Noviembre Principia Con Llanto

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NOVIEMBRE PRINCIPIA CON LLANTO

Pieza de humor negro

Ricardo Pérez Quitt

Personajes:

BERTITA, 60 años
PINTACRUCES, actor versátil
POETA
CARMELA, 25 años
EL CHARRO
LA MORAIMA, prostituta joven

Sinopsis: La acción se desarrolla en un panteón el primer día de noviembre. El


Pintacruces se gana unos centavos con su trabajo y así entra en contacto con los
deudos (tres mujeres) que visitan a sus difuntos: la primera es viuda de un
accidentado que vive de arrimada sufriendo no sólo los malos modos de sus
parientes sino el olvido de sus hijas. La segunda visitante es Carmela que acude a
la tumba de su hijo recién nacido, ella es una mujer que no se le logran los niños.
La última mujer es una prostituta (La Moraima), que entre agresiva y nostálgica
visita a su padrote muerto en una riña de burdel. Obra poética de suave humor co
elementos mágicos.

(Alejandro Licona)

3 Hombres. 2 Mujeres
(Panteón de provincia en la sección de tercera clase. El primer día de noviembre.
Tres modestas tumbas sin lápidas, una de ellas sin cruz. Algunos huesos y
cráneos humanos tirados ocasionalmente.
Es de mañana. Entra Bertita, una mujer cerca de los sesenta años, trae un rebozo
puesto, porta una cubeta y una pala. Su voz es angustiosa.)

BERTITA: Aquí es. Qué trabajo me costó encontrarte, Miguel. Mira nomás, ya
hasta te robaron la cruz que te trajimos el cabo de año, pero ahora con la taquería
que voy a poner con la mamá de Chío, te voy a mandar a hacer una cruz con el
herrero. (Riega agua y limpia la tumba.) ¡Ay, Miguel!, el tiempo se me fue como un
suspiro y ya hace mucho que partiste, me dejaste con las cuatas de brazos y
ahora ya hasta se casaron...bueno, se arrejuntaron. (Suspira.) Miguel, no creas
que ya te olvidé o que ya te eché tierra en el recuerdo. (Llora.) Ya don Isidro, el
panadero, tu último patrón, también te alcanzó, lo operaron de la vesícula y se les
pasó la anestesia, ya no despertó, se quedó en la plancha; siempre me decía que
si hubieras doblado turno no te hubieras accidentado. (Rompe el llanto cada vez
más fuerte.) Me dejaste en una situación bastante difícil, con los centavos que me
dio el sindicato me compre un lotecito, allá en Cantarranas, pero ya te imaginarás,
yo sola y las cuatas; tres mujeres desvalidas frente al mundo. ¡Ay, cuántos abusos
cometieron! Por eso ahora vivo con mi hermana y mi cuñado Beto. Las cuatas ya
hicieron su vida aparte, ahora eres abuelo de siete chamacos. Mi hermana
construyó dos piececitas allá, en Cantarranas...bueno, así nadie paga renta. Sólo
que Beto es muy grosero y ya me quiere correr, yo le digo que por qué si es mi
terreno, y él me dice que son sus blocks. Es muy majadero. (Desesperada.) Me
siento muy sola, Miguel, muy sola. Mi hermana tiene a Beto y sus hijas la visitan,
pero yo estoy como muerta arriba de la tierra. ¡Miguel! ¡Miguel! ¿Por qué agarraste
los cables de alta tensión? No lo hubieras hecho, ¿cómo se te ocurrió componer la
antena de la tele? Ese maldito programa de toros sólo te trajo la muerte. Ahora me
acompañarías en mi soledad. Cada año tengo que empezar los noviembres con
llanto. A veces quiero echarme un puño de tugón en la boca y caer muerta como
mosca, porque ya no quiero esta vida sin sabor.

(Llora en todo lo alto. Pausa. Entra un hombre con la ropa salpicada de pintura.)

PINTACRUCES: ¿Le pinto la cruz, señito? Ya estamos en el día de su muerto.


¿De qué color es, gris, blanca o negra?

BERTITA: Gracias, pero le robaron su cruz a mi muerto.

PINTACRUCES: ¡Ah, qué condenados! (Confidencial.) ¿Si quiere le consigo una


por allí? (Señala.)

