Obra de Cantar de Cantares de Frai Luis de Leon
Obra de Cantar de Cantares de Frai Luis de Leon
Obra de Cantar de Cantares de Frai Luis de Leon
Señaladamente se descubre este beneficio y amor de Dios en el hombre, al cual crio al principio a su imagen y semejanza, como
otro Dios, y a la postre se hizo Dios a la figura y usanza suya, volviéndose hombre últimamente por naturaleza, y mucho antes por
trato y conversación, como se ve claramente por todo el discurso y proceso de las Sagradas Letras; en las cuales, por esta causa,
es cosa maravillosa el cuidado que pone el Espíritu Santo, a fin de que no nos extrañemos de Él que nos ama infinitamente, en
conformarse con nuestro estilo, remedando nuestro lenguaje e imitando en sí toda la variedad de nuestro ingenio y condiciones:
hace del alegre y del triste, muéstrese airado, y muéstrese arrepentido, amenaza a veces y a veces se vence por mil blanduras; no
hay afición ni cualidad tan propia a nosotros y tan extraña a él en que no se transforme; y todo esto a fin de que no nos
extrañemos de Él y que, o por agradecimiento, o por afición o por vergüenza, hagamos lo que nos manda, que es aquello en que
consiste toda nuestra felicidad y buena andanza. De semejantes argumentos y muestras están llenas las historias sagradas, los
sermones y oraciones proféticas, los versos y canciones del salmista, y así mismo los consejos de la Sabiduría; y finalmente toda
la vida y doctrina de Jesucristo, luz y verdad y todo el bien y esperanza nuestra
Pues entre las otras obras y tratados divinos, uno es la Canción suavísima que Salomón, profeta y rey, compuso, en la cual,
debajo de una égloga pastoril más que en ninguna otra escritura, se muestra Dios herido de nuestros amores con todas
aquellas pasiones y sentimientos que este afecto suele y puede hacer en los corazones humanos más blandos y más tiernos:
ruega y llora, y pide celos; base como desesperado, y vuelve luego, y variando entre esperanza y temor, alegría y tristeza, ya
canta de contento, ya publica sus quejas, haciendo testigos a los montes y a los árboles de ellos, a los animales y a las fuentes,
de la pena grande que padece. Aquí se ven pintados al vivo los amorosos fuegos de los demás amantes, los encendidos
deseos, los perpetuos cuidados, las recias congojas que el ausencia y el temor en ellos causan, juntamente en los celos y
sospechas que entre ellos se mueven. Aquí se oye el sonido de los ardientes suspiros, mensajeros del corazón, y de las
amorosas quejas y dulces razonamientos, que unas veces van vestidos de esperanza, otras de temor, otras de tristeza o
alegría; y, en breve, todos aquellos sentimientos que los apasionados amantes probar suelen, aquí se ven tanto más agudos y
delicados, cuanto más vivo y acendrado es el divino amor que el mundano, y dichos con el mayor primor de palabras,
blandura de requiebros, extrañeza de bellas comparaciones que jamás se escribió ni oyó. A cuya causa la lección deste libro
es dificultosa a todos y peligrosa a los mancebos, y a los que aún no están muy adelantados y muy firmes en la virtud; porque
en ninguna escritura se exprimió la pasión del amor con más fuerza y sentido que en ésta; y así, acerca de los hebreos no
tienen licencia para leer este libro y otros algunos de la ley los que fueren menores de cuarenta años. Del peligro no hay que
tratar: la virtud y valor de Vuestra Merced nos hace bien seguros; la dificultad, que es mucha, trabajaré yo de quitar cuanto
alcanzaren mis fuerzas, que son bien pequeñas.
CAPITULO : 1
. (ESPOSA:) Béseme de besos de su boca; que buenos [son] tus amores más que el vino.
2. Al olor de tus ungüentos buenos, [que es] ungüento derramado tu nombre; por eso las doncellas te amaron.
3. Llévame en pos de ti, correremos. Metiome el rey en sus retretes: regocijarnos hemos y alegrarnos hemos en ti, acordarnos
hemos; membrársenos han tus amores más que el vino. Las dulzuras te aman.
