Noviembre Principia Con Llanto
Noviembre Principia Con Llanto
Noviembre Principia Con Llanto
Personajes:
BERTITA, 60 años
PINTACRUCES, actor versátil
POETA
CARMELA, 25 años
EL CHARRO
LA MORAIMA, prostituta joven
(Alejandro Licona)
3 Hombres. 2 Mujeres
(Panteón de provincia en la sección de tercera clase. El primer día de noviembre.
Tres modestas tumbas sin lápidas, una de ellas sin cruz. Algunos huesos y
cráneos humanos tirados ocasionalmente.
Es de mañana. Entra Bertita, una mujer cerca de los sesenta años, trae un rebozo
puesto, porta una cubeta y una pala. Su voz es angustiosa.)
BERTITA: Aquí es. Qué trabajo me costó encontrarte, Miguel. Mira nomás, ya
hasta te robaron la cruz que te trajimos el cabo de año, pero ahora con la taquería
que voy a poner con la mamá de Chío, te voy a mandar a hacer una cruz con el
herrero. (Riega agua y limpia la tumba.) ¡Ay, Miguel!, el tiempo se me fue como un
suspiro y ya hace mucho que partiste, me dejaste con las cuatas de brazos y
ahora ya hasta se casaron...bueno, se arrejuntaron. (Suspira.) Miguel, no creas
que ya te olvidé o que ya te eché tierra en el recuerdo. (Llora.) Ya don Isidro, el
panadero, tu último patrón, también te alcanzó, lo operaron de la vesícula y se les
pasó la anestesia, ya no despertó, se quedó en la plancha; siempre me decía que
si hubieras doblado turno no te hubieras accidentado. (Rompe el llanto cada vez
más fuerte.) Me dejaste en una situación bastante difícil, con los centavos que me
dio el sindicato me compre un lotecito, allá en Cantarranas, pero ya te imaginarás,
yo sola y las cuatas; tres mujeres desvalidas frente al mundo. ¡Ay, cuántos abusos
cometieron! Por eso ahora vivo con mi hermana y mi cuñado Beto. Las cuatas ya
hicieron su vida aparte, ahora eres abuelo de siete chamacos. Mi hermana
construyó dos piececitas allá, en Cantarranas...bueno, así nadie paga renta. Sólo
que Beto es muy grosero y ya me quiere correr, yo le digo que por qué si es mi
terreno, y él me dice que son sus blocks. Es muy majadero. (Desesperada.) Me
siento muy sola, Miguel, muy sola. Mi hermana tiene a Beto y sus hijas la visitan,
pero yo estoy como muerta arriba de la tierra. ¡Miguel! ¡Miguel! ¿Por qué agarraste
los cables de alta tensión? No lo hubieras hecho, ¿cómo se te ocurrió componer la
antena de la tele? Ese maldito programa de toros sólo te trajo la muerte. Ahora me
acompañarías en mi soledad. Cada año tengo que empezar los noviembres con
llanto. A veces quiero echarme un puño de tugón en la boca y caer muerta como
mosca, porque ya no quiero esta vida sin sabor.
(Llora en todo lo alto. Pausa. Entra un hombre con la ropa salpicada de pintura.)
BERTITA: ¿Quién?
BERTITA: Ah, era mi esposo. Cogió un alambre de alta tensión... lo confundió con
el de la antena. Le fallaba un poco la vista.
PINTACRUCES: (Titubea.) Bueno es que yo...es que yo... ¡Yo también me llamo
Miguel!
POETA:
Se los llevó la calaca
en medio de los insultos;
ella los hizo caca-
huates en tres bultos.
¡Ay, ayayayayayyy!
(Sale dando tumbos. Entra Carmela, mujer joven acabada por las penas. Con
ternura se dirige a la segunda tumba.)
PINTACRUCES: Costaba. Porque con los muertos subió. Además le voy a dar dos
manos; la brocha se gasta, el thinner se evapora... ¡Ya la mano de obra se la
salgo regalando!
PINTACRUCES: Está bien, nomás porque el muertito era niño. Va a ver, se la voy
a dejar más blanca que las nubes. (Empieza a pintar la cruz.)
PINTACRUCES: ¿Mande?
CARMELA: ¡Qué comparaciones hace usted! ¿No le teme a su divina furia? Usted
es un blasfemo. (Con énfasis.) Dios nunca duerme... Y si lo hace debe hacerlo con
un solo ojo, para que con el otro vea cómo se portan sus hijos.
PINTACRUCES: ¡Pues por eso no ve bien y se cometen muchas injusticias en la
tierra! Se necesita de los dos ojos para tener una buena perspectiva de las cosas.
CARMELA: ¿Y usted por qué dice eso? ¿Es de alguna secta religiosa? ¿Acaso
evangelista?
CARMELA: Pues será del viejo. Mire, apúrese a pintar la cruz y cállese, que a
leguas se ve que nunca ha leído nada. ¡Hablador!.
PINTACRUCES: ¡Újule!