BERTITA: No se moleste. Déjeme sola por favor.

(El Pintacruces da vuelta para retirarse. Regresa.)


PINTACRUCES: ¿Oiga, y de qué se murió?

BERTITA: ¿Quién?

PINTACRUCES: ¿Cómo que quién? Pues su pariente.

BERTITA: Ah, era mi esposo. Cogió un alambre de alta tensión... lo confundió con
el de la antena. Le fallaba un poco la vista.

PINTACRUCES: Se electrocutó. Pobrecito.

BERTITA: Sí, ese día la Compañía de Luz y Fuerza no se compadeció de lo


acongojada que estaba yo, quería que pagara los desperfectos, porque causó
varios cortos circuitos y el cine de enfrente suspendió la función porque no tenía
planta de energía propia; todos se querían desquitar conmigo, no les condolió mi
pena.

PINTACRUCES: De que viene la de malas, qué caray. Ahora que le consiga la


cruz se la voy a pintar por cortesía de su servidor. ¡Va a quedar bien negra!

BERTITA: ¡Ay, no! Negra ya no. ¡Qué ausencia de color!

PINTACRUCES: Pero, era adulto, la cruz de los adultos es negra.

BERTITA: Sí, pero me hace recordar el día en que lo recogí de la azotea. Si


hubiera visto hasta dónde fue a caer con la descarga. (Llora.) Estaba hecho
pedazos negros, como un bulto de carbón cisco sin costal; puras cenizas negras,
se me deshizo en las manos mi Miguel. ¡Ay, ay!

PINTACRUCES: Cálmese seño, yo no quise recordarle. Tenga un cigarrito para el


aire. Ya serénese.

(Ella acepta, se calma poco a poco.)

BERTITA: Ya me voy porque se me hace tarde, nomás me di una escapadita de


mi hermana, no quiere que me torture más. Ojalá y tenga usted mucha clientela.
(Se va y se detiene.) Yo me llamo Berta. (Se acerca.) Y tiene su pobre casa allá,
en Cantarranas. Y usted, ¿cómo se llama?

PINTACRUCES: (Titubea.) Bueno es que yo...es que yo... ¡Yo también me llamo
Miguel!

(Bertita sale lloriqueando. Entra el Poeta, tambaleándose, trae una botella de


tequila y también unos periódicos-calaveras con grabados de Guadalupe Posada.
Lee las dos cruces, luego improvisa.)

POETA:
Se los llevó la calaca
en medio de los insultos;
ella los hizo caca-
huates en tres bultos.

Ay, rejodida huesuda


que te nos llevas parejos;
indecente, pelona, desnuda,
llévate a los mas pendejos!

Aquí está desde temprano


el poeta de la muerte,
se trata de don Paciano,
el que le canta su suerte.

Le rimo fácil su calavera


para su novio o para su amante,
para su yerno para su nuera,
para Cantinflas o para Infante.

¡Ay, ayayayayayyy!

(Sale dando tumbos. Entra Carmela, mujer joven acabada por las penas. Con
ternura se dirige a la segunda tumba.)

CARMELA: Ya vine, Federiquito, traje la talacha para escarbarte. Te voy a plantar


un geranio, ojalá pegue y retoñe con estas lluvias; se verá bonita tu tumba con la
flor violirroja del geranio. (Empieza a plantar.) Siento que nace algo nuevo dentro
de m¡ al plantar estas raíces en la tierra. Tierra del camposanto. Cuidar‚ sus flores,
que se multiplicarán en este montículo fértil, tierra que te cubre y que tú le das la
vida, mi niño muerto. Te vendré a ver más seguido y cuidaré de esta planta, que
serás tú; sus raíces serán tus venas, sus flores violetas y rojas serán la sangre
que no se pudo agolpar en tus mejillas cuando corrieras en busca del sol.

(Carmela solloza en un sentimiento sagrado mientras planta.)

PINTACRUCES: Disculpe, señora, pinto cruces. Me quiero persinar, ¿ve?

CARMELA: No, muchas gracias. Después.

PINTACRUCES: Al rato con la demanda no voy a poder. El panteón en un


momento más va a parecer mercado.

CARMELA: ¿Cuánto me va a cobrar?

PINTACRUCES: Que sean cien pesos.


CARMELA: ¡No me diga! Si el bote de pintura cuesta ochenta.

