Este documento analiza los posibles símbolos del terremoto y el huracán en la mitología indocubana. Explora la figura céfalosigmoidea hallada en cuevas de Oriente, Cuba, que podría representar al dios del terremoto dado que esta región es sísmicamente activa. También considera que el huracán pudo simbolizarse de la misma forma, ya que ambos fenómenos son invisibles e infigurables. Finalmente, señala que en otras mitologías terremotos y huracanes fueron atribuidos a serp
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Este documento analiza los posibles símbolos del terremoto y el huracán en la mitología indocubana. Explora la figura céfalosigmoidea hallada en cuevas de Oriente, Cuba, que podría representar al dios del terremoto dado que esta región es sísmicamente activa. También considera que el huracán pudo simbolizarse de la misma forma, ya que ambos fenómenos son invisibles e infigurables. Finalmente, señala que en otras mitologías terremotos y huracanes fueron atribuidos a serp
Este documento analiza los posibles símbolos del terremoto y el huracán en la mitología indocubana. Explora la figura céfalosigmoidea hallada en cuevas de Oriente, Cuba, que podría representar al dios del terremoto dado que esta región es sísmicamente activa. También considera que el huracán pudo simbolizarse de la misma forma, ya que ambos fenómenos son invisibles e infigurables. Finalmente, señala que en otras mitologías terremotos y huracanes fueron atribuidos a serp
Este documento analiza los posibles símbolos del terremoto y el huracán en la mitología indocubana. Explora la figura céfalosigmoidea hallada en cuevas de Oriente, Cuba, que podría representar al dios del terremoto dado que esta región es sísmicamente activa. También considera que el huracán pudo simbolizarse de la misma forma, ya que ambos fenómenos son invisibles e infigurables. Finalmente, señala que en otras mitologías terremotos y huracanes fueron atribuidos a serp
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CAPIT'ULO X
SIA4BOLOS DEL TERREMOTO Y DEL HURACAN
Sumario: El terrernoto y los in<lios antillanos.-El dios del terremoto.-El cfalosigmoide indocubano en los hipogeos de Oriente.-El simbolismo del terremoto.-Cabracn, "el dios de dos piernas".-Sincretismo del l.ruracn y el terremoto eR las mitologas, ert el P. Du Tertre y otros.- Otros su.rbolos indocubanos del huracn?-Las "picdras de tempes- tad".-Las "piedras de rayo" y las "esferolitias".-Las "cabezas llo- ronas".-Las "trombas rasales".-Las "cabezas caretudas".-El hura' crn esculpido en la bandeja de La Patana. Despus de nuestra excursin por la mitologa de los dioses unpe- des como pcrsonificaciones teriomorfas del Huracn, hemos de preguntarnos: Por qu, si el remolino de viento, la tromba, el tornado, el tifn o el huracn han sido representados en todos los contincntes por mticos seres dotados de una sola extremidad, los in- dios cubanos, al antroponrorfizar el viento, adoptaron el smbolo de una cabez con dos extremidades? No hay serio obstculo para ello. El indio cubano pudo abs- traer de su cmprico anlisis del remolino del cicln y de sus carac- tersticas rotatorias, los elementos simbolizadores que integran el ideograma que ahora estudiamos. Tales elementos son suficiente- mentc expresivos y el genio inventivo del indocubano pudo llegar l t-rl sencillo simbolismo ciel huracn sin dificultades. Sin embar- go, no cleja de ser curiosarnente original esa simbolizacin del hrr- racn, y liay que responder a la pregunta qlle esPontneamente surge: seria realmente una alegora del cicln esa cabeza con dos cxtrcmidacles; no con una pierna sola sino con dos brazos? Adelantemos otra hiptesis interpretativa del smbolo, apar- tando ahora la de que significa el Dios Huracn. Pensemos si el idcograrrra en cuestin poda representar el Dios Terremoto. L:r figura cfalosigmoidca,. cavernaria c icnicamente ventral prrdiera scr ciertrmente el Dios del Tenemoto en la entraira dc la '498 EL TERREMOTO Y EL HURACAN 499 DiosaNladreTierra. No consta ciertamente quc los indios cnbanos tuvieran una deidad especfica de los terremotos; pero no es posible dudar de que por experiencia o por tradicin sabran de esc tcrrible fenmeno. Lo siempre inopinado de su ocurrencia, lo desconocido dc sus causas, Io profundo de su'origen, lo misterioso de su desarro- llo y sobre todo lo terrfico de sus efectos debieron de imprcsionar a los indios tapto como seguramente afectaban a los pueblos con- quistadorcs. Lo raro del fenmeno hizo que muchas mitologas no tuvicscu uu dios especialmente consagrado a las concusiones ssmi- cas; pero cuando as ocurra, stas se atribuan a las deidas ctnicas o subterrneas o a los mismos espritus malignos que as sacudan las tierras como los mares, los aires y los cielos. En las islas anti- llanas, de origen volcnico y conrnovidas con bastante frecuencia por.las fuerzas de Io profundo, los terremotos jams fueron desco- nocidos de sus habitantes. Para la liiptesis del smbolo del Terremoto parece ser de sin- gular importancia el hecho de haberse hallado todos los especme- nes aqu coleccionados en cavernas de la provincia cubana de Oriente o uruy cerca de ellas, en proximidad a Santiago de Cuba, o sea al borde de su costa martima, en las laderas de la inmensa formacin orogrfica que sobre el nivel del mar se eleva hasta el Pico de Turquino (1,950 metros) y por baio del mar desciende a la abismal profundidad de la Hoya de Barlett (ms de 6,000 me- tros), que es una hondura submarina de las mayores del mundo. Esa regin es la de mayor sismicidad de Cuba, Ia irnica de frecuen- tes convulsiones subterrneas que tiene la isla, que es una de las urs tranquilas del archipilago en ese aspecto. En un mapa sis- molgico de Cuba su punto concusivo coincide exactamente con \a zona cavernosa donde fueron encontradas las siete imgenes sigmoideas objeto cle nuestra investigacin. Era, pues, muy lgico c incvitable que el Tenemoto en ese pas tan conmovido fuese un pcrsonaje muy tenedero, y que en sus hondas espeluncas, o setr cn sn l-risma morada, se le recordara y se le reverenciara para pro- piciarlo. I{ay quc advertir, sin embargo, que los obietos de cermica siboncy y tana, rnicos el las culturas indocubans,l se han hallado I lcnranclo Ortiz,. Lrts Cuatro Cultutas lndias de Cb. I-Iabana. l9-t2. 500 EL HURACAN solamente en la mitad oriental de Cuba,2 pues en la parte occiden- tal no tuvieron asientos de poblacin esos indios agricultores que fueron los ceramists. Esto basta para explicar que slo en las re- giones orientales de Cuba se puedan hallar ceramios, con o sin figuras sigmoideas. Tampoco fueia de aquellas provincias se sabe de petroglifos ni de "muecos" esculpidos en las cuevas. De todos modos, no deja de ser interesante observar que todas las piezas arqueolgicas objeto de nuestro estudio, as las lticas como las cermicas, proceden del borde costero de la isla entre Santiago y Guantnamo y ninguna ha sido hallada todava por Banes y la costa nortea, a pesar de los ricos yacirnientos arqueolgicos que por all nos dejaron los indios. Esta circunstancias geogrfica pu- diera tener un sentido restrictivo, limitando o por lo menos hacien- do ms frecuentes las sigmoides en la zona cubana ms castigada por los terremotos y a la vez la menos frecuentada por los huraca- nes. Pero parece que habrn de esperarse otras averiguaciones antes de lograr alguna conclusin ms segura en este aspecto Ya hemos dicho que la situacin originaria de los ejemplares indocubanos que estamos estudiando, hallados en profundas cue- vas, no impide que stos puedan ser comprendidos como smbolos del Huracn. Pero, indudablemente, las cavernas son el lugar ms propicio para los cultos ctnicos y particularmente para los consa- grados a Ia deidad de los terremotos, sea sta un nmen plutnico o la misma Madre Tierra, o el dios todopoderoso de la tierra y cielo que as desata como refrena todos los males que afligen a los humanos. Dicho con metfora catlica, para rezarle al santo abogado contra los terremotos, una caverna o una simblica cripta parece ser su mejor capilla; aparte de que en toda cueva profunda hay siempre un hlito de misterio que sobrecoge el nimo y acerca a lo sobrenatural. Adenrs, ocurre una pregunta: Ser que en esas cavernas los indios buscaban refugio seguro contra los ciclones, a manera de un religioso hipogeo o adoratorio del dios que los enviaba? Hoy da en El ms occidental asiento indio con cermica de los hallados hasta ahora en Cuba est cerca de Cienfuegos, en la regin central de la isla. 2 Ya advertimos la imprecisin de la pieza de Ia figura 6 y hasta la duda de su autenticidad india. EL TERREMOTO Y EL HURACAN pueblos americanos muy castigados por terremotos se tienen refu- gios subterrneos.3 Pero hay muchos otros factores para explicar la subterraneidad de los principales conos cfalosigmoideos de Cuba. Para simbolizar al terremoto ocurra lo mismo que para el huracn. Ambos eran invisibles, prcticamente infigurables; los smbolos realistas no podan usarse con sentido directo, sino como nretforas; requeran un sutil proceso razonabilizador de analogas y abstracciones hasta llegar al tropo grfico. No deja de ser intere- sante la observacin de que as los huracanes como los terremotos fueron atribudos en varias mitologas a serpientes o dragones. Cuando estos se mueven en los antros ms profundos de la tierra, agitan y rompen su corteza.a En China, Li es el dragn de la tiena que causa los terremotos cuando se agita en sus abismos. Los hue- sos fsiles de los grandes reptiles antediluvianos que en ocasiones se han exhumado en China, son huesos de Li. Los japoneses en su sismognica mitologa vean que los terremotos eran causados por los movimientos de una gran tortuga que sostena la Tierra, como el Atlas de Ia mitologa grecorromana. Los indios del suroeste de Ios Estados Unidos atribuyen los terremotos a las sacudidas de una gran serpiente o dragn subterrneo. Bajo el volcn Etna est apre- sado el convulsivo Tifn. Acaso una de las conceptuaciones mitolgicas ms interesan- tes a nuestro estudio sea la del dios D de los dahomeyanos. Para estos negros de Guinea, Da es la gran serpiente que existi antes ue la tierra. D es todo 1o que se mueve sin pies, lo sinuoso, lo dinmico; es el movimiento, la fierza, la vida misma. La Gran Serpiente fue la que di forma a la Tierra, haciendo sus sinuosi- dades al ser creada. A veces aparece como dualidad. La primera serpiente en su cola lleva las piedras, es como la portadora de los rayos y los vientos; la segunda est enroscada bajo tierra, teniendo sobre s el peso del mundo, y al moverse para cambiar de postura ocasiona los terremotos. Ntense los varios aspectos de este mito: la serpiente, es decir, el ser unpede y espiraloideo, como creador u originador de Ia vrda y del cosmos; tambin como portador de tcmpestades y como causante de los terremotos. Aun ms, hay un 3 Frank W. Lane, The Elements Rage. Londres, 1945. n I.A.Mac Culloch, en Hastings, vol. xr, p. 408. 50I 5OZ EL HURACAN Da en cada individuo. Un espritu-serpiente, es decir, un hlito de vida, que se separa del cuerpo al morir, saliendo de la cabeza como una emanacin gaseosa "en espiral". En este mito del Da- hourey parecen, pues, sintetizarse los principales elementos, as rnorfolgicos como conceptuales, que se han ido integrando en la rnitologa del huracn: la invisibilidad, la espiritualidad, la dina- micidad, la creatividad, la espiralidad, la tempestuosidad, la aeroi- dad y la subterraneidad. Los elementos caractersticos que hemos analizado del sm- bolo antroposigmoideo de los indios cubanos son tambin inter- pretables como aluivos al terremoto tanto como aI cicln; su significacin simblica es ambivalente. La cabeza con el smbolo consabido slo tiene por obieto animificar, antropomorfzat el snrbolo. El terremoto puede ser imaginado como un ser antropo- norfo, tal cual el huracn. La posibilidad, en algunos casos la probabilidad, de que la figuracin de la cabeza sea la de una monda calavera, propicia su interpretacin como emblema de un mtico personaie espec- ficanrente subterrneo, como son los muertos. AI ente de las ener- gas ssmicas se le caracterizaba como a los antepasados, Por sus crneos. Es frecuente entre los primitivos atribuir los terremotos a potencias misteriosas que viven bajo tierra o a los espritus de los muertos. En algunas mitologas primitivas son los ruuertos los que rrotivan los terremotos con sus movimientos cn el mundo interno o subterrneo para llegar al mundo superior.i' As pens tambin Pitgoras. Relacionada con esta idea del mundo de los ntuertos, est el infierno del Dante, el mundo subterrneo cle los muertos malditos; el cual, segn observa Mackenzie, tiene forma espiral, como la concha de un caracol, como Ia "clleva de los vientos". Para los indios jbaros, que dicho sea de pasq son de tronca- lidad tnica arrlaca, "los terremotos o urkai sott causados por pode- tosos iguanch o espritus que sacuden sus cuerpos".6 Frazer hace referencia a De la Borde, quien dice que los caribes antillanos consideraban el terremoto como una seiral de la tierra para que s Vasc Sir |ames G. li'razer, The few of the Dead, pp. l3Z y 166. 6 Rafael Karsten, "The Religion of the fibaro Indians of Eastein Ecua- dor", Bo/. de la Acad. Nac. de Hist. Quito, 1922, vol. rtt, n. 6, p. 134. EL TERREMOTO Y EL HURACAN 50] aqullos bailaran por su propia salud, y que los indios danzaban entonces cuatro das y otras tantas noches, en forma litrgica con grandes ornameirtos y atavos, llevando collares, brazaletes, cin- turones y tobilleras llenas de pequeas conchas que entrechocaban con los rnovimientos del baile, mientras las indias sonaban nara- cas y hacan un rnontono acompaamiento.T Esta referencia es confusa, pero parece indicar que la emocin religiosa despertada por el terremoto se relacionaba con las expresiones generales del culto de la Madre Tierra. Acaso el ttrremoto fuera la incomodidad e iracundia de la Made Tiena, quejndose del abandono y reclamando ofrendas
servicios, tal corno el Huracn era expresin anloga del Misterio
Celestial. Criterio parecido es el de los lusheis, cierta tribu de la Melanesia, los cuales dicen que los habitantes del mundo subte- rrneo hacen temblar el mundo exterior a fin de saber si todava ha1, s, l algn ser vivo. As, cuando ocurre un terremoto, los habitantes de algunos pueblos lushei gritan: "Vivimos, vivimos!", para conocirniento de los seres subterrneos, a fin de que interrum- pan el terremoto, y proceden a hacerles sacrificios. Aunque Ias interpretaciones mitolgicas de los terremotos son muy varias, es tunnime la creencia de que los terremotos son producidos por entes subterrneos, dioses buenos o malos, muertos o eutes mons- truosos. Entre los indios cubanos los espritus de los antepasados te- nan gran importancia. A los muertos se les enterraba con signifi cativas liturgias, se les evocaba y se les representaba en estatuas y figurillas con los atributos de la muerte. No era, pues, absurdo que ellos atribuyeran los terremotos a los espritus de los nuertos, a los que, antepasados o no, vivan en las entraas de la tierra, cuyas entradas eran las cavernas, esas mismas cavernas de donde haban surgido los seres humanos segn ciertos relatos cosmognicos. Un gran nmero de conos indios antillanos que se conservan en los museos son figuras escultricas de morfologa esqueletzada. 7 De la Borde, Relation de l'origine, moeuts, coutumes, religion, guu- res et toyages des Caribes sauydges des Isles Antilles de I'Am&ique, p. j8. (Recueil de diyers Yoyages faits en Afrique et en Amrique, Pars, 1864.) Cita de Sir |ames G. Frazer, The-Worchip of Nature, vol. r, Nueva York,' 1926, p. 4)2. '04 EL HURACAN No significaba esto que fuesen seres de actividades extinguidas; los muertos seguan activos en otra forma. En las figuras que estudia- mos, sus brazos y sus dedos, esquelticos o no, son signos de ac- cin, e igualmente aplicables al terremoto y al huracn, terribles ambos por sus actividades desoladoras. La postura de los brazos como inequvoco movimiento gira- torio, aun cuando es ms propia del huracn, no contradice su aplicabilidad emblemtica al terremoto, cuyas sacudidas a veces se sienten como ondulantes y acompaadas de ruidos subterrneo.s que asemejan al rodar de los truenos. La posicin de Jos brazos pue- de traducir la idea del ente que produce los terremotos al revolverse en las profundidades de la tierra por sus iras, Por sus bailes o por simple consecuencia de sus inusitados movimientos. Las estras en los brazos, as representasen movimiento, vitalidad o ruido, conve- nan tambin con una alegora del ente subterrneo y convulsivo. Esas estras longitudinales que dividen cada brazo en dos par- tes, aunque prolongadas a todo 1o largo, parecen tlar un carcter esqueltico al brazo, como ocurre cuando en el esgueleto se ven separados entre s los huesos hmero y radio, o en las piernas la tibia y el peron. Esta interpretacin intensificara el sentido cadavrico de Ia cabeza si sta se aceptara como un crneo mondo. Sin embargo, el emblemismo esqueltico no significara precisa- mente inmovilidad ni muerte, sino simplemente subterraneidad. ultramundanidad, vitalidad en otro mundo. En ese aspecto hay otra importante consideracin que hacer. La misma simplicidad morfolgica del cono cfalosigmoide de los indios cubanos, reducida a una cabeza y a los dos brazos, favorece su interpretacin como la alegora de un espritu desencarnado y daino. Como cuenta el P. Du Tertre, los indios caribes crean' que cada ser humano tena tres almas, dos de las cuales en vida residan precisamente en la cabeza y en los brazos, y despus de Ia muerte se convertan en maboyas o espritus malignos. Si esta creencia psicolgica era compartida por los indios tanos, lo que no es inverosmil dadas las relaciones de estirpe entre caribes y aruacas, la emblemtica imagen cfalosigmoide era la representa- cin plstica ms adecuada de un mdboyd o espritu maligno, ex- presada por la conjuncin post mortem de las dos almas desencar- EL TERREMOTO Y EL HURACAN 50' nadas y ya en la vida activa e invisible de los espritus. Sea o no cabeza de muerto la figura labrada por el escultor o el ceramista indocubano en las imgenes androsigmoides que nos ocupan, de todos modos armoniza perfectamente con ei concepto del espritu maligno de un antepasado. Si calavera, porque as, con morfologa esqueltica, solari representar los tanos a los espritus de sus ante- pasados; si testa animada, porque sus signos de vitalidad eran los ms propios para simbolizar la vivsima caracterstica del espritu malo del Huracn. Tratndose de un terremoto, no puede darse valor significativo alguno a la direccin diestra o siniestra de la versatilidad del smbo- lo. As se podra explicar mejor la excepcin del ejemplar de la figura 6. Que las figuras sigmoideas tornaran sus brazos a 7a iz- quierda o la derecha nada significaba y bien podan representar a la vez al dios Huracn y al dios Terremoto. La posicin de la figurilla en estudio, situada en el vientre de otra, favorece la idea de que sea Ia del Terremoto, que se agita en las entraas de la Madre Tierra. La misma raeza de Ia figurilla simblica parece convenrr con la rateza del terremoto; tan terrible que no puede ser olvidado, pe- ro tan inslito que no parezca necesario apaciguarlo todos los das. Dice un refrn de los catlicos castellanos que "nadie se acuerda de Santa Brbara hasta que trllena". Y si as ocurre con la santa pa- trona contra los rayos, as debi de ocurrir con el nmen de los terremotos. Su culto intenso a seguida de sus cataclismos; despus, la tranquilidad volvera a los nimos y con ella la friardad dL hs devociones. El huracn era tambin raro, pero no tanto y estaban para evocarlo con frecuencia las turbonadas equinoccialei que tan a menudo azotan las tierras y aguas del Caribe. La presencia de figurillas revolucionarias o convursionarias en las asas decorativas de la cermica indocubana no obsta a su interpretacin como smbolos a la vez del nmen de los huracanes y de los terremotos. Est todava por definir con seguridad el sentido que el simbolismo religioso de los indios atribua a dichas cazuelas de barro. Pero no parece muy aventurado suponer que esas vasijas_ planas, circulares, oblongas o naviculares, y siempre ornamentadas con tradicionales estilos, tenan por s un sentido i06 EL HURACAN alegrico concordante con los variadsimos diseos y figuras pls- ticas que en cada caso las acomparan. Ni es inverosmil pensar quc tales vasijas eran por s emblemas de la ferninidad de la natu- raleza, cle la NIadre T'ierra, como ocurri en otros nurnerosos Pue- blos y es presumible que aconteciera entre los indios alfareros de Cuba. Con ese emblemismo, que converta Is cazuelas en ad minculos de los ritos lararios, no disentan los smbolos del Hura' cn ni del Terremoo, uno y otro comprendidos en el corplejo rnitoigico del T odopodercso de la N aturaleza. No obstante lo expuesto, aun queda pendiente explicarnos si los dos brazos significaran algo distinto del ente unpede o Huracn de los indios continentales. Esta hiptesis es tanto ms sig- nificativa cuanto que efectivanente los indios kich tenan un dios caractcrizado por sus dos piernas. Si de los kich vino el dios Hur cn, el "de una pierna", de ellos pudo proceder tambin el carac- terstico dios "de las dos pietnas". Junto a Huracn los kich situaban al dios Cabracn, crtya etimologa segn Schuller es la siguiente: Etimologa: cab= "dos" ra = )a pers: sing. pron. posesivo; "suyo, su de 1". cn- "perra". Significado: "el de dos piernas". Y bajo esta misma acepcin aParece Cabracn tambin en el Popol Vuh. All leemos: "en cambio, Cabracn se ocupaba en menear y tener en desasosiego a los pequeos y grandes montes y volcanes, slo por su voluntad". Es decir, q:ue Cabracn es el dios kich de los terremotos y vol- canes, el de las conmociones ssmicas. Segn Schuller, "aun hoy da Cabracn significa 'terretnoto' en ei kakchiquel-popoloca, que es un codialecto del kich. De modo qtse Cabracn debe. ser un antiqusimo ente relacionado con los temblores de tierra, mientras Huracan entre los antiguos indios kich era considerado como "Corazn del Cielo y de la Tierra". Caprakny Zipakn eran los dioses de los montes y volcanes. Este los formaba, aquel los mova. Tal parece, pues, que pudira- nros dar por fallada la controversia en el sentido de que la figurrr EL TEITREMOTO Y EL HURACAN a.ndrosigmoidea de los indocubanos era una representacin del te- rremoto o de la deidad que lo gobierna. Se debe advertir todava que acaso, ms que a dos "piernas", ese ttulo de Caprakn serefiera a dos "extremidades". Un ser antropomorfo de "dos piernas" nada tendra de singul;rr; pero s cuando fuera de slo "dos extremidades", o sean dos brazos sin piernas o dos piernas sin brazos. En ambos casos habra Llna ex- cepcionalidad promovedora del mito. Un Caprakn de una cabezu con slo dos brazos equivaldra seguramente al cfalosigmoide cubano. Para la teora de que el cono androsigmoideo de los indocu- banos representa el Huracn, aun cabe una cuarta hiptesis, la clc que se funclicran en l las representaciones del huracn y del terre- moto como constitutivas de un solo smbolo, por ser aqullos con- rderaclos como expresiones cle una misma entidad initoleica. El huracn y el terremoto fucron fenmenos cataclsmicos estrechamente relacionados por la mitologa. Sin irnpedirnento de su individuacin fenomnica y uritolgica, el terremoto vino a ser una manifcstacin rnis. Ia subterrnea y quizs la n'rs terrible, del complejo de potencias sobrehumanas (acaso sera impropio ilamarlas "sobrcnaturales" con referencia a los indios) quc integra- ban el Todopoderoso Nlisterio Csmico. El rayo, el trucno, la lluvia, Ia inundacin, el vendaval, Ia tronrba, el olcajc. .. cran personificados como cntes sobrehuma- nos, crpaccs dcl mal, a vcces como "mensajeros" de entidades supcriorcs. lil tcrren'roto, el ente de las profundidades cavernarias, bien puclo ser uno de los "mensajeros" ms terribles. Lln lrs islas Fidgi, el indio Ndengei habita er Ltna gruta y desde all influye como deidad urania en la vida celestial, en Ias peripecias metericas, en las cosechas, etc. Cuando se enfurece clcsata el temporal, cuando cierra sus ojos anochece, alborea cuan- do los abre; y cuando durmiendo en su caverna se agita y revuelve, tiembla la tierra ocasionando los terremotos.8 Refiere Karsten que "uno de los estupendos fenmenos de la naturaleza que particular- mente atrajo la atencin de los ibaros fue el violento huracn o s \Vaitz-Cerland, Antlropologie der Naturyolker, vol. vr, p. 664; Th. W. f. Calvcrt, Fiii and the Fiians, Nueva York, 1859, p. 170. 507 EL HURACAN rrdssi, que aparece con frecuencia en las vrgenes selvas de Sur- amrica pasando por un rea comparativamente pequea pero dejanclo a su paso una terrible destruccin de rboles y arbustos. Los jbaros atribuycn el huracn a uno de sus peores iguonchi (es' pritus o demonios), el cual figura tambin entre los drutaurct (antcpasados)".e Pero ya hemos anotado que entre los mismos jbaros eran tambin los iguanchi los causantes de los terremotos. Entre los kichs, Caprakn y Zipakn fueron hijos de Guiu- Kakix, el dios "Sicte Plurnas de Fuego", que algunos simbolizan por cl tyc ddnwrco o gudcdmayo; "el que todo lo alumbra", as el sol como la luna, las estrellas y los volcanes. Por ah parece visiblc la relacin de Caprakn, dios de los terremotos, con el dios unpcdc de la Serpiente Emplumada o sea Kukulkn. Cabracn, "el de las dos piern:Is", estaba ntimamente rela- cionaclo cot Huracrt, "el de una sola picrna". La correlacin fon- tica, scmntica y simblica reflejaba una conexin de carcter nritolgico. Cabracn y Huracn eran quienes sacudan a cielo y tierra v sc asociaban cn la obra cataclsmica. [)e esta interaccin parecc lraber scalcs cn el mismo Popol Yuh. "Yo soy quien ir-rquicto al Cielo, movienclo y removiendo la Tierra", dice con jactanciir Cabracn. El clragn nitolgico de los indios andinos, qtrc cstucli Tcllo cn su arqttcologa, era dios del ciclo, del mar v clc la tierra, y se le deban todos los fenmenos destructivos que ocurrrn por todo el cosmos. No era ciertamente muy difcil pensar que ambos pavorosos fenmcnos convulsivos eran diversas manifestaciones dc una mis- ma deidad, omnipotente y enfurecida. El terremoto es corno una teurpcstad bajo, la tierra, tronante y trcnrantc, que a veces hast hace vomitar fuego de las entraas clel mundo. Viceversa, el hura- cn es como una convulsin que hace temblar los cielos, los inun- da, los enciende y los precipita rugiente sobre los mares y las tierras. Terremoto y huracn son sismos por igual, uno abajo y otro arriba. Como si un mismo monstruo corl sus invisibles brazos v r)lnos sacncliese el cosmos y trastornase su orden para provocar cl fin cataclismico de una era, el fin de uno de los sols, como ell la nritologa clc los nlayas, aztecas y otros indios arncricruos. "Los tt Ob. cit., p. l14. EL TERREMOTO Y EL HURACAN temblores de tierra no eran una cualidad peculiar del espritu que se adoraba en el subterrneo de Tehuantepec, sino de todos los dioses sostenedores del cielo".to Es decir, de los cuatro dioses de los cuatro vientos. "Los temblores y terremotos que en la tierra haba,los atribuan a que los dioses que tenan en peso el mundo, se cansaban y entonces se mudaban y que aquella era la caitsa de los temblores" (N,Iuoz Camargo, 131). La dosa Tierd, uno d.e ellos, tena el ttulo de "Corazn de la Tierra" en su advoca- cin de Toci, y se lo daban "porque cuando quera haca temblar la ticrra" (Durn, u, 187)".'1 "Las cua- tro aspas del signo Naui Ollin de los nahuas represen- taban los cuatro soles anuales combinados con las cua- tro estaciones del ao, pero sobre todo con los cuatro elementos asimilados al sol. EI Naui Ollin represen- taba el movimiento de los cuatro soles combinados con los cuatro elementos, y con el signo Naui Ollin, los indios expresaban los temblores y terremotos; no es un movimiento de traslacin del sol. . ., sino un simblico de trepidacin y vaivn"12 (figura 294). Esta significacin que da Plancarte al signo Naui Ollin y su afirmacin de que los terremotos eran atribudos por igual a todos los dioses sostenedores del cielo, o sea a los cuatro dioses de los cuatro vientos, nos lleva a una'breve disquicisin acerca de Ia vero- smil relacin que para los indios aruacas insulares o tanos pudo Iraber entre el signo aspado y srls simbolismos con el mayohuacn o ba\,ohabao, su gran tantbor del Huracn. Sera este tambor, al propio tiempo, el evocador de los terremotos? O lo que es igual, el ente sobrenatural en cuyo culto se empleaba el mayohuacn sera a la vez el dios del huracn y del terremoto, una sola deidad terrible causante del uno y del otro? Ya hemos sealado que el gran tambor de los aruacas, el de "la pierna de la serpiente", era el del huracn. Los smbolos espiroideos que ostenta el diseo del P. Gumilla Darecen evidenciarlo. Sin embargo, en el dibujo del gran 10 Plancarte, Prehistoria de Mxico. Mxico, 1923. p. 558. 11 Citas de Pl:urcarte. 12 Plancarte, Prehistora de Mxico. Mxico, 1923, p.591. Frc. 294 movimiento 510 EL IIURACAN tambor de los indios aruacas insulares o tanos que trae Oviedo se nota que las aberturas que tiene la caia del tambor son de forma diversa, como la de una letra H. Oviedo describe dicho tambor de la siguiente manera: "La fot' ma quel atambor suele tener es la que est pintada en esta figura (lmina I?, fig. )+ y 4+) el qual es un tronco de un rbol redondo, tan grande como 1o quieren hacer, y por toclas partes est cerrado, salvo por donde le taen, dando encima con un palo como en atabal, que es sobre aquellas dos lenguas que quedan del misrno entre aquesta seal semejante. La otra seal, que es como aqusta, es por donde vagian o vacuan elleo o atambor cuando lo labran; y esta postrera seal ha de estar junto con la tierra, e la otra que dixe primero de suso, sobre la qual dan con el palo; y este atambor ha de esta echado en el suelo, porque tenindole en el ayre no srIC- na".t3 Con anterioridad a este prrafo, Oviedo haba dado estos otros datos: "Algunas veges junto con el canto mezclan un atambor, que es hecho en un madero redondo, hueco, concavado, tan grueso como un hombre ms menos, como le queran hacer; suena como los atambores sordos que haccn los negros; pero no le ponen cuero, sino unos agujeros rayos que trascienden a 1o hueco, por do rebomba de mala gracia".r4 Como se advierte, Oviedo se refiere a "agujeros y rayos", lo cual no corresponde al esquema en forma de H que trae dicho dibujo (figrra 295). Por otra parte, Fernando Coln 15 dice en una traduccin "tenazas de herrador" y e, otra "tenazas de albeitat"l al igual que dice tambin Antonio de Herrera. Tampoco se ajusta el diseo de Oviedo a estas comparaciones de Coln y de I lerrera. De estas incongruencias ha podido inferir el ioven musiclogo cubano Ar- 13 Oviedo, Historia Ceneral y natural de los Indias. Madrid, 1851, t. , Iib. v, cap. r, p. 130. t4 0b. cit., p. 127. r5 Yida del Nmirante, p. 193. Fc.295 EL TERREMOTO Y EL HTJRACT\N geliers l-en 16 que el dibujo de Oviedo, o mejor dicho, de la edicin acadmica de la gran obra de Oviedo, es inexacto. No hay por qu sorprenderse de la inexactitud de los dibujos que acorrpaan Ia obra de Oviedo. Ya hemos advertido en varias ocasiones que son errneos por no corresponder a Ia realiclad sino como mcros croquis de aproximacin, que rirs confunclen que aclaran la intcligencia de los respectivos textos descriptivos, Ios dibujos referentes al boho, al caney, a la hamacd, a lt canod, a\ tpico aparato bifurco de fumar y otros. Casi todos parccen haber sido dibujados cn Espaa por grabador cluc tuvo quc dibujar los susodichos objetos exticos de los inclios antillanos sin haberlos visto jarns ni cntcndido bien los textos de Oviedo. Argclicrs Lcn cree que Ia figurer quc dcbieron presentar Ias aberturas clcl nruyolruacn era aproxirnaclamcnte Ia de cuatro "ra- Frc. 296 yos", formando como un aspa con un "agujcro" en el centro (fi- grra 296). Siendo as, la figura, adcn-rs de respondcr a las serales de Ol,iedo, se asemcjara en verdad a la de una "tenaza de herrero". Por otra parte, Ia figura aspada relacionara inmediatamente el tambor de los tanos con el simbolismo cruciforme en aspa que los espaoles hallaron en Ia vecina Yucatn, consagrado al dios del viento. Adems, Ia susodicha figura en aspa en las aberturas del gran tambor monxilo ofreca desde un punto de vista musicai el im- portantsimo valor de que siendo los brazos de Ia tenaza de diver- sa longitud, ms largos los dos de un lado que los dos del otro, se daran en el instrumento percusivo dos lengetas de longitud y so- 16 En un trabajo indito efcctuado en Ia ctedra de "Formacin t- nica y social dcl pueblo cubano", dcl Instituto univcrsitario de Investiga- cioncs Cicntficas r, Ampliacin de Estudios de la Habarra. 5ll 512 EL HURACAN noridad distintas, las dos "lengetas" a que aluda Oviedo. As, el mayohuacn tendia dos calidades diferentes en su timbre o sea dos notas y ya con ellas podra "hablarse", hacerse taido de sonori- dades combinadas para ser inteligibles como un lenguaje de carc' ter sagrado. La tesis de Argeliers Len es sugestiva; no obstante est contra- dicha, probablemente de modo decisivo, por el hecho de no haberse hallado ningn tambor indio de esa clase con las incisiones aspadas. Todos los teponaztli de Mxico tienen las incisiones en la misma forma de H del dibufo de Oviedo, aun cuando esto no irnpide que en elmayohuacn antillano, o en algunos de sus posibles tipos, ocu- rriera diversamente; como sucede con los tamboles reseados por el P. Gumilla, con el llamado tunkul de los mayas, etc. Aceptando la hiptesis de Argeliers Len llegaramos sin dificultad a convencer- nos de que esos rayos aspados, con un agujero central en el tambor, constituyen un smbolo que grficamente puede equipararse al co- nocidsimo signo Naui Ollin de los aztecas, que para stos signifi- caba a la vez, como ya dijimos, las cuatro estaciones del ao, los cuatro vientos y los terremotos. Poniendo el signo aspado en el mtyohuacn tendremos que el tambor de los aruacas ala vez Io era del huracn y del terremoto. O lo que es igual, el nmen del mayohuacn es quien rige la ate- rradora potencia que produce indistintamente tetremotos, mare' motos y aeromotos. Es probable que los indios antillanos creyeran que cl hracn y el terremoto eran expresiones diversas de uu mismo fenmeno catastrfico. No son escasos los pueblos donde el huracn y el te- rremoto han sido considerados como fenmenos mitolgicamente conexos. El dios asfuio Abad era dios de los vientos y tan'rbin dios del terremoto, pues este meteoro no eta separado del huracn.t? Enlil era a la vez seor de la tierra y del viento, y surga de una cavefna, "la cueva de los vientos".l8 17 Furlani, ob. cit., p.2)1. 