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Anexo:Antiguos títulos procaces en el tango

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La siguiente es una lista, no exhaustiva, de antiguos títulos procaces de tangos.

  • «Afeitate el 7 que el 8 es fiesta» (de Antonio Lagomarsino). Durante esos años los tangos se publicaban como partituras para piano (en esa época, en Argentina y Uruguay, muchas casas de clase media tenían un piano); en la carátula podía verse un almanaque en el que caía la hoja del día siete y se dejaba ver la del ocho. Pero en lunfardo «siete» era el nombre del ano; y «hacerle el siete» a alguien era penetrarlo analmente.[1]
  • «¡Al palo!» (de Eduardo Bolter Bulterini). «Estar al palo» significa ‘experimentar una erección’.[1]
  • «Bartolo»' (milonga): «Bartolo tenía una flauta / con un aujerito solo, / y su mamá le decía: / «Dejá la flauta, Bartolo!» // Bartolo quería casarse / para gozar de mil placeres. / Y entre quinientas mujeres / ninguna buena encontró. // Pues siendo muy exigente / no halló mujer a su gusto, / y por evitar disgustos / solterito se quedó».[2]
  • «Colgate del aeroplano».[3]
  • «Dame la lata», que hace referencia a las fichas de latón con el número de turno que daban a los clientes en espera, en los antiguos kekos o quilombos (burdeles situados al lado de los cuarteles).[4]
  • «Date vuelta» (de Emilio Sassenus).[1]
  • «Dejalo morir adentro» (de José Di Clemente).[1]
  • «¿De quién es eso?» (Ernesto Ponzio).[1]
  • «Dos sin sacar» (se refiere a dos orgasmos masculinos consecutivos).[1]
  • «¿Dónde topa que no d'entra?» (de Alfredo Gobbi, padre).[5]
  • «El fierrazo» (de Carlos Hernani Macchi), refiriéndose al acto sexual: «Por salir con una piba / que era muy dicharachera, / me han quedado las orejas / como flor de regadera» (las cursivas indican palabras censurada). El verso original de la copla popular decía: "Por metérsela a una mina/ muy estrecha de cadera/ la poronga me quedó/ como flor de regadera".[1]
  • «El choclo» (de Ángel Villoldo): nombre de la mazorca de maíz, pero que en lunfardo significa ‘pene’, por su forma fálica. Algunos autores dicen que originalmente se llamaba más explícitamente El choto, [que alude, por similitud sonora, al chocho como le dicen en España, y por sus barbas de hilos finos a lo mismo... (error, el chocho, a pesar de su sonoridad masculina alude al órgano sexual femenino en España, que en Uruguay y Argentina vulgarmente se denomina "concha" o "cotorra", además de muchas otras denominaciones)].[6]
  • «Concha sucia» («Concha sucia, te viniste con la concha sin lavar»), de Casimiro Alcorta, violinista de raza negra, un músico olvidado, que murió en la miseria. Este tango y Entrada Prohibida son los únicos de su autoría que siguieron siendo recordados posteriormente.[7]
  • «El 69» El 69 es la posición en que el hombre y la mujer practican el sexo oral al mismo tiempo, es fácil ver la relación entre tal posición y el grafismo del número 69.[7]
  • «El matambre» (música de Juan Bautista Massa, compositor rosarino de música clásica).[1]
  • «El movimiento continuo» (de Oscar Barabino).[1]
  • «El tercero» (A. L. Fistolera Mallié).[1]
  • «Empujá que se va a abrir» (Vicente La Salvia).[1]
  • «Hacele el rulo a la vieja» (de Ernesto Zóboli, 1905), eufemismo para la penetración anal.[1]
  • «La c...ara de la l...una» (de Manuel Campoamor). En la portada aparecía un dibujo de la Luna. Pero se sobreentendía que se refería a «la concha de la lora» (una usadísima interjección vulgar de enojo o contrariedad, que se basa en una etimología completamente olvidada en Argentina: a las prostitutas europeas se les decía «loras»). Éste fue un tango muy conocido en esa época.[1]
  • «Lavalle y Ombú» (de Héctor G. Ventramile).[1]
  • «Metele bomba al Primus» (José Arturo Severino). Primus es la marca registrada de un hornillo de kerosén a presión, que requiere ser bombeado.[1]
  • «Pan dulce» (de Oscar J. Rossi).[1]
  • «Papas calientes» (de Eduardo Arolas).[1]
  • «¡Qué polvo con tanto viento!» (de Pedro M. Quijano, c. 1890). «Echarse un polvo» en lunfardo significa tener una relación sexual. De este tango el Pibe Ernesto (Ernesto Ponzio) tomó la primera parte para escribir Don Juan.[1][8]
  • «Sacudime la persiana» (de Vicente Loduca); una manera de pedir a la empleada doméstica que limpiara las ventanas, pero «sacudir» tiene también una insinuación erótica.[1]
  • «Se te paró el motor» (de Rómulo Pane).[1]
  • «Siete pulgadas» (refiere al orgullo de poseer un pene de 17,8 cm).[9]
  • «Tocame La Carolina» (de Bernardino Terés): el dibujo representa una pareja sentada en el sillón. Al lado, un piano. En el atril una partitura titulada La Carolina. El hombre le está diciendo algo a la dama. La duda es si le está diciendo: «Tocamelá, Carolina».[1]
  • «Tocámelo que me gusta» (de Prudencio Muñoz): «Con tus malas purgaciones / me llenastes [sic] un barril. / Y me tuviste en la cama / febrero, marzo y abril».[1]
  • «Tocalo que me gusta» (de Alberto Mazzoni).[1]
  • «Tocalo más fuerte» (de Pancho Nicolín).[1]
  • «Tomame el pulso» (de Pedro Festa).[1]
  • «Va Celina en punta»: en la portada de la partitura se veía una yegua (de nombre Celina), ganando una carrera en el hipódromo. Pero «Va Celina» se puede leer como vaselina (un antiguo y popular lubricante sexual).[1]
  • «Viejo, encendé el calentador» (de J. L. Bandami).[1]

