Junio es el mes del orgullo en conmemoración de la famosa revuelta de Stonewall. El 28 de junio de 1969, la comunidad LGBTIQ que se reunía en el Stonewall Inn, un bar de Nueva York se amotina, harta de las detenciones arbitrarias, de la violencia policial, de edictos y brigadas de moralidad que día tras día pateaba la puerta y se llevaba a decenas a los calabozos. Fueron Marsha P. Johnson y Sylvia Rivera quienes dijeron basta, al miedo, a la humillación y se rebelaron, seguidas por miles. Fue una revuelta, el primer día del orgullo en el mundo.

Hoy las marcas cambian sus logos, bares cuelgan pequeñas banderitas o ponen stickers, aparece en el menú algo colorido, banderines colgados en algunas calles de las zonas cool y con suerte quizás el 28 alguna buena party en el epicentro de la ciudad que haga creer que ser “gay” es alegría y color. Esta práctica, común últimamente, se llama “Rainbowashing”, en español sería algo como “pintar con arcoiris”.

Si bien la visibilidad y el orgullo son consignas que reivindica la comunidad LGBTIQNB+ y la promoción de la inclusión es efectivamente un objetivo, el filo agudo que atraviesa estas políticas comerciales es la coherencia. Es decir que la bandera colgada en la puerta de un local o en el logo de una marca sea también el símbolo de que en ese lugar se aplican políticas internas y externas que reflejen un apoyo real.

Los distintos “washing” que hoy se denuncian en el mercado (“green” para hablar de desarrollo sustentable o “pink” para políticas feministas) son términos generales para la práctica de las corporaciones impulsada por las ganancias de comunicar engañosamente valores sin fundamento, en productos y servicios para atraer clientes y comercializarlos mejor entre consumidores.

Basado en el impacto positivo en la identidad de su marca y en el rendimiento financiero; incluso la decisión de alterar los recursos de marca no se toma al azar. En teoría, cambiar los dispositivos de marca central puede ayudar a los clientes a recordar el logotipo tradicional más fácilmente. Se convierte entonces esta iniciativa en un mínimo y colorido esfuerzo con grandes beneficios.

Por otro lado, si bien este fenómeno del “lavado de cara” de empresas sucede y es mundialmente una estrategia comercial, quizás puede convertirse en una ventana de oportunidad para emprendedores y emprendedoras con interés genuino en promover estos valores. Argentina es además pionera en el desarrollo de políticas públicas de género, diversidad e inclusión, donde Cupo Laboral Trans, la Ley de Identidad de Género e incluso el Matrimonio Igualitario favorecen y dan marco para un efectivo abordaje. Marco que hoy más que nunca es necesario defender

La coherencia y cohesión interna y externa es fundamental, antes que cualquier bandera, mediante acciones tangibles en donde no sea solo una vez al año un evento aislado. Es fundamental crear cultura y conciencia en todos los niveles de una organización por más chica que sea, promover el empleo, la formación, visibilizar causas o problemas de la comunidad e incluso cuestionar la brecha salarial y el acceso a los puestos de toma de decisión dentro del mismo proyecto. Empieza por algo simple: sentarse a hablar y preguntarse.

Ensayamos una guía de preguntas: ¿Hay alguna persona trans contratada? ¿Gana igual que les demás? ¿El proyecto participa en alguna actividad o se sabe algo más sobre la comunidad que tan solo los colores de su bandera? ¿Qué opinan otres participantes dentro del mismo proyecto sobre este tema? ¿Cómo es el aporte día a día para una sociedad más inclusiva?