Elena Rozas - Modernidad Artículo 2003
Elena Rozas - Modernidad Artículo 2003
Elena Rozas - Modernidad Artículo 2003
El programa de la modernidad
Son muchas vertientes que convergen y logran espacio porque coinciden en la necesidad
de reorganizar económica, cultural, política y socialmente a Europa. Todas afirman que el
nudo, el corazón de la nueva realidad debe pasar por la razón. Para la burguesía, se trata
de racionalizar la economía, aplicando el cálculo racional para maximizar la eficiencia en
todos los aspectos del proceso de producción (cuestión que hasta el momento no era
tenida en cuenta, dado que la vida cotidiana no había estado organizada bajo la lógica de
la maximización de la ganancia y la producción ni la estandarización racional de la
experiencia que se configurará a partir de todos los cambios sociales y tecnológicos). La
filosofía quiso representar al mundo racionalmente, más allá el principio de verdad a
partir de la fe y la autoridad. Para la política, se trataba de reconstruir las instituciones
basándose en la nueva unidad social: el individuo 1 racional, con ciudadanos libres e
1
Es este el momento histórico en que surge la categoría de individuo, concebido no como sujeto desde un
punto de vista psicoanalítico (esto sucederá más adelante, con Freud) sino como célula básica de la sociedad,
como persona (ciudadano) por un lado y como sujeto psíquico (a partir de Descartes y su idea de
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iguales ante la ley. Para la cultura, se trataba de liberar las capacidades individuales 2.
Desde el punto de vista de la vida cotidiana, la razón permitía destrabar las viejas
relaciones comunales que ataban al individuo a la tierra y a la comunidad,
aislándolo/ligándolo a otros individuos en calidad de ciudadano, como parte de la
sociedad. Para el conocimiento y la ciencia, la razón fue la base para conocer con certeza
a la naturaleza para controlarla.
En resumen: estamos acostumbrados a entender a la revolución industrial como el único
punto de partida de la modernidad y el capitalismo. Sin embargo, es importantísimo
entender que es la noción de “razón” lo que está en el centro del cambio, en tanto
imaginario social radical, sociedad que se inventa a partir del desarrollo de ciertas
prácticas, se instituye a sí misma e inicia, entre otros procesos, el de la racionalización
de la vida económica (que llevará a la revolución industrial). 3
Como dice Nicolás Casullo, la razón es otro idioma reinstitucionalizando al mundo; la
modernidad es un mundo de representaciones basado en el imperio de la razón, a partir
del que se construyó un nuevo escenario.
La modernidad y la noción de razón implicó una revolución de la vida cotidiana.
El proyecto de la modernidad se basa en grandes relatos legitimadores:
- Protagonismo del sujeto moderno como enunciador racional de la verdad (la verdad
ya no es enunciada por Dios ni por sus representantes en la Tierra).
- Horizonte teleológico para la realización de la historia, en el sentido de que hay una
concepción del devenir de la humanidad como emancipador de los hombres y las
sociedades y que aseguraba a mediano o largo plazo y a partir del progreso:
- mayor producción de bienes
- mayor variedad de bienes
- igualdad en la distribución de la riqueza:
La nueva realidad mostraba que era posible producir mayor variedad de productos y en
mayor cantidad, de modo de satisfacer más necesidades de más seres humanos.
Reorganizar el modo de producción (el modo de organizarse de los hombres para
producir lo necesario para sobrevivir) bajo una forma que iba a ser capitalista, fue una de
las promesas de la modernidad.
La castración cognitiva
Fue una gran discusión, un proceso profundo de reordenamiento de las formas de
representación. Hasta entonces, los fundamentos, las explicaciones de aspectos
importantes de la realidad y de la vida cotidiana (la fe, la pasiones, las tradiciones, la
pregunta por el origen, el vínculo orgánico del ser humano con la naturaleza, etc.), eran
abordados por el conocimiento filosófico sin poder responder de modo racional, riguroso
y sistemático que necesitaba la naciente modernidad, al modo que luego construiría la
ciencia. La teología y los mitos habían interpretado esas realidades por vías legítimas en
épocas en que la filosofía era minoritaria como forma de conciencia social.