Los nombres y las letras de estos tangos tuvieron que ser cambiados luego del golpe de Estado del general Uriburu (la primera interrupción de la vida constitucional en Argentina, en 1930, que inició la Década Infame, de corte represivo). Por ejemplo, Concha sucia se convirtió en Cara sucia. Francisco Canaro se ocupó de cambiarle la letra:

Cara sucia, cara sucia, cara sucia,
te has venido con la cara sin lavar
esa cara y tu sonrisa picarona,
que refleja una pasión angelical.
Cara sucia, cara sucia, cara sucia,
te has venido con la cara sin lavar
melenuda, melenuda, melenuda,
te has venido con el pelo sin peinar.

Recién a fines del siglo XX, los historiadores porteños recuperaron algunos de estos tangos (aunque sólo los títulos y/o fragmentos de la letra).

Véase también

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Referencias

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  1. a b c d e f g h i j k l m n ñ o p q r s t u v w x y z García Blaya, Ricardo; Cespi, Bruno. «Los tangos prostibularios». Todo Tango. 
  2. Benarós, León. «Bartolo. Francisco A. Hargreaves y la verdadera historia del tango “Bartolo”». Todo Tango. 
  3. Monsalve, Jaime Andrés (2006). El tango en sus propias palabras. Bogotá: Ícono. p. 183. ISBN 978-958-97842-4-2. 
  4. Pérez, Juan. «Dame la lata». Discepolín Tango. 
  5. del Greco, Orlando. «Alfredo Eusebio Gobbi». Todo Tango. 
  6. Medina, Enrique (30 de junio de 2010). «Tango que me hiciste mal». Página 12. 
  7. a b Cecconi, Sofía (2009). «Territorios del tango en Buenos Aires: aportes para una historia de sus formas de inscripción». Iberoamericana IX (33): 49-68. 
  8. Ernesto Ponzio fue un violinista y compositor rosarino. Gardel cantó uno de sus tangos (Culpas ajenas); Jorge Luis Borges y Bioy Casares lo mencionan en Seis problemas para Isidro Parodi).
  9. Palma, Germán (9 de abril de 2010). «Los tangos prohibidos». Todo Tango. 

Referencias generales

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