS, parecían disminuir a lo largo de la
intervención arte- terapéutica, comentando que observó cómo los pacientes disfrutaban
53

con la elaboración del mural y cómo la asistencia de los miembros del grupo aumentó
cuando el trabajo sobre el mural estaba en marcha. Muchos mostraron su emoción por el
producto terminado (Dick, 2001, Mayo).
Relacionado con la elaboración de arte de los pacientes, Dick (2001, Mayo)
menciona que al inicio de la hospitalización estas tendían a la desorganización, la calidad
de la línea era irregular y generalmente, el trabajo se dejaba incompleto. Además, las
actividades se realizaban más bien, en solitario. Las actividades más estructuradas que
en este período del tratamiento la autora estableció, ayudaron a detener el caos interno
que distraía a los pacientes de la actividad artística. En las etapas finales del arte- terapia
grupal, muchos pacientes mostraron la capacidad de concentrarse en el aquí y ahora de
las tareas, además de empezar a dar más detalles en las formas de arte, añadiendo
detalles, como ojos, escamas y aletas, usando representaciones más objetivas de la
realidad (Dick, 2001, Mayo). También, la autora percibió mayor esfuerzo de parte de los
pacientes en la realización de los trabajos artísticos, junto con un surgimiento de la
expresión verbal para referirse a asuntos del mural que realizaban y la elaboración de
actividades artísticas en medio de un proceso grupal.
Además, el aspecto relacionado con el autoestima fue mejorado gracias al arte-
terapia, puesto que los pacientes se sentían valorados y admirados por sus creaciones y
logros en el área artística. Sobre el tema, Dick (2001, Mayo) cita a Franklin (1992): “Hacer
un objeto afuera, de una idea, es una herramienta fuerte en manos de la persona que se
siente frágil e indigna” (p. 112). Además, Franklin (1992) dice que el arte puede ser un
lugar seguro donde ensayar una nueva identidad. Y así fue, porque en el caso de los
pacientes de Dick (2001, Mayo), ellos se transformaron en personas activas dentro del
hospital, transformándolo en un lugar vivo, lleno de creación. Así, al final del proceso arte-
terapéutico, ellos experimentaron el sentido de una obtención de poder y control sobre el
ambiente que los rodeaba, llegando a observar sus logros. En definitiva, todos los
progresos observados por Dick (2001, Mayo) en sus pacientes, marcarían la evolución en
sus tratamientos en las áreas de relaciones sociales, reducción de síntomas y orientación
de la realidad (Dick, 2001, Mayo). Los efectos terapéuticos positivos del proceso de
“hacer arte” mencionados por Dick (2001, Mayo) a partir de la observación clínica, se
extendieron más allá de los límites de la sesión de arte- terapia, lo que devela el gran
poder que llega a tener el tratamiento arte- terapéutico grupal breve, en personas con
TMS.
54

7.3 Metaanálisis

El metaanálisis llevado a cabo por R. Ruddy y D. Milnes (2006), es una revisión


sistemática de aquellas investigaciones realizadas hasta el año 2002 sobre “los efectos
del arte- terapia como un tratamiento adyuvante para la esquizofrenia, en comparación
con la atención estándar y otras intervenciones psicosociales” (Ruddy & Milnes, 2006, p.
1). A grandes rasgos, un metaananálisis se define como “(...) una técnica de revisión de
los conocimientos de una determinada área de investigación, con el fin de lograr una
cierta sistematización de ellos” ( Poch & Avila, 1998, p. 35 ). Lo que se pretende con esta
mirada, según estos autores, es integrar la información que aparece en los trabajos que
se publican diariamente en diferentes medios científicos.
La revisión de Ruddy y Milnes (2006) seleccionada, se remite a la esquizofrenia o
enfermedades similares a la esquizofrenia, las que al formar parte de los TMS, poseen
características principales que son comunes al resto de los TMS. Entonces, se considera
que la información entregada por este metaanálisis sobre los efectos del arte- terapia,
puede ser generalizada a toda la gama de los TMS. Así, Ruddy y Milnes (2006) descubren
que las investigaciones que se han realizado sobre el tema hasta la fecha, presentan
ciertos errores metodológicos que impiden obtener resultados significativos tanto
estadísticamente, como clínicamente. Pese a ello, estos autores logran dar algunas pistas
para la elaboración de futuras investigaciones que permitan determinar el rol del arte-
terapia en el tratamiento de los TMS. Entonces, es posible rescatar los resultados de los
estudios cuantitativos seleccionados por Ruddy y Milnes (2006). Estos estudios son dos
ensayos aleatorios, que consideran el arte- terapia como intervención tanto en el ámbito
de atención y tratamiento de la salud mental, como en aquel de rehabilitación psicosocial
de quienes tienen un TMS. A pesar que sus resultados no son concluyentes, son
importantes de considerar a la hora de emprender una nueva investigación sobre los
efectos del arte- terapia en personas con TMS. El tratamiento convencional que
consideran ambos ensayos como punto de comparación con el arte- terapia, es aquel que
incluye: psicoterapia verbal individual, atención psiquiátrica y medicación psicotrópica.
De este modo, los efectos terapéuticos recogidos por Ruddy y Milnes (2006) desde
los estudios empíricos que escogieron fueron los siguientes: el estado mental (síntomas
psiquiátricos) de las personas que recibieron arte- terapia mejoró levemente y el estado
mental del grupo de control empeoró levemente. El otro aspecto medido, se refiere a las
relaciones interpersonales, las cuales mejoraron levemente en el grupo que participó en el
55

tratamiento arte- terapéutico, mientras que empeoraron levemente en el grupo de control.