1e S. Langdon, "Tlie derivation of the name of the earth god Enlil and the origin of the cave of the winds",lourn. of the Ann. Oriental Loc., v,. p. I 00. EL TERREMOTO Y EL HURACAN EI mismo Tifn, que en los pueblos antiguos del Vieio lVlundo era el huracn, fue tambin quien, enterrado bafo el Monte Etna, lanzaba las llamas del volcn y produca los tenrblores de sus tie- rras comarcanas. Aun en el siglo xvrrr, el catlico Bedc crea que los terremotos eran debidos a los sacudimicntos de Leviatn en su prisin subterrnea. La rnitologa cristiana del terremoto lleg a los das de Cristbal Coln, a travs de los telogos medicvales, como puede verse en el cardenal D'Ailly.1e Ya descubierta y conquistada Amrica por los europeos, Fray Bartolom de las Casas2o aun tena que combatir la idea de que el fuego de los volcanes no era sino el de los infiernos y la de que el Monte E,tna o Mongibel arrojaba llamas por la boca de Tifn, como deco Ovidio en sus Metamrfosls. El P. Du Tertre, al hablar de los huracanes de las Antillas Francesas, dice tcxturl- mente: "La tierra ticmbla en muchos lugares y el viento sopla con tal irnpetuosidad que desarraiga los rboles ms grandes y hermosos dc los bosques..." Y luego aade: "lJna vez pasada esta borrasca sc corrtcmpla el rrs triste espectculo que se pueda ima- ginar. Las laclcras y los pcascos de las nrontaas, agrietados v hundidos por los temblores de tierra Du Tertre, al afirmar esta coincidencia del terremoto con ei huracn, debi de inspirarse, ms que en sus terriblemente impresionantes experiencias, en las icleras y tradiciones de ]os indios de aquellas Antillas volcnicas, tan propicias a los huracanes y tan castigadas por los terremotos. Ms frecuentes que los huracanes son los terremotos, dice Fray Iigo Abad, y refiere las seales que los preceden, seme- jantes a las que anticipan el arribo de aqullos, sin exclur las rfagas de viento fuerte, 1o cual indica que haba confusin cie anrbos fenmenos. Inigo Abad obsen un cicln en Puerto Rico, el de 1792, y escribi: "fJn trueno sordo y continuo que ocupaba toda Ia esfera, el ruido de las aguas semejante al que sc oye cuando se aproxima algn aguacero grande, la vista espantosa de conti- nuos relmpagos y urr temblor lento de la tierra acompaaban al 7e Concodia astronomicae veritatis cum theologia, Paris, 1481. Cita de W. D. Wallis, cn Hastings, Enc. of Rel. and Ethics, t. x, p. 368. 20 Hisf. Apologtica, p. 299. !1 Ob. cit., t. l, p.72. 514 EL I{URACAN fuioso viento".'2 El huracn, dice, "es un torbellino de viento acompaado de lluvia, relmpago, truenos y algunas veces de tem- blores de tierra y siempre de las circunstancias ms terribles y devastadoras que pueden reunirse para destrozar un pas en pocas horas". Y Abad concluye pensando que "durante la estacin de las lluvias o hacia el fin de ellas suelen ocurrir huracanes y terremo- tos. . . " y que "estos fenmenos pueden provenir de dos causas o ms bien de una sola combinada de varios modos".'3 No han faltado meteorlogos y sismlogos que relacionen los huracanes con los terremotos, y piensan que si los fenmenos ss- micos dependen de los corrimientos de grandes masas de tierras en la corteza terrestre y a lo largo de las fallas, diversas causls pueden romper el equilibrio de las masas y actuar como desenca- denantes de los mismos, tales como las mareas, las manchas sola- res, las atracciones lunares y tambin los huracanes.za Ya en 1855, un hombre de ciencia cubano, Andrs Poey, public un estudio acerca de la Force ascensionelle qu'exercent les ourdgdns la sur' face du sol comme .pouvdnt donner lieu temblements de terre. Hoy da ciertos sismlogos japoneses opinan que al gran de- sastre del terremoto de 19 de septiembre de 1920, en Tokio, con- tribuy un desatado tifn, el cual se hizo sentir en Yokohamzt precisamente poco antes de comenzar la conmocin subterrlinea. La coincidencia de terremotos y ciclones tropicales ha sido regis- trada con frecuencia y Brooks la atribuye a las diferencias de presin ejercida sobre la corteza terrestre por las oscilaciones baromtricas. Dos pulgadas menos de presin aligeran de un peso de dos millones de toneladas cada milla cuadrada de superficie, mientras que Lrnos diez pies de agua aumentaran el peso de dicha rea en nueve milla- res de toneladas. De ah que el resultante peso diferencial, de 9.000,000 de toneladas de agua menos 2.000,000 de presin at- mosfrica, puede bastar para provocar un accidental desequili- brio de las masas terrqueas en un lugar dado y desatar el terre- 22 Ob. cit., p. 100. 2s Ob. cit., p. 296. 2a N. Hunter Heck, Earthqua.kes, 1930. EL TERREMOTO Y EL I{URACAN moto,25 si ]as condiciones geolgicas del suelo son favorables a la convulsin. Esto aparte, los huracanes desarraigan los rboles, destruyen terraplenes, malecones y caminos, hasta carreteras y ferrocarriles, y agrietan, derrumban y arrastran las tierras y las casas con las inundaciones y los vientos, como si las hubiese conmovido una fueiza subterrnea. Con tales antecedentes, cabe pensar siu dema- siado atrevimiento que Ios indios antillanos creyeron que junto con el huracn y sus rugidos vena el terremoto con sus retumbos. Ya dijimos, con el testimonio de Anglera, que los indios aruacas de la Espaola atribuan a los huracanes la formacin de las islas Yucayas mediante grandes movimientos de tierras, lo cual equi- va]c a clecir que por terremotos. "Decan los caribes de lrucn, q:ue hrba arrancado las islas del contincnte, l-raba amontonaclo los rnrllnos y dunas y sembrado los escollos cerca de lrs costas".zo La imaginacin es propicia a aproximar los huaracanes a los terrenrotos por su misterio, su invisibilidad, sus rugidos, sus tremc- bundos e incontenibles efectos y lo inusitado e inexplicable de su contingencia. E,n ambos hay algo de terriblemente "sobrenaturrl". No es el terremoto conlo un huracn subterrneo? Ou es el huracn sino un terremoto que se lia salido de madre, de la en- traa de la Madre Tierra, y que contina por los aires sus con. mociones? Acaso no pensaran los indios) como los antiguos eu- ropcos, que los huracanes se originaban en las cavernas y que de ah salan? As era la doctrina corriente entre los conquistadores, segrn se lee en Gonzalo F-ernndez de Oviedo, quien invoca la opinin de Plinio, como sigue: "Yo estimo no ser dudoso que los vientos son causa de los terremotos. . . Ni jams hay terremotos sino cuan- do el viento es rincluso en las venas de la tierra; porque as es el terremoto de Ia tierra, conro el tronido en Ia nube, y otra cosa el abertura de la tierra de lo ques la nube, quando al salir del rayo se abre, porque el viento encerrado quiere salir a lugar libre".2? 25 C. F. Brooks, "Some Excessive Rainfalls" Month. Weatlrcr Rev., 1915, p. 13. 28 De la Borde, Relation de l'Origine des Coibes, p. 17. zz Plinio, hb, u, cap.8l. Cita de Oviedo, Hist.Gral., lib. vr, cap. xxrx. 515 516 EL HURACAN El dios de las convulsiones areas bien pudo ser el mismo dios de las convulsiones subterrneas. L debi de ser, al menos entre los indios caribes, entre los cuales maboya se deca a ciertos rnalig- nos espritus de los muertos, que ocasionaban los huracanes, las enfermedades y todo lo que produca dao y pavor. Esto no obstan- te, algunas observaciones ros salen al paso. Si este smbolo sigmoideo entre los indios cubanos represen- taba solamente cl clios de los terremotos, cul sera el emblerna del dios de los huracanes? Porque no es de presumir que aqullos tuvieran una figuracin especfica del terremoto, fenmeno insli to, y no hubiesen cuiclado de representar con igual o mejor celo el dios de los huracanes, quc era menos raro que aqul en sus furio- sas cleas y sobre todo en las diversas manifestaciones que se in- cluan en el complejo conccpto clel huracn, o sea las frecuentes tempestades y sus rnrltiples meteoros. Podemos ofrecer varias hiptesis que respondcn a ese reparo. La primera es que el Huracn estaba representado por las numero- sas "piedras de tempestad"" f)e ellas hemos tratado ampliamente en nuestro libro Ls Cuatro Culturas lndias de Cuba y a lo dicho en l nos referimos. Sin embargo, hagamos aqu zrlguna referencia de ellas en sntesis. En la categora dc "piedras de tempestad" podemos inclur tres clases de objetos arqueolticos, tpicos de la arqueologa anti llana, en alguna o varias de sus diversas culturas: las lrachas, Ios gladiolitos y las esferolitias. Las hachas son de varias formas, pero nos referimos princi palmente a las amigdalitoides o conocidas vulgarmente como "pie- dras de raya". Todo induce a creer que los indios tanos concedan a sus tpicas hachas petaloides el mismo concepto de "piedras de rayo" que hoy da les sigue dando el vulgo. Tales hachas eran las astrapopelekins de los tanos, como diran los griegos clsicos, o sts tecpatles, como diran los aztecas. Con mucha ruzn observ Herrera-Fritot que a las bellas y perfectas hachas petaloides tanas, sobre todo a las de pequeo tamao que se tienen por inrtiles como instrumentos, hay que con- siderarlas corno objetos religiosos, acaso como ex-votos. No creemos que haya hachas petaloides intiles, aun cuando sean de tamao EL TERREMOTO Y EL IIURACAN 5I? diminuto, pues hasta la ms pequea serva para ser engastada en las n-)acanas, como hoy se ve todava entre los indios de las Guayanas. Pero esto no obsta a que fueran siempre religiosas y a que, precisamente por su simblica significain mgica de "pie- dras del rayo", tuvieren una dedicacin como instrumento efica- csimo. Las hachas amigdaliformes del indio tano, que siempre han sido consideradas en Cuba como "piedras de tayo", fueron tenidas por los mismos indios como proyectiles celestiales, y as dicha calificacin folklrica de los cubanos de hoy da, adems dc ser coincidente con la de muchos pueblos de Europa, Asia y Africa, sera la continuacin de un concepto mtico de los cubanos pre- colombinos. Hry datos que inducen a suponerlo as. Aun no te- niendo los indios cubanos hierro con qu hacer eslabones ni herir al pedernal, es lo cierto que con el choque cle aquellos artefactos se podan sacar chispas. Y este fenmeno, precisamente por scr excepcional y no muy haccdero ni practicado por ellos cotidiana- mente para hacer fuego, debi de llamar mucho la atencin de los indios por su maravilla, hasta elevarlo por su misterio a la categora cle fenmeno religioso. Silex contra silex sacan chispas, as como eI silex contras piedras duras; entre stas el jaspe de las hachas peta- loides y Ia diorita con que se hacan ciertas hachas, si el golpe del silcx contra stas coincide con alguna parte de cuarzo en la diorita. Un choquc, el trueno; una chispa, el rayo. Como ha observado Sven Lovn, en todas partes del mundo las hachas de piedra nefrtica o de anloga dureza tienden a ser petaloides; pero en las Antillas Mayores se da el caso nico de que todas esas hachas tienen punta. Es decir, las hachas hieren por cl corte curvo y aqu adems por la punta, como flechas, lo cual acrecienta la posibilidad de la hiptesis de ser "piedras de rayo,,, ya que de tal forma es ms penetrante el proycctil, pues cae desde lo alto y hiere con su extremo incisivo al producirse el impacto. Ad- virtase, adems, cmo en las hachas y en los amigdaritoides con cfigies antropomorfas o "de caritas", stas son esculpidas de tal ,ranera que la porcin puntiaguda del artefacto o del smbolo que- ch hacia la parte inferior, como para significar un arrna, prou.itil rr objcto penctrante que desciende del cielo como ra trornba, quc <'rcicrra la tcmpcstad o el huracn; como cl ravo, quc rompc los 5I8 EL HURACAN rboles y abre la tierra; como la lluvia que fecunda y como el falo que engendra. En estas hachas amigdalitoides se advierte, pues, que su parte percuciente ms importante no es la ancha y curva sino Ia puntiaguda. No vale, pues, tanto como "hacha" sino como "pico"; rns que la contundencia cortante del hacha, tiene la penetracin incisiva de la flecha, el dardo o la azagaya. Carcter de ste n-ruy compatible, y hasta ms verosmil que el de simple hacha, con el concepto imaginativo que se les diera de "picdra de rayo". As, por puntiagudas, al caer de las nubes eran ms pcnetrantes en la tierra, donde las encontraban tiempo despus. Puntiaguda era tambin la varita de madera con la cual se sacabr fuego, introdu- cindola ente leas blandas y hacindola girar con rapiclez. Tales amigdalitoidcs puntiagudos, scgn Sven Lovn," sor peculiares de los tanos de estas islas doncle tanta importancia tu- vieron para el indio los ra,vos fulgurantes y pavorosos, las tcrrficas tronadas, los aguaceros torrenciales, las trombas marinas y los hu- racanes, meteoros que debieron ser comprendidos todos ellos en un solo mito tocante a Ia furia de un dios, cuya arma personal v nrortfera era la piedra lanzada con el ryo que preceda y acom- paaba Jas tormentas. En la cosmogona de los indios quich, segirn la bella narracin del Popol Yuh, se dice: "El relmpago es el primcr signo de Hurakn, el segundo es su estallido (el true- no), cl terccro es la piedra que hiere; esos tres son el Corazn del Cielo". Es clecir, el tremcbundo dios tropical, porquc scgrn cl nris- mo Popol Yuh: "El Corazn del Cielo es Hurakan". No sern, pues, las hachas amigdalitoides de los tanos, sobre todo las que tienen figuras faciales o corpreas, persoriificaciones del dios de Ias tempestades, de Hurakn o de Llabuy? 2c Verdacl es, dice Sl'en Lovn,30 que, segrn sus noticias, en las Grandes Antillas no ha surgido ningn dato que permita dar a las piedras pulidas ,v hachas lticas una dedicacin a las deidades metericas y pluviosas. Pcro esta opinin negativa es infundada, ya que liewkes,sl refirindose 28 The Ogin of the Tainian Culture, p. 116. 20 Fernando Ortiz, Las Cuatro Culturas lndias de Cuba. La Habana, 1913. p. 72.. 3o Ob. cit., p. 165. 'zt 'l'he aborigins of P. Rico, p. 86. EL TERREMOTO Y EL HURACAN '19 a Puerto Rico, crey que las piedras redondas, no precisamente esfricas sino guijarros redondeados por el roce de las aguas en los ros, podan represetar en los recintos llamados "juegos de pelota o de bolas" a dolos o entes mgicos favorecedores de la lluvia. No cabe dudar de que los indios cubanos tuvieron pequeos dolos esferoides de piedra guijca, que simbolizaron la lluvia y acaso fueron a la vez "piedras de rayo".32 La accin mgica de las llamadas "piedras del rayo" se deriva no solamente de su mtica oriundez celestial, sino de su efecto cortante, como consecuencia del filo hiriente o del extremo punti- agudo que tena esa arma sobrenatural. Entre los actuales campe- sinos cubauos cuando ven una tromba area y temen las furias de su torbellino, as en la tierra como en el mar, se usa corta la nube. Lo mismo que los cubanos de hogao con sus cortantes cuchillos y tijeras de acero, debieron de hacer los cubanos de antao con sus hachas de piedra: "cortar las nubes" malignas. Esta costumbre folklrica cubana est compartida por toda la poblacin campe- sina, as negra como blanca, refleiando una procedencia ancestral muy variada y remota. EIla obedece a un concepto de magia ope- rante por va mecnica; pero puede relacionarse con otro concepto meramente religioso, por el cual no se trata de "cortar la nube" sino de asustar a los entes sobrenaturales que provocan las tempes- tades. Ya hemos dicho cun extendida estuvo esta creencia entre los pueblos primiiivos y los antiguos. Dadas la frecuencia, la retumbancia, Ia horrsona espectacula- ridad y la mortfera trascendencia de las tempestades en el am- biente antillano, no es de extraar que los indios, llevados por sus poderosas emociones, tuvieran del rayo como del huracn los di- chos temores reverenciales, y simbolismos aproximados e iguales a los que adoptaron otros pueblos en anlogos niveles de c,ultura. Mxime cuando el rayo, que ya era sublimemente terrible al matar seres humanos y animales y partir en dos los rboles ms corpulen- tos y tronchar las palmas ms altivas, todava era ms tremebundo cuando se le relacionaba en el mito con los denscs nubarrones que llenaban los cielos de montaas, cavernas y figuras monstruosas, entre los cuales salan los relmpagos como luminosas culebras de 32 Oriiz, Las Cuatro Culturas, p. 73. 520 EL HURACAN fuego, las trombas marinas colro negras sierpes de agua, y hasta el Huracn o Mabuya,la invisible y $an serpiente de viento, que toclo lo arrollaba en el mar v cn la tierra. As, segn Fewkes, los carnpesinos de Puerto Rico colocan las hachas pctaloides en los techos de los bohos como pararrayos para protegerlos no slo con- tra esos meteoros sino contra las dems inclemencias de los cielos tropicales. Adems de ser las "piedras del rayo" armqs- plot-ectoras co, tr.gl*r4yo y las tem pesta dt, lu"etrt tam bin n tla- -!qda-"-1bosa -::= - --.-._- --. ii,la", contra loa enemlgs- vis-ibles c -iniSiHAt- " - - -C a s'a-Ef a m tffiAiaAGI nl-es r o I i t i as, c i e rta s p i e- clras esfricas tpicas de las cultuas indoantillanrs. Generalmente los pueblos han dado el carcter de "piedras de rayo" a las que tienen forma de hacha, de flecha o de moharra, tal colno ocurre hoy da en pases europeos y africanos y en la misma Cuba- Pero las pieclras esfricas tambin fueron en varios pueblos consideradas con-ro proyectiles fulminados desde los cielos. En las regiones mon- tunas de Noruega los campesinos hasta fines del siglo xvnl rendan culto a ciertas piedras redondas el da de 'Ihor, el dios del trueno, untando las esferas lticas con manteca y ponindolas en el sitio de honor de la mesa de comer." Los insulares de L-niskes (Irlanda) a r-nediados del siglo xrx posean unas piedras con poderes sobre- naturales que imploraban cuando se desataba una tempestad, pi- dindole que hicieran naufragar un barco y lo lanzara a la costa para poder saquearlo.3a Otros muchos fenmenos semejantes de magia y religin se han observado en diversos pases y pocas.t5 Las p'isas globulares eran los proyectiles fulminados por los dioses, a mano o por medio del rayo, que era como una honda de fuego, en Escandinavia, Li- tuania, Bohemia, Suabia, Gales, Francia, sur y centro de Italia. En Bohemia esas piedras son brillantes por su pulimento. Plino en su Hisoria Natural,36 citando a Sotacus y otros, dice que se distinguen dos clases de ceraunia; unas en forma de hachas y otras, 33 Finn Magnus, cita de O'Neill, The Night of the Gods, vol. y p. l2). 3a M. Hoernes, Prehistoria. Edad de Piedra. Trad. espaola. Barcelona, 1928, p. 30. 35 Segn puede leerse en Chr. Blikenberg. The Thunderweapon in Re- ligion and r"olklore. Can'rbridge, I9I1. 3e xxxvr, I35. EL TERREMOTO Y EL HURACAN "tambin negras y brillantes", eue son rotundas. Todava en el siglo xvu, ciertas piedras naturalmente muy redondas que usaban los joyeros eran tenidas por cerdunid, o "piedras de rayo", igno- rndose que eran realmente ciertos fsiles, tal como ocurra asi- mismo con las piedras llamadas brontia ("de trueno"), gue tam- bin se decan huevos petrificados de serpientes y dotadas de virtudcs mgicas.37 Refirindose a los indios de Suramrica, dice Karsten: "Es sabido que los pueblos salvajes generalmente suponen a los meteo- ros dotados de una fnerza. sobrenatural. Igual puede decirse de esos misteriosos objetos conocidos con el nombre de 'piedras de ra- yo' que gencralmente forman parte de las pertenencias privadas del hechicero. A las hachas de piedra y otras armas antiguas y uten- silios de piedra, que por su forma peculiar y por el extico material de que estn hechos hieren la imaginacin del salvaje, se les etri- buye generalmente un origen parecido. Supersticiones de esa natu- raleza las hallamos en diferentes partes de Suramrica. Los jbaros por 'piedras de rayo' entienden pequeas piedras negras y redon- das quc dicen son arrojadas desde el cielo por el rayo, o mejor dicho, por los guerreros ibaros muertos, cuyos espritus suponen que se muestran activos por medio del trueno celestial. El poder sobre- natural de que estn dotados es debido a su conexin con dichos espritus. Puesto que proceden de guerreros muertos, creen que especialmente traen buena suerte en Ia guerra- Adems, cuando se guardan por largo tiempo, facilitan el aumento de los puercos y de las aves domsticas".08 Tambin hay una interesante relacin de la Guayana holandesa acerca de las hachas de piedra mgica, "piedras de rayo" (o "piedras de trueno"), y similares obietos anti guos de piedra. Los indios los han encontrado excavando la tierra, pero es creencia general que han sido arroiados por el rayo. "Tales objetos consisten en pedazos de dura piedra, pulimentados por su constante rodar entre Ios bloques de granito en forma tal que muchos de ellos parecen verdaderas obras de arte. Debido a su 37 Anselmo Van Boot, Historia Cemmaun. Lyon, 1644. Cita de O'Neill, rr, p.690. ,38 R. Karsten, The Religon of the lbaro lndians of Eostem Ecuador, p. 20. 521 522 EL HURACAN supuesto origen sobrenatural, se nos dice, se les considera como excelentes amuletos, que protegen contra las enfermedades, peli- gros y dems contingencias fatales." El Dr. Nordenskild tambin menciona las "piedras de rayo" con referencia a Bolivia, donde las encontr tanto entre los chiriguanos como entre los indios monta- eses que hablan el lenguaie quicha, donde esas piedras forman parte del equipo del hechicero.se Es probable que las est'erolitis tuvieran relacin con ciertos ritos agrarios, como ocurra con las pelotas y los juegos de batey; pero esto no empece a sus aproximaciones simblicas a los meteo- ros tempestuosos, como luego veremos. Es posible tambin que las esferolitias intervinieran en ritos agonsticos, relacionados con los morrimientos astrales y fenmenos metericos de inters agrario. Si en los ritos mgico-agrarios de los juegos de pelota las esferolitias no tenan cabida, era debido a que no podan ser consideradas realmente como pelotas por su falta de elasticidad y en algunos casos por su mucho peso; esto no olstante, aun sin ser realmente pelotas elsticas, las piedras esfricas pueden haber servido para otias liturgias parecidas. Por estas razones, Fewkes admite que las esferolitias o bolas ptreas acaso se usaban en otros juegos que nosotros desconocemos. Ultimamente han sugerido la misma hi- ptesis Osgood'0 para las esferolitias imperfectas de Cayo-Redon- do, en Cuba, y Rouse aL para las halladas por l en Fort Libert, en Hait. En un sentido de "juego" podran emplearse las esferolitias para hacerlas rodar por tierra como hacen los nios hoy da o como en las boleras an hacen los hombres. Estos usos son muy veros- miles y convienen con el frecuente hallazgo de esas pelotas ptreas junto a los bateyes. Vanse como tpicas las grandes bolas de pi- dra halladas iunto a un bate o "juego de bola" de Puerto Rico por Mason.a2 Es posible que en estos bateys no solamente tuvieran 3e Nordenskild, Indianer ach hyita i norilestre Bolivia. Estocr:lmo, I911, p. 43. 40 Ob. cit., p.4). 41 Ob. cit., pp. 44 y 55. rz . Alden Mason, Scientific Sumey of Porto Rico and the Yirgin lslanils, vol. xvIIt, parte 2, Pl. 8, fig. 3. EL 'TERREMOTO Y EL HURACAN 521 lugar los juegos con pelotas ligeras y saltarinas, como las que des- cribe Oviedo, siro tambir con bolas de piedra, que se lanzaban de rnano a mano o se irnpulsaba a que rodaran por el suelo, pero siempre con una finalidad mgico-religiosa. "Entre los romanos la mera ceremonia de tirar una piedra implicaba una invocacin a |piter y de ah que se haya supuesto errneamente que ]piter mismo fue originariarnente una piedra".n' Cabe peDsar tambin qlre esas piedras redondas de los indios cubanos podran ser an- logas a las que se ernpleaban en la antigua Grecia, particularmente en Epidauro, en las litobolias o "lanzamientos de piedras" tpicos de los cultos de Auxezia,la Virgen Diosa de la Fecundidad, en los cuales dos coros, micntras cantaban y se apostrofaban mutuamente, se tiraban piedras uro a otro en pugna simblica. Los famosos Juegos Olmpicos del antiguo mundo helnico, con sus rivalidades atl- ticas, en su origen no fueron sino ritos mgicos para cooperar a los nrovimientos astrales y al orden de la Naturaleza.nn Muchas pginas podran llenarse con datos acerca de esos juegos antagonsticos. Bstenos decir que en toda Europa hay to- dava supervivencias de ellos en forma de combates, a veces muy realistas, a palos, pedradas y juegos de ivalidad, particularmente por las regiones montaosas, donde se conservan los viejos cultos del paganismo ms o menos transculturados al cristianismo. Ellos no son sino recuerdos vivos de esa lucha simblica entre el verano y el invierno que di su origen a los complicados ritos resurreccionales de los tiempos anteriores al cristianismo romanizado, el cual en sus dogmas centrales evoca tambin las milenarias conceptuaciones con simbolismos similares a los que le precedieron en Egipto, Asia Menor, Europa y Africa del Norte. Recordamos ahora las fiestas ituales que de nios presencibamos cada ao en Menorca con ocasin del solsticio de verano, cristianizado como Natividad de San fuan mientras el solsticio de invierno lo fue como Natividad de fesucristo. Aquellas fiestas consisten en carreras de caballos, en los torneos ficticios que en la Edad Media se decan correr caas, en apasionantes combates con huecas lladriolas de barro que imi- 43 E. W. Hopkins, Origin and Evolution of Religion, p. 17. 44 F. M. Cornford, The Origin of the Olympic Came* En f. Harrison, Themis, p.2)8. { '24 EL HURACAN taban las piedras, y con defensas de adargas rornpibles, y sobre todo con repetidsimos y prolongados ritos procesionales circulatorios, llamados "caracoles"; todo ello acompaado del taRido del primi- tivo tamboril (el trueno) y del caramlllo o flcviol (el silbido del viento). En todos los pueblos europeos de la Edad Media se da- ban los ritos sociales antagonsticos, que etan suPervivencias del paganismo. Si las esferolitias, pues, no servan como pelotas por ser de piedra, podan servir para pedreas rituales. Mxime cuando esos ritos de las pedreas y peloteos de dos bandos tiene tambin un carcter apotropaico, de purificacin o de "limpicza". Es decir, que al lanzat las piedras o pelotas, cada bando imagina lanzar con ellas las impurezas o la "cosa mala". As era en las litobolids hel' nicas, segn Cook; as se entenda en 7os peloteos rituales que ha- can los mexicanos en homenaje a la Madre de los Dioses, segn Fray Bernardino de Sahagn; as es tambin en los juegos de pe- lota marroques, segn Westermark. Si las asferolitas fuercn "piedras de rayo", tambin pudieron serlo los gladiolitcts o dagas de piedra y aun toda forma de hachas, como rsticos proyectiles divinos lanzados desde el cielo. En va- rios pueblos, inclusive en los de la antigedad mediterrnea, esas "piedras de rayos" fueron srnbolos de la accin divina y se em- pleaban como armas dotadas de sacripotencia y como emblema de los mismos dioses. Los griegos y dems pueblos del Mediterrneo distinguieron esas piedras, que primitivamente fueron los punzo- nes, cuchillos, puntas de flecha y coups de poing de las culturas arqueolgicas, con los nombres de astropolkia, "hacha astral" o meior dicho, astrapopelkia o "hachas del relmpago", astrap- bouLa, "obietos lanzados por el relmpago", y tambin como k- rouna o "rayo". Usener descubri tres fases de la consideracin merecida por el rayo en Ia religin griega: l9 los rayos se adoraban en cada caso particular, separadamente, como sendos dioses que haban descendido del cielo a la tierra; 2Q el rayo, en general, era un dios especial que se manifestaba por el truerro, la centella y el relmpago; 39 el rayo era simplemente una de tantas manifestacio. nes de Zeus, el dios de los cielos.as Zeus ea el que lanzaba esas 45 [Jsener, Kerauns. Rhein. Mus., 1905, pp. l-30. EL 'TERREMOTO Y EL HURACAN 52' piedras con el rayo, que le serva a ese efecto como una honda; por eso el dios se le llam Keraunbolos y Kerauns, y en sus cultos aquellas "piedras de rayo" eran portadas solemnemente por unos sacerdotes o aclitos llamados Keraunophroi. Zeus, el dios del cielo, se manifestaba por "signos" o diosemfu, tales como tempes- tades, rayos, truenos, relmpagos, lluvias, etc., por Io cual el dios recibi el nombre de Kataibatos, "91 que desciende", porgue del cielo trajaba por medio de esos signos suyos, los cuales se tomaban como presagios en las guerras y asambleas pblicas.aG Recorclernos ahora, con Sven Lovn, la equivalencia simblica de lurakht y la "piedra de rayo" en la mitologa de la gran cul- tura continental de los indios kich; y asimismo la relacin directa y emblenrtica de las hachas de piedra con los dioses de las tem- pestades entre los mayas y los aztecas. El dios Chac de los mayas y el dios Tloc de los aztecas dominan las lluvias y llevan corno emblemas las hachas y "piedras de trueno", como sus homlogos del Viejr Mundo. En Mxico las hachas con efigie son enseas del dios Tescatlipoca, el cual arroja desde los cielos flechas de rayos y piedras de lluvia sobre la terra.aZ Dichas hachas de los dioses me- tericos aparecen en Mxico ya en las culturas arcaicas.ns Todava hoy en Mxico a los dioses de las montaas y de las aguas se dedi can dolos de piedra verde en forma de hachas.ae Los indios anti- llanos debieron de considerar dentro de la categora de "piedras de tenrpestad" no solamente a las amigdalitoides sino tambin a las esferclitias y los gladiolitos; bien como "piedras de lluvia" o como "piedras de rayo", o genricamente unas y otras pezas como "pie- dras de la tempestad" o "piedras delurakn". Todas eran armas lan- zadizas de la misma deidad y, acaso, smbolo de la deidad misma. Sin duda, todos esos conceptos pueden refundirse en el de "piedra de tempestad", ya que dichos meteoros atmosfricos, aun cuando pueden ser analizados separadamente, suelen presentarse y operar 40 A. B. Cook, Zeus. Cambridge, 1925, t. r, pp. 9 y l). rz Saville, Votive Axes ftom Ancient Mexico. Nueya York, 1929, p.29). a! linden, Ancient Civilization of Mexico and Central Ameca, p. 55, ao Segn Seler, cita de S. Lovn. 526 EL HURACAN en coniunto, viribus unitis, para producir Ieste que es la tormenta o el huracn. Sin embargo, es cierto que todos esos la gran conmocin ce- simblicos arqueolitos, por la gran peli- grosidad de sus meteoros, pare- cen merecer pol s una represer- tacih propia, como ha ocurri- do en las varias mitologas. Cier. to es tambin que un concepto genrico puede ser simbolizado por una idea par- cial o sea ur todo por una parte, a rlanera de sincdoque; pero dada ra tremebun- da importancia del Huracn como personaje climtico, mtico y eco- nmico entre ]os antillanos, parece lgico que stos tuvieran ,tg,i" smbolo exclusivo pa- ra 1. Una segunda hi- ptesis es la de que el Huracn cstaba representado en la cermica por ciertos smbolos peculiares gu, como motivos Cecorativos, aparecen en el arte indocu- bano. En Ia alfare- ra arqueolgica de Cuba y las dems Grandes Antillas hay varias piezas tpicas que qui- zs no puedan atribuirse directamente al huracn; pero s, inequvo- Ftc. 297 Frc. 298 EL TERREMOTO Y EL HURACAN 927 camente, al dios de Ias lluvias, que bien pudiera ser el Huracn mis. mo, en uno de sus "caminos", como dicen en Cuba los santeros afro- cubanos de sus orishas, o en una de sus advocaciones o "misterios", como dicen los catlicos en sus cul- tos de latria e hiperdulia. Tales son en primer lugar las "cabezas lloro- nas", o sea ciertas figuras cfalo- morfas que estn especialmente caracterizadas por sendas rayas para- lelas que salen de sus ojos y se ex- tienden haca abajo por anbas meji- llas, como hilos de lgrimas o de lluvra. Algunas de estas caras lacri- mosas estn orladas en Ia frente por un arco como el que se halla con frecuencia en las artes plsticas indoantillanas representando la b- veda celeste, lisa o llena de escalonadas nubes. La interpretacin de estas figuras, como entes mitolgicos, productores de la lluvia o dioses pluvferos, parece inevi- table (figuras 297 y 298). Son como imgenes de un Tlloc an tillano; pero bien podan representar el aspecto benfico del dios Huracn. Y la figuracin mitolgica de las lluvias como lgrimas de un gran dios celeste nada tie- ne de extravagante. En Cuba la tienen los negros congos, quienes dicen cuando llueve que dios Nsambi est llorando. Se- grin Niblack, Tkul, el espritu del viento segn los aborgenes de Alaska, es tambin el productor de las lluvias y stas se tepre- sentan por las lgrimas, que salen de sus oios.60 Aadamos que, por esta razn, en dicha mitologa los vien- o Cita de Stephen D. Pett, Prehistoric Ameico Myths and Symbols or Aboriginal religorc n America. Chicago, A5, p. 279. Fc. 299 Fc. 300 ,28 EL HURACAN tos estn figurados por sendos "oios". Esto nos llevara a inves- tigar si el "Ojo de la Providencia" y los emblemas de los ojos de los dioses egipcios y otros varios, aparte de su simbolismo de omnividencia, no pueden ser referidos a un mito anterior como "ojos del rlniverso", como "ojos de la tempestad", como vientos plu- vferos que al llorar Jlo- van lgrimas, etc. Y por esta alegora la deidad llo- rona, o sea el viento pluv- fero, bien puede relacio- narse con la idea del gran torbellino del Dios de la Creacin, como veremos en un captulo siguiente. Acaso estas "caras llo- ronas" fueran las del <iiol Huracn en sus carninos benvolos cuando daban lluvia a los sembrados; mientras el cono cfalosigmoide era el Hurocn en el paroxismo inclemente de sus rfagas que traan los inundaciones. Otras figuras relacionadas con el huracn son las que aparecen en ciertas asas de vasijas, de tipo lazado o anular, cuya morfologa se aprovecha para producir una forma proboscdea o como tromba. Los tipos son varios. EI asa o tromba est siempre en posicin verti- cal, unida en lo alto al reborde exterior de la vasija y en lo bajo a la barriga de la mis- ma. Generalmente la tromba emerge de una figura facial con dos ojos, entre los cuales la nariz, separndose del costado de la cazuela y encurvndose, llega a unir- se de nuevo por su extremidad inferior a la pared de la vasiia. A veces el cuerpo Fc.301 Fc. 302 (figuras 299, 700 y de la tromba tiene lineamientos espiroideos EL TERREMOTO Y EL HURACAN 529 301). Otras veces los smbolos espiroideos se desarrollan de manera que disean la nariz trompuda. Vase la figura 302. Es llna ca- beza, la nariz en espiral y una corona que pudiera ser de nubes o de plumas. lJna Serpiente Emplumada? En otros especmenes dos grandes lneas espirales en di- recciones opuestas forman los ojos y luego se extienden por las mejillas a ambos lados de la tromba nasal (figura 303). A veces la tromba va acom- paada de incisiones puntifor- mes, que nos recuerdan las oca- sionales protuberancias del xo- necuill; pero cuyo simbolismo es enigmtico (figuras 304 y 305). Acaso esos puntos representan gotas de lluvia. Un smbolo muy semejante a estas figuras indocubanas hemos hallado en rrna peque- a vasija de bano de Kaminaljuy. En el fondo de ese polcromo pla- Fc. 30,f Fc. 305 tillo maya hay la figura de una cara con una inmensanariz, como una tromba que emerge entre dos ojos bajo una orla frontal de lneas on- dulantes que parecen follaje o emblemas de vientos. Tratndose de Frc. 303 5]O EL HURACAN una pieza arqueolgica maya, en cuya cultura tanta irnportancia tu- vieron los dioses del viento y sus alegoras, esa figura y su semejanza con otras de Cuba es de positivo intes.51 Con gran frecuencia la tromba lleva a todo su lar- go una o varias estras lon- gitudinales, y en ciertos casos algunas transversa- les. Varse varios tipos en las ya citadas figuras 299, 300, 301, )03, )04 y 305 y en las figuras 306, )07, 308,309, 310 y 3ll. En no pocos ejemplares Ias trombas terminan en un relieve casi siempre ho- rizontal y, en todo caso, marcado a cada lado de su punto