Este, una semana después del sepelio, convocó a la celda a varios sacerdotes y amigos seglares del difunto, y se abrió el baúl. En efecto…allí estaba la historia del Perú, desde 1839 hasta poquísimos días anteriores al del fallecimiento.
Ni es de extrañar: todas estas cosas eran nuevas y desconocidas, y aun había poquísimos entre aquellos oradores que hubiesen saludado los preceptos de los retóricos ni las doctrinas filosóficas.
Sin entrar en esta cuenta, la toma de Concepción y Talcahuano por no tener todavía relación circunstanciada, aunque si sé por cartas del Coronel don Matías de la Fuente, Comandante encargado de esa expedición, que no bajarán de sesenta los cañones que se han tomado, ni de trescientos cincuenta los fusiles; sin que el ejército de mi mando le haya costado más que un solo oficial, apenas treinta hombres, poquísimos fusiles, pero ningún cañón.
Cuando se recuerda que en el Perú casi todos los hombres de algún valor intelectual fueron indios, cholos o zambos, cuando se ve que los poquísimos descendientes de la nobleza castellana engendran tipos de inversión sexual o raquitismo, cuando nadie hallaría mucha diferencia entre el ángulo facial de un gorila y el de un antiguo marqués limeño, no hay para qué aducir más pruebas contra la inferioridad de las razas.
Entretanto el pueblo, que sólo poseía escopetas de caza, algunos revólvers y
poquísimos fusiles, combatía de una manera especial, especialísima.
Ricardo Palma
dice: "Uno vale para mí lo que el pueblo, y el pueblo lo que uno." Buena también aquella de quienquiera haya sido (se duda en efecto sobre la identidad de su autor) quien, preguntado acerca de por qué tanta diligencia aplicaba para un arte que a poquísimos alcanzaba, "suficientes son" - respondió - "para mí, unos pocos, suficiente es uno, suficiente es ninguno." Excelente es asimismo esta tercera sentencia, de Epicuro, quien a uno de sus camaradas de estudio..."esto" - decía - " yo no para muchos, sino para ti escribo.
Siendo tan entusiasta y leal amigo del jefe de la conquista, está dicho que tomó activa participación en la guerra contra Almagro el Mozo, terminada la cual, ahito de aventuras, peligros y desengaños, fijó su residencia en Trujillo. Fué Barbarán de los poquísimos conquistadores que no tuvieron muerte desastrosa.
Cojamos al ente más inofensivo, otorguémosle la más diminuta fracción de mando, y veremos que instantáneamente, como herido por una vara mágica, se transforma en un déspota insolente y agresivo. Pocos, poquísimos hombres conservan en el mando las virtudes que revelan en la vida privada.
Como quiera que los poquísimos y maltrechos supervivientes salieran a la plaza dando alaridos, perseguidos por toros y poblada, el regimiento francés, guarnecido en cuadro en el generoso espacio de la explanada de San Nicodemo esperó, impertérrito en pasmosa gala y marcial compostura, ataque tan singular, y después de la primera y única descarga que alcanzó a disparar fue destrozado por la embestida como si aquellos quinientos hombres hubieran sido gloriosa mata de flores arrancada en vilo por un vendaval.
Y a más, para entre los dos, los criticones de hogaño no nos harán mucho daño; saben poco, ¡vive Dios! No se echan muchas vigilias hoy en críticos estudios; tras poquísimos preludios, hoy de crítico te filias.
No está usté mal voto: treinta votos, señor mío, son los que tengo disponibles. Ya ve usté que este número, en un distrito como el mío, que tiene tan poquísimos votantes...
Vivían allí con una tía, señora buena de verdad, que se había encontrado en el incendio de la Compañía1, tomaba indefectiblemente un mate por la mañana y otro por la tarde, tan puntuales, que servían para marcar la hora los vecinos, y rezaba en el resto del día sin cesar para que Dios le perdonara los poquísimos e insignificantes pecados que había cometido.