Los 590 km de costa que se extienden por el Cabo Orange son un gigantesco criadero de peces, una zona de manglares y bosques que garantiza la supervivencia de miles de pescadores que transitan todo el tiempo por agua dulce y salada.
Es una cadena en la que todo está conectado y que desconoce fronteras. La costa del otro lado del río, en la Guayana Francesa, también es un criadero de peces.
Dos certezas y una duda resuenan en la mente de quienes monitorean, conocen de cerca, experimentan o dependen de esta explosión de vida para su supervivencia. La primera certeza compartida en la región: la exploración de petróleo en la cuenca del Foz do Amazonas, a 160 km del Cabo Orange, ocurrirá, y ya no hay expectativa de que el proyecto del llamado bloque 59 sea bloqueado de alguna manera, ante la presión de Petrobras y el presidente Lula (PT).
La segunda: un derrame de petróleo y un contacto con la costa serían desastrosos, con daños irreversibles a la vida en el lugar, dada la sensibilidad y la conexión de los sistemas biológicos y las cadenas productivas.