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EL AMPARO PENAL Y EL SISTEMA PROCESAL


PENAL ACUSATORIO

María Elena Leguízamo Ferrer*

Sumario: I. Comentarios preliminares. II. La Ley de Amparo de 1936 y


su rol en el proceso penal mixto. III. La reforma constitucional de 2008: el
sistema procesal penal acusatorio y sus implicaciones en el amparo penal.
IV. La reforma constitucional de 2011 sobre derechos humanos. V. La Ley de
Amparo 2013 y el sistema procesal penal acusatorio. VI. El Código Nacio-
nal de Procedimientos Penales 2014 y sus implicaciones en el amparo penal.

I. Comentarios preliminares

En el devenir de las dos últimas décadas, que es el tiempo en que se han rea-
lizado las Jornadas sobre Justicia Penal, organizadas por los doctores Sergio
García Ramírez y Olga Islas de González Mariscal, investigadores en el Ins-
tituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, las reformas constitucionales
de 2008 continuaron con la expedición del Código Nacional de Procedimien-
tos Penales en 2014, hasta llegar a su completa implementación en todo el
país en 2016. Estas reformas tienen implicaciones decisivas en el ámbito de
los derechos humanos y del amparo en materia penal, cabe destacar la refor-
ma constitucional de 2011 en materia de derechos humanos y amparo, así
como la expedición de la nueva Ley de Amparo de 2013. Sobre ambas me
he referido en diversas participaciones que he tenido en las citadas Jornadas,
destacando sus rasgos característicos, sus fundamentos y alcances, así como
sus efectos prácticos.
Así, se ha observado que con el surgimiento del nuevo sistema pro-
cesal penal acusatorio y oral, el juicio de amparo ha tenido impactos im-
portantes, concretamente en el amparo indirecto, pues —a diferencia de

* Magistrada del Tercer Tribunal Colegiado en Materia Penal del Segundo Circuito y
miembro numeraria de la Academia Mexicana de Ciencias Penales.

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otros países latinoamericanos donde también se emprendieron reformas de


sus sistemas procesales penales, el amparo no jugó el mismo papel— su uso
se ha visto fuertemente limitado para lograr que el sistema procesal penal
resulte funcional. No obstante que en el nuevo sistema procesal penal acu-
satorio existen diversos actos de autoridad en contra de los cuales procede
el amparo, se limitó su promoción con reglas específicas de oportunidad,
procedencia y medios de impugnación, aun en actos privativos de la liber-
tad personal, así como en aquellos que atentan contra la integridad física de
los gobernados; y, ya sea que se generaran en la fase de investigación minis-
terial o en la etapa judicial, tales actos incidieron en las modificaciones que
se han venido realizando en la Ley de Amparo, para garantizar el respeto a
los derechos humanos, los alcances del sistema recursivo que sigue nuestra
legislación y, en general, el rol que tiene el amparo.
No hay duda que el juicio de amparo, como juicio reparador de los
derechos humanos violados, es un instrumento con que cuenta el gober-
nado para impugnar cualquier acto de autoridad que vulnere sus derechos
fundamentales; además, el amparo es un juicio de tradición y de raigambre
nacional, del que por ahora no se puede prescindir. Por lo que, si aparte
garantiza que se reparen los derechos violados por la incorrecta actuación
de las autoridades, debe asegurársele un lugar preponderante al lado de los
otros medios de impugnación dentro del sistema procesal acusatorio y oral;
no obstante, también ha sido necesario que la legislación que reglamenta el
amparo se vaya adecuando a los objetivos del sistema procesal penal acu-
satorio y oral, para que no represente un obstáculo a éste sino que permita
su funcionamiento en aras de la justicia material. Por ello fue una tarea
fundamental cuando se implementó la reforma constitucional de 2008, que
logró el equilibrio entre el Código Nacional de Procedimientos Penales y la
Ley de Amparo.