CARMELA: Además, déjeme seguir platicando con Federiquito. Ahora serías todo
un jovencito, estarías en tus primeras mocedades. Estos geranios van a parecer
una alfombra florentina, los regaré cada semana con lágrimas de amor y de
recuerdo. (Triste.) He sido una madre fértil pero ha sido peor que estéril; ningún
hijo se me logra. Tú sabes por qué, Dios.
CARMELA: Nada, Cruz. No quiso su chichi, nomás lloró y lloró, hasta que se
desmoreció y quedó entumidito. (Llora.) La alferecía, Cruz, la alferecía...
CRUZ: No debiste haber mencionado esa palabra. Eres una mula. ¡Estás salada!
¡Tú lo mataste, Carmela!
(La Muerte-Charro repite su grito como falsete, como llanto, mientras sale. Cruz se
quita la máscara. Vuelve la luz real. Cruz regresa a pintar y Carmela solloza sobre
la tierra.)
(La Moraima le truena los dedos. El Pintacruces le hace una seña obscena con la
mano. Sale.)
LA MORAIMA: Dicen que a mediodía de hoy llegan los muertos a comer a sus
casas, pero tú casi nunca ibas a comer. Es por eso que te he traído tu ofrenda
para que no te quedes sin tragar. (Saca de la bolsa tamales y rosquetas. Tapiza la
tumba con la comida.) Mira, Celso, a veces hasta pienso que el cuchillo que en la
panza te metió el "Babas", allá en el burdel, lo tenías bien merecido. Ya sabía
desde antes que eras un mayate, un explotador, que nunca me quisiste, sin
embargo yo estaba cerrada de ojos para comprender todo esto. Me agarraste
hecha una chamaca. El día que te mataron yo de taruga lloré... Cómo fuiste
pendejo, ponerte celoso cuando bailaba con el Babas, cuando tú mismo me
obligabas a hacerlo. Recuerdo cuando te conocí y me defendiste de Filemón, el
carnicero, que sólo quería abusar de mí, y tú le hiciste frente a pesar de que te
sacó el machete. Pensé: "Este es mi hombre", pero me equivoqué porque fuiste
como la carne de puerco: ¡malo! No creas que te vine a llorar, te prometo no rodar
una sola lágrima sobre tu tumba. Vine a decirte lo que por pendeja no te dije
cuando vivías: que sólo fuiste un monigote de lo que realmente es un hombre. Me
doy asco yo misma. Entrar todas las noches al cuarto lleno de chinches. Me siento
podrida y es entonces cuando me atemoriza el peso de los pecados y el dinero lo
veo lleno de carcajadas de los hombres que me compran.
Bueno, no quiero estar aquí hasta el mediodía, cuando salgas a comer lo que te
traje. No me tardar‚ más. (Va sacando las cosas de la bolsa.) Te traje una cerveza
de bote; como decías: "Cerveza de bote para el padrote". También tus cigarros
ovalados, de carita, sin filtro, fuertes, como te gustaban. (Saca de los senos.) La
mariguana está escasa, pero te conseguí dos bachas, aquí te las dejo. Si quieres,
siémbrala en tu tumba, infiel difunto. También te traje tus zapatos blancos de
puntita y tu charrasca de segueta que te hacía sentir valiente. Aquí te dejo todas
tus pertenencias, yo no me quedo porque nunca te pertenecí. Ahora estoy viuda
de padrote, pero aprendí a ser dura con el trato tan salvaje que me diste. Ahora
sólo tendré los ojos morados por el polvo que me ponga para trabajar, jamás los
tendré otra vez por tus trompadas. Espero que te gusten las hojaldras, ojete,
tienen yemas de huevo en agua de azahar; de dulce te traje calabaza en tacha.
Adiós, Celso, espero que no descanses en paz, como yo. Me voy para que te
atragantes. Voy a ir a un temazcal, porque hoy es sábado y hay mucho billete; voy
a mover las nalgas en la pista para atraer el cliente. Tal y como me enseñaste. Me
voy a sahumar el cuerpo de esencias, me voy a untar de pachuli los sobacos. (In
cressendo.) Voy a festejar esta noche la única herencia que me dejaste: ¡la de
puta! Ya ves que estoy atada a esta herencia mi rey. Nunca podré desprenderme
de tus cadenas que me oprimieron a la mugre del burdel.
Te prometo ser la más bella de "Río Escondido" y del "Fistol Rojo". La que mejor
baile la de las Santanera, la más sodomienta, hasta llegar a madrota. ¡Celso, hijo
de la chingada, cuánto te quise! (El llanto la traiciona. Medio mutis. Regresa.)
Olvidaba decirte que compré tu calavera de dulce, con tu nombre en la frente:
Celso. Es un cráneo de panela, de miel. (Muestra la calavera de dulce, como en
Hamlet.) Es lo único que me pertenece, tu cabeza. No la que tenías en vida, esta
es melosa, lo único dulce que tendré de ti por toda la eternidad. Esta calavera no
te la dejo, cabrón. Esta, tu muerte, yo me la trago. ¡Hasta empacharme!
(Devora la calavera de dulce, se escuchan huesos que son roídos con avidez. Al
fondo música de cabaret. El Pintacruces aparece en actitud de padrote, glicerina
en el pelo. Se le acerca.)
PINTACRUCES: ¿Qué estás haciendo, muñeca?