Por último, se reporta que la red social aumentó en el grupo que recibió arte- terapia,
mientras que en el grupo que no recibió este tratamiento, su red social disminuyó. En
general, estos resultados no se pueden interpretar con confianza, debido a las
deficiencias metodológicas de los estudios y los contratiempos ocurridos en ellos. Pero,
pueden ser considerados como hipótesis sobre los efectos terapéuticos del arte- terapia
en la población con TMS, los cuales necesitarían ser comprobados en futuras
investigaciones empíricas que obtengan datos estadísticamente y clínicamente
significativos que permitan establecer el rol del arte- terapia en el tratamiento de quienes
tienen algún TMS. Para ello, no se debieran cometer los mismos errores metodológicos
que describen Ruddy y Milnes (2006) y que se refieren a un tiempo breve de investigación
(menos de un año) incluida la intervención y el seguimiento, una muestra pequeña
(menos de 100 personas) y una deficiente recolección e información de los datos
registrados.

7.4 Estudios de efectividad basados en la metodología cuantitativa y cualitativa en


forma complementaria

El estudio de H. Odell- Miller, P. Hughes y M. Westacott (2006, Enero) titulado “An


investigation into the effectiveness of the arts therapies for adults with continuing mental
health problems”, es una investigación de efectividad, ya que se centra en los efectos de
una intervención específica, el arte- terapia, en condiciones de la práctica clínica real
(OMS, 2001). En el estudio de Odell- Miller, Hughes y Westacott (2006, Enero) se utilizó
tanto la metodología cuantitativa, como la metodología cualitativa, mientras que la
población que investigaron fueron adultos con problemas continuos de salud mental, la
cual pese a no incluir la denominación específica de trastorno mental severo (TMS),
considera varios trastornos que son parte de esta categoría. Casi la tercera parte de la
muestra total (n=25) que utilizan, está compuesta por personas que tienen esquizofrenia y
dos sufren de trastorno esquizoafectivo, mientras que el resto posee principalmente,
desórdenes afectivos graves. Por tanto, es posible equiparar este grupo con quienes
padece un TMS.
Entones, el estudio de Odell- Miller et al. (2006, Enero) cobra relevancia en el
contexto de esta memoria, puesto que pretende llegar a establecer los resultados del arte-
56

terapia en personas con TMS a través de una investigación de carácter empírico. Para
ello, se utiliza la metodología cuantitativa y cualitativa en forma paralela, involucrando en
el estudio a un grupo de tratamiento (n=10) y a un grupo de control (n=15). Aquí se utiliza
el arte- terapia fundamentalmente, como una forma de intervención que se dedica al
ámbito de la atención y tratamiento de la salud mental de los pacientes con TMS,
inclinándose hacia la llamada terapia de apoyo. Además, es importante mencionar, que
esta investigación considera cuatro modalidades de terapias de arte (aquella que utiliza la
música, la que utiliza el arte o arte visual, la que usa el drama y la que se centra en el
baile), por lo que los resultados obtenidos serán utilizados con cautela en la actual
memoria que sólo se ha enfocado en una modalidad de terapias de arte (la que utiliza el
arte visual).
Los resultados numéricos de la investigación de Odell- Miller et al. (2006, Enero),
no llegan a ser concluyentes. Esto se debe a que el tamaño de cada muestra era pequeño
a causa de la dificultad para reclutar y conservar a los participantes de cada grupo, por lo
que la tarea de mostrar una diferencia entre los dos grupos se hizo casi imposible.
Además existían numerosas fuentes de variabilidad que oscurecían el efecto de cualquier
tratamiento (como la edad, el sexo, la condición socioeconómica, medios de arte
diferentes, entre otras). Pese a ello, ciertas hipótesis establecidas por los autores al inicio
de su estudio y que no pudieron comprobarse, podrían ser consideradas en una futura
investigación empírica sobre los efectos terapéuticos del arte- terapia en pacientes con
TMS. Así hipótesis como, la mayor probabilidad de tener objetivos personales realistas e
importantes para el paciente luego del tratamiento arte- terapéutico, la mejora de los
síntomas de ansiedad y depresión de los pacientes luego de esta intervención, o la
disminución de los síntomas de angustia psicológica después de haber participado en
arte- terapia, además de la mejora del funcionamiento en la vida cotidiana de estos
pacientes luego de recibir esta intervención (Odell- Miller et al., 2006, Enero); son
interesantes de considerar en un estudio posterior de mayor alcance, centrado en un solo
medio de arte y más prolongado en el tiempo (más de seis meses), tal como lo
recomiendan los autores.
En cuanto a los resultados cualitativos, estos investigadores entregan datos
interesantes del proceso arte- terapéutico. De este modo, llegan a comprobar una de las
hipótesis que plantean al comienzo de su estudio y que dice relación con la coincidencia
entre la información sobre el proceso de las terapias de arte, recogida directamente de los
pacientes y las opiniones de los terapeutas demostradas en sus informes clínicos (Odell-
57