II. La Ley de Amparo de 1936 y su rol en el proceso penal mixto

En el siglo XX, México desarrolló y aplicó un sistema procesal penal de corte


mixto a pesar de que las bases constitucionales de 1917 preveían un sistema
procesal predominantemente acusatorio. Lo anterior, debido a que el Código
Federal de Procedimientos Penales de 1934 desarrolló un sistema procesal
penal con contenidos inquisitivos y acusatorios, en el que a la postre prevale-
cieron los primeros; lo que propició sobre todo que en la etapa de la averigua-
ción previa se incurriera en frecuentes violaciones a los derechos humanos.
Y si bien en la Constitución de 1917 se consolidó el juicio de amparo en los

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artículos 103 y 107, fue hasta 1936 cuando se expidió la Ley Orgánica de
los artículos 103 y 107 de la Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos, que derogó la Ley Reglamentaria de 1919, y que posteriormente
se le denominó Ley de Amparo, legislación que rigió hasta 2013.
Con dicha Ley, se puede decir que durante el siglo XX el amparo penal
fue considerado una institución fundamental para la protección de derechos
subjetivos públicos de personas individuales o colectivas, cuando sus dere-
chos habían sido vulnerados por autoridades del Estado, o cuando tenían
conocimiento de que dichas autoridades pretendían violar sus derechos, so-
bre todo cuando estaban vinculadas a un procedimiento penal. Pero, en
muchas ocasiones, los actos arbitrarios que realizaban las autoridades res-
ponsables fuera del procedimiento penal, también se traducían en actos que
tendían a privar o que privaban de la libertad personal a los gobernados y
que finalizaban en detenciones arbitrarias e incomunicaciones, abusos de
autoridad y tortura, incluso la desaparición del involucrado; por lo que,
igualmente adquiría relevancia el rol del amparo.
Es el juicio de amparo el mejor mecanismo que tuvo el gobernado para
hacer valer sus derechos cuando surgían actos arbitrarios contrarios al es-
píritu de la Constitución federal y las leyes que emanan de ella. Ese espíri-
tu protector del juicio de amparo se hacía realidad cuando se concedía la
protección federal y sus efectos eran restitutorios, pues volvían las cosas al
estado en que se encontraban hasta antes de la violación sufrida. De esta
manera, el peticionario del amparo lograba alcanzar la destrucción del acto
arbitrario y el restablecimiento de la legalidad de la situación combatida.
Durante el mismo siglo XX, el desarrollo de las instituciones guberna-
mentales, el incremento de la población del país y las necesidades por con-
tar con una estructura gubernamental para la protección de las garantías
de todo ciudadano, hicieron que la Ley de Amparo de 1936 —como otras
leyes—, tuviera un número considerable de modificaciones y reformas, tra-
tando de ajustarse a la situación prevalente en México y que tuviera acceso
a ella toda la población, porque era un juicio demasiado técnico, que sola-
mente lo promovían los despachos y quejosos que contaban con recursos su-
ficientes para hacerlo valer, quedando desprotegida la población de escasos
recursos y sin asistencia técnica necesaria.
Ciertamente, el juicio de amparo en materia penal, según especialistas
de la materia, cuando se promovía contra actos privativos de la libertad fue-
ra del procedimiento penal, funcionaba como un habeas corpus, regulado en
la legislación estadounidense, y era un juicio sumarísimo para garantizar la
libertad personal del promovente que se encontraba privado de su libertad,

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para que la obtuviera siempre y cuando no hubiere una investigación o un


acto de molestia que ameritara una detención legal. Igualmente, se consi-
deraba a la orden de aprehensión un acto que podía impugnarse a través
del amparo indirecto, en cualquier tiempo, porque podía afectar la libertad
personal a quien se le emitía. De la misma manera, en el amparo penal se
combatían actos dentro del procedimiento penal en que se violaban dere-
chos sustantivos, como lo es el auto que fija la situación jurídica del quejoso;
es decir, el auto de formal prisión, el auto de sujeción a proceso, el auto de
libertad por falta de elementos para procesar, incidentes no especificados,
incidente de desvanecimiento de datos, contra órdenes de reaprehensión,
de comparecencia, entre otros, y aquellos actos que afectaban la libertad
personal sea de manera directa o indirecta, todos los cuales podían ser im-
pugnados en cualquier momento.
El amparo penal era analizado por los jueces de distrito por la vía del
amparo indirecto; además, se daba la competencia concurrente y la compe-
tencia auxiliar por la extensión territorial del país que no contaba con toda
clase de comunicaciones y vías de comunicación accesibles, por lo que las
comunidades lejanas no lograban acudir ante un juez federal a presentar su
demanda de amparo con la inmediatez que se requería. Por ello, era el juez
de cualquier instancia local quien auxiliaba a las tareas más urgentes —por
ejemplo, paralizar el acto que se reclamaba a las autoridades responsables a
través de la suspensión— como primeras medidas urgentes a realizar, mien-
tras enviaba la demanda de amparo y sus anexos al juez federal competente
para la tramitación del amparo.
En efecto, el juicio de amparo tenía un valor preponderante gracias a
la suspensión del acto reclamado que se tramitaba de oficio por parte del
juzgador y a instancia de parte agraviada en el que se abría la vía incidental
para que el juzgador de amparo proveyera, primero, una suspensión provi-
sional y, posteriormente, con los informes previos rendidos por las autorida-
des a quienes se les atribuía el acto reclamado y las pruebas que aportaran
las partes, se celebraba una audiencia incidental en donde el juez de distrito
determinaba la suspensión definitiva, proveyendo las medidas de asegura-
miento necesarias para conservar la materia del amparo.
La presentación de la demanda era por escrito directamente ante las
autoridades que conocían del amparo, o bien por correo postal, incluso
por telégrafo, de acuerdo a las necesidades del promovente y del lugar en
que se promovía. Consecuentemente, las notificaciones se realizaban perso-
nalmente, en estrados o por lista, dependiendo del caso en estudio, y para
garantizar a las partes su garantía de defensa. Sin embargo, el desarrollo de