de contacto con la tromba con sendas incisiones transversales, todo lo cual bien puede re- presentar la masa de agua marina en agitacin. don- de, segn se dice, la trom- ba absorbe su contenido. As se advierte en las ya ci- tadas figs. 307 y 306 a 3Ll. En dichas figuras 308, 309 y Jll tenemos tres eiemplares de figuras fa- ciales con careta o imdge- nes caretudas, abundantes en la tiestera indoanti- 51 Se hallaba en agosto de 1946 en el Museo de Arqueologa de Gua- temala entre otras piezas halladas en Kaminaljuy, algunas con svsticas, sigmas, etc. EI extravo accidental de nuestros datos personales nos impide dar ahora su reproduccin y ms detalles. Fc. 307 Frc. 306 EL 'I!]I{REN{OTO Y EL HURACAN llana, que nos recuerdan las negruzcas caretas de Quetzalcodtl y de otros dioses mexicanos, las cuales parecen haber simbolizado los den- sos nubarrones de la tem- pestad. Las citadas figuras 310 y 311 son los dos tipos ms complejos. En la 110 y en Ia 311 se observa que la faz an- tropomorfa termina en una de esas tpicas orlas semi- circulares o "fajas astron- micas" que dan idea de la bveda celeste, y as en esa figura como en Ia 308 se ven con todo su esplendor esas no menos tpicas cenefas lobula- res que evocan la idea de una corona de plunras o un Fc. 30E longitudinales como las transver- de las figuras antroposigmoideas cielo de nubes. As las estras sales recuerdan las anlogas de que venimos tratando Estas figuras de la cer- mica indocubana, tan pa- recidas a las citadas de Chiriqu, parecen simboli- zar las trombas marinas y pudieran extenderse al hu- racn, que no es sino una tromba inmensa. Tambin se cuentan en Ia cermica arqueolgica de Cuba algunos otros ti- pos simblicos que pudie- ran tener conexin con Ios meteoros que venimos considerando. As la figu- 531 532 EL HURACAN ra 712 parece ser una serpiente de dos cabezas y ese motivo abun- da en varias formas sinuosas. Alguna composicin antropocfala con dos brazos estriados se aproxima mucho a la imagen antro- posigmoidea que es el tema de este Iibro (figura 313). Acaso este ejen-rplar sea en realidad otro tipo que pudiera unirse a los ocho referidos; pero sus rasgos no son irtequvocos. Asirnismo se ofrecen casos frecuentes de diseos sigmoideos en los adornos de las tpicas cazuelas, corno en otros ties- tos. Dos ejemplos curiosos son el de la figura 314 y so- bre todo el de la elegante efigie de la figura 315, en cuya composicin facial in- tervienen dos arcos que se juntan en la nariz; los cuales pudieran representar dos ser- pientes, enlzadas sus cabe- zas por dos bellas lneas sigmoideas que recorren y perfilan 7a faz. La presencia de esos sm- bolos metericos en la tpi- ca cermica de los indios antillanos es fcilmente ex- plicable. Si dichos indios tuVieran de sus tpicas "ca- zuelas" un concepto simbo- lista anlogo al de los in- dios zuis y de otros pueblos, y ello nos es desconocido pero tal inferencia nada tendria de inveosmil, es indudable que to- das esas figuras plsticas representaran seres y fenmenos celes- tiales. Los znis tienen vasijas redondas destinadas exclusivamente a servir de instrurrerrtos mgicos o de plegaria para impetrar los alimentos. La taza o vasija sagrada es el emblema de Ia tierra "nues- tra madre", de la cual extraemos la comida y la bebida. Por eso, Fc.310 EL TERREMOTO Y EL HURACAN 5)) segn Peet,s2 sus bordes tienen "terrazas" o "perfiles escalerados" como el horizonte, cercado de montaas y de nubes; y la decora- cin de tales recipientes cere- moniales consiste en smbolos de los vientos, de los truenos, de los rayos, de las lluvias, o sea de los personajes metericos que cooperan a que la tierra se Ilene de agua y alimentos. Has- ta el arcoiris suele figurar en las arqueadas asas de tales vasijas dc los zuis. Aplicando esta interpretacin a las "cazuelas" siboneyes o tanas de las Anti- llas, tal como pudiera hacerse con las anlogas piezas cermi- cas de muchos otros pueblos anrericanos y eurasiticos, ten- dramos una convincente expli clcin de los smbolos que ca- rrrctcrizan dichas vasiias. No sirnplemente como elementos lccorativos sino como factores rn/rgico-religiosos de la funcin utilitaria y social Ce dichas cazuelas Ec. ll2 i2 Ob. cit., p.285. de proporcionar el alimento y la bebida por medio de ritos de magia o liturgias de plega- ria que obligaron o propicia- ron a las potencias sobrena- turales del cosmos. En esa va- sija se coloca el agua mgica, "el agua de lluvia", donde se rnoia Ia zumbadera, pintada con lneas que figuran los ra- Frc.3ll 5)4 EL HURACAN yos y que al ser rpidamente girada ha de imitar el viento y produ- cir la tempestad. Es posible tambin que el huracn fuera representado en Cuba Fc.313 y dems Antillas por parejas de espirales sencillas o complejas, uni- das a otros emblemas metericos concordautes; formando grupos simblicos como escenas o episodios de la naturaleza. En este as- Fc. 3l,l pecto algunos ejemplares son muy expresivos. La figura 316 es la de una llamada "bandeja" de madera hallada en la cueva de La Pa- tana, Mais, y de carcter tano segn Harrington. Su decoracin EL f'ERRENIOTO Y EL HURACAJV "' representa un episodio mitolgico. Es un cuadro simbolista de "La Tempestad". O quizs es la composicin de un cuadro dramtico cosmognico: "La Creacin". La escena est cerrada en 1o alto por un cielo abovedado, compuesto de dos partes de doble con- textura cada una. Diramos que representado por lneas duplicadas. Cada mitad de la dual arcada termina en una figura que representa un gran crneo de muerto, o sea, dentro de los simbolismos in- dios, un gran espritu de antepasados. Acaso son los espritus de los vientos. Este conjunto evoca la gran bveda csmica del mundo invisible constituda por una dualidad de elementos estructurales superpuestos. En el centro de Ia bveda, una abertura que la atra- viesa parece recordar las claraboyas de las cuevas sagradas de los indocubanos. Y tambin el agujero por d<lnde bai del cielo el "pri- mer hombre", a quien los aruacas llamaban Lukko, es decir, "el primer aruaca". Este mito, que tambin es de los caribes, es en lo fundamental el mismo de los indios kich, para los cuales, segn el Gnesis descrito en el libro Popol Yuh, el primer ser humano bai de Ios cielos trado por Hurakn Y se sabe que Hurakn, el dios de las tempestades, el Zeus de los indios kichs, se manifestaba, como el gran dios helnico, por medio de las "piedras de rayo". Frc. 3l 5 5)6 EL HURACAN "En el cuadro de La Patana, bajo la bveda del mundo est otra bveda, el arco celestial que cierra el escenario visible, y de all, de lo alto y de su centro, baja el proyectil triangular con su binariedad raigal y se precipita (exactarnente como en otras esce- nas mitomorfas semejantes de la arqueologa antillana ) por entre olas que se alzan de las aguas horizontales heridas al golpe fulmi- nante y se extienden en ondas de progresiva amplitud y bellarncnte estilizadas. A dnde ir el proyectil celeste? A 1o mis profundo, pues la tierra, aqu tambin representada por una doble contextura de estratos paralelos, se abre ante su paso, apartndose a un lado y otro sendas espirales que pueden ser el retumbante rodar de los truenos o encaracoladas olas marinas, o mejor, torbellinos de vien- Frc. 316 tos aciclonados. Advirtase cmo en la llamada Bandeja de la Patana las lneas espiraliformes son todas sinistroversas, no slo las del lado izquierdo sino las del derecho, lo cual prece indicar qu esa direccin siniestra tiene un simbolismo preciso y no es un mero diseflo decorativo. De serlo, las espirales del lado derecho se habran desarrollado hacia la diestra por motivo de simple sime- tria. "Qu significa esa direccin siniestra? Sencillamente, ella es la que siempre tienen los ciclones o huracanes en el hemisferio norte. Por lo tanto, esto confirma la interpretacin que hemos propuesto de este smbolo: el rayo cayendo del cielo, entre vientos arremolinados o de huracn".58 Si no olvidamos ila aproximacin simblica del rayo y el huracn y, meior an, que estos fenmenos 63 Fernando Ortiz, Las Cuatro Culturas Indias de Cuba, p. 719. EL TERREMO'I'O Y EL HURACAN Y7 metericos, junto con los relmpagos, los truenos, Ias lluvias, Ios oleaies y Ias trombas, no so., poi, os indios sino os coautores de las grandes y a veces cataclsmicas conmociones atmosfricas, fcir ser pensar quc Ia escna rlel grabado simbrico de La patana pueda ser una estilizaci, de La creacin del Hombr4 segn el G,esis de los aruacos, hecha por un Gustavo Dor de l;s .7no;, o de La Tentpestad, que era un concepto cosmognico ,"afogo. i.nir, ..r. stos.,ruy arropiados para rio y nrgict adorno de utensilios cere- moniilcs o de uso azaroso muy dadJa peligros. F,rrl;;;;;;;;;; mos de s.s canoas ros indocubanos fijaban esos smbolos de dobres espirales como figuras sagradas propciatorias de Ios nmenes me. tericos, como hacan los egipcior,lo, gricgos y, cn fin, o, to, pueblos na'eeantes; co,r',o Ii catlicos 'porrcn irnhgenes tarismni cas dc san cristbal en sus caraberas y hoy .n ,., automJvites y acroplancls.5l En estos simbolismos dc Ia arqueoroga indocubana se advier- tcn alguros elementos. de ros que inlegran .r ,-bo]o ms comprejo de la figura antroposigmoidea. Aun "cuando su interp..tr.iO, ,ro puede darse por defi,iti'a, parcce verosmil la que a tares ate- goras un carctcr mcterico relacionado con Ia mitologa de las potencias de Ia naturaleza y de ra produccin en general.-p".o ,rn suponiendo que a esas imge,cs plsticas se Ias cnsicrere como re- presentativas del h.racn, su significacin cs muy insegura; Do pa- recc cspecficrrentc cxprcsiva dcl smbolo giratoiio err"crestir; ni sera.bstante para privar ai antroposignroid de su simborismu pro- pio clel lruracn. Esto aparte, de Ia misma manera q,.e a euetzarcoatr se le re- prcsentaba por Ia Serpiente Emplumad y, ,lir.,ir-o tiempo, se le asigraban otros atributos comprementarios, as Huracn iuo t.- ner cn las A.tillas varios emblemas anxiliares, segn sus runaiona, propicias o advcrsas, sus conexiones con los ,ryol, Ios t.reros, Ias Iluvias, el arcoiris, las pelotas, ras consteracron.r y ror ofiitur. As,_pues, en la hiptesis de que ra tempestad tuviera en ra n iiotogia antillana varios smbolos, eilo no emDece a que er huracn tuviera !l t"ro especfico y que ste fuese LI antroposigmoide que estu- dramos. 5a Vanse diseos de este tipo eu F. Ortiz, ob. cit. CAPITULO XI EL HURACAN y TrjJy??ifrr DEL CARACOL Sumario: Los guamos 1, 165 e|65.-Las culturas conclrcras.-Los caracoles cn los bohos y caneyes.-El caracol y cl viento.-El caracol como tromp:r sonora.-El clracol ), las agurs.-Iil cancol I' la ur:rgia.-El caracol como genital.-El caracol corno vivificativo.-El tabaco y el huracn.-Dioses que fuman.-El tabaco corno signo fr'rlico y su fun- cin gcntica.-El cen Cororoto.-El vicnto y la cspiral dc la orcja.- El vicrrto v la espiral del ombligo.-La Serpiere Em.plunud como zrnclrgir-ra v analgenital.-La espirai dcl cxcrcmcnto huurano, segrn los psicoanalistrs.-El caracol y la serpicntc por Suramrica.-Lr es- piral y la fccundacin.-La Serpiente en el Edn.-Hurakn es el Yerbo, el Soplo de la Creacin. Una tercera hiptesis consiste en suponer que el Lluracn esta- ba represcntado entre los indios por los gdnlos o cobos, o sea los Strombus gigas, los grandcs caracoles marinos tan abunclantcs cn las costas clrbnrs; todos ellos dc morfologa en espir:rl y por n"rs de un motivo relacionados con el viento. Sin duda, los caracolcs nrarinos dc varias formas, dcsdc los cauris o Cyprea ntonetd, Ttasta los StronrbrB gigds y dcms conivalvos, han tenido una significacin rcliqiosa tan antigua como cxtensa por todos los tiempos y todos los continentes. Sostnvo G. Elliot Smith que "la ms antigua conccpcin de una deidad srlrgi de las creencias inspiradas cn los cauris. Las pri- nlcras dcidades, dice, fueron personificaciones clel principio y poder fcmenino de reproduccin. Tales ideas hallaron expresin en las ms primitivas teologas de Egipto y Babilonia, lucgo eu la India dravidiana y en el N{editerrneo".1 Inspirado en csa hiptesis difu- sionista, se escribi un libro para fijar la import:rncia prehistrica e histrica dc las conchas marinas y su transmigracin por todas ltrs 1 Introduccin a |ackson, p. xvr. t38 EL CARACOL Y EL TABACO 539 partes del globo, corno una prueba de la difusin de las culturas.2 La universalidad de la significacin emblemtica de las conchas ma- rinas se deber a un proceso de transmisin desde un foco cultural originario o ser debida a que en diversos pueblos se lleg a con- ceptos anlogos en cuanto a dichos curiosos seres de la naturaleza; pero, sin duda, en todas partes el caracol, sobre todo el de configu- racin epiroidea, figur en los complejos sistemas de conceptos elaborados por los pueblos primitivos y por las clsrcas culturas euroasiticas, y aun hoy abundan sus milenarias supervivencias. Las Antillas prehispnicas no fueron una excepcin. Mucho pudiera decirse tocante al caracol marino en las culturas indocuba- nas. Se necesitara una extensa monografa; pero algunas observa- ciones bastarn a nuestro especial propsito. Parece ser indudable esta otra conexin mitolgica indoame- ricana entre el huracn y los esquemas helicoideos. Los grandes ca- racoles marinos (el guamo y el cobo) fueron para los indocubanos seres muy importantes en su vida. Todos los indios cubanos hicie- ron de los grandes caracoles un alimento, abundantsimo en estas costas. Los indios ms arcaicos los utilizaron como elementos ar- quitectnicos para malecones en las costas arenosas de Cuba y de los cayeros adyacentes. Esas construcciones sirvieron quizs, aqu como en otras partes, para saladeros de las rnasas alimenticias de los mariscos, los cuales mediante su salazn se libraban de Ia pron- ta putrefaccin y se conservaban para comerlos tierra adentro o en poca posterior a su extraccin del mar; acaso esos malecones de conchas tuvieron otros destinos. Las conchas fueron utilizadas por los indios para la construc- cin de herramientas y adornos. Todava se hallan en grandes can- tidades, por los enterrorios, residuarios y conchales arcaicos; unas herramientas hechas de un muy duro trozo de la espira y valva del guamo, preparado en forma triangular con un ngulo formado en la parte de voluta y el otro lado arqueado y cortado en forma de bisel para darle eficacia de instrumento cortante. Han solido lla- rrrarse cucharas estos instrumentos, pero rara vez es posible su em- plco como recipientes manuales y porttiles. Esas conchas bisela- , I. W. fackson, Shells as eyidence of the Migrations of Early Culture. Manchester, 1917. 540 EL HURACAN das se usaban como raspadores de la cscara de la yuca o de las pielcs para tundirlas; tambin se emplearan en la fabricacin de canoas, extrayendo con ellas, como con pequeas azuelas, la parte de Ia madera qlre ellos ablandaban primero quemndola y redu- cindola a carbn. Por eso estas herramientas eran como las gubias del carpintero. Acaso algunos tipos serviran> enmangadas en sendos palos, como hachas o como pequerias azadts, aunque ello no consta. Tambin empleaban las conchas para hacer placas decorativas y cuentas de collares con ellas, y pinjantes con trozos de sus espinas o columelas. Hasta en sus objetos de madera incrustaban nacaro- nes para imitar los ojos y los dientes, sin duda con propsitos de magia. Es de creerse que los polvos calizos de los caracoles llamados cobos se mezclaban con el tabaco para producir los xtasis y visio- ncs qlre los behiques obtenan mediante las cohobas o inhalacioncs mgicas. Scguramente los indios de Cuba los usaron tambin eonro va- siias, mirs durrderas que lars jcaras. Ha}, ejemplares arqueolgicrs que lo atestiguan. Los caracoles eran vasijas de una porcelana sacra. Todava en las casas rurales de Cuba es corriente utilizar un caracol marino, adecuadamente preparado mediante el corte y dcs- alojo de su espira interior, para vasija con la cual se saca de la tinaja refrescadora el agua bcbedera. Tambin los grandes caracoles sirvieron como trompetas o fotutos para las alarmas y comunicaciones lejanas. Acaso hubo un lenguaje de fotutos, comp de tambores o de silbidos. En las gue- rras del siglo xx por la libertad nacional de Cuba, los mambises usaban trompas de guamo para sus toques y llamadas. Fue una realidad el augurio metafrico de Mart cuando ste dijo que lucha- ran contra la tirana colonial hasta los caracoles de las playas cubanas. La abundancia de grandes caracoles en los mates antillanos origin su extenso aprovechamiento y que ste fuese una caracte- rstica bsica de las arcaicas culturas aqu establecidas. Otis T. Mason observ que muchas de las islas Antillas no tenan otro ma- terial duro para hacer utensilios que las conchas de los Strombus gigds. Si los antroplogos de Yale, Rouse y Rainey, denominaron EL CARACOL Y EL TABACO 511 shell culture a na de las arqueolgicas de Puerto Rico, igual po- dra haerse con alguna de las culturas indocubanas. Las denomi- nadas guanaiatabey y auarwby son culturas "concheras". Dada la importancia del caracol marino en la alimentacin, la- tcnica, los trabajos y las costumbres de los indios antillanos, era "inevitable" que aqul tuviese carcter religioso en estas islas, como en otros pueblos. Hay datos que parecen confirmarlo as, ya desde los cronistas. Los indios antillanos situaban sendos conivalvos en sus bohos colgndolos del techo, o atndolos por fuera a la curn- brera. Cuenta Cristbal Coln que el 3 de diciembre de 1492, hallndose en un gran puerto de la costa oriental de Cuba, que lla- m Puerto Santo, vi una casa hermosa, muy grande y de dos puer- tas, con cierta "obra maravillosa", como unas cmaras hechas por una cierta manera que no lo sabra referir. El, dice, pens que fuese templo. Era un gran cdney. All "estaban colgados al cielo della caracoles y otras cosas".3 Refirindose a ciertos indios costeros de Tierra Firme, dice Lpez de Gmara que stos /'cuelgan en las puntas de las camas o hamacas sartas de caracoles marinos para que suenen. Los caraco- les son de muchas maneras y gentiles, rnuy grandes y ms resplan- decientes y finos que ncar".a Pedro Mrtir de Anglera aludi a ese uso de los caracoles col- gantes en las puertas de los bohos.5 Sin duda, la colocacin de csos caracoles en los techos y puertas tenan un propsito mgico- rcligioso. Proteccin contra los malos espritus? Conunicacin <lc las fuerzas vitalizadoras que se crean nsitas en los caracoles? Propiciacin de los entes sobrenaturales que regan las fuerzas ructericas Acaso todo ello de consuno, si nos es permitido atri- lruir a los indios antillanos conceptos similares a los de otras culturas. Numerosos pueblos han tenido prcticas semejantes con tales sentidos. La situacin de un guamo en el techo del boho equivala ru la colocacin de cuernos de animales sobre las puertas de las :r lir. Bartolom de las Casas, Historia de las Indias. Madrid, 1927, r, p. 248. a Ii-rarrcisco Lpez de Gmaa, Histora General de las lndias, p. 201. t, l)e Orbe Novo, terccra dcada. 542 EL }IURACAN casas, prictica qtic fu nruy seguiclir en los pucblos printitivos y hasta n Ia antigtiedad europea. Es costumbrc clc los primitivos colocar cn los tpcos cuernos, piedras sacras y oiras cspecies de amu- letos a [ranera de pararrayos parl proteccin contra los meteoros. Igual se daba e. muchos iemplos mexicanos, en el pretil de cuyas aToteas se pona, figuras cle giandes caracoles tnarinos. trl del dios Huitzitopichtli, segn Dttrn,o tcna "unas almenas muy galanas' labradas a manera-cle caracoles". Lo mismo ocurra en los tem- plos aztecas consagrad os a Quetzalcoatl, dios del viento' En las iigu.r, de los cdies se observan los caracoles marinos en lo alto d sus techos. La misma forma cnica del techo de esos adorato- rios pudiera evocar tambin la del caracol conivalvo, que era Lln emblema de dicho dios. un guamo en 1o alto de un templo de Quetzalcoal significaba lo que una cruz en la espira de una ca- tedral. Es muy interesante en este sentido la noticia que tomamos de Barbot, en iu iibro Coast of Cuinea,T relativa a los negros de Costa de Oro. Cuando truena, dice, es segrn creen qlle su dios cst bu- fando en SL,S grandes caracoles o bocinas, y usaban stos como prevencin .o.rtm las tempestades. Tanto que por el ao i480, o iea antes del descubrimiento de Amrica, los espaoles que co- merciaban por dicha Costa de Oro hallaron a los indgenas tan codiciosos de poseer ejemplares de tales trompas marinas como pre- servativos contra las tormentas, que daban cualquier cosa por con- seguirlos. "Por lo cual tantos caracoles nrarinos se sacaron entonces rie Espaa que llegaron a escasear tanto en este pas que ni aun por dinero podan encontrarse." Esta creencia de los negros guineos coincide con 1 de los indios aztecas, de los cubanos y de otros pueblos. Los negros de Guinea atn conservan la creencia de que las "piedras de tempestad" los defienden contra las iras metericas de los dioses. En el techo de las cabaas los inclgenas de Achanti colocan una pequea piedra, generalmente un majador de piedra ya desgastado y en desuso, como lugar consagrado a los sacrificios al o Durn, ob. cit., t. u, p. 83. 7 P.306. EL CARACOL Y EL TABACO 54) dios celeste.s Idolos antropomorfos ponen los negros del Gabn sobre sus casas con igual propsito.e En las casas del Senegal, los negros colocan cuernos en sus techos.lo Igual hacen los bataks de Sumatra.ll Todava en la actualidad, a las "piedras de rayo" en ciertos pueblos de Europa se las guarda bajo la viga ms alta de la casa como proteccin contra el meteoro gneo.12 Cada casa de los ain del )apn ticne en su techo.su guardin especial, el Turen Kamui.ls En los templos de Samoa se coloca un caracol marino en el techo; para qlre el dios pueda sonarlo cuando quiera llamar al pueblo.la En Nueva Caledonia, el caracol tritn se nsa como talismn, colo- cado en lo alto de un poste junto a la casa.lr' En el Egipto prehistrico se colgaban del techo de las casas largos discos que tcnan grabadas la figura de una serpiente enros- cada, de cuyo simbolismo areo ya hemos tratado. Los griegos en su arquitectura colocaban en lo alto de sus capiteles y cornisamentos los srnbolos de los elementos atmosfricos, heredados en parte dc los asirios y los egipcios, para evitar las iras de las tempestades que podran derruirlos. Los llevaron primero a sus casas de ma- dera y luego a las suntuosidades marmreas de sus templos.I6 s |anres G. Frazer, The Worship of Nature. Nuo,a York, 1926, vo7. 4 p. 95. e Hay ejemplares en el Museo Etnogrfico Pccorini, de Roma. 10 Elworthy, ob. cit., p. 217. 11 f. Chaine, en su report publcado en lll. London News, 12 de sep tiembre de 1891, p. 3)5. Cita dc Elworthy. 12 l\f . Hoernes y F. Gehn, Prehistoria y la edod de la piedra. Barcelo- na-Buenos Aires, 1928, p. 30. t3 Nteses de paso la gran aproxin.racin fontica y semntica entre Tu- rn, turei = cielo y Kamui, gudmo : objeto sacro. 1a G. Turner, Samoa. Londres, 1884, p. 19. 15 Ratzel, Los Rozas Humands, vol. r, p. 260. 16 La antigua costumbe de coloca cuernos u otros amuletos como medida de proteccin sobre varios edificios, particularmente en las casas de vivienda, o en las habitaciones, estaba tan extendida en la antigua Gre- cia que, aun cuando ninguno de esos amuletos protectores ha sobrevivido in situ, porque Ia madera a Ia cual estaban adheridos se destruy, tenemos abundantes pruebas de ella en el gran nmero de amuletos de terracota, dc una cl:rse especial, todava existentes. Son tan numerosos que se les ha dndo un nombre tcnico propio, bien conocido por todos los arquelogos, cl <\c pre-afiio. Estos tenan un hueco redondo <letrs por medio del cual po- 544 iil- HURACAN ciertos elenrentos arquitectnicos de tipo espiroideal, carac' tersticos dc los capiteles de orden jnico, acaso obcdecicron origi" nalmente a ese propsito sacro-mgico' Los griegos )/ romanos acos- turnbraban poner en sus pucrtas los cucrnos y aun el crnco entero de los animales sacrificados, para ahuyentar los malos espritus; tanto que elbucraniumlleg a ser Lln nrotivo muy corrientc de or- nameniacin arquitectnica. Todava el novsin"ro eclificio del Ca- pitolio,en cuba, ostenta entre una de las columnatas de su fastuosa tputa'scndos bucranios con sus tarros, no sabemos si por trn in- g"rrro y clsico refinamiento decorativo o por subconsc-ientes-deseos fiatriticos, simblicalrente expresados, de ahuyentar dcl Par]amen- to nacional "la cosa trala". Esos guamos en Ia cumbrera de los bohos indios son tam- bin anlogos a las grgoias clemonacas de Ios ternplos gticos, y a las figus cruda-errte obscenas esculpidas en 191 capitcles y silleras "cle ciertas iglesias ronnicas de la alta Edad N4edia. Eran para ahuyentar los espritus malignos y sus tcntaciones' - En el guamo y en el cobo concurran muchas cor-rdiciones espe- cficas que etan propicias a deterrninar su carcter sacro, particu- larmente en relaJirrcon el huracn. Por sus ruidos, por su forma, pof su procedencia natural, por las complementarias evocaciones meteorlgicas que sugeran, por sus aplicaciones mgicas y por su simbolismo gentico. Ante tJdo, las grandes conchas dc los conivalvos evocan el viento por los ruidos que producen' Ruidos internos y externos' Si en ctralquier momento se aplica el odo a la concha vaca de un guamo o d un cobo se escuchar sicmpre un ruido misterioso, como el eco de ttn remoto oleaje marino o de una tempestad bufante y tronante en la lejana. Ese ruido, misterioso Porque no se apre- ciaban sus causs, no pas desapercibido por los pueblos primitivos y l. bur..ron explicaiones mitolgicas. En la entraa del caracol dlan fiiarse a los extremos de las vigas o maderos que sop-ortaban los ;;i;";-;lrr"s de las casas griegas' Estas vigas descansaban en los muros y ;;';;;;r soresal., cle-tal-manera q.c cl pre afiio fornraba ttrta cspecie ;r;.1;. Casi todos los afiios griegos tienen la cara de alguna deidad en i.ll.u. ,obr" ellos, que remotamente nos recuerdan las caras esculpidas so- r"-l* -extremidadei d. lor "marbetes" de las ventanas gticas del siglo *r. tn.T. Elworthy, Horns of Honour, pp' 59-60') EL CARACOL Y EL TABACO 515 oyeron la voz del mar, la del viento, las de los espritus, Ias de los dioses. Un gran poeta cubano del siglo xrx, fos Mara de Here- dia, deca en sus versos: sin cesar suspira y llora dentro clel caracol del ocano. . . Desolado en ti siempre del mar gime el lamento. Tambin Rubn Daro, gran poeta de la Amrica de hurac- nes, en su poesa Ante el Mar acerca a sus odos "el caracol sonoro" que le haca exclamar en este terceto: y oigo un rumor de olas y un incgnito acento, y un latido profundo, y un misterioso viento. . . (El caracol la forma tiene de corazn). trn el Mediterrneo los caracoles fueron smbolo de los Trito- nes, dioses marinos, y de los vientos. Boreds, el dios del viento norte o de tramontana, era representado sonando una concha de caracol, cuyo ruido recordaba los rugidos del furioso vendaval. As se simbolizaron tambin los vientos por los imagineros del cristia- nismo y el cuerno marino fue emblema del viento en la iconografa cristiana.lT Ya hemos sealado que los vientos tenan categora de daimo- nes, espritus de los antepasados o relacionados con ellos y con los dioses ctnicos. Por eso las resonancias del caracol marino pudie- ron ser interpretadas como las voces de los espritus. Uno de los procedimientos alucinatorios usados por los pueblos prirnitivos es el de provocar ilusiones auditivas aproximando al odo una concha marina conivalva, cuya resonancia induce a falsas interpretaciones. Tambin se usa para adivinar, tomndose las voces que parecen orse como respuestas oraculares de seres misteriosos.ls Cuando adviene el cristianismo aun sigue viva la personificacin espiritual de los vientos; pero los dioses y demonios se truecan en ngeles. En el Apocalipsis cuatro ngeles estn sobre los cuatrd ngulos cle la tierra, "tenentes quatuor yentos terrae" (vu, I ). 1? Barbier de Montault, ob. cit., p. 119. rs A. lVlair, enla Enc. of Religion and Ethics de Hasting, art. "Halluci- nation", vol. vr, p. 484. '16 EL HURACAN El gran caracol urarino fue productor de otro ruido que im- presion a los humanos. Acaso fue la primera trompeta del hom- bre. Este, para facilitar la extraccin de su molusco interior con objeto de comrselo, rompa la punta de su concha helicoidea, pro- duciendo as la entrada del aire en ella e imposibilitando al animal para mantener el relativo vaco que lo retena sin salir, pese a las agresiones externas que tambin defenda con su oprculo. Una vez extrado el molusco, al soplar el indio por el orificio de la rota espira produjo un sonido ronco y grave y tuvo una trompa. Trompa o fotuto, voces ambas de resonancia onomatopyica. El caracol como trompa de sonido imponente tuvo gran im- portancia en los pueblos antiguos. Los egipcios ponan grandes caracoles en las proas de sus barcos. La ms antigua joya de oro que se conoce, dice G. Elliot Smith, es un egipcio collar de peque- os caracoles hechos de oro. Segn Plutarco, los egipcios se horri- pilaban al sonido de ese instrumento, consagrado a Tifn.Le Ciertos univalvos marinos del Mar Rojo, de forma espiral y puntiaguda. fueron tambin emblemas de Min, el egipcio dios unpede del vien- to y de la fecundacin.eo En ciertas antiguas monedas del Egeo figura el Tritn, como en otras se estamp la triskeles. Se dice que esta tronrpeta marina se invent en Creta y que all se usaba en su culto minoico. Los griegos emplearon Ia caracola del Triton nodiferus, Lam., como trompa de guera, para los centinelas y para llamar al pueblo. Los latinos denominaron a esa trompa buccina obuccinum, vocablo que arn es corriente en castellano.2r Neptuno, el dios del nrar, tena a Tritn como trompetero que llamaba a los otros dioses. Los dioses Yishn y Siva del brahamanismo tienen como atri- buto el caracol o sea el saqo Chank, y con l en su diestra hacen ple- garias los brahamanes. En la India la caracola es smbolo sagrado. El dioslndra, el dios de los cielos y los vientos, el de los mil ojos que son las estrellas, aparece en la vida de Buda precediendo a ste y r0 Andre Schaeffner, Origine des lnstruments de Musique. Pars, 1976, p.269. 20 Hornblower, loc. cit. p. 118. zt Bocina se dice en Espaa a la caracola y a la Osa Menor. ]1I- CAR,\COL Y EL TABACO 517 sonando una gran caracola de 2,000 brazas de longitud; es decir, el trenebundo huracn de aquellos mares." Por toda la India eI sorrido de Ia caracola, del sagrado Chank, forma parte de las litur- gias desde los tiempos prebrahamnicos. Sirve para llarnar a los fie- les y evocar a los dioses en ritos matrimoniales, funerales y agrarios y para espantar a los espritus malos. Lo mismo ocurre por Siam, Malabar, Ceiln y nlurerosas islas del Pacfico.z'l Es curioso advertir que entre los indios cubanos se distinguen los caracoles sagrados cuyo desarrollo helicoideo es sinistroverso de aquellos otros, rarsimos, que son detroversos. Todos son sacros; pero stos aun ms, por razn de su portcntosa excepcionalidad.2a Los lamas del Tber aun ahuycntan los clemonios durante las noches en lo alto de sus monasterios, soplando en conchas mari- nas v produciendo con ellas horrsonos midos. En Bengala se Itacen resonrr constanternente las caracolas durante los eclipses y los terremotos hasta (ue cesan esos fenmenos.'5 En las iglesias de ciertas regiones de ltalia, como Piamonte, Liguria y otras, se suenan tritones en los oficios llamados "de tinie- blas" que sc rezan en ciertos das de la Semana Santa para recordar cl terrible desquiciamiento del mundo que ocurri a la muerte de |csncristo. Para ello se usan matracas y se golpean los suelos con palos y con tallos de hoias de palmas para imitar el ruido de los tcrremotos, y se soplan "cuer[os marinos" que simulan el rugido dc los vientos desatados.26 En los mares tropicales el sonido grave del cobo o del guamo cvocaba. el rugido del huracn. En Puerto Rico aun hoy suenan el 4udnto los "jbaros" o campesinos para anunciar los "golpes de rrgua". El fotuto continira todava en las cerenonias de los cultos 22 O'Neill, ob. cit., vol. rr, p.677. 33 Vase un extenso resumen de datos de todos los continentes en f. W. Jackson, Shells as eyidence of the Migrations of Early Cultur. Mar clrcstcr, 1917, pp. 33 ss. ,{ O'Neill, ob. cit., u, p. 677. !5 Hornell, cita de fackson, p. 36. rG As lo presenciamos hace una cincuentcna de aos en la catedral de l\lcrr<lrca, islr clondc cl "cucrno marino" se usa en las eras de trigo para guar- rlr rlc lrs coscchas v rccuerclo de viejos ritos agrarios. 548 EL HURACAN practicados por los indios aruacas de las Guayanas,2? o sea pr los pueblos que fueron originarios de estos antillanos. El f otuto es ve- nerado por los indios de los ros Orinoco, el Atabapo y el Inirida y es taido como rito propiciatorio de la abundancia. Tarnbin tiene aplicaciones religiosas en varios otros pueblos de las Guayanas.zs "En el Alto Orinoco ha estado ms arraigado el carcter sa- grado del botuto. Aquellos de los indios, dice Humboldt, que pu- diramos llamar doctores de la ley tenan a su cargo la trompeta sagrada, que tocada solemnemente por los piaches al pie de la palma seje, aseguraba una abundante cosecha del rbol al ao si- guiente. No haba sino un pequeo nmero de esas trompetas. La ms clebre era la que exista en una colina cerca de Ia boca de Tomo, que aseguraban se oa al mismo tiempo en las riberas del Ta- mini y en la misin de San Miguel de Davipe, er una distancia de 10 leguas, para lo cual comprese lo que dice Rivero del fotu- to de los jiajara. El pueblo contribua con sus ofrendas para la festividad del botuto, alrededor del cual colocaban frutos y bebi- das embriagantes y Cachimana lo haca entonces sonar por s mis- mo, o bien haca nanifestar su voluntad por medio del encargado de custodiarlo".2e El botuto fue en esa parte (e Suramrica objeto de culto espe- cial en sociedades secretas, anlogas a otras de Norteamrica, de Africa y de Oceana. EI botuto era el ser terrfico y misterioso que significa el Gran Espritu y con sus rugidos el Yiento Todopode- roso, como la bramadera y los tambores de friccin usados en dichas sociedades crpticas y todava supervivientes en los varios cultos trados a Cuba por los negros de Africa. "Para ser iniciado en los misterios del botuto es preciso ser de costumbres puras y profesar el celibato. Los iniciados se someten a flagelaciones, ayunos y otros ejercicios de penitencia. Est prohi- bido a las mujeres, bajo pena de muerte, ver el instrumento sagra- do. Hoy da es tan sagrado como antes el botuto ritual entre Benibas y Curripacos, y ha de morir por el veneno la mujer que tenga la zz Roth, ob. cit., p. l)7. 28 lbid., l)9. 