Cuando la razón se instaló como único camino a la verdad, apareció como tan
necesariamente omnipotente que pretendió dar respuesta a todos los aspectos hasta
entonces relegados por el pensamiento, porque esto era condición para que el progreso
humano no tuviera límites en el imaginario social.
Pero finalmente, también la razón y la ciencia sufrieron la castración cognitiva de la que
habla Denise Najmanovich. Se vieron obligadas a renunciar a la causa primera y
conformarse con la causa eficiente de los fenómenos. A describir sin explicar: Si
pretendemos explicar un fenómeno hasta sus principios originarios, nos adentramos en
un laberinto de preguntas imposible de responder exhaustivamente (siempre es posible
preguntar el porqué de la última respuesta). Newton sufrió al tener que aceptar la
existencia de fronteras infranqueables para su ciencia, que había nacido bajo la
modernidad con la ilusión de alcanzar el conocimiento absoluto, la perspectiva de Dios.
Como dice Najmanovich, Newton lo sufrió porque era el punto de inflexión, la bisagra
entre dos mundos. La generación siguiente de científicos, ya no tuvo conciencia de los
límites del conocimiento y los aceptó como algo natural y dado. Sus descripciones fueron
tomadas como explicaciones universales, obvias, absolutas y eternas. Lo que no era
racional fue barrido bajo la alfombra de la no razón, la no ciencia; dejó de existir, ya que
las otras formas de conocimiento (teología, mito, incluso filosofía) fueron consideradas
no-conocimiento.
Las nociones de tiempo, espacio, explicación y causa sufrieron una transformación radical
en el imaginario social y condujeron al establecimiento de un nuevo orden que
posteriormente fue llamado “objetivo”. Lo que hoy nos resulta obvio fue el fruto de una
dolorosa revolución intelectual y tecnológica, ligada a los procesos histórico-sociales e
institucionales que se produjeron en el pasaje del medioevo a la modernidad. Hubo
transformación de valores, de modos de representación, de sistemas vinculares, de
estilos cognitivos, de perspectivas teóricas y estéticas. Estos cambios estuvieron ligados
a modificaciones en las instituciones económicas, religiosas, profesionales, legales,
políticas y sociales que condujeron a un nuevo orden social: la modernidad. Sólo al
estabilizarse el nuevo ordenamiento sus representaciones comenzaron a parecer
naturales.
En la visión del mundo feudal era otra, tanto para el intelectual como para el hombre de
la calle, tanto para el comerciante como para el religioso. Por ejemplo, “medida” proviene
del latín mederi, que significa curar. Tiene la misma raíz que moderación, una de las
nociones griegas más importantes de la virtud, así como el término meditación, que se
relaciona con una mente en un estado de armoniosa medida. La medida se relacionaba
con un orden o armonía interno de las cosas. En la concepción del mundo moderno,
medir significa comparar un objeto con un patrón externo y tiene que ver con la
racionalización del mundo (el cálculo racional).8
La modernidad barrió con la medida interna y se quedó con la externa, privilegiando lo
cuantitativo. Sólo las propiedades mensurables de los objetos serán objeto de ciencia (y
consideradas parte de la realidad). Objetos inodoros, incoloros, insípidos; objetos
abstractos. Un mundo lavado de cualidad, un mundo desencantado. El mundo objetivo es
un mundo alejado de la experiencia humana cotidiana. Es un mundo inventado por un
sujeto que se piensa a sí mismo como observador neutro y luego confirmado por esa
peculiar relación con la naturaleza que es diálogo experimental. Eliminada la subjetividad
8
Najmanovich nos hace ver que tiempo, espacio, masa, son términos que imaginamos que representan
entidades concretas. Pero son una compleja construcción mental, cuya única concretud reside en que
estamos acostumbrados a medirlos con relojes, reglas y balanzas. Son producto de la modernidad;
categorías que están en el sujeto y no en el objeto.
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del sujeto, se perdió también la sensualidad del objeto, que fue reemplazado por su
representación.