Miller et al., 2006, Enero). Así, en casi todas las entrevistas, se encontró un grado alto de
acuerdo entre la percepción del tratamiento por parte del terapeuta y la percepción del
paciente sobre éste. Esto ocurrió, sobre todo al describir la calidad del rapport. En la
mayoría de los casos, el paciente sentía que el terapeuta era personalmente importante
para ellos (Odell- Miller et al., 2006, Enero). Si bien, estos datos no se refieren a los
efectos terapéuticos del arte- terapia en personas con TMS, aluden a que el factor de la
alianza terapéutica, importantísimo en cualquier forma de terapia, también lo es en arte-
terapia. Es un aspecto que, tal como lo han planteado otros autores a lo largo de esta
memoria, tiene tanta fuerza que puede ser crucial a la hora de determinar ciertos efectos
del arte- terapia (en cualquiera de las modalidades del arte) en estos pacientes, por lo
cual es una información importante de tomar en cuenta en esta memoria teórica y sobre
todo en futuros estudios empíricos. Otro dato que aporta el aspecto cualitativo de la
investigación de Odell- Miller et al. (2006, Enero) y que se acerca más al tema de los
efectos terapéuticos del arte- terapia, es el valor que las formas de arte tienen para los
pacientes, en relación a las formas verbales de comunicación. Ellos reportan que el arte
les permite mejorar su autoestima y expresar sus problemas, percepción que es
compartida por los arte- terapeutas en sus informes clínicos. Aunque no es un resultado
concluyente de la investigación de estos autores y tampoco se remite a una única
modalidad de arte, es un aspecto relevante que podría considerarse en un estudio futuro
acerca de los efectos terapéuticos del arte- terapia con TMS, quizás a modo de hipótesis.
Además, se ha mencionado en otros estudios remitidos en esta memoria (véase Charlton,
1987; Dick, 2001, Mayo).
58

VIII. CONCLUSIONES Y DISCUSIÓN

El presente estudio teórico sobre arte- terapia con población adulta con trastornos
mentales severos (TMS), permite esclarecer varios aspectos planteados al inicio de éste.
En primer lugar, se ha logrado comprender el origen histórico de esta disciplina y cómo
ocurrió su acercamiento a los TMS, además de las diversas áreas del saber involucradas
en su construcción. Así, el arte y la psicología son las principales disciplinas constitutivas
del arte- terapia que se han destacado en esta memoria, las cuales apoyan el logro del
objetivo de mejorar la salud mental y calidad de vida de las personas que trata. Entonces,
el arte aportaría sus funciones psicológicas en el ámbito cognitivo y afectivo (Marinovic,
1994) y que en el contexto de esta memoria, se han denominado “propiedades
terapéuticas del arte”, que serían concretadas en el proceso creador que implica la
elaboración de una obra de arte, en este caso, por quienes padecen un TMS. De este
modo, se ha descrito que quien participa en la actividad artística obtendría beneficios en
el aspecto psíquico y corporal. Además, en arte- terapia con TMS, la psicología y sus
conocimientos en psicoterapia, permitiría que se aseguren y amplifiquen los aportes de
las artes, canalizándolos hacia la obtención de un mayor equilibrio psíquico, al brindar el
entorno de trabajo ideal donde el paciente se siente lo suficientemente seguro y
comprendido, para atreverse a mostrarse creador en presencia del arte- terapeuta.
En segundo lugar, esta memoria ha logrado describir el modo en que el arte-
terapia puede beneficiar a quienes padecen TMS, al describir su línea de trabajo, los
ámbitos en los que opera y las necesidades específicas que cubre, apoyándose para esto
en algunas teorías de la psicología. Así, el arte- terapia utiliza medios no verbales de
comunicación (arte visual) en su trabajo con el paciente, lo cual permite que las
dificultades en el ámbito del lenguaje verbal, características en los TMS, sean saltadas.
Como se ha visto en este estudio, este hecho permite que la persona con TMS descubra
un medio de comunicación menos amenazante para su frágil mundo interno, que es
capaz de ser vehículo fidedigno de expresión de sus intensas emociones y pensamientos,
eliminando el riesgo de dañarse a sí mismo y a otros. El arte- terapia puede ser aplicada
en diversas etapas de la evolución del TMS, tanto al inicio como en la estabilización de la
enfermedad, pues logra cubrir necesidades de atención y tratamiento de la salud mental,
además de aquellas de rehabilitación psicosocial de los pacientes que la padecen. De
este modo, el arte- terapia con TMS constituye una intervención integral donde es
59

fundamental la presencia de un terapeuta empático, capaz de contener las intensas


angustias de estas personas, respetuoso de sus tiempos y creaciones, encarnando así,
aquellas funciones que en la temprana infancia del paciente, fueron desempeñadas
deficientemente por su madre (Killick, 1997). Con el tiempo, las imágenes elaboradas por
el paciente, van adquiriendo un significado dentro del campo interaccional o bien,
propósitos simbólicos, lo que abre la posibilidad de una comunicación con el medio
externo y los otros, el que en primera instancia, está representado por el terapeuta. Tal
como dice la arte- terapeuta Soledad Prado “lentamente, el proceso creativo [inmerso en
un entorno terapéutico] le permite al paciente conectarse con la realidad” (2002 citado en
Barquero, 2002, Marzo), realidad que es tanto interna como externa.
Otro aspecto importante que sugiere esta memoria, es que el arte- terapia con
TMS, desde sus inicios, involucra la idea de rescatar al sujeto que está enfermo, a través
de herramientas tan humanas como lo son la actividad artística y la creatividad. El
proceso de expresar el mundo interno a través del arte, por muy caótico y sin sentido que
sea, logra humanizar al paciente, brindándole un ámbito nuevo donde es valorado por lo
que hace. Esto puede reivindicar la mermada autoestima de estas personas, quienes
generalmente, se sienten un estorbo para sus familias y la sociedad. Así, el arte- terapia
los ayudaría a reencontrarse y a seguir construyéndose como sujetos con personalidad
única.
En tercer lugar, a partir de la sistematización de algunas publicaciones referidas a
los resultados del arte- terapia en TMS, fue posible encontrar ciertas hipótesis sobre los
efectos terapéuticos de esta disciplina en el tratamiento de esta población (siempre
considerándola complementaria a la farmacoterapia). Estos efectos, es posible agruparlos
en cinco categorías:

