Módulo Lógica para Pensar - Material de Lectura Semana 1

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Módulo | Lógica para Pensar

Material de Lectura
Semana 1
Universidad Nacional de Rosario

Módulo Lógica para Pensar

Material de Lectura - Semana 1

I. ¿Qué es la lógica?

La imagen corresponde a una viñeta creada por Quino, donde Miguelito le dice a Mafalda “Es lógico
suponer que también yo puedo no gustarle a un montón de imbéciles, ¿no?”

Todos tenemos alguna idea sobre la lógica y sobre su uso, aún sin haber estudiado el tema
formalmente. En el lenguaje cotidiano usualmente calificamos como lógico lo que nos parece
evidente o claro, lo que aparentemente no deja lugar a dudas:
“Es lógico que, si quiero comprarme un auto, debo comenzar a ahorrar dinero”.
Por el contrario, decimos que algo es ilógico o que no tiene lógica cuando nos parece absurdo,
imposible, carente de sentido:
“No existe razón lógica para pensar que los jugadores del equipo quieran ser
derrotados por el equipo rival en el próximo partido”.
Pero también la expresión “es lógico” se utiliza para indicar que una afirmación se sigue
inevitablemente como consecuencia de otra u otras:
“Es lógico que Juan sepa nadar, porque es buzo profesional”.
Este enunciado encierra tres afirmaciones. Una de ellas está enunciada explícitamente: “Juan es
buzo profesional”; otra está implícita en el texto: “Todo buzo profesional sabe nadar”. La tercera
afirmación: “Juan sabe nadar”, está precedida de la expresión “es lógico”, como aseveración de que
ella está garantizada por las dos afirmaciones anteriores. En síntesis, en este ejemplo, la expresión “es
lógico” se utiliza con el significado de “es inevitable concluir que…, dado que…”.
La mayoría de las personas tenemos la capacidad de analizar y relacionar algunos hechos, de cambiar
y justificar creencias, y en general de darle sentido a lo que vivimos. Esto lo logramos a través del uso

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de la razón, y el proceso por el cual lo hacemos se conoce como razonamiento. Cuando razonamos
sobre cualquier asunto, elaboramos argumentos para apoyar nuestras conclusiones. En nuestros
razonamientos exponemos las razones que creemos justifican nuestras ideas, aunque estas no
siempre son buenas. Con el razonamiento elaboramos argumentos (algunos correctos y otros
incorrectos) que podemos formular de manera escrita o hablada. Los argumentos no son sino el
intento de persuadir a alguien de algo, dando razones para que acepte determinada conclusión
(Muro, 2016).

La imagen muestra la silueta de dos cabezas enfrentadas. En una de ellas, aparecen líneas desordenadas y,
en la otra, una línea ordenada en forma de espiral.

