AMPARO
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I. Comentarios preliminares
En el devenir de las dos últimas décadas, que es el tiempo en que se han rea-
lizado las Jornadas sobre Justicia Penal, organizadas por los doctores Sergio
García Ramírez y Olga Islas de González Mariscal, investigadores en el Ins-
tituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, las reformas constitucionales
de 2008 continuaron con la expedición del Código Nacional de Procedimien-
tos Penales en 2014, hasta llegar a su completa implementación en todo el
país en 2016. Estas reformas tienen implicaciones decisivas en el ámbito de
los derechos humanos y del amparo en materia penal, cabe destacar la refor-
ma constitucional de 2011 en materia de derechos humanos y amparo, así
como la expedición de la nueva Ley de Amparo de 2013. Sobre ambas me
he referido en diversas participaciones que he tenido en las citadas Jornadas,
destacando sus rasgos característicos, sus fundamentos y alcances, así como
sus efectos prácticos.
Así, se ha observado que con el surgimiento del nuevo sistema pro-
cesal penal acusatorio y oral, el juicio de amparo ha tenido impactos im-
portantes, concretamente en el amparo indirecto, pues —a diferencia de
* Magistrada del Tercer Tribunal Colegiado en Materia Penal del Segundo Circuito y
miembro numeraria de la Academia Mexicana de Ciencias Penales.
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artículos 103 y 107, fue hasta 1936 cuando se expidió la Ley Orgánica de
los artículos 103 y 107 de la Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos, que derogó la Ley Reglamentaria de 1919, y que posteriormente
se le denominó Ley de Amparo, legislación que rigió hasta 2013.
Con dicha Ley, se puede decir que durante el siglo XX el amparo penal
fue considerado una institución fundamental para la protección de derechos
subjetivos públicos de personas individuales o colectivas, cuando sus dere-
chos habían sido vulnerados por autoridades del Estado, o cuando tenían
conocimiento de que dichas autoridades pretendían violar sus derechos, so-
bre todo cuando estaban vinculadas a un procedimiento penal. Pero, en
muchas ocasiones, los actos arbitrarios que realizaban las autoridades res-
ponsables fuera del procedimiento penal, también se traducían en actos que
tendían a privar o que privaban de la libertad personal a los gobernados y
que finalizaban en detenciones arbitrarias e incomunicaciones, abusos de
autoridad y tortura, incluso la desaparición del involucrado; por lo que,
igualmente adquiría relevancia el rol del amparo.
Es el juicio de amparo el mejor mecanismo que tuvo el gobernado para
hacer valer sus derechos cuando surgían actos arbitrarios contrarios al es-
píritu de la Constitución federal y las leyes que emanan de ella. Ese espíri-
tu protector del juicio de amparo se hacía realidad cuando se concedía la
protección federal y sus efectos eran restitutorios, pues volvían las cosas al
estado en que se encontraban hasta antes de la violación sufrida. De esta
manera, el peticionario del amparo lograba alcanzar la destrucción del acto
arbitrario y el restablecimiento de la legalidad de la situación combatida.
Durante el mismo siglo XX, el desarrollo de las instituciones guberna-
mentales, el incremento de la población del país y las necesidades por con-
tar con una estructura gubernamental para la protección de las garantías
de todo ciudadano, hicieron que la Ley de Amparo de 1936 —como otras
leyes—, tuviera un número considerable de modificaciones y reformas, tra-
tando de ajustarse a la situación prevalente en México y que tuviera acceso
a ella toda la población, porque era un juicio demasiado técnico, que sola-
mente lo promovían los despachos y quejosos que contaban con recursos su-
ficientes para hacerlo valer, quedando desprotegida la población de escasos
recursos y sin asistencia técnica necesaria.
Ciertamente, el juicio de amparo en materia penal, según especialistas
de la materia, cuando se promovía contra actos privativos de la libertad fue-
ra del procedimiento penal, funcionaba como un habeas corpus, regulado en
la legislación estadounidense, y era un juicio sumarísimo para garantizar la
libertad personal del promovente que se encontraba privado de su libertad,
este tipo de amparo era lento cuando los quejosos se encontraban fuera de
la residencia del juez de amparo, pues su tramitación utilizando el correo,
el telégrafo y luego la estafeta, impedían una administración pronta y ex-
pedita.