 Ego (yo) o self de las personas con TMS: el arte- terapia permitiría que el yo
alcanzara una mayor integración y madurez. Esto implica que las defensas del
paciente llegan a ser menos patológicas y lentamente, las imágenes elaboradas
pueden tener propósitos simbólicos y comunicativos de la realidad interna de éste.
Este hecho también involucra una mayor delimitación del yo o self de estos pacientes
y el desarrollo de un sentido de éste como separado del mundo que los rodea. De este
modo, se alcanzaría una mayor consciencia de sí mismos, al reapropiarse de
sentimientos y pensamientos personales que en otro momento eran intolerables para
el paciente. En resumen, estas personas pueden llegar a surgir como sujetos a través
60

de la actividad plástica y en medio del espacio seguro que brinda el arte- terapia,
logrando a veces, hasta reflexionar y verbalizar sobre su mundo interno con el
terapeuta (Greenwood; Killick; Schaverien; Seth- Smith, 1997).

 Autoestima: esta intervención estimularía la autoimagen positiva de los pacientes, al


incentivar la obtención de logros artísticos tangibles y duraderos que los hace sentirse
valorados, admirados como personas capaces de producir cosas positivas, dejando de
lado el estigma derivado de la enfermedad mental (Charlton, 1987; Dick, Mayo, 2001;
Odell- Miller et al., 2006, Enero).

 Relaciones interpersonales o interacción social de las personas con TMS: el


arte- terapia proporciona un entorno apropiado (seguro, confiable y contenedor) en el
que los pacientes pueden atreverse a crear y a comunicarse verbalmente con el
terapeuta y con sus compañeros, lo cual desarrolla la socialización de estas personas
y les permite reaprender aptitudes sociales (Charlton, 1987; Dick, 2001, Mayo; Ruddy
& Milnes, 2006). Este efecto terapéutico se extendería más allá de los límites de la
sesión de arte- terapia, por lo que ayuda a que estos pacientes puedan reintegrarse a
la comunidad o sociedad.

 Síntomas psiquiátricos (estado mental): esta forma de tratamiento reduciría la


presencia de los síntomas característicos de los TMS, en conjunto con el tratamiento
farmacológico. Sobre todo, disminuirían los síntomas de apatía y baja motivación,
puesto que los pacientes lograrían involucrarse en una tarea artística atractiva, que
perciben que son capaces de realizar y donde se les permite la expresión de ellos
mismos. Así, el arte- terapia también mejoraría la capacidad de concentración de
estas personas, puesto que los ayuda a centrarse en el aquí y ahora de este nuevo
objetivo que constituyen las tareas que realizan durante la sesión. Además, estas
actividades detienen y contienen el caos interno de estos pacientes e incentivan la
capacidad de verbalización. En resumen, el estado mental de quienes tienen un TMS,
se beneficiaría de esta forma de intervención (Charlton, 1987; Dick, 2001, Mayo;
Ruddy & Milnes, 2006; Seth- Smith, 1997).

 Orientación de la realidad: el trabajo arte- terapéutico ayuda a que los pacientes


logren un mayor contacto con la realidad externa y consciencia de ésta. Esto ocurre
61

porque el objeto de arte cumple el rol de mediador entre el paciente y el terapeuta,


quien en primera instancia, es el principal representante del mundo externo. A través
de este objeto, los pacientes con TMS pueden relacionarse con el mundo externo de
una manera menos amenazante para su inmaduro yo. Todo esto se refleja en sus
creaciones artísticas, las cuales se vuelven más detallistas y utilizan representaciones
más objetivas de la realidad (Dick, 2001, Mayo; Schaverien, 1997).

Estas hipótesis sobre los efectos terapéuticos del arte- terapia con TMS, planteadas
por los autores revisados, reafirman muchas de las funciones psicológicas de la
generalidad de las artes y las artes visuales en particular, tanto en el área cognitiva y
afectiva- motivacional planteadas por Marinovic (1994) y que fueron detalladas en esta
memoria (véase pp. 21- 23). Además, los casos reales de arte- terapia con pacientes con
TMS que se describen en las publicaciones seleccionadas, permiten comprobar que la
mayoría de las propiedades terapéuticas del arte o “hacer arte” pueden ser efectivamente
actualizadas y potenciadas cuando se trabaja en un entorno de tratamiento. Incluso, se
puede decir que surgen beneficios adicionales para estos pacientes en el ámbito
específico de los síntomas que los aquejan, el estado de su psiquismo y el ámbito social e
interpersonal. También, estos artículos citados y la bibliografía en general elegida,
permiten plantear que el factor de la alianza terapéutica, fundamental en otras formas de
terapia, también lo es en arte- terapia con TMS, pues sería determinante en el éxito de
este tratamiento, es decir, en el logro de los efectos terapéuticos ya descritos.
De este modo, los cuatro primeros objetivos específicos de la actual memoria teórica,
fueron alcanzados a través de la revisión bibliográfica, sistematización y análisis de la
información encontrada. El último objetivo y quizás, el más ambicioso, no pudo cumplirse
completamente. Esto ocurrió, debido a que los efectos terapéuticos del arte- terapia en
quienes sufren un TMS, que han sido reportados por profesionales del área (que trabajan
con estos pacientes), en las escasas publicaciones científicas encontradas, presentan una
limitación. Lo que sucede, es que se trata de artículos que carecen del peso metodológico
y clínico suficiente para llegar a generalizar estos resultados y poder asegurar que el arte-
terapia beneficia a los pacientes con TMS en todos los ámbitos mencionados
anteriormente (ego (yo) o self, autoestima, relaciones interpersonales o interacción social,
síntomas psiquiátricos (estado mental) y orientación de la realidad). Pese a ello, estos
efectos terapéuticos sistematizados por la autora de esta memoria, pueden servir como
orientación, como hipótesis para ser utilizada en futuras investigaciones empíricas sobre
62