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EL AMPARO PENAL Y EL SISTEMA PROCESAL PENAL ACUSATORIO 423

este tipo de amparo era lento cuando los quejosos se encontraban fuera de
la residencia del juez de amparo, pues su tramitación utilizando el correo,
el telégrafo y luego la estafeta, impedían una administración pronta y ex-
pedita.
Por otra parte, el rigor técnico de la legitimación del quejoso que se
exigía, impedía la promoción a otros diversos promoventes interesados en
presentar demandas de amparo para hacer valer las mismas violaciones de
sus derechos humanos, porque carecían de interés jurídico, así como aque-
llos actos que no podían ser impugnados porque no provenían en estricto
sentido de autoridades, no obstante que se trataban de verdaderos actos de
autoridad. Así como estos ejemplos que prevalecían en el amparo de esta
época había otras situaciones que iban en detrimento de los gobernados, las
que fueron analizadas para la creación de la nueva Ley de Amparo.

III. La reforma constitucional de 2008: el sistema procesal


penal acusatorio y sus implicaciones en el amparo penal

Desde principios del siglo XXI, México se encontraba inmerso en el movi-


miento internacional de reforma procesal penal iniciado en la parte final del
siglo XX en países de América Latina. Se utilizó como argumento para ello,
que en México existía la inquietud de que los juicios penales eran extrema-
damente lentos, que había rezagos en dictar las sentencias de los procesados
que se encontraban internos en centros de reclusión esperando se definiera
su situación jurídica y, en general, que existía desconfianza de los ciudadanos
en cuanto a la forma en que se procuraba y administraba justicia. Pero, sobre
todo, se destacó la lentitud de los procesos, lo que se atribuía, además de la
enorme carga de trabajo, al sistema de impugnaciones que existía, en el que
se encontraba el juicio de amparo, que en el sistema procesal penal anterior
también daba lugar a procedimientos lentos y largos.
Por razón de lo anterior, también se cuestionó sobre cuál sería el rumbo
del juicio de amparo con este nuevo sistema procesal penal, porque algunos
consideraron que el juicio de amparo era un obstáculo para la instauración
del nuevo sistema procesal penal acusatorio, sobre todo para que éste pu-
diera alcanzar sus objetivos, como superar la lentitud de los procedimientos;
por lo que se sugería la necesidad de acotarlo. Lo cierto es que, al advertirse
en el nuevo sistema procesal penal constantes violaciones a garantías indivi-
duales, por inobservancia o inaplicación de ciertos principios y prerrogati-
vas consagrados en la Constitución, se determinó que era necesaria la exis-