Aun así, no es sencillo ordenar nuestras ideas y menos aún saber defenderlas adecuadamente.
Tampoco lo es poder discutirlas con alguien más y llegar a acuerdos satisfactorios, o tener que tomar
decisiones previendo posibles consecuencias indeseables. Sin embargo, la lógica es una disciplina
que nos ofrece herramientas para introducirnos en cada uno de estos contextos argumentativos y
sacarlos adelante de la mejor manera.
La lógica es el estudio de los principios y métodos utilizados para distinguir el razonamiento
correcto del incorrecto (Copi & Cohen, 2013).
Decimos que la lógica es una ciencia y un arte, porque podemos verla como el conjunto de
conocimientos teóricos, sistemáticos y rigurosos sobre los argumentos, pero también como una
disciplina que nos sirve para desarrollar habilidades y actitudes adecuadas para argumentar
(Hernández & Rodríguez, 2009).
El estudio de la lógica nos permite identificar, en los argumentos cotidianos, ciertas estructuras
válidas de razonamiento utilizadas por los seres humanos. Tales estructuras son usadas
generalmente en forma espontánea, sin que nos detengamos a analizarlas. Por ejemplo: no ponemos
las manos en el fuego porque hacerlo nos causa quemaduras. Y como no estamos dispuestos a
causarnos quemaduras, ¡pues no ponemos las manos en el fuego! Es así de simple.
Consideremos, por ejemplo, el caso de alguien que exclama:
“¡Es lógico: Juan estaba mintiendo! ¿Notaron cómo se puso de nervioso cuando lo
interrogaron? ¡Eso pasa cuando uno está mintiendo!”.
En este conjunto de enunciados se afirma que “cuando una persona miente se pone nerviosa al ser
interrogada”. Además, se afirma que “Juan se puso nervioso al ser interrogado”. Y se concluye que
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“Juan estaba mintiendo”. Preguntémonos ahora: ¿es lógico concluir que Juan estaba mintiendo? ¿No
podría ser que no estuviera mintiendo, sino que una actitud hostil y amenazante del interrogador lo
puso nervioso? De ser así, no sería lógico afirmar que Juan estaba mintiendo.
Algunos errores de razonamiento, que llevan a derivar incorrectamente ciertas conclusiones, son
consecuencia de un uso de la lógica y del lenguaje que no supera el nivel espontáneo, informal y
cotidiano. Sin embargo, tales errores pueden evitarse si se conocen y se aplican las reglas de la lógica
y, conjuntamente, se procura utilizar un lenguaje tan cuidadoso y preciso como sea posible
(Bustamante Arias, 2009).
A diario, conocemos las principales noticias de las diversas regiones del mundo casi al momento de
producirse, gracias al desarrollo de las tecnologías de la información y la comunicación. Estas noticias
usualmente originan en nuestro entorno debates de mayor o menor trascendencia, en los cuales
cada participante busca que su punto de vista sea aceptado y compartido por sus oponentes. Lograr
este objetivo depende, en buena medida, de la calidad de la argumentación utilizada para sustentar
tales puntos de vista.
También requerimos argumentos al adoptar decisiones para resolver situaciones problemáticas, o al
tomar posición respecto de algún tema de nuestro interés particular. No es exagerado afirmar que el
día a día de cada persona se desenvuelve en una continua toma de decisiones sobre situaciones de
diversa complejidad. En algunos casos el tema puede ser la elección de una carrera universitaria, o
encontrar la forma más conveniente de financiar los estudios, o decidir con cuál docente puede
inscribirse en determinada materia en la universidad. En otros casos puede ser el someterse o no a
una cirugía de alto riesgo, denunciar o no a quien realizó un delito, apoyar o combatir una ley de
rebaja de penas, estar o no de acuerdo con la legalización del aborto, etc.
En general, son muchas y muy diversas las situaciones en las que es necesario tomar una decisión;
pero en todas ellas la argumentación es un elemento fundamental. Qué tan riguroso sea el proceso
argumentativo es algo que depende de cada persona y circunstancia particular. Sin embargo, lo ideal
es considerar toda la información posible, establecer cómo contribuye a una solución del problema y
a soluciones alternativas, analizar las consecuencias de optar por una u otra solución y, sólo
entonces, tomar la decisión final (Bustamante Arias, 2009).
En este Módulo estudiaremos las normas que rigen los argumentos deductivos válidos y que
permitirán establecer si, en un caso específico, es correcto afirmar que la conclusión es lógica o que
no lo es.

La lógica puede ser vista como un arte o técnica y también como una teoría o ciencia
estricta. Esta dualidad es normal. Lo mismo ocurre con otras disciplinas como la física, la
medicina o la gramática, en las que los conocimientos y habilidades prácticas conviven con
los conocimientos sofisticados y teóricos que carecen de aplicación directa en nuestra vida
diaria. Es deseable que una persona bien educada en lógica tenga tanto la posesión del arte
como la de la ciencia: que no sólo conozca las técnicas, ni sólo la teoría abstracta sobre ellas
sino también que desarrolle habilidades y actitudes adecuadas. Esta posesión involucra la
integración armoniosa de arte y ciencia (Morado Estrada, 1999).

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II. ¿Qué es la lógica?

II.1 Frases y proposiciones

Para comunicarnos, utilizamos por excelencia el lenguaje oral y escrito, mediante la generación de
frases en las que pretendemos expresar determinados mensajes. Estas frases pueden ser
declarativas: “El oxígeno es necesario para la vida”; interrogativas: “¿Cuál es la temperatura local en
este momento?”; imperativas: “Retírese de ahí, inmediatamente”; y exclamativas: “¡Ojalá llueva
pronto!”. Usualmente, pero no exclusivamente, los razonamientos están formados por bloques de
frases declarativas.
Una proposición es una oración, es decir, un conjunto de palabras con sentido completo,
sobre la que se puede decir que es verdadera o falsa.