los resultados del arte- terapia en TMS. Éstas tendrían que considerar un mayor tiempo
de investigación (superior a 1 año), sólo el medio artístico referido a la actividad plástica,
una muestra total numerosa (más de 100 personas) y una rigurosa recolección e
información de los datos, según lo exponen algunos autores citados.
Por lo tanto, las deficiencias de las publicaciones encontradas sobre el tema, también
repercuten en una de las preguntas de investigación de la presente memoria y que
plantea su interrogante en lo referido a los efectos terapéuticos específicos del arte-
terapia en quienes poseen un TMS, la que no pudo contestarse a cabalidad. Sin embargo,
fue posible recolectar los efectos más importantes informados por expertos de la
disciplina. Esto es prometedor, porque estos efectos terapéuticos descritos en las
publicaciones revisadas, son hipótesis que se entrecruzan en muchos aspectos, llegando
a coincidir en varios de éstos, los cuales además, son siempre positivos. Esto permite
deducir que el arte- terapia llevada a cabo por profesionales serios y con conocimientos
en el área artística y psicoterapéutica, siempre ayudará en alguna medida a estas
personas; al menos a sentirse capaces de generar objetos valiosos y dignos de
admiración, lo cual los repara y los sitúa en otro lugar con respecto al resto de la
sociedad. Además, la coincidencia entre varias de las hipótesis sobre efectos terapéuticos
del arte- terapia con TMS propuestas por algunos autores revisados, les otorga mayor
fortaleza a dichas hipótesis y la posibilidad de generar cinco categorías principales, las
que ya fueron planteadas en este mismo apartado (ego (yo) o self, autoestima, relaciones
interpersonales o interacción social, síntomas psiquiátricos (estado mental) y orientación
de la realidad). Entonces, estas categorías sobre los efectos terapéuticos del arte- terapia
en TMS, podrían ser utilizadas en futuros estudios empíricos sobre resultados que
pretendan comprobarlas.
En cuanto a la segunda pregunta de investigación de esta memoria, más amplia pero,
no por ello menos importante y que cuestiona si la actividad plástica beneficia o no a
pacientes con TMS, puede ser contestada luego de la exhaustiva revisión de bibliografía
relacionada con el tema. La razón, es que no quedan dudas sobre lo positivo que puede
llegar a ser para este grupo, una intervención que incorpore la actividad plástica o el
“hacer arte” en su forma de trabajo. Esto permite afirmar que el arte- terapia (dirigida por
profesionales preparados y responsables) no dañará a las personas con TMS que
participen de esta terapia.
Lo que aún queda pendiente y que se perfila como sumamente necesario, es
comprobar científicamente cuáles son específicamente, los efectos positivos del arte-
63

terapia con TMS. Para ello, la actual memoria, permite que cualquier investigación
empírica que se realice en el futuro para validar el arte- terapia para personas con TMS en
el área de la salud mental, ya no parta desde cero. Esto ocurre, porque entrega la base
que constituye la sistematización de las publicaciones relacionadas con los efectos
terapéuticos de esta intervención, además del sustento teórico presentado para éstos. Es
un punto de partida que enseña y guía, que plantea hipótesis e incentiva a no cometer los
errores anteriores en el ámbito metodológico y así lograr la tan buscada y urgente
verificación científica de los efectos específicos del tratamiento arte- terapéutico para
personas con TMS.
Para terminar, esta memoria demuestra que el arte- terapia ya tiene una
trayectoria trabajando con personas con TMS, que es una forma de trabajo
adecuadamente sustentada en la teoría y que existen resultados positivos documentados,
que al menos permiten decir, que esta intervención no dañará a estos pacientes. Así, el
arte- terapia se presenta como una alternativa esperanzadora de tratamiento integral para
quienes tienen alguna enfermedad mental severa y como una invitación, en especial, para
los profesionales de la salud mental chilena a abrirse a una nueva forma de hacer terapia
que intenta renacer al ser humano que está detrás de estos trastornos.
64

IX. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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69

APÉNDICE
Cuadro 1. Esquizofrenia y otros trastornos psicóticos, según DSM IV (APA, 1995)

ESQUIZOFRENIA. Criterios diagnósticos OTROS TRASTORNOS PSICÓTICOS.