4. Morena yo, pero amable, hijas de Jerusalén, como las tiendas de Cedar, como las cortinas de Salomón.
5. No me miréis que soy algo morena, que mírame el sol; los hijos de mi madre porfiaron y forcejaron contra mí; pusiéronme
[por] guarda de viñas. La mi viña no guardé.
6. ¡Enséñame, Amado de mi alma, dónde apacientas!, dónde sesteas al mediodía; porque seré yo como descarriada entre los
ganados de tus compañeros.
7. (ESPOSO:) Si no te lo sabes, ¡oh hermosa entre las mujeres!, salte [y sigue] por las pisadas del ganado, y apacentarás tus
cabritos junto a las cabañas de los pastores.
14. (ESPOSO:) ¡Ay, cuán hermosa, amiga mía, cuán hermosa! Tus ojos de paloma.
15. (ESPOSA:) ¡Ay, cuán hermoso, amado mío y [también] dulce! Nuestro lecho florido.
Ya dije que todo este libro es una égloga pastoril, en que dos enamorados, Esposo y Esposa, a manera de pastores se hablan y se
responden a veces. Pues entenderemos que en este primer capítulo comienza a hablar la Esposa, que habemos de fingir que
tenía a su amado ausente, y estaba de ello tan penada, que la congoja y deseo la traía muchas veces a desfallecer y desmayarse.
Como parece claro por aquello que después, en el proceso de su razonamiento, dice, cuando ruega a sus compañeras que avisen
al Esposo, de la enfermedad y desmayo en que está por sus amores, y por el ardiente deseo que de velle tiene. Que es efecto
naturalísimo del amor, y nace de lo que se suele decir comúnmente, que el ánima del amante vive más en aquel a quien ama que
en sí mismo. Por donde, cuanto el amado más se aparta y ausenta, ella, que vive en él por continuo pensamiento y afición, y le va
siguiendo, tanto menos comunica con su cuerpo, y, olvidándose de él, le deja desfallecer y desampara y forceja por desatársele
totalmente si le fuese posible; y no puede tan poco que, ya que no rompa las ataduras, no las enflaquezca sensiblemente; de lo
cual dan muestra la amarillez del rostro, y la flaqueza del cuerpo, y desmayos del corazón, que proceden de este enajenamiento
del alma
CAAPITULO :2
2. (ESPOSO:) Como azucena entre espinas, así mi Amiga entre las hijas.
3. (ESPOSA:) Cual el manzano entre los árboles silvestres, así mi Amado entre los hijos; a la sombra del que deseé; senteme, y su
fruta dulce a mi garganta.
5. Esforzadme, rodeadme de vasos de vino; cercadme de manzanas, que enferma estoy de amor.
7. (ESPOSO:) Conjúroos, hijas de Jerusalén, por las cabras, o por los ciervos monteses del campo, si despertáredes o velar
hiciéredes a la Amada hasta que quiera.
8. (ESPOSA:) Voz de mi Amado [se oye]. Helo, veisle, viene atravancando por los montes y saltando por los collados.
9. Semejante es mi Amado a la cabra montés, o ciervecito. Helo [ya está], tras nuestra pared, acechando por las ventanas,
mirando por los resquicios.
10. Habló mi Amado, y díjome: Levántate, Amiga mía, galana mía, y vente.
12. Los capullos de las flores se muestran en nuestra tierra; el tiempo del cantar es venido; oída es la voz de la tórtola en nuestro
campo.
13. La higuera brota sus higos, y las pequeñas uvas dan olor. Por ende, levántate, Amiga mía, hermosa mía, y ven.
14. Paloma mía, puesta en las quiebras de la piedra, en las vueltas del caracol, descubre tu vista, hazme oír la tu voz; que la tu voz
dulce y la tu vista amable.
15. (ESPOSO:) Prendedme las raposas pequeñas, destruidoras de viñas, que la nuestra viña está en cierne.
16. (ESPOSA:) El Amado mío para mí, yo para él que se apacienta entre las azucenas.
17. Hasta que sople el día y las sombras huigan; tórnate, semejante, Amado mío, a la cabra, o al corzo sobre los montes de
Bethel.