Examen de Conocimiento 4° - 5°
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COLEGIO
Las fiestas religiosas
son aquellas en las que el motivo de celebración es la Necesidad profunda de los
individuos y grupos sociales para expresar la devoción religiosa, y por lo tanto reflejan
sentimientos de acercamiento al mundo espiritual.
Ffiesta o celebración
EL IMPRESIONISMO.
La técnica de estos artistas era completamente innovadora; si observamos sus cuadros nos
daremos cuenta de su originalidad: al acercarnos a estas pinturas vemos solamente un
conjunto de manchas borrosas que no significan nada; sin embargo, al alejarnos del cuadro
apreciamos paisajes y figuras: las obras impresionistas están hechas para ser vistas de lejos. Los
impresionistas fueron muy censurados en sus inicios: tanto a la crítica como al público les
parecía que aquellos artistas tenían una técnica incorrecta, pintaban mal.
Así, este movimiento tardó muchos años en ser asimilado. De hecho, el nombre de
“impresionistas” le fue dado a estos pintores por un crítico de la época, y de manera
despreciativa, a pesar de lo cual ellos no se desanimaron. Antes bien, como eran buenos
amigos decidieron seguir exponiendo juntos y apoyarse los unos a los otros hasta que su arte
recibiera el debido reconocimiento.
Ahora bien:
Todos estos creadores pensaban que la pintura debía ser una especie de búsqueda científica y
filosófica de la realidad: ¿Cómo son de verdad los objetos, cómo se ven? A menudo –decían los
impresionistas- los artistas, al hacer pintura, dibujan y perfilan perfectamente el contorno de
las cosas y cometen un error porque en realidad dichos objetos no aparecen a la vista tan bien
delimitados ni tienen colores tan nítidos; por el contrario, según les de la luz, adquieren un
aspecto borroso y fugaz. Según la hora del día o las condiciones atmosféricas, las figuras
cambian de forma y de color, se desdibujan. La realidad se modifica siempre; todo se mueve,
nada permanece.
EL POSTIMPRESIONISMO.
Llamamos Postimpresionismo a una de las escuelas de pintura que aparecen poco después del
Impresionismo, ya a finales del siglo XIX. Ya hemos explicado lo mucho que les costó a los
impresionistas ser aceptados por el público y la crítica.
Sin embargo, poco a poco se fueron abriendo camino y podemos decir que al cabo de veinte
año eran pintores muy reconocidos y casi célebres: sus obras se cotizaban a precios altísimos y
eran expuestas en los salones más prestigiosos.
Pronto el Impresionismo se convirtió en una moda que llegó a toda Europa e incluso a Estados
Unidos. Pero en los últimos años del siglo XIX una serie de pintores bastante jóvenes se
negaron a seguir la moda impresionista. Aunque admiraban a Monet, a Manet, a Renoir... ellos
querían ser originales y pintar a su manera. A todos estos artistas nuevos se les suele agrupar
bajo el nombre de postimpresionistas, y aunque son autores muy distintos unos de otros, casi
todos ellos tienen en común una cosa: recuperan la línea y el dibujo, vuelven a delimitar de
forma precisa los contornos de las cosas; se acabaron las manchas etéreas y fugaces del
Impresionismo, se terminó la sensación de que la realidad es borrosa y desdibujada. No
obstante, los postimpresionistas no hacen una pintura realista: con mucha frecuencia en sus
cuadros no hay una perspectiva real ni colores reales. Por el contrario, lo que vemos son tonos
planos, figuras sin volumen, caricaturas, deformaciones....
Paul Cezanne: este pintor, muy poco conocido en su época, tiende a reducir cada vez
más los objetos a figuras geométricas: cuadrados, triángulos, cubos. Son muy famosos
sus bodegones y también sus paisajes. Sus obras influyeron poderosamente en otras
corrientes artísticas posteriores, como por ejemplo el Cubismo de Picasso.
Henri de Toulouse-Lautrec: la vida de este pintor no fue precisamente muy feliz. Era
hijo de una familia de la alta nobleza francesa y de pequeño sufrió una caída que le
rompió las dos piernas. Por problemas de genética los huesos no soldaron bien y éstas
quedaron atrofiadas; el niño creció pero sus extremidades inferiores no lo hicieron, lo
que dio como resultado un cuerpo deforme, con torso y brazos fuertes y musculosos
sostenidos por unas piernas diminutas. Esa situación hizo que Toulouse-Lautrec fuera
un hombre solitario, amargado y cínico. Huyendo de sí mismo acabó refugiándose en
los burdeles parisinos y en las salas de fiesta del Moulin Rouge y el Moulin de la
Gallette. Allí se dedicó a pintar a prostitulas, bailarinas de can-can, actóres cómicos y a
todo tipo de personajes extravagantes. Toulouse-Lautrec era un genial dibujante de
caricaturas, y fue él quien inventó los primeros carteles de propaganda. Toda su obra
destila un sentido del humor amargo y triste pero a la vez una enorme ternura hacia
los personajes marginales, nocturnos y solitarios que plasma en sus lienzos.
Vincent Van Gogh: la existencia de este pintor fue aún más desgraciada que la de
Toulouse-Lautrec. Gran parte de su existencia la pasó luchando contra la locura, que
siempre le estuvo acechando, y que le llevó de sanatorio en sanatorio a lo largo de
muchos años. Sus problemas mentales le empujaban a veces a desahogarse en
violentos ataques en los que era capaz de dañarse gravemente a sí mismo. Por si fuera
poco nunca tuvo éxito; sólo fue capaz de vender dos cuadros en toda su vida, lo cual es
una triste contradicción si tenemos en cuenta que en la actualidad dos de sus obras
son las más caras del mundo. Van Gogh es hoy día considerado uno de los mayores
genios de la pintura de todos los tiempos. Fue un gigantesco pintor de la naturaleza:
sus paisajes están llenos de soles llameantes y de flores y campos llenos de magia;
parece como si la locura interior del artista se hubiera plasmado en sus cuadros dando
a sus imágenes una vida y un alma únicas en el arte.
El último cuadro que pintó Van Gogh se titula “la muerte” y en él aparece un sol rojo,
un refulgente trigal y un pequeño segador que avanza alzando la guadaña. La muerte
no llega de noche, entre el miedo y la oscuridad, sino a pleno sol, como si fuera una
parte necesaria de la vida. A los dos o tres días de haber terminado el cuadro Van Gogh
se suicidó.
Paul Gaughin: este pintor fue amigo y compañero de alojamiento de Van Gogh en la
ciudad de Arlés, pero su obra es completamente distinta. Era un hombre ordenado,
perfeccionista y meticuloso, aunque bastante bohemio. Lo cierto es que como colegas,
Van Gogh y Gaughin no se llevaban muy bien, y su amistad duró poco tiempo.
Gaughin poseía una personalidad independiente, y no estaba dispuesto a permitir que
nada ni nadie se interpusiera entre él y su trabajo artístico. Así, una vez iniciado el
camino de la pintura, abandonó a mujer e hijos y viajó a la lejana isla de Tahití, donde
acabó pasando varios años. Allí se dedicó a pintar a las mujeres indígenas, unas
mujeres que, semidesnudas, aparecen en sus cuadros como antiguas diosas
prehistóricas de la fertilidad.
Al contrario que la frenética pintura de Van Gogh, la obra de Gaughin es serena,
estable, llena de paz y de quietud: Figuras humanas reposadas, de grandes volúmenes
y colores planos, que muestran una enorme elegancia y dignidad.