Criterios diagnósticos
Esquizofrenia:
Trastorno Esquizofreniforme:
A. Síntomas característicos: Dos (o más) de los A. Se cumplen los Criterios A, D y E para la
siguientes, cada uno de ellos presente durante una esquizofrenia.
parte significativa de un período de 1 mes (o menos si
ha sido tratado con éxito): B. Un episodio del trastorno (incluidas las fases
prodrómica, activa y residual) dura al menos 1 mes,
1. ideas delirantes pero menos de 6 meses. (Cuando el diagnóstico debe
2. alucinaciones hacerse sin esperar a la remisión, se calificará como
3. lenguaje desorganizado (p. ej., descarrilamiento "provisional".)
frecuente o incoherencia)
4. comportamiento catatónico o gravemente Especificar si:
desorganizado
5. síntomas negativos, por ejemplo, aplanamiento - Sin características de buen pronóstico
afectivo, alogia o abulia
- Con características de buen pronóstico: indicadas
Nota: Sólo se requiere un síntoma del Criterio A si las por dos (o más) de los siguientes ítems:
ideas delirantes son extrañas, o si las ideas delirantes
1. inicio de síntomas psicóticos acusados dentro de
consisten en una voz que comenta continuamente los
las primeras 4 semanas del primer cambio
pensamientos o el comportamiento del sujeto, o si dos
importante en el comportamiento o en la actividad
o más voces conversan entre ellas.
habitual
B. Disfunción social/laboral: Durante una parte
2. confusión o perplejidad a lo largo del episodio
significativa del tiempo desde el inicio de la alteración,
psicótico
una o más áreas importantes de actividad, como son
el trabajo, las relaciones interpersonales o el cuidado
3. buena actividad social y laboral premórbida
de uno mismo, están claramente por debajo del nivel
previo al inicio del trastorno (o, cuando el inicio es en
4. ausencia de aplanamiento o embotamiento
la infancia o adolescencia, fracaso en cuanto a
afectivos
alcanzar el nivel esperable de rendimiento
interpersonal, académico o laboral).

C. Duración: Persisten signos continuos de la


alteración durante al menos 6 meses. Este período de
6 meses debe incluir al menos 1 mes de síntomas
que cumplan el Criterio A (o menos si se ha tratado
con éxito) y puede incluir los períodos de síntomas
prodrómicos y residuales. Durante estos períodos
prodrómicos o residuales, los signos de la alteración
pueden manifestarse sólo por síntomas negativos o
por dos o más síntomas de la lista del Criterio A,
presentes de forma atenuada (p. ej., creencias raras,
experiencias perceptivas no habituales).

D. Exclusión de los trastornos esquizoafectivo y del


estado de ánimo: El trastorno esquizoafectivo y el
trastorno del estado de ánimo con síntomas psicóticos
se han descartado debido a: 1) no ha habido ningún
episodio depresivo mayor, maníaco o mixto
concurrente con los síntomas de la fase activa; o 2) si
los episodios de alteración anímica han aparecido
durante los síntomas de la fase activa, su duración
total ha sido breve en relación con la duración de los
períodos activo y residual.
70

E. Exclusión de consumo de sustancias y de


enfermedad médica: El trastorno no es debido a los
efectos fisiológicos directos de alguna sustancia (p.
ej., una droga de abuso, un medicamento) o de una
enfermedad médica.

F. Relación con un trastorno generalizado del


desarrollo: Si hay historia de trastorno autista o de
otro trastorno generalizado del desarrollo, el
diagnóstico adicional de esquizofrenia sólo se
realizará si las ideas delirantes o las alucinaciones
también se mantienen durante al menos 1 mes (o
menos si se han tratado con éxito).

Clasificación del curso longitudinal:

Episódico con síntomas residuales interepisódicos


(los episodios están determinados por la reaparición
de síntomas psicóticos destacados): especificar
también si: con síntomas negativos acusados

Episódico sin síntomas residuales interepisódicos:


Continuo (existencia de claros síntomas psicóticos a
lo largo del período de observación): especificar
también si: con síntomas negativos acusados

Episodio único en remisión parcial: especificar


también si: con síntomas negativos acusados

Episodio único en remisión total

Otro patrón o no especificado

Menos de 1 año desde el inicio de los primeros


síntomas de fase activa
Trastorno esquizoafectivo:
Esquizofrenia de tipo paranoide:
A. Un período continuo de enfermedad durante el que
se presenta en algún momento un episodio depresivo
A. Preocupación por una o más ideas delirantes o
mayor, maníaco o mixto, simultáneamente con
alucinaciones auditivas frecuentes.
síntomas que cumplen el Criterio A para la
B. No hay lenguaje desorganizado, ni comportamiento esquizofrenia.
catatónico o desorganizado, ni afectividad aplanada o Nota: El episodio depresivo mayor debe incluir el
inapropiada. Criterio A1: estado de ánimo depresivo.

Codificación del curso de la esquizofrenia en el B. Durante el mismo período de enfermedad ha


quinto dígito: habido ideas delirantes o alucinaciones durante al
.x2 Episódico con síntomas residuales interepisódicos menos 2 semanas en ausencia de síntomas afectivos
acusados.
.x3 Episódico con síntomas residuales no
C. Los síntomas que cumplen los criterios para un
interepisódicos
episodio de alteración del estado de ánimo están
presentes durante una parte sustancial del total de la
.x0 Continuo
duración de las fases activa y residual de la
enfermedad.
.x4 Episodio único en remisión parcial
D. La alteración no es debida a los efectos fisiológicos
.x5 Episodio único en remisión total
directos de alguna sustancia (p. ej., una droga de
abuso o un medicamento) o a enfermedad médica.
.x8 Otro patrón o no especificado
Codificación basada en tipo:
.x9 Menos de 1 ano desde el inicio de los primeros
síntomas de fase activa .0 Tipo bipolar: si la alteración incluye un episodio
71

maníaco o mixto (o un episodio maníaco o mixto y


episodios depresivos mayores)
.1 Tipo depresivo: si la alteración sólo incluye
episodios depresivos mayores

Esquizofrenia de tipo desorganizado: Trastorno delirante:


A. Ideas delirantes no extrañas (p. ej., que implican
A. Predominan:
situaciones que ocurren en la vida real, como ser
seguido, envenenado, infectado, amado a distancia o
1. lenguaje desorganizado
engañado por el cónyuge o amante, o tener una
2. comportamiento desorganizado
enfermedad) de por lo menos 1 mes de duración.
3. afectividad aplanada o inapropiada
B. Nunca se ha cumplido el Criterio A para la
B. No se cumplen los criterios para el tipo catatónico. esquizofrenia.