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tencia del juicio de amparo, como un mecanismo reparador y garantizador


de derechos subjetivos públicos vulnerados.
La importancia de contar con un sistema de justicia penal eficiente, que
superara las deficiencias del sistema procesal fuertemente cuestionado, llevó
al Estado a expedir la reforma constitucional de 2008, para cuya implemen-
tación se concedió un plazo de ocho años para que estuviese funcionando
en todo el país.
En principio, las estrategias sobre la implementación del sistema de jus-
ticia penal, además de desarrollar la infraestructura necesaria para la rea-
lización de los juicios orales como parte estructural, implicaba un programa
sistemático y ordenado de las actuaciones de las autoridades y de los opera-
dores de justicia basadas en la normatividad existente, para que los criterios
derivados del conocimiento de estos juicios fueran uniformes y confiables,
así como que la población estuviera en condiciones de confiar en las ins-
tituciones encargadas de la procuración y administración de justicia. Por
supuesto, todo ello sin dejar de reconocer que el juicio de amparo seguía
siendo un instrumento garantizador, por excelencia, para reparar los ex-
cesos o defectos producidos por las actuaciones de las autoridades cuando
vulneraban derechos humanos del gobernado.
Ciertamente, el nuevo sistema de justicia penal debía ser eficiente para
que la protección de los bienes jurídicos frente al delito estuviera debida-
mente garantizada, así como para que no se dictaran resoluciones judiciales
que dieran la sensación de injusticia e impunidad, como para muchos fue el
caso de la ciudadana francesa Florence Cassez, detenida en México, bajo la
acusación de secuestro y otros delitos, que por razones de mera formalidad
tuvo que ser liberada por la Suprema Corte de Justicia, al demostrar que
existieron irregularidades en el proceso judicial que se le instauró, afirmán-
dose que se le violó el debido proceso legal. Resolución que sin duda encon-
tró muchos simpatizantes, pero también muchos detractores, sobre todo del
ámbito de las víctimas.
Por ello, la necesidad de contar con un nuevo modelo de justicia penal
que permitiera, por una parte, que el Ministerio Público y la policía de in-
vestigación ajustaran su actuación, sobre todo en casos de realización de
detenciones, a los estándares legalmente establecidos y, por otra, que fuera
el primer juez que conoce del asunto, es decir, el juez de control, el que de-
terminara, de manera inmediata, si una detención realizada por la policía
o por el Ministerio Público estuviera ajustada o no a lo que prevé la Cons-
titución y la legislación respectiva. Y un segundo juez, el de enjuiciamiento,
fuera el que se encargara del desarrollo del juicio oral y resolviera la contro-

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EL AMPARO PENAL Y EL SISTEMA PROCESAL PENAL ACUSATORIO 425

versia. De esta manera, se garantizaría un juicio transparente y justo, bajo


las reglas y principios del sistema acusatorio.
Habrá que reconocer que el cambio del sistema procesal penal mixto al
de corte acusatorio, pero sobre todo la unificación de la legislación procesal
penal, ha traído grandes beneficios bajo las aspiraciones añejas de penalistas
y procesalistas, en cuanto que todos los mexicanos se encuentren en los mis-
mos estándares al ser enjuiciados y que gocen de los derechos establecidos
en la Constitución y en instrumentos internacionales. No obstante, por la
forma real de funcionar del nuevo sistema —que le ha valido muchos cues-
tionamientos—, el juicio de amparo se ha fortalecido para seguir rigiendo
como instrumento garantizador de derechos humanos.

IV. La reforma constitucional de 2011


sobre derechos humanos

La reforma constitucional de 2008, que estableció bases las para el fortaleci-


miento del sistema procesal penal acusatorio y, con ello, una mayor observan-
cia de derechos humanos tanto de victimarios como de víctimas del delito, se
vio igualmente fortalecida con la posterior reforma constitucional de 2011 en
materia de derechos humanos. En efecto, la preocupación del Estado mexi-
cano, al recibir resoluciones condenatorias por violación de derechos huma-
nos por parte de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, lo llevaron
a que, en 2011, se legislara una reforma trascendental que modificó la Cons-
titución sobre el tema de los derechos humanos, así como sobre el aspecto de
la jerarquía normativa de la ley fundamental frente a los tratados internacio-
nales suscritos por México y la reforma relativa a la materia de amparo.
Por su parte, el Poder Judicial de la Federación llevó a cabo diversos
cursos de actualización sobre interpretación de los derechos humanos, sus-
tentados en criterios prevalentes de la Corte Interamericana y el estudio de
los principios y derechos humanos contenidos en los instrumentos interna-
cionales.
Efectivamente, existía una constante violación a diversos derechos hu-
manos protegidos tanto en la ley fundamental como en los tratados inter-
nacionales que México había suscrito, lo que hizo que tribunales federales
y la misma Suprema Corte de Justicia se pronunciaran y emitieran criterios
sustentados en tesis, al resolver asuntos de su competencia, como el derecho
al respeto de la dignidad humana, la libertad de expresión frente a los dere-
chos al honor y a la intimidad, las garantías judiciales y protección judicial;
entre ellas, el debido proceso y la defensa adecuada, la asistencia consular, la

