El día era espléndido; desde el cenador en que habíanse guarecido nuestros tres famosos prohombres, situado a espaldas del ventorrillo en una de las accidentaciones del monte -un monte pelado y rojizo sobre el que sólo verdegueaban los rústicos pabellones-, divisábase la carretera de la que cada ráfaga de viento arrancaba un remolino de polvo de oro, la arenosa playa donde morían las olas desdoblándose con plácido murmullo; la vía del ferrocarril, que pone en comunicación algunos de los pueblos de la costa levantina, y el mar que fulgía bajo un cielo espléndido, como un inmenso zafiro, surcado por cien barcas pescadoras de blanquísimo velamen.
Y en aquel momento de trágicas meditaciones, cuando ambos enamorados al mirar el horizonte de su vida veíanlo como velado por una ráfaga de sangre y de infortunios, una voz cascada resonó en sus oídos y un hombre, destacándose de detrás de los pencares, avanzó lentamente hacia la tapia.
Ella repuso ingenua y casi riente, como si pasase por sus palabras una ráfaga de alegría infantil: —¿Por qué quiere usted que le hable?
Aquello se iba convirtiendo en un espectáculo inusitado: todas las calles con sus edificios tubulares se empezaron a llenar de burbujas que caían rítmicamente como en una recepción para gobernantes extranjeros; la ráfaga luminosa, seguía atravesándolas y dándole a todo un fascinante color magenta.
A un joven del colegio mayor Tau Omega le pareció ver en el aire una masa de humo grotesca y espantosa, justamente cuando estalló el fogonazo; pero su observación no ha sido comprobada. Los escasos testigos coinciden, no obstante, en que la violenta ráfaga de viento procedía del Oeste.
Las cien voces de sus tubos de metal resonaron en un acorde majestuoso y prolongado, que se perdió poco a poco, como si una
ráfaga de aire hubiese arrebatado sus últimos ecos.
Gustavo Adolfo Bécquer
Además, porteño en todo, ante todo y por todo, quisiera ver conocidas y mentadas nuestras cosas allende los mares, y que no nos vengan los de extranjis echando en cara nuestro poco gusto en el arte culinario, y ensalzando a vista y paciencia nuestra los indigestos y empalagosos manjares que brinda sin cesar la gastronomía a su estragado apetito; y esta
ráfaga también de espíritu nacional, me mueve a ocurrir a la comadrona intelectual, a la prensa, para que me ayude a parir si es posible sin el auxilio del forceps, este más que discurso apologético.
Esteban Echeverría
Carcelera de sí misma se concluye en la inútil necedad de sus libelos y una ráfaga de bocas calcinantes le amordazan lo fugaz de sus agallas: Hoy soy de ti; mañana de la espera… Y se concluye un mundo con olor a siesta.
-Queriéndote como ella te quiere ya puées tú jacer lo que te dé la repotentísima gana, que pa la gachí que quiee a su hombre, pa esa no hay más colores que el rosa si es de su hombre de quien se trata; y conste que no te hablo yo de memoria, que esto que te aconsejo yo, yo lo jice en su día, que parneses y no pocos parneses tenía tamién mi probetica María de los Dolores. Y al decir esto un hondo suspiro brotó en labios del Castizo por cuyos ojos resbaló una ráfaga de melancólica tristeza.
A cada
ráfaga de viento matraqueaban los esqueletos, por lo que los pájaros, asustados, nunca acudían al jardín; las flores estaban atadas a huesos humanos, y en las macetas, los cráneos exhibían su risa macabra.
Hans Christian Andersen
Y la niña infeliz le contemplaba Cual bella aparicion que ante la vista El viento cruza y en el viento posa, Y vá sobre una ráfaga imprevista Iluminando el aura vagarosa.
Entonces se alzaron súbitamente remolinos de polvo en las calles de la ciudad; azotó la cara de los transeúntes una ráfaga de viento húmedo y frío; oyóse el chasquido de algunas vidrieras sacudidas contra la pared; cubrió los cerros del Oeste un velo achubascado; nublóse repentinamente el sol; tomó la bahía un color verdoso con fajas blanquecinas y rizadas, y comenzó a estrellarse contra las fachadas traseras de la población una lluvia gruesa y fría.