Codificación del curso de la esquizofrenia en el Nota: En el trastorno delirante puede haber


quinto dígito: alucinaciones táctiles u olfatorias si están
relacionadas con el tema delirante.
.x2 Episódico con síntomas residuales interepisódicos
C. Excepto por el impacto directo de las ideas
delirantes o sus ramificaciones, la actividad
.x3 Episódico con síntomas residuales no psicosocial no está deteriorada de forma significativa
interepisódicos y el comportamiento no es raro ni extraño.

.x0 Continuo D. Si se han producido episodios afectivos


simultáneamente a las ideas delirantes, su duración
total ha sido breve en relación con la duración de los
.x4 Episodio único en remisión parcial períodos delirantes.

E. La alteración no es debida a los efectos fisiológicos


.x5 Episodio único en remisión total directos de alguna sustancia (p. ej., una droga o un
medicamento) o a enfermedad médica.

.x8 Otro patrón o no especificado Tipo (en base al tema delirante que predomine):

Tipo erotomaníaco: ideas delirantes de que otra


.x9 Menos de 1 año desde el inicio de los primeros persona, en general de un status superior, está
síntomas de fase activa enamorada del sujeto.

Tipo de grandiosidad: ideas delirantes de exagerado


valor, poder, conocimientos, identidad, o relación
especial con una divinidad o una persona famosa.

Tipo celotípico: ideas delirantes de que el


compañero sexual es infiel.

Tipo persecutorio: ideas delirantes de que la


persona (o alguien próximo a ella) está siendo
perjudicada de alguna forma.

Tipo somático: ideas delirantes de que la persona


tiene algún defecto físico o una enfermedad médica.

Tipo mixto: ideas delirantes características de más


de uno de los tipos anteriores, pero sin predominio de
ningún tema.

Tipo no especificado
72

Trastorno psicótico breve:


Esquizofrenia de tipo catatónico:
A. Presencia de uno (o más) de los síntomas
Cuadro clínico que está dominado por al menos dos siguientes:
de los siguientes síntomas:
1. ideas delirantes
inmovilidad motora manifestada por 2. alucinaciones
catalepsia (incluida la flexibilidad cérea) o estupor 3. lenguaje desorganizado (p. ej., disperso o
incoherente)
actividad motora excesiva (que 4. comportamiento catatónico o gravemente
aparentemente carece de propósito y no está influida desorganizado
por estímulos externos)
Nota: No incluir un síntoma si es un patrón de
negativismo extremo (resistencia respuesta culturalmente admitido.
aparentemente inmotivada a todas las órdenes o
mantenimiento de una postura rígida en contra de los B. La duración de un episodio de la alteración es de al
intentos de ser movido) o mutismo menos 1 día, pero inferior a 1 mes, con retorno
completo al nivel premórbido de actividad.
peculiaridades del movimiento voluntario
manifestadas por la adopción de posturas extrañas C. La alteración no es atribuible a un trastorno del
(adopción voluntaria de posturas raras o estado de ánimo con síntomas psicóticos, a un
inapropiadas), movimientos estereotipados, trastorno esquizoafectivo o a esquizofrenia y no es
manierismos marcados o muecas llamativas debido a los efectos fisiológicos directos de una
sustancia (p. ej., una droga, un medicamento) o de
ecolalia o ecopraxia una enfermedad médica.

Codificación del curso de la esquizofrenia en el Codificación según tipos:


quinto dígito:
.81 Con desencadenante(s) grave(s) (psicosis
.x2 Episódico con síntomas residuales interepisódicos
reactiva breve): si los síntomas psicóticos se
.x3 Episódico con síntomas residuales no
presentan poco después y en aparente respuesta a
interepisódicos
uno o más acontecimientos que, solos o en conjunto,
.x0 Continuo
serían claramente estresantes para cualquier persona
.x4 Episodio único en remisión parcial
en circunstancias parecidas y en el mismo contexto
.x5 Episodio único en remisión total
cultural.
.x8 Otro patrón o no especificado
.x9 Menos de 1 año desde el inicio de los primeros
.80 Sin desencadenante(s) grave(s): si los síntomas
síntomas de fase activa
psicóticos no se presentan poco después o no
parecen una respuesta a acontecimientos que serían
claramente estresantes para cualquier persona en
circunstancias parecidas y en el mismo contexto
cultural.

Especificar si:
De inicio en el posparto: si el inicio se produce en las
primeras 4 semanas del posparto

Esquizofrenia de tipo indiferenciado: Trastorno psicótico compartido:

Están presentes los síntomas del Criterio A, pero que A. Se desarrolla una idea delirante en un sujeto en el
no cumple los criterios para el tipo paranoide, contexto de una relación estrecha con otra(s)
desorganizado o catatónico. persona(s) que ya tiene(n) una idea delirante
establecida.
Codificación del curso de la esquizofrenia en el
quinto dígito: B. La idea delirante es parecida en su contenido a la
de la persona que ya tenía la idea delirante.
.x2 Episódico con síntomas residuales interepisódicos
C. La alteración no se explica mejor por la presencia
.x3 Episódico con síntomas residuales no de otro trastorno psicótico (p. ej., esquizofrenia) o de
interepisódicos un trastorno del estado de ánimo con síntomas
psicóticos, y no es debida a los efectos fisiológicos
.x0 Continuo directos de alguna sustancia (p. ej., una droga, un
73

.x4 Episodio único en remisión parcial medicamento) o a una enfermedad médica.

