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Over 1.2 million Americans died from COVID-19 and San Diego County has seen at least 42,580 hospitalizations, and 6,577 deaths from the virus. (Getty Images)
Over 1.2 million Americans died from COVID-19 and San Diego County has seen at least 42,580 hospitalizations, and 6,577 deaths from the virus. (Getty Images)
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El primer caso de COVID-19 se informó en el condado de San Diego el 9 de marzo de 2020. Casi todo el mundo ha estado expuesto al menos una vez al virus SARS-CoV-2. Los CDC informan que más de 1,2 millones de estadounidenses murieron a causa de COVID-19 y el condado de San Diego ha visto al menos 42.580 hospitalizaciones y 6.577 muertes por el virus. A medida que nos acercamos a este breve quinto aniversario, me invade una avalancha de emociones complejas: dolor por la pérdida sufrida por tantas familias, empatía por quienes luchan con problemas de salud mental, angustia al revivir el trauma de ver a los pacientes jadear en busca de aire, orgullo por la resiliencia que demostramos frente a un gran riesgo personal y frustración por parecer destinados a repetir nuestros errores. El COVID-19 fue un tutor severo pero sabio que ofrece lecciones valiosas, si escuchamos.

Un análisis post mortem del COVID-19 revela logros notables y errores humillantes. Al principio, los Centros para el Control de Enfermedades y los funcionarios federales de salud tardaron en responder con kits de prueba, pero se convirtieron en líderes en materia de vigilancia, comunicación transparente e implementación de intervenciones basadas en evidencia. Las mascarillas y las vacunas —las herramientas preventivas más eficaces de nuestro arsenal— salvaron innumerables vidas y sirvieron como pararrayos culturales. En su afán por proteger a los niños, los responsables de la toma de decisiones pueden haber hecho más daño que bien al cerrar las aulas y pasar a la modalidad virtual. El enfoque en los trabajadores esenciales, las disparidades en materia de salud y la equidad expuso marcadas diferencias en el riesgo de muerte, lo que dio lugar a brillantes ejemplos de equidad en la asignación de recursos.

Los avances tecnológicos y científicos fueron el resultado de la intensa energía del gobierno, las empresas y las comunidades científicas. Un esfuerzo federal sin precedentes, la “Operación Warp Speed”, produjo enormes logros en materia de diagnóstico, vacunas de ARNm, vigilancia de aguas residuales y paneles de datos. El ritmo de los descubrimientos científicos es deliberado —los tratamientos para la COVID-19 prolongada aún están retrasados—, pero tenemos una mejor comprensión de la transmisión, los factores de riesgo, la protección de las vacunas y la terapia antiviral que para casi cualquier otra enfermedad infecciosa.

Paradójicamente, mientras la ciencia avanzaba a la velocidad de la luz, nuestro discurso en la plaza pública era opositor y caótico. Las reuniones públicas, los medios de comunicación, las redes sociales y el debate político carecían de una comprensión compartida de los hechos. Las vacunas, la contramedida más impactante y eficaz, se convirtieron en el blanco de la desinformación en línea. Los investigadores estiman que en 2020-2022 las vacunas COVID-19 evitaron 18,5 millones de hospitalizaciones, 3,2 millones de muertes y 1 billón de dólares en costos médicos en los EE. UU. Estas vacunas no eran perfectas. Se documentaron y explicaron al público efectos secundarios raros pero graves, que ocurrieron en aproximadamente 1 de cada 100.000 casos, pero la desinformación se propaga más rápido que la verdad. Los temores avivaron las dudas sobre las vacunas y las tasas de vacunación infantil sistemática disminuyeron. Cuando la protección de la comunidad disminuye, se producen oleadas de enfermedades y muertes. El mes pasado, las autoridades de Texas informaron de la muerte por sarampión de un niño en edad escolar sano y no vacunado; la primera en 10 años. A los pediatras les resulta alucinante que debamos volver a luchar contra la enfermedad más contagiosa de la Tierra más de 20 años después de que se erradicara en los EE. UU.

Más cerca de casa, el condado de San Diego informó recientemente de la quinta muerte de adolescentes por influenza de la temporada, superando la letal de 2009. Tres de ellos estaban sanos y ninguno estaba vacunado. Si bien los CDC recomiendan la vacuna anual contra la influenza para todos los mayores de 6 meses, la confianza pública se ha erosionado y las tasas de vacunación son subóptimas. Es alarmante que las reuniones cruciales de asesoramiento sobre vacunas en la Administración Federal de Medicamentos y los CDC se cancelaran recientemente sin explicación. El destino de una de nuestras intervenciones de salud más preciadas e impactantes es incierto. Esto no es progreso.

Se dice que quienes no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo. Me preocupa que el público haya olvidado activamente las lecciones de la pandemia. Mis colegas en medicina y salud pública están atormentados por el trauma, pero se sienten alentados por nuestra resiliencia después de haber sobrevivido a una prueba existencial. Disolvimos los silos y la competencia y armamos una respuesta coordinada. En clínicas comunitarias como la mía, se vacunaron, se les realizaron pruebas y se les brindó tratamiento a quienes hacían fila durante varias cuadras, a seis pies de distancia. Miles de habitantes de San Diego están vivos hoy gracias a las vacunas, los anticuerpos monoclonales y los antivirales orales. Tenemos la esperanza de que recordemos este espíritu altruista cuando lleguen los desafíos futuros, como sin duda lo harán.

Al conmemorar este triste hito, pongámonos de acuerdo sobre hechos y estadísticas, honremos las vidas perdidas y cambiadas para siempre, recordemos los esfuerzos heroicos de los trabajadores esenciales, los proveedores y los funcionarios de salud pública, y llevemos adelante las lecciones aprendidas para cuando llegue la próxima pandemia.

El Dr. Ramers es especialista en enfermedades infecciosas y médico científico en los Centros de Salud Familiar de San Diego. Vive en Burlingame.


Original Story

Opinion: Reflections on a post-COVID-19 world. Here’s what we’ve learned and forgotten.

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