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En el mismo año de su matrimonio fueron contratados por la Cadena Oriental de Radio para debutar
en el programa Atalaya campesina e iniciar una carrera de aplausos y éxitos. La voz de Celina, llena de
matices singulares del cantar campesino, y la guitarra, de pulsar complicado, en las manos de Reutilio,
pronto se dieron a conocer en toda la comarca.
Antonio Fernández, conocido en el mundo artístico como Ñico Saquito, los recomendó con el
empresario radial Laureano Suárez, conocido como Suaritos. Al año siguiente, el 2 de noviembre de
1948, estos vibrantes campesinos pasaron a La Habana y desde la Radio Cadena Suaritos iniciaron la
conquista definitiva de la isla, y, lentamente, de Latinoamérica, con sus cantos afroguajiros, únicos y
sin ningún antecedente: A Santa Bárbara, A la Caridad del Cobre, San Lázaro y Una fiesta para Ochún,
se convirtieron en sus cartas doradas de presentación.
Laureano Suárez fue quien los animó a organizar su primer conjunto del cual hicieron parte: «el
Guajiro» Mirabal (trompeta), Raúl Lima (laúd), Blanco (bongó), Reinaldo Hierrezuelo (contrabajo y
canto) y Obdulio Morales (piano y arreglos), de quien Celina se refiere como la persona que organizó
y le dio el timbre al conjunto.
Tiempo después, y tras haber cubierto varias programaciones de gran audiencia en Suaritos, pasaron
a la RHC Cadena, una planta de radio de mayor alcance y poseedora de una gran audiencia en todo el
territorio. Celina y Reutilio se dieron a conocer en 1950, en toda la República por las transmisiones de
la Cadena Azul. En 1950, filmaron películas cubanas entre ellas: Rincón criollo y Bella, la salvaje.
En 1956 y 1957 viajaron a New York, una de sus primera giras internacionales y luego estuvieron en
en Santo Domingo [1958], plaza en la que alternaron con Benny Moré y Barbarito Díez. En 1964, el
dúo se desintegró y Celina, inició una nueva etapa como solista. Por su parte Reutilio regresó a
Guantánamo, donde falleció el 28 de febrero de 1972.
Es sabido de los seguidores de Celina y Reutilio, que su popularidad se debió a que interpretaban en
cada audición radial la más gustadoras melodías de la isla que los vio nacer, en ritmos de punto
guajiro, canción guajira, guaracha, guaguancó y son. Mantuvieron la línea musical sin perder el
terreno artístico y sin sentirse forzados a interpretar los géneros musicales de otras naciones,
defendiendo la autenticidad de la música bailable y gustadora de la isla del poeta José Martí. Eran tan
auténticos en sus interpretaciones, que muchas veces se les oyó decir: "¿Por qué, si los cubanos
tenemos la rumba, el bolero y el son, y el mundo baila el guaguancó, debemos extranjerizarnos.