Un solitario árbol cae sobre una torre de alta tensión y genera un corte de electricidad que afecta a más de un millón y medio de personas (417.000 clientes) de la Región Metropolitana.
Ante esto, la empresa responsable de la línea eléctrica deslinda su responsabilidad aduciendo que el mencionado árbol estaba fuera de su franja de mantención (10 metros a cada lado de la línea).
La presión de las autoridades (nacionales, regionales y municipales) cayó igualmente sobre la empresa privada para acelerar la reparación y recuperación del servicio, lo que ocurrió casi 5 horas después del incidente.
Fragilidad en la gobernanza
La fragilidad del árbol, de la torre, de la línea y del servicio eléctrico son sólo una cara de la moneda. La fragilidad de la “gobernanza” del incidente es la otra cara. La manera en que autoridades, reguladores y responsables potenciales del incidente se articularon para evaluar, decidir y resolver que hacer mostró que nuestra capacidad para prevenir escenarios de riesgo y ponernos de acuerdo en medio de la emergencia es también frágil. Nadie vio venir ese árbol.
Las impresionantes lluvias generadas por un grupo de sistemas frontales que en las últimas semanas llegaron a Chile desde el Océano Pacifico han sido una serie de retiradas pruebas sobre nuestra capacidad de enfrentar este tipo de escenarios que, si bien hoy son inusuales, amenazan con ser la nueva normalidad de aquí en adelante.
En 2 meses han caído las precipitaciones de un año completo en Santiago. La última vez fue hace más de 20 años.
El modelo de desarrollo
Los eventos de estas últimas semanas fueron un adelanto de lo que se viene, cada vez más seguido, cada vez más intenso. Por esta vez apenas aprobamos, aunque con nota deficiente: el modelo de desarrollo que hemos construido como país tiene una expresión clara en la manera en que ocupamos el territorio.
Esa manera de intervenir el espacio natural para habitarlo no se ha realizado de manera equilibrada. Hoy estamos pagando las consecuencias de nuestras malas decisiones, algunas de las cuales se tomaron hace más de 30 años, cuando se otorgó el primer permiso para construir una torre de departamentos sobre el frágil campo de dunas de Concón.
Los desastres no son naturales
Los desastres no son naturales; se están gestando día a día en aquellos lugares donde malas decisiones humanas pondrán en riesgo a los habitantes del futuro.
Los desastres de las últimas semanas se incubaron hacer mucho tiempo atrás: cuando se decidió urbanizar, pobre e irresponsablemente, áreas naturales que hoy ya están perdidas. No los vimos venir y hoy los soportamos como podemos, con las herramientas que hoy tenemos a la mano.
Mucho de la fragilidad que hemos mostrado en la respuesta a los últimos temporales (aunque singulares) tiene que ver con que hemos perdido la capacidad de planificar a largo plazo y de manera integral.
Si algo positivo hemos sacado de esta experiencia es darnos cuenta de que así no podemos seguir.
El cambio climático y sus consecuencias (en invierno y en verano) nos está pasando por encima, riéndose de nuestra fragilidad para responder a las contingencias actuales y anticiparnos a los escenarios futuros.