PINTACRUCES: Costaba. Porque con los muertos subió. Además le voy a dar dos
manos; la brocha se gasta, el thinner se evapora... ¡Ya la mano de obra se la
salgo regalando!

CARMELA: Le voy a dar setenta y me la deja bien pintada.

PINTACRUCES: Está bien, nomás porque el muertito era niño. Va a ver, se la voy
a dejar más blanca que las nubes. (Empieza a pintar la cruz.)

CARMELA: Ahorita ya estuvieras grandecito.

PINTACRUCES: ¿Mande?

CARMELA: A usted no, a mi hijito. Se llamaba Federico, se me murió a los siete


meses, no, no, a los nueve, a los siete se me murió el más grandecito, sólo que a
él lo enterramos en el otro panteón, el que está en el atrio de la parroquia, al rato
voy para allá. (Melancólica.) Pero al mismo tiempo que me pongo triste también
me encontento, sólo Dios sabe porque no quiso que se me lograran, a lo mejor
serían borrachos, o me hubieran dado una vida llena de angustias; mejor fue así,
chiquititos se fueron al seno del Señor. Él sabe lo que hace.

PINTACRUCES: ¡N'hombre! Usted no le eche la culpa a Dios. ¡Cómo cree? Ni que


Dios fuera tan cruel. No me diga que a los siete meses de vida del niño apenas se
vino dando cuenta que su hijo iba ser borracho y por eso que se lo lleva. No, no,
no... Cuando nos toca nos toca. Mi abuelita ya cumplió ciento veinte años, es bien
cabrona y no se la quiere llevar todavía. Además, yerba mala nunca muere. Eso
sí, es de la raza fuerte de nuestros antepasados; fuerte como el mecate, de la raza
antigüita, y todavía camina, despacio pero camina. No que ahora los viejos no
llegan a los sesenta. Ella tiene toda su dentadura completita. Aunque ya lleva
como treinta años que no sale a la calle, le da miedo y se desquita con nosotros,
coge un otate y si no nos hacemos a un lado nos sorraja la cabeza. Su único gusto
es acordarse de sus tiempos. Y no está usted para saberlo, pero ella se
avergüenza cuando se hace del baño en la cama. La tenemos que cambiar como
a una recién nacida, con pañales de tela de cielo, porque un día usamos kleen
bebé, aparte de salirnos caro, no servían, se le deshacían, no, no,
no...definitivamente no. Lo antiguo es mejor, como el mecate, como los pañales de
tela de cielo, como nuestros antepasados, como las construcciones viejas...
¡Como Dios! Él es de miles de años, de millones de años.
Así que no le ande echando la culpa por llevarse a sus niños. Él ya debe estar
viejo y cansado...tal vez ahorita esté durmiendo.

CARMELA: ¡Qué comparaciones hace usted! ¿No le teme a su divina furia? Usted
es un blasfemo. (Con énfasis.) Dios nunca duerme... Y si lo hace debe hacerlo con
un solo ojo, para que con el otro vea cómo se portan sus hijos.
PINTACRUCES: ¡Pues por eso no ve bien y se cometen muchas injusticias en la
tierra! Se necesita de los dos ojos para tener una buena perspectiva de las cosas.

CARMELA: ¿Y usted por qué dice eso? ¿Es de alguna secta religiosa? ¿Acaso
evangelista?

PINTACRUCES: No, yo no tengo religión. Lo que pasa es que he leído bien el


evangelio.

CARMELA: Entonces es usted evangelista, ya que lee el evangelio.

PINTACRUCES: Es ese caso soy testamentista: del Viejo y del Nuevo.

CARMELA: Pues será del viejo. Mire, apúrese a pintar la cruz y cállese, que a
leguas se ve que nunca ha leído nada. ¡Hablador!.

PINTACRUCES: ¡Újule!

CARMELA: Además, déjeme seguir platicando con Federiquito. Ahora serías todo
un jovencito, estarías en tus primeras mocedades. Estos geranios van a parecer
una alfombra florentina, los regaré cada semana con lágrimas de amor y de
recuerdo. (Triste.) He sido una madre fértil pero ha sido peor que estéril; ningún
hijo se me logra. Tú sabes por qué, Dios.

