5 TEMAS
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EVANGELIZADORA
ECLESIOLOGÍA
Capacitación
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1- LA SANTÍSIMA TRINIDAD :
ORIGEN DE LA IGLESIA
La palabra IGLESIA se dice en griego EKKLESIA y significa COMUNIÓN.
La santísima trinidad es una comunidad perfecta de tres personas –Padre – Hijo –
Espíritu Santo – una sola esencia divina y un solo Dios verdadero.
La Iglesia obra del Padre:
La voluntad del Padre Eterno sobre la salvación universal (LG 2)
2 El Padre Eterno creó el mundo universo por un libérrimo y misterioso designio
de su sabiduría y de su bondad, decretó elevar a los hombres a la participación de
la vida divina y, caídos por el pecado de Adán, no los abandonó, dispensándoles
siempre su auxilio, en atención a Cristo Redentor, “que es la imagen de Dios
invisible, primogénito de toda criatura” (Col. 1,15).
A todos los elegidos desde toda la eternidad el Padre “los conoció de antemano y
los redestinó a ser conformes con la imagen de su Hijo, para que este sea el
primogénito entre muchos hermanos” (Rom., 8,19). 2
Determinó convocar a los creyentes en Cristo en la Santa Iglesia, que fue ya
1. prefigurada desde el origen del mundo,
2. preparada admirablemente en la historia del pueblo de Israel y en el Antiguo
Testamento,
3. constituida en los últimos tiempos,
4. manifestada por la efusión del Espíritu Santo, y se perfeccionará gloriosamente
al fin de los tiempos.
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LA IGLESIA, PREFIGURADA DESDE EL ORIGEN DEL MUNDO
CC 760. "El mundo fue creado en orden a la Iglesia", decían los cristianos de los
primeros tiempos (Hermas, vis. 2,4, 1; cf. Arístides, apol. 16,6; Justino, apol. 2,
7).
CC 766. Pero la Iglesia ha nacido principalmente del don total de Cristo por
nuestra salvación, anticipado en la institución de la eucaristía y realizado en la
cruz. " El agua y la sangre que brotan del costado abierto de Jesús crucificado son
signo de este comienzo y crecimiento" (LG 3). "Pues del costado de Cristo
dormido en la cruz nació el sacramento admirable de toda la Iglesia" (SC 5). Del
mismo modo que Eva fue formada del costado de Adán adormecido, así la Iglesia
nació del corazón traspasado de Cristo muerto en la cruz (cf. san Ambrosio, Lc 2,
85-89).
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PUEBLA nos da una precisión sobre la fundación de la Iglesia
La Iglesia y Jesús Evangelizador
222 La Iglesia es inseparable de Cristo porque Él mismo la fundó por un acto expreso de
su voluntad, sobre los Doce cuya cabeza es Pedro, constituyéndola como sacramento
universal y necesario de salvación. La Iglesia no es un "resultado" posterior ni una simple
consecuencia "desencadenada" por la acción evangelizadora de Jesús. Ella nace
ciertamente de esta acción, pero de modo directo, pues el mismo Señor quien convoca a
sus discípulos y les participa el poder de su Espíritu, dotando a la naciente comunidad de
todos los medios y elementos esenciales que el pueblo católico profesa como de
institución divina.
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LA IGLESIA, MANIFESTADA POR EL ESPÍRITU SANTO
CC 767. "Cuando el Hijo terminó la obra que el Padre le encargó realizar en la Tierra,
fue enviado el Espíritu Santo el día de Pentecostés para que santificara continuamente
a la Iglesia" (LG 4). Es entonces cuando "la Iglesia se manifestó públicamente ante la
multitud; se inició la difusión del Evangelio entre los pueblos mediante la predicación"
(AG 4). Como ella es "convocatoria" de salvación para todos los hombres, la Iglesia
es, por su misma naturaleza, misionera enviada por Cristo a todas las naciones para
hacer de ellas discípulos suyos (cf. Mt 28, 19-20; AG 2, 5-6).
La Iglesia, consumada en la gloria
CC 769. La Iglesia "sólo llegara a su perfección en la gloria del Cielo" (LG 48),
cuando Cristo vuelva glorioso, hasta ese día, "la Iglesia avanza en su peregrinación a
través de las persecuciones del mundo y de los consuelos de Dios" (san Agustín, civ.
18, 51; cf. LG 8). Aquí abajo, ella se sabe en exilio, lejos del Señor (cf. 2 Co 5, 6; LG
6), y aspira al advenimiento pleno del Reino, "y espera y desea con todas sus fuerzas
reunirse con su Rey en la gloria" (LG 5). La consumación de la Iglesia en la gloria, y a
través de ella la del mundo, no sucederá sin grandes pruebas. Solamente entonces,
"todos los justos desde Adán, 'desde el justo Abel hasta el último de los elegidos' se
reunirán con el Padre en la Iglesia universal" (LG 2).
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2- LA IGLESIA MISTERIO
EL MISTERIO DE LA IGLESIA
La palabra MISTERIO viene del griego y del latín y significa dos cosas: Un
signo visible y una realidad oculta de la salvación.
Visible en Espiritual en
LO HUMANO LO DIVINO
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ANALOGIA DE LA IGLESIA MISTERIO CON EL
MISTERIO ENCARNADO
LG 8
Por esta profunda analogía se asimila al Misterio del Verbo encarnado. Pues,
como la naturaleza asumida sirve al Verbo divino como órgano de salvación a
El indisolublemente unido,
Así como el Verbo asumió una naturaleza humana, así el Espíritu Santo
utiliza la unión social de la Iglesia, es decir: utiliza lo humano
y visible para vivificar y hacer crecer el Cuerpo de Cristo
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LA IGLESIA MISTERIO DE LA UNION DE
LOS HOMBRES CON DIOS
•Cristo se une a la Iglesia como a su esposa (Ef 5, 25-32)
•Al unirse a ella, en ella manifiesta su misterio que es ser la cabeza de todo el
cosmos (Ef 1,10).
Cristo al manifestar en la Iglesia su misterio la convierte a ella misma en misterio.
Pues:
1. La Iglesia es signo visible humano
2. Que manifiesta a Cristo que es una realidad de salvación pero que queda oculta
a nuestros ojos.
•Por eso afirmamos que la Iglesia es misterio de unión de los hombres con Dios.
Si queremos unirnos a Cristo estamos invitados a hacerlo por medio de Cristo.
•Entramos a este misterio por la fe y por nuestro bautismo y los demás
sacramentos de iniciación.
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LA IGLESIA SACRAMENTO UNIVERSAL DE SALVACION
LG 1
14
CRISTO es el sacramento original, su humanidad es el signo visible y la gracia
es la salvación que nos trae. La obra santificadora es encomendada a la Iglesia
que es “como un sacramento” pues, siendo una realidad visible contiene y
comunica la gracia de Cristo convirtiéndose así en el sacramento primordial. Es
ella quien administra los 7 sacramentos y estos se celebran correctamente en la
Iglesia y por Cristo.
Ahora bien, la salvación de cristo tiene un destino universal y al confiársela a la
Iglesia está llamada a ser sacramento universal de salvación.
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3. LA IGLESIA, PUEBLO DE DIOS
VOCACION UNIVERSAL A LA COMUNIDAD
CC 781. "En todo tiempo y lugar ha sido grato a Dios el que lo teme y practica la
justicia. Sin embargo, quiso santificar y salvar a los hombres no
individualmente y aislados, sin conexión entre sí, sino hacer de ellos un pueblo
para que le conociera de verdad y lo sirviera con una vida santa. Eligió, pues,
a Israel para pueblo suyo, hizo una alianza con él y lo fue educando poco a poco.
Le fue revelando su persona y su plan a lo largo de su historia y lo fue
santificando. Todo esto, sin embargo, sucedió como preparación y figura de su
alianza nueva y perfecta que iba a realizar en Cristo..., es decir, el Nuevo
Testamento en su sangre convocando a las gentes de entre los judíos y los gentiles
para que se unieran, no según la carne, sino en el Espíritu" (LG 9).
