Egipto

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La Civilización Egipcia

Las fértiles riberas del río Nilo, favorecieron el desarrollo de la


civilización más larga y fascinante de la historia de la humanidad:
La Civilización Egipcia. De ella el historiador griego Herodoto
escribió “Sobre Egipto hablaré extensamente, por que en ningún
otro lugar del mundo hay cosas tan maravillosas ni de grandeza
tan indescriptible…”
HISTORIA

Tradicionalmente se la ha dividido en tres grandes periodos: el


Imperio Antiguo, el Imperio Medio y el Imperio Nuevo, separados
entre sí por los llamados «Periodos Intermedios», épocas de crisis
en que la autoridad de los faraones no era efectiva y el poder
quedaba atomizado y en manos de reyezuelos que gobernaban
nomos (provincias) o regiones más amplias, dando lugar a unas
épocas en las que fue frecuente que los faraones y las dinastías se
solapasen, al ostentar el título de faraón más de uno de esos
monarcas provinciales
Los primeros pobladores de Egipto alcanzaron las riberas del río
Nilo, por en su huida de la desecación del desierto del Sahara. El
Nilo es un río más regular que el Tigris o el Éufrates. Su crecida es
progresiva, y no catastrófica. Desplazadas por el avance del
desierto, las poblaciones del Sahara, hasta entonces un área fértil
de clima mediterráneo, hallaron en las riberas del Nilo una reserva
de caza, frutos silvestres y cañas para las viviendas, así como una
tierra fértil y fácilmente cultivable gracias a los depósitos de limo
que cada inundación dejaba. Éste factor es vital para entender por
qué surgió una civilización tan rica, compleja y duradera.
El excedente agrícola permitiría una paulatina división del trabajo y
de la sociedad hasta alcanzar una estructura estatal capaz de
gestionar este excedente alimenticio y canalizar parte de la mano de
obra hacia la ejecución de otras tareas, desde presas y
canalizaciones a las grandes pirámides. Contra lo que acostumbra a
pensarse, éstas no fueron levantadas por esclavos, sino por la
población campesina que, durante la época de crecidas, quedaba
desocupada y podía ponerse al servicio de las necesidades estatales.
Imperio Antiguo (2686-2181 a.C.)
Abarcaría el periodo comprendido entre la III y la VI dinastía y
el poder político tendría su centro en la ciudad de Menfis.
Correspondió al Faraón Zóser y a su arquitecto Imhotep el
honor de levantar la primera pirámide, si bien las más elevadas
y célebres se erigieron durante la IV dinastía, con Keops, Kefrén
y Micerinos. No deja de resultar curioso que, pese a que con
posterioridad al Imperio Antiguo no se volviesen a edificar estas
impresionantes arquitecturas funerarias, en nuestro imaginario
colectivo Egipto y las pirámides se antojan indisociables
Imperio Medio (2055-1780 a.C.)
Finalmente los guerreros de la ciudad de Tebas se impusieron a
los de Heracleópolis y reunificaron Egipto por las armas. El
Imperio Medio comprendería las dinastías XI y XII. Esta etapa
de prosperidad y extraordinario desarrollo cultural y literario se
quebró con la irrupción de los hicsos, un enigmático pueblo
semita que se adueñó del Delta del Nilo durante casi un siglo y
desde allí avasalló a los reinos del sur, forzados a rendirle
tributos. La reacción partió de Tebas acaudillada por Amosis ,
quien en el siglo XVI a.C. consumó la expulsión de los hicsos.
Imperio Nuevo (1550-332 a.C)
Bajo los reinados de Ahmés, Amenofis y Tutmés Egipto experimentó
una creciente prosperidad y una posición cada vez más firme en Siria, si
bien este escenario le granjeó nuevos enemigos, como los hititas. La
llegada al poder de Amenofis IV (1377 -1358 a.C.) revolucionó la
existencia religiosa del Imperio: adoptó el nombre de Akenatón, que
significa "agrada a Atón", Dios-Sol en torno al cual intentó promover
una reforma religiosa de carácter monoteísta. Erigió en su honor la
ciudad Aket-Atón (después El-Amarna), trasladó a ella la corte y la dotó
de templos con grandes patios, ya que el culto solar debía hacerse al aire
libre.
El enfrentamiento de Akenatón con las clases sacerdotales
degeneró en una sangrienta guerra civil. Tras el breve reinado
de su yerno Sakare, subió al poder otro de sus yernos, quien
abandona el culto a Atón y se reconcilia con los sacerdotes de
Amón y el politeísmo, pasando a la posteridad como
Tutankamón. Murió con apenas 20 años de edad y aunque
difícilmente podría incluirse entre los faraones más prestigiosos,
el espectacular hallazgo de su tumba por Howard Carter lo
convirtió en un nombre familiar aun para los profanos en la
egiptología
En este periodo histórico es conocido, no tanto por sus reinado como
por los templos que construyo y que hoy podemos contemplar, el faraón
Ramses II.

