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Diógenes, una película que celebra la vida a través de la muerte

La película es la ópera prima del director peruano Leonardo Barbuy. Está en cartelera.

  • La película fue coproducida por La Selva Cine, la casa productora de las cineastas locales Laura Mora, Daniela Abad y Mirlanda Torres. Fotos cortesía.
    La película fue coproducida por La Selva Cine, la casa productora de las cineastas locales Laura Mora, Daniela Abad y Mirlanda Torres. Fotos cortesía.
09 de junio de 2024
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Diógenes primero fue un sueño. Leonardo Barbuy soñó con un hombre muerto dentro de una pequeña estancia de pastoreo en la sierra de la cordillera de los Andes, en Perú. Al día siguiente se levantó y se quedó pensando en el sueño, en la muerte, en lo que pasa con la memoria de alguien que muere en ese nivel de aislamiento. Y esas preguntas que fueron surgiendo del sueño terminaron en una investigación que terminó en una película: Diógenes, su opera prima.

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La investigación, que hizo al lado de la antropóloga Sandra Rodríguez y la productora Illari Orccottoma, los llevó al pueblo de Sarhua, en el departamento de Ayacucho, y allí, con la comunidad hicieron la película.

–Fue muy natural como se fue armando, por eso nos tomó un tiempo de cinco años antes de poder filmar con la comunidad, dice Barbuy.

–Un proceso largo...

–Muy nutritivo.

–¿Por que Sarhua?

–Cuando empecé a investigar sobre casos de aislamiento en la sierra peruana, una de las cuestiones que salió a flote es que generalmente alguien que se aísla trata de producir algún tipo de práctica artesanal, algo utilitario, algún tipo de producto que le sirve para intercambiar eventualmente por insumos para la supervivencia. En algún momento me puse a pensar en las distintas prácticas que ocurrían en algunos lugares y ahí aparecen con mucha claridad las Tablas de Sarhua, y es algo increíble, porque tienen que ver con la memoria familiar y comunitaria. Fue muy evidente, muy claro, que las tablas se vinculaban directamente a la investigación.

Las tablas de Sarhua son una tradición centenaria y una forma de arte única, propia de esta comunidad ubicada en el sur del Perú, que consiste en troncos de entre dos y tres metros de largo, pintados a lo largo con diferentes escenas, principalmente de una familia. En 2018 el gobierno peruano las declaró Patrimonio cultural de la nación.

“Las tablas son parte de la ceremonia de la Tabla Apaykuy que se realiza cuando hacen una nueva casa. Construyen un techado y los compadres entregan una tabla del dueño de la casa que se coloca en un lado del techo a dos aguas al costado de la viga”, le explico Venuca Evanán artista de las Tablas a la BBC.

Las tablas suelen ser un regalo entre compadres, se dibuja la familia que la recibe. La lectura se hace de abajo hacia arriba. Empieza con una dedicatoria del padrino, sigue un santo católico, normalmente la Virgen de la Asunción, patrona de Sarhua, y de ahí para arriba, los miembros de la familia en orden de importancia.

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En la película las tablas tienen un papel fundamental, pues dan cuenta del contexto local en el que se desarrolla la película, del hombre en aislamiento que es el artista, como él va articulando su historia personal y familiar con ese contexto, y como esa historia se reproduce cuando se la cuenta a sus hijos. En semejante aislamiento esa historia es el mundo.

Y ese mundo no nos es ajeno.

–Si hablamos de memoria en relación a la sierra, es inevitable pensar en el conflicto armado interno que se dio entre 1980 y el año 2000, y que además ha tenido secuelas muy graves dentro del país. Hay actos de violencia brutales que se dieron tanto por parte de grupos subversivos como Sendero Luminoso o el MRTA, pero también por parte del Estado y fuerzas paramilitares, pero en las representaciones de la película no se sabe exactamente quien es el perpetuador. No se sabe quién es el enemigo.

Un escenario de conflicto que en Colombia conocemos tan bien, pero que la película nos permite mirar desde una perspectiva que desconocemos. Porque además del arte, la película también toma de la comunidad su lengua, el Quechua, sus relatos y su ritmo, sus tiempos, su espontaneidad.

–La comunidad de Saruha fue profundamente generosa, siempre tuvieron una gran disposición. Para ellos el arte es muy importante, entonces la idea de hacer una película dentro del pueblo y con la participación de la comunidad los llenaba de alegría.

–Los actores son todos de la comunidad...

–Todos son comuneros de Saruha y son actores naturales. Ninguno de ellos ha tenido formación actoral.

–¿Cómo fue el trabajo con ellos?

–La apuesta fue bastante arriesgada porque yo decidí no tener un ejercicio de preparación ni formación y casi que cero ensayos, porque lo que vi en las cámaras, en esa vinculación como tan espontánea era algo muy hermoso y lo quise preservar, que no se entiendiera que había que actuar, sino estar presente, representarse a uno mismo en relación a los pedidos de la historia, conseguir algo más genuino.

Esa naturalidad es la que presenta como extraña esa situación de violencia tan conocida. Y ese extrañamiento sumado a ese tiempo lento del aislamiento que marca el ritmo de la película va transformando las certezas de nuevo en preguntas sobre la memoria, el conflicto, la identidad, la muerte y la verdad.

Diógenes nos pone de frente con la historia propia, la historia patria. Lo que uno ve en la película depende de lo que uno ya ha visto y ha pensado del conflicto propio y local.

La película, que se estrenó en Medellín pasado 30 de mayo, fue coproducida por La Selva Cine, la casa productora de las cineastas paisas Laura Mora (Matar a Jesús y Los Reyes del Mundo), Daniela Abad (Carta a una Sombra y The Smiling Lombana) y Mirlanda Torres. En su estreno mundial en el Festival de Cine de Málaga fue galardonada con dos Biznagas de Plata en la sección ZonaCine: Mejor Película Iberoamericana y Mejor Dirección.

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