EL ANTIGUO PUEBLO DE DIOS
•Yahvé Dios eligió un pueblo, a Israel, hizo una alianza con él y lo fue educando
poco a poco.
•Le fue revelando su persona y su plan a lo largo de su historia y lo fue
santificando. 16
Esto se realizó como preparación y figura de la nueva alianza con Cristo. “He aquí
que llega el tiempo, dice el Señor y haré una nueva alianza con la casa de Israel y
con la casa de Judá. Pondré mi ley en sus entrañas y la escribiré en sus corazones,
y seré su Dios y ellos serán mi pueblo... Todos, desde el pequeño al mayor me
conocerán, afirma el Señor” (Jer. 31,31-34).
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Un pueblo sacerdotal, profético y real
CC 783. Jesucristo es aquel a quien el Padre ha ungido con el Espíritu Santo y lo
ha constituido "Sacerdote, Profeta y Rey". Todo el Pueblo de Dios participa de
estas tres funciones de Cristo y tiene las responsabilidades de misión y de
servicio que se derivan de ellas (cf. RH 18-21).
CC 784. Al entrar en el Pueblo de Dios por la fe y el bautismo, se participa en la
vocación única de este Pueblo; en su vocación sacerdotal: "Cristo el Señor,
Pontífice tomado de entre los hombres, ha hecho del nuevo pueblo 'un reino de
sacerdotes para Dios, su Padre'. Los bautizados, en efecto, por el nuevo
nacimiento y por la unción del Espíritu Santo, quedan consagrados como casa
espiritual y sacerdocio santo" (LG 10).
CC 785. "El Pueblo santo de Dios participa también del carácter profético de
Cristo." Lo es sobre todo por el sentido sobrenatural de la fe que es el de todo el
pueblo, laicos y jerarquía, cuando "se adhiere indefectiblemente a la fe
transmitida a los santos de una vez para siempre" (LG 12) y profundiza en su
comprensión y se hace testigo de Cristo en medio de este mundo.
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CC 786. El Pueblo de Dios participa, por último, en la función regia
de Cristo. Cristo ejerce su realeza atrayendo así a todos los hombres
por su muerte y su resurrección (cf. Jn 12, 32). Cristo, Rey y Señor
del universo, se hizo el servidor de todos, no habiendo "venido a ser
servido, sino a servir y dar su vida en rescate por muchos" (Mt 20,
28). Para el cristiano, "servir es reinar" (LG 36), particularmente
"en los pobres y en los que sufren" donde descubre "la imagen de su
Fundador pobre y sufriente" (LG 8). El Pueblo de Dios realiza su
"dignidad regia" viviendo conforme a esta ocasión de servir con
Cristo.
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Aplicación a la vida pastoral
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Veamos las áreas fundamentales de:
PASTORAL PROFÉTICA
3. Profundiza la fe
2. Explica la fe 3. Teología
2. Catequesis o didajé
1. Suscita la fe
1.Kerigma o primer anuncio
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La cabeza de este cuerpo es Cristo. Él es la imagen del Dios invisible, y en Él
fueron creadas todas las cosas.. Él es antes que todos, y todo subsiste en Él. Él es
la cabeza del cuerpo que es la Iglesia. Él es el principio, el primogénito de los
muertos, para que tenga la primacía sobre todas las cosas (cf. Col., 1,5-18). Él
domina con la excelsa grandeza de su poder los cielos y la tierra y lleva de
riquezas con su eminente perfección y su obra todo el cuerpo de su gloria
(cf. Ef., 1,18-23).
Es necesario que todos los miembros se asemejen a Él hasta que Cristo quede
formado en ellos (cf. Gal 4,19). Por eso somos asumidos en los misterios de su
vida, conformes con Él, consepultados y resucitados juntamente con Él, hasta que
reinemos con Él (cf. Fil 3,21; 2 Tim 2,11; Ef 2,6; Col 2,12).
Peregrinos todavía sobre la tierra siguiendo sus huellas en el sufrimiento y en la
persecución, nos unimos a sus dolores como el cuerpo a la Cabeza, padeciendo
con Él, para ser con Él glorificados (cf. Rom., 8,17).
Por Él “el cuerpo entero, alimentado y trabado por las coyunturas y ligamentos,
crece con crecimiento divino” (Col 2,19). Él dispone constantemente en su
cuerpo, es decir, en la Iglesia, los dones de los servicios por los que en su virtud
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nos ayudamos mutuamente en orden a la salvación, para que siguiendo la verdad
en la caridad, crezcamos por todos los medios en Él, que es nuestra Cabeza
(cf. Ef., 4,11-16).
Más para que incesantemente nos renovemos en Él (cf. Ef., 4,23), nos concedió
participar en su Espíritu, que siendo uno mismo en la Cabeza y en los miembros,
de tal forma vivifica, unifica y mueve todo el cuerpo, que su operación pudo ser
comparada por los Santos Padres con el servicio que realiza el principio de la
vida, o el alma, en el cuerpo humano.
Cristo, por cierto, ama a la Iglesia como a su propia Esposa, como el varón
que amando a su mujer ama su propio cuerpo (cf. Ef., 5,25-28); pero la Iglesia ,
por su parte, está sujeta a su Cabeza (Ef., 5,23-24). “Porque en Él habita
corporalmente toda la plenitud de la divinidad” (Col., 2,9), colma de bienes
divinos a la Iglesia, que es su cuerpo y su plenitud (cf. Ef., 1,22-23), para que
ella anhele y consiga toda la plenitud de Dios (cf. Ef., 3,19).
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LA IGLESIA COMUNIÓN CON JESÚS
CC 787. Desde el comienzo, Jesús asoció a sus discípulos a su vida (cf. Mc 1,
16-20; 3, 13-19); les reveló el misterio del Reino (cf. Mt 13, 10-17); les dio parte
en su misión, en su alegría (cf. Lc 10, 17-20) y en sus sufrimientos (cf. Lc 22, 28-
30). Jesús habla de una comunión todavía más íntima entre Él y los que lo sigan:
"Permaneced en mí, como yo en vosotros... Yo soy la vid y vosotros los
sarmientos" (Jn 15, 4-5). Anuncia una comunión misteriosa y real entre su propio
Cuerpo y el nuestro: "Quien come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y
yo en él" (Jn 6. 56).
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CRISTO, CABEZA DE ESTE CUERPO
CC 789. La comparación de la Iglesia con el cuerpo arroja un rayo de luz sobre
la relación íntima entre la Iglesia y Cristo. No está solamente reunida en torno a
Él: siempre está unificada en Él, en su Cuerpo. Tres aspectos de la Iglesia
"Cuerpo de Cristo" se han de resaltar más específicamente: la unidad de todos los
miembros entre sí por su unión con Cristo, Cristo Cabeza del Cuerpo; la
Iglesia, Esposa de Cristo
LA IGLESIA , ESPOSA DE CRISTO
CC 796. La unidad de Cristo y de la Iglesia, Cabeza y miembros del Cuerpo,
implica también la distinción de ambos en una relación personal. Este aspecto es
expresado con frecuencia mediante la imagen del Esposo y de la Esposa. El tema
de Cristo esposo de la Iglesia fue preparado por los profetas y anunciado por Juan
Bautista (cf. Jn 3, 29). El Señor se designó a sí mismo como "el Esposo" (Mc 2,
19; cf. Mt 22, 1-14; 25, 1-13). El Apóstol presenta a la Iglesia y a cada fiel,
miembro de su Cuerpo, como una Esposa "desposada" con Cristo Señor para "no
ser con Él más que un solo Espíritu" (cf. 1 Co 6, 15-17; 2 Co 11, 2).