La castración cognitiva implicó la imposibilidad de responder a la pregunta por el origen y
por la novedad, la imposibilidad de preguntarse por las condiciones en que se generan
los fenómenos, dado que el medio, el entorno, pasó a ser considerado inerte, inmóvil y
eterno. Es más: bajo las condiciones de la experimentación, se aisló a los objetos de su
medio para poder analizarlos, con lo que se creyó que el medio no influye en la
generación del fenómeno. La castración cognitiva implicó también la imposibilidad de
incluir al sujeto-subjetivo y la imposibilidad de dar cuenta de las cualidades sensibles del
mundo, porque no fue considerada la forma en que el sujeto construye al objeto que
percibe. El ser humano se situó fuera del universo que percibía, para poder observarlo
“objetivamente”, bajo una perspectiva similar a la de “Dios” y así también se diluyó la
pregunta por el sujeto mismo.
Así fue como el mundo pasó a existir fuera de la mente de los individuos e
independientemente de su voluntad y del hecho de que éstos lo conozcan o no, cuestión
diferente del hecho de qué conocemos del universo y la realidad, cómo concebimos esa
realidad y cómo configuramos el conocimiento y nuestra percepción del mundo. La
naturaleza, el universo, fue pensado como una máquina en eterno funcionamiento,
regular e inmodificable (esta concepción se relaciona con la exigencia de un conocimiento
universal y verdadero: posible si el universo no cambia). La imagen o metáfora era la de
un universo que funcionaba como una máquina, como un reloj. Es decir que hay un
pasaje desde concebir al universo como una obra divina (y por lo tanto perfecto, eterno,
regular, uniforme y con el ser humano en el centro como criatura privilegiada e integrada
armoniosamente a ese universo) a concebirlo como una máquina, compuesto de
partículas elementales, imagen parecida pero sin vida (no animista) con el ser humano
separado de esa naturaleza a la que se enfrenta para conocerla y controlarla desde
afuera.
El sujeto moderno
En la concepción moderna, el ser humano es un ser racional, autónomo, libre. Es
individuo y ciudadano, célula básica de la sociedad. El ser humano puede, por medio de
sus sentidos y su razonamiento, conocer un objeto, que es algo que existe fuera de él e
independientemente de su voluntad. El individuo registra los datos del objeto y razona a
partir de ellos, con lo que descubre la verdad del objeto.
El sujeto moderno tiene gran confianza en el progreso humano y en su propia capacidad
de progreso individual a partir del esfuerzo, la constancia y el trabajo.
Desde un punto de vista colectivo, a partir de la crítica de la realidad (dado que puede
conocer al objeto y por lo tanto controlarlo), el ser humano puede mejorarla
constantemente, para alcanzar la felicidad en un futuro (sentido teleológico). Se puede
luchar por un mundo mejor y esto otorga a la vida individual un fuerte sentido de
pertenencia y de validez, de legitimidad y también de responsabilidad. Esta idea está en
la base de la noción de status social propia de la sociedad capitalista, dado que el status
social está relacionado con el grado de responsabilidad social que implica ocupar una
posición, ejercer un rol determinado.
El sujeto se piensa como conciencia de la historia que protagoniza y reordena en tanto
sujeto del saber. A partir de aquí, nacerán todas las teorías de la representación social,
del derecho, la ciencia política, la sociología, etc.
La socialización tendrá un fuerte acento disciplinario tal como lo describe Foucault,
instaurando una fuerte moral que controla la conciencia e instala una inquisición interna.
Desde un punto de vista individual, el esfuerzo personal y el trabajo son la base de la
construcción de un futuro íntegro y pleno, en una sociedad caracterizada por una fuerte
movilidad social (este también es un rasgo muy distinto al del mundo feudal) y donde el
9
Justamente, las ciencias sociales nacerán a fines del siglo XIX para pensar una forma de controlar a estas
masas, colaborando con “el orden y el progreso”. Trabajarán bajo el modelo de las ciencias naturales, que
tanto éxito cosechaban con su método positivista de lógica y experimentación “objetiva y racional”.