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426 MARÍA ELENA LEGUÍZAMO FERRER

detención ilegal, la puesta del acusado a disposición de la autoridad ministe-


rial fuera del término legal y, fundamentalmente, el principio de presunción
de inocencia, principio constitucional aplicable en el procedimiento penal.
El nuevo paradigma que enfrentaron los juzgadores en la aplicación de
estas reformas constitucionales y legales, dio como resultado que la Supre-
ma Corte de Justicia realizara nuevas interpretaciones sobre derechos hu-
manos, seguidas por los tribunales colegiados de circuito que tienen como
encargo revisar aspectos de legalidad, principalmente aquellos que estudian
el sistema acusatorio de entidades federativas.

V. La Ley de Amparo 2013 y el sistema procesal penal acusatorio

Con motivo de la reforma a la Constitución en materia de derechos humanos


aprobada en 2011, se hizo patente la necesidad de vincular la protección de
esos derechos en la legislación reglamentaria respectiva. Ello motivó que en
2013 se emitiera una nueva Ley de Amparo para sustituir el objeto de este
juicio, que eran las garantías individuales, por el de derechos humanos, expresión
que no sólo se contempla en la Constitución sino también en los instrumentos
internacionales reconocidos por el propio Estado mexicano. De esta manera,
se hizo más extensiva la protección de los derechos humanos a través del
juicio de amparo, incluyendo temas novedosos para ser observados por los
órganos del Estado y aplicados por los juzgadores federales que conocen del
juicio de amparo.
En esta actual legislación en materia de amparo se encuentran regula-
dos gran parte de los criterios que fueron expuestos por los tribunales fede-
rales a través de las tesis de jurisprudencia y que no se contenían en la ley
anterior. Hoy se permite dar mayor seguridad jurídica a los gobernados, al
haber incluido temas como la ampliación de la demanda de amparo para
darle al quejoso una oportunidad de impugnar actos que hasta ese momen-
to no tenía conocimiento de su existencia; asimismo, se precisaron las reglas
para su procedencia; la regulación de la competencia de los tribunales de
la Federación, eliminando la competencia concurrente y dejando sólo la
competencia auxiliar para las autoridades del orden común en materia de
amparo indirecto, pues ya existen juzgados federales en toda la república y
en cada circuito que se incluyen en cada entidad federativa; pero en aque-
llas comunidades retiradas de las ciudades, siguen teniendo la posibilidad
de presentar su demanda ante las autoridades locales para que suspendan
el acto reclamado y remitan la demanda de amparo a la autoridad compe-
tente.

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Por otra parte, la creación del capítulo de la suspensión, tanto para los
actos derivados del sistema mixto como del sistema acusatorio en materia
penal, ha permitido una mayor seguridad a los jueces federales para su
tramitación y observación de las nuevas reglas procesales, lo que fortalece
la suspensión del acto reclamado; además, se incluyó el tema de la aparien-
cia del buen derecho y del interés social en la materia de la suspensión del
acto reclamado y, finalmente, se adicionó un procedimiento más para que
el juzgador determine de plano y aperture la vía incidental, a efecto de
que las partes puedan aportar pruebas para definir la suspensión del acto
reclamado.
Otro tema importante es el relativo al nuevo procedimiento de ejecu-
ción de sentencias de amparo, acotando el sistema recursivo para lograr un
efectivo cumplimiento de las ejecutorias de amparo. Asimismo, se estableció
todo un catálogo sistematizado de la imposición de las sanciones y multas a
que se hacen acreedoras las partes cuando incumplen con las disposiciones
de la Ley de Amparo.
El nuevo concepto ampliado de autoridad responsable, permite ahora a los
quejosos señalar no sólo a órganos del Estado sino también a particulares que
actúan como autoridades y emiten actos que tienen las características propias
de una autoridad.
Además, surgieron nuevos instrumentos para la contraparte del que-
joso, como es el amparo adhesivo, para hacer valer sus derechos; también se
amplió la posibilidad para los promoventes del amparo con la acreditación
no sólo del interés jurídico sino basta con que cuenten con un interés legítimo
o cuando exista un “interés colectivo” para promover la demanda de ga-
rantías.
Asimismo, se crearon los plenos de circuito para resolver las contra-
dicciones de tesis o criterios contendientes entre tribunales colegiados del
propio circuito, con la finalidad de apoyar el rezago de la Suprema Corte
de Justicia sobre este tipo de resoluciones. Igualmente, se dieron reglas para
la declaratoria de inconstitucionalidad, las formas de integración de la ju-
risprudencia y fundamentalmente se creó el juicio de amparo en línea, cuya
finalidad es acortar los tiempos de tramitación y notificaciones a las partes.
Ahora bien, si antes se afirmaba que el juicio de amparo provocaba len-
titud en el proceso penal, hoy con los juicios en línea es más accesible y se
tramita con la celeridad necesaria, así como las notificaciones a las partes,
máxime ahora en la época de la pandemia del Covid-19, en que la tecno-
logía informática ha logrado un impacto necesario en la administración de
justicia. Por lo tanto, ya no se puede argumentar que el juicio de amparo