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Ella es la Esposa inmaculada del Cordero inmaculado (cf. Ap 22, 17; Ef 1, 4; 5,
27), a la que Cristo "amó y por la que se entregó a fin de santificarla" (Ef 5, 26),
a la que él se asoció mediante una Alianza eterna y de la que no cesa de cuidar
como de su propio Cuerpo (cf. Ef 5, 29):
He ahí el Cristo total, cabeza y cuerpo, uno solo formado de muchos... Sea la
cabeza la que hable, sean los miembros, es Cristo el que habla. Habla en el papel
de cabeza ("ex persona capitis") o en el de cuerpo «"ex persona corporis"). Según
lo que está escrito: "Y los dos se harán una sola carne. Gran misterio es éste, lo
digo respecto a Cristo y a la Iglesia" (Ef 5, 31-32). Y el Señor mismo en el
Evangelio dice: "De manera que ya no son dos sino una sola carne" (Mt 19, 6).
Como lo habéis visto bien, hay en efecto dos personas diferentes y, no obstante,
no forman más que una en el abrazo conyugal... Como cabeza él se llama esposo
y como cuerpo esposa (san Agustín, psalm. 74, 4: PL 36, 948-949).
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TODOS LOS FIELES CRISTIANOS MIEMBROS VIVOS Y ACTIVOS EN
EL CUERPO DE CRISTO
Ministerialidad de la Iglesia
•MINISTERIOS LAICALES O CONFIADOS A LOS LAICOS.
•INSTITUIDOS. Lector y acólito y ministros extraordinarios de la
comunión.
• NO INSTITUIDOS: catequista, miembros del equipo litúrgico, miembros
de cáritas, etc.
•MINISTROS JERÁRQUICOS: Episcopado, presbiterado, diaconado.
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LA IGLESIA, TEMPLO DEL ESPÍRITU SANTO
Todos los documentos en especial el Catecismo de la Iglesia desarrolla este tema,
partiendo del acontecimiento de Pentecostés (cf Hechos 2,1-11). Es en este día
cuando la Iglesia fue MANIFESTADA y bajo el impulso del Espíritu comienza
su expansión.
El Espíritu Santo y la Iglesia.
Es el Espíritu Santo quien crea la comunión de los creyentes produciendo un
vínculo personal de fe entre cada fiel y Cristo mismo. He aquí los pasos más
importantes.
•El Espíritu Santo prepara a los hombres, los previene por su gracia para atraerlos
hacia Cristo.
•Les manifiesta al Señor resucitado, les recuerda su palabra y abre su mente para
entender su Muerte y resurrección.
•Les hace presente el Misterio de Cristo, abre todo en la Eucaristía para
reconciliarlos, para conducirlos a la comunión con Dios, y para que “den mucho
fruto” (Jn 15,5-8-16).
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La Iglesia Templo del Espíritu Santo.
Decía San Agustín, serm. 267, 4). "A este Espíritu de Cristo, como a principio
invisible, ha de atribuirse también el que todas las partes del cuerpo estén
íntimamente unidas, tanto entre sí como con su excelsa Cabeza, puesto que está
todo Él en la Cabeza, todo en el Cuerpo, todo en cada uno de los miembros"
(Pío XII, "Mysterici Corporis": DS 3808). El Espíritu Santo hace de la Iglesia "el
Templo de Dios vivo" (2 Co 6, 16; cf. 1 Co 3, 16-17; Ef 2, 21):
CC 798. El Espíritu Santo es "el principio de toda acción vital y verdaderamente
saludable en todas las partes del cuerpo" (Pío XII, Mystici Corporis: DS 3808).
Actúa de múltiples maneras en la edificación de todo el Cuerpo en la caridad
(cf. Ef 4, 16): por la Palabra de Dios, "que tiene el poder de construir el edificio"
(Hch 20, 32), por el Bautismo mediante el cual forma el Cuerpo de Cristo
(cf. 1 Co 12, 13); por los sacramentos que hacen crecer y curan a los miembros
de Cristo; por "la gracia concedida a los Apóstoles" que "entre estos dones
destaca" (LG 7), por las virtudes que hacen obrar según el bien, y por las
múltiples gracias especiales (llamadas "carismas") mediante las cuales los fieles
quedan "preparados y dispuestos a asumir diversas tareas o ministerios que
contribuyen a renovar y construir más y más la Iglesia" (LG 12; cf. AA 3).
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Los carismas
Son múltiples gracias especiales mediante las cuales los fieles quedan
preparados y dispuestos a asumir diversas tareas o ministerios que
contribuyen a renovar y construir más y más la Iglesia. Los tenemos todos, no
son privados de algún grupo o movimiento.
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La Christi fideles Laici
24. Los Carismas
El Espíritu Santo no sólo confía ministerios a la Iglesia-comunión,
sino que también la enriquece con otros dones, llamados carismas.
Pueden asumir las más diversas formas, sea en cuanto expresiones
de la libertad del Espíritu que los da, sea como respuesta a las
múltiples necesidades en la historia de la Iglesia. «A cada cual se
le otorga la manifestación del Espíritu para la utilidad común.
Porque a uno le es dada por el Espíritu palabra de sabiduría, a otro,
palabra de conocimiento por medio del mismo Espíritu; a otro, fe
en el mismo Espíritu; a otro, carismas de curaciones, en el único
Espíritu; a otro, poder de milagros; a otro el don de profecía; a otro,
el don de discernimiento de espíritus; a otro, diversidad de lenguas;
a otro, el don de interpretarlas» 1Co 12, 7-10; 1Co 12, 4-6.28-31;
Rm 12, 6-8; 1Pe 4,10-11).
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Extraordinarios, simples y sencillos, los carismas son siempre
gracias del Espíritu Santo que tienen, directa o indirectamente, una
utilidad eclesial, ya que están ordenados a la edificación de la
Iglesia, al bien de los hombres, y a las necesidades del mundo.
En nuestros días no falta el florecimiento de diversos carismas entre
los laicos, hombres y mujeres. Refiriéndose precisamente al
apostolado de los laicos, el Concilio escribe: "Para el ejercicio de
este apostolado el Espíritu Santo, que obra la santificación del
Pueblo de Dios por medio del ministerio y de los sacramentos,
otorga también a los fieles dones particulares (1 Cor 12,7),
"distribuyendo a cada uno según quiere" (1Co 12, 11), para que
"poniendo cada uno la gracia recibida al servicio de los demás"
contribuyen también ellos "como buenos dispensadores de la
multiforme gracia recibida de Dios" (1 P 4, 10), a la edificación de
todo el cuerpo en la caridad (Ef 4, 16)". AA 3
37
Los dones del Espíritu Santo exigen que se ejerzan para el
crecimiento de toda la Iglesia. Los carismas han de ser acogidos con
gratitud, tanto por quien los recibe, como por todos en la Iglesia.
Son una singular riqueza de gracia para la vitalidad apostólica y
para la santidad del entero Cuerpo de Cristo, con tal que sean
dones que verdaderamente provengan del Espíritu, y sean ejercidos
en plena conformidad con los auténticos impulsos del Espíritu. En
este sentido siempre es necesario el discernimiento de los carismas.
En realidad, "la acción del Espíritu Santo, que sopla donde quiere,
no siempre es fácil de reconocer y de acoger. Dios actúa en todos los
fieles cristianos, y somos conscientes de los beneficios que
provienen de los carismas, tanto para los individuos como para toda
la comunidad cristiana. Sin embargo, somos también conscientes de
la potencia del pecado y de sus esfuerzos tendientes a turbar y
confundir la vida de los fieles y de la comunidad "
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Ningún carisma dispensa de la relación y sumisión a los Pastores de
la Iglesia. El Concilio dice claramente: «EL juicio sobre su
autenticidad (de los carismas) y sobre su ordenado ejercicio
pertenece a aquellos que presiden en la Iglesia, a quienes
especialmente corresponde no extinguir el Espíritu, sino examinarlo
todo y retener lo que es bueno (1Tes 5, 12.19-21)» LG 12. con el fin
de que todos los carismas cooperen, en su diversidad y
complementariedad, al bien común.