De acuerdo con esta definición y de modo general, las frases declarativas constituyen proposiciones.
Su contenido debe poder ser calificable como verdadero o como falso, sin que esto signifique que se
haya establecido o se pueda establecer explícitamente tal carácter de verdadero o falso (Bustamante
Arias, 2009). Cabe destacar, que también son proposiciones las frases declarativas que incluyen
negaciones pues, por ejemplo, cuando decimos “los alimentos transgénicos no son nocivos para la
salud”, estamos afirmando que no se establece una relación entre los alimentos transgénicos y los
efectos negativos sobre la salud, y esta frase declarativa podría ser evaluada como verdadera o falsa.
Es posible que la verdad o falsedad de algunas proposiciones no se conozca nunca, por ejemplo, al
decir “existe vida en algún otro planeta de nuestra galaxia”. Pero esa proposición, como cualquier
otra, debe admitir la posibilidad de ser reconocida como verdadera o falsa. Así, las proposiciones
difieren de las preguntas, de las órdenes y de las exclamaciones.
La verdad y la falsedad siempre se aplican a las proposiciones (Copi & Cohen, 2013).

Los enunciados siguientes son ejemplos de proposiciones:


1. La ciudad de Santa Fe es la capital de la provincia homónima.
2. Aristóteles, filósofo griego, fue discípulo de Platón.
3. 8 es un número primo.
4. Todo número par mayor que 2 puede ser expresado como suma de dos números primos.
5. Cristina Fernández es la esposa del presidente de Argentina.
6. Dios existe.
Estas seis frases son enunciados declarativos, es decir, afirman cosas; y lo que afirman será verdadero
o falso según se corresponda o no con los hechos. Las proposiciones 1 y 2 son verdaderas y la
proposición 3 es falsa, y para calificarlas como tales se requiere disponer de información o
conocimientos adecuados.
No obstante, para catalogar un enunciado como proposición sólo se exige reconocer que el

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enunciado pueda calificarse como verdadero o falso, sin que sea necesario establecer explícitamente
que es lo uno o es lo otro. Por ejemplo, al momento de escribir este texto, la verdad o falsedad de la
afirmación 4 de la lista anterior, conocida como “La conjetura de Goldbach”, sigue sin establecerse, a
pesar de más de 250 años de esfuerzos de connotados matemáticos. Sin embargo, es claro que tal
afirmación tiene que ser verdadera o tiene que ser falsa, y por lo tanto es una proposición. En cuanto a
la afirmación 5, fue verdadera sólo durante el tiempo que Néstor Kirchner fue el presidente de
Argentina (2003-2007). La inclusión del ejemplo 6, como puede adivinarse, tiene la intención de
ilustrar el hecho de que la calificación de verdadera o falsa no tiene que ser universalmente
compartida.
A veces se hace diferencia entre una proposición y la frase que la expresa. Por ejemplo, “Pedro
escogió la camisa blanca”, “La camisa blanca fue escogida por Pedro” y “Pedro chose the white shirt”
son tres frases distintas, pero enuncian la misma proposición. En sentido estricto, la frase es la
cadena de símbolos (palabras) utilizadas en el enunciado; la proposición es lo afirmado por la frase.
Por esto, cada sistema de representación simbólica de proposiciones muy posiblemente utilizaría los
mismos símbolos para denotar cualquiera de los tres enunciados anteriores, si se representa la
proposición y no la frase.
Las proposiciones que hemos presentado hasta aquí como ejemplos se denominan simples, pero
existen también las proposiciones compuestas, las cuales contienen dos o más proposiciones
simples. Por ejemplo, la frase:
“A Juan le gusta el cine y a Pedro le gusta el teatro”
es una proposición formada por dos proposiciones simples conectadas con la conjunción “y”: “A Juan
le gusta el cine”, la primera proposición, y “a Pedro le gusta el teatro”, la segunda. En este caso la
proposición compuesta será verdadera si (y solamente si) las proposiciones simples que la componen
son verdaderas.
Otro tipo de proposición compuesta se forma conectando dos proposiciones simples con la
disyunción “o”:
“El próximo semestre debo matricularme en inglés o francés”.
Esta es la forma usual de enunciar la proposición compuesta: “El próximo semestre debo
matricularme en inglés o el próximo semestre debo matricularme en francés”. Observemos que el
enunciado no afirma que “el próximo semestre debo matricularme en inglés” y tampoco que “el
próximo semestre debo matricularme en francés”. Lo que afirma es que “el próximo semestre debo
matricularme por lo menos en una de las dos materias”.
Un tercer caso de proposición compuesta se obtiene al conectar dos proposiciones simples con el
condicional “Si..., entonces...”. Por ejemplo:
“Si Juan logra el primer puesto, entonces recibirá la beca de estudios de la compañía”.
A diferencia de las proposiciones compuestas mediante las conjunciones “y” y “o”, este enunciado
condicional no hace afirmaciones sobre la verdad de las proposiciones simples que lo componen. Lo
único que se afirma con este condicional es que hay una relación de dependencia entre las dos
proposiciones simples: si el antecedente es verdadero, es decir, si Juan logra el primer puesto,
necesariamente el consecuente será verdadero, es decir, Juan recibirá la beca de estudios de la
compañía (Bustamante Arias, 2009).
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II. 2 Razonamiento y argumentación

