2.22. La Tentación de La Belleza - Esq

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2.22.

- LA TENTACIÓN DE LA BELLEZA: RENACIMIENTO Y HUMANISMO

1.- Renacimiento y Humanismo


Para unos es un periodo de la historia, que marca la linde entre la Edad Media y la Edad
Moderna. Otros lo confunden con el Humanismo. A nosotros nos interesa señalar los rasgos más
significativos que introdujo en la cultura y que afectarán a la vida de la fe.

2.- Rasgos del Renacimiento


2.1.- El retorno a la antigüedad greco-romana: Durante los siglos XIV y XV, el redescubrimiento
de la Antigüedad proporcionó antiguos tesoros artísticos; se redescubrió la forma plena de aquel
arte tan cercano a la tierra; se volvieron a leer los viejos libros. Pero la cultura antigua era pagana y
se intentaba leer los textos de manera “pagana”. Aquí radicaba el peligro. El intento de compene-
trarse con un mundo de ideas completamente extraño fue el presupuesto de la posterior actitud del
relativismo y de la indiferencia espiritual. Más allá de estas formas paganas, sin embargo, no hay
que olvidar los elementos cristianos del Renacimiento.

2.2.- El culto a la individualidad. Se originó una clara tendencia cada vez más intensa al persona-
lismo, al cultivo de sí mismo incluso a considerarlo por encima de toda norma y obligación. El
hombre comenzó a pensarse desde su propio valor y autonomía y el yo comenzó a ser la norma o el
criterio de los valores.

2.3.- El Renacimiento, fue esencialmente un movimiento laico. Implicó y desató tendencias condu-
centes a la secularización de un mundo que antes era fundamentalmente religioso. Esto se observa
en sus consecuencias para la nueva teoría del Estado: El Estado no es más que poder y, para sí
mismo, la medida de las cosas. Es la teoría maquiavélica. El valor de la verdad incondicional obli-
gatoria para todos perdió su atractivo. La libertad fue sobrevalorada a costa de la fe.

2.4.- El Renacimiento fue una cultura de la expresión estética y estetizante.

3.- La tentación de la belleza


El papa Nicolás V (1447-1455) fue el que introdujo el Renacimiento en la curia dándole
plena carta de ciudadanía. A él se remonta la fundación e la Biblioteca Vaticana y los frescos pinta-
dos por Fra Angelico en el Vaticano (entre 1448 y 1453), donde se encuentra una brillante muestra
de la nueva forma del sentimiento artístico y de la plegaria. Hay en él una de las personificaciones
más tempranas y más puras del arte renacentista, en principio pleno de sentido religioso. Con el
tiempo, los papas serían los grandes mecenas del arte renacentista. Hay que advertir que es un arte
más académico que eclesiástico; más terreno e individualista, que religioso. Rafael, por ejemplo, es
sumamente humano y maternal, sentimental e íntimo en sus madonnas, pero no llega a ser o ya no
es propiamente cristiano en sus restantes obras. Su famosa Disputa, es una maravilla de dibujo y de
composición, pero no una obra de piedad. El espíritu mundano y el gusto por la vida suntuosa y re-
galada, penetró también en los edificios sagrados. Miguel Ángel deja entrever la ambivalencia. Sus
obras de los períodos primero y medio dieron rienda suelta a lo subjetivo de tal manera, que única-
mente su profundo espíritu religioso pudo guardar esta actitud personalista de un subjetivismo radi-
cal. Pero Miguel Ángel preparó el camino para la plena liberación del sujeto, y ello tanto más cuan-
to que sus incomparables creaciones afectan y subyugan como un poder de la naturaleza. Sin em-
bargo, supo conjurar estos efectos peligrosos con sus grandiosas obras de la época tardía: El Juicio
Final en la Capilla Sixtina, la cúpula de San Pedro y el conmovedor tono penitencial de sus últimos
descendimientos y pietas.

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