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4. LAS CUATRO NOTAS
DE LA IGLESIA
LA IGLESIA ES UNA
"El sagrado misterio de la unidad de la Iglesia" (UR 2)
CC 813. La Iglesia es una debido a su origen: "El modelo y principio supremo de
este misterio es la unidad de un solo Dios Padre e Hijo en el Espíritu Santo, en la
trinidad de personas" (UR 2). La Iglesia es una debido a su Fundador: "Pues, el
mismo Hijo encarnado, Príncipe de la paz, por su cruz reconcilió a todos los hombres
con Dios... restituyendo la unidad de todos en un solo pueblo y en un solo cuerpo"
(GS 78, 3). La Iglesia es una debido a su "alma": "El Espíritu Santo que habita en
los creyentes y llena y gobierna a toda la Iglesia, realiza esa admirable comunión de
fieles y une a todos en Cristo tan íntimamente que es el principio de la unidad de la
Iglesia" (UR 2). Por tanto, pertenece a la esencia misma de la Iglesia ser una:
¡Qué sorprendente misterio! Hay un solo Padre del universo, un solo Logos del
universo y también un solo Espíritu Santo, idéntico en todas partes; hay también una
sola virgen hecha madre. Y me gusta llamarla Iglesia (Clemente de Alejandría,
paed. 1, 6, 42).
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DIVERSIDAD en la Iglesia debido a:
1- Variedad de dones
2. Multiplicidad de personas que los reciben
CC 814. Desde el principio, esta Iglesia una se presenta, no obstante, con una
gran diversidad que procede a la vez de la variedad de los dones de Dios y de
la multiplicidad de las personas que los reciben. En la unidad del Pueblo de
Dios se reúnen los diferentes pueblos y culturas. Entre los miembros de la Iglesia
existe una diversidad de dones, cargos, condiciones y modos de vida; "dentro
de la comunión eclesial, existen legítimamente las Iglesias particulares con
sus propias tradiciones" (LG 13). La gran riqueza de esta diversidad no se
opone a la unidad de la Iglesia. No obstante, el pecado y el peso de sus
consecuencias amenazan sin cesar el don de la unidad. También el Apóstol debe
exhortar a "guardar la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz" (Ef 4, 3).
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CC 815. ¿Cuáles son estos vínculos de la unidad? "Por encima de
todo esto revestíos del amor, que es el vínculo de la perfección"
(Col 3, 14). Pero la unidad de la Iglesia peregrina está asegurada
por vínculos visibles de comunión:
1. Vínculos simbólicos-la profesión de una misma fe recibida de los
Apóstoles;
2. Vínculos litúrgicos -la celebración común del culto divino, sobre
todo de los sacramentos;
3. Vínculos jerárquicos-la sucesión apostólica por el sacramento del
orden, que conserva la concordia fraterna de la familia de Dios
(cf. UR 2; LG 14; CIC can.205).
42
CC 816. "La única Iglesia de Cristo..., nuestro Salvador, después de su resurrección,
la entregó a Pedro para que la pastoreara. Le encargó a él y a los demás Apóstoles que
la extendieran y la gobernaran... Esta Iglesia, constituida y ordenada en este mundo
como una sociedad, subsiste en la Iglesia católica, gobernada por el sucesor de Pedro
y por los obispos en comunión con él" (LG 8).
El decreto sobre ecumenismo del Concilio Vaticano II explícita "Solamente por medio
de la Iglesia católica de Cristo, que es auxilio general de salvación, puede alcanzarse la
plenitud total de los medios de salvación. Creemos que el Señor confió todos los bienes
de la Nueva Alianza a un único colegio apostólico presidido por Pedro, para constituir
un solo Cuerpo de Cristo en la Tierra, al cual deben incorporarse plenamente los que de
algún modo pertenecen ya al Pueblo de Dios" (UR 3).
Las heridas de la unidad
CC 817. De hecho, "en esta una y única Iglesia de Dios, aparecieron ya desde los
primeros tiempos algunas escisiones que el Apóstol reprueba severamente como
condenables; y en siglos posteriores surgieron disensiones más amplias y comunidades
no pequeñas se separaron de la comunión plena con la Iglesia católica y, a veces, no sin
culpa de los hombres de ambas partes" (UR 3). Tales rupturas que lesionan la unidad
del Cuerpo de Cristo (se distinguen la herejía, la apostasía y el cisma
(cf. CIC can. 751)
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CC 818. Los que nacen hoy en las comunidades surgidas de tales rupturas "y
son instruidos en la fe de Cristo, no pueden ser acusados del pecado de la
separación y la Iglesia católica los abraza con respeto y amor fraternos...
justificados por la fe en el bautismo, se han incorporado a Cristo, por tanto, con
todo derecho se honran con el nombre de cristianos y son reconocidos con razón
por los hijos de la Iglesia católica como hermanos en el Señor" (UR 3).
44
Hacia la unidad
CC 820. Aquella unidad "que Cristo concedió desde el principio a la Iglesia...
creemos que subsiste indefectible en la Iglesia católica y esperamos que crezca
hasta la consumación de los tiempos" (UR 4). Cristo da permanentemente a su
Iglesia el don de la unidad, pero la Iglesia debe orar y trabajar siempre para
mantener, reforzar y perfeccionar la unidad que Cristo quiere para ella. Por eso
Cristo mismo rogó en la hora de su pasión, y no cesa de rogar al Padre por la
unidad de sus discípulos: "Que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti,
que ellos sean también uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has
enviado" (Jn 17, 21). El deseo de volver a encontrar la unidad de todos los
cristianos es un don de Cristo y un llamamiento del Espíritu Santo (cf. UR 1).
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LA IGLESIA DE CRISTO ES SANTA
CC 823. "La fe confiesa que la Iglesia... no puede dejar de ser santa. En
efecto, Cristo, el Hijo de Dios, a quien con el Padre y con el Espíritu se proclama
'el solo santo', amó a su Iglesia como a su esposa. Él se entregó por ella para
santificarla, la unió a sí mismo como su propio cuerpo y la llenó del don del
Espíritu Santo para gloria de Dios" (LG 39). La Iglesia es, pues, "el Pueblo santo
de Dios" (LG 12), y sus miembros son llamados "santos" (cf. Hch 9, 13; 1 Co 6,
1; 16, 1).
CC 824. La Iglesia, unida a Cristo, está santificada por Él; y con Él, ella
también ha sido hecha santificadora. Todas las obras de la Iglesia se esfuerzan
en conseguir "la santificación de los hombres en Cristo y la glorificación de
Dios" (SC 10). En la Iglesia es en donde está depositada "la plenitud total de los
medios de salvación" (UR 3). Es en ella donde "conseguimos la santidad por la
gracia de Dios" (LG 48).
46
CIC 825. "La Iglesia, en efecto, ya en la Tierra se caracteriza por una verdadera
santidad, aunque todavía imperfecta" (LG 48). En sus miembros, la santidad
perfecta está todavía por alcanzar: "Todos los cristianos, de cualquier estado o
condición, están llamados cada uno por su propio camino, a la perfección de la
santidad, cuyo modelo es el mismo Padre" (LG 11).
48
CC 828. Al canonizar a ciertos fieles, es decir, al proclamar solemnemente que
esos fieles han practicado heroicamente las virtudes y han vivido en la fidelidad a
la gracia de Dios, la Iglesia reconoce el poder del Espíritu de santidad, que está
en ella, y sostiene la esperanza de los fieles proponiendo a los santos como
modelos e intercesores (cf. LG 40; 48-51). "Los santos y las santas han sido
siempre fuente y origen de renovación en las circunstancias más difíciles de la
historia de la Iglesia" (CL 16, 3). En efecto, "la santidad de la Iglesia es el secreto
manantial y la medida infalible de su laboriosidad apostólica y de su ímpetu
misionero" (CL 17, 3).
49
LA IGLESIA DE CRISTO ES CATOLICA
50
CC 831. Es católica porque ha sido enviada por Cristo en misión a la
totalidad del género humano (cf. Mt 28, 19):Todos los hombres están invitados
al Pueblo de Dios. Por eso este Pueblo, uno y único, ha de extenderse por todo el
mundo a través de todos los siglos, para que así se cumpla el designio de Dios,
que en el principio creó una única naturaleza humana y decidió reunir a sus hijos
dispersos... Este carácter de universalidad, que distingue al Pueblo de Dios, es un
don del mismo Señor. Gracias a este carácter, la Iglesia católica tiende siempre y
eficazmente a reunir a la humanidad entera con todos sus valores bajo Cristo
como Cabeza, en la unidad de su Espíritu (LG 13).