En las secciones anteriores hemos utilizado repetidamente las palabras razonamiento y


argumentación, sin haberlas definido formalmente. Lo hicimos así bajo el supuesto de que tenemos
más o menos la misma idea sobre su significado, pero ahora nos proponemos formalizar estas
nociones. Usualmente se denomina razonamiento a una forma especial de pensamiento, raciocinio o
actividad mental.
El razonamiento es la acción de discurrir, ordenando y relacionando ideas en la mente, para
llegar a una conclusión (Real Academia Española, 1992).
Es importante resaltar aquí que entre el razonamiento cotidiano y el razonamiento lógico formal hay
un elemento común, que sirve de fundamento a la siguiente definición aplicable en ambos casos:
Un argumento es un grupo de proposiciones del cual se dice que una de ellas se sigue de las
otras, consideradas como base o fundamento para la verdad de ésta (Copi & Cohen, 2013).
Las proposiciones son los ladrillos con los que están hechos los argumentos. Veamos algunos
ejemplos de argumentos, que analizaremos en detalle más adelante:
1. Todos los hombres son mortales. Sócrates es hombre. Por lo tanto, Sócrates es
mortal.
2. Los pingüinos vuelan porque todas las aves vuelan, y los pingüinos son aves.

La imagen contiene una tira de la historieta Mafalda, de Quino. Felipe dice: “¡Soy un convencido de que
este año que viene será sensacional!”, a lo que Mafalda pregunta: “¿Por qué, Felipe?”. Ambos se quedan en
silencio y, luego, Felipe dice: “¡Vos siempre con argumentos para derrumbarle el optimismo a uno!”

Está claro que un argumento no es meramente una colección de proposiciones; un pasaje puede
contener varias proposiciones relacionadas y aun así no contener ningún argumento. Para que pueda
decirse que existe un argumento, tiene que haber alguna estructura que capture o muestre alguna
inferencia, es decir, que afirme una proposición en base a otra u otras proposiciones. Esta estructura
se describe utilizando los términos premisa y conclusión.
La conclusión de un argumento es la proposición que se afirma con base en otras
proposiciones del argumento. Estas otras proposiciones, las cuales se afirma (o se asume)
que son soporte de la conclusión, son las premisas del argumento (Copi & Cohen, 2013).