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428 MARÍA ELENA LEGUÍZAMO FERRER

constituya un obstáculo para que el sistema procesal penal acusatorio al-


cance sus objetivos; son ahora otras las causas que provocan esos efectos,
atribuibles a la propia forma de funcionar del sistema procesal. Y, como se
señaló previamente, el amparo penal se acotó en la oportunidad de presen-
tación de la demanda de amparo indirecto respecto de los actos privativos
de la libertad dentro del procedimiento penal acusatorio, pues ahora los
quejosos sólo tienen 15 días para impugnarlos en el juicio de amparo, evi-
tando de esta manera la dilación procesal.

VI. El Código Nacional de Procedimientos Penales de 2014


y sus implicaciones en el amparo penal

La implementación del nuevo sistema de justicia penal estaba caminando


muy lentamente, pues a más de cinco años y medio de publicada la reforma
de 2008, aún no operaba ni a nivel federal ni en la mayoría de las entidades
federativas; por lo que a partir del segundo semestre de 2013 y, en particu-
lar, el 8 de octubre de 2013, se publicó en el Diario Oficial de la Federación una
modificación a la fracción XXI del artículo 73 constitucional, en la que se le
facultó al Congreso para expedir un código procesal penal único. Ello hizo
que muchas de las organizaciones civiles expresaran su beneplácito, pues se
facilitaría que la reforma constitucional de 2008 fuera totalmente implemen-
tada y de manera uniforme en todo el país.
En esa época, se estimaba que el sistema judicial penal que se imple-
mentaba debía contener una perspectiva integral y que, además, involucra-
ra la participación de los tres órdenes de gobierno: a) la Federación, b) los
estados y el Distrito Federal (hoy Ciudad de México), y c) los municipios,
con pleno respeto a las atribuciones de los poderes federales, a la soberanía
de las entidades federativas y a la autonomía municipal. Asimismo, que
la nueva legislación procesal penal debía velar por el respeto de los dere-
chos del imputado y de las víctimas, que garantizara el debido proceso y
se hiciera efectiva la justicia alternativa; todo sustentado en los principios
de publicidad, contradicción, concentración, continuidad e inmediación y
en la instrumentación de un juicio oral, como lo prevé el artículo 20 cons-
titucional, a efecto de que, entre otras cuestiones, garantizara una justicia
expedita que, conforme a nuestra idiosincrasia, fuera una justicia real y no
solamente formal.
También se destacaba que en México era necesario modificar el lema
de que la justicia era sólo para unos cuantos y que la justicia retardada era
una justicia denegada.