2e Lisandro Alvarado, Datos Etnogrficos deYeneruela. Caracas, 1945. p. l4Z. EL CARACOL Y EI, 'TABACO '49 mala suerte de verlo. Matos Arvelo refiere .n caso ocurrido en victoriano que prueba la severidad de semejante rey. Mencionare- mos, bajo la autoridad del P. Bueno, la procesin del Cachim, que es en todo senejante, como objeto de veneracin, al botuto, as como su nombre recuerda el de Cachim(tnd, el Espritu Bueno de los ribcreros del Orinoco".no Tambin se hall la trompeta rnarina por otros pases del con- tinente americano.''1 Tnvo mncha importancia e, Mxico. Eu ras liturgias ceremoniales de los aztecas era frecuente el sonar de los caracoles. "A los grandes caracoles marinos llamaban los aztecas tecciztli; eran sntbolos de la lun:r y los usaban como trclmpeta, sobre todo los del gnero strontbus, que son abundantsimos en er Gorfo de NIxico"."' Y ia Iiasciolaria Gigantea, qlle es el mayor caracol c1e Anrrica y frecuente en el Golfo. En una pintura del cdice Borgia, 14, arrte un templo de Otrctzalcoatl, dios del viento, est el dios soplanclo el caracol marino, que es uno de sus atributos funda- mentales. vase la ya citada figura 285. Leemos en Ia descripcin del dios Quetzalcoatl por el P. Sahagn que "en su collar de oro "colgaban L1\os cdrdcolifos, mariscos preciosos. Llevaba a cuesta por divisa un plurnaje a manera de llamas de fuego; tena a ms unas calzadas desde la rodilla abajo de cuero de tigre, de las cuales colgaban unos caracolitos, mariscos. En el culto de Tezcatlipoca dios de Ia lluvia sonaban los caracoles a las doce del da. La proce- sin de xochipilli, el dios de las flores y de los alimentos, era inicia- cla por un sacerdote sonando un caracol. Los indios hopi de Arizona cn sus ritos agrarios soplan en un gran caracol marino para imitar cl mgido de la Gran Serpiente.s3 En Ia antigiiedad con el sonido del caracol se llamaba la aten- cin de los dioses, segn dice G. Elliot Smith.3a Probablemcnte este acto comprenda tambin un proceso mgico, el de imitar los bufi- dos del viento para producir los soplos que mor,an las naves. So- nando las caracolas se tronaba y sE bufaba para crear l:r tempestad :ro Lisandro Alvarado, ob. cit., p. 14). rr1 Vanse muchos datos en fackson, ob. cit. :r! Plancarte, ob. cit. p. )7. " I. \V. Fervkcs, cita de fackson, p. 48. 3t Ob. cit., p. 157. 550 EL HURACAN que traa las aguas del cielo para los camPos, as como por todo el mundo se han agitado las maracas para imitar.el ruido de la lluvia y golpeado los tambores para atraer las tronadas tempestuosas. En l Esirecho de Torres }ios isleos usan un gigantesco univalvo como trompa "con ms frecuencia cuando los marineros indgenas van navegardo, y especialmente cuando van veloces o regateando"'35 En tales ocasiones el soplo del caracol es un estmulo mgico que provoca el viento favorable, En china suenan los caracoles en las pagodas para aquietar los oleaies del mar y asegufar viajes felices. Loi nrarineror e muchos pases soplan en sus tritones durante las hieblas. Su sonido previene a las naves cercanas en peligro; pero a la vez llama a los vientos para ahuyentar las neblinas' Por su forma, el caracol es una oquedad de la cual surge un ser vivo y es tambin caractersticamente espiroide. Bien pudo imagi- narse que su interior era una concavidad profunda y oscura como hs cavrnas de donde salan los vientos, las sierpes y a veces ]os seres humanos recin creados. El caracol no slo es visiblemente espiral por fuera, lo es tam- bin por dentro. Si se corta transversalmente se descubre enseguida su inierno desarrollo en revolucin helicoidea. Por eso Maclenzie cree que la aparicin y difusiln del signo espiral en los tiempos paleoiticos debise al uso mgico-religioso de los grandes caracoles marinos o caracolas. La misma raiz greco-lalina helix, fue aplicada al caracol, al pabelln del odo, al alambre arrollado y a ciertas especies de hiedra que crece en espiral y, en fin, a la constelacin de la os Mayor pof su movimiento giratorio. Adems de estas pri- meras asociaciones del signo espiraliforme del caracol, otras surgie- ron con la serpiente, con el pulpo y con los animales corngeros. Entre las primeras debi de estar la analoga del espiral con los vientos. Ls remolinos, el torbellino, el tornado, las trombas y los huracanes no son sino vientos, aguas o polvaredas qtle Se encara- colan. lJn Strombus gigas pudo con facilidad ser comparado prctica- mente con una tromba marina. Los caracoles conivalvos y punti- agudos eran acaso como trombas marinas que, al bajar de las nubes y penetrar en el mar, se plasmaron y quedaron en 1. Tal como las sr Haddon, cita de ]ackson, p. 40. :_ 'i EL CARACOL Y EL TABACO 55I "piedras de.rayo" b "de tempestad", que aparecen bajo tierra, no eran sino proyectiles de los rayos que salieron dc las uubes tro- nantes. El caracol era un ente marino de estructura cspiroidea, er el interior de cuya concha estaba siempre el vierrto y por estmulo mgico clel hombre poda salir afuera como cl bufido dcl huracn. El molusco de los grandes caracoles marinos cuando sale de su concha es tambin unpede. En rigor, los gasterpodos uo tienen sino un pie carnoso en el estmago; pero en la aparicncia todo su cuerpo, cuya estructura es helicoidea corlo sll corresporrdiente con- cha, es tambin de un solo pie como el ente sidreo o constelacin circumpolar que se resuelve como una hlice en el cielo. En las pinturas de los cdices nrqxicanos, el gran caracol sagra- do deQuetzalcoatl es generahnente figurado con una gralde y grue- sa lnea roja, en forma de cayado, como urt lirus helnico o como el tpico xonecuilli de los dioses del viento. Vanse dos ejemplos en el Cd. Borgiano, 42, y en el Cd. Yaticano B, 8. Esa figura re- presenta la del molusco que anima su interior. Acaso pudo haberse credo que esos anirnales unpedes, como culebras marinas, eran convertibles en grandes trombas que llevaban consigo los remolinos de los vientos, esos mismos vientos que no abandonan del todo la espiroidea casa y qlle rugen furiosos en el caracol cuando el soplo humano los alebresta. Tambin el gran caracol conivalvo pudo ser courparado mor- folgicamente con el rayo, considerado ste en algunai nritologas como helicoideo y puntiagudo. Deban de contribuir a este carcter sacro de ciertos caracoles las misteriosas piedrecitas rojas, de color de fuego, que se hallaban en ellos. Precisamente el Srombus gigas produce ciertas "perlas roias", como seirala G. Elliot Surith.so Ya lo saban los indios antillanos y luego los esparioles. De ciertos cara- coles sacaban los cobisi, piedrezuelas rojizas que algunos estimaron entonces de tanto valor como el rub, segrn Pedro i\{rtir de An- gleria.'ri Y, adems, por su procedencia martima, cobos y guamos fue- ron entes acuticos v considerados, por tanto, como "portadores 3 En lntroduction a |ackson, ob. cit. p. xu. tri De Orbe }lol,o, dcacla v. libro L Ntcsc la rtz cobo clcl r,ocrblo cobis. ''Z EL HURACAN de agua". As, pues, aparte de sus aproxinaciones alegricas al huracn, el gran caracol marino poda sugerir otras en relacin a los dems fenmenos meteicos de la tempestad. Tales como los rayos, los truenos y, sobre todo, las lluvias, que son creadas para la agricultura. El caracoi marino, por su oriundez acutica, fue smbolo de las lluvias. Karsten da importantes detalles de ello con referencia a Ios indios peruanos. "Ofrendas mgicas de particular inters son las frecuentes ofrendas de conchas marinas, que al parecer van erclusi- vamente dirigidas a los espritus de los manantiales. Un gran nr- mero de las huacas mencionadas por el Padre Cobo son manantiales naturales y en la adoracin de que se les haca objeto. les ofrenda- ban conchas. A veces las tiraban enteras al manantial, otras las par- tan o las reducan a polvo; en una ocasin tenan que ser de un color, en otra de otro. La peculiar forma de la ofrenda, as como Ia distincin en el color de las conchas y modos de ofrecerlas en diferentes ocasiones, parece indicar que especiales ideas mgicas es- taban relacionadas con este rito".38 El padre Cobo, que inspira a Karsten, no slo enumera varios manantiales y los ofrecimientos que se les hacan, sino que menciona la razn del por qu de tales ofrendas. "Dicen que ste era un sacrificio muy apropiado (a los manantiales) porque los manantiales son las hijas del mar, que es la madre de las aguas; y, de acuerdo con el color de las conchas, las ofrendaban para diversos propsitos, a veces enteras, otras re- ducidas a fino polvo o simplemente rotas; igualmente acostumbra- ban formar ciertas figuras con su polvo y masa." El P. Cobo aade que los peruanos ofrecan estos sacrificios a los manantiales cuan- do terminaban de senbrar, "a fin de que los manantiales no se se- caran durante aquel ao, sino que afluyeran abundantes y regaran sus plantos, como haban hecho otros aos". Segn Karsten, se tra- ta de un claro ejemplo de magia simptica. "Las conchas, siendo 'hijas del mar', contienen algo del poder acuoso del gran ocano, y este poder ser transmitido por medio de las ofrendas de conchas a los manantiales, que as siempre estarn en condiciones de llevar agua." 38 R. Karsten, The Civilzaton of the South Amecan lndians. Nueva York, 1926, pp.383 y 384. EL CARACOL Y EL TA"BACO 553 Karsten cree difcil explicar por qu unas veces los indios rom. pen las conchas y otras ]as reducen a polvo. "Muy probablemen- te rompan las conchas, dice este autor, por las miimas razones que rompan las vasiias en los funerales: as se pona en libertad el poder mgico que contenan. eue se atribuan misteriosas virtudes a las conchas est bien claro puesto de manifiesto en la otra prc- tica mencionada por Cobo: esto es, Ia de reducirlas a polvo y formar con este polvo figuras que ofrendaban a los manantiaies." caso esa funcin misteriosa de Ios polvos de concha sea Ia de hacer en el sue- 1o figuras y trazos mgic6s de carcter operatorio, como los que son tpicos de varios pueblos de indios norteamericanos en ,u, ""..- monias evocadoras de los vientos y las lluvias. De todos modos, la conexin mgica entre el caracor de mar y las aguas terrestres, plu- viales o fluviales est manifiesta. Curt Sachs, estudiando la caracola como una trompeta o un instrumento musical primitivo, indca que ste tuvo Ia uirtud *- gica de atraer las Iluvias con su sonido ((ue no era sino el del vien- to); y seala cmo todava en los tiemis presentes Ia trompa ma- rina se emplea en ese mismo sentido poi urrior pueblos de la uropa central, donde suele sonarse insistentemente durante ras grrndes tronadas para que Ias nubes descarguen sus aguas.Be . Y" ser tan pecuriar como el caracor *aiino deba de tener un singular espritu que Io animara. sin duda debi de contiibui. a este c-oncepto el empleo que se haca de los polvos de caracol para, mezclado con tabaco, producir los humos sagrados que se .reurba, a los cielos en volutas, que er behique ranzba * rrg* y-iorb.- Ilinos como para provocar homeopticamente t, ,prriZiO Je lo, vientos y de los espritus que se aparecan , ,u'-.nta- * ,u, trances visionarios, cuando hacan cohoba. Hemos sealado en otro rugar ra coincidencia fontica y vero_ smilmente semntica, entre el caiacor que en cuba an se deriomina colo y los polvos calizos de esos caracores, con los cuares se mez- claba el tabaco que se fumaba en ras ceremonias -gicrs e colro- ba, como aun acontece entre ciertos indios suramericanos. El cobo cra una sustancia arcaica para los tanos y de sentido mitolgico so curt sachs, Te History of Musical Instruments. Nueva york, 1940, p. 50. EL HURACAN muy pronunciado. Es inverosmil que los indios emplearan el cobo molido eu polvos para ser absorbidos con el propsito de asimilar su potenoia sobrenatural? No seran polvos de cobo o cooobo ("la media slaba ltrenga" como dira La-s Casas) los polvos calizos que, segn los autores bitados, solan unirse a los de tabaco, intensifi- cndoles sus efectos excitantes? Pinsese que el cobo pudo ser vasija antigua pafa Ios ritos de la cohoba, donde se depositaban los pol- vos misteriosos para aspirarlos y las hojas balsmicas para quemar- Ias; y que el cobo, siendo de tamao pequeo, pudo servir tambin como pipa, o sea un recipiente lleno de yerbas en lenta combustin, cuyo humo se absorbiera por un orificio abierto en el extremo pun- tiagudo de la espira o eje de la concha. Hemos visto hace algunos aos, pero no recordamos dnde, un viejo dibujo figurando un msero negro esclavo que fuma un tabaco en una pipa as constru- da, de una pequea concha univalva; prueba de que no es mera- mente imaginativa o hipottica la idea de una tal pipa concoidea.ao La confusin que tuvieron los cronistas entre Ios polvos de la cohoba y los polvos del tabaco debi provenir de que unos y otros ern aspirados por las narices, bien juntos o separadamente; y de que siendo en los casos vulgares y semiprofanos absorbidos sin ce- remonia y a pulgaradas, en cambio Io eran mediante el tubo fiburco denofninado tabaco en las liturgias de sus sagrarios o solemnida- des ibales, por sus caciques y behiques, que eran sus autoridades civiles y eclesisticas. Naturalmente, los polvos de tabaco producan diferentes efectos segn fuesen aspirados solos, como se hizo con el rp, o mezclados con otras sustancias molidas y alcaloideas. Y esto (rltimo es lo ms verosmil que ocurriera en las ocasiones solem- nes y rituales para poder unir en una funcin de magia operante las virtudes estimuladoras e imitativas del tabaco, expresadas sim- blicamente por las volutas de humo que como nubes pluvferas se elevaban a los dioses, con las misteriosas potencias de otras sus- tancias que producan visiones evocadoras de seres sobrenaturales. Tomar polvo, y mejor, humos de tabaco y polvos de cobo era como una comunin con el dios Huracn, transustanciado en las dos es- pecies del polvo cle las profundidades marinas y del humo con ca- a0 Fenando Oiz, Conhapunteo Cubana del Tabdco y el Azcar. Ha- bana, 1940, p. 198. EL CARACOL Y EL TABACO 555 racteres de nube. una de tantas "comuniones" o ritos teofgicos que fueron frecuentes ente ros indios antillanos y ro, .r .oniir"r- te, como es bien sabi.do. En ros puebros americants donde re sorrn unir al tabaco los calizos porvoi der caracor "ono o- "iioioj p^r^ fumarlo y aumentar sus efectos intoxicantes y visionarios (hacer ???"!. o coioba),la importancia mitolgica dei ;;;;;ill .- bi de ser acrecentada por esa eficiencia-mgica d.;;;;;h;;. rf I t f t, *t ,'1:-i \ . -'- 't = :'l;i' r' Fc.317 _No se requiere m-ucha imaginacin para suponer que en los ri_ tos del tabaco acaso los -indioi pedan iropiciar ra rgada ae ros vientos que traen ros chubascor. EI tabao que se fuma est forma- do o torcido en espiral, como una tromba_. or el fuego ;;;1" qr" maba, coniuntamente con las raspaduras de cobo, ;;;"'; ].r,ir- pas como rayos y espirales de humo que iban ar ciero /aI formaban las nubes. Las salivaciones-estimuraas por er humJ I i", "J*i,* de las grandes cantidades de lquidos ingeridos en ras beod.eras, de que tanto hablaron los cronistas, podan sugerirres to, ,gur"..or. I 1 l 1 i i \ I 556 EL HURACAN Como apuntbamos en nuestro citado libro, "parece posible conectar en un mismo complejo de cultura reiigiosa al Huraen, dios del aire, a la concha marina o cobo que, amn de ctras peculia- ridades, parece evocar el ruido del viento, y al tabaco, sobre todo mezclado con polvos de cobo, que se eleva por los aires con el hu- mo, como foma visible de la fuerza mtica, rnnd o cem, sutil e intocable, y penetra en el mundo del dios Huracn como una nube. Varios datos y concordancias permiten inferirlo as. En Mxico, . # .QID are Fc. 318 entre los aztecas, el tabaco era empleado prsr Tloc, el dios de las aguas, quien al fumarlo y lanzar el humo a lo alto creaba las nubes productoras de la lluvia que fecundaba la tierra; y entre los indios del moderno Mxico se conserva esta ntima conexin entre el hu- mo del tabaco y las lluvias. Aqullos envan bocanadas de humo a los cuatro puntos cardinales en sus prcticas mgicas para hacer llover,'1 repitiendo as los mismos ritos que eiecutaban sus ante- pasados. rr f. A. Mason, ob. cit., p. 8. HffiBq EL CARACOL Y EL TABACO 55 t' Interesantes figuras mayas de dioses o sacerdotes fumando pueden estudiarse en el llamado Cdice Troano. En la escena de la figura 317 (Lm. R. xxxrv) se ven tres sacerdotes tendidos que envan hacia lo alto el humo y las chispas que se desprenden del cigarro, soplando en 1. En las tres escenas de las figuras )I8, 719 y 320 (Lms. R. xxv, R. xxvr y R. xxvrr) se advierte una serie de ac- tos litrgicos. El texto del primer cuadro dice, segn Werner Wolf:a2 "Lahoia (de) maz (es) necesaria". Representaba al hom- lrrc sentado sobre el ieroglfico del ma2, fumando un cigarro de maiz y lrnzando chispas de fuego. A su lado est la mujer con el ieroglfico rlcl agua cerrada con el nudo que ata la vida. El segundo cuadro t'n su text dice: "El hilo (se ha) desatado (del) lugar cerrado, ,lcl agu". El nudo, que ahora lleva el hombre, ya est abrindose a2 Werner 'Wolf, Dechiffrement de l'ctiture Maya. Pars, 1938, p. 138. l'lsle autor explica cmo en lengua maya holoche es "un cigarro hecho-de ho- ,rs dc malz" y cmo cocom es "una especie de gran cigarro que los sacerdotes lrrrr:rban en cietas festividades" (Brasseur). .C rl Frc. i19 '58 EL HURACAN y suben las nubes. En fin, en el tercer cuadro se ven el conjuro del tigrrro y la chispa que como estrella fugaz sube al firmamento; a lo .r1, "., cuadroi sucesivos, siguen los efectos de la lluvia, etc. En estas figuras parece que de los cigarros fundibuliformes, que los sacercloies llevan en la boca, se desprenden lneas de chispas gneas ms que ondas de humo, o sea rayos ms que nubes' Sin embargo, en alguna otra figura de cigarro fundibuliforrne se advierte que no Fc. 320 salen de l varias hileras de puntos simuladores de chispas, sino lneas curvas que replesentan volutas de humo' As puede verse en cierta personificacin de} dios maya de la lluvia y del trueno, _quien lleva uno de esos cigarros en su mano izquierda y otro en lo alto de la cabeza.nB El tabaco era un elemento esencial de la magra y de la religin entre los indios de la Amrica tropical. Enrollar un tabaco, en' cenderlo, fumarlo y enviar las bocanadas de su humo hacia los .i.to, y ios espritus invisibles eran procedimientos usuales de sus a3 Segn figura, copia del MS. de Drcsde, que trae T' A' loyce' Mex' ican Archeologi. Nuev York, 1914, p' 222' EL CARACOL Y EL TABACO behiques, piayes, magos o sacerdotes. Corno dice Alfred Mtraux, "el cigarro de tabaco torcido es el atributo de los chamanes indo- americanos".44 Estos dicen hoy da que los hombres no podan comunicarse con los espritus hasta que tuvieron el tabaco. Sin duda que por los tranges visionarios que el tabaco les proporciona y por la accin del humo, que se eleva en volutas a los cielos o es dirigido en un soplo con propsitos mgicos como una sustancia sutil intangible, evanescente y activa como un viento que se hace visible, o corno un espritu que sale del fuego y se deja ver por un instante. Por eso los sacerdotes de los indios caraja soplan hacia las nubes las humaradas de su tabaco para disipar las tempestades, como hacen contra los hechizos y los espritus de las enfermedades. Refiere Bartolom de Las Casas a5 que en las fiestas del Corpus Christi que se celebraban en Tlaxcala, despus de ser los indios con. quistados y un tanto cristianizados por los frailes, participaban en las ceremonias con mucho lucimiento, increible abundancia de flo- res y simulacros. Y que entre stos se admiraban del dominio que tenan los indios de las culebras, as de las mansas, que llevaban "en las manos como a los piaros", como de las ponzoosas, que algunas de ellas "eran de una braza y tan gordas cuasi como la rnueca", para las cuales los indios empleaban "una yerba llamada picietl que las adormece o entomece". Esta yerba picietl no es sino la planta que hoy se llama tabaco, de Ia cual hacan gran uso en Nueva Espaa en medicamentos, ritos, ahumadas y fumando a manera de cigarro y pipas. Hasta algunos dioses fumaban. Esto nos lleva a pensar si el tabaco que se fumaba para enviat sus volutadas columnas de humo al cielo no significarla un rito mgico de com- plicado simbolismo, a rranera de una tromba que fuera a "ento- necer" en las nubes a las Serpientes Emplumadas y a desatar eI nudo de stas para que se soltaran las lluvias. Los cigarros fumados por los sacerdotes servan ala vez pam proyocar los rayos y las nu- bes, con fines de magia sitnptica, en ritos agrarios para la provoca- cin de las tempestades, las lluvias y la fructificacin de la tierra. Los actuales sacerdotes indios de Chichicastenango, de ascendencia 44 "L shamanisme chez les indignes de l'Amrique du ud tropicale',, Acta Americana, 1944, p. )20. a6 Hist. apologlica, p. 163. 519 560 EL HURACAN quiclr, queman pom en las cimas de ias rnontaas o frente a las iglesias para que sus negras y densas volutas suban al cielo y eleven consigo las plegarias; de igual manera, que, por una curiossima transculturacin, han adoptado los cohetes de plvora de los blan- cos y los disparan hacia el cielo con igual propsito mstico.ao El humo delpom opera como el del tabaco, Ios cohetes son como las chispas de su fuego. No pretendemos que los ritos del tabaco tu- vieran siempre y necesariamente estos procesos de magia imitativa y creemos que aqullos tienen adems otras explicaciones; pero es- ta hipottica interpretacin no es contradictoria. Como ha observado Alfred Metraux, "la fierza del brujo es con frecuencia asimilada a su soplo y el humo del tabaco materia- liza este soplo aadindole virtudes cornplementarias. Aliento y humo tienen uno y otro un poder purificador y vivificante". En cierta ceremonia mgica de los tupinambas, antiguos caribes, los sacerdotes por medio de una caa lanzaban humo de tabaco sobre los dems indios dicindoles en tanto: "Recibid el espritu de la f\erza". Esta teora concuerda con el concepto de potencia crea- dora que tiene el viento en Ias mitologas, segn irernos viendo con ms detalles. El soplo y el aliento no son sino el viento, el animus de Ia persona. El humo del tabaco Ie suma las virtudes mgicas de la planta y le da visibilidad. Dirase que al unir el humo al soplo, ste se convierte en tromba o rfaga que se visibiliza y manifiesta en formas volutadas o espiroideas. No deia de ser interesante el hecho de que en algunos ritos ini- ciatorios de ciertos hechiceros caribes de Sudamrica, Ios novicios son sometidos a procedimientos de rotacin que les hacen perder Ia conciencia y caer en delirios visionarios. Son colocados en una plataforma suspendida del techo del boho por medio de numerosas cuerdas que se tuercen juntamente, de manera que al ser soltadas comienzan a dar vueltas con velocidad creciente y esta rotacin vertiginosa prol,oca en el candidato a brujo, ya embriagado por el jugo de tabaco, una exaltacin que lo lleva a mundos de fantasa.a7 as Flavio y Ovidio Rodas, Simbolismos maya-quich de Guatemal. Guatemala, 1938. ls Alfred N{traux, "Le chamanisme chez les Indiens de I'Amrique du Sud tropicale", Actd Arrericana,'1944, vol. u, p. 209. EL CARACOL Y EL TABACO 56I Esta ritualidad giratoria aproxima de nuevo ]os ritos del tabaco y de sus humos a Ia mitologa der huracn, Ia gran potencia que da vueltas con sus soplidos arrolladores. Por otro lado, tambin el caracol ha tenido en todas partes, y de manera ms o menos aparente, un sentido gentico como el viento. Primeramente por su forma, luego por su rcter acutico y, en fin, por su relacin con los vientos. En todos los continentes ciertas conchas marinas univalvas o bivalvas han sido relacionadas con la fecurrdidad por su morfo- loga comparable a la de Ios rganos genitales fe-en]nos o mascu- linos, segn los cas,s, ,v a la del ombligo. La concha deno,rinada hoy cyprea moneta se ]lam en griego chderon, de doncre se dice que viene "concha"; y en latn se dijo mcrtriculus, porcum y por- nilum, de donde "porcelana" , a similitudine puclendis muliebris... Como ocurri con la llamada Conchayenerd, o de Venus;.,quid ?d:t:em femineant quodam modo reprdesentdt; externe quidem per labiorum fissuram interne vero propter catitatetn uter:tm men- tientem. . ." a8 Esa concha cypreo moneta (generalmente conocida por couri), tan extendida por su uso como moneda en la India y en la costa occidental de Africa y hoy sobrevi,iente en cuba con motivo de las prcticas mgico-religiosas de los negros cle Guinea, fue ante- riormente un snrbolo de Afrodita, Ia diosa der amor en Grecia y en chipre, de donde Ie vino su nombre zoolgico. Afrod.ita era tam- bin una personificacin del agaa y del ocano y asociada, como diosa de la generacin, a los cerdos, vacas, chivos, carneros, palo- mas, pulpos y otros animales. No solo fu dedicada a Afroditala cyprea moneta; otras con- chas tuvieron Ia misma suete por anlogas razones. Alguna concha bivalva, de ciertos moluscos, por su color car_ noso y oscuro y por la morfologa de una de sus valvas, suavemente convexa y izada de estras radiales, que asemejaba en tamao y curvatura la anatmica forma del monte prbico, fue smbolo del sexo femenino y por ende de Yenus. Esta diosa sora ser figuracla naciendo de una de tales conchas marinas. De las que an son _,48 Adanson, Histoire Naturelle du Sengal. pars, 1762. Coquillages, p. 65, cita en fackson, p. xrrr. 562 EL HURACAN llamadas 'vener4s, por sus evocaciones de los venustos perfiles; de las mismas que popularizaron por Europa, puestas en sus sombre- ros y esclavinas, Ios medievales peregrinos de Santiago de Composte- la, en cuyo santuario, antiguo Campus SteU4 debieron servir en la prehistoria para ciertos ritos de fertilidad. Los naturalistas llaman Yenus a sendos tipos de moluscos bivalvos por su simbolismo e& tico. Ciertos grandes caracoles conivalvos por su forma eran dedi- cados en la antigedad mediterrnea a los Tritones, entes semihu- manos y semipeces, dioses masculinos del mar. Alguno, como la Pteocera del Mar Roio, era estimado como emblema de feminidad por la susodicha semejanza obscena. En Cuba, con voz oriunda del Africa bant, decimos mrtco o rpgromoco a un caracol marino, univalvo, de la familia de los c7- praedae. Esa misma palabra lo era desde antiguo de la coprolalia verncula para significar el rgano sexual de la muier; segn dice el vocabularista cubano Esteban |. Pichardo, por la semeianza vul- gar entre este y el univalvo.ae Tales antecedentes prueban que la semejanza de ciertas con- chas con la figura del sexo femenino inspir las primeras aplicacio- nes de aqullas a Ias artes mgicas. Aun hoy da, las negras congas tienen un procedimiento de magia homeoptica para facilitar los partos. Para esto la muier embarazada ha de lamer todos los das, maana y noche, una conchita cauri, "cargada" interiormente por el hechicero con ciertas sustancias secretas. Pero otros factores imaginativos y alegricos, aparte de los morfolgicos, debieron de contribuir a esa relacin de los sexos con los caracoles del mar. Los caracoles marinos eran de oriundez acu- tica. Mitolgicamente eran "portadores de agua". En sus conchas, por ser stas marinas y tambin en algunas por ser espiroideas como Ias trombas. Y bien conocida es la primordialidad del agua en todas las cosmogonas y en sus explicaciones mitolgicas. El poder del agua como fuerza vitalizadora debi de reconocerse fcilmente por la mera observacin de los fenrnenos angustiosos y aniquilantes producidos por la sed y su prodigioso alivio por medio del agua. Esta tena "fuerza misteriosa", trutnd, sacripotencia dadora de vida. Igual debi de pensarse al observar Ios efectos de las lluvias tras Ia ae Fernando Ortiz, Glosario de Aftonegrismos, pp. 100 y 301. EL CARACOL Y EL TABACO '61 sequa y, con mayor conviccin, apenas se estableci la agricultura. No es, pues, de extraar que pasara a las rnitologas el concepto del agua como origen y fuerza de vida. Era, pues, muy lgico que los caracoles marinos tuviesen en la mitologa un emblemismo gentico. En la antigedad clsica, segrn Mackenzie, el caracol fue smbolo del nacimiento y usado como amuleto favorable para propiciar la fecundidad de las mu- ieres y la felicidad de sus partos y puerperios. Cuando ciertos in- dios de Amrica cubran sus rganos genitales con labradas con- chas de grandes caracoles, practicaban una operacin protectora de carcter mgico. El caracol marino tena mana o sacripoten- cia gentica. El caracol fue considerado como Ia fuente de la vida, el crea- dor del gnero humano, el habitculo de la deidad que propor- ciona la fecundidad a los seres humanos, a los animales y a Ias plantas.so Quizs debise a ese sentido gentico del caracol cierta costumbre folklrica vigente en pases del Mediterrneo, donde se usa el sonido de los cuernos marinos con otros desapacibles en las cencerradas populares con que se obsequia a las viudas en la noche de su segunda boda, y a los vieios decrpitos en sus nupcias. Aun cuando probablemente con cierta irona, el continuo reso- plar de las trompas marinas significa una estimulacin afrodisaca para la generacin. A las novias de la antigedad, segn G. E. Smith, se les re- galaban grandes cantidades de conchas marinas, como ahora se les echan en la boda sendos puados de granos de arroz, para buen augurio de su fertilidad. De ah provino, segn dicho antro- plogo, el empleo de los couris como moneda. Acaso entre los indios antillanos pudo ocurrir algo anIogo. Ellos en sus cere- ntonias nupciales entregaban a la familia de la novia sendos colla- rcs de cuentas hechas de rodaiitas de conchas marinas, las cuales clenominaban cobis y tenan un valor social embrionario de nroneda. Los aztecas tambin relacionaban el caracol marino con la gcneiacin, la preez y el parto. La traduccin espaola de un tcxto jeroglfico indio dice: "As como sale del hueso el caracol, 60 G. Elliot Smith, "Introduction" a fackson, ob. cit. 564 EL HURACAN as sale el hombre del vientre de su madre". Forstemann 51 iden- tifica el caracol marino con el solsticio hiemal. Esto quiere decir que aqul era signo del "nacimiento del sol", porque sta es la interpretacin de dicho episodio astronmico en ei hemisferio boreal, segn las religiones de los pases donde son muy marcadas las estaciones y los pasos del "astro rey" por las lneas de los tr- picos. Los egipcios, junto a las estatuas, halladas cn Kopton, de Min, su dios sexual, flico y unpede, del cual nos hemos ocupado ya en este libro, colocaban varios moluscos univalvos o caracoles de los denominados Pteroceras bryonia (Gruelin).52 El caracol era all un emblema de masculinidad como cietas conchas lo eran, y lo son to- dava, de feminidad. Para G. Elliot Smith fue ese sentido geutico y vivificante el que extendi el uso de los caracoles. Estos eran "dadores de vida" y por eso con su sonido se despertaba a los muertos en Egipto. As como en el Nuevo Testamento el toque de una trom- peta es seal para la resurreccin. G. Elliot Smith seala que los caracoles se colocaban en los sepulcros como emblemas de resurreccin o revitalizadores de los muertos. El ms antiguo empleo humano que se conoce de los cauris es el de los hallados en las tumbas paleolticas.53 Acaso la profusin de caracoles que se colocaban en los enterrorios de los indios arcaicos de Cuba significaba un estmulo para el renaci- miento o revivificacin de los muertos. Los indios caribes de las Pequeas Antillas adornaban sus tumbas con caracoles. Aun hoy da subsiste en la Martinica esa costumbre,sa acaso por supervi- vencia mitolgica o quizs meramente esttica y consuetudinaria. Entre los aztecas el caracol es smbolo de vida y de muerte. Lo mismo ocurra entre los mayas.55 Relacionado, sin duda, con la significacin gentica del caracol y de la espiral que es caracte- rstica de su morfologa, debi de estar uno de los ms interesan- 5r Commentar zur Madrider Mayahandschrift. Codex Tro-Cartesiantu. Danzig, 1902, p. 27. Cita de Allen y Tozzer, p.267. 62 |ackson, ob. cit., p. 207. ' 5B En lntroduction a /ackson, ob. cit., xxr. ' 54 W'. Dufougre, Madinna. Reine des Antilles. Pars, 1929, p. I83. 6 Tozzer 1'Allen, ob. cit., p.237. EL CARACOL Y EL TABACO 56' tes simbolismos de la concha helicoidea. El caracol marino era el signo del cero en los glifos numricos que usaban los mayas para los clculos aritmticos y las estelas conmemorativas de sus fechas calendricas.5o La relacin de ideas entre el cero, que es la nada de donde van naciendo los valores numricos y cronom- tricos, y la generacin implica un grande y sutil pensamiento. Tcdo esto nos lleva a suponer que en los ritos del tabaco que fumaban los indios antillanos con polvos de caracol, acaso poda haber tambin algn simbolismo flico y gentico que reforzaba el de su significacin como elemento operante de la fecunda- cin de la naturaleza por medio de la magia mimtica meterica que ya hemos indicado; tal como parece evidente que ocurra entre los indios continentales fronteros de las Antillas. Un mito de los maya-kich ensea gue los dioses de los cuatro vientos son grandes fumadores y que las estrellas fugaces que a veces alum- bran el firmamento son desprendidas de los grandes cigarros que aqullos fuman y que arrojan de lo alto, produciendo los rayos. Plegados sobre s mismos, segn el Popol Yuh, los dioses en su meditacin de fumadores conjuran al maiz, dndole vida. Y en el maz est el grmen humano y en el agua, la lluvia, el ro y el mar est la resurreccin. Werner Wolf explica, al menos hipo- tticamente, esos episodios mitolgicos y en las figuras ya copia- das descubre el conjuro fecundante del cigarro mgico y de las chispas vitales que de l se desprenden. Segn el Popol Vuh (t, 2) cuando Hunahpu descenda al reino de los muertos les daba a stos cigarros, cuyas chispas simbolizaban el conjuro vivi- ficante. En los mitos mayas el dios del rayo interviene en el naci- miento del nio. El es quien Io trae del cielo, donde fue formado en la estrella que all se elev encendida por el fuego terrestre del amor del padre penetrando en la entraa materna; tal como de un palo que frota en una madera brota la chispa que da la candela. As, del cigarro, smbolo flico, se desprendern las gotas germi- nales, las masas de nubes y las chispas de fuego que iran a lo aa Cdice de Dresde, 64. Cita de A. M. 'lozzer y Glover M. Allen, Animal Figures in the Moya Codices. Cambridge, 1910, lmina r,7, y pp.224 y 298. 