Pecados
Pecados
Pecados
1. Pecado Original: Según la Biblia, Adán y Eva, los primeros seres humanos, vivían en el Jardín del Edén. Dios les
prohibió comer del árbol del conocimiento del bien y del mal. Sin embargo, tentados por la serpiente,
desobedecieron y comieron del fruto prohibido. Este acto de desobediencia se conoce como el pecado original.
Como resultado, la humanidad heredó la inclinación al pecado y la separación de Dios.
2. Los Siete Pecados Capitales: La Iglesia Católica ha identificado siete pecados capitales que representan las
tendencias pecaminosas inherentes en los seres humanos. Estos son:
3. El Sacramento de la Reconciliación (Confesión): Los católicos creen que pueden recibir el perdón de sus
pecados a través del sacramento de la reconciliación. Se confiesan ante un sacerdote, quien actúa como
intermediario entre ellos y Dios. El arrepentimiento sincero y la penitencia son esenciales para recibir el perdón
divino.
4. La Gracia y la Redención: A pesar del pecado, la Iglesia enseña que Dios ofrece la gracia y la redención a través
de Jesucristo. Su sacrificio en la cruz permite la reconciliación con Dios y la posibilidad de la vida eterna.
En resumen, la historia del pecado en la religión católica está entrelazada con la narrativa bíblica, los sacramentos y
la búsqueda de la gracia divina. Cada católico está llamado a reconocer sus pecados, arrepentirse y buscar la
reconciliación con Dios.
La misericordia y el pecado
El Evangelio es la revelación, en Jesucristo, de la misericordia de Dios con los pecadores (cf Lc 15). El ángel anuncia a
José: “Tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mt 1, 21). Y en la institución de la
Eucaristía, sacramento de la redención, Jesús dice: “Esta es mi sangre de la alianza, que va a ser derramada por muchos
para remisión de los pecados” (Mt 26, 28).
Dios, “que te ha creado sin ti, no te salvará sin ti” (San Agustín, Sermo 169, 11, 13). La acogida de su misericordia exige
de nosotros la confesión de nuestras faltas. “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos y la verdad no está en
nosotros. Si reconocemos nuestros pecados, fiel y justo es él para perdonarnos los pecados y purificarnos de toda
injusticia” (1 Jn 1,8-9).
Afirma san Pablo, “donde abundó el pecado, [...] sobreabundó la gracia” (Rm 5, 20). Pero para hacer su obra, la gracia
debe descubrir el pecado para convertir nuestro corazón y conferirnos “la justicia para la vida eterna por Jesucristo
nuestro Señor” (Rm 5, 20-21). Como un médico que descubre la herida antes de curarla, Dios, mediante su Palabra y su
Espíritu, proyecta una luz viva sobre el pecado:
«La conversión exige el reconocimiento del pecado, supone el juicio interior de la propia conciencia, y éste, puesto que
es la comprobación de la acción del Espíritu de la verdad en la intimidad del hombre, llega a ser al mismo tiempo el
nuevo comienzo de la dádiva de la gracia y del amor: “Recibid el Espíritu Santo”. Así, pues, en este “convencer en lo
referente al pecado” descubrimos una «doble dádiva»: el don de la verdad de la conciencia y el don de la certeza de la
redención
¿Qué es pecado?
Antes de explicar el significado de este debemos saber que acoger la misericordia de Dios supone que reconozcamos
nuestras culpas, arrepintiéndonos de nuestros pecados. Dios mismo, con su Palabra y su Espíritu, descubre nuestros
pecados, sitúa nuestra conciencia en la verdad sobre sí misma y nos concede la esperanza del perdón.
El pecado es una falta contra la razón, la verdad, la conciencia recta; es faltar al amor verdadero para con Dios y para con
el prójimo, a causa de un apego perverso a ciertos bienes. Hiere la naturaleza del hombre y atenta contra la solidaridad
humana. Ha sido definido como “una palabra, un acto o un deseo contrarios a la ley eterna; Es una ofensa a Dios, nos
aparta de el y a el de nuestros corazones. La raíz del pecado está en el corazón del hombre, en su libre voluntad.
