Oswald de Andrade provocó —"tupi or not tupi?". A la luz del centenario de la Semana de Arte Moderno, que se celebra este mes, la respuesta a la pregunta planteada en su "Manifiesto Antropófago" podría ser "depende". No es que desde aquellos tres días de febrero de 1922, organizados en un São Paulo pujante como una conmemoración temprana del centenario de la Independencia de Brasil, la literatura y las artes visuales brasileñas no hayan cambiado para siempre. No obstante, la génesis modernista de lanzar un proyecto de construcción de una identidad nacional pasó a un segundo plano. O mejor, no llegó al armario.
Es cierto que los cambios de estilo van de la mano de las rupturas culturales. El Art Deco, por ejemplo, lanzó el minimalista funcional de Coco Chanel. El surrealismo fue el motor de la exuberancia onírica difundida por Elsa Schiaparelli. Y el surgimiento de la clase obrera fue responsable del casual denim a la medida de Levi Strauss.
El modernismo brasileño, sin embargo, reafirmó el gusto de las élites por el estilo internacional y una herencia de la moda colonial que hasta el día de hoy repercute en la idealización de Brasil de "ser chic". Eso dicen los teóricos y comisiarios que se han centrado en el tema en los últimos meses.
Traducido por AZAHARA MARTÍN ORTEGA