566 EL HURACAN alto de los cielos para engendrar all, mediante el abrazo tem- pestuoso, la lluvia que ha de baiar a la fecundacin de la tierra. Tambin entre los aztecas se relacionaba con el tabaco el dios TWloa que fumando haca nubes que traeran las lluvias fer- tilizantes. . . De hoia de tabaco era el vestido de Ciacouatl, lt "diosa de la tiera", o la "culebra que es mujer", segn Fray B. de Sahagn, y de la cual refiere Fray Mendieta "que unas veces se tornaba culebra y otras veces se transfiguraba en moza muy her- mosa y andaba por los mercados enamorndose de los mancebos y provocbalos a su ayuntamiento, y despus de cumplido los ma- taba". Es decir, era diosa del amor, Aftodita azteca, que se vesta o transustanciaba con el tabaco, la fuerza fecundante emanada del dios Tlloc. Todo ello es un mito agrosexual. Bien pudie- ron, pues, los indios tanos, corno los mexicnos, fumar el tabaco encendido con el fuego dentro de la boca y exhalando el humo con fuerza hacia lo alto. Como si fuese un chorro de lava en ebu- llicin, salido de la entraa incandescente del volcn por el erecto cono de la montaa y llevando hacia los cielos en su penacho de humo la esencia de la lluvia que dara fecundidad de madre a la tierra. Un completo ciclo mtico: la tierra, serpiente hembra y lu- iuriosa, que se viste de vegetacin y se impregna de tabaco; tabaco que luego se quema por el dios de los engendros, qhe lo frrma y con su humo hace nubes en loo altos montes y desata los "nudos de los vientos"; y iluvias que penetrarn en Ia tierra y fertiliza- rn su entraa y crearn los frutos para el mantenimiento de los seres humanos. Una de las maneras peculiares de fumar que tenan los in- dios, expeliendo el hurno como un chorro que sala con fuerza de la punta del mismo cigarro, puede ser imaginada como una sacri- potente eyaculacin fludica de un cilindro flico, a la cual era fcil atribuir una eficacia fecundante. Para esto, los indios, una vez con fuego el tabaco por uno de sus extremos, se metan ste en la boca y lanzaban el soplo hacia afuera, con lo cual de la pun- ta no encendida y fuera de la boca del tabaco sala con fuerza un chorro de humo. Esta manera de humear, hoy tan extraa, ya la registr el cronista Fernndez de Oviedo, refirindose a los indios caquetos. "Para ver si caminarn o irn a pescar y sembrarn, y EL CARACOL Y EL TABACO 56? para saber si matarn caza o si su muier los quiere bien, cada uno es borotio; porque con esta hierba (que llaman tabaco) revueltas las hojas de ellas a la redonda de la mazorca de ma2, encindelas por un cabo poca cosa, y aquello que arde mtenlo en la boca y soplan hacia afuera, y cuando est la mitad quemada, arrebuian lo que est revuelto a la redonda. Y si Io quemado del tabaco queda hecho a manera de hoz encorvado, es seal que lo que quie- ren saber suceder bien: y si queda quemado derecho, es seal que al revs de lo que desea le ha de intervenir, y que es malo lo que haba de ser bueno. Y tienen tan credo esto, que no basta nadie ni razn alguna a hacerles creer otra cosa, ni que es burla o vanidad los tabacos: antes les pesa mucho con quien los desengaa, si se lo reprenden." Este rito lo conservan todava los negros nganguleros de Cuba o sea los continuadores de los hechiceros bant' Ellos fuman el tabaco con la candela dentro de la boca y cerrando sta soplan el aliento hacia afuera de modo que del erecto tabaco sale por su punta como un chorro de humo que dirigen hacia los objetos sa- grados, imgenes o residencias de los dioses, con el objeto de co- municar vida a sus energas pasivas. Esa operacin del humeo, como suelen decir los nganguleros de Cuba con voz espaola arcaica, forma parte de una opera- cin ritual de magia cuya explicacin ayuda a comprender el com- plejo aparato de simbolismos correlacionados con el huracn. Di- gamos ante todo que el mito del espritu de los torbellinos perdura tambin en Cuba. Entre los nganguleros y dems gentes dediba- das a las artes mgicas, algunos especialistas suelen ir en busca de remolinos callejeros en la poca de los llamados "vientos de Cua- resma", o sea por el equinoccio de primavera, para apoderarse de ellos y hacedos "trabaiar" en sus hechiceras como espritus es- clavizados a su antojo. Remolino es el nombre de una de las "prendas" con que suelen los brujos hacer sus bruieras. Ellos con- servan tambin un rito para deshacer las "mangas de viento". En una soga tendedera se cuelgan cuatro muecas de trapo llenas de ail. Ante ellas se pone una palangana "cargada" con agua ben- dita y otras sustancias mgicas y mientras se entona un coniuro o "cntico", se cortan la tenderera y las muecas y se vierte el agua 568 EL HURACAN de la vasija y la manga se rompe en agua. El todo no es sino un rito pluvfero. Contra el "rabo de nube" que encierra las lluvias se le opone la barrera mgica de la soga que anuda los cuatro vientos y en cada uno de stos se cuelga un trapito lleno de ail, smbolo azul de las aguas en los cultos afrocubanos. As queda preparada la operacin mgica. Al cortarse la soga se desatan los cuatro vientos, se derrama el ail de las lluvias y se produce la inun- dacin del agua de la jofaina. La tromba se deshace en aguaceros. Los nganguleros y los igos afrocubanos usan constante- mente un signo en sigma que para ellos simboliza a la vez la ser- piente, el remolino y el espritu o la fuerza sobrenatural que opera la magia. Sin ese signo el proceso mgico no se produce. Ade- ms, en toda operacin mgica de los nganguleros es indispensa- ble el simulacro de la tempestad. No basta el signo del viento, hay que animarlo con sacripotencia. Despus de verificar el hu- meo en la forma susodicha, rocan los dolos con una fina llovizna de chamba o sea el lquido mgico, esparcindolo con el soplo de su boca y luego, golpeando en tierra con el mismo tabaco, des- prenden de su candela unas chispas que encienden un reguerito de plvora, el cual corre e ilumina con su fugaz llamarada la fi- gura jeroglfica del dios cuya actividad se invoca. Del anlisis de los ritos de los nganguleros paru lograr la pre- sencia y actividad del espritu o ente sobrenatural, puede infe- rirse que uno de sus factores indispensables consiste en la provo- cadora simulacin de una tempestad. La cual se ejecuta por medio del humeo del tabaco que forma la nube, de la rociada del lquido mgico soplado por la boca y esparcido a manera de rfaga que expande la lluvia, y de la llamarada de la plvora que hace de rayo. Una vez desencadenada la tempestad alegrica, el espritu comienza a actuar con todo su poder. Todo ello implica un rito mgico que transmuta una fierua activa de la naturaleza en ener- ga espiritual al servicio del ngangulero. Lo aqu apuntado sirve para comprender el proceso de la conceptuacin de la tempestad, el tornado y el huracn como entes de potencia sobrenatural. Este rito afrocr-lbano, cuyo anlisis ms pormenorizado no es de este lugar, no procede totalmente de los indios de Cuba ni de los ne- gros bant de Africa. Es un curiossimo fenmeno de transcultu- EL CARACOL Y EL TABACO 569 racin y sincretismo mgico-religioso de diversas culturas; pero en cuanto a los usos rituales del tabaco, responde, sin duda, a esas funciones vitalizante y meterica a que nos venimos refiriendo. Ntese que entre los indios antillanos probablemente el ta- baco era usado solamente por los hombres; para las mujeres era tab. As ocurre hoy da entre los indios napo y los ibaros.5? Igual acontece en otros pueblos indios, y aun fuera de Amrica, con el opo, la coca, el haschish, el opio y otros intoxicantes y narcti- cos. En algunos casos, las sustancias estupefacientes son monopo- lio de los sacerdotes o hechiceros, porque a ellos corresponde reali zar las liturgias mgicas de la fertilizacin masculina, y por que sus efectos, as como las posesiones de los espritus y diablos, cuando no son controlados por la clase sacerdotal pueden ser muy peligrosos para el orden social establecido. El xtasis mstico, en el cual habla un ser sobrehumano, ha sido siempre un fenmeno temible y muy vigilado por los sacerdocios. Ese simbolismo flico, gentico y vivificativo del tabaco de- ba de acrecentarse cuando en las magias litrgicas iba unido con los polvos de los caracoles marinos, o sea cuando los indocubanos practicaban la cohoba o cooba, por los motivos que ya hemos ex- puesto. Pero, aun sin esa cooperacin de los caracoles, bastaba que el tabaco al ser fumado pudiera ser tenido por s como una directa estimulacin mgica a la produccin de benficas tem pestaCes ventosas y lluviosas, para que su funcin sobrenatural se extendiera a los episodios de Ia procreacin. Indudablemente, el sentido gentico del caracol marino lo relacionaba aun ms con el viento, ya que este meteoro fue con- siderado como elemento fecundante en numerosos pueblos. El proceso de encadenamientos analgicos en las mitologas fue el si- guiente: viento-fuerza invisible con voluntad-espritu-espritu.de antepasado-entidad de oriundez subterrnea-genio fecundante de la tierra como portador de aguas y como actor subterrneo-genio de la fecundacin en general por su poder penetrante. Estos as- pectos no fueron precisamente sucesivos en todos los casos; pero todos ellos contribuyeron a que los vientos fuesen considerados fl Wabris, ob. cit., p. 59I. 570 EL HURACAN como fecundadores y a que sus smbolos participaran tambin de tal carcter gentico. En los pueblos creyentes en la reencarnacin, los vientos, equi- parados a los espritus de los antepasados o portadores de ellos, son temidos o buscados como causa de la generacin humana. As ocurre entre los indgenas australianos y lo mismo en ciertos pueblos indios de Amrica As sucede con los vientos como con las lluvias y con el arco iris que las sigue en el cielo. Refiere Malinowski que cierto pue- blo de Ia Papua, ignorante del hecho de que las muieres sorr fecundadas mediante la penetracin sexual, creen que la preez puede ser causada por la lluvia que les caiga encima. Igualmcnte pasa con el arcoiris. Segn Karsten, "los indios canelos, empa- rentados con los jbaros, tienen cierta supersticin acerca del arco iris, de la que en parte participan los indios de las montaas, y en parte es peculiar a las tribus primitivas al este de los Andes. El arcoiris es un espritu malvolo, particularmente peligroso para las mujeres jvenes porque las puede prear sobrenaturalmente. Para los indios peruanos el arcoiris (kurmi.) era una achanchila ('antbcesor'); los indios canelos y algunas otras tribus del Ecua- dor oriental imaginan que es una gran serpiente de agua o dnd- conda en el aire, o, como generalmente dicen, el arco iris es la 'sombra de la serpiente anacondo amarum'. . Cuando el arco iris aparece, la mujer que est en su perodo menstrual no debe salir, pues el cuichi wpai (el demonio del arco iris) la puede fe- cundar, en cuvo caso dara a luz a un nio dernonaco (supai hua- hua). Parece probable que los indios canelos han tomado esta supersticin de los indios de las montaas".58 Alguna relacin parece tener con estas creencias lo que se re- fiere por Fray Ramn Pan de Cocoroto, rn cem situado sobre el boho del cacique Guamoreto de los indios de la isla Espaola. Se cuenta que aqul hua a donde estaba el agua y que baiaba a divertirse con las muieres. Muri Guamoreto y el cem pas al poder de otro cacique y sigui iugando con las muieres. El juego no deba de ser completamente inocuo porque todos los nios 58 R. Karsten, ob. cit. EL CARACOL Y EL TABACO que nacan con dos coronas en la cabeza, o sea con dos remolinos de pelo en la coronilla, eran considerados como hiios de Cacoroto.se Este cem Cocoroto siempre en lo alto del boho, cercano a las aguas y "jugador" con las mujeres, no era sino un dios del viento y de las lluvias que "jugando" fecundaba a las mujeres. Puede inferirse esto de su relacin con los dobles remolinos de pelo que distinguan a sus mticos descendientds. Los pueblos han buscado siempre una interpretacin a la extraeza de esas dos co- ronas. En el maldiciente folklore espaol se dice que los que tienen dos coronas son hijos de cura, acaso porque heredan en su cabeza dos coronas, la natural y la de la paterna tonsura ecle- sistica. Entre los indios mexicanos era indudable esa relacin entre los nios con dos corons y los dioses pluvferos y de la fe- cundacin. A los dioses del agua o Tlaloques les sacrificaban en "los montes altos" nios de teta que tuviesen "dos remolinos" en el pelo de su cabeza, pues "eran nrs agradables sacrificios a estos dioses, para que dieran agua en su tiempo" .60 Cacototo era, pues, como tn Tlloc de los indios antillanos. En la mitologa de los indios de la Espaola figuraban cua- tro hermanos gemelos, como refiri F'ray Ramn Pan. Este mito es propio de los aruacos de Suramrica. Esos cuatro geme- Ios, echando por tierra una calabaza llena de agua, producen el diluvio y luego se dispersan en diferentes direcciones. Parecen representar los cuatro vientos.ol Son tambin ellos los que bus- cando el casab, o pan de yuca, hallaron una mujer nacida sobre- naturalmente con Ia cual se uuieron uno tras otro y tuvieron mu, chos hijos; es decir, son tambin personaies areos de la fecundidad agraria y humana. Tambin los antiguos crean en la potencia fecundante de los vientos. En Asiria el ideograma IM significaba a Enlil, al cual ya nos hemos referido, como seor del viento impetuosb. A 5e De paso digamos que en Cuba es un vulgarismo muy difundido, sobre todo entre la chiquillera, denominar cocorotna a la cabeza. 2'l'cn- drn relacin la cocorotina del actual vernculo cubano y el pcaro Coco- rofo que engendraba, como un ncubo, hijos con dos remolinos.. . en la cocorotina? 0o Beinarclino de Sahagrn, ob. cit., t. r, p. I19. 61 A. H. Keane, "Air Gods", en Hastings, Encyclopedy. vol. xr, p.Zfi. 57r s.z t EL HURA.AN Enlil se le deca tambin "dios del cuerno". Pues bien, lM o En- lil era tambin el dios del falo, a la vez que el dios de la hume- dad fructificante, de la lluvia fecundadora y, en fin, de la tempestad que trae el agua.62 Plinio en su Histora Natural6s relaciona los vientos con la concepcin, el nacimiento y el desarrollo de los seres, as de las plantas como de ls animales. Recordemos las yeguas vento gra- vidae del poeta Virgilio, creencia que aun se nota en San Agustn. No hay por qu extendernos acerca de la gran difusin de la idea de la impregnacin generadora por el viento.6a En las mitologas a veces los vientos no fecundan pirr s sino como portadores de espritus susceptibles de encarnar. El abad Pedro Mrtir de Anglera afirmaba que los rboles del clavo se fecundaban por el espritu de una nube enviada del cielo, que cubre las cimas de los montes donde aquellos se cran.65 Los vientos pueden hacer pasar los espritus al cuerpo femenino por la boca, por los odos, por las narices, por el ombligo, por la vulva y por el ano, segn Ios pueblos. Por eso se hallan signos mgicos protectores junto a esas entradas del cuerpo humano. As se ex- plica que la svstica figurara en el pubis de una estatua femenina de la antigua Troya. Y que tambin en el tringulo pbico de una neoltica figura femenina de Rumania aparezca incisa osten- tosamcnte una gran sigma extendida horizontalmente de lado a lado, junto al lado superior del pubis. EI propsito simbolizador de esa sigma "salta a la vista"; parece indudable que as puede referirse al sentido fecundante del viento como a los movimientos de la dinmica gensica (figura 321).o6 La sr,stica aparece tambin en ciertas imgenes de diosas como Artemiso, Herd, Demter, Astart y Narva; lo cual di mo tivo a que fuese relacionada con Ia fecundidad. La svstica fue 62 Furlani, ob. cit., p. 228. 63 Libro xvlrr, cap. 76. 6a Vanse efemplos clsicos en Hartland, The Legend of Perseus, vol. r, p. 179. Adems, consltese toda la seccin w del libro de Donald A. Mackenzie, The Migration of Symbols, Nueva York, 1926. s Dcada rn, libo vII, cap. Iv. 66 Eckart von Sydow, Die Kuut der Natumlker und der Vorzeit. Berln, 1925, p. 432. EL CARACOL Y EL TABACO 57) amuleto de fertilidad por su emblemismo del viento, porque de ste se crea que preaba y por su carcter rotatorio que recordaba ciertos movimientos coitivos. Segn Artley, "es el principio de la vida -vida misteriosa, inexplicable en su origen, continuidad -v aparente cesacin, la solucin del problema de la significacin de la svstica." La svstica es como elankh egipcio, smbolo de "Vida eterna como punto del Amor Inntortal".07 Otros smbolos del viento lo fueron tambin de la fecundidad y de la reproduccin. Las con- chas, como hemos visto, fueron srnbolos de la generacin feme- nina; Ios crracoles conivalvos lo fueron de la n-rasculina y de la fe- nrenina alavez. Eu la India como smbolos del nacimiento se pin- tan espirales 1r 62.r.oJes en el ornbligo de las mujeres.Gs En al- gunas estatuas del dios egipcio Min, halladas en su templo de Koptos, figuran dibujos de gran. <les caracoles mariuos (Pteroceras by onia, br oncelin) procedentes del N'far Rojo. )ackson clice que el simbolismo de los caracoles en la religin de los egipcios no est todava explicado;Ge sin embargo, no puede dejar de ser sorprenden- te esta conexin del gran caracol marino con aquel dios flico v unpede de la generacin y del viento impetuoso. Por otra parte, recordemos cmo en diversas cosmogonas el viento ejercc su funcin creadora del munclo. Nos hemos referido al mito de Ocoyeto de los indios yuki, al de R de los egipcios y al de lehov de los hebreos. Citamos tambin el de Rudra, el dios de 6i Astley, Biblical Anthropology, p. lZ7. 08 Frazer, Magic Art, l, 182. as 1. W. Jackson, Shells, p. 207. Fc. 321 '71 EL HURACAN los indostnicos que aParece en el Rigve da (x' 92, 5) com-o dando el primer movimfunto a las aguas del universo y creando los seres sobrenaturales o espritus con su soplo, "como los herreros echan su aliento en el fuego de su fragua"'?o En el comentario del Cdice TellerianoRnensis, de ti57, se dice qt:e Quetralcoatl fue el creador del mundo y que se reput como dios del viento por- qtse Tonacatecotli cuando lo tuvo a bien respir y con su aliento surgi aquel dios.?l Para los mayas fue Kukulkn el dios creador. Ya aludimos tambin al mito de Hurakn. Tambin los vientos, por su figuracin espiraliforme, unida a otras curiosas circunstancias simblicas, fueron relacionados con la hlice de lab oreias u odos humanos y con los ombligo-s' Slo de paso recordemos las espirales que en los odos llevaban los icnicos tikl de los maor y las que se hallan en ciertas imgenes de chiriqu que hernos citado y en otras de indios de Amrica. Elliot Sniith ha recogido varios casos notables de espirales situa- das en las orejas de ios dioses, feyes y monstruos portadores de lluvias.?2 El aire de la vida entraba por la oreja derecha, decan los antiguos egipcios. Mackenzie ha observado las relaciones mi- tolgicas entre Ia oreja o el oldo y el caracol. Uno y otro Por su forrr-a hlica y por el ruido misterioso que se oye en los caracoles. De ahf que el odo se relacionara tambin con el nacimiento y la fecunacin, trada por el "aire de vida" que resonaba en el interior deJ caracol." Es tan-rbin muy significativa la relacin que algunos pne- blos encontraron entre el ombligo, Por su posicin ventral y su figura helicoidea, el viento y la energa vital. se crea que sta eitraba en el cuerpo humano a travs de la espiral del ombligo, como un torbellino que penetra hasta las entraas. Por eso cuan- do las arpas y las brujas de Europa privaban de la vida a las criaturas iecin nacidas 1o hacan "chupndoles el ombligo"; es decir, sacndoles la energa vital que al nacer les entr por esa en- caracolada cicatriz que se les form al serles cortado el cordn que to Cita de Mackenzie, ob. eit., P.70. zr Cita de Pallock, ob. cit., p. 5. 72 Elefhants and Ethnologists, pp. 83 ss. 73 Mackenzie, ob. cit., cap. IIr, passint. EL CARACOL Y EL TABACO 575 los una a la placenta. Segn la mitologa azteca, en el episodio de la segunda creacin del cielo y de los seres humanos, el dios Tezcatlipoca penetra por la boca de la diosa Tlaltekutli y su com- paero el dios del viento Ehcatl entra en la diosa por su om- bligo.?{ Frazer ha recogido numerosas noticias referentes al cui- dado religioso que recibe Ia placenta en numerosos pueblos,y su relacin con la svstica.?5 Un eiemplo muy curioso de la importancia del ombligo en relacin con la simbolizacin de los fenmenos metericos de la tempestad puede presentarse en la indumentaria de ciertos indios de Guatemala. Los de Chichicastenango conservan en los tpicos vestidos de sus sacerdotes Ai Rii o astrlogos y astrnomos, ador- nos con atributos de carcter simblico que representan al /uro- kn o Corazn del Cielo con otros entes celestiales. As en sus chaquetas ostentan, bordadas a cada lado, sobre los pechos y en las extremidades de las mangas, sendas espirales de color rojo y anaraniado. Tambin las usan los Ai Bix u oradores, los Ai Tzi- binay o escritores y los Chuch Caian o sacerdotes. En estos casos simbolizan "la palabra", es decir, la misma Palabra creadora, que es tanrbin el nombre de Hutakn Se dice que las espirales del pecho son la "palabra hablada" y las de las mangas la "palabra mmica" de las manos. Las chaquetas emblernticas Ilevan tam- bin bordados soles y flecos que simbolizan las lluvias. A su vez los vestidos tradicionales de las mujeres chichicastecas estn de- corados por una cruz de cuatro grandes brazos o xucut de los qui- chs, en el centro de los cuales hay un aguiero por donde aqu- llas pasan la cabeza y se visten esa blusa que llaman pot en quich y generalmente gipil. Ese aguiero evoca el "Corazn del Cielo", o el "Ojo de Ia Tempestad". La cruz es Ia de "los cuatro vien- tos"; dos de sus brazos caen respectivamente sobre el pecho y Ia cspalda y los otros dos sobre los hombros. Es sobre todo curioso cmo los chichicastecas conservan en sus ceremonias el uso de una "banda" de color roio, con flecos terminales y bordada de se- clas polcromas con dibuios zigzagteantes que significan "comple- 74 M. E. de fonge, "Histoyre du Mexique. Manuscrit indit du xvr sidcle", et el lournal de ld Soc. des Americanistes de Paris, t. lr, 1905. z; Cita de Mackenzie, ob. cit., p. ll2. EL HURACAN mentos de las deidades cle Jurakn el Dios de la Tempestad"' Esta banda ha de anudarse precisamente sobre el plexo solar de manera que entre el calzn y chaquetn susodicho quede siempre descubierto el ombligo, por 1o .rl lot apodan "ombligo ftio" '76 El todo parece ser un simulacro csmico. En el centro el ombligo, o re.rrolo vital por donde le entra la vida al ser humano, y alre- dedor toda una iepresentacin de la energa csmica, los asttos, los vientos, los rayos, las lluvias y el cinturn o "nudo de los vientos". No es, pues, aventurado pensar que el gran caracol- del Mar caribe y dei Golfo de Mxico estuvo relacionado simblicamente con ei ruracn. Otros datos parecen asegurarlo. Todas esas co- nexiones del caracol marino con los conceptos genticos y los metericos se encuentran tambin en la mitologa de los indios de Amrica. Recordemos aqu que las tpicas figuras de tetraskeles y tris- keles halladas en orteamrica estaban grabadas en placas de concha, de los mismos conivalvos de los mares floridanos y anti' llanos. La arqueologa mexicana ha encontraclo numerosos ca- racoles del Caribe y del Pacfico que fueron usados como trompas. En las imgenes d dioses halladas en los templos de chichn Itz y otras ciJdades arqueolgicas con frecucncia se han observado taracoles entre sus aiributos. En la mitologa y el arte de los ma- yas no es rara la figura dela Serpiente Emplumd saliendo de un r*acol (figura 7221. nsrc bello ejemplar procede del Salvador.T? Entre loi *ryas los dioses del nacimiento y de la luna estaban aso- ciados el caracol.?s Igual sentido vivificativo Parece, pues, que tu- vieron los caracoles marinos por estos mares de Amrica' Tanrbin el azteca Quetzalcoatl est relacionado con ]os ca- racoles marinos. Sin dua, porque el caracol fue smbolo del viento y ese'dios lo es del viento y de la fecundidad. Los caracG les eran smbolos que acomPaaban a Quetzalcoatl. Corno un ?6 Flavio y ovidio Rodas, simbolismos maya-quichs de Guatemala. Guatemala, 1938' - ?7 Spnden, Ancient Civilizttons, fig' 21' ?8 Esta y otras citas correspondientes a este tema del caracol en la mitologa de *ayas y aztecas estn tomadas de |ackson, ob' cit', Pp' 5l ss' EL CARACOL Y EL TABACO signo pectoral se pona el helicoide del Strombus gigas en algu- nas esculturas de aquel dios. Adems de esta insignia, ehecaila- cacozcatl o "pectoral del viento", qre Quetznlcotl ostentaba pen- diente de su cuello, de su orejera colgaba otra insignia llamada epcololli o "concha torcida", segn Alfonso Caso.Te Es un ob- jeto en forma curva, hecho de concha. Por su forma recuerda cier- tos enigmticos obietos arqueolgicos de los indios antillanos, los cuales hasta ahora no han tenido explicacin satisfactoria.so En una torre releiada de Teotihuacn, templo de Quetzalcoatl, nu- merosos caracoles marinos de los tpicos del Mar Caribe "llenan los espacios" qre deia la Serpiente Emplunwda entre sus curvas. Tambin ese dios se relacionaba con la fecundidad. "El joyel que llevaba en el pecho y en el es- cudo Quetzalcoatl era la seccin de un caracol y las muieres estriles le hacan votos y pro- mesas Pafa conse. guir de l suce- sin".81 En una ya citada pintura del C d. Borgia, 42 (figura 281), del gran caracol sale un dios unpede armado con el tpico xonecuilli. En otra del Cod. Nuttall, 16, del cara- col se produce un parto. Segn E. Seler, Quetzalcoal engendr a los seres humanos con sangre sacada de su miembro viril y echada sobre polvos de huesos de muertos. Dice Veytia que los aztecas "fingan otra fbula de este dios, diciendo que estando zs Lo Religin de los Aztecas, p. 24. Ed. de la Bibl. Enc. Popular. 80 Acaso esta semeianza con el epcolilli de las orejeras de QuetzaLcoatl autorice la hiptesis de que esos objetos indoborinqueos sean tambin atributos auxiliares del dios antillano de la tempestad. 81 Torguemada, Monarqua lndiand, libro xr, cap. xxrv. Fc. 322 578 EL HURACAN un da bandose lleg a tocarse las parte genitales y semin so- bre una pea y de all naci el murcilago, y vindole los dio- ses le mandaron que fuese y de un bocado le arrancase a la ninfa Xachuiquetznl lo que tena dentro de sus partes genitales". "En los ritos matrimoniales colocaban los nahuas en los cuatro ngulos de la estera que deba servir de tlamo nupcial, cuatro manojos de caas y en esa ponan algunas plumas y rn chalchihuitl", segn Clavijero $, 293). Eran los emblemas de la fecundidad, cuadru- plicados por ruzr de los cuatro elementos que intervenan, y de los hijos qtie pedan a Quetzalcoatl. Por esto, cuando algu- na criatura vena a este mundo, se le diriga la palabra diciendo al neonato como si lo pudiera entender: "Cuando fuiste criado y enviado a este mundo, limpio y bueno fuiste criado y enviado a este mundo, y tu padre y madre Quetzalcoafl te form como una piedra preciosa y como una cuenta de oro muy resplandeciente y pulida" (Sahagn, u, 60) . A Quetzalcoatl se llama padre y ma- clre por representar los dos elementos fecundantes includos en los cuatro elementos.s2 Segn Veytia, a Ouetzalcoatl "le ofrecan en sacrificio unas pequeas partes que se cortaban de1 prepucio, que llamaban mo- tep6lrr, para que les diese sucesin. Tambin en esta fiesta los macehuales o trabajadores del campo, adornaban con hojas de maz sus palas, coas y dems instrumentos de labranza, y las arri- maban a las paredes del templo para impetrar la abundancia en sus cosechas. En esta fiesta haba tambin la ceremonia de poner nombres a los nios recin nacidos, y se llamaba tehutzo." Todos eslos detalles nos revelan el carcter gentico de Quetzalcoatl, dios del viento, del caracol y de la Serpiente Emplumado. En relacin con el carcter gentico de la Serpiente Em- plumada hemos de referirnos tambin a la reciente explicacin que ha sido hecha del mito y figura de Quetzalcoatl, bajo la inspi racin de las ideas psicoanalistas, por Celes Ernesto Crcamo. Segn este escritor, "en el mundo pagano antiguo, Ia serpiente no simboliza el monstruo temible del pecado que hicieron de l las religiones hebraica y cristiana. Para los antiguos que venera- 82 Plancarte, Prehistoria de Mxico. Mxico, 1927, p. 517. EL CARACOL Y EL TABACO 5'19 ban las fuerzas creadoras, segn una religin naturalista, la ser- piente significaba Ia fuerza mgica de la vida bajo sus dos aspec- tos, til y nocivo, creador y destructor que ella tena".t' "En general, dice Crcamo, se considera a la serpiente como un smbo- 1o de valor nicamente o casi nicamente flico.Sa Un estudio comparativo me parece demostar que esta opinin clsica para ser mundial es demasiado absoluta, pudiendo testimoniar que so- bre el continente americano al menos y colocndose desde el punto de vista de la mitologa arqueolgica, se encuentra una serpiente paradojal, la serpiente pjaro, o Serpiente Emplumoda, cuya parte propiamente serpentina es una representacin ante todo hembra." "Segn la opinin de los especialistas, el verdadero sentido, el secreto de la Serpiente con Plumas, no ha sido aun revelado. En general y esto es lo nico que nos interesa, que ella sea con- siderada como un smbolo de la luz, de la lluvia, del vientq o del movimiento ondulatorio de las aguas, es siempre asimilada a una divinidad representativa de las fuerzas creadoras de Ia vida. Yo creo que Quetzalcoofl si representa todo esto que se ha dicho de 1 y que las diversas interpretaciones que se han hecho no son urs que vistas parciales de sus diversos y mltiples aspectos." s3 Celcs Ernesto Crcamo, "La Serpiente Emplumada. Psicoanlisis de la rcligin ma1,-o71.., y del sacrificio humano", Reyista de Pscoani lisis, l, Bucnos Aires, iulio de 1943, p. 18. 8a E. |ones, Papers onPsychoanalysis (4q ed.), Londres, 1938, p. 170 1, cn nota; R. Reed, "Serpent as Phallic Symbol", Psychoanalvtic Reew, vol. xr, p. 9l; G. Roheim (The riddle of the Sphinx, 1934) ha estu- diado profundanente el tema en sus diferentes aspectos, as como C. G. lrng, Metantorphoses et symboles de la libide, Pars. P. Federn, en unl comunicacin hecha a la Sociedacl Psicoanaltica de Viena, hizo notar la relacin entre la serpiente como smbolo flico y los sueos de angustia. La serpiente aparece en los sueos de las mujeres frgidas con un carcter contradictorio de helada hipocresa y de quemante agresividad erctil, cluc hacen de ella el smbolo del miembro viril, rgano desconcertante, cuya ruproximacin temen. Citas de Crcamo. 85 Seler (Codex Borgia, p. 82, ya citado) establece las relaciones cntre esta divinidad y los fenmcnos de fecundacin y creacin de vida. Dice que una escuela de sacerdotes d.e Quetzdlcoatl lo proclamaba como tl dios originario engendrador del munclo y de toda la humanidad. Cita <lc Crcamo. 580 EL HURACAN "Seg, el a,lisis quc rrosotros hemos hccho de los elementos constitutivos de la serpiente con Plumas, podemos concluir que es una reunin de dos elementos generadores, masculino y feme- nino, padre y madre, padre-sol y madre-tierra en coniunin ge- neratriz." A esto llega crcamo as por la interpretacin del elemento serpiente como por la de las plumas. "Entre los mayas y los az- tecas Ia serpiente estaba en relacin con la fuerza generatriz de la vida y en consecuencia con los fenmenos sexuales, pero es dif- cil saber si para ellos fue un smbolo sexual exclusivamente feme- nino o masculino. soustelle, subdirector del Museo der Hombre, de Pars, especialista en estos estudios, me deca a este respecto que Ios aztecas no se preocupaban de dar a sus smbolos un ca- rcter sexual estrechamente determinado. Yo creo que esta indi- ferencia no es ms que aparente, porque mayas y artecrs hacan derivar todas sus concepciones cosmognicas del principio de du- plicidad encerrado en cada elemento. As, por .*plo, el ele- mento agua era sometido a un dios macho que tena una esposa. La tierra misma era descrita ya como una fantstica rana mcho, ya como una diosa. Esta mitologa estaba compuesta de elemen- tos secundarios muy compleios." Tocante al elemento caracte- rstico del smbolo de las plumas, dice Crcamo que ,,los mayas y los aztecas, como todos los indios de Amrica y muchos otros primitivos, consideraron las plumas como un signo de dignidad divina. Las plumas ornaban la cabeza de los grandes seors ma- yas en los das de fiesta y las de los sacerdotes y los cascos de los guerreros".86 Este detalle puede interpretarse como un smbolo solar, puesto que el sol, slmbolo de toda potencia, era represen- tado en muchos primitivos baio Ia forma de un paro. .,ios az- tecas vean en el sol un guila que se elevaba a la maana y des_ cenda a la noche. El colibr era para ellos un piaro divino que llamaban 'rayo de sol' o 'cabello de sol'. La pluma y el rayo cle sol fecundante son en este sentido un s*rbolo flico que pode- mos comproba en un mito azteca, aqul del nacimiento de Huit- zilopochtli, el dios masculino, el dios del sol y de la guerra. Esta _ t: Ed. seler, "coutumes et attributes des divinits du Mexique selon le P. Sahagrn",lournes Americanistes de Paris, tomos v y vr. EL CARACOL Y EL TABACO '8I fbula nos cuenta cnmo Coatlian,la'Tierra Madre', Ia 'Muier Serpiente', un da que se diriga al altar del sol para cumplir sus devociones, vi caer a sus pies una pequea bola de plumas de color brillante. Ella la recogi y la guard en su seno, pero cuan- do quiso sacarla haba desaparecido. Algn tiempo despus ad- virti que estaba encinta. La concepcin fue de carcter rnilagroso y el Sol era el autor." "Para Jung la pluma es un smbolo de potencia, la corona de plumas una corona de rayos, la aureola y la coronacin significan la identificacin con el Sol." Para Crcamo, en sntesis, "Quetzalcoatl es la concepcin simblica de la divinidad creadora, de la fecundidad dadora de vida, que reune en s los valores separados de los sexos, adquirien- do forma germinativa. Ella es la representacin mgico-religiosa de los dos principios generadores fundamentales masculino y femeni- no, los que al unirse constituyen una divinidad simblicamente andrgina forma'ndo un todo orgnico". El P. Sahagn dice que los indios al dios Quetzalcmlll lo llamaban "Padre y Madre" en sus plegarias.8? Crcamo se adentra ms todava en sus interpretaciones psico- analticas, encontrando una significacin anal de la serpiente y de la espiral. "Basndonos, dice, en la comparacin de diversos hechos mitolgicos, creemos que la espiral es la representacin estilizada de las energas vitales de las fuerzas generatrices del uni- verso. La espiral tiene un valor excrementicial tal vez porque las deyecciones humanas y las de ciertos animales poseen esa forma; |ones reconoce a veces en la serpiente un valor excrementicio. Se- alaremos la similitud con el cordn umbilical." "Mitos aztecas diversos ponen, por una parte, en relacin la espiral con la in- mundicia fecal, y por otra parte, establecen el origen de los seres a partir de esta materia. Una de las erpresentaciones de la diosa de la tierra, de la 'mujer serpiente', es Tlazolteol, diosa a la vez del amor, del acoplamiento, del pecado y de las inmundicias. Otro aspecto de esta diosa de la tierra es la diosa simbolizada por las almas de las mujeres muertas en alumbramiento, diosa que apareca baio la forma de una serpiente o de una mujer muy bella 87 Ob. cit., t. l, p. 70. EL HURACAN que sola estar al acecho de los jvenes para matarlos." "La ser- piente espiral-ada, productora de la inmundicia y generadora del tnundo, est aqu expresada en una mitologa precisa que se rela- ciona con los fantasmas infantiles del todopoderoso excremento, que el psicoanlisis nos ha hecho conocer y que la leyenda de di- versos pases primitivos nos confirma. Para los egipcios, el hombre haba salido del barro del Nilo y en su origen tena la uritad de su cuerpo forma de rana; por ello, algo de barro, de grosero ma- terial, le haba quedado eternamente adherido. Los australianos del sur creen que una diosa madre engendr la raza humana utili- zando sus excrementos." "En las escrituras hierticas del antiguo Mxico existe un detalle an ms interesante, porque indica expre- sivamente las relaciones entre las funciones excrementicias y las pulsiones agresivas inconscientes. Un jeroglfico azteca, Atl Tla- chinolli, est compuesto con los elementos Atl : agLra, orina, y Tlachinolli : excremento y fuego, o excremento ardiente. Tiene la forma de espiral con Ia doble indicacin del excremento y de la corriente de agua, los dos en relacin recproca con la lluvia y el rayo. La Serpiente con Plumas aparece ahora como un equi- valente simblico en el inconsciente humano de los conflictos anmicos, que crea en la niez el problema del nacimiento. La teora anal del nacimiento se repite en el mito junto con )a super- valoracin de las heces y con las ideas de potencia mgica." En conclusin, segn Crcamo: "La Serpiente Emplumada de las civilizaciones maya y azteca, aparece asociada, fundamen- talmente, con las preocupaciones analgenitales primitivas del nio. Es un smbolo bisexuado de fecundidad, que aparece como una hipertrofia o supervaloracin del instinto de vida en oposicin al instinto de muerte." Cualquiera que sea la estima que conceda- mos a estos criterios psicoanalistas, no son despreciabies en cuanto ayudan a comprobar la amalgama de los smbolos de las espirales y las sigmas con las serpientes, que no son sino sinuosidades bio- morfizadas, y con los conceptos de fuerza mgica, fnerza creadora o fuerza vital. Volviendo ahora al simbolismo del gran caracol marino, tan ligado a la Serpiente Emplumada de la mitologa de Mesoamrica, recordemos que tambir Tlloc, el dios fumador de Ia lluvia, era EL CARACOL Y EL TABACO 583 representado saliendo de la boca de un gran caracol espiroide (fi- gla 323). En la fig.'327-5 el caracol lleva en su pice una cabeza de serpiente como sincretismo simblico de ambos elementos zoomor- fos.st Los perfiles de la abertura en todos los ejemplares de esta figura evocan el esquema del xonecuilli. En la fig. 323-2, el dios sale de su conivalvo armado de rayos y nubes.se En la fig. 323-3, del I Frc. 32) caracol salen rayos y agua, y su prrnta evoca el chapitel de los tem- plos de Quetz.alcoaleo (vase la fig. 285). Otros muchos ejem- plares anlogos pudieran aducirse. Tepeyollotli, dios de las cavernas, sopla el cuerno marino. El dios lunar Tecciztecatl quera decir "el que tiene concha de cara- coles". La luna se representaba siempre con caracoles porque la 83 Cdce Yaticano B, 66. 