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La enésima polémica del príncipe Lorenzo de Bélgica: hablar por teléfono en un acto oficial

El benjamín de la familia real es reincidente en la desobediencia, y en el pasado ha sido tildado de irascible, violento, mujeriego y avaro

Los príncipes Lorenzo y Claire de Bélgica, en la celebración del Día Nacional de Bélgica, el 21 de julio, en Bruselas.
Los príncipes Lorenzo y Claire de Bélgica, en la celebración del Día Nacional de Bélgica, el 21 de julio, en Bruselas.Albert Nieboer (GTRESONLINE)
Álvaro Sánchez

Si las miradas matasen, el príncipe Lorenzo de Bélgica no habría podido levantarse de su asiento tras el desfile de la Fiesta Nacional celebrado este domingo en Bruselas. Los habituales escándalos del hijo menor de los reyes Alberto y Paola no han inmunizado a su entorno contra las salidas de tono de su pariente más díscolo. El enésimo capítulo se produjo en una fecha tan señalada como los festejos del día patrio, cuando Lorenzo, ajeno a la solemnidad del momento, se enfrascó en una conversación telefónica mientras las tropas marchaban al son de la música militar frente a su palco. 

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Un periodista del diario flamenco Het Nieuwsblad captó el momento. Un relajado diálogo durante el cual se puede ver a su hermano, el rey Felipe, y a su esposa, la reina Matilde, observándole a modo de reproche. Lorenzo no se dio por aludido hasta que su esposa, la princesa Claire, le posó la mano en la muñeca y le susurró que no era momento de charlas. Fue entonces cuando cortó la comunicación y el aparato desapareció bajo su chaqueta para alivio del resto.

No fue el único mal gesto de Lorenzo que llamó la atención durante la ceremonia: evitó levantarse para saludar a la doctora de la familia real, miró su reloj dejando entender que el acto se le estaba haciendo largo, y escapó apresurado de la fila de estrechar manos con un único apretón mientras el resto saludaba a casi una decena de personalidades.

La torpeza protocolaria del príncipe ha sido objeto de comentario en Bélgica, pero los incidentes del domingo palidecen ante un historial plagado de altercados. El año pasado, las autoridades belgas le redujeron un 15% su dotación, de más de 300.000 euros —por encima de los 25.000 euros mensuales—, por haberse reunido sin permiso con dignatarios chinos. Ignoraba así la ley aprobada en 2013, que obliga a informar al ministro de Asuntos Exteriores belga de cualquier cita con representantes foráneos.

El destacado aristócrata, tildado de irascible, violento, mujeriego y avaro, es reincidente en la desobediencia. En 2011 emprendió un viaje no autorizado a la República Democrática del Congo y estuvo apartado seis meses de los actos públicos. En medio, Lorenzo devolvió en enero de 2017 16.000 euros en concepto de gastos oficiales no justificados después de que el Tribunal de Cuentas le acusara de cargar al erario público facturas de la compra, viajes de esquí de su familia y otras actividades personales. "He pagado mucho más de lo que el Estado me paga a mí", argumentó encolerizado en alusión a la enorme cantidad de impuestos que abona a Bélgica.

Retrocediendo más en el tiempo, sus mayores fuentes de problemas no fueron sus deslices diplomáticos sino su complicada relación con las mujeres y la pasión enfermiza por el dinero que se le atribuye. Diane de Schaetzen, novia de Lorenzo entre 1993 y 1995, se planteó denunciarle por maltrato después de acabar en el hospital, pero finalmente, presionada por su propia familia, evitó hacerlo para no dañar a la Corona. 

Sobre su ansia por acumular dinero, uno de sus biógrafos, Thierry Debels, autor de Príncipe Lorenzo. Rebelde con una causa, lo presenta como obsesionado por convertirse en "milmillonario", lo que le lleva incluso a regatear en el pago de una simple pizza. La cosa se puso seria en 2006, cuando compareció ante los tribunales acusado de desviar fondos de la Marina belga para amueblar su casa, pero finalmente fue absuelto.

El origen de esa errática personalidad está para muchos en una infancia desdichada en la que apenas fue objeto de atención por parte de sus padres. Mientras sus hermanos mayores, Felipe y Astrid, disfrutaron por momentos de la mejor etapa del matrimonio de Alberto y Paola, al pequeño de la casa le tocó sufrir su declive, con ambos embarcados en aventuras amorosas paralelas que los mantenían alejados de sus hijos, a menudo obligados a pasar temporadas en internados.

Medio siglo después, el carácter despreocupado e irrespetuoso de Lorenzo ante los rígidos formalismos de la realeza, sí acapara ahora la atención de sus familiares más cercanos. Aunque sea, casi siempre, en forma de miradas severas.

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Sobre la firma

Álvaro Sánchez
Redactor de Economía. Ha sido corresponsal de EL PAÍS en Bruselas y colaborador de la Cadena SER en la capital comunitaria. Antes pasó por el diario mexicano El Mundo y medios locales como el Diario de Cádiz. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla y Máster de periodismo de EL PAÍS.

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