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EL AMPARO PENAL Y EL SISTEMA PROCESAL PENAL ACUSATORIO 429

Así, el 5 de marzo de 2014, se publicó en el Diario Oficial de la Federa-


ción el Código Nacional de Procedimientos Penales (CNPP), cuya aplicación
concreta sería de manera gradual en el ámbito federal, sin que su completa
entrada en vigor excediera del 18 de junio de 2016, fecha en que entraría
en vigor en todo México el nuevo sistema de justicia penal.
Ciertamente, en esta nueva legislación procesal penal se precisaron de
manera clara las bases del sistema de justicia penal —que es acusatorio
y oral— bajo los principios constitucionales de publicidad, contradicción,
concentración, continuidad e inmediación, de igualdad ante la ley, igualdad
ante las partes, de juicio previo y debido proceso, de presunción de inocencia
y de prohibición de doble enjuiciamiento, entre otros. Asimismo, se advir-
tió que este nuevo sistema de justicia penal se ajustaría más a las exigencias
del Estado democrático de derecho y sería más protector de los derechos
humanos previstos en la Constitución y en los tratados internacionales de
los que México es parte.
La cuestión que desde hace 12 años se viene planteando, cuando apa-
reció la reforma constitucional de 2008, y desde hace seis años en que entró
en vigor el CNPP, es: ¿realmente se trató de un cambio radical? y ¿realmen-
te se están logrando los objetivos de la reforma constitucional? Sobre estos
acontecimientos, las respuestas no son uniformes; las hay que resaltan que
efectivamente se trató de un cambio radical, porque se modificaron para-
digmas, como el de haber sustituido la escritura por la oralidad; es decir, que
ahora el expediente ya no constituye el objeto de la tramitación del proce-
dimiento penal porque se sustituye por la audiencia oral, lo que da mayor
transparencia; además, se destacan otras virtudes del nuevo sistema.
Así se llegó a sostener que el nuevo sistema procesal desarrollado en el
CNPP estaba totalmente ajustado a los lineamientos constitucionales y a las
exigencias del Estado democrático de derecho; que la forma de actuación
de los órganos encargados de procurar y administrar la justicia penal se
ajustarían cabalmente a los principios y garantías previstos, tanto en la ley
fundamental como en la ley procesal y, consecuentemente, no habría ya vio-
lación a los derechos humanos dentro del procedimiento penal. Por lo que,
si se pensaba que las cosas realmente funcionarían de esta manera, ya no
habría razón de ser de los recursos o medios de impugnación y, por tanto,
tampoco habría necesidad de acudir al juicio de amparo.
Sin embargo, por el otro lado están quienes han destacado las grandes
deficiencias del nuevo sistema procesal penal que no se ajusta cabalmente a
los lineamientos constitucionales y que hace un uso irracional de ciertos me-
canismos procesales que no son característicos del proceso acusatorio, como

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430 MARÍA ELENA LEGUÍZAMO FERRER

son los criterios de oportunidad, los mecanismos alternativos de solución de


controversias, o los procesos abreviados, y que le ha quitado su función a los
juicios orales.
Pero, con independencia de las opiniones encontradas, lo cierto es que
en la actualidad se ha visto el incremento del juicio de amparo, sobre
todo en la primera fase de investigación que realiza el Ministerio Público,
así como con relación a decisiones del juez de control que constantemente
son revisadas y analizadas por los tribunales federales de la audiencia inicial
e intermedia.
Por lo que hace a la etapa de juicio en el nuevo procedimiento penal, las
audiencias son orales, contradictorias y públicas, donde se formula la acusación, la
defensa presenta sus pruebas y existe un contacto presencial y directo con
el juez de juicio, quien se supone no ha tenido alguna aproximación previa
con los antecedentes del proceso, garantizándose así su imparcialidad. De
esta manera, cada operador del sistema tiene asignado un rol concreto, con
lo que se busca garantizar la organización y el funcionamiento del sistema
de justicia penal. Como puede apreciarse, las audiencias orales se apoyan
con la nueva tecnología a través de las videograbaciones, sin que exista la
necesidad de que estén apoyadas en trascripciones escritas para su estudio,
cambiando de esta manera la forma de tramitación de los procedimientos
penales y su forma de resolución.
En el procedimiento penal, las etapas de la investigación inicial y la
complementaria están confiadas al Ministerio Público y a la policía y tie-
nen como finalidad garantizar la existencia de la acusación para incoar el
proceso penal; también se cuenta ahora con la presencia del juez de con-
trol, quien tiene la función de autorizar las medidas cautelares y todo lo re-
lativo a la producción anticipada de eventuales pruebas urgentes y técnicas
de investigación que requieran autorización judicial. En esta etapa del pro-
cedimiento penal, no queda excluido el juicio de amparo indirecto, cuando
existan excesos en el ejercicio del poder penal por parte de las autoridades
intervinientes, en perjuicio de los derechos humanos de los individuos invo-
lucrados en problemas penales, esto es, se podrán impugnar los actos que
afecten su libertad personal, su integridad física, así como las resoluciones o
determinaciones que fijen la situación jurídica del imputado, medidas cau-
telares y otro tipo de decisiones emitidas por el juez de control que afecten
derechos humanos, entre otros.
Los jueces de enjuiciamiento —como hasta ahora ha sido en el sistema
procesal penal mexicano— deben concretarse a decidir sobre las teorías del
caso planteadas por la acusación y la defensa, sin que puedan convertirse