8s Cdice Borgia, 8. so Cdice Bologna, 4. Estos ejemplares de caracoles mitolgicos son tomados de Tozzer y Allen, ob. cit., pl. l. w , W %M wpD 0 581 EL HURACAN luna se retira y sale otra vez como un caracol de su concha. Al parecer ocurra lo mismo con cierto simbolismo de las estrellas, se- gn Kunike, porque tambin stas entraban y falan como l'os caracoles de sus conchas. En la cermica india de Costa Rica y Nicoya se halla tambin el gran caracol marino unido a la serpiente. En algunos casos pudiera decirse que en vez de Serpiente Emplumad se trata de Caracol Emplumado. Vase, por eiemplo, la figura 324, tomada de un bellsimo vaso polcron-ro de Nicoya en el cual este emblema helicoideo se repite, entre espirales, circulitos punteados, lazadillas, crculos festonados, puntas de flecha y otros conocidos signos me- tericos. Esta figura personificadora del simblico caracol marino es tambin interesante Porque sus dos brazos tienen una posicin esquem- ticamerrte sigmoidea.el Ya dijimos cmo los indios Perira- nos practicaban ciertos ritos mgicos con conchas marinas, sus trozos y pol- vos molidos, para mantener la cons- tante fluencia de los manantiales. Segn opinin del arquelogo peruano fulio C. Tello, la figuracin del dios Quetzalcoatl empezb siendo en el Per un monstruo salido de un conivalvo, del Srom- bus. EI smbolo del ente helicoide fue convirtindose en la Setpien' te Emplumada a medida que pas hacia Mxico. Esto prueba la extensin del emblema de los vientos como entes que se enroscan o giran en espiral, por toda la acaica Indoamrica. La singular importancia mitolgica del gran caracol marino en las prehistricas culturas incaicas la ha puesto de relieve ]ulio C. Tello, en sus teoras acerca de la mitologia y las artes simbolis' tas de los pueblos andinos anteriores a la invasin hispnica. Para estos pueblos los grandes caracoles del mar tuvieron mucha signifi- cacin. "Todava hoy, dice Tello, los indios de la Sierra conservan la arcaica costumbre de arrojar, en ciertos das del ao, a los panta- nos y arroyos, como ofrendas propiciatorias para provocar las lluvias or Lothrop, lm. :oorr. Fc. 124 EL CARACOL Y EL TABACO 585 y enriquecer la fertilizacin de las tierras, conchas molidas o mullo mezcladas con sangre de cuy o llama".e2 Para Tello, del arcaico y mtico caracol marino se derivan una porcin de figuras convencionales. Primeramente la concha del gran univalvo conoide con su boca abierta se relaciona con Ia figu- ra de una cabeza humana cadavrica, con sus grandes mandbulas descarnadas y dotada de ciertos apndices vermiformes o cule- broideos. Tal parece que ah estn la concha y su molusco interno, como la matriz y el ente que sale de ella. De este embrionario ser procede una familia de entes monstruosos, que Tello denomi- na "dragones conchados", los cuales "se derivan, a la manera de hiios o atributos, de la cabeza cadavrica identificada con la con- cha de un molusco". Es, sin duda, un "curioso fenmeno Ce creacin imaginativa". Esos "dragones conchados" piensa Tellcl que "son acaso smbolos o agentes de los poderes de la Natu- raleza que controlan el mundo animal y humano". El Dragn conchado tiene formas proteicas. Son ondulados, serpentiformes, bicfalos; "Do son sino manifestaciones diversas de Ia misma idea del molusco fundamental. Todos son derivaciones o transforma- ciones en seres fantsticos del modesto molusco, mediante su pro- ceso de simple idealizacin". Tello llega a establecer la proceden- cia precisa de ciertos tipos de dragones conchados; as los de Chimuz derivan de una concha Spondylus, los de Muchik del Strombus Galeatus y del Scuralus Proteus, etc. De esos "dragones conchados" se llga luego a las representa- ciones de seres humanizados que se derivan igualmente de estos primitivos arquetipos; tal como una figura humana, que tiene una extensa distribucin en las culturas de adoratorios, acrpolis y tum- bas, "cuya cabeza es Ia misma que aquella que se ha considerado como radical e identificada a Ia concha del molusco". Tambin son derivaciones del tratam.iento o convencionalizacin de estas primeras figuras y pertenecen a la misma familia de representa- ciones las bandas, grecas formadas por repeticiones de ganchos, discos, y toda la rica variedad de ornamentaciones geomtricas que clan carcter a la cermica de casi todo el norte andino. sz Tello,24. 586 EL HURACAN Toda la importancia mitolgica del gran caracol marino en di- chas culturas es an ms notable si se considera que en la fauna ocenica de las costas peruanas no existan tales caracoles y stos se encontraban slo a grandes distancias. Dice ]ulio C. Tello: "Otras conchas tropicales, como el Spondylus y el Strombus, se hallan igualmente en las races mismas del arte y de la religin de dichos pueblos. El Strombus y el S.pon:dylus son moluscos exticos en la fauna de los mares incaicos. Esta clase de moluscos se encuentran al norte del Istmo de Panam o mar adentro, hacia el Occidente, en las lejanas Islas Galpagos. Desde estos lugares, si es que el rea de distribucin de dichos animales no ha cambia- do en la era histrica de la humanidad, los han trado e importado nuestros antecesores indios. Debe ser muy antiguo el arte de la navegacin en los mares del Pacfico, porque en todas las culturas hasta hoy reconocidas en el vasto territorio andino, desde las ms remotas y adelantadas hasta la ltiuia de los incas eclipsada por el conquistador espaol, se encuentran en ntima asociacin con las prcticas funerarias y los ritos religiosos, el uso del Strombus y del Spondylus". Todos estos antecedentes demuestran cmo fueron en un complejo simbolismo relacionados los vientos, las lluvias, los rayos, las serpientes, los caracoles y otros animales, las oreias, los ombligos, las estrellas y la fecundacin, y todo derivado del fenmeno primario que fue el remolino de agua y de viento, imbolizado por la espiral. El torbellino fue reconocido como el origen gentico. Ya nos referimos a la mitologa cosmognica de los indios de Norte- amrica, basada en el torbellino, primero de vientos y despus de agua. Segn la Teogona de Hesodo, en la profunda comba de la tierra estn las aguas del Ocano en torbellino. Afrodita naci6 de un remolino de agua, segm Hesodo. El antiguo concepto de la espiral, como smbolo de la energa vital, inspir la cosmologa de Demcrito con su "vrtice de tomos". El remolino de agua y los caracoles fueron tenidos por smbolos de "embriones de vida", o de "fuerzas generadoras de vida", as en la mitologa EL CARACOL Y EL TABACO '87 vdica como en la galesa y en la escandinava, y simbolizados por las espirales.eB En el Rigveda, el dios Rudra, de la tempestad, que va sobre un torbellino y lleva sus cabellos como la espiral de un caracol, es el que en eI origen del mundo pone las aguas en movimiento giratorio creando el "embrin".?1 En la India, la espiral era sm- bolo "portador o dador de vida" y a la vez representaba al trueno y al torbellino de viento. Para la India, en el remolino del agua estaba el embrin de la vida. La "Energa Divina y Csmica" de los hinds est simbolizada por una espiral, generalmente en for- ma de una serpiente enroscada. En sntesis, dice Mackenzie: e5 "El primer torbellino de viento fue Ia causa del primer remolino de agua. Fu el 'aire de vida', el aliento o el soplo de 'la palabra' creadora. El odo o helix del Caos oy la palabra o el soplo crea- dor." "Los egipcios crean que el 'aire de la vida' entraba por el odo derecho." En trgipto elYerbo divino es el Creador. El crea los dioses y sus respectivos Ka, l crea todos los seres y las cosas, todo cuanto existe, profiriendo sus nombres con su boca. Y la vida universal est constantemente alimentada por una creacin continua, cuyo agente es elYerbo.s6 Segn El Gnesis de la cosmogona bblica, "el Espritu de Dios se mova sobre la haz de las aguas". "Y diio Dios: Sea la Luz y la Luz fue hecha." "Y dijo |ehov: Haya expansin en medio de las aguas y separe las aguas de las aguas." "Y )ehov dijo: ]ntense las aguas que estn debafo de los cielos en un lugar y descbrase Ia seca; y fue as." El Yerbo,la Palbra o el Soplo de Dios, es decir, el remolino divino, crea la vida en la inmensidad de las aguas. La Palabra o el Soplo de lehov dice el fiat de la Creacin. "En el Principio era elYerbo, y elYerbo era acerca de Dios y Dios era elYerbo", dice exegticamente elEvangelio de San [uan. "Todas las cosas fueron por el Verbo creddcts, y sin el Yetbo cstaba la vida..." Despus elVerbo cre el primer hombre del e3 Mackenzie, ob. cit., p. 71. sa Rigvda, rv, 400; cita de Mackenzie, ob. cit., p:71. s5 Ob. ct., p. xv. e6 A. Moret, El Niln y la civilizacin egipcia, p. 4)9. 588 EL HURACAN polvo de la tierra "y alent en su nariz soplo de vida y fue el hom- bre en alma viviente". Pero no interviene slo el Yerbo divino en la antropogona bblica. fehov ha creado a Adn y en seguida le ha sealado lo que debe de comer y cules son sus tabs; mas la creacin an no est acabada. Hay solamente un. ser humano en el mundo, pero falta en ste la humanidad. |ehov extrae una costilla del costado de Adn anestesiado y se la da por compaera, despus de darle figura antrpica. Despus que el Yerbo de lehott ha ceado los seres y, al fin, a Adn y a su compaera, viene la Serpiente a in- fundir en stos la fuerza vivificadora y humanizadora. Tal como, en las mitologas de los indios antillanos y otros de Amrica, es el av picus o "carpintero" u otro animal cualquiera quien verifica la sexualizacin de la hembra humana para hacer posible la cpula gentica de la pareja aborgen. La creacin de leho ha de ser completada. Ni Adn al salir del barro ni su hueso antropomor- foseado estn an creados del todo. Esos primeros genearcas to- dava no son seres mundanamente humanos: son ednicos, son limbales, metafsicos, en realidad son todava prehumanos; les "falta mundo" o, por decirlo de otra manera, les "falta sociedad". Adn ya tiene aliento y palabra, pero no con quien hablar, Adn todava no es "todo un hombre" ni u compaa "es mujer", ni sta tiene siquiera el nombre de tal. Ni el mundo haba conocido amores ni en ste haba madre. Es la Serpiente, astuta y soberbia, dirase que emplumada con el airn de su altivez, la que determina en Adn su hombra plena, mediante el fiat humanizador de la palabra tentadora en el odo de la hembra parejela. Adn queda unido a sta por el pecado, y entonces le pondr el nombre de Eva, que quiere decir "madre de los vivientes". Y as Ia sociedad ha nacido. Tras el Yerbo de lehov, elYerbo de la Serpiente. El uno crea el mundo y sus habitantes; pero el otro crea la humani- dad, dndole a los seres humanos su definitiva y especfica capaci tacin individual y social. O sean la inconformidad, la curiosidad. Ia experiencia,la razn, el reajustamiento y la creatividad. Anta- o diieron que esto era la sabidura, hogao dicen que es la cultura. La vida de los seres humanos, que es vida social o de cultura, es nacida al silbo de la Serpiente. Esta, por oreia de muier, les di EL CARACOL Y EL TABACO 589 su Pohbra, y por la tentacin que les infundi a entrambos los hizo humanos de verdad, separndolos del resto de los animales, que no saben, ni pueden, ni quieren pecar. En la mitologa el pecado serpea, es sinuoso, es espiral o sigmoidal. Es soplo de ese mismo culebrn que amedrantaba a Ios castellanos, en el Vieio Mundo como Stnds y en el Nuevo como Quetzalcoatl, Maboya o Huracn.e1 El mito del hlito divino, que del caos lo crea todo y le da vida, tendr sus expresiones en las cosrnogonas del Nuevo Mundo como en Ias del Vieio. Ya diiimos de los dioses de los varios pue- blos indios que con su Soplo y srYerbo creaban el mundo. Como ellos, Huracan, podercso dios del viento, a La vez que destruye es dador de vida, es un dios creador. Tambin los afroamericanos tendrn ese mito del neuma de la creacin. Olorun, el "supremo seor del cielo" para los negros yoruba, se denomina tambin Elemi, que quiere decir "Seor del Aliento", porque en su lengua emi significa "aliento", "espritu" y "vida". Y el mito milenario no muere; ser repetido por los grandes poetas americanos. He- redia recordar en su poesa La Desesperacin: Cuando el Creador. . . Con soplo enrgico, fecundo, Sac del caos este mundo. "La tromba, como el remolino, era mirada como una expre- sin de la energa natural. Los vientos, el 'aire vital', poda ema- nar de todos los puntos del horizonte, pero la tromba los com- prenda a todos. Era la energa emanando de su centro, como el nacimiento u origen de la fuerza".e8 A estos criterios se adhiere s7 Ahora se est diciendo que en los signos del dlar y de la libra esterlina, los predominantes en el presente simbolismo numismtico del mundo, est, asimismo, la sinuosa sierpe del pecado. Imaginacin de poetas descontentadizos! Antao diieron con D'Alviella que esas sierpes eran signos solares, del Astro-Rey del Oro, o emblemas de los esplritus animadores del progreso humano. Por mucho que se abomine del dolaris- mo, de las huracanadas crisis, convulsiones revolucionarias y otras desven- turas que de ste se derivan, no parece que pueda relacionarse el origen de esas grficas alegoras monetarias con las figuras sigmoideas que aqu nos vienen inteesando. Salvo que ellas se deban a un diablico artilugio de Satans. para nosotros inefable. Ydde reto! e8 Mackenzie, ob. cit. 590 EL HURACAN el psicoanalista: "En la poca del animismo todo posea una fuer- za-vilal autnoma porque el hombre primitivo tuvo de la causali- dad una concepcin esencialmente dinmica y los torbellinos di- versos no son ms que los aspectos mltiples de un nico principio causal que fue sirnbolizado, estilizndolo en la espiral, y exten- dido en seguida a todos aquellos seres y cosas dotados de forma espiralada o qoe fuesen capaces de tomarla, como la concha, los brzos del puipo, la serpiente, las plantas verticiladas, etc'"ee Las razones de Crcamo son que "la similitud del inconsciente hu- mano de los diferentes pueblos, en contraste con su diferenciacin intelectual, es un concepto establecido por Freud,loo desarrollado luego por Iorgtot y que hoy est ampliamente aceptado y demos- trado." "Para Freud los mitos son productos imaginativos, restos deformados de deseos colectivos, sntesis de sueos ancestrales de la humanidad y expresin de profundos conflictos anmicos. Su lenguaje alegrico, de naturaleza inconsciente, resulta vago, nebu- los y hasta infantil e incomprensible a nuestro espritu moderno, substanciado en la experiencia; pero aqul est lleno de un ntimo y desconocido valor objetivo' El estudio sociolgico y psicoana- ltico de los mitos nos permite considerarlos como un producto social extremadamente compleio, que significa ya un recuerdo guerrero o poltico de importancia fundamental en la historia de una sociedad, ya un fenmeno csmico o cataclsmico." En este ltimo caso estar el mito universal del remolino, del viento gira- torio cuya expresin tremebunda es el huracn. En resumen, las cosmogonas encontraron en los profundos, potentes y misteriosos remolinos de agua y de viento unos fen- menos fsicos que les sirvieron para fundar un concepto del em- brin, del origen de la fuerza vital. Y la espiral que los simbolizaba devino un emblema de la energa de la vida, de la creacin' Hemos hallado en una terracota tarasca sendas espirales mar- cadas en los pechos de una femenina figura que da de lactar a un ee C. E. Crcamo, loc. cit., P. 16. 1oo S. Freud, "Traumdeutugn", en los Gesammelte Schriften, t' u, Viena. ' ----ir C. G. |ung, Mtonot'phoses et Symboles de lalibido' Pal EL CARACOL Y EL TABACO 591 nio.102 Las espirales, acaso imitacin de pinturas y tatuajes pare- cidos usados en las costumbres de Ias madres tarasqueas, respon- dan en todo acaso a su funcin emblemtica de "portadoras de vida". As, pues, quienes han visto en los antroposigmoides de los indios cubanos unos smbolos de Ia fecundacin, basndose en la posicin subordinada de tales figurillas, en el vientre o pecho de otra antropomorfa mayor, tal ccmo aparecen en los conos p- treos de las cavernas de Oriente, pueden reafirmar su tesis con ms argumentos; pero slo combinndolos con los ms directos, deri- vados del fundamental sentido rotatorio del consabido smbolo y referentes a su significacin como Huracn. Tratando de establecer el carcter esotrico de la espiral entre los indios mexicanos, ha podido decirse que ella representa el fue- go, la nube, el humo, el viento y hasta la lluvia; y luego el aliento, la palabra y el sonido. "Simboliza siempre una funcin generativa, dinmica...." "El principio activo, el germen en movimiento, La Vida, er su unidad y en su equilibrio perpetuamente mvil: la fe- cundacin, ya provenga del sol, de Ia lluvia, de Ia tierra o del aire, tal es la significacin esotrica de la espiral en todos los casos".103 Es ahora cuando podemos aceptar la ya citada teora de Astley referente al simbolismo de la svstica, que no es sino una deriva- cin de la espiral y de la sigma. "Cul es Ia idea universal sim- bolizada por la svstica, a la cual se debe su importancia mgica por todos los continentes?" As pregunta Astley y l mismo responde: "La respuesta es la nica palabra 'vida'... Yo creo tlue esta teora que yo propongo es original y concluyente. El trincipio de ln vida, misterioso e inexplicable en sus orgenes, su continuidad y su aparente terminacin, o por lo menos su traspaso a otra esfera desconocida, es la solucin de ese enigma clel simbo- lis6".ron Pero esto no significa, como supone Astley, que la svs- lica y su sentido tengan que derivar de un anterior emblemismo srlar. Pinsese en que la svstica procede de la sigma doble y cruzada, alegrica de los cuatro vientos en movimiento en rota- 102 Basler y Brumer, ob. cit,, p. 29 A. roa ftisds Gmez Robelo, El significado esotrico de algunos smbo- It,s 7oo^. Mxico, 1925, p. 12. ro4 H. I. D. Astley, Biblical Anthropology. Londres, 1979, p. 127. 592 EL HURACAN cin, y se llegar ms fcilmente a la idea de la fuerza vital. Mucho antes de salir el Sol como jerarca en la mitologa, ya el pesto primordial estaba ocupado por el Gran Remolino, cuyo soplo crea- ba todo el cosmos y al mismo Sol lo impulsaba da y noche para que hiciera su camino sidreo. Y tambin por esos motivos, si la svstica significaba "buena suerte", era un portaventura o amuleto. Sin embargo, los creyen- tes en talismanes y "resguardos" deben ir en eso muy cautelosos. Dcese que la ltima emperatriz de Rusia, sumamente ignorante y supersticiosa, cubri las paredes de su ltima prisin en Ekaterin- burg con svsticas para que stas la protegieran; pero la rnagia no oper esta vez. Fue que hubo fuerzas de una magia superior o quizs fue porque la emDeratriz pint las svsticas en forma sinis- troversa. Lo mismo ocurri con las svsticas del nazismo. Fueron siniestras! En conclusin, el cono indocubano fue smbolo del Hutacn y, por lo mismo, Io fue de la revolucin como fenmeno csmico' Revolucin que destruye y reconstruye, que deshace y rehace, quc a.s desarraiga como resiembra y hace germinar. El smbolo de la "revolucin", e as,aniquila como crea, en la fenomenologa cs- mica como en la social. La rueda del alfarero con sus revoluciones forma las vasijas de barro y as fue como, en la mitologa egipcia, se crearon los seres humanos; pero tambin esa misma rueda re- volucionaria transfonna las sociedades, segn la metfora milena- ria de esos mismos pensadores de Egipto. "El pas da vueltas como el torno del alfarero", se deca varios milenios hace en las Adyertencias de un vieio sabio, escritas en un papiro cle las dinas- tas heracleopolitas, relatando la disforia,.la corrupcin y la crisis desintegrativa que en su poca padecieron los pueblos nilticos.lor Si un da hubiese de desatarse en Cuba una revolucin que destruyera como un huracn y creara de nuevo como un soplo de gnesis, quizs su ms genuino y expresivo emblema sera el Que muchas centurias atrs lo fue de los indios cubanos, nacido de su mentalidad y reverenciado en sus itos. 105 A. Moret, El Nilo y la Civilizacin Egipcia. Trad. esp' Barcelo' na,1927, p.263. CAPITULO XII LA DAI:,TZA DEL HURACAN Sumario: El anCrosigmoide cubano en "actitud de baile".-Las danzas m- gicas y metericas.-Sus detalles simblicos.-El luego comelagatoazte. -El iuego de los voladores.-El itego patolli.-El juego de tlachtli o de batey.-Las danzas giratorias unpedes.-El "baile flamenco" de la gi tanera espaola.-S u Danza de la Tempestad.-Ritualidades sigmoideas de los egipcios y de los etruscos.-El areyto de Maboya, segn el P. Du Tertre.-Los espritus de los maboyas slo tenan cabeza y brazos.-La figura cfalosigmoidea como smbolo de Cuabancex, Maboya a lura- kn._-Conclusin. Una de las interpretaciones dadas a la tpica imagen androsigmoi- dea de los indios cubanos es Ia de una "actitud de baile". Es lgica, como ocurre con todo movimiento humano de carcter giratorio. Pero lo importante est en saber cul es el baile que quisieron representar los artistas cubanos en las cavernas costeras de Oriente y en las asas ornamentales de sus cazuelas. Puede inferirse que era una danza ritual de magia, \a "danza de la tempestad". Con cierto simplismo, basado en las aportaciones de este estudio, pudiramos denominarla la "danza del huracn". Ha sido observado que "el salvaje es hombre de accin. En vez de pedirle a un dios que haga lo que l desea que sea hecho,.l lo hace o trata de hacerlo por s mismo; en vez de oraciones l pre- fiere conjuros. En una palabra, l practica la magia, y sobre todo enrgica y frecuentemente eiecuta danzas mgicas. Cuando un sal- vaje quiere sol o viento o lluvia, no va a la iglesia a postrarse ante un dios; l reune a su tribu y baila la danza del sol o la danza del viento o la de la lluvia".r El sacerdote de los negros bailas coloca en un cacharro agua con ciertas races y las revuelve con un palo en horqucta que hace girar entre sus manos como si fuera a sacar fuego por friccin. Asl levanta cierta espuma, que significa "nube", r fane E. Elarrison, Ancient Art ond Ritudl. Londres, 1927, p. )0. 597 EL HURACAN cin, y se llegar ms fcilmente a la idea de la fuerza vital. Mucho antes de salir el Sol como ierarca en la mitologa, ya el pesto primordial estaba ocupado por el Cran Retnolino, cnyo soplo crea- ba todo el cosmos y al mismo Sol lo impulsaba da y noche para que hiciera su camino sidreo. Y tambin por esos motivos, si la svstica significaba "buena suerte", era un portaventura o amuleto. Sin embargo, los creyen- tes en talismanes y "resguardos" deben ir en eso muy cautelosos. Dicese que la ltima emperatriz de Rusia, sumamente ignorante y supersticiosa, cubri las paredes de su ltima prisin en Ekaterin- burg con svsticas para que stas Ia protegieran; pero Ia magia no oper esta vez. Fue que hubo fuerzas de una magia superior o quizs fue porque la emperatriz pint las svsticas en forma sinis- tioversa. Lo mismo o.utii con las svsticas d'el nazismo' Fueron siniestras! En conclusin, el cono indocubano fue smbolo del Huracn y, por lo mismo, lo fue de la revolucin como fenmeno csmico. Revolucin que destruye v reconstruye, que deshace y rehace, quc as desarraiga como resien-rbra y hace germinar. El smbolo de la "revolucin", gue as.aniquila como ctea, en la fenomenologa cs- nica como en Ia social. La rueda del alfarero con sus revoluciones forma las vasijas de barro y as fue como, en la mitologa egipcia, se crearon los seres humanos; pero tambin esa misma rueda re- volucionaria transforma las sociedades, segn la rnetfora milena- ria de esos mismos pensadores de Egipto. "El pas da vueltas como el torno del alfarero", se deca varios milenios hace en las Adyertencias de un eio sabio, escritas en un papiro de las dinas- tas heracleopolitas, relatando la disforia,.la corrupcin y la crisis desintegrativa que en su poca padecieron los pueblos nilticos.lo5 Si un da hubiese de desatarse en Cuba una revolucin que destruyera como un huracn y creara de nuevo como un soplo de gnesis, quizs su ms genuino y expresivo ernblema sera el oue muchas centurias atrs lo fue de los indios cubanos, nacido de su mentalidad y reverenciado en sus ritos. 10 A. Moret, El Nilo y la Civilizacin Egipcia. Trad. esp. Barcelo- oa, 1927, p. 263. CAPITULO XII LA DAI,IZA DEL HURACAN Sumario: El anCrosigmoide cubano en "actitud de baile".-Las danzas m- gicas y metericas.-Sus detalles simblicos.-El juego comelagatoazte. -El juego de los voladores.-El ircgo patolli.-El juego de tfachtli o de bate,.--^t danzas giratorias unpedes.-El "baile flamenco" de la gi- tanera espaola.-S u Danza de la Tempesad.-Ritualidades sigmoideas de los egipcios y de los etruscos.-El areyto de Maboya, segn el P. Du Tertre.-Los espritus de los maboys slo tenan cabeza y brazos.-La figura cfalosigmoidea como smbolo de Cuabancex, Maboya o lura- k<n.-Conclusin. Una de las interpretaciones dadas a la tpica imagen androsigmoi- dea de los indios cubanos es la de una "actitud de baile". Es lgica, como ocurre con todo movimiento humano de carcter giratorio. Pero lo importante est en saber cul es el baile que quisieron representar los artistas cubanos en las cavernas costeras de Oriente y en las asas ornamentales de sus cazuelas. Puede inferirse que era una danza ritual de magia, la "danza de la tempestad". Con cierto simplismo, basado en las aportaciones de este estudio, pudiramos denominarla la "danza del huracn". Ha sido observado que "el salvaje es hombre de accin. En vez de pedirle a un dios que haga lo que l clesea que sea hecho,.l lo hace o trata de hacerlo por s mismo; en vez de oraciones l pre- fiere conjuros. En una palabra, l practica la magia, y sobre todo enrgica y frecuentemente ejecuta danzas mgicas. Cuando un sal- vaje quiere sol o viento o lluvia, no va a la iglesia a postrarse ante un dios; l reune a su tribu y baila la danza del sol o la danza del viento o la de la lluvia".r El sacerdote de los negros bailas coloca cn un cacharro agua con ciertas races y las revuelve con un palo cn horqueta que hace girar entre sus manos como si fuera a sacar fuego por friccin. Asl levanta cierta espuma, que significa "nube", r fane E. Iarrison, Ancient Art and Ritual. Londres, 1927, p. 30. 59? '94 HURACAN y con ella salpica en todas direcciones. Luego quema otras yerbas y produce humo oscursimo, y sus cenizas, echadas en el agua suso- dicha, la oscurecen mucho; as Ias nubes blancuzcas se ennegrecen por la tempestad. Y sigue haciendo rotar el palito mgico, que es el remolino de viento que convertir las nubes en lluvias.2 El negro "hacedor de lluvias" creaba as el remolino de nubes que traera las aguas. El haca la tempestad con esos movimientos rotatorios. Lo mismo hacan luego sus compareros de tribu por me- dio de los bailes colectivos de catcter giratorio; formaban un remo- lino de vintos, creaban la tempestad pluvfera. Como fcilmente se comprende, este rito es contrario al de "cortar la nube" peligro- sa, que aun se practica en Cuba y en todos los continentes. Por ste se procura destruir la nube temida, por aqul se trata de crearla para tener luego sus benficas aguas; pero el concepto de la tcnica m' gica es el mismo en los dos. Son numerosos los ejemplos anlogos que pudieran aducirse. Citemos slo algunos de ellos. Entre los negros wahuma del Lago Alberto Nyanza, el hechicero "hacedor de lluvias", diramos el "llo- vedor" o el "pluvfero" o "pluvfice", echa agua en una vasija y en ella una piedra negruzca, y luego sobre sta derrama el jugo de ciertos yerbajos machacados y la sangre de un cabro negro. Despus de un conjuro, esparce el lquido mgico a todos los vientos con un hisopo de yerbas. El negror de la piedra y de la sangre son smbolos de nubarrones y la aspersin del agua produce las lluvias.3 Entre los indios omaha de Nortearnrica, cuando quieren llu- vias para sus maizales los sacerdotes llenan un gran recipiente con agua y bailan alrededor cuatro veces. Uno de ellos toma un buche del agua y lo esparce en el aire, soplando en forma de finsima llo- vizna, y despus derrama por tierra toda el agua de la vasija y los aclitos se echan a tomarla en buches y lanzarla al aire, una 1 otra vez, enf.angndose los rostros. Los cielos envan los aguaceros uece- sitados y la cosecha del maz es abundante.a 2 E. W. Smith y A. M. Deale, The lla Speaking Peoples in Northern Rhodesid,1920, t. u, p. 208. s Fr. Stuhlmann, Mit Emin Pasha ins Herz von Afrika. Berln, 1894, p. 588. Cita de f . G. Frazer, The Magic Arf, Londres, 1913, vol r, p. 250. a f. Owen Dorsey, "Omaha Sociology", Third. Am. Rep. of the Bur. of Ethnology. Wshington, 1884, p. 347. LA DANZA DEL HURACAN 595 En tiempo de seca los indios tarahumaras de Mxico arrojan agua hacia Ios cielos para que su dios haga llover. Y en el mes de mayo queman las yerbas produciendo grandes masas de humo que al ascender se transfoman en nubes y luego en aguas llovedizas.s Pudieran multiplicarse los eiemplos de estos ritos mimticos de los hacedores de lluvias. Probablemente en el sistema agrcola primitivo de la tumba y foguereo del monte para hacer un claro y en l plantar el sembrado, debi entenderse que las enormes masas de humo que se elevaban al cielo servan para que lloviera. Los agricultores, diri- gidos por sus tcnicos especialistas en la magia pluvfera, "hacan llover". As como el muy entusiasta espectador de una regata de reme- ros o carrera de caballos hace a veces inconscientemente movimien- tos que parecen impulsar al bote o al caballo favorito, el fantico de Ia pelota o del billar hace ademanes para que corra la bola, y el marino fastidiado por la calma sopla o silva para que venga el viento; as hace el salvaje impaciente cuando quiere que algo suceda. No es precisamente por ilusin intelectual, ni siquiera por un instinto de imitacin, sino por manera de un lenguaje de gestos y ademanes; es por una especie de anticipacin psicolgica, por la descarga de la gran emocin que ha ido condensndose en la contenida fuerza de un impetuoso deseo. fane E. Harrison ha fijado bien el sentido de tales rituales mgi- cos en forma mimtica. El salvaje baila, dice ella, no slo despus de la batalla, de Ia cacea o de la lluvia, para expresar su alegra, conmemorando el suceso, sino antes. La tribu que va de guerra se prepara con una pantomima del combate. La danza es entonces como Ia precipitacin emocional de un anhelo, para que la emocin se trueque en accin. Hay en ello, sin duda; una imitacin, lo que Ios griegos decan mimesis; pero no una "representacin" conmemo- rativa, sino "presentacin" reactivadora. Se imita lo que se desea cue suceda, no lo que ya pas. No es una evocacin de lo pasado sino una provocacin de lo venidero. El elemento emocional que se manifiesta por el placer de la rcpeticin en la danza conmemoradora de la guerra pasada y la vic- toria obtenida, despus, en la danza preparatoria de la prxima 6 C. Lumholtz,UnknownMexico. Londres, 1903, r, pp. i80 y 330. 596 Et HURACAN guerra, se encamina a la anticipada renovacin del mismo placer. La nueva victoria es un intenssimo deseo de la tribu; pero la an- siadsima batalla no puede efectuarse todava. El deseo no puede satisfacerse y por su inhibicin ste crece ms y ms y se va acu- mulando hasta que la exasperacin de nervios y msculos no puede resistir y estalla en una accin mimtica precursora de la realidad que se espera. No se trata de ejercicios preparatorios y de adiestra- mientos sino de dar salida al caudal emotivo, aquietando la impa- ciencia con un simulacro blico. Por eso no se efecta por unos mi- mos disfrazados la copia de una batalla que la tribu contempla, sino la reproduccin de un hecho emotivo que la tribu ejecuta por s, en que ella misma es actora. Los danzantes no imitaban la guerra, hacan la guerra; no imitaban la tempestad, la actuaban. As aquie- taban la impaciencia y crean provocar el movimiento del importan- te y ansiado suceso. Y todos se sentan en la excitacin y el bullicio del combate; como si ste fuere verdadero, tal como los prvulos se creen soldados en sus juegos blicos. No habis visto y odo a un grupo de nios de hoy da iugar a la guerra area? Ellos "despegan", se elevan, con los brazos abiertos como alas y con la boca rugiendo como motores fogosos, voltean y vigilan hasta que descubren al enemigo y entonces van contra l a ganarse la victoria. Se oye el ono- matopyico chiflido de Ia bomba que cae y el tableteo de las ame- tralladoras; a veces el guerrero, todo avin, se trueca como l en p- racaidista, que desciende con calma sobre la tierra. En ocasiones, el aviador triunfante se cree herido y hroe, se pone una mano en el pecho y con la otra en ala va cayendo en espiral ms y ms cerrada hasta que da en tierra, sonriente y "de cara al sol", en la euforia del sacrificio. Los pequeos han hecho la guerra como la hacen sus padres y sienten que un da vencern a los otros nios grandes que sean sus enemigos. No os riis de los nios que iuegan a guerra; ellos lo tomarn a ml como una irreverencia. Ellos saben que su mimesis no es realidad, pero la viven "como si lo fuera" (os if, como pensaran los filsofos ficcionistas); ellos ponen en su juego toda su exuberante emotividad anhelosa de realidades, de lucha y de gloria. Ellos y aun las gentes mayores saben que las mscaras de los habaneros diablitos rtnigos son pura ficcin; pero, no obstante, LA DANZA DEL HURACAN 597 se asustarn con ellas y sentirn el placer de asustarse. No importa que el nio sepa que la impresionante careta se la puso su mismo padre. No, aqul ente con careta ya no es su padre, ste desaparece absorbido por el ente misterioso. Y, a su vez, el sujeto que vista el disfraz del "diablito" tambin se sentir algo posedo en su espritu y actuar en los ritos segn ste le inspire. Todos participarn en la celebracin del drama litrgico. Esquilo se refiere a ciertos ritos que celebraban la llegada de la primavera dedicados a la Nladre Moraa en Tracia, y, despus de aludir a los instrumentos ensordecedores que aquellos taan, ci- ta los bramidos de toro que surgen de lo invisible, los espantosos mimos y la voz del trueno que nace de un tambor y llena el aire de amenazas. Para Harrison esos ritos primaverales no eran sino una ceremonia de "hacer viento y tr-uenos" como las que ejecutan los indgenas australianos. Los mimos no imitaban el trueno por curio- sidad, ellos "hacan el trueno", lo efectuaban y lo descargaban de s por mgicos propsitos. Cuando un marino velero quiere que sople el viento, l "lo hace", o, como luego se vino en decir, "lo silba"; cuando quiere el trueno que le ha de traer la lluvia, "lo hace": l mismo deviene trueno y pone en ello toda su emocin. Observa fane E. Harrison que la voz griega para significar "ri- to" es dromenon, que quiere decir "una cosa hecha". Y que Ia re- presentacin teatral es drdmd, y drama tambin significa "cosa hecha".6 Hoy da este sentido tergico del rito y del drama no se ve tan claro, porque la magia ha perdido su prestigio y va siendo sustitucla por la ciencia. Cuando se pierde la fe en la magia, todo ello resulta una simple y frvola imitacin, como un juego de nios, visto por los adultos; de la misma manera que sin la fe religiosa son pueriles las procesiones y rogativas para que llueva en las pocas angustiosas de la sequa. Cuando las antroplogos estudian los pueblos primitivos, dice fane E. Harrison, "buscan los templos de los dolos paganos y en- cuentran Iugares para los bailes colectivos y danzas rituales". As podemos explicarnos cmo Fray Bartolom de las Casas no encon- 6 fane E. Harrison, ob. cit., p. 35. 