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LA BÁMBOLA

No hay tigres en Islandia

Diego Medrano
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diegomedranotelefonicanet /12/12/23
martes 12 de julio de 2022, 20:40h

Literatura, en mayúsculas, vuelve a ser, como quiere Fanny Rubio, todo aquello que al entrar en una librería y, tras caminar diez pasos, se encuentra el visitante oculto, protegido, lejos de la farfolla comercialona, al margen de la paparrucha publicitaria. Jordi Pujolá (1972), licenciado en Economía y tras años como alto directivo inmobiliario, presenta una novela deslumbrante: No hay tigres en Islandia (Velasco Ediciones). Cuatrocientas y pico páginas de pura adicción.

Llama la atención en el lector cautivo de lo suyo, la velocidad, sin perder esencia ni rangos literarios, algo muy difícil de llevar a término. María Dueños, por poner un ejemplo, llegó a confesar que escribía sin adjetivos, y regla común y resabida es cómo el periodismo está en el verbo y la literatura en el adjetivo, así viene a ser uno el contrario de la otra, acelerar y decelerar, sí, porque la palabra obliga. No es el caso de Pujolá: adjetiva como un artesano y escribe sin perder el tiempo. Incluso los diálogos tienen velocidad de crucero.

Novela de peripecia, donde a un adolescente empiezan a pasarle cosas, la muerte de su madre por presuntas negligencias médicas, la vida cada vez más complicada de hacker en las catacumbas de Internet (Darknet), el exilio deliberado en busca de supervivencia económica, la improvisación y la astucia, la soledad y el abandono físico, pensar los sentimientos y sentir los sentimientos. Pujolá es un sociólogo de pincel fino, muy fino, y así todo el texto es una completa lucha por la vida brutal.

Oficio, desmesura y, algo muy complejo, se nota que el escritor tiene detrás profesión, ha ganado dinero, sabe de qué va la calle, conoce al obrero digital en todas sus autopsias posibles. Corre el texto, supersónico, y en las suelas de viento de su protagonista, El Tigre, malvado internauta, encontramos al héroe adolescente que se resiste a dejar de serlo. Para muestra un botón: “¿Cuál es la rutina del Tigre Solitario? Primero, abre la oficina, cobra los chantajes que ha hecho y busca fallos de seguridad en otros posibles clientes (a los que no tiene que ver ni hablar); segundo, ve películas y juega a Overwatch o Fortnite. Y al final, cuando empieza a repuntar el día, borracho, con los ojos enrojecidos, harto de comer y masturbarse, cae rendido. Ahora que no puede competir en los karts, esta es su vía de escape. Lo tomas o lo dejas”. ¿Es gratuita dicha vida?

Por supuesto que no lo es: “Sí, tiene más dinero que nunca, es cierto, pero no sale de casa. ¿De qué le sirve el dinero? Solamente para entregarse a la lujuria. Está en la fase de probar medicamentos que requieren prescripción médica, tales como la morfina, la Viagra, el Valium, la ketamina y algunos opiáceos. En Darkness todo está disponible, barra libre”. Así el Tigre Solitario entra en Darknet, la cebolla del buscador Tor ocupa la pantalla y se transforma: “Aquí no soy ni gordo ni feo ni sucio ni nadie me manda, se dice”. El fracaso vital va parejo al éxito digital, como en tantos, y solo existe el desafío de quebrar el sistema de seguridad que se ponga por delante. Piensan los dedos y ocia la mente, mientras otros compis anónimos (Merlin, Wizard, Mayday…) velan por la paz de todos. Un tío con un ordenador y mucho ocio por delante vuelve a ser muy peligroso.

La entraña literaria es jugosa: Pujolá no estigmatiza al hacker, todo lo contrario, Pinta un país (España) donde los derechos básicos son constantemente vulnerados (vivienda, calefacción, trabajo, educación, asistencia sanitaria…) hasta convertirlos en lujos: “La gente dedica su vida a obtener bienes y servicios que ya garantiza la Constitución. Los poderes fácticos, llámense multinacionales, las sectas judeomasónicas o esa hermandad denominada Los Ministros, mantiene distraída a la población y tergiversan la información para que no se advierta que la están explotando. Los nuevos tiranos padecen el síndrome de Hybris (abuso de poder). La clase obrera ha dado un paso atrás sin enterarse. Por eso aumentan las desigualdades sociales. Ganan unos pocos y pierden muchos, especialmente por la contaminación (también acústica) y los residuos que no se ven. ¡Hay que rebelarse! ¡Han estigmatizado a los hackers, los llaman piratas y antisistema porque saben que son los únicos que pueden demostrar a la gente que la están engañando, como los señores feudales en la Edad Media”. Desde las catacumbas (Darkness/Darknet) una venganza peligrosa escalofría por arriba.

Friso juvenil, novela generacional, historia de los nómadas internacionales perdidos por medio mundo, fuga de cerebros, parpadea otra delincuencia de guante blanco imparable, porque trabajando cada vez es más difícil hacerse rico. No hay tigres en Islandia tiene mucho de aullido solitario, lobo negro y salvaje sin asideros, al que ni una familia ni un país supo domesticar o hacer feliz. Un tío herido con un ordenador y mucho tiempo por delante puede hacer daño. Un tío sin pasado ni familia no tiene límites. Un tío sin ídolos no tiene por qué vestirse por los pies. En su caso, el amor no mueve los muebles. Habla trucho que no te escucho, sí. El sudaca nos ataca, sí. Otro humor, inflamable, circunvala la herida y esa cicatriz que no termina por aparecer. Jordi Pujolá ha escrito una novela brillante de vaqueros ajustados, malas pintas y desengaños amorosos. Dice en la página 193: “ No te rías de alguien sin cultura porque a lo mejor es más inteligente que tú”. La fiera está despierta. Respira a un paso.

Diego Medrano

Escritor

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