52
CC 835. "Guardémonos bien de concebir la Iglesia universal como la suma o, si
se puede decir, la federación más o menos anómala de Iglesias particulares
esencialmente diversas. En el pensamiento del Señor es la Iglesia, universal
por vocación y por misión, la que, echando sus raíces en la variedad de terrenos
culturales, sociales, humanos, toma en cada parte del mundo aspectos,
expresiones externas diversas" (EN 62). La rica variedad de disciplinas
eclesiásticas, de ritos litúrgicos, de patrimonios teológicos y espirituales propios
de las Iglesias locales "con un mismo objetivo muestran muy claramente la
catolicidad de la Iglesia indivisa" (LG 23).
53
CC 837. "Están plenamente incorporados a la sociedad que es la Iglesia aquellos
que, teniendo el Espíritu de Cristo, aceptan íntegramente su constitución y todos
los medios de salvación establecidos en ella y están unidos, dentro de su
estructura visible, a Cristo, que la rige por medio del Sumo Pontífice y de los
obispos, mediante los de la profesión de fe, de los sacramentos, del gobierno
eclesiástico y de la comunión. No se salva, en cambio, el que no permanece en el
amor, aunque esté incorporado a la Iglesia, pero está en el seno de la Iglesia con
el 'cuerpo', pero no con el 'corazón"' (LG 14).
CC 838. "La Iglesia se siente unida por muchas razones con todos los que se
honran con el nombre de cristianos a causa del bautismo, aunque no profesan la
fe en su integridad o no conserven la unidad de la comunión bajo el sucesor de
Pedro" (LG 15). "Los que creen en Cristo y han recibido ritualmente el bautismo
están en una cierta comunión, aunque no perfecta, con la Iglesia católica" (UR 3).
Con las Iglesias ortodoxas, esta comunión es tan profunda "que le falta muy poco
para que alcance la plenitud que haría posible una celebración común de la
eucaristía del Señor" (Pablo VI, discurso del 14 diciembre de 1975;
cf. UR 13-18). 54
La Iglesia y los no cristianos
CC 839. "Los que todavía no han recibido el Evangelio también están ordenados
al Pueblo de Dios de diversas maneras" (LG 16):
La relación de la Iglesia con el pueblo judío. La Iglesia, Pueblo de Dios en la
Nueva Alianza, al escrutar su propio misterio, descubre su vinculación con el
pueblo judío (cf. NA 4) "a quien Dios ha hablado primero" (MR, Viernes Santo
13: oración universal VI). A diferencia de otras religiones no cristianas, la fe
judía ya es una respuesta a la revelación de Dios en la Antigua Alianza. Pertenece
al pueblo judío "la adopción filial, la gloria, las alianzas, la legislación, el culto,
las promesas y los patriarcas; de todo lo cual procede Cristo según la carne" (cf.
Rm 9, 45), "porque los dones y la vocación de Dios son irrevocables" (Rm 11,
29).
CC 840. Por otra parte, cuando se considera el futuro, el Pueblo de Dios de la
Antigua Alianza y el nuevo Pueblo de Dios tienden hacia fines análogos: la
espera de la venida (o el retomo) del Mesías; pues para unos, es la espera de la
vuelta del Mesías, muerto y resucitado, reconocido como Señor e Hijo de Dios;
para los otros, es la venida del Mesías cuyos rasgos permanecen velados hasta el
fin de los tiempos, espera que está acompañada del drama de la ignorancia o del
55
rechazo de Cristo Jesús.
CC 841. Las relaciones de la Iglesia con los musulmanes. "El designio de
salvación comprende también a los que reconocen al Creador. Entre ellos están,
ante todo, los musulmanes, que profesan tener la fe de Abraham y adoran con
nosotros al Dios único y misericordioso que juzgará a los hombres al fin del
mundo" (LG 16; cf. NA 3).
56
CC 843. La Iglesia reconoce en las otras religiones la búsqueda, "todavía en
sombras y bajo imágenes", del Dios desconocido pero próximo, ya que es Él
quien da a todos vida, el aliento y todas las cosas, y quiere que todos los hombres
se salven. Así, la Iglesia aprecia todo lo bueno y verdadero que puede encontrarse
en las diversas religiones, "como una preparación al Evangelio y como un don de
aquel que ilumina a todos los hombres, para que, al fin, tengan la vida" (LG 16;
cf. NA 2; EN 53).
57
CC 845. El Padre quiso convocar a toda la humanidad en la Iglesia de su Hijo
para reunir de nuevo a todos sus hijos que el pecado había dispersado y
extraviado. La Iglesia es el lugar donde la humanidad debe volver a encontrar
su unidad y su salvación. Ella es el "mundo reconciliado" (san Agustín,
serm. 96, 79).
58
El santo Sínodo... basado en la Sagrada Escritura y en la Tradición, enseña que
esta Iglesia peregrina es necesaria para la salvación. Cristo, en efecto, es el único
Mediador y camino de salvación que se nos hace presente en su Cuerpo, en la
Iglesia. Él, al inculcar con palabras, bien explícitas, la necesidad de la fe y del
bautismo, confirmó al mismo tiempo la necesidad de la Iglesia, en la que entran
los hombres por el bautismo como por una puerta. Por eso, no podrían salvarse
los que, sabiendo que Dios fundó, por medio de Jesucristo, la Iglesia católica
como necesaria para la salvación, sin embargo, no hubiesen querido entrar o
perseverar en ella (LG 14).
CC 847. Esta afirmación no se refiere a los que, sin culpa suya, no conocen a
Cristo y a su Iglesia:
Los que sin culpa suya no conocen el Evangelio de Cristo y su Iglesia, pero
buscan a Dios con sincero corazón e intentan en su vida, con la ayuda de la
gracia, hacer la voluntad de Dios, conocida a través de lo que les dice su
conciencia, pueden conseguir la salvación eterna (LG 16; cf. DS 3866-3872).
CC 848. "Aunque Dios, por caminos conocidos sólo por Él, puede llevar a la fe,
'sin la que es imposible agradarle' (Hb 11, 6), a los hombres que ignoran el
Evangelio sin culpa propia, corresponde, sin embargo, a la Iglesia la necesidad y,
59
al mismo tiempo, el derecho sagrado de evangelizar" (AG 7).
La misión, exigencia de la catolicidad de la Iglesia
CC 849. El mandato misionero. "La Iglesia, enviada por Dios a las gentes para
ser 'sacramento universal de salvación', por exigencia íntima de su misma
catolicidad, obedeciendo al mandato de su Fundador se esfuerza por
anunciar el Evangelio a todos los hombres" (AG 1): "Id, pues, y haced
discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre, y del Hijo, y
del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y
sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo" (Mt 28,
19-20).
63
LA IGLESIA DE JESÚS ES APOSTÓLICA
CC 857. La Iglesia es apostólica porque está fundada sobre los Apóstoles, y
esto en un triple sentido:
-Fue y permanece edificada sobre "el fundamento de los apóstoles" (Ef 2, 20; Hch
21, 14), testigos escogidos y enviados en misión por el mismo Cristo (cf. Mt 28,
16-20; Hch 1, 8; 1 Co 9, 1; 15, 78; Ga 1, 1; etc.).
-Guarda y transmite, con la ayuda del Espíritu Santo que habita en ella, la
enseñanza (cf. Hch 2, 42), el buen depósito, las sanas palabras oídas a los
Apóstoles (cf. 2 Tm 1, 13-14).
-Sigue siendo enseñada, santificada y dirigida por los Apóstoles hasta la vuelta de
Cristo gracias a aquellos que los suceden en su ministerio pastoral: el colegio de
los obispos, "a los que asisten los presbíteros juntamente con el sucesor de Pedro
y Sumo Pastor de la Iglesia" (AG 5):
Porque no abandonas nunca a tu rebaño, sino que, por medio de los santos
pastores, lo proteges y conservas, y quieres que tenga siempre por guía la palabra
de aquellos mismos pastores a quienes tu Hijo dio la misión de anunciar el
Evangelio (MR, Prefacio de los Apóstoles).