Síntesis: El pecado es “una palabra, un acto o un deseo contrarios a la ley eterna“Es una ofensa a Dios. Se alza contra
Dios en una desobediencia contraria a la obediencia de Cristo. Es un acto contrario a la razón. Lesiona la naturaleza del
hombre y atenta contra la solidaridad humana.
La raíz de todos los pecados está en el corazón del hombre. Sus especies y su gravedad se miden principalmente por su
objeto. Tenemos responsabilidad en los pecados de los otros cuando cooperamos culpablemente a que se comentan.
La variedad de los pecados es grande, ya que pueden distinguirse según su objeto o según las virtudes o los
mandamientos a los que se oponen. Se pueden distinguir según su objeto, como en todo acto humano, o según las
virtudes a las que se oponen, por exceso o por defecto, según los mandamientos que quebrantan. Se los puede agrupar
también según que se refieran a Dios, al prójimo o a sí mismo; se los puede dividir en pecados espirituales y carnales, o
también en pecados de pensamiento, palabra, acción u omisión. El pecado según su gravedad puede ser mortal o
venial:
PECADO MORTAL: destruye la caridad en el corazón del hombre por una infracción grave de la ley de Dios; aparta al
hombre de Dios.
Se comete un pecado mortal cuando se dan, al mismo tiempo, materia grave, plena advertencia y deliberado
consentimiento. Este pecado destruye en nosotros la caridad, nos priva de la gracia santificante y, a menos que nos
arrepintamos, nos conduce a la muerte eterna del infierno. Se perdona, por vía ordinaria, mediante los sacramentos del
Bautismo y de la Penitencia o Reconciliación; entonces se requieren tres condiciones para que sea un pecado mortal:
“Es pecado mortal lo que tiene como objeto una materia grave y que, además, es cometido con pleno conocimiento y
deliberado consentimiento”
La gravedad de los pecados es mayor o menor: un asesinato es más grave que un robo.
La cualidad de las personas lesionadas cuenta también: la violencia ejercida contra los padres es más grave que la
ejercida contra un extraño.
Requiere plena conciencia y entero consentimiento, presupone el conocimiento del carácter pecaminoso del acto, de su
oposición a la Ley de Dios. Implica también un consentimiento suficientemente deliberado para ser una elección
personal. La ignorancia afectada y el endurecimiento del corazón no disminuyen, sino aumentan, el carácter voluntario
del pecado. La ignorancia involuntaria puede disminuir, y aún excusar, la imputabilidad de una falta grave, pero se
supone que nadie ignora los principios de la ley moral que están inscritos en la conciencia de todo hombre. Los impulsos
de la sensibilidad, las pasiones pueden igualmente reducir el carácter voluntario y libre de la falta, lo mismo que las
presiones exteriores o los trastornos patológicos. El pecado más grave es el que se comete por malicia, por elección
deliberada del mal.
PECADO VENIAL: se observa en una materia leve la medida prescrita por la ley moral, o cuando se desobedece a la ley
moral en materia grave, pero sin pleno conocimiento o sin entero consentimiento. Debilita la caridad; entraña un afecto
desordenado a bienes creados; impide el progreso del alma en el ejercicio de las virtudes y la práctica del bien moral;
merece penas temporales. El pecado venial deliberado y que permanece sin arrepentimiento, nos dispone poco a poco a
cometer el pecado mortal. No obstante, el pecado venial no rompe la Alianza con Dios.
Vicios: actividades que causan dependencia y desarrollan un estado de ansiedad en el espíritu de la persona cuando no
se realizan. Algunas de ellas pueden ser: los juegos de azar, fumar, comer en exceso, relaciones sexuales, entre otros.
Superstición: Poner la fe sobre ídolos falsos o creer en deidades diferentes a Dios es un pecado para los cristianos, ya
que son creencias que no se encuentran sustentadas en las Sagradas Escrituras.
Mentiras: Omitir u ocultar la verdad también se considera mentira. Existen las “mentiras piadosas” que, a pesar de ser
consideradas pecados veniales, contradicen las enseñanzas de Cristo y son pecados para la Iglesia católica.