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EL AMPARO PENAL Y EL SISTEMA PROCESAL PENAL ACUSATORIO 431

en acusadores; a ellos corresponde determinar, si en el caso concreto, se dan


o no los presupuestos necesarios para la imposición de una pena; es decir,
si quedaron acreditados o no todos los elementos del delito para concretar la
amenaza penal. Su imparcialidad debe estar orientada por la igualdad pro-
cesal de las partes; pero, por supuesto, sus resoluciones también pueden ser
objeto de impugnaciones y, por tanto, del juicio de amparo directo, en tanto que
con dichas resoluciones también se pueden conculcar derechos humanos.
Respecto del imputado, éste gozará del amplio respeto del principio
de inocencia, cuya presunción sólo se podrá destruir con la culpabilidad
demostrada en el proceso; por ello, las partes inician y delimitan el ob-
jeto del proceso y a ellas les compete introducir los hechos y la carga de
probarlos, así como la de solicitar la práctica de los medios probatorios.
Frente a violaciones procesales que se cometieran durante el desarrollo
del juicio penal y que trasciendan en la sentencia que se emita, una vez
agotado el principio de definitividad, las partes afectadas también podrán
recurrir al juicio de amparo directo para solicitar la reparación de los derechos
que se le hubieren violado.
De igual forma la víctima u ofendido gozarán de la garantía de defensa
a través de un asesor jurídico, quien hará valer la reparación del daño, en
su caso, y que al imputado se le condene de resultar demostrada la culpa-
bilidad respecto de su conducta y su participación en el hecho delictivo o al
menos la antijuridicidad de su conducta.
Para concluir, es indudable que el juicio de amparo no queda exclui-
do del nuevo sistema procesal penal, en tanto que en el nuevo sistema, si
bien con algunos nombres distintos de los que se conocen en el sistema
tradicional, se reconocen los mismos actores o sujetos que intervienen en
las diferentes etapas del procedimiento y los mismos actos procedimenta-
les que corresponden ser realizados por el Ministerio Público y la policía
de investigación, así como las mismas resoluciones (autos y sentencias) que
pueden dictar los jueces. Por lo que, en el nuevo sistema procesal igualmente
existirá la posibilidad de que se afecten la libertad o algún otro derecho de
las personas involucradas en hechos penalmente relevantes o en procesos
penales, quienes también tendrán la necesidad de contar con mecanismos
de protección.
Hoy, el juicio de amparo está siendo tramitado predominantemente en
línea —sin dejar de proveer el expediente escrito—, es decir, por vía electró-
nica, y la celebración de las sesiones, en las que resuelven los asuntos de la
competencia de los tribunales colegiados de circuito, son públicas y video-
grabadas. De tal manera que, aprovechando la tecnología informática de la

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432 MARÍA ELENA LEGUÍZAMO FERRER

época, de todos los expedientes de amparo directo, así como de los recursos
que establece la Ley de Amparo del conocimiento de los tribunales cole-
giados, tienen acceso los promoventes tanto en su expediente en línea, en
el expediente escrito, como en la biblioteca virtual de cada órgano federal.
En fin, el juicio de amparo, como instrumento garantizador de derechos
humanos, estará presente como medio de impugnación para el imputado,
para la víctima o cualquier otro interviniente del proceso penal que se vea
afectado en su esfera jurídica, desde la propia investigación inicial hasta
concluido el procedimiento penal y, no obstante la regulación de los actos
ministeriales ante el juez de control, ello no delimita que algunas resolucio-
nes importantes, como serían la orden de aprehensión, diversas medidas
cautelares, el auto de vinculación a proceso o de no vinculación, la senten-
cia definitiva, entre otros, puedan ser además reclamadas a través del juicio
de amparo, con el fin de dar mayor seguridad jurídica a quien lo interpone.

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