.x5 Episodio único en remisión total

.x8 Otro patrón o no especificado

.x9 Menos de 1 año desde el inicio de los primeros


síntomas de fase activa
Trastorno psicótico debido a enfermedad médica:
Esquizofrenia tipo residual:
A. Alucinaciones o ideas delirantes acusadas.
A. Ausencia de ideas delirantes, alucinaciones,
lenguaje desorganizado y comportamiento catatónico B. A partir de la historia clínica, la exploración física o
o gravemente desorganizado. las pruebas de laboratorio, hay pruebas de que la
alteración es un efecto fisiológico directo de una
B. Hay manifestaciones continuas de la alteración, enfermedad médica.
como lo indica la presencia de síntomas negativos o
de dos o más síntomas de los enumerados en el C. La alteración no se explica mejor por la presencia
Criterio A para la esquizofrenia, presentes de una de otro trastorno mental.
forma atenuada (p. ej., creencias raras, experiencias
perceptivas no habituales). D. La alteración no aparece exclusivamente en el
transcurso de un delirium.
Codificación del curso de la esquizofrenia en el
quinto dígito: Código basado en síntoma predominante:
.x2 Episódico con síntomas residuales interepisódicos
.2 Con ideas delirantes: si predominan las ideas
.x3 Episódico con síntomas residuales no
delirantes.
interepisódicos
.x0 Continuo .0 Con alucinaciones: si predominan las
.x4 Episodio único en remisión parcial alucinaciones.
.x5 Episodio único en remisión total
.x8 Otro patrón o no especificado Nota de codificación: Si, como parte de una
.x9 Menos de 1 año desde el inicio de los primeros demencia previa, se presentan ideas delirantes,
síntomas de fase activa indicar las ideas delirantes codificando, si es posible,
el subtipo de demencia, por ejemplo, F00.11
Demencia tipo Alzheimer, de inicio tardío, con ideas
delirantes [290.20].
Trastorno psicótico inducido por sustancias:
A. Alucinaciones o ideas delirantes. Nota: No incluir
las alucinaciones si el sujeto es consciente de que
son provocadas por la sustancia.

B. A partir de la historia clínica, la exploración física o


los exámenes de laboratorio, hay pruebas de 1 o 2:

1. los síntomas del Criterio A aparecen durante o en


el mes siguiente a una intoxicación por o
abstinencia desustancias.

2. el consumo de un medicamento está


etiológicamente relacionado con la alteración.

C. La alteración no se explica mejor por la presencia


de un trastorno psicótico no inducido por sustancias.
Las pruebas de que los síntomas no son atribuibles a
un trastorno psicótico no inducido por sustancias
pueden ser las siguientes: los síntomas preceden al
inicio del consumo de la sustancia (o al consumo del
medicamento); los síntomas persisten durante un
período sustancial de tiempo (p. ej., alrededor de 1
mes) tras la abstinencia aguda o la intoxicación grave,
74

o son claramente excesivos en relación con lo que


cabría esperar por el tipo o la cantidad de la sustancia
utilizada o la duración de su uso, o hay otros datos
que sugieren la existencia de un trastorno psicótico no
inducido por sustancias (p. ej., una historia de
episodios recidivantes no relacionados con
sustancias).

D. La alteración no aparece exclusivamente en el


transcurso de un delirium.

Nota: Debe realizarse este diagnóstico en lugar del


diagnóstico de intoxicación por sustancias o
abstinencia de sustancias únicamente si los síntomas
son excesivos en relación con los habitualmente
asociados al síndrome de intoxicación o abstinencia y
cuando los síntomas son de suficiente gravedad como
para merecer atención clínica independiente.

Código para el trastorno psicótico inducido por


sustancia específica:

F10.51 Alcohol, con ideas delirantes [291.5]


F10.52 Alcohol, con alucinaciones [291.3]
F16.51 Alucinógenos, con ideas delirantes [292.11]
F16.52 Alucinógenos, con alucinaciones [292.12J
F15.51 Anfetamina (o sustancias de acción
similar), con ideas delirantes [292.11]
F15.52 Anfetamina (o sustancias de acción
similar), con alucinaciones [292.12]
F12.51 Cannabis, con ideas delirantes [292.11]
F12.52 Cannabis, con alucinaciones [292.12]
F14.51 Cocaína, con ideas delirantes [292.11]
F14.52 Cocaína, con alucinaciones [292.12]
F19.51 Fenciclidina (o sustancias de acción
similar) con ideas delirantes [292.11]
F19.52 Fenciclidina (o sustancias de acción
similar), con alucinaciones [292.12]
F18.51 Inhalantes, con ideas delirantes [292.11]
F18.52 Inhalantes, con alucinaciones [292.11]
F11.51 Opiáceos, con ideas delirantes [292.11]
F11.52 Opiáceos, con alucinaciones [292.12]
F13.51 Sedantes, hipnóticos o ansiolíticos, con
ideas delirantes [292.11]
F13.52 Sedantes, hipnóticos o ansiolíticos, con
alucinaciones [292.12]
F19.51 Otras sustancias (o desconocidas), con
ideas delirantes [292.11]
F19.52 Otras sustancias (o desconocidas), con
alucinaciones [292.12]

Especificar si:

De inicio durante la intoxicación: si se cumplen los


criterios para la intoxicación por la sustancia y los
síntomas aparecen durante la intoxicación.
De inicio durante la abstinencia: si se cumplen los
criterios para la abstinencia de la sustancia y los
síntomas aparecen durante o poco tiempo después
del síndrome de abstinencia.

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