La desaprobación del trabajo del STF (Supremo Tribunal Federal) de Brasil ha bajado diez puntos desde diciembre hasta ahora, alcanzando el 28%, el segundo nivel más bajo desde que Datafolha comenzó a medir la opinión que merecen los 11 magistrados del Tribunal.
Mientras tanto, la aprobación se mantuvo estable, pasando del 27% al 29%. Desde esa última encuesta, en la cual la desaprobación alcanzó el mayor índice de la serie histórica iniciada en diciembre de 2019, el Tribunal protagonizó el capítulo más agudo en su enfrentamiento institucional con el bolsonarismo: la revelación de la trama golpista urdida en torno a Jair Bolsonaro (PL) después de su derrota ante Lula (PT) en 2022.
A partir de diligencias de la Policía Federal autorizadas por el juez Alexandre de Moraes, que centraliza las decisiones sobre las investigaciones, se expuso una trama que pretendía mantener a Bolsonaro en el poder.
Hubo detenciones, y excomandantes de las tres Fuerzas, además de exministros, declararon ante las autoridades. El caso, aún tramitándose, es de lejos el más llamativo que involucra a la Corte, que en las últimas dos décadas se ha acostumbrado a estar en el centro de decisiones vitales para la política del país, desde el 'mensalão' hasta el 'petrolão', desde la Lava Jato hasta su desmantelamiento. Los críticos ven en esto activismo; los defensores, la ocupación necesaria del vacío dejado por otros Poderes.
Quizás sin sorpresa, aquellos que se dicen simpatizantes del PT están aún más entusiasmados con el trabajo del Supremo: el 49% lo considera excelente o bueno. Entre los que consideran excelente o bueno al gobierno de Lula, el índice llega al 55%.
El propio Lula eligió el Tribunal como su socio preferido en el baile con los otros Poderes, nombrando a nuevos integrantes para el Tribunal e incluso al nuevo fiscal general de la República en sintonía con los nombres fuertes del pleno Supremo.