64
La misión de los Apóstoles
CC 858. Jesús es el enviado del Padre. Desde el comienzo de su ministerio,
"llamó a los que él quiso, y vinieron donde él. Instituyó Doce para que estuvieran
con él y para enviarlos a predicar" (Mc 3, 13-14). Desde entonces, serán sus
"enviados" (es lo que significa la palabra griega "Apostoloi"). En ellos continúa
su propia misión: "Como el Padre me envió, también yo os envío" (Jn 20, 21; cf.
13, 20; 17, 18). Por tanto, su ministerio es la continuación de la misión de Cristo:
"Quien a vosotros recibe, a mí me recibe", dice a los Doce (Mt 10, 40; cf. Lc 10,
16).
CC 859. Jesús los asocia a su misión recibida del Padre: como "el Hijo no puede
hacer nada por su cuenta" (Jn 5, 19.30), sino que todo lo recibe del Padre que lo
ha enviado, así, aquellos a quienes Jesús envía no pueden hacer nada sin Él (cf.
Jn 15, 5) de quien reciben el encargo de la misión y el poder para cumplirla. Los
Apóstoles de Cristo saben por tanto que están calificados por Dios como
"ministros de una nueva alianza" (2 Co 3, 6), "ministros de Dios" (2 Co 6, 4),
"embajadores de Cristo" (2 Co 5, 20), "servidores de Cristo y administradores de
los misterios de Dios" (1 Co 4, 1).
65
CC 860. En el encargo dado a los Apóstoles hay un aspecto intrasmisible: ser los
testigos elegidos de la resurrección del Señor y los fundamentos de la Iglesia.
Pero hay también un aspecto permanente de su misión. Cristo les ha prometido
permanecer con ellos hasta el fin de los tiempos (cf Mt 28, 20). "Esta misión
divina confiada por Cristo a los Apóstoles tiene que durar hasta el fin del mundo,
pues el Evangelio que tienen que transmitir es el principio de toda la vida de la
Iglesia. Por eso los Apóstoles se preocuparon de instituir... sucesores" (LG 20).
El apostolado
CC 863. Toda la Iglesia es apostólica mientras permanezca, a través de los
sucesores de san Pedro y de los Apóstoles, en comunión de fe y de vida con su
origen. Toda la Iglesia es apostólica en cuanto que ella es "enviada" al mundo
entero; todos los miembros de la Iglesia, aunque de diferentes maneras, tienen
parte en este envío. "La vocación cristiana, por su misma naturaleza, es también
vocación al apostolado." Se llama "apostolado" a "toda la actividad del Cuerpo
Místico" que tiende a "propagar el Reino de Cristo por toda la Tierra" (AA 2).
67
CC 864. "Siendo Cristo, enviado por el Padre, fuente y origen del apostolado
de la Iglesia", es evidente que la fecundidad del apostolado, tanto el de los
ministros ordenados como el de los laicos, depende de su unión vital con Cristo
(cf. Jn 15, 5; AA 4). Según sean las vocaciones, las interpretaciones de los
tiempos, los dones variados del Espíritu Santo, el apostolado toma las formas
más diversas. Pero es siempre la caridad, conseguida sobre todo en la eucaristía,
"que es como el alma de todo apostolado" (AA 3).
72
El colegio episcopal y su cabeza, el Papa
CC 880. Cristo, al instituir a los Doce, "formó una especie de Colegio o grupo estable y
eligiendo de entre ellos a Pedro lo puso al frente de él" (LG 19). "Así como, por
disposición del Señor, san Pedro y los demás Apóstoles forman un único colegio
apostólico, por análogas razones están unidos entre sí el Romano Pontífice, sucesor de
Pedro, y los obispos, sucesores de los Apóstoles" (LG 22; cf. CIC can. 330).
CC 881. El Señor hizo de Simón, al que dio el nombre de Pedro, y solamente de él, la
piedra de su Iglesia. Le entregó las llaves de ella (cf. Mt 16, 18-19); lo instituyó pastor de
todo el rebaño (cf. Jn 21, 15-17). "Está claro que también el Colegio de los Apóstoles,
unido a su Cabeza, recibió la función de atar y desatar dada a Pedro" (LG 22). Este oficio
pastoral de Pedro y de los demás Apóstoles pertenece a los cimientos de la Iglesia. Se
continúa por los obispos bajo el primado del Papa.
CC 882. El Papa, obispo de Roma y sucesor de san Pedro, "es el principio y
fundamento perpetuo y visible de unidad, tanto de los obispos como de la muchedumbre
de los fieles" (LG 23). "El Pontífice Romano, en efecto, tiene en la Iglesia, en virtud de su
función de Vicario de Cristo y Pastor de toda la Iglesia, la potestad plena, suprema y
universal, que puede ejercer siempre con entera libertad" (LG 22; cf. CD 2; 9).
73
CC 883. "El Colegio o cuerpo episcopal no tiene ninguna autoridad si no se le
considera junto con el Romano Pontífice, sucesor de Pedro, como Cabeza del
mismo." Como tal, este Colegio es "también sujeto de la potestad suprema y plena
sobre toda la Iglesia" que "no se puede ejercer... a no ser con el consentimiento del
Romano Pontífice" (LG 22; cf. CIC can. 336).
CC 884. "La potestad del Colegio de los obispos sobre toda la Iglesia se ejerce de
modo solemne en el Concilio Ecuménico" (CIC can. 337, 1). "No existe concilio
ecuménico si el sucesor de Pedro no lo ha aprobado o al menos aceptado como tal"
(LG 22).
CC 885. "Este colegio, en cuanto compuesto de muchos, expresa la diversidad y la
unidad del Pueblo de Dios; en cuanto reunido bajo una única Cabeza, expresa la
unidad del rebaño de Dios" (LG 22)
CC 886. "Cada uno de los obispos, por su parte, es el principio y fundamento
visible de unidad en sus Iglesias particulares" (LG 23). Como tales ejercen "su
gobierno pastoral sobre la porción del Pueblo de Dios que le ha sido confiada"
(LG 23), asistidos por los presbíteros y los diáconos. Pero, como miembros del
colegio episcopal, cada uno de ellos participa de la solicitud por todas las Iglesias
(cf. CD 3), que ejercen primeramente "dirigiendo bien su propia Iglesia, como
porción de la Iglesia universal", contribuyen eficazmente: 74
"al bien de todo el Cuerpo Místico que es también el Cuerpo de las Iglesias" (LG 23).
Esta solicitud se extenderá particularmente a los pobres (cf. Ga 2, 10), a los
perseguidos por la fe y a los misioneros que trabajan por toda la Tierra.
CC 887. Las Iglesias particulares vecinas y de cultura homogénea forman
provincias eclesiásticas o conjuntos más vastos llamados patriarcados o regiones (cf.
Canon de los Apóstoles 34). Los obispos de estos territorios pueden reunirse en
sínodos o concilios provinciales. "De igual manera, hoy día, las Conferencias
Episcopales pueden prestar una ayuda múltiple y fecunda para que el efecto colegial
se traduzca concretamente en la práctica" (LG 23).
La misión de enseñar
CC 888. Los obispos con los presbíteros, sus colaboradores, "tienen como primer
deber el anunciar a todos el Evangelio de Dios" (PO 4), según la orden del Señor (cf.
Mc 16, 15). Son "los predicadores del Evangelio que llevan nuevos discípulos a
Cristo. Son también los maestros auténticos, por estar dotados de la autoridad de
Cristo" (LG 25).
CC 889. Para mantener a la Iglesia en la pureza de la fe transmitida por los
Apóstoles, Cristo, que es la Verdad, quiso conferir a su Iglesia una participación
75
en su propia infalibilidad. Por medio del "sentido sobrenatural de la fe", el
Pueblo de Dios "se une indefectiblemente a la fe", bajo la guía del Magisterio
vivo de la Iglesia (cf. LG 12; DV 10).
