Alfonso Graña
Este artículo tiene un alto contenido de humor gallego. Si no eres de esta santa región, es probable que no entiendas algunas cosas. |
Idelfonso Graña Cortizo (TCC Alfonso Graña) fue un gallego pionero que acabó siendo proclamado rey de los Jíbaros y cónsul galaico en la Selva Amazónica. Nació en el pueblo de Avión en Ourense en lo que hoy es la región de Galicia y por entonces también lo era, pero queda guay decirlo así.
Primeros años en Galicia
Alfonso, como lo llamaban los compañeros de juego, nació el año 1878 en un aldea situada en un planeta al borde de la Vía Láctea llamado Tierra. Su padre era sastre y el poco dinero que ganaba lo gastaba en suntuosos vestidos de seda que llevaba puesto dentro del hogar. Después de que una epidemia de vacas locas fulminara a la mayor parte de la población rubia de la provincia de Ourense, un joven Alfonso Graña se vio en la obligación de enrolarse en el ejército galaico para poder sobrevivir. Merced a su buen comportamiento y sus notables dotes para el comercio, acabaría ganándose el respeto de su superior, el excelentísimo cónsul Sir Pacus Vascus Máximus. Éste lo envió a América con la intención de que explorase Brasil aprovechando que hablaba gallego. En este punto hay que hacer un inciso. Como todo el mundo sabe, el portugués y el gallego proceden de una misma lengua que llamaremos "latín evolucionado del noroeste peninsular" para evitar susceptibilidades. Al tener un 95% de similitud era sencillo para Alfonso pasar desapercibido en la población local. De este modo consiguió que Pacus "el Magnificus" le pagara un billete de primera clase en barco. Por fin se había cumplido su sueño, estaba en Río de Janeiro tomando el sol en una playa rodeado de garotas. Después de gastarse todo lo que le había dado su protector decidió cambiar de aires y se fue a Perú para ver que tal le iba con un negocio en ciernes. El caucho.
Desafortunadamente, el mercado mundial del caucho se desplomó debido a unos científicos alemanes que inventaron un caucho sintético. Todas las toneladas que había acumulado junto a un socio suyo tenían un valor negativo. Desesperado se dedicó a beber en los bares de mala muerta cerca de la frontera con Brasil. Allí se hizo amigo de un aventurero que decía conocer una mina de oro y decía necesitar alguien quien le sirviera como porteador.
Busqueda de fortuna en Brasil
Habiendo reportado al Imperio su delicada situación, recibió pronta respuesta en la que se le ordenaba internarse en territorio brasileño para obtener valiosas reservas de oro. Ahora considerado el metal más precioso (dos años después ocuparía este puesto el piponio). Partió Alfonso pues hacia su nueva misión, deseoso de probar su valía de una vez por todas. Sin embargo el truhán se había dedicado a la buena vida y le pasó factura. Se encontró llevando las mochilas de su socio que se limitaba a darles vueltas a un mapa que había encontrado en la papelera de un McDonald's.
La selva
Pasaron varios meses perdidos en la profundidad de la selva verde. Picaduras de mosquitos, mordiscos de reptiles y unas tentaciones homoeróticas incipientes hicieron que se replanteasen el viaje. Tras una larga discusión decidieron preguntarle a unos indígenas con cabezas reducidas atadas a la cintura. Estos, inexplicablemente, comenzaron a gesticular y a arrojarles lanzas. Trataron de huir pero en el mapa de McDonald's no explicaba como escapar de los caníbales por lo que sin quererlo entraron dentro del pueblo de sus perseguidores.
Una vez allí, los dos kilos con seiscientos cuarenta y dos gramos de más que su compañero pesaba respecto a Alfonso decidieron el glorioso futuro del gallego aventurero, que fue agasajado con el honor de compartir tienda con la hija del jefe tribal. Su socio, mientras tanto, también veía su honra satisfecha (o no, depende de cómo se mire) estrenando la nueva gran pota que se había comprado el chamán de la tribu unos días antes por Ebay.
Posteriormente, gracias a sesiones intensivas de peloteo y soborno contribuciones a su nuevo jefe, Alfonso conseguiría hacerse un hueco en la sociedad de los jíbaros. Tras una serie de conspiraciones que terminaron con la muerte de su suegro debido a un trágico accidente (se ató a sí mismo de pies y manos, sin querer, y luego tropezó en el bordillo de su canoa, cayendo al río infestado de pirañas), Alfonso fue coronado como Rey de los Jíbaros.
Provincia Imperial
Llegados a este punto, Alfonso I del Amazonas podría haber vivido cómodamente el resto de sus días como un simple cacique local, agenciándose las ayudas de la Diputación de su provincia, comiendo gratis en las casas de sus vecinos a cambio de pequeñas ayudas pero los sentimientos de morriña respecto de su tierra natal y su misión original no hacían más que intensificarse día tras día. Para solucionar dicho problema aprobó en la primera asamblea de jíbaros la promulgación de un paquete de medidas muy ambicioso: primero declaró festivo el 25 de julio y lo convirtió en el Día de Estrella Galicia. Después formó la primera banda de gaiteiros jíbaros y les enseñó a tocar la Muiñeira de Lugo. Años más tarde el propio Fraga llegó con una comitiva para conseguir votos para Alianza Popular y fue recibido por los jíbaros con esta muiñeira. Impresionado hasta el punto de llorar de emoción, Don Iribarne inició las gestiones para otorgar a Alfonso el título imperial de cónsul de la Amazonia, ahora rebautizada como Galicia de Ultramar.
Algún tiempo después, una expedición dirigida por Graña localizó importantes fuentes de petróleo en plena selva, pero todavía bajo el control de otra tribu enemiga. Así pues, Alfonso envió su informe a la metrópolis. El BNG, enfrascado en la construcción de su Estrela da Morte, sin dudarlo ni un sólo segundo autorizó el envío de la V división de Pandereteiros Ninja, la unidad de élite más mortífera de todo el ejército galaico. Dicho y hecho, con estos refuerzos Alfonso apenas tardó unos pocos días en asegurar los pozos petrolíferos.
Más tarde se dedicó a deforestar grandes áreas de la selva para plantar eucaliptos. Un árbol que desprende un hermoso olor a dinero subvencionado. Con una fortuna en su haber vivió el resto de su vida feliz en medio de la selva y falleció mientras se disputaba un partido entre sus amados Real Club Deportivo de La Amazonia y el Real Club Indígena de Brasil.