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status social y el rol social desempeñado marca fuertemente la identidad y la
responsabilidad individual.
La naciente modernidad plantea optar entre el conocimiento y la fe. El mal y el bien son
producto de una historia construida por hombres y no por los designios divinos. El sujeto
pasa al centro de la escena de la historia, que ya no es una escena estática, que promete
progreso, orden social y emancipación cada vez mayores. Todas estas son características
absolutamente diferentes a las del sujeto feudal, que en rigor, no existía en el feudalismo
como algo autónomo, en el sentido de que hasta la propia identidad estaba fuertemente
ligada a la comunidad de pertenencia.
A la vez, el sujeto moderno padece un conflicto permanente entre realidad y
representación, en el sentido de que ya no hay certeza porque las representaciones que
el hombre construye, pueden fallar. A esto se suma la responsabilidad que le cabe en la
construcción del mundo, ya que ha abandonado el tutelaje divino y no es parte de la
naturaleza como un todo armónico, sino que ahora se opone a ella como su
conquistador. Así, lo que caracteriza al hombre moderno es la angustia, la internidad, la
vivencia de soledad, la incertidumbre, la necesidad de expresión y la culpa.
El retorno de lo reprimido
La razón somete la totalidad del universo a su lógica. Destierra de la realidad todo lo que
no puede someter al control del conocimiento: el carácter místico, los deseos, las
transgresiones (y los transgresores), lo no explicable objetivamente. 10 La razón nombra
cosas y hechos y en este sentido las crea, dado que los edificios de representación
racional, sistemática, rigurosa que la ciencia crea, el mundo simbólico, define ahora lo
que las cosas son. La naturaleza, las cosas y los cuerpos, aparecen ahora como
representación abstracta de algo que ya no es en su cualidad sino en su objetividad. Este
es el orden simbólico, el orden de la ley, de lo que dice qué es y cómo es; el orden de la
teoría, donde el lenguaje determina a la realidad; donde la realidad está hecha de
lenguaje.
Pero por otra parte, para instituirse y sostenerse, los dispositivos de poder, las nuevas
instituciones modernas, necesitan algo más que el peso de lo simbólico: se necesitan
representaciones colectivas, mitos sociales, cristalizaciones de sentido y rituales que
hablen no a las conciencias sino a las pasiones y, en consecuencia disciplinen los
cuerpos. Este universo de significaciones (imaginario social efectivo) hace que ‘los
conscientes e inconscientes se pongan en fila’. Los mitos que una sociedad instituye son
cristalizaciones de significación, que operan como organizadores de sentido en el
accionar, el pensar y el sentir de los individuos. En su relación, lo simbólico y el
imaginario social, en los dispositivos institucionales, prescriben qué y cómo deben ser las
formas de los lazos sociales: desde los contratos laborales hasta las relaciones
sentimentales; instituyen tanto las relaciones materiales como las subjetivas de las
personas. Son una verdadera fuerza material del campo social.
Sin embargo, por más que lo simbólico y el imaginario social efectivo pretendan la
inexistencia de lo que no entra en su lógica, lo real de la vida, de la experiencia y la
vivencia cotidiana, está ahí y sigue operando y teniendo efectos que si no son
escuchados, retornan como síntomas. Se hace presente tanto en la angustia individual
como en las angustias y luchas colectivas. Las cuestiones de fe, los mitos populares, las
prácticas transgresoras, lo catalogado como anormal, las reivindicaciones sociales,
sobreviven y hacen oír su voz reclamando un lugar en la realidad racional, en el orden
simbólico. Denuncian que la razón no puede dar cuenta de estos aspectos y tampoco
puede eliminarlos. Las conductas colectivas surgen como un síntoma al que las nuevas
ciencias del hombre deben atender.
Justamente las corrientes filosóficas del romanticismo (que son vistas como una reacción
conservadora pero que no negaban la modernidad sino que la criticaban, mostrando su
mismo modernismo) señalan que hay un lado oscuro, que ha quedado oscurecido,
tapado, negado, pero que no por eso deja de tener efectos. Tratan de reintroducir lo
irracional, que escapa al dominio de la razón, a partir del rescate del arte como forma de
relación y de conexión con la realidad. Introducen las nociones de patria o nación como
camino para que el individuo pueda identificarse con alguna totalidad, a falta de
comunidad feudal.