CC 890. La misión del Magisterio está ligada al carácter definitivo de la Alianza
instaurada por Dios en Cristo con su Pueblo; debe protegerlo de las desviaciones
y de los fallos, y garantizarle la posibilidad objetiva de profesar sin error la fe
auténtica. El oficio pastoral del Magisterio está dirigido, así, a velar para que el
Pueblo de Dios permanezca en la verdad que libera. Para cumplir este servicio,
Cristo ha dotado a los pastores con el carisma de infalibilidad en materia de fe y
de costumbres. El ejercicio de este carisma puede revestir varias modalidades:
CC 891. "El Romano Pontífice, Cabeza del Colegio Episcopal, goza de esta
infalibilidad en virtud de su ministerio cuando, como Pastor y Maestro supremo
de todos los fieles que confirma en la fe a sus hermanos, proclama por un acto
definitivo la doctrina en cuestiones de fe y moral... La infalibilidad prometida a
la Iglesia reside también en el Cuerpo Episcopal cuando ejerce el Magisterio
supremo con el sucesor de Pedro", sobre todo en un concilio ecuménico (LG 25;
cf. Vaticano I: DS 3074). Cuando la Iglesia propone por medio de su Magisterio
supremo que algo se debe aceptar "como revelado por Dios para ser creído"
(DV 10) 76
y como enseñanza de Cristo, "hay que aceptar sus definiciones con la obediencia
de la fe" (LG 25). Esta infalibilidad abarca todo el depósito de la Revelación
divina (cf. LG 25).
CC 892. La asistencia divina es también concedida a los sucesores de los
Apóstoles, cuando enseñan en comunión con el sucesor de Pedro (y, de una
manera particular, al obispo de Roma, Pastor de toda la Iglesia), aunque, sin
llegar a una definición infalible y sin pronunciarse de una "manera definitiva",
proponen, en el ejercicio del magisterio ordinario, una enseñanza que conduce a
una mejor inteligencia de la Revelación en materia de fe y de costumbres. A esta
enseñanza ordinaria, los fieles deben "adherirse... con espíritu de obediencia
religiosa" (LG 25) que, aunque distinto del asentimiento de la fe, es una
prolongación de él.
La misión de santificar
CC 893. El obispo "es el administrador de la gracia del sumo sacerdocio"
(LG 26), en particular en la eucaristía que él mismo ofrece, o cuya oblación
asegura por medio de los presbíteros, sus colaboradores. Porque la eucaristía es el
centro de la vida de la Iglesia particular. El obispo y los presbíteros santifican la
Iglesia
77
con su oración y su trabajo, por medio del ministerio de la palabra y de los
sacramentos. La santifican con
su ejemplo, "no tiranizando a los que os ha tocado cuidar, sino siendo modelos de
la grey" (I P 5, 3). Así es como llegan "a la vida eterna junto con el rebaño que les
fue confiado" (LG 26).
La misión de gobernar
CC 894. "Los obispos, como vicarios y legados de Cristo, gobiernan las Iglesias
particulares que se les ha confiado no sólo con sus proyectos, con sus consejos y
con ejemplos, sino también con su autoridad y potestad sagrada" (LG 27), que
deben, no obstante, ejercer para edificar con espíritu de servicio que es el de su
Maestro (cf. Lc 22, 26-27).
CC 895. "Esta potestad, que desempeñan personalmente en nombre de Cristo, es
propia, ordinaria e inmediata. Su ejercicio, sin embargo, está regulado en último
término por la suprema autoridad de la Iglesia" (LG 27). Pero no se debe
considerar a los obispos como vicarios del Papa, cuya autoridad ordinaria e
inmediata sobre toda la Iglesia no anula la de ellos, sino que, al contrario, la
confirma y tutela. 78
Esta autoridad debe ejercerse en comunión con toda la Iglesia bajo la guía del
Papa.
CC 896. El Buen Pastor será el modelo y la "forma" de la misión pastoral del
obispo. Consciente de sus propias debilidades, el obispo "puede disculpar a los
ignorantes y extraviados. No debe negarse nunca a escuchar a sus súbditos, a los
que cuida como verdaderos hijos... Los fieles, por su parte, deben estar unidos a
su obispo como la Iglesia a Cristo y como Jesucristo al Padre" (LG 27):
Seguid todos al obispo como Jesucristo (sigue) a su Padre, y al presbiterio como
a los Apóstoles; en cuanto a los diáconos, respetadlos como a la Ley de Dios.
Que nadie haga al margen del obispo nada en lo que atañe a la Iglesia (san
Ignacio de Antioquía, Smym. 8, 1).
79
LOS FIELES LAICOS
CC 897. "Por laicos se entiende aquí a todos los cristianos, excepto los
miembros del orden sagrado y del estado religioso reconocido en la Iglesia.
Son, pues, los cristianos que están incorporados a Cristo por el bautismo, que
forman el Pueblo de Dios y que participan de las funciones de Cristo, Sacerdote,
Profeta y Rey. Ellos realizan, según su condición, la misión de todo el pueblo
cristiano en la Iglesia y en el mundo" (LG 31).
La vocación de los laicos
CC 898. "Los laicos tienen como vocación propia el buscar el Reino de Dios
ocupándose de las realidades temporales y ordenándolas según Dios... A ellos de
manera especial les corresponde iluminar y ordenar todas las realidades
temporales, a las que están estrechamente unidos, de tal manera que éstas lleguen
a ser según Cristo, se desarrollen y sean Para alabanza del Creador y Redentor"
(LG 31).
CC 899. La iniciativa de los cristianos laicos es particularmente necesaria cuando
se trata de descubrir o de idear los medios para que las exigencias de la doctrina y
de la vida cristianas impregnen las realidades sociales, políticas y económicas.
80
Esta iniciativa es un elemento normal de la vida de la Iglesia:
Los fieles laicos se encuentran en la línea más avanzada de la vida de la Iglesia;
por ellos la Iglesia es el principio vital de la sociedad. Por tanto ellos,
especialmente deben tener conciencia, cada vez más clara, no sólo de pertenecer a
la Iglesia, sino de ser la Iglesia; es decir, la comunidad de los fieles sobre la Tierra
bajo la guía del jefe común, el Papa, y de los obispos en comunión con él. Ellos
son la Iglesia (Pío XII, discurso 20 de febrero de 1946; citado por Juan Pablo II,
CL 9).
CC 900. Como todos los fieles, los laicos están encargados por Dios del
apostolado en virtud del bautismo y de la confirmación, y por eso tienen la
obligación y gozan del derecho, individualmente o agrupados en asociaciones, de
trabajar para que el mensaje divino de salvación sea conocido y recibido por todos
los hombres y en toda la Tierra; esta obligación es tanto más apremiante cuando
sólo por medio de ellos los demás hombres pueden oír el Evangelio y conocer a
Cristo. En las comunidades eclesiales, su acción es tan necesaria que, sin ella, el
apostolado de los pastores no puede obtener en la mayoría de las veces su plena
eficacia (cf. LG 33).
81
La participación de los laicos en la misión sacerdotal de Cristo
CC 901. "Los laicos, consagrados a Cristo y ungidos por el Espíritu Santo, están
maravillosamente llamados y preparados para producir siempre los frutos más
abundantes del Espíritu. En efecto, todas sus obras, oraciones, tareas apostólicas, la
vida conyugal y familiar, el trabajo diario, el descanso espiritual y corporal, si se
realizan en el Espíritu, incluso las molestias de la vida, si se llevan con paciencia,
todo ello se convierte en sacrificios espirituales agradables a Dios por Jesucristo,
que ellos ofrecen con toda piedad a Dios Padre en la celebración de la eucaristía,
uniéndolos a la ofrenda del Cuerpo del Señor. De esta manera, también los laicos,
como adoradores que en todas partes llevan una conducta sana, consagran el
mundo mismo a Dios" (LG 34; cf. LG 10).
CC 902. De manera particular, los padres participan de la misión de santificación
"impregnando de espíritu cristiano la vida conyugal y procurando la educación
cristiana de los hijos" (CIC can. 835.4).