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Sobre la base de la definición anterior, identificaremos la conclusión y las premisas en cada uno de los
dos ejemplos que la preceden. Prestemos atención a la función de las expresiones en negrita; ellas
contribuyen a tal identificación:
1. “Todos los hombres son mortales. Sócrates es hombre. Por lo tanto, Sócrates es mortal”.
La expresión “Por lo tanto” separa la afirmación “Sócrates es mortal” de otras dos, que la justifican:
“Todos los hombres son mortales” y “Sócrates es hombre”. Es claro que si aceptamos que todos los
hombres son mortales y que Sócrates es hombre, tendremos que aceptar que Sócrates es mortal. Se
trata de un razonamiento con dos premisas: “Todos los hombres son mortales” y “Sócrates es
hombre”. La conclusión, “Sócrates es mortal”, va después de las premisas. Es un esquema de
razonamiento de la forma: [premisas]. Por lo tanto [conclusión].
2. “Los pingüinos vuelan porque todas las aves vuelan, y los pingüinos son aves”.
En este caso aseguramos que [conclusión], “Los pingüinos vuelan”. Y lo hacemos sobre la base de dos
afirmaciones [premisas]: “Todas las aves vuelan”, primera premisa, y “Los pingüinos son aves”,
segunda premisa. En este caso la conclusión precede a las premisas. Es un esquema de la forma:
[conclusión] porque [premisas].

Aunque todo argumento es un conjunto estructurado de proposiciones, no todos los conjuntos


estructurados de proposiciones son argumentos. Una argumentación no consiste en un simple
conjunto de proposiciones, sino que tiene una estructura específica. En esta estructura deben
siempre estar presentes una premisa y una conclusión. Veamos un ejemplo:
“La biotecnología es toda aplicación tecnológica que utiliza sistemas biológicos y
organismos vivos o sus derivados para la creación o modificación de productos o
procesos para usos específicos. Solo en Estados Unidos, la biotecnología roja, o
aplicada a la medicina, generó ingresos de más de 67.000 millones de dólares en
2017. Algunas de las aplicaciones médicas de la biotecnología, a lo largo de la historia,
han sido el desarrollo de antibióticos, la producción de vacunas o de fármacos como la
insulina” (Orange, 2019).
Si bien este párrafo se compone de un conjunto de proposiciones, no constituye un argumento, dado
que no incluye una conclusión que se derive de las premisas.

II.3 Clasificación de los argumentos

Todo argumento afirma que sus premisas ofrecen fundamentos para la verdad de su conclusión. Tal
afirmación es la característica principal de un argumento. Pero hay dos maneras muy distintas en las
que una conclusión se sustenta en sus premisas y, por lo tanto, hay dos grandes clases de argumentos:
argumentos deductivos y argumentos inductivos. Entender esta distinción es esencial para el
estudio de la lógica (Copi & Cohen, 2013).

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II.3.i Argumentos deductivos
Llamaremos argumento deductivo a todo argumento que incluye tácitamente la afirmación de que
la conclusión se desprende inevitablemente de las premisas; de que está garantizada por ellas. Dicho
de otro modo: un argumento es deductivo cuando tiene la pretensión de que las premisas
proporcionan evidencia terminante para su conclusión.
Cuando las premisas o razones brindan un apoyo contundente, suficiente, necesario e
indudable para que la conclusión sea aceptada, decimos que la inferencia es deductiva y el
argumento deductivo (Zazueta Bastidas & Cálix López, 2012).
Ejemplos de argumento deductivo:
1. Los planetas no son planos. La Tierra es un planeta. Por lo tanto, la tierra no es
plana.
2. Si cae lluvia ácida sobre el campo, se altera el pH del suelo. Ha caído lluvia ácida
sobre el campo. En consecuencia, se ha alterado el pH del suelo.