598 EL HURACAN traba en Cuba templos y casi ni religin, y, sin embargo, hallaba bateyes, para las ceremonias, peioteos, areytos y bailes tribales de indubitable carcter religioso. Cuando el indio cubano quera viento que le trajera las aguas, ejocutaba la danza del viento, personificando l mismo el ente meterico y mitolgico; es decir, girando vertigino- samente como las trombas y adornndose con pinturas, plumas y caracoles, que le representaran las corrientes del aire, las nubes cirro- sas, las aguas llovedizas y los rugidos de la tempestad. Aun cuando en las Antillas no se reconocen las clsicas cuatro estaciones del ao como en los pases templados, no deja de haber periodicidad en los fenmenos estacionales del calendario y se es- peran los equinoccios que traen las lluvias y los ciclones. En Grecia y Roma el ao originariamente comenzaba con los ritos primave- rales. Fueron stos ritos los que dieron a Grecia un dios Dionisos y en parte su drama. As en Cuba los ritos mgicos del equinoccio primaveral debieron de iniciar su calendario del ao. Y en esa poca de tormentas hasta el equinoccio otoal, que cerraba con los hura- canes, las funciones de los behiques y sus ritos mgicos y las de las rituales danzas que dirigan los tekinos debieron de ser muy afano- sas y socialmente trascendentales, para atraer las turbonadas porta- doras de las lluvias y de la fecundacin de la naturaleza y prevenir los desenfrenos de los huracanes. La danza de la tempestad, por su vital inters econmico, debi de ser el ms cuidadoso areyto y el de ms emocin social. Esas danzas de los fenmenos metericos han sido comunes en los pueblos de cultura iletrada y en los antiguos; aun hay vesti- gios de ella en los pueblos rsticos de Europa. En unos casos predo- min la apetencia de las aguas, en otros el temor de rayos y truenos, o el concepto del viento a la vez terrible y deseado portador de las Iluvias, o, en fin, todo se comprendi en una sntesis, que puede expresarse por "la tempestad"; en Cuba por "el huracn" gue era su protagonista. Las danzas han sido procedimientos rituales de la religin y de Ia magia para propiciar y dominar la voluntad de las potencias misteriosas. Y con ese propsito se bailaba, reproduciendo Ios movimientos de los astros y los fenmenos atmosfricos que se deseaba provocar o las actitudes tpicas de los dioses que Ios gober- naban. "La danza fue el primero y principal medio adoptado por Ia LA DANZA DEL }IURACAN 599 humanidad prehistrica para entrar en activa unin con la deidad adorada. La primera idea fue la de imitar los acompasados movi- mientos del dios o los gue se suponan como tales. Despus este motivo fundamental fue ms y ms olvidado, pero el rito se mantu- vo vigente, como ocurri con tantas otras formalidades religiosas a las cuales sostuvieron la tradicin y el hbito aun despus de haber Cesaparecido su espritu." 7 Por eso todos los movirnientos de las danzas primaverales fueron simblicos y llenos de sentido mgico- religioso. No importa que hoy da no los comprendamos ni sepamos traducirlos; ellos indudablemente tuvieron su sentido ahora yacente, como esos objetos arqueolgicos que fueron de costosa produccin y llenos de figuras esotricas que duermen en los museos sin que nadie les entienda su lenguaie. No pocos rle esos movimientos coreogrficos sobreviven tam- bin en numerosos gestos, ademanes, pasos, mudanzas y figuras coreogrficas de los tiempos actuales; sobre todo en los bailes folk- lricos. Los motivos coreogrficos que aparecerr en la cermica arqueolgica, tambin se mantienen en las danzas del da, unos y otros tan slo como motivos plsticos, meras supervivencias de motivos ideolgicos que ya murieron. Cuando ahora fijamos nues- tra atencin en los bailes populares, no es difcil descubrir los que en las pocas vetustas y en las culturas primitivas debieron de ser significativos de la tempestad y de sus varios y complejos fen- menos. Los remolinos de viento eran danzas de entes invisibles. El folklore europeo conserva la tradicin de que en los tobellinos de polvo y de aire estn bailando las ninfas o nereidas. El viento dan- zaba. Los egipcios solan representar a Tifn, uno de sus dioses del viento, con la figura del dios Bs o con slo la cabeza de ste con dos culebras. Bs era deidad que se supona oriunda del Mar Ar- bigo, que es tan combatido por los tifones, de facciones exticas y negroides con corona emplumada.Y Bes era el "dios del baile".8 En los torbellinos de viento bailaban las diosas. Del baile de Herodas se ha dicho que fue el baile de cierto ente sobrenatural en un remo- ? A. Reville, Hibbeft Lectures, 1884, p. 224. e Wilkinson, ob. cit., vol. rr, p. 6. 600 EL HURACAN l.ino.o Pero si los dioses del viento bailaban en vueltas, para propi- ciarlos o vencerlos haba que bailar como ellos, en volteretas y ron- das. De ah los ritualismos mgico-religiosos de carcter rotatorio, es decir, de mmica homeoptica. Simila similibus. Esos ritos rotatorios comprenden formas numerossimas, des- de las vueltas "en sentido ortodoxo" que da el sacerdote oficiante hasta las danzas colectivas en grandes crculos. O'Neill hall un antecedente de las danzas giratorias en textos clsicos referentes a los movimientos, siempre dextroversos, que eiecutaban los sacerdo- tes de la pagana romana.ro Las grandes danzas colectivas de propsito propiciatorio de las deidades agrarias suelen ser de tipo rotativo, como vamos a ver. Curt Sachs u ha recogido mltiples referencias de las danzas del viento, con las cuales pueden relacionarse y por lo comn confundirse, aun cuando l no lo seale, otras danzas llamadas "de la lluvia", "ser- pentinas", "mendricas", astrales", "de fertilidad", etc. Todas ellas integran el compleio coreogrfico de la "danza de la tempestad". No tenemos espacio para recoger aqu Ias descripciones de esas danzas antiguas y primitivas, hechas por poetas e historiadores cl- sicos y por etngrafos contemporneos. Slo daremos algunas refe- rencias atinentes a nuestro especial propsito. Recorriendo esas descripciones coreogrficas, se pueden fcil- mente entresacar los simbolismos de su conjunto y de algunos de sus detalles . Para imitar al viento en sus danzas de fertilidad, los aranda de Australia Central se ayudaban con ramas de rbol que agi- taban rtmicamente. Era como una danza de abanicos creadores del viento. Sachs cree hallar en ciertos iuegos de banderas, que acom- paan frecuentemente las danzas populares en Suiza y en Holan- r, uras reminiscencias de los primitivos sortilegios atractivos del viento. e Iacob Grimm, Teutonic Mythotogy- Londres, 1883, vol' tt, p' 632' tO'gn plinio (ixvur. 2): "In adorando dextram ad osculum referimus, totunrque corpus ciicumagimus"; en Plauto (Curc.ulio, t, i, 70): ''Si deos sa- lutas, extrovlrsottt "ott."; y Solinus (45 Med ): "Tarpeium fovem terna <Ie*tlatione lustravit". (John'O'Neill, The Night of the Gods. Londres, 1897, vol. Ir, p. 700.) rr Histoite de la Datse. Pars, 19J8. LA DANZA DEL HURACAN 60I Los indgenas de Tasmania eiecutaban una danza de la tem- pestad muy materialista, dice Sachs: se arrojaban al suelo y ro- daban por l mientras golpeaban la tierra con pies y manos. As creaban el rayo y el trueno, imitndolos con sus cuerpos. Danza primitiva que aun sobrevive en Alemania y Suiza, segn Sachs. En el Alto Egipto una pintura de unos 1900 aos A. c. re- presenta la pantomima "del viento", segn dicen los mismos ie- roglficos que lleva al pie. Es danzada por tres mujeres; una pasa sus brazos sobre las ramas de los rboles como para agitarlas, otra se encurva de lado como hara una palmera abatida por una rfaga, Ia ltima se dobla como un iunco. 4000 mil aos despus, Gustave Flaubert observaba en cierta danza de Egipto movimientos que evo- caban los de un rbol que se alza cuando ya la faga pas.l' Anlogas a estas danzas metericas y entrelazadas con ellas son las que suelen denominarse "danzas astronmicas" o "danzas estra- les", n las cuales se imitaba el curso de los astros y el advenimiento de las estaciones. Se practicaron en las liturgias de los templos egip- cios y tambin en Ia antigua Grecia, segn Luciano. En las actua- les danzas de la lluvia de los pases balcnicos, una multitud de muchachas va en procesin por el pueblo. Una de ellas, vestida slo con hierbas, hoias y flores, baila en torbellino sin cesar, en medio de la ronda que forman sus compaeras, que la rocan con agua. Vestigios de esta danza se hallan en Transilvania, Moldavia, Alemania e Inglaterra. En la danza de la lluvia del noroeste de Aus- tralia, el sacerdote que "hace llover" baila horas enteras alrededor de cierto montn de piedras y de arena, cantando un mgico gori- gori hasta que cae exhausto y Io sustituye un aclito. En las danzas hula de Hawaii las muieres visten sayas de verdes hoias y collares de flores. En cierta vieia danza propiciatoria de la naturaleza,las danzantes Ilevan maracas para hacer el ruido de la lluvia y tambores de gira para el de los tuenos. Sus agitados dedos imitan los chorros de Ia lluvia, sus ondulantes brazos las olas y las ramas sacudidas por eI vendaval.rs Mientras, su cuerpo gira sobre 12 Sachs, ob. cit., p. 52. 13 C. Gessler, "Hawaiian Hula Dance", Dscotery. Londres, agosto de 1938, p.239. 602 EL HURACAN s en rpidas volteretas y ruedan las caderas en signo de giracin y de erotismo. El vocablo hebreo mahol, empleado siempre para expresar las danzas femeninas, viene del verbo hul, "girar", el cual se emplea igualmente para designar los torbellinos del viento y la espada blan- dida en remolino. En la antigedad todo el mundo mediterrneo conoci las danzas tourbillonans. Sachs dice que la danza de los derviches es una antigua "danza astral". Las danzas circulares eran sortilegios para la lluvia y la fecun- didad de los campos. Eran como las procesiones que hacan los sacerdotes arvales de la antigua Roma alrededor de los campos agostados por la sequa. De esos ritos deambulatorios y danzas circunvalatorias, Sachs encuentra supervivencias en ciertas regiones catlicas de hoy da, donde cuando no llueve sacan en procesin por los campos a los santos milagrosos y a veces alguno especial- mente dedicado a esa funcin de "hacedor de lluvias", como el labrador San lsidro. Sachs tambin relaciona con estas danzas de fertilidad las numerosas que an se practican en Europa alrededor del "rbol de mayo" o de un poste, que la danza en ronda va forrando con cintas multicolores. Son las "danzas de cintas" o "de trenzado", mantenidas por el folklore europeo. En relacin con esta danza de fertilidad estn las danzas sola- res. Segn Sachs, son poco interesantes porque el sol no tiene una marcha episdica y varia. El sol inspira solamente una danza circu- Iar tal como l hace, dice Sachs, como las manillas del reloj en el hemisferio boreal, esto es: este, sur, oeste, norte, y a la inversa en el hemisferio austral. Estas dos formas de giracin, digamos nosotros, son precisamente las contrarias a las seguidas por los huracanes. En Europa an se prctican, en los solsticios de verano (San luon) y de. inviemo (Nattidad), las llamadas "danzas de las hogueras" en las cuales la gente moza formada en rueda va saltando sucesivamente sobre ]as candeladas. La serpiente, smbolo de los vientos, de las aguas, de la gene- racin y de los muertos, figura con frecuencia en tales danzas. A veces los danzantes llevan las culebras en sus bocas como para personificarlas e identificarse con ellas. En varios pueblos de las Guayanas se conocan las danzas de serpientes. Los bailadores, di LA DANZA DEL HURACAN 603 vldidos en dos bandos, cargaban sendas culebras artificiales y con ellas al hombro danzan imitando los sinuosos movimientos de los ofidios.la Entre los primitivos y en buen nmero de danzas popu- lares europeas la ronda se desarrolla con frecuencia en espiral y acaba a veces en serpentina. En esas danzas colectivas desarrolladas en crculos o espirales se imitan los movimientos de la serpiente y en definitiva se refieren a las potencias sobrenaturales que el ofidio representa. Aqu no parece inoportuno repetir que la voz cicln fue adoptada por Piddington porque significa en griego "serpiente enroscada". Sahagn se refiere a una antigua datza de los indios de Mxico; los danzantes no siguen direccin determinada. . . toda la danza no es sino una gran serpiente. . . mientras en todas partes se cantan los himnos de la diosa del maz o "serpiente de Siete Cabezas" y tambn los del dios del viento. La danza solem- ne dedicada a Quetzalcootl, el dios de la Serpiente Emplumada, se compona de numerosas rondas concntricas. En Cuba el afro- cubano baile llama do La Conga, de procedencia bant, es una supervivencia de esas danzas procesionales, serpentinas y erticas. Y en los templos habaneros donde perduran los cultos yorubas bailan en ronda sinistroversa a las diosas de las aguas. En los simulacros danzarios de la tempestad no faltaban los ruidos, que constituan la m(rsica de la magia provocadora. El retumbo y el tableteo de los truenos se imitaban con el toque de tambores y panderos, con el estrpito de las armas al entrechocar unas con otras, con el golpeteo de los bordones rtmicos, el taco- neo de los pies sobre el suelo y el repique de crtalos y castaue- ]as. A veces se usaron c'ruzmcttct, como castauelas hechas no de madera de castao sino de bivalvas conchas marinas, Ias cuales aadan otro simbolismo al conjunto y su sonido se aproximaba al de Ia lluvia. Y como aqullas, eran las nacheroe o crtalos de ncar. El sonido de la lluvia se asemejaba con el de maracas, carras- cas e instrumentos parecidos y con el tintineo de sistros, sonajas y cascabeles. El rugido de los vientos se reproduca resoplando los caracoles, bocinas o fotutos y sobre todo con las vibraciones de los tambores de friccin y de las bramaderas, cuyas lgubres voces eran las de los muertos. la Holmes, ob. cit., p. 139. 604 E,L HURACAN La mimesis coreogrfica trataba de evocar los movimientos astrales y rnetericos. Igual ocurra si las danzas eran colectivas o individuales. En este caso, el genio de la bailadora tena que sin- crctizar en s misma el tema de la tempestad con todos sus ruidos y movimientos. Dando vueltas una y otra vez en el mismo sentido se in-ritrban los obitados y recurrentes pasos de los astros; o si cn otros sentidos, Ias esp.irales de los huracanes y los serpenteos de las rfagas de aire. El cuerpo con los brazos en alto se cimbrea a un lado y a otro y hacia atrs y aclelante, como una palmera sacudida por el vendaval, o bien ondula y se retuerce como una serpiente, va volteando repetidamente hasta acabat en un vertigi- noso molinete o "girada" sobre la punta de un solo pie, con la mmica simblica de un enfurecido unpede huracn. Los brazos se elevan a las nubes, donde toman la lluvia con las manos, y luego, los dedos, movindose finamente, van bajando como cho- rros por la cabeza y por sus costados y a todo lo largo del cuerpo que culebrea. Los brazos acentan los movimientos curvilneos e impulsan los giratorios del cuerpo, acloptando una y otra vez err momentos culminantes, y sobre todo en su final, la postura sig- moide simbolizadora de la giracin dcl viento: un brazo en alto, alzando la mano por sobre la cabeza erguida, y el otro en lo bajo, con la mano por la cadera. Agitando los brazos en lo alto, y ms si con ramas, follajes o abanicos en las manos, se creaba el viento; si stas sc nroj:rban para podcr rociar a la multitud, al ventear se aada Ia lluvia. Las manos con frecuencia acompaan los ritmos con el ruido del sistro y de los tintinbulos, con el retronante de los crtalos y castairuclas y sobre todo resonando panderetas, qtre son a la vez figura de crculo astral, trueuo en las membranas, lluvia en las sonaj:rs y rayos y agllas en las colgantes cintas de rojo y aztl. L,as picrntrs no slo ejecutan los pasos giratorios; con sus pies desnudos golpean el suelo a ritmo colno Para transmitir a Ia tierra la encrga vital y despertarla a la accin. Se ha dicho que antigua- nrente los tacones, sacudiendo a la Madre Tierra, eran ritos de fertilidad.l5 Acaso los zapateos, taconeos y chancleteos recuerdan los truenos y los chicheos de los aguaceros. Ya los danzantes re 15 P. Nettc, p. i08 LA DANZA DEL HURACAN 60' manos conocieron las escobillns o escobilleo, luego tan populares en Andaluca, e4 Cuba y otros pases de la Amrica latina, que recordaban el chipichipi de la llovizna. No est ajeno el cuerpo a su evocacin gensica: la danza de la tempestad no es slo cimbreo por las rfagas ni volteo por el torbellino; es tambin provocacin ertica, propsito de fecunda- cin. No olvidemos que es una danza de la fertilidad. Muchos Fc. 325 de los bailes colectivos de los pueblos primitivos, dedicados a los astros, a las estaciones, a las lluvias, a las siembras y a las cosechas, suelen ser acompaados de mmicas y episodios obscenos; a veces terminando en orgas estimuladoras de la naturaleza. Entre las "danzas de tempestad" no citadas por Sachs y ms bien conocidas por "juegos", porque la espectacularidad atltica de sus episodios rituales ms caractersticos se aparta de los pasos comunes, estn algunas propias de los indios de Amrica en la 606 EL HURACAN poca de la conquista por los blancos. Acaso la ms interesante danza indoamericana de ese tipo es la de los nicaraos y chorote- gas. Este juego llamado comelagatoazte, al cual se refiere Oviedo, quien adems trae una figura descriptiva del mismo (fig. 325), era un juego de carcter giratorio. Sobre dos horcones daba vuel- tas un palo en cuyo centro, atravesada en cruz, haba una larga vara de cuyos extremos se sujetaban un hombre en cada uno y en posiciones contrapuestas, los cuales fcilmente hacan voltear la vara. Otro "juego" giratorio anlogo era el de volndores por el cual dos jvenes mimos, atados a una estructura de madera que penda de un alto poste coronado por un dolo, volteaban a su alrededor rpidamente como si volaran. De este espectculo trae una deta- llada y entusiasta versin Oviedolo (fig. 326). Uno de los nios lanzaba flechas con un arco mientras el otro agitaba en una de sus manos un "moscador lindo de plumas" " y et la otra un espejo. El nio con un espejo y un abanico acaso fuera precisamente la figura de }a deidad que los mexicanos llamaban Tezcatlipoca; pues stos lo representaban con un "espejo reluciente" en su dies- tra y en su mano izquierda "un abanico de oro y rle hermosas plumas, tan brillante que pareca un espejo", segn dice el jesuta veracruzano P. Clavijero.ls Este rito gimnstico, que unos llama- ron "baile" y otros "juego", no era sino una ceremonia religiosa. Segn Brinton, era una fiesta al dios de la fecundidad que estaba en lo alto y "los dos nio eran sus mensajeros que aqul enviaba a la tierra; las flechas representaban los rayos que el os haca disparar; las plumas del abanico figuraban los vientos y las aves; el espeio, Ias aguas y lluvias".le Durante la ceremonia unas sesenta personas coparticipantes bailaban en silencio a su alrededor, mien- tras otras cantaban al rtmico son de "atambores e atabales", los 16 Lib. xLrI, cap. xI. t7 Moscador, hoy "mosqueador", es una especie de abanico que se mueve para producir aire y espantar Ias moscas. rB Claviiero, Historia Antigua de Mxico. Mxico, 1917, t. r, pp- 256-7. 10 G. Brinton, The Gegence, d com.edy ballet in the Nahuatl-Spanish dialeot of Nicaragua. En Library of Aboriginal Am. Literature. Filadelfia, 1883, nm. rrl, pp. )o(Ir. LA DANZA DEL HURACAN 607 cuales eran sonados por "taedores de mala gracia,,, o sea ms 1>or ruido que por gusto musical. Era, sin duda, un rito coreogrfico anual por el que se imitaba el remolino tempestuoso que tra los rayos, los truenos, Ios vientos y con ellos la estacin e las aguas fecundadoras. Era un proceso de magia para "hacer tempestad". Fc. 326 si el rito conclua sin tropiezos era de buen augurio para las cose- chas, como dice Brinton. As en estc rito giratorio como en el anterior, los dos ejecu- tantes voltean uno tras otro sin alcanzarse arrededor de un eje central. si expresamos ambos ritos por su ms simple esquema podremos hacerlo mediante una lnea sigmoidea girando alredor de su propio centro, donde se juntan las dos contrapuestas lneas cspiroideas. 608 EI, TIURACAN Girolamo Benzoni, qLre escribi despus dc ( )viedo, refirin- dose a los bailes de los indios de Nicaragua, trae uu grabado donde se ve un tamboi como el mayohuacan de los indios antillanos y clice que "unos llevan en sus manos un abanico, otros una calabaza cm piedrezuelas dentro (maraca), algunos ostentar plurnas en la cabeza, otros sartas de conchas mainas en sus brazos y piernas. . .,,; detalles son todos stos que parecen confirmar so rict., de ri- tualismo agrario: el abanico para el viento, la maraca para Ia lluvia, las plumas para las nubes, las conchitas para la fcundidad ei tambor para la tronada y el ventorreo. An se practica un rito similar a ste por los indios tle Mxico, donde cuatro personajes disfrazados de piaros rearizan ese baile circular alrededor del poste axial. El mismo oviedo se refiri a esc juego de los voladores y claviiero hizo una descripcin deta- llada.2o El iuego o danza difera de la de los nicaraos en que eran cuatro los "voladores" en vez de dos; pero esta duplicacin no alteraba el simbolismo fundamental de toda la funcin y de su ritmo. Segn Claviiero las 52 vueltas que daban en suma los cua- tro voladoes eran los 52 aos del ciclo mexicano. puede decirse que stos son juegos y danzas de tipo axial, o sea de arte coro- grfico alrededor de un eje mtico, poste o centro focal, real o imaginario. En este sentido se relacionan con las danzas unpedes en cuanto al personaie central, y con las danzas anemogrficas en cuanto a la pareia o doble pareja giratoria. Una muy interesante figura sigmoidea de carcter meterico y astronmico, base de un rito religioso, es la del juego mexicano del patolli, hoy conocido por petol. Este iuego se conserya todava en la serranla del Estado de Puebla; pero ha desaparecido casi totalmente. El juego se desarrolla por dos personas o bandos que por medio de suertes van colocando unas piedrecitas o friioles ne- gros en las casillas de una figura dispuestas en serie. Las reglas son sencillas y gana quien, pese a las peripecias del juego, Iga primero al fin de su ruta, desde la casilla primera a la quincuag- sima segunda. La figura del potolli es la de una cruz aspada, que indica los cuatro puntos cardinales, o la de una cruz rectangular con dos de 20 Ob. ct., t. t, p. 407. I,A DANZA DEL HURACAN 609 sus brazos complementados por dos apndices en ngulo recto, como los de una semisvstica. Ambas formas se equivalen y son de sentido meterico; pero esta ltima es la anloga a la imagen indocubana. Segn Alfonso Caso, parece ser un tipo peculiar de la regin poblana y de sus aledaos, las cuales, oportuno es recor- darlo, son tierras muy afectadas por los ciclones que les llegan del Golfo." La figura plana, o pintada sobre una estera o una tabla, est compuesta de una barra axial que cruza perpendicularmente por su centro otra barra con dos apndices en sus extrenridades; o sea, un eje y una sigma rectilnea y rectangular (fig.327). En esta figura el elemento sigmoideo es el esencial, pues sobre las lneas y casillas del brazo acodado que le corresponde a cada partido es por donde ste hace sus peculiares movimientos, siendo las lneas y casillas de Ia barra central una va comrn. Es de advertirse la direccin sinistroversa de la sigma, en- tendiendo sta como un ncleo mo- nohelicoide, o sea con el movimiento centrpeto; es decir, en la misma dispo- JUECO OE PATOLLI Frc. 727 sicin y estructura del sigmoide indocubano, cuyo esgueur es idntico. Segn Caso, el antiguo juego del patolli tena indudablemen- te una significacin astronmica relacionada con el sol, y el patrono especial de este iuego era Macuilxochitl, un "dios del verano". El Patolli del Pedregal est orientado exactamente hacia los cuatro puntos cardinales; o lo que es igual, el dios pakocinador del.batolli era el dios de la estacin de las lluvias. La figura de las dos barras atravesadas era tambin un smbolo cle fuego, como sostuvo Ger- mn Beyer en su teora acerca del simbolismo de la cifra diez entre los mayas.22 z1 Alfonso Caso, "Un antiguo juego mexicano: el patolli", El Mxico Antiguo, Mxico, 1925, t. rr, p. 210. 22 Germn Beyer, "La cifra diez en el simbolismo maya", Rey. Mex. de Estudios Histricos, Mxico, 1927, t. r, pp. 3 ss. 610 EL HURACAN Pero el patolli, en la figura ms complicada de una barra axial y otra en sigma giratorio sinistroverso, era tambin alegora del cicln. Los dos brazos en cruz indicarn fuego, sol y calor, segn Beyer; pero los ngulos en sentido helicoideo expresan la giracin del viento arremolinado que trae las lluvias. Calor, vientos y aguas, igual a verano. El iuego del patolli debi de ser un rito mgico y adivinatorio relacionado con la agricultura y la fecundidad, segn stas eran influenciadas por los fenmenos csmicos. El juego del patolli debi de estar muy extendido por el Anhuac y quizs por Yucatn y Centroamrica; pero ',fue prohi- bido y perseguido por los conquistadores porque los indios se entregaban a prcticas supersticiosas, pidiendo favor y fortuna a Macuilxochitl, pan de este juego".23 La persecucin fue tan efectiva que el patolli haba desaparecido a fines del siglo xvr en los lugares cercanos a los centros de influencia espaora. Esto prueba claramente que el patolli era un juego de significacin reli- giosa y mgica. Y sta era la razn de que fuera perseguido, como en las Antillas y particularmcnte en Cuba lo fueron por igual causa los areytos y los juegos de batey o de pelota. El juego de batey o tlachtli era una nrgica representacin o "prepresentacin" mimtica del drama meterico, propiciatoria de la llegada de las lluvias. Lo jugaban en los cielos euitzalcoatl, "dios de los vientos y de los remolinos", como dice Sahagn, con- tra Tescatlipoca, su rival. Los vientos de las cuatro partes del mundo, los cuatro vientos, se mueven por mandat o de euetzalcoatl y es este dios quien barre Ia tierra con los vientos, para que vengan las aguas, fenmeno muy conocido entre los trpicos, donde a los grandes aguaceros preceden siempre las rfagas del viento, como si stas "le abrieran el camino a las lluvias", al decir de los aztecas. El recinto sagrado donde se jugaba al batey tena tambin su sim- bolismo relacionado con el espacio celestial o, mejor dicho, con el aire. As se puede inferir no solarnente de la funcin mitorgica delbatey, sino tambin de la figura de su permetro arquitect,ico. El batey ms sencillo tena Ia forma de T en su "campo de juego,,. Alfonso Caso, ob. cit., p. 210. Se dice que el patolti es el pochise de los hinds. LA DANZA DEL I]URACAN 61I Dice Federico Lunardi2a que mientras los iuegos de pelota mexi- canos tienen la forma de una doble T, los iuegos que l ha visto en varios lugares de Honduras tienen la forma de una soia T. Recurdense entre otros el juego de pelota de Copn' Pero la T en- tre los mayas era el signo de II(, que representaba el viento.25 El terreno del batey tena, pues, la figura esquemtica del viento, o sea dei aire, equivalente al espacio celestial. Entre los aztecas el tlaphtli se compona de una doble T, unidas ambas tes por sus vstagos verticales, que se confundan en uno solo. As aparece inequlvocamente el juego de pelota en una joya de Monte AIbn, en la cual la figura de Ia doble T con dos dioses iugando en su mbito est situada en la parte superior, por sobre los smbolos del sol, de la luna y de la tierra.26 Puede Pensarse que el sencillo juego de pelota de los mayas o pok'ta{ok era smbolo del IK o aire en general y que el tlochtli de los aztecas, con su recinto en forma de doble T o de doble IK, representaba ms bien el espacio de los dos vientos. Norte y sur? O marero y terral? O, meior an, de levante y de poniente? Juego representativo de las estaciones anuales o slo de "los seores del da y de la noche", como dicen algunos? Todava puede advertirse que esa figura de doble T, ca- racterstica del tlachtli mexicano, o sea la de una lnea vertical o axial con sendas lneas horizontales perpendiculares a sus dos ex- tremos, y en ngulos rectos, es la misma caractersticamente que aparece en la configuracin de las dos lengetas vibrtiles donde se hace la percusin en los tambores sagrados o teponaztli' que se taan en el gran templo de Quetzalcoatl de la ciudad capital de Tenochtitln, y aun en el tambor m.oyohuacn de los indios an- tillanos, segn lo describe y pinta Gonzalo Fernndez de Oviedo' La incisin de las lengetas de sus tambores reproduce el esquema del terreno de tlachtli. Los numerosos teponazfli precortesianos de Mxico, reseados por Castaeda y Mendoza,2T son de dos lenge- 2a En resta Honduras Moya. Tegtcigalpa, 1946, p. 36, nota. 25 En lengua maye es ik, en tzendal es gh, y en kich ig, todas esas races similares-significan "viento". segn Plancarte, tambin quieren de- cir "fuego". zo Vase su fotografa et Arte Prehis-pnico ile Mxico, fig. l-86- 2 Daniel Castaeda y Vicente T. Mendoza, lwtrumentdl Pecorte' siano. Mxico, 1933. 612 EL I{URACAN tas y sus incisiones correspondientes en todos los casos son preci- samente en forma de T. Los "jugadores" de tlnchtli rivalizaban en dos bandos, y re- presentaban un rito agonstico, imitando los conflictos episdicos, metericos y siderales, de los ciclos calendricos. Y una de sus habiliclades consista, amn de otras difciles que sorprendan mu- cho a los espaoles, en pasar las pelotas por las dos argollas o aros que estaban situados uno a cada lado del batey. Esas argollas Fc. 328 ptreas o piedras horadadas eran llamadas tlachtemalcatl o "pie- dras del Sol". Los aros, uno a cada lado, representaban el sol en sus dos puntos contrapuestos y las serpientes esculpidas en ellos eran las portadoras del astro a travs de los cielos. Por esto el cruce de la pelota por uno de esos aros pudo significar el pasp por uno de los dos puntos zodiacales que marcan los equinoccios. De todos modos, las pelotas de ulli, hule o goma, tan salta- rinas que parecan moverse por fuerza propia al violento bote que daban, eran figuraciones de los vientos. Vanse las pelotas en los cdices, en las figuras de los tlachtli donde juegan Quetzalcoatl y LA DANZA DEL HURACAN 'I'ezcatlipoca, los dioses de las estaciones. Llevan pintadas lneas espirales como los srrbolos de los vientos y las serpientes (fig. 328). Una rcferencia folklrica de Sahagn nos da la explicacin de esas pelotas del tlachtli. "FIay una culebra, dice, que se llama culebra redondo, y es como una pelota redonda, y negra como ulii; y tiene cola de culehra y cabeza de culebra, en el medio de lo redon- do".'* As aparece en las pelotas de ulli del tlachtli, las cuales eran, pues, figuras de serpientes, representativas de los vientos y portadoras de las aguas, como eru la Serpiente Emplumada. Danclo a las pelotas con el cuerpo sin sujetarlas y sin que cayeran al suclo v perdieran as su vuelo, era como transferirles la vital fuerza hu- mana por contacto, acaso su viento o aliento, y hacer que pudicratr ir voladeras y violentas de un lado a otro como las rfagas de aire, hasta pasarlas por los dos aros del zodiaco, o sea lievarlas a los puntos por donde la naturaleza mudaba de una estacin a otra, merced a los vientos equinocciales tan conocidos en todos estos pases bajo el trpico de Cncer. Esos dos aros solan estar ador- nados con smbolos serpentneos, en algunos casos sendas serpien- tes encurvadas en crculo, que recuerdan el simblico "nudo de los vientos o de las lluvias", que las serpientes mticas forr-nan con sus cuerpos para encerrar las aguas de los cielos, las curles no puedcn caer a tierra hasta que i;c1ul es desatado. En resumen , el patolli, el conrclagatoazte, el volador, el tlachtli o batey y no pocos areytos fueron ceremonias, juegos o clanzas cic carcter giratorio y significacin astronnica y metcrica.20 Sachs ha registrado tambin las "danzas giratorias de titr solt picrna". La danza del viento colno una danza unpcclc. Atl hoy da, los derviches conten-rporneos son conocidsimos por sus clan- zas vertiginosas, girando cn contra del sol a razn clc una vr.tclta por segundo (sic), sobre el pie izquierdo (es decir, danza unpede), 28 Bernardino cle Sahagr n, l:Iistoria General de las Cosas de Nueva Espaa. Mxico, 1938, t. rrr, p. 210. 2e Tiene elacin analgica con estos "juegos" astronmicos y mctco- rolgicos la lucha de cometas o papalotes, muy comtn en las costttmlrrcs de Corea. La conetr parece rcprcsentar a la Osa N4ayor. En la lucha tlc dos conretas, una cle stas pretendc impedir a la otra su rumbo regular. I'is la periclica peripccia agonstica dc las coustelaciones zocliacalcs rcpr(:s('lt- tada en los mismos cielos por los cometas. 6ll 614 EL HURACAN .:T ty brazo izqerdo cado y su derecho alzado sealando al cielo (o sea, en forma aproximada a la sigmoid., q;;;;u nos interesa )'30 sus liturgias so,, supervivenci de ros 'ui.os mitos unpedes. o'Neill seah er efecto de nubes arremoadas, de {o"9., sale la "pierna nica,,, en las breves ,r^ ;;;--ulr, lo, derviches en sus danzas tourbiilonantes.sl Tar'como ras rigeras crinolinas de las bailarinas de los bailetscortesanos en el sigro pa- saclo' Lo-s japoneses tambin usan danzas giratorias conrrrtmente con las danzas de zancos, que tienen un ientido de riios mgicos para Ia vegetacin. ya ciiamos el rito de danza girrtori, pr* atraer los aguaceros, referido por Confucio. Bi.; ;;J;-,.r.rr. :o:o dTrl unpede-la practicada por los bosquimano" .t ,,r, a. Africa' El bailador fiia un pie en er suero y .o, dos brazos pro- vistos de largos bastones apoyados en tierra frma como un trpod., en medio del cual la otra pierna se arza y emprende un incesante v rtmico bailoteo, que dura horas enter* hrri, qr. .i ";r*"a. cae exhausto y otro lo sustituye.az Este baile .