En mayo de 1940, la ofensiva alemana atrapa a los británicos en la costa francesa, pero un heroico esfuerzo civil evacúa las tropas e inspira a toda una nación.
Los submarinos alemanes devastan los convoyes de los aliados a principios de la guerra, pero el ingenio, la tecnología y un poco de suerte cambian las cosas en 1943.
A fines de 1942, EE. UU. ingresa a la guerra en África del Norte, donde los británicos se han enfrentado a los alemanes y los italianos para controlar el Canal de Suez.
Desesperados por ganar una victoria en el este, los alemanes marchan en dirección a Kursk en 1943 y desencadenan una monumental batalla de tanques con la Unión Soviética.
Con la esperanza de una victoria rápida, las fuerzas aliadas invaden Italia en septiembre de 1943, pero el combate pronto le abre paso a una campaña sangrienta y eterna.
París sufre bajo el yugo de la ocupación alemana durante toda la guerra, hasta que los miembros de la Resistencia se alzan en su contra en agosto de 1944.
En junio de 1944, una batalla monumental entre los portaviones estadounidenses y japoneses en el mar de Filipinas invierte la situación en el Pacífico.
A principios de 1945, los marines de EE. UU. invaden Iwo Jima y enfrentan una lucha terriblemente sangrienta para controlar la isla, muy a pesar del público en casa.
Ávido de poder en un mundo de posguerra, Stalin les tiende una trampa a los aliados (y a sus propios generales) para ganar la carrera a Berlín en abril de 1945.
Las fuerzas estadounidenses invaden Okinawa en abril de 1945, y tras meses de combate y pérdidas atroces, Truman decide bombardear Hiroshima y Nagasaki.