(Llora. Se oscurece lentamente la escena. Efectos. Un momento de irrealidad. El


Pintacruces deja su trabajo y se coloca entre las sombras una media máscara
adusta. Reclama.)

PINTACRUCES: No, Carmela, Dios no tiene la culpa de su muerte. ¡Tú lo dejaste


morir!

CARMELA: No es verdad, Cruz. ¡No es verdad!

PINTACRUCES-CRUZ: Ese día yo llegué de trabajar en la construcción, cansado


de pegar ladrillo sobre ladrillo, haciendo casas que nunca serán mías... Llegué
rendido a nuestra casucha y allí me esperaban unos cirios que le lloraban parafina
a una caja blanca de muerto. ¡Tú lo dejaste morir como a los otros hijos que
tuvimos antes!

CARMELA: (Torturada.) ¡No es cierto Cruz, no es cierto!

(Entra un Charro con sombrero y espuelas, vestido de negro, una máscara de


muerte. Carga en el hombro la caja blanca del niño.9

CARMELA: (Al Charro.) ¡Dame a mi hijo! !A éste no me lo quites, muerte cabrona!


(Carmela trata de arrebatarle la caja en vano. El Charro inmune, pega un grito,
como falsete, como llanto. Cruz hace que llega del trabajo.)

CRUZ: ¡Carmen! ¡Carmela! ¿Qué le pasó a mi hijo? ¿Qué le hiciste, Carmela?

CARMELA: Nada, Cruz. No quiso su chichi, nomás lloró y lloró, hasta que se
desmoreció y quedó entumidito. (Llora.) La alferecía, Cruz, la alferecía...

CRUZ: No debiste haber mencionado esa palabra. Eres una mula. ¡Estás salada!
¡Tú lo mataste, Carmela!

(Carmela se hunde en un terrible sufrimiento.)

CARMELA: ¡No es cierto, Cruz! Te lo juro que no!

(La Muerte-Charro repite su grito como falsete, como llanto, mientras sale. Cruz se
quita la máscara. Vuelve la luz real. Cruz regresa a pintar y Carmela solloza sobre
la tierra.)

PINTACRUCES: Ya terminé. La dejé tan blanca como el alma de su niño.

CARMELA: Federiquito, te voy a comprar este terreno a perpetuidad y te voy a


mandar a tu padre para que te haga una lápida con ladrillo y talavera, con un hoyo
al centro para que te broten los geranios. Ya me voy, hijito, pórteseme bien allá en
la gloria y cuide a sus hermanitos. (Al Pintacruces.) Aquí tiene sus setenta pesos.
Gracias. (Medio mutis.) Oiga, señor... ¿Y usted sí tiene hijos?

PINTACRUCES: Sí, pero gracias a Dios todos viven.

CARMELA: No le eche la culpa a Dios de que viven. ¿Cómo cree?

(Carmela sale. El Pintacruces queda perplejo. Busca clientes. Entra la Moraima,


prostituta joven, guapa, de hermoso cuerpo, que viste un luto sensual. Lleva un
ramo de nubes, de espliegos, otro más grande de cempasúchil. En la mano una
bolsa de ixtle. Se detiene en la tercera tumba y cavila. El Pintacruces se le acerca
malicioso.)

PINTACRUCES: Oye preciosa, ¿te pinto la crucecita?

LA MORAIMA: ¡Yo te voy a pintar a la chingada! ¡Órale!

(La Moraima le truena los dedos. El Pintacruces le hace una seña obscena con la
mano. Sale.)