*trr"r*"il slo pr.rede explicarse como una funcin de finaridad rgi.iipli, * recemos de ms datos acerca de 1. probablemerrt. _"u.t* figur* coreogrficas como bailes unpedes han pasado desapercibidas en su significacin; pero ras giradas, vortetas, piruetas y'morinetes de los coregrafos conservan esos pasos de lai arcaicas danzas pruv- feras y agrarias. Tambin estn reracionadas con er viento ras "danzas de ca- dena", que son populares en Europa. Hasta en las etimologas, como ocurre con la Ariwander de ros suizos, 7a Reer de ros escoce_ ses y Ia Motodvile de los checos, como indica Sachs,33 nr, *r.ra, ste no da valor a este detalre. [Jna "danza de cadena,, se desarro- Ila sobre un diagrama de espirales trenzadas o conyugrdrr. Los mismos smbolos grficos o grpticos, que se reproducen en frisos, 30 O'Neill, p.729. . ,, J. O'Neill, ob. cit;,-vol. 4 p. Zl7. O,Neill se refiere tambin a ciertas figuras de pIz-osiris, vestids con simples trrr, .- t",'ir, ".url., cn las danzas religiosas deban arzarse., toi.liino ""a"a" .i"Ji'"r?^nrru" girand-osobre si. Ta] como es frecuente .rr-1. "or.og.afa actual. 32 Burcheil, Reisen in das rnneru vo" "a-i-r7ii.;r#;; 1825, u. 33 Ob. cit., ed,. inglesa, p. 163. I,A DANZA DEL HURACAN 15 cenefas, edificios y vasijas, tambin se repiten en la plstica coreo- grfica. Las ms expresivas supervivencias de la "danza de la tempes- tad" pueden observarse en algunos bailes llamados "flamencos", los ms tpicos de la gitanera que vive por las costas del Medite- rrneo desde Andaluca, por Marruecos y Berbera, hasta el Egipto. En el baile "flamenco" los motivos coreogrficos de las danzas metericas se entrelazan y unen sincrticamente y su interpreta- cin simblica parece fcilmente hacedera. Recordamos un bello y expresivo dibujo de W. Russell Flnt3a titulado Clattsr and W hirl, Cranada. Representa una escena de baile gitano en esa bella ciudad de Espaa.35 En las figuras de ese grabado ingls (fig. 329) pueden observarse las principales caractersticas plsti- cas y alegricas de ese "baile de la tempestad" de los gitanos espaoles. (Vanse tambin las figs. 330 y ))1.) En ese detallado cuadro las bailadoras son cuatro, como para ocasin de expresar ademanes y smbolos distintos y 'complejos. A la derecha, una mujer tae el pandero, mueve las sonajas y cas- cabelillos que dan ruido de lluvia y, resbalando sus dedos sobre la piel o golpendola con f'terza, remeda con sus trmolos, glisan- dos y percusiones los bufidos del viento y el resonar de la tronada. Al lado opuesto de la panderetera, una bailadora est haciendo una mudanza descendente hasta arrodillar una pierna en el suelo. Mientras, sus dos brazos en alto aproximan las manos, sin casta- uelas, y con sus diez dedos, rpidamente ondulantes y bajando por los lados de la cabeza y luego a Io largo del busto, del talle y de las caderas, simular la lluvia a comps de los tintineos de las sonajas, de los cascabeles y de las numerosas manillas metlicas que se agitan en sus muecas como las varillas de un sistro. La segunda bailadora de la izquierda, vestida de oscuro, est poco destacada en el cuadro; pero parece realizar un paso del baile, taendo los palillos e inclinndose un tanto, bien para juguetear 3a Publicado en Fine Prints of the Year 1932. Londres. aa Cifuno es vocablo equivalente a Egiptano. Por toda Europa los gitanos sou reputados como procedentes de Egipto, eun cuando se cree que son oriundos de la India. Y en Granada est el ms puro y estable ncleo de la gitanera andaluza. o\ N d h LA DAIZA DEL HURACAn. 617 con los pies en las orillas de la playa o del ro, tal como en cierto baile mirntico de las olas los realizan las bailadoras de Yemay y de Ochn en las liturgias sagradas de los negros yoruba,36 o bien para efectuar un "paseo" circular taconeando como el retumbo de una tronada, mientras dura el contoneo. Las bailadoras tercera y cuarta de la escena ejecutan en pareja la ms significativa figura del "fandango flamenco". Ambas van girando sobre s mismas en creciente vrtigo; ora de frente una de otra, ora tornndose las espaldas, pero siempre en pasos simtricos y acordados. La cabeza, tan pronto erguida como agachada, inicia y dirige las vueltas y revueltas que hace el cuerpo, cimbrendose fuertemente a un lado y a otro y hacia atrs como adelante, como palma doblegada por las rachas del viento. Mientras, sus brazos, acodillados y contrapuestos en posicin sigmoidea, realizan el sig- no del torbellino. Aqu est, con la nrisma morfologa emble- mtica, la figura icnica que los indios cubanos dejaron en los santuarios de sus grutas y en sus vasos sagrados. Pero la semblanza mimtica es arn ms compleja. Es una imitacin dinmica, rtmica y plstica, en tiempo y cspacio, de un ritualismo mgico, funcional y creador, en el cual participa todo el cuerpo con una admirable sinergia de movimientos alegricos. necesaria para evocar todo el drama atmosfrico de Ia tempestad- El movimiento fundamental de tal mimodrama danzario es Ia rotacin, el remolineo. Con la pelvis, con el vientre, con los brazos, con todo el cuerpo. Lo movimientos rotatorios en Ia re- gin del ombligo y los del pubis sealan el torbellino generador, todo uno, smbolo de viento, agua, sexo y ansia de maternidacl; o sea el "remolino de Ia vida". Las costumbres morigeradas han reducido mucho en los bailes de Andaluca el uso de los rnovi- rnientos de molinete con los msculos ventrales y pelvianos; pero no puede decirse que estos meneos erognicos hayan desapareci- do de los bailes castizos de Ia errabunda gitanera. Su erotismo grosero ha menguado en vigencia, pero sobrevive en las intimi_ dades y sin recato. La milenaria "danza del viento,, no ha cesado _ sB No parece inoportuno recordar aqu que se dan como ciertas Ias rc:laciones directas entre los cultos del viejo Egipto y los de dichos negros de Guinea. 618 EL HURACAN por eI norte de Africa, desde Marruecos al Cairo, ni por los cen- tros de esparcimiento desenfrenado, ricos y pobres, de las grandes capitales. Estos simbolismos mgicos de las danzas se aumentan con los que se derivan de las vestimentas de las danzantes y de sus adornos y detalles. Ya las danzarinas no van desnudas, ni siquiera de la cintrrra arriba, y con amplias sayas como en las primitivas Frc. 130 Frc.3Jl danzas metericas y agrarias, en las neolticas que se pintaron en la cueva pirenaica de Cogul, o en las clsicas que se descubrieron en el palacio cretense de Knossos. Ni tampoco visten las telas transparentes, brillantes y tornasoladas, como las aguas, que han usado las antiguas bailadoras egipcias y ahora las almeas orientales. Pero, airn hoy da, los tpicos vestidos y tocados de las bailadoras gitanas coadyuvan a la mimesis alegrica. Las faldas y enaguas ligeras y de aurplio vuelo y con cascadas sucesivas de ondeados faralaes de la cintura a los pies, se alzan y arremolinan con las rpi- LA DANZA DEL HURACAN das vueltas del baile, .como las olas espumosas del mar que el viento riza y encrespa con la tromba.37 A menudo los faralaes de las faldas de las bailadoras no estn prendidos al vestido en crcu- los seriados sino en forma de espiral, que va en curvas crecientes desde el talle de la saya a su borde; y esta moda, acaso la ms arcaica y evocativa, da impresin de mayor vertiginosidad al revo- Frcs. J3l-A, B loteo de la danza. Sobre el torbellino de las faldas volantes emerge una diosa: su vientre ,su cintura, su tronco, sus brazos, su cabeza, 37 Donde la trornba marina toca en el agua, se ensancha, puede tener unos 500 pies de dimetro, y esa manga de viento produce gran cantidad de oleaie y espumas en la superficie del mar, la cual fuera de dicha rea apenas se perturba. En relacin con este movimiento, el sigmoide indo- cubano pudiera evocar la figura de un ente "en natacin", como fue suge- rido; pero no creemos que Ia interpretacin integral del simbolismo de las consabidas figuras en sigma pueda ser basada en tan secundario fenmeno. Por otra parte, ese movido oleaje parece estar simbolizado en ciertas figu- ras de Ia cermica indocubana, como ya hemos dicho. 619 620 EL HURACAN como la imagen de Afrodita al nacer del espumaie dei mar' Y por eso y por su gracia se dice en el habla de1 "trono" gitanesco' 'qra t" aU^ ar""rrlerosa", llena de "salero" y "derramando la sal a puaos". Lacabezavapeinadaderodetes,buclesytirabuzones'como las sacerdotisas halladas en ciertas pinturas parietales del arte cr- tico-micnico; con encaracolados rizos sobre la frente, con]o esos que en cuba clicen "buscanovios" y eD Andaluca "caracolillos", y .on sendas guedejas terurinadas en- espiral' En el n-too' una gran peirra que en aos remotos fue de concha venera del mar y i.,.go'fue d pulido carey antillano, generalmente con finas cala- dus de flores y revesados y sinuosos arabescos. Con frecuencia la cabeza se toca con airosa mantilla de blondas, finas y blancas. queenloaltosenrejanolasyespumas.Ycasisiemprellevapren- idr,., el pelo y a veces junto a la oreja, para que la diosa,oiga su rnensaje, unas rosas y claveles, que evocan la floracin de la natu- ruleza fecundada y significan el anhelo inspirador de esa danza ritual. Toda la danza-es para la flor; toda para el amor de la fe- cundacin universal. Antao debi de danzar con Su medio cuerpo desnudo; ho. gao se cubre Ia bailadsra con ropajes diversos, casi siempre con forpiRos bien ceidos que le marcan slls curvas bellas. A veces la arral.,ra que baila flamenco cubre la parte alta de su cuerpo con slo un mantn o chal de seda o burato, muy aiustado al cuerpo para que ]as formas cle su carne nrorena no se priven de su len- g,rrje.'El paoln es siempre muy floreado como la prinravera y for' ,u*.-sos, finos y largos caireies o flecos, que serneian hili- llos de lluvia o algas marinas, si cados, y espirales airosas, si elr Ios revuelos de la danza. Rizados faralaes en las faldas y largos flecos en los justillos y mangas, tal como han sido descubiertos en las bailadoras micnicas. Por Espaa y Por la Morera las baila- doras gustan de vestir almillas, que suelen llamarse "boleros" y son como dos conchas de almeja entre las cuales surge la divina testa. Asimismo, como usaban tambin las sacerdotisas de creta. De todos modos, las ropas cubridoras de la parte superior del cuerpo contrastan con las de cintura abajo; stas muy sueltas y aqullas I,A DANZA DEL HURACAN 621 siemprc muy ajustadas, para que en ningn caso se oculten en ellas las curvas de los contornos indispensables al simbolismo. Todas las formas quedarn libres. Abajo, las piernas para mostrarse en los molinetes como trombas gigantes en el hirviente oleaje de los faralaes. Arriba, las del vientre para rolar en redor del ornbligo, las de los turgentes pechos para la provocacin feme- nina en busca de maternidad, los brazos y manos para su compleja funcin de lluvias, de truenos, de relmpagos, de rfagas y de turbin. Los brazos, con la percusiva retronancia de las castaue- las que, adornadas de cintas generalmente rojas y movidas veloz- mente de un lado a otro, relarnpaguean como los rayos; y con sus tintinantes manillas, son como dos serpientes y ayudan a la evoca- cin del episodio meterico.38 Los brazos se alzariin, juntando las manos para un castaeteo furioso, nientras las piernas taconean con igual energa y la bailadora gira sobre s. La torment va arre- ciando. Una y otra vez los brazos se pondrn, uno en lo alto hasta Ia cabeza y otro en lo bajo hasta el pecho, como dos espirales con- iugadas en sigrna; ora encurvndosc en un sentido, ora en otro, como un culebreo rtmico. La figura sigmoidea se lrar y deshar cien vcces; es un signo dinmico. As baila tambin en cierta mudanza mimtica la bailadora yoruba en el aro de Yemay, \a diosa del mar, cuando ste se alborota. La tempestad se ha desatado. Las bailadoras giran cada vez rns rpidas, sus retorcinientos se hacen ms y ms expresivos y se aproxima el final. El baile concluye con un paroxisrno gira- torio. Bien sobre las puntas de los pies juntos, y entonces se tiene la in'rpresin de un remolino de nubes sobre una tronba, un re! vuelo de faldas y rizados alrededor <le una sola pierna: es la "girada", el torbellino "unpede", llammosle as. O bien, con 38 Las castauela son hechas de maclera dura, como bano, granadillo, boj, etc. En Sevilla se hacan de las sobras de las dursimas maderas de Cuba con que en Ia Maestranza de Artillera se hacan las cureas. Por eso su sonido opaco puede remedar los tableteos del trueno. Se cree que las castauei"lglson de origen espaol, de la antigua Btica o Andaluca, donde se hacan en forma de conchas marinas o acaso fueron realmente tales. Entonces simbolizaran las veneras del mar que en lo alto vertan las aguas para la lluvia, imitada por el chischisgueo de las conchas, tal como en Africa y Amrica hacen las maracas. Por eso Sara Hernndez-Cat ha dicho del ruido de las castauelas que es "voz de espuma salada". EL HURACAN ms frecuencia, el baile ternina con una exaltacin ertica, ro- lando los msculos de la pelvis, del vientre y de las caderas, con ms o menos lubricidad, segn las circunstancias permitan. De todos modos, el baile flamenco concluye de repente, sin aviso ni cadencia, en pleno arrebato de su energa operante e imperativamente sugestiva. No es rito de religin sino de magia; no es una rogacin sino un mandato. En un instante callan los panderos, las castauelas, los taconeos, las guitarras y las voces; los remolineos mimticos cesan, ya han ultimado sus frmulas de sugestin. Y Ia bailadora queda imvil en esotrioa actitud. En pie y con las faldas cadas o hincada a media rodilla en tierra. En todo caso, erguida y solemne, con la cabeza altiva y mirando a los cielos como la sacerdotisa de un rito sacramental; y con sus brazos, ahora quietos y contrapuestos precisamente en sigma, mar- cando as milenarios diskeles, la seal sinttica de todo el rito mgico. Esta sbita terminacin de Ia danza es "el bien parado", ge dicen los conocedores de los misterios de Ia coreografa andal:uza. "Es una de las repentinas transiciones y sorprendentes actitudes de la danza espaola", dice Gilbert Chase. "En el bien parado la bailadora hace un improviso remate, correspondiendo a la ter- minacin de una frase musical, y asume una postura inmvil, poniendo una pierna ligeramente adelante, doblada a la rodilla, e inclinada hacia atrs, con el cuerpo algo torcido y vuelto sobre el apoyo de su otra pierna. En tanto, un brazo queda arqueado sobre la cabeza y el otro cruzado sobre el pecho. Cuando esta figura es ejecutada con maestra, los espectadores gritan bien parodo!" 3' "Cuando la bailadora termina en posicin arrodillada, dice Gilbert Chase, la actitud de bien parado es tambin imitada, con un brazo extendido sobre la cabeza y el otro cruzado frente al cuerpo." to El ademn hiertico es siempre el mismo. Todo el valor funcional y el mgico mimodramatismo de la danza cul- mina en ese imperativo bien parado con lbs brazos en.sigma. Los espectadores intervienen durante todo el hiile, con sus palmeos rtmicos y jaleando a la bailadora; adhirindose as a la 30 Gilbert Chase, The Music of Spain. Nueva York, 1941, p. 248. 40 Ob. cit., p.252.'' LA DANZA DEL HURACAN ceremonia con expresiones de estmulo, generalmeute con voca-. blos de sentido perdido y acaso crptico. Al final, cuando el ritmo da su ltima nota, irrumpen todos en un cerrado palmoteo, que une a todo el grupo humaflo en la realizacin de un rito colectivo de liturgia pantomrnica y propiciadora del dios fecundante. La sacerdotisa ha personificado la tempestad. Se han arre- molinado Ios vientos, se han agitado las olas, ban resonado los truenos, han flameado los relmpagos, han cado los hilos de lluvia, se ha excitado el sexo, se han mostrado las flores primavera- les. De srbito toda la fiserua creadora se para y condensa en una figura que mira a los cielos. La liturgia ha terminado, el rito est cumplido, el signo est hecho y dicha la palabra. "Hganse los vientos,las lluvias, las flores y los frutos!" Liturgia de amor pnico. Se resistir el dios a mandar los vientos y con ellos las lluvias y tras ellas la fecundacin de la naturaleza? al En ocasiones, sobre los tabladillos de los bailes andaluces los espectadores, entusiastas y cooperantes, tiran flores, dineros y som- breros, acaso por rnaneras supervivientes de los olvidados ritos. En esa tpica danza gitana es inevitable la evocacin del remo- Iino, de Ia serpiente, de la fnerza arrebatadora, indmita e incoer- cible. De un recientsimo libroa2 tomamos estas aiustadsimas metforas. En el baile de la espaola, dice su paisano autor, "ella nunca est fuera de s". "Ese arte no es juego en modo alguno; es furia desencadenada, pataleo furioso e intil, prisionero. . . La danzarin espaola, en cambio, diramos que baila para aden- tro, que se baila a s misma, quemndose en su propio fuege, enroscndose en su propio cuerpo, movindose siempre alrededor del mismo eie... Su baile es el verdadero baile de Ia serpiente encantada. . . A veces un decidido arranque parece romper el embrujo: la pierna, el seno, el cuerpo todo parece Iibrarse de la serpiente, pero es slo libertad fingida. . . Siempre en el cen- tro, cerrada, envuelta en s... fuerte tensin dentro de un crcu- lo de radic.. corto. . . al revs de otros bailes, de libertad plena, al Posturas anlogas pueden observarse en el movidsimo baile de Ia iota, qre es tambin uno de los ms antiguos y tlpicos de Espaa. a2 Antonib Snchez Barbudo, Una pregunta sobre Espaa. Mxico, 1945, pp. 45 a 47. 621 EL HURACAN de vuelo, de albedro. Una excelente bailarina de baile espa- ol. . . rne asegur que al bailar senta su baile aqu, y me sealaba el vientre y parte del estmago." Antiloga idea es la que expresaba Putiya,la salerosa bailadora, protagonista de la novela ElEmbruio de seyilla, de carlos Reyles: i'Cuando bailo, lo hago con deleite y mucha conciencia, como si estuviese diciendo misa o quisiera revelarle al pblico un secreto muy gord." A otro personaje del mismo Reyles, los desmavos, ftrrias y retorcimientos de la bailadora gitana en el tablao andaluz le evocan la transfiguracin de "una pitonisa delirante"' "Los quiebros de cintura, los golpes de cadera,'los desplantes provoca- dores, los trenzados arabescos de los pies, el aleteo de las manos. . . era una agona rabiosa, un frenes dionisaco. . . " Figuras hier- ticas de los milenios mediterrneos que reviven en las liturgias inefables de los bailes gitanos! Pueden ser dos las bailadoras que ejecutan el rito hasta su ruomento culminante; pero puede realizarlo igualmente una sola. La pareja no aade en este caso una. nueva significacin' Alg(rn paso ,ueuo, como el rodeo que hace una de ellas dndole vuelta a la otra, slo intensifica el sentido giratorio del baile. Pero antigua- nrente \a "danza de la tempestad" tambin debi de ejecutarse por lo comn en parejas. Haba en ello otro simbolismo comple- mentario, el de ia giracin de los vientos en torno del polo axial del cosmos. Eran los vientos lluviosos y fecundantes del fro nor- te, no los secanos y pestilentes del trrido mar. O'Neill y otros mitlogos interpretaran esta dualidad de figuras rolando en la danza como si fueran las dos Ursas, Ias dos Atpas,las dos Sierpes, que giran en los cielos alrededor de la Estella Polaris. No creemos aventurado pensar que esa postura danzaria con los brazos en sigma, la culminante de la susodicha danza andaluza, es la misma que ya se empleaba hace algunos millares de aos en los templos de Egipto. Veamos la fig. 332.03 Dos bailarinas frente a frente ejecutan una danza de pasos simtricos y paralelos, al son de los crtalos que entrechocan en sus manos. Lo m interesante en ellas es la postura de sus brazos, idntica a la del signo funda- mental del baile gitano, igual al de Ia efigie cfalosigmoidea de a3 Curt Sachs, ob. ct., Im.7 de Ia ed. francesa, 9 de la inglesa. LA DANZA DEL HURACAI-r 625 los indios de Cuba. Estas figuras egipcias son funerarias, tomadas de una tumba de la poca del Nuevo Reino. As deha de bailrse en las liturgias de resurreccin consagradas a Osirs, el dios que luchaba con Tifn, para revivirlo despus de su muerte anual. Ftc. 372 Hallamos tambin la postura sigmoidea, con sentido seirala- damente litrgico, en ciertos templos del dios tebano Amen o Amon. Al iniciarse en el predominio de Tebas la poca egipcia conocida por el Reino Medio (de 2212 a 1700 a. c.), ese nuevo dios Amo fue sincretizado con Ra, por ese proceso que se conoce por "solarizacin" de los dioses. Amon era un dios del aire y del viento, de los ms antiguos del Egipto. Fue el "elemento csmicc" 626 EL HURACAN que del caos cre la vida. Por eso fue denominado "el Soplo Vital", "el Dios del Viento" pot excelencia, "El de las Altas Plumas". Amon fue tambin sincretizad.o con el dios Menu o Min, el dios de la ternpestad y de la fecundacin, y asumi los atributos de ste, conocindoselc por sus altas plumas de avestruz, por su brazo derecho alzado y por su miebro genital erecto como signo de sus poderes creadores.nn Vase una imagen de Nlenu, "el dios del bra- zo alzado", como figura unpede y con sus brazos en sigma hie- rtica (fig. 333).n5 El culto de Amen fue establecido en el osis de Khargah en el siglo v (,l'. c.) por Daro; y en los das de Alejandro el Grande, a quien los sacerdotes declararon hiio del dios, fue famoso el tem- plo de Amen o de Zeus-Ammon, el dios de cuerpo de sierpe, o sea el unpede ofdico. De las sa- gradas pictografas de Khargah son las imgenes que reproduci- mos (fig. 334), representando es- cenas de adoracin a multitud de imgenes de Amon-Min.a6 Los ademanes rituales de las imge- nes y de lc-,s creyentes son varios, pero el ms frecuente de ellos es el de los dos brazos puestos en sigma angulosa. Todas las figuras en tal postura llevan "las altas plumas", con Ia corona atet si son dioses, y sin el disco solar si son simples sacerdotes. El brazo derecho va siempre acodado hacia lo alto, hasta un objeto en forma de ngulo con el vrtice hacia arriba y de sentido desconocido; y el brazo izquierdo, doblado hacia abajo, en posicin casi siempre marcadamente contrapuesta aa ,AIan W, Shorter, An lntroduction to Egyptian Religon. Londres, 1931, p. 8. a5 De un bajorrelieve de Fil. E. A. Wallis Budge, Osirs dnd the Egyptian Resurrection Londes, 1911, ovl. 4 p.21. Una imagen de Min o Menu como dios flico puede verse en la lmina I de la citada obrita de Shorter. ao Wallis Budge, From Fetish to Cod, p. 169. Frc. 333 LA DANZA DEL HURACAN 627 a la del derecho. Dos dc tales figuras con los brazos sigmoidales son unpedes. Sin duda, ah tenemos un ademn hiertico de las liturgias sacerdotales de Ios templos de Anrcn, "el Dios-Viento" por excelencia. Algunas veces Anzon, como Nl.in, con su brazo izquierdo sujeta su falo, quedando acodado solamente el brazo diestro. Esta postura equivaldra en una imagen femenina a la de considerar el brazo derecho en alto y el izquierdo sobrc los pechos nutricios o sobre el vientre creador. Esa postura sigmoidea no fue exclusiva cle la iconografa reli- giosa de Egipto. Se conoci tambin en la India. Vase si no la Frc. 334 figura que de una bailadora indostnica trae en su artculo sobre "Baile" la Enciclopedia Universal Ilustrada Espasa. Una derivacin de dicho ademn religioso pudo ser quizs el llamado "gesto de adoracin" de los pueblos del Egeo. "(Jno de los gestos de bendicin de los sacerdotes del pueblo egeo con- sisti en colocar una de sus manos a la altura de la frentc, a menu- do sobre los ojos, como para evitar un resplandor irresistible, y la otra mano situada sobre el pecho para imitar o provocar cl gesto divino de la fecundacin." a7 Pero la interpretacin que cla Glotz a esa postura ritual puede ser incierta y acaso el aden-rn tratara de z G. Glotz, LaCivilizationEgenne. Pars, p.309. 628 EL IIURACAN figurar la signra de los dioses areos o cerestiares. De todos modos, no es imposible que "el gesto divino . L fecundacin,, e, el Egeo prove.ga de ,r. orilirn.io ,mlotirmo del viento creador atribudo a dicha postura en-sigma, qr; .r esqueuticamente anro- ga a la del cono indocubanol Este ademn hiertico se encontr tambin en Grecia. ya Io hemos visto v ar,dido arterior*r,i.l e". haracro tambin en Ias pinturas etruscas' ofrecemos "r'*rag.rcs con cricho smboro sacerdctal. reforzado por las picrnas ",, ri.*r,, .r. ;;.;;;; ( t'ii. lls y )36).as Corresponden L r._ produccin de unas ceremonias religiosas. Todava tenemos otro im- portante dato acerca del em- pleo de esa sigmoide como ade- mn de simbolismo ritual en danzas religiosas y precisamen_ te entre los indios antillanos de Ia poca de Ia conquista por los europeos. Lo encontramos en la obra del P. Du Tertre. Refie- re este historiador, con relacin a los indios de las Antillas fran_ cesas, que stos hacan fiestas ceremoniales en ocasin de de su vida, como er nacimiento u. ,Til,::':, ;;r1"rr:1rj$11trT; vez el pelo, el tatuaje con dientes d. utr, Ia construc"i, d. una casa, Ia plantacin de un sembrado, etc., es decir, eran ritos "de pasage", ritos inaugurales d. prffiaciOr. n, .ffor-.r, Ori mordiales los baires en crcuro, "r'ror'.urr.r r. airtingiirl'io, " Ias mujeres.ae ll Ifov en el Metropolitan Museum de Nueva york. ro Anglera, al descibir .i"rtrr-".r.*i'ri", qu. ros indios descubiertos por coln eiecutaban oara impetrai r-p.t...in contra Ios huracanes, dice que aqullos en cietoi dr^r J-;;;;",#il ante un cemr, sentados ..en crculo a modo de teatro, como las *"rii.r'a" un laberinio,,. Esta for- malidad ritual ea signifiailva. Fc. ll5 LA DANZA DEL HURACAN 629 I)e estas danzas religiosas que contra los ciclones ejecutaban los indios de Cuba deban ser las msicas que oy Alvar Nez cabeza de Vaca una terrible noche de octubre del ao 1527, ,ric,- tras en Ia villa de Trinidad se desataba un espantoso huracn. "En estas partes nunca otra cosa tan medrosa se vi", dice el infortunado cabeza de vaca en su crnica. Por eso se sinti obli- gado a narrar el suceso; "porque lo que all nos sucedi fue cosa muy sealada",so y hasta hizo "una probanza de ello", tuyo testi- monio envi a Su Majestad: "A esta hora el agua y la tempestad comenz a crecer tanto, que no menos tormenta ha- ba en el pueblo que en el mar, porque todas las casas y iglcsias se cayeron, y era necesario que anduvise- mos siete ocho hombrcs abrazados unos con otros, para podernos amparar que el vicnto no nos llevase; y andando entre los rboles, no nlcnos temor tenamos de ellos que de las casas, porquc conro ellos tambin caan, no nos matasen de- bajo. En esta tempestad y peligro anduvimos toda la iroche, sin hallar parte ni lugar donde media hora pudisemos estar seguros." Los dos navos de la expedicin se perdieron con toda su gente. Andando despus por los montes, a un cuarto de legua del mar hallaron "la barquilla de un navo puesta sobre unos rboles". En Trinidad estuvieron "algunos das con mucho trabaio y necesi- dad porque la provisin y mantenimiento que el pueblo tena se perdieron y algunos ganados. La tierra qued tal que era gran lsti- ma verla; cados los rboles, quemados los montes, todos sin hojas to Naufragios de Alvar Nez Cabeza de Yaca y Relacin de la lor- nada que hizo a la Florida con el Adelantado Pnfilo de Nanaez. Bibl. de Aut. Espaoles. Madrid, 1877, vd. xxr, p. 518. F rc. 336 630 EL HURACAN ni yerba". Sin duda, esa pavorosa tempestad de la que fue testigo aquel conquistador sin fortuna fu un tpico huracn de Cuba. y mientras el viento bufaa y sus ramalazos empavorecan a los humanos, dice Alvar Nrez, "andando esto omos toda la noche especialmente desde el medio de ella, mucho estruendo y grande ruido de voces, y gran sonido de cascabeles, y de flautas y tambo- rines y otros instrumentos, que duraron hasta la maana, que la tormenta ces". Los indios de Trinidad imploraban a su dios airado, taiendo, cantando y bailndole en rueda tal como l haca en los cielos. Segn Du Tertre, ''las mujeres danzan tambin en ronda, te- niendo una mano sobre su cabeza y la otra sobre la nalga; y, sin saltar ni marchar, remueven los pies de manera tan trabajosa que hacen muy poco camino".5r Este baile de carcter ritual debi de tener importancia rela- cionada con el dios de las tempestades, el poderoso dios de los cielos, pues Du Tertre en otro lugar alude a l cuando describe el baile contra los eclipses.sz "Cuando ocurre un eclipse de luna es- tos salvajes imaginan q:ue Maboya se la est tragando; por lo cual todos se pasan la noche bailando as los jvenes como los viejos, las muieres y los hombres, saltando los dos pies iuntos, una mano sobre la cabeza y otra sobre Ia nalga; sin cantar, pero lanzando de cuando en cuando gritos lgubres y espantosos." "Los que cornienzan a bailar tienen que seguir hacindolo hasta que rompe el da, sin que puedan cesar por causa alguna. Sin embargo, una joven lleva en su mano una calabaza con pie- drezuelas en su interior y agitndola trata de acordar su grosero sonido con aquella algaraba. Esta danza es diferente de lai otras que hacen cuando se emborrachan, puesto que sta procede de la supersticin y las otras para divertirse." De Ia somera descripcin de esos bailes pueden entresacarse estos elementos caractersticos: se bailaba en crculo, como en las colectivas danzas de la tempestad; se Jlevaba "una mano sobre la cabeza y la otra sobre la nalga", o sea se adoptaba con los brazos la posicin tpicamente sigmoidea, emblema llamativo del rerno- 51 Ob. ct., rt, pp. 388. 52 Ob. cit., rr, pp. )71. LA DANZA DEL HURACAN 6'I lino; se movan los pies "de manera trabajosa, sin saltar ni mar- char" o tambin "saltando los dos pies juntos", es decir, pisoteando la tierra o frotndola a manera de un "escobilleo" cono es comn en los ritos de fertilidad agraria; se ponan los pies juntos y su marcha era muy trabajosa, Io que indica que su postura era equi valente a la unpede; y una joven sacudiendo una maraca imitaba el sonido de Ia lluvia. Esto aparte, el rito no poda cesar por causa alguna hasta que rompa el da; es decir, el canto y baile constituan un encantamiento mgico que no deba interrumpirse hasta su conclusin para que no perdiera su eficacia operante. Tal como en Cuba se hace hoy da entre los negros brujos de procedencia conga, los cuales entonan los montonos y reiterados estribillos de strs encantamienos, hasta por horas seguidas, mieltras el "perro" o ngueye est ejccutando su misin, a veces lejos del lugar dondc resuena el canturreo. En sntesis, era un rito de mgica mimesis operatoria para que maboya o "la gran serpiente" de los vientos dejara a la luna y se desahogara en aguaceros. Cada danzante personificaba al huracn o al maboyd, con sus brazos en sigma simblico, con sus piernas err una, con sus pies juntos percutiendo la tierra y con sus gritos lgubres y espantosos como rugidos del viento; mientras una joven acaso una virgen, sonaba su ritmo pluvfero para la fecundacin, que era el ansiado desenlace de toda episdica presencia de Maboya. La relacin de esta antillana danza litrgica de Mabuyo con eI simbolismo del cono cubano nos parece sorprendente. Por est4s conexiones alegricas, la imagen en sigma de los indocubanos sc relaciona claramente con la Serpiente Emplumada y con e\ Un pede de los indios continentales; es decir, con las figuraciones del mito de lfuracn o del Dios de losYientos y de la Tempestad. Acaso pueda pensarse gue esos indios conocidos por Du Ter- tre tan'rbin relacionaban a Maboya con el Sgambato Ursco, que dira Lehmann, o sea con la figura astronmica de la Osa Mat,or. Indudablcmente, aqullos conocan esta constelacin, que figura en la mitologa de todo el hemisferio boreal. Y segn Muller,53 "en la mitologa caribe la serpiente est unida a la estrella. Esta 13 Muller, pp. 210 y 221. EI- IIURACAN seala la poca de la vegetacin fuctfera, aqulla es signo de llu- via y fecundacin." Pero arn hailamos en cl mismo P. Du Tertre otro detalle de la religin dc dichos indios que vieue a corroborar nuestras infe- rencias, dando un nuevo rnotivo alegrico a la caracterstica acti- ttrd signroidca de la personificacin de Huracn. Segrn Du Tertre, los susodicl'ros indios "creen en Ia inmortalidad de las almas, pero piensan que cada ser humano tiene tres: una en el corazn, otra en la cabeza y otra en los brazos. La del corazn, que se mani- fiesta en los latidos, va al cielo despus de la muerte,y all es feliz; pero las de los brazos y de la cabeza, que se manifiestan por el pulso y los nrovinientos de las arterias, se convierten en maboyas; es decir, cn espritus malignos a los cuales ellos imputan todo lo que les ocurre de siniestros y deshonesto".u' "Creen que hay maboyas de uno y otro sexo, que se multiplican y que fueron seres humanos como nosotros." 55 As, pues, los maboyas, los dioses malignos, los dioses-serpientes que producen los huracanes, no son sino los espritus de los muertos en sus expresiones de la cabeza y de los bra- zos. Reduzcamos ahora estos elementos significativos del maboya a una simple, a la ms sir-r'rple sntesis simblica y tendremos una figura antropornorfa compuesta slo dela cabeza y los brazos, asien- to de los espritrrs humancs quc tras de la muerte se convierten en maboya. Si recordamos la posibilidad de que en alguna de las con- sabidas inrgenes androcfalas pueda ser figurada una cabeza cadavrica en vez de una cabeza viva, en ello tendremos otra con- firmacin de la hiptesis propuesta. Pero este extremo no es nece- sario. Sin duda, Ios indios cubanos con frecuencia representaban los espritus de sus antepasados por medio de calaveras y figuras esqueletizadas; pero no desdearon para las representaciones plsti cas de sus entes mticos las imgenes biomorfas. Y una alegora de Maboya o de Hurakn, a,tn cuando puede ser hecha por medio de una calavera, representante de un muerto o sea de su espritu, es, sin,duda, ms expresiva utilizando una cabeza "viva" que, unida a la "vivacidad" dinn-rica de los brazos y las manos, puede sig- 54 Ob. cit., t. u, p. )72. 55 Ob. cit., tt, p. )69. LA DANZA DEL HIIRACAN nificar mejor toda la vitalidad csmica que segn los indios era la esencia del grandioso meteoro. Parece, pues, que podemos tener por asegurada la interpreta- cin de las imgenes androsigmoideas de los indios cubanos como una "actitud de baile"; pero no de un baile cualquiera e insigni ficativo, sino precisamente de la danza del huracn. Podr decirse que toda esta interpretacin es fantasa. Claro que s! Toda la danza y todos sus simbolismos eran mera fantasa nritolgica, traducida en mera fantasa de conceptos alegricos y en una mera fantasa de ademanes y pasos plsticos. Qu otra cosa son los mitos sino las fantasas con las cuales la mente hu- mana quiere llenar los espacios entre las realidades que le son conocidas? Se dir que esta fantasa aqu expuesta no es la certera. Venga, pues, otra ms segura a desplazarla, propuesta con ms verdad y mejor forturra. 6\3