Este resultó ser Ngo Din Diem, cuyo trágico fin —el de la naranja exprimida por el imperialismo— es conocido de todos. En los meses posteriores a la firma del acuerdo, reinó el optimismo en el campo de las fuerzas populares.
Los cambios le favorecen; se lucha por desplazar a otros poderes neocoloniales, penetrar nuevas esferas de acción en el campo económico, a veces directamente, otras utilizando al Japón.
55 Nos te rogamos, si por ventura no molesto te es, nos muestres dónde están tus tinieblas. A ti en el Campo menor te buscamos, a ti en el Circo, a ti en todos los libelos, a ti en el templo sagrado del supremo Júpiter.
que la investigación científica es una fuerza motriz fundamental en el campo de la salud y la protección social y que una mayor utilización del saber científico podría mejorar considerablemente la salud de la humanidad, 13.
En cuanto a ser presentado a ella, tuve que abandonar toda esperanza; al menos durante el tiempo en que a Talbot se le ocurriera permanecer en el campo.
Acuérdese de lo que le digo: Terminará con una venta, como la otra. Hay en el campo alfonsista muchos generales capaces para esas tercerías.
¿PORQUE SE AFLIGE, SI LA NOCHE LLEGA...? ¿Por que se aflige, si la noche llega, El infelice que perdió el camino, Cuando en el campo para tomar senda No halla vestigio?
La cocina comenzaba a ser invadida por las sombras, pero a través de los vidrios llorosos, se advertía que en el campo aún era la tarde.
El trabajo cita a los buenos, y el Senado suele estar todo el día en consejo, cuando en el mismo tiempo el hombre más vil deleita su ocio en el campo, o está encerrado en el bodegón, o gasta el tiempo en algún liviano paseo.
--¡Oh! ¡Pues lo que es esta tarde, ha de tocar usted!... --Aquí,
en el campo, todo es permitido.... --¡Recuerde V. que es mi día, papá abuelo!...
Pedro Antonio de Alarcón
Los propósitos levantados, las ideas benéficas, las empresas salvadoras, sin mezcla de egoísmo personal o partidista, allega siempre fuerzas poderosas que los apoyen y no sólo cuentan con los sostenedores que tienen en el campo, sino con una inagotable y abnegada reserva.
Después, loco de furor, seguí matando..., y maté... hasta después de anochecido..., hasta que no había un cristino
en el campo de batalla.
Pedro Antonio de Alarcón