II.3.ii Argumentos inductivos


El argumento inductivo parte de la observación de cierta propiedad en un determinado número de
casos particulares de unidades de una clase determinada para, posteriormente, generalizar con
cierta probabilidad, en la conclusión, la propiedad que se predica en las premisas respecto a ciertos
objetos o entidades de una clase dada, y la atribuye a todas las entidades de esa misma clase.
Dicha generalización vale no sólo para los casos que se han observado y experimentado, sino para
todos los de su especie (Hernández & Rodríguez, 2009). En el razonamiento inductivo no se afirma
tácitamente que las premisas dan evidencia terminante de la conclusión, sólo se pretende que la
apoyen en mayor o menor grado (Bustamante Arias, 2009).
Veamos un ejemplo de argumento inductivo:
Premisa 1: Garfield es un gato y maúlla.
Premisa 2: Félix es un gato y maúlla.
Premisa 3: Silvestre es un gato y maúlla.
Premisa 4: Tom es un gato y maúlla.
Conclusión: Probablemente todos los gatos maúllan.
En este caso, los individuos observados son Garfield, Félix, Silvestre y Tom. Todos ellos pertenecen a
la clase “gatos” y poseen la propiedad en común de “maullar”. Con base a esas similitudes (pertenecer
a la misma clase y tener la misma propiedad), inferimos que “probablemente todos” los miembros de
la clase “gatos” poseen la propiedad de maullar, incluyendo los gatos a los que no hemos observado
(Hernández & Rodríguez, 2009).
Es interesante resaltar que, en los argumentos deductivos, el agregado de premisas no refuerza la
verosimilitud de la conclusión, mientras que en los argumentos inductivos sí.
Supongamos el siguiente argumento deductivo:
“Los felinos son mamíferos, los pumas son felinos, por lo tanto, los pumas son
mamíferos”.
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En dicho argumento podríamos agregar que los pumas son carnívoros, que los felinos son
vertebrados, que los pumas habitan regiones de América, pero ninguna de estas premisas o cualquier
otra premisa verdadera que se agregue daría mayor fuerza a la conclusión de que los pumas son
mamíferos.
Supongamos el siguiente argumento inductivo:
“El paciente dijo haber experimentado contacto estrecho con una persona
diagnosticada con COVID positivo en las últimas 72 horas, presenta síntomas de
fiebre, decaimiento y dolor muscular. Por lo tanto, se concluye que la persona es
COVID positivo.”
Si en dicho argumento agregamos la premisa de que el paciente tuvo pérdida repentina de gusto y
olfato, entonces la conclusión de que es COVID positivo sería más verosimil.

III. Validez y verdad

Así como las proposiciones son frases que deben poder clasificarse como verdaderas o falsas, los
argumentos deductivos se clasifican como válidos o inválidos. Cuando analizamos la validez de un
argumento, no nos interesa la veracidad de su conclusión, ni de las premisas de las cuales esta se
desprende. Es importante que podamos distinguir la diferencia entre validez y verdad.
Cuando preguntamos por la validez de un argumento, lo que queremos saber es si la conclusión se
sigue, efectivamente, de las premisas.
Un argumento es válido si y sólo si la conclusión se sigue necesariamente de las premisas.
Los argumentos inválidos, según este criterio, serán todos aquellos en donde la conclusión
no se desprenda infaliblemente de las premisas (Zazueta Bastidas & Cálix López, 2012).
La validez es una propiedad de los argumentos. Por lo tanto, la validez nunca puede aplicarse para
una sola premisa por sí misma, puesto que la relación necesaria entre premisa y conclusión, no puede
encontrarse en una única proposición individual.
Veamos el siguiente ejemplo de argumento:
“Todas las ballenas son mamíferos. Todos los mamíferos tienen pulmones. Por lo
tanto, todas las ballenas tienen pulmones.”
Para determinar la validez del argumento, sólo debemos detenernos en analizar si la conclusión
(“todas las ballenas tienen pulmones”) es una consecuencia necesaria de las premisas (“Todas las
ballenas son mamíferos. Todos los mamíferos tienen pulmones”). Claramente esto es así y por lo
tanto el argumento es válido. En este caso particular estamos en presencia de un argumento válido
con premisas y conclusión verdaderas (V):
Todas las ballenas son mamíferos. (V)
Todos los mamíferos tienen pulmones. (V)
Por lo tanto, todas las ballenas tienen pulmones. (V)

