Ciencias Politicas

Islandia, una pequeña isla en el extremo noroeste de Europa con un nivel demográfico muy bajo, apenas 320.000 habitantes, durante mucho tiempo no nos evocaba más que historias fantásticas y sagas vikingas perdidas en algún punto del Ártico. Hasta que una tarde de abril del 2010, un volcán de nombre casi impronunciable se puso en erupción, extendiendo sus cenizas sobre todo el continente europeo y provocando un caos sin precedentes en las comunicaciones aéreas de todo el mundo. Algunos analistas quisieron ver este suceso como una oportuna emulación de la respuesta del pueblo islandés a la mayor hecatombe de su historia, la crisis financiera de 2008. Fue principalmente a raíz de este episodio de crisis cuando la idea de incorporarse a las antiguas Comunidades Europeas empezó a hacerse cada vez más atractiva para la ciudadanía islandesa.

En: 2012-03-10 20:24 (2461 Lecturas) www.ldnet.eu Public policies in the field of social and territorial cohesion should question the supposition that economic activities have always to be distributed in a homogeneous way to benefit the poor and vulnerable people, who live in marginal territories without economic growth. The pretension of distributing in the territory of a country economic growth in a balanced way can, finally inhibit economic growth generating very weak outputs in terms of welfare and social cohesion. The dilemma could be: whether we shall try to develop all the regions simultaneously aiming that people, wherever they live, will improve their incomes and their welfare without having to move or, we should stimulate mobility, economic concentration and migration of people towards the more dynamic zones that create jobs? Taking into account that spatial concentration of capital, benefits, information, human resources in the large metropolitan centres is the outcome of economic growth, we can conclude that we have to accelerate this concentration to obtain a better rate of growth. That is the reason why international organisations seek to increase density in metropolitan poles and to increase mobility of companies and people towards those sites that offer the best economic opportunities. From this point of view, to achieve an accelerated economic growth and a balanced development, public policy has to facilitate economic integration among the territories and regions. And that means not to prevent or to limit mobility of people, products and ideas. The focus should therefore be on integration and in territorial cohesion and not in the local (endogenous) development of each of the territories of the whole nation. We have to ensure territorial cohesion and the welfare of the whole population through distribution of incomes along the whole national territory. Public policy can improve convergence among income levels, to ensure that people living in the less developed areas (with low level of GDP) should not wait for the economic development of the places where they live, to enjoy the basic public services. The experience of countries that have achieved high levels of development shows that a public endeavor is needed to disseminate and distribute the gains of development in a fairer way. We must analyze the incomes (and not just the economic activities) that flow in a region. This will allow us to understand the disconnection between production and income in the territories, and the mechanisms of how development, employment, income, consumption and cohesion work at local level. In a new and renovated perspective of LD, we have to understand that the territory is not just a place where production takes place; it is also a habitat, a community, for whom development is not just defined in terms of " factors of productivity " or " transactions costs " , but in terms of incomes of families, jobs, unemployment and poverty.

Los territorios no son espacios predeterminados, ya definidos. Los concebimos como una construcción social, como espacios vivos, fruto de las interacciones de las personas y de las organizaciones allí localizadas, que encaran y proponen estrategias de desarrollo, que generan y gestionan conflictos, que aprenden, que impulsan proyectos que, una vez en marcha, transforman esos mismos territorios haciéndolos diferentes. Se trata de espacios y de territorios capaces de generar ventajas competitivas a partir de sus recursos endógenos, y en una relación nueva con el entorno en el cual esos lugares se desarrollan. Nos interesa, en concreto, saber como " trabajan " esos lugares, como desarrollan actividades económicas, como se organizan, como se comunican con la globalización y como, en resumen, se " re-territorializan " para el progreso, para la calidad de vida y el bienestar de los ciudadanos que allí residen. Lo que denominamos " desarrollo local " no hace referencia a una escala territorial determinada sino que se configura en torno a territorios en los que se generan esas ventajas competitivas. Puede tratarse de regiones, de localidades, de ciudades, de metrópolis, incluso pueden ser territorios que se constituyen atravesando las fronteras de los estados nacionales. Lo local es un espacio que puede referirse a diversas escalas territoriales posibles y que, en todos los casos, supone un lugar donde se toman decisiones significativas para su desarrollo. A nuestro entender hoy se hace necesario repensar el enfoque del desarrollo local, encarando una reflexión que permita renovar y, en cierta medida, ampliar o " abrir " el concepto a nuevas perspectivas de análisis y de propuestas.