CC 903. Los laicos, si tienen las cualidades requeridas, pueden ser admitidos de
manera estable a los ministerios de lectores y de acólitos (cf. CIC can. 230, 1).
"Donde lo aconseje la necesidad de la Iglesia y no haya ministros, pueden también
los laicos, aunque no sean lectores ni acólitos, suplirlos en algunas de sus
funciones, 82
es decir, ejercitar el ministerio de la palabra, presidir las oraciones litúrgicas,
administrar el bautismo y dar la sagrada comunión, según las prescripciones del
derecho" (CIC can. 230, 3).
Su participación en la misión profética de Cristo
CC 904. "Cristo... realiza su función profética... no sólo a través de la
jerarquía... sino también por medio de los laicos. Él los hace sus testigos y les
da el sentido de la fe y la gracia de la palabra" (LG 35).
Enseñar a alguien para traerlo a la fe es tarea de todo predicador e incluso de
todo creyente (santo Tomás de Aquino. s. th. m. 71. 4. ad 3).
CC 905. Los laicos cumplen también su misión profética evangelizando, con
"el anuncio de Cristo comunicado con el testimonio de la vida y de la palabra".
En los laicos, esta evangelización "adquiere una nota específica y una eficacia
particular por el hecho de que se realiza en las condiciones generales de nuestro
mundo" (LG 35):
Este apostolado no consiste sólo en el testimonio de vida; el verdadero
apostolado busca ocasiones para anunciar a Cristo con su palabra, tanto a
los no creyentes...como a los fieles (AA 6; cf. AG 15).
83
CC 906. Los fieles laicos que sean capaces de ello y que se formen para ello
también pueden prestar su colaboración en la formación catequética (cf. CIC can.
774, 776, 780), en la enseñanza de las ciencias sagradas (cf. CIC can. 229), en los
medios de comunicación social (cf. CIC can. 823, 1).
CC 907. "Tienen el derecho, y a veces incluso el deber, en razón de su propio
conocimiento, competencia y prestigio, de manifestar a los pastores sagrados su
opinión sobre aquello que pertenece al bien de la Iglesia y de manifestarla a los
demás fieles, salvando siempre la integridad de la fe y de las costumbres y la
reverencia hacia los pastores, habida cuenta de la utilidad común y de la dignidad
de las personas" (CIC can. 212,3).
Su participación en la misión real de Cristo
CC 908. Por su obediencia hasta la muerte (cf. Flp 2, 89), Cristo ha comunicado
a sus discípulos el don de la libertad regia, "para que vencieran en sí mismos, con
la propia renuncia y una vida santa, el reino del pecado" (LG 36).
El que somete su propio cuerpo y domina su alma, sin dejarse llevar por las
pasiones, es dueño de sí mismo: se puede llamar rey porque es capaz de gobernar
su propia persona; es libre e independiente y no se deja cautivar por una
esclavitud culpable (san Ambrosio, Psal. 118, 14, 30; PL 15, 1403 A). 84
CC 909. "Los laicos, además, juntando también sus fuerzas, han de sanear las
estructuras y las condiciones del mundo, de tal forma que, si algunas de sus
costumbres incitan al pecado, todas ellas sean conformes con las normas de la
justicia y favorezcan en vez de impedir la práctica de las virtudes. Obrando así,
impregnarán de valores morales toda la cultura y las realizaciones humanas" (LG
36).
CC 910. "Los seglares también pueden sentirse llamados o ser llamados a
colaborar con sus pastores en el servicio de la comunidad eclesial, para el
crecimiento y la vida de ésta, ejerciendo ministerios muy diversos según la gracia
y los carismas que el Señor quiera concederles" (EN 73).
CC 911. En la Iglesia, "los fieles laicos pueden cooperar a tenor del derecho en el
ejercicio de la potestad de gobierno" (CIC can. 129, 2). Así, con su presencia en
los concilios particulares (can. 443, 4), los sínodos diocesanos (can. 463, 1, 2),
los consejos pastorales (can. 511; 536); en el ejercicio in solidum de la tarea
pastoral de una parroquia (can. 517, 2); la colaboración en los consejos de los
asuntos económicos (can. 492, 1; 536); la participación en los tribunales
eclesiásticos (can. 1421, 2), etc.
85
CC 912. Los fieles han de "aprender a distinguir cuidadosamente entre los
derechos y deberes que tienen como miembros de la Iglesia y los que les
corresponden como miembros de la sociedad humana. Deben esforzarse en
integrarlos en buena armonía, recordando que en cualquier cuestión temporal
han de guiarse por la conciencia cristiana. En efecto, ninguna actividad humana,
ni siquiera en los asuntos temporales, puede sustraerse a la soberanía de Dios"
(LG 36).
CC 913. "Así, todo laico, por el simple hecho de haber recibido sus dones, es a
la vez testigo e instrumento vivo de la misión de la Iglesia misma 'según la
medida del don de Cristo"' (LG 33).
LA VIDA CONSAGRADA
CC 914. "El estado de vida que consiste en la profesión de los consejos
evangélicos, aunque no pertenezca a la estructura de la Iglesia, pertenece, sin
embargo, sin discusión a su vida y a su santidad" (LG 44).
Consejos evangélicos, vida consagrada
915. Los consejos evangélicos están propuestos en su multiplicidad a todos los
discípulos de Cristo. La perfección de la caridad a la cual son llamados todos los
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fieles implica, para quienes asumen libremente el llamamiento a la vida
consagrada, la obligación de practicar la castidad en el celibato por el reino, la
pobreza y la obediencia. La profesión de estos consejos en un estado de vida
estable reconocido por la Iglesia es lo que caracteriza la "vida consagrada" a Dios
(cf. LG 42-43; PC 1).
CC 916. El estado religioso aparece por consiguiente como una de las maneras
de vivir una consagración "más íntima" que tiene su raíz en el bautismo y se
dedica totalmente a Dios (cf. PC 5). En la vida consagrada, los fieles de Cristo se
proponen, bajo la moción del Espíritu Santo, seguir más de cerca a Cristo,
entregarse a Dios amado por encima de todo y, persiguiendo la perfección de la
caridad en el servicio del Reino, significar y anunciar en la Iglesia la gloria del
mundo futuro (cf. CIC can. 573).
Un gran árbol, múltiples ramas
CC 917. "El resultado ha sido una especie de árbol en el campo de Dios,
maravilloso y lleno de ramas, a partir de una semilla puesta por Dios. Han
crecido, en efecto, diversas formas de vida, solitaria o comunitaria, y diversas
familias religiosas que se desarrollan para el progreso de sus miembros y para el
bien de todo el Cuerpo de Cristo" (LG 43).
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CC 918. "Desde los comienzos de la Iglesia hubo hombres y mujeres que
intentaron, con la práctica de los consejos evangélicos, seguir con mayor libertad
a Cristo e imitarlo con mayor precisión. Cada uno a su manera, vivió entregado a
Dios. Muchos, por inspiración del Espíritu Santo, vivieron en la soledad o
fundaron familias religiosas, que la Iglesia reconoció y aprobó gustosa con su
autoridad" (PC 1).
CC 919. Los obispos se esforzarán siempre en discernir los nuevos dones de vida
consagrada confiados por el Espíritu Santo a su Iglesia; la aprobación de nuevas
formas de vida consagrada está reservada a la Sede Apostólica (cf. CIC can. 605 ).
CC 931. Aquel que por el bautismo fue consagrado a Dios, entregándose a Él
como al sumamente amado, se consagra, de esta manera, aún más íntimamente al
servicio divino y se entrega al bien de la Iglesia. Mediante el estado de
consagración a Dios, la Iglesia manifiesta a Cristo y muestra cómo el Espíritu
Santo obra en ella de modo admirable. Por tanto, los que profesan los consejos
evangélicos tienen como primera misión vivir su consagración. Pero "ya que por
su misma consagración se dedican al servicio de la Iglesia están obligados a
contribuir de modo especial a la tarea misionera, según el modo propio de su
instituto" (CIC 783; cf. RM 69).
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