No asistir a misa: Ir a misa es uno de los deberes religiosos de los cristianos. La asistencia a los actos religiosos es una
muestra de devoción y fe. No hacerlo es considerado un acto de rebeldía a la autoridad divina.
Juzgar: Solo Dios puede juzgar nuestros actos. Las personas no tienen autoridad para juzgar, ya que no es una tarea
propia del ser humano. Solo se puede mostrar cuál es el camino según la ley de Dios, con amor y humildad. Existe una
frase bíblica que dice “no mires la paja en el ojo ajeno”.
Maldecir: a alguien es alejarse de Dios. El corazón se expresa a través de la palabra, por eso maldecir es propio de
personas con mal corazón.
Abuso verbal: Toda acción que dañe a otro ser vivo se considera pecado. Las palabras pueden causar mucho daño
psicológico en las personas que resultan ofendidas.
El pecado venial constituye un desorden moral que puede ser reparado por la caridad que tal pecado deja subsistir en
nosotros.
Cabe agregar: que la reiteración de pecados, incluso veniales, engendra vicios entre los cuales se distinguen los pecados
capitales.
El pecado crea una facilidad para el pecado, engendra el vicio por la repetición de actos. De ahí resultan inclinaciones
desviadas que oscurecen la conciencia y corrompen la valoración concreta del bien y del mal. Así el pecado tiende a
reproducirse y a reforzarse, pero no puede destruir el sentido moral hasta su raíz. Los vicios pueden ser catalogados
según las virtudes a que se oponen, o también pueden ser referidos a los pecados capitales, generan otros pecados,
otros vicios. Son la soberbia, la avaricia, la envidia, la ira, la lujuria, la gula, la pereza.
Es un acto personal, nosotros tenemos una responsabilidad en los pecados cometidos por otros cuando cooperamos a
ellos:
El pecado convierte a los hombres en cómplices unos de otros, hace reinar entre ellos la concupiscencia, la violencia y la
injusticia. Los pecados provocan situaciones sociales e instituciones contrarias a la bondad divina. Las “estructuras de
pecado” son expresión y efecto de los pecados personales. Inducen a sus víctimas a cometer a su vez el mal. En un
sentido analógico constituyen un “pecado social”.
PECADOS CAPITALES Y COMO VENCERLOS: antes de desarrollarlos debemos saber que los siete pecados capitales
fueron categorizados primera vez por San Gregorio el Grande en el siglo VI, quien los enumeró de la siguiente manera:
orgullo, codicia, lujuria, envidia, glotonería, ira y pereza. El santo Papa lo que hizo fue después unir estos vicios con las
virtudes correspondientes, son la humildad, la caridad, la castidad, la gratitud, la templanza, la paciencia y la diligencia.
1) SOBERBIA
Estrictamente hablando la Soberbia, es el orgullo que lleva a la persona a igualarse a Dios o ponerse en antagonismo
con Dios. Pero este pecado capital también se refiere al orgullo que “consiste en una estima de uno mismo o amor
propio indebido, que busca la atención y el honor”
. Comparar los bienes o males míos con los de los demás. Ya la comparación es un inicio de la envidia.
. Resentir las cualidades, bienes o logros de otro, porque yo no los tengo.
. Desear tener los bienes materiales, intelectuales, físicos de los demás. Esto va en la línea de la codicia.
. Desear que los demás no tengan los bienes que tienen, porque yo no los tengo.
La envidia es un pecado muy escondido: casi nunca la persona envidiosa habla de estos sentimientos y pocas veces se
manifiestan abiertamente. Por eso es difícil detectar la envidia. La envidia forma parte de los malos pensamientos, que
las personas suelen pensar que son sólo de lujuria.
Otro problema para detectarla es porque el envidioso se siente con derecho a serlo: pareciera un sentimiento natural,
necesario, y no suele verlo como pecado.
Sólo si la envidia se materializa haciendo daño al otro pueda que el envidioso se dé cuenta. Pero pudiera ser puesta en
evidencia la envidia cuando buscamos criticar y hasta calumniar al otro para disminuirlo ante los demás.
4) IRA
La ira es el sentido emocional de desagrado y, generalmente, antagonismo, suscitado por un daño real o aparente.