La participación ciudadana se ha instalado entre nosotros como un nuevo paradigma dentro de las políticas municipales. Las fuerzas emergentes que gobiernan hoy la mayoría de las grandes ciudades españolas la consideran el núcleo duro que marca sus diferencias con las fuerzas políticas tradicionales. Dar la palabra a los vecinos es el quid pro quo de los nuevos consistorios salidos de las recientes elecciones municipales. Existe un consenso tácito establecido poco a poco en los países del entorno europeo, y en particular en sus ciudades, sobre la necesidad de impulsar la llamada " democracia participativa " , como doble respuesta: por un lado, a la creciente complejidad de nuestras sociedades y, por otro, a las limitaciones de la actual democracia representativa. En su versión más radical se pretende invertir el modelo dominante de democracia representativa y electiva de las instituciones públicas para poner el acento en la democracia asamblearia y dar así " la palabra al pueblo ". Nadie pone en duda el valor positivo que tiene la participación de los ciudadanos en los asuntos de la ciudad. Nadie se opone a ello y nadie puede estar en desacuerdo. Pero la distancia que hay entre las palabras y los hechos es enorme. En parte porque nunca se debate sobre las razones y motivos que llevan a participar en las decisiones públicas. En general, se cae en debate sobre los procedimientos, la metodología y la organización, pocas veces sobre los fines y, menos aún, sobre los principios. Últimamente muchos responsables políticos municipales, comprometidos de forma decidida con la participación ciudadana, manifiestan una voluntad de " confiar plenamente en los vecinos de la ciudad " , dejando constancia que no decidirán ni llevarán a cabo ninguna actuación " sin antes consultar a los vecinos ". En su versión más extrema se podría abrir camino una posible perversión democrática: Los responsables políticos electos democráticamente pueden llegar a desentenderse de los resultados en la medida que ni ha sido el ayuntamiento sino los vecinos movilizados los responsables de las decisiones. La experiencia muestra que independientemente del motivo para desencadenar procesos participativos, la participación es vista siempre (por parte de los responsables municipales y de los líderes vecinales) como la garantía indudable de que los destinatarios de la política o de la intervención pública han sido tenidos en cuenta. En otras palabras " hacer con " se considera una garantía de " hacer para ". Mas explícitamente, la participación permitiría la mejor adecuación posible de de las actuaciones a las expectativas y necesidades de los vecinos. Y ello, como también la experiencia muestra, dista de ser cierto. La participación ciudadana, incluso en la toma de decisiones, no garantiza per se la calidad y la eficacia de las políticas en juego ni la idoneidad de sus resultados y de sus beneficios. No olvidemos que los vecinos y sus organizaciones no siempre pueden anticipar los problemas de uso y los potenciales desequilibrios que sus propias propuestas pueden generar, por ejemplo, su compatibilidad con otros usos, o las dificultades de gestión que pudieran conllevar. A menudo hablamos de expectativas de " los vecinos " , cuando en realidad esas expectativas son muy heterogéneas, a menudo contradictorias entre diferentes vecinos. El hecho de que las personas implicadas en un proceso participativo no representen más que a una parte pequeña de los vecinos afectados impide que los reconozcamos como " los vecinos " destinatarios exclusivos de los proyectos municipales, sino que deben ser denominados como " vecinos " , participantes en la elaboración de dichos proyectos, portadores

Creación y circulación de la riqueza y del empleo en las regiones europeas. Notas provisionales para animar un debate necesario sobre el desarrollo territorial en un contexto de incremento de la interdependencia económica, la autonomía política y la descentralización. Fernando Barreiro Barcelona, noviembre 2008 En la Europa actual se hace difícil dilucidar y comprender cabalmente el vínculo entre la creación de riqueza y el territorio. Muchos flujos cada vez más densos y diversificados de dinero-de ingresos y de gastos-que se despliegan en el ámbito de un estado-nación y/o entre ellos, plantean interrogantes de todo tipo. La política de convergencia del PIB por habitante entre las regiones europeas, preocupación mayor del modelo europeo de cohesión territorial, de competitividad y de bienestar, encuentran numerosos obstáculos para llevarse a cabo. Las políticas de la Comisión Europea no parece que estén clarificando este asunto, sino todo lo contrario. La principal hipótesis que aquí planteamos es que las transformaciones económicas, políticas y territoriales en curso en la Unión Europea muestran que ya los ingresos o rentas de los territorios no dependen principalmente de la producción de mercancías en esos mismos territorios. Y esta idea tiene, como es obvio, una evidente consecuencia sobre las apuestas (y estrategias) futuras por el desarrollo local y territorial. 1 En la mayoría de los territorios de la Unión Europea el empleo privado en actividades productivas competitivas y abiertas a la mundialización ya no es la principal fuente de su dinamismo. Por el contrario, son los ingresos surgidos del sector público, del consumo de los no residentes, del turismo, de las prestaciones sociales y las jubilaciones los que determinan el grueso de la renta, del bienestar y de la riqueza de muchos territorios europeos. Hay que apuntar que en no pocas regiones de países miembros de la UE la suma de salarios privados es inferior a la suma de los salarios públicos. 2 Una parte importante de la diferencia entre el PIB y las rentas regionales se debe a las transferencias públicas. Un estudio realizado por la Comisión Europea en el marco de la preparación del primer Informe sobre la Cohesión (1997) permitió una primera estimación para el año 1993 de las transferencias regionales inducidas por el gasto público nacional (presupuestos del estado y de la seguridad social) en los siete países más grandes. Esa redistribución transfiere montos muy significativos de renta desde las regiones ricas hacia las regiones pobres en los diferentes países europeos. Así, las regiones de París y de Londres hacen una contribución netas a los ingresos de otras regiones de sus países del orden del 10% de su PIB, Madrid de un 1 Este análisis es pertinente en aquellos contextos que como el europeo suponen una altísima movilidad de factores de producción y de la población, altos niveles de integración y cohesión territorial y la presencia de un potente estado redistribuidor de rentas presente en el conjunto del territorio. Otro matiz: las diferencias entre estados nacionales dentro de la Unión Europea también pueden ser significativos. Por tanto, tomemos con cautela y relativismo algunos de las afirmaciones que aquí se exponen. 2 En ello ha tenido un peso muy importante el fuerte proceso de descentralización de las administraciones públicas en la gran mayoría de los países europeos, llevado a cabo principalmente en los años 80 y 90 del siglo pasado, y también por el peso de los fondos públicos canalizados y asignados a escala regional por la Unión Europea.