Viéndola tan taciturna, Carlos la suponía afligida y se esforzaba por no decirle nada para no avivar aquel dolor que la conmovía.
La ventana permaneció abierta todo el día; al elfo le hubiera sido fácil irse a las rosas y a todas las flores del jardín; pero no tuvo valor para abandonar a la
afligida joven.
Hans Christian Andersen
Mis niños me encargan mil ternuras; el pequeño extraño, que tiene la felicidad, ¡ay!, de ignorarlo todavía todo, le sonríe, y yo, mi querido míster Copperfield, soy Su afligida amiga, EMMA MICAWBER.» Yo no me creía con derecho para dar a una mujer tan llena de experiencia como mistress Micawber otro consejo que el de tratar de reconquistar la confianza de mister Micawber a fuerza de paciencia y de bondad (estoy seguro que no dejaría de hacerlo); sin embargo, aquella carta me dio que pensar.
La humanidad afligida bajo el peso abrumador de las necesidades levantará al cielo sus manos laboriosas, y bendecirá a los autores de su consuelo.
Míster Wickfield, con expresión cruelmente preocupada y afligida, se inclinaba hacia adelante, sin atreverse apenas a tocar el brazo de su amigo.
Pero en ese momento, afligida, su marido despidiendo, qué palabras hablaste, Júpiter, cuán a menudo enjugaste tus luces con la mano.
La dama regresó pensativa a la desfasada estancia de la residencia mexicana y se recargó en uno de los pilares, como
afligida por la mala nueva, pero...
Antonio Domínguez Hidalgo
Produciendo al punto un tipo de brillante acero, forjó una enorme hoz y luego explicó el plan a sus hijos. Armada de valor dijo afligida en su corazón: “¡Hijos míos y de soberbio padre!
Te has equivocado. Conmigo no juegas y ahora te... - ¡Andrés! No sigas...
afligida y suplicante. - Falsa! -y le golpeó la cara. - ¡Oh, qué te pasa!
Antonio Domínguez Hidalgo
Como refiero arriba, no hubo jamás en treinta días uno seguro, porque, si alguno amaneció claro y sereno, luego se obscurecía, de manera que parecía noche tenebrosa, y los aires que se levantaban y con ello la ceniza ahogaba la gente y la hacía estar encerrada, y por todas partes se vio esta desdichada y afligida ciudad rodeada de trabajos y aflicciones y, según refieren personas fidedignas que en estas tribulaciones se hallaron, no fue la mitad de lo que está dicho la calamidad y desventura que pasaron los pobres ciudadanos de Arequipa, lo cual puedo afirmar yo como testigo de vista, que a todo me hallé presente en la dicha ciudad.
La esposa de Sebastián estaba triste y afligida, las lágrimas corrían por sus mejillas descoloridas y caían sobre el corazón de su marido sin querer decirle la causa.
Ya deseo que se acabe este mes por salir della.” Pues, estando en esta afligida y hambrienta persecución un día, no se por cuál dicha o ventura, en el pobre poder de mi amo entro un real, con el cual el vino a casa tan ufano como si tuviera el tesoro de Venecia; y con gesto muy alegre y risueño me lo dio, diciendo: “Toma, Lázaro, que Dios ya va abriendo su mano.