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Cabe destacar que, alguien que no supiera lo que es un mamífero o una ballena, y por lo tanto no
pudiera determinar la veracidad de premisas y conclusiones, puede analizar si la conclusión se
obtiene indudablemente a partir de las premisas y, por lo tanto, determinar la validez del argumento.
Si además de la validez del argumento, las premisas y la conclusión son verdaderas, entonces el
argumento es contundente. Otro ejemplo de argumento contundente es el que sigue:
Toda la materia es energía. (V)
Toda la energía se transforma. (V)
Por lo tanto, toda la materia se transforma. (V)
Analicemos el siguiente ejemplo:
“Todos los peces son mamíferos. Todas las ballenas son peces. Por lo tanto, todas las
ballenas son mamíferos.”
Nuevamente es claro que, a partir de estas premisas (“Todos los peces son mamíferos. Todas las
ballenas son peces.”), necesariamente obtenemos la conclusión (“todas las ballenas son mamíferos”).
Y aunque la conclusión sea verdadera, la diferencia en este caso es la veracidad de las premisas, que
resultan falsas (F):
Todos los peces son mamíferos. (F)
Todas las ballenas son peces. (F)
Por lo tanto, todas las ballenas son mamíferos. (V)
¿Por qué un argumento con premisas falsas puede ser válido? Porque la conclusión se sigue
necesariamente de las premisas, independientemente de la veracidad o falsedad de las mismas.
Nuevamente, en el siguiente ejemplo podemos notar que la conclusión se sigue de las premisas.
Entonces, a pesar de que ni las premisas ni la conclusión son verdaderas, el argumento es válido:
Todas las arañas tienen diez patas. (F)
Todas las criaturas de diez patas tienen alas. (F)
Por lo tanto, todas las arañas tienen alas. (F)

Resumiendo: como vimos en estos ejemplos, no debemos confundir los conceptos de validez con
verdad y de invalidez con falsedad. La validez es una propiedad de los argumentos, mientras que la
verdad y la falsedad son atributos de proposiciones.
¿Podemos encontrar alguna relación entre los valores de verdad de las premisas y la conclusión y la
validez de un argumento? Si las premisas son verdaderas no podemos deducir de ellas una conclusión
falsa, a menos de que estemos argumentando mal. Por lo tanto, podemos afirmar lo siguiente:
Si las premisas son verdaderas y el argumento es válido, la conclusión deberá ser verdadera.
Veamos entonces ahora un ejemplo de argumento inválido:
Si Elon Musk tuviera todo el oro del mundo sería rico. (V)
Elon Musk no tiene todo el oro del mundo. (V)
Por lo tanto: Elon Musk no es rico. (F)
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Como ocurre en el ejemplo anterior, siempre que en un argumento las premisas son verdaderas y la
conclusión falsa, el argumento es inválido. Sin embargo, la veracidad de premisas y conclusión no
asegura la validez del argumento:
Si una persona nació en Roma, es italiana. (V)
Lionel Messi no nació en Roma. (V)
Entonces, Lionel Messi no es italiano. (V)
Este es un argumento inválido, con premisas verdaderas y conclusión verdadera, ya que la conclusión
(aunque es verdadera) no se desprende de las premisas. A pesar de que las premisas y conclusión son
verdaderas, no hay relación entre ellas.

Existen otras posibilidades en que se presenta la relación de verdad o falsedad de las premisas y la
invalidez en un argumento. Veamos algunos ejemplos.

El siguiente es un argumento inválido, con premisas verdaderas y conclusión falsa:


Si Carlos Slim tuviera todo el dinero de Bill Gates, sería rico. (V)
Carlos Slim no tiene todo el dinero de Bill Gates. (V)
Por lo tanto, Carlos Slim no es rico. (F)

A continuación, tenemos un argumento inválido, con premisas falsas y conclusión verdadera:


Todos los mamíferos tienen alas. (F)
Todas las ballenas tienen alas. (F)
Por lo tanto, todas las ballenas son mamíferos. (V)

Este último ejemplo constituye un argumento inválido, con premisas falsas y conclusión falsa:
Todos los mamíferos tienen alas. (F)
Todas las ballenas tienen alas. (F)
Por lo tanto, todos los mamíferos son ballenas. (F)

Como hemos visto, existen muchas posibilidades en que se presenta la relación de verdad de las
premisas y conclusión con la validez en un argumento. Pero remarquemos este punto fundamental:
Si un argumento es válido y las premisas son verdaderas, la conclusión también debe ser
verdadera.
Esto equivale a decir que:
Si un argumento tiene premisas verdaderas y conclusión falsa, entonces es un argumento
inválido.