LA MORAIMA: Dicen que a mediodía de hoy llegan los muertos a comer a sus
casas, pero tú casi nunca ibas a comer. Es por eso que te he traído tu ofrenda
para que no te quedes sin tragar. (Saca de la bolsa tamales y rosquetas. Tapiza la
tumba con la comida.) Mira, Celso, a veces hasta pienso que el cuchillo que en la
panza te metió el "Babas", allá en el burdel, lo tenías bien merecido. Ya sabía
desde antes que eras un mayate, un explotador, que nunca me quisiste, sin
embargo yo estaba cerrada de ojos para comprender todo esto. Me agarraste
hecha una chamaca. El día que te mataron yo de taruga lloré... Cómo fuiste
pendejo, ponerte celoso cuando bailaba con el Babas, cuando tú mismo me
obligabas a hacerlo. Recuerdo cuando te conocí y me defendiste de Filemón, el
carnicero, que sólo quería abusar de mí, y tú le hiciste frente a pesar de que te
sacó el machete. Pensé: "Este es mi hombre", pero me equivoqué porque fuiste
como la carne de puerco: ¡malo! No creas que te vine a llorar, te prometo no rodar
una sola lágrima sobre tu tumba. Vine a decirte lo que por pendeja no te dije
cuando vivías: que sólo fuiste un monigote de lo que realmente es un hombre. Me
doy asco yo misma. Entrar todas las noches al cuarto lleno de chinches. Me siento
podrida y es entonces cuando me atemoriza el peso de los pecados y el dinero lo
veo lleno de carcajadas de los hombres que me compran.
Bueno, no quiero estar aquí hasta el mediodía, cuando salgas a comer lo que te
traje. No me tardar‚ más. (Va sacando las cosas de la bolsa.) Te traje una cerveza
de bote; como decías: "Cerveza de bote para el padrote". También tus cigarros
ovalados, de carita, sin filtro, fuertes, como te gustaban. (Saca de los senos.) La
mariguana está escasa, pero te conseguí dos bachas, aquí te las dejo. Si quieres,
siémbrala en tu tumba, infiel difunto. También te traje tus zapatos blancos de
puntita y tu charrasca de segueta que te hacía sentir valiente. Aquí te dejo todas
tus pertenencias, yo no me quedo porque nunca te pertenecí. Ahora estoy viuda
de padrote, pero aprendí a ser dura con el trato tan salvaje que me diste. Ahora
sólo tendré los ojos morados por el polvo que me ponga para trabajar, jamás los
tendré otra vez por tus trompadas. Espero que te gusten las hojaldras, ojete,
tienen yemas de huevo en agua de azahar; de dulce te traje calabaza en tacha.
Adiós, Celso, espero que no descanses en paz, como yo. Me voy para que te
atragantes. Voy a ir a un temazcal, porque hoy es sábado y hay mucho billete; voy
a mover las nalgas en la pista para atraer el cliente. Tal y como me enseñaste. Me
voy a sahumar el cuerpo de esencias, me voy a untar de pachuli los sobacos. (In
cressendo.) Voy a festejar esta noche la única herencia que me dejaste: ¡la de
puta! Ya ves que estoy atada a esta herencia mi rey. Nunca podré desprenderme
de tus cadenas que me oprimieron a la mugre del burdel.
Te prometo ser la más bella de "Río Escondido" y del "Fistol Rojo". La que mejor
baile la de las Santanera, la más sodomienta, hasta llegar a madrota. ¡Celso, hijo
de la chingada, cuánto te quise! (El llanto la traiciona. Medio mutis. Regresa.)
Olvidaba decirte que compré tu calavera de dulce, con tu nombre en la frente:
Celso. Es un cráneo de panela, de miel. (Muestra la calavera de dulce, como en
Hamlet.) Es lo único que me pertenece, tu cabeza. No la que tenías en vida, esta
es melosa, lo único dulce que tendré de ti por toda la eternidad. Esta calavera no
te la dejo, cabrón. Esta, tu muerte, yo me la trago. ¡Hasta empacharme!

(Devora la calavera de dulce, se escuchan huesos que son roídos con avidez. Al
fondo música de cabaret. El Pintacruces aparece en actitud de padrote, glicerina
en el pelo. Se le acerca.)
PINTACRUCES: ¿Qué estás haciendo, muñeca?

LA MORAIMA: Aquí, ¡tragándome a un cabrón!

PINTACRUCES: Convídame. (La Moraima convida. Ambos comen.) ¿Entonces


qué? ¿Vamos?

LA MORAIMA: (Cediendo.) Bueno... Pues, ¿cuánto trais?

(El Pintacruces ve de soslayo la tumba de Federiquito.)

PINTACRUCES: Setenta pesos.

LA MORAIMA: ¡Pásalos, aunque sea para el temazcal!

(La besa apasionadamente, acariciándole el cuerpo. Un penetrante aroma a


incienso y copal se respira en el ambiente. Se escucha el clímax de la música de
cabaret, mientras se va cerrando el PANTEÓN.

Atlixco, Puebla, noviembre de 1981.

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