Marx denuncia que el programa moderno no se cumple en lo social, porque se produce
más, pero no hay distribución de la riqueza: “Hoy en día, todo parece llevar en u seno su
10
Foucault habla de un triple decreto de prohibición, inexistencia y mutismo.
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propia contradicción... El dominio del hombre sobre la naturaleza es cada vez mayor;
pero, al mismo tiempo, el hombre se convierte en esclavo de otros hombres o de su
propia infamia... Todos nuestros inventos y progresos parece dotar de vida intelectual a
las fuerzas materiales, mientras que reducen a la vida humana al nivel de una fuerza
material bruta.”
En esto último, coincide con Nietzsche, quien ya casi sobre el s XX, denuncia el fracaso
del programa moderno en sus promesas de realización individual. Para él, el hombre
moderno es rebaño homogéneo, producto de la camisa de fuerza social. Rechaza la
democracia, el periodismo, los movimientos sociales, etc. El tipo de hombre que vale la
pena es el poeta (poiesis: creación). Ser hombre es ser alguien digno de sí mismo, que
se construye y crea a sí mismo y que tiene su propia tabla de valores. Pero esto supone
una ruptura (aquí anticipa a Freud en lo que significa matar al padre): cortar con toda
referencia anterior, con toda paternidad.
Las ciencias sociales intentarán hacer una lectura racional de la realidad para colaborar
con el orden y el progreso, controlando a las masas de individuos dispersos. Lo mismo
sucede con las corrientes filosóficas y políticas tanto industrialistas y positivistas (a favor
de la modernidad y el capitalismo) como progresistas y de izquierda (marxismo y
socialismo) o las románticas. Todas son profundamente modernas, confían en la razón,
en el progreso, en lo teleológico, en las explicaciones que abarquen la totalidad y en las
acciones consecuentes. La razón fue siempre la base de la redención de lo humano,
aunque se discutiera el orden social, económico y jurídico.
El mundo creado por la modernidad y su racionalidad no puede sostener que distribuye
uniformemente la riqueza; no puede sostener que las creencias compartidas y las
representaciones que creó son irrefutables; la sensibilidad y la creatividad del hombre,
por el contrario, enfatizan la incertidumbre, la angustia y dan lugar al síntoma social (ya
analizado por Marx) e individual (analizado por Freud). Y esto tiene lugar justamente en
un mundo que imaginó homogeneización y felicidad universales como fruto del progreso.
Las guerras mundiales, ya en el siglo XX, son síntoma del fracaso del programa moderno
y de la racionalidad humana como capacidad para dar cuenta de la realidad como un
todo y organizarla, haciendo del mundo un lugar de felicidad para el hombre. Por lo
demás, el estado de crisis es un rasgo del pensamiento moderno desde su nacimiento y
no una novedad posmoderna: la modernidad, desde sus diversas corrientes y
realidades, se cuestionó a sí misma permanentemente, siempre estuvo en crisis,
aún en los períodos de mayor estabilidad económica.
Bibliografía general:
G. Adamson: La Psicología Social frente al tercer milenio.
Bergman, Marshall: Introducción. La Modernidad: ayer, hoy y mañana
Castoriadis, Cornelius: La institución imaginaria de la sociedad
Casullo, Nicolás: Prólogo a Debate modernidad-posmodernidad
Foucault, Michel: Microfísica del poder; Saber y verdad; La verdad y las formas jurídicas
Hobsbawm, Eric: Biblioteca de historia contemporánea
Najmanovich, Denise: Del tiempo a las temporalidades; El lenguaje de los vínculos; La
representación; El sujeto encarnado
Pichon Rivière, Enrique: El proceso grupal; Psicología de la Vida Cotidiana
Rozas, Elena: clases sobre epistemología y sobre nuevos paradigmas; Apuntes
personales sobre historia social, moderna y contemporánea; Apuntes personales
varios.