Es una reacción de irritación y rabia causada por la indignación de sentir que se vulnera lo que creemos merecer.
Puede producirse por la frustración de no alcanzar algún objetivo o necesidad.
La ira es un estado emocional que varía en intensidad, yendo de la irritación leve a la furia intensa.
¿QUE COSAS DISPUSO DIOS PARA AYUDARNOS A VENCER LOS PECADOS CAPITALES?
1. Las gracias actuales que constantemente está regalándonos, pero que muchísimas veces despreciamos. Todo
impulso para ser casto, humilde, generoso, etc. es una gracia divina. El no aprovechar esos impulsos es
desperdiciar las gracias actuales que Dios nos da.
2. Los Sacramentos:
. la Confesión: para confesar los pecados capitales, para sabernos perdonados y para recibir las gracias específicas
que nos llevan a perseverar en las virtudes opuesta a estos pecados.
. la Comunión: que nos da la fortaleza interior para la virtud.
3. La oración: que nos fortalece también en la lucha interior contra los pecados capitales. Dentro de la oración,
recordar que un arma muy poderosa es el Rosario. La Santísima Virgen María, es nuestra aliada en la lucha contra
estos pecados.
Hay mucha gente que no tiene conocimiento sobre los pecados, lo que es peligroso, porque si no somos conscientes de
cómo actúa el pecado y la forma en que Satanás nos engaña, ¿cómo podemos seguir a Cristo? Además, ¿cómo podemos
ser discípulos santos si no sabemos las anécdotas de nuestros vicios?
Sí, ya que, la Biblia dice que los hombres de la antigua Sodoma “eran malos, y eran pecadores en extremo”, y que su
pecado era “muy grave” (Génesis 13:13; 18:20).
1. Gravedad. La Biblia dice que la inmoralidad sexual, la idolatría, el robo, la borrachera, la extorsión, el asesinato y
el espiritismo son pecados graves que no debemos cometer (1 Corintios 6:9-11; Revelación 21:8). La Biblia
marca una diferencia entre estos pecados y otros que son involuntarios o se han hecho sin pensar, como por
ejemplo, decir o hacer algo que hiera a alguien (Proverbios 12:18; Efesios 4:31, 32). Sin embargo, la Biblia nos
anima a no restarle importancia a ningún pecado, pues eso podría llevarnos a cometer otros más graves (Mateo
5:27, 28).
2. Intención. Algunos pecados se cometen por no conocer los mandamientos de Dios (Hechos 17:30; 1 Timoteo
1:13). Aunque la Biblia no justifica estos pecados, los distingue de aquellos que se cometen al pasar por alto
deliberadamente las normas de Dios (Números 15:30, 31). La Biblia indica que la persona que peca a propósito
tiene un “corazón malo” (Jeremías 16:12).
3. Frecuencia. La Biblia hace una clara distinción entre pecar una sola vez y cometer el mismo pecado
repetidamente (1 Juan 3:4-8). Dios condena a quienes deciden seguir pecando, aun después de aprender lo que
es correcto (Hebreos 10:26, 27).
Las personas que han cometido pecados graves quizá se sientan agobiadas por sus errores. Sin embargo, la Biblia da esta
esperanza: “Arrepiéntanse, porque Dios está siempre dispuesto a perdonar; él tiene compasión de ustedes. Que
cambien los malvados su manera de pensar, y que dejen su mala conducta” (Isaías 55:7).
Arrepentimiento y Confesión:
La moral católica enfatiza el arrepentimiento y la confesión como medios para reparar la relación con Dios después de
cometer un pecado.
El sacramento de la Reconciliación (también conocido como la Confesión) permite a los católicos confesar sus pecados
ante un sacerdote, quien actúa como intermediario. El arrepentimiento sincero y la penitencia son esenciales para
recibir el perdón divino.
Busca guiar a los fieles hacia una vida moral basada en el amor a Dios y al prójimo. la moral católica proporciona un
marco ético para evaluar las acciones humanas, considerando su relación con Dios y los principios morales. El
arrepentimiento, la confesión y la búsqueda de la santidad son componentes esenciales en esta relación.
Bibliografía:
Los siete pecados capitales y los siete dones del espíritu santo (Kevin Vost)