Por otra parte, el rigor técnico de la legitimación del quejoso que se
exigía, impedía la promoción a otros diversos promoventes interesados en
presentar demandas de amparo para hacer valer las mismas violaciones de
sus derechos humanos, porque carecían de interés jurídico, así como aque-
llos actos que no podían ser impugnados porque no provenían en estricto
sentido de autoridades, no obstante que se trataban de verdaderos actos de
autoridad. Así como estos ejemplos que prevalecían en el amparo de esta
época había otras situaciones que iban en detrimento de los gobernados, las
que fueron analizadas para la creación de la nueva Ley de Amparo.
Por otra parte, la creación del capítulo de la suspensión, tanto para los
actos derivados del sistema mixto como del sistema acusatorio en materia
penal, ha permitido una mayor seguridad a los jueces federales para su
tramitación y observación de las nuevas reglas procesales, lo que fortalece
la suspensión del acto reclamado; además, se incluyó el tema de la aparien-
cia del buen derecho y del interés social en la materia de la suspensión del
acto reclamado y, finalmente, se adicionó un procedimiento más para que
el juzgador determine de plano y aperture la vía incidental, a efecto de
que las partes puedan aportar pruebas para definir la suspensión del acto
reclamado.
Otro tema importante es el relativo al nuevo procedimiento de ejecu-
ción de sentencias de amparo, acotando el sistema recursivo para lograr un
efectivo cumplimiento de las ejecutorias de amparo. Asimismo, se estableció
todo un catálogo sistematizado de la imposición de las sanciones y multas a
que se hacen acreedoras las partes cuando incumplen con las disposiciones
de la Ley de Amparo.
El nuevo concepto ampliado de autoridad responsable, permite ahora a los
quejosos señalar no sólo a órganos del Estado sino también a particulares que
actúan como autoridades y emiten actos que tienen las características propias
de una autoridad.
Además, surgieron nuevos instrumentos para la contraparte del que-
joso, como es el amparo adhesivo, para hacer valer sus derechos; también se
amplió la posibilidad para los promoventes del amparo con la acreditación
no sólo del interés jurídico sino basta con que cuenten con un interés legítimo
o cuando exista un “interés colectivo” para promover la demanda de ga-
rantías.
Asimismo, se crearon los plenos de circuito para resolver las contra-
dicciones de tesis o criterios contendientes entre tribunales colegiados del
propio circuito, con la finalidad de apoyar el rezago de la Suprema Corte
de Justicia sobre este tipo de resoluciones. Igualmente, se dieron reglas para
la declaratoria de inconstitucionalidad, las formas de integración de la ju-
risprudencia y fundamentalmente se creó el juicio de amparo en línea, cuya
finalidad es acortar los tiempos de tramitación y notificaciones a las partes.
Ahora bien, si antes se afirmaba que el juicio de amparo provocaba len-
titud en el proceso penal, hoy con los juicios en línea es más accesible y se
tramita con la celeridad necesaria, así como las notificaciones a las partes,
máxime ahora en la época de la pandemia del Covid-19, en que la tecno-
logía informática ha logrado un impacto necesario en la administración de
justicia. Por lo tanto, ya no se puede argumentar que el juicio de amparo
época, de todos los expedientes de amparo directo, así como de los recursos
que establece la Ley de Amparo del conocimiento de los tribunales cole-
giados, tienen acceso los promoventes tanto en su expediente en línea, en
el expediente escrito, como en la biblioteca virtual de cada órgano federal.
En fin, el juicio de amparo, como instrumento garantizador de derechos
humanos, estará presente como medio de impugnación para el imputado,
para la víctima o cualquier otro interviniente del proceso penal que se vea
afectado en su esfera jurídica, desde la propia investigación inicial hasta
concluido el procedimiento penal y, no obstante la regulación de los actos
ministeriales ante el juez de control, ello no delimita que algunas resolucio-
nes importantes, como serían la orden de aprehensión, diversas medidas
cautelares, el auto de vinculación a proceso o de no vinculación, la senten-
cia definitiva, entre otros, puedan ser además reclamadas a través del juicio
de amparo, con el fin de dar mayor seguridad jurídica a quien lo interpone.