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La imagen muestra a un médico hablando con su paciente. El médico le dice: “El dolor de su pierna derecha
se produce por su avanzada edad”, a lo que el paciente responde: “No, porque la otra pierna tiene la misma
edad y no me duele”

Probar la verdad o falsedad de las premisas no es tarea de la lógica. El lógico no está tan interesado
(profesionalmente) en la verdad o falsedad de las proposiciones sino en la relación que mantienen
entre sí.

¿Por qué no nos concentramos en los argumentos con premisas verdaderas e ignoramos a los demás?
Porque la corrección de los argumentos cuyas premisas se desconocen si son o no verdaderas, puede
ser de gran importancia. Por ejemplo, en la ciencia se verifican teorías deduciendo consecuencias
comprobables a partir de premisas teóricas inciertas, pero no podemos saber de antemano qué
teorías son verdaderas.

En la vida diaria, a menudo tenemos que elegir entre diferentes cursos de acción, no sin antes
intentar deducir las consecuencias de cada uno de ellos. Para no engañarnos a nosotros mismos,
debemos razonar correctamente acerca de las consecuencias de las diferentes alternativas,
tomando cada una como una premisa. Por ejemplo, una persona que cuenta con cierta cantidad de
dinero en pesos y quiere invertirlos puede pensar: “El Bitcoin alcanzará pronto un valor de cincuenta
mil dólares. Por lo tanto, si compro Bitcoin obtendré una ganancia importante”. Y también puede
analizar: “El valor del dólar no alcanzará los 200 pesos en los próximos meses. Entonces, si compro
dólares no tendré una ganancia rápidamente”. En ambos casos, las premisas son inciertas, pero al ser
ambos argumentos válidos, permiten evaluar distintas alternativas para facilitar la toma de
decisiones.

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Finalmente te invitamos a resolver el siguiente acertijo utilizando un argumento válido a partir de las
siguientes premisas:

COFRE 1 COFRE 2

“El tesoro no está aquí” “El COFRE 1 dice la verdad”

COFRE 3 COFRE 4

“El tesoro no está en el COFRE 2” “Aquí no hay tesoro”

La imagen tiene cuatro cofres, identificados como cofre 1, cofre 2, cofre 3 y cofre 4. Debajo de cada cofre
aparece la inscripción del enunciado del acertijo.

1- Hay cuatro cofres con inscripciones en sus tapas, sólo uno de ellos contiene un tesoro.
2- Dos de los cofres tienen en sus inscripciones proposiciones que son verdaderas y los otros dos,
proposiciones que son falsas.
3- La inscripción del cofre 1 dice “El tesoro no está aquí”
4- La inscripción del cofre 2 dice “El cofre 1 dice la verdad”
5- La inscripción del cofre 3 dice “El tesoro no está en el cofre 2”
6- La inscripción del cofre 4 dice “Aquí no hay tesoro”.
¿Cuál es tu conclusión?

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Síntesis Semana 1:

Frases Proposición
Simple
Son de tipo Se define como Tipo enunciado
Compuesta
Exclamativo Una oración, con sentido Conjunción (y)
completo, sobre la que se puede Se clasifica por Disjunción (o)
Interrogativo Mediante
decir que es verdadera o falsa Condicional
Imperativo (si ...., entonces)
Declarativo Cumple con
Verdadera
Veracidad
Falsa
Rol que cumple
en el argumento

Premisa Conclusión

Un grupo de proposiciones del cual se


Argumento Se define como dice que una de ellas se sigue de las
otras, consideradas como base o
fundamento para la verdad de ésta
Se clasifica según

Relación entre
Estructura lógica
premisa y conclusión

Deductivo Inductivo Válido Inválido

Conclusión Conclusión
indudable probable

La imagen presenta un mapa conceptual que resume los temas presentados en la Semana 1.

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Bibliografía

Bustamante Arias, A. (2009). Lógica y Argumentación: De los argumentos inductivos a las álgebras
de Boole. Colombia: Pearson Educación de México SA.

Copi, I. M., & Cohen, C. (2013). Introducción a la Lógica (2ª ed.). México: Limusa.

Hernández, D. G., & Rodríguez, J. G. (2009). Lógica ¿para qué? México: Pearson Educación.

Morado Estrada, R. (1999). ¿Qué debe saber de lógica una persona educada? La Razón Comunicada:
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