Egipto Helenístico (322-31 a.C) Tras la prematura muerte del monarca


macedonio Alejandro Magno, sus generales, pugnaron por su legado,
correspondiéndole a Ptolomeo la corona de Egipto. La dinastía de los
lágidas, pese a su origen macedónico, se egipcianizó rápidamente y
gobernó entre los años 306 y 31 a.C. Con Cleopatra VII célebre amante
de Julio César y Marco Antonio, concluyó un ciclo y la historia de
Egipto quedó unida a la del Imperio Romano.
LA SOCIEDAD EGIPCIA
La sociedad en el Antiguo Egipto estaba organizada de forma
piramidal; en la cumbre y ejerciendo el poder absoluto se encontraba
el Faraón, considerado como el rey de Egipto y como Dios viviente.
El segundo escalón de la pirámide estaba formado por los nobles y la
clase sacerdotal. Los nobles eran los miembros de la familia del
faraón y de otras familias a las que el faraón había favorecido. Vivían
en grandes villas y gobernaban las provincias en las que se dividía
Egipto.
A los sacerdotes se les llamaba “sirvientes de los dioses”. Su
trabajo no consistía en predicar al pueblo, sino en complacer y
contentar a los dioses. Lo hacían ejecutando ritos en el interior
sagrado de los santuarios o templos, donde sólo podían entrar los
sumos sacerdotes y el faraón.
La eficiente administración egipcia estaba dirigida por una clase
media instruida, formada por escribas y funcionarios. Los
funcionarios constituían el cuerpo administrativo del imperio,
formado por privilegiados nobles muy influyentes en la política. El
estado era altamente burocrático. En todas las ciudades había
funcionarios, que cobraban impuestos, y organizaban los préstamos
y los contratos matrimoniales.
Los altos funcionarios eran los llamados “amigos del faraón” y
ostentaban títulos como “Portador del abanico de la derecha del rey”.
Los escribas, eran los encargados de redactar leyes, transcribir textos
sagrados y todo tipo de escritos comerciales y administrativos.
En el siguiente escalón se encontraba el ejército, formado en su
mayoría por soldados profesionales.
Formando la clase más humilde se encontraban los campesinos,
comerciantes, artesanos (orfebres, joyeros, carpinteros, fabricantes
de papiro y lino…) agricultores, canteros y mineros que constituían
el grueso de la sociedad egipcia.
En el último sector de la pirámide se encontraban la clase más
desfavorecida: los esclavos. Existía un tipo de esclavitud, más bien
servidumbre, que nunca fue muy numerosa, en la cual los individuos
tenían derechos y salarios, y podían, incluso, comprar su libertad. El
tipo de esclavitud clásico no apareció hasta las guerras con Siria y
Nubia, ya que se trataba de prisioneros de guerra que eran condenados
a realizar trabajos forzosos. No tenían derechos y la mayoría eran
propiedad del faraón, y algunos pertenecían a sacerdotes y nobles.
Datos extraídos de estudios sobre la arqueología egipcia, nos
confirman que durante el periodo predinástico, los esclavos, sufrían el
terrorífico destino de sus faraones fallecidos al ser enterrados en las
pirámides, aún vivos. Por su escasez, un esclavo era más valioso que
un campesino y esta práctica iría desapareciendo gradualmente
sustituyendo los cuerpos vivos por estatuas que les servirían
igualmente en el otro mundo. La venta pública de esclavos privados,
como si de ganado se tratara, es sólo una más de las leyendas que nos
han dejado griegos y romanos.
EL FARAÓN
La palabra faraón deriva de una manera respetuosa de referirse al rey
describiéndole como la “casa grande”, lo cual significaba el palacio donde
vivía.
En primer lugar, el faraón era ante todo la encarnación terrestre del dios
halcón Horus, el gran dios del cielo, sirviendo de enlace espiritual entre los
dioses y los hombres. Al morir, generalmente, el poder era transferido por
herencia a su hijo primogénito. También se creía que, cuando moría,
alcanzaba la vida eterna, no solamente para él, sino también para su pueblo.
El poder del faraón, era representado con la esfinge de cuerpo de león y la
cabeza del rey.
El faraón vivía rodeado de riquezas, en grandes palacios con cientos de
sirvientes y esclavos y podía tener varias esposas, que generalmente
eran sus propias hermanas, pero solamente la primera era la que
reinaba junto a él. Recibía el nombre de “Gran Esposa Real”, y era
considerada como diosa y reina de Egipto.
El faraón regentaba todos los poderes: el legislativo, el ejecutivo, el
judicial y el religioso. Como jefe del ejército, los faraones eran
entrenados como guerreros, aprendiendo a manejar las armas desde
niños y dirigían el ejército egipcio.
Como jefe religioso, tenía el deber de construir templos para hacer en
ellos ofrendas a los dioses.
Estuvieron repartidos en treinta dinastías o familias reinantes,
sucediéndose desde el inicio de su historia hacia el año 3100 a.C.,
hasta la llegada de los griegos en el año 332 a.C.

LA MUJER EN TIEMPOS DE LOS FARAONES Ninguna sociedad,


pretérita o actual, ha valorado tanto a la mujer como lo hacían los
antiguos egipcios. Los aspectos y atributos más importantes de Dios
estaban personificados en las mujeres. Ellas mantienen el equilibrio,
el orden y la armonía del universo.
Desde el momento de su nacimiento, la figura del niño y de la niña
egipcios estaban en asombrosa armonía compartiendo juegos y demás
actividades.
Una vez se convertían en adultas, la mayoría de las mujeres egipcias
se ocupaban de las labores del hogar y el cuidado de los hijos (a
quienes se dedicaban en cuerpo y alma). En el Antiguo Egipto, este
papel era el de “La Dorada Señora de la Casa” (Nebt-Het), título de
gran prestigio social y símbolo de grandeza y nobleza. Además, en su
tiempo libre, tenía derecho a participar y organizar fiestas y diversas
actividades de ocio.
La mujer egipcia tuvo la posibilidad de alcanzar las más altas cimas
del poder. Las hubo sacerdotisas de Hathor (Diosa de la familia,
fertilidad, nacimiento y crianza), funcionarias, empresarias, médicos,
comerciantes o escribas, entre otras profesiones. Podían poseer,
administrar y heredar propiedades, comprar y vender bienes, hacer
negocios e intervenir en pleitos legales de diversa índole o dejar
testamento. Las mujeres de clases más pobres se empleaban en el
campo, como recolectoras o molineras; en la fabricación de telas y
vestidos; o como doncellas.
Algunas fueron reinas influyentes bajo la sombra de sus esposos, tales como
Nefertiti (esposa de Akhenatón) o Ahmose-Nefertari (esposa de Ramses II), y
otras, muy pocas, llegaron a faraón como la reina Hatshepsut (esposa de
Tutmosis II), y como no, Cleopatra, que ha pasado a la historia como un icono
de la seducción.
La mujer más importante del Antiguo Egipto era la “gran esposa real”,
después la reina madre del rey y a continuación el resto de las esposas. Por
desgracia, a finales del siglo III antes de nuestra era, durante el gobierno de
Ptolomeo Filopator (221-205 a.C.), la mujer egipcia comenzó a perder de
manera imparable e irreversible la independencia y el estatus del que había
gozado en los últimos tres mil años.
Organización político social: los primeros pobladores fueron
de origen semita y camita; constituyeron 42 nomos o familias,
las cuales admiraban las cualidades de algún animal,
llamándolos tótem; existiendo así los clanes totémicos, estos
clanes estuvieron relacionados con el matriarcado,
característica de las familias egipcias y de su sociedad (López
Reyes; 1983: 42)-
La sociedad estuvo ligada con la religión y se demostró en su
forma de gobierno, el cual fue teocrático.
Matrimonio: el matrimonio entre los nobles egipcios fue
obligatorio entre hermanos, además de ser un acto religioso
(Ibarra, 2004:31); se admitía la poligamia, con la excepción de
los sacerdotes los cuales poseían únicamente a una sola mujer
(González Díaz, 2004:43). En el último milenio antes de Cristo,
el matrimonio es monogámico, además de que la esposa puede
conservar su patrimonio y goza del derecho a una tercera parte
de los bienes gananciales (Margadant, 2005:48).
Propiedad: la tierra era propiedad del faraón, los
sacerdotes y los guerreros, los labradores eran sólo
arrendatarios (Ibarra, 2004:32).

Régimen sucesorio: En el caso de la corona de Egipto,


el faraón era considerado de origen divino, el decidía
quien sería su sucesor. En el caso de la población el
padre decidía a quien heredar sus bienes y la mujer
también podía participar en las sucesiones sobre una
base igual a la del hombre (Margadant, 2005:48).
Contratos: los contratos se celebraban por escrito, en
presencia de muchos testigos y se registraban públicamente.
Los registros públicos tenían datos sobre la propiedad
inmueble (Margadant, 2005:48), las transacciones
comerciales se hacían por permuta (López Reyes, 1983:47).
Derecho penal: no existía un código escrito, pero los
gobernadores de los distritos y consejeros locales
juzgaban según la costumbre y había tribunales de
apelación, se estudió el conflicto entre los derechos del
grupo y del individuo (López Reyes, 1983:47); la
justicia era severa, de las deudas se recurría a los
bienes y no a la persona y los intereses atrasados no
podían exceder del monto del capital.
Procedimientos judiciales: durante la 5ª Dinastía hubo jueces de
carrera, una corte suprema, un procedimiento escrito y archivos
judiciales; paralelamente existía una justicia fiscal especializada.
Hubo tribunales locales, dos cortes superiores y la suprema corte
del faraón, con un ordenado sistema de apelaciones. Se dio la
tortura, aplicada inclusive a los testigos inocentes para ayudarlos a
apegarse a la verdad, y la evidente existencia de una llamativa
corrupción judicial, sugieren un procedimiento con muchos
defectos (Margadant, 2005:48).

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