La obra perdida de Nietzsche
Se publica por primera vez en español «Magnum in parvo», la ambiciosa obra que el filósofo ideó para sintetizar y explicar su pensamiento, muchas veces malinterpretado y otras, rechazado
Madrid Creada:
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Empezó a derrumbarse definitivamente en las primeras semanas de enero de 1889. La original lucidez de uno de los pensadores más relevantes y transgresores que había dado el siglo XIX comenzó a perderse a partir de esa fecha en la nebulosa de una enfermedad imparable. Durante años, había bregado contra el deterioro inevitable de su salud. Un mal, como él mismo intuía, que más tarde o temprano le iba a alcanzar con toda su dura y dramática irreversibilidad. Pero, hasta ese momento, el filósofo se había esforzado en su vocación y había elaborado una sucesión de ideas innovadoras, para algunos, revolucionarias, que entregó a los lectores en una larga sucesión de obras de enorme relevancia y que los años demostrarían ser capitales para el pensamiento humano.
En un último impulso, concibió un libro que supusiera una «síntesis sistemática y completa de su pensamiento», y al que, desde su génesis, dio un título: «Magnum in parvo». Un proyecto que imaginó en los postreros meses de su vida en que le acompañó la claridad mental. Esto es, entre las últimas semanas de agosto y las primeras de septiembre de 1888, en Sils Maria, Suiza, donde solía retirarse en verano para descansar. «Se trata de una obra que discurre en un momento crítico de su carrera y, a diferencia de otros libros anteriores que había publicado, pretendía por una vez, sistematizar, aclarar y poner de relieve lo esencial de su filosofía, que, a pesar de su fama, no había obtenido la acogida de anteriores publicaciones, que solo recibieron la indiferencia, sino el rechazo. Esta iba a ser la gran obra de Friedrich Nietzsche», comenta el especialista Joaquín Riera Ginestar responsable de esta edición de «Magnum in parvo» (Alianza editorial) que ahora se publica en español.
Los profesores italianos Giorgio Colli y Mazzino Montinari encontraron en el Archivo Goethe y Schiller una serie de fragmentos, notas, párrafos y cuadernos que el alemán había dejado al fallecer. Entre esas apuntaciones, estaba el guion, con cada uno de sus capítulos, de cómo iba a ser este ambicioso título. Lo planteó en cuatro volúmenes y cada uno de ellos iba a estar dividido en tres apartados, pero en el último momento sobrevino lo que tanto se había demorado y tardado en llegar: la enfermedad, con todas sus inmediateces, impedimentos y premuras.
Se ha rehecho esta obra gracias a las notas de Nietzsche que se conservan en los archivos
Aquello torció su voluntad inicial y le condujo a tomar otra solución que posteriormente resultaría fatal. «Se ha especulado mucho sobre su enfermedad y si habría sido sífilis, que contraería en algún instante de su juventud y que luego no se trataría de una manera adecuada. La otra posibilidad es que padeciera una enfermedad heredada de su padre, diagnosticada entonces como reblandecimiento cerebral. Se supone que él padeció un proceso degenerativo del sistema nervioso que, además, le provocaba perdida de visión y vómitos. De hecho, tuvo que renunciar a su plaza como profesor en la Universidad de Basilea por su estado. A partir de ahí empezó a errar por distintos países de Europa, Italia, Francia suiza, con la intención de encontrar un lugar que resultara apropiado para su dolencia y no se resintiera por las consecuencias de este trastorno. Esto le impedía escribir de una manera continuada por mucho tiempo o hilvanar un discurso que resultara muy largo. Por esta causa, ahora nosotros disponemos de estos cuadernos, porque cuando andaba y tenía un momento de tranquilidad en que remitían sus dolores y le permitían descansar, se entretenía en hacer anotaciones. De esta manera, iba poniendo por escrito sus reflexiones, aunque siempre con una tremenda dificultad. De hecho, en su caso particular, el estado fisiológico determinaría de manera definitiva su literatura. Esta forma suya de los aforismos vino impuesta precisamente por su precaria salud, cuyo origen, en el fondo, nunca se ha aclarado del todo».
Su repentina impaciencia, con toda posibilidad inspirada por una severa conciencia de sus debilidades, condujo a Nietzsche a dividir los textos escritos para este libro e integrarlos en dos volúmenes que hoy resultan muy conocidos por todos, le admiren o no: «El crepúsculo de los ídolos» y «El Anticristo». Otro libro famoso y atribuido a él, «La voluntad de poder», que muchos todavía vinculan a su canon referencial, en el fondo nunca ha tenido nada que ver con el pensador.
Este volumen nació en los últimos momentos de lucidez del filósofo antes de caer enfermo
El propio Joaquín Riera explica este malentendido que se ha perpetuado en el tiempo y que resulta tan popular: «Este libro nunca lo proyectó Nietzsche. Es una obra que en realidad no existió, pero parece que todavía existe mucha gente que no lo sabe o que no se ha enterado de esto. Pero vamos, no es suyo. Fue obra de Elisabeth Förster-Nietzsche y uno de los amigos de él. Lo curioso es que este volumen creó cátedra. Se estudió filosofía con él. Lo cierto es que estaba lleno de ribetes antisemitas, pero que no provenían de él, sino de esos dos compiladores. Es triste y lamentable, pero es un constructo. Este libro es falso. Se sabe desde la década de los años sesenta. Se publicó por los intereses que tenía esa mujer. Nietzsche fue manipulado por la hermana, que puso ahí la ideología en boga, que era la del nacionalismo en Alemania de esa época. Por eso, fue utilizado por los nazis. Pero eso no tiene nada que ver con Nietzsche. La realidad es que él tenía muchos amigos judíos en la universidad y que siempre se opuso al antisemitismo. De hecho, le daba asco su cuñado porque precisamente era antisemita».
El libro que sí fue real, y del que se conoce perfectamente su planteamiento y los textos que corresponden a cada una de sus partes es «Magnum in parvo». Su contenido se repartió con distinta fortuna. El 67 por ciento de su contenido terminó en las páginas de «El crepúsculo de los ídolos» y el otro 33 por ciento en «El Anticristo». Pero existe un hándicap añadido a esta redistribución. Estos trozos se ensamblaron con secciones, capítulos y añadidos de cuño nuevo que adulteraron su contenido, impidieron apreciar el sentido de lo que intentaba trasladar al público y, además, interrumpían la linealidad de su lectura. Por tanto, no dejaban percibir la lógica que hilvanaba su contenido. «La obra relevante fue despedazada en un momento de crisis del autor, ya disminuido o con problemas personales de salud, para ser diluida y desnaturalizada dentro de estas dos obras destacables, sin duda, pero tal vez también menos acertadas», se puede leer en el prólogo de este ensayo ahora rescatado. «Ahora es cuando se puede apreciar la obra. De hecho, se demuestra que es un conjunto coherente. Leemos los capítulos de una manera consecutiva, porque en los otros dos libros muchas veces estaban separados y esto provocaba que no existiera continuidad alguna y que el lector no terminara por comprender del todo el sentido de lo que contaba. En este volumen existe un hilo conductor que es muy propio de la literatura sapiencial. Son palabras-gancho que aparecen al final de cada uno de los capítulos y que se repiten al inicio del siguiente. Eso los conecta, pero al separarlos, se rompe esa importante trabazón y eso se nota en los saltos de la lectura que se producen en esos dos libros y en la confusión que generan», comenta Joaquín Riera.
Él mismo admite que ahora se puede «comprobar qué tipo de composición ideó, además de que se pueden seguir la lógica que guía sus razonamientos con una mayor claridad, aparte de comprender mejor los temas que aborda. La primera vez que me acerqué como lector a “El crepúsculo de los ídolos”, me chocó un aspecto concreto. Se abre directamente con un grupo de aforismos después de un prólogo mínimo y corto. Son aforismos que descolocan, que están en el inicio del libro, cuando lo más coherente habría sido situarlos al final, como resumen de la obra, para refrescar la memoria, como conclusión o, quizá, como colofón a nivel compositivo o literario. Cuando se estudia el guion que Nietzsche ideó para esta obra, uno percibe que estos aforismos no están presentados como los había previsto para “Magnum in parvo” y que en este libro, al contrario que en los otros, existen guiños que habían pasado desapercibidos al mito del eterno retorno al coincidir las palabras finales del primer capítulo del libro con las palabras con las que decide concluir el volumen. El libro acaba como empieza».
Esta edición, que está profusamente anotada con la intención de proporcionar las claves adecuadas a todo tipo de lectores y que su interés no quede limitado a la minuciosa y atenta lectura de expertos, supone un paso hacia adelante en el estudio de un filósofo que siempre ha sido de una extrema dificultad y que, a pesar de los aforismos convertidos en meros eslóganes por la cultura contemporánea (y cuyo sentido se pierde al emplearlos de esa manera), va más allá de esos significados aparentes. «En este libro, él intenta explicar gran parte de su filosofía. Aclara la idea del superhombre, que es más interesante de lo que algunos creen, el eterno retorno y el amor al destino, tan de moda hoy en día con el estoicismo. Para él, este amor no consiste en asumir las cosas que vienen porque sí; sino en amar y afrontar lo que viene con gozo. No contiene tantas divagaciones como en “Aurora” o “La gaya ciencia”, que, siendo buenas reflexiones, no están agrupadas por temas. Aquí prevalece un discurso: el mal del nihilismo, porque el protagonista principal, la palabra esencial o clave, es el nihilismo. Él es un nihilista, por no saber hacia dónde vamos. Es ese hastío de haberse dado cuenta de que nada tiene sentido y que para superarlo hay que crearse una identidad».
Riera, por eso, considera que «Nietzsche está de actualidad en esta sociedad consumista, nihilista, donde hemos perdido la moral, que tenía un peso destructivo sobre la corporeidad y que impedía disfrutar de la vida. Él propone que cada uno encuentre su camino, lanzándose a estímulos para avanzar. Nos quita la culpabilidad por no encontrar el amor ideal o el trabajo que nos gustaría, pero lo hace con un tono diferente al estoicismo». Ahora que tantos acuden a las «Meditaciones», de Marco Aurelio, en el fondo, las reflexiones de un emperador romano que dominaba el mundo, Nietzsche supone un apropiado revulsivo, alguien que aboga por lo personal, apela a la felicidad, pero no a ser conformista con un marco social que solo busca la obediencia de los hombres.
UN FILÓSOFO PARA TODOS Y PARA NADIE
No ha habido una sola ideología que no haya tratado de alguna manera apoderarse de la obra de Nietzsche. No solo lo intentó el nacionalsocialismo, que tergiversó y manipuló sus conceptos, su figura, su nombre y su obra, sino que también lo ha usado el marxismo en su beneficio. «Pero él rechaza el socialismo y la sociedad obrera, la idea de convertir a todos en iguales sin importar los méritos de cada cual, porque este hombre sí que cree en la meritocracia natural, pero en el sentido de saber enfrentarte a la vida, de querer superar la dificultad de la vida, haciendo filosofía al pensar en los problemas. Cada ideología lo ha intentado arrimar a su ascua y eso ha hecho que Nietzsche en el fondo sea de todos y que sea de nadie. En el fondo es